SALMO 141

Traductor: Balbino Martín Pérez, OSA

[Oración del hombre abandonado de Dios]

SERMÓN AL PUEBLO

1. Así como se debe a la festividad de los mártires el fervor de vuestra concurrencia, así también se debe el homenaje de mi sermón. Conviene que recuerde vuestra caridad las muchas cosas que ayer dijimos. Mas no porque, debido a la avidez de vuestro corazón, asististeis sin cansancio a todo el sermón, nos debemos olvidar de la común debilidad. Ante todo, conviene honrar las palabras de virtud excelsa, conforme se escribió, porque las palabras sublimes de sabiduría son del Señor; sin embargo, por mí, como por instrumento, se os proporcionan a vosotros; y aunque la bandeja es quebradiza, no obstante, el pan es celestial. El Apóstol dice: Tenemos este tesoro en vasos de barro para que la sobrepujanza de la virtud sea de Dios1, Este tal tesoro es el mismo pan, ya que, si no fuese el tesoro el pan, no se hubiera escrito en otro sitio acerca del tesoro: El tesoro apetecible se halla depositado en la boca del sabio, pero el varón necio lo engulle2. Por eso amonestamos a vuestra caridad que las cosas que oyendo almacenáis en la despensa de vuestra memoria, pensándolas y repasándolas, las rumiéis. Esto es, pues, el tesoro apetecible se halla depositado en la boca del sabio, pues el varón necio lo engulle. Por esto dijo brevemente: el sabio rumia, el necio no rumia. Esto, ¿qué quiere decir en castellano y claramente? Que el sabio piensa sobre las cosas que oyó, y el necio, por el contrario, las entrega al olvido. Por ninguna otra cosa, sino por ésta, se llamaron en la ley animales mundos los que rumian, e inmundos los que no rumian3, puesto que toda criatura de Dios es munda. Para el creador Dios, tan mundo o puro es el puerco como el cordero, pues creó todas las cosas sobremanera buenas4. Y el Apóstol dice: Toda criatura de Dios es buena5; y también escribe: Todas las cosas son puras para los puros6. Luego, aun cuando, por lo que se refiere a la naturaleza, el puerco y el cordero son uno y otro puros, sin embargo, por el simbolismo, el cordero significa algo puro, y el puerco algo impuro; el cordero significa la inocencia de la sabiduría del que rumia, y el puerco, la inmundicia de la necedad del que se olvida. Atendiendo a la festividad, se escogió un salmo breve; veamos si puede ser tratado brevemente.

2 [v.2]. Con mi voz clamé al Señor. Hubiera bastado decir: Con la voz clamé al Señor; por tanto, no en vano se añadió con mi. Muchos claman al Señor, no con su voz, sino con la de su cuerpo. Luego el hombre interior, en el cual comenzó a habitar Cristo por la fe7, clame al Señor con la voz del afecto de su corazón, no con el ruido de sus labios. El hombre no oye en donde Dios oye; si no clamas con la voz producida por los pulmones, la boca y la lengua, no te oye el hombre; sin embargo, tu pensamiento es clamor para el Señor. Clamé al Señor con mi voz; con mi voz rogué al Señor. Al decir rogué manifestó lo que clamó, pues también claman a Dios los que blasfeman. En el versillo primero consignó el clamor, en el segundo declaró este clamor. Como si se le preguntase: "¿Qué clamaste al Señor?", dice: Rogué al Señor. Mi clamor es mi ruego, no una injuria, una murmuración, una blasfemia.

3 [v.3]. Rogaré ante Él. ¿Qué significa ante Él? En su presencia. ¿Qué significa "en su presencia"? En donde ve. Pero ¿en dónde no ve? Decimos en donde ve como si hubiera parte alguna en donde no vea. En este conjunto de cosas corporales, también ven los hombres y los animales; pero El ve también en donde el hombre no ve. Ningún hombre ve tu pensamiento, Dios sí lo ve. Derrama tu plegaria en donde sólo ve Aquel que remunera. Nuestro Señor Jesucristo te mandó orar en lo escondido. Si conoces tu aposento y lo purificas, allí ruegas a Dios. Cuando oréis —dice el Señor—, no seáis como los hipócritas, que se estacionan a orar en las plazas y en las encrucijadas para que los vean los hombres. Tú, por el contrario, cuando ores, entra en tu aposento y cierra la puerta, y ruega a tu Dios en lo escondido; y Él, que ve en lo escondido, te dará el pago8. Si los hombres han de retribuirte, ruega ante los hombres; pero, si es Dios el que ha de retribuir, derrama tu plegaria ante Él y cierra la puerta para que no entre el tentador. El tentador no deja de llamar para entrar; pero, si ve que se halla cerrado, pasa de lejos. Por eso, el Apóstol, sabiendo que está en nuestro poder cerrar la puerta, la puerta del corazón, no la de la pared, pues allí se encuentra el aposento, dice, sabiendo, repito, que está en nuestro poder cerrar esta puerta: No deis lugar al diablo9. Por tanto, si entró y se aposentó, ve que tú cerraste negligentemente o que te descuidaste en cerrar.

