[Acción de gracias por la victoria]
SERMÓN AL PUEBLO
1 [v.1]. El título de este salmo es breve en palabras, pero importante por la profundidad de los misterios. Para David; contra Goliat. Vuestra caridad recordará conmigo, atendiendo a la santa Escritura, esta lucha que tuvo lugar en tiempo de nuestros antepasados. En cierta ocasión, combatiendo los extranjeros contra el pueblo de Dios, uno provocó a uno: Goliat a David. En este certamen había de manifestarse la voluntad de Dios con la victoria de una de las partes. Pero ¿por qué nos preocupamos de la victoria cuando vemos al que provoca y al provocado? Provocó la impiedad a la piedad, provocó la soberbia a la humildad; en fin, provocó el diablo a Cristo. ¿Por qué os extrañáis que el diablo fuese vencido? Goliat era grande en estatura corpórea; David, por el contrario, era pequeño en cuanto al cuerpo, pero grande en la fe. El santo David se vistió de las armas bélicas para salir al encuentro de Goliat; pero, debido, como dijimos, a la corta edad y a su pequeña estatura corporal, no pudo soportarlas. Entonces, despojándose de lo que le estorbaba, no de lo que le ayudaba, tomó cinco piedras del río y las echó en su zurrón de pastor. Armado, corporalmente con ellas, y espiritualmente con el nombre de Dios, salió a su encuentro y le venció1. Esto hizo David; pero indaguemos los misterios. Dijimos que el título del salmo era breve en palabras, pero importante por la profundidad de los misterios. Recordemos la sentencia apostólica: Todas estas cosas les acontecían figuradamente a ellos2, para que no aparezca que indagamos petulantemente algo oculto allí en donde pudiera exponerse todo lo narrado simplemente sin abismo de misterio. Luego tenemos la autoridad que nos excita la atención para buscar, nos despierta para investigar, nos proporciona la devoción para oír, nos da la fe para creer y aleja de nosotros la pereza para obrar. Cristo se halla personificado en David, pero conforme acostumbráis a entenderlo los adoctrinados en su escuela: Cristo Cabeza y Cuerpo. Luego no oigáis nada de lo que se diga en persona de Cristo como si no perteneciese a vosotros, que sois miembros de Cristo. Asentado esto como base, ved ya lo que sigue.
2. Sabéis que el primer pueblo de Dios fue sobrecargado con infinidad de sacramentos corporales y visibles: con la circuncisión, el laborioso sacerdocio, el templo lleno de símbolos, la multitud de clases de sacrificios y holocaustos. Nuestro David depuso todas estas cosas como armas que agobiaban y no ayudaban. Pues, si la ley hubiera sido dada de suerte que pudiera vivificar en realidad de verdad, de la ley procedería la justicia. Pero entonces, ¿a qué se dio la ley? El mismo Apóstol lo explica, diciendo: La Escritura lo encierra todo bajo pecado a fin de que la promesa se diese a los creyentes en virtud de la je en Jesucristo3. En fin, este David, es decir, Cristo Cabeza y Cuerpo, ¿qué hizo en el tiempo de la manifestación del Nuevo Testamento, en el tiempo de la insinuación y recomendación de la gracia de Dios? Depuso las armas y tomó cinco piedras; depuso, según dijimos, las armas agobiantes. Luego depuso los sacramentos de la ley, los sacramentos de aquella ley que no observamos y que no se impusieron a los gentiles. Pues recordáis cuántas cosas se leen en la Ley Vieja que no observamos, y que, sin embargo, sabemos que se propusieron y establecieron con alguna significación; no para despreciar la ley de Dios, sino para que, como sacramentos promisorios, una vez cumplida la promesa, no los celebrásemos. Llegó, pues, lo que prometían. En la ley se velaba la gracia del Nuevo Testamento; en el Evangelio se revela. Corrimos el velo y conocimos lo que ocultaba; conocimos por la gracia de nuestro Señor Jesucristo, Cabeza y Salvador nuestro, que fue crucificado por nosotros; que, al ser crucificado, se rasgó el velo del templo4. En fin, El depuso las armas como peso de los sacramentos de la Ley Vieja. Sin embargo, El tomó la ley, pues ¡as cinco piedras simbolizaban los cinco libros de Moisés. Tomó, pues, del río cinco piedras. Sabéis qué significa el río: el mundo. Pues bien: el mundo mortal se desliza, y todo lo que hay en el mundo corre a lo largo. En el río, como en aquel primer pueblo, se hallaban las piedras; allí eran inútiles, estaban ociosas, de nada servían, pasaban permaneciendo sobre el río. ¿Qué hizo David para que la ley fuese útil? Tomó la gracia. Pues la ley sin la gracia no puede cumplirse. La perfección o cumplimiento de la ley es la caridad5. ¿Y de dónde procede la caridad? Ve si no procede de la gracia. La caridad de Dios —dice el Apóstol— se difundió en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado6. Como la gracia proporciona el cumplimiento de la ley, por lo mismo se simboliza la gracia en la leche, pues ésta es gratuita en la carne, ya que la madre no exige recompensa por ella, sino que se preocupa por darla. La madre la da gratuitamente, y se entristece si falta quien la reciba. Luego ¿cómo demostró David que no puede cumplirse la ley sin la gracia? Al querer unir a la gracia aquellas cinco piedras, con las cuales se simbolizaba la ley, contenida en los cinco libros, pues las colocó en el zurrón en el que acostumbraba a llevar la leche. Armado así, armado ciertamente con la gracia, y, por lo mismo, no presumiendo de sí, sino de su Señor, salió al encuentro del soberbio Goliat, que se jactaba y presumía de sí. Toma una piedra, la lanza, y hiere en la frente al enemigo, el cual cae de bruces, hiriendo el suelo con la frente, en la que no tenía el signo de Cristo. Conviene también que observes que echó cinco piedras en el zurrón y sólo lanzó una. Cinco libros son los escogidos, pero venció la unidad, pues el cumplimiento o perfección de la ley, según recordé poco antes, es la caridad; y el mismo Apóstol dice: Nos suframos unos a otros con caridád, procurando conservar la unidad de espíritu en el vínculo de la paz7. Después, herido y arrojado en tierra, le quitó su espada y con ella le cortó la cabeza. Esto mismo hizo nuestro David al arrojar al diablo de los suyos; pues, cuando sus primates creen, a los que él tenía en su mano, y con los que mataba otras almas, entonces vuelven sus lenguas contra el diablo, y así se corta la cabeza de Goliat con su espada. Expuse el misterio del título conforme a la brevedad del tiempo. Veamos qué encierra el mismo salmo.
