SALMO 142

Traductor: Balbino Martín Pérez, OSA

[Humilde oración en un peligro]

SERMÓN AL PUEBLO

1. Sobre el salmo que hemos cantado, hablaré a vuestra caridad lo que el Señor me sugiera. La brevedad del salmo que ayer expuse nos proporcionaba tiempo sobrado para hablar de pocas cosas tendidamente; hoy, como el salmo es más largo, no debemos detenernos tanto en cada uno de los versillos, no suceda que el Señor no nos conceda que podamos exponerlo íntegro.

2 [v.1]. El título del salmo dice: Para David cuando le perseguía Absalón, su hijo. Por los libros de los Reyes sabemos que Absalón fue enemigo declarado de su padre y que desencadenó contra él no sólo la guerra civil, sino también la doméstica; y también que David, no siendo abandonado por iniquidad, sino humillado con piedad, recibió del Señor la corrección; soportó la medicina y no devolvió iniquidad por iniquidad, sino que tuvo preparado el corazón para seguir la voluntad de Dios1. David se mostró de este modo digno de alabanza. Pero en él debe ser reconocido otro David de mano fuerte, conforme lo significa la palabra David: nuestro Señor Jesucristo. (Sabéis que) los hechos pasados fueron figura de los presentes o que habían de venir; por tanto, no ha de recordarse continuamente lo que oísteis tantas veces y perfectamente recordáis. Luego busquemos en este salmo a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, anunciado en esta profecía, y veamos también qué había de acontecer en este tiempo atendiendo a las cosas que tiempo ha sucedieron anunciándose. El, puesto que es Verbo de Dios, se anunciaba en los profetas, ya que ellos no decían nada sino llenos de este Verbo. Luego anunciaban a Cristo llenos de Cristo; y le anunciaban como venidero quienes precediéndole no eran por El abandonados. Por tanto, veamos de qué modo su hijo perseguía a Cristo, pues tenía Cristo hijos de los cuales dijo: No ayunan los hijos del Esposo mientras el Esposo está con ellos; cuando les sea quitado el Esposo, entonces ayunarán los hijos del Esposo2. Luego los hijos del Esposo son sus apóstoles. Entre ellos hubo un diablo, Judas el perseguidor. Cristo ha de anunciar su pasión en este salmo. Oigamos.

