[Alabanzas a Dios por la restauración de Sión]
SERMÓN
1 [v.1]. Oíamos atentos cuando se cantaba el presente salmo, pero no todos los que lo oíamos lo entendíamos. ¡Con cuánta mayor atención ha de ser oído ahora si, conforme espero y deseo, ayudándonos las oraciones de todos los oyentes, se revelare, concediéndolo Dios, lo que quizá en él haya oscuro, para que así sea provechosa la audición y no vuelva con las manos vacías a casa el oyente que estuvo atento cuando oía ¿Cómo empieza? Se nos dice: Alabad al Señor. Esto se dice no sólo a nosotros, sino a todas las gentes. Esta voz que suena, debido al lector, en cada lugar determinado, la oyen todas las iglesias. Una sola voz de Dios, resonando sobre todos, nos incita a alabarle. Pero como si preguntásemos por qué debemos alabar a Dios, ved el motivo que aduce: Alabad al Señor, porque el salmo es bueno. ¿Es éste el total galardón de los que alaban? Alabemos al Señor. ¿Por qué? Porque es bueno el salmo. "Yo quisiera —dice alguno— alabar al Señor si me diese algo por la alabanza. Pues ¿quién alaba gratuitamente, al menos al hombre? Los loadores de los hombres esperan alguna recompensa, ¿y los de Dios no han de ansiar, pedir o esperar ninguna? Se alaba al débil, y se espera algo de él; se alaba al Omnipotente, ¿y no habrá galardón? ¿O es que quizás deseo lo que Él no puede dar?" ¿Qué desea el hombre que Dios no pueda darlo? Cuando alabas al hombre, quizás deseas lo que no puede darte. Alaba seguro a Dios, a quien nadie puede decir que no puede dar lo que tú puedes desear. Debemos alabar a Dios esperando que nos ha de dar algún galardón; pero no cuanto anhelamos, pues es padre, y, por tanto, no da lo malo que desean los hijos. Alabemos, esperemos y deseemos, no esto o aquello, sino lo que cree conveniente que ha de darse Aquel a quien alabamos. Él sabe lo que conviene ha de darnos; nosotros atendamos a lo que nos aprovecha recibir. El Apóstol dice: No sabemos lo que hemos de pedir según nos conviene1. El mismo apóstol San Pablo creía que le había de servir de provecho que se apartase de él el aguijón de su carne, al ángel de Satanás que le abofeteaba, según confiesa él, diciendo: ...por lo cual por tres veces rogué al Señor para que me le quitase, y me dijo: "Te basta mi gracia, porque la fortaleza se perfecciona en la flaqueza2." Deseó algo. No le fue concedido en cuanto al deseo, atendiendo al bien de la salud. ¿Qué se nos propuso aquí? Alabad, dice el Señor. ¿Por qué debemos alabar al Señor? Porque es bueno el salmo. El salmo es alabanza de Dios. Luego viene a decir: "Alabad al Señor, porque es bueno alabar al Señor." No dejemos de alabar de este modo al Señor. Se dijo y pasó; se hizo y callamos; hemos alabado y hemos callado; hemos cantado y hemos descansado. Nos dirigimos a otra cosa, quizá a hacer lo que resta; pues bien, cuando se presenten otras ocupaciones, ¿cesará la divina alabanza en nosotros? Ciertamente que no; tu lengua alaba temporalmente, alabe siempre tu vida. Por esto es bueno el salmo (el alabar).
2. El salmo es ciertamente un cántico, no de cualquier clase, sino acomodado al salterio. El salterio es cierto instrumento sonoro, como la lira, la cítara e instrumentos parecidos que se inventaron para acompañar al cántico. Quien salmea, no salmea solamente con la voz, sino que, tomando cierto instrumento músico llamado salterio, aplicando las manos a él, lo concuerda con la voz. ¿Quieres salmear? No cante tu voz únicamente las alabanzas de Dios, sino que tus obras concuerden con ella. Cuando cantas con la boca, callas algún tiempo; canta con la vida de modo que no calles nunca. Te entregas al negocio y piensas en el fraude; callaste la alabanza de Dios; y, lo que es mucho más grave, no sólo callaste la alabanza, sino que viniste a parar a las blasfemias. Cuando Dios es alabado por tu obra buena, alabas a Dios con tu obra, y, cuando Dios es ultrajado por tu obra mala, ultrajas a Dios con tu obra. Canta con la voz por lo que se refiere a los oídos, pero no calles con el corazón, no calles con la vida. ¿No piensas en fraude al negociar? Salmeas a Dios. Cuando comes y bebes, salmea; no confundas las dulzuras del sonido, apropiadas al oído, sino come y bebe con moderación, frugalidad y parcamente, porque el Apóstol dice así: Ya comáis, ya bebáis, ya hagáis otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios3. Luego, si obras bien y lo que comes y bebes lo tomas con miras al alivio del cuerpo y reparación de los miembros, dando gracias al que te proporcionó estos socorros suplementarios, tu comida y tu bebida alaban a Dios; pero, si sobrepasas por la inmoderación de la voracidad la medida que se debe a la naturaleza y bebes con exceso el vino, por muchas alabanzas que tu lengua tribute a Dios, le ultrajas con la vida. Después de la comida y la bebida reposas para dormir. No ejecutes nada torpe en el lecho; no te excedas más allá de lo concedido por la ley de Dios. Sea casto el hecho nupcial con la esposa; y, si procuras engendrar, no te entregues con desenfrenada lascivia a los placeres; trata con deferencia en el lecho a tu mujer, porque ambos sois miembros de Cristo4, ambos creados por Él, ambos redimidos con su sangre; haciendo estas cosas, alabas a Dios y de ningún modo callará la alabanza de Dios. ¿Qué acontecerá cuando llegue el sueño? Cuando duermes, no te despierte tu mala conciencia, y entonces la probidad de tu sueño alaba a Dios. Luego, si alabas, canta no sólo con la lengua, sino también tomando el salterio de las buenas obras: porque el salterio es bueno. Alabas cuando comercias, alabas cuando comes y bebes, alabas cuando descansas en el lecho, alabas cuando duermes. ¿Cuándo no alabas? Pero esta alabanza de Dios se perfeccionará en nosotros cuando lleguemos a aquella ciudad, cuando hayamos sido hechos iguales a los ángeles de Dios5, cuando ninguna necesidad corporal nos atormente por parte alguna, cuando ni el hambre ni la sed nos turben, ni el calor nos fatigue, ni el frío nos entumezca, ni la fiebre nos haga guardar cama, ni la muerte acabe con nosotros. Nos ejercitemos para aquella perfectísima alabanza con esta alabanza de las buenas obras.
