RÉPLICA A JULIANO (OBRA INACABADA)

Traductor: P. Luis Arias, OSA

LIBRO I

PREFACIO

Con el título El matrimonio y la concupiscencia escribí un libro dedicado al conde Valerio, pues sabía que los pelagianos le habían dicho que yo condenaba el matrimonio. En ese libro combato la herejía de los pelagianos. Enseñan que Adán habría muerto en el cuerpo aunque no hubiera pecado y que en él la raíz del género humano no fue viciada. En consecuencia, deben admitir que la muerte, las dolencias mortales y todos los males que vemos sufrir a los niños habrían existido en el paraíso aunque nadie hubiera pecado.

En dicho libro establezco, lo mejor que puedo, una distinción entre el bien del matrimonio y el mal de la concupiscencia de la carne, mal del que hace buen uso la continencia conyugal. Al recibir mi obra aquel ilustre varón me envió un papel en el que se encontraban algunas sentencias entresacadas de una obra de Juliano, hereje pelagiano. Obra en cuatro libros en la que piensa ha contestado a mi libro único que yo había escrito sobre El Matrimonio y la concupiscencia. Resumen que le había sido remitido por no sé quién, extractado del primer libro de Juliano.

Me rogaba Valerio respondiese lo más pronto posible. Mi respuesta fue un segundo libro con el mismo título que el primero, contra el cual Juliano, con desbordante locuacidad, escribió ocho libros. Y a estos doy ahora adecuada respuesta, citando primero sus mismas palabras y poniendo a continuación mi respuesta. Creo haber refutado de una manera convincente y clara en mis seis libros sus cuatro primeros cuando llegaron a mi poder, y no volveré sobre ellos.

Los cuatro libros a Turbancio

1. Juliano.- "Al contemplar el estado actual de las Iglesias, me siento sumergido en grandes angustias; en parte me mueven a indignación, en parte a piedad, y como deudor quiero pagar mi deuda. Porque en los libros que escribí contra los libros de Agustín a nuestro hermano Turbancio, obispo, eminente varón por el fulgor de sus virtudes, prometí, si ninguna causa me lo impedía, interrumpir mi trabajo, refutar con presteza todos los argumentos de los que, con los maniqueos, sostienen la transmisión del pecado; es decir, defienden el mal natural. Hasta el momento me lo han impedido diversas e ineludibles ocupaciones de las que no pude evadirme".

Agustín.- Ojalá, después de lo que has escrito y después de tus elogios al que llamas esclarecido varón por sus virtudes, imitaras a Turbancio en su conversión de vuestro error. He contestado a tus libros y he demostrado hasta la evidencia cuál es tu ofuscación al tachar de maniquea una doctrina que lumbreras católicas, al comentar las Sagradas Escrituras, exponen.

Obedece a Floro

2. Jul.- "Pero después que me fue permitido respirar, era mi intención, en cuanto la materia lo consentía, cumplir con brevedad mi promesa si tú, mi bienaventurado padre Floro, no quisieras que entrara de nuevo y con más calor en lid. Mi respeto a vuestra santidad es tal que consideraría una impiedad obedecer tus mandatos con frialdad. Os fue fácil hacerme extender el compendio que yo me había propuesto. Espero acogerás favorablemente una obra escrita por orden tuya y he querido poner en el frontispicio tu nombre, para que, bajo tu mecenazgo, mi pluma se deslice con más seguridad y alegría. Mi primera intención fue la brevedad, pues en aquellos cuatro libros míos casi todas las invenciones de los maniqueos, repetidas por Agustín contra nosotros, habían sido desarboladas por la verdad de la fe católica, por la cual y en la cual merecimos el odio de un mundo decadente, tanto por el peso de invencibles razonamientos como por la autoridad de la Ley santa; y así apenas nos resta nada que decir si nuestros jueces fueran imparciales".

Ag.- Contra tus cuatro libros seis escribí yo. Después de mencionar, en los dos primeros, a los doctores católicos que tú llamas maniqueos, al imputarme este crimen porque enseño lo que ellos aprendieron y enseñaron en la Iglesia católica, dedico los siguientes a refutar tus cuatro libros, disipando las tinieblas de tu herejía con la luz de la verdad católica, de la que tú, ciego, te alejas y acerca de la cual nunca existió controversia en la Iglesia; pero tú, nuevo hereje, buscas jueces imparciales, como si pudieras admitir otros fuera de los que comparten vuestro error.

¿Qué otro juez mejor que Ambrosio puedes encontrar? De él tu maestro Pelagio dice que ninguno de sus enemigos se abrevió a criticar su fe ni su interpretación ortodoxa de las Escrituras. ¿Acaso, dentro del marco de su sana interpretación del texto bíblico, profesaba el dogma impuro de los maniqueos cuando escribe: "Todos nacemos bajo el pecado, y nuestro mismo origen está viciado?" 1 Juzga tú mismo, que atacas, con no sana intención, este dogma católico y renuncia, sin dilación, a tu error, tomando al Obispo de Milán por juez.

Promete Juliano examinar ciertos pasajes de la Escritura

3. Jul.- "Omití, sin embargo, algunos pasajes de las Escrituras que ellos creen poder aducir contra nosotros y que yo había prometido examinar, para no dejar en la sombra algunas palabras ambiguas de la Ley, demostrando que no se han de interpretar contra su sentido auténtico, como corrobora la autoridad cierta de la Escritura y los testimonios invencibles de la razón. Porque es de ignorantes y profanos en la Ley pensar se puede defender con su autoridad lo que en justicia es indefendible".

Ag.- Lo que vosotros afirmáis sí que no puede defenderse con ninguna razón de justicia. Porque, si no hay pecado original, las miserias del género humano, a las que nadie se puede sustraer desde su nacimiento hasta su muerte, de ninguna manera serían efecto de una sentencia justa del Todopoderoso.

Nace el hombre en la miseria

4. Jul.- "En efecto, si la Ley de Dios es fuente y maestra de justicia, podemos servirnos de sus auxilios para defender su equidad, no para impugnarla. La naturaleza de las cosas no permite utilizar la Escritura para apuntalar la iniquidad, pues fue únicamente promulgada para que con sus testimonios, remedios, amenazas, castigos, fuera la iniquidad destruida".

Ag.- Bien, pues por sus testimonios se declara que el hombre es semejante a la vanidad y sus días pasan como una sombra 2. Nace en la miseria, como la demuestra no sólo la verdad compasiva de la Escritura, sino también los difíciles y penosos cuidados de su educación. Y entre los remedios se menciona la ofrenda sacrifical que se ha de hacer por el pecado de un niño recién nacido 3. Y entre sus amenazas está la de que perece el alma del niño que no sea circuncidado al octavo día. Entre sus castigos se manda que los hijos cuyos padres han provocado la cólera de Dios, sean, por ley de guerra, exterminados 4.

Intención de Juliano

5. Jul.- "Nada puede hacerse con la Ley de Dios contra Dios, autor de la Ley. Con este breve razonamiento queda excluido cuanto, en su desvarío, nos objetan nuestros adversarios. Pero para probarles cuán opulenta es la verdad en la que creemos, nos tomamos el trabajo de explicar de una manera clara los textos de la Escritura cuyo sentido puede oscurecer la expresión, a fin de restaurar a dichos pasajes la dignidad de su origen, para que no sean separados del árbol sagrado como degenerados o espurios".

Ag.- Por el contrario, sois vosotros los que tratáis de oscurecer, con la ambigüedad de vuestras perversas disquisiciones, el fulgor de la verdad inconcusa de las Sagradas Escrituras. ¿Qué más evidente que las palabras poco ha citadas: El hombre es semejante a la vanidad, sus días pasan como una sombra? Lo que no sería posible de haber permanecido el hombre en aquella semejanza en la que fue creado. ¿Qué más evidente que este pasaje: Así como en Adán todos murieron, así en Cristo todos serán vivificados? 5 ¿Qué hay más claro que este texto? Escucha: ¿Quién está limpio de mancha? Ni el niño cuya vida sobre la tierra es de un día 6. Y otros muchos textos que vosotros tratáis de arropar en vuestras tinieblas y traer a vuestro perverso sentido con vuestra vacía locuacidad.

Desacuerdo con Agustín

6. Jul.- "Esta era mi única intención: librar, según mi costumbre, ciertos pasajes de la Ley de las interpretaciones de los traducianistas, probando que son exactas, pues son divinas".

Todos los defensores del pecado original -ex traduce- son para Juliano traducianistas.

Ag.- Con palabra infamante llamas traducianistas a Cipriano, Ambrosio, Gregorio y a todos los que, con ellos, admiten la existencia del pecado original. Pero no es de admirar que los nuevos herejes impongan nuevos nombres a los católicos, de los que se han separado. Esto mismo hicieron otros cuando se alejaron.

Cipriano, adversario del Eclanense

7. Jul.- "Como me pediste con insistencia y con autoridad de padre me mandaste refutar el libro de este escritor cartaginés que Alipio, esclavo de sus mismos errores, llevó poco ha al conde Valerio, mi respuesta ha de ser más extensa".

Ag.- Gran pena te causa este contrincante púnico; pero mucho antes de tu nacimiento vuestra herejía encontró un gran adversario en el púnico Cipriano.

La fe católica en Juliano y en Agustín

8. Jul.- "Nos ha dado nuevamente testimonio de su doctrina y de su ingenio; testimonios que con dificultad se entienden, con trabajo se explican y con horror se escuchan; pero fáciles de refutar y destruir son y, arrasados, mandar al olvido por cierto sentimiento de recatada honestidad".

Ag.- En verdad, los lectores no juzgan como tú quieres.

Jueces imparciales

9. Jul.- "En su primer libro 7, único que ha visto hasta el momento la luz, nos llama nuevos herejes, porque rechazamos la opinión de los que, como sepulcros blanqueados, según sentencia del Evangelio, por fuera están vestidos de limpios y placenteros colores, mas por dentro son inmundicia y maldad, y eructa, con pretexto de ensalzar el bautismo, las porquerías de los maniqueos, habla de un pecado de naturaleza y corrompe los sacramentos de la Iglesia, hasta el presente puros".

Ag.- La antigua fe católica que vosotros ha tiempo combatís y predicada por muy ilustres doctores que existieron antes que nosotros, prueba que sois nuevos herejes. Pero no quiero responder a palabras que son injurias, no argumentos, y que tú lanzas sin sonrojo, en un lenguaje procaz, más que contra mí, contra Ambrosio, Hilario, Gregorio, Cipriano y otros efulgentes doctores de la Iglesia.

Matrimonio y concupiscencia

10. Jul.- "Alaba también al hombre poderoso (Valerio) por no haber escuchado nuestros ruegos cuando nos limitábamos a pedir jueces en esta causa tan importante 8, para que, cuanto fraudulentamente constaba en acta, fuese corregido y no condenado, mediante un detenido examen. ƒl lo elogia por haber, con el peso de su autoridad, resistido sin conceder tiempo ni lugar para una discusión reposada. Si éste a quien escribe se portó tan neciamente como prueba el elogio, él verá. Nosotros esperamos de él lo mejor, como lo prueba la mención honorífica que de él hago en mi opúsculo. Es posible que su libro no diga la verdad acerca del patrono a quien va dedicado. Pero, al menos, claramente demuestra la intención del autor, y es que, con feroz y ciega impotencia, lucha contra la razón, la fe y la santidad del dogma y de las costumbres".

Ag.- Dios no permita que las autoridades cristianas de la república terrena duden de la antigua fe católica y asignen a sus enemigos tiempo y lugar para su examen; firmes e inquebrantables en su credo, hagan entrar en razón bajo la disciplina coercitiva si es preciso, a todos aquellos que, como vosotros, sois sus enemigos. Lo que contra los donatistas se hizo fue obligado por las turbulencias violentísimas de la turba, sin conocer los decretos anteriores que se les debía haber mostrado. Turbas que Dios no permita tengáis, pues, por su misericordia, al presente no las tenéis.

Insulta Juliano

11. Jul.- "Después de esto, en la primera parte de su libro sienta la distinción entre matrimonio y concupiscencia, tal como lo había prometido en el título de la obra. Luego da curso a su ingenio y habilidad. Atrapado entre el no de su confesión y la confesión de su negación, manifiesta las angustias torturantes de su conciencia manchada".

Ag.- Insulta a mansalva. ¿Quién no tiene libertad para el insulto?

Se compromete Juliano

12. Jul.- "En mi primera obra he contestado, en cuatro libros, con argumentos que la verdad me proporcionó, y advertí ya en la introducción que omitiría todos aquellos argumentos que, en mi opinión, no tenían valor, para que no se me acusara de extenso y charlatán, de haber utilizado argumentos sin peso e ineficaces. Con todo, de seguir este mi criterio, como sería lo honesto, es decir, de no responder a evidentes inepcias, tenía que pasar casi toda la obra en silencio. Mas como todas las cosas van de mal en peor, y esto es señal del fin de los tiempos, en la Iglesia de Dios se ha enseñoreado la ignorancia y la torpeza; por eso los representantes de Jesucristo y de cuanto hay en ella de noble empleamos todas nuestras fuerzas en defensa de la religión católica y no sentimos pereza en confiar a todos los vientos los remedios que hemos preparado contra el venero del error".

Ag.- Os parió la memez y la desvergüenza; y si mandasen en la Iglesia os conservarían en ella.

Atención a ciertos textos bíblicos

13. Jul.- "Como en mi primera obra dije, me había comprometido a no discutir todos los argumentos aducidos en favor de la transmisión del pecado, ni a replicar a cuanto dicho libro contenía, sino ceñirme tan sólo a lo que constituía la medula y nervio de su doctrina. Cuando con atención, o incluso con cierto prejuicio, lean las dos obras, han de reconocer que me ajusto fielmente a mi promesa. Confiando en la honestidad de mi conciencia, suplico a mi enemigo y le emplazo a que, si omito alguno de sus argumentos que, en su sentir, tienen algún peso, me lo haga saber y me convenza de apocamiento y mala fe".

Ag.- No creo que todo lo que has omitido lo hayas juzgado de poco valor, y aunque te conceda que así lo has creído, no hay lector católico e inteligente que, después de leer con atención tus cuatro libros y mi opúsculo, sea de tu parecer.

Confianza en la verdad

14. Jul.- "Expuse con mayor amplitud algunos textos de la Escritura; otros con más brevedad, pues prometí hacerlo en una obra posterior. Sin embargo, no dejé sin respuesta ninguno de los argumentos o proposiciones de Agustín. He cumplido mi promesa y he probado la falsedad de sus muchas invenciones, sus numerosas estupideces y sus muchos sacrilegios".

Ag.- Eres tú, tú sólo el que lo dices; pero el que lea y comprenda, si no es pelagiano, no dirá esto.

Refuta Agustín lo que no ha leído

15. Jul.- "Con esta mi confesión no creo adquirir fama de arrogante, pues no me ufano de haber hecho triunfar la verdad con mi ingenio; antes confieso que la debilidad de mi espíritu ha sido confortada por la fuerza de la verdad".

Ag.- Si la verdad quisieras decir, dirías que la verdad había quedado maltrecha.

Insiste Juliano

16. Jul.- "Las cosas son como he dicho; de ahí que no puedo menos de admirar la desfachatez de este hombre, que, en una misma obra 9, acusa de falsedad mis escritos que confiesa no haber tenido aún en sus manos. Es duro que la costumbre de pecar haga amar el delito; pero nada más duro que aquello que mata el pudor. Aunque la experiencia nos hace conocedores de esta manera de actuar, con todo, la presencia de los peligros nos adoctrina más de lo que podíamos sospechar. ¿Cómo iba yo a creer que el carota de este númida, en una misma obra, en una misma línea, confiese estos dos extremos: que dije cosas falsas y que no ha leído lo que yo escribí?"

Ag.- Si tú no lo hiciste, lo hizo el que extractó de tus libros y lo envió al conde Valerio. Cree lo hice de buena fe y atribuyo al autor lo que me transmitió el recopilador. Cierto, aún no había leído tus libros, pero sí había leído el extracto del anónimo autor del resumen. Si pensaras como hombre y creyeras que pudo suceder así, evitarías, en esta ocasión, tan odiosa calumnia contra un hombre.

Ignora Juliano a carta que menciona Agustín

17. Jul.- "Porque escribes al que admiras por haber leído tus libros, aunque ocupado en asuntos militares (Valerio) e indica haber recibido unas cuartillas de Alipio que llevan por título: "Breve extracto de unos libros escritos contra los capítulos que Agustín compuso": Me doy perfecta cuenta de que el que dirigió a vuestra excelencia su extracto debió de resumirlo de no sé que libros, con el fin, supongo, de obtener una rápida respuesta y satisfacer en seguida vuestra demanda. Pensando en qué libros pudieran ser éstos, creo sean los que menciona Juliano en una carta enviada a Roma, de la que me fue remitido un ejemplar; pues dice: Afirman que el matrimonio, tal como es hoy, no fue instituido por Dios. Esta afirmación se puede leer en un libro de Agustín al que respondí en cuatro libros. Y después de citar estas palabras continœa: ÒCreo que estos resúmenes han sido sacados de estos libros. Por eso opino que quizá fuera mejor enfocar nuestro trabajo a refutar y convencer de falsedad la obra entera, compuesta de cuatro libros; pero no he querido diferir mi respuesta, como tampoco tú has querido retrasar el envío de estos extractos a los que he de responder". Con toda claridad nos da a entender que sospecha que estos resúmenes fueron recopilados sin orden de mis libros, pero no tiene conocimiento de mi obra, a la que, no obstante, se atreve a responder".

Ag.- ¿Y por qué no atreverme cuando no debía abrigar dudas si en ellos se dicen vaciedades? Pues contra la verdad sólo cosas vanas puedes decir. Y no me engañaron mis presentimientos, pues leídos tus libros los he encontrado tales como me los había imaginado antes de leerlos.

No es correcto el proceder de Agustín, dice Juliano

18. Jul.- "Hace mención de una carta que yo, dice, envié a Roma; pero por las palabras que emplea no puedo saber a qué escrito se refiere. Sobre estas cuestiones escribí dos cartas a Zósimo, obispo de aquella ciudad; mas entonces no había yo publicado ningún libro".

Ag.- Esta carta no estaba dirigida a Zósimo, sino escrita con la intención de seducir a los que en Roma pudieran dejarse cazar en vuestras redes. Pero si no la reconoces por tuya, concedo no lo sea. Ojalá que los libros tampoco fueran tuyos, sino de otros, y esto para evitar seas tú extraño a la verdad.

Cita pasajes discutidos de Agustín

19. Jul.- ÇEn vez de usar la pista de una carta que recibió o fingió que yo había respondido en cuatro libros a los nuevos maniqueos -se avergüenzan de los antiguos-, ¿por qué se aplicó a conocer mis objeciones? ¿Por qué no estudiar antes de atacarme? ¿Por qué, con indigna ligereza, se lanza a un combate a fondo con los ojos vendados como los andábatas? Se excusa diciendo que ha querido imitar en su respuesta la rapidez que tuvo su protector en enviarle el extracto, como si no pudiese, cosa más conveniente, pedir un tiempo para poder leer la obra publicada. ¿No es, entre eruditos, un crimen faltar a la gravedad al escribir por la impaciencia en la discusión de impugnar lo que se ignora? Además, conviene añadir que antes de acusarme de falsedad, con lo cual colma la medida de sus injurias, da fe al resumen, que parece más obra de un falsario o un mal intencionado que compuesto por la ignorante simplicidad de uno de los nuestros.

Mas cualquiera que sea la intención, cualquiera que sea el autor del extracto, sacamos en limpio una doble ventaja, pues queda patente la ligereza y cuánta es la debilidad de este enemigo de la verdad, pues al no poder hablar reconoce que no puede callar; y con algunas frases semiplenas, no ensambladas, sino extorsionadas, mi primer libro queda tan descuartizado que juega con el sentimiento para excitar, con lamentos femeninos, contra nosotros al vulgo, como aparecerá a lo largo de nuestra discusión".

Ag.- ¿Por qué te aíras contra mí porque tus libros me han llegado con retraso; o porque los busqué y no me fue posible encontrarlos pronto? Sin embargo, pude y debí examinar con ojos muy abiertos y no vendados lo que dichos extractos que me fueron enviados contenían, fueran los que fueran y cualquiera que fuese el autor. El mal hubiera estado en no refutarlos sin tardanza o considerarlos como inatacables, pues aunque no pude encontrar tus libros, era conveniente, y para mí un deber, probar según mis fuerzas al hombre tan poderoso que me los envió el poco valor de tus argumentos, por temor de que su lectura pudiera engañar a alguno. No me reprocharías lo que me incriminas si tú mismo no hubieras dicho estas cosas con ojos, si no apagados, sí cerrados. No hubieras dicho que nosotros hemos atizado el sentimiento del pueblo contra vosotros si no supieras muy bien que la multitud cristiana, sin distinción de sexos, conoce la fe católica que tú te empeñas en aniquilar.

No dijo lo que dice Agustín que dijo

20. Jul.- "Advierto de nuevo como ya lo hice en mi primer libro, que no citaré literalmente todas las palabras de mi adversario; sino sólo los pasajes más esenciales, pulverizados los cuales, queda al descubierto su teoría sobre la existencia del mal natural".

Ag.- Puede ser que nosotros mismos u otros recojamos lo que tú omites para que aparezca la razón de tu silencio.

Por un hombre entró el pecado en el mundo

21. Jul.- "Aunque ya en mi primera obra lo hice con gran extensión, sin embargo, como al refutar algunos textos de mi primer libro me acusa, como ya dije, de truncar en gran parte los textos que cito, probaré, en primer término, que no hice lo que me reprocha, sino que él, en esta misma obra con frecuencia lo ha hecho de una manera impúdica. Probaré luego que a estas breves y concisas sentencias que cita de mis escritos y las ataca, él les da respuestas vagas sin rozar mis argumentos, y así su doctrina se hace más detestable de lo que mis palabras pudieran explicar".

Ag.- A esto ya respondí antes.

Calumnia Juliano

22. Jul.- "Escuchemos atónitos lo que escribe contra mí: "Él tomo del libro que te envié, y te es muy conocido, estas palabras que se esfuerza en refutar: De una manera escandalosa gritan que nosotros condenamos el matrimonio, obra de Dios, por el cual Dios, por medio del hombre y de la mujer, crea a los hombres: porque nosotros afirmamos que los nacidos de esta unión traen con ellos el pecado original, y no negamos que, sean los que sean sus padres, permanecen bajo el imperio del diablo si no renacieren en Cristo. Y omite en estas mis palabras citar el texto del Apóstol, que yo añadí y cuyo gran peso sentía. Cuando dije que los hombres traían el pecado original, a continuación añadí: De este pecado dijo el Apóstol: Por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte; y así pasa por todos los hombres en el que todos pecaron 10. Suprimido este texto, como dijimos, cita todo cuanto arriba queda mencionado. Sé en qué sentido suelen tomar estas palabras del Apóstol que omití los corazones de los fieles católicos, palabras tan claras y contundentes, que los nuevos herejes tratan de oscurecer y corromper con sus torcidas interpretacionesÓ. Luego cita estas mis palabras: Y no advierten que el bien del matrimonio no puede ser atacado por el mal del pecado de origen al que da cuerpo, así como el mal de los adúlteros y fornicarios no puede ser justificado por el bien natural a que da lugar. Porque el pecado, como quiera que se transmita a los niños, es obra del diablo, mientras el hombre, de cualquier parte que venga, es obra de Dios. Omitió también este pasaje por temor a oídos católicos.

Antes de llegar a estas palabras habíamos dicho más arriba: "Decimos lo que se contiene en la antiquísima y firme regla de la fe católica, y por ello nuestros nuevos y perversos inventores de dogmas, enseñan que no hay en los niños mancha de pecado que haya de ser purificada en la fuente de la regeneración, como si condenásemos el matrimonio y la obra de Dios, es decir, como si dijésemos que lo que nace fuera obra del diablo, y así infiel y neciamente nos calumnia". Omitidas estas nuestras palabras, cita lo que hemos dicho mas arriba. ¿Hasta cuándo, tú que te expresas así, dejarás de engañar a las almas piadosas e ignorantes? ¿Cuándo pondrás fin a tu desbocada petulancia? Cuando esto escribes, ¿no te hace temblar la censura de los doctos varones, ni el temor del juicio futuro, ni la duración de tus escritos? ¿No ves que es manifiesto y conocido engaño? ¿Quién de nosotros piensas que ignora lo que escribiste en los libros primero y segundo? Me está, pues, permitido y es conveniente emplear contra ti los medios de que se sirvió el cónsul elocuente contra el traidor a su patria?" 11

Ag.- Bien haces en indicarnos, por si se nos pasaba inadvertido, de dónde vienen estas palabras que tomas de las invectivas de Cicerón; pero, la verdad, no tenemos miedo a un Juliano transformado en un Tuliano; más bien deploramos tu insensatez al comprobar que has perdido el sentido cristiano. ¿Qué hay más insensato que alejar a los niños de Cristo, su médico, afirmando que en ellos no existe lo que Cristo vino a sanar? Cuando Cicerón arremete contra el traidor a su patria, defiende la ciudad, fundada por Rómulo con un tropel de pecadores congregados de todas partes; pero tú impides a una multitud de niños, que mueren sin el bautismo y que proclamas inmunes de todo pecado, la entrada en la ciudad del Rey a cuya imagen fueron creados.

¿Favorece Agustín a Manés?

23. Jul.- "Me acusas de haber silenciado un texto del Apóstol que a ti para nada te sirve y que yo no omití, sino que cité según el orden que tú seguías. Hice mención de él en el libro primero y lo expliqué, aunque de prisa y con brevedad, en el libro cuarto de mi obra. Ni tampoco omití hacer mención de la Iglesia católica, que tú invocas para que los engañados por ti abandonen la fe católica y se conviertan en unos pordioseros al consolarse con la etiqueta de católicos. Y a pesar de ser la fuerza de los argumentos nula, con todo expuse tus palabras por el mismo orden que tú lo habías hecho. Lee mis libros publicados y comprobarás mi buena fe en las respuestas que tú tildas de falsas, y paladinamente confiesa que digo verdad; y tú, si aún no has perdido la costumbre enrojece de vergüenza. Puesta al sol ahora tu falsía inexcusable y odiosa, pero en mayor grado cuando se adueña de un censor que lanza contra el honesto decoro de los demás su propia fealdad, responde: ¿En qué el hombre de la Iglesia o las palabras del Apóstol son favorables a los maniqueos, para lamentar con tan gran amargura el haberlas omitido?"

Ag.- Ya respondí más arriba a estas tus calumnias por las que me reprochas falsía al no citar íntegras tus palabras. No me atribuirías tan fácilmente lo que es obra del autor de los extractos, si es que no quieres engañar a los que lean tus escritos.

Oscurece Juliano la verdad

24. Jul.- "La gran diferencia que siempre existió entre maniqueos y católicos y la distancia enorme que separa el dogma de los santos de los impíos y que, como fuerte murallón, disocia nuestra doctrina como el cielo de la tierra, es que nosotros afirmamos que el pecado nace de una voluntad mala, y ellos, de una naturaleza mala. De este principio se siguen, como de fuente caudal, una nulidad de sacrilegios e infamias. Por el contrario, los católicos, al apoyarse en un sano principio y desarrollando sus buenas doctrinas, llegan a la perfección de la verdad religiosa, que la razón y la piedad confirman. Al establecer la existencia de un mal natural, tú, con intenciones aviesas e ineficaces, invocas el texto del Apóstol, que, como lo demuestro en mi escrito, nada de lo que tú te empeñas en atribuirle ha dicho; y hasta te contradices a ti mismo al afirmar que el Apóstol es católico, y, por otra parte, afirmas que sus palabras favorecen a Manés".

Ag.- Dices que estos doctores católicos favorecen a Manés, porque, fundados en el texto del Apóstol, comprendieron que los niños contraen el pecado original; y no alaban, según vuestra perversa costumbre, la naturaleza íntegra, sino que emplean, para sanarla, la medicina cristiana. Si tuvieras sentimientos cristianos, enrojecerías de vergüenza, temblarías y quedarías sin habla.

Pregunta Juliano

25. Jul.- "¿Acaso Adimanto y Fausto, al que llamas tu maestro en los libros de tus Confesiones, no hicieron lo mismo al tomar del Evangelio y de las Cartas de los Apóstoles pasajes oscuros y los cosieron con el fin de apuntalar, con citas de autoridades indiscutibles, un dogma profano? ¿Mas por qué citar a los maniqueos? Todos los herejes apoyan sus invenciones, que los alejan de la religión y de la fe, en palabras y sentencias de la Escritura".

Ag.- Los herejes convirtieron en dogma propio sentencias oscuras, pero vosotros tratáis de oscurecer con vuestro dogma sentencias muy claras. ¿Qué más evidente que las palabras del Apóstol: Por un hombre el pecado entró en el mundo, y por el pecado la muerte, y así pasó a todos los hombres? 12 Y si forzásemos al Apóstol a probarlo, nos brindaría el testimonio de la inmensa miseria del género humano que principia con los primeros vagidos del niño y se prolonga hasta el gemido de los ancianos. Y de ninguna manera se comprende cómo, bajo el amparo de un Dios omnipotente y justo, puede la naturaleza humana estar sometida a tan extrema miseria si, por el pecado de dos criaturas humanas en castigo de su pecado, la felicidad plena del Edén no se hubiera convertido en infelicidad por el pecado.

Un duro yugo sobre los hijos de Adán

26. Jul.- "¿Será forzoso decir que los Libros santos son los autores de dichos errores o que debe la dignidad de las Escrituras expiar los crímenes de los que perecen?"

Ag.- Esto preguntáoslo a vosotros mismos.

Sólo Dios es justo

27. Jul.- "¡Cese ya el placer por las interpretaciones torcidas! Creamos que las palabras no dicen nada contra la justicia manifiesta de Dios. Porque si son de una persona que merece respeto, se han de tutelar mediante una explicación en armonía con la santidad divina; y si fueron pronunciadas por un autor no respetable, recháceselas sin explicación alguna. Pero aquí se trata del juicio de Dios, del que está escrito: Dios es fiel y en él no hay injusticia; justo y santo es el Señor Dios 13. Y de nuevo: Justo es el Señor y ama la justicia; su rostro ve la equidad 14. Y en otro lugar: Todos tus juicios son equidad 15. Incontables son los testimonios en los que la Sagrada Escritura habla de la justicia de Dios, y ningún pagano o hereje dudó de ella, a excepción de los maniqueos y traducianistas".

Ag.- Y esta justicia impuso un duro yugo sobre los hijos de Adán desde el día que salen del vientre de su madre 16; verdadera injusticia para todo el que niega la existencia del pecado original.

Único Dios verdadero

28. Jul.- "Por natural magisterio, todos los hombres piensan que Dios es justo, y es evidencia que un Dios injusto no es Dios. Puede un hombre ser justo; pero Dios s-lo puede ser justo".

Ag.- Aplícatelo.

La injusticia no puede apoyarse en la ley

29 Jul.- "Él es el único Dios verdadero en quien creemos y adoramos en la Trinidad; él es, sin duda, por razón de su justicia, justísimo con todos".

Ag.- Aplícatelo y prueba cómo puede ser justo con el que no tiene pecado original y nace en medio de tantas miserias y para tan grandes calamidades.

No puede Dios imputar al inocente pecados ajenos

30. Jul.- "Imposible apoyar o defender por la Ley lo que consta es injusto; porque, si esto fuera posible, la misma divinidad se degradaría. Sólo podría por las Escrituras santas probar un dogma injusto el que pudiera demostrar que la Trinidad, en la que creemos, puede ser despojada del fulgor de la divinidad".

Ag.- Dices verdad; pero debes decírtela a ti mismo, pues tramas quitar a Cristo la gloria de salvar a los niños.

Juliano es cruel con los niños

31. Jul.- "Enseña, lo que ni la razón ni la piedad apoyan, que es posible o justo imputar a alguien un pecado natural; o deja de corromper las Escrituras divinas, cuyos testimonios invocas para probar lo que confiesas es una injusticia".

Ag.- Te equivocas. Sois vosotros los que estáis obligados a confesar que es injusto el pesado yugo que soportan los niños si no han contraído pecado de origen, pues personal no tienen ninguno.

La fe de los creyentes, regla de fe

32. Jul.- "Si no haces ninguna de estas dos cosas que dijimos, y afirmas creer en este Dios cuyas disposiciones juzgas injustas, reconoce, nuevo maniqueo, que eres peor que el antiguo, porque tu Dios es un Dios que Manés considera enemigo del suyo".

