SALMO 140

Traductor: Balbino Martín Pérez, OSA

[Oración en un mortal peligro]

SERMÓN AL PUEBLO

1. Oísteis, hermanos, de la boca del Apóstol mi amonestación y súplica cuando ahora se leía su epístola, pues dice: Sed constantes en la oración, velad en ella; orad al mismo tiempo también por nosotros, para que Dios nos abra la puerta de la palabra a fin de tratar el misterio de Cristo, y así le dé a conocer conforme me conviene hablar1. Dignaos atribuirme como mías estas palabras. Hay en las santas Escrituras profundos misterios, que se ocultan para que no envilezcan, que se investigan para ejercitarnos, que se declaran para que nos sirvan de alimento. El salmo que ahora hemos cantado es un tanto oscuro en no pocas sentencias. Pero, cuando hubiesen comenzado, ayudándome el Señor, a ponerse en claro y descubrirse, observaréis que oís lo que ya conocíais. Pero se dijeron de muy diferentes maneras para que la variedad de la locución hiciese agradable la verdad.

2. ¿Qué otra cosa más excelsa y saludable habéis de oír y conocer, hermanos, que amarás al Señor, Dios tuyo, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente; y: Amarás a tu prójimo como a ti mismo? Pero para que no penséis que estos dos preceptos son de poca importancia, se añade: En estos dos mandamientos se encierra toda la ley y los profetas2. Todo lo que de saludable concibe la mente, o profiere la boca, o se arranca de cualquier página de la Escritura, sólo tiene por fin la caridad. Pero esta caridad no pertenece a cualquiera, pues los que viven mal se estorban mutuamente en la sociedad de la depravada complicidad, y, sin embargo, dicen que se aman, que no quieren separarse unos de otros, que desean conciliar sus disputas, que anhelan estar siempre juntos, que quieren gozarse con su vista. Este amor es infernal, es lazo que arrastra al abismo, mas no alas que elevan hacia el cielo. ¿Qué caridad es esta que se distingue y diferencia de todas las otras que se llaman caridades? La que se llama verdadera caridad de los cristianos fue definida por San Pablo, y, por tanto, circunscrita con límites propios, aun cuando sea infinita por la divinidad; de suerte que se distingue por completo de las otras, pues dice: El fin del precepto es la caridad. Hasta aquí pudo decir esto. Porque en otros sitios, en los que hablaba como a conocedores, dijo: El cumplimiento perfecto de la ley es la caridad3, y no explicó qué caridad. No indicó allí de qué caridad trataba porque lo indicó en otros lugares, puesto que no pueden o deben explicarse en todos los lugares todas las cosas. Luego aquí dijo: El cumplimiento de la ley es la caridad. Quizá preguntabas qué caridad es ésta, de qué caridad hablaba, y, por lo mismo, oyes en otro sitio: El fin del precepto es la caridad que procede de un corazón puro. Ved si los ladrones tienen entre sí la caridad que dimana de un corazón puro. Existe un corazón puro en el amor cuando amas al hombre según Dios; porque de tal modo debes amarte a ti mismo, que no se quebrante la norma: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Si te amas mal e inútilmente, amando así al prójimo, ¿de qué le aprovechas? ¿Cuándo te amas mal? Cuando amas conforme consigna la Escritura, que no adula a nadie, y que demuestra que no te amas; es más, que te pone de manifiesto que te odiaste, pues dice así: El que ama la iniquidad, odia su alma4. Luego si amas la iniquidad, ¿has de pensar que te amas a ti mismo? Te equivocas. Amando así, arrastrarás al prójimo a la iniquidad, y tu amor será lazo para el amado. Luego la caridad que procede de un corazón puro es la que se ajusta a la norma de Dios y dimana de una conciencia buena y de una fe no fingida5. Esta caridad definida por el Apóstol contiene en sí dos preceptos: el amor de Dios y el del prójimo. Ninguna otra cosa busquéis en la Escritura; nadie os mande otra cosa. En todo lo que en la Escritura está oculto, está oculto este amor, y en todo lo que en ella es patente, se halla patente este amor. Si en ninguna parte apareciese patente, no te alimentaría; si en ninguna apareciese oculto, no te ejercitaría. Esta caridad clama del corazón puro, del corazón de aquellos que oran estas palabras con que ahora ora éste aquí. Al instante diré quién es éste: éste es Cristo.