3. Por eso, cuando dijo: Alabad al Señor, porque es bueno el salmo, añadió: La alabanza es grata a nuestro Dios. ¿Cómo será grata la alabanza a nuestro Dios? Alabándole viviendo bien. Oye cómo entonces le será grata la alabanza. En otro sitio dice: No es preciosa la alabanza en la boca del pecador6. Si no es bella la alabanza en boca del pecador, tampoco será grata, pues tanto es grato como bello. ¿Quieres que sea grata la alabanza a tu Dios? No interrumpan las malas costumbres tus buenos cánticos. Grata es la alabanza a nuestro Dios. ¿Qué dijo? Que quienes alabáis vivid bien. La alabanza de los impíos desagrada a Dios. Él atiende más a cómo vives que a cómo cantas. Sin duda, quieres tener paz con Aquel a quien alabas. Pero ¿cómo la podrás tener con Él, cuando contigo mismo no la tienes? "¿Cómo no la tengo conmigo mismo?" Porque una cosa profiere la lengua y otra demuestra la vida. Grata es la alabanza a nuestro Dios. La alabanza puede ser grata al hombre cuando oye alabar con armoniosas y agudas sentencias y dulce voz al loador. Pero sólo es grata a nuestro Dios la alabanza (que se basa en el buen vivir), puesto que Él aplica el oído, no a la boca, sino al corazón; no a la lengua, sino a la vida del que alaba.
4 [v.2]. ¿Quién es el Dios nuestro a quien es grata la alabanza? Él nos endulza, Él se entrega a nosotros gracias a su dignación. Pues se digna entregársenos, no como a los que había de prestar alguna cosa, sino más bien como a los que habían de recibir muchas de Él. ¿Cómo se entrega el Señor a nosotros? Oye al apóstol San Pablo: Dios —dice— nos entrega su amor. ¿Cómo lo entrega? Oíd; hable el Apóstol para compararle con el salmo: Dios —dice— nos entrega su amor. ¿Cómo lo entrega? Porque, siendo nosotros aún pecadores, Cristo murió por nosotros7. ¿Qué reservará a quienes le alaban, cuando de este modo se entrega a los pecadores? Luego como dijo el Apóstol que Dios de tal modo nos entregó su amor que Cristo murió por los impíos, no para que permaneciesen impíos, sino para que por la muerte del justo fuesen librados de la injusticia, ¿qué oyes ahora después de haber dicho; Es grata la alabanza a nuestro Dios? Veamos si ésta es la entrega de la cual el Apóstol habló cuando dijo; Cristo murió por los impíos y los pecadores. El Señor edifica —dice el salmo— a Jerusalén y congrega la dispersión de Israel. Ved que el Señor edifica a Jerusalén y congrega la dispersión de su pueblo. El pueblo Jerusalén es el pueblo Israel. Jerusalén es la ciudad celeste y eterna en donde también son ciudadanos los ángeles. ¿Por qué se llama Israel? Atendiendo al varón nieto de Abrahán, que se llamó también Jacob. ¿Cómo entenderemos que los ángeles son también Israel? Si examinamos la interpretación del nombre, (vemos) que a Jacob, por cambio del nombre, se le llamó Israel8, y con toda propiedad cuadra a la ciudad este nombre. ¡Ojalá que, siendo nosotros ciudadanos de ella, seamos Israel! Pues ¿qué significa Israel? El que ve a Dios. Luego todos los moradores de aquella ciudad se gozan en aquella amplísima e inmensa ciudad viendo a Dios, pues el mismo Dios es su espectáculo. Pero nosotros, expulsados de ella por el pecado, al no permanecer en ella, peregrinamos lejos de ella, y sobrecargados debido al pecado. Sin embargo, Dios miró compasivamente nuestra peregrinación, y El, que edifica a Jerusalén, restauró la parte derribada. ¿Cómo la restauró? Congregando las dispersiones de Israel. Cayó una parte y se hizo peregrina; pero Dios la miró con misericordia y buscó a los que no le buscaban. ¿Cómo buscó? ¿A quién envió a nuestro cautiverio? Envió al Redentor, según consigna el Apóstol, pues dice: Nos entregó su amor, porque, siendo nosotros aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Luego envío a nuestro cautiverio a su Hijo redentor. Contigo lleva el saco (el cuerpo), encerrando en él el precio de los cautivos, pues se vistió de la mortalidad de la carne, y en ella se encerraba la sangre con la que nos redimiría al derramarla. Con aquella sangre congregó la dispersión de Israel. Si en otro tiempo Él congregó a los dispersos, ¿cómo no ha de ponerse ahora gran empeño en recoger a los dispersos? Si fueron recogidos los dispersos para que, mediante la mano del Arquitecto, entrasen a formar parte del edificio, ¿cómo no han de ser recogidos quienes cayeron de la mano del Artífice debido a la inquietud? El Señor edifica a Jerusalén. Ved a quién alabamos, ved a quién debemos la alabanza durante toda nuestra vida. El Señor edifica a Jerusalén y congrega las dispersiones de Israel.
5 [v.3]. ¿Cómo congrega? ¿Qué hace para congregar? Sana a los contritos de corazón. Ved cómo son congregadas las dispersiones de Israel sanando a los contritos de corazón. Los que no quebrantan el corazón no son sanados. ¿Qué es quebrantar el corazón? Sabido es, carísimos; hágase para que podáis ser sanados. Se dijo en otros muchos pasajes de la Escritura, y principalmente en aquel lugar en donde, cantando uno con nuestra voz, decía: Porque, si hubieses querido sacrificio (de animales), lo hubiese ofrecido. A Dios decía: Si hubieses querido sacrificio, te lo hubiese ofrecido; pero no te deleitarás con holocaustos. Entonces ¿qué? ¿Permaneceremos sin la oblación de sacrificios? Oye lo que quiere que ofrezcas, pues prosigue y dice: El sacrificio para Dios es el espíritu atribulado; Dios no despreciará el corazón contrito y humillado9. Luego sana a los contritos de corazón. A ellos se acerca para sanarlos, conforme dice en otro salmo: Cerca está el Señor de aquellos que atribularon su corazón10. ¿Quiénes atribularon su corazón? Los humildes. ¿Quiénes no lo atribularon? Los soberbios. Sanará al atribulado, quebrantará al engreído; y quizá quebranta para que, contrito, sane. Hermanos, no trate de elevarse nuestro corazón antes de ser recto, pues se endereza mal lo que primeramente no se corrige.