3. Ruego a vuestra caridad que atienda; no para enseñaros lo que ignoráis, sino para recordaros lo que ya sabéis: que el Señor y Salvador nuestro Jesucristo es Cabeza de su Cuerpo, y que el único Mediador entre Dios y los hombres es el hombre Jesucristo3, nacido de la Virgen como en la soledad, según oímos decir en el Apocalipsis. Creo que por la soledad nació El únicamente, ya que la mujer dio a luz a este que había de regir con vara de hierro al pueblo4. Esta mujer es la antigua ciudad de Dios, de la que se dijo en el salmo: Cosas excelsas se dijeron de ti, ciudad de Dios. Esta ciudad comienza con Abel, así como la mala con Caín. Esta antigua ciudad de Dios, que también se llama Jerusalén y Sión, tolera continuamente en la tierra esperando el cielo. De cierto nacido en Sión y creador de la misma Sión dijo un salmo: La madre Sión se llamará hombre. ¿Qué hombre? Y el hombre fue hecho en ella y el mismo Altísimo la fundó5. En fin, el mismo hombre fue hecho en Sión, pero fue hecho hombre humilde; con todo, el mismo Altísimo fundó la ciudad en la cual fue hecho hombre. Así, pues, también aquella mujer se vestía de sol, del mismo sol de justicia, a quien no conocen los impíos, que al fin han de decir: liemos errado del camino de la verdad, y la luz de la justicia no nos alumbró, ni el sol nació para nosotros6. Luego hay cierto sol de justicia que no nació para los impíos. Por lo que se refiere a este sol terreno, Dios lo hace nacer para los buenos y para los malos7. Luego estaba vestida de sol y llevaba en sus entrañas al Niño que había de dar a luz. Él era el Creador de Sión y el que había de nacer en Sión, y la mujer era la ciudad de Dios, la cual estaba iluminada por la luz de Dios y se hallaba embarazada con la carne de Él. Con razón tenía, pues, la luna debajo de sus pies8, puesto que sujetaba con su virtud la mortalidad creciente y decreciente de la carne. Luego el mismo Señor nuestro Jesucristo es Cabeza y Cuerpo, pues Él, que se dignó morir por nosotros y hacernos miembros suyos, quiso también hablar por nosotros. Así, pues, algunas veces habla en persona de sus miembros, otras en su propia persona, como Cabeza nuestra. Él tiene algo que puede hablar sin nosotros; nosotros no podemos decir nada sin Él. El Apóstol dice: Supliré en mi carne lo que falta de la tribulación de Cristo9. Supliré, dice, lo que falta de la tribulación de Cristo; no de la mía, sino de la de Cristo; pero en la carne no de Cristo, sino mía. Cristo padece aún tribulación, mas no en su carne, con la que subió al cielo, sino en la mía, que aún sufre en la tierra. Cristo soporta tribulación en mi carne, pues dice: Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí10. Si no padeciese Cristo tribulación en sus miembros, esto es, en sus fieles, Saulo no hubiera perseguido en la tierra a Cristo, que estaba sentado en el cielo. En fin, exponiendo esto claramente en otro lugar, dice: Como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y como todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, del mismo modo también es Cristo11. No dice: "Así es Cristo y el cuerpo", sino: Como un cuerpo tiene muchos miembros, así también Cristo. Luego como todo el cuerpo es Cristo y como Cristo es todo el cuerpo, por eso dice la Cabeza desde el cielo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?12 Retened esto y fijadlo de una vez para siempre en la memoria como hijos adoctrinados en las enseñanzas de la Iglesia y en la fe católica, a fin de que sepáis que Cristo es Cabeza y Cuerpo y que el mismo Cristo es el Verbo unigénito de Dios, igual al Padre, y por esto veáis con cuánta gracia escaláis a Dios por haber querido ser uno con vosotros el que es uno con el Padre. ¿Cómo es uno con el Padre? Yo y el Padre somos uno13. ¿Cómo es uno con nosotros? El Apóstol dice que no dice: "A Abrahán y a tus linajes," como hablando de muchos, sino: "y a tu linaje, que es Cristo", como hablando de uno. Pero dirá alguien: "Si Cristo es linaje de Abrahán, ¿por ventura también lo seremos nosotros?" Acordaos que Cristo es linaje de Abrahán; por tanto, si nosotros somos linaje de Abrahán, somos también Cristo. Como un cuerpo tiene muchos miembros, del mismo modo también Cristo; y: Cuantos en Cristo fuisteis bautizados, de Cristo os vestisteis. Sin duda, Cristo es linaje de Abrahán; no pueden contradecirse las palabras claras del Apóstol: ya tu linaje, que es Cristo. Oíd también lo que nos dice a nosotros: Si vosotros sois de Cristo, luego sois linaje de Abrahán14. Por esto es grande aquel sacramento: Serán dos en una carne15; y el Apóstol dice: Este sacramento es grande, pero yo lo digo en orden a Cristo y a la Iglesia16. Cristo y la Iglesia son dos en una carne. Aplica o emplea la palabra dos atendiendo a la diferencia de la majestad. Dos son ciertamente, pues nosotros no somos el Verbo, nosotros no somos Dios en el principio en Dios, nosotros no somos Aquel por el cual fueron hechas todas las cosas17. Pero nos acercamos a la carne, y allí está Cristo; El y también nosotros. No nos maravillemos de sus palabras en los Salmos, pues dice muchas cosas en persona de la Cabeza, y muchas en representación de los miembros. Este todo, siendo como una persona, habla así. Por tanto, no te extrañes de que sean dos en una voz, siendo como son dos en una carne.

4. Judas, hijo del esposo, persigue al esposo. Esto aconteció entonces. Pero ¿por ventura no es un ejemplo antecedente de hechos futuros? La Iglesia había de soportar a muchos falsos hermanos para que de este modo el hijo persiga al esposo hasta el fin. Si el enemigo me hubiera afrentado, ciertamente lo toleraría; y, si el que me odiaba hubiera hablado grandes cosas de mí, me hubiera escondido, sin duda, de él. ¿Quién es el enemigo? ¿Quién es el que me odiaba? El que dice: " ¿Quién es Cristo?" Cristo fue hombre, y no pudo vivir queriendo vivir, pues dicen: " Murió sin quererlo, fue vencido, crucificado y matado." Esto lo dicen los enemigos. "Este enemigo declarado —dice Cristo— me odia, me declara franca enemistad; con todo, es fácil tolerarle, soslayarle. Pero ¿qué haré de Absalón? ¿Qué haré de Judas? ¿Qué de los falsos hermanos? ¿Qué de los hijos perversos, y que, con todo, son hijos, los cuales, yendo contra nosotros, no maldicen a Cristo, sino que con nosotros adoran a Cristo, pero que en nosotros persiguen a Cristo? "De éstos se dice a continuación en el mismo salmo: era fácil soportar al que me odiaba o precaverme de él, pues te escondes del pagano entrando en la Iglesia; pero cuando allí encuentras también a quienes temes, ¿a qué buscas en dónde esconderte? En fin, el mismo Apóstol, que gime en los peligros a causa de los falsos hermanos, dice: Por fuera, luchas; por dentro, temores18. Luego si aquel que me odiaba hubiera hablado grandes cosas de mí, me hubiera ocultado, sin duda, de él; pero eras tú de un mismo sentir conmigo19. Dice que es de un mismo parecer porque es uno en Cristo con él. Pertenece a la Iglesia soportar algo de fuera y gemir por dentro; cuente, por tanto, fuera y dentro con sus enemigos. Fácilmente evita a los de fuera, pero difícilmente tolera a los de dentro.

