SALMO 147

Traductor: Balbino Martín Pérez, OSA

[Alabanzas a Dios por la restauración de Sión]

SERMÓN AL PUEBLO

1. Recordará vuestra caridad que diferí hasta el día de hoy el sermón sobre el salmo que ahora hemos cantado. Leído el domingo, debí emprender su exposición. Pero, conmovido entonces por la lectura evangélica, ante un gran temor mío y vuestra utilidad, me detuve en lo que nuestro Señor conmemoró sobre el último día; pues, queriendo prevenirnos que esperásemos vigilantes su venida, nos atemorizó con un ejemplo para no condenarnos en el juicio, y así dijo que el advenimiento del Hijo del hombre acontecería como en los días de Noé, en los cuales los hombres y las mujeres, sin preocuparse de más, comían, bebían, compraban, vendían y se casaban, hasta que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y anegó a todos1. Luego, acongojado y sobrecogido por un gran temor, pues ¿quién que crea no ha de temer?, me detuve en esto cuanto pude, de modo que se prolongó el sermón sobre vuestras costumbres y vuestra vida y la de todos nosotros, para que de este modo podamos no sólo esperar seguros aquel día, sino también desearle. Pues, si amamos a Cristo, también debemos desear su venida. Es perverso, y, por lo mismo, ignoro o no creo que tenga lugar que se tema venga Aquel a quien amas; que pidas venga tu reino2, y temas ser oído. Pero ¿de dónde procede el temor? ¿De que ha de venir el juez? ¿Por ventura es injusto, malévolo, envidioso? ¿O, en fin, esperas que tu causa sea conocida por otro, para que no acontezca que aquel ante quien la presentaste, o te engañe por prevaricación o que, por carecer de ciencia y facultad oratoria, no pueda demostrar con palabras tu inocencia? Nada de esto acontecerá. ¿Quién ha de venir? ¿Por qué no te alegras? ¿Quién ha de venir a juzgarte sino el que vino a ser juzgado por tu provecho? No temas al acusador, del cual El mismo dijo: El príncipe de este mundo fue arrojado juera3. No temas que ha de ser mal abogado, pues el que ahora es tu abogado, ha de ser entonces tu juez. Allí estará él, tú y tu causa; la manifestación de tu causa es el testimonio de tu conciencia. Cualquiera que seas el que temes al futuro juez, corrige ahora tu actual conciencia. ¿Te parece poco que no indague lo pasado? Entonces juzgará en un instante, pero ahora, ¡con cuánto tiempo no previene! Entonces ya no habrá lugar a corrección; ahora ¿quién lo impide? Al recordar esto el domingo con suma insistencia, puesto que, en efecto, casi sólo esto debe decirse, empleé no poco tiempo, y me vi obligado a diferir hasta hoy este salmo que me propuse tratar. Pongamos la mirada en él, ¿qué digo?, en Dios, que se dignó por su misericordia, bajo el amparo de su Espíritu, proporcionarnos estas palabras, conforme Él sabe lo que conviene a nuestras debilidades. Pues ¿qué enfermo se atreverá a dar un consejo al médico?

2. Cuando se leía (el salmo), creo que todos, o muchos de vosotros, advertisteis que tiene algunos versillos que para ponerlos en claro debe llamarse; principalmente aquellos que dicen que da nieve como lana y esparce la niebla como ceniza, envía granizos como pedazos de pan; ante su frío, ¿quién resistirá? Oyendo estas cosas, todo el que las toma al pie de la letra piensa en las obras divinas. Pues ¿quién da la nieve sino Dios? ¿Quién esparce la niebla y quién endurece el granizo fuera de Él? Con todo, estas tres cosas tienen sus semejanzas apropiadas y opuestas, pues la lana no es desemejante a la nieve, ni la ceniza a la niebla, ni el pedacito de pan blanco al esplendor y candidez del hielo o granizo. El granizo o glacial es cierta especie de vidrio, pero blanco. Este modo de ser lo refieren aquellos que lo conocieron, y no debemos dudarlo, puesto que lo atestigua la fidelísima Escritura. Se dice que el glaciar, al no licuarse la nieve, endureciéndose durante muchos años, de tal modo se congela, que difícilmente se licúa. La nieve de un invierno pasado, fácilmente es disuelta por el presente verano no permitiéndola que se le acumulen los años para afianzar su dureza. Con todo, en donde la nieve ha caído durante muchos años una encima de otra y por su abundancia resistió el ardor del verano, y no de uno, sino de muchos, como sucede principalmente en ciertos parajes de la tierra, es decir, en el aquilón, en el que ni aun en el verano calienta el sol fuertemente, esta prolongada y persistente dureza constituye esta cualidad que se llama hielo o glaciar. Atienda vuestra caridad. ¿Qué es, pues, el glaciar? Nieve endurecida por el hielo de muchos años, de suerte que difícilmente puede licuarse por el sol o el fuego. Lo expuse un tanto prolijo porque muchos lo ignoran. Pero quienes quizá lo conocen no deben tener por pesada la exposición que versa de cosa sabida, y que se aduce no por ellos, sino por quienes no la conocen. Cuando oísteis leer estas cosas al lector, no dudo que pensasteis cosas distintas; que algunos dijeron, y dijeron verdad: "¡Grandes son las obras del Señor!", como se echa de ver por esta pequeña parte y terrena de las obras que conmemoró y que se ve casi todos los años; a saber, cómo nieva Dios, cómo esparce la niebla, cómo solidifica el glaciar; y que otros dijeron: "¿Piensas acaso haberse consignado estas cosas sin motivo en la Escritura? ¿O que sin duda se encierra todo en lo que suenan, y no nos insinúa algo esta nieve y lana, esta niebla y ceniza, y este glaciar y pan? Pero ¿por qué quiso hablar la Escritura por ciertos como atisbos de semejanzas? ¡Cuánto mejor hubiera hablado más claro! ¿Por qué me encuentro vacilante o indago lo que significan estas palabras? ¿Por qué me esfuerzo en oír? ¿Por qué muchas veces, oído el salmo, me alejo sin haberío entendido? Esto es lo que poco antes dije: soporta ser curado; así has de sanar. Demasiado soberbio e imprudente es el enfermo que se atreve a aconsejar al médico, aun siendo hombre. ¿Se atreverá el enfermo a dar un consejo al médico? Cuando enferma el hombre y Dios cura, antes de que sepas por qué causa se dijo, es un gran indicio de piedad y sanidad creer que así debió decirse conforme se dijo. Esta piedad te hace capaz para que investigues por qué se dijo; y para que al investigarlo lo encuentres, y al encontrarlo te goces. Esté presente para mí ante el Señor, Dios nuestro, este afecto de vuestras oraciones; y, si no por mí, a lo menos por vosotros, se digne conceder (aclarar) lo que aquí se halla oculto. Luego ahora pensad que prometí el día de cierto espectáculo y de representación divina; pues bien, al recitar estos versos y todavía no exponerlos, revelé ciertos envoltorios ocultos del Director o Empresario de espectáculos. Sin duda se anuncian encubiertos para que se esperen descubiertos. Mas vosotros preparaos no sólo para contemplar, sino también para tomar parte en la escena.

3. Dije el domingo, si recuerda vuestra caridad, es decir, los que asististeis, que la lectura del pasaje evangélico, la cual nos retuvo mucho tiempo, hasta el punto de postergar la exposición del salmo, fue lección congruente a este salmo. Esto dije entonces, pero no pude probarlo, porque diferí la exposición del salmo. Hoy, pues, ha de demostrarse esta congruencia. En la lección evangélica nos aterró el día último. Aquel terror engendra seguridad, pues, aterrados, nos precavemos, y, precavidos, estaremos seguros. Como la seguridad sin fundamento nos precipita en el terror, así la solicitud, bien regulada, engendra la seguridad. Somos atemorizados para que no amemos la presente vida, caduca, inconstante y pasajera, como si no hubiese otra. Si no hay ninguna otra, amemos ésta. Si no hay ninguna otra, son más felices que nosotros los que hoy se encaminaron al anfiteatro. Pues ¿qué dice el Apóstol? Si en esta vida, (no existiendo otra), tenemos puesta únicamente la esperanza en Cristo, somos los más desdichados de todos los hombres4. Luego existe otra vida. Cada uno interrogue a Cristo en su fe; pero la fe se halla dormida. Con razón fluctúas, porque Cristo se halla dormido en la nave. Dormía Jesús en la nave, y por eso zozobraba la nave entre las aguas y la gran tempestad5. Vacila el corazón cuando Cristo duerme. Pero Cristo siempre vigila. Entonces, ¿qué significa "Cristo duerme"? Que duerme tu fe. ¿Por qué te agitas aún en la tempestad de la duda? Despierta a Cristo, despierta a tu fe. Mira la vida futura con los ojos de la fe, por la cual creíste, por la cual fuiste signado con la señal de Aquel que vivió esta vida para mostrarte hasta qué punto debe ser despreciada aquella que amas tú y hasta qué punto debía ser esperada aquella en la cual no creías. Luego, si despertares la fe y dirigieses tus ojos a las cosas postreras, al siglo futuro, en el cual nos gozaremos después de la segunda venida del Señor, después de concluido el juicio, después de ser entregado el reino de los cielos a los santos; si pensases en aquella vida y en la ocupación tranquila de ella, sobre la cual, carísimos, os hablé muchas veces, no zozobrará nuestro negocio, el tranquilo negocio lleno sólo de dulzura, sin estorbos molestos sin cansancio fatigoso, sin pesadumbre que le perturbe. ¿Cuál será nuestra ocupación o negocio? Alabar a Dios, amar y alabar: alabar en el amor y amar en las alabanzas. Bienaventurados los que moran en tu casa; por los siglos de los siglos te alabarán6. ¿Por qué? Porque te amarán por los siglos de los siglos. ¿Por qué? Porque te verán eternamente. Este será, hermanos míos, el espectáculo que se ofrecerá en la visión de Dios. Los hombres contemplan al gladiador y se deleitan. ¡Ay de los desgraciados si no se corrigen, pues los que ven al gladiador y se deleitan, verán al Salvador y se contristarán! ¡Qué cosa más desdichada para quienes el Salvador no ha de ser su salud! No es de extrañar que el Dios liberante no sirva de salud para aquellos que todo su gozo consiste en oponerse a ella. Por el contrario, nosotros, hermanos, si nos contamos entre sus miembros, si anhelamos, si perseveramos, veremos y nos gozaremos. En aquella ciudad todos sus ciudadanos se hallan purificados, no se admitirá a ningún sedicioso o perturbador; el enemigo, que ahora envidia para que no arribemos a aquella patria, no podrá seducir allí a ninguno, porque no se le permitirá estar allí. Si ahora se excluye del corazón de los creyentes, ¿cómo no se le excluirá de la ciudad de los vivientes? ¿Qué será, hermanos, qué será, os ruego me lo digáis, el estar en aquella ciudad de la que sólo hablar reporta tanto gozo? Debemos preparar nuestros corazones para esta vida futura. Quien prepara el corazón para ella, desprecia en absoluto la actual. Habiendo despreciado ésta, el Señor hace esperar seguro el día sobre el que atemorizó esperando.