6. Sana a los contritos de corazón y ata sus quebraduras. Sana, dice, a los contritos de corazón; luego sana a los humildes de corazón, sana a los que confiesan, sana a los que a sí mismos se castigan ejerciendo en sí un severo juicio para que puedan percibir su misericordia. Sana a éstos; pero la perfecta sanidad tendrá lugar una vez que haya pasado la mortalidad; cuando esto corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se vista de inmortalidad11; cuando nada exista procedente de la carne, que incite a la caída; cuando no sólo no haya nada a lo que consintamos, sino nada que pueda sugerir la carne. Pues ahora, hermanos míos, ¡cuántos deleites ilícitos conmueven el corazón! Y aunque no consintamos en ellos, porque nuestros miembros sirven a la justicia, no a la iniquidad; sin embargo, como sientes estos deleites, aunque no consientas, aún no tienes la sanidad perfecta. Sanarás, sanarás habiendo atribulado el corazón. No te avergüences, atribula el corazón, pues Dios sana a éstos. Pero ahora dirás: "¿Qué hago?" Me deleito en la ley de Dios según el hombre interior, pero veo otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi mente y que me tiene cautivo en la ley del pecado. ¿Qué harás? Atribulado el corazón, confiesa, obra y di lo siguiente: ¡Infeliz hombre yo! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Decir: ¡Infeliz hombre yo!, ya es atribular el corazón. Espere la felicidad el que confiesa la desgracia. Di, pues: ¡Infeliz hombre yo! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?, para que se te responda: La gracia de Dios por Jesucristo nuestro Señor12. ¿Cómo librará la gracia de Dios? ¿De dónde recibiremos tal prenda? Oye al mismo Apóstol decir: El cuerpo ciertamente está muerto por el pecado, mas el espíritu es vida por la justicia. Luego, si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesucristo de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Jesucristo de entre los muertos vivificará vuestros cuerpos mortales por Espíritu suyo que habita en vosotros13. Nuestro espíritu recibió esta prenda para que comencemos a servir a Dios por la fe y a ser llamados justos por ella, porque el justo vive de la fe14. Todo lo que aún combate y resiste contra nosotros, procede de la mortalidad de la carne; pero esto será sanado. Vivificará —dice— vuestros cuerpos mortales por el Espíritu que habita en vosotros. Dio la prenda para cumplir lo que prometió. ¿Qué hará ahora, en esta vida, cuando aún somos confesores, mas no poseedores? ¿Qué hará en esta vida? ¿Cómo será curado? Sana a los contritos de corazón. Pero la perfecta salud se alcanzará cuando dijimos. Luego ahora, ¿qué hace? Ata sus quebraduras. El que cura, dice el salmista, a los contritos de corazón, los cuales conseguirán la perfecta sanidad en la resurrección de los justos, ata ahora sus quebraduras.
7. ¿Cuáles son los ligamentos de las quebraduras? Los semejantes a los que usan los médicos al vendar las fracturas. Algunas veces, y entienda esto vuestra caridad, pues es conocido por quienes lo observaron o lo oyeron de los médicos; algunas veces, los médicos, para corregir lo malo y torcidamente soldado, lo rompen y producen nueva herida, porque no está bien curado. También la Escritura consigna esto, diciendo: Los caminos del Señor son rectos, mas el depravado de corazón tropezará en ellos15. ¿Qué quiere decir depravado de corazón? Prevaricador, que tiene torcido el corazón. Este piensa que todas las cosas que Dios dice están torcidas, que son malas todas las cosas que Dios hizo, y, por tanto, le desagradan todos sus juicios, y principalmente aquellos por los que él es corregido; y, por lo mismo, permanece en sus trece y discute las obras de Dios, porque no las hace conforme a su deseo. Por tanto, tiene el corazón depravado de tal modo, que es poco no encaminarse a Dios, y, por lo mismo, quiere torcer a Dios hacia sí. Pero ¿qué dice Dios desde arriba? "Tú estás depravado, yo soy justo; si fueses recto, percibirías mi equidad." Así como, al colocar en un pavimento nivelado un madero torcido, no se ajustaría al pavimento, y por todas partes se movería, por todas se tambalearía, lo cual no procedería de la desigualdad del suelo, sino de que el madero estaba torcido, así dice la Escritura refiriéndose a la rectitud del corazón: ¡Cuán bueno es el Dios de Israel para los rectos de corazón!16 ¿Qué ha de hacerse? ¿Cómo se enderezará el corazón torcido? Se encuentra torcido y duro; pues bien, se rompa y quiebre el torcido y duro para que se enderece. Tú no puedes enderezar tu corazón. Quebrántalo tú, que lo enderece el Señor. ¿Cómo lo quebrarás, cómo lo quebrantarás? Confesando, castigando tus pecados. ¿Qué otra cosa significa el golpe de pecho? ¿O es que pensamos que pecaron nuestros huesos cuando nos golpeamos el pecho? Con esto indicamos que quebrantamos el corazón para que Dios lo enderece.
8. Sana a los contritos de corazón y a los que le atribulan, pero la sanidad de su corazón será perfecta cuando tenga lugar la prometida reparación corporal. Entre tanto, ahora, ¿qué hace el Médico? Ata tus quebraduras mientras se consolida lo que fue quebrado, lo que fue atado, para que puedas llegar a la completa firmeza. ¿Cuáles son estos vendajes? Los sacramentos temporales. Las ataduras medicinales de nuestras roturas son por ahora los sacramentos temporales, con los cuales nos aliviamos. También son ataduras de las roturas todo esto que os hablamos, las mismas palabras que suenan y pasan, todo lo que se hace temporalmente en la Iglesia. Así como el médico quita la ligadura conseguida la curación, así desaparecerá en aquella ciudad de Jerusalén cuando hubiéremos sido hechos iguales a los ángeles; pues ¿acaso pensáis que allí hemos de recibir lo que recibimos aquí? ¿O que allí se nos ha de recitar el evangelio para sostener nuestra fe? ¿O que han de imponerse las manos por algún prepósito? Todas estas cosas son ligamentos de fracturas; conseguida la curación, desaparecerán; pero no la conseguiremos si no fuesen atadas las quebraduras. Luego sana a los contritos de corazón y ata sus quebraduras.