4. ¿Qué significa "cerrar la puerta"? Esta puerta tiene como dos hojas: de codicia y de temor. O deseas algo terreno, y entra por aquí, o temes algo mundano, y penetra por este lado. Luego cierra al demonio la puerta del temor y de la codicia y ábrela a Cristo. ¿Cómo has de abrir estas dos hojas a Cristo? Deseando el reino de los cielos y temiendo el fuego del infierno. El diablo entra por la codicia mundana, Cristo por el deseo de la vida eterna; el diablo entra por el temor de las penas temporales, Cristo por el temor del fuego eterno. Ved cómo los mártires cerraron la puerta al diablo y se la abrieron a Cristo. El mundo les prometió muchas cosas, ellos las despreciaron: cerraron la hoja de la codicia al diablo. El mundo les amenazó con las bestias, el fuego, la cruz; ellos no temieron: cerraron la hoja del temor al diablo. Veamos si abrieron las hojas de la puerta a Cristo: El que me confesare o diere testimonio de mí —dice Jesús— delante de los hombres, yo le confesaré a él delante de mi Padre, que está en los cielos. Amaron, pues, el reino de los cielos, en donde Cristo les confesará. ¿Cómo les ha de confesar o ha de dar testimonio de ellos? Diciéndoles: Venid, benditos de mi Padre; poseed el reino que se os preparó desde el origen del mundo10. Ha de dar testimonio de los colocados a su derecha. Veamos si abrieron a Cristo la hoja del temor que cerraron al diablo. En uno y en el mismo lugar amonesta el Señor que se cierre al diablo y se abra a Él: No temáis —dice— a los que matan el cuerpo y no pueden matar el alma. Por esto manda que se anule la hoja del temor ante el diablo. Luego ¿entonces no ha de temerse nada? ¿No ha de abrirse a Cristo la entrada del temor, que está cerrada al diablo? A continuación, como si se dijera: "Cerraste al diablo; ábreme a mí", añade: Pero temed a quien tiene potestad de matar y arrojar el alma y el cuerpo al fuego del infierno11. Luego, si creíste y abriste a Cristo, cierra la puerta al diablo. Cristo está dentro; allí habita; ruega ante Él; no intentes que te oiga de lejos. Pues no está lejos la Sabiduría de Dios, que se extiende del uno al otro confín con fortaleza y ordena todas las cosas con suavidad12. Luego dentro, en ti y ante Él derrama tu plegaria; allí están sus oídos. Porque ni al oriente, ni al occidente, ni a los montes desiertos (huiréis para ocultaros), puesto que Dios es el juez13. Si es juez, ve tú la causa que llevas en tu corazón.

5 [v.4]. Derramaré ante El mi plegaria; manifestaré mi tribulación en su presencia. Esto es una repetición. En los dos versillos anteriores y en estos dos siguientes hay dos máximas, pero ambas se repiten. Una es: Clamé al Señor con mi voz; con mi voz rogué al Señor. La otra: Derramaré mi plegaria ante Él; manifestaré mi tribulación en su presencia. Lo mismo es ante Él que en su presencia, como es lo mismo derramaré mi plegaria que manifestaré mi tribulación. ¿Cuándo haces esto? Cuando, puesto en la persecución, dices: Desfalleció mi espíritu. ¿Por qué desfalleció tu espíritu, ¡oh mártir!, colocado en la tribulación? Para que no me atribuya a mí mis fuerzas; para que sepa que otro es el que obra en mí el poder. Cuando os entreguen a los jueces —así amonesta el Señor a los que quería fuesen sus mártires— no penséis en lo que habéis de decir, pues no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre es el que habla por vosotros14. Luego desfallezca tu espíritu y hable el Espíritu de Dios. Con razón quería hacerlos pobres de espíritu: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos15. Luego los pobres que son bienaventurados en su espíritu son ricos por el Espíritu de Dios, pues todo hombre que va en pos de su espíritu es soberbio. Someta su espíritu para que consiga el espíritu de Dios. Se dirigía a la cima; permanezca en el valle. Si se encamina a la cumbre, el agua se aparta de Él, corriendo hacia abajo. Si permanece en el valle, se llenará de ella y se hará vientre, del cual se dijo: Ríos de agua viva manarán de su vientre16. Luego, al desfallecer mi espíritu, manifesté mi tribulación en tu presencia; es decir, al confesarte que desfallecía mi espíritu, siendo así que estoy lleno de tu Espíritu, me humillé.

