[Majestad y bondad de Dios]
SERMÓN
1. Deseé alabar al Señor con vosotros; y como se ha dignado concedérmelo, para que la alabanza que le tributamos conserve su condición, no sea que por alguna imperfección ofenda a quien alaba, indaguemos el camino más seguro de la alabanza en la divina Escritura, y así, al no apartarnos de este camino, no nos inclinaremos ni a la derecha ni a la izquierda. Oigo decir a vuestra caridad: "Para que Dios sea alabado perfectamente por el hombre, Dios se alabó a sí mismo; y porque se dignó alabarse a sí mismo, por lo mismo, encontró el hombre el modo de alabarle, pues no puede decirse a Dios lo que se dijo al hombre: No te alabe tu boca1, ya que alabarse el hombre es arrogancia, y alabarse Dios misericordia." Aprovecha amar a quien alabamos, ya que, amando el bien, nos hacemos mejores. Por tanto, como conoce que nos aprovecha amarle, alabándose se hizo amable; y en ello miró por nuestro bien, ya que se hizo amable. Luego se exhorta a nuestro corazón a alabarle, pues Él llenó a sus siervos de su Espíritu para que le alabasen; y como su Espíritu le alaba a Él en sus siervos, ¿qué otra cosa ejecuta si no es alabarse? Este salmo comienza así:
2 [v.1]. Te ensalzaré, Dios mío, rey mío, y bendeciré tu nombre por el siglo y por el siglo del siglo. Veis incoada la alabanza de Dios, la cual se prolonga hasta el fin del salmo. El título del salmo es el siguiente: Alabanza para David, Pero como se llamó David el que vino a nosotros procediendo del linaje de David2, y El es nuestro Rey, que nos gobierna y nos introduce en su reino, al decir: Alabanza para David, se entiende alabanza para el mismo Cristo. Pues Cristo, según la carne, procede de David, y, por tanto, es hijo de David; pero, según la divinidad, es Creador y Señor de David. En fin, también el Apóstol, honrando al primer pueblo de Dios, de donde procedieron los mismos apóstoles que creyeron y las muchas iglesias que ejecutaron en muchos miles de hombres lo que ahora oyó un rico en el evangelio, y se apartó entristecido3, es decir, que vendieron todo cuanto tenían y lo distribuyeron a los pobres y buscaron la perfección del Señor4; alabando, repito, a este primer pueblo, dice así: Cuyos padres, de quienes desciende Cristo según la carne, que es Dios sobre todas las cosas digno de ser bendecido por los siglos5. Luego como Cristo procede de ellos en cuanto a la carne, por eso es David; y como El es Dios sobre todas las cosas digno de ser bendecido por los siglos, por eso te ensalzaré, Dios mío y rey mío, y bendeciré —dice— tu nombre en el siglo y en el siglo del siglo. En el siglo es lo mismo que "aquí"; y en el siglo del siglo, eternamente. Luego comienza a alabar ahora si has de alabar eternamente. El que no quiere alabar en la travesía de este sigío, enmudecerá cuando llegue el siglo del siglo. De aquí que en los versillos siguientes dijo, poco más o menos, esto.
3 [v.2]. Para que alguno no entienda de otra manera lo que dice: Alabaré tu nombre por el siglo, y, por tanto, busque otro siglo en el que alabe, añadió: Cada día te alabaré. Luego alaba y bendice al Señor, tu Dios, todos los días, para que, cuando hubieren terminado estos días y llegue el día único sin fin, vayas de alabanza en alabanza, como progresas de virtud en virtud6. Cada día —dice— te bendeciré. No pasará día sin bendecirte. No es de admirar que bendigas a tu Dios en el día alegre. Pero ¿qué sucederá si se topa con algún día triste, conforme son las cosas humanas, conforme se presenta la multitud de escándalos y el tropel de tentaciones? ¿Qué acontecerá si se ofrece algo infausto al hombre? ¿Dejarás de alabar a Dios? ¿Dejarás de bendecir a tu Creador? Si cesares, mentiste al decir: Cada día te bendeciré, Señor. Si continuases alabando, aunque te parezca que te va mal en el día infausto, te irá bien con tu Dios. En el mismo mal presentado enconrrarás algún bien; pues, si te va mal en algún mal, sin duda en algún bien te irá bien. ¿Y qué cosa mejor que tu Dios, del cual se dice: Nadie es bueno, sino uno solo, Dios?7 Lo segura que es esta alabanza y lo firme que es este bien lo entenderás por el mismo bien. Pues, sí te alegras del bien que te sobrevino un día, quizá con otro día pasó este bien por el que te alegras. Quizá porque lucraste, o porque fuiste invitado, o porque permaneciste largo tiempo en un banquete, (dices): "Me fue bien; pasé un día bueno." Te alegras porque estuviste largo tiempo en un banquete; otro día llegará en el que te lamentes por no haberte avergonzado. Con todo, de cualquier bien semejante que te alegres, sin duda es transitorio; pero, si te alegras en el Señor, Dios tuyo, oirás a la Escritura, que dice: Alégrate en el Señor8. Con tanta más firmeza te alegrarás cuanto es más firme aquello en lo que te has de alegrar. Si te alegras del dinero, temes al ladrón; pero, si te alegras de Dios, ¿qué temes? ¿Que alguno te quite a Dios? Nadie te arrebatará a Dios si tú no le dejas. Dios no es como esta luz que brilla en el cielo. A esta luz material no nos acercamos cuando queremos, ya que no luce en todo lugar. Debido a nuestra debilidad, acontece que durante el invierno nos agrada gozarnos de ella; pero ahora, durante el verano, veis que buscamos más bien el lugar en donde no penetra esta luz; sin embargo, cuando estás en tu Dios y te deleitas en la luz de su verdad, no buscas el lugar por el que te acerques a El, sino que te acercas y te apartas por la conciencia. Lo que se dijo: Acercaos a Él, y seréis iluminados9, se dijo al ánimo, no al vehículo; se dijo al afecto, no a los pies. Además, permaneciendo en Él, no soportarás el calor, pues el Espíritu te alentará y bajo sus alas esperarás10.