9 [v.4]. Cuenta la multitud de las estrellas y a todas las llama por su nombre. ¿Qué extraordinario es a Dios contar la multitud de las estrellas? Esto lo intentaron hacer también los hombres; vean ellos si lo han conseguido, pues no lo hubieran intentado si no hubiesen esperado conseguirlo. Dejémosles a ellos con lo que pudieron y hasta el punto que llegaron. Para Dios juzgo que no es cosa extraordinaria contar todas las estrellas. Pero ¿acaso las cuenta para no olvidarse? ¿Es algo grande para Dios, que tiene contados todos los cabellos de nuestra cabeza17, contar las estrellas? Es evidente, hermanos, que Dios quiso darnos a entender algo especial en aquello que dice el salmista: Cuenta la multitud de las estrellas y a todas las llama por su nombre. Las estrellas son ciertos luminares que en la Iglesia alivian nuestra noche; es decir, todos aquellos que aparecen como lumbreras en el mundo, de quienes el Apóstol dice: En esta generación aviesa y extraviada lucís como lumbreras en el mundo sosteniendo la palabra de vida18. Dios cuenta estas estrellas, cuenta a todos los que reinarán con El y tiene contados a todos los agregados al Cuerpo de su Unigénito. El que es indigno, no es contado. Muchos creyeron; muchos, por un cualquier remedo de fe, se agregaron a sí mismos al pueblo de Dios; sin embargo, Dios sabe qué ha de contar y qué ha de aventar. Con todo, tan grande es la sublimidad del Evangelio, que se cumplirá lo que se dijo: Anuncié y hablé, y se multiplicaron sobre todo número19. Luego, en cierto modo, también hay entre los pueblos supernumerarios. ¿Qué significa "supernumerarios"? Que hay más de los que ha de haber allí. Dentro de estas paredes hay más que ha de haber en el reino de Dios, en aquella Jerusalén celestial; y éstos son los supernumerarios. Vea cada uno de vosotros si luce en las tinieblas, si no es seducido por la tenebrosa iniquidad del mundo. Si no fuese arrastrado ni vencido, será como estrella que ya cuenta Dios.
10. Ya todas llama por su nombre. En esto consiste todo el premio. Tenemos ciertos nombres ante Dios. Debemos desear, debemos perseguir, debemos cuidar cuanto podamos que Dios conozca nuestros nombres, sin alegrarnos de otras cosas, ni siquiera de ciertos dones espirituales. Atienda vuestra caridad. En la Iglesia hay muchos dones, conforme dice el Apóstol: A uno se da por el Espíritu Santo habla de sabiduría; a otro, habla de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe en el mismo Espíritu; a otro, don de curaciones; a otro, discernimiento de espíritus; es decir, que discierna entre los buenos y malos espíritus; a Otro, linaje de lenguas; a otro, profecía20. ¡Cuántas y cuan grandes cosas dijo! Sin embargo, muchos, usando mal de tales dones, oirán al fin: No os conozco. ¿Y qué han de decir al fin los que oirán: No os conozco? Señor, ¿por ventura no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? En tu nombre hicieron todas estas cosas. Pero ¿qué les dirá? Jamás os conocí; apartaos de mí, obradores de iniquidad21. Luego ¿qué significa ser luz del cielo, que alivia o atenúa la noche, y no ser vencida por la noche? Aún —dice el Apóstol— os voy a enseñar un camino más excelso22. Si hablare todas las lenguas de los hombres y de los ángeles y no tuviere caridad, soy bronce que suena y címbalo que clamorea. ¡Cuán grande prerrogativa es hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles! Sin embargo, dice: Si no tuviere caridad, soy bronce que suena y címbalo que tañe. Si supiere —prosigue— todos los misterios y toda la ciencia; y si tuviere todo el don de profecía y toda la fe, de suerte que trasladase los montes —¡cuán grandes son estos dones!— y no tuviere caridad, nada soy. ¡Cuán grande es la ofrenda del martirio y la distribución de los bienes a los pobres!; y, sin embargo, si distribuyere todos mis bienes a los pobres y entregase mi cuerpo a las llamas, y no tuviere caridad, de nada me aprovecha23. Quien no tiene caridad, aunque temporalmente tenga estos dones, se le quitarán. Se le quitará lo que tiene, porque le falta alguna otra cosa, le falta esta cosa por la cual tendría todas las cosas y él mismo no perecería. ¿Qué es lo que ahora dice el Señor? Al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará24. Luego al que no tiene ha de quitársele lo que tiene. Tiene la virtud de poseer, pero no tiene la caridad en el obrar; luego, como le falta esto, lo que tiene le será quitado. Por eso, para que tuviesen caridad los discípulos, a los que quería enseñar el camino excelentísimo y hacerlos estrellas ambulantes en el cielo, Aquel que cuenta la multitud de las estrellas y a todas llama por su nombre, al volver gozosos de la misión que habían recibido y decirle: Señor, hasta los espíritus inmundos se sometieron a nosotros en tu nombre, Él, que cuenta la multitud de las estrellas y a todas llama por su nombre, sabiendo que muchos habían de decir: ¿Por ventura no arrojamos los demonios en tu nombre?, a los que se dirá al fin: No os conozco, porque no los contó entre la multitud de las estrellas y los llamó por su nombre, les dice: No os alegréis porque se os sometieron los espíritus, sino alegraos de que vuestros nombres están escritos en el cielo25. Enumera la multitud de las estrellas y a todas llama por su nombre.