6. Quizá oyeron los hombres que desfalleció mi espíritu en mí, y desconfiaron de mí y dijeron: "Le hemos cogido, le hemos subyugado." Y tú conociste mis sendas. Ellos me consideraban caído, tú me veías de pie. Los que me perseguían y apresaban, juzgaban que tenía enlazados mis pies, pero a ellos les ataron los pies y cayeron, mas nosotros nos levantamos y estamos derechos17. Mis ojos siempre están en el Señor, porque El sacará del lazo mis pies18. Perseveré caminando, porque el que perseverare hasta el fin se salvará19. Ellos me creían trabado, pero yo caminaba. ¿Por dónde caminaba? Por las sendas que no veían los que me creían apresado, por las sendas de la justicia, por las sendas de tus preceptos. Tú conociste mis sendas; el perseguidor no las conoció, porque, si las hubiera conocido, no me hubiera envidiado estando en ellas, sino que hubiera caminado en ellas conmigo. ¿Cuáles son estas sendas? Los caminos de los que se dijo en otro sitio: El Señor conoce el camino de los justos, y el camino de los impíos perecerá20. No dijo: "No conoce el camino de los impíos", sino: Conoce el de los justos; perecerá el de los impíos. Pues lo que no conoce perece. Encontramos en muchos lugares de la Escritura que el conocer de Dios es conservar, es custodiar, y el no conocer, condenar. ¿Cómo es que el que conoce todas las cosas ha de decir al fin: No os conozco?21 No se alegren por esto y digan: "No seremos castigados, porque el juez no nos conoce." Pues ya están castigados si no los conoce el juez. A los que se denominaron caminos que conoció el Señor, a los mismos se llama sendas aquí cuando se dijo: Tú conociste mis sendas. Toda senda es camino, mas no todo camino es senda. Luego ¿por qué aquellos caminos fueron llamados sendas? Porque son estrechos. El camino de los impíos es ancho, el de los justos estrecho.

7. El camino es también caminos, como la Iglesia es iglesias y el cielo es cielos. Se nombran en singular y en plural. Atendiendo a la unidad de la Iglesia, una sola es la Iglesia: Una sola es la paloma, y única para su madre22. Atendiendo a las congregaciones de los hermanos existentes en diversos lugares, hay muchas iglesias. Las Iglesias —dice el Apóstol— de Judea que son en Cristo se alegraban, porque el que antes nos perseguía, ahora evangeliza la je que en otro tiempo combatía; y en mí glorificaban a Dios23. En el mismo sentido se dijo aquí iglesias que una Iglesia al decir: No seáis tropiezo para los judíos, ni para los griegos, ni para la Iglesia de Dios24. Luego, del mismo modo, los caminos son camino, y las sendas son senda. ¿Por qué son sendas y senda? Así como dijimos el motivo de ser iglesias e Iglesia, así también debemos consignarlo de esto. Se llamaron sendas de Dios porque hay muchos preceptos; y como todos estos preceptos se reducen a uno, puesto que el cumplimiento de la ley es la caridad25, por lo mismo, estos caminos (trazados) en muchos preceptos se reintegran en uno y se denomina uno, porque nuestro camino es la caridad. Veamos si la caridad es camino. Oigamos al Apóstol: Todavía os voy a enseñar un camino muchísimo más excelente26. ¿A cuál llamas, ¡oh Pablo!, camino excelentísimo? Oye a cuál llamo así: Si hablare las lenguas de los hombres y de los ángeles y no tuviere caridad, soy como bronce que suena y címbalo que tañe; y si tuviere profecía y conociese todos los misterios y toda la ciencia; y si tuviese perfectísima fe, de suerte que trasladase los montes, con todo, si me falta la caridad, nada soy; y si distribuyere toda mi hacienda a los pobres y entregase mi cuerpo a las llamas, pero no tuviere caridad, de nada me sirve27. Luego llamó a la caridad camino excelentísimo. Este excelso camino, hermanos, es maravilloso. Este camino, porque es encumbradísimo, es también excelentísimo, pues sobresale lo que es excelente. Ninguna cosa hay más excelente que el camino de la caridad, y sólo andan por él los humildes. A estas sendas las denominó preceptos de caridad.—dice— conociste mis sendas; tú conociste que lo que padezco por ti lo padezco por amor; tú conociste que la caridad que hay en mí tolera todas las cosas, tú conociste que, si entrego mi cuerpo a las llamas, es porque tengo aquella llama sin la cual de nada aprovecha al hombre aquello.