4. Ves cómo has de portarte para deleitarte todos los días, pues tu Dios no te echa de sí porque te acontezca algo infausto. ¡Cuan triste era lo que sucedía al santo varón Job! ¡Cuan repentinamente! ¡Cuántos males a un tiempo! ¡Cómo le fueron quitadas todas las cosas de las que el diablo tentador creía que se alegraba, pero que no se alegraba! ¡Cómo murieron también los hijos! Pereció lo que les reservaba y perecieron aquellos para quienes se lo reservaba; sin embargo, no pereció el que le dio aquéllas y éstos. Perecieron los hijos en el siglo presente para ser reconocidos y recibidos en el futuro. Con todo, aquel santo varón, poseyendo otra cosa de la cual se alegraba y en quien se cumplía la realidad que ahora hemos conmemorado: Cada día te bendeciré, ¿por ventura, porque brilló infausto aquel día en el que perdió todo, por eso se apagó la luz interna en su corazón? Permaneció en aquella luz y dijo: El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; como a Él le agradó, así se hizo; bendito sea el nombre del Señor11. Luego alabó todos los días el que también alabó en día tan triste. Breve enseñanza es que alabes siempre a Dios y que con recto y no falso corazón (digas): Bendeciré a Dios en todo tiempo; su alabanza estará siempre en mi boca12. Breve enseñanza es ésta, que conozcas que da misericordiosamente cuando da y que quita misericordiosamente cuando quita, y no pienses que te aparta de su misericordia el que dando te acaricia para que no desfallezcas; o el que te corrige a ti, ensoberbecido, para que no perezcas. Luego tú alábale tanto en sus dones como en sus castigos. La alabanza del que castiga es medicina de la herida. Cada día —dice— te bendeciré. Bendecid, hermanos, sin excepción todos los días; en todo cuanto os acontezca, bendecid a Dios. El hace que no os suceda algo que no podáis soportar. Por lo mismo, debes temer cuando te va bien, pues no debes creer que jamás has de ser tentado. Si nunca fueses tentado, jamás serías probado. ¿Por ventura no es mejor ser tentado y probado que ser reprobado no siendo tentado? Y alabaré tu nombre en el siglo y por el siglo del siglo.
5 [v.3]. Grande es el Señor y digno sobremanera de alabanza. ¿Qué cosa más grande había de decir? ¿Qué palabras había de buscar? ¡Qué pensamiento más sublime encerró en una sola palabra, valde, muy! Piensa cuanto quieras. ¿Cuándo se podrá pensar el que no puede ser comprendido? Es sobremanera digno de alabanza y su grandeza no tiene fin. Dijo sobremanera o demasiado porque su grandeza no tiene límite, para que no suceda que quizá comiences a querer alabar y pienses que alabando puedas llegar al término de la alabanza de Aquel de quien su grandeza no conoce el fin. Luego no pienses que puede ser alabado suficientemente Aquel que en su grandeza no tiene fin. Por tanto, ¿no es mejor que así como El no tiene límite, no lo tenga su alabanza? Su grandeza no tiene límite, no lo tenga tu alabanza. ¿Qué se dijo de su grandeza? Su grandeza no tiene fin, Y ¿qué de tu alabanza? Alabaré tu nombre en el siglo y en el siglo del siglo. Luego como su grandeza no tiene fin, así tampoco lo tendrá tu alabanza. Cuando mueras en cuanto a la carne, no dejarás de alabar al Señor. Se dijo ciertamente: Los muertos no te alabarán, Señor13; pero aquellos de quienes se dice: La alabanza del muerto perece como nada14; mas no aquellos de quienes dice el Señor: El que cree en mí, aunque muera, vivirá15, puesto que el Dios de Abrabán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, no es Dios de muertos, sino de vivos16. Si nunca dejarás de ser de Él, nunca cesarás de alabarle. Si mientras vives en el mundo eres de Él, ¿podrás temer que, cuando hubieres muerto, no has de ser de Él? Oye al Apóstol asegurarte. Si vivimos, para el Señor vivimos; si morimos, para el Señor morimos; luego, sea que vivamos, sea que muramos, somos del Señor. ¿Y de dónde procedió que muerto seas también de Él? De haberte redimido, estando muerto, con el precio de su sangre. ¿Cómo perecerá el siervo muerto, cuando tu precio fue su muerte? Por eso, habiendo dicho: Ya vivamos, ya muramos, somos del Señor, para declarar el precio añade: pues Cristo murió y resucitó para ser Señor de vivos y de muertos17.
6 [v.4]. Sin embargo, como su grandeza no tiene fin, y debemos alabar a quien no podemos comprender, ya que, si le comprendiésemos, su grandeza tendría límite; y como, aun cuando su grandeza no tiene fin, podemos percibir algo de El, aunque no a todo Dios; pues somos hombres faltos de capacidad para comprender su grandeza, a fin de ser restaurados con su bondad atendamos a las obras, y por ellas alabemos al Artífice: por las cosas creadas alabemos al Hacedor, y por la criatura al Creador. Veamos, pues, las cosas que hizo en este mundo: las que nos son conocidas, las que nos son patentes, pues su inmensa bondad y grandeza sin fin, ¡cuántas otras hizo que no conocemos! Tendemos nuestra mirada hacia el cielo, y desde el sol, la luna y las estrellas la dirigimos de nuevo a la tierra. Este es el espacio por donde discurre nuestra mirada. Pues ¿quién dirige la mirada no sólo de la carne, sino de la mente, más allá de los cielos? Por tanto, alabemos a Dios por las obras que de El nos son conocidas aquí, ya que las invisibles de El están a la vista desde la fundación del mundo por las que han sido hechas18. La generación y la generación alabará tus obras. Toda generación alabará tus obras. Quizá se dijo generación y generación por toda generación, pues no había de indicar generación y generación sólo el tiempo en el que transcurre el número de todas las generaciones (humanas), sino que la repetición del que habla deja libre el ánimo para pensar en el infinito. Pues ved que esta generación que vive ahora en carne, y que ha de pasar así como llegó, alaba las obras de Dios; y cualquiera que deja el paso a la que le sucede, alaba también las obras de Dios; y después de ella vendrá otra, y hasta el fin del mundo, ¡cuánta infinidad de generaciones hay! Pues bien, indicando esto (la total generación), dice: La generación y la generación alabará tus obras. ¿O es que pretendió insinuar por esta repetición dos generaciones distintas, pues en la generación presente somos hijos de Dios, y en la futura seremos hijos de la resurrección? La Escritura nos llamó "hijos de la resurrección", y a la misma resurrección la llamó "regeneración"; en San Mateo dice así: En la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria19, ni los hombres ni las mujeres se casarán, siendo ya hijos de la resurrección20. Luego la generación y la generación alabará tus obras. Ahora, cuando vivimos en esta mortalidad, alabamos las obras de Dios; y, si alabamos estando con las ataduras de la carne, ¡cómo le alabaremos coronados! Luego ahora, en la generación actual, atendamos a estas obras del Señor, en cuya alabanza se dice: La generación y la generación alabará tus obras, puesto que tu grandeza no tiene límite. Conviene contemplar tus obras a fin de que tú que ejecutas tales cosas seas alabado.