11 [v.5]. Grande es nuestro Señor. Lleno de gozo eructó algo inefable. No era capaz de decir no sé qué cosa, y, por lo mismo, piensa cómo lo sea. Grande es nuestro Señor, y grande su fortaleza; y su inteligencia no tiene número. El que cuenta la multitud de las estrellas, no puede ser contado. Grande es nuestro Señor, y grande su fortaleza; y su inteligencia no tiene número. ¿Quién explicará esto? ¿Quién pensará dignamente lo que se dijo: Y su inteligencia no tiene número? ¡Ojalá se infunda Él en vosotros para que, en lo que yo desfallezco o soy incapaz de explicar, Él, que es poderoso, ilumine vuestras mentes, y de este modo sepáis qué quiere decir y su inteligencia no tiene número! Ved, hermanos: ¿por ventura puede contarse la arena? Por nosotros, no; por Dios, sí. Aquel por quien están contados los cabellos de nuestra cabeza, también tiene contada la arena. Todo lo que este mundo contiene de innumerable, aunque lo es para el hombre, no lo es para Dios; digo poco al decir para Dios; también para los ángeles está contado. Y su inteligencia no tiene número. Su inteligencia excede a todos los calculadores; no puede ser numerada o medida por nosotros. ¿Quién numera al número? Todas las cosas que se numeran o cuentan, se cuentan por el número. Si todo lo que se numera, se numera por el número, el número no puede ser número del número; de ninguna manera puede numerarse el número. Pero ¿qué es para Dios (el número), por el cual y en el cual hizo todas las cosas, y a quién se dice: Todas las cosas las dispusiste en medida, número y peso?26 ¿Quién puede contar, medir y pesar la misma medida, el mismo número y el mismo peso en que Dios dispuso todas las cosas? Luego su inteligencia no tiene número. Callen las voces humanas, no se molesten los pensamientos de los hombres; no se entreguen a las cosas incomprensibles como si hubieran de comprenderlas, sino como seres que han de participar de ellas, pues seremos participantes. No seremos lo que percibimos ni lo percibimos todo; pero seremos partícipes, pues se dijo de Jerusalén, de la que Dios congrega las dispersiones; se dijo de ella algo grande: Jerusalén, que está edificada como ciudad, su participación (será) en Él mismo27. ¿Qué quiere decir in idipsum, en Él mismo, sino que no puede cambiar? Las demás cosas creadas pueden ser de esta o de otra forma. Él es siempre el mismo, idipsum, puesto que se dijo de Él: Cambiarás todas las cosas, y se cambiarán, pero tú "idem ipse es", eres siempre el mismo, y tus años no tienen fin28. Si, pues, Él es siempre el mismo y no puede cambiar de ninguna manera, participando nosotros de su divinidad, seremos también inmortales en la vida eterna. Esta prenda se nos dio de parte del Hijo de Dios, pues ya dije a vuestra santidad que, antes de hacernos partícipes de su inmortalidad, se hizo Él participante de nuestra mortalidad. Así como Él es mortal, no por su sustancia, sino por la nuestra, así nosotros somos inmortales, no por nuestra naturaleza, sino por la de Dios. Seremos partícipes; nadie lo dude; la Escritura lo dijo. Pero de lo que participamos, ¿participaremos porque haya partes en Dios o porque Dios se divida en partes? ¿Quién explicará cómo participen muchos de una cosa simplicísima? No exijáis lo que no puede decirse convenientemente; pienso que lo comprendéis. Encaminaos al preservativo del Salvador; atribulad el corazón; se quebrante la dureza, la obstinación del ánimo, se delate el mal y se renazca en el bien. Él enderezará, Él vendará la rotura y consolidará la salud, y entonces no habrá imposibles para nosotros como ahora los hay. Le conviene confesar la debilidad al que quiere llegar a la divinidad. Su inteligencia no tiene número.
12 [v.6]. Al decir a seguida: El Señor ampara a los mansos, te manifestó lo que debes hacer en la dificultad o en la imposibilidad de entender. Por tanto, no entiendes, entiendes poco, no llegas a percibir; venera la Escritura de Dios, honra la palabra de Dios, aun la que no es patente; pospón la inteligencia a la piedad. No seas insolente censurando de oscuridad o malignidad a la Escritura. Nada hay en ella injusto; y, si hay algo oscuro, no es para que se te niegue su entendimiento, sino para hacer desear lo que ha de recibirse. Luego, si hay algo oscuro, el Médico lo recetó de este modo para que llames; quiso que te ejercitases llamando. Lo quiso así para abrir al que llama29. Llamando, te ejercitarás; ejercitado, te harás más capaz; siendo más capaz, percibirás lo que se da. Luego no te indignes porque esté cerrado. Sé afable, sé manso. No te opongas a las cosas oscuras y digas: "Mejor se diría si se dijese así." ¿Cómo puedes decir o juzgar tú el modo como conviene se diga? Se dijo como debió decirse. No cambie el enfermo los medicamentos, pues el Médico sabe recetar como es debido; cree al que te cura. Por tanto, ¿qué sigue? El Señor ampara a los mansos. No te opongas a las cosas ocultas de Dios; sé manso para que te ampare. Si te opones, oye lo que sigue: Y abate a los pecadores hasta el polvo. Hay muchas clases de pecadores: Y abate a los pecadores hasta el polvo. ¿A qué pecadores? A los contrarios a los mansos. Por lo que dijo: El Señor ampara a los mansos y humilla a los pecadores hasta el polvo, quiso se entendiese, por la antedicha mansedumbre, cierta clase de pecadores. Por pecadores entendemos en este lugar los inhumanos y altaneros. ¿Por qué los abate hasta la tierra? Porque censuran las cosas del entendimiento, y, por lo tanto, han de percibir sólo las terrenas.