3. Sin embargo, habéis de oír ciertas palabras que indignamente se toman (si se las atribuimos) a nuestro Señor Jesucristo; y, por tanto, alguno con menguado entendimiento pensará que dije temerariamente que en este salmo se personifica a Cristo. Pues ¿cómo puede entenderse de nuestro Señor Jesucristo, de aquel cordero inmaculado, de aquel en quien no sólo no hubo pecado, sino que El únicamente pudo decir con toda verdad:

Ved que viene el príncipe del mundo, y no encontrará nada en mi6; es decir, ninguna culpa, ningún crimen; que Él solo pagó lo que no debía7; que Él solo derramó sangre inocente; que Él solo, siendo Hijo único de Dios, tomó la carne, no para achicarse, sino para acrecentarnos? ¿Cómo, repito, puede tomarse de su persona esto: Fon, Señor, guarda a mi boca, y una puerta de contención alrededor de mis labios, para que no inclines mi corazón a palabras de malicia buscando excusas a los pecados? El sentido de este versillo es clarísimo: Guarda, Señor, mi boca con la puerta y la cerradura de tu precepto para que no se incline mi corazón a palabras de maldad. ¿Cuáles son estas palabras de maldad? Aquellas con las que se excusan los pecadores. "No prefiera —dice— excusar mis pecados a acusarlos." Estas palabras no se encaminan ciertamente a nuestro Señor Jesucristo. Pues ¿qué pecados cometió, que más bien debiera confesar que excusar? Estas son palabras nuestras; sin embargo, en verdad habla Cristo. Pero si son palabras nuestras, ¿cómo es que habla Cristo? ¿En dónde está la caridad de la que yo hablaba? ¿Ignoráis que ella nos hizo unos en Cristo? La caridad clama de parte de nosotros a Cristo; la caridad clama de parte de Cristo por nosotros. ¿Cómo clama la caridad de parte de nosotros a Cristo?: Y acontecerá que todo el que invocare el nombre del Señor se salvará8. ¿Cómo clama la caridad de parte de Cristo por nosotros?: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?9 Vosotros —dice el Apóstol— sois Cuerpo de Cristo y miembros10. Luego si El es la Cabeza y nosotros el Cuerpo, habla un solo hombre: y ya hable la Cabeza o los miembros, habla un solo Cristo. Además, es propio de la cabeza hablar en representación de los miembros. Observa nuestro modo de ser. Primeramente ved cómo entre nuestros miembros sólo puede hablar la cabeza, y después notad cómo habla nuestra cabeza en representación de todos los miembros. En la apretura te pisa el pie alguno; la cabeza dice: "Me pisas." Te hirió alguno la mano; la cabeza dice: "Me heriste." Nadie tocó tu cabeza, pero habla la unidad de la trabazón de tu cuerpo. La lengua, que se halla en la cabeza, toma la representación de todos tus miembros y habla por todos. Luego oigamos hablar así a Cristo, pero cada uno reconozca en Él su voz por pertenecer al Cuerpo de Cristo. Con todo, alguna vez ha de hablar de suerte que ninguno de nosotros se vea personificado en Él, sino que únicamente pertenezca el habla a la Cabeza; sin embargo, no por eso o se aparta de nuestras palabras y se acoge a las suyas propias, o de las suyas propias no vuelve a las nuestras, pues de Él y de la Iglesia se dijo: Serán dos en una carne11. De aquí que también dice Él sobre este asunto en el Evangelio: Ya no son dos, sino una carne12. Esto no es nuevo; continuamente lo oís; pero es necesario que se recuerde en ciertas circunstancias, principalmente porque las mismas Escrituras que exponemos de tal modo se entrelazan, que muchas cosas se repiten en muchos pasajes; y además es útil. El trato del mundo produce muchas espinas, que sofocan la semilla; por tanto, conviene que con frecuencia se recuerde por el Señor lo que el mundo fuerza a olvidar.