7. Y publicarán tu poder. Alabarán tus obras con el fin de manifestar tu poder. En la escuela se proponen alabanzas a los niños; se proponen las cosas que deben alabarse, y que Dios hizo; se propone al hombre la alabanza del sol, del cielo, de la tierra; y, por referirme a las cosas más pequeñas, se propone la alabanza de la rosa, del laurel. Todas estas cosas son obras de Dios. Se proponen, se aceptan, se alaban; se publican las obras y no se hace mención del Creador. Yo quiero que en las obras se alabe al Creador, pues no estimo al panegirista ingrato. ¿Alabas lo que hizo y no mencionas al que lo hizo? ¿No comprendes que, si no fuese tan inmenso, no tendrías qué alabar? ¿Qué se alaba en lo que ves? La belleza, la utilidad, alguna virtud, algún poder de estas cosas. Si te deleita la belleza, ¿qué cosa más bella que el Hacedor? Si la utilidad, ¿qué cosa más útil que Aquel que hizo todas las cosas? Si se alaba el poder, ¿qué cosa más potente que Aquel por quien fueron hechas todas las cosas, y por quien, hechas, no son abandonadas, sino regidas y gobernadas todas ellas? Luego no te alaba la generación y generación en tus siervos cuando alaba tus obras, como cierros parlanchines mudos, que alaban la criatura y se olvidan del Creador. ¿Cómo te alaba? Y publicarán tu poder. En las alabanzas de tus obras publicarán tu poder. Estos panegiristas santos y buenos fieles, verdaderos pregoneros, reconocidos a la gracia, cuando alaban las obras de Dios, éstas y aquéllas, las más perfectas y las menos, las celestes y las terrestres, se reconocen a sí mismos entre las obras de Dios que alaban, puesto que ellos se cuentan entre ellas. El que hizo todas las cosas, nos hizo entre todas. Por tanto, si alabas las obras de Dios, has de alabarte a ti mismo, porque tú eres obra de Dios. Entonces ¿qué diremos de aquello: No te alabe tu boca?21 Ve que se encontró el modo de poder alabar sin ser orgulloso. Alaba en ti a Dios, no a ti; alaba no porque tú eres tal, sino porque Él te hizo; alaba no porque tú puedes algo, sino porque Él puede en ti y por ti. Por esto te alabarán y publicarán tu poder; no el suyo, sino el tuyo. Aprended, pues, a alabar. Contemplando la obra, admirad al Artífice, dando gracias, no envaneciéndoos. Alabad, porque obró, porque así estableció, porque dio tales cosas.
8 [v.5-6]. En fin, ve lo que sigue: Publicarán —dice— tu poder, y ensalzarán la magnificencia de tu santa gloria, y contarán tus maravillas, y encarecerán el poder de tus cosas terribles, y referirán tu grandeza, y proclamarán el recuerdo de la abundancia de tu suavidad o dulzura; únicamente de la tuya. Ve si este pensador de las obras se apartó del Operante, poniendo la mirada en las obras; ve si se alejó del que obró, para ir a parar a las cosas que hizo. No se apartó del Creador, viniendo a parar a las cosas creadas; sino que de las cosas hechas se encaminó al que las hizo. Si amas a éstas más que a Dios, no le tendrás. Y ¿de qué te sirve abundar en sus obras, si te abandona el Creador? Ama, sin duda, también estas obras, pero a El ámale más; y ama a estas obras por Él. Publica su poder, ensalza la magnificencia de su santa gloria, refiere sus maravillas, encarece el poder de sus cosas terribles. Este es amable y terrible. Acaricia y amenaza. Si no acariciase, faltaría la exhortación; si no amenazase, faltaría la corrección. Tus pregoneros anuncian el poder de tus cosas terribles, proclaman y no callan el poder de tu criatura, que castiga e impone la disciplina, pues no anunciarán tu reino eterno y callarán el fuego también eterno. La alabanza de Dios, que te estableció en el camino, te debe manifestar lo que debes amar y temer, lo que debes apetecer y rehusar, lo que debes elegir y rechazar. Ahora es el tiempo de la elección, más tarde será el de la recepción. Luego se publique el poder de las cosas terribles. Y referirán —dice— tu grandeza, la infinita; pues como tu grandeza no tiene límite, no dejarán de hablar de ella. Anunciarán, diré, aquella grandeza tuya de la que anteriormente dije: Y tu grandeza no tiene fin. ¿Cómo la anunciarán, si no tiene fin? La anunciarán al ensalzarla; y como (su grandeza) no tiene fin, tampoco lo tendrá su alabanza. Probemos que su alabanza no tendrá fin: Bienaventurados —dice— los que habitan en tu casa; por los siglos de los siglos te alabarán22. Y anunciarán tu grandeza; aquella, aquella infinita.
9 [v.7]. Eructarán el recuerdo de la abundancia de tu suavidad o dulzura. ¡Oh manjar opulento! ¿Qué comerán los que así han de eructar? ¿Qué significa el recuerdo de la abundancia de tu suavidad o dulzura? Que no te has de olvidar de nosotros aun cuando nosotros nos olvidemos de ti. Toda carne se olvidó de Dios; sin embargo, El no se olvidó de sus obras. Por tanto, como no se olviaó de nosotros, ha de ser anunciado, ha de ser proclamado este recuerdo que tuvo de nosotros; y, además, como es dulce en extremo, ha de ser comido, ha de ser eructado. Come de modo que eructes, recibe de suerte que des. Comes cuando aprendes, eructas cuando enseñas. Comes cuando escuchas, eructas cuando predicas. Con todo, eructas lo que comiste. En fin, aquel ansioso yantador, el apóstol San Juan, a quien no hubiera saciado la mesa del Señor de no haberse recostado sobre su pecho23 y haber bebido de su arcano los divinos misterios, ¿qué eructó? En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios24. Luego eructarán la abundancia de tu dulzura o suavidad. ¿Cómo no es suficiente tu recuerdo, o el recuerdo de tu abundancia, o el recuerdo de tu dulzura o suavidad, sino el recuerdo de la "abundancia" de tu dulzura o suavidad? Porque ¿qué aprovecha si la abundancia es agria? Asimismo, es desagradable si es dulce, pero si es poca.