8. Pero ¿quién, hermanos míos, conoce estos caminos del hombre sino Aquel a quien se dijo: Tú conociste mis sendas? Nosotros ignoramos con qué intención se hagan todos los actos humanos que se ejecutan ante los ojos de los hombres. ¡Cuántos impíos, midiéndonos por sí mismos, dicen de nosotros que en la Iglesia buscamos honores, alabanzas, utilidad temporal! ¡Cuántos dicen que os hablo para que me aclaméis y alabéis y que éste es el fin que me propongo y la intención que tengo al hablaros! Pero como no puedo demostrarles que no hablo con esta intención, sólo me resta decir: Tú conociste mis sendas. ¿Cómo saben ellos lo que ignoráis vosotros? ¿Cómo saben ellos lo que yo apenas sé? Pero no me juzgo a mí mismo, el que me juzga es el Señor28. No sé por qué, desconociéndose Pedro, presumió de sí mismo, siendo así que el Médico veía otra cosa en sus fuerzas. Luego se clame al Señor con pureza y piedad, porque sinceramente se clama: Tú conociste mis sendas. ¿Quieres que te guíe por esta senda? Sé afable, sé humilde; no seas arrogante, soberbio, de provocativa y erguida cerviz, como el caballo y el mulo, que no tienen entendimiento29. Siendo apacible, siendo manso, se sentará sobre ti el Señor y te guiará por sus caminos, pues conducirá a los apacibles en justicia y enseñará a los mansos sus caminos30. Luego tú conociste mis sendas.

9. En el camino por donde andaba me tendieron lazos. El camino por el que andaba es Cristo; en él me tendieron un lazo los que me perseguían debido a Cristo, por el nombre de Cristo. Allí, pues, me tendieron un lazo. ¿Qué emulan en mí? ¿Qué persiguen en mí? El ser cristiano. Si me persiguen porque soy cristiano, en el camino por el que andaba me tendieron un lazo. En cuanto está de su parte, en el camino que andaba me tendieron un lazo; en cuanto se refiere a su deseo, a su intento, a su anhelo, pretendieron que topase en el camino con un lazo en el cual fuese cazado. Pero el Señor conoce el camino de los justos y tú conociste mis sendas. Ellos anhelaron esto, pero tú no les permitiste que en ti pusieran tropiezo alguno, pues tú eres mi camino. También pretenden los herejes, en nombre de Cristo, esconder o tender el tropiezo; pero se engañan. Porque lo que piensan poner en el camino, lo ponen fuera de él, puesto que ellos están fuera del camino, y no pueden poner lazo en donde ellos no están. Pero se expresó de este modo según su deseo, conforme a su anhelo, atendiendo a su pensar, porque en otro lugar claramente dijo: Junto a las sendas me pusieron o tendieron tropiezo31. Lo que se dijo en el camino, se consignó atendiendo a su deseo, a su anhelo; y lo que se dijo junto al camino, es decir, junto a las sendas, se escribió atendiendo a la realidad. Efectivamente, no le ponen o le tienden en la senda, no le ponen en el mismo camino, puesto que Cristo es el camino32; por tanto, le colocan junto a la senda. Cristo no les permite ponerle en el camino para no dejarnos sin camino por donde ir; sin embargo, les permite le pongan junto al camino para que no nos apartemos del camino. El pagano piensa que pone tropiezo en el camino cuando me dice: "Adoras a un crucificado." Con esto censura la cruz de Cristo, que no comprende. Piensa que pone en Cristo lo que pone junto al camino. No me salga de Cristo, y no caeré en el lazo fuera del camino. Vitupere él a Cristo crucificado, y vea yo en las frentes de los reyes la cruz de Cristo. Por aquello de lo que se ríe, yo me salvo. Ninguna cosa hay más detestable para el enfermo como reírse de su medicamento. Si no se mofare de él, le tomaría y sanaría. La cruz es signo de humildad; pero aquél, por su demasiada soberbia, no conoce cómo ha de curar el tumor de su alma. Si yo lo conozco, ando en el camino. Hasta tal punto no me avergüenzo de la cruz, que no la llevo escondida, sino que la llevo en la frente. Recibimos muchos sacramentos de modos distintos; unos, como sabéis, los recibimos en la boca; otros, en todo el cuerpo. Pero como en la frente se manifiesta el rubor, el que dijo: Quien se avergonzare de mí delante de los hombres, yo me avergonzaré de él delante de mi Padre, que está en los cielos33, colocó en el lugar de nuestro rubor la misma ignominia de la cual se mofan los paganos. Oyes que un hombre, al censurar al desvergonzado, dice: "Non habet frontem, es un descarado". ¿Qué quiere decir "es un descarado"? Es un desvergonzado. No tenga yo desnuda la frente; la cubra con la cruz de mi Señor. Luego, en cuanto está de su parte, en el camino por el que andaba me tendieron un lazo; pero en realidad le colocaron junto al camino; y, por tanto, yo estaré seguro si no me aparto del camino. ¿Ignoras —dice la Escritura— que andas en medio de lazos?34 ¿Qué significa en medio de lazos? En el camino de Cristo hay lazos por un lado y por otro; lazos a la derecha y lazos a la izquierda; lazos a la derecha, la prosperidad del mundo; lazos a la izquierda, la adversidad del siglo; lazos a la derecha, las promesas; lazos a la izquierda, las amenazas y el terror. Tú camina en medio de los lazos y no te apartes del camino. Ni la promesa te atrape ni el terror te estrangule. En el camino por donde andaba me tendieron lazos.