3. Bendito el Señor, Dios mío, que adiestra mis manos para la lucha, y mis dedos para la guerra. Es nuestra voz si pertenecemos al Cuerpo de Cristo. Bendigamos al Señor, Dios nuestro, que adiestra nuestras manos para el combate, y nuestros dedos para la guerra. Parece una repetición, puesto que lo mismo es nuestras manos para el combate que nuestros dedos para la guerra. ¿O existe alguna diferencia entre las manos y los dedos? Con los dedos, sin duda, obran las manos; luego no entendemos absurdamente que por las manos se toman los dedos. Sin embargo, en los dedos observamos la división de la obra, y advertimos también el fundamento o raíz de la unidad. Considera, pues, la gracia, de la cual dice el Apóstol: A unos se da por el Espíritu habla de sabiduría; a otros, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otros, fe en el mismo Espíritu; a otros, don de curaciones en un solo Espíritu; a otros, linaje de lenguas; a otros, profecía; a otros, discernimiento de espíritus; pero todas estas cosas las obra uno y el mismo Espíritu, que reparte sus propias dádivas a cada uno como quiere8. A unos esto, a otros aquello. Estas son las divisiones de la obra. Todas estas cosas las lleva a cabo uno y el mismo Espíritu, el cual es el fundamento o la raíz de la unidad. Luego, armado con estos dedos, lucha el Cuerpo de Cristo saliendo a la guerra, saliendo al combate.
4. Quizá es prolijo enumerar las clases de luchas y combates; sin embargo, es más fácil soportarlos que explicarlos. Soportamos un particular combate que conmemora el Apóstol: Esta lucha nuestra —dice— no es contra la carne y la sangre, es decir, contra los hombres de quienes soportáis molestias. No lucháis contra éstos, sino contra los príncipes y potestades y contra los rectores del mundo. Y para que no entendieseis por rectores del mundo los rectores del cielo y de la tierra, manifestó a quiénes se refería, añadiendo: de estas tinieblas9. A saber, los rectores no de aquel mundo que fue hecho por El, porque el mundo fue hecho por Dios, sino del mundo que no le conoció, puesto que el mundo no le conoció10. Estas tinieblas no son tinieblas por naturaleza, sino por voluntad. El alma no luce por sí misma, puesto que con toda verdad y humildad canta: Tú iluminarás mi lámpara, Señor; ¡oh Dios mío!, ilumina mis tinieblas11; y también dice: En ti está la fuente de vida; con tu luz veremos la luz12; no con nuestra luz, sino con tu luz. Nuestros ojos se llaman luminares, y, con todo, si falta la luz externamente, aun cuando estén sanos y abiertos, permanecen en tinieblas. Luego guerreamos contra los rectores de estas tinieblas, contra los rectores de los no creyentes, contra el diablo y sus ángeles, contra los blandidores de su espada con la cual lucha el diablo contra los fieles. Pero como, derribado, se quitó la espada a Goliat para cortarle con ella su cabeza, así, al creer los infieles, se les dice: En otro tiempo fuisteis tinieblas, mas ahora luz en el Señor13. Luchasteis con la mano o el poder de Goliat, cortad ya la cabeza a Goliat con el poder o la mano de Cristo.
5. Este es un determinado combate; pero hay otro que cada uno soporta en sí mismo. Ahora se leía este género de lucha en la epístola a los Gálatas: La carne codicia contra el espíritu, y el espíritu contra la carne, para que no hagáis lo que queréis. Esta es una lucha violenta, y, por ser interna, más molesta. Si alguno vence en este combate, al punto derrota a los enemigos que no ve. El diablo y sus ángeles sólo tientan lo carnal que en ti domina. Porque ¿cómo vencemos a los enemigos que no vemos si no es porque percibimos nuestros movimientos carnales internos? Contra éstos combatimos y a éstos herimos. En el amor a la riqueza domina la avaricia. Al dominarte la avaricia, el diablo propone externamente la ganancia con el fraude. Muchas veces no consigues lucro si no cometes fraude. Entonces él propone externamente a tu avaricia, que no venciste, que no dominaste, que no sometiste interiormente, como un mal presidente de certamen a su atleta, el fraude y la ganancia: la obra y el premio. Obra y toma (es lo que te dice). Pero, si tú pisoteas la avaricia, sí no te domina interiormente, vencerás a la que sientes, porque al diablo seductor no le percibes. Luego, si dominaste la avaricia, atendiste al que te propuso otra obra y otro premio. ¿Qué te propuso aquél? El fraude y la ganancia. ¿Qué te propuso éste? La probidad y la corona. Obra y toma te dicen uno y otro. Tú, combatiente interior, si no te venció la avaricia, sino que tú la venciste, atendiste a éste, venciste a aquél. Distingues a ambos y dices: "Aquí veo la obra y el premio; allí, el cebo y el lazo." Y nada adviertes en ti que no te pertenezca. Efectivamente, por el pecado te dividiste contra ti. Arrastras la propagación de la concupiscencia y el injerto de la muerte; tienes algo contra lo que has de luchar en ti, algo que has de descubrir en ti mismo. Pero tienes a quién invocar para que, combatiente, te ayude, y, vencedor, te corone, el cual te creó cuando no existías.