10. Luego eructarán el recuerdo de la abundancia de tu dulzura o suavidad, porque no te olvidaste de nosotros; y por no olvidarte suscitaste en nosotros el recuerdo. Se acordarán y se convertirán al Señor todos los confines de la tierra25. Luego como eructarán el recuerdo de la abundancia de tu dulzura o suavidad al comprender que no hay bien en ellos que no proceda de ti, y que no hubieran podido convertirse a ti si tú no se lo hubieras recordado, ni hubieran podido acordarse de ti si tú te hubieras olvidado de ellos, considerando estas cosas debido a tu gracia, se alborozarán por tu justicia. Considerando todo esto, diré, debido a tu gracia, se alegrarán por tu justicia, no por la suya. Hermanos, si queréis eructar gracia, bebed gracia. ¿Qué significa "bebed gracia"? Llegad a conocer la gracia; comprended la gracia. Nosotros, antes de existir, no existíamos en absoluto; con todo, fuimos hechos hombres, siendo así que antes no éramos nada; después, hechos hombres del vastago de aquel pecador, éramos malvados, y por naturaleza hijos de la ira, como los demás26. Consideremos la gracia de Dios; no sólo aquella por la que nos creó, sino aquella por la que nos restauró. Al mismo a quien debemos el ser, le debemos también el ser justificados. Nadie atribuya a Dios su ser, y a sí mismo el ser justo, pues es mejor lo que a ti pretendes atribuirte que lo que atribuyes a Dios. Eres mejor por ser justo que por ser hombre. Por tanto, es inferior lo que atribuyes a Dios que lo que te atribuyes a ti. Atribuyele a El todo y alábale en todo; no te apartes de la mano del Artífice. ¿Qué hizo para que existieses? ¿No se escribió que Dios tomó limo de la tierra y formó al hombre?27 Antes de ser hombre eras barro, y antes de ser barro no eras nada. Pero no des únicamente gracias a tu Artífice por esta hechura, atiende a otra hechura por la que te formó. No por las obras —dice el Apóstol—, para que nadie se engría. Pero el que dijo: No por las obras, para que nadie se engría, ¿qué conmemoró más arriba? Por la gracia habéis sido salvados, mediante la fe; y esto no por vosotros. Son palabras del Apóstol, no mías: Por la gracia habéis sido salvados, mediante la fe. Y esto para ser salvados mediante la fe, no por vosotros. Aun cuando había dicho ya por la gracia, y, por tanto, no por vosotros, sin embargo, para que no sucediese quealguno lo entendiese de otra manera, se dignó manifestarlo con más claridad. Preséntame a un buen entendedor, y todo lo que dijo lo entenderá: Por la gracia fuimos salvados. Cuando oyes la palabra gracia, entiende gratuitamente. Luego, si gratuitamente, tú nada aportaste, nada mereciste; porque, si se dio algo en virtud de méritos, es recompensa, no gracia. Y por la gracia —dice— fuisteis salvados, mediante la fe. Esto lo expone más claramente atendiendo a los soberbios, a los que se agradan a sí, a los que ignoran la justicia de Dios y pretenden establecer la suya. Óyelo más claramente: Y esto —dice el que por la gracia fuisteis salvados— no se debe a vosotros, sino que es don de Dios. Pero quizá hicimos algo nosotros para merecer los dones de Dios. Oye qué dice: No por las obras, para que nadie se engría. Pues ¿qué? ¿Nosotros no obramos bien? Sin duda, obramos. Pero ¿cómo? Obrando El en nosotros, puesto que mediante la fe asignamos un puesto en nuestro corazón a Aquel que está en nosotros y obra por nosotros las obras buenas. Oye de dónde procede que obres bien: De El somos hechura, criados en Cristo Jesús para obras buenas a fin de que caminemos en ellas28. Esta es la dulzura que abunda de su recuerdo en nosotros. Eructando ésta, se alborozarán sus predicadores de su justicia, no de la de ellos. ¿Qué hiciste con nosotros, Señor, a quien alabamos, para que existiésemos, para que alabásemos, para que nos alborozásemos por tu justicia, para que eructásemos el recuerdo de la abundancia de tu dulzura? Lo digamos, y al decirlo alabemos.