Ag.- Vosotros sí que sois más crueles para con los niños que los maniqueos: porque, al menos, ellos creen que el alma del niño, porción de la divinidad, es sanada por Jesucristo; pero vosotros, que no admitís ningún mal en el alma ni en el cuerpo del niño, no permitís que Cristo sea el que los sana. Vosotros, pues, ilustres oradores, predicáis un Jesús que no es el Jesús de los niños. Leed el Evangelio y ved de donde viene el nombre 17 y no neguéis a los niños, tan necesitados de salvación, un Salvador.

Compendio muy extenso el de Juliano

33. Jul.- "Todas las anfibologías, almohada de mentirosos e ineptos, que me achacas, son las que el profeta Ezequiel imputa a la fornicadora Jerusalén 18. Son las que entienden las almas afeminadas, pues conservando el nombre de los misterios ofenden a la divinidad con sus secretas profanaciones. Deja a un lado todos estos embustes y esa caterva de secuaces plebeyos y prueba que es justo lo que por el testimonio de las Escrituras te obstinas en enseñar".

Ag.- Las masas plebeyas de las que te burlas conocen la fe católica y confiesan que los niños son salvados por el único Salvador; y, en consecuencia, detestan el error de los pelagianos, que niegan esta verdad.

Justicia de Dios y males de los niños

34. Jul.- "Para no llenar volúmenes sin número, es precisamente ahora cuando vamos a sustanciar los problemas de que tratamos, y ver su número, especie, modo, cualidad y, sobre todo, examinar con más cuidado de dónde vienen, dónde se encuentran, si existen, cuál es el valor y de dónde brotan. Por este medio evitaremos vagar por quebradas de discusiones y aparecerá claro todo lo que debemos tener por cierto".

Ag.- Claro, por eso has escrito ocho libros contra uno solo mío, pues no has querido con tus compendios dialécticos discurrir extensamente.

Vaciedades de Juliano

35. Jul.- "Se trata ahora de examinar la razón del Creador y de la criatura, es decir, de Dios y del hombre. Juzga Dios, el hombre es juzgado. Conocer la naturaleza de la justicia y de la culpa. Justicia es, según la definición usual de los sabios, a nivel de nuestra inteligencia, una virtud -y, si los estoicos nos permiten anteponer una a otra-, la mayor de todas las virtudes, pues se limita exactamente al deber de dar a cada uno lo suyo, sin engaño y sin gratuidad".

Ag.- Di en virtud de qué justicia se somete a los niños a un yugo duro de tan grandes y manifiestas miserias; di en virtud de qué justicia un niño es adoptado en el bautismo y otro muere sin alcanzar esta adopción; por qué no es común el honor, o por qué no son excluidos los dos, pues ambos son de la misma condición, buena o mala. Pero no lo dirás, porque, siendo tú más pelagiano que cristiano, no entiendes de la gracia de Dios ni de su justicia divina.

La justicia viene del cielo

36. Jul.- "Cierto, Zenón no permite llamar a la justicia la más noble de las virtudes, pues enseña que es tal el ensamblaje y unidad de las virtudes, que donde hay una, allí, dice están todas, y si una falta, todas faltan. La verdadera virtud participa de la perfección de las otras tres. Y nos es de gran utilidad saber que no hay prudencia, ni fortaleza, ni templanza sin justicia, verdad que enseña el Eclesiastés cuando sentencia: El que en un punto peca, pierde muchos bienes" 19.

Ag.- Escucha también al Eclesiastés cuando dice: Vaciedad de vaciedades y todo vaciedad, ¿qué ventaja saca el hombre de todo su trabajo, al que se entrega bajo el sol? 20 Di, ¿por qué el hombre, creado a imagen de la Verdad, se hizo semejante a la vaciedad 21? ¿Vas a exceptuar a los niños que vemos crecer, y aunque se les eduque y progresen en el bien, se aminora en ellos la vaciedad en la que nacieron, pero no desaparece del todo hasta que sus días de vaciedad pasen como una sombra?

Lección eficaz

37. Jul.- "Esta augusta virtud, baremo de los méritos de cada uno, brilla con luz propia en las obras que Dios hizo a su imagen, es decir, en el alma humana, según la medida y fuerzas de cada uno, que en Dios resplandece con luz esplendorosa e infinita, que creó de la nada cuanto es. Su origen, la divinidad; su tiempo, la eternidad sin principio ni fin. Su género, quiero decir, su origen, es Dios; su especie se nos descubre en la promulgación de la Ley y en los efectos de sus juicios".

Ag.- Si, como confiesas, el origen de la justicia se encuentra en Dios, ¿por qué no reconoces que el hombre recibe de Él la justicia, y por qué quieres que la justicia sea más bien fruto del libre querer del hombre que un don de Dios? Eres en verdad uno de los que se ha dicho: Ignorando la justicia de Dios y queriendo establecer la suya, no se sometieron a la justicia de Dios. Enrojeced de vergüenza, os lo ruego, y pedid justicia a aquel que es, según os habéis visto obligaos a confesar, fuente de toda justicia.

Justicia y misericordia

38. Jul.- "No es absurdo entender por diferencia las aplicaciones que varían según las diversas oportunidades de las circunstancias. Por ejemplo, se manda en el Antiguo Testamento ofrecer víctimas de entre los animales. Ejecutar entonces esto pertenecía al respeto debido al mandato; hoy, abolidos los sacrificios, la supresión es un acto de justicia, como lo era antes la oblación.

Su modo o su medida consiste, bien en un estado en que no se imponga a nadie lo que sus fuerzas no pueden soportar, bien lo que es inaccesible a su misericordia. Por cualidad se entiende la dulzura que experimentan en su cumplimiento las almas piadosas. Existe, pues, la justicia, sin la que no existe la deidad, y de no existir, no existiría Dios; pero Dios existe, luego, sin duda, existe la justicia. No es otra cosa la justicia sino una virtud que todo lo contiene y que, sin engaño, ni de gracia, da a cada uno lo suyo. Esencialmente reside en las profundidades de la divinidad".

Ag.- Defines la justicia como una virtud que todo lo contiene y sin engaño y sin gracia restituye a cada uno lo suyo. Vemos que sin defraudar dio un denario a los que durante la jornada entera trabajaron en la viña; era lo convenido y pactado, pues se habían comprometido por dicha suma 22. Pero, por favor, dime, ¿cómo ha podido, si no es por gracia, darles también un denario a los que sólo habían trabajado una hora? ¿Es que había dejado de ser justo? ¡Alto! A nadie defrauda la justicia divina; pero da muchas cosas por gracia a los que no las merecen. ¿Por qué a éste sí y al otro no? Atiende a lo que dices a continuación. Muy cierto que la justicia radica esencialmente en las profundidades de la divinidad. En estas profundidades está la causa de por qué ni es del que quiere ni del que corre, sino del que Dios tenga misericordia 23. En estas profundidades se encuentra luz para comprender el que un niño reciba la gloria de la adopción por el baño del bautismo regenerador, y otro siga siendo vaso de ignominia y quede del reino excluido, sin que ninguno de los dos lo haya merecido por decisión de su libre querer.

Gracia y elección

39. Jul.- "El testimonio (de la justicia) que viene de su autor y se aplica a buenos y malos, consiste en que unos son con justicia, elevados a la gloria; y otros, con toda justicia condenados. Pero como esto permite a la misericordia ser liberal, la justicia por esta indulgencia no padece menoscabo. Porque esta misma clemencia la usa Dios con su criatura y es una gran parte de la justicia, cuando no se ve forzado a usar de la severidad".

Ag.- Pon al menos atención a la misericordia y ve de dónde le viene el nombre. Donde no hay miseria, ¿qué tiene que hacer la misericordia? Si en los niños negáis exista miseria, negáis también se pueda usar con ellos de misericordia. Bajo un Dios justo nadie puede ser miserable sin merecerlo. He aquí que dos niños mueren; uno estaba bautizado, el otro expira sin el bautismo. ¿Con cuál de los dos dices que Dios fue misericordioso? Si con uno de ellos, prueba en qué ha desmerecido el otro, pues niegas la existencia del pecado original; y si dices que con los dos, pruébame, pues niegas la gracia, el mérito del bautizado en quien no hay acepción de personas; y dime, si puedes, por qué no adopta a los dos, pues ambos fueron a su imagen creados? ¿O es que es justo, pero no todopoderoso, y quiso y no pudo? Ninguno de los dos quiso, y así no podéis hacer depender la acción todopoderosa de Dios del mérito de la voluntad humana. En este caso, ninguno de ellos puede decir a Dios: "Quise y tú no has querido". Y si es que el niño no quiere porque llora cuando se le bautiza, a ninguno de los dos se bautice, porque ninguno quiere; sin embargo, uno es tomado, otro abandonado, porque es grande la misericordia de Dios, y su justicia verdadera. Pero ¿por qué éste y no aquél? Inescrutables son los juicios de Dios.

Predestinación

40. Jul.- "A los que creó porque quiso, no los condena si no es despreciado. Y si no los desprecia, los hace mejores por la consagración. Y su justicia no padece detrimento, antes se aureola con el fulgor de la misericordia".

Ag.- El que no condena si no es despreciado, ¿di si puede despreciar a su imagen si no es despreciado? Y si no te atreves a responder, di, al menos, por qué castiga al que no adopta. No podrás probar que lo han despreciado si no admites que lo han hecho en Adán; en él encuentras que todos deben ser, en justicia, condenados, pero no lo son todos por inefable e inescrutable gracia.

Los sesenta caballos, una calumnia

41. Jul.- "Después de explicar, como lo acabamos de hacer, todas las partes de la justicia, pasemos a discutir la definición de pecado. Baso mi definición en los escritos de los filósofos paganos y católicos, pues temo no me recrimines invocar todo el senado de filósofos y azuces contra mí a todos los artesanos y al vulgo".

Ag.- A lo débil y despreciable del mundo eligió Dios para confundir a los fuertes 24. Ellos confunden a los que confían en su fortaleza. ¿Qué diré? ¿Sois éstos vosotros? No necesito decir quiénes son, pues vuestras palabras lo pregonan.

Desprecio de Juliano

42. Jul.- "Gritas como las mujeres con todos los leñadores y tribunos, para los que tu colega Alipio llevó últimamente m‡s de ochenta caballos bien cebados, de toda el África".

Ag.- Calumnias o no sabes lo que dices; en consecuencia, o eres un mentiroso o un temerario. ¿Y qué más perverso si lo has fingido tú? ¿Qué más estúpido si das fe a los que lo han inventado? ¿A qué grado, no diré de vileza, sino de locura, es preciso hayas llegado para tener la osadía de escribir tales cosas, sin temor de que tus libros puedan arribar a países en los que Alipio, mi colega, ha sido recibido, después de viajar por mar y tierra, ya de paso, ya para permanecer en ellos, donde es imposible no hayan leído tus cuentos sin reírse a mandíbula batiente de ti?

Definición de pecado

43. Jul.- "No te aquietas de ningún modo con las sentencias de los sabios, porque, según la interpretación que te conviene dar a las palabras del Apóstol, Dios hizo necedad la sabiduría del mundo 25. Puedes, sin miedo, despreciar a nuestros doctores, pues su autoridad no te hace mella".

Ag.- Tú eres el que los desprecias, pues combates sus doctrinas sobre el pecado original y los consideras maniqueos, y nombrándome a mí, los señalas a ellos.

Voluntad de los adultos

44. Jul.- "¿Qué hacer? Aceptaré tu parecer y rechazaré ahora todo lo que pueda servirme de ayuda, y me contentaré con la definición que se escapó de la honestidad de tus labios y aprendiste de la ciencia esotérica de los maniqueos con relación a la bondad de la naturaleza. En tu libro titulado Las dos almas, o Contra las dos almas, escribes: Espera un momento y permite primero definir el pecado. Es el pecado la voluntad de adquirir o retener lo que la justicia prohíbe y de lo que podemos libremente abstenernos. Cierto que sin libertad no puede haber voluntad; pero he querido dar una definición sencilla, no con todo detalle".

Ag.- En dicho lugar definí lo que es solamente pecado, no lo que es también castigo del pecado. Trataba entonces de averiguar el origen del mal y me refería al gran mal cometido por el primer hombre, antes del mal del hombre. Mas tú no puedes entender esto o no quieres.

Voluntad y opción

45. Jul.- "¡Oh luciente oro en un estercolero! ¿Pudo salir de boca de un ortodoxo algo más verdadero y completo? "Pecado es, dices, la voluntad de adquirir o retener lo que la justicia prohíbe, siendo libres de abstenernos". Es lo que el Eclesiástico prueba cuando dice: Dios creó al hombre y lo dejó en manos de su propio albedrío. Ante él puso la vida y la muerte; el agua y el fuego; lo que prefiera se le dará 26. Y dijo Dios por Isaías: Si queréis y me escucháis, comeréis lo bueno de la tierra. Si no queréis ni me escucháis, la espada os devorará 27. Y el Apóstol: Convertíos como conviene y no queráis pecar 28. Y en otro lugar: No queráis engañaros, de Dios nadie se burla, pues lo que uno siembre eso cosechará" 29.

Ag.- Todos estos testimonios se aplican a la voluntad, por la cual cada uno hace lo que quiere; y si no la tiene, la pide a aquel que obra en nosotros el querer 30. Y el que la tiene hace obras de justicia y da gracias a aquel del que la recibe.

Pecado y libertad

46. Jul.- "Es la voluntad un movimiento del alma y en su poder está inclinarse a la izquierda del mal, o a la derecha del bien".

Ag.- ¿Qué significa No te tuerzas ni a la derecha ni a la izquierda? 31

Donde no hay voluntad no hay pecado, arguye Juliano

47. Jul.- "Es un movimiento del alma del que, por su edad, ya puede juzgar de las cosas por la razón, y cuando se le propone el castigo o el premio, el sufrimiento o el placer, se le brinda ocasión y ayuda, no se le impone necesidad de inclinarse por una de las dos partes. Esta voluntad, ante una alternativa, tiene en su misma esencia el poder elegir mediante el libre albedrío; de ella depende realizar el acto, y no hay voluntad antes de querer; ni puede querer antes de que pueda no querer; el querer o no querer no tiene cualidad de pecado antes de alcanzar el uso de razón.

De todo lo dicho se desprende que tu definición del pecado es óptima: "Voluntad de adquirir o retener lo que la justicia prohíbe y de lo cual podemos libremente abstenernos". Luego el pecado, que no puede existir sin la voluntad, trae su género, es decir, su origen, de su propio apetito. Consiste su especie de cada uno de los objetos, llamados átomos o indivisibles. La diferencia nace de la variedad de pecados y de la diversidad de las circunstancias. El modo consiste en la ausencia de toda medida; porque si modo es servir a quien estás obligado, el que esto omite, peca al transgredir la verdadera medida. Sutilizando se puede decir que el modo es el pecado, pues nadie peca más de lo que puede; porque si el pecado sobrepasa sus fuerzas, es ineficaz su querer; uno no puede pecar si no quiere.

La cualidad del pecado consiste y se manifiesta por cierto amargor que produce la deshonra y el dolor de la caída. Luego existe el pecado, porque, de no existir, tú no seguirías el error, que no es otra cosa sino la voluntad que se aparta del camino que debe seguir y del que puede, en su ceguera, alejarse. Nace de un deseo de lo prohibido y sólo se encuentra en un hombre que tiene mala voluntad y pudo no tenerla".

Ag.- Este es el Adán que yo tenía en el pensamiento al dar la definición que tanto te agrada cuando dije: "El pecado es la voluntad de adquirir o retener lo que la justicia prohíbe y de lo cual podemos libremente abstenernos". Cuando Adán pecó, nada malo tenía en sí que le empujase a obrar mal contra su querer, ni que le autorizase a decir: No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero 32. En consecuencia, hizo, al pecar, lo que la justicia prohíbe y tenía plena libertad para abstenerse de ello. Aquel que dice: Hago el mal que no quiero, no es libre de abstenerse.

Si estas tres cosas distingues y sabes que una cosa es el pecado, otra el castigo del pecado, y la tercera, ambas cosas, es decir, pecado y castigo del pecado, comprenderás cuál de estas tres cosas pertenece a la mencionada definición, en la que existe voluntad de hacer lo que prohíbe la justicia y libertad para abstenerse. Definí lo que es pecado, no la pena del pecado, ni ambas cosas. Estos tres géneros tienen también sus especies, de las que ahora sería prolijo disputar. Y si buscas ejemplos de estos tres géneros, los tenemos. Del primero en Adán. Muchos son los males que hacen los hombres y de los que pueden libremente abstenerse, pero nadie tan libre como aquel que, inmune de toda corrupción, fue creado por Dios en rectitud de justicia.

Un ejemplo del segundo género, es decir, de sólo el castigo del pecado, está en el mal que se hizo, y se sufre el castigo; como, por ejemplo, cuando el que comete un pecado es condenado a muerte, o sufre otra tortura corporal. Tenemos un ejemplo del tercer género, es decir, del pecado como castigo de pecado, en aquel que dijo: Hago el mal que no quiero. A este género pertenecen todos los males que por ignorancia se cometen y no se creen males, sino incluso bienes. Si la ceguera de corazón no fuera pecado, sería injusto reprochárselo. Pero con justicia se le condena con estas palabras: Fariseos ciegos 33, y en otros muchos pasajes de la Sagrada Escritura. Y si esta misma ceguera no fuera castigo de pecado, no estaría es Cristo: Los cegó su malicia 34; y si no viniese de la justicia de Dios, no leeríamos: Oscurézcanse sus ojos y no vean, se curve siempre su dorso 35. ¿Quién puede querer ser ciego de corazón cuando nadie lo quiere ser en el cuerpo?

El pecado original no pertenece al primer género, pues supone voluntad de hacer el mal, del que puede abstenerse; éste no puede existir en los niños, que aún no pueden usar de su voluntad; ni pertenece al segundo género citado, por que ahora nos ocupamos, no de su castigo, que no es pecado, aunque viene del castigo de un pecado; cierto que los niños lo sufren porque tienen un cuerpo de muerte a causa del pecado; sin embargo, ni la muerte del cuerpo ni los castigos corporales son pecado.

Pertenece el pecado original al tercer género, en el que el pecado es también castigo de pecado; y existe en los niños que nacen en este mundo; pero sólo cuando empiezan a crecer, cuando su alma inconsciente necesita de la disciplina de la sabiduría y de la continencia para los malos deseos; el origen de este pecado viene de la voluntad de un pecador: Existió Adán, y en él todos existimos; pecó Adán, y en él todos perecimos.

Doctrina de Manés

48. Jul.- "Merece ser execrado el pecado por los hombres honestos y ser condenado legalmente por la justicia de la que tratamos. Deja a un lado los amplios y sinuosos pliegues y saca a luz matinal tus argumentos y prueba la existencia de un pecado natural. Nada falso he dicho en alabanza de la justicia divina o en la definición del pecado. Prueba, pues, que en los niños existen estas dos cosas; porque existe sólo en la voluntad el pecado y no hay voluntad sin libertad plena, y no hay libertad sin opción racional. ¿Por qué arte de magia existe el pecado en los niños, que carecen del uso de la razón? Pues no tienen facultad de elegir y, en consecuencia, ni voluntad; y concedido esto, que es irrefutable, no existe pecado alguno. Atrapado por estos argumentos de enorme peso, veamos tu escapatoria. Los niños, dices, no se ven oprimidos por pecado alguno personal, pero sí por un pecado ajeno. Aún no aparece claro el mal de origen que llevas dentro -al fin eres retórico púnico- a alguien cuyo crimen quieres desvelar. ¿Cómo cargar sobre un inocente un crimen ajeno? ¿Quién hay tan necio, tan bárbaro, tan cruel, tal olvidado de Dios y de su justicia, que juzgue a los niños culpables?

Alabo tu ingenio, florece tu erudición; no has podido señalar de otra manera al odio del género humano la persona de no sé qué juez, o mejor, de no sé qué tirano que con juramento condena no sólo a los que en nada han pecado, pero que ni capaces son de pecar. Suele el hombre de conciencia delicada inquietarse y defenderse ante la sospecha de haber pecado, pues el pecado es posible; pero no lo es acusar al que no puede pecar. Pon en claro quién es este implacable juez de inocentes. Respondes: Dios. Has herido mi corazón, y como apenas se puede tal sacrilegio creer, necesito repitas tus palabras. Sabemos que este vocablo se puede emplear en doble sentido. Hay multitud de dioses y multitud de señores, pero para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas..., y un solo Señor, Jesucristo, por quien todo fue creado 36.

¿Cuál es el Dios a quien imputas tal crimen? Tú, sacerdote muy piadoso, muy docto retórico, tus palabras exhalan un hedor más insoportable que el del lago Ansanto o el abismo del infierno; antes bien más impías que las abominaciones que en estos lugares se cometían en el culto a los ídolos.

Dios, dices, prueba su amor para con nosotros en que nos amó y no perdonó a su Hijo, antes lo entregó por nosotros, y es el mismo que juzga, persigue a los que nacen, y el que en castigo de su mala voluntad, entrega a las llamas eternas a los que sabe no pueden tener ni mala ni buena voluntad. Ahora, después de esta doctrina tan bárbara, sacrílega, funesta, si nuestros jueces son sinceros, no debería maldecirte y execrarte. Sería, pues, justo y de probada sensatez tener por vileza discutir contigo, dado que eres extraño a toda religión, a toda ciencia y, finalmente, al buen sentido, e imaginas, lo que ni un bárbaro haría, criminal a tu Señor".

Ag.- No es gran cosa ver que los niños no tienen voluntad propia para elegir entre el bien y el mal. Quisiera, sí, vieras lo que vio el autor de la carta a los Hebreos cuando dice que Leví, hijo de Israel, pagó el diezmo por medio de Abrahán, estando en las entrañas de su padre. Si esto vieras con ojos cristianos, verías por fe, si por la razón no lo puedes, que todos los que habían de nacer por la concupiscencia de la carne estuvieron en las entrañas de Adán; porque, después del pecado, manifestada en su desnudez, sintió, miró, se avergonzó y se cubrió.

Por eso mi doctor Ambrosio, grandemente alabado por boca de tu maestro, dijo: "Y lo que es más grave, es que Adán nos da pie para esta interpretación al ceñirse las partes que debía haber tapado con el velo de la castidad. Se dice, en efecto, que en nuestros riñones están los gérmenes de la generación. Adán, al ceñirse malamente con inútiles hojas, no señala el fruto de una generación futura, sino ciertos pecados". Con razón dice lo que poco ha mencioné: "Existió Adán, y en él todos estuvimos; pereció Adán, y en él todos perecimos". Tú no aciertas a ver esto y, ciego, ladras; mas todo lo que dices contra mí, lo dices contra él. Ojalá me sea con él común el premio, pues con él comparto tus vilipendios. ¿Por qué voceas y dices: "Si nuestros jueces fueran imparciales, debería maldecirte?" ¿Puedo ser contigo más generoso y liberal, más compasivo que constituyendo como juez de nuestras discusiones a aquel al que tu maestro Pelagio colmó de alabanzas? "He aquí, dice, al que brilla entre los escritores latinos como flor escogida, cuya fe y sinceridad en interpretar el sentido auténtico de las Escrituras jamás han sido puestas en duda ni por sus enemigos".

Y ¿cuál es el sentir de Ambrosio sobre la cuestión que discutimos? Más arriba expresé ya con toda claridad y sin sombras de duda su pensamiento sobre el pecado original; y si te parece poco escucha: "Todos, dice, nacemos bajo el pecado y el mismo nacimiento está corrompido". ¿Qué respondes a esto? Ves el elogio que de Ambrosio hizo Pelagio; ves la clara sentencia que Ambrosio pronuncia en mi favor contra ti; reprende al que alabó tu maestro, al que ni los enemigos se atrevieron a criticar; y, pues buscas jueces intachables, niega que éste lo sea, y así tú mismo evidenciarás no tener juicio.

Y si te indignas, hombre piadosísimo, al oír que los niños no regenerados, si mueren antes de alcanzar el uso del libre albedrío, son condenados por pecados ajenos por aquel que encomienda su amor por nosotros, que nos amó, que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, como si no se pudieran quejar con más razón de él los indoctos y necios -tus hermanos- que dicen: "¿Por qué creó a los que sabe que un día va a condenar por impíos? ¿Por qué los hace vivir hasta el día en que llegan a esa condenable impiedad, cuando los podía arrebatar de esta vida antes que se convirtieran en unos malvados, pues ama a las almas y encarece su amor con nosotros?" A estos tales les decimos: Hombre, quién eres tú para pedir cuentas a Dios 37. Inescrutables son sus juicios 38, y, en vez de amansarse, se enfurecen.

El Señor conoce a los que son suyos 39. Si quieres jueces imparciales, escucha al juez alabado particularmente por tu maestro: "Existió Adán, y en él todos existimos; pereció Adán, y en él todos perecimos". Tú dices que no debieron perecer por pecados ajenos. Son, sí, ajenos, pero son de nuestro padre, y así, por derecho de generación y transmisión, son nuestros. ¿Quién nos librará de esta muerte, si no es el que vino a buscar lo que estaba perdido 40? En los que salva reconozcamos su misericordia, en los que no libera reconozcamos su juicio secreto, pero, sin duda, justísimo.

El Dios de los patriarcas es el Dios de Agustín

49. Jul.- "Imaginó Manés y creyó que el dios de la luz trabó lucha con el príncipe de las tinieblas, y añade que, en este mundo, tiene la materia esclavizada; y para excusar tanta desgracia, so pretexto de piedad, afirma que, como buen ciudadano, combate por su patria y, para no perder los reinos, sacrificó los miembros. Tú, conocedor de esta doctrina, considera tus progresos después que temporalmente la abandonaste. Dices que Dios no tuvo necesidad de soportar una guerra, pero admites que pronunció sentencia injusta, que no está sujeto a enemigos ocultos, sí a crímenes manifiestos, que no ha sacrificado su esencia, pero ha violado la justicia eterna. Cuál de los dos sea peor, lo dejo decidir a otros. Una cosa es clara, y es que no te es lícito abrazar una de las opiniones, pues las dos son detestables. Hace Manés a su dios inicuo, pues enseña que condenará en el juicio final a los miembros que entregó; pero tú le proclamas desgraciado, porque veló la gloria por la que resplandecía y, al perseguir la inocencia que él creó, perdió la justicia, en la que consiste la santidad. Y as' el dios de tu maestro aventaja al Dios que tú inventas, porque el suyo ha sido vencido en combate abierto; el tuyo, derrotado por un vicio".

Ag.- Si en los niños te agrada su inocencia, líbrales, si puedes, del pesado yugo que oprime a los hijos de Adán desde el día de su salida del vientre de sus madres 41. Pienso que la Escritura que esto dice conoce mejor que tú la inocencia de la criatura y la justicia del Creador. ¿Quién no comprende que, si los niños tienen esa inocencia que tú ponderas, Dios es injusto al imponerles tan pesado yugo? Pero como Dios no es injusto al imponerles tan pesado yugo, no existe en ellos la inocencia que tú pregonas. A menos que, en cuestión tan difícil para ti, digas que Dios es justo, pero impotente y no ha podido proteger a estas criaturas creadas a su imagen e inocentes de la gran miseria que les oprime; y si dices que quiso, pues es justo, y no pudo porque no es todopoderoso, es que, para salir de este laberinto, has perdido la cabeza al negar el fundamento de nuestra fe, por la que creemos, según el símbolo, en un Dios Padre Todopoderoso. Tu Dios, en el marco de tantos y tan grandes males como sufren los niños, ha perdido la justicia o la omnipotencia, o no se preocupa de las realidades humanas. Digas lo que digas, mira lo que serás.

Afirma Juliano y no prueba

50. Jul.- "Retírate, con este tu dios, del seno de las Iglesias. No es el Dios en el que creyeron los Patriarcas, los Profetas y los Apóstoles; no es el Dios en quien esperó y espera la Iglesia primitiva, escrita en el cielo 42; no es el Dios en quien cree como juez la criatura racional, del que el Espíritu Santo anuncia que ha de juzgar con justicia. Por este tu Señor ningún hombre prudente derramaría su sangre; no merece nuestro amor, ni a nadie se puede imponer la obligación de sufrir por Žl. Finalmente, tu dios, si alguna vez existió, no sería dios, sino un criminal que ha de ser juzgado por mi Dios verdadero, y no tenido por Dios. Y para que conozcas los rudimentos de nuestra fe, nuestro Dios, el Dios de la Iglesia católica, es un Dios escondido en cuanto a su esencia, invisible a nuestros ojos, a quien ningún hombre vio ni puede ver 43; eterno, sin principio, santo y justo sin tacha, todopoderoso, la misma justicia y misericordia; conocido sólo por el fulgor de sus virtudes. Creador de todas las cosas que no existían, administrador de cuanto es; y, en el último día, juez de todos los que existen, existirán o existieron. Es el que hará conmoverse los cimientos del cielo y de la tierra, con todos sus elementos, a la vez. Es el que hará revivir las cenizas y resucitará los cuerpos. Y todo esto lo realizará con justicia".

Ag.- Si adoras al Dios de los Patriarcas, ¿por qué no crees que la circuncisión al octavo día impuesta a Abrahán era figura de la regeneración en Cristo? Si esto creyeres, ¿comprenderías que no era justo exterminar la vida de un niño si no era circuncidado el día octavo, de no estar manchado con algún pecado 44? Y si adoras al Dios de los Profetas, ¿por qué no crees en lo que tantas veces se dice: Dios cobra los pecados de los padres en los hijos? Si adoras al Dios de los Apóstoles, ¿por qué no crees que el cuerpo está muerto a causa del pecado 45? Si adoras al Dios en quien esperó y espera la Iglesia primitiva, escrita en el cielo, ¿por qué no crees que los niños, al ser bautizados, quedan libres del poder de las tinieblas 46, cuando la Iglesia sopla sobre ellos y los exorciza para arrojar de sus cuerpos el poder de las tinieblas? El Dios que la criatura racional espera, que habita en los santos y fieles, dinos cuál es ese tercer lugar que prepara y promete a tus inocentes niños, no regenerados, al margen del reino para los buenos y de los tormentos para los malos. ¿Como afirmas que ningún hombre prudente derramará su sangre por este Señor que adoramos, si este es el Dios que adoró y por él derramó su sangre el gloriosísimo Cipriano, que en esta cuestión te sofoca al afirmar que el niño nacido según la carne de Adán contrae contagio de muerte en su primer nacimiento 47? ¿Y no te consideras culpable por blasfemar contra el Dios de los santos mártires?

Dices adorar al Dios topoderoso, justísimo y misericordiosísimo, pero es este Dios todopoderoso el que impone a los hijos de Adán un pesado yugo desde el día de su nacimiento, yugo que les podía quitar o incluso hacer que no les fuese pesado; pero es precisamente justísimo y de ninguna manera les impondría este yugo, ni permitiría a otros que se los impusieran, si no encontrase en ellos los pecados con los que nacen, cuya culpa perdona el que es misericordioso. Si te adelicia la justicia divina, de ella provienen precisamente todas las miserias humanas a las que, con toda justicia, están sometidos los niños y que colman toda nuestra vida, desde los primeros vagidos hasta el último suspiro de los moribundos; y sólo a los santos y fieles les promete la felicidad eterna, pero en la otra vida.

Tradición

51. Jul.- "En favor de este mi Dios, en quien creo y toda criatura y la santa Escritura me demuestra, dije que haría mejor si no me dignara discutir en mis libros contigo. Pero como hombres recomendables por su santidad y confesores de nuestro tiempo me han impuesto el deber de examinar el peso y valor de tus argumentos, me pareció oportuno primero que el Dios en quien tú crees no es el Dios que siempre anunció la Iglesia católica y se anunciará en ella hasta el fin de los tiempos".

Ag.- Soy más bien yo el que demostré que tú no has probado lo que afirmas haber demostrado, y, si no estás ciego en demasía, verás que yo creo en el Dios que la Iglesia católica ha siempre predicado.

La gracia del bautismo y sus efectos

52. Jul.- "Paso a examinar ahora los argumentos que con insistencia citas en favor de una doctrina que rechazan los santos. Mas como me propuse contestar a tu segundo libro traído por Alipio, para que no haya confusión en el orden de mis respuestas, responderé a ciertas dificultades, hasta llegar al texto del Apóstol en el que tú ves un argumento sólido en favor de tu causa. A continuación de las palabras citadas más arriba añades: "Dije que, según mis adversarios, no tienen pecado original contraído por generación en su primer nacimiento del que deban ser purificados por las aguas de la regeneración". Estas palabras llegaron a oídos de todos los miembros de la Iglesia católica y han turbado su fe, fundada en la antigüedad y que nuestros padres nos han transmitido, y en el corazón de los fieles excitaron una gran indignación contra ellos; éste es el motivo del temor de Juliano y la causa por que silencia estos testimonios.