13. Esto hizo con los hombres que quisieron mofarse de la ley antes de conocerla; no fueron, pues, mansos. Atienda vuestra caridad. Existió cierta secta perversísima de los maniqueos que, aceptando y leyendo las santas Escrituras, se mofaban de ellas. Censuraban lo que no entendían; y, discutiendo y vituperando lo que no entendían, envolvían en sus lazos a no pocos incautos. Pero fueron abatidos hasta el polvo los que pretendieron hacer esto. No se les permitió entender las cosas celestes, y, por lo mismo, se alimentaron de las cosas de la tierra. Todo lo que oyes en sus fábulas es blasfemia y cierta ficción de imágenes sensibles, ya que, queriendo conocer a Dios, llegaron a pensar en cierta luz visible no pudiendo comprender cosa más excelsa; así asignaron al reino de Dios tal condición de luz cual veían que tenía este sol terreno, como si fuese resultado de aquella luz divina. Todo lo que se percibe aquí por la tierra carnal, es tierra para Dios. Tenemos, pues, medios por los que vemos, oímos, olemos, gustamos y palpamos. Esta carne percibe únicamente las cosas corporales por cinco mensajeros, a los que llamamos sentidos. Las inteligibles y espirituales se perciben por la mente. Luego como ellos se mofaron de la oscuridad de las santas Escrituras, las que se hallaban cerradas para ejercitar a los que llaman, no para negar su conocimiento a los pequeños, de aquí que fueron abatidos hasta el polvo para que no pudieran pensar en más que en lo que se percibe por la tierra. Al decir por la tierra, quiero decir "por la carne". Pues esta carne es tierra y de la tierra fue hecha. Cuanto percibes por los ojos, pertenece a la tierra; cuanto percibes por el oído, por el olfato, por el gusto y por el tacto, pertenece a la tierra, porque se percibe por la tierra. Ellos no eran capaces de entender la inteligencia, la cual no tiene número, porque su inteligencia no tiene número. Censurando las santas Escrituras, que ocultan saludablemente el conocimiento con algunos misterios de cosas para que se ejerciten los párvulos, y, haciéndose altaneros por la misma reprensión, lo que es opuesto a los mansos, fueron abatidos hasta el polvo para que no pudieran percibir al Dios incorporal, y cuanto de Dios pensasen, únicamente lo entendiesen corporalmente.
14 [v.7]. Dios abate a los pecadores hasta el polvo. ¿Qué debemos hacer nosotros si no queremos ser abatidos hasta el polvo? Gran cosa es arribar hasta lo inteligible, hasta lo espiritual; gran cosa es llegar el corazón a tal estado, que conozca que hay algo que no se extiende por espacios ni varía con el tiempo. ¿Cuál es, pues, la naturaleza de la sabiduría? ¿Quién piensa sobre ella? ¿Es larga, es cuadrada, es redonda? ¿Ahora está aquí, ahora allí? Uno piensa que se halla en el oriente, otro que en el occidente; si piensan bien de ella, toda ella se encuentra en presencia de estos dos sitios, que se hallan colocados en tan diversos lugares. ¿Qué es esto? ¿Quién lo entiende? ¿Quién comprende esta sustancia, esta divina e inmutable naturaleza? No te aceleres; puedes comprenderla. Oye lo que sigue: Empieza a alabar al Señor con la confesión. Comienza desde aquí si quieres llegar al conocimiento claro de la verdad. Si quieres ser llevado del camino de la fe a la posesión de la visión, comienza por la confesión. Primero acúsate; acusado, alaba a Dios. Invoca al que todavía no conoces para que venga y le comprendas; mejor dicho, no que venga Él, sino que te lleve Él a sí. Pues ¿cómo viene Él al lugar de donde nunca se apartó? Esta es la excelencia de la Sabiduría: hallarse en todos los lugares y estar lejos de los malos. Está, diré, en todos los lugares y se halla lejos de los malos en cualquier sitio que se hallen. Os pregunto: ¿De quiénes se encuentra lejos lo que está en todas las partes? ¿Por qué pensáis esto si no es porque yacen en su desemejanza por haber destruido en sí la imagen de Dios? Se apartaron al hacerse desemejantes; vuelvan reformados. "¿Cómo —dicen— y cuándo seremos reformados?" Comenzad a alabar a Dios con la confesión. Después de la confesión, ¿qué más ha de hacerse? Sigan las buenas obras: Salmead a nuestro Dios con la cítara. ¿Qué significa con la cítara? Lo que ya expliqué: como el salmo se cantaba acompañado del salterio, así también la cítara acompañe al cántico. Se cante no sólo con la voz, sino también con las obras. Salmead a nuestro Dios con la cítara.
15 [v.8]. Confesad, ejecutad obras de misericordia: Salmead a nuestro Dios. ¿A qué Dios nuestro? A Aquel que cubre el cielo de nubes. ¿Qué significa que cubre el cielo de nubes? Que encubre la Escritura de figuras y misterios. El que abate a los pecadores hasta el polvo, el que ampara a los mansos, cubre el cielo de nubes. Pero ¿quién verá el cielo que esté cubierto de nubes? No temas. Oye lo que sigue: El que cubre el cielo de nubes, prepara lluvia a la tierra. Cubre el cielo de nubes. Te asustaste, porque no ves el cielo; al llover fructificarás y le verás sereno. Cubre el cielo de nubes el que prepara lluvia a la tierra. Sin duda hizo esto el Señor, Dios nuestro. Si la oscuridad de la Escritura no nos hubiera dado ocasión, no os hubiera dicho estas cosas de las que os gozáis. Esta es quizá la lluvia por la cual os gozáis. No se os hubiera podido explicar con palabras si Dios no hubiera cubierto el cielo de las Escrituras con nubes de símbolos. Luego cubrió el cielo de nubes para preparar la lluvia a la tierra. Quiso que fuesen oscuras las palabras de los profetas para que tuviesen después los siervos de Dios algo que interpretado penetrase en los oídos y en los corazones humanos que reciben de las nubes de Dios el alimento de la alegría espiritual. Él cubre el cielo de nubes y prepara lluvia a la tierra.