5. Luego diga nuestro Señor, diga Cristo con nosotros, es decir, el Cristo total: Señor, oye mi oración, presta atención a mi plegaria. Lo mismo es oye que atiende. La repetición es confirmación. Óyeme en tu verdad, en tu justicia. No toméis a la ligera lo que se dice, en tu justicia, pues se recuerda la gracia para que ninguno de nosotros piense en su justicia. La justicia de Dios consiste en creer que lo que tienes te lo dio Él. Porque ¿qué dice el Apóstol de aquellos que quisieron vanagloriarse de su propia justicia? Les testifico que tienen celo de Dios. Y, hablando de los judíos, dice: Tienen celo de Dios, pero no según el cabal conocimiento. ¿Qué significa pero no según la ciencia o el cabal conocimiento? ¿Qué ciencia recomiendas tú como útil? ¿Acaso aquella que estando sola infla y que no edifica si no está acompañada de la caridad?20 Ciertamente que no recomiendas ésta, sino aquella que tiene por compañera a la caridad, que es maestra de la humildad. Ve, por tanto, si ella es ésta: Tienen celo de Dios, pero no según la ciencia o el perfecto conocimiento. Explique a qué llama ciencia: Desconociendo —dice— la justicia de Dios, y queriendo establecer la suya, no se sometieron a la justicia de Dios21. ¿Quiénes desean establecer su propia justicia? Aquellos que, cuando obran bien, se lo atribuyen a sí, y, cuando mal, a Dios. Estos son extremos perversos; pero serán rectos cuando cambien de este modo de ser. Pues eres perverso, porque lo malo que haces se lo atribuyes a Dios, y lo bueno a ti; serás recto cuando te imputes a ti lo malo que hicieres, y a Dios lo bueno. De impío que eras, no vivirías en justicia a no haber sido hecho justo por Aquel que justifica al impío22. Por eso dice: Óyeme en tu verdad y en tu justicia, no en la mía, a fin de ser hallado en El, no teniendo mi justicia, que procede de la ley, sino la que procede de la fe23. Aquí tienes óyeme en tu justicia, ya que, cuando me miro, no encuentro más que mi pecado.