6. "¿Cómo he de vencer?", dices. Ve que el mismo Apóstol propone un combate dificilísimo, y declara lo dificultoso que es, o quizá insuperable, si no entiendo. La carne —dice— codicia contra el espíritu, y el espíritu contra la carne, para que no hagáis lo que queréis. "¿Cómo tú me mandas vencer, siendo así que Él dice: para que no hagáis lo que queréis?" Preguntas: "¿Cómo?" Atiende a la gracia del zurrón pastoral, pon la piedra del río en el recipiente de leche. Ve que yo también te lo digo; es más, que te lo dice la misma Verdad. Efectivamente, no haces lo que quieres cuando lucha la carne contra el espíritu. Si ante esta lucha presumes de ti, debes ser amonestado, no sea que oigas en vano: Regocijaos en Dios, nuestro ayudador14. Pues, si por ti mismo cumplieses todo, no necesitarías ayudador. Por otra parte, si tú no hicieses nada que procediese de tu voluntad, no sería llamado ayudador, pues el ayudador ayuda al que hace algo. En fin, después de haber dicho: La carne codicia contra el espíritu, y el espíritu contra la carne, para que no hagáis lo que queréis; y también, después de haberte colocado a ti ante ti como desfalleciendo en ti mismo, inmediatamente envió al ayudador, diciendo: Si sois conducidos por el espíritu, no estáis aún bajo la ley. El que está bajo la ley no cumple la ley, sino que es oprimido por ella, como lo era el mismo David por las armas. Luego, si eres guiado por el espíritu, ve quién te ha de ayudar para que cumplas lo que quieres. (¿Quién?) Tu ayudador, tu amparador, tu esperanza, que adiestra tu mano para la lucha, y tus dedos para la guerra. Manifiestas son —dice el Apóstol— las obras de la carne; ellas son: fornicaciones, impurezas, idolatrías, lujurias, hechicerías, rencores, disensiones, embriagueces, glotonerías y cosas semejantes; de ellas os digo, como ya os dije, que quienes las ejecutan no poseerán el reino de los cielos15. Luego (están bajo la ley) no quienes combaten contra ellas, sino los que las ejecutan. Pues, cuando combates, es una obra; y, cuando las vences, otra; y, cuando tienes paz y descanso, otra distinta. Atended mientras demuestro estas cosas con algunos pocos ejemplos. Surge alguna ganancia, te agrada; encierra ella en sí un gran fraude, te agrada, pero no consientes. Ve ante ti la lucha; aún se persuade, aún se incita, aún se delibera; luego quien lucha se halla en peligro. Veamos la lucha, veamos lo que aún resta. Despreciaste la justicia por cometer el fraude: fuiste vencido. Despreciaste la ganancia por someterte a la justicia: venciste. En esto hay tres cosas: me duelo del vencido, temo por el que lucha, me alegro con el vencedor. Pero aquel que vence, ¿por ventura obró en sí de suerte que de ninguna manera le tentó el dinero, o no incitó en él ningún movimiento de agrado, aunque vencible, aunque de poca importancia, aunque no sólo no consienta en él, sino que ni se digne luchar con él? Siempre se da algún movimiento amoroso. Este halago y aquel enemigo ya ni combaten ni prevalecen; sin embargo, se hallan presentes y habitan en la carne mortal como si ya no habitasen, los que no han de existir. Más tarde se transformará todo en victoria; no obstante, ahora el cuerpo ciertamente está muerto por el pecado, y por eso el pecado se halla en el cuerpo aunque no reine el pecado. Sin embargo, el espíritu tiene vida por la justicia. Y si el que resucitó a Cristo de entre los muertos habita en vosotros, el que a Cristo resucitó de entre los muertos vivificará vuestros cuerpos mortales por el Espíritu suyo que habita en vosotros16. Allí no habrá quién luche ni qué halague; todo cederá ante la paz. Pues no lucha una naturaleza contra otra naturaleza contraria, sino como el marido y la esposa en la casa. Si disienten entre sí, es un sufrimiento peligroso y molesto; si vence la mujer y es vencido el marido, habrá una paz desordenada; por el contrario, si la mujer se somete al marido que rige, la paz será justa; sin embargo, no es uno de una naturaleza y otro de otra, porque la mujer fue hecha del varón. Es tu carne, es tu esposa, es tu compañera; llámala corno quieras; es necesario que la sometas, y, si luchas, lucha para que aproveche. Conviene que el inferior se someta al superior, para que también el que quiere que le esté sometido lo inferior se someta a lo superior. Reconoce el orden, busca la paz. Tú a Dios, la carne a ti. ¿Qué cosa más justa, qué cosa más bella? Tú al Mayor, a ti el menor. Obedece tú a Aquel que te hizo para que te obedezca a ti lo que fue hecho por causa tuya, pues no hemos conocido ni hemos recomendado este orden: a ti la carne, y tú a Dios; sino tú obedece a Dios, y la carne a ti. Si tú desprecias a Dios, nunca conseguirás que la carne te esté sometida. Si no obedeces al Señor, te atormentarán los siervos. ¿Por ventura, si primeramente no obedeces tú a Dios a fin de que después te obedezca la carne, podrías decir estas palabras: Bendito el Señor, Dios mío, que adiestra mis manos para el combate, y mis dedos para la guerra? Quieres luchar siendo inexperto; serás condenado a la derrota. Luego primeramente sométete a Dios, y después, enseñándote y ayudándote El, combate y di: Adiestra mis manos para la lucha, y mis dedos para la guerra.