4. Como este salmo nos canta y habla de la vida futura y el evangelio nos atemoriza con la presente, el salmo engendra el amor de la futura, y el evangelio el temor de la presente. Con todo, tampoco se calla en los libros del Nuevo Testamento el gozo futuro, y principalmente en aquellos en los que se presentan sin disfraces las cosas que deben ser entendidas, apareciendo allí claras para que aquí se entiendan las oscuras. Luego al decirnos el evangelio: " Poned la mirada en el último día, en el día de la venida del Hijo del hombre, porque ha de encontrar viviendo mal a los que ahora están seguros, y lo están porque lo están perversamente, pues se hallan seguros en los placeres del mundo, cuando debieran estar seguros teniendo sometidas las pasiones del mundo", el Apóstol nos preparó para aquella vida con las palabras que entonces conmemoró, diciendo: Por lo demás, hermanos, corto es el tiempo; resta, pues, que los que tienen mujeres sean como si no las tuviesen; y los que compran, como si no comprasen; y los que se gozan, como si no se gozasen; y los que lloran, como si no llorasen; y los que disfrutan de este mundo, como si no disfrutasen, porque pasa la figura de este mundo, y yo quiero que estéis sin cuidados7. El que pone todo su gozo y toda su felicidad en comer, en beber, en estar casado, en comprar, en vender, en disfrutar de este mundo, también este tal está sin cuidados, pero se halla fuera del arca. ¡Ay de él cuando llegue el diluvio! Por el contrario, el que come y bebe o hace otra cosa, y la ejecuta para gloria de Dios8; y, si soporta alguna tristeza debido a las cosas mundanas, llora de tal modo que interiormente se goza con la esperanza; y, si le sobreviene algún gozo procedente de las cosas terrenas, de tal modo se goza que teme espiritualmente en su interior, y, por tanto, no se entrega de lleno a la felicidad, para no ser pervertido; ni a la adversidad, para no ser quebrantado, lo cual es llorar como si no llorase y gozarse como si no se gozase; el que, teniendo esposa, compadeciéndose de la flaqueza de ella, da y no exige el débito; o si por su propia debilidad se casa, y se lamenta más bien porque no puede estar sin esposa que se goza porque se casó; el que vende lo que sabe que, si lo retuviese, no le haría feliz; el que conoce que pasa todo lo que compra, y, por tanto, no presume de todos los bienes de que abunda y le rodean y hace con todo lo que tiene obras de misericordia con aquel que no tiene, para que también él mismo reciba lo que no tiene de Aquel que tiene todas las cosas, el que es tal espera seguro el último día, porque no está fuera del arca, pues ya es contado entre los árboles incorruptibles con los que se fabrica el arca9. Luego no tema al Señor que ha de venir, sino le espere y desee, pues no vendrá para él a inferirle castigos, sino a quitarle trabajos. Todo esto se consigue con el deseo de aquella ciudad. Luego lo que amonesta el evangelio se consigue por el deseo de esta ciudad a la cual canta el salmo. Así, pues, el evangelio está en consonancia con este salmo.

5. Oigamos, pues, a qué ciudad canta este salmo. Oigamos y cantemos, ya que, cuando oímos, nuestro gozo es cántico para nuestro Dios, pues no solamente cantamos cuando proferimos el canto con los labios y la boca, pues existe un cántico interior, porque hay oídos de uno que oye interiormente. Cantamos con la voz para excitarnos, cantamos con el corazón para agradarle. El salmo se intitula De Ageo y Zacarías. Ageo y Zacarías fueron profetas. Estos profetas existieron en el tiempo de la cautividad de aquella Jerusalén que en la tierra simbolizó la celeste. Estando cautivos en Babilonia los ciudadanos de Jerusalén, profetizaron estos videntes la reparación de Jerusalén, profetizaron también la nueva ciudad por reconstrucción de la vieja una vez librado el pueblo de la cautividad10. Conocemos esta cautividad si verdaderamente conocemos nuestra peregrinación. Pues en este mundo, en medio de estas tribulaciones del siglo, en medio de esta turba innumerable de escándalos, en cierto modo gemimos en cautividad; pero seremos restablecidos, puesto que se nos anuncia una nueva y futura ciudad igual. Porque también después de esta profecía aconteció que palpablemente se declaró todo lo que pertenecía a descubrir la imagen. Jerusalén fue restaurada después de setenta años de cautiverio. Por lo mismo, el profeta Jeremías señala, en los setenta años, en aquel número septenario, todo el desenvolvimiento de este tiempo, pues en el número septenario se desarrollan estos días, como sabéis, marchando y volviendo los mismos. Jeremías profetizó que después de setenta años había de ser restaurada la ciudad de Jerusalén11; esto aconteció, ofreciendo en ello una imagen de lo futuro; y se nos dio también a conocer aquella futura ciudad nuestra establecida en eternidad en aquel único día que se presentará después de toda esta inconstancia temporal que se desarrolla en el número septenario. En aquella morada no se desliza el tiempo, porque su morador no decae allí. Los profetas veían en espíritu a ésta; la veían y hablaban como de la actual, pues hablaban de la actual las cosas que conducían a la eterna; de suerte que todas las cosas que se llevaban a cabo según el tiempo, conforme a los movimientos corporales, conforme a las acciones de los hombres, eran signos y predicciones de los futuros acontecimientos.

6 [v.12]. Oigamos ya cómo se canta a esta ciudad; y encaminémonos a ella. Sobremanera nos la recomienda el Espíritu de Dios infundiendo en nosotros el amor a ella para que suspiremos por ella, y gimamos en la peregrinación, y deseemos llegar a ella. Amémosla, pues el mismo amar es caminar. Amémosla por ordenación de los santos, de los profetas, del Espíritu de Dios, que dice: Coalaba, Jerusalén, al Señor. Hallándose aún en la cautividad, ven las greyes, o más bien una sola grey, compuesta de todos los ciudadanos congregados de todas partes en aquella ciudad; ven el gozo de la muchedumbre, metida ya después de las tribulaciones, después de la bielda, en la troje, sin ningún temor, sin padecer molestias y trabajos; y, establecidos aún aquí y hallándose todavía en la misma contrición, envían por delante el gozo de la esperanza y la desean, como uniendo sus corazones a los de los ángeles de Dios, con quienes permanecerán en el gozo formando un solo pueblo. Coalaba, Jerusalén, al Señor. ¿Qué has de hacer, oh Jerusalén? Pasará, sin duda, el sufrimiento y el llanto. ¿Qué has de hacer? ¿Has de arar, sembrar, plantar árboles, navegar, negociar? ¿Qué has de hacer? ¿Acaso te conviene aún ejercitarte en estos trabajos, aun cuando sean buenos y se lleven a cabo por misericordia? Considera la cualidad, considera por todos los costados la sociedad; ve si alguno tiene hambre, para que alargues el pan; ve si hay algún sediento, a quien des un vaso de agua fría; ve si ahora existe algún peregrino, a quien debas recibir en tu casa; ve si hay algún enfermo, a quien visites; ve si hay algún litigante, a quien calmes12; ve si alguno muere, a quien entierres. ¿Qué has de hacer? Coalaba, Jerusalén, al Señor. Esta es tu ocupación. Conforme acostumbra a escribirse en los títulos, (te diré): Goza feliz. Coalaba, Jerusalén, al Señor.

7. Sed Jerusalén; acordaos de quienes se dijo: Señor, en tu ciudad, reducirás a nada su imagen13. Estos son los que ahora se gozan de tales pompas. Entre ellos están los que hoy no asistieron, porque hay espectáculo. ¿Para quién es el espectáculo? ¿Para quién el daño? ¿De dónde dimana él, de dónde el daño? Pues no sólo son damnificados los que ofrecen tales cosas, sino que lo son más los que las contemplan de buen grado; el arca de los primeros se vacía de oro, el pecho de los últimos se despoja de justicia. Muchos empresarios lloran al vender sus groserías. ¿Cómo no han de llorar los pecadores al perder sus almas? Teniendo en cuenta esto, ¿acaso el Señor clamó el domingo: Vigilad, para que hoy se vigile igualmente? Os ruego, ciudadanos de Jerusalén; os conjuro por la paz de Jerusalén, por el redentor, por el arquitecto, por el director de Jerusalén, que por ellos elevéis oraciones a Dios. Vean, perciban que engañan; y, contemplando con suma atención estos espectáculos que les agradan, se vean alguna vez a sí mismos y se desplazcan. Por muchos ya nos alegramos de esto, pues también yo me senté allí en otro tiempo y enloquecí; y ¡cuántos que ahora se sientan allí pienso que han de ser no sólo cristianos, sino también obispos! Por lo pasado conjeturo lo venidero; por las cosas que ya se cumplieron, pronostico las que Dios ha de hacer. Por tanto, los que se alejaron de allí, rueguen ahora por los que están en peligro, porque, habiendo estado ellos entre los que peligran, serán oídos, y así Dios sacará de la cautividad de Babilonia a su pueblo, redimirá y librará en absoluto y completará el número de los santos que lleven la imagen de Dios. Allí no habrá ninguno de aquellos a quienes Dios destruya la imagen de ellos en la ciudad y la reduzca a la nada, porque ellos mismos en su ciudad, es decir, en Babilonia, redujeron su imagen a la nada. Allí estará el pueblo que alaba al Señor, a quien previo ahora el espíritu profético, (y a quien) dice que nos regocijemos en la esperanza y deseemos la realidad. Coalaba, Jerusalén, al Señor y alaba, Sión, a tu Dios. Dice coalaba, porque constas de muchos, y alaba, porque te hiciste uno. Los muchos —dice el Apóstol— somos uno en Cristo Jesús14. Luego, porque somos muchos, coalabamos, y, porque somos uno, alabamos. Los muchos son lo mismo que uno, porque El, en quien somos uno, siempre es uno.

