SALMO 150

Traductor: Balbino Martín Pérez, OSA

[Doxología final del salterio. Canto de alabanza]

1. Aunque todavía no me fue revelada la disposición de los salmos, la cual me parece que encierra el secreto de un gran sacramento; sin embargo, como todos ellos son 150, aunque aún no penetró la perspicacia de la mente la profundidad de todo su orden, nos insinúan algo de lo que sin petulancia, en cuanto Dios me ayude, podré hablar. Primeramente consideremos el número 15, del cual se forma el 150, puesto que lo que es número 15 en orden a los números simples, esto es el número 150 en orden a las decenas, porque lo constituyen quince veces 10; y esto es también el número 1.500 en el orden de las centenas, porque lo forman quince veces 100; y, asimismo, esto es el número 15.000 en orden a los millares, puesto que quince veces 1.000 son 15.000. El número 15 simboliza la conformidad de los dos Testamentos. En el Viejo se guarda el sábado, que significa el descanso1; en el Nuevo, el día del Señor, que señala la resurrección. El sábado es el día séptimo de la semana, y el domingo, que sigue inmediatamente al séptimo, ¿cuál es sino el octavo?, el cual ha de tenerse también por primero, pues también se llama el día primero del sábado2; y, a partir de él, el segundo, el tercero, el cuarto, y así hasta el séptimo, que es el sábado. Desde el domingo hasta el domingo se cuentan ocho días, y en ellos se hace patente la revelación del Nuevo Testamento, que en el Viejo se hallaba como velado bajo las promesas terrenas. Pues bien, 7 y 8 son 15. Y éste es también el número de salmos o cánticos que se llaman de grado (desde el 119 al 133), porque otros tantos eran los peldaños por los que se subía al templo. Asimismo, el número 50 encierra en sí un gran sacramento, pues consta de una semana de semanas con el aditamento de un día, como si fuese el octavo, para completar el número 50. Siete veces 7 constituyen el número 49, al cual se añade uno para formar el 50. Este número 50 encierra tan gran simbolismo, que, a contar desde el día de la resurrección del Señor tantos días completos, en el mismo día cincuenta vino sobre los que se hallaban congregados en Cristo el Espíritu Santo3. Este Espíritu Santo se recomienda en la santa Escritura de modo especial por el número septenario, ya en Isaías, ya en el Apocalipsis4, en donde clarísimamente se dan a conocer siete espíritus de Dios, atendiendo a la obra septenaria del único y mismo Espíritu. Esta obra septenaria se conmemora por el profeta Isaías así: Y reposará sobre El (sobre Cristo) el Espíritu de Dios; Espíritu de sabiduría y de entendimiento, Espíritu de consejo y de fortaleza, Espíritu de ciencia y de piedad, Espíritu de temor de Dios5. Este temor debe entenderse por el temor puro del Señor, que permanece por los siglos de los siglos6, puesto que la caridad perfecta echa fuera el temor servil7 y nos liberta para que no ejecutemos las obras serviles, que se prohiben en el sábado. Mas la caridad de Dios se difundió en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado8. De aquí que también se recomienda el Espíritu Santo en el número septenario. El número 50 lo distribuyó el Señor en 40 y en 10, ya que en el día cuadragésimo después de su resurrección subió al cielo y a los diez días de su ascensión envió el Espíritu Santo, recomendando en el número 40 la morada temporal en este mundo. El número 4 resalta en el 40, pues el mundo y el año están constituidos por cuatro partes; y, añadiéndoles el número 10 o el denario, como si se diese el galardón a las buenas obras por el cumplimiento de la ley, prefigura la misma eternidad. El número 150 contiene al 50 tres veces, como si lo hubiera multiplicado la Trinidad. De aquí que por este motivo no entendemos incongruentemente que éste debe ser el número de los salmos. Pues también en aquel número de peces que fue capturado después de la resurrección al arrojar las redes al mar, al completar los ciento cincuenta más tres9, aparece como un aviso hecho de las partes en que deba ser repartido este número; de suerte que conste de tres cincuentenas. Aunque también aquel número de peces encierre otro motivo más sutil y agradable, puesto que el 17, multiplicado tres veces por 3, y también, tomando en suma todos los números desde el 1 hasta el 17, componen el 153. En el 10 está representada la ley, y en el 7 la gracia; y la ley no perfecciona a no ser que se difunda la caridad en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que se halla simbolizado en el número septenario.