6 [v.2]. Y no entres en juicio con tu siervo. ¿Quiénes pretenden entablar juicio con Dios? Los que, desconociendo la justicia de Dios, quieren establecer la suya propia. ¿Por qué ayunamos —dice Isaías— y no lo viste, por qué mortificamos nuestras almas y te desentendiste?24 Esto es como si dijeran: "Hicimos lo que mandaste; ¿por qué no nos das lo que prometiste?" Dios te responderá: "Yo haré que recibas lo que prometí; yo te di el obrar en orden a recibirlo." En fin, el profeta dice a estos soberbios: ¿Por qué queréis pleitear conmigo? Todos me habéis abandonado, dice el Señor25. ¿Por qué queréis entablar juicio conmigo y recomendar vuestras justicias? Recordad vuestras justicias; yo conocí vuestros crímenes. ¿Cómo aprobaré vuestra justicia, siendo así que he de condenar vuestra soberbia? Con razón, hallándose éste humilde en el Cuerpo de Cristo y habiendo aprendido de la Cabeza a ser manso y humilde de corazón26, dice: No entres en juicio con tu siervo. No litiguemos; no quiero entablar pleito contigo, de suerte que yo exponga mi justicia y tú condenes mi iniquidad. No entres en juicio con tu siervo. ¿Por qué esto? ¿Por qué temes? Porque no se justificará delante de ti ningún viviente. Todo viviente vive ciertamente aquí, vive en carne, vive para morir; nació hombre y por los hombres vive, de Adán vive Adán; todo el que vive de este modo, quizá puede justificarse ante sí, pero no ante ti. ¿Cómo delante de sí? Agradándose a sí mismo y desagradándote a ti, pues delante de ti no se justificará ningún viviente. Luego no entres en juicio conmigo, Señor, Dios mío. Por muy justo que me crea, al presentar tú la regla sacada de tu tesoro y aplicármela a mí, me encuentro vicioso. No entres en juicio con tu siervo. Acertadamente dijo con tu siervo. No te está bien entrar en juicio con tu siervo, ni aun siquiera con tu amigo; y: A vosotros os llamo amigos míos27, mas no lo hubieras dicho si de siervos no nos hubieras hecho amigos. A ti se te permite llamarme amigo, yo me declaro siervo tuyo. Necesito misericordia; vuelvo ya fugitivo; voy en busca de la paz; no soy digno de llamarme hijo tuyo28. No entres en juicio con tu siervo, porque no se justificará delante de ti ningún viviente. Antes de la muerte no alabes a hombre alguno29, pues el hombre es en absoluto viviente. ¿Y qué son los carneros, qué son los apóstoles, de cuya prole se dice: Ofreced al Señor hijos de carneros?30 De éstos es Pablo, que dice que no es perfecto, pues escribe: No que ya haya alcanzado o que ya sea perfecto31. En fin, hermanos, para que sepáis sin rodeos que ellos aprendieron a orar como nosotros, se les dio el modelo de petición por el celeste jurisconsulto al decirles: Orad así; pues, habiéndoles dado antes algunas normas, estableció que dijesen nuestros carneros, los guías de las ovejas, los miembros principales del Pastor y del Congregador de una sola grey: Perdónanos nuestras deudas, así como también nosotros perdonamos a nuestros deudores32, lo cual ellos mismos aprendieron a decirlo. No dijeron: "Te damos gracias, porque nos perdonaste nuestras deudas, así como también nosotros perdonamos a nuestros deudores", sino: Perdónanos, como perdonamos. Así oraban ya los fieles, así oraban ya los apóstoles, porque esta oración dominical más bien se da a los fieles. Si estas deudas se refiriesen únicamente a las que se perdonan por el bautismo, más deudas, así como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Habiéndoles dicho esto a ellos, preguntamos: "¿Por qué decís esto? ¿Cuáles son vuestros pecados? "Y ellos nos responden: Porque no se justifica delante de Dios ningún viviente.

7 [v.3]. Porque el enemigo persiguió mi alma y abatió mi vida en la tierra. Nos veamos en esto a nosotros; contemplad a nuestra Cabeza rogando por nosotros en estas palabras: Porque el enemigo persiguió mi alma. En verdad que el diablo persiguió la vida de Cristo, y Judas la vida de su Maestro. Pero el diablo aún permanece persiguiendo el Cuerpo de Cristo; a Judas le sucede otro Judas. Luego no le falta motivo al Cuerpo para decir: Porque el enemigo persiguió mi alma y abatió mi vida en la tierra. Abatió —dice— mi vida en la tierra; en otro lugar se consigna: Encorvaron mi vida33. ¿Qué intenta ejecutar con nosotros el que nos persigue? Que abandonemos la esperanza celeste y gustemos la tierra; que, cediendo al perseguidor, amemos las cosas terrenas. Ellos, en cuanto está de su parte, hacen esto; pero no permitamos que nos acontezca a quienes se dice: Si resucitasteis con Cristo, gustad las cosas de arriba, en donde está Cristo sentado a la derecha de Dios. Buscad las cosas de arriba, no las que están sobre la tierra, pues habéis muerto34. N o se justificará delante de Dios ningún viviente. Luego ellos o ensañándose claramente o insidiando ocultamente intentan arrastrar nuestra vida a la tierra. Vigilemos contra ellos para que podamos decir: Nuestra conversación está en los cielos35. El enemigo abatió mi vida en la tierra.