10 [v.5]. Miraba a la derecha, y veía. Miraba a la derecha, y veía, pues el que mira a la izquierda se ciega. ¿Qué significa mirar a la derecha? Mirar a donde han de estar aquellos a quienes se dirá: Venid, benditos de mi Padre; poseed el reino. Pues habrá otros colocados a la izquierda, a quienes ha de decírseles: Id al juego eterno, que se preparó para el diablo y sus ángeles35. Bramando todo el mundo y amenazando con persecuciones, creciendo por todas partes los vejámenes de los hombres y los terrores, él, despreciando lo presente, miraba a lo futuro, miraba a la derecha, en donde en algún tiempo ha de estar; pensaba hallarse allí, atendía a esto, y por eso soportaba todas estas cosas; pero quienes le perseguían no veían. Por eso, después de decir: Miraba a la derecha, y veía, añadió: y no había quien me conociese. Cuando soportas todas estas cosas, ¿quién sabe a lo que atiendes? ¿Quién sabe si miras a la derecha o a la izquierda? En lo que toleras, si buscas la alabanza de los hombres, miraste a la izquierda; pero si en lo que toleras buscas las promesas de Dios, miraste a la derecha. Miraste a la derecha, verás; miraste a la izquierda, te cegarás. Cuando mires a la derecha, no habrá quien te conozca, pues ¿quién te ha de consolar sino el Señor, a quien dices: Y tú conociste mis sendas? Y no había quien me conociese.

11. No tengo a dónde huir. Se halla, dice, como encerrado: No tengo a dónde huir. Vituperen los perseguidores; fue apresado, fue cogido, fue encerrado, fue rendido, no tiene a dónde huir. No hay huida para quien no huye. El que no huye soporta cuanto puede por Cristo; es decir, no huye con el ánimo. Porque con el cuerpo es lícito huir, se concede huir, se permite huir, según dice el Señor: Si os persiguen en alguna ciudad, huid a otra36. Luego el que no huye con el ánimo, no huye. Pero importa conocer por qué no huya; si porque está encerrado, porque ha sido apresado o porque es fuerte, pues para el apresado y el fuerte desapareció la huida. ¿Qué huida ha de evitarse? ¿Qué huida encontramos sin huida? Aquella de la cual dice el Señor en el Evangelio: El buen pastor da su vida por sus ovejas; pero el mercenario y el que no es pastor, al ver al lobo, huye. ¿Por qué huye al presentarse el salteador? Porque no cuida de sus ovejas37. Tal huida no tuvo lugar en Él, ya tomemos esta máxima de Cristo aplicada a la Cabeza, que murió por todos, ya a sus miembros, nuestros mártires, los cuales padecieron también por sus hermanos. Oye a San Juan, que dice: Así como Él dio su vida por nosotros, así también nosotros debemos darla por los hermanos38. Cuando la dan ellos, la da Cristo; porque, cuando padecen ellos persecución, clama Él: ¿Por qué me persigues?39 No hay huida para mí y no hay quien pregunte por mi vida. ¿No hay quien pregunte por su vida? Ve a los hombres que intentan ensañarse con su muerte, derramar su sangre. ¿Cómo dice entonces que no hay quien reclame su vida? Esto se entiende de dos modos. Así como la huida se entiende de dos modos distintos: que no hay huida para el apresado y para el fuerte, así se reclama de dos modos la vida del hombre: por los que persiguen y por los que aman. Luego dijo de ellos: No hay quien pregunte por mi vida, como si dijera: "Ciertamente van en busca de mi vida, pero no buscan mi vida. Pues, si buscan mi vida, la encontrarán unida a ti; pero no saben buscarla, no saben imitar." Para que sepáis que se busca la vida por los perseguidores, dijo de ellos en otro lugar: Se confundan y se avergüencen los que pretenden quitarme la vida40.

12 [v.6]. A ti clamé, Señor, y dije: "Tú eres mi esperanza". Cuando toleraba al ser atribulado, dije: Tú eres mi esperanza. En ti está mi esperanza, por eso tolero. Pero mi porción, parte o posesión no está aquí, sino en la tierra de los vivientes. Dios da la porción en la tierra de los vivientes; pero no algo fuera de Él, distinto de Él. ¿Qué da el amante al que le ama sino a sí mismo?

13 [v.7]. Atiende a mi oración, porque fui humillado en demasía. Fui humillado por los perseguidores y me humillé en la confesión. Se humilla invisiblemente y fue humillado visiblemente por los enemigos. Pero se levanta (resucita) por sí mismo visible e invisiblemente. Los mártires ya se levantaron invisiblemente, y visiblemente se levantarán cuando este cuerpo corruptible se vista de incorrupción en la resurrección de los muertos; cuando también este mismo cuerpo, en el cual únicamente pudieron ensañarse los perseguidores, se restaure41. No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma42. Entonces ¿qué perece? ¿Qué matan? ¿Se permite que perezca en ellos aquello que mataron? No perecerá. Oye la promesa del mismo Señor: En verdad os digo que no perecerá un cabello de vuestra cabeza43. ¿Cuál no será la solicitud por los demás miembros, siendo así que no sufrirá detrimento ni un cabello?