2. Lo que algunos creyeron, que son cinco los libros de todos los salmos, se funda en que cada vez que termina un salmo (el 40, 71, 88 y 105) con estas palabras: Fiat, fiat10, así sea, así sea, es el final de un libro. Yo, al querer comprender la razón de esta distribución, no he sido capaz, porque las cinco partes no son iguales entre sí, y, si no lo son por la cantidad de la escritura, a lo menos debían serlo por el número de los salmos, de suerte que cada una constase de treinta. Además, si cada fin de libro termina con fiat, fiat, ¿por qué, puede preguntarse con razón, el libro quinto, y precisamente el último, no termina con este final? Yo, siguiendo la autoridad de la Escritura canónica, en la que se lee: Se escribió en el libro de los Salmos11, reconozco un solo libro de los Salmos, pues veo que esto es cierto; y si lo que dicen ellos es también cierto, observo asimismo que no se opone a esto que digo. Pudiera ciertamente acontecer que, conforme a alguna costumbre de los escritos hebreos, se llamase un libro el que consta de muchos, como se dice una Iglesia la que consta de muchas, y un solo cielo el que consta de muchos, pues no pasó por alto algo de los cielos el que dijo: Mi auxilio procede del Señor, que hizo el cielo y la tierra12. Ni cuando dice la Escritura: Y llamó Dios al firmamento cielo, y ordena que las aguas estén sobre el firmamento13, es decir, sobre el cielo, miente esta misma Escritura al decir: Y las aguas que están sobre los cíelos alaben el nombre del Señor14, porque no dijo "sobre el cielo". Por tanto, como hay una tierra constituida por muchas tierras, pues en el uso común de hablar decimos "toda la tierra" y "todas las tierras", así el que dijo: Se escribió en el libro de los Salmos, aun cuando la costumbre de hablar es de tal modo que parezca que quiso insinuar un solo libro, sin embargo, puede responderse que se dijo: En el libro de los Salmos, como si dijera: "En algún libro de los cinco." Este modo de hablar de tal modo no es frecuente, o raramente lo es, que también uno pudiera persuadirse de que hay un solo libro de los doce profetas, porque igualmente se lee: Conforme se escribió en el libro de los Projetas15. Hay también quienes a todos los libros canónicos los consideran uno solo, porque concuerdan en una admirable y sublime unidad; y, por tanto, que se dijo: En el principio del libro se escribió de mí (que vengo) para hacer tu voluntad, a fin de que por esto se entienda que el Padre, por medio del Hijo, hizo el mundo, puesto que al principio de las Escrituras, en el libro del Génesis, se habla de esta creación. O que, mejor dicho, porque parece ser una profecía, la cual no narra hechos, sino que anuncia cosas futuras; pues no dice "que haya hecho", sino que haga o para hacer tu voluntad; este pasaje ha de aplicarse a lo que se escribió en los primeros versillos del Génesis: Y serán dos en una carne16. A lo cual llama el Apóstol gran sacramento, pero en orden a Cristo y a la Iglesia17. Pero también puede entenderse que se halla indicado este libro de los Salmos en lo que dijo: En el principio del libro se escribió de mí (que vengo) para hacer tu voluntad, pues prosigue: Dios mío, lo quise; y tu ley se halla en medio de mi corazón. Por tanto, como se toma como profetizado de Él lo que se dice al comienzo del libro de los Salmos, en el primer salmo: Bienaventurado el varón que no se halló en el consejo de los impíos, y no se detuvo en el camino de los pecadores, y no se sentó en la cátedra de pestilencias, sino que su voluntad (permanece) en la ley del Señor y medita en su ley día y noche18, esto sería lo que se dijo: Dios mío, lo quise; y tu ley (se halla) en medio de mi corazón. Lo que sigue: Anuncié tu justicia en la Iglesia grande19, más convenientemente se aplica a y serán dos en una carne.