8. ¿Por qué dice Jerusalén: Coalabo al Señor; y Sión: Alabo a mi Dios? Sión es Jerusalén. Dos nombres por causas diversas. Se llamó Jerusalén porque es visión de paz, y Sión por ser contemplación. Ved si estos nombres significan otra cosa fuera de espectáculo. No crean los gentiles que ellos tienen espectáculos y que nosotros carecemos de ellos. Algunas veces, al abandonar el teatro o el anfiteatro, cuando comienza la turba de los perdidos a ser vomitada de aquella caverna, reteniendo en su ánimo los fantasmas de su vanidad y alimentando su memoria con las cosas no sólo inútiles, sino también perniciosas, gozándose en ellas como en las cosas más deleitables, pero perversas; al ver no pocas veces, como con frecuencia sucede, pasar (por delante de ellos) a los siervos de Dios, a quienes conocen por el porte exterior del vestido o de la cabeza, o por el pudor, dicen dentro de sí y consigo:¡Oh desdichados, qué cosa se pierden! Ruguemos al Señor, hermanos, en atención a su amor, ya que ellos tienen por un bien aquello. Nos desean un bien; pero el que ama la iniquidad aborrece su alma15. Y si odia a su alma, ¿cómo amará la mía? Sin embargo, con esta perversa, frívola y vana benevolencia, si puede llamarse benevolencia, se duelen de que nosotros perdamos lo que ellos aman; nosotros oremos para que ellos no pierdan lo que nosotros amamos. Ved a qué Jerusalén se exhorta a que alabe, o, mejor dicho, a cuál presienta que ha de alabar. Pues no han de ser aconsejadas y excitadas por la voz profética las alabanzas de aquella ciudad cuando veamos, amemos o alabemos; sino que ahora dicen esto los profetas porque beben, en cuanto pueden estando radicados en esta carne, los gozos futuros de los santos, y, eructando a nuestros oídos, excitan el amor de aquella ciudad. Ardamos en este deseo; no seamos apocados de espíritu.

9 [v.13]. Ved qué Jerusalén dice que ha de alabar a Dios y por qué alabará: por cierta perfección de bienaventuranza. Coalaba —dice—, Jerusalén, al Señor; alaba, Sión, a tu Dios. Y como si dijese: "¿Cómo alabaré?", añade: Porque afianzó los cerrojos de tus puertas. Atended, hermanos míos. Conjirmavit vedes: afianzó, aseguró, dice, los cerrojos de tus puertas. El afianzamiento de los cerrojos no se aplica a las puertas abiertas, sino a las cerradas; de aquí que muchos códices escriben confirmavit seras: afianzó, aseguró las cerraduras de tus puertas. Atienda vuestra caridad. Dice que la Jerusalén cerrada alaba al Señor: Coalaba, Jerusalén, al Señor; alaba, Sión, a tu Dios. Ahora coalabamos, ahora alabamos, pero entre escándalos, pues entran muchos que no queremos y salen muchos aunque no queramos; por eso aumentan los escándalos: Porque abundó la iniquidad —dice la Verdad—, se resfrió la caridad de muchos16: debido a los que entraron, a quienes no podemos discernir, y por los que salieron, a quienes no podemos retener. ¿Por qué esto? Porque aún no se ha conseguido la perfección, aún no ha llegado la bienaventuranza. ¿Por qué esto? Porque todavía subsiste la parva, aún no está el trigo en el granero. Luego entonces, ¿qué has de pensar? Que no temas, que no ha de sucederte esto. Coalaba, pues, Jerusalén, al Señor, y alaba, Sión, a tu Dios, porque afianzó los cerrojos de tus puertas. Dijo "afianzó, aseguró", no dijo solamente "colocó". Afianzó los cerrojos de tus puertas. Nadie saldrá, nadie entrará. Nos alegramos que nadie salga, tememos que nadie entre. Pero no temas tampoco esto, ya que, una vez que hayas entrado, se dirá: "Sé únicamente del número de las vírgenes que llevaron óleo consigo."

10. Aquellas vírgenes simbolizan las almas. En realidad de verdad, no eran cinco, sino que en las cinco se hallaban representadas millares. Además, en aquel número quinario se hallan comprendidos no sólo las mujeres, sino también los hombres, pues a uno y a otro sexo se les representa por una mujer, por la Iglesia; y a ambos sexos, es decir, a la Iglesia, se la llama virgen: Os desposé con un solo varón para presentaros, cual virgen casta, a Cristo17. Pocos poseen la virginidad de la carne; la del corazón deben poseerla todos. La virginidad de la carne consiste en la pureza del cuerpo; la virginidad del corazón, en la incorruptibilidad de la fe. Luego toda la Iglesia se denomina virgen, y el pueblo de Dios se nombra con el género masculino. Ambos sexos son pueblo de Dios, un pueblo y un solo pueblo; y también una Iglesia y una sola paloma. Y en esta virginidad hay miles de santos. Luego las cinco vírgenes representan todas las almas que han de entrar en el reino de Dios. Con razón se consignó con el número quinario (esta virginidad), porque cinco son los sentidos del cuerpo conocidísimos por todos. Por cinco puertas entra algo al alma mediante el cuerpo; o por los ojos, o por el oído, o por el olfato, o por el gusto, o por el tacto entra lo que codicias malamente. El que no da paso a la corrupción por estas cinco puertas, se computa entre las cinco vírgenes. A esta corrupción se da paso por medio de los deseos ilícitos. Que sea lícito o ilícito, nos lo dice la Escritura a cada momento. Es necesario que te cuentes entre aquellas cinco vírgenes. Así no temerás lo que se dice: "Nadie entrará." Se dice esto, y así acontecerá, pero una vez que hayas entrado. Nadie cerrará, dejándote fuera; pero, una vez que hayas entrado, se cerrarán las puertas de Jerusalén y se asegurarán los cerrojos de sus puertas. Pero, si tú no quieres ser virgen de corazón o pretendes ser virgen del número de las necias, quedarás fuera y en vano llamarás.

11. ¿Quiénes son las vírgenes necias, pues ellas son cinco también? Las almas que conservan la continencia de la carne, evitando la depravación proveniente de todos los sentidos, que ya conmemoré. Estas evitan ciertamente la corrupción que dimana de cualquier parte, pero no llevan su bien en la conciencia ante los ojos de Dios, sino que pretenden agradar con él a los hombres siguiendo el parecer ajeno. Van a caza de la aclamación del populacho, y, por lo mismo, se hacen viles al querer ser estimadas de los espectadores no bastándoles su conciencia. Con razón no llevan óleo consigo. El óleo es el acto de gloriarse debido al brillo y al esplendor. ¿Pero qué dice el Apóstol? Atiende tú a las vírgenes sabias, que llevan el óleo consigo, (y ve lo que dice): Cada uno pruebe su propia obra, y entonces tendrá gloria en sí mismo y no en otro18. Estas son las vírgenes sabias. Las necias encienden ciertamente sus lámparas, parece que lucen sus obras, pero decaen y se apagan, porque no se alimentan con el óleo interior. Tardando el Esposo, todas se duermen, porque ambos géneros mueren. Al retrasarse la venida del Señor, tanto a las necias como a las sabias les sobreviene la muerte de la vida corporal y visible, a la cual llama la Escritura sueño, conforme es sabido por todos los cristianos. Al decir el Apóstol sobre los enfermos: Porque hay entre vosotros muchos enfermos y sin salud, y muchos duermen pesadamente19, dijo duermen por "mueren". Ved que el Esposo ha de venir, y todos se levantarán, pero no todos entrarán, pues faltarán las obras a las vírgenes necias al carecer del óleo en la conciencia, y no encontrarán a quienes compren lo que solían venderles los aduladores. Las que se mofan, no las que envidian, dice: Id, compradlo para vosotras. Se lo habían pedido las necias a las prudentes, diciéndoles: Dadnos aceite, pues nuestras teas nupciales se apagan. ¿Y qué les dijeron las sabias? Id más bien a los que lo venden y compradlo para vosotras, no sea que no haya bastante para nosotras y vosotras. Esto era lo que había de amonestarse: "¿De qué os aprovechan ahora aquellos de quienes acostumbrabais a comprar la adulación?" Y mientras ellas fueron a comprarlo, entraron las prudentes y se cerró la puerta20. Cuando se alejan con el corazón, cuando se ejecutan tales cosas, cuando se apartan de la recta intención y, volviéndose atrás, recuerdan las cosas pasadas, se encaminan a los vendedores; pero entonces no encuentran a los protectores, no encuentran a sus loadores, por quienes acostumbraban a ser alabados y como a ser excitados a las buenas obras, no por la solidez de la buena conciencia, sino por el incentivo de la lengua ajena.

12. Lo que se consignó: No sea que no tengamos bastante nosotras, se dijo con gran reconocimiento de humildad, pues el óleo que llevamos en nuestra conciencia es el juicio que tenemos de nosotros, y es difícil que alguno juzgue perfectamente de sí mismo. Hermanos míos, por mucho que aproveche el hombre, por más que se encamine a lo de adelante y se olvide de lo de atrás21, si se dice ya a sí mismo: "Está bien", debemos decir que avanza con la regla sacada de los tesoros de Dios y que examina hasta poner en claro su modo de ser. Pero ¿quién se gloriará de tener puro el corazón? ¿Quién se gloriará de estar limpio de pecado?22 Pues ¿qué dice la Escritura? Se hará juicio sin misericordia a quien no hizo misericordia23. Por tanto, por mucho que progreses, has de esperar en la misericordia. Pues, si se aplica la justicia sin misericordia, en cualquiera parte encontrarás algo que condenar. ¿Con qué nos consuela la Escritura? Con lo que nos exhorta a hacer misericordia, para que crezcamos dando lo que nos sobra. Tenemos muchas cosas superfluas si las tenemos como innecesarias, puesto que, si buscamos las frívolas, nada nos basta. Hermanos, reclamad, pedid lo suficiente para la obra de Dios, no lo que llene vuestra codicia. Vuestra codicia no es obra de Dios. Vuestra hermosura, vuestro cuerpo, vuestra alma, todo esto es obra de Dios. Pedid las cosas que bastan, y veréis qué pocas son. A la viuda le bastaron dos ochavos para obrar la misericordia24; le bastaron dos ochavos para comprar el reino de Dios. Para equipar tantas veces a los gladiadores, ¿qué le basta al empresario? Ved que no sólo son pocas las cosas que os bastan, sino que ni el mismo Dios exige muchas de vosotros. Reclama cuanto te dio, y de ello toma cuanto te basta; las demás cosas que como superfluas tienes arrinconadas, son necesarias para otros. Las cosas superfluas de los ricos son las necesarias de los pobres. Se poseen bienes ajenos cuando se poseen bienes superfluos.