8. Me colocaron en lugares oscuros, como a los muertos del mundo. Esto lo entendisteis al instante de la Cabeza; y lo reconocéis claramente como sucedido a la Cabeza. Pues El murió por nosotros, pero no fue como un muerto del mundo. ¿Quiénes son los muertos del mundo? ¿Y cómo no era El muerto del mundo? Los muertos del mundo con razón son muertos, pues reciben el galardón de la iniquidad y mueren debido a la propagación del pecado, atendiendo a la sentencia que reza: Yo fui concebido en iniquidades y en pecados me alimentó mi madre en el vientre36. Sin embargo, El vino por la Virgen, tomando la carne, mas no la iniquidad de la carne; tomando la carne pura que purifica. Pero ellos, a quien creían pecador, le juzgaban como muerto del mundo. Mas el que dijo en el salmo: Lo que no robé, entonces lo pagué37; y en el Evangelio: Ved que viene el príncipe de este mundo, el ¡eje de la muerte, el persuasor de la iniquidad, el cobrador del suplicio, añade: Viene, y no encontrará nada en mí. ¿Qué significa y no encontrará nada en mí? Ninguna culpa; nada por lo que deba morir: Pero para que sepan todos que hago —dice— la voluntad de mi Padre, levantaos y salgamos de aquí38. "Al morir —dice— hago la voluntad de mi Padre, pero no soy digno de muerte. N o hice nada digno de muerte, pero muero para que por la muerte del inocente sean liberados los que tenían motivo para morir. Me colocaron en sitios tenebrosos, como en el abismo, como en el sepulcro, como en la misma pasión: como a los muertos del mundo; a mí, que dije: Fui hecho como hombre sin ayuda, pero libre entre los muertos39."¿Qué significa libre? ¿Y por qué libre? Porque todo el que comete pecado es siervo del pecado40. En fin, no libra de ataduras sino el libre de lazos. Este libre mató la muerte, rompió los lazos, llevó cautiva la cautividad, y, con todo, le colocaron en lugares tenebrosos, como a los muertos del mundo.

9 [v.4]. Y mi espíritu soportó pesadumbre en mí. Recordad que dijo: Triste está mi alma hasta la muerte41. Escuchad una sola voz. Pero ¿por ventura no se trasluce el paso recíproco de la Cabeza a los miembros, y de los miembros a la Cabeza? Mi espíritu —dice— soportó pesadumbre en mí. Sabemos que también dijo: Mi alma está triste hasta la muerte. Pero también nosotros estábamos allí, pues transfiguró en sí el cuerpo de nuestra flaqueza, conformándolo al cuerpo de su gloria42; y nuestro hombre viejo fue crucificado en la cruz con Él43. Mi corazón se ha turbado en mí. En mí, dice, no en otros, pues ellos me abandonaron; los que estaban unidos a mí se alejaron de mí, y porque me vieron morir pensaron que era otra cosa; siendo, por tanto, vencidos por el ladrón, que creyó44, cuando ellos desfallecieron.

10 [v.5]. De aquí pasa a los miembros. Me acordé de los días antiguos. ¿Acaso se acordó de los días antiguos Aquel por quien fue hecho todo el día? Es que habla el Cuerpo, habla cada uno de aquel Cuerpo justificado por la gracia y unido a él por la caridad y la piadosa humildad; habla y dice: Me acordé de los días antiguos y medité en todas tus obras. Poique ciertamente tú hiciste todas las cosas y nada se estableció que por ti no hubiera sido establecido. Tu creación fue un espectáculo para mí. Busqué en la obra al Artífice, y en todas las cosas creadas al Creador. ¿Por qué esto? ¿Para qué esto? Para que entendiese que cuanto hay de bueno en él fue hecho por Dios, no sucediese que, desconociendo la justicia de Dios y queriendo establecer la suya, no se sometiese a la justicia de Dios45. De este modo le convendrá aquella voz de arriba: En tu justicia y en tu verdad. Meditando el salmista en todas las obras de Dios, insinúa la gracia, recuerda la gracia, se gloría de haber encontrado la gracia; la gracia por la que gratuitamente somos salvados, puesto que gratis nos salvamos. ¿Por qué te glorías de tu justicia? ¿Por qué te engríes desconociendo la justicia de Dios? ¿Por ventura diste algo para que fueses salvado? ¿Qué diste para ser hombre? Luego pon la mirada en el Creador de tu vida, en el autor de tu naturaleza, de tu justicia y de tu salvación. Medita en las hechuras de sus manos, porque también hallarás que la justicia que hay en ti pertenece a su mano (a su obra). Oye al Apóstol enseñándote esto: No debido a las obras —dice—, para que nadie se engría. Entonces ¿no tenemos obras buenas? Las tenemos sin duda; pero ve lo que sigue: Somos hechura de Él. De Él somos hechura. ¿Quizá pretendió conmemorar la naturaleza por la cual somos hombres, cuando pronunció esta palabra hechura? Ciertamente que no, pues hablaba de las acciones, ya que dijo: No debido a las obras, para que nadie se engría. Pero no hagamos cábalas; prosiga: De Él somos hechura, creados en Cristo Jesús para obras buenas46. No pienses que tú obras algo únicamente en cuanto que eres malo. Apártate de tu obra y encamínate a la obra de Aquel que te hizo, pues Él reforma. Reforme, pues, lo que Él había formado y tú destruiste. Él hizo que existieses. Que seas bueno; si eres bueno, Él lo ejecuta también. Con temor y temblor obrad vuestra salud. Si llevamos a cabo nuestra salud, ¿por qué con temblor, siendo así que está en nuestro poder lo que obramos? Oye por qué con temor y temblor: Dios es el que obra en nosotros el querer y el obrar, por benevolencia47. Luego con temor y temblor para que se complazca nuestro Artífice en obrar en el valle. Así, pues, obra como en abatidos el que juzga las naciones y llena de ruinas o escombros. Medité en las hechuras de tus manos: vi y miré tus obras, porque no puede haber en nosotros bien alguno si no ha sido hecho por ti, que nos creaste.