4 [v.1]. Señor, clamé a ti; óyeme. Todos podemos decir esto. Pero no digo que lo dice el Cristo total, sino que más bien se dijo en representación del Cuerpo, porque, estando en este mundo, oró llevando la carne; y en persona del cuerpo oró al Padre, y al orar destilaron de todo su cuerpo gotas de sangre, pues así se consignó en el Evangelio: Jesús oró con intensa oración, y sudó sangre13. ¿Qué significa el derramamiento de sangre de todo el cuerpo sino la pasión de los mártires de toda la Iglesia? A ti clamé, Señor; óyeme. Atiende a la voz de mi plegaria cuando clame a ti. Ya pensabas que se había terminado la ocupación de clamar al decir a ti clamé. Clamaste, pero no pretendas estar ya seguro. Si hubiera terminado la tribulación, hubiera dejado de existir el clamor; pero, si permanece la tribulación de la Iglesia y del Cuerpo de Cristo hasta el fin del mundo, no sólo diga: A ti clamé; óyeme, sino: Atiende a la voz de mi plegaria mientras clame a ti.

5 [v.2-4]. Suba mi oración como incienso a tu presencia y (sea) la elevación de mis manos sacrificio vespertino. Todo cristiano reconoce que debe entenderse esto de la misma Cabeza, pues al declinar el día, ya en la tarde, el Señor, que de nuevo volvería a tomar su alma, la entregó en la cruz voluntariamente; sin embargo, allí estábamos personificados nosotros. ¿Qué pendía de El en el leño? Lo que tomó de nosotros. ¿Cómo podía acontecer que Dios Padre desdeñase y abandonase por algún tiempo al único Hijo, que es un solo Dios con El? Sin embargo, clavando en la cruz nuestra flaqueza, en la cual, según dice el Apóstol, fue crucificado con El nuestro hombre viejo, clamó con la voz de este hombre, diciendo: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonaste?14 Luego aquel sacrificio de la tarde, la pasión del Señor, la cruz del Señor, la oblación de la hostia saludable, es un holocausto acepto a Dios. Aquel sacrificio vespertino se convirtió en don matutino en la resurrección. Luego la oración que sube pura del corazón piadoso se eleva como incienso de ara santa. Nada hay más deleitable que el olor del Señor; exhalen este olor todos los que creen.

6. Luego nuestro hombre viejo —son palabras del Apóstol— fue crucificado en la cruz con El para que destruyese —dice— el cuerpo del pecado, a fin de que en adelante no sirvamos al pecado15. De aquí que al decir en el mismo salmo: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonaste? Lejos de mi salud..., al instante se añadió: El clamor de mis delitos. Si atiendes a la Cabeza, ¿en dónde están los delitos? Sin embargo, esta voz del salmo fue de Cristo; Él lo atestiguó en la cruz; Él dijo estas palabras; Él pronunció este versillo. No hay lugar a humanas conjeturas; no puede dudarse por cualquier cristiano. Lo que leo en el salmo, lo oigo de la boca del Señor. Reconozco en este salmo lo que leo en el Evangelio: Taladraron mis pies y mis manos; contaron todos mis huesos; ellos me observaron y miraron; se dividieron mis vestidos y sobre mi túnica echaron suertes16. Todas estas cosas se cumplieron conforme se predijeron y como las oímos las vimos17. Luego si nuestro Señor Jesucristo, prefigurándonos y por el amor que tenía a su Cuerpo, aunque Él no tuvo pecado, dijo: El clamor de mis delitos, lo dijo representando a su Cuerpo. Pues ¿quién de sus miembros se atreverá a decir que no tiene pecado? El que se atreviere a dejarse engreír del nombre de la falsa justicia y a inculpar de falsedad a Cristo. Luego confiesa, ¡oh hombre!, que por ti habló tu Cabeza. Para que confesemos, para que obremos y no nos justifiquemos delante del único justo que justifica al impío18, declaró el clamor de su Cuerpo, diciendo: Pon, Señor, guarda a mi boca, y puerta de contención ante mis labios. No dijo "cerrojo de contención", sino puerta. La puerta se abre y se cierra. Luego, si es puerta, se abre y se cierra: se abre para confesar el pecado, se cierre para excusarle. Así, pues, será puerta de contención, no de ruina.