7 [v.2]. Y, cuando peleas, puesto que al luchar peligras, di lo que sigue hallándote en peligro en el combate: Misericordia mía, no sea vencido. ¿Qué significa misericordia mía? ¿Que me suministras misericordia y en mí te muestras misericordioso? ¿O que me concediste que yo también sea misericordioso? Con ningún modo se vence mejor al enemigo que siendo misericordioso. Así, de ninguna manera presenta el enemigo acusaciones ante el juicio, pues no puede echar en cara cosas falsas, porque no hay ante quién. Si quisiere llevar nuestra causa ante un juez hombre, podría engañarle mintiendo y perjudicarnos con acusaciones falsas; pero como nuestra causa con él se ventila y sustancia ante un juez tal que no puede ser engañado, por eso ambiciona seducir al pecado para tener hechos ciertos que echar en cara. Mas, cuando sucumbe la fragilidad humana por algunos engaños de él, entregúese a la humildad mediante la confesión y se ejercite en las obras de misericordia y de piedad, pues todos los pecados se borran cuando decimos con plena confianza y corazón sincero al que ve: Perdónanos, así como también perdonamos nosotros17. Di de todo corazón, di con toda confianza, di seguro: Perdónanos, como también perdonamos nosotros; o: "No perdones si no perdonamos." Aun cuando no digas: "No perdones si no perdonamos", sin duda no perdona si no perdonamos, pues no ha de ser Dios prometedor mendaz para que tú seas pecador impune. "¿Quieres —dice— que yo perdone?" Perdona. Existe otra obra de misericordia. "¿Quieres que yo dé?" Da. En un mismo pasaje se consigna en el Evangelio: Perdonad, y se os perdonará. Dad, y se os dará18. "Yo —dice— tengo algo contra ti; tú también tienes algo contra tu prójimo; perdona, y perdono. Tú me pides algo a mí; alguien te pide algo a ti; da, y doy." ¿Qué perdona? ¿Qué da? ¿No es la caridad? ¿Y cómo da la caridad si no es por el Espíritu Santo que nos ha sido dado?19 Luego si por las obras de misericordia se vence a nuestro enemigo, y no podemos tener obras de misericordia si no tenemos la caridad; y si no tenemos caridad si no la recibimos por el Espíritu Santo, pues El adiestra nuestras manos para la lucha, y nuestros dedos para la guerra, con razón decimos Misericordia mía a Aquel de quien tenemos el que seamos también nosotros misericordiosos, pues se hará juicio sin misericordia a aquel que no hizo misericordia.
8. ¿Pensáis que son despreciables las obras de misericordia? Me agrada hablar algo de ellas. Primeramente atended a esta sentencia, tomada de la santa Escritura que hace poco conmemoré: Se hará juicio sin misericordia a aquel que no hizo misericordia. Sin misericordia será juzgado el que no hizo misericordia antes de ser juzgado. Y después, ¿qué? ¿Qué sigue? La misericordia se encumbra sobre el juicio20. ¿Qué es esto, hermanos: La misericordia se encumbra sobre el juicio? La misericordia se sobrepone al juicio. Es decir, en quien se encuentre la obra de misericordia, si por casualidad se tiene algo en el juicio por lo que debe ser castigado, se extingue como por ola de misericordia el fuego del pecado. La misericordia se encumbra sobre el juicio. Entonces ¿qué? ¿Dios es injusto cuando socorre a éstos, cuando los libra, cuando los perdona? No hay tal cosa. En esta ocasión es también justo, pues la misericordia no aparta de El la justicia, ni la justicia la misericordia. Ve si no es justo: "Perdona, y perdono; da, y doy." Ve si no es justo: Con la medida que midiereis seréis medidos21. Por lo que dice: Con la medida, no ha de entenderse que se refiere a la misma clase de medida, sino a la misma medida o medición; así: "Perdona, y perdono. ¿Hay en ti medida de perdón? Pues bien: en mí encontrarás medida para conseguir el perdón. ¿Hay en ti medida para dar lo que tienes? Encontrarás en mí medida de recibir lo que no tienes."
9. Misericordia mía y refugio mío, amparador mío y libertador mío. El combatiente se esfuerza mucho en el mundo teniendo la carne que codicia contra el espíritu. Pero ten lo que tienes. Porque llegará tiempo en el que conseguirás plenamente lo que quieres; cuando fuere sumida la muerte en victoria; cuando, habiendo resucitado este cuerpo mortal, se cambie en constitución angélica y vuele hacia lo alto en cualidad celeste. Los muertos en Cristo —dice el Apóstol— se levantarán primero; después también nosotros los que vivimos, que hemos quedado, seremos arrebatados en la venida del Señor a una con ellos en nubes, saliendo al encuentro de Cristo en el aire, y así estaremos siempre con el Señor22. Entonces será sumida la muerte en victoria, entonces se dirá: ¿En dónde está, ¡oh muerte!, tu lucha; en dónde está, ¡oh muerte!, tu aguijón?23, pues no quedará nada ni en el cuerpo ni en el alma que se oponga al amor de Dios. (Habrá) completa victoria, absoluta paz. De ésta se nos dice a los combatientes: Venid, hijos, oídme; os enseñaré el temor de Dios. Os halláis en la lucha, combatís en la contienda, y, sin embargo, deseáis la paz. ¿Quién es el hombre que quiere vivir y desea ver días buenos? ¿Quién hay que no diga: "¿Yo?" Habrá vida, habrá días buenos en donde nada codicia contra el espíritu, en donde no se dirá: "Lucha", sino: "Goza." Pero ¿quién es el que desea estos días? Todo hombre dice sin duda: "Yo." Oye lo que sigue. Veo que trabajas, veo que te encuentras en lucha y en peligro; oye lo que sigue: Adiestra las manos para la batalla, y los dedos para la guerra. Refrena tu lengua del mal y no hablen engaño tus labios; apártate del mal y obra el bien. ¿Cómo podrás obrar bien si no te apartas del mal? ¿Por qué intento que te vistas, cuando todavía despojas? ¿A qué pretendo que des, siendo así que aún robas? Apártate del mal y obra el bien. No llore primeramente el pobre oprimido por ti para que después se goce por ti. Apártate del mal y obra el bien. ¿En atención a qué galardón? Ahora luchas. Busca la paz y vete en pos de ella24. Aprende; di: Misericordia mía y refugio mío., amparador mío y libertador mío, protector mío. (Siendo) amparador mío, no caeré; (siendo) libertador mío, no me atascaré; (siendo) protector mío, no seré herido. Protector mío, y en Él esperé. En todas estas cosas, en todo mi trabajo, en todos mis combates, en todas mis dificultades, esperé en Él; en Aquel que somete a mí mi pueblo. Ved que nuestra Cabeza habla con nosotros.