16. Hace brotar heno en los montes, y hierba para servicio de los hombres. He aquí el fruto de la lluvia. Dice que hace brotar heno en los montes. ¿Por ventura no lo hace brotar también en la tierra humilde o baja? Pero lo que es más grande: lo hace brotar en los montes. Llama montes a los poderosos del mundo. Toma en este pasaje por montes a los dotados de alguna gran dignidad, pues no es de extrañar que echase en el gazofilacio30 dos ochavos no sé qué viuda. La tierra, la tierra humilde, produjo heno; pero también lo produjo el monte: Zaqueo, príncipe de los publícanos31. Más admirable fue que el monte produjese heno. Pues cuanto más encumbrados se hallan los hombres, tanto son más avaros, y cuanto son más excelsos en este mundo, tanto más aman sus riquezas. De aquí que se apartó apesadumbrado el que llamó al Señor Maestro bueno y le pedía un consejo para la vida eterna, diciendo: ¿Qué haré para conseguir la vida eterna? Y el Señor le responde: Guarda los mandamientos, ¿Cuáles?, dice él. Y el Señor le contesta: "Los de la ley." Todos éstos —replica el joven— los cumplí desde mi juventud. Una cosa te falta —le contesta el Señor—; si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y ven y sígueme. ¿Qué dijo el Señor? Ve que eres monte; recibe la lluvia y da heno. Pues ¿qué ha de dar? ¿Acaso no has de dar heno? Efectivamente, todas estas cosas que se dan a la Iglesia por los ricos para socorrer las necesidades de los que sirven a Dios, ¿qué son sino heno? Son cosas materiales y que sirven temporalmente, pero que no se consigue por ellas algo carnal. Ve lo que compras con estas cosas viles. El Apóstol, demostrando que todo ello es heno, dice: Si nosotros hemos sembrado para vosotros los bienes espirituales, ¿será cosa grande que recojamos de vosotros los bienes carnales?32 Ve cómo los bienes carnales son heno: Toda carne es heno, y todo el esplendor del hombre, como flor de heno33. El joven se alejó entristecido, y el Señor dijo entonces: ¡Difícilmente entra un rico en el reino de los cielos! Luego es cosa grande hacer brotar heno en los montes. ¿Y cómo hace brotar heno en los montes, si el rico, habiendo oído que debía dar sus bienes a los pobres, se alejó entristecido? ¿Qué declaró después a los contristados apóstoles? Lo que es dificilísimo al hombre, es facilísimo a Dios34. Luego Aquel para quien todas las cosas son facilísimas, hace brotar heno en los montes. Nada hay más estéril que los ásperos montes. Pero llueve el que hace brotar el heno en los montes, y la hierba para servicio del hombre. Para servicio, ¿de quién? Atiende al mismo San Pablo: Nosotros —dice— somos vuestros servidores por Jesucristo35. El que decía: Si nosotros sembramos para vosotros bienes espirituales, ¿será gran cosa que recojamos vuestros bienes carnales?, se llamó siervo. Os servimos, hermanos. Seremos mayores si somos más humildes. Cualquiera que desee ser entre vosotros mayor —y es sentencia del Señor—, sea vuestro servidor36. Luego hace brotar heno en los montes, y hierba para servicio del hombre. El apóstol San Pablo, viviendo de su propio trabajo, no quiso recibir este heno de los montes; quiso sentir la necesidad; pero, sin embargo, los montes ofrecían heno. ¿Acaso porque no quiso Él recibirlo no debieran dar heno los montes, permaneciendo estériles? Se debe fruto a la lluvia, se debe alimento al servidor, según dice el Señor: Comed las cosas que son de ellos. Y, para que no pensasen que daban algo de lo suyo, dice además: El obrero es acreedor a su jornal37.
17. Aconteció, hermanos, que, tomando pie de ocasión parecida, os hablé algo sobre esto (ser. 3 n.9—12 del salmo 103). Como precisamente hablo a los que no pido tales cosas, por eso hablo con más libertad; pero, aunque os las pidiese, pediría vuestro fruto y no vuestras riquezas, pediría vuestra justicia. Con todo, os amonesto brevemente, porque ya he dicho muchas cosas, y ha de terminarse el sermón, que, si no queréis ser estériles, exigíos a vosotros mismos, haceos vuestros cobradores para que de este modo devolváis por la lluvia; no suceda que más tarde sea condenada vuestra esterilidad, pues amenaza Dios con el fuego a la tierra estéril y espinosa38, así como prepara la troje para la fructuosa. Cristo, callado, pide; pero la voz del que calla es más intensa, puesto que en el Evangelio no calla, pues no calla al decir: Granjeaos amigos con la riqueza de la iniquidad para que ellos os reciban en los eternos tabernáculos39. No calla; oíd su voz. Nadie puede pediros, a no ser que, exigiéndolo el trabajo diario, os pidan los que os sirven en el Evangelio. Si se llegare a pedir, ved no suceda que lo que vosotros pedís a Dios, lo pidáis en vano. Luego sed cobradores de vosotros mismos, no acontezca que aquellos que os sirven en el Evangelio, no digo que se vean obligados a pedir algo, porque quizá ni forzados piden, sino que os inculpen en silencio. De aquí que se escribió: Bienaventurado el que entiende sobre el necesitado y el pobre40. Al decir atiende al necesitado y al pobre, no espera que pida. Le atiende. Te busca un indigente; tú busca a otro. Una y otra cosa se dijo, hermanos míos; ahora se leyó: Da a todo el que pide41; y la Escritura dice en otro sitio: Sude la limosna en tu mano hasta que encuentres al justo a quien se la entregues. Te busca uno, tú debes buscar a otro. No despaches vacío al que te busca, da a todo el que te pida; pero hay otro a quien tú debes buscar: Sude la limosna en tu mano hasta que encuentres al justo a quien des. No haréis jamás esto si no tenéis separado algo de vuestras riquezas, lo que a cada uno agrade según las necesidades de su casa, y que deba dar como deuda al fisco. Cristo, si no tiene república, no tiene fisco. ¿Sabéis qué es el fisco? Un saquito. De aquí, de fiscus, se dijo también fiscellus, fiscina, cestillo, canastillo. No penséis que el fiscus es algún dragón, porque se oye con temor al recaudador del fisco; el fisco es el canasto, el depósito o el erario público. El Señor tenía este erario aquí en la tierra cuando contaba con la bolsa, la cual se encomendó a Judas42. El Señor soportaba al traidor y al ladrón, mostrando en todo momento su paciencia con él; sin embargo, los que depositaban las limosnas, las depositaban en la bolsa del Señor. A no ser que penséis que el Señor, a quien servían los ángeles y que con cinco panes dio de comer a otros tantos miles de hombres, se encargaba de esto, y pedía o mendigaba. ¿Por qué quiso hallarse necesitado? Para incitar a los montes, a fin de que produjesen heno y no devolviesen esterilidad en recompensa de la lluvia. Luego separad algo y destinadlo al fisco, ya de los productos anuales, ya de vuestras ganancias diarias. Porque viviendo debes dar, y es necesario que se mueva tu mano alargándola a lo que no habías prometido. Separa alguna parte de tus ganancias. ¿Quieres que sean los diezmos? Aparta los diezmos, aunque sea poco. Pues se dijo que los fariseos daban diezmos: Ayuno dos veces por semana, doy diezmo de todo cuanto poseo43. ¿Y qué dijo el Señor? Si vuestra justicia no sobrepasa la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos44. Ve que Aquel sobre quien debe aventajar tu justicia da diezmos, y tú no das ni milésimas. ¿Cómo aventajarás al que ni siquiera igualas? Cubre el cielo de nubes y prepara lluvia para la tierra; hace brotar el heno en los montes, y la hierba para servicio del hombre.