14. Líbrame de los que me persiguen. ¿De quiénes pensáis que pide ser librado? ¿De los hombres que perseguían? Pero ¿entonces resulta que los hombres son nuestros enemigos? Tenemos otros enemigos invisibles que persiguen de distinto modo. El hombre persigue para matar el cuerpo, el otro enemigo persigue para seducir al alma. Por tanto, persigue mediante sus instrumentos, puesto que se dijo de él que obra en los hijos de la incredulidad44. Mediante sus instrumentos, repito, es decir, mediante los hombres en los cuales obra, lleva a cabo la persecución del cuerpo a fin de que interiormente se efectúe la ruina del corazón. Porque si, cayendo el cuerpo, permanece en pie el alma, se rompió el lazo y nosotros quedamos libres45. Luego tenemos otros enemigos nuestros, de los que hemos de rogar a Dios que nos libre para que no nos seduzcan o abatiéndonos con los trabajos del mundo o persuadiéndonos con los halagos. ¿Quiénes son estos enemigos? Veamos si claramente se describen por algún siervo del Señor, por algún sabio soldado que contra ellos peleó. Oye al Apóstol, que dice: Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre. No dirijáis vuestro enojo contra los hombres, de suerte que los tengáis por vuestros enemigos y penséis que sois quebrantados por su odio. Estos hombres a quienes teméis son carne y sangre: No es vuestra lucha contra la carne y la sangre. Así habló despreciando la mortalidad de los hombres. ¿Contra quiénes peleáis?

Contra los príncipes, contra las potestades, contra los rectores y dominadores de este mundo de tinieblas46. Te atemorizaste al oír contra los rectores del mundo. Si son rectores o dominadores de este mundo, ¿acaso has de salir fuera de él para ser librado de ellos? Luego entiende por los rectores de este mundo de tinieblas no los rectores del cielo y de la tierra, porque esta fábrica es de Dios. Al cielo y a la tierra se les llama mundo, y también a los hombres malos. ¿Por qué son éstos mundo? Porque aman el mundo; y también son llamados tinieblas, porque son impíos. De aquí que el Apóstol dice de muchos que creyeron de aquel número: En algún tiempo fuisteis tinieblas, mas ahora luz en el Señor47. Antes de que fueseis luz, siendo tinieblas, ved a qué dominador tuvisteis. Los inicuos, ¿a quién tienen por rector? Al diablo; los piadosos y los fieles, a Cristo. Luego llamó al diablo y a sus ángeles rectores o dominadores del mundo, es decir, rectores de los amadores del mundo, rectores de los pecadores, que es lo mismo que rectores de estas tinieblas. A éstos tenemos por enemigos, y debemos rogar a Dios que nos libre de ellos.

15. Ve designado claramente un mundo y otro mundo en el mismo lugar de la Escritura: en el Evangelio. El mundo que hizo Dios y el mundo que rige el diablo, es decir, los amadores del mundo. Dios hizo a los hombres, pero no a los amadores del mundo. Amar al mundo es pecado, y Dios no hizo el pecado. Luego ve, según comencé a decir, a un mundo y a otro mundo. Se dijo: En este mundo estaba. ¿De quién se dijo: En este mundo estaba? De la Sabiduría, que es Cristo Jesús; y de ella se dijo también lo que poco antes conmemoré: Abarca hasta el fin con fortaleza y ordena todas las cosas con suavidad48. Alcanza a todas partes por su pureza y nada manchado hay en ella49. Luego estaba en este mundo, y el mundo fue hecho por Él, y el mundo no le conoció. Aquí se perciben los dos mundos: el mundo fue hecho por Él, y el mundo no le conoció50. El mundo que fue hecho por Jesucristo no es gobernado por los príncipes y potestades de las tinieblas, sino el mundo que no conoció a Cristo; es decir, los amadores del mundo, los pecadores, los inicuos, los soberbios e infieles. ¿Por qué son mundo los pecadores? Porque aman el mundo, y amando habitan el mundo; así como se dice casa al edificio y a los que habitan en él. Con frecuencia se dice buena casa al buen edificio, y también a los buenos que moran en ella. Asimismo, de dos modos se dice "Guárdate de esta casa, que es mala"; se dice; "Esta casa es mala; guárdate de ella", atendiendo a la ruina, no sea que caiga y te aplaste. También se dice de otra manera "esta casa es mala": "Guárdate de ella para que no caigas en los lazos de los cazadores; para que, pobre, no te oprima el rico; para que no padezcas algún fraude". Así como hay casa y casa, es decir, dos casas distintas, así hay mundo y mundo, a saber, dos mundos diversos. ¿Por qué los justos, aun cuando se hallan en este mundo, no se llaman mundo? Porque el Apóstol dice: Caminamos en carne, pero no militamos según la carne51, pues nuestra conversación o trato está en los cielos52. El justo habita en el mundo en cuanto a la carne, pero su corazón está en Dios. Con todo, él mismo es llamado mundo si oye sin hacer caso: ¡Arriba los corazones! Pero si lo oye preocupándose, habita arriba. El Apóstol dice: Estáis muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios53. Aquellos que viven aquí, es decir, que tienen puesto el amor y el deseo en el mundo, que lo emplean y lo embarazan en él, con razón se llaman moradores del mundo, pues rectamente se llaman mundo los que habitan el mundo, conforme se llaman casa los que habitan la casa. Luego hay dos mundos: el mundo que fue hecho por El y el mundo que no le conoció. Ved el mundo hecho por el Señor y el mundo que no conoció al Señor. Tú alaba al edificio y ama al Constructor. No ames morar en el edificio, sino mora en el Constructor.