11 [v.8]. Misericordioso y compasivo es el Señor, sufrido y muy misericordioso. Dulce es el Señor para todos, y sus misericordias (se manifiestan) en todas sus obras. Si Él no fuese tal, de nada nos serviría la repetición. Mírate a ti mismo; tú, pecador, ¿qué merecías?; tú, vituperador de Dios, ¿qué merecías? Ve si se te ocurre otra cosa fuera del castigo, si se te ocurre algo fuera del suplicio. Ves lo que se te debía y lo que ha de dar el que dio gratuitamente. Se dio el perdón al pecador, se dio el espíritu de justificación, se dio el amor y la caridad, para que por ella hagas bien todas las cosas; y, además de esto, dará también la vida eterna y la compañía de los ángeles; y todo ello por misericordia. No te jactes jamás de tus méritos, porque también ellos son dones de Él: Y por tu justicia se alborozarán. Misericordioso y compasivo es el Señor, pues todo lo hiciste desinteresadamente. (Es) sufrido. ¿A cuántos pecadores no soporta? El Señor es misericordioso y compasivo para quienes concedió el perdón. Para los que aún no se lo ha dado es sufrido no condenando, sino esperando y clamando en este compás de espera: Convertios a mí, y Yo me convertiré a vosotros29; con gran longanimidad dice: No quiero la muerte del impío, sino que se convierta y viva30. El es sufrido; tú, por el contrario, conforme la dureza de tu corazón y con impenitente corazón, atesoras para ti la ira para el día de la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios, el cual dará a cada uno según sus obras31. Sin embargo, no es de tal modo sufrido soportando que no sea siempre justo castigando. Distribuye el tiempo; ahora te llama, te exhorta, te espera a que entres en razón, y tú tardas. Él demostró gran misericordia dejándote incierto el día de tu vida a fin de que ignores cuándo has de emigrar de aquí, ya que, esperando cotidianamente tu salida, te convertirás en algún tiempo. En esto manifestó su gran misericordia. Si hubiese señalado el día a todos, multiplicaría los pecados debido a la seguridad. Luego te dio esperanza de perdón para que no peques más desesperándote. Tanto la esperanza como la desesperación debe ser temida en los pecados. Oíd la voz del desesperado, aumentando los pecados; y escuchad también la voz del confiado, aumentándolos; y, asimismo, cómo la providencia y la misericordia de Dios socorre a cada voz. Oye al desesperado: "Debo ya ser condenado —dice—; ¿por qué no hago todo cuanto quiero?" Oye al mismo confiado: "La misericordia de Dios es grande; cuando me convierta, me perdonará todos los pecados. ¿Por qué no hago lo que se me antoje?" Uno desespera y el otro espera para pecar. Ambas cosas han de ser temidas, ambas son peligrosísimas. ¡Ay de la desesperación! ¡Ay de la perversa confianza! ¿Cómo sale la misericordia de Dios al encuentro de ambos peligros, de uno y otro mal? ¿Qué dices tú, que, desesperando, querías pecar? "Ya he de ser condenado. ¿Por qué no hago lo que quiero?" Oye la Escritura: No quiero la muerte del impío, sino que se convierta y viva. Esta voz de Dios encamina a la esperanza. Pero debe ser temido otro ardid, no sea que, debido a la esperanza, peque más. ¿Qué decías tú, que, confiando, pecas más? "Cuando me convierta Dios, me perdonará todos mis crímenes; por tanto, haré cuanto se me antoje." Oye también tú la Escritura: No tardes en convertirte a Dios; no lo difieras de día en día, pues repentinamente vendrá su ira y en el tiempo de la venganza te perderá32. No digas: "Mañana me convertiré, mañana agradaré a Dios, y todas mis iniquidades de hoy y de ayer se me perdonarán." Dices verdad al afirmar que Dios prometió el perdón a tu conversión; pero no prometió el día de mañana a tu dilación.
12 [v.9]. Dulce es el Señor para todos, y sus misericordias aparecen en todas sus obras. Entonces ¿por qué condena? ¿Por qué castiga? ¿O es que aquellos a quienes condena, a quienes castiga, no son sus obras? Sin duda lo son. ¿Quieres conocer que en todas sus obras se encuentran sus misericordias? ¿De dónde proviene aquella longanimidad por la cual hace salir su sol sobre los buenos y los malos? ¿Acaso el que llueve sobre los justos y los injustos33 no hace aparecer sus misericordias en todas sus obras? Sufrido, espera al pecador, diciendo: Convertios a mí, y Yo me convertiré a vosotros. ¿Luego por ventura no aparecen sus misericordias en todas sus obras? Cuando dice: Id al juego eterno que está preparado para el diablo y sus ángeles34, no aparece su conmiseración, sino su severidad. Ciertamente esto es así; con todo, ten entendido que la misericordia se halla en sus obras y que su severidad no se encuentra en sus obras, sino en las tuyas. En fin, si destruyes tus malas obras, de suerte que no permanezca en ti nada más que su obra, no te abandonará su conmiseración. Por el contrario, si tú no destruyes tus obras, se hallará presente su severidad en tus obras, no en las de Él.
13 [v.10]. Confiésente, Señor, todas tus obras y bendígante tus santos. Confiésente todas tus obras. ¿Pues qué? La tierra, ¿no es obra suya? ¿No son sus obras los árboles? Los animales domésticos, las bestias, los peces, las aves, ¿no son sus obras? Sin duda, son obras suyas. Pero ¿cómo le confesarán estos seres? Veo que en los ángeles le confiesan sus obras, puesto que los ángeles son obras suyas. También los hombres son obras suyas, y, cuando le confiesan los hombres, le confiesan sus obras. Pero ¿por ventura los árboles y las piedras poseen voz de confesión? Sin duda que le confiesan todas sus obras. ¿Qué dices? ¿También la tierra y los árboles? Todas sus obras. Si todas le ensalzan, ¿por qué no le han de confesar todas ellas? La confesión no es sólo de pecados, sino también de alabanza. Digo esto para que, al oír en cualquier sitio la palabra concesión, no penséis que únicamente se trata de pecados. Hasta tal punto se cree así, que, cuando se oye esta palabra en los discursos divinos, inmediatamente se acostumbra a herir los pechos. Ve que también la confesión es de alabanza. ¿Por ventura nuestro Señor Jesucristo tenía pecados? Y, sin embargo, dice: "Confíteor tibi": Te confieso, ¡oh Padre!, Señor del cielo y de la tierra35. Esta confesión es de alabanza. Por tanto, ¿cómo ha de entenderse confiteantur tibi Domine omnia opera tua? Te alaban, Señor, todas tus obras. La dificultad que se presentaba en la palabra confesión recae ahora en la alabanza, ya que, si no pueden confesar los árboles, la tierra y cualquier ser insensible, porque les falta la voz, tampoco alabarán, porque carecen de voz para alabar. Pero los tres jóvenes que caminaban entre las llamas inofensivas y que contaron con tiempo, no sólo para quemarse, sino también para alabar a Dios, ¿no enumeran todos los seres de la creación, y todos dicen, a partir de los celestes hasta los terrestres: Bendecid y cantad himnos y ensalzadle por los siglos?36 Ved cómo cantan himnos de alabanza. Con todo, nadie piense que el peñasco insensible o el mundo animal posee mente racional para conocer a Dios. Quienes creyeron esto se apartaron inmensamente de la verdad. Dios creó y ordenó todas las cosas; a unas les dio sentido, entendimiento e inmortalidad, como a los ángeles; a otras, sentido, entendimiento y mortalidad, como a los hombres; a otras les dio sentido corporal, mas no entendimiento ni inmortalidad, como a las bestias; a otras no les dio sentido, ni entendimiento, ni inmortalidad, como a las hierbas, a los árboles y a las piedras; sin embargo, ellas mismas en su género no pueden flaquear, puesto que ordenó a la criatura en ciertos grados, desde el cielo hasta la tierra, desde las cosas visibles hasta las invisibles, desde las mortales hasta las inmortales. Este concatenamiento de la criatura, esta ordenadísima hermosura, subiendo de lo ínfimo a lo sumo y bajando de lo sumo a lo ínfimo, jamás interrumpida, sino acomodada a los seres dispares, toda ella alaba a Dios. ¿Por qué toda ella alaba a Dios? Porque, cuando la contemplas tú y la ves hermosa, por ella alabas a tu Dios. La muda tierra tiene voz, tiene faz. Tú atiendes y ves su faz, su superficie; ves su fecundidad, ves su vigor, ves cómo germina en ella la semilla; cómo muchas veces hace brotar lo que no se sembró en ella. Ves esto, y con tu reflexión la interrogas, ya que esta inquisición es una interrogación. Pues bien; cuando, admirado, hayas investigado y escudriñado, y hayas encontrado el vigor inmenso, la gran hermosura, el excelso poder, como de sí misma y por sí misma no puede tener esta virtud, al instante se te ocurre que únicamente puede estar dotada de ella por haberla recibido del mismo Creador. Y lo que en ella encontraste es la voz de su confesión para que alabes tú al Creador. ¿Por ventura, considerando toda la belleza de este mundo, no te responde a una su hermosura: "No me hice yo, sino Dios"?