Por eso todos corren a la iglesia con sus niños, pues creen que han contraído el pecado original en la generación del primer nacimiento y les es perdonado por la regeneración del segundo nacimiento. Repite después, no sé por que, mis palabras, antes citadas. Dijimos, sí, que los que nacen de esta unión contraen el pecado original y, sean quienes sean sus padres, afirmamos estar bajo el poder del diablo si no renacen en Cristo. Estas son mis palabras ya antes citadas. Luego añade lo que de Cristo dijimos, esto es, que no quiso nacer de la unión de los dos sexos. Pero aquí omitió también lo que puse, a saber: "Para que, por su gracia, arrancados del poder de las tinieblas y trasplantados al reino del que no quiso nacer de la unión de los dos sexos". Mira, por favor, qué palabras omitió este enemigo de la gracia de Dios, que nos viene por Jesucristo, Señor nuestro. Sabe de una manera sumamente malvada e impía excluir a los niños de aquel texto del Apóstol que dice: Nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino de su amor 48. Por esto, sin duda prefirió omitir a citar mis palabras. ¿Soy yo enemigo de la gracia de Dios, el hombre más caradura, yo que en mi primer libro, del que tomaste las citas arrancadas de su contexto por el placer de hablar sin tino, yo que hice clara y plena profesi-n de fe, yo que condené tu doctrina y la de los tuyos plagada de esotéricos misterios maniqueos?"

Ag.- ¿Con injurias harás buena tu causa? Di en qué te jactas de haber condenado mi doctrina y la de los míos, y al decir "de los míos" te refieres a los maniqueos; y esto es una calumnia, no una verdad. También detesto yo a los maniqueos y a sus cómplices, entre los que ambicionas tœ el primer puesto; y con el auxilio de la gracia del Señor y con la fuerza de la verdad católica los refuto. Te mostré quiénes son los míos contra los que te encarnizas al hacerlo contra mí. En esta causa en la que se ventila la cuestión del pecado original, por la que al llamarme maniqueo te crees en el deber de prodigarme las más atroces injurias, tengo conmigo a Cipriano pues confiesa que el niño en nada pecó, pero no omite decir que contrae el contagio del pecado de Adán en el primer nacimiento 49.

Conmigo está Hilario, que, al comentar las palabras del salmo Vive mi alma y te alabará, añade: "No cree el salmista ser vida la presente, porque al decir antes: He sido concebido en pecados y en delitos me parió mi madre, sabe que nació bajo la ley del pecado original" 50. Conmigo está Ambrosio, muy alabado por tu maestro. Dice: "Todos nacemos bajo el pecado e infectado está nuestro origen" 51. Conmigo está Gregorio (Nacianceno), quien al hablar del bautismo dice: "Tened en gran honor el nacimiento que nos libra de los lazos del nacimiento terreno" 52. Conmigo está Basilio, que al hablar del ayuno escribe: "Por no ayunar fuimos arrojados del Edén, ayunemos, pues, para volver a él" 53. Conmigo está Juan de Constantinopla. "Cometió, dice, un gran pecado Adán y condenó a la vez a todo el género humano" 54. Todos estos y otros colegas que sería demasiado prolijo enumerar comparten la misma doctrina y están conmigo. Si lo reconoces, son también tuyos; míos como doctores, tuyos como jueces. ¿Por qué condenas mis palabras y las de los que conmigo están, cuando eres tú el condenado por la voz unánime y veracísima de todos estos que conmigo están? ¿Te atreves tú, espíritu tenebroso, caradura, lengua procaz, a imputar el crimen de Manés a estas lumbreras de la ciudad de Dios? Y si no te atreves, ¿por qué osas imputármelo a mí, a no ser porque digo lo mismo que dicen aquellos a quienes no te atreves a incriminar?

¿Defiende Juliano la justicia de Dios?

53. Jul;- "Aquí, pues, reanudo el orden de mis palabras, después de proclamar que Dios es el autor de cielo y tierra y de todas las cosas que en ellos se contienen, y, en consecuencia, de los hombres para quienes todo fue creado. Cuando esto digo no se me oculta que se va a decir de nosotros que no creemos ser necesaria la gracia de Dios para los niños. Los pueblos cristianos se ofenderían con razón y su indignación llegaría al límite; sin embargo, no debieran considerarnos autores de tan culpables palabras, obrando así no incurrirían en crimen al creer falsedades de un hermano, y nos darían pruebas de su amor a la fe. Hemos de fortificar este flanco contra vanos ataques con una breve profesión de fe para coser sus labios.

Confesamos que la gracia del bautismo es útil en todas las edades y pronunciamos anatema eterno contra todos los que dicen que no es necesaria a los niños. Gracia fecunda en dones espirituales que esparce por doquier semilla de virtudes; con una sola de sus acciones sana y enriquece según la naturaleza de los males y las diferentes disposiciones de los hombres. En su aplicación no cambia a tenor de las causas, pues reparte sus dones según las necesidades de los que la reciben; ni varía el acto según a diversidad de los materiales que emplea; permaneciendo, experimenta aumento o disminución, como dice el Apóstol: Una es la fe, uno el bautismo 55.

Se multiplican y difunden los dones, pero en nada cambia la naturaleza de sus misterios. Gracia que lava todas las manchas y no se opone a la justicia; no comete pecados, los purifica; perdona a los culpables, no condena a los inocentes. Cristo, redentor de su obra, derrama continuamente la lluvia de sus beneficios sobre esta su imagen; y a los que hizo buenos en la creación, los hace mejores por la renovación y adopción. Negar a algunos esta gracia, que es perdón para los culpables, iluminación espiritual, adopción de los hijos de Dios, ciudadana de la Jerusalén celeste, que nos transforma en miembros de Cristo y otorga la posesión del reino de los cielos, merece el anatema de todos los buenos".

Ag.- De todos los beneficios de la gracia divina que enumeras, el primero de la lista, gracia-perdón, no quieres se aplique a los niños, pues niegas sean culpables en Adán. ¿Por qué niega Dios los otros dones a los niños, si en dicha edad mueren sin esta gracia? ¿Por qué en ellos no ha lugar la iluminación espiritual, la adopción de los hijos de Dios, la herencia de la Jerusalén celeste, la santidad, la incorporación como miembro a Cristo y la posesión del reino de los cielos? Y estos dones tan necesarios, ¿los va a negar Dios, dueño del poder soberano, a tantas imágenes suyas, que, según vosotros, no tienen pecado alguno y la voluntad en el niño no puede poner obstáculos a esta gracia?

Para alejar de vosotros tan odiosa acusación, como es el negar a los niños la gracia, afirmas que el negar a alguien esta gracia merece la reprobación de los buenos. La justicia de un Dios omnipotente no negaría su gracia a un número infinito de niños, sometidos a su dominio todopoderoso, que mueren sin ella si, según una ley oculta de su justicia, no merecieran este castigo. Todos los que descienden de la estirpe de Adán y se ven libres de este juicio, lo son por gracia, no por sus méritos, para que se gloríen en el Señor. Y para evitar el baldón que os hace detestables a la Iglesia católica, permitid que Cristo sea el Jesús de los niños. No lo será si no les confiere el beneficio por el cual recibió este nombre, esto es, si no los salva de sus pecados. Para evitar ser por los cristianos incriminados, de ello os quejáis, decid de esta gracia lo que dijo el sabio doctor de la Iglesia Gregorio: "Venerad este nacimiento que os libra de los lazos del nacimiento terreno" 56. Imposible que esta gracia pertenezca a los niños si negáis sean librados del nacimiento terreno por un nacimiento celeste.

Renovación

54. Jul.- "Y como defendí, según lo permitía el momento, estas cosas, retornemos al punto del que nos habíamos apartado; y si fuera preciso volveríamos a tratar esta cuestión con mayor amplitud. Con toda claridad en la confesión he reprobado a los que niegan el bautismo a los niños, y a vosotros mismos, que, con anticipado juicio, osáis manchar la justicia de Dios. Hice propósito de admitir sólo los sacramentos que nos han sido transmitidos, en cualquier edad, sin que nos esté permitido cambiar nada, según las circunstancias de los tiempos; y el pecador se hace, de malo, bueno, y de bueno se hace mejor, es decir, óptimo, si su voluntad está limpia de malicia, de tal suerte que los dos, en virtud de una cierta consagración, pasan a ser miembros de Cristo; y uno es arrancado de su mala vida, y otro de un estado natural bueno. Aquél, con una mala acción, corrompió la inocencia que recibió al nacer, éste, sin mérito y sin culpa personal, tiene tan sólo lo que recibió de Dios, su Creador; y es más feliz en la flor encubierta de su primera edad, que no puede viciar el bien de su pureza; sin mérito alguno por sus actos, conserva únicamente los dones recibidos de la munificencia de su autor".

Ag.- ¿Por qué pesa sobre él tan duro yugo desde el día que sale del vientre de su madre 57? ¿Por qué tanta corrupción en su cuerpo que oprime el alma 58? ¿Por qué tamaño embotamiento de la inteligencia, que para doctrinarlo es necesario dar palmetazos a su rudeza? ¡Oh Juliano!, ¿hasta cuándo serás duro de corazón? ¿Hasta cuándo amarás la vanidad y buscarás la mentira 59, en la que se basa tu herejía? Si nadie hubiese pecado, si la naturaleza humana hubiese permanecido en la bondad de su creación, ¿Hubiera el hombre nacido en el Edén con estas miserias, por no citar otras?

Reticio de Autún

55. Jul.- "Esta edad renovada, es decir, sublimada en virtud del sacramento regenerador, proclama la misericordia de Cristo; y hace caer sobre él una acusación y un castigo manifestando la injusticia del juez o la infamia de la justicia".

Ag.- Si el niño es un recién nacido, ¿de qué vetustez podrá renovarse? Palabras engañosas son éstas. Si quieres conocer la decrepitud de la que, por gracia cristiana, son renovados los niños, escucha con atención lo que dice un hombre de Dios, Reticio, obispo de Autún, quien, en otro tiempo con Melquiades, obispo de Roma, juzgó y condenó al hereje Donato. Habla del bautismo cristiano y dice: "A nadie se le oculta que es la gracia más grande en la Iglesia, porque nos descarga del peso del antiguo pecado, borra los crímenes antiguos de nuestra ignorancia y nos despoja del hombre viejo con sus nativas maldades". ¿Fue acaso maniqueo Reticio? Cómo, sin mentir, podéis decir que la regeneración cristiana renueva a los niños, si no queréis reconocer en ellos el peso del antiguo pecado en el hombre viejo? Y si las miserias que pesan sobre estos pequeños prueban, como vosotros decís, la injusticia del juicio, ¿no se ha agravado el peso del yugo duro sobre los hijos de Adán? Sin embargo, Dios no es injusto, y, en consecuencia, con motivo existe el peso de este yugo. En tan tierna edad, de no existir el pecado original, no hay mérito malo en ellos.

El soplo bautismal

56. Jul.- "No es por la unidad del sacramento por la que se demuestra la niñez culpada, sino por la veracidad del juicio por lo que se prueba su inocencia".

Ag.- Piensas haber encontrado una razón para bautizar a los niños; di el porqué de la insuflación. Grande e incontrovertible sentencia la de vuestro maestro Pelagio cuando dice: "Si el pecado de Adán perjudicó a los que no habían pecado, luego la justicia de Cristo es útil a los infieles". ¿Qué decir de los niños bautizados? ¿Creen o no creen. Si decís: No creen, ¿cómo les sirve la justicia de Cristo, que es útil a los que no creen para conseguir el reino de los cielos? Y si les es útil, como os veis obligados a confesar, concluyo que también les perjudicó el pecado de Adán, aunque no tuvieran voluntad propia para pecar, lo mismo que les es útil la justicia de Cristo a los que aún no tienen voluntad propia para creer. Y si respondes: Creen por otros, también pecaron por otro. Y pues es verdad que creen por otros -por eso se les llama en toda la Iglesia fieles-, se aplica a ellos la sentencia del Señor: El que no creyere será condenado. Serán condenados si otros no creen por ellos, porque ellos son incapaces de un acto de fe; pero no pueden con justicia ser condenados si no nacen en pecado y por eso están bajo el príncipe del pecado. Esta es la causa de la insuflación. No les achaquéis vuestro vano error; dejad a los niños ir a Jesús 60, que salva a su pueblo, en el que hay también niños, de sus pecados 61.

No existen contradicciones en Agustín

57. Jul.- "Aunque me detengo en explicar el estado de los niños, la lógica de la razón me dice no se pueden separar cosas unidas por ley. Sería más fácil sacrificar la causa de los niños si al mismo tiempo no comprometiesen la majestad misma de Dios. Excusa, pues, a Dios y acusa a los niños; prueba que Dios es justo en todo lo que hace, pues sin justicia Dios no puede existir, y cada uno es castigado según su mérito. Las cosas que tú crees unidas, al margen del sacrilegio, se contradicen grandemente entre sí, pues pretendes con un solo sacramento convencer a todos de crímenes, tanto a los niños como a los idólatras y parricidas; y algo más absurdo dices aún, y es que por el autor de este sacramento, del que tratamos, se imputan a niños inocentes pecados ajenos. Esto es lo que llamo contradicción, pues no permite la naturaleza de las cosas que Dios sea a la vez misericordioso, al perdonar a todo el que se arrepiente de sus pecados, y cruel al imputar a un inocente pecados ajenos. Afirmar una de estas cosas es negar la otra: si perdona a los culpables, no puede acusar a los inocentes; y si condena a los inocentes, nunca puede perdonar a los culpables".

Ag.- Eres tú más bien el que haces a Dios injusto, porque te parece injusticia cobrar los pecados de los padres en los hijos cuando con palabras y hechos muestra que actúa así. Haces a Dios injusto cuando ves a los niños, bajo la tutela del omnipotente, oprimidos por el pesado yugo de tantos sufrimientos, y sostienes que no tienen pecado, y así acusas a Dios y a la Iglesia. A Dios porque sufren y se ven, sin merecerlo, oprimidos; a la Iglesia, porque practica las insuflaciones sin estar sometidos al poder del diablo. ¿Cuándo has soñado que nosotros igualemos a los niños con los idólatras y parricidas? Sin embargo, el perdón de los pecados que se concede por el sacramento es verdadero y se aplica a grandes y pequeños, a veniales y mortales, a muchos y a pocos; para los pecados inexistentes, como en el caso de los niños, según vosotros, sería falso el perdón. Cierto que el pecado original nos es ajeno en cuanto nuestra voluntad no ha tenido en él parte, pero se hace nuestro por el contagio de origen. ¿Por qué gritas diciendo: Dios no puede perdonar a los adultos sus pecados personales e imputar a los niños pecados ajenos, y no adviertes que sólo a los que renacen en Cristo se les perdonan, y si no renacen en Cristo no se les perdonan? Estos son misterios de la gracia de Jesucristo, ocultos a los soberbios y a los sabios, y revelados a los pequeños 62. ¡Oh si tú, Juliano, fueras de este número y no confiaras en tu fuerza, caerías en la cuenta de que se puede imputar a los nacidos el pecado del primer hombre, y ser dignos de un suplicio eterno, lo mismo que a los renacidos se les imputa la justicia del segundo Adán, para que puedan entrar en el reino de los cielos, aunque por su voluntad y por sus obras personales no hayan imitado al primero en el mal ni al segundo en el bien.

Pavor en Juliano

58. Jul.- "Ni una de tus palabras he omitido, como dices, por temor. ¿Qué podría temer en los escritos de tan brillante ingenio, si no es acaso el horror que siento al impugnar tus obscenidades?"

Ag.- Si compraras todas estas injurias, te tacharía de pródigo; pero como no te cuestan un céntimo, ¿por qué privarte de un alimento que sienta bien a tu maldiciente espíritu?

Asambbea de santos

59. Jul.- "Escucha lo que, con brevedad, digo contra tus palabras. No son éstas las de un hijo de la Iglesia católica si desentonan con la piedad y la razón. Tus discursos se apartan de la una y de la otra, pues no piensas bien ni de la justicia de Dios ni de sus sacramentos, pues los calumnias sin entender su sabiduría y sus riquezas. Esta tu fe no tiene fundamento en la antigüedad, ni nos ha sido trasmitida por nuestros padres; nace en el seno de una asamblea de malvados, la inspira el diablo, la predicó Manés, la elogian Marción, Fausto, Adimanto y todos sus satélites; y, lo que es para mí motivo de amargos gemidos, la propagas tú por toda Italia".

Ag.- ¡Vaya lengua! ¡Qué cara! ¿Llamas asamblea de malvados al acuerdo de tantos católicos, doctores de la Iglesia, que han existido antes que nosotros? Como si en el sínodo de obispos que reclamáis, más por vanidad que por amor a la verdad, para examinar vuestras doctrinas no tomaran asiento los obispos que más arriba cité: Cipriano, Hilario, Ambrosio, Gregorio, Basilio y Juan de Constantinopla, y otros que omito mencionar; algunos aún viven y os es fácil encontrarlos, y con ellos podéis comparar vuestro credo y relacionarlo con la ciencia de la Iglesia, enseñada desde antiguo, e incluso preferirla. Estos se han expresado clara y rotundamente contra vuestra doctrina acerca del pecado original, en los testimonios antes citados y en otros muchos.

¿Osarás llamar asamblea de malvados a su consenso sobre una verdad de fe católica? ¿Por qué piensas en buscar argumentos para combatirlos, en vez de huir lejos, si es que no quieres consentir con ellos? Y como dices que yo siembro en Italia doctrinas que te hacen llorar, escucha a un obispo italiano, a quien alaba tu maestro y que ahora te enfrento. "Todos los hombres, dice, nacemos en pecado, y nuestro mismo nacimiento está manchado según David: He sido concebido en iniquidad y pecador me parió mi madre" 63. Por eso la carne de Pablo era carne de pecado, como él mismo dice: ¿Quién me librará de la muerte de este cuerpo? 64 Dio la carne de Cristo muerte al pecado, pues no tuvo pecado al nacer, y lo crucificó con su muerte, para que nuestra carne fuese santificada por su gracia, porque antes fue manchada por la culpa" 65.

Esta es la fe que yo proclamo, fe establecida en la antigüedad, fundada por nuestros padres. Tú la rechazas, sin considerar lo que rechazas. ¿Dirás acaso que la inspiró el diablo? ¿Dirás que es discípulo de Manés, de Marción, de Fausto, de Adimanto? No, en absoluto. Está muy distanciado de ellos y les es muy opuesto. Diga Pelagio quién es. Es él, él en persona, cuya fe y doctrina purísima en la interpretación de las Escrituras ni sus enemigos osan combatir. ¿Qué piensas tú, Juliano? ¿Dónde te encuentras? Aquel cuya fe ni sus amigos se atrevían a combatir, profesaba la doctrina que tú rechazas y atribuyes a una asamblea de malvados. Es la fe de Ambrosio, fe sana, fe verdadera, fe, como dije, enseñada desde la antigüedad y fundada en nuestros padres; es también mi fe. No fui el que la sembró -causa de tus gimoteos- en Italia, sino que la recibí, con el agua bautismal, de este obispo italiano, fe que él predicaba y enseñaba. Y como esta es la fe católica, no es la tuya. ¿Dónde estás tú? Por favor, recapacita y retorna. Te conviene ver y no tener envidia. Deseamos tu retorno, no tu perdición.

Voluntad y contagio

60. Jul.- "No hay en el hombre pecado si no hay voluntad propia o consentimiento. En esto todos los hombres, incluso los menos inteligentes, convienen sin duda conmigo. Tú concedes que los niños no tienen voluntad propia; luego, concluye, no yo, sino la razón, no hay en ellos pecado. No son llevados como culpables a la Iglesia ni para infamar a Dios; son llevados para que alaben a Dios y den testimonio de que Él es autor de todos los bienes naturales y de los dones sobrenaturales".

Ag.- No se los deshonra cuando se los insufla, sino que son arrancados del poder de las tinieblas; no deshonran a Dios, sino que, al ser creados, necesitan un Salvador, para que sean traspasados de Adán a Cristo por la regeneración. Cuando dices que no hay pecado sin voluntad propia o consentimiento, estaría más en consonancia con la verdad si añadieses "o contagio".

El matrimonio, un don de Dios

61. Jul.- "Si por la generación del primer nacimiento se contrae el pecado original, puedes condenar el matrimonio instituido por Dios; y el pecado no puede ser borrado de os niños, porque lo que en nosotros es innato, permanece hasta el fin de la existencia, pues forma parte de ella desde el principio".

Ag.- No se condena el matrimonio, pues no es causa de pecado, y éste lo borra el Todopoderoso, que pudo nacer hombre sin contraer pecado.

El matrimonio en el Edén

62. Jul.- "No es nuestra intención calumniarte diciendo que condenas el matrimonio; ni que dices que el hombre que nace de él es obra del diablo; no te objetaremos esto de mala fe, ni es deducción de la ignorancia; pero con diligencia y sencillez consideremos cuál es la consecuencia de esta doctrina. No hay matrimonio sin unión sexual. Tú afirmas que todo el que nace de esta unión pertenece al diablo; luego sentencias que el matrimonio, por derecho, pertenece al diablo".

Ag.- ¿Acaso decimos nosotros que, si nadie pecara en el Edén, existiría matrimonio sin unión de los cuerpos? No existiría allí el mal, pues aun ahora hace de este mal buen uso la castidad conyugal. Viene el mal de la herida que nos causó la malicia del diablo. Y de ahí proviene la culpa de la estirpe de los mortales y por eso se nace bajo el poder del príncipe de los pecadores hasta renacer en Cristo, exento de todo pecado. Sólo él puede desatar el nudo de la muerte, porque él solo es libre entre los muertos.

El Jesús de los niños

63. Jul.- "Dices que el pecado viene de la condición de nuestra naturaleza y que este mal tiene su origen en la voluntad del primer hombre. Aplazo ahora mi respuesta, que ha de convencerte de que eres un mentiroso, sin pizca e vergüenza. Por lo que deduzco acerca de la cuestión presente, creo, a tenor de la sabiduría y de la razón, que ti, sin cendales de duda alguna, defines una naturaleza diabólica. Porque si esta naturaleza es causa de la posesión diabólica del hombre, es incuestionable que pertenece al diablo. Pues por ella puede él reclamar el dominio sobre esta imagen de Dios. Pero ni siquiera es el hombre imagen de Dios, dado que por su nacimiento pertenece al reino del diablo".

Ag.- Crees en la conjetura del necio, no en el razonamiento del sabio. Deja que los niños sean arrancados del poder de las tinieblas para su trasplante al reino de los cielos. Al afirmar que los niños no traen contagio del antiguo pecado, les privas de la misericordia del Salvador, que salva a su pueblo de todos sus pecados y por eso se llama Jesús 66; y sólo haces que la ira de Dios permanezca sobre ellos, ira de la que habla Job cuando dice: El hombre nacido de mujer, corto de días, lleno de ira, como flor de heno se marchita, pasa como una sombra y no permanece. ¿No tuviste cuidado de él y le haces presentarse a juicio en tu presencia? ¿Quién está limpio de manchas? Ni uno solo, aunque su vida sea, sobre la tierra, de un día 67. Pero tú, hombre misericordioso, piensas compadecerte de la imagen de Dios porque afirmas que la naturaleza no nace en carne de pecado. ¡Qué cruel es esta misericordia, ya que niega la misericordia del Salvador para los niños, pues vino a salvar lo que había perecido! 68 A causa de estas torpezas, de las que un hombre de Dios dice que nadie está limpio, aunque su vida sobre la tierra sea de un día, es por las que el diablo se arroga el derecho sobre esta imagen de Dios y no por la naturaleza, obra de Dios. Ha sido la naturaleza viciada, pero no es un vicio.

Tú dices "No es imagen de Dios, pues, por su origen, pertenece al imperio del diablo". Y si otro te dice: No es imagen de Dios, y, aunque no es culpable, no entra en el reino de Dios, ¿no te encontrarías sin respuesta que dar, a no ser que quieras decir vaciedades? Con toda certeza es imagen de Dios, pues fue creada a semejanza de Dios. ¿Por qué, pues, fue hecha semejante a la vanidad y sus días pasan como una sombra 69? ¿Dirás que no pertenecen al número de los vivientes? Escucha lo que en otro salmo se dice: Mis días han envejecido y mi existencia como nada ante ti; todo es vaciedad, como el hambre que vive. Si todo hombre viviente es imagen de Dios, dime: ¿cómo todo hombre puede ser vaciedad? Pero ¿qué puedes responder tú que no quieres reconocer que la primera de estas dos cosas es disposición de Dios, y la otra es efecto del pecado? Permite, por favor, que el hombre viviente, hecho a imagen de Dios, sea rescatado del poder de las tinieblas, bajo el cual se ha hecho a semejanza de la vaciedad, y que sea ahora, en esta vida, rescatado de los cepos del pecado, y después de esta vida corruptible, de toda vaciedad.

Jesús murió también por los niños

64. Jul.- "Si lees mi obra, no te admirarás de que retorne sobre tus palabras, antes citadas. Prometí volver sobre tus escritos, que fluctúan entre la impiedad, en la que te has nutrido, y el temor del odio, pues enseñas a la vez la doctrina que defienden los católicos y la de los maniqueos. Tal es el orden por ti seguido desde el principio; y ahora, con la mala fe de un sicofante, dices, mintiendo, que ha sido interpolado tu texto. Sé que he prometido mucho al empeñarme en probar con palabras de mi adversario que debe con razón ser condenado, pues no quiere ver en el hombre la obra de Dios; y él mismo, aun admitiendo esta verdad, no hace sino confirmar que todo lo que de la fecundidad del matrimonio procede es propiedad del diablo.

Por este argumento y en virtud de los principios que invoca, la opinión de los maniqueos queda desarmada. Es lo que pregona en el exordio de su libro. Dice que el hombre nacido del matrimonio, es decir, de la unión del hombre y de la mujer, es obra de Dios. Con esta sentencia destruye todo lo que antes había construido y está con nosotros de acuerdo, pues condenamos como impíos a cuantos esto se atreven a negar. Queda, pues, probada ya una parte; resta demostrar cómo mi adversario destruye lo que acaba de edificar. Dicho esto, retorno al pasaje de un capítulo en el que dices: "Afirmamos que los nacidos de dicha unión contraen el pecado original y, nazcan de los padres que sean, reconocemos que permanecen bajo el poder del diablo 70 a no ser que renazcan en Cristo y, por su gracia, sean liberados del poder de las tinieblas y trasladados al reino de aquel que no quiso nacer de la unión de dos sexos".

¿Cómo quieres te pueda excusar del error maniqueo si osas sentar un principio contra el que con todas las fuerzas de tu ingenio combates; lo que no es para ti una recomendación, sino testimonio de tu singular locura, pues piensas, cual otro Califonte, amigar en tu discurso la virtud y el vicio, la justicia y la iniquidad? Cuanto al dicho del Apóstol: Nos sacó del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor, lee el libro cuarto de mi obra y comprenderás cuál es el pensamiento del Maestro de los gentiles".

Ag.- Al cuarto tuyo respondí en mi libro sexto; exhorto ahora que lean atentamente el tuyo y el mío, si anhelan saber cuánto te alejas de la verdad y hasta qué punto la verdad te descubre. Cuanto al "extracto" en el que están copiados algunos pasajes de tus libros, eres libre para imputarme lo que hizo el que lo envió a la persona que luego me lo remitió. El anónimo extractó de tus escritos lo que quiso y omitió lo que le vino en gana. A todo esto te respondí con brevedad lo que juzgué era suficiente. ¿Por qué envolver con tus oscuridades lo que está en el Apóstol tan claro? Habla de Dios y dice: Nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor 71, y tú pretendes que sean los niños exceptuados. Si los niños no son arrancados del poder de las tinieblas, no están muertos; y si no están muertos, Cristo no murió por ellos; pero tú confiesas que Cristo murió también por ellos, y así estás en línea con lo que dice el Apóstol: Uno murió por todos; luego todos murieron 72. Esta conclusión del Apóstol no tiene vuelta de hoja; y si murió por los niños, también murieron los niños. Murió Cristo para aniquilar al señor de la muerte, esto es, al diablo. Para que vivan permite que los niños sean arrancados del poder de las tinieblas. ¿Qué tengo que ver con la ética de Califonte, cuyo error me reprochas, como si en mis discursos pretendiera armonizar la virtud con el vicio, la justicia con la iniquidad? Lejos de mí pensar así, o en mis sermones hacerlo creíble a los demás; pero te felicito por haber entendido bien a este filósofo. Él puso la felicidad del hombre en la virtud del alma y en el placer del cuerpo; tú afirmas que quiso aunar virtudes y vicios; y tienes razón en calificar como vicio el amor o los placeres de la carne, luego la libido que tú alabas es vicio. La verdad se deslizó en tus sentimientos y paulatinamente abandonaste la causa que defendías, para decir lo que nosotros decimos.

Fidelidad conyugal

65. Jul.- "Acusé, pues, y con razón inculpé la indigencia y anemia de tu versatilidad. Primero declaras no condenar el matrimonio, y, a renglón seguido, enseñas que la unión del varón y de la mujer entra -cosa evidente- en la condición del matrimonio, o, para ceñirnos a nuestra cuestión, más bien constituye su esencia, y no obstante colocas a los hombres bajo la jurisdicción del diablo".

Ag.- Si la esencia del matrimonio consiste sólo en la unión sexual del hombre y de la mujer, idéntica es la esencia en los adúlteros y en los casados, pues en los dos existe unión sexual; y si esto es absurdo mayúsculo, la esencia del matrimonio no consiste sólo -como dices- en la unión sexual del varón y la hembra, aunque sin ella es imposible la propagación de los hijos. Pero hay otras cosas que también pertenecen formalmente a las nupcias, y por ellas el adulterio se distingue del matrimonio, como son la fidelidad conyugal, el cuidado procreador ordenado y, lo que constituye una radical diferencia, es el buen uso del mal, es decir, el buen uso de la concupiscencia de la carne, pues de este mal los adúlteros hacen mal uso.

La unión de los esposos, buena en sí

66. Jul.- "Trabajas por convencerme de que la unión sexual es algo abominable y, según tu doctrina, si Cristo quiso nacer de una Virgen Madre, no fue por el fulgor del milagro, sino para condenar la unión sexual. ¿Pudo alguien decir cosa más descarada y perversa? Es como si dijeses que se disputan dos reyes la posesión de la humanidad y formasen dos reinos separados, y dijeses que al diablo pertenece cuanto proviene del matrimonio, y a Dios sólo el Hijo de la Virgen. ¿Qué otra cosa es sino mostrar la indigencia de la porción del que fecundó a la Virgen, y al mismo tiempo negar que es el Creador de los niños que provienen del matrimonio de los hombres? Ponga atención el lector de tus escritos y sepa que tú, fiel discípulo de los maniqueos y líder de la nación traducianista, no has condenado otra cosa que la unión del hombre y de la mujer en el marco de un matrimonio legítimo".

Ag.- No tienes, es claro, los sentidos despiertos para separar el bien del mal; pues la naturaleza y sustancia de hombres y ángeles, de buenos y malos, es obra del Creador divino; pero los vicios de las naturalezas y sustancias, que los maniqueos dicen ser naturalezas, y lo niega la verdad, existen por permisión del Dios justo y omnipotente; y estos males no pueden existir si no es por y en las naturalezas buenas. Es de notar que cuanto por divina disposición está sometido al diablo, no está exento del poder de Dios, pues el mismo diablo le está sometido. Y como todos los ángeles y todos los hombres están bajo el poder de Dios, tu charlatanería no tiene sentido cuando dices que Dios y el diablo se han repartido lo que cada uno ha de retener en su poder.

Atiende un poco y mira contra quien, con perverso corazón, vomitas injurias que son tu alimento. Es Ambrosio, a quien atacas, el que te dirige la palabra. Escucha: "¿Cómo pudo Cristo solo ser justo cuando todo el género humano andaba errante, sino porque nació de una Virgen y no estaba por privilegio incluido en la ley de una generación culpable?". Escucha, escucha aún y con el sofoco de tu rostro frena la proterva agresividad de tu lengua: "No fue el hombre, dice, el que conoció los secretos del seno virginal, sino el Espíritu Santo el que sembró una semilla fecunda e inmaculada en su seno inviolado; entre los nacidos de mujer sólo el señor Jesús, por el milagro de un nacimiento inmaculado, estuvo inmune del contagio de la terrena corrupción, preservado por la majestad celestial". ¿Ves quién dice lo mismo que digo yo? ¿Ves contra quién dices lo que dices contra mí? Si yo soy discípulo de Manés, también lo es él. Pero Ambrosio no lo fue, porque habló como nosotros antes que nosotros. No es maniqueo el que esto dice, pero sí es verdadero hereje todo el que impugne nuestro antiguo dogma católico.