10 [v.3]. Señor, ¿qué es el hombre, puesto que te diste a conocer a él? Todo lo que es (se dio a conocer), pues esto significa te diste a conocer a él. ¿Qué es el hombre, ya que te diste a conocer a él; o el hijo del hombre, puesto que le estimas? Le aprecias, le consideras de mucho valor, le tienes en gran estima; le ordenas, conoces bajo qué cosa le rxmes y sobre qué le colocas. Estimar es saber cuánto vale una cosa. ¡En cuánto estimó al hombre Aquel que derramó por él la sangre del Unigénito! ¿Qué es el hombre, puesto que te diste a conocer a él? ¿A quién? ¿Quién se dio a conocer? ¿Qué es el hijo del hombre, ya que le estimas? Como le aprecias en tanto y en tanto le estimas, demuestras que es algo de gran valor. Dios no estima al hombre como el hombre estima al hombre, pues (éste), cuando encuentra a un siervo vendible, compra con más cariño un caballo que un hombre. Ve cuánto te estime Dios, ya que puedes decir: Si Dios está con nosotros, ¿quién se opondrá a nosotros? Ve cuánto te estimó: El que no perdonó a su propio Hijo, sino que le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con El todas las cosas?25 El que dio estos bienes al combatiente, ¿qué reservará al vencedor? Yo soy —dice— pan vivo que bajé del cielo26. Los víveres de los que luchan, extraídos de las trojes del Señor, son los mismos de los que se alimentan los ángeles, porque el hombre comió el pan de los ángeles27. Después del combate y estos víveres, ¿qué reserva? ¿Qué dará a los vencedores? Lo que se dice en otro salmo: Una cosa pedí al Señor, ésta buscaré: habitar en la casa del Señor durante todos los días de mi vida a fin de contemplar el deleite del Señor y proteger su templo28. ¿Qué es el hombre, puesto que te das a conocer a él? ¿O el hijo del hombre, ya que le estimas?
11 [v.4]. El hombre se hizo semejante a la vanidad; y, sin embargo, te diste a conocer a él y le estimas. El hombre se hizo semejante a la vanidad. ¿A qué vanidad? Al tiempo, que se desliza y pasa. Esta inconstancia se llama vanidad en comparación de la verdad, que permanece siempre y jamás desfallece. Con todo, también esta creación temporal tiene su puesto, pues Dios —según se escribió— llenó la tierra de sus bienes29. ¿Qué significa de sus? Los convenientes a ella. Pero todos estos bienes terrenos, volubles y transitorios, si se comparan a la verdad de la que se dijo: Yo soy el que soy30, se llaman vanidad; es decir, todo esto que pasa se llama vanidad, pues con el tiempo se desvanece como el humo en la atmósfera. ¿Y qué más diré que lo que dijo el apóstol Santiago queriendo llevar a los hombres soberbios a la humildad? ¿Qué es —dice— vuestra vida? Vapor que aparece por un momento y al instante desaparece31. Luego el hombre se hizo semejante a la vanidad. Pecando, se hizo semejante a la vanidad. Al ser creado, fue hecho semejante a la verdad; pero porque pecó, al recibir el digno castigo, se hizo semejante a la vanidad. Por causa de la iniquidad —dice en el salmo 38— adoctrinaste al hombre, e hiciste que su alma se consumiese como araña. De aquí procede esto también: El hombre se asemejó a la vanidad. ¿Qué dice también allí? Envejeciste mis días32. ¿Y qué dice en el salmo que comentamos? Sus días pasan como sombra. Contémplese el hombre en los días de su sombra para que haga algo digno de su luz anhelada; y, si se halla en la sombra de la noche, busque el día. El día de esta vanidad es día de tribulación para el hombre que conoce; y ya nos torture el mundo con alguna incomodidad, con alguna molestia, o ya nos sonría con alguna prosperidad, todo ha de temerse y ha de ser llorado, porque tentación es la vida humana sobre la tierra33; por esto se dice: Todo el día andaba atribulado34. Necesitamos consuelo, y cuanto Dios nos ofrece ahora al suministrarnos algo próspero, no es gozo de bienaventurados, sino consuelo de infelices. Luego obre algo el hombre, diré, digno de la deseada luz en estos días de sus tinieblas; y en la noche busque a Dios, conforme se escribió: En el día de mi tribulación busqué a Dios con mis manos elevadas ante Él en la noche, y no fui decepcionado35. Llama "día de tribulación" a lo que denomina "noche". Con mis manos elevadas ante Él en la noche. Aún nos encontramos en la noche, pero atendemos a la lámpara de la profecía. Se prometió algo que todavía esperamos. Pero ¿qué dice el Apóstol? Tenemos segurísima palabra profética, a la que hacéis bien prestar atención como a lámpara que luce en oscuro lugar hasta que brille el día y el lucero de la mañana amanezca en vuestros corazones36. El mismo día será nuestro premio allí. De mañana oirás mi voz, en la mañana estaré en tu presencia y te contemplaré37. Luego obra, aunque en la noche, con tus manos; es decir, busca a Dios con tus obras buenas antes que llegue el día que ha de llenar de gozo, no sea que llegue el que te entristezca. Ve cuan seguro has de obrar, puesto que no has de ser abandonado por Aquel a quien buscas. Con mis manos —dice— levantadas a Dios, le busqué en la noche. Mas para que tu Padre, que ve en lo escondido, te dé el galardón38, añade: delante de El. Interiormente ten misericordia, ten caridad, para que no ejecutes algo con deseo de agradar a los hombres. Con mis manos, es decir, con mis obras; en la sombra, esto es, en la vida; en donde Él ve, a saber, no en donde procuro agradar a los hombres. ¿Y qué sigue? Y no jui decepcionado. El hombre se hizo semejante a la vanidad; sus días pasan como sombra; y, sin embargo, te diste a conocer a él y le estimas.