14 [v.11]. Luego confiésente, Señor, tus obras y bendígante tus santos. Examinen tus santos la criatura que confiesa para que en la confesión de tus obras te bendigan. Oye su voz que alaba. Cuando tus santos te bendicen, ¿qué profieren? Proclamarán la gloria de tu reino y hablarán de tu poder. ¡Cuan poderoso es Dios, que hizo la tierra, que la llenó de bienes, que dio vidas convenientes a los animales, que entregó diversas semillas a las entrañas de la tierra para que produjesen tan inmensa variedad de frutos, tan grande variedad de árboles! ¡Cuan poderoso es Dios, cuan grande es Dios! Pregunta tú, la criatura te responde; y por la respuesta, como por confesión de ella, tú, ¡oh santo de Dios!, bendices a Dios y proclamas su poder.
15 [v.12]. Para que den a, conocer a los hijos de los hombres tu poder y la gloria de la inmensa hermosura de tu reino, Tus santos recuerdan la gloria de la inmensa hermosura de tu reino y la gloria de la inmensa hermosura. Hay cierta grandeza de hermosura en tu reino; es decir, tu reino tiene hermosura, y gran hermosura, ya que cuanto tiene hermosura, la tiene recibida de ti. Tu mismo reino, ¡qué hermosura tiene! No nos aterre el reino, pues tiene hermosura, con la que nos deleitamos. ¿Qué hermosura es aquella por la cual se gozan los santos, a quienes se dirá: Venid, benditos de mi Padre; recibid el reino?37 ¿De dónde irán? ¿Adonde irán? Ved, hermanos; si podéis, pensad cuanto podáis en la hermosura de aquel reino que ha de llegar. De aquí que se dice en nuestra oración: Venga a nosotros tu reino38. Deseamos que venga este reino; los santos predican que ha de venir. Contemplad este mundo; tiene hermosura. ¡Qué hermosura tiene la tierra, el mar, el aire, el cielo y las estrellas!¿No aterran todas estas cosas a todo el que las considera? ¿Por ventura esta hermosura no brilla de tal modo que parece que no puede hallarse más hermosura? Y, sin embargo, en esta hermosura, en esta belleza casi inefable, viven, viven aquí contigo los gusanillos, los ratones y todos los animales que reptan; éstos viven contigo en esta belleza. ¿Cuál es la hermosura del reino en el que contigo viven únicamente los ángeles? Por tanto, hubiera sido poco decir la gloria de la hermosura. Pues pudo decirse "la gloria de la hermosura de cualquier especie establecida en este mundo", ya en esta tierra verdegueante o ya en el cielo esplendente; pero por las palabras la gloria de la "inmensa" hermosura de tu reino se recomienda algo que aún no vemos, que no visto lo creemos, que creído lo deseamos, por cuyo deseo soportamos todas las incomodidades. Luego hay una inmensa hermosura de algo; se ame antes de verla para que, cuando se vea, se posea.
16 [v.13]. Tu reino. ¿A qué llamo tu reino? Al reino de todos los siglos. También el reino de este mundo tiene su propia hermosura; pero no existe en él aquella grandeza de hermosura que existe en el reino de todos los siglos. Y tu señorío (perdura) en toda, generación y generación. Esta es la repetición anterior; y significa o toda generación, o la generación que existirá después de esta generación.