13. Luego, ejecutando la misericordia de este modo, y principalmente aquella que se hace sin gravamen, como, por ejemplo: Perdona, como perdonamos25, por la que das la caridad, la cual crece cuando la das; ejecutando, repito, y ardiendo en estas obras buenas de misericordia, las que, como dijimos, entonces ya no serán necesarias, porque no habrá necesitado en quien deba hacerse la misericordia, esperarás seguro el juicio; no tan seguro de tu justicia como de la misericordia de Dios, ya que tú también la diste. Se hará juicio sin misericordia a quien no hizo misericordia. La misericordia, añade, se sobrepone al juicio. No penséis, hermanos, que no es justo o que se aparta de la norma de su justicia cuando se compadece de nosotros. Es justo cuando condena y justo cuando se compadece. ¿Qué cosa más justa que devolver la misericordia al que la dio? ¿Qué cosa más justa que con la misma medida que midiereis seréis medidos?26 Da al hermano necesitado. ¿A qué hermano? A Cristo. Si das al hermano, das a Cristo; si das a Cristo, das a Dios, que es sobre todas las cosas digno de ser bendecido por los siglos27. Dios quiso necesitar de ti, ¿y tú esconderás la mano? Tú alargas la mano y pides a Dios; pues bien, oye la Escritura: No se alargue tu mano para recibir y se encoja para dar28. Dios quiere que se le dé de lo que dio. ¿Qué das que Él no te haya dado? ¿Qué tienes que no hayas recibido?29 Y no digo a Dios, sino a cualquiera que des: ¿Das algo de lo tuyo? Das de lo de Dios, que manda que des. Sé dispensador, no usurpador. Haciendo estas cosas, si con verdadera humildad dices de aquel óleo espiritual: No sea que me falte, entras y se cierra. Oye al Apóstol decir esto mismo: Para mí lo menos es ser juzgado por vosotros30. ¿Cuándo podréis discernir mi conciencia? ¿Cuándo escudriñar con qué intención hago lo que hago? ¿Hasta qué punto podrán los hombres juzgar de otros hombres? El hombre, sin duda, juzga mejor de sí mismo, pero Dios juzga mejor del hombre que el hombre de sí mismo. Luego, si fueses tal, entrarás, te hallarás entre aquellas vírgenes prudentes; pero las demás necias serán excluidas. Pues esto lees en el evangelio, se cerrará la puerta, estarán ante ella y clamarán: Ábrenos, y no se abrirá, porque aseguró los cerrojos de las puertas. Afianzó, aseguró —dice—, los cerrojos de las puertas. Estate segura, alaba segura, alaba sin fin. Firmemente se cerraron tus puertas; no sale el amigo, no entra el enemigo: Aseguró los cerrojos de tus puertas.

14. Bendijo a tus hijos en tu recinto. No vagan fuera, no peregrinan; se gozan dentro, dentro alaban, dentro son bendecidos; no paren dentro, porque no engendran ya a nadie. Son hijos, son santos. Estos hijos santos, alabando y gozándose, son engendrados y dados a la luz por la madre caridad, y son encerrados, habiéndolos congregado la caridad. Oye a la caridad que los engendra. Dotado de ella el apóstol San Pablo, mostrando no sólo un corazón paterno, sino materno también para con los hijos, dice: Hijuelos míos, a los que de nuevo doy el ser31. Cuando Pablo les daba el ser, se lo daba la caridad; cuando la caridad les daba el ser, se lo daba el Espíritu de Dios, pues la caridad de Dios se difundió en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado32. Luego congregue a los que engendró y dio a luz. Ahora los hijos ya están dentro, están seguros, volaron del nido del temor, volaron al cielo, volaron a lo eterno; ya no temen nada temporal.

15 [v.14]. Bendijo a tus hijos en tu recinto. ¿Quién? El que puso tus fronteras en paz. ¡Cómo os alborozáis todos! Hermanos míos, amadla. Sobremanera me deleito cuando se deja oír en vuestros corazones el amor de la paz. ¡Cómo os deleitó! Nada había dicho, nada había expuesto yo; recité únicamente el versillo y clamasteis. ¿Qué cosa clamó de vosotros? El amor de la paz. ¿Qué mostré a vuestros ojos? ¿Cómo clamáis, si no amáis? ¿Cómo clamáis, si no veis? La paz es invisible. ¿Qué ojo la vio para ser amada? No sería aclamada si no se amase. Estos son los espectáculos que ofrece Dios de las cosas invisibles. ¡Con cuánta belleza hirió el conocimiento de la paz vuestros corazones! ¿Qué hablaré yo ya de la paz o en alabanza de la paz? Vuestro afecto se anticipó a todas mis palabras; no lo lleno, no puedo, soy incapaz. Difiramos todas estas alabanzas de la paz para la patria de la paz. Allí la alabaremos cumplidamente cuando la poseamos por completo. Si ahora, incoada en nosotros, la amamos de este modo, ¡cómo la amaremos cuando la poseamos por completo! Ved lo que digo, hijos del amado, hijos del reino, ciudadanos de Jerusalén: que en Jerusalén hay visión de paz; y todos los que aman la paz serán bendecidos en ella, y, entrando ellos, se cerrarán las puertas y se afianzarán los cerrojos. Desead, id en busca de la que al ser nombrada honráis y amáis de esta manera. Amadla en la casa, en las ocupaciones, en las esposas, en los hijos, en los siervos, en los amigos y en los enemigos.

16. Esta es la paz que no tienen los herejes. ¿Qué hace la paz en los aún inseguros de esta región, en la peregrinación de nuestra mortalidad, en donde nadie sobresale por encima de otro, en donde nadie ve el corazón ajeno? ¿Qué hace la paz? De lo incierto no juzga, de lo desconocido no afirma; se inclina más a juzgar bien del hombre que a sospechar mal de él. No se duele de equivocarse cuando cree bien del malo, pues sabe que es pernicioso sentir mal del bueno. No sé cuál sea; pues bien, ¿qué pierdo si creo que es bueno? Si es incierto, conviene pasarlo por alto, no acontezca que tal vez sea verdad; no condenes como si fuese cierto. Esto lo impone la paz. Busca la paz —dice el salmista— y síguela33. ¿Qué hace el hereje? Condena a los desconocidos, condena a todo el mundo, pues dice: "Pereció todo el mundo, no hay cristiano en él; únicamente se salvó África." ¡Qué bien juzgaste! ¿Desde qué tribunal decretaste sentencia contra todo el orbe? ¿En qué juzgado se presentó ante ti el mundo? No se me crea, pero tampoco a ti; se crea a Cristo, se crea al Espíritu de Dios, que habló por los profetas; se crea a la ley de Moisés. ¿Qué dice Moisés de estos tiempos actuales? A Abrahán se dijo: "En tu linaje serán bendecidas todas las naciones34." ¿Dudas cuál es el linaje de Abrahán? Pienso que, si lo dijere el Apóstol, no dudarás; pero si dudas del Apóstol, ¿por qué dices: "Paz, paz", y no hay paz?35 ¿Qué dice el Apóstol? A Abrahán le fueron hechas las —promesas, y a su linaje. No dice "ya los linajes", como hablando de muchos, sino "y a tu linaje", que es Cristo36, como hablando de uno. Ved cómo ya hace mil años que se dijo a Abrahán: En tu linaje serán bendecidas todas las naciones. Lo que se dijo ya hace más de mil años y se creyó por uno, lo vemos ahora ya cumplido. Leemos esto, lo vemos, ¿y tú, saliendo al encuentro, te opones? ¿Qué has de decir? "No creas." "¿A quién? ¿Al Espíritu de Dios? ¿A Dios, que habla a Abrahán? Entonces, ¿a quién creo? ¿A ti?" "No digo esto", dices. ¿No dices esto? ¿Pues no dices: "Créeme a mí antes que al Espíritu de Dios, y a Dios, que habló a Abrahán"? Entonces, ¿qué me dices? "El cristiano entregó, entregó (los libros santos), traicionó a la Escritura." ¿Lees esto en el Evangelio, en el Apóstol, en los profetas? Registra toda la Escritura, léeme esto en ella, a la cual creo; a ti no te creo. ¿En dónde lees? "Esto —dices— me lo dijo mi padre, mi abuelo, mi hermano, mi obispo." Pero Dios dijo esto a Abrahán: En tu linaje serán bendecidas todas las naciones. Oye un hombre y cree, y se cumple en muchos después de mucho tiempo. Cuando se dijo, se creyó; y, cuando se cumplió, ¿ha de dudarse? Esto lo dijo Moisés; díganlo también los profetas. Ve la negociación de nuestra compra: Cristo pende en el lefio; ve por cuánto compra, y así verás lo que compra. Ha de comprar algo. Aún no sabes qué. Ve, ve de cuánto valor es, y verás qué. Derramó la sangre, con su sangre compra, compra con la sangre del Cordero inmaculado, compra con la sangre del único Hijo de Dios. ¿Qué compró con la sangre del único Hijo de Dios? Aún ve de cuánto valor fue. El profeta dijo mucho antes de acontecer: Taladraron mis pies y mis manos y contaron todos mis huesos. Veo un gran precio, ¡oh Cristo! Vea también lo que compraste: Recordarán, y se convertirán al Señor todos los confines de la tierra. En uno y en el mismo salmo veo al comprador, el precio y la mercancía. El comprador es Cristo; el precio, la sangre; la mercancía, el orbe de la tierra. Oigamos las voces proféticas que contradicen a los litigantes herejes: he aquí la mercancía que compró mi Señor. En el salmo leo los títulos de posesión: Recordarán, y se convertirán al Señor todos los confines de la tierra y se postrarán en su presencia todos los linajes de las gentes. Ve al que pleitea, ve al que defiende el derecho: Porque de Él es el reino y Él dominará las naciones37: el mismo Cristo, que compró, no Donato, que apostató. Adorarán rectamente todas las naciones de gentiles ante su presencia. ¿Por qué rectamente? Porque de Él es el reino, y Él dominará a las naciones. Esto lo dice Moisés, esto lo dicen los profetas y esto lo atestiguan miles de testimonios. ¿Quién enumerará los testimonios de la Iglesia difundida por todo el orbe? ¿Quién los enumerará? No hay tantos herejes que se opongan a la Iglesia como testimonios hay de la ley en favor de la Iglesia. ¿Qué página no dice esto? ¿Qué versillo no habla de esto? Todos levantan la voz en favor de la unidad del Señor, porque puso la paz en las fronteras de Jerusalén. Tú, ¡oh hereje!, ladras contra estos testimonios. Con razón se dice en aquella ciudad lo que se consignó en el Apocalipsis: ¡Fuera los perros!38 Tú ladras contra estos testimonios. ¿Desde dónde juzgaste al orbe terráqueo, según comencé a decir? ¿En qué tribunal? En el de la presunción de tu corazón. Elevado es el tribunal, pero ruinoso. Esto lo dijo Moisés, lo dijeron los profetas. ¡Y todavía no creen los que quieren ser tenidos por cristianos!

