Tema: Curiosa teoría sobre la academia.
Agustín a Hermogeniano
Casiciaco. Finales del 386 o comienzos del 387.
1. Nunca me hubiera yo permitido, ni aun en broma, la osadía de combatir a los académicos (¿cómo no iba a impresionarme la autoridad de tan graves varones?), si no fuese porque estimo que su doctrina es muy otra de la que el vulgo les atribuye. Mejor que refutarlos, lo que no puedo, traté de imitarles como podía. Pienso que en aquel tiempo era más oportuno encauzar la corriente platónica, si algo manaba puro de su fuente, por un boscaje sombrío y espinoso a disposición de unos pocos, que dejarla correr a campo abierto ante los rebaños que aparecen a cada momento e imposibilitan el conservarla pura y limpia. ¿No es lo más conveniente para una bestia opinar que el alma es corporal? Pienso, pues, que contra esta gente se urdió útilmente el arte y razón de ocultar la verdad. En cambio, en nuestros días, ya no vemos filósofos, a no ser quizá en el atuendo corporal, y a ésos no los considero dignos de tan venerable nombre. Hoy tenemos que infundir a los hombres, a quienes la teoría de los académicos, con su ingenioso modo de hablar apartó de la comprensión de la verdad, la esperanza de encontrarla: no sea que lo que provisionalmente se instituyó para desbrozar arraigados errores, comience a servir de impedimento para el fomento de la ciencia.
2. Tanto florecía entonces el estudio en las variadas sectas, que sólo era de temer la aprobación de lo falso. Si alguien, con esos argumentos, sentía que le arrebataban lo que había creído firme e indiscutible, buscaba otra doctrina; y esto con tanta mayor constancia y cautela cuanto mayor era su habilidad en el terreno moral y cuanto más convencido estaba de que la verdad late profunda e implícita en la naturaleza de las cosas y de las almas. Ahora, en cambio, es tal la fuga del esfuerzo y el menosprecio de las buenas artes, que, en cuanto se dice que algunos sutiles filósofos opinaron que nada puede comprenderse, la gente pierde el ánimo y renuncia para siempre. No se juzga más aguda que ellos para descubrir lo que no pudo descubrir Carnéades con tanto estudio, ingenio y ocio, con tan grande y extensa cultura y, finalmente, con una larga vida. Y si, reaccionando levemente contra la pereza, leen algunos tales libros, en los que parece negada a los hombres la comprensión, se aletargan tan profundamente, que no les despertará ni una trompeta celeste.
3. Así pues, ya que tanto me agrada tu fiel juicio sobre mis escritos y tanto me fío de ti, que pienso que no puede darse ni error en tu prudencia ni simulación en tu amistad, te pido vivamente que consideres bien y me digas si apruebas eso que, al fin del libro tercero, creí yo, más quizá por sospechas que por certidumbres, que debía admitirse, pues es más útil que increíble, según creo. Sean lo que sean tales escritos, no me satisface tanto el haber vencido a los académicos, como tú escribes (pues lo escribes quizá con más amabilidad que verdad), como por haberme desembarazado de esa red ominosa que me apartaba del pecho de la filosofía por desesperar de la verdad, que es el alimento del alma.