18 [v.9]. Y da a las bestias su alimento. Estos animales son la grey de Dios. Dios no deja de dar a su grey los alimentos propios de ella mediante los hombres, para cuyo servicio hace brotar la hierba. De aquí que dice el Apóstol: ¿Quién apacienta el rebaño y no toma la leche de él?45 Y da a las bestias su alimento, y a los pollos de los cuervos que claman a Él. ¿Quizá pensamos que los cuervos invocan a Dios para que les dé alimento? No penséis que el alma irracional invoca a Dios; sólo sabe invocar a Dios el alma racional. Entended que se dijo esto figuradamente, y no creáis, como dicen algunos impíos, que las almas humanas se reencarnan en las bestias, en los perros, en los puercos, en los cuervos. Alejad tal cosa de vuestro pensamiento y de vuestra fe. El alma humana fue hecha a imagen de Dios46, (y Dios) no entregará su imagen al perro o al puerco. Luego ¿qué significa y a los pollos de los cuervos que le invocan? ¿Quiénes son los pollos de los cuervos? Los israelitas decían que sólo eran justos ellos, porque habían recibido la ley, y que todos los hombres restantes de todas las demás naciones eran pecadores. Ciertamente que todas las naciones se hallaban envueltas en el pecado, en la idolatría, en el culto de las piedras y de los árboles. Pero ¿por ventura permanecieron así? Si los mismos cuervos, nuestros padres, no invocaron a Dios, sin embargo, nosotros, polluelos de los cuervos, le invocamos. Da su alimento a las bestias, y a los pollos de los cuervos que le invocan. Son polluelos de los cuervos aquellos de quienes dice San Pedro: Sabéis que no fuisteis redimidos de vuestra vanísima costumbre, recibida de vuestros padres, con oro o plata corruptible47. Progresando, pues, los polluelos de los cuervos, que veían adorar los ídolos de sus padres, se volvieron a Dios. Por eso oyes ahora al polluelo del cuervo que invoca al único Dios. "¿Pues qué, abandonaste a tu padre?", preguntas al polluelo del cuervo. "Le abandoné por completo —te dice, pues el cuervo no invocó a Dios—; pero yo, polluelo del cuervo, le invoco." Y alimenta a los polluelos de los cuervos que le invocan.
19 [v.10]. No se agradará en la fuerza del caballo. La fuerza del caballo es la soberbia. El caballo parece acomodado para ser palco del hombre, a fin de que camine más alto. Y, a la verdad, él tiene cerviz, que simboliza la soberbia. No se engrían los hombres por sus dignidades, no se tengan por excelsos debido a los honores; cuiden de no ser precipitados por el indómito caballo. Ve lo que se dice en otro salmo: Los potentados, unos confían en los carros, otros en los caballos; mas nosotros nos ensalzaremos en el nombre del Señor, Dios nuestro. Es decir, ellos se ensalzarán con los honores temporales, nosotros nos ensalzaremos en el nombre del Señor, Dios nuestro. Por lo mismo, ¿qué les acontece? Ved lo que sigue: A ellos les fueron atados los pies, y cayeron; nosotros nos levantamos y estamos en pie48. No se agradará en la fuerza del caballo ni se complacerá en los tabernáculos del hombre. Dice en los tabernáculos o tiendas del hombre, pues existe el tabernáculo del Señor, el cual es la santa Iglesia difundida por el orbe. Los herejes, al separarse de los tabernáculos de la Iglesia, establecieron tabernáculos para sí; Dios no se complacerá en estos tabernáculos o tiendas de los hombres. Oye, pues, al polluelo de los cuervos decir: Elegí hallarme abatido en la casa del Señor antes que habitar en los tabernáculos de los pecadores49. Efectivamente, si quizá acontece carecer de honor temporal en la Iglesia a algún polluelo de cuervo bueno, piadoso, que confiesa su flaqueza e invoca a Dios, no va fuera de la Iglesia, no se constituye tabernáculo fuera de ella, en el que Dios no se complace. ¿Qué dice entonces? Elegí hallarme abatido en la casa del Señor antes que morar en los tabernáculos de los pecadores. Dios no se complacerá en los tabernáculos del hombre.
20 [v.11]. ¿Qué más añade? El Señor se complacerá en los que le temen y en los que confían en su misericordia. El Señor se complacerá en los que le temen; pero ¿se teme a Dios como al ladrón? Es cierto que se teme al ladrón, a la bestia; se teme en gran manera al hombre injusto y poderoso. El Señor se complacerá en los que le temen; pero en los que le temen, ¿de qué manera? Y en los que confían en su misericordia. Ved cómo Judas, que entregó a Cristo, le temió; pero no confió en su misericordia, pues más tarde se arrepintió de haber entregado al Señor, y dijo: Pequé entregando la sangre del Justo. Ciertamente hubieras temido bien si hubieses confiado en la misericordia de Aquel a quien entregaste, ya que, desesperado, se apartó y se ahorcó50. Luego teme a Dios de modo que confíes en su misericordia. Pues, temiendo al ladrón, esperas socorro, no de aquel a quien temes, puesto que pides auxilio a aquel a quien no temes contra aquel a quien temes. Si de este modo temes a Dios, y le temes, porque eres pecador, ¿de quién vas a recibir auxilio contra Dios? ¿Adónde irás? ¿Qué has de hacer? ¿Quieres huir de Él? Refúgiate en Él. ¿Quieres huir de Él airado? Refúgiate en Él aplacado. Le aplacarás si esperas en su misericordia. Evita pecar en adelante y pide perdón de los pecados pasados para que te los perdone el Señor, que tiene el poder y la gloria con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.