17. Cierto rico, al ser atormentado en los infiernos, deseó, porque se abrasaba entre las llamas, una gota de agua del dedo del pobre despreciado ante su puerta. Al no dársela, porque se hará juicio sin misericordia al que no hizo misericordia; al no dársela, dijo a Abrahán: Padre Abrahán, envía a Lázaro a la tierra. Allí tengo cinco hermanos; les anuncie lo que aquí padezco, para que no vengan también ellos a este lugar de tormentos. Pero ¿qué le contestó Abrahán? Allí tienen a Moisés y a los profetas. Mas él le replicó: No, padre Abrahán; si alguno de los muertos resucita, le creerán. Abrahán le contestó: Si no oyen a Moisés y a los profetas, ni aun cuando alguno de los muertos resucite, le creerán39. ¿Para quiénes dijo: Allí tienen a Moisés y a los profetas? Para los que aún vivían, para los que aún contaban con un tiempo prolongado para corregirse, los cuales todavía no habían ido a aquellos lugares de tormento, tienen —dice— allí a quiénes oír: a Moisés y a los profetas. No los creen; mas creerán si alguno de los muertos resucita. Si no oyen a Moisés y los profetas, ni aun cuando alguno de los muertos resucite, le creerán. Es máxima de Abrahán, sentencia proferida por Abrahán. ¿En dónde y desde dónde? Desde cierto lugar sublime y lleno de paz y felicidad visto al elevar los ojos por aquel que era atormentado entre las llamas cuando vio en su seno, es decir, en su lugar secreto, al pobre gozando felizmente; por lo que se profirió esta sentencia. Ve desde qué tribunal. Allí mora Dios, porque Dios mora en sus santos. Por esto suspira el Apóstol y dice: Deseo morir y estar con Cristo; esto es mucho más ventajoso40. Y el Señor dice al ladrón: Hoy estarás conmigo en el paraíso41. Luego Dios con Abrahán y morando en Abrahán pronunció esta sentencia: Allí tienen a Moisés y a los profetas; si no les oyen a ellos, tampoco creerán a alguno que resucite de entre los muertos. ¡Oh herejes!, tenéis aquí a Moisés y a los profetas. Aún vivís, aún podéis oír; aún se os concede la corrección y deponer la animosidad. Se os otorga aún poseer la verdad. Debatid con vosotros si deben ser oídos Moisés y los profetas, que ofrecieron tantos testimonios de fe, pues veis que transcurren los acontecimientos humanos como fueron predichos por ellos. ¿Por qué dudáis creer todavía a Moisés y a los profetas? ¿Por qué dudáis oírles? ¿O por ventura pedís que se levante El de entre los muertos y os hable de su Iglesia? El rico pidió, estando en los infiernos, que fuese enviado a sus hermanos algún resucitado de entre los muertos; y fue censurado por tal petición, puesto que debían contentarse con Moisés y los profetas. El pidió en vano, amonestándoos con el ejemplo a que no pidáis inútil y tardíamente y seáis atormentados como él. Oíd a Moisés y a los profetas. ¿Qué dijo Moisés? En tu linaje serán bendecidas todas las gentes. ¿Qué dijeron los profetas? Recordarán, y se convertirán al Señor todos los confines de la tierra. ¿Aún me dirás: "Resucite alguno de entre los muertos; yo no creeré si no viniere alguno de allí que me hable"? ¡Oh Señor!, gracias por tu misericordia, pues quisiste morir para que se levantase alguno del sepulcro; y el mismo alguno no fue cualquiera, sino la Verdad. Esta, al levantarse del sepulcro, diría la verdad, y la hubiera dicho aunque no hubiera bajado al infierno. Sin embargo, por los gritos de los perversos indoctos, he aquí que murió y se levantó del sepulcro. ¿Qué dices, hereje? ¿Qué dices? "Ahora te oiré." Ya no hay lugar a ninguna de tus excusas. Pues, si pronuncias las palabras del rico que se hallaba en los infiernos, Cristo resucitó de entre los muertos. ¿Te dignarás, con todo, oírle? Ve que, haciéndote semejante al rico muerto, tú, viviendo, le deseabas; pues bien, resucitó de entre los muertos; no tu padre, no tu abuelo, no aquellos que infamaron a no sé quiénes con el nombre de traidores. Pero supongamos que no les infamaron, que dijeron verdad. ¿Quieres ver lo poco que me importa todo esto? Oigamos juntos lo que dijo el que resucitó de entre los muertos. ¿A qué me detengo en más explicaciones? Oigamos, se abra ya el Evangelio, se lea lo que se hizo como si ahora se hiciese; pongamos ante nuestros ojos los hechos pasados para seguridad de los futuros. Ved que Cristo resucitó de entre los muertos y se presentó a sus discípulos. Ved su casamiento; Él es el Esposo, la esposa es la Iglesia. Ved al Esposo, que se creía muerto, perecido, destruido; he aquí que resucitó íntegro; ved que se mostró a los ojos de sus discípulos; ved que se ofrece a ser tocado con las manos; ved que palparon las cicatrices, las cuales, perdida la esperanza, se convirtieron en heridas de amor. Se presentó a sus ojos para que le viesen, y a sus manos para que le palpasen; con todo, piensan que es espíritu; dudaron, pues, de su salud. Los exhorta, los confirma en la fe, diciéndoles: Palpad y ved, que el espíritu no tiene carne ni huesos, conforme me veis a mí que los tengo. Tocan, se gozan, se azoran, y aún dudaban de gozo, pues así está escrito. Las cosas que causan demasiado deleite, aunque sean ciertas, apenas se creen. La duda de un remiso creyente engendra el deseo de poseer. Es preciso que el hombre se alegre sobremanera cuando se presenta aquello de lo que desconfiaba. Para engendrar y aumentar este gozo no quiso que se le reconociera al instante. Veló los ojos de dos discípulos suyos, de los que encontró en el camino conversando entre sí desconfiadamente y diciendo: Nosotros esperábamos que El fuese el redentor de Israel. Habían creído esto, mas ya no lo creían. Ya habían perdido la esperanza, y, sin embargo, Cristo estaba con ellos; pero el que se les juntó les devolvió la esperanza. Más tarde, después de haberle conocido en la fracción del pan y de haberse aparecido a otros discípulos suyos, dijo cuando creían que era un espíritu: Palpad y ved, porque el espíritu no tiene ni carne ni huesos, como me veis a mí que los tengo. Y como todavía dudasen en fuerza del gozo, les dice: ¿Tenéis aquí algo de comer? Lo tomó, lo bendijo, lo comió y se lo dio a ellos. Ha quedado patente la realidad de su cuerpo y destruida toda sospecha de falsedad. ¿Qué dice después? ¿Ignorabais que convenía se cumpliesen todas las cosas que se escribieron sobre mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos? Y como ellos creían a Moisés y a los profetas, era cierto lo que dijo Abrahán: Si no oyen a Moisés y a los profetas, no creerán a ninguno que se levante de entre los muertos. Luego porque creían a Moisés y a los profetas y no eran de aquellos que reprendió Abrahán, oyeron lo que dice el Señor: ¿Ignorabais que convenía se cumpliesen todas las cosas que se escribieron de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos? Ved que quienes creyeron a Moisés y a los profetas, por el testimonio de éstos creen a Aquel que resucitó de entre los muertos. Entonces les esclareció la mente para que entendiesen las Escrituras; y les dijo que así se escribió, y así convenía que Cristo padeciese y resucitase de entre los muertos al tercer día.

18. Ya tienes al Esposo de la Iglesia. Con todo, no dejaron de decir Moisés y los profetas que Cristo resucitaría al tercer día de entre los muertos, que padecería y resucitaría. Se nos describió al Esposo para que no nos equivocásemos. Hay algunos que, como no erramos sobre el Esposo y a ellos les parecen ciertas las cosas que creemos de Él, sin embargo, para apartarnos de los miembros de Él, nos dicen: "Ciertamente el Esposo en quien creéis es el mismo en quien nosotros creemos, pero la esposa no es la Iglesia que tenéis." "¿Cuál es entonces?" "El partido o la porción de Donato." "Esto es lo que tú dices. ¿Pero lo dices tú o el Esposo? ¿Lo dices tú o Dios por Moisés?" "Ve que yo tengo la Iglesia descrita por Moisés, puesto que se dijo por Él: En tu linaje serán bendecidas todas las gentes." "¿Lo dices tú o el Espíritu de Dios por los profetas?" Ve que tengo la Iglesia descrita por los profetas: Recordarán, y se convertirán al Señor todos los confines de la tierra. He aquí que ya tengo el testimonio de la ley y el de los profetas. Oigamos también a Aquel que resucitó de entre los muertos. Se declaró esposo, le tenemos por tal. Lo confirmó demostrándolo, aduciendo testimonios. Esto dijeron Moisés y los profetas de mí: Convenía que Cristo padeciese y resucitase al tercer día. Luego como ambos tenemos al Esposo debido a estas palabras, y, por tanto, creo que ya comienzas a creer conmigo por las palabras de Moisés y los profetas, creamos también al que resucitó de entre los muertos. Prosiga y hable. ¡Oh Señor!, ya veo a Cristo esposo; es un hecho. Pero para que no me aparte alguno de los miembros de tu Esposa, no siendo tú mi Cabeza si yo no me encuentro entre tus miembros, dime algo también de la Iglesia, puesto que ya no dudo de su Esposo. Oye también algo de la Iglesia, pues prosigue y dice que sea predicada en su nombre la penitencia y el perdón de los pecados. Ninguna cosa más cierta que el haber sido predicada en su nombre la penitencia y el perdón de los pecados. Pero ¿en dónde? Unos dicen: Ved aquí; otros: Ved allí. Pero Él, ¿qué dice? No lo creáis; se levantarán falsos cristianos y falsos profetas, y dirán: "Ved que está aquí, ved que está allí42." No dirán de la Cabeza: "Ved que está aquí, ved que está allí", pues es sabido que Cristo está en el cielo, sino de la Iglesia, en donde está Cristo, que dice: Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos43. El Señor dice: No lo creáis. Luego el que dice: "Ved, aquí está; ved, está allí", muestra porciones; mas yo compré todo el mundo. Me diga esto el Evangelio. Dime por el Evangelio esto tú, que ya resucitaste de entre los muertos, para que te crean los que creen a Moisés y a los profetas. Dime tú esto. Ya oigo. Convenía que Cristo padeciese y resucitase al tercer día y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados por todas las naciones, comenzando desde Jerusalén44. ¿Qué es esto, herejes? Cuando te recitaba las palabras de Moisés, cuando te recitaba las palabras de los profetas, te escudabas en alguien que debía resucitar de entre los muertos; pues bien, ve que ya resucitó, ya habló. Tan fuera de duda está que la Iglesia es de Cristo y es la Esposa de Cristo, como lo está la realidad de ser el cuerpo de Cristo aquel que se mostró a los ojos de los discípulos y se ofreció a ser tocado por las manos. Ved que quien resucitó de entre los muertos demostró ambas cosas: dio a conocer la Cabeza y los miembros, al Esposo y a la Esposa. O crees estas dos cosas conmigo o crees sólo aquello para tu condenación. ¿Crees que resucitó de entre los muertos, que resucitó con el mismo cuerpo? Rectamente lo crees, porque enseñó las cicatrices, porque como fue crucificado y sepultado, así se presentó y se dio a conocer. Excelentemente crees, pero oye hablar al que crees: Convenía que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados. ¿En dónde? Por dilatadas tierras. Si yo quisiera decir esto por mi cuenta luchando contra los herejes, combatiendo, sosteniendo contra ellos una batalla sobre la gran cuestión, no lo diría tan adecuadamente contra los herejes actuales como lo dijo Él contra los venideros. ¿Qué más quieres? Se predica la remisión de los pecados en nombre de Cristo. ¿En dónde? Por todas las naciones. ¿Desde dónde? Comenzando por Jerusalén. Comunica con esta Iglesia. ¿Por qué litigamos? Esta Iglesia comenzó desde esta Jerusalén terrena para que se goce de Dios en aquella Jerusalén celeste. Comienza desde ésta para terminar en aquélla. En aquella Jerusalén se hallará toda la Iglesia, la cual recibió, a partir de ésta, el comienzo de la fe.