11 [v.6]. ¿Y qué hice al ver que de ti procede toda dádiva buena y que todo don perfecto dimana de arriba, descendiendo del Padre de las luces, en quien no hay mudanza ni alternativa de sombra?48 Al ver esto, apartándome de la obra mala que había hecho en mí, extendí a ti mis manos. Extendí —dice— a ti mis manos: mi alma, como tierra sin agua (tiene sed). Llueve, dice para que me hagas fruto bueno. El Señor dará la suavidad para que nuestra tierra dé su fruto49. Mi alma, como tierra sin agua, (tiene sed), no de mí, sino de ti. Puedo tener sed de ti, pero no puedo regarme: Mi alma, como tierra sin agua, (tiene sed) de ti, porque mi alma tuvo sed de Dios vivo50. ¿Cuándo llegaré a Él? Cuando viniere. Mi alma tuvo sed de Dios vivo, porque mi alma, como tierra sin agua, (tiene sed) de ti. Inmenso es el mar, inunda, es abundante, fluctúa, pero es amargo. Fue separada el agua, y apareció la seca51, mi alma; riégala, porque, como tierra sin agua, tiene sed de ti.

12 [v.7]. Óyeme al punto, Señor. ¿A qué viene esta tardanza cuando siento la sed de esta manera al inflamarse mi sed? Retardabas la lluvia para que me embriagase bebiendo con avidez y no desdeñase lo que dejabas caer. Luego, si lo diferías por esto, dámelo ya, porque mi alma, como tierra sin agua, tiene sed de ti. Óyeme al punto, Señor; desfallece mi espíritu. Lléneme tu Espíritu, porque desfallece el mío. El motivo de que me oigas al punto es porque desfallece mi espíritu. Ya me hice pobre de espíritu; dame la bienaventuranza del reino de los cielos52. Es soberbio aquel en quien vive su propio espíritu, pues con su propio espíritu se levanta contra Dios. Cúmplase exactamente en él lo que escribió en otro lugar: Les quitarás su espíritu, y desfallecerán y se reducirán a su polvo53, para que así, confesando, digan: Acuérdate que somos polvo54. Y tan pronto como hayan dicho: Acuérdate que somos polvo, digan también: Mi alma, como tierra sin agua, tiene sed de ti. Pues ¿qué tierra se halla más escasa de agua que el polvo? Óyeme al punto, Señor; llueve sobre mí, afiánzame, para que no sea polvo que arrastra el viento sobre la faz de la tierra55. Óyeme al punto, Señor, pues desfalleció mi espíritu. No se prolongue mi pobreza. Hiciste desaparecer mi espíritu para que desfalleciese y me convirtiese en mi polvo y te dijese: Mi alma, como tierra sin agua, tiene sed de ti. Haz también lo que a continuación se dice en aquel salmo 103: Enviarás tu Espirita, y serán creados y renovarás la faz de la tierra56. Si alguno es en Cristo nueva criatura, las cosas viejas pasaron. En su propio espíritu las cosas viejas pasaron; en tu Espíritu se hicieron todas nuevas57.