Cuerpo de muerte

67. Jul.- "Pasemos a otra cuestión. Después de tus palabras, citadas más arriba, escribes de mi persona lo que sigue: "Inserta un pasaje en el que digo: Esta torpe concupiscencia que con descaro alaban los sinvergüenzas, no existiría si el hombre no hubiera pecado; existiría, sí, el matrimonio aunque nadie hubiera pecado, y sin este mal se verificaría la siembra de los hijosÓ. Hasta aquí cita textualmente mis palabra. Pero temió citar lo que sigue: "en este cuerpo de vida, en el cual, sin la concupiscencia, no se puede ahora realizar la generación en este cuerpo de muerteÓ. Y aquí, para mejor escamotear mi pensamiento y truncarlo, temió citar el texto del Apóstol que dice: Pobre de mí, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? La gracia de Dios, por Jesucristo, nuestro Señor 73. No existía este cuerpo de muerte en el Edén antes del pecado; por eso dije en este cuerpo de vida, que en el paraíso ya existía, y sin vicio alguno se podía realizar la siembra de los hijos, sin el que no es posible en este cuerpo de muerte".

De la verdad enemigo, sigues tu costumbre, y en especial no dices, en esta tu obra, ni una verdad. La multitud de mis correcciones no bastan a enmendar los numerosos errores de tu falsa erudición. Me contentaré, pues, con afirmar brevemente que yerras, y después de leer esta mi obra verás que soy incapaz de mentir. Reivindica la exclusiva de este vicio y aplícate la palabra del Evangelio que te sienta muy bien: Porque eres mentiroso desde el principio, como tu padre; es decir, aquel a cuyo señorío dices pertenecer por nacimiento, o el segundo que te inició en estos misterios singulares y que por elegancia no se puede nombrar entre personas decentes. Todo esto quedó tratado en mi obra primera, y tú afirmas, sin verdad, que omití; pero si lees las últimas páginas de mi primer volumen, tú mismo podrás reconocer con qué abundancia de luz y verdad quedas aniquilado. No queda tu pensamiento manco, sino destruido totalmente por mi irrefutable respuesta. Escucha ahora estas pocas palabras del Apóstol: ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? La gracia de Dios, por Jesucristo nuestro Señor. No habla el Apóstol de la mortalidad de nuestro cuerpo, que nos es, por disposición de la naturaleza, común con la carne de los animales; sino que se refiere a la costumbre de pecar; de este estado culpable, después de la encarnación de Cristo, por la Nueva Alianza, es librado todo el que se entregue a la práctica de la virtud. Habla el Apóstol en nombre de los judíos quienes, a pesar de la prohibición de la Ley santa, erraban en busca de hechizos culpables, y les muestra que el único medio de salvarse del naufragio es creer en Cristo, garantía para el futuro y perdón del pasado; que no persigue con amenazas el castigo de los culpables, sino que acoge en sus brazos amorosos a cuantos corren a su encuentro; que no rompe con el terror a los abatidos, sino que, corregidos, los restaura con bondad, bondad que sentía el que dijo: Verdad este decir humano, porque Cristo Jesœs vino a este mundo a salvar pecadores; y el primero de ellos soy yo; y si hallé misericordia es para que en mí manifestase Cristo Jesús, primeramente, toda su paciencia para ejemplo de los que habían de creer en él, para la vida eterna 74. Y para que entiendas que se refiere a una vida mala, no a la naturaleza humana, y no creas que a causa de la venida de Cristo sitúa a los niños entre los pecadores, añade: En mí mostró toda su paciencia. De esta paciencia de Dios habla en su carta a los Romanos: ¿Ignoras que la bondad de Dios te impulsa a la conversión? Por la dureza e impenitencia de tu corazón atesoras contra ti cólera para el día de la ira 75.

Ejercita Dios su paciencia cuando durante largo tiempo espera la conversión del hombre. En los niños no aparece la paciencia. Si existiesen pecados de naturaleza y el Salvador los imputase a los niños, no sería en verdad paciente, sino con toda certeza cruel. Dios sólo puede ser piadoso y justo, éste es mi Dios, Jesucristo, cuya paciencia experimentó largo tiempo el perseguidor Pablo, y otros en cuya persona habla él, y aunque tarde, los libró. En consecuencia, condena Pablo la mala vida de los hombres, no la naturaleza. Y encarece a los judíos esta gracia y les dice que la Ley castiga a los malhechores, pues carece de la misericordia eficaz del bautismo, por medio del cual, por una breve confesión, se perdonan los delitos; y les prueba deben correr al encuentro de Cristo, implorar el auxilio de su bondad, y pone de relieve que, si la Ley amenaza con castigos sus transgresiones, la gracia, con rápida eficacia, sana.

El cuerpo de muerte son, pues, los pecados, no la carne; porque si hubiera querido hablar de los males que afligen a nuestros miembros, y que tú consideras secuelas del pecado, hubiese dicho con más propiedad, "de la muerte del cuerpo", y no del "cuerpo de muerte". Mas para que te convenzas que, en lenguaje de la Escritura, los miembros se llaman pecado, lee la carta a los de Colosas, donde dice: Mortificad vuestros miembros terrenos: fornicación, impureza, avaricia que es idolatr'a, por lo que vino la cólera de Dios sobre los hijos de los incrédulos y que vosotros practicasteis en otro tiempo, cuando vivíais en ellas 76. Repara cómo llama miembros a los pecados. En cuanto al cuerpo de pecado así escribe a los Romanos: Nuestro viejo hombre fue crucificado con él en la cruz para que fuese destruido el cuerpo de pecado y ya no sirvamos más al pecado 77. Y siguiendo su costumbre, exclama aquí en la persona de los judíos: ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Es decir: ¿Quién me librará del castigo de los pecados que pude evitar y cometí, y que la severidad de la Ley castiga, no perdona? ¿Quién me podrá desembarazar de estos miembros, o sea, de estos vicios que, imitando a los malos, amontoné y me construí un cuerpo lleno de pecado? ¿Quién, repito, podrá? Y responde como inspirado por las mismas realidades: La gracia de Dios, por Jesucristo nuestro Señor. La gracia de Dios, que hace acepta la justicia de los fieles sin las obras, según lo que dice David: Dichosos aquellos a quienes les son perdonadas sus iniquidades y cubiertos sus pecados; dichoso el varón a quien el Señor no le imputa su pecado 78. El que hace al hombre dichoso es él también feliz, justicia eterna, por la que perdona un pecado que puede imputar con derecho. Pero no tendría derecho a imputarlo si aquel a quien se le imputa no lo pudiese evitar. Y nadie puede evitar lo que por naturaleza tiene. Luego nadie, en absoluto, puede ser pecador por necesidad natural. Basten estas breves reflexiones".

Ag.-Te has esforzado en interpretar, en tu sentido, estas palabras del Apóstol: ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? El que envió el "extracto" al ilustre personaje, vio tu impotencia; y si al citar mis palabras omitió algo fue para no exponer a la risa tu esperada y extensa respuesta. Quién podrá reprimir la risa al ver que, sin estar probablemente convencido, tratas de convencer a los demás; esto es, que el Apóstol habla en nombre de un judío antes de recibir la gracia de Cristo y que podía decir: ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? La gracia de Dios por Jesucristo nuestro Señor. Omito esto. Pero ¿cómo comprender que un hombre hable de sus pecados pasados y diga: ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?, para que le perdonen por la gracia de Cristo, perdonador, cuando consta con toda claridad cómo llegó a decir estas palabras? Tenemos su verbo resonando aún en nuestro oído: veamos si se declara miserable por lo que voluntariamente hizo o por lo que hizo sin querer. Clama un hombre: No hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco. Grita: No soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí. Sé, pues, que no habita en mí, es decir, en mi carne, el bien: el quererlo está en mí, pero no el realizarlo; no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. No dice: Actué, sino actúo; no dice: obré, sino obro; no dice: hice, sino hago; ni lo que quiero, sino lo que no quiero. Finalmente, el hombre interior que mora en él se adelicia en la Ley de Dios; pero ve otra ley en sus miembros que lucha contra la ley de su espíritu, y esta ley le impulsa a realizar, no el bien que quiere, sino el mal que no quiere. Por esta causa exclama: ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? 79 Es como decir: ¿Quién me librará de la culpa de los pecados que he cometido? Dice el Apóstol: Hago el mal que no quiero. Tú dices: "Que cometí". ¿Tan menguada opinión tienes de los que esto lean, para imaginar que no prefieran escuchar al Apóstol antes que a ti, y creerle a él y no a ti?

Permite al hombre implorar la gracia de Dios y no sólo para que le absuelva de sus pecados, sino incluso para que le ayude y no peque. Esto es lo que dice el texto. Quien dice: Hago el mal que no quiero, no necesita decir: Perdónanos nuestras deudas; sino: No nos dejes caer en tentación 80. Cada uno, dice el apóstol Santiago, es tentado por su propia concupiscencia, que lo atrae y seduce 81. Este es el mal del que dice Pablo: Sé que no habita en mí, es decir, en mi carne, el bien. Este mal está enraizado en este cuerpo de muerte. Mal que no existía en el paraíso antes del pecado, porque aún no era esta carne cuerpo de muerte, a la que al fin de los tiempos le dirá: ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? Y se le dirá: Cuando este cuerpo corruptible se vista de incorruptibilidad, y este cuerpo mortal se vista de inmortalidad. Pero ahora es cuerpo de muerte; lo dice el mismo Apóstol: El cuerpo está muerto por el pecado 82.

Escucha a los intérpretes católicos del Apóstol; acepta, no mis palabras, sino las de aquellos en cuya compañía recibo tus injurias: escucha, no a Pelagio, sino al obispo Ambrosio "La carne de Pablo, dice, era cuerpo de muerte, como él mismo dice: Quién me librará de este cuerpo de muerte" 83. Escucha a Gregorio (Nacianceno), no a Celestio: "Dentro de nosotros somos combatidos por nuestras pasiones y nuestros vicios, día y noche somos atormentados por el aguijón de fuego de este cuerpo de muerte, ora de una manera solapada, ora abiertamente, zarandeados por todas partes y excitados por el encanto de cosas visibles; por el lodo de la impureza al que nos adherimos y que exhala efluvios de hediondez por sus hinchadas venas, y por la ley del pecado que está en nuestros miembros y combate contra la ley del espíritu" 84.

A estas lumbreras de la ciudad celeste insultas cuando escribes: "Este cuerpo de muerte no es la carne, sino el pecado". Y pretendes que no hable el Apóstol en este lugar de la muerte de nuestro cuerpo, que tú afirmas ser consecuencia de nuestra naturaleza, que nos es con los animales común. Admite lo que Pelagio fingió condenar en un sínodo de Palestina, a saber, que Adán fue creado mortal y, pecase o no pecase, debía morir. Al enfrentarte con estos ilustres personajes y con todos los que con ellos defienden la fe verdadera, te ves forzado a introducir en el paraíso, incluso en la hipótesis en que nadie hubiere pecado, el dolor de las parturientas, el llanto de los recién nacidos, el gemido de los enfermos, los funerales por los muertos, la tristeza de los que sollozan. No es de admirar te encuentres fuera de este paraíso que es la Iglesia. Imaginas un edén del que fueron expulsados los que nos trajeron, por su pecado, todas estas miserias, no digo como ningún cristiano, pero ni hombre alguno puede imaginar si no está falto de juicio.

Creación de Adán

68. Jul.-"En mi obra primera se discute todo esto más extensamente. No dices con claridad a qué muerte te refieres cuando afirmas que este cuerpo de muerte no existió en el Edén antes del pecado; porque, en los libros dedicados a Marcelino, afirmas que Adán fue creado mortal. Al añadir que la enfermedad es siembra del matrimonio, se te puede oír con cierta benevolencia si únicamente te refieres a tus padres. Quizás hayas conocido alguna oculta enfermedad de tu madre, a quien llamas, para servirme de una expresión del libro de tus Confesiones, borrachina. Por lo demás, en el matrimonio de los santos y de todos los hombres honestos no existe enfermedad. Cierto que el Apóstol concede la enfermedad como remedio cuando quiere preservar a los hombres de la Iglesia de la dolencia de la fornicación por la santidad del matrimonio. Este es el claro sentido en el texto del Apóstol, que confunde la osadía de tus doctrinas, como probé ya en la última parte del primer volumen y expliqué extensamente a lo largo de toda mi obra, según pedía la oportunidad de mi respuesta".

Ag.- Jamás tu falsedad aparece más evidente; la ciencia condena tu conciencia. Lo sabes, en efecto, lo sabes bien, está la cuestión tan diáfana, que ningún lector de estos libros lo puede ignorar. Sabes, repito, que, en los libros dedicados a Marcelino, he luchado con todas mis fuerzas contra vuestra incipiente herejía y para que no se creyese que Adán, aunque no pecase, fue creado mortal. Como si no hubiera dicho que era mortal en el sentido de que podía morir porque podía pecar, y tú has querido, con sinuosos procedimientos, sorprender la buena fe de los que no han leído mis libros, y es posible que no los puedan nunca leer, de hacerles creer, si leen los tuyos, que yo afirmo que Adán fue creado mortal y, pecase o no, había de morir.

Esta es la cuestión y el punto principal de nuestra controversia. Nosotros sostenemos que, si Adán no pecara, no sufriría muerte corporal; vosotros decís que Adán, pecase o no pecase, habría de morir en el cuerpo. ¿Por qué finges ignorar de qué muerte hablo, cuando digo que este cuerpo de muerte no existiría en el paraíso antes del pecado, pues sabes de sobra de qué trato en mis libros y con qué claridad demostré que Dios no podía decir al hombre pecador: Polvo eres y en polvo te convertirás? 85 ¿Y quién no comprende que se refiere a la muerte del cuerpo si Adán, antes del pecado, debía volver al polvo, es decir, morir en el cuerpo?

En lo que a mi madre se refiere, nunca te hizo mal alguno, ni discutió contra ti, pero tú no has podido contener el impulso de ultrajarla, cediendo a la pasión de hablar mal sin temer lo que está escrito: Ni los maldicientes poseerán el reino de los cielos 86. Pero ¿qué tiene de particular mostrarte enemigo suyo, si eres enemigo de la gracia de Dios, por la que ella fue librada de este defectillo en su infancia? En gran honor tengo yo a tus padres, cristianos católicos, y me congratulo hayan muerto antes de verte hereje.

No decimos nunca sea el comercio carnal pecado en el matrimonio, porque esta unión tiene por objeto la procreación de los hijos, y no el satisfacer la libido, que niegas sea enfermedad, aunque confiesas que el matrimonio ha sido instituido como remedio preservativo. Muy cierto que, para evitar la fornicación, hemos de frenar la concupiscencia que tú alabas; combatirla y oponernos con firmeza a ella. Y cuando se sobrepasan los límites que la naturaleza ha fijado para la generación de los hijos, cualquiera de los esposos que ceda a la concupiscencia, peca venialmente.

A casados habla el Apóstol cuando escribe: No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo, de mutuo consentimiento, para dedicaros sosegadamente a la oración; luego volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia. Y añade: Esto es una concesión, no un mandato 87. Sólo la honestidad de los cónyuges hace buen uso de este mal con el fin de engendrar hijos. Se peca venialmente dentro del matrimonio cuando se condesciende con este mal sin la intención de procrear, llevados sólo del placer de la carne; a este mal se resiste para no ceder a los deseos de un placer culpable. Y este mal habita en este cuerpo de muerte, y, a causa de su perturbador movimiento, es para el alma siempre importuno. , dice el Apóstol, que no habita en mí, es decir, en mi carne, el bien 88. Mal que no existía en este cuerpo de vida, inmune de pasiones, pues los órganos genitales jamás se oponían al arbitrio de la voluntad. Pero al brotar este mal se avergonzaron los mismos que, antes del pecado, andaban desnudos y no sentían sonrojo. Tú has tejido el elogio de esta pasión en tus cuatro libros, a los que, obligado, contesté en los seis míos.

Ley de los miembros

69. Jul.- "Antes de hablar de esta miseria humana y de la gracia divina, había dicho el Apóstol: Veo otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi espíritu y me esclaviza a la ley del pecado. Después de estas palabras exclama: ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? La gracia de Dios por Jesucristo nuestro Señor 89. Por el momento no se trata de saber si el Apóstol dijo estas palabras; lo importante es saber con qué intención, en qué sentido, por qué razón habló así. Quiero decir que, en los principios de toda conversión, hay en los miembros de los que han estado mucho tiempo entregados a los vicios una ley que se rebela contra las inspiraciones santas, llamada mala costumbre y, por los seglares entendidos, segunda naturaleza.

Poco antes había dicho a sus lectores, a manera de oportuno reproche: Hablo palabras humanas en atención a la flaqueza de vuestra carne; pues si ofrecisteis vuestros miembros para servir a la impureza y a la iniquidad hasta el pecado, ofreced ahora igualmente vuestros miembros para servir a la justicia para vuestra santificación 90. Y para probar que él entiende por carne, no sólo este cuerpo que trae su origen de la unión de los sexos, sino, abusando de las palabras, los mismos vicios, añade, después de dos capítulos: Cuando estábamos en la carne, nuestras pasiones pecaminosas, puestas de manifiesto por la Ley, actuaban en nuestros miembros para producir frutos de muerte 91. Dice: Cuando estábamos en la carne, como si cuando esto escribía no estuviera ya en la carne. Los que conocen la Escritura comprenden esta manera de hablar. Así, cuando la unicidad de palabras presenta dificultades, se recurre a la regla de la razón para rastrear el sentido verdadero. Además, Fausto, obispo maniqueo, tu maestro, se sirve principalmente de este texto del Apóstol contra nosotros y dice que estas expresiones sobre "la ley que habita en nuestros miembros opuesta a la del espíritu", no significa otra cosa sino la naturaleza mala. Y tú no podías menos de entender estas palabras como él las explica, y así, siguiendo las líneas torcidas trazadas por Fausto, no te da la impresión de disputar, sino de seguir lo dicho en el pasado".

Ag.- No es el maniqueo Fausto quien te va a contestar, sino un sabio católico, el doctor de la Iglesia Gregorio. Cuando habla el Apóstol de la ley del pecado, no entiende, como tú dices, de una lucha que en los principios de la conversión se rebela contra las santas inspiraciones que experimentan los que abandonan el vicio, y que se llama mala costumbre, o "segunda naturaleza"; sino que la ley del pecado que habita en nuestros miembros, opuesta a la ley de nuestro espíritu, la entiende con toda claridad de este nuestro cuerpo terreno. Dice: La ley de pecado que habita en nuestro cuerpo combate la ley del espíritu, cuando trata de esclavizar la imagen real que está en nosotros y despojarla de todo lo que la bondad divina nos otorgó en la primera condición".

"Y así apenas se encuentra un hombre que, tomando por norma constante los principios de una severa filosofía y cultivando poco a poco la nobleza de su alma, eleve hasta Dios y oriente hacia él la naturaleza luminosa que en sí mismo ve unida a este humilde y tenebroso lodo. Si Dios viene en su ayuda, podrá elevar a la vez alma y cuerpo; pero a condición de que, por una larga y constante meditación, se acostumbre mirar a lo alto y elevarse de la tierra, y dar un brusco frenazo a esta materia a la que está unido y que, como pesado fardo, tira hacia abajo" 92.

Esto decía el bienaventurado Gregorio, no en los principios de su conversión, sino cuando era ya obispo; y quiere demostrar, o mejor, recordar cosas ya conocidas, como la gran lucha que los santos han de sostener contra las pasiones domésticas a causa del cuerpo, que es lastre del alma. Lucha que, ciertamente, no existiría en aquel lugar de paz bienhadada, es decir, en el Edén de santas delicias, si nadie hubiera pecado. No habría allí cuerpo de muerte, cuya corrupción pesa sobre el alma; sino un cuerpo de vida, en el cual la carne no combatiría contra el espíritu hasta hacer inevitable la lucha del espíritu contra la carne 93; pues reinaba una mutua concordia, gozo de la naturaleza humana.

Si tú quieres combatir o no favorecer a los maniqueos que se afanan por introducir una sustancia o naturaleza mala, no negarías, de acuerdo con los que te han engañado, todas estas miserias de la humana existencia, principiando por los niños; sino que proclamarías, a una con los fieles católicos y doctores eximios, que nuestra naturaleza ha caído en esta miseria habiendo sido, en su origen, creada dichosa.

Vida feliz en el paraíso

70. Jul.- "Resumiendo lo dicho; no alteré yo tus palabras, pero tú no has aducido ni un texto de la Escritura en prueba de tus afirmaciones que con tinte de piedad coloreas. Ni el Apóstol dijo lo que tú piensas, ni en el paraíso existió otra unión de los sexos que la que ahora existe entre esposos dentro del matrimonio instituido por Dios, como lo prueban la condición de los sexos, la finalidad de los órganos, las numerosas bendiciones que la acompañan.

Dicho todo esto, es claro que los por ti engañados son más dignos de ira que de misericordia, porque, para excusar sus crímenes, cometidos con toda su mala voluntad, tú los alientas a condenar el nacimiento, para que no cambien de conducta".

Ag.- Piadosa acción es dar en esta vida culto a Dios y, con su gracia, combatir las pasiones viciosas internas y oponerles resistencia cuando nos incitan a empujar a lo ilícito, o, cuando cedemos, implorar, con sentimiento de verdadera piedad, la misericordia de Dios y ayuda contra las recaídas. En el paraíso, si nadie hubiera pecado, no podía ejercerse la piedad luchando contra los vicios, porque una permanente felicidad excluye los vicios. No indica ser hombres que luchan de verdad contra los vicios, como cuando vosotros constantemente tejéis con descaro el elogio de los vicios. ¿Es así, ¡oh Juliano!, que cuando Ambrosio escribe: "Todos nacemos en pecado y su misma fuente está contaminada" 94, habla inspirado por mí, o difama el nacimiento del hombre para no cambiar de conducta? Y cuando dice Gregorio: "Honrad el nacimiento que os libró de los lazos del nacimiento terreno" 95; o cuando, al hablar de Cristo o del Espíritu Santo, decía: "Por él somos lavados de las manchas del primer nacimiento por las cuales hemos sido concebidos en iniquidad y nuestras madres nos han engendrado en pecado" 96, o cuando dice del rey David: "Sabía que había nacido en pecado y bajo la ley del pecado"" 97; infamaban estos doctores el nacimiento para no cambiar de conducta?

¿Te atreves en conciencia a defender que la conducta de Pelagio fue mejor que la de estos grandes doctores? Perdonad, pero jamás podemos creer que vuestra vida sea más santa que la de ellos, cuando ni vosotros mismos sois tan incondicionales partidarios de la concupiscencia hasta querer colocarla en el paraíso antes del pecado, tal como existe en la actualidad, con sus luchas contra el espíritu.

Si, como dices, "la condición de los sexos era la misma en el paraíso que la que en la actualidad existe en el matrimonio", existía antes del pecado la pasión de la carne, sin la que ahora no existe unión sexual. Y si no queréis admitir que, en aquel lugar de delicias, los órganos de la generación, de los que no sentían vergüenza, hayan servido para cumplir su función generadora y, sin pasión, obedecer a la voluntad del hombre, os pregunto aún: ¿qué pasión, según vosotros, existía entonces? Cuando era necesaria, ciertamente seguía el libre querer, pero cuando no era necesaria para la generación ¿incitaba el alma y la impulsaba a uniones culpables, o venialmente reprensibles, entre los esposos? Si entonces era tal como es ahora, debía causar los mismos efectos ora se la resistiese con templanza, ora se cediese por intemperancia, y así el hombre o se vería obligado a servir a la libido, pecando, o resistir en abierta lucha interior. Vosotros, si tenéis sentido, debéis admitir que la primera condición destruye la inocencia, la otra, la felicidad en la paz.

Resta, pues, confesar que, si la libido existió en el paraíso, estaba tan sometida a la voluntad, que no alteraba la paz del alma, ni la incitaba al mal, ni la provocaba a la lucha, y, por consiguiente, el alma estaba sometida a Dios y gozaba de Dios; sin apetencias del mal ni necesidad de luchar. Pero como ahora no es así, incluso cuando cosas lícitas desea, las apetece con ardor frenético, no con moderación; e impulsa al espíritu a las ilícitas o lucha contra el espíritu; reconoce, pues, que la naturaleza, antes buena, ha sido viciada por el mal, y aunque la castidad conyugal hace buen uso de este mal, en vista a la procreación de la especie, no es menos cierto que este mal es para los nacidos un mal derivado de la generación y que debe ser, por el sacramento de la regeneración, perdonado.

Libido y miserias no eran posibles en el Edén

71. Jul.- "Punto sobre esto. Paso ahora a lo que sigue: "En este cuerpo de muerte, dices, no existía ciertamente en nuestros sentidos, antes del pecado, en el paraíso, una ley en lucha contra la ley del espíritu; porque, incluso cuando no queremos ni consentimos, ni prestamos nuestros miembros para satisfacer sus deseos, esta ley habita en nuestros miembros y solicita al espíritu que lucha y resiste; y este combate, aunque no sea culpable si no se comete pecado, no deja de ser una miseria, pues no permite se viva en paz".

Por testimonio universal sabemos que el placer de los sentidos es patrimonio de todos. Que este placer y concupiscencia existía en el paraíso antes del pecado lo prueba el ser esta concupiscencia vehículo de pecado. La belleza del fruto incitó a la vista y le hizo concebir la esperanza de un sabor agradable. No pudo esta concupiscencia, que, si rebasa la medida, peca; pero sólo es una afección natural e inocente cuando se la mantiene dentro de unos justos límites; no pudo, repito, ser fruto de pecado, porque no fue por ella misma, sino por la voluntad, ocasión de pecado.

Sobre este punto lee mi libro segundo y comprobarás que esto que decimos puede llevar la convicción a tu ánimo. Lo que, con cierta agudeza, dices de la ley del pecado que está en nuestros miembros, pero sólo cuando consentimos tiene carga de pecado, y cuando no consentimos, es solo causa de combate, pero que esta lucha nos hace desgraciados y turba nuestra paz, ¿quién, si es inteligente, no ve la contradicción? Porque si la ley de pecado, es decir, el pecado y la necesidad de pecar está naturalmente inserta en nuestros miembros, ¿qué aprovecha no consentir, si por el mero hecho de existir, preciso es soportar su tormento? Y si es ley de pecado, pero, si no consiento, no peco, ¿qué inapreciable es el poder de la voluntad humana, pues fuerza al pecado -si se me permite la paradoja- a no pecar? Es preciso confesar que no tiene consistencia lo que dices; si no peca, no es ley de pecado; y si es ley de pecado, peca; y si peca sólo porque existe, ¿cómo es posible resistir para no pecar si no se la puede rechazar para que cese de hacer obras de pecado?"

Ag.- A tu segundo libro contesté ya en el cuarto mío y te convencí de que sólo vaciedades has dicho. Juzguen los lectores si se debe responder a un hombre que ha llegado a tal grado de locura que, confesando ser un mal el pecado, afirma ser buena la concupiscencia de los pecadores. Sin embargo, nos vemos obligados a responder, porque no queremos abandonar a los hombres de pocas luces a los que puedes llegar con tus escritos.

¿Por qué hablas sin saber lo que dices? ¿Dirás acaso que en el paraíso, antes que la pérfida serpiente instilase el veneno de su mal consejo y con sus sacrílegas palabras corrompiese la voluntad, existía ya el deseo del fruto prohibido, y lo que es aún más intolerable, provocaba al mal y en sí no era mala? ¿Veían aquellos hombres el fruto del árbol vedado y lo apetecían, pero no lo tocaban porque la codicia del espíritu frenaba en ellos la concupiscencia de la carne y vivían en aquel lugar de plena felicidad sin tener paz en el alma ni en el cuerpo? No estáis tan locos para creer esto, ni sois tan imprudentes para enseñarlo. Comprende, pues, y no quieras, con tu vacía verborrea, impedir que los demás comprendan.

Precedió, sí, mala voluntad al dar crédito a la astuta serpiente; siguió la concupiscencia, codiciosa del fruto prohibido. Y no se trata aquí de una concupiscencia cualquiera opuesta a una voluntad cualquiera; fue más bien un mal deseo al servicio de una voluntad depravada. Y, en consecuencia, aunque ya las dos eran malas, fue la voluntad la que condujo a la concupiscencia, no ésta a la voluntad. No precedió a la voluntad la concupiscencia, ni siquiera le opuso resistencia.

Finalmente, si antes de consumarse el pecado la voluntad se hubiera abstenido de la acción prohibida, la concupiscencia, sin trabajo alguno, habría sosegado sus apetencias. Por esto dice San Ambrosio: "La carne retorna a la naturaleza su lozanía y conoce a su educadora, y, depuesta toda audacia orgullosa, se une al espíritu para su dirección; tal como fue cuando empezó a morar en el interior del Edén, antes de conocer el hambre sacrílega, infectada por el veneno de la odiosa serpiente y de sentir el apetito animal que le hicieron olvidar los preceptos divinos grabados en el alma. Según la tradición, éste fue el origen del pecado, engendro del alma y el cuerpo; cuando, tentada la naturaleza corpórea, el alma se dejó arrastrar por un sentimiento culpable; porque de haber frenado el apetito del cuerpo, la fuente del pecado se habría secado en su nacimiento" 98. ¿Ves cómo un doctor católico, lleno de sabiduría cristiana, llama hambre sacrílega a la codicia del fruto prohibido, codicia que, si no se realiza, tú llamas inocente? No obstante, si el alma, secundada por una voluntad recta, frena esta apetencia del cuerpo, la fuente del pecado -son sus palabras- se seca en su nacimiento; pero como el deseo de un alimento vedado no fue reprimido, se llegó al pecado pleno, y no sólo no se secó la fuente del pecado, sino que manó para otros; y tan grande es la oposición entre carne y espíritu, que, según el mismo doctor dice en otro lugar, "por la prevaricación del primer hombre se convirtió en otra naturaleza" 99.

Contra esta doctrina quieres tú enseñar, "con todo el universo, que el placer de los sentidos es ley de la naturaleza", como si, no en este cuerpo de muerte, pero sí en este cuerpo de vida, el placer sensual no hubiera podido existir en plena armonía entre las potencias del alma y de la carne, sin ningún ilícito deseo. Grande es tu error cuando, por la corrupción y debilidad de la naturaleza actual, imaginas las delicias y felicidad del Edén.

Mas una es la inmortalidad por la que el hombre puede no morir; otra la mortalidad por la que el hombre no puede no morir; y otra la inmortalidad suprema por la que el hombre no puede morir. ¿Por qué discurrir sobre esta concupiscencia guerrera, esto es, acerca de la ley de los miembros que combate la ley del espíritu? Se llama ley del pecado porque incita al pecado, y, si se me permite la expresión, lo manda y si se le obedece, sin atenuantes se peca. Se llama pecado porque es obra del pecado y desea pecar. Su reato ha sido por el sacramento de la regeneración perdonado, pero permanece el combate como prueba. Es un mal evidente. No podemos combatirla con las solas fuerzas de nuestra voluntad, como tu crees, sino con la ayuda de Dios. Preciso es combatir este mal, no negarlo. Se debe superar, no defender. Por fin, si consientes, reconoce el mal de tu pecado, si resistes, reconoce, al combatirlo, que es un mal.

Lucha y rebeldía en el hombre

72. Jul.- "¿De qué te sirve la moderación en una cosa que se impone por su misma presencia? Pondera las consecuencias de tus sutilezas: primero, peca la naturaleza sin la voluntad, cosa imposible. Segundo, es pecado y no peca; es decir una misma cosa es y no es. Finalmente, si turba la paz, es miserable sin recibir el castigo que merece por destruir la paz, y si comete delito, es condenable. La ley de pecado merece castigo y es una excusa para la voluntad del hombre. Porque es una ley vinculante y natural, y que se impone a cada momento y no puede ser vencida por la voluntad; en consecuencia, nadie es culpable si hace lo que no puede evitar. Tampoco peca la ley cuando no puede hacer otra cosa. Luego imputa Dios a culpa cosas inevitables, sin que nadie le obligue a cometer tamaña injusticia. Bien examinado todo, él sólo es culpable al imputar como culpa, con asombrosa audacia, lo que no se puede evitar, y pues no se ve forzado a ello, él mismo peca.