19. Para que se te declare lo que dijo el Señor: Comenzando desde Jerusalén, y cómo hablaron las lenguas de todas las naciones aquellos sobre los que descendió el Espíritu Santo45, lee los Hechos de los Apóstoles por si acaso miento, y ve cómo allí se hallaban congregados los discípulos cuando vino el Espíritu Santo. ¿Por qué no quieres hablar las lenguas de todos? Ve que allí se hablaron todas las lenguas. ¿Por qué ahora a quien se da el Espíritu Santo no habla las lenguas de todos? Hablar entonces las lenguas de todos era un indicio de la venida del Espíritu Santo sobre los hombres. Ahora ¿qué has de decir tú, hereje? ¿Que no se da el Espíritu Santo? No pregunto en dónde, sino si se da o no se da. Si no se da, ¿qué hacéis hablando, bautizando, bendiciendo? ¿Qué es lo que hacéis? Practicáis cosas vanas. ¿Luego se da? Sí se da. ¿Por qué aquellos a quienes se da no hablan las lenguas de todos? ¿Acaso decayó el don de Dios o es menor el fruto? Creció la cizaña, pero también el trigo: Dejad crecer a ambos hasta la siega46. No dijo: "Crezca la cizaña y mengüe el trigo"; ambas cosas crecieron. ¿Por qué no se manifiesta ahora el Espíritu Santo en las lenguas de todos? ¿Qué digo? Se muestra en las lenguas de todos. Entonces aún no se hallaba la Iglesia difundida por todo el orbe para que los miembros de Cristo hablasen en todas las lenguas. Entonces se cumplía en uno lo que se pronosticaba de todos. Ahora ya habla todo el Cuerpo de Cristo las lenguas de todos, y en las que aún no se habla, se hablará, pues crecerá la Iglesia hasta que se adueñe de todas las lenguas. ¡Hasta dónde ha crecido lo que vosotros rechazasteis! Tened con nosotros aquellas (lenguas) hasta donde se acercó para que vengáis hasta las que aún no llegó. Me atreveré a decirte: Yo hablo todas las lenguas. Formo parte del Cuerpo de Cristo, estoy en la Iglesia de Cristo; si el Cuerpo de Cristo habla ya las lenguas de todos, yo estoy en las lenguas de todos; mía es la lengua griega, mía la siríaca, mía la hebrea, mía la de todas las naciones, porque estoy en unión con todas las naciones.

20. Luego, hermanos, la Iglesia comenzó desde Jerusalén, y de allí se extendió por todas las naciones; pues ¿qué cosa más clara que este testimonio de la ley, de los profetas y del mismo Señor? Por todas las partes resuenan las voces de los apóstoles, que dan testimonio de nuestra esperanza en la unidad del Cuerpo de Cristo. Alegraos con el trigo; tolerad la cizaña, gemid en la era, sollozad en el granero. Llegará el tiempo en que nos alegremos, cuando hayan sido afianzados los cerrojos de las puertas de Jerusalén. Entre el que ha de entrar. El que ha de entrar allí a las claras, no entre aquí fingidamente. El que entra aquí fingidamente, se halla fuera. Se halla fuera y lo ignora; le probará el bieldo, se lo demostrarán los cerrojos. El que ahora real y verdaderamente está dentro, estará allí aseguradamente firme. El que tolerando aquí está dentro, estará dentro allí gozándose. Los términos de Jerusalén son paz, porque colocó —dice— en tus términos paz. Ahora deseamos la paz, la cual tenemos aquí únicamente en esperanza. Pues hasta el presente, ¿qué paz hay en nosotros? La carne codicia contra el espíritu, y el espíritu contra la carne47. ¿Cuándo se hallará la paz completa en un hombre? Cuando se encuentre la paz completa en un hombre, entonces se hallará en todos los ciudadanos de Jerusalén. ¿Cuándo tendrá lugar la paz completa? Cuando esto corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se vista de inmortalidad48; entonces tendrá lugar la completa paz, entonces será firme la paz; nada combatirá en el hombre contra el alma, pues no la herirá la fragilidad de la carne, ni la indigencia del cuerpo, ni el hambre, ni la sed, ni el frío, ni el calor, ni la fatiga, ni la pobreza, ni la provocación de la contienda, ni la solícita precaución de huir y amar al enemigo. Todas las cosas, hermanos míos, luchan ahora contra nosotros; aún no se da la completa y perfecta paz. El haber clamado al ser nombrada la paz, dimanó del deseo; vuestro clamor procedió de sed, no de hartura, porque habrá paz en donde haya justicia perfecta. Y ahora tenemos hambre y sed de justicia. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados49. ¿Cuándo serán saciados? Cuando lleguemos a la paz. De aquí que, después de haber dicho: Colocó en tus términos la paz, puesto que allí habrá hartura y no se conocerá la indigencia, a seguida añadió: y te sacia con la flor del trigo.

21. Hermanos, como esta paz de la que hablo no se halla en todos nosotros, es decir, completa, en cada uno de nosotros, por eso aún deleita a vuestro espíritu oír; por tanto, si el cansancio del cuerpo en nada se opone y obstaculiza, terminaré el salmo. Jamás os veo fatigados; sin embargo, temo, Dios lo sabe, que me haga pesado a vosotros o a algunos hermanos; pero veo el anhelo de muchos que piden de mí este trabajo y esfuerzo, el cual creo que no ha de ser estéril en el Señor. Me alegro que exista tal placer por la verdad de la palabra de Dios, para que vuestra admirable aplicación en el bien y sobre el bien venza la afición de los insensatos que están en el anfiteatro. ¿Por ventura, si ellos permaneciesen por tanto tiempo, contemplarían algo más? Luego, hermanos, oigamos lo que resta, puesto que lo deseáis. Nos asista el Señor, dé vigor a nuestras fuerzas y a nuestras mentes. El que colocó en tus términos la paz —dice a aquella Jerusalén— y te sacia con la enjundia o la flor de trigo. Pasa el hambre y la sed de justicia y se presenta la hartura. ¿Quién será allí la flor o la enjundia de trigo? El Pan que para vosotros descendió del cielo50. ¡Cómo nos saciará en la patria el que de tal modo nos alimentó en la peregrinación!