3. Pero ya se entienda de aquel o de este modo lo que se dijo: En el principio del libro, este libro de los Salmos, distribuido por cincuentenas, si se examina a través de estos grupos de cincuenta, responde a algo grande y sobremanera digno de consideración. Pues no me parece vano (decir) que el 50 se refiere a la penitencia; el 100, a la misericordia y juicio, y el 150, a la alabanza de Dios en sus santos, ya que nos encaminamos a la vida eterna de este modo: primeramente, condenando nuestros pecados; a continuación, viviendo bien, a fin de que, después de la condenación de esta vida mala y la ejecución de la buena, merezcamos la eterna. Pues Dios, conforme al designio de su ocultísima justicia y bondad, a los que predestinó, a estos mismos llamó; y a los que llamó, a los mismos también justificó; y a los que justificó, a los mismos glorificó20. Nuestra predestinación no se hizo en nosotros, sino en Él y en lo oculto, en su presciencia. Las tres restantes cosas, la vocación, la justificación y la glorificación, se hacen en nosotros. Somos llamados por la predicación de la penitencia, pues así comenzó el Señor a evangelizar: Haced penitencia, porque se acercó el reino de los cielos21. Somos justificados por el llamamiento de la misericordia y por el temor del juicio; de aquí que se dice: Sálvame, Dios, en tu nombre y júzgame con tu poder22. No teme ser juzgado el que antes pidió ser salvado. Llamados, renunciamos al diablo por la penitencia para permanecer bajo su yugo. Justificados, sanamos por la misericordia para que no temamos el juicio. Glorificados, pasamos a la vida eterna, en donde sin fin alabaremos a Dios. A esto (a estas tres cosas) se refiere, según creo, lo que dice el Señor: Ved que arrojo demonios y llevo a cabo curaciones hoy y mañana, y al tercer día fenezco23. Lo cual también lo demostró en el triduo: de su pasión, muerte y resurrección, puesto que fue crucificado, sepultado y resucitó. En la cruz triunfó de los príncipes y potestades, en el sepulcro descansó y en la resurrección fue ensalzado. La penitencia atormenta, la justicia pacifica y la vida eterna glorifica. La voz de la penitencia es: Apiádate de mí, ¡oh Dios!, según tu gran misericordia; y según la multitud de tus piedades borra mi iniquidad. Esta, la penitencia, ofrece en sacrificio a Dios: el espíritu atribulado y el corazón contrito y humillado24. La voz de la justicia de Cristo en los elegidos es: Misericordia y juicio te cantaré, ¡oh Señor!; salmearé y entenderé en el camino inmaculado cuando vengas a mí. Efectivamente, por la misericordia nos ayuda para obrar justicia a fin de que nos presentemos seguros al juicio, en donde son exterminados de la ciudad del Señor todos los que obran iniquidad25. El versillo con el que concluye este salmo (100) es la voz de la vida eterna.

4 [v.1-2]. Alabad al Señor en sus santos: sin duda en aquellos que glorificó. Alabadle en el firmamento de su poder. Alabadle en sus poderíos, o como otros consignaron: en sus potentados. Alabadle según la inmensidad de su grandeza, Todas estas cosas son sus santos, pues, como dice el Apóstol, nosotros somos justicia de Dios por Cristo26. Luego, si son justicia de Dios, la cual Él hizo en ellos, ¿por qué no serán también poder de Dios, que hizo en ellos para que resucitasen de entre los muertos, ya que también de un modo especial resalta en la resurrección de Cristo el poder, pues, aun cuando en la pasión apareció la debilidad, según dice el Apóstol: Si fue crucificado en cuanto a la flaqueza, no obstante, vive por la virtud o el poder de Dios27; y en otro lugar dice también: A fin de conocerle a Él, y el poder de su resurrección?28 Admirablemente dijo por tanto: En el firmamento de su poder, pues es firmamento de poder, porque ya no muere y la muerte no se enseñoreará de El en adelante29. Pero ¿por qué, pues, no se dice: A los que hizo en ellos, al nombrar los poderíos de Dios? Sin duda, ellos son poderíos de Él, como nosotros somos justicia de Dios en Él, según se dijo. Pues ¿qué cosa más poderosa que reinar eternamente después de haber vencido a todos los enemigos debajo de sus pies? ¿Y por qué no han de ser también inmensidad de su grandeza? Mas no aquella por la que Él es grande, sino aquella por la que los hizo grandes, y tantos, es decir, miles de millares, así como se entiende de un modo la justicia por la cual Él es justo, y de otro la que hace en nosotros para que nosotros seamos su justicia.

5. Estos mismos santos se hallan simbolizados a continuación en todos los instrumentos músicos que alaban a Dios. Pues lo que consignó de antemano diciendo: Alabad al Señor en sus santos, lo declara a seguida, simbolizando de varias maneras a sus mismos santos.

6 [v.3]. Alabadle con sonido de trompeta; esto debido a la nitidísima claridad de la alabanza. Alabadle con el salterio y la cítara. El salterio alaba a Dios en la parte superior, y la cítara en la parte inferior, como si se alabase a Dios por lo celeste y lo terrestre, como si se le alabase porque hizo el cielo y la tierra Ya dije en la exposición de otro salmo que el salterio tiene la caja sonora en la parte superior, en la que se fija la serie de cuerdas para que produzca un sonido más fuerte y más dulce; y la cítara tiene esta caja de resonancia en la parte inferior.