¡Muy bien, noble profesor de sabiduría! Gracias a los recursos de tu retórica púnica, valoras los dones y anulas el juicio, ensalzas la gracia y suprimes la justicia; y para deshonra de la naturaleza humana, acusas al Creador de los hombres; es tan odiosa tu acusación, que tu Dios aparece más culpable que cualquier pecador y que la misma ley de pecado. Y luego insultas a los sacerdotes católicos, pues dices que niegan la gracia de Cristo cuando defienden su justicia; mientras nosotros alabamos la misericordia de la medicina y mantenemos la justicia de las leyes".

Ag.- ¡Ojalá reconocieses como sacerdotes católicos a los que, mucho antes que existierais vosotros, enseñaron que la concupiscencia de la carne que codicia contra el espíritu, aunque el espíritu luche contra la carne, y se llama ley de pecado por combatir contra la ley del espíritu, después de la prevaricación que tuvo lugar en el paraíso, vició la naturaleza humana! Por eso ahora nadie nace sin ella y en los santos el espíritu ha de guerrear contra la carne para poder vivir en justicia, hasta que sea completa en el hombre la salvación, y la carne, en plena armonía con el espíritu, deje de existir.

Dice Ambrosio que por la prevaricación del primer hombre la lucha entre la carne y el espíritu es como una naturaleza; de esta lucha, dice el cartaginés Cipriano, de cuya retórica púnica no creo oses mofarte, como has hecho conmigo: "Existen tensiones entre la carne y el espíritu, sus inclinaciones opuestas dan lugar a diarios combates, de manera que no hacemos lo que queremos, porque el espíritu busca lo celeste y divino, y la carne lo temporal y terreno; por eso imploramos la ayuda de Dios para que entre ambos reine la concordia y se cumpla su divina voluntad en el espíritu y en la carne, y el alma, regenerada, se salve por él" 100.

Es lo que clara y abiertamente enseña con sus palabras el Apóstol: La carne, dice, codicia contra el espíritu, y el espíritu contra la carne; son entre sí antagónicos y no podéis hacer lo que queréis. Esta armonía entre carne y espíritu que Cipriano nos recomienda implorar de Dios, no concedes haya existido en el Edén antes del pecado; o, si existió, ¿por qué no confiesas fue rota cuando la naturaleza quedó viciada por la prevaricación del primer hombre, y a la paz de alma y cuerpo sucedió una miserable discordia? Y te indignas contra nosotros porque atacamos con nuestra palabra a sacerdotes que se dicen católicos, es decir, a vosotros, porque decimos que negáis la gracia de Cristo; siendo así que sois vosotros los que con palabras impías y descaradas insultáis a los verdaderos sacerdotes católicos, al eructar, con no digerido furor, injurias contra mí, que sigo con fidelidad y defiendo su doctrina. Dice el Apóstol: Caminad en el Espíritu y no daréis satisfacción a las apetencias de la carne 101. Dime, por favor, ¿por qué las llama apetencias de la carne si no existen? ¿Por qué prohíbe darles satisfacción si son buenas? Y muestra lo que son cuando dice: La carne lucha contra el espíritu, y el espíritu contra la carne. Son entre sí opuestas, de suerte que no podéis hacer lo que queréis. ¿A quiénes dice: no hacéis lo que queréis? ¿Son los judíos, que no habían recibido la gracia de Cristo, según vuestra maravillosa interpretación, o aquellos a quienes poco antes había dicho: Recibisteis el Espíritu por las obras de la Ley, o por la audición de la fe? 102 Era, sin duda, a los fieles cristianos a los que decía que no actuaban como querían, porque la carne lucha contra el espíritu. ¿Por qué así, sino porque la parte inferior quiere que obedezca a la parte superior, es decir, la carne al espíritu, y no podían conseguir lo que anhelaban? Resta no consentir al pecado, pero a condición de que el espíritu luche contra la carne.

Pero si, como vosotros pensáis, vivían mal contra su querer en virtud de una mala costumbre, ¿cómo puedes decir que la naturaleza no puede pecar sin la voluntad, si admites que estos hombres pecan sin querer? Dijimos ya más arriba por qué esta concupiscencia se llama pecado; y si es bueno no consentir en lo ilícito, se sigue que es un mal en sí, pues apetece lo que está prohibido, aunque no exista consentimiento ni su deseo se realice. En consecuencia, echáis por tierra los juicios de Dios diciendo que las miserias del género humano, incluidos los niños, no son secuelas de pecado alguno ni imploráis el don de Dios para no entrar en tentación 103, es decir, para no pecar; confiáis en vuestras fuerzas y, ciegos, no os veis; o, endurecidos, no os doléis por sentiros señalados y condenados en las palabras del salmo 104.

El anónimo del resumen

73. Jul.- "Paso a examinar ya las palabras que él -Agustín- toma de mi prólogo, para refutarlas. Queda suficientemente probado que, con intención de impugnar mis palabras, cortas en unas partes los períodos, omitiendo pasajes intermedios; en otras acortas o suprimes el final. ¿Por qué hizo esto? Va a quedar manifiesto. Examinemos ahora las palabras que presenta como mías, y las que pone como suyas. Siguen sus palabras, y como refiere el que os envió el extracto, empieza por copiar un pasaje del prefacio de los libros de los que, sin duda, tomó algunos apuntes. Cito a la letra: "Los Doctores de nuestro tiempo, hermano muy feliz, autores de una abominable secta aún en fermento, decretaron llegar, mediante la ruina de toda la Iglesia, a ultrajar a hombres cuyas santas doctrinas son fuego devorador. No comprenden que con sus calumnias contribuyen al fulgor de su gloria, al probar que su doctrina sólo puede ser destruida por la religión católica".

Porque si alguien dice que el hombre posee libre albedrío y que Dios es el creador de los niños, se le llama celestiano y pelagiano. Y para no ser llamados herejes se hacen maniqueos, y para evitar una infamia imaginaria, incurren en un auténtico crimen; como fieras acorraladas por espinosas barreras, se les fuerza a caer en la trampa, e incapaces de razonar, por huir de un vano temor, caen en una desgracia cierta 105.

Reconozco mis palabras aunque no las citas en toda su integridad, pero no rozan el verdadero punto de la cuestión, pues han sido extractadas de mi prefacio; sin embargo, prueba tu ligereza, pues las palabras "hermano muy feliz" no se encuentran en el prefacio, sino en el encabezamiento de mi libro. Además, después de aquellos cuyas doctrinas son fuego devorador, añadía: "y como no quedaba otro camino, decidieron llegar por la ruina de toda la Iglesia". Luego dije también: "Al hombre que reconoce la existencia del libre albedrío y a Dios como creador se le llama celestiano y pelagiano y los sencillos, aterrados por el calificativo, para sacudirse nombre tan odioso, abandonan la fe católica que primero habían defendido". Tú silencias todo esto y vienen a continuación las palabras citadas; palabras verdaderas, inatacables, fáciles de comprobar con las obras. He citado tus palabras sin suprimir ni una tilde; tú, por el contrario, omites mi primer capítulo, tal como yo lo había ordenado. Insisto en este punto sólo para poner de relieve la seriedad del escritor cartaginés".

Ag.- Me imputas lo que es obra del compilador de tus libros, que lo hizo como le plugo y lo transmitió a quien quiso; pienso que tú mismo no crees otra cosa. En el libro contra el que ladras no dejo de aclarar a qué "extracto" creo un deber responder; contestas tú con injurias, sintiendo que, en tu disputa, no tienes nada válido que alegar. En unas palabras que, rápido, pasas a refutar, pudiste advertir esto que digo pues no hubiera escrito: "No es como dices, sea quienquiera el que lo dice", de estar seguro que eras tú el que lo decías, y no el que envió su escrito como quiso y a quien quiso que yo me propuse refutar después de haberlo recibido. Gracias a Dios, con la ayuda del Señor, he contestado a toda la obra de la que el autor del "papel" tomó lo que le vino en gana, y he bloqueado todas tus maquinaciones contra la antigua fe, erigiéndote en nuevo hereje.

Ni caballos ni sobornos

74. Jul.- "Escuchemos lo que escribes de nuevo contra estas mis palabras: "No es como dices, quienquiera que seas; no es así; mucho te engañas o intentas engañar; no negamos la existencia del libre albedrío; pero si el Hijo os hace libres, dice la Verdad, seréis realmente libres" 106. De este Libertador alejas odiosamente a los malvados a quienes prometes una falsa libertad. Dice la Escritura: Uno es esclavo de aquel que le vence 107, y nadie queda libre de los lazos de la esclavitud, de los que no hay mortal exento, si no es por la gracia del Libertador. Por un hombre entró en el mundo el pecado, y por el pecado la muerte, y así pasó por todos los hombres, en el que todos pecaron.

Para juzgar de la excelencia de nuestra causa basta considerar y pesar las cosas que defendemos y comprobar vuestro terror. Vosotros atentáis contra la vida de los nuestros hasta derramar su sangre, con la entrega de dinero, de caballos, de herencias, con el soborno de autoridades, la sublevación de aldeanos; os avergonzáis de vuestra fe, que nosotros combatimos, Y echáis mano de expresiones que contienen nuestra doctrina, abandonada ya por vosotros" 108.

Ag.- Si eres el inventor de estas mentiras, calumnias a ciencia y conciencia; o no sabes lo que dices, y entonces crees a los que las han inventado; basta con haber contestado ya a palabras dictadas por tu vanidad o malicia.

Nombre y realidad

75. Jul.- "La vergonzosa prevaricación de Babilonia es tan criminal que, si os la reprochamos, vosotros la negáis; y es tan santa nuestra creencia, que, sin aceptarla en vuestro corazón, deseáis ocultaros a su sombra. Cuando quise expresar cuanto se encuentra disperso a lo largo de vuestras discusiones y condensar en breves palabras la cuestión medular con objeto de mostrar, sin oscuridades ni cendales de bruma cuál era la importancia y naturaleza de nuestra controversia que turba y divide a la Iglesia, dije que vosotros negáis la existencia del libre albedrío y que los niños sean criaturas de Dios. Estas dos verdades las defendemos nosotros, y dije que por este motivo, aturdís con vanos clamores los oídos de los paletos, con los nombres de varones católicos que con nosotros trabajan por defender la fe que recibimos de los Apóstoles; mas por temor a ser llamados por vosotros celestianos abjuran de la dignidad de la fe celestial, y para no ser tildados por vosotros de pelagianos, se precipitan en el piélago de los maniqueos; y hacen creer a los ignorantes que no pueden ser cristianos desde que se ven calificados de pelagianos por los partidarios de la transmisión del pecado; mientras que las personas sensatas toman la decisión de permanecer en la fe católica a trueque de recibir toda clase de ultrajes y odiosos apodos.

Mas no os atribuyáis la gloria de haber inventado estos dicterios por la sagacidad de vuestro ingenio; recordad que de ordinario recibimos nombres diferentes de todos los herejes. Un claro ejemplo lo tienes en el concilio de Rímini; en él se ve el influjo que puede ejercer sobre espíritus plomizos la ambigüedad de un nombre y el temor de nuevo apelativo. Bajo un príncipe arriano, el obispo de Alejandría Atanasio, varón de constancia inquebrantable, de sanísima fe, resistió firme en tiempos de impiedad cuando casi todo el mundo había abjurado de la fe de los Apóstoles, y por esta causa sufrió destierro. De los 650 obispos, según se narra, que componían este sínodo, apenas se encontraron siete, para los que los preceptos de Dios eran más sagrados que las órdenes del rey; y no toman parte en la condena de Atanasio, ni niegan la Trinidad. Pero toda aquella multitud de almas abyectas, amén del temor a los malos tratos, fue sobre todo desorientada por la amenaza de ser llamados atanasianos o por la astuta manera de los interrogatorios".

Ag.- Sólo los arrianos, no otros herejes, llaman a los católicos atanasianos u homousianos. Mas vosotros sois llamados pelagianos no sólo por los católicos, sino incluso por otros herejes semejantes a vosotros, aunque disienten de vuestra doctrina; ellos son llamados arrianos por católicos y herejes. Y sólo vosotros nos dais el nombre de traducianistas al igual que los arrianos nos llaman homousianos; los donatistas, macarianos; los maniqueos, fariseos, y otros herejes nos dan también diferentes nombres.

Libertad y esclavitud

76. Jul.- "Los arrianos que en aquel tiempo dominaban preguntaron: ¿Queréis seguir a Cristo o al Homousios? Llenos de veneración por el nombre respondieron en seguida: "A Cristo", y rechazaron el Homousios, salen triunfantes e imaginan guardar la fe de Cristo, al que negaron ya, al no reconocerlo como Homousios, es decir, consustancial al Padre. Lo mismo ahora vosotros, inventores de engaños, aterrorizáis a los ignorantes que no quieren ser censados entre los que trabajan por la fe y han de negar la existencia del libre albedr'o y al Dios creador de los hombres. Esta es la objeción que yo hice en aquel pasaje, y la discusión presente probará que tenía razón. Tú respondiste: No negamos el libre albedrío, sin añadir una palabra más. Era la ocasión de completar, sin tergiversaciones, tu pensamiento, si al decir que no negabas el libre albedrío añadieses: "confesamos que el libre albedrío, don de Dios, subsiste en la naturaleza humana"".

Ag.- ¿Cómo subsiste en ellos la libertad, si para ser liberados de la esclavitud del pecado, que como vencedor triunfa en ellos, necesitan de la gracia divina, a no ser que ellos mismos sean libres, pero libres en relación con la justicia? Por eso dice el Apóstol: Cuando erais esclavos del pecado, erais libres respecto a la justicia 109.

La definición como punto de partida

77. Jul.- "En tu discurso sentaste un principio que no podrías, sin extrema impudencia, ulteriormente contradecir; y a pesar de ciertas secuencias, aunque tarde, podría aparecer más razonable. Me acusas ahora de engañador cuando, por tus palabras, pruebo lo que te objeto; eres tú el que mientes sobre este punto que piensas con firmeza establecido.

No negamos, dices, la existencia del libre albedrío; y añades un testimonio del Evangelio: Si el Hijo, dice la Verdad, os ha hecho libres, entonces sois verdaderamente libres 110. Cierto, pero en este pasaje nuestro Señor Jesús no quiso probar la existencia del libre albedrío. Mas antes de dar una explicación a esta perícopa, expliquemos, mediante definiciones y divisiones, lo que uno y otro pensamos; pues toda discusión, según doctrina de todos los doctores, debe principiar por la definición".

Ag.- Los Apóstoles, al no empezar sus discusiones por una definición, ¿no eran doctos? Eran, sin embargo, doctores de los gentiles y despreciaban a esos doctores de los que tú tanto te glorías. La sentencia del Señor: Si el Hijo os ha hecho libres, sois verdaderamente libres tratas de torcerla en tu sentido; pero claro se verá cómo no te favorece.

Emancipación y libertad

78. Jul.- "Dice Tulio que toda discusión razonada sobre una cuestión cualquiera ha de empezar por su definición para conocer el objeto sobre el cual se discute. Si nosotros antes discutimos sobre la definición de la justicia y el pecado, ahora, siguiendo el mismo método, examinemos qué definición compete al libre albedrío para que conste con claridad quién está a tu favor y quién en contra. El libre albedrío que Dios otorgó al hombre como aval de su emancipación consiste en la posibilidad de cometer un pecado o abstenerse de pecar".

Ag.- Dios, dices, emancipó al hombre, y no adviertes que el emancipado deja de pertenecer a la familia del Padre.

Juliano define

79. Jul.- "El hombre fue creado animal racional, mortal, capaz de virtud y pecado, de observar los mandamientos conculcarlos, de salvaguardar el derecho de la sociedad humana mediante la autoridad natural y tener libertad para elegir el camino del pecado o el de la justicia. Cuando por virtud abreva a los indigentes en las fuentes de la misericordia o de la justicia, esto que la justicia exteriormente ordena, ya, en su interior, lo concibió y parió una voluntad santa".

Ag.- Que el hombre conciba la justicia como obra de su propio esfuerzo es opinión vuestra, pues, ignorando la justicia de Dios, establecéis la vuestra. La voluntad santa concibe, en efecto, la justicia por un santo pensamiento, según está escrito: Un pensamiento santo le guardará 111. Dice el Apóstol: No porque seamos capaces de pensar algo por nosotros mismos, pues nuestra capacidad viene de Dios 112. Si esto comprendéis, comprenderéis también que no hay libertad verdadera si no lo hace libre la gracia de Dios.

Nuestra capacidad viene de Dios

80. Jul.- "Y lo mismo, en orden inverso, si alguien decide hacer daño a otros, o es un criminal o un intruso; la acción por la que perjudica a otros viene al exterior de la maldad que en su interior sembró y engendró una voluntad mala. Pero si no puede traducir en actos esta fuerza secreta de la voluntad, lo que constituye la esencia del bien o del mal se realiza en la voluntad sola, que hace el bien o el mal, no mediante un breve movimiento impulsivo, sino mediante el pensamiento y el deseo".

Ag.- Comprendes que puede la voluntad, sólo por el pensamiento, realizar lo que constituye la esencia de la bondad o malicia; si pudieras también comprender lo que dice el Apóstol al hablar de los pensamientos santos y buenos, y que no somos capaces, por nosotros mismos, de pensar algo, sino que nuestra capacidad viene de Dios, quizá te pudieras corregir y recibir con humildad la gracia de la que tu orgullo te ha hecho enemigo; pues quieres ser de los que ponen en sí mismos la confianza 113, y no de los que dicen: Te amaré Señor mi fortaleza 114.

Libertad en Dios

81. Jul.- "La posibilidad de hacer el bien y el mal, buena es; porque poder hacer el bien es aula de virtud, poder hacer el mal, testimonio de libertad".

Ag.- Luego Dios no es libre, pues se dice de él: No se puede negar a sí mismo. Y tú has dicho también: "Dios sólo puede ser justo". Y en otro lugar: "Dios sólo puede ser justo y bueno".

Libertad de los hijos de Dios

82. Jul.- "De esto se sigue que el hombre tiene un bien que es propio, el poder hacer el mal. La plenitud total de la justicia de Dios está tan unida a la libertad del hombre, que conocer una es conocer las dos, y violar una de ellas es violar las dos. Se debe, pues, tutelar el libre albedrío del hombre como se defiende la justicia de Dios. Esta noción del libre albedrío hizo desaparecer, ante la verdad eclesiástica, la teoría de los fatalistas, los cálculos de los caldeos y las fantasías de los maniqueos. Esta noción prueba que vosotros sois tan extraños a Cristo como los ahora nombrados. El libre albedrío hace posible cometer o evitar el pecado, exento de presiones necesitantes, para seguir con pleno derecho la parte opcional, es decir, o el caminar por las sendas ásperas de las virtudes o por las pistas resbaladizas y fangosas de los placeres".

Ag.- Mientras el hombre usó bien del libre albedrío no tuvo necesidad de la gracia elevante, porque no podía levantarse; arruinado ahora, es libre en relación con la justicia y esclavo del pecado; no puede ser siervo de la justicia y libre del pecado que le domina si no lo hace libre el Hijo.

La fortaleza es hija de la caridad

83. Jul.- "En resumen, la posibilidad alerta para que el hombre no sea obligado, de ninguna manera, a cometer el pecado o a evitarlo contra su querer. La voluntad no puede ser cautiva si no quiere, como lo prueba la fortaleza de los paganos y cristianos que se hicieron famosos sufriendo atroces tormentos".

Ag.- Este, precisamente, es el proceder de vuestra herejía. Mencionas los gentiles para no atribuir a la gracia de Dios la santa fortaleza, gracia que es propia de los cristianos, no común a gentiles y cristianos. Escucha y comprende. La fortaleza de los gentiles es hija de la vanidad mundana, la fortaleza de los cristianos es hija de la caridad de Dios, que ha sido derramada en nuestros corazones, no por el libre querer que es nuestro, sino por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado 115.

Cristo nos hace libres

84. Jul.- "Si, pues, como la razón lo evidencia, la libertad del querer excluye toda necesidad, nadie es bueno o malo si no es libre para querer lo contrario. ¿Cómo tú, que admites la existencia del libre albedrío, utilizas un testimonio que conviene a los esclavos? ¿O es que añades tal testimonio después de afirmar el libre albedrío? Dices: "No negamos el libre albedrío; pero si el Hijo, dice la Verdad, os hace libres, entonces seréis verdaderamente libres". En este pasaje es claro que Cristo habla de la conciencia cautiva, que no se manifestaba como libre y estaba expuesta a la venganza que condena los pecados cometidos con entera libertad. Frase que tú entiendes mal, es decir, no la entendiste, o puede que, si la has comprendido en el fondo de tu corazón, forzando el sentido, la citas en una perícopa que está en contradicción palmaria con tus palabras. Cosamos las palabras. Lo que se libra estaba cautivo; lo que esta libre no puede estar cautivo".

Ag.- Una cosa es el perdón de los pecados en los que han obrado mal; otra la caridad que hace libre al que desea hacer el bien. En ambos sentidos nos hace libres Cristo, porque, al perdonar, quita el pecado; al inspirar, otorga su amor.

Manés y Juliano

85. Jul.- "Déjate de sutilezas y confiesa llanamente una de estas dos cosas, o di, con nosotros, que existe el libre albedrío y no cites un texto que sólo en contexto tiene valor; o di, como haces en los libros que poco ha enviaste por Alipio a Bonifacio, que el libre albedrío está cautivo, y nosotros afirmamos que está libre, y cesa de negar que eres maniqueo".

Ag- Manés, en su demencia, mezcla con la naturaleza de su Dios una sustancia inmutable, el mal, y hace la misma naturaleza de Dios corruptible, esclava de una naturaleza extraña; mientras la fe católica enseña que la criatura, en sí misma, es buena, pero mudable, y se deterioró por su voluntad; por esta razón se degradó su naturaleza y corrompió y se hizo esclava, no de una sustancia extra-a, sino de su propio pecado. De ahí la gran diferencia entre nosotros y la idea que se forman ellos de un Libertador; porque Manés dice que necesitamos un Libertador para que separe de nuestra naturaleza la sustancia extra-a; y nosotros, para que sane y vivifique la nuestra. Prueba tú, si puedes, que no eres partidario de Manes; porque al rebasar atribuir al pecado de nuestra naturaleza viciada las miserias que pesan sobre el género humano desde su nacimiento, cual lo reconoce y experimenta toda la humanidad, concuerdas con Manés, que las atribuye a una naturaleza extraña, unida a la nuestra.

Acusa Juliano, responde Agustín

86. Jul.- "Unes además estas dos cosas: libre albedrío y no libre; es decir, libertad y esclavitud, imposible de armonizar; y esto denota en ti una rara estupidez, una nueva impudencia, una vetusta impiedad".

Ag.- Llamamos libres para hacer obras buenas a todos aquellos de quienes dice el Apóstol: Ahora, libres ya de pecado, hechos siervos de Dios, fructificáis para la santificación y, al fin, la vida eterna 116. Este fructificar para la santidad es, sin duda, fruto de caridad, y sus obras de ningún modo las podemos realizar nosotros solos, sino que las realizamos con la ayuda del Espíritu Santo, que nos ha sido dado. De este fruto habla el divino Maestro cuando decía a sus pámpanos que vivían e él: Sin Mí nada podéis hacer 117. Nos acusas de rara estupidez porque, para nosotros, Dios es nuestra fortaleza y no confiamos en nuestro poder; de nueva impudencia, porque no alabamos, con tu descaro, la concupiscencia de la carne, carne que hace la guerra al espíritu; de inveterada impiedad, porque con nuestras débiles fuerzas defendemos los antiguos dogmas católicos que enseñaron los que, antes de nosotros, con gracia y piedad verdaderas, gobernaron la Iglesia de Cristo. Reconoce, pues, en ti la estupidez, la impudencia, la impiedad, no antigua, sino nueva.

Libertad que nos impide pecar

87. Jul.- "Es tiempo ya de discurrir sobre las palabras del Evangelio: Dijo, escribe el evangelista Juan, Jesús a los judíos que habían creído en él: Si permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Habla nuestro Señor Jesús a los que ya creían en él y les adoctrina para que no se gloríen en ninguna nobleza mundana, ni en la gloria de ser hijos de Abrahán, sino que se dediquen con ardor a la práctica de las virtudes, para que, después de conocer a Cristo, no sirvan más al pecado, con el fin de conseguir, con tranquilidad de conciencia, una libertad verdadera, con la esperanza de las realidades ciertas, es decir, eternas, y se desprendan de los deseos de todos los demás bienes, que, a causa de su fragilidad, se llaman vanos y falsos.

No entienden los judíos de qué libertad les habla y le replicaron: Somos hijos de Abrahán y nunca hemos servido a nadie. ¿Cómo dices tú: seréis libres? El vocablo libertad se puede entender en diferentes sentidos; en este lugar, por santidad; en Pablo significa resurrección, cuando dice que la criatura es liberada de la corrupción para participar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Por último, en un sentido más usual, designa la inmunidad de la esclavitud, y con este nombre designamos también el libre albedrío.

Importa establecer estas diferencias para que cosas muy distintas no se confundan por su unicidad nominal No dice aquí el Señor que ha de ser liberado el libre albedrío, sino que, permaneciendo íntegro, exhorta a los judíos a recibir el perdón y libertad de sus pecados, para gozar de una libertad cuya plenitud reside sólo en Dios, y principien a no deber nada al pecado. Finalmente continúa el Evangelista: Les respondió Jesús: en verdad, en verdad os digo: Todo el que comete pecado, esclavo es del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; mientras el Hijo se queda para siempre. Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres" 118.

Ag.- Atiende a lo que dice: Todo el que comete pecado. No dice: El que cometió; sino el que comete. Y tú no quieres que libre a los hombres de este mal; no quieres que, en este pasaje, prometa una libertad que nos impida pecar, sino que nos libre sólo de las faltas cometidas.

Esclavitud y pecado

88. Jul.- "Declara qué entiende aquí por libertad. Todo dice, el que comete pecado, esclavo es del pecado. Estas palabras son una rotunda condenación de vuestro error, pues dice que no es esclavo del pecado sino quien comete pecado; y nadie puede adherirse al pecado sino el que de obra o de sola voluntad lo comete. Demuestra también que la universalidad del género humano no puede ya ser dominada por el diablo, al hacer distinción entre el siervo y el hijo, es decir, entre el justo y el pecador. En este texto, el mismo Cristo, y con él todos los santos que existieron antes de la Antigua Alianza, permanecen en la casa del Padre y se sientan gozosos a su mesa. Toda esta exhortación carecería de sentido si no conviniera a hombres libres".

Ag.- Conviene, sí, perfectamente a los que cometen pecado, porque son esclavos del pecado, y para que reciban la libertad que Él promete, dejen de pecar. Reinaba, pues, el pecado en su cuerpo mortal de modo que obedecían a sus apetencias y ofrecieron sus miembros como armas de injusticia al pecado. Contra este mal, efecto de un pecado cometido, necesitaban de la libertad prometida por Cristo. Dijo: Todo el que comete pecado -no el que lo cometió- esclavo es del pecado. ¿Por qué te empeñas en velar con tus oscuros razonamientos la transparencia de estas palabras? A pesar de tu resistencia brotan como surtidor de luz que disipan tus tinieblas. Todo, dijo, el que comete pecado, esclavo es del pecado.

¿Lo oyes? El que comete; y tú quieres, no exponer, sino suponer que dijo: "El que cometió". Escuchen todos a quienes Él abre el sentido para que entiendan las Escrituras, escuchen: Todo el que comete pecado, esclavo es del pecado. Busquen la libertad para no cometer pecado clamando a aquel a quien se dice: Encamina mis pasos conforme a tus palabras y no me domine la iniquidad 119.

¿Por qué burlarte de los tarados mentales y manipulas las palabras del Señor, como si hubiera dicho quo no es siervo del pecado sino el que por sí mismo comete pecado? Obras con engaño. No dijo esto. No dice: Nadie es esclavo del pecado sino el que comete pecado. Dice: Todo el que comete pecado, esclavo es del pecado. Son también esclavos del pecado de origen los que no cometieron pecado personal; de este cepo de esclavitud son liberados por el sacramento de la regeneración. No todo esclavo de pecado comete pecado, pero sí es esclavo del pecado todo el que comete pecado; un ejemplo, no todo animal es un caballo; pero todo caballo sí es un animal.

¿Dónde queda la dialéctica de la que tanto te ufanas? Siendo tú tan docto y sutil, ¿cómo se te escapan estas cosas? Y si no te has despistado, ¿por qué tender redes a ignorantes e indoctos? ¿Quién de nosotros ha dicho que todos los hombres son posesión del diablo, cuando existen tantos millares de santos que no son posesión del diablo? Pero sí afirmamos que sólo no son poseídos por el diablo aquellos que libera la gracia de Cristo, y vosotros sois enemigos de esta gracia. Si no combatieses esta gracia y la aceptases, verías, sin duda que incluso antes del Antiguo Testamento y en tiempos de la Antigua Alianza, todos los santos, separados de su condición de esclavos, fueron liberados por la misma gracia de Cristo.

La naturaleza necesita un libertador

89. Jul.- "Por último, para que entiendas que no condena su naturaleza, sino su mala vida, continúa: Sé que sois hijos de Abrahán. Esta era la excelencia de su origen, por la cual ellos se creían libres. Pero en seguida les muestra a qué servidumbre estaban sometidos: Tratáis de matarme, porque mi palabra no prende en vosotros. Yo hablo lo que oí a mi Padre; vosotros hacéis las obras de vuestro padre".

Ag.- ¿Qué significa mi palabra no ha prendido en vosotros, si la naturaleza era tal como hoy es, necesitada de un Libertador, y es capaz de entender esta palabra? Si la misma gracia no abría su inteligencia, como se la abrió a los Apóstoles para entender las Escrituras, ¿cómo se la abrió a la vendedora de púrpura de Tiatira, para comprender lo que Pablo decía? 120

Naturaleza y voluntad

90. Jul.- "Mira la diferencia que existe entre naturaleza y voluntad. No negó Jesús que los judíos, según la carne, fuesen descendientes de Abrahán; pero les declara que, por la malicia de su voluntad, habían tomado por padre al diablo; padre porque les enseñó la senda del crimen. Le respondieron los judíos y dijeron: Nuestro padre es Abrah‡n. Jesús les dijo: Si fuérais hijos de Abrahán, haríais las obras de Abrahán, pero ahora tratáis de matarme, hombre que os hablo la verdad que oí a Dios; esto no lo hizo Abrahán; pero vosotros hacéis las obras de vuestro padre 121. ¿Ves qué distinciones hace de las palabras la Sabiduría? Niega sean los judíos hijos de Abrahán y antes había dicho que eran hijos de Abrahán: pero como la naturaleza y la voluntad son dos cosas diferentes, dice que los judíos son hijos de Abrahán según la carne inocente, y el diablo es el seductor de la mísera voluntad".

Ag.- Sin advertirlo dices verdad. En el Edén fue el diablo seductor de una voluntad santa, y al seducirla la hizo miserable; ahora lo confiesas, es seductor de una voluntad mísera. Mas, para libertarla de esta miseria -con más facilidad ahora seducida por el diablo que cuando fue precipitada- necesita ser ayudada por aquel a quien suplica toda la Iglesia: No nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal 122.

No hago lo que quiero

91. Jul.- "Si el Hijo os da libertad, seréis verdaderamente libres. Estas palabras del Señor prometen perdón a los culpables, que, al pecar, perdieron la conciencia de la justicia no el libre albedrío. Este es tan pleno después del pecado como lo era antes de pecar; y con su ayuda muchos renuncian a sus ocultas torpezas y, despojados de la sordidez de sus crímenes, se visten de un espléndido cortejo de virtudes".

Ag.- Escúchate al menos a ti mismo cuando dices que, a causa de la costumbre de pecar, escribió el Apóstol: No hago lo que quiero, sino el mal que aborrezco. ¿Cómo permanece el hombre libre después del pecado, si la fuente no es el pecado original que vosotros no admitís, pero sí una costumbre que se convierte en necesidad imperiosa, como vosotros confesáis, y que hace perder totalmente la libertad y su gemido hiere vuestros oídos y confunde vuestro orgullo cuando oís: No hago lo que quiero... No hago el bien que quiero, sino que hago el mal que no quiero? 123

Equidad y pecado original

92. Jul.- "Si tienes una vaga noción de lo lícito y lo ilícito, deja de profanar las palabras de Cristo al interpretarlas como si Él negase el libre albedrío; cesa, pues, porque sin su integridad imposible sostener la equidad de los propios juicios".

Ag.- Porque le consta de la equidad de su juicio, por eso pesa un duro yugo sobre los hijos de Adán desde el día de la salida del vientre de sus madres; lo que, a todas luces, sería injusto si no tuviesen pecado original, que hace ser el hombre semejante a la nada 124.