22 [v.15]. Ahora nos ha de hablar ya de nuestra misma peregrinación, por la que se llega a la Jerusalén, en la que coalabaremos al Señor, en la que alabaremos al Señor, Dios nuestro, nosotros Jerusalén, nosotros Sión, cuando sean afianzados los cerrojos de nuestras puertas. Efectivamente, ¿qué hace en esta peregrinación el que entonces nos saciará con la enjundia del trigo? Esto que sigue: Envía su palabra a la tierra. Ved que trabajamos en la tierra fatigados, extenuados, ateridos, fríos. ¿Cuándo habíamos de ser levantados a la enjundia del trigo y a la hartura si no enviase su palabra a la tierra, en la que nos hallamos abrumados; a la tierra, en la que nos hallamos impedidos para regresar? Envió su palabra y no nos abandonó en el desierto; llovió el maná del cielo. Envió su palabra a la tierra, y llegó a la tierra. ¿Cómo o cuál es su palabra? Su palabra corre hasta la velocidad. No dijo "su palabra es veloz", sino corre hasta (llegar a) la velocidad. Entendamos esto, hermanos. No pudo elegir mejor palabra. Lo cálido se calienta con el calor, lo frío se enfría con el frío, lo veloz es veloz con la velocidad. ¿Qué cosa más caliente que el mismo calor, con el cual se calienta lo que se calienta? ¿Qué cosa más fría que el mismo frío, con el cual se enfría todo lo que está frío? ¿Qué cosas más veloz que la misma velocidad, con la cual es veloz todo lo que corre velozmente? Pueden llamarse muchas cosas veloces; unas más, otras menos, y tanto más veloz es cada una de estas cosas veloces cuanto más participen de la velocidad. La que más participa de la velocidad es más veloz, y la que menos participa es menos veloz. ¿Qué cosa más veloz que la misma velocidad? Engrandece lo que quieras lo veloz que es la palabra y di que es más veloz que esto o aquello: que las aves, que el viento, que los ángeles. ¿Acaso alguna de estas cosas es tanto cuanto lo es la misma velocidad? ¿Llega por ventura a la misma velocidad? ¿Qué es la velocidad, hermanos? Se halla en todas las partes, no en parte. Pertenece a la Palabra de Dios, no habiendo tomado aún la carne, no estar en parte, sino estar por sí misma en todas las partes, por lo cual es Virtud o Energía de Dios y Sabiduría de Dios51. Si pensamos en Dios en cuanto forma de Dios, Palabra igual al Padre; ella es la Sabiduría de Dios, de la cual se dijo que abarca de un confín a otro confín con fortaleza52. ¡Qué velocidad! Abarca con fortaleza de un confín a otro confín. Abarca inmutablemente. Si inmutablemente, llena algún lugar como una mole pétrea. Se dice que abarca de un confín a otro confín del mismo espacio, mas no con movimiento. ¿Luego diremos que aquella Palabra no tiene movimiento y que aquella Sabiduría es necia? Entonces, ¿qué hemos de pensar de aquello que se escribe del Espíritu de la Sabiduría, ya que, después de haber dicho muchas cosas sobre El, se añade que es agudo, ágil, cierto, inmaculado?53 Pero, según esto, la Sabiduría de Dios es movible. Si es movible, cuando toca una cosa, ¿no toca otra, o toca esto y deja aquello? Pero ¿en dónde está entonces la velocidad? La velocidad hace que siempre se halle en todas partes y jamás se encuentre encerrada. Esto no lo podemos comprender, somos rudos. ¿Quién comprenderá estas cosas? Hermanos, hablé como pude, si es que pude y entendí; y también vosotros como pudisteis entendisteis. ¿Pero qué dice el Apóstol? Que conozcáis al que puede hacer con exceso más de lo que pedimos o entendemos54. Por esto, ¿qué declara? Que, cuando entendemos, no lo entendemos como es. ¿Por qué esto? Porque el cuerpo corruptible sobrecarga al alma55. Luego en la tierra estamos fríos; pero la velocidad es hirviente, y todas las cosas hirvientes son veloces, así como todas las cosas frías son lentas. Nosotros somos tardos o lentos; luego estamos fríos. Pero la Sabiduría corre hasta la velocidad; luego es hirviente, y nadie hay que se libre de su calor56.

23 [v.16]. Luego nosotros, que nos encontramos fríos por la pesadez del cuerpo y cargados con las ataduras de esta vida terrena y corruptible, ¿no tendremos esperanza de conseguir la Palabra que corre hasta la velocidad? ¿Acaso El abandonó en el profundo, debido al cuerpo, a los sumergidos? ¿Por ventura no nos predestinó antes de que naciésemos con este cuerpo pesado y mortal? Luego el que nos predestinó dio nieve a la tierra, es decir, nos entregó a nosotros mismos a la tierra. Tratemos ya de los versillos un tanto oscuros del salmo; comiencen a desaparecer los disfraces, porque cuanto más os hablo de la palabra de Dios, tanto más ansiosos os encuentra. Ved que, si emperezamos en la tierra, parece que nos congelamos. Como acontece a la nieve, que, al congelarse en lo alto, cae abajo, así, al enfriarse la caridad, cayó la humana naturaleza en esta tierra, y, envuelta por el pesado cuerpo, se hizo como nieve. Pero en esta nieve hay hijos de Dios predestinados. Pues El da nieve como lana. ¿Qué significa como lana? Que de la nieve que dio, de éstos aún pesados y fríos en el espíritu que predestinó, ha de hacer algo. La lana es elemento primordial del vestido; al tenerla ante la vista, parece como una preparación para confeccionar un vestido. Luego como predestinó a estos que se arrastran temporalmente fríos por la tierra y no hirviendo aún con espíritu de caridad, pues se habla todavía de la predestinación, Dios dio a éstos como lana, de donde había de hacer el vestido. Con razón brilló en el monte el vestido de Cristo como nieve57. El vestido de Cristo brillaba como nieve, puesto que la túnica había sido hecha de aquella lana. Los predestinados procedentes de esta lana, es decir, de la nieve, que dio como lana, eran perezosos. Pero atiende, ve lo que sigue; porque los dio como lana, de aquí hizo la túnica. Como la Iglesia se llama Cuerpo de Cristo, así la misma Iglesia se llama también vestido de Cristo, Por esto dice el Apóstol: Para presentarse Él la Iglesia gloriosa a sí mismo, no teniendo mancha ni arruga58. Luego se muestre Él a sí mismo la Iglesia gloriosa sin tener mancha ni arruga; se haga Él a sí mismo el vestido de aquella lana que predestinó para nieve. Se haga, aun en los hombres incrédulos, fríos y perezosos, vestido de esta lana. Para que se purifique de manchas, se limpie con la fe; para que carezca de arrugas, se extienda en la cruz. El que da nieve como lana.

24. Si ya son predestinados, han de ser llamados, pues a los que predestinó, también los llamó59. ¿Cómo son llamados de la debilidad de su cuerpo para sanar? ¿De qué modo son llamados? Oye al Evangelio: No vine a llamar a los justos, sino a los pecadores a penitencia60. Luego aquella nieve comienza ya por la predestinación a conocer su pasmo, a acusar su pecado; comienza a entregarse por la vocación a la penitencia. Luego con razón el que da nieve como lana en atención a la confección de la futura túnica, y también a la vocación a penitencia, esparce la niebla como ceniza. Dice que esparce la niebla como ceniza. ¿Quién? El que da nieve como lana. Pues a los que predestinó, los llama a penitencia, puesto que a los que predestinó, a los mismos también los llamó. La ceniza pertenece a la penitencia. Oye a Aquel que llama a penitencia decir al reprochar a ciertas ciudades: ¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida!, pues si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se hicieron en vosotras, tiempo ha que en saco y en ceniza hubieran hecho penitencia61. Luego esparce niebla como ceniza. ¿Qué significa esparce niebla como ceniza? Cuando alguno es llamado para que comprenda a Dios y se le dice: Percibe la verdad, y comienza a quererla percibir, pero no es capaz, observa que soporta cierta ceguedad que antes no advertía. Luego sobreviene esta neblina para que sepas que no conoces, y entiendas qué conviene saber, y veas que eres débil para conocer lo que conviene saber. Porque si, estando en esta niebla, ya antes hubieras presumido conocer, oirás del Apóstol: El que cree haber llegado a saber algo, aún no sabe como conviene saber62. Luego aún no comprendiste, todavía te hallas rodeado de neblina. Pero no te abandonó el que te encendió la antorcha de tu carne. No yerras en la niebla; sigue con la fe. Pero como intentas ver y no puedes, arrepiéntete de los pecados, porque la niebla se halla extendida como la ceniza. Arrepiéntete de haber sido rebelde a Dios; te apene haber seguido tus malos caminos. Llegaste a esta contraposición de aquella bienaventurada visión, y te será saludable la niebla que esparció Dios como ceniza. Tú mismo eres aún niebla, pero como ceniza. Pues también los penitentes, asemejándose a los que se ponen por testigos a sí mismos, se revuelcan, hermanos míos, en la ceniza diciendo a su Dios: Soy ceniza. Pues dijo la Escritura en cierto lugar: Me miré a mí mismo, y me hallé distanciado y me juzgué tierra y ceniza63. Esta es la humildad del penitente. Cuando Abrahán habla a su Dios, cuando quiere que se le dé a conocer el incendio de Sodoma, dice: Soy tierra y ceniza64. ¡Cómo se halló siempre esta humildad en los excelsos y santos varones! Luego esparce la niebla como ceniza. ¿Por qué? Porque a los que predestinó, a los mismos llamó el que no vino a llamar a justos, sino a pecadores a penitencia.

25. [v.17-18]. El que envía su glaciar como pedazos de pan. No he de esforzarme de nuevo en decir qué sea el glaciar. Ya hablé de él, y creo que no se os haya olvidado. ¿Qué significa envía su glaciar como pedazos de pan? Como aquella nieve es de Él porque simboliza a los predestinados; como aquella niebla es asimismo de Él, porque los predestinados a la salud son llamados a penitencia, así es de cierta manera de Él el glaciar. ¿Qué es el glaciar? Lo que se endureció demasiado, lo que se congeló sobremanera y no puede fácilmente disolverse como la nieve. La nieve endurecida durante muchos años y siglos se llama glaciar. A éste envió como pedazo de pan. ¿Qué quiere decir esto? Que hubo muchos endurecidos que deben ser comparados no ya a la nieve, sino al glaciar; y que éstos también fueron predestinados y llamados; y algunos de ellos lo fueron para alimentar a otros, siendo útiles a sí mismos y a otros. ¿Qué necesidad tenemos de enumerar a muchos que tal vez quizá conocemos, ya sea a éste o a aquél? A todo el que piensa le vendrá a la memoria lo endurecidos, lo pertinaces, lo rebeldes que fueron a la verdad aquellos que conoce y cómo ahora la anuncian. Se hicieron, pues, pedazos de pan. ¿Quién es aquel único pan? Los muchos —dice el Apóstol— somos un solo cuerpo en Cristo65; y también dice en otro lugar: Un solo pan, un solo cuerpo somos los muchos66. Luego si es un solo pan todo el cuerpo de Cristo, los miembros de Cristo son pedazos de pan. A ciertos pedazos endurecidos los hace sus miembros, útiles para alimentar a otros. ¿Por qué pensaremos en muchos? Contemplemos únicamente al conocidísimo apóstol San Pablo. Nadie hay en las Escrituras tan conocido para nosotros como este varón, nadie tan grato, nadie tan familiar. Pero, si hubo algunos de tanta dureza como él que se hicieron pan, se presenten todos, habiendo sido propuesto él como ejemplo a fin de explicar este pensamiento: Envía glaciar como pedazos de pan. Ved que el apóstol San Pablo era glaciar endurecido, recalcitrante a la verdad, voceador contra el Evangelio como resistente al sol. ¡Cuán endurecido fue éste creciendo en la ley, adoctrinado a los pies del doctor de la ley Gamaliel!67 Oía que Moisés y los profetas anunciaban a Cristo. ¡Extraordinaria dureza! Sin duda, los gentiles no oían a Moisés, no oían a los profetas; eran fríos, pero no eran glaciar. Mas aquel que creía en las palabras que anunciaban a Cristo y que no creía en la venida de Cristo se había endurecido demasiado. Luego, como era glaciar, aparecía brillante y blanco, pero duro y sobremanera helado. ¿Cómo era brillante y blanco? Hebreo de hebreos, y, según la ley, fariseo. Aquí tienes el brillo del glaciar. Oye su dureza: Según el celo, perseguidor de la Iglesia de Cristo68. Entre los que apedrearon al santo mártir Esteban, se hallaba este endurecido, y quizá más endurecido que todos, pues guardaba la ropa de todos los apedreadores, apedreando así con las manos de todos69.

