Tema: Invitación a terminar una discusión.
Agustín a Zenobio
Casiciaco. Finales del 386 o comienzos del 387.
Estamos de acuerdo, según creo, en que todo lo que alcanza el sentido corporal no puede permanecer del mismo modo ni un instante de tiempo, sino que pasa, fluye y carece de presente, es decir, hablando claro, no es. Por lo cual, la verdadera y divina filosofía nos invita a frenar y moderar el amor sumamente dañino y lleno de fatigas, para que el alma, aun mientras gobierna este cuerpo, sea atraída y anhele hacia las realidades que permanecen siempre del mismo modo y no agradan por una belleza pasajera. Siendo esto así, y aunque mi mente dentro de sí te vea verdadero y simple, de modo que puedes ser amado sin preocupación alguna, confieso que deseo tu compañía y presencia cuando te alejas corporalmente de mí y nos separa la distancia, como corresponde a unos hermanos. Y si bien te conozco, amas en mí este vicio y, mientras deseas a tus deudos y amigos todos los bienes, temes que se curen de ese mal. Pero, si tienes tanta fortaleza de ánimo que puedes superar ese lazo y burlarte de los retenidos por él, sin duda eres grande y diferente. Porque yo deseo al ausente y, además quiero que él me desee. Procuro, sin embargo, en cuanto puedo y me esfuerzo en no amar nada que me pueda ser arrebatado a mi pesar. Mientras lo consigo, y seas lo que seas, te invito a terminar la discusión que trabamos, pues hemos de preocuparnos de nosotros mismos. No consentiría yo terminarla con Alipio, aunque él quisiera; pero no quiere. Su delicadeza no le permite procurar conmigo que podamos retenerte con el mayor número posible de cartas, cuando tú te alejas por no sé qué necesidad.