Dios llama y el hombre responde

93. Jul.- "Escucha con atención en qué se pone la esencia de la libertad humana: Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibisteis; si otro viene en su propio nombre, a ése lo recibiréis 125. Dice más: Haced un árbol bueno, y su fruto será bueno; haced un árbol ‡rbol malo, y su fruto será malo 126. Más: Si a mí no queréis creer, creed a mis obras 127. Y con más fuerza aún cuando dice que su querer se vio frustrado por la voluntad humana: ¡Jerusalén, Jerusalén, cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajo sus alas, y no has querido! Y en el versículo siguiente dice: Pero como no has querido reunirte, vuestra casa quedará desierta 128, para demostrar que con justicia son, por su mal obrar castigados; pero él no quiso forzarlos a cambiar de voluntad. Por boca del profeta había dicho: Si quisierais y me escucharais, comeréis lo bueno de la tierra, pero si no quisiereis y no me escuchareis, la espada os devorará 129. ¿Cómo puedes decir tú que no niegas la existencia del libre albedrío, si declaras, no sólo según tu propio testimonio, sino incluso según el texto evangélico, que interpretas a tu manera, que no es libre?"

Ag.- Se te ha de perdonar, porque en cuestión tan misteriosa, como hombre, te engañas. De ningún modo puede el hombre contrariar la voluntad del que es todopoderoso y preconoce todas las cosas. Muy poco han meditado sobre esta cuestión tan importante los que opinan que un Dios omnipotente quiere algo que no puede realizar porque se lo impide la debilidad del hombre. Cierto que Jerusalén no quiso que sus hijos fueran por Él reunidos, pero también es cierto que, sin que ella quisiera, reunió a los que quiso. Porque Dios, como dice su servidor Ambrosio, "llama a los que se digna llamar y al que quiere le da ser piadoso" 130. Pero de ordinario, como dice la Escritura, se dirige a la voluntad del hombre, para que, advertido, sienta su indigencia en lo que no puede, y, como pobre, ore a aquel de quien vienen todos los bienes. Y si en esta oración fuere escuchado, como él nos recomienda: no nos dejes caer en tentación, no será sin duda víctima de la ignorancia ni de ninguna pasión.

Fue dicho por el Profeta: Si no queréis escucharme, os devorará la espada; para que reconozcan los hombres a quién deben pedir socorro para repeler el mal en medio de sus arrolladoras pasiones. Por eso se dice: Vuestra casa quedará desierta..., pues en ella había muchos que, por oculto y justo juicio de Dios, quedarán abandonados en su obstinación y endurecimiento. Si, como dices, el hombre no puede ser desviado de su mala intención por fuerza alguna, ¿por qué Pablo, Saulo aún, respirando amenazas y ahíto de sangre, fue apartado de su abominable designio por una repentina ceguera corporal y una voz tonante del cielo, y de un perseguidor, caído en tierra, se levanta el futuro predicador que trabajará más que otros en anunciar el Evangelio que antes combatió? 131 Reconoce la gracia. Dios llama a uno de esta manera, al otro de otra, y el Espíritu Santo sopla donde quiere 132.

Gracia en Juliano

94. Jul.- "En la obra que, como he dicho poco ha, enviaste a Roma, has manifestado con más audacia tus sentimientos. En el primer libro, al llegar a la objeción que te propongo, la de negar el libre albedrío, he aquí cómo discurres, tenaz y sutilísimo controversista: ¿Quién de nosotros dice que perece el libre albedrío en el género humano por el pecado del primer hombre? Pereció, sí, la libertad por el pecado, pero la libertad que existía en el Edén, la libertad de poseer la justicia en su plenitud con la inmortalidad, y por esto es por lo que la naturaleza humana necesita de la gracia divina, como dice el Señor en su Evangelio: Si el Hijo os librare, seréis en verdad libres 133. Libres para vivir bien y en justicia; y tan cierto es que no pereció en el pecador el libre albedrío, que es por la libertad por lo que pecan; sobre todo cuando se peca por placer y amor del pecado, al hacer aquello que nos deleita. Por eso dice el Apóstol: Cuando erais esclavos del pecado, erais libres con relación a la justicia.

Evidente que, para hacerse esclavos del pecado, hipotecaron su libertad. No son libres por la justicia, sino por el libre querer, y no se liberan del pecado sino por la gracia del Salvador. Por esto el admirable Apóstol pesa sus palabras. Cuando erais esclavos del pecado, erais libres respecto a la justicia. ¿Qué frutos cosechasteis entonces de aquellas cosas de las que ahora os avergonzáis? Porque su fin es la muerte. Pero al presente, libres de pecado, sois esclavos de Dios para la santidad, y, al fin, la vida eterna" 134

Libres, dijo, de la justicia, no liberados, no libres del pecado, pero para que no atribuyan a sí mismos esta libertad, prefiere, con aguda penetración, decir liberados de acuerdo con esta sentencia del Señor: Si el Hijo os librare, seréis en verdad libres. Al no vivir bien los hijos de los hombres si no son hechos hijos de Dios, ¿qué significa sino que Dios quiere dar al libre albedrío el poder de vivir bien? Poder que, en efecto, da solamente la gracia de Dios, por Jesucristo nuestro Señor, según el Evangelio: Pero a los que le recibieron les dio el poder ser hijos de Dios 135. Y poco después añade: Se les da el poder ser hijos de Dios a los que creen en Él. Poder que, si Dios no lo otorga, el libre albedrío no lo tiene, pues no es libre para hacer el bien si no lo libra el Libertador; pero para el mal sí tiene libre albedrío, cuando cede adeliciado a un seductor oculto o visible, o a una pasión que él mismo aviva. Y así, aunque se diga y nuestro enemigo se atreve a escribirlo, no enseñamos que todos, contra su querer y como forzados por la necesidad de su carne, están en pecado; pero si están en una edad en la que se despierta el uso de razón, por su propia voluntad se abstienen de pecar, o por su propia voluntad se precipitan en el pecado. Pero esta voluntad, libre para el mal, pues se adelicia en lo malo, no es libre para el bien, porque aún no ha sido liberada. No puede querer algún bien el hombre si no es ayudado por el que no puede querer mal".

En todas estas palabras tuyas que he citado, veo que el nombre de gracia está cosido a la negación del libre albedrío; y cuanto de bueno tienen tus palabras, no puede excusar cuanto en tus pensamientos hay de malo; la dignidad de la expresión envilece el contenido de tus doctrinas. No te veo honrado con sus sentencias; sí, has corrompido cuanto de noble encierran.

Nosotros separamos lo que tú cosiste, para que la divinidad de la gracia, desligada de una impura alianza, no sufra detrimento por nuestra respuesta y, en lugar de la mentirosa alabanza de los maniqueos, reciba el elogio sensato de los católicos. Confesamos que la gracia de Cristo es múltiple. Un primer beneficio es que hemos sido creados de la nada. Segundo, que descollamos sobre los animales que tienen sensibilidad y vida y somos, por la razón, muy superiores a ellos, razón impresa en el alma y que nos hace ser imagen de Dios; el libre albedrío de que está dotada es un brillante atributo de dignidad.

Consideramos también gracia el aumento de los beneficios que no cesa de otorgarnos. Gracia, la de enviarnos la Ley en nuestra ayuda. Misión suya es estimular, por medio de toda suerte de enseñanzas, la luz de la razón, oscurecida por los malos ejemplos y una viciosa costumbre. A la plenitud de esta gracia, es decir, de esta divina condescendencia, causa primigenia de todas las cosas, pertenece el que se haya hecho carne el Verbo y haya acampado entre nosotros. Pide, en efecto, Dios a esta imagen suya correspondencia a su amor, mostrando así con qué inefable ternura obró con nosotros; a fin de inspirarnos, aunque tardíamente, una reciprocidad en el amor, no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por nosotros, con la promesa de que, si obedecemos a su querer, nos haría coherederos del Unigénito" 136.

Ag- ¡Oh pelagiano! La caridad quiere el bien, y el amor viene de Dios; no por la letra de la Ley, sino por el espíritu de la gracia. La letra es un socorro para los predestinados, pues al mandar y no ayudar, advierte a los débiles acudan al espíritu de la gracia. Y así hacen buen uso de la Ley, para los que es buena y útil 137, porque, de otro modo, la letra mata 138; pues al mandar hacer el bien, sin otorgar la caridad, única en querer el bien, hace culpables de prevaricación.

La gracia previene el querer

95. Jul.- "En el bautismo esta gracia borra los pecados, y con este beneficio del perdón nos eleva, adopta y consagra. Esta gracia, repito, cambia de signo el mérito de los culpables, pero no crea el libre albedrío, que recibimos con la existencia; y hacemos uso de él cuando alcanzamos la capacidad de discernir entre el bien y el mal. No negamos que una voluntad santa sea, de mil maneras, socorrida por la gracia, pero no admitimos haya servido jamás para restaurar el libre albedrío destruido, ni que el hombre, privado de esta libertad, se ve forzado a obrar bien o mal. Toda gracia coopera con el libre albedrío".

Ag.- Si la gracia no previene la voluntad para que actúe, sino que coopera con la voluntad ya existente, ¿cómo puede ser verdad que Dios obra en nosotros el querer? 139 ¿Cómo es la voluntad preparada por el Señor? 140 ¿Cómo la caridad viene de Dios 141, única en querer el bien que nos hace felices? Si el conocimiento de la ley y de la palabra de Dios obra en nosotros por la caridad, y amamos, no por la gracia de Dios, sino por esfuerzo de nuestra voluntad, lo que la enseñanza de Dios nos revela como objeto digno de ser amado, ¿cómo es que lo menor nos viene de Dios, y lo más sublime, de nosotros mismos? Porque dices que si Dios no nos otorga la ciencia, es decir, no nos adoctrina, imposible el conocimiento; pero sin que nos dé la caridad, que excede todo conocimiento, sí podemos amar 142. De esta manera sólo piensan los nuevos herejes, enemigos de la gracia de Dios.

La naturaleza, viciada por el pecado de Adán

96. Jul.- "Los católicos confiesan la existencia del libre albedrío, y por este solo motivo el Doctor de los Gentiles escribe que todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, bueno o malo 143. Vosotros, al contrario, lo negáis, no sólo con Manés, sino también con Joviniano, al que osas asociarnos; y si no lo negáis con las mismas palabras, sí con parigual impiedad. Para hacer más evidente la cuestión, examinemos separadamente cada punto. Afirmamos que por el pecado del hombre no cambió la naturaleza, sino la cualidad del mérito; es decir, existe en el pecador el mismo libre albedrío por el que podemos abstenernos del pecado, y existió de modo que pudiera apartarse de la justicia".

Ag.- Sabemos, afirmas, que el pecado no cambió el estado de la naturaleza humana, y habéis abandonado la fe católica, que enseña que el primer hombre fue creado sin estar sujeto a la necesidad de morir; pero por el pecado este estado de la naturaleza sufrió un cambio radical y es necesario que el hombre muera; y dice el Apóstol a los que habían sido regenerados y vivificados por el Espíritu: Si Cristo está en vosotros, el cuerpo está ya muerto a causa del pecado, pero el espíritu es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, aquel que resucitó a Jesucristo de entre los muertos vivificará vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros 144. Dijo el Apóstol: vivificará vuestros cuerpos mortales, lo que esperamos en la resurrección, pues había dicho: Vuestro cuerpo está muerto a causa del pecado, y vosotros no queréis admitir que, por el pecado, ha sido cambiado el estado de la naturaleza. No obstante, cuando en un sínodo de Palestina se le reprochó a Pelagio el haber enseñado que los niños recién nacidos se encontraban en el mismo estado que Adán antes de pecar, él lo negó y condenó. Y si hubiera procedido con sincero corazón, es posible que vuestra herejía no existiera, o, al menos Pelagio hubiera quedado limpio de esta peste.

Pregunto si la naturaleza pecadora está exenta de vicio, y si esto es un absurdo de campeonato, luego tiene un vicio; y si tiene vicio, está viciada. ¿Cómo no ha sido cambiada la naturaleza, si antes estaba sana y ahora viciada? Sin hablar del pecado del que Juan de Constantinopla dice: "Cometió Adán un gran pecado y al mismo tiempo nos hizo a todos culpables" 145; excepto ese pecado del que originalmente trae su condena la naturaleza humana, ¿cómo se puede razonablemente afirmar que el estado de la naturaleza no ha cambiado en un hombre que dice: La Ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido al poder del pecado; ignoro lo que hago, pero no hago lo que quiero 146, aunque este cambio no fuera en el Apóstol una secuela inevitable de su nacimiento, sino efecto, como queréis, de una costumbre de pecar? ¿Veis es una vaciedad lo que decís, no ser el estado de la naturaleza humana la que cambió por el pecado, sino la cualidad de sus méritos? A no ser que digáis fue el hombre, no su naturaleza, el que cambió por el pecado. ¿Qué significa esto, si no es el negar que el hombre tenga naturaleza? Y cuando esto decís, ¿pensáis con sano juicio en lo que decís?

Doctrina de Manés

97. Jul.- "Dice Manés que la mala voluntad es inspirada por la naturaleza que no puede querer el bien, y la voluntad buena, por aquella naturaleza que no puede querer el mal; y así impone necesidad a las naturalezas de los seres, necesidad que no les permite querer cosas contrarias. Entre nosotros y los maniqueos existe un gran caos; veremos ahora qué distancia te separa a ti de ellos. Afirmas existir una voluntad libre, pero sólo para el mal, pero que no es libre para dejar de obrar el mal, a no ser le imponga la necesidad de obrar bien aquella naturaleza que, usando tus mismas palabras, "no puede querer el mal".

Sentencias: el género humano, por el libre albedrío, no puede hacer otra cosa si no es pecar. En consecuencia, declaras, con absolutez radical, que la naturaleza humana desea siempre lo malo y no puede querer lo contrario; pero la naturaleza de Dios no puede querer el mal; por eso, si no hace a la naturaleza de los hombres partícipe de su necesidad, imposible realice una buena acción. Después de todo esto, Dios ve si, en el secreto de tu corazón, no eres un gran amigo de Manés, pues, como lo evidencia la hermandad de vuestros dogmas no has hecho otra cosa que confirmar, cambiado el orden, lo mismo que él afirmó".

Ag.- ¡Ojalá fueras un valiente adversario de Manés, no su torpe ayudador! Aunque presa de una extremada locura nunca dice Manés que se vea la naturaleza mala forzada a hacer el mal por la naturaleza buena, incapaz de querer el mal; sino que la naturaleza buena se ve obligada a hacer el mal por una naturaleza mala, incapaz de querer el bien, y así en su maravillosa demencia, quiere que la naturaleza del mal sea inmutable, y mudable la naturaleza del bien. Por consiguiente, según la doctrina de Manés, es cierto que la voluntad mala es inspirada por una naturaleza que no puede querer el bien; pero que una voluntad buena esté inspirada por una naturaleza que no puede querer el mal no lo dice Manés como tú, con cierta benevolencia, supones; porque de ningún modo cree Manés que una naturaleza buena, incapaz de querer el mal, sea inmutable; cree, sí, que una voluntad mala es incapaz de querer el bien aunque sea inspirada por una naturaleza buena; de donde deduce que, por medio de una naturaleza mala, quiere el bien una naturaleza buena, que identifica con la naturaleza de Dios.

Eres un excelente auxiliar de Manés, pues al negar que por el pecado del primer hombre quedó la naturaleza humana viciada, le autorizas para atribuir a la naturaleza mala el ser autora de todas las manifiestas lacras que constituyen el estado tan mísero de los niños. Te desagrada, además, que el hombre no pueda querer el bien si no es ayudado por aquel que no puede querer el mal; y esto, ¿no es ponerte en contradicción con el que dijo: Sin mí nada podéis hacer 147, y con la Escritura, donde dice: El Señor prepara la voluntad 148; y en otro lugar: Dios es el que obra en nosotros el querer 149, y el Señor dirige los pasos del hombre y le complace su camino? 150

Lo que me asombra es que te llames cristiano y contradigas las palabras de Dios que resplandecen en los luminosos textos citados.

Agustín, Joviniano y Manés

98. Jul.- "En un punto coincides con Joviniano. Él dice en el segundo libro de su obra que el hombre bautizado no puede pecar; pero antes del bautismo puede pecar o no pecar. Piensa, como tú, que a partir del bautismo sienten los hombres la necesidad del bien, lo cual es tan falso como lo que tú mismo piensas, que antes del bautismo viven los hombres en la necesidad de hacer el mal. Tú dices: "No puede el hombre querer bien alguno si no es ayudado por el que no puede querer mal alguno"; quieres, pues, que por la participación de la gracia y de la naturaleza buena el hombre tenga posibilidad de hacer el bien, lo que puede, dices, acontecer a partir del bautismo. En medio del temor y de la impiedad buscas la compañía de Joviniano, sin abandonar el lupanar de Manés; sin embargo, Joviniano no es tan culpable como tú, y Manés es más culpable que Joviniano. Resumo con más brevedad lo dicho. Dice Manés: la naturaleza tenebrosa peca en todos los hombres al inspirarles una voluntad mala, y no puede obrar de otra manera. Tú dices: En todos los hombres, la naturaleza, viciada por las tinieblas del primer pecado, produce una voluntad mala, comete pecado y no puede querer el bien. Joviniano dice: la voluntad del hombre peca antes del bautismo; pero después sólo puede querer el bien. Los católicos, es decir, nosotros, decimos: desde el principio de la vida hasta el ocaso, sin violencia de la naturaleza, la voluntad de cada uno peca antes del bautismo y, en el momento de pecar, puede apartarse del mal y obrar el bien, y, en esta opción, consiste la esencia de la libertad.

No hay verdad en ninguno de vuestros dogmas; sin embargo, todos partís de un común error, para ti es menos deshonroso admitir las consecuencias, y pues dices con Manés que la naturaleza es mala, es decir, quedó privada de libertad por el pecado, deberías admitir con él que no puede purificarse de ninguna manera, cosa que en otra parte afirmas, y después debieras añadir, como corolario necesario, que no necesita del sacramento del bautismo. Y si, con Joviniano, sostienes que los buenos deseos se imprimen en el alma en el momento de recibir la fe, deberías también decir con él que la naturaleza es buena antes del bautismo, y aunque tenía capacidad para el mal, no tenía necesidad, y por la consagración del bautismo fue potenciada a un bien permanente y mejor. De esta manera podías estar de acuerdo con la razón, pero no con la doctrina de tus maestros".

Ag.- Has olvidado lo que hemos dicho. Recuérdalo, ¡por favor! Somos nosotros los que decimos, a pesar de vuestras reclamaciones, que también los justos, mientras están en esta vida, tienen necesidad de pedir por ellos mismos y decir con verdad: Perdónanos nuestras deudas 151. Y si dijesen que no tienen pecado, se engañarían a sí mismos y en ellos no habría verdad. ¿Por qué dices vaciedades y me afilias al partido de Joviniano, cuando él enseña que el hombre bautizado no puede pecar? No estamos tan sordos y mudos que no oigamos las voces de los bautizados y que no digamos con ellos: Perdónanos nuestras deudas. Desde el momento en que el hombre empieza a tener libre querer puede pecar o no pecar; pero una de estas dos cosas no la puede hacer sin la ayuda del que dijo: Sin mí nada podéis hacer 152; pero por su propia voluntad o seducido por otro, siendo entonces esclavo del pecado. Existieron hombres, lo sabemos, que auxiliados por el Espíritu de Dios querían las cosas que son de Dios aun antes del bautismo, como Cornelio 153; y otros ni aun después del bautismo, como Simón Mago 154.

Los juicios de Dios son profundos como el abismo 155; y su gracia no es mérito de las obras, porque entonces la gracia no sería ya gracia 156. Cesa, pues, de injuriarnos con el nombre de Manés y Joviniano. En cuanto a los que insultas, al injuriarnos a nosotros, que como ellos enseñamos existe el pecado original, si tienes ojos sabes quiénes son, y guardarías silencio si tuvieras vergüenza. Pero eres tan amante de la calumnia que me acusas de que enseño que el hombre no puede purificarse de sus manchas. Digo todo lo contrario y añado que el hombre puede alcanzar un estado de dicha completa, donde ya no puede pecar.

No hago el bien que quiero

99. Jul.- "Ahora calumnias a todos los hombres, pues dices que la necesidad de pecar ha sido impuesta a la naturaleza de la carne".

Ag.- Niega que haya dicho el Apóstol: Cuando erais esclavos del pecado, fuisteis libres respecto a la justicia; y si reconoces que son sus palabras, acúsale de no hablar correctamente. Y si no te atreves, niega, si puedes, que estos a quienes hablas cuando eran libres respecto a la justicia, tenían libre voluntad respecto al pecado; o que eran libres para el bien cuando eran esclavos del pecado; y atrévete a decir que los esclavos han sido liberados por sí mismos, no por la gracia de Dios, a los que dice: Al presente, libres de pecado y esclavos de la justicia 157.

Y si dices que han sido liberados por la gracia de Dios de las culpas pretéritas y no del dominio del pecado, obstáculo de la justicia; pero para que no dominara en ellos el pecado, ellos mismos, si querían, lo podían evitar, pues para esto no necesitaban la gracia del Salvador, ¿dónde poner al que dice: No hago el bien que quiero, sino que hago el mal que no quiero? 158 Si el que así habla está aún bajo la Ley, no de la gracia, niega que gima bajo el grave peso de la necesidad; afirma que es libre para llevar una vida buena e irreprensible cuando grita: Mientes o te equivocas. No hago el bien que quiero. Y si, como cuerdamente piensa Ambrosio, esto lo dice el Apóstol de sí mismo, los justos en esta vida no tienen libertad tan potente para hacer el bien como la tienen en la vida del más allá, donde ya no dirán: No hago lo que quiero.

Feliz necesidad

100. Jul.- "Perdida la posesión de la eternidad -consta que nunca la tuvo por derecho de nacimiento-, la voluntad se inclina siempre al mal. Y añades: "Libre es la voluntad para el mal, pero no es libre para el bien", y con este lenguaje, tan sucio como sacrílego, declaras libre al que afirmas que sólo puede querer una cosa".

Ag.- Si sólo es libre el que puede querer dos cosas, esto es, el bien y el mal, Dios no es libre, pues no puede querer el mal, porque, como tú, con verdad, has dicho: "Dios sólo puede ser justo". ¿Es alabar a Dios negarle la libertad? ¿No comprendes que existe una feliz necesidad, en virtud de la cual Dios no puede ser injusto?

En el bautismo se perdonan todos los pecados

101. Jul.- "Aunque en ti no haya constancia alguna, atienda el lector avisado lo que enseñas. Concedamos pueda ser llamada libre una voluntad que no puede querer el bien; esta voluntad adquiere su libertad en el bautismo. Pregunto: ¿De qué ha sido liberada? ¿Se verá forzada a querer siempre el bien, ya que no puede querer el mal? ¿O puede querer ambas cosas? Si respondes que se ve forzada a querer siempre el bien, te confiesas jovinianista. Pero si me dices ¿cómo puede una voluntad ser libre, si se ve forzada a querer siempre el bien?, te respondo: ¿Cómo antes podía ser libre, si era forzada a querer siempre el mal? Si me respondes: Después del bautismo es libre para pecar o no pecar, luego has de proclamar que no existía el libre albedrío cuando no podía elegir entre dos cosas. Quedas prisionero en el cepo de tus argumentos: antes del bautismo existía ya el libre albedrío, tenía poder para hacer el bien y poder para hacer el mal; y así se desploma el edificio de tu doctrina, que enseña existe un mal natural".

Ag.- Sobre Manés y Joviniano verá el lector que ya te respondí. Con tu preclara inteligencia te darás cuenta si se puede decir que el hombre cuya voluntad es preparada por el Señor, es tan perfecto que se vea forzado a querer el bien. No quiera Dios digamos tal cosa. Porque, si se ve forzado, no quiere. ¿Hay absurdo mayor que decir que no queriendo quiera lo que es bueno? Tú dices que el hombre es forzado a querer el bien; reflexiona sobre lo que piensas acerca de la naturaleza de Dios, pues no puede querer el mal. ¿Acaso se ve Dios obligado a querer el bien porque no puede querer el mal por ser inmutable? La naturaleza humana, si bien es mudable, en lo que se refiera a su creación, buena es; pues no sólo fue creada sin defecto alguno, sino que, aunque por el pecado se hizo mala, por lo que tiene de buena conserva su capacidad para el bien. La necia falacia de los maniqueos queda destruida por esta verdadera sentencia.

En el bautismo se perdonan, por la gracia de Dios. todos los pecados; esta misma gracia prepara la voluntad del hombre para que se acerque al bautismo, y para que pueda después el espíritu luchar contra la carne y no consienta en la iniquidad; sin embargo, la carne lucha contra el espíritu para que el hombre no haga lo que quiere. Quiere, sí, no padecer esta apetencia carnal, pero ahora no puede carecer de sus codicias; por eso gime en su interior anhelando la adopción redentiva de su cuerpo 159, para que su carne no pueda ya pecar. Ahora no sólo puede, después del bautismo, pecar, sino que, a pesar de su resistencia a las codicias de la carne, alguna vez, arrastrado por ella al mal, comete pecados aunque sean veniales, y siempre puede decir con verdad: Perdónanos nuestras deudas 160. Esta verdad católica refuta el error de Joviniano, y lo que decimos contra Manés y Joviniano mina vuestra herejía y vuestras calumnias.

Dios es libre y no puede pecar

102. Jul.- "Si antes del bautismo el hombre no tenía libertad para el bien, y después del bautismo es de tal manera libre que no puede querer el mal, jamás ha sido libre; y es evidente que antes del bautismo pecó sin ser culpable, y después del bautismo entra en posesión de la gloria sin cuidarse de su santidad".

Ag.- Luego ni en Dios existe libre albedrío, porque no puede hacer el mal, como no puede negarse a sí mismo. Y nos otorga el privilegio de ser iguales, no al mismo Dios, pero sí a sus ángeles, en no poder pecar. Hemos de creer que, después de la caída del diablo, a los buenos les fue concedido, como premio a su voluntad, permanecer en la verdad, para que en el futuro no hubiera ningún nuevo diablo por su libre querer.

Necesidad que no excluye la libertad

103. Jul.- "Por lo dicho, veo contradices tu dogma. Prometes, primero, no negar el libre albedrío; luego lo aniquilas al enseñar la necesidad, en un principio, del mal, y en seguida, la necesidad del bien".

Ag.- Veo vas a decir que Dios, por necesidad, no puede pecar, porque ni puede querer ni quiere poder pecar 161. Pero si fuera preciso llamar necesidad a lo que es necesario ser o llegar a ser, feliz necesidad la que nos hace vivir dichosos en esta vida, la necesidad de no morir y la necesidad de no poder ser cambiados en algo peor. Esta necesidad, si necesidad se la puede llamar, no es un peso para los santos ángeles, sino un gozo, y para nosotros, un bien futuro, no presente.

Definición de pecado

104. Jul.- "Sin embargo, para una destrucción total de tus enseñanzas, conviene recordar algunas de las definiciones dadas más arriba. Si pecado es la voluntad de retener o adquirir lo que la justicia prohíbe, con libertad para abstenerse, no existiría en las cosas ningún pecado".

Ag.- Esta definición de pecado se aplica a lo que sólo es pecado, no a lo que es también castigo del pecado, por la que pereció la libertad de no pecar. Para vernos libres de este mal rogamos a Dios nos perdone nuestras deudas, y también no nos deje caer en tentación, mas líbranos del mal 162.

Un gran error de Juliano

105. Jul.- "Si la justicia no nos imputa el mal del que no podemos abstenernos, y antes del bautismo existe necesidad para el mal, pues la voluntad, como has dicho, no es libre para hacer el bien y no puede hacer sino el mal, está al abrigo de toda infamia del mal, por esa necesidad que sufre y no puede presentarse ante la justicia con el fardo de sus obras, pues no le imputa un mal que no puede evitar. Y después del bautismo, si existe la necesidad del bien, no puede existir pecado. Reconoce, pues, que el pecado, siguiendo el hilo de la razón, no se puede encontrar en la semilla que da origen al hombre, porque, al tenor de tus definiciones, tampoco en las acciones personales existe".

Ag.- Un gran error el tuyo, al pensar que no existe ninguna necesidad de pecar, o es que no entiendes que esta necesidad es castigo de un pecado que no hubo necesidad de cometer. Si no hay necesidad de pecar -omito el poder del mal de origen, porque vosotros afirmáis su inexistencia-, ¿bajo qué poder, os ruego, se encuentra aquel que, según vuestra interpretación, gemía bajo el peso de una mala costumbre y exclamaba: No hago el bien que quiero, sino que hago el mal que no quiero? 163 Supongo además que conoces los trabajos que es necesario soportar para conocer, en el curso de esta vida, lo que se debe evitar y lo que se debe apetecer. Los que esto ignoran, por el hecho de ignorar el bien que han de apetecer, o el mal que se ha de evitar, sufren ya la necesidad de pecar. Se peca necesariamente cuando no se sabe lo que se debe hacer o cuando se hace lo que no se debe hacer. Para que Dios nos libre de estos males suplicamos no se acuerde de los pecados e ignorancias de nuestra juventud 164. Si Dios, justicia esencial, no imputara este género de pecados, no le pediría el hombre piadoso se los perdonase. Por eso dice un servidor de Dios: Sellaste en un saco mis pecados, y anotaste los que cometí contra mi deseo 165.

Tú mismo, en el último de los cuatro libros que has escrito, contra uno mío, dices, al hablar de los afectos y pasiones del alma: "Surgen en el hombre inclinaciones tan fuertes y enraizadas que, incluso con heroicos esfuerzos, no se pueden arrancar". El que, llevado de su flaqueza de la que no puede despojarse, peca, ¿no peca por necesidad? En relación a los pecados, consecuencia de un pecado cometido sin necesidad, los admitís al menos en aquel que dijo: Hago el mal que no quiero. El que está sometido a esta necesidad por la costumbre que tiene de pecar, es de evidencia se ha visto oprimido por la necesidad de la costumbre.

En consecuencia, según vosotros mismos, la necesidad de pecar, de la que uno no se puede desembarazar, es castigo de otros pecados, de los que era libre abstenerse de cometerlos cuando ningún peso de la necesidad le oprimía. ¿Por qué, pues, no creer que el pecado del primer hombre, cuya enormidad supera toda expresión, haya podido viciar la naturaleza humana, si lo puede hoy, en relación a un hombre solo, esta segunda naturaleza? Esta es la expresión que los sabios emplean, como tú creíste un deber hacérmelo notar para designar la costumbre.

Admitimos existan en los hombres pecados que se cometen, no por necesidad, sino por voluntad, que son sólo pecados, y de ahí que uno sea libre para abstenerse, por otra parte, el género humano está lleno de pecados, secuela necesaria de la ignorancia o de la costumbre, que son no sólo pecados, sino castigo de pecados. ¿Cómo puedes decir que, a tenor de mis definiciones, el pecado no ha lugar en nuestras costumbres? Escuchad lo que no queréis oír. De todos los pecados, original y personales, que han sido cometidos, o para que no se cometan, sólo la gracia de Dios nos libra por nuestro Señor Jesucristo, en el que hemos sido regenerados y por quien aprendimos a orar diciendo: Perdónanos nuestras deudas porque hemos pecado, y No nos dejes caer en tentación, esto es, para que no pequemos.

Concupiscencia y medicina

106. Jul.- "Presentado al prudente lector el resumen de esta discusión, examinemos cómo tu bautismo, instituido, dices, a causa de los movimientos de los órganos genitales, cumple su cometido. Confiesas que purifica a los hombres de sus pecados; pero como se ventila ante la justicia la causa de la voluntad, no puede ser declarada culpable si no puede querer otra cosa. Evaporada la odiosa culpabilidad, se esfuma la magnificencia del perdón; imposible perdonar lo que, en justicia no se puede imputar. Queda, pues, frustrado el efecto de su promesa; no existen los crímenes para poder gloriarse de su perdón; ni cautivos que agradezcan el beneficio de la liberación de su pecado, porque a los que protege la necesidad no se les puede convencer de mala voluntad: de donde se concluye que es completamente inútil.

Mas como la gracia que Cristo nos proporciona no es algo vacío, admitimos la racionalidad de su beneficio, porque la voluntad del pecador es culpable, pues pudo querer el bien y el mal. Desaparece la ficción de su necesidad. El pecado no radica en la condición de la naturaleza, sino en la naturaleza del libre albedrío. Verdad que niegas tú con los maniqueos, y que nosotros, con todos los católicos, confesamos".