26. Luego vemos la nieve, la niebla y el glaciar. Es un bien que él sople y licúe. Si Él no soplase, si Él no ablandase la dureza de este glaciar, en presencia de su frío, ¿quién subsistirá? Ante la presencia de su frío; ¿de quién? De Dios. ¿Cómo procede de Él el frío? Ve que si abandona al pecador, si no le llama, si no le da inteligencia, si no le infunde la gracia, se ablande el hombre, si puede, con el glaciar de la ignorancia. No puede. ¿Por qué no puede? Ante la presencia de su frío, ¿quién subsistirá? Contémplale congelado y diciendo: Veo otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi mente, la cual me tiene cautivo y me arrastra a la ley del pecado que se halla en mis miembros. ¡Miserable hombre yo!, ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte? Heme aquí frío, heme aquí congelado. ¿Con qué calor me licuaré para correr? ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte? Ante la presencia de su frío, ¿quién subsistirá? ¿Quién se librará asimismo si El hubiere abandonado? ¿Quién libra? La gracia de Dios por Jesucristo Señor nuestro70. Ve aquí también la gracia de Dios: El que envía su glaciar como pedazo de pan; ante la presencia de su frío, ¿quién subsistirá? ¿Sobrevendrá, pues, la desesperación? En modo alguno. Pues prosigue: Enviará su palabra, y los licuará. Luego no desespere la nieve, no pierda la esperanza la niebla, no desconfíe el glaciar. De la nieve, como de lana, se confecciona la túnica. La niebla encuentra la salud en la penitencia, porque a los que predestinó, a los mismos llamó. Aunque haya endurecidísimos entre los predestinados que, como congelados durante muchísimo tiempo, se hubieran hecho glaciar, no serán duros para la misericordia de Dios. Enviará su palabra "et tabefaciet ea", y los licuará. ¿Qué significa tabefaciet ea (descompondrá)? Para que no entendáis en mal sentido la palabra tabefaciet, diré "liquefaciet, dissolvet", licuará, disolverá. Son duros debido a la soberbia. Con razón se llama la soberbia pasmo, entorpecimiento. Todo lo que está pasmado es frío. Los hombres que soportaron diariamente la dureza del frío, se dice que se pasmaron. Luego la soberbia es un pasmo. Enviará su palabra, y los licuará. Las aglomeraciones de nieve, ciertamente, al calentarse, se derriten, quedando abatidas. Como el pasmo levanta montes de nieve, así la soberbia erige necios. Enviará su palabra, y los licuará. He aquí que se acerca aquel glaciar Saulo después del apedreamiento y la muerte de Esteban pasmado en Cristo, con cierta dureza, y pide rescriptos a los sacerdotes para que en dondequiera que encuentre cristianos los aprese deseando matarlos. Endurecido y congelado se halla Saulo contra el fuego de Dios. Pero, aunque era duro, aunque estaba congelado, ve que aquel que enviará su palabra los licuará. Y así sucedió, pues clamó el Hirviente desde el cielo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?71 y aquella única voz licuó el grandísimo endurecimiento del glaciar. No se desespere del glaciar, ¡cuánto menos de la nieve y de la nube o de la niebla! No se desespere del glaciar. Oye cierta voz del glaciar: Primero fui blasfemo, perseguidor y malhechor. ¿Por qué disuelve Dios el glaciar? Para que no desconfíe de sí la nieve. Pues dice: Alcancé misericordia para que en mí mostrase Jesucristo toda la longanimidad, para ejemplo de los que habían de creerle para la vida eterna72. Luego Dios clama a las gentes: "Licué el glaciar; venid, no temáis nieves". Enviará su palabra, y los licuará; soplará su Espíritu, y correrán hechos agua. Ved que el glaciar y la nieve se licúan y se convierten en agua; los que tienen sed vengan y beban. Saulo, endurecido como glaciar, persiguió a Esteban hasta la muerte; pero Pablo, convertido ya en agua viva, llama a los gentiles a la fuente. Soplará su Espíritu, y correrán hechos agua. Hierve el espíritu; por eso se dijo en otro salmo: Trueca, Señor, nuestra cautividad como torrente en el austro73. Cautivada Jerusalén, se había como congelado en Babilonia; sopla el austro, y desaparece la dureza del frío de los cautivos y corre hacia Dios el fervor de la caridad. Soplará su Espíritu, y correrán las aguas, haciéndose en ellos una fuente de agua que salta hasta la vida eterna74.

27 [v.19]. Anuncia su palabra a Jacob, sus justicias y sus juicios a Israel. ¿Qué justicias? ¿Qué juicios? Todo cuanto padeció aquí ante el género humano siendo niebla, nieve y glaciar, con razón lo padeció por la soberbia y el engreimiento contra Dios. Dirijamos la mirada al origen de nuestra caída y veamos que justísimamente se canta en el salmo: Antes de ser humillado, yo delinquí. Y el que dice: Antes de ser humillado, yo delinquí, dice también: Me es un bien el haberme humillado tú para que aprenda tus justificaciones75. Jacob aprendió estas justificaciones de parte de Dios, que le hizo luchar con el ángel, en cuya representación angélica luchaba el mismo Señor. Jacob le retuvo; por la fuerza le retuvo, se hizo fuerte para retenerle; pero se dejó retener por misericordia, no por flaqueza. Luchó Jacob; prevaleció y le retuvo: pero el que parecía haber sido vencido, es rogado por el mismo Jacob para que le bendiga76. ¿Cómo conoció a quien retuvo y con quien había luchado? ¿Por qué luchó denodadamente y le retuvo? Porque el reino de Dios se consigue con violencia, y quienes se violentan lo arrebatan77. Luego ¿por qué luchó? Porque se consigue con trabajo. ¿Por qué perdemos fácilmente lo que se consigue sin esfuerzo? Aprendamos a no perder lo conseguido con esfuerzo, puesto que perdemos lo que con facilidad recibimos. Por tanto, trabaje el hombre para conseguir algo; así retendrá firmemente lo que hubiese adquirido con trabajo. Luego Dios manifestó estos juicios suyos a Jacob y a Israel. Lo diré más claramente, a saber: que los justos que viven aquí soportarán, por justo juicio de Dios, trabajos, peligros, molestias, sufrimientos, según su merecido. Pues únicamente puede decir que padeció sin causa aquí, aunque no sin motivo, ya que padeció por nosotros, el que solo puede decir: Lo que no robé pagábalo entonces78, el que solo puede decir: Ved que viene el príncipe de este mundo, y nada encontrará en mí. Y como si se le preguntase: "Entonces, ¿por qué padeces?", prosigue y dice: Pero para que todos sepan que hago la voluntad de mi Padre, levantaos y vámonos de aquí79. Todos los demás que padecen, según el juicio de Dios, por sus merecimientos y en justicia, no se arroguen el padecer sin culpa, cual fue el padecimiento de Cristo. Oye al apóstol San Pedro, que dice: Es tiempo de que comience el juicio por la casa del Señor. Exhortando, pues, a los mártires, a los testigos de Dios, a tolerar pacientemente todas las amenazas del mundo embravecido, les dice: Es tiempo de que comience el juicio por la casa de Dios. Y si el comienzo es por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no creen al Evangelio de Dios? Y si el justo a duras penas se salvará, el pecador y el impío, ¿en dónde se encontrarán?80 Anuncia su palabra a Jacob, y sus justicias y juicios a Israel.

28 [v.20]. No obró así con ninguna nación. Nadie os engañe; no se anunció a nación alguna este juicio de Dios; a saber, cómo padezcan los justos y también los injustos, cómo padezcan todos conforme a sus merecimientos; cómo se salven los justos por la gracia de Dios, mas no por sus méritos. No se anunció esto a todas las naciones, sino sólo a Jacob, únicamente a Israel. Si no se anunció a todas las gentes, sino sólo a Jacob, únicamente a Israel, ¿qué haremos nosotros? ¿En dónde nos hallaremos? En Jacob y en Israel. No les manifestó sus juicios. ¿A quiénes no les fueron manifestados? A todas las gentes. Pero ¿cómo fue llamada la nieve, habiendo sido licuado el glaciar? ¿Cómo fueron llamadas las gentes, habiendo sido justificado San Pablo? ¿Cómo? Para estar en Jacob; se cortó el acebuche para injertarlo en la oliva81. Luego ya pertenecen al olivo; ya no deben denominarse gentes, sino una gente en Cristo, gente de Jacob, gente de Israel. ¿Por qué gente de Jacob y gente de Israel? Porque Jacob procede de Isaac, e Isaac de Abrahán; y a Abrahán se le dijo: En tu linaje serán bendecidas todas las gentes. Esto mismo se dijo a Isaac; esto también a Jacob82. Luego pertenecemos a Jacob, porque pertenecemos a Isaac, porque pertenecemos a Abrahán. Y el linaje de Abrahán, no afirmándolo yo o cualquiera otro hombre, sino el apóstol San Pablo, es Cristo. Pues el mismo Apóstol dice: No dice el Génesis: "y a los linajes", como hablando de muchos, sino como hablando de uno, "y a tu linaje", que es Cristo83. Si, pues, hay un solo linaje, hay un solo Jacob, un solo Israel, y todas las gentes, un solo linaje en Cristo. Luego a todas las gentes pertenece lo que reveló al mismo Jacob, al mismo Israel; únicamente deben contarse entre otras gentes los que, no queriendo creer en Cristo, no quieren apartarse del acebuche y ser injertados en el olivo. Y, por tanto, permanecerán en los bosques como ramos estériles y amargos. Se alegre Jacob. ¿Qué significa "Jacob"? Suplantador, porque arrebató los derechos a su hermano84. La ceguedad avino en parte a Israel hasta que entrase la plenitud de las gentes85. Siendo Jacob, fue hecho Israel. ¿Qué significa "Israel"? Oigamos todos siendo todos Israel, ya los que estáis aquí, en los miembros de Cristo, o los que están fuera, pero no fuera; fuera en todo lugar, entre las gentes, y en todo lugar, dentro; oiga el mismo Israel, que de Jacob se hizo Israel. ¿Qué significa "Israel"? El que ve a Dios. ¿En dónde verá a Dios? En la paz. ¿En qué paz? En la paz de Jerusalén, porque puso la paz en sus términos. Allí alabaremos; allí todos, uno en uno, seremos uno, porque en adelante no seremos muchos dispersos.