13. No apartes tu rostro de mí. Lo apartaste del soberbio. Efectivamente, en algún tiempo fui rico, y en mi abundancia me engreí, pues yo en otro tiempo dije en mi abundancia: "No seré conmovido eternamente," Dije: "No me conmoveré en mi abundancia", ignorando tu justicia y estableciendo la mía; pero tú, Señor, por tu querer diste firmeza a mi prosperidad. Dije en mi abundancia: "No me conmoveré." Era cierto que toda mi abundancia procedía de ti; y para probar que se debía a ti apartaste tu rostro de mí y me conturbé58. Después de esta perturbación en la que caí, porque apartaste tu rostro de mí; después de la pesadumbre de mi espíritu, después de haberse perturbado en mí mi corazón, porque apartaste tu rostro, ya me hice como tierra sin agua, que tiene sed de ti: No apartes tu rostro de mí. Lo apartaste del soberbio, vuélvelo al humilde: No apartes tu rostro de mí, porque, si lo apartares, seré semejante a los que descienden al lago. ¿Qué significa semejante a los que descienden al lago? Que el pecador, cuando llega al abismo de los males, no hace caso59. Descienden al lago los que desprecian la confesión, contra la cual se dice: No cierre el pozo su boca sobre mí60. A este abismo llama frecuentemente lago la Escritura, y, al caer el pecador en él, no hace caso de nada. ¿Qué quiere decir no hace caso? Que piensa que ya no hay providencia alguna; y, si cree que la hay, juzga que ya no le pertenece a él; y, por tanto, se da la libertad de pecar, dejando, sin esperanza, sueltas las bridas de la iniquidad. No dice: "Me volveré a Dios para que se vuelva El a mí"; ni oye: Convertíos a mí, y yo me volveré a vosotros61, porque, habiendo llegado al abismo de los males, no hace caso. La confesión del muerto perece como nada62, dice el Eclesiástico. Luego no apartes tu rostro de mí, pues seré semejante a los que descienden al lago.

14 [v.8]. Hazme oír de mañana tu misericordia, porque esperé en ti. Ve que estoy en la noche, pero esperé en ti hasta que pasó la nocturna iniquidad63. Tenemos, pues —según dice San Pedro—, la segura palabra profética, a la cual hacéis bien prestar atención como a lámpara que brilla en oscuro lugar hasta que alumbre el día y amanezca el lucero en vuestros corazones64. Llama mañana a lo que vendrá después del fin del mundo, cuando veamos lo que creíamos en el mundo. De mañana, pues, oirás mi voz; de mañana estaré ante ti y te contemplaré65. Hazme oír de mañana tu misericordia, porque esperé en ti. Si lo que no vemos lo esperamos, con paciencia aguardamos66. La noche reclama paciencia; el día nos dará alegría. Hazme oír en la mañana tu misericordia, porque esperé en ti.

15. Y aquí, ¿qué hemos de hacer hasta que llegue la mañana?, pues no nos basta esperar la mañana; se necesita hacer algo. ¿Por qué es necesario hacer algo? Porque en otro salmo se dice: Busqué a Dios en el día de mi tribulación, y esto quiere decir "en el día de mi noche busqué a Dios". ¿Cómo le buscaste? Dirigiéndome hacia El con mis manos de noche, y no fui decepcionado67. Luego Dios ha de ser buscado en la noche con las manos. ¿Qué significa con las manos? Con las buenas obras encaminadas hacia Él. Cuando das limosna, no toques la trompeta, y tu Padre, que ve en lo escondido, te dará el galardón68. Luego como así ha de esperarse la mañana, y así ha de ser tolerada esta noche, y así ha de perseverarse en esta paciencia hasta que brille el día, ¿qué ha de hacerse entre tanto aquí? ¿Acaso no has de obrar algo por ti para que merezcas ser conducido a la mañana? Hazme conocer, ¡oh Señor!, el camino por el cual he de andar. Por eso encendió la lámpara profética, por eso envió al mismo Señor como una vasija terrena de carne, el cual diría también: Se secó como vasija de barro mi fortaleza69. Encamínate a la profecía, dirígete a la lámpara de las predicciones de las cosas futuras, vete hacia la palabra de Dios. Aún no ves la Palabra que era en el principio Dios en Dios70; camina hacia la forma de siervo, y llegarás a la forma de Dios. Hazme conocer, ¡oh Señor!, el camino por el cual he de andar, porque a ti elevé mi alma. A ti, no contra ti. En ti está la fuente de vida71. A ti elevé mi alma, la llevé como vaso a la fuente. Luego lléname, porque a ti elevé mi alma.