17. Fiel es el Señor en todas sus palabras, y santo en todas sus obras. El Señor es fiel en todas sus palabras. ¿Qué prometió y no dio? El Señor es fiel en todas sus palabras. Ciertamente que prometió algunas cosas que aún no ha dado; pero se le crea por las cosas que dio, pues el Señor es fiel en su palabra. Pudiéramos creerle con sólo decirlo, pero no quiso que se le creyese por el habla, sino que prefirió consignarlo por escrito. Esto viene a ser como si tú dijeses a alguno a quien algo prometes: "No me crees; te lo consigno por escrito." Como pasa una generación y viene otra, y así transcurren estos siglos cediendo los mortales el paso a los que les suceden, por lo mismo, debió permanecer la Escritura de Dios y cierto manuscrito suyo para que cuantos pasasen lo leyesen y retuviesen el salvoconducto de su promesa. Dudan los hombres creerle sobre la resurrección de los muertos y el siglo futuro, lo que sólo falta ya de cumplirse. ¿Cuándo, tratando esto con los infieles, se avergüenzan los infieles? Dios te dice: "Tienes mi manuscrito; prometí el juicio, la separación de los buenos y los malos, el reino eterno a los creyentes, ¿y no quieres creerme? Pues bien, lee en mi manuscrito todas las cosas que prometí; ven a cuentas conmigo, y, contando con lo que cumplí, puedes creerme que he de dar lo que debo. En el mismo manuscrito encuentras prometido a mi único Hijo, a quien no perdoné, sino que le entregué por todos vosotros39; cuéntalo ya entre lo dado. Prosigue leyendo el manuscrito; allí prometí que daría por mi Hijo la prenda del Espíritu Santo: cuéntalo ya entre lo dado40. Allí prometí la sangre y las coronas de los gloriosísimos mártires: cuéntalo ya como dado. Te haga comprender esto la multitud de los mártires, a quienes pagué mi deuda. Pero para que tuviese lugar esta gloria martirial prometida en el manuscrito, allí en donde se consignó: Por ti somos atormentados todo el día41, para que esto tuviese lugar, bramaron las gentes, y los pueblos meditaron cosas vanas; se mancomunaron los reyes de la tierra y se confabularon los príncipes contra el Señor y contra su Cristo42. Se mancomunaron los príncipes conspirando contra los cristianos. ¿Y qué diremos de la fe de estos reyes? ¿Por ventura no se prometió en el manuscrito y se cumplió? Ve en dónde se prometió: Le adorarán todos los reyes de la tierra y le servirán todas las gentes43. Ingrato, lees la deuda, ves su paga, ¿y no crees la promesa? Lee algo más en mi manuscrito: Bramaron las gentes; mis enemigos hablaron mal de mí, es decir, de Cristo, diciendo: ¿Cuándo morirá y perecerá su nombre?44 Como dijeron y ejecutaron estas cosas, lee lo que prometí a quien me obligué librándole: "Prevalecerá el Señor contra ellos y exterminará todos los dioses de las gentes de la tierra, y le adorará cada uno desde su lugar45." Ya prevaleció, pues exterminó a todos los dioses de las gentes de la tierra. ¿Por ventura no hace esto y lo cumple? A la vista de todos está el pago de sus deudas; algunas que no vimos las pagó a nuestros antepasados; otras las pagó en nuestro tiempo, y ellos no lo vieron. Durante todas las generaciones paga lo que se consignó. ¿Qué falta? ¿No le hemos de creer basados en todas las deudas ya canceladas? ¿Qué resta? Viniste a cuentas; cumplió tantas cosas. Y para pocas que faltan, ¿ha de ser infiel? No hay tal cosa. ¿Por qué? Porque el Señor es fiel en sus palabras y santo en todas sus obras.
18 [v.14]. El Señor levanta a todos los que caen. Pero ¿a qué caídos? En absoluto, a todos los que caen, pero que caen ahora de cierta manera. Efectivamente, muchos caen partiendo de Dios, muchos partiendo de sus pensamientos46. Si tienen malos pensamientos, caen partiendo de ellos. Pero el Señor levanta a todos los que caen. Los que pierden algo en este mundo y son santos, parece que quedan deshonrados en él, pues de ricos se hacen pobres; de honrados, abyectos, y, sin embargo, son santos de Dios; éstos son como caídos, pero Dios levanta a todos los que caen. Siete veces cae el justo, y otras tantas se levanta; sin embargo, los impíos perecerán en el mal47. Cuando a los impíos les sobrevienen males, perecen en ellos; cuando les sobrevienen a los justos, el Señor levanta a todos los que caen. Job cayó del antiguo esplendor de las cosas terrenas, con las que temporalmente brillaba; cayó de la gloria de su casa. ¿Quieres saber hasta qué punto cayó? Se sentó en el estercolero, y el Señor levantó al que cayó. Y a tal cima le elevó, que en su gravísima herida, con la que tenía maltratado todo el cuerpo, responde a la esposa tentadora, que el diablo se reservó para que le ayudase: Hablaste como una de las mujeres necias. Si hemos recibido los bienes de las manos del Señor, ¿no hemos de soportar los males?48 ¡Cómo encumbró al que había caído! El Señor levanta a todos los que caen. Cuando cayere el justo, no se conturbará, porque el Señor sostiene su mano49. Y levanta a todos los abatidos: a todos los que le pertenecen, pues Dios se opone a los soberbios50.
19 [v.15]. Los ojos de todos esperan en ti, y tú les das alimento en tiempo oportuno. Como restableciendo al enfermo en tiempo oportuno, le das cuando debe y lo que debe recibir. Así, pues, alguna vez se desea recibir de El, y no da. El que restaura conoce el tiempo de dar. ¿Por qué digo estas cosas, hermanos? Para que, cuando quizá alguno, pidiendo algo justo o bueno a Dios, no fuese oído, puesto que, si pide algo injusto o malo, para su castigo es oído, no se amilane, no desfallezca al pedir algo justo y no ser oído; esperen sus ojos el alimento que El da en tiempo oportuno, ya que, cuando no da, no da para que no perjudique lo que da. Sin duda, nada injusto pedía el Apóstol cuando rogaba que le fuese quitado el aguijón de la carne, el ángel de Satanás que le abofeteaba. Rogó y no recibió, porque aún se hallaba en el tiempo de ejercitar la flaqueza, mas no de recibir el alimento. Te basta mi gracia —le dice el Señor—, porque la fortaleza se perfecciona en la flaqueza51. El diablo pidió tentar a Job, y lo consiguió52. Atended, hermanos, al gran misterio, pues debe conocerse, debe recordarse, debe tenerse siempre presente en el alma, y nunca debe ser olvidado atendiendo a la muchedumbre de tentaciones (que se presentan) en este mundo. ¿Qué diré? ¿Que el Apóstol ha de ser comparado al diablo? El Apóstol pide, y no recibe; el diablo pide, y recibe. Pero el Apóstol no recibió atendiendo a su perfección; sin embargo, el diablo recibe para su daño. En fin, el mismo Job recibió la salud a su tiempo. Se retrasó para ser probado, puesto que por largo tiempo permaneció herido y habló muchas cosas, pidiendo a Dios que le apartase de sí estas desgracias, y Dios no le oyó de momento. Más pronto fue oído el diablo para tentarle que Job para sanar. Luego aprende a no murmurar contra Dios; y, cuando no seáis escuchados, no falte en vosotros lo que se escribió anteriormente: Te bendeciré todos los días. El mismo Hijo, el Unigénito, que vino a padecer, a pagar la deuda indebida, a morir en manos de los pecadores, a borrar con su sangre el decreto de nuestra muerte, pues a esto había venido, y que también, para darte ejemplo de paciencia, transformó el cuerpo de nuestra bajeza, acomodándolo al cuerpo de su gloria53, dice: Padre, si es posible, pase de mí este cáliz. Y, aunque no recibiría lo que parecía pedir, para que se cumpliese: Te bendeciré todos los días, dice: Con todo, no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres, ¡oh Padre!54 Los ojos de todos esperan en ti, y tú les das alimento en tiempo oportuno.