12 [v.5]. Señor, inclina tus cielos y baja; toca los montes, y humearán. Haz brillar el relámpago, y los disiparás; lanza tus saetas, y los conturbarás. Envía tu mano (tu poder) desde lo alto y sácame y líbrame de las muchas aguas. El Cuerpo de Cristo, el humilde David lleno de gracia, presumiendo de Dios, combatiendo en este mundo, invoca el auxilio de Dios: Inclina —dice— tus cielos y baja. ¿Quiénes son los inclinados cielos? Los apóstoles humillados, pues éstos anuncian la gloria de Dios. De estos cielos que anuncian la gloria de Dios se dice poco después: No hay palabras ni discursos de los que no se oigan las voces de ellos. En toda la tierra se oyó su sonido, y en los confines de la tierra sus palabras39. Luego, cuando estos cielos emitieron sus voces por toda la tierra y obraron milagros, relampagueando y tronando el Señor desde ellos con milagros y mandamientos, se pensó que bajaron dioses del cielo a los mortales, pues algunos de los gentiles, creyendo esto, quisieron ofrecerles sacrificios. Pero, al ver ellos que se les tributaba un honor indebido, aterrorizados y detestando y corrigiendo a los que de esta manera erraban, para mostrarles la perturbación de su espíritu rasgaron sus vestiduras y dijeron: ¿Por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres pasibles como vosotros. Y comenzaron, apoyados en estas palabras, a encomendar la excelencia de nuestro Señor Jesucristo40; humillándose ellos para engrandecer a Dios, porque eran cielos inclinados para que Dios descendiese. Luego inclina tus cielos y baja. Así aconteció. Toca los montes, y humearán, es decir, los montes soberbios, las excelencias terrenas, las hinchadas dignidades. Toca —dice—, toca estos montes, da a estos montes algo de tu gracia, y humearán, porque confesarán sus pecados. El humo de los pecados confesados hará saltar también las lágrimas de los soberbios humillados. Toca los montes, y humearán. Mientras no son tocados, se creen grandes. Pero han de decir: "Tú eres el grande, ¡oh Señor!"41 Han de decir también los montes: Tú solo eres Altísimo sobre toda la tierra42.
13 [v.6]. Pero hay algunos conspiradores mancomunados contra el Señor y contra su Cristo43. Se mancomunaron, conspiraron. Haz brillar el relámpago, y los disiparás. Aumenta tus milagros, y desaparecerá su conspiración. Haz brillar el relámpago, y los disiparás. Aterrados por los milagros, no se atreverán a obrar contra ti, ya que, sobrecogidos por los mismos milagros, vacilarán. ¿Quién es éste tan poderoso? ¿Quién es este que así se exalta y cuyo nombre tiene tanta influencia? Cuando dicen: "Quién es éste", es porque han de creer, pues hiciste brillar los milagros y dispersaste su perversa mancomunidad. Envía tus saetas, y los conturbarás. Saetas agudas de poderoso44; es decir, tus preceptos, tus dichos, herirán su corazón. Envía tus saetas, y los conturbarás. Sean heridos los que malamente están sanos para que sanen los bien heridos y digan ya establecidos en la Iglesia, en el Cuerpo de Cristo; digan con la Iglesia: Estoy herida por la caridad45. Envía tus saetas, y los conturbarás.
14 [v.7]. Envía tu mano (tu poder) desde lo alto. Después, ¿qué? Al fin, ¿qué? ¿Cómo vence el Cuerpo de Cristo? Con la ayuda celeste. Pues vendrá el mismo Señor con voz de arcángel, y con trompeta de Dios bajará del cielo46: el mismo Salvador del Cuerpo, la mano de Dios. Envía tu mano desde lo alto y sácame y líbrame de entre las muchas aguas. ¿Qué significa de entre las muchas aguas? De entre los numerosos pueblos. ¿De qué pueblos? De los extraños, de los infieles: tanto de los que luchan fuera como de los que insidian dentro. Sácame de entre las muchas aguas en las que me ejercitabas, en las que me hacías rodar para despojarme de la inmundicia. Esta es aquella agua de contradicción47 de la cual habla el libro de los Números: Sácame y líbrame de las muchas aguas.
15 [v.8]. Oigamos ya decir algo sobre estas caudalosas aguas de las que Dios libra al Cuerpo de su Cristo, de las que libra Dios a la flaqueza de David. ¿Qué significa de muchas aguas? ¿Qué dijiste, no sea que entienda por estas aguas otra cosa? ¿A qué denominaste "muchas aguas?" Oye a continuación lo que dije: De la mano (del poder) de los hijos extraños. Oíd, hermanos, entre quiénes estamos, entre quiénes vivimos y de entre quiénes deseamos ser sacados. La boca de éstos habló vanidad. Hoy mismo todos vosotros, si no os hubieseis reunido para oír la palabra de Dios y estuvieseis actualmente mezclados con ellos, ¡cuántas vanidades no oiríais! Su boca habló vanidad. En fin, ¿cuándo, hablando ellos vanidad, os oirán a vosotros hablar verdad? Su boca habló vanidad, y su derecha es derecha de iniquidad.
