CARTA 9

Traducción: Lope Cilleruelo, OSA

Tema: Respuesta a la anterior.

Agustín a Nebridio

Tagaste: Después de la anterior.

1. Aunque seas buen conocedor de mi espíritu, quizá ignoras cuánto desearía gozar de tu presencia. Dios nos otorgará algún día tan gran beneficio. Leí tu recientísima carta, en la que lamentas tu soledad y un cierto abandono de tus cercanos, con los que la vida se hace tan agradable. Mas ¿qué te diré yo aquí sino lo que no dudo que ya haces? Vuélvete hacia tu alma y elévala hacia Dios todo lo que puedas. Allí nos tendrás a nosotros con mayor certidumbre, no por imágenes corpóreas, de las que ahora tenemos que servirnos necesariamente en el recuerdo, sino por el pensamiento, por el que entiendes que estamos juntos, pero sin lugar.

2. Al examinar tus cartas, en las que sin duda he replicado cosas grandes a tus interrogantes, me amedrentó esa en que preguntas cómo se explica que las potestades superiores, o los demonios, nos infundan ciertas sugestiones y ensueños. Porque es un gran tema, y tú con tu prudencia ves también que habría que responder, no con una carta, sino con una conversación o con un librito. Sin embargo, conociendo tu ingenio, trataré de establecer algunas indicaciones sobre ese interrogante, para que tú por ti mismo completes lo demás, o no desesperes de poder llegar a una investigación probable de asunto tan difícil.

3. Pienso yo que todo movimiento del alma produce algo en el cuerpo; eso se revela incluso a nuestros sentidos tan torpes, tan lentos, cuando los movimientos del alma son fuertes; por ejemplo, cuando nos irritamos o estamos tristes o alegres. De ahí cabe colegir que también cuando pensamos se produce algo que no vemos en nuestro cuerpo, pero que pueden ver los vivientes aéreos o etéreos, cuyo sentido es muy sutil, en comparación con el cual el nuestro no se puede llamar sentido. De ese modo, las huellas de sí, por así decirlo, que imprime el movimiento del alma en el cuerpo, pueden perdurar y crear como un cierto hábito. Y cuando esas huellas son tocadas y removidas, según la voluntad del que toca o remueve, nos provocan representaciones y ensueños, y eso se verifica con extraña facilidad. El ejercicio de nuestros cuerpos terrenos y torpes es manifiesto que alcanza éxitos increíbles en tocar instrumentos musicales, en el circo y en otros innumerables espectáculos; pues no será ya absurdo que esos seres produzcan algo en los cuerpos mediante el suyo aéreo o etéreo, puesto que los penetran según el orden natural y poseen una mayor facilidad para mover lo que desean, sin que nosotros lo sintamos, aunque suframos el efecto de su actividad. Tampoco sentimos nosotros cómo la abundancia de hiel nos impele a una cólera más viva, y, sin embargo, nos impele, aunque la abundancia de hiel que he mencionado sea efecto de nuestra ira anterior.

4. Si no quieres aceptarme esa semejanza a la ligera, medítala con toda tu fuerza. Cuando el alma tropieza con alguna dificultad resistente para obrar y realizar lo que desea, se encoleriza permanentemente. Pero, según mi opinión, la ira es un apetito turbulento de eliminar lo que impide la facilidad de la acción. Por eso nos irritamos, no sólo con las personas muchas veces, sino también con la pluma con que escribimos, y la rompemos y quebramos, como los jugadores se irritan con los dados o los pintores con el pincel, o cualquiera con un instrumento, pensando que les crea una dificultad. Aun los médicos afirman que la hiel crece por el hábito de encolerizarse. Mas, al crecer la hiel, volvemos a irritarnos fácilmente y casi si que exista causa alguna. De este modo, lo que el ánimo imprimió en el cuerpo con su movimiento, valdrá luego para excitarlo de nuevo.

5. Podríamos discutir esto largamente y alcanzar una noticia más cierta y completa con muchos documentos reales. Pero une a esta carta aquella otra que hace poco te remití sobre las imágenes y la memoria, y medítala con diligencia; pues por tu réplica creo que la entendiste menos bien. Por eso, si a esta que ahora lees juntas lo que en aquella te dije acerca de una cierta facultad natural del alma para aumentar o disminuir los objetos con la imaginación, quizá no te sorprenderá ya cómo ocurre que cuando pensamos entre nosotros o soñamos, aparezcan formas corpóreas que nunca vimos.