16. Líbrame de los que me persiguen, porque son más fuertes que yo. ¿Quién dijo son más fuertes que yo? Clama el Cuerpo de Cristo, claman los miembros de Cristo: es la voz de la Iglesia. El número de los pecadores creció sobremanera: Y porque se acrecentó la iniquidad, se entibiará la caridad de muchos54. Líbrame de los que me persiguen, porque son más fuertes que yo.

17 [v.8]. Saca a mi alma de la cárcel para que confiese o alabe tu nombre. Esta cárcel se entendió de diferentes maneras por nuestros antecesores. Quizá esta cárcel es la cueva de la que habla el título de este salmo, pues se intitula así: De inteligencia para David cuando estuvo en la cueva. Plegaria. La cueva es cárcel. Propuse dos cosas al entendimiento; pero, si entendemos una ambas, serán entendidas. El merecimiento constituye la cárcel; porque un mismo edificio, para unos es casa y para otros cárcel. Los que custodian a los reclusos, aun cuando custodien en su casa a los que estrechamente son vigilados y se hallan en la cárcel, ¿por ventura ha de decirse que también ellos están encarcelados? Una sola es la morada para unos y otros: para unos, morada de libertad; para otros, cárcel de reclusión. A otros les pareció que la cueva y la cárcel era este mundo, y, por tanto, que la Iglesia ruega ser libertada de la cárcel, es decir, de este mundo que se halla debajo del sol, en el que todas las cosas son vanidad. Pues se dice: Todas las cosas son vanidad y presunción de espíritu en toda obra del hombre que ejecuta debajo del sol55. Luego Dios nos promete que hemos de estar fuera de este mundo en no sé qué descanso; y quizá por esto clamamos desde este lugar: Saca a mi alma de la cárcel. Nuestra alma se halla en Cristo por la fe y la esperanza, conforme lo dije hace poco: Nuestra vida se halla escondida con Cristo en Dios. Sin embargo, nuestro cuerpo se halla en esta cárcel, en este mundo. Si hubiera dicho: "Saca a mi cuerpo de la cárcel', con toda seguridad hubiéramos entendido que la cárcel es el mundo. Con todo, quizá, atendiendo a que nos retienen algunos deseos terrenos, contra los que luchamos y combatimos, porque veo otra ley en mis miembros que combate contra la ley de mi mente56, decimos rectamente: Saca a mi alma de este mundo, es decir, de los trabajos y angustias de este mundo, pues la carne, que tú creaste, no me sirve de cárcel, sino la depravación de la carne, las angustias y las tentaciones.

