CARTA 14

Traducción: Lope Cilleruelo, OSA

Tema: El privilegio del sol. Las ideas concretas.

Agustín a Nebridio

Tagaste: Año 389/391.

1. He preferido contestar a tus últimas cartas, no porque desdeñe tus anteriores consultas o me agraden menos, sino porque la contestación me cuesta más de lo que tú piensas. Porque, aunque me exijas una carta más larga que la más larga que te haya enviado, no tengo tanto desahogo cuanto tú piensas y cuanto siempre he deseado y deseo, como sabes. No preguntes por qué ocurre así: más fácilmente te citaría los impedimentos que las razones de que ocurra así.

2. Escribes preguntando por qué tú y yo, siendo singulares, ejecutamos muchas cosas idénticas, y, en cambio, el sol no hace lo mismo que los demás astros. Trataré de explicar la causa. Porque, si nosotros hacemos las mismas cosas, también el sol hace otras como los demás astros. Y si él no lo hace, tampoco nosotros. Camino yo y caminas tú; se mueve él y se mueven ellos; velo yo y velas tú; brilla él y brillan ellos; discuto yo y discutes tú; circula él y circulan ellos. Bien es cierto que la actividad del alma no ha de compararse con los objetos que vemos. Pero si, como es justo, comparas alma con alma, hemos de pensar que, si los astros tienen inteligencia, aventajan a los hombres en pensar, o contemplar, o cualquier otra cosa que pueda decirse con mayor comodidad, las mismas realidades. Por lo demás, si examinas diligentemente, como sueles, los movimientos de los cuerpos, verás que dos de ellos no pueden coincidir jamás en la misma acción. ¿Acaso cuando paseamos juntos, piensas que coincidimos del todo? ¡Lejos de tu sensatez suponerlo! Aquel de los dos que camine más cerca del polo, o se adelanta necesariamente al otro, si camina con el mismo paso, o bien ha de caminar más lentamente. Y ninguna de las dos cosas se deja sentir. Aunque, si no me engaño, tú no me preguntas lo que sentimos, sino lo que entendemos. Y si del ecuador vamos hacia el mediodía, unidos y pegados cuanto quieras, aunque nos apoyemos en la misma franja de mármol estrecho e igual todo lo posible, o de marfil, nuestro movimiento no puede ser igual, como no puede serlo el latido de la arteria, la figura o el rostro. Si en nuestro lugar colocas los gemelos de Glauco, nada conseguirás. Porque aun esos gemelos tan semejantes tienen necesariamente que moverse con tanta singularidad como la tuvieron para nacer.

3. Pero eso, objetarás, sólo se advierte con la razón, mientras que la diferencia entre el sol y los astros es clara y manifiesta aun para los sentidos. Si me obligas a fijarme en la magnitud, ya sabes cuántas cosas se dicen sobre las distancias y a qué incertidumbres nos conducen las apariencias. Mas, aunque te conceda que todo es como aparece, y yo lo creo así, ¿a quién pudo engañar el sentido sobre la estatura de Nevio, quien sobrepasaba en un pie la estatura mayor, que es de seis pies? Presumo que trataste de encontrar alguien tan largo como él, y, al no encontrarlo, quieres que mi carta sea tan larga como él. Pues si en la tierra se dan tales cosas, no deberán ya causarte admiración las cosas del cielo. Y si te admira que ninguno de los astros llene el día de resplandor como lo hace el sol, dime: ¿se ha presentado entre los hombres alguien tan grande como aquel hombre a quien Dios asumió, tan diferente de todos los santos y sabios? Si le comparas con los demás hombres, quedan más distantes de él que los astros en comparación con el sol. Medita con diligencia esa comparación. Dada la inteligencia de que gozas, es posible que hayamos resuelto de pasada una consulta que me hacías sobre la humanidad de Cristo.

4. Me preguntas además si aquella suprema Verdad, suprema Sabiduría y Forma de las cosas, por quien todo se hizo y a quien nuestros misterios declaran Hijo de Dios, contiene una idea universal de hombre, o bien la de cada uno de nosotros. ¡Gran cuestión! Yo creo que para la formación del hombre bastaba la idea de hombre, y no se necesitaban la tuya o la mía; en cambio, tratándose de la extensión del tiempo, viven variadas formas de hombres en aquella Forma simplicísima. Mas tratándose de un punto tan oscuro, no hallo un ejemplo con que explicarlo, a no ser que recurramos a las artes que llevamos en el espíritu. Así, en el arte de la geometría, una sola es la idea de ángulo y una sola la del cuadrado; por eso, cuando quiero pensar en los ángulos, sólo recurro a una idea de ángulo; y no podría mencionar el cuadrado si no intuyese la idea de cuatro ángulos. Por ende, cada hombre fue hecho según esa idea por la que es entendido: si se trata de un pueblo, se utiliza una sola idea, pero no la de hombre, sino la de hombres; por consiguiente, si Nebridio es una porción del universo, como lo es, y todo el universo se compone de partes, Dios, Creador del Universo, no pudo prescindir de la idea de partes. Por eso, aunque en El resida la idea de muchos hombres, esto no afecta al individuo; de un modo maravilloso todas las cosas se reducen allí a la unidad. Pero tú lo meditarás con mayor holgura. Te ruego que de momento te contentes con esto, aunque creo que he sido más largo que Nevio.