16 [v.9]. ¿Qué (has de decir) tú estando entre ellos con el zurrón que contiene las cinco piedras? La misma ley que simbolizaste en las cinco piedas, significa también otra cosa. ¡Oh Dios!, te cantaré un cántico nuevo. El cántico nuevo es el cántico de la gracia; el cántico nuevo es el cántico del hombre nuevo; el cántico nuevo es el cántico del Nuevo Testamento. Te cantaré —dice— un cántico nuevo. Pero para que no pienses que la gracia se aparta de la ley, siendo así que más bien la ley se cumple por la gracia, dice: Con salterio de diez cuerdas te salmearé. Con salterio de diez cuerdas: con la ley de los diez mandamientos; con ella te salmearé, con ella te alegraré, con ella te cantaré el cántico nuevo, porque la plenitud o perfección de la ley es la caridad48. Por lo demás, quienes no tienen caridad pueden llevar el salterio, pero no pueden cantar. "Yo, pues —dice—, entre las aguas de la contradicción te cantaré un cántico nuevo y jamás harán las aguas de la contradicción que con su estrépito deje de oírse mi salterio." Con el salterio de diez cuerdas te salmearé.
17 [v.10-11]. Que da salud a los reyes. A los montes que humean. Que redime a su siervo David. Conocéis a David; sed vosotros David. ¿De qué redime a su siervo David? ¿De qué redime a Cristo? ¿De qué redime al Cuerpo de Cristo? De la espada maligna librame. No fue suficiente decir de la espada; por eso añadió maligna. Sin duda existe una espada benigna. ¿Cuál es la españa benigna? Aquella de la que dice el Señor: No vine a traer paz a la tierra, sino espada49, pues habrá de separar a los fieles de los infieles, a los hijos de los padres, y dividir los demás parentescos, sajando con la espada la podredumbre y sanando los miembros de Cristo. Hay, pues, una espada benigna de doble filo: la del Nuevo y Viejo Testamento, poderosísima en ambos cortes debido a la narración de los hechos pasados y a la promesa de los futuros. Esta espada es benigna, ya que por ella habla Dios la verdad. La otra es maligna, puesto que por ella hablan ellos vanidad. Luego líbrame de la espada maligna. Los dientes de los hijos de los hombres son armas y saetas; y su lengua, espada afilada50. De esta espada maligna líbrame. A lo que llamó ahora espada, denominó anteriormente muchas aguas. Líbrame de las muchas aguas. Por tanto, a lo que llamé yo "muchas aguas", a lo mismo llamo ahora "espada". En fin, después de haber hablado de las muchas aguas, prosiguiendo, dice: De la mano (del poder) de los hijos extraños, cuya boca habla vanidad. Pues bien: para que sepas que se refiere a éstos, también, después de haber dicho: Líbrame de la espada maligna, prosiguió: y sácame de la mano de los hijos de los extraños, cuya boca habló vanidad, al igual que en los versillos anteriores. Asimismo lo que sigue: La derecha de ellos es derecha de iniquidad, lo consignó arriba cuando los llamó "muchas aguas". En fin, para que tú no pensases que las muchas aguas eran buenas, las dio a conocer en la espada maligna. Luego ahora declara lo que consignó: Su boca habló vanidad, y su derecha es derecha de iniquidad. ¿Qué vanidad habló su boca? ¿Cómo su derecha es derecha de iniquidad?
18 [v.12]. Sus hijos son como plantas nuevas arraigadas en su juventud. Pretende exponer su prosperidad. Atended, hijos de la luz, hijos de la paz; atended, hijos de la Iglesia, miembros de Cristo; atended a quiénes llama extranjeros, a quiénes llama hijos extraños, a quiénes llama aguas de contradicción. Atended, os ruego, porque entre éstos os halláis en peligro, entre sus lenguas combatís contra los deseos de vuestra carne, entre sus lenguas, puestas a disposición del diablo, con las que combate, sostenéis la lucha: No contra la carne y la sangre, sino contra los príncipes y potestades, y contra los rectores del mundo de estas tinieblas51, es decir, de los inicuos. Atended para que discernáis bien vosotros; atended, no suceda que tengáis por verdadera felicidad la que desean para sí los hombres débiles o malignos. Ved, hermanos, que los llamó hijos extraños, muchas aguas y espada maligna. Ved la vanidad que hablan, y precaveos de hablar tal cosa y guardaos de imitarlos hablando semejantes palabras. Su boca habló vanidad, y su derecha es derecha de iniquidad. ¿Qué iniquidad habló su boca? ¿Y qué derecha de ellos es derecha de iniquidad? Oye: Sus hijos son como plantas nuevas arraigadas en su juventud; sus hijas, arregladas y adornadas, son como simulacros de templo; sus despensas están abastadas y rebosan de una en otra; sus ovejas son tan fecundas, que se multiplican en sus salidas; sus bueyes están cebados; y no hay brecha ni salida en la cerca, ni griterío en sus plazas. ¿No es ésta la felicidad? Pregunto a los hijos del reino de los cielos, interrogo al linaje de la resurrección eterna, interrogo al Cuerpo de Cristo, a los miembros de Cristo, al templo de Dios: ¿ Consiste la felicidad en tener hijos sanos, hijas adornadas, despensas abastecidas, abundantes ganados, en no padecer destrucción alguna, no digo en una pared, pero ni siquiera en un cercado; en n o tener tumulto y griterío en las plazas, sino paz, abundantes provisiones en las casas y en las ciudades? ¿No es ésta la felicidad? ¿Deben los justos huir de ella? ¿No encuentras también la casa del justo que abunda en todas estas cosas y llena de esta felicidad? ¿No