20 [v.16]. Tú abres tu mano, y llenas de bendición a todo animal. Si no das en alguna ocasión, das, sin embargo, a su tiempo. Difieres, no quitas. Mas esto a su tiempo.
21 [v.17]. El Señor es justo en todos sus caminos. Es justo cuando castiga y cuando cura, puesto que en El no hay iniquidad. En fin, todos los santos que se hallaron en medio de las tribulaciones, primeramente ensalzaron la justicia de Dios y después pidieron sus dones. Primero dijeron: "Justo es lo que haces." Así rogó Daniel, así los demás santos: "Justos son tus juicios; padecemos merecidamente, padecemos con razón55." No achacaron injusticia a Dios, no le atribuyeron iniquidad e ignorancia. Primeramente alabaron al que castigaba, y así percibieron al que alimentaba. El Señor es justo en todos sus caminos. Nadie le tenga por injusto cuando quizá padece algún mal; al contrario, alabe la justicia de Dios y vitupere su propia iniquidad. El Señor es justo en todos sus caminos, y santo en todas sus obras.
22 [v.18]. El Señor está cerca de todos los que le invocan. Entonces ¿a qué viene aquello: Habrá tiempo en que me invocarán, y no los oiré?56 Atiende a lo que sigue: está cerca de todos los que le invocan con verdad. Muchos le invocan, pero no con verdad, pues piden otra cosa de Él y no a Él mismo. ¿Por qué amas a Dios? "Porque me dio la salud." Esto es evidente; Él te la dio; de Él únicamente procede toda salud. "Porque me dio —dice— también mujer rica para que me sirviese a mí, que nada tenía." También dio Él esto; dices verdad. "Me dio —dices— hijos, muchos y buenos; me dio servidumbre, me dio todos los bienes." ¿Y por esto le amas? ¿No pides más? Sé hambriento; llama a la puerta del Padre de familias; aún tiene qué dar, pues te hallas en la miseria con todas las cosas que recibiste, y lo ignoras. Aún llevas la carne andrajosa de la mortalidad. ¿Por ventura ya recibiste la vestidura de gloria inmortal, y, como ya saciado, no pides? Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos sean saciados57. Luego, si Dios es bueno porque te dio estas cosas, ¿cuánto más alegre estarás cuando se te haya dado a sí mismo? Deseaste estas cosas de Él; desea, te ruego, también a Él mismo. Estas cosas no son más dulces que Él, ni deben ser comparadas a Él por ninguna razón. Luego invoca a Dios con verdad el que prefiere al mismo Dios, de quien recibió las cosas de que se goza, a los bienes que recibió. Porque habéis de saber que, cuando se propone y se dice a estos hombres pegados a los bienes del mundo: "¿Qué harías si Dios quisiera quitarte todas las cosas de que te gozas?", ya no sería amado, ya no habría quien dijese: El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; como a Dios le agradó, así se hizo; bendito sea su santo nombre58. Es más: quizá aquel a quien se le quitó dice a Dios: "¿Qué te hice? ¿Por qué me las quitaste y se las diste a otros? Se las das a los inicuos y se las quitas a los tuyos." (Por esto) acusas a Dios como a injusto y a ti te alabas como justo. Conviértete; acúsate a ti y alábale a El. Serás justo cuando Dios te agrade en todas las cosas que hizo y no te desagrade en todos los males que padezcas. Esto es invocar a Dios con verdad. Los que así invocan a Dios son oídos, pues está cerca, es decir, si aún no te dio lo que quieres; con todo, está allí. Obra como el médico, que, cuando coloca un emplasto en los ojos, en las entrañas, para que quemando sane, al pedirle el enfermo que se le quite, él espera el tiempo propicio; no hace caso de lo que le pide el enfermo; sin embargo, no se aparta de él. Está cerca y no obra; y precisamente no obra porque está cerca. Para curar aplicó lo que aplicó y para curar no accede a lo que se le pide. No te oye en cuanto al deseo actual por atender a la futura salud; con todo, te oye conforme a tu anhelo, porque, sin duda, quiere sanar el que no quiere ser quemado. Luego el Señor está cerca de todos los que le invocan. Pero ¿de qué todos? De todos los que le invocan con verdad. A todos estos que caen y que invocan a Dios con verdad, Dios los levanta.
23 [v.19]. Hará la voluntad de los que le temen. La hará, la hará; y, si no la hace ahora, la hará después. Sin duda, si tú temes a Dios de suerte que haces su voluntad, ve cómo en cierto modo, al servirte a ti, hace tu voluntad. Y oirá sus ruegos y los salvará. Ve que el médico oye para salvarlos. ¿Cuándo? Atiende al Apóstol, que dice: Por la esperanza hemos sido salvados. Y la esperanza que no se ve no es esperanza; y, si lo que no vemos lo esperamos, con paciencia aguardamos59. ¿Qué esperamos? La salud, que anuncia Pedro que se halla aparejada para ser revelada en el último tiempo60.
24 [v.20]. El Señor guarda a todos los que le aman y aniquilará a todos los impíos. Veis que hay severidad en Aquel en quien hay también dulzura inmensa. Salvará a todos los que esperan en El, a todos los creyentes, a todos los que le temen, a todos los que le invocan con verdad: Y destruirá a todos los impíos. ¿A qué impíos? A los que perseveran en los pecados, a los que se atreven a vituperar a Dios, no a sí mismos; a los que hablan siempre contra Dios; a los que, o, desesperando del perdón de los pecados, acumulan crímenes debido a la desesperación, o, prometiéndose perversamente el perdón, no se apartan de sus pecados ni de su impiedad atendiendo a la promesa del perdón. Vendrá tiempo en el que todos éstos sean separados y se constituyan aquellas dos porciones, una a la derecha y otra a la izquierda, recibiendo los justos el reino eterno, y los impíos el fuego eterno61. Y destruirá a todos los impíos.
25 [v.21]. Como todas estas cosas son así y hemos visto la bendición del Señor, las obras del Señor, las maravillas, las misericordias, la severidad, la providencia en todas sus obras, la confesión o alabanza de todas sus obras, ved cómo concluye el salmista alabando al Señor: Cante mi boca la alabanza del Señor y bendiga toda carne su santo nombre por el siglo y por el siglo del siglo.