Ag.- Peca necesariamente el que ignora la justicia: mas cuando conoce la justicia, ¿no se le han de perdonar los pecados que por necesidad de la ignorancia cometió? O porque conoce ya cómo debe vivir, ¿puede presumir de sí mismo vivir en justicia y no de aquel a quien se dice: No nos dejes caer en la tentación? La necesidad de pecar no es un preservativo del castigo; pero podemos vernos libres de esta necesidad por aquel a quien se le suplica: Líbrame de mis angustias 166. De dos maneras nos concede Dios esta gracia: perdonando nuestras pasadas iniquidades y ayudándonos para no caer en tentación.

Pero cada uno es tentado por su concupiscencia, que le arrastra y seduce. Esta concupiscencia, tu favorita, te es tan agradable que, desde el momento que uno le ofrece resistencia la colmas de alabanzas; como si lo que nos arrastra al mal no fuera un mal, aunque se le resista en vez de ceder. Tú, con un gran despliegue de palabras vacías, culpas al caído si la consiente, no a la que le empujó; al que fue arrastrado, no a la que lo arrastró; al seducido, no a la seductora, porque como defines, hizo mal uso de un bien. Tienes tan mal espíritu, que te parece buena la concupiscencia que lucha contra el espíritu. Con cierta elegancia te mofas de nuestro bautismo y afirmas -burda patraña- que, según nosotros, ha sido el bautismo instituido como remedio de los movimientos de las partes íntimas. No decimos tal cosa; sino que enseñamos una verdad que vosotros os empeñáis en desfigurar con toda la mala fe de nuevos herejes. Decimos, sí, que Dios ha preparado un remedio para un segundo nacimiento espiritual, instituido por el mismo Cristo, porque los nacidos de Adán según la carne, contraen el contagio de la muerte antigua en su primer nacimiento 167.

Me he servido de las palabras de Cipriano, obispo de Cartago, de este mártir contra el que ladras cuando impugnas la fe de la Iglesia sólidamente afianzada, por la que derramó su sangre. Como el apóstol Pablo dijo: Por un hombre el pecado entró en el mundo, y por el pecado, la muerte. Y así pasó a todos los hombres, en el que todos pecaron 168. Y el obispo Cipriano, buen intérprete del Apóstol, reconoce que los nacidos de Adán según la carne, contraen en su primer nacimiento el contagio de la muerte antigua. ¿Cómo te atreves a vanagloriarte de seguir a los Apóstoles y a todos los católicos, cuando de una manera solapada contradices al Apóstol y de una manera descarada a un obispo católico, mártir de la fe, en un punto en el que están de acuerdo toda la Iglesia católica de Oriente y Occidente?

Noción de libertad en Juliano

107. Jul.- "La explicación que das de las palabras de Pablo, el Apóstol, sólo merecería una sonrisa si no turbara a los que ignoran la Escritura. Cuando erais, dice el Apóstol, esclavos del pecado, fuisteis libres respecto a la justicia. No pudo decir liberados, porque esta palabra liberados se aplica sólo, propia y correctamente, al hombre que es liberado de un mal; no se puede decir liberado de las virtudes cuando se piensa que nada se debe a la virtud. Libre es el hombre respecto al bien y al mal, pues cuando se pone al servicio de uno, no se piensa en servir al otro; pero liberado sólo se puede decir del mal, porque la palabra liberación, por sí misma, indica un sufrimiento del que uno se siente libre.

¿Cómo cuestionar las palabras del Apóstol, pues se adecua al uso universal al decir que "somos libres para el bien y liberados del mal?" Cuando erais esclavos del pecado erais libres en cuanto a la justicia. Pero ¿qué frutos cosechasteis entonces de aquellas cosas de las que ahora os avergonzáis? Y para que no se piense éramos por naturaleza esclavos, escucha al Apóstol decir poco antes: No sabéis que al ofreceros a alguno como esclavos para obedecerle, os hacéis esclavos de aquel a quien obedecéis, bien del pecado, o de la obediencia para la justicia? 169 Vosotros mismos, dice, sois los que os habéis esclavizado al pecado, para darte a comprender que es a la voluntad, no al nacimiento, al que se imputa el pecado. Les dice que son libres respecto a la justicia, porque rehusaron guardar sus preceptos".

Ag.- Si sólo se dicen libres los hombres en relación con la justicia porque rehusamos observar sus preceptos, ¿luego antes de recibir los preceptos de la justicia, que no aceptarían, no eran libres para la justicia, y sí esclavos del pecado? ¿Quién se atreverá a decir esto? De esta necesidad de esclavitud libra aquel que no sólo da preceptos por la ley, sino que otorga la caridad por el Espíritu, cuyos deleites superan los placeres del pecado; de otra suerte, el pecado queda victorioso y bajo su yugo tiene al esclavo; pues uno es esclavo del que lo ha vencido 170.

Libertad y gracia

108. Jul.- "Por último, añade en seguida (Pablo) que ahora se hacen esclavos de la justicia, como antes se hicieron esclavos del pecado. Puedes ya, si te place, pronunciar libres de pecado a los siervos de la justicia; lo mismo que el Apóstol dice libres de justicia a los que sirven al pecado. Es una estupidez supina desnaturalizar el lenguaje tan sencillo del Apóstol. No tiene la intención que te imaginas, padeces soñolencia al interpretar sus palabras. Basas tu argumentación en la preferencia del Apóstol en el empleo del vocablo liberados y no libres, para que entendamos que el libre albedrío puede hacer el mal, pero jamás el bien. Pero el sentido natural de las palabras se resiste a tu interpretación. Porque, si como pretendes, él quiere decir que la libertad da sólo el poder pecar, debía decir: "Fuisteis libres en cuanto al pecado", y no libres respecto a la justicia, y entonces sería libre el hombre a quien le asiste la libertad. Y si se quiere pesar el valor gramatical de los casos, dice el Apóstol que son libres para la justicia, no libres de la justicia. Esta manera de expresarse sería más bien a nuestro favor si nos ceñimos al sentido natural de la palabra, en sí no muy importante.

¡No lo permita Dios! Buscamos el pensamiento del Apóstol y nos contentamos con el sentido que sencillamente expresan las palabras. El Doctor de los gentiles ha querido sólo decir: Fuisteis libres respecto a la justicia, no esclavos. Habéis sido hechos libres y recibido el perdón de vuestros pecados sin perder vuestro libre albedrío; por él pudieron los hombres obedecer a la justicia, antes y después del pecado".

Ag.- Con este vuestro lenguaje herético, al enseñar que la gracia no libera del pecado si no es cuando se recibe el perdón de los pecados cometidos en el pasado, y no sirve para preservarnos del dominio del pecado cuando la concupiscencia nos arrastra al mal, os ponéis en contradicción con las oraciones de los santos. ¿Por qué decir a Dios: No nos dejes caer en tentación, si esto depende sólo de nuestro libre albedrío, que poseemos naturalmente? ¿Por qué dice el Apóstol: Pedimos a Dios que no hagáis nada malo 171, si Dios no libra de los pecados si no es perdonando los ya cometidos?

Se nace bajo el signo del pecado y se renace en Cristo

109. Jul.- "Declara, finalmente, Pablo el sentido de su exhortación en las palabras precedentes. Hablo, dice, en términos humanos, en atención a la flaqueza de la carne; así como ofrecisteis vuestros miembros para servir a la impureza y a la iniquidad para la iniquidad, ofrecedlos ahora igualmente para servir a la justicia para la santidad 172. Tiene, pues, razón en llamar libres respecto a la justicia a los que deben conservar sus miembros en toda santidad.

Nos hemos entretenido no poco en probar la verdad de lo que había dicho, a saber, que los que se dejan atemorizar por vuestros sermones, niegan el libre albedrío, y un vano pavor los precipita en una ruina cierta: y eres tú el jefe principal de los negadores del libre albedrío; retornemos ya al libro dedicado a Valerio, para demostrar: primero, que niegas la existencia de un Dios creador; y ahora, lo niegas o admites de una manera más impía que las mismas negaciones. Que hayas negado de una manera radical en tu primer libro la existencia de un Dios creador de los hombres quedó claro en nuestra discusión. Afirmaste que el diablo tenía derecho a recolectar al género humano, como fruto de árbol plantado por su mano; y otras muchas cosas que escribes en el mencionado lugar como argumentos para confirmar este error. En el segundo libro, sostienes, en conjunto, la misma doctrina pero con la pérfida intención de enmendar la doctrina que antes enseñaste".

Ag.- Si no te basta el texto del Apóstol que dice: Por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte; y así pasó por todos los hombres, en el que todos pecaron, Ambrosio, que en verdad no es maniqueo, aunque insultas con este nombre a cuantos defienden la misma fe que él, Ambrosio, digo, interpreta, como auténtico católico, el pensamiento de Pablo cuando escribe: "Todos los hombres nacemos bajo el pecado, y el mismo nacimiento está viciado" 173. He aquí cómo el diablo ha podido coger el fruto con pleno derecho de un árbol de su plantación; no de la naturaleza creada por Dios, sino del vicio que él plantó. Los que nacen bajo el signo del pecado no pueden menos de estar bajo el autor del pecado si no renacen en Cristo.

Cristo salva

110. Jul.- "Respondo con brevedad al capítulo de tu libro, como prometí más arriba. Y respondo, con la firmeza y fidelidad acostumbradas, que no rehusamos aceptar como libertador de los hombres a nuestro Señor Jesucristo; pero exhortamos a no creer en tus palabras y a no dejarse abatir por la desesperanza por no poder llegar a ser mejores y a no renunciar a la doctrina de Cristo so pretexto de que manda cosas que la naturaleza de los mortales no puede soportar, por estar viciada por un mal congénito".

Ag.- También es congénita la muerte; sin embargo, de ella nos libra el que vivifica a los que quiere; y a Él deben recurrir todos los que desean ser liberados de este mal original. Y para saber quién los atrae, lee el Evangelio.

Cristo, el Jesús de los niños

111. Jul.- "Corran al que clama: Mi yugo es suave y mi carga ligera 174; pues en su inestimable liberalidad otorga su perdón a la voluntad culpable, y mejora, renovándola y adaptándola, la inocencia que Él creó buena".

Ag.- Es precisamente a estos hombres a quienes rehúsas un Libertador al negar en ellos la existencia del pecado original del que han de ser liberados. ¿Cómo puedes responder con firmeza y sinceridad que no rehúsas a los hombres un Libertador, Jesucristo, el Señor, cuando con pertinacia e impiedad maniobras para que no crean que es el Salvador de los niños el que salva a su pueblo de sus pecados, y por esta causa el Evangelio nos dice que fue llamado Jesús 175? No podéis, pues, decir que no negáis sea Cristo Libertador de los hombres, porque en manera alguna podéis probar que los niños no sean hombres.

En Adán todos pecaron

112. Jul.- "Me asombra te hayas atrevido a citar este texto: Uno queda esclavo de aquel que lo vence 176. Evidente que viene en apoyo nuestro, pues enseñamos que nadie puede estar al diablo sujeto si no ha sido vencido después de un combate de la voluntad y no haberse cobardemente rendido. Nunca debiste apoyarte en este testimonio, que es contra ti, pues enseñas que los recién nacidos pertenecen al reino del diablo, aunque, sin propia voluntad, ni pueden ser vencidos ni pecar".

Ag.- Los que dices no pueden ser vencidos ni luchar traen su origen de aquel en el que todos pecaron, y lo que es peor aún, ese hombre fue vencido sin lucha. "Existió Adán y en él existimos todos; pereció Adán y en él perecimos todos". Dejad a los niños venir a Jesús, pues vino en busca de lo que estaba perdido; de otra suerte priváis a los hombres de un Libertador, Jesús, pues los niños hombres son, cualquiera sea la locuacidad que emplees para cubrir la crueldad de vuestro error.

Contestación de Agustín

113. Jul.- "Este texto, lo ves, tiene gran fuerza contra ti; es como si te preguntara: ¿Por qué los niños han de estar sometidos a un poder enemigo, si creemos a la Escritura cuando dice el vencido queda esclavo del vencedor, si el niño, privado del uso de la razón, con toda certeza no puede combatir ni ser vencido? Añades: Por un hombre el pecado entró en este mundo y por el pecado la muerte; y así pasó por todos los hombres, en el que todos pecaron 177. Dios es el creador de todos los nacidos y todos se condenan por uno, si no renacen por un Libertador. Él mismo se compara a un alfarero que, de una misma masa, hace un vaso para usos nobles según su misericordia, y otro para usos viles según su justicia 178, y a éste canta la Iglesia: Misericordia y justicia 179. Afirmas que por un hombre entró el pecado en el mundo, y con este texto del Apóstol arrancas la fe de un gran número de ignorantes; y aunque ya en mi cuarto libro expuse con brevedad cómo se ha de entender, sin embargo, con la ayuda de Cristo, omitiendo otras muchas cosas, me dedicaré de una manera exclusiva a discutir con todo detalle esta perícopa del Apóstol en su contexto".

Ag.- Ya en mi sexto libro respondí a cuanto pretendes haber demostrado con brevedad en tu cuarto libro. A la explicación que prometes dar en la obra presente, cuando des principio a su cumplimiento, aparecerás como un charlatán de feria.

De los males saca Dios bienes

114. Jul.- "Brevemente me ceñiré a probar que no puedes apoyarte en un texto que la ciencia, la razón y la ley de Dios denuncian como suma injusticia. Que un lector atento marque el sentido de tus palabras: Dios es autor de los malos y crea a los hombres tales que, sin mérito de la propia voluntad, van todos a su condenación".

Ag.- Lo que sí dije fue: Creó Dios la naturaleza de los hombres, malos por un vicio que él no hizo, mal del que saca bienes, aunque los hombres creados por él sean malos; porque en cuanto hombres, no en cuanto malos, él los formó. Y no serían vasos destinados a usos bajos si no fueran malos, porque por naturaleza, obra de Dios, buenos son, y malos por el mal cuya semilla depositó el enemigo en su naturaleza, contra las leyes de esta misma naturaleza, y por esto la naturaleza se hizo mala, es decir, se hizo malo el hombre. No puede existir el mal si no es en un bien, porque no puede existir si no es en una naturaleza, y toda naturaleza, en cuanto naturaleza, es buena. Poned sostenida atención y comprended cómo palabras que parecen contradecirse, no se contradicen si es que la humareda del orgullo no os ha hecho perder por completo la vista.

Todos nacemos en pecado

115. Jul.- "Para que no ignoremos el tiempo al que haces referencia, declaras que después de Adán, en él todos fuimos uno, hasta el fin del mundo. Los no bautizados están destinados a la condenación y al diablo. El remedio para curar el mal de tu doctrina es peor que la herida antes producida; pues, para evitar la ruina que se te venía encima por afirmar que era el diablo el creador de los hombres, corriges lo dicho y confiesas ser Dios el creador, pero creador de seres parecidos a los que Manés atribuye al príncipe de las tinieblas".

Ag.- "Todos los hombres nacemos en pecado, y su mismo nacimiento está viciado" 180. Esto no lo escribe un inmundo hereje maniqueo, sino el católico Ambrosio. Nunca dijo Manés que la naturaleza, en cuanto naturaleza, era buena, ni que la naturaleza que llama mala, pueda ser sanada y hacerse buena; ambas cosas las enseña la fe católica de la naturaleza humana con relación a los niños y adultos, contra los maniqueos y pelagianos, ambos atacados por diversas enfermedades, pero por una misma locura.

Dios justo es el creador de todos los hombres

116. Jul.- "Creyendo Manés que los hombres son malos por nacimiento, les asigna un creador que permite no responsabilizar al Dios bueno por una obra mala, y al equivocarse en la definición de pecado, considera obra de la naturaleza lo que sólo puede ser acto de la voluntad, en consecuencia, ha creído que este origen viciado era obra de un creador malo, y así se muestra maligno para con Dios y despreciador de la naturaleza. Tú, al contrario, enseñas que los hombres nacen malos, pero que es Dios su creador. Así tú eres más impío para con Dios y honras más a la naturaleza; defiendes la majestad del Creador, pero le acusas por la deformidad de su obra".

Ag.- Acusa a Dios, si te place, por la deformidad de su obra; porque algunos cuerpos nacen tan deformes que, a causa de su extrema deformidad, se les llama monstruos. No es otro dios, como finge Manés, o dioses menores como falsamente cree Platón, los que crean los cuerpos; sino que es el Dios bueno y justo el que interviene en la formación de tales cuerpos; y si lo refieres al duro yugo que pesa sobre los hijos de Adán, verás que este Dios no es un Dios malo como el inventado por Manés para la creación de los cuerpos; su justicia se explica claramente por el pecado original, dogma que conoce la Iglesia católica y vuestro error abandona. Sin el pecado no existirían en el Edén cuerpos deformes o monstruosos.

Los niños nacen en pecado, enseñan los Padres

117. Jul.- "No has temido, hombre impío, atribuir a Dios lo que de tal manera repugnaba a Manés, que prefirió inventar un segundo creador; uno y otro sois enemigos de la verdad; pero antes de existir tú, no se pensaba que la impiedad de Manés pudiera ser superada".

Ag.- Pues antes que yo existió Ambrosio, y no era maniqueo; antes que él Hilario y Gregorio; y antes que éstos, Cipriano y otros que sería largo enumerar, y ninguno era maniqueo. Sin embargo, enseñaron en la Iglesia lo que en la Iglesia aprendieron; esto es, que los niños nacen con el pecado original; y se sopla sobre ellos en los exorcismos para arrancarlos del poder de las tinieblas y hacerlos pasar al reino de su Salvador y Señor 181. Y si Cristo murió por ellos también -verdad que te has visto obligado a confesar-, luego todos murieron y por todos murió 182, como dice el Apóstol. Según tu doctrina, Pablo es un maniqueo; y a ti, ¿qué nombre te daremos?

Cristo vino a salvar lo que estaba perdido

118. Jul.- "Has justificado, como dice el profeta, a tu hermana Sodoma 183. Manés es digno de perdón comparado con tus blasfemias. Me había enorgullecido, en mi obra primera, de haber sido despedazado por la misma lengua que había injuriado al Apóstol; pero ahora me horroriza mi felicidad, pues soy vituperado por el mismo que acusa a Dios de criminal".

Ag.- Quien te vitupera enseña con Ambrosio y sus amigos que Cristo es Libertador de los niños. Tú, ahora, no sólo lo acusas de mendaz cuando enseña que vino a buscar lo que estaba perdido, sino que te opones a él para que no intente salvar a los niños.

Presciencia divina y condenación

119. Jul.- "¿De dónde me viene el honor de tan gran ultraje? Tus alabanzas no me hubieran proporcionado nunca tanto gozo. Mis opiniones, dices, son reprensibles; las obras de Dios, condenables; razono mal, dices; pero Dios es un creador inicuo; estoy, gritas, en un error; pero Dios es un tirano; ignoro, afirmas, la ley; pero Dios ignora la justicia; no soy católico, vociferas, porque digo que Cristo ayuda a los que salva; pero tú juras que Dios crea al que condena y crea solo para condenar".

Ag.- Todo eso se puede decir de la presciencia divina, que ningún fiel puede negar, y creo que tampoco vosotros. Negad que Dios sabe con antelación qué multitud de hombres, creados por ƒl, se condenarán, es el medio para hacernos creer que no los ha creado para su condenación; y algo más asombroso e incomprensible es el que no arrebate de este mundo, para que la malicia no corrompa su corazón 184, a los que no puede ignorar se han de hacer malos. Dad gloria a Dios y, ante la profundidad de sus juicios, cese el ruido ensordecedor de tus palabras agudas y claras, pero frágiles como el cristal.

Manés y Agustín

120. Jul.- "Entre Manés, sembrador de tus ideas, y tú, veo existe una gran diferencia, merced al progreso de tus saberes. Manés, aunque inventa dos creadores, deja abierta una rendija a la esperanza de la salvación, diciendo que existe un Dios bueno, enemigo acérrimo de la injusticia y de toda crueldad; tú, en cambio, sostienes que existe un Dios todopoderoso, creador de los malos, y así destruyes radicalmente el respeto a la divinidad y toda esperanza de salvación".

Ag.- Fingen los maniqueos un dios cruelmente débil que, para no verse vencido por la materia, entrega a sus enemigos una parte de sí mismo; algo de su sustancia, miembros de su naturaleza, para ser despedazados y corrompidos; vosotros no negáis la existencia de un Dios omnipotente, pero al negar el pecado original, queréis hacernos creer que, a causa del yugo que pesa sobre los niños, es injusto.

Preconoce Dios a sus elegidos

121. Jul.- "No hay quien remedie a los culpables cuando el Único encuentra placer en crear seres miserables y los castiga sin encontrar en ellos otra cosa que lo creado por Él".

Ag.- También conoce lo que Él no hizo; porque Él no es autor del pecado. Otro, tan mentecato como vosotros, podía decir también: Dios ha creado, por el solo placer de crear, seres miserables, hombres que no podía ignorar se habían de condenar; e incomparablemente más que los que previó había Él de salvar.

Justicia de Dios y el mal en los niños

122. Jul.- "Sondeado el abismo de tu impiedad, parece imposible encontrar nada más sacrílego; me queda, sin embargo, hacer ver, en breve discusión, la poca garra de todo esto y lo que se debe pensar de las consecuencias que sacas. Dios, que ha querido ser conocido con este nombre, es un Dios todopoderoso y sumamente justo, y si le falta uno de estos atributos no posee ninguno. Lo mismo que es creador bondadoso de los hombres, es justo tasador de sus méritos. Todo lo que hace es muy bueno. En consecuencia, nadie por naturaleza es malo, y todo el que es culpable, lo es por su conducta, no por su nacimiento".

Ag.- ¿Por qué, bajo un Dios todopoderoso y justísimo pesa un duro yugo sobre los niños desde su nacimiento?

Ambrosio no es maniqueo

123. Jul.- "Ni el mal puede ser natural, ni Dios puede crear seres culpables, ni ubicarlos en el reino del diablo. De todo lo dicho se deduce que eres maniqueo, y aun peor que Manés; la humanidad hace su entrada en este mundo limpia de pecado, y es más claro que la luz que el fruto de la fecundidad está bajo el imperio de Dios, no del diablo, y la inocencia es natural".

Ag.- Luego cuando dice Ambrosio: "Los niños bautizados en el momento de su nacimiento quedan libres de toda culpa" 185, es maniqueo y peor que un maniqueo, según tus injuriosas y violentas palabras.

Sacramentos en la Antigua Alianza

124. Jul.- "Esto sentado, pondera las consecuencias de tu doctrina. Consta que los profetas, patriarcas y santos de la Antigua Alianza no estuvieron bautizados; creados por Dios, resplandecieron luego por sus propias virtudes; será preciso creer, contra el testimonio de la Ley, que sufrirán eternos tormentos en el reino del diablo, pues declaras que todos los que descienden de Adán son creados para su perdición".

Ag.-Estos santos antiguos fueron liberados por la gracia a la que tenéis guerra declarada vosotros, si bien la recibieron por otros sacramentos, según las diversas épocas. Pues creyeron de Cristo lo que nosotros creemos. Existe un solo Dios y uno es el Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús. Su venida humilde les fue profetizada a ellos, a nosotros, anunciada; su venida gloriosa al fin de los tiempos, a ellos y a nosotros preanunciada. Y así nuestra fe y la suya en un Mediador único es una sola fe, y un mismo espíritu de fe en ellos y en nosotros. Por eso dice el Apóstol: Teniendo un mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: Creí, por eso hablé, también nosotros creemos, y por eso hablamos 186. De dónde viene esta fe, para no gloriarnos como de cosa propia, nos lo dice el Apóstol: Habéis sido salvados por gracia, mediante la fe; y esto no viene de nosotros, sino que es don de Dios 187. Y en otro lugar: Paz a los hermanos y caridad con fe de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo 188.

El pecado original

125. Jul.- "Si estas son tus palabras, tus mismos protectores pueden confesar que eres evidentemente maniqueo. Y si comprendes que tu doctrina es combatida por la armada del rey verdadero y que contra ella nada puedes, reconoce asolado todo cuanto has construido y, por consiguiente, no pueden ir todos a la condenación por uno, sino sólo los que, rebeldes a la voluntad de Dios, serán en su última hora sorprendidos sin haberse convertido ni hecho penitencia".

Ag.- Añade además: y los nacidos que no han sido regenerados, porque todos pecaron en uno 189.

El barro y el alfarero

126. Jul.- "El texto en que se dice: Dios es como un alfarero que de una misma masa hace un vaso para usos honrosos y otro para usos viles 190, no debiste recordarlo, porque esta manera de hablar concuerda con nuestra exposición y contradice por completo la tuya; porque al decir que unos vasos están hechos para usos nobles y otros para usos viles, quiere decir, en sentido católico, que la suerte de los vasos difiere según la diferencia de los humanos quereres".

Ag.- Escucha a Ambrosio decir: "Todos los hombres nacemos sujetos a pecado, porque nuestro mismo nacimiento está viciado" 191. Así entendió lo mismo que sus condiscípulos y condoctores, todos sin duda católicos, lo que está escrito del pecado y de la muerte: entró por uno y pasó por todos los hombres 192. Esta es la masa, compréndelo, de la que se hicieron los vasos; aquéllos y éstos. Si la solución de este insondable misterio fuera la que tú das, tomando por base los méritos de la voluntad, sería tan claro todo, que el Apóstol no se hubiera visto forzado a decir: ¡Oh hombre! ¿Quién eres tú para pedir cuentas a Dios? 193 Se trata de neonatos, Dios ama a uno y odia al otro, no por las obras, sino según el decreto de su voluntad. Después de estas palabras habla de diferentes vasos de una misma arcilla y del poder del alfarero.

Vasos y vasos

127. Jul.- "Enseñas primero que todos los hombres están en la senda de condenación. ¿Cómo te atreves ahora a citar un texto en el que se habla de un vaso de honor y otro de ignominia?"

Ag.- Porque Dios libra de esta masa de condenación a los que libra; vosotros, al negarlo, sois herejes. Por lo que al origen se refiere, por uno todos van a la perdición; por lo que se refiere a la gracia, que no se otorga según los méritos, todos los que se ven libres de condenación son vasos de misericordia; los que no se libran, la ira de Dios permanece sobre ellos 194, según un justo juicio de Dios, juicio que no se ha de censurar, por insondable; y se llaman vasos de ira porque de ellos hace buen uso Dios, con el fin de dar a conocer la riqueza de su gloria en los vasos de misericordia 195. En unos se cumple la justicia punitiva de Dios; en éstos la misericordia que perdona; y si crees que los caminos irrastreables del Señor son merecedores de censura, escucha: ¡Oh hombre! ¿Tú quién eres para pedir cuentas a Dios?

Todos y no todos

128. Jul.- "Nada más contradictorio que decir: Todos y no todos. Dices: "Todos los hombres son formados por el alfarero divino para condenación". Pero el Apóstol dice: No todos para condenación, ni todos para gloria, palabras estas cuya importancia destacaré en su lugar. Por el mismo enunciado de las palabras es claro que tus sentimientos difieren en grado sumo de los del Apóstol; y el alfarero que destina a todos a condenación no es el mismo que el de San Pablo que fabrica también vasos para usos nobles. En consecuencia, como tu alfarero modela todos los vasos para condenación el alfarero del Apóstol ahorma a muchos para gloria".

Ag.- Cuando se dice que todos están destinados, por el pecado de uno solo, a condenación, se quiere designar la masa de la que el alfarero hace algunos vasos para honor, es decir, vasos elevados al estado de gracia; y vasos de ignominia, es decir, abandonados al castigo que merecen, para que los hijos de gracia sepan que reciben un don, del que pudieron verse privados sin injusticia alguna, y así no se gloríen en sí mismos, sino en el Señor 196.

El dios de Juliano no es el Dios de Pablo

129. Jul.- "Basta lo dicho para que aparezca al momento cuanto hay de particular en tu ignorancia o temeridad cuando aduces como favorables a tu doctrina textos que la contradicen. Además, la razón y la piedad harán ver que mi Dios no formó a nadie para ignominia".

Ag.- Si tu Dios no crea a nadie para ignominia, no es el mismo Dios del apóstol Pablo; porque, al hablar del Dios verdadero, escribe: ¡Oh hombre! ¿Quién eres tú para pedir cuentas a Dios? ¿Acaso la pieza de barro dice al que la modeló: por qué me hiciste así; ¿No es dueño el alfarero de hacer de una misma masa unas vasijas para usos nobles y otras para usos viles? 197 Pero tú, orfebre supremo en la oficina de los pelagianos, fabricas un dios incapaz de hacer una vasija para usos viles.

Misterio insondable

130. Jul.- "Al crear Dios los hombres a su imagen, los creó a todos buenos; y a los degenerados por la perversidad de su instinto, desea reformarlos por la abundancia de sus remedios. La Iglesia canta su misericordia y su justicia 198; porque es benigno con aquellos que no han obrado mal, y castiga con justicia a los que, habiendo sido creados buenos, han pecado por su propia voluntad y rechazaron los socorros de su misericordia. Esta misericordia y justicia es la que canta la Iglesia de los católicos: nada parecido resuena en la vuestra, pues proclama sin justicia, sin juicio, sin misericordia a un Dios autor de los malos, que crea para castigar y castiga porque los formó de Adán".

Ag.- A todas estas dificultades contesté ya más arriba; sin embargo, escucha ahora unas breves palabras. Dios no cesa de ver lo bueno que hay en su obra, aunque venga de una raíz viciada, y, aunque te desagrade, Dios crea a los que condena; contradícele, si puedes, para que no forme a los que, en su presciencia, sabe que han de hacer el mal y perseverar en su maldad hasta el fin, y por esta causa han de ser, sin duda, condenados; o si te place, sugiérele arrebate de esta vida, mientras son inocentes y buenos, a tantos millares de niños ya bautizados, cuya vida criminal preconoce y ha de condenar al fuego eterno con el diablo, y obtendrían así la vida eterna, si no en el reino, sí en algún lugar de una felicidad de segundo orden que vuestra herejía inventó para ellos.

Podrás aún, como consejero de Dios, sugerirle algo en favor de sus hijos que regeneró y adoptó, cuya maldad y condenación futuras ha previsto; y es que antes de caer en una vida culpable, sean privados de la vida y los acoja en su reino y no vayan a parar a los suplicios eternos. Si crees poder censurar nuestro lenguaje, al decir que Dios crea hombres para condenarlos, piensa que otro tan vacío como tú podrá decir con mayor malicia que Dios regenera a los que condena, porque está en su omnipotencia el arrancarlos de las tentaciones de esta vida antes que sean culpables. O si no puedes emplear este lenguaje sin contradecir a Dios, ni dar un consejo a su sabiduría: quién conoció el pensamiento del Señor o quién fue su consejero, deja de imaginarte otro alfarero que no fabrique vasijas de ignominia, y guárdate de reprender al que hace vasos de esta especie; reconoce lo que eres, porque, para evitar caer en este sacrilegio, te dice el Apóstol: ¡Oh hombre! ¿Quién eres tú para pedir cuentas a Dios?

Amamos porque somos amados

131. Jul.- "Aclaremos ya el sentido elevado de esta perícopa apostólica, para que no se piense que ha dicho de unos pocos lo que tú enseñas ha dicho de todos. El apóstol Pablo discute en este pasaje sobres cuestiones judaicas, pues engreídos los judíos por la nobleza de su raza, no quieren ser puestos en pie de igualdad con los fieles venidos de la gentilidad; era necesario hacer resaltar la justicia y la gracia de Dios, mostrándoles que pertenece a la magnificencia de ambas que el conocimiento de la Ley ha ennoblecido primero a los judíos, y que las naciones han sido luego ganadas por la predicación de Cristo.

Uno es el creador de los dos pueblos y ha de juzgar a unos por la Ley y a éstos sin la ley 199, porque Dios no lo es sólo de los judíos, sino también de los gentiles, y a cada uno le dará su merecido sin fraude y sin favoritismos, es decir, sin acepción de personas -que es lo que entraña la palabra gracia en la definición de justicia-, y con todo derecho condena a los descendientes de Abrahán que viven en la iniquidad y les priva de la herencia, y a los gentiles a quienes la muerte sorprenda en semejante estado; y, por el contrario, recompensa con los gozos eternos a los que, perteneciendo a los dos pueblos, es sincera su fe, su voluntad recta y sus acciones son honestas. Cohíbe el Doctor de los gentiles el orgullo de los judíos y prueba que la superioridad radica, no en el origen del género humano, sino en las costumbres; dándoles a entender que, si no procuraban ser fieles, no podrían valerse de la prerrogativa de ser circuncisos; porque Jacob y Esaú, concebidos al mismo tiempo, nacidos de un mismo parto, sus destinos fueron distintos, según la diversidad de sus méritos".