7 [v.4]. Alabadle con tímpano y danza. El tímpano, atabal o tambor alaba a Dios cuando ya no existe flaqueza alguna de corrupción terrena en la carne cambiada, puesto que el tambor se hace de piel desecada y consolidada. La danza o el coro alaba a Dios cuando le alaba la sociedad pacífica. Alabadle con cuerdas y órgano. El salterio y la cítara que anteriormente conmemoré tienen cuerdas. La palabra órgano es nombre genérico de todos los instrumentos músicos, aunque ya se va adquiriendo la costumbre de llamar propiamente órgano a los instrumentos músicos que se inflan con fuelles, pero no creo que aquí se designe únicamente esta clase de instrumentos músicos. Pues el vocablo órgano es palabra griega, que, como dije, es nombre común que se aplica a todos los instrumentos músicos; y los griegos llaman por otro nombre a los que se inflan con fuelles. El llamar órgano sólo a esta clase de instrumentos músicos, más bien es costumbre latina y del vulgo. Por lo que dice: con cuerdas y órgano, me parece que quiso significar algún otro instrumento músico que tenga cuerdas, pues no sólo el salterio y la cítara poseen cuerdas; pero como en el salterio y en la cítara, debido al sonido producido, en uno en la parte superior y en la otra en la parte inferior, se descubrió algo que puede entenderse conforme a esta distinción, por lo mismo nos incita a buscar alguna otra cosa en las mismas cuerdas, porque ellas también son carne, pero exenta ya de la corrupción. Quizá a la palabra cuerdas añadió órgano para que no sonase como cada una de por sí, sino para que sonasen conjuntamente en armoniosa diversidad, como se acoplan en el órgano. Pues también los santos de Dios tendrán entonces propias diferencias consonantes, no disonantes; es decir, concordantes, no discrepantes, así como se produce un dulcísimo canto con diversos sonidos, pero sin discrepar entre sí. Una estrella se diferencia de otra en claridad; así será la resurrección de los muertos30.

8 [v.5-6]. Alabadle con címbalos sonoros, alabadle con címbalos de júbilo. Los címbalos o platillos se golpean entre sí para que suenen; de aquí que por algunos se compararon a nuestros labios. Pero creo que debe entenderse mejor: que en cierto modo se alaba a Dios con los címbalos cuando cada uno honra a su prójimo y no a sí; y de esta manera, honrándose mutuamente, alaban a Dios. Mas para que nadie entendiese que los címbalos son instrumentos que suenan careciendo de espíritu, pienso que se añadió con címbalos de regocijo. El regocijo, es decir, la inefable alabanza, únicamente brota del alma. Tampoco juzgo que debe pasarse por alto lo que dicen los músicos, y es cosa evidente, que hay tres clases de sonidos, a saber: los producidos por la voz, por el soplo y por la pulsación. El producido por la voz es el que se hace mediante las fauces y la garganta, sin instrumento alguno, del hombre que canta. El producido por el soplo es el que se ejecuta mediante la flauta o algún instrumento semejante. El producido por la pulsación es el que se efectúa mediante la cítara o algún parecido instrumento. Ninguna especie de sonido se omitió aquí en el salmo. Porque la voz se da en el coro; el soplo, en la trompeta, y la pulsación, en la cítara, como si fuesen la mente, el espíritu y el cuerpo, pero comparando, no igualando. Lo que consignó de antemano: Alabad al Señor en sus santos, ¿a quiénes se lo dijo sino a los mismos? Y ¿en quiénes se llevó a cabo el alabar a Dios sino en los mismos? Vosotros, dice, sois sus santos y su fortaleza, pero la que El hizo en vosotros; también sois su poderío y la inmensidad de su grandeza, pero la que El hizo y manifestó en vosotros. Vosotros sois la trompeta, el salterio, la cítara, el tambor, el coro, las cuerdas, el órgano, el címbalo sonoro de regocijo de las cosas que suenan bien, porque son armónicas. No se piense aquí en nada vil, en nada pasajero, en nada cómico. Y como percibir según la carne es muerte, todo espíritu alabe al Señor.

Oración que acostumbraba a recitar San Agustín al fin de cada sermón y exposición, conforme se advierte incoada en algún salmo

Vueltos al Señor, Dios Padre omnipotente, démosle con puro corazón, en cuanto nos lo permite nuestra pequeñez, las más rendidas y sinceras gracias, pidiendo a su particular bondad, con todas nuestras fuerzas, que se digne oír nuestras plegarias según su beneplácito y que aparte también con su poder al enemigo de todos nuestros pensamientos y obras; que acreciente nuestra fe, gobierne nuestra mente, nos dé pensamientos espirituales y nos lleve a su bienaventuranza por su Hijo Jesucristo, Señor nuestro, que con Él vive y reina, Dios, en unidad del Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos. Amén. Así sea.