16 [v.9]. Líbrame de mis enemigos, Señor, porque me refugié en ti. Yo, que en otro tiempo hui de ti, me refugié en ti. Adán huyó de la presencia de Dios y se encendió entre los árboles del paraíso72, de suerte que de él se dijo en el libro de Job: Como siervo que huye de su Señor y consigue la sombra73. Huyó del rostro de su Señor y consiguió por todo la sombra; a la sombra, pues, huyó colocándose entre los árboles del paraíso. ¡Ay si permaneciere en la sombra! Vea no se diga después por Él: Todas las cosas pasaron como sombra74. Líbrame de los enemigos. No pienso aquí en los enemigos hombres, pues no es nuestra lucha —dice el Apóstol— contra la carne y la sangre. ¿Contra quiénes es? Contra los príncipes y las potestades, contra los rectores del mundo. ¿De qué mundo? No del cielo y de la tierra, pues no gobiernan lo que no hicieron. Contra los rectores del mundo; pero ¿de qué mundo? Del mundo de estas tinieblas. ¿De qué tinieblas? De los inicuos, pues en otro tiempo fuisteis tinieblas, mas ahora luz en el Señor75. Luego lucháis contra los rectores del mundo de estas tinieblas, contra los rectores de los inicuos. Gran certamen se os presenta; sin ver al enemigo hay que vencerle. Contra los rectores del mundo de estas tinieblas, a saber, contra el diablo y sus ángeles76; no contra los rectores del mundo del cual se dice: Y el mundo fue hecho por Él; sino del mundo del que se dice: Y el mundo no le conoció77. Líbrame de mis enemigos, Señor, porque me acogí a ti. Líbrame de mis enemigos; no de Judas, sino del que se apoderó de Judas. A Judas le soporto viéndole, al diablo le combato sin verle. Judas tomó el bocado, y Satanás entró en él78 a fin de que este David soportara la persecución de parte de su hijo. ¡De cuántos Judas no se apodera por completo Satanás al recibir indignamente el bocado para su condenación! Pues quien come y bebe indignamente, come y bebe su condenación79. No es malo lo que se da, sino que se da lo bueno al malo para su condenación. Lo que es bueno, no puede ser bueno para quien lo recibe mal. Luego líbrame de mis enemigos, porque me acogí a ti. ¿Adónde me acogeré? ¿Adónde iré lejos de tu Espíritu? Si subiere al cielo, allí estás tú; si bajase al infierno, estás presente. Luego ¿qué resta? Tomaré mis alas como de paloma y volaré a los confines del mar, es decir, habitaré puesta la esperanza en el fin del siglo, pues allí me llevará tu mano y me conducirá tu derecha80. Líbrame de mis enemigos, porque me acogí a ti, ¡oh Señor!

17 [v.10-12]. Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. ¡Oh confesión, oh mandamiento! Porque tú —dice— eres mi Dios. Correré a ser restablecido por otro si soy hecho por otro. Pero tú eres mi todo, porque tú eres mi Dios. ¿Buscaré al Padre por la herencia? Tú eres mi Dios; no sólo dador de la herencia, sino la misma herencia: El Señor es la porción de mi herencia81. ¿Buscaré al Padre por la redención? Tú eres mi Dios. ¿Buscaré al Patrono por la libertad? Tú eres mi Dios. En fin, ¿deseo ser creado, ser restaurado? Tú eres mi Dios, que, siendo mi Creador, me creaste por tu Verbo, y también me restauraste por Él. Pero me creaste por el Verbo Dios, permaneciendo en ti, y me restauraste por el Verbo hecho carne por nosotros. Luego enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Si no me enseñas, haré mi voluntad y me abandonará mi Dios. Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios. Enséñame, pues no eres tú mi Dios y yo he de ser mi maestro. Ved de qué modo se recomienda la gracia. Retened esto, empapaos de ello; nadie lo arroje de su corazón: tened celo de Dios, pero según la ciencia; no ignoréis la justicia de Dios queriendo establecer la vuestra, de suerte que por esto no os sometáis a la justicia de Dios82. Sin duda, conocéis estas palabras del Apóstol. Luego decid esto: Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios.

18. Tu Espíritu bueno, no el mío malo. Tu espíritu bueno me guiará a tierra derecha (o de rectitud), porque mi espíritu malo me condujo a tierra perversa. ¿Y qué merecía? ¿Acaso que se computasen mis obras buenas hechas sin tu ayuda, de suerte que por eso pidiese ser digno de ser conducido por tu espíritu a tierra de rectitud? ¿Qué son mis obras o cuáles mis méritos? Por tu nombre, Señor, me vivificarás. Luego atended cuanto podáis a la recomendación de la gracia, por la cual gratuitamente os salvasteis. Por tú nombre, Señor, me vivificarás. No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino da gloria a tu nombre83. Por tu nombre, Señor, me vivificarás según tu justicia; no según la mía; no porque yo lo merecí, sino porque tú te compadeciste. Si yo presentase mi mérito, no merecería de ti otra cosa sino el suplicio. Arrancaste de raíz mis méritos e introdujiste tus dones. Por tu nombre, Señor, me vivificarás, por tu justicia librarás de la tribulación a mi alma y por tu misericordia destruirás a mis enemigos; y acabarás con todos los que atribulan mi alma, porque yo soy tu siervo.