Ag.- Si comprendieras el sentido del Apóstol, no hablarías en este lugar de los méritos de Jacob, pues se dice que no fue amado de Dios por sus obras. Lo dice para hacer resaltar la excelencia de la gracia, que no se nos da según nuestros méritos, pues de otra suerte, el salario no se le contaría como gracia, sino como deuda 200. ¿Qué significan estas palabras sino que la gracia no es una deuda y sí un favor gratuito? Es esta gracia la que recomienda cuando dice: Antes aún de haber nacido, y cuando no habían hecho ni bien ni mal, para que se mantuviese la elección de Dios, que depende, no de las obras, sino del que llama, le fue dicho: El mayor servirá al menor 201. Transparente es lo que tú oscurecer quieres. Disipa el humo y fija tus ojos en la luz de la Escritura. Previene la gracia al hombre para que ame a Dios y mediante este amor obrará el bien. Es lo que Juan, el apóstol, da muy bien a entender cuando dice: Amémonos mutuamente, porque Dios nos amó primero 202. No somos amados porque amamos, amamos porque somos amados.

Amor gratuito el de Dios

132. Jul.- "Esaú, fornicario e impío, vendió por una comida su primogenitura 203. Buscó luego la bendición que había despreciado, sin conseguirla, aunque la imploró con lágrimas. Jacob, dulce y humilde, obediente a las órdenes de sus padres, con un gran deseo de santificarse, se eleva a tal grado de gloria, que en el pueblo santo se dice: "el Dios de Jacob", como se dice "el Dios de Abrahán e Isaac". Un manojo de ejemplos prueba que Dios, por justo juicio, no rehúsa su gracia a las almas bien dispuestas, de cualquier nación que sean, y que hay almas malas que no pueden ser amparadas por la nobleza de su estirpe, y los judíos debían comprender que no debieran despreciar la fe de los gentiles; porque si la nobleza de sangre no es una excusa para los criminales judíos, tampoco es impedimento el origen gentil para la práctica de las virtudes. Tal era, en este conflicto, el pensamiento del Apóstol, y en algunos pasajes, para humillar la arrogancia de los circuncisos, llama gracia al poder de Dios".

Ag.- Luego, para humillar la arrogancia de los judíos, con el nombre de gracia miente el Apóstol, porque la elección de Dios es por las obras, no por gracia. ¿Quién puede pensar así, si no es un hereje, enemigo de la gracia y amigo de la soberbia? Clama este vaso de elección, predicador de la gracia, a la que debe este título, y dice que Jacob fue amado no por las obras, por las que tú crees fue amado. Y obrando así piensas contradecirme, cuando eres un nuevo anticristo y palmariamente contradices a Pablo, por quien habló Cristo 204.

Pablo, antes Saulo

133. Jul.- "Se gloriaban los judíos en la observancia de sus ritos y sacrificios, convencidos de que las otras naciones, en las que ningún rito legal había realizado la consagración, no podían ni debían ser de repente admitidas en su sociedad; ahora el Apóstol les advierte que, si bien la perfecta justicia podía encontrarse en aquellas observancias, Dios tenía poder para sustituir un pueblo por otro, rechazar a los que le plazca y aceptar a los que quiera. En este sentido responde en la persona de los judíos que no se puede exigir nada a la voluntad de los hombres, pues Dios usa de misericordia con quien quiere, y a quien quiere endurece. Y a esto responde el Apóstol: ¡Oh hombre! ¿Tú quién eres para pedir cuentas a Dios? E introduce el texto del profeta Isaías: Acaso la pieza de barro dirá al que la modeló: ¿por qué me hiciste así? Y añade en su nombre: ¿O es que el alfarero no puede hacer de una misma masa una vasija para usos nobles y otra para usos despreciables? 205

Y el sentido es: He tejido el elogio de la voluntad de Dios y expuse el valor de su gracia diciendo que usa de misericordia con el que se apiada, y tú, ¡oh judío!, me calumnias como si el alabar la voluntad y el poder de Dios fuera negar su justicia. Y porque dije: Hace todo lo que quiere, concluyes: luego nada depende de la voluntad del hombre si Dios lo hace todo por su propia voluntad, como si la majestad de este nombre adorable excluyese toda discusión. Si hubiera dicho: Hizo Dios lo que debía hacer según las leyes de su justicia, que juzga de los méritos de cada uno, nada me podías objetar; pero como dije: Dios hace lo que quiere, crees he robado algo a la dignidad de su justicia. Las dos expresiones encierran un mismo pensamiento. Porque cuando digo: Hace Dios lo que quiere, no doy a entender otra cosa sino que hace lo que debe; pues sé no quiere sino lo que debe. Y como la voluntad y la justicia están inseparablemente unidas, lo que de una se dice, a la otra se aplica".

Ag.- Cualquier sentido que des a la frase: Dios hace lo que debe, es cierto que a nadie debe su gracia, perdona a muchos que merecen castigo y otorga su gracia al que de ninguna manera la merece por sus buenas obras. ¿Qué debía al mismo Pablo cuando perseguía Saulo a la Iglesia? ¿No era el castigo? Si le postra en tierra a una voz venida del cielo, si le priva de la vista, si le atrae con fuerza a una fe que antes trataba de arrasar, con toda certeza le concede una gracia no merecida, y Pablo se encuentra sin pensarlo entre el resto de Israel, del que escribe: Así, pues, subsiste en el tiempo presente un resto, elegido por gracia. Y si es por gracia, ya no lo es por las obras; de otro modo, la gracia ya no sería gracia 206. Y ¿qué debía, si no era el castigo a los que dice: No hago esto por vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre, que habéis profanado entre las naciones?

Declara realizar en ellos obras buenas, pero a causa de su nombre que han profanado y no a causa de los profanadores; porque si quisiera obrar según sus méritos, los castigaría como debían ser castigados y no les otorgaría la gracia que no merecen. Si predice que obrará así es porque quiere hacerlos buenos, no porque sean buenos los que profanaron su santo nombre. Les anuncia con claridad que harán obras buenas, pero actuando Él para que las hagan, pues entre otras cosas dice: Haré caminéis en mis preceptos y observéis y practiquéis mis juicios 207. Cierto, el salario se debe a las buenas obras; se les debe el salario si se cumplen; pero la gracia, que no se merece, precede para que se realicen. Se debe, repito, una digna recompensa a las obras buenas de los hombres, pero no se les debe la gracia que los transforma y de malos los hace buenos.

Por último, has dicho que Dios hace lo que debe, y con orgullo exaltas los méritos de los hombres; di, te lo ruego, en virtud de qué méritos debe Dios a los niños el reino de los cielos. Posible digas se debe a su gracia, por la que han sido regenerados. En efecto, porque recibieron esta gracia merecen entrar en el reino de los cielos; pero esta gracia que otorga a los que han de ser regenerados, no es debida a sus méritos. Por eso, en un sínodo episcopal de Palestina, Pelagio, para evitar su condena, se vio obligado a condenar a cuantos decían que la gracia de Dios se daba según los méritos, y con estas palabras os condena y se condena, pues vosotros no cesáis de vocear esta doctrina.

Es esta gracia, gracia en el verdadero sentido, pues es gratuita y no es debida a mérito alguno precedente; gracia que recomienda el Apóstol cuando dice: Antes de haber nacido, y cuando no habían hecho ni bien ni mal, para que se mantuviese la elección de Dios. Elección de la que dice: Subsiste un resto elegido por gracia; si por gracia, ya no por las obras; de otra manera la gracia ya no sería gracia. Por eso ahora, después de decir: para mantener la elección divina, añade: No por las obras, sino por el que ha dicho: El mayor servirá al menor 208.

Contra esta trompeta de la verdad reclamas y dices: "Para humillar la arrogancia de los circuncisos, con el nombre de gracia Pablo, el apóstol, da a entender el poder de Dios". ¿Qué otra cosa dices, sino que "para humillar la arrogancia de los circuncisos" mintió el Apóstol, diciendo que no por las obras amó el Señor a Jacob; siendo así que lo amó por las obras, pues era humilde y apacible, obediente a las órdenes de su padre y muy ansioso de santidad? No comprendes que no fue amado por estas buenas cualidades que había de poseer, sino que tuvo estas buenas cualidades porque Dios lo amó. Enrojece, pues no miente el Apóstol; no por las obras fue amado Jacob; si por gracia, no por las obras; por gracia amado, y esta gracia hizo fructificase en buenas obras. ¡Ten piedad de ti y no seas enemigo de esta gracia!

Para que obre el hombre, actúa Dios

134. Jul.- "Así, esta soberbia quería ociar y cubrir su pereza con apariencias de necesidad, para reclamar contra el Evangelio a propósito de la adopción de los gentiles; y aunque fuera como tú comentas, debería orar al Señor y no avivar la rebelión. Con estas palabras confunde Pablo la perversidad del hombre que, apoyado en una expresión ambigua, se esfuerza en atribuir a una necesidad impuesta por Dios la diversidad de méritos, como si vinieran de un estado volitivo para llegar a la conclusión de una de estas dos cosas: o que los gentiles no son admitidos a participar de las promesas divinas, o, si Dios los admite, la libre voluntad no desempeña su oficio.

Mas como esto no era suficiente para su intento, ni sentaba bien a tan gran maestro, rinde homenaje a la autoridad de Dios, que no podía dejar indefensa su justicia; por eso añade consecuentemente y con toda razón: el ser vaso destinado al honor o a la ignominia se debe al mérito de la propia voluntad. Si Dios, queriendo manifestar su cólera y dar a conocer su poder, con gran paciencia soportó a los vasos de ira, preparados para la perdición, a fin de dar a conocer las riquezas de su gloria en los vasos de misericordia que había preparado para la gloria, como nosotros que hemos sido llamados no sólo de entre los tardíos, sino también de entre los gentiles 209.

Cierto, aquí resuelve la cuestión que en el discurso precedente no había puesto en claro, es decir, que la cólera de Dios cae sólo sobre los vasos destinados a la perdición, pero que la gloria está destinada a los que se preparan para recibirla. De quién reciban este destino de que hablamos lo enseña con claridad el Apóstol: En una casa grande, dice, no sólo hay vasos de oro y plata, sino también de madera y de barro; unos para usos nobles, y otros para usos viles. Si, pues, alguno se mantiene limpio de estas manchas, será vaso para uso noble, santificado y útil para su Señor, dispuesto para toda obra buena" 210.

Ag.- ¿Luego estos vasos se prepararon ellos mismos, de suerte que el Apóstol habló en vano cuando dijo: Los vasos que Dios preparó para su gloria? Lo dices abiertamente, sin comprender que, por las palabras si alguno se purifica a sí mismo, se quiere dar a entender que la obra del hombre es fruto de su voluntad; pero, hombre ingrato, el Señor es quien prepara la voluntad 211; de suerte que las dos proposiciones son verdaderas; Dios prepara para la gloria y los mismos vasos se preparan. Pero para que actúe el hombre, actúa Dios; para que el hombre ame, primero le amó Dios. Lee al profeta Ezequiel, del que copié lo que me pareció conveniente, y encontrarás estas palabras: Dios hace que los hombres observen sus preceptos, y se compadece de ellos, no por sus méritos, que en este texto recuerda son malos, sino por su nombre. Dios, sin méritos por parte de ellos, les invita a guardar sus leyes y que comiencen así a tener el mérito de sus buenas obras. Esta es la gracia que tú niegas, y no es recompensa de sus buenas obras, sino causa.

Llama Dios al que quiere

135. Jul.- "He aquí el oficio del libre querer: Si alguno se limpia a sí mismo del contacto con los vasos de ignominia -con este nombre designa los vicios- será vaso para uso noble, santificado y útil para el Señor, dispuesto para toda obra buena. Y estos vasos se preparan mediante propios esfuerzos para ira o para gloria. Dios manifiesta su poder en los dos, ora ejerciendo su rigor con los impíos, ora otorgando su bendición a los fieles. Es, pues, evidente que el texto del insigne Maestro no brinda ayuda a los maniqueos, al contrario, pone en nuestras manos un arma poderosa".

Ag.- ¿Por qué calumnias? ¿Por qué acusas de falsedad sin ver contra qué doctores de la Iglesia diriges tus dardos? Te respondo, no con palabras de Manés, sino de Ambrosio: "Dios llama al que le place, y hace piadoso al que quiere" 212. Es lo que en verdad hace el Señor, lo que reconoce Ambrosio en la verdad de las Escrituras; mas por qué haga Dios con unos esto y con otros aquello es un juicio oculto. Por eso le dice al hombre un hombre, pero no el hombre: ¡Oh hombre! ¿Tú quién eres para pedir cuentas a Dios? Acaso el barro puede decir al que lo modela: ¿Por qué me hiciste así? ¿No tiene poder el alfarero del barro para hacer de una misma masa una vasija para honor y otra para ignominia? 213 Ilumina tus oscuridades a la luz de estas palabras, en las que se manifiesta que el juicio de Dios permanece inescrutable; pero son tan claras en sí, que no permiten sean empañadas por la oscuridad de tu razonamiento.

Masa viciada

136. Jul.- "Por eso te es sumamente contrario el texto del Apóstol, pues afirma no estar todos destinados a la condenación, mientras tú sentencias que todos los están. Tus razones son puro absurdo cuando dices: "Sin embargo, no están creados para la condenación los que han de ser liberados"; estas tus palabras, ni en la superficie están de acuerdo con las del Apóstol. Cuando dices: "Todos han sido creados para condenación por ley de nacimiento, aunque un número muy reducido son liberados por los sacramentos", no afirmas lo mismo que el Apóstol, pues no dice que no son condenados los liberados, sino que todos los hombres no son creados para condenación, pues unos están destinados a ser vasos de ignominia y otros vasos de honor".

Ag.- Cuando dice el Apóstol: Por uno todos en condenación 214, habla de la masa viciada que desciende de Adán; cuando dice que de esa masa se hacen vasos de honor, valora la gracia que libera a los hombres que creó; cuando dice que de la misma masa se hacen vasos de ignominia, muestra la justicia de Dios, al no liberar a todos los hombres creados por él. Y vosotros os veis forzados a confesarlo, pues no podéis negar que todos pertenecen a una misma masa, cualquiera que ésta sea; y de esta masa confesáis que algunos son adoptados para el reino de Dios, y, por consiguiente, son vasos de honor; y de esta misma masa otros no son adoptados y son vasos de ignominia, y si lo reconocéis con vuestra inteligencia, lo negaréis con descaro, pues aunque no existiera, como pretendéis, este lugar de condenación, es una ofensa para las almas creadas a imagen de Dios ser del reino excluidas. Y si persistís en negar esta gracia, daréis pruebas de pertenecer a este juicio que, de no existir el pecado original, sería, para los niños, injusto.

De una misma masa

137. Jul.- "Evidente que el Apóstol habla en este pasaje de las costumbres, y tú haces ver la indigencia que posees de los testimonios de la ley, a pesar de tus esfuerzos en buscar, contra los fulgores de la razón, un refugio en apoyo de tus sentencias, que en manera alguna responden a tu intención, y, por su misma naturaleza, no te favorecen".

Ag.- Dice el Apóstol: Dios hace de una misma masa vasos para honor y vasos para ignominia; pero no dice que unos ni son para honor ni para ignominia, lo que diría si de los niños tuviera la misma opinión que vosotros. Contra estas palabras que resuenan divinamente como truenos, no relampaguea vuestra razón, sino humea.

Cristo, Mediador entre Dios y los hombres

138. Jul.- "Hasta el momento, objeto de nuestra discusión ha sido el texto del Apóstol. Veamos en Isaías, del que Pablo tomó sus palabras, cómo Dios no prohíbe a su criatura racional emitir sus juicios sobre él mismo como dice por el profeta: Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien, socorred al oprimido, y disputemos, dice el Señor 215; en estas palabras, para que no parezca obrar sólo por su poder y no por su justicia, se digna revelar la razón de sus disposiciones. Anuncia al pueblo judío, afligido por una larga cautividad, el tiempo de su redención y del regreso a su tierra; les explica los motivos de sus pasados aprietos y de sus próximos gozos. Destilad, cielos, de lo alto, lluevan las nubes la justicia; germine la tierra la misericordia y brote juntamente la justicia. Yo, el Señor, que te he creado, hice lo óptimo, te preparé como el alfarero el barro. El que ara, ¿acaso ara todo el día? Acaso dice la arcilla al alfarero: ¿Qué haces? ¿Por qué no trabajas? ¿Acaso porque no tienes manos? Dirá acaso el vaso al que lo torneó: ¿Me has hecho sabiamente? Le dirá el hijo al padre: ¿Por qué me has engendrado? O a la madre: ¿Por qué me pariste? Así dice el Señor, el Santo de Israel, que hizo el futuro: Interrogadme acerca de mis hijos e hijas; pedidme cuenta de la obra de mis manos. Yo hice la tierra y en ella al hombre; con mi mano formé el cielo y doy órdenes a todos los ejércitos. Yo elevé con justicia al rey e hice rectos sus caminos; reconstruirá mi ciudad y reducirá del cautiverio a mi pueblo, no con recompensas o rescate, dice el Señor de Sabaot" 216.

Ag.- Si entendieses las palabras del profeta, comprenderías que el rey del que dice: Elevé un rey para hacer justicia, y todos sus caminos son rectos, es el Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, pero lo has de comprender como debe ser comprendido. Porque no te atreverás a decir que es por un mérito anterior a sus obras por lo que ha sido hecho Hijo de Dios desde el principio, es decir, desde el seno de su madre. Esta gracia en virtud de la cual este hombre desde el principio fue creado bueno es también por la que los hombres, que son sus miembros, se hacen de malos buenos.

Vosotros nada tenéis que decir de Cristo, en cuanto hombre, es decir, en cuanto la Palabra se encarnó; y el que era Dios, permanece Dios y se hace hombre, y este hombre nunca fue hombre antes de ser Hijo Unigénito de Dios, al unirse a la Palabra. Porque Cristo, para ser lo que es, no lo mereció por ninguna obra proveniente de su querer personal, sino, como con toda verdad dice San Ambrosio: "naciendo del Espíritu, se abstuvo de todo pecado" 217. De otra suerte, vosotros os veríais obligados a decir que había muchos que se le asemejarían si lo hubiesen querido, y para que ese tal fuese sólo uno, esto dependía de los hombres que no quisieron ser tales.

Ponderad qué impiedad sería afirmar esto, o, sin palabras, pensarlo en su interior. Y así como reconocéis la naturaleza del Unigénito en esta perícopa de San Juan: En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios; reconoced también la gracia por la que la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. Llama a quienes le place, y al que quiere hace piadoso 218, e hizo al hombre que él quiso sin ningún mérito anterior de su voluntad humana, para ser el Mediador entre Dios y los hombres.

Dice Juliano lo que no dice Isaías

139. Jul.- "El sentido de este pasaje se contiene en su entorno histórico. Dios dice a su pueblo: No os entregué a la cautividad por venganza, ni ahora, con olvido de la justicia os rescaté de la esclavitud de Babilonia. Inclinado a colmaros de mis favores, en cuanto de mí depende, mi justicia hizo os entregara a vuestros enemigos en castigo por vuestros delitos, y socorreros y libraros cuando os vi en tribulación. Como un agricultor experimentado no está siempre ocupado en la misma faena, para que el arado abra surcos en la tierra, sino que, de diversas maneras prepara sus tierras para la fertilidad, así discuto yo de diversos modos y con tribulaciones y consuelos preparo vuestra voluntad para que fructifiquéis en justicia.

Finalmente, para que comprendáis cuánta equidad uso con vosotros, aunque por mi poder soy capaz de menospreciar vuestras murmuraciones y sellar vuestra boca con el sello del silencio, porque el vaso no puede decir a su modelador, ¿por qué me hiciste así?; sin embargo, os exhorto a preguntarme sobre mis hijos e hijas, es decir, sobre vosotros y las obras de mis manos, para que entendáis que todo lo hice con justicia y nada hice por crueldad".

Ag.- Dices lo que tú quieres, no lo que dice Isaías. Él proclama la gracia, tú la niegas.

Gracia, don gratuito del Mediador

140. Jul.- "El profeta y el Apóstol toman como ejemplo un alfarero; pero sólo a título de comparación; pues no han querido decir que los hombres sean materia tan vil ante Dios como la arcilla en el horno y en la rueda de los alfareros. Después de este comentario quiero anotar que, según una reciente exposición del mismo texto, existe otra verdad. Lloved, cielos, rocío de lo alto; nubes, lloved al justo. Ábrase la tierra y germine el Salvador juntamente con la justicia. Yo, el Señor, lo he creado. ¡Ay del que pleitea con su Hacedor! Es vasija de tierra de Samos. Dice acaso el barro a su alfarero: ¿Qué bacas? ¿Tu obra no tiene manos? 219

En sentido histórico, estas palabras designan al rey Ciro, pero en sentido profético pronuncian la encarnación del Salvador. Puesto que había de nacer de una virgen, quiere Isaías confundir la obstinación de los judíos y de todos los infieles y les reprocha el no conocer los signos claramente anunciados. Primero dice: Ábrase la tierra y germine el Salvador juntamente con la justicia. Luego sigue: Yo, el Señor, lo he creado".

Ag.- Dime por qué obras mereció esto el hombre Cristo Jesús; y atrévete a graznar en virtud de qué justicia divina pudo él merecer este privilegio. Y si no te atreves a decirlo, reconoce que la gracia queda al margen de todo mérito; gracia que al hombre perdona sus pecados y establece, por el Espíritu Santo, la justicia en la naturaleza humana. Al hombre Cristo Jesús no le perdonó pecados, ni lo hizo ser bueno desde el principio, porque desde el principio fue siempre Hijo de Dios. Lo mismo que en el desierto los que eran mordidos por las serpientes eran exhortados a mirar, para no perecer, la serpiente levantada, como signo de vida, así a los que han sido envenenados por vuestras doctrinas les exhortamos a mirar a Cristo y que vean en la justicia del Mediador la gracia, independientemente de todo mérito, y por su medio rechacen la ponzoña de vuestra boca.

Por último, en las palabras del profeta que citas, según una reciente interpretación, se evidencia en ellas el anuncio de Cristo y citas, para apoyar tu doctrina del nacimiento virginal, las palabras: Ábrase la tierra y germine el Salvador. Pero no has querido decir nada de su justicia vaticinada en el mismo texto, si bien citas estas palabras proféticas: Lloved, cielos, rocío de lo alto, y las nubes lluevan al justo; ábrete, tierra, y germine el Salvador, y juntamente con él nazca la justicia.

¿Qué justo, dice, han llovido las nubes, sino el Cristo anunciado por los profetas, predicado por los apóstoles, nacido con la justicia del seno de una Virgen? Y después de las palabras: Ábrete, tierra, y germine el Salvador, añade en seguida, y la justicia nazca con él. Así los hombres que renacen en Cristo son por esta gracia justificados, por la que nació Cristo hombre; modelo para nuestra vida, para que, al imitarlo, obremos conforme a justicia; y ejemplo de gracia para que, creyendo en él, esperemos ser por él justificados, bebiendo en la misma fuente que le hizo justo, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención, a fin de que, como está escrito, "el que se gloríe, se gloríe en el Señor" 220.

Y todos los que han sido mordidos por vuestros caninos mortíferos, miren a este Justo y sanarán; es decir, crean recibir la justicia de la misma fuente en la que se abrevó Cristo desde su nacimiento, y así no se gloríen en su libre albedrío ni en sus méritos, sino en el Señor.

Esaú y Jacob

141. Jul.- "Se abre la tierra para que germine, se abre antes de recibir la semilla del agricultor; es lo que pasó en la concepción de la Virgen; cumple el oficio de madre y excluye el de esposa. Lo que era contrario a la costumbre es lo que promete el Dios todopoderoso, y en previsión de una multitud de incrédulos añade: ¡Ay del que contradiga a su Hacedor! ¡Vaso de tierra de Samos! Esto es: ¡Ay de los que, contra la promesa de Dios, no creen que una Virgen pueda quedar encinta, y que a pesar de la formación de todos los hombres en las entrañas maternales por la intervención del poder de Dios, siguiendo las leyes de la generación, se obstinan en decir que, sin intervención de hombre, de la carne de una Virgen no pudo formar un cuerpo!

Esto es lo que vosotros, obstinados, no creéis que yo he podido hacer y me habláis de las dificultades, cuando es cierto que vosotros habéis sido formados por mis manos. Es como si la arcilla dijese al alfarero que la tornea: No tienes manos, en el momento que estas manos forman un vaso. Preguntáis quién dio un hijo a la Virgen sin concurso de varón; sabed que ha sido el mismo que os formó a vosotros de una semilla. Mas como está permitido dar a la Escritura santa pluralidad de sentidos, y los dos indicados son conformes a la piedad y al respeto del Señor, doy aquí fin al primer libro. Para terminar digamos que Dios es autor de los que nacen, defensor de los inocentes, remunerador de los católicos y juez de los maniqueos".

Ag.- Para que los lectores inteligentes conozcan tus esfuerzos por desviar las palabras claras y rectas del Apóstol de su verdadero sentido, es preciso responder a tus argumentos con razonamientos del mismo Apóstol. Quiere Pablo probar que Dios puede hacer cuanto promete; y de una manera especial nos manifiesta su gracia, de la que sois enemigos porque no depende del poder del hombre el que Dios cumpla sus promesas, sino del poder del que promete. Y para demostrar esta verdad escribe: No puede fallar la palabra de Dios. No todos los descendientes de Israel son israelitas; ni todos los descendientes de Abrahán son todos hijos, sino que en Isaac te será llamada descendencia; es decir, no son hijos de Dios los hijos según la carne, sino que los hijos de la promesa se cuentan como descendencia. Porque estas son las palabras de la promesa: Por este tiempo volveré y Sara tendrá un hijo. Pon atención a las palabras: los hijos de la promesa, porque el que promete es poderoso para cumplirla. Más aún, dice, también Rebeca concibió de uno, de nuestro padre Isaac. Antes de nacer, y cuando no habían hecho ni bien ni mal, para que se mantuviese la elección libre de Dios, no por las obras, sino por el que llama fue dicho: el mayor servirá al menor. Piensa en esta gratuita elección, no por las obras, como lo hace notar por un profeta posterior, cuyas palabras cita el Apóstol al decir: según está escrito: Amé a Jacob y aborrecí a Esaú.

Surge aquí una cuestión que suele turbar a los que no comprenden las profundidades de la gracia. Se la propone el Apóstol y dice: ¿Qué diremos? ¿Hay acaso en Dios injusticia? De ningún modo. Y para enseñarnos por qué dijo absit, añade: Dijo a Moisés: seré siempre misericordioso con quien lo sea; me apiadaré de quien me apiade. Por consiguiente, no es del que quiere o del que corre, sino del que Dios se compadece. Si te fijaras, no opondrías a la gracia los méritos de la voluntad, cuando oyes: No es del que quiere o del que corre, sino del que Dios tiene misericordia. En consecuencia, no se apiadó Dios porque Jacob quiso y corrió; sino que quiso y corrió porque el Señor se compadeció. Dios es el que dispone la voluntad 221; y el Señor el que guía los pasos del hombre y se complace en su camino 222. Y a continuación se dice como en el caso de Jacob: No del que quiere, ni del que corre, sino del que Dios tiene misericordia; aduce el ejemplo de Faraón, que responde a lo que había dicho: y aborreció a Esaú: Pues dice la Escritura al Faraón: Te suscité precisamente para mostrar mi poder en ti y para que mi nombre sea conocido en toda la tierra. Y, a modo de conclusión, dice: Usa de misericordia con quien quiere, y endurece a quien quiere. Se apiada por gracia, de balde se da lo que no es por mérito; endurece con justicia, según los méritos. Hacer de una masa de condenación un vaso de honor es gracia manifiesta; hacer un vaso de ignominia es justo juicio de Dios.

Añade las palabras de aquellos a quienes no agrada este proceder y dice: Pero me dirás: ¿Entonces de qué se queja? ¿Quién puede resistir a su voluntad? Reprime su audacia y dice: ¡Oh hombre! ¿Tú quién eres para pedir cuentas a Dios? ¿Dirá acaso la pieza de barro al que la torneó, ¿por qué me hiciste así? ¿No tiene poder el alfarero para hacer de una misma masa una vasija para usos nobles y otra para usos viles? Piensa si esto no está en consonancia con lo dicho antes y no difiere de lo que tú enseñas al afirmar que esto se dice a causa de los méritos de la voluntad humana, contra la letra del Apóstol: Antes de su nacimiento, cuando no habían hecho ni bien ni mal, para que se mantuviese la libre elección divina, no por las obras, sino por el que llama, fue dicho: El mayor servirá al menor. Y no es también contra lo que dice Pablo: No del que quiere ni del que corre, sino del que Dios tiene misericordia. Y no sólo lo que dices está en contradicción con lo anterior, sino también con lo que sigue. Llama vasos de cólera a los que están destinados a la perdición, y sería una injusticia de no estar modelados de una masa de condenación, porque todos, por uno, para perdición y llama vasos de misericordia a aquellos para quienes está preparada la gloria, porque es efecto de una misericordia gratuita, no debida, el preparar para la gloria vasos formados de la misma masa condenada, y no solamente entre los judíos, como afirmas, sino también entre los gentiles; palabras que apoya Pablo en Oseas profeta: Llamaré pueblo mío al que no es mi pueblo; y en Isaías: Sólo el resto será salvo. Y para que subsista este "resto" intervino la gracia de Dios, como lo enseña el versículo siguiente del profeta: Si el Señor Sabaot no nos dejara una semilla. Prueba luego cómo la justicia de los gentiles es obra de la fe; mientras Israel, al no buscar la justicia por la fe, sino por las obras, no alcanzó la justicia. A la fe se refiere cuando dice: Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Debemos nuestra salvación a las buenas obras y a la justicia que viene de Dios, no de nosotros. Por esta razón añade el Apóstol, al hablar de los que tropezaron en una piedra de escándalo y buscaron la justicia, no por la fe, sino por las obras: Hermanos, el anhelo de mi corazón y mi plegaria a Dios en favor de ellos para que se salven. Testifico en su favor que tienen celo de Dios, pero no conforme a su ciencia. Porque desconociendo la justicia de Dios y queriendo establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios 223. Esta es, precisamente, vuestra obra; os empeñáis en establecer vuestra propia justicia, para que reparta Dios su gracia según los méritos, y no queréis que la gracia de Dios preceda y os haga obrar conforme a la justicia.

Como resumen de la discusión Pablo se expresa así: Pregunto: ¿Acaso ha rechazado Dios a su pueblo? De ningún modo. Pues yo también soy israelita, del linaje de Abrahán de la tribu de Benjamín. No ha rechazado Dios a su pueblo que conoció con antelación. O es que ignoráis lo que dice la Escritura acerca de Elías, cómo se queja de Israel ante Dios? Señor, han dado muerte a tus profetas; han derribado tus altares; he quedado yo solo y acechan contra mi vida. Y ¿qué le responde el oráculo divino? Me he reservado siete mil hombres que no han doblado la rodilla ante Baal. Pues del mismo modo, también en el momento presente subsiste un resto elegido por gracia. Y si es por gracia, ya no lo es por obras; de otro modo, la gracia no sería ya gracia. Pon atención a lo que sigue: ¿Entonces qué? Lo que buscaba Israel no lo ha alcanzado; pero los elegidos lo consiguieron 224. Fíjate arriba, cuál es la elección cuando dice: Subsiste un resto, elegido por gracia. Y si es por gracia, ya no lo es por obras. Recuerda cómo define el Apóstol la elección: Cuando aún no habían nacido y nada malo o bueno habían hecho; para que se mantuviese libre la elección divina, no por las obras. Esto es, ser vasos de honor y hacer buenas obras es ya una elección de gracia no por la obras; las buenas obras siguen a la gracia, no la preceden, porque la misma gracia de Dios hace obremos el bien. No establecemos nuestra justicia, sino la justicia de Dios en nosotros; es decir, la justicia que Dios nos otorga.

Los otros quedaron ciegos 225. Este es el juicio conforme al cual son creados los vasos de ignominia; y de este juicio procede lo que se lee: Y aborreció a Esaú; y a Faraón se le dijo: Para esto te suscité. Vosotros, es manifiesto, entendiendo a vuestro aire al Apóstol, o mejor, no comprendiéndolo, queréis gloriaros en vuestras obras contra la gracia, y queriendo establecer vuestra justicia, no queréis estar sometidos a la justicia de Dios. Por el contrario, nosotros predicamos un Dios creador de los niños; y no conocemos ese lugar intermedio, que tampoco conoce el Apóstol; es decir, que de esa masa no se hagan vasos de honor ni de ignominia. Cierto que así es posible sustraerse a la justicia de Dios, caso que os fuera posible demostrar que Dios condena sólo a los maniqueos y no a todos los herejes.