Tema: El vehículo del alma.
Agustín a Nebridio
Tagaste: Año 389/391.
1. Escribirte cosas trilladas no quiero; nuevas, no puedo. Veo que lo primero no te conviene a ti, y para lo segundo no tengo tiempo yo. Desde que nos separamos, no hallo oportunidad ni holgura para plantearme y meditar esos temas que entre nosotros solíamos tratar. Las noches invernales son harto largas y no las paso enteras dormido. Mas, cuando hallo ocio, se me ofrecen otras preocupaciones que restringen necesariamente ese ocio. ¿Y qué puedo hacer? ¿Me quedaré ante ti mudo o callado? Ni tú ni yo queremos ambas cosas. ¡Ea!, pues, recibe lo que pudo sacar de mí la última parte de la noche, que se prolongó hasta que se acabó de escribir esta carta.
2. Es preciso que recuerdes lo que con frecuencia discutimos de palabra y que nos retuvo preocupados y vacilantes, a saber, esa especie de cuerpo o semicuerpo permanente del alma, que algunos llaman vehículo, como sabes. Si se traslada de lugar, sin duda no es un inteligible, y si no es un inteligible, no puede ser entendido. Claro que, aunque escape al entendimiento, si por lo menos no escapa al sentido, admite sin duda un juicio verosímil. En cambio, lo que no puede ni entenderse ni sentirse, sólo puede engendrar una opinión muy temeraria y aleatoria. Y tal es este vehículo de que tratamos, si es que existe. ¿Por qué, pues, dime, no nos despreocupamos de esa cuestioncilla, para elevarnos, después de invocar a Dios, a la suprema serenidad de la naturaleza viva y divina?
3. Quizá digas aquí: aunque lo corporal no pueda ser inteligiblemente percibido, podemos percibir inteligiblemente muchas cosas que atañen a los cuerpos; por ejemplo, que sabemos que hay cuerpos. ¿Quién lo niega, o quién afirma que eso es verosímil, más bien que verdadero? Así, pues, mientras el cuerpo es verosímil, el que ese cuerpo exista en la naturaleza es del todo verdad. El cuerpo es, pues, sensible, pero el que haya un cuerpo es un inteligible, ya que de otro modo no podría ser percibido. Mas no sé qué pensar de ese cuerpo que estudiamos, en el que se apoyaría elalma para pasar de un lugar a otro. Quizá sea perceptible, no para nuestros sentidos, sino para otros mucho más agudos; con tal de que exista, podría ser inteligiblemente conocido.
4. Si esto dices, recuerda que lo que llamamos entender se verifica en nosotros de dos modos: o interiormente, por la misma mente o razón, como cuando entendemos nuestro entendimiento; o por la admonición de los sentidos, como cuando entendemos que hay cuerpos, según ya dijimos. En el primero de ambos géneros consultamos a Dios por nosotros mismos, es decir, acerca de lo que tenemos presente; también en el segundo caso, cuando entendemos, consultamos a Dios acerca de lo que nos comunica el cuerpo o el sentido. Si esto es válido, sólo podría saber si existe ese cuerpo aquel a quien el sentido le haya mostrado algo de él. Si algún viviente se encuentra en ese número, puesto que ése no es nuestro caso, pienso que queda confirmado lo que había comenzado a decir: que este problema no nos atañe a nosotros. Quisiera que meditaras esto con insistencia, y cuidarás de hacerme saber el fruto de tu reflexión.