18. Algunos dijeron que la cueva y la cárcel era este cuerpo, de suerte que saca de la cárcel a mi alma quiere decir "sácala del cuerpo". Pero esta sentencia flaquea algún tanto. Pues ¿qué cosa grande expresa saca de la cárcel a mi alma significando "saca a mi alma del cuerpo"? Las almas de los ladrones y criminales, ¿no salen del cuerpo y van a penas más terribles que las que padecieron aquí? ¿Qué cosa extraordinaria se pide al decir: Saca de la cárcel a mi alma, siendo así que, tarde o temprano, necesariamente saldrá? Quizá dice el justo: "Muera ya; saca de esta cárcel del cuerpo a mi alma." Si se da demasiada prisa, le falta la caridad. Esto lo debe desear y anhelar, conforme lo prescribe el Apóstol: Deseo morir y estar con Cristo; esto es mucho más ventajoso57. Pero ¿en dónde está la caridad? Por eso prosigue: Pero más necesario me es permanecer en la carne por vosotros. Luego saque Dios al alma del cuerpo cuando quisiere. Puede también llamarse cárcel nuestro cuerpo; no porque sea cárcel lo que Dios hizo, sino porque fue castigado y se hizo mortal. En nuestro cuerpo deben considerarse dos cosas: la hechura de Dios y el castigo debido al mérito. Toda esta figura: compostura, movimiento, orden de los miembros, disposición de los sentidos; el ver, el oír, el oler, el gustar y el palpar, toda esta trabazón y distinción del hombre, no pudo ser hecha sino por Dios, que creó todas las cosas, las terrestres y las celestes, las de arriba y las de abajo, la visibles y las invisibles. ¿Qué cosas hay en Él pertenecientes a nuestro castigo? Ser la carne corruptible, frágil, mortal, indigente; puesto todo esto, no pertenece a premio. Cuando resucite el cuerpo, ciertamente será cuerpo. Pero ¿qué no habrá en él? La corrupción, pues esto corruptible se vestirá de incorrupción58. Luego, si la carne te sirve de cárcel, el cuerpo no es tu cárcel, sino la corrupción de tu cuerpo. Dios hizo tu cuerpo bueno, porque El es bueno; pero, como justo, le castigó con la corrupción, porque es juez. Lo primero lo tienes debido a la gracia; lo segundo, a la pena o castigo. Quizá dijo: Saca de la cárcel a mi alma, en este sentido: "Saca de la corrupción a mi alma". Si lo entendemos así, no desbarramos. Este sentido es evidente.

19. En fin, hermanos, según creo, se dijo: Saca de la cárcel a mi alma, como si dijera: "Sácala de la angustia." Para el hombre alegre, la cárcel es ancha; para el triste, la llanura es angosta. Luego pide ser sacado de la estrechez; pues, aun cuando en esperanza posea la anchura, sin embargo, en la realidad presente padece angostura. Ve la angostura del Apóstol: No descansó mi espíritu —dice— por no haber hallado a Tito, mi hermano59.Y en otro lugar: ¿Quién enferma que no enferme yo? ¿Quién tropieza que yo no me abrase?60 Quien enfermaba y se quemaba, ¿por ventura no se hallaba en la cárcel y entre penas? Pero estas penas debidas a la caridad constituyen una corona. De aquí que dice además: Me falta la corona de justicia, que me dará en aquel día el Señor, justo juez61. A esto se aplica saca de la cárcel a mi alma para que confiese tu nombre. Libre ya de la corrupción, ¿qué le resta confesar? Allí ya no hay pecados, sino alabanzas. La confesión puede ser de dos cosas: de nuestros pecados o de alabanza de Dios. La confesión de los pecados de tal modo es conocida a todo el pueblo cristiano, que, cuando topamos en la lectura con la palabra confesión, ya se diga en alabanza o confesando los pecados, inmediatamente nos golpeamos el pecho. Luego a todos es conocida la confesión de los pecados. Investiguemos la confesión que se refiere a la alabanza. ¿En dónde la encontraremos? En la Escritura. Esto diréis confesando: "Todas las obras de Dios son buenas62." Luego esta confesión es de alabanza. En otro lugar también dice el mismo Señor: Te confieso, ¡oh Padre!, Señor del cielo y de la tierra. ¿Qué confesaba? ¿Por ventura pecados? El confesar de Cristo era alabar. Oye la alabanza hecha al Padre: Te alabo —dice— porque escondiste estas cosas a los sabios y prudentes y se las revelaste a los párvulos63. Luego como después de estas angustias debidas a la corrupción hemos de habitar en la casa de Dios, toda nuestra vida no será más que alabanza de Dios. Se os dijo ya muchas veces que, desaparecida la necesidad, todos los ejercicios u ocupaciones de la necesidad caen por su base, porque no habrá allí otra cosa que hacer. No digo "en el día y en la noche", pues allí no hay noche, sino "en el día", y, puesto que sólo hay día, no habrá otra cosa que hacer si no es alabar a quien amamos, porque entonces también le veremos. Ahora deseamos al que no vemos; entonces ¿de qué modo alabaremos al que vemos y amamos? La alabanza no tendrá fin, porque no lo tiene el amor. Luego como haremos esto allí, por esto saca de la cárcel a mi alma para que alabe tu nombre. Bienaventurados los que moran en tu casa; por los siglos de los siglos te alabarán64. Ahora lo impide la cárcel, porque el cuerpo corruptible agrava el alma65. Entonces tendremos también cuerpo; pero el simple cuerpo no agrava el alma, sino el cuerpo corruptible. Luego la corrupción, no el cuerpo, constituye la cárcel. Saca de la cárcel a mi alma para que alabe tu nombre. La voz que se oye a continuación suena de parte de la Cabeza, es de nuestro Señor Jesucristo. Y es la misma que la última de ayer. La última de ayer, si recordáis, fue ésta: Yo soy el único hasta que pase66. ¿Cuál es la última aquí? Los justos me esperarán hasta que me recompenses.