abundaba la casa de Abrahán de oro, de plata, de hijos, de servidumbre, de animales?52 ¿Por ventura el santo patriarca Jacob, huyendo de la presencia de Esaú, su hermano, a Mesopotamia, no se enriqueció sirviendo, y dio gracias al Señor Dios suyo, porque primeramente atravesó el Jordán llevando por todo su haber un cayado, y ahora regresa con gran abundancia de ganados e hijos?53 ¿Qué diremos? ¿No es ésta una felicidad? Concedamos que sí, pero deleznable. ¿Qué quiere decir "deleznable?" Fugaz, temporal, mortal, terrena. No quiero que te refugies en ella, pero menos que la juzgues por verdadera. No son éstos malignos y vanos porque tengan en abundancia estas cosas, sino porque esto, que debió considerarse por izquierda, lo tuvieron por derecha. Por eso su derecha es derecha, de iniquidad; por eso su lengua habló vanidad, puesto que colocaron a la derecha lo que debieron poner a la izquierda. ¿Qué debieron colocar a la derecha? A Dios, la eternidad, los años inacabables de Dios, de los cuales se dice: Y tus años no tendrán fin54: aquí está la derecha, aquí debe descansar nuestro deseo. Usemos temporalmente de la izquierda y deseemos eternamente la derecha. Si afluyen las riquezas, no pongáis en ellas el corazón55. Si ponéis el corazón en las riquezas que pasan, tenéis por derecho lo que es izquierdo. Corregios, reconoced la sabiduría que os abraza, a la cual se dijo: Colocó su izquierda debajo de mi cabeza y con su derecha me abrazó56. Considerad los santos cánticos amatorios, considerad el Cantar de los Cantares de las bodas celestes de Cristo y la Iglesia. ¿Qué dice la esposa del esposo? Colocó su izquierda debajo de mi cabeza y con su derecha me abrazó. Colocó la izquierda debajo de la cabeza, y la derecha sobre ella. El brazo del que abraza se halla colocado arriba, sobre la cabeza, y la izquierda debajo de la cabeza. Su izquierda —dice—, debajo de mi cabeza. No me abandonará en las necesidades temporales; sin embargo, colocará la izquierda debajo de la cabeza; no la pondrá sobre la cabeza, sino debajo de la cabeza, para que su derecha me abrace prometiéndome la vida eterna. Así, pues, la izquierda estará debajo de la cabeza si la derecha está sobre la cabeza. De este modo se cumple lo que se escribió a Timoteo: Teniendo promesa —dice— de la vida presente y de la futura57. ¿Qué promesa tenemos en la vida presente? La izquierda debajo de la cabeza. ¿Qué en la vida futura? Su derecha que me abraza. ¿Buscas las cosas necesarias en el tiempo? Buscad primero el reino de los cielos, es decir, la derecha, y todas las demás cosas se os darán por añadidura58. "Tendréis aquí —dice— gloria y riquezas, y en el siglo futuro vida eterna. Con la izquierda sostendré vuestra flaqueza y con la derecha coronaré vuestra perfección." ¿Por ventura los apóstoles, que abandonaron todos sus bienes o que distribuyeron entre los pobres cuanto tenían, estuvieron en este mundo sin riquezas? Entonces ¿cómo se cumple aquella promesa de la izquierda: Recibirá en este mundo siete veces más? Prometió la multiplicación. Y en verdad, ¿qué le falta al hombre de Dios? El infiel tiene una o pocas casas; sin embargo, todas las riquezas del mundo son del hombre fiel59. Ve, pues, su izquierda repleta debajo de la cabeza: Recibirá en este mundo siete veces más. Ve su derecha que le abraza: Y en el siglo futuro, la vida eterna60. Con razón se dice también en otro lugar sobre la misma sabiduría: En su derecha están los años de vida, y en su izquierda el honor y las riquezas61.
19 [v.15]. Luego ¿por qué son éstos jactanciosos? ¿Por qué habló su boca vanidad? Porque su derecha es derecha de iniquidad. No les inculpo porque sus hijos sean como plantas nuevas arraigadas en la juventud, ni porque sus hijas estén adornadas como simulacros de templo, ni porque les entró por las puertas de su casa la abundancia de los demás bienes caducos y la paz terrena. ¿Por qué les inculpo? Porque dijeron: Bienaventurado el pueblo que posee estas cosas. ¡Oh hombres que habláis vanidad! Llamaron bienaventurado al pueblo que posee estas cosas. Perdieron la verdadera derecha siendo malvados y perversos; se proveyeron, invirtiendo los términos, de los beneficios de Dios.
¡Oh malignos, oh jactanciosos, oh hijos extraños! Llamaron bienaventurado al pueblo que posee estos bienes. Colocaron a la derecha lo que estaba a la izquierda: Llamaron bienaventurado al pueblo que posee estas cosas. ¿Qué dices tú, David? ¿Qué dices tú, Cuerpo de Cristo? ¿Qué decís vosotros, miembros de Cristo? ¿Qué decís vosotros, no hijos extraños, sino de Dios? Ya que los hijos jactanciosos y extraños dijeron que es bienaventurado el pueblo que posee estos bienes, vosotros, ¿qué decís? Bienaventurado el pueblo que tiene al Señor por su Dios. Tened izquierda, pero en la izquierda; desead la derecha, pero colocadla a la derecha. En la izquierda tuvieron la izquierda aquellos que al tener hambre, le dieron de comer; al tener sed, le dieron de beber; al ser huésped, le recibieron en su casa, y, estando desnudo, le vistieron62. Todo esto lo tomaron de la izquierda y lo convirtieron en obras de la derecha para colocarlo a la derecha. Los hijos jactanciosos y extraños dijeron que era bienaventurado el pueblo que posee estas cosas. Vosotros decid conmigo: Bienaventurado el pueblo que tiene al Señor por su Dios.