7. ¿De qué nos sirve esta puerta de contención? ¿Qué pide Cristo en representación del Cuerpo? Que no inclines —dice— mi corazón a palabras malignas. ¿Cuál es mi corazón? El corazón de la Iglesia, el corazón de mi Cuerpo. Atended a aquellas palabras en las cuales nos establece una norma: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?19, siendo así que nadie le tocaba; y a aquéllas: Tuve hambre, y me disteis de comer; sed, y me disteis de beber, etc. Pero ellos le dirán: ¿Cuándo te vimos hambriento y sediento? Y Él les responderá: Cuando hicisteis esto con uno de mis pequeñuelos, conmigo lo hicisteis20. Estas cosas no deben ser extrañas a los cristianos, y principalmente aquellas en las que existen normas establecidas también para entender las demás; y, por tanto, o no deben ser alteradas o al instante deben ser corregidas. Luego así como allí han de decir los justos: "Señor, ¿por qué dijiste: Tuve hambre, y me disteis de comer?; pues ¿cuándo te vimos hambriento?"; y Él les dirá: Cuando lo hicisteis con uno de mis pequeñuelos, conmigo lo hicisteis. Igualmente hablemos aquí interiormente a Cristo en nuestro hombre interior, en el que se digna habitar por la fe21. Pues no se halla ausente de nosotros y no nos falta alguno a quien podamos hablar, siendo así que El dice: Ved que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos22. Luego digámosle también nosotros, puesto que hemos entendido que se oye su voz en este salmo, pues es su voz y nadie lo niega: La elevación de mis manos es el sacrificio vespertino. Di por consiguiente: Pon, Señor, guarda a mi boca, y puerta de contención ante mis labios, para que no inclines mi corazón a palabras malignas buscando excusas a mis pecados. ¿Por qué oras así, oh Señor? ¿De qué pecados tuyos te has de excusar? A esto responde: Cuando uno de mis pequeñuelos ora así, yo también oro así; al modo que responderá allí: Cuando lo hicisteis con uno de mis pequeñuelos, conmigo lo hicisteis.

8. Al no ser inclinado tu corazón, ¡oh miembro de Cristo!, al no ser inclinado tu corazón a palabras malignas, buscando excusas a los pecados junto con los hombres que obran iniquidad, no te concertarás o formarás parte con sus elegidos, pues así prosigue: y no te concertarás con sus elegidos. ¿Quiénes son sus elegidos? Los que a sí mismos se justifican. ¿Quiénes son sus elegidos? Los que se creen justos y desprecian a los demás, como aquel fariseo que dijo en el templo: ¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres23. ¿Quiénes son sus elegidos? Aquel que dijo: Si este hombre fuese profeta, conocería quién es la mujer que se acercó a sus pies. ¿Reconocéis en esto las palabras del fariseo que invitó al Señor cuando la mujer conocida en la ciudad por pecadora se acercó y se postró a los pies de Cristo? Aquella mujer impúdica, desvergonzada en algún tiempo por su fornicación, fue más desvergonzada en otro irrumpiendo en casa extraña atendiendo a la salud. Pero Aquel que estaba allí sentado a la mesa no era extraño. Ella no era extraña a cierto convidado, pues la esclava siguió a su Señor. Se acercó a sus pies porque quería seguir sus pisadas, se los lavó con lágrimas y se los enjugó con sus cabellos. ¿Cuáles son los pies de Cristo? Aquellos por los cuales recorrió todo el mundo. ¡Qué hermosos son los pies de aquellos que anuncian la paz, que anuncian los bienes!24 ¡De qué valor son los pies del Señor, puesto que cuantos recibieron al justo a título de justo recibirán galardón de justo, y cuantos recibieron al profeta a título de profeta recibirán galardón de profeta! Todo el que diese —dice Jesús— a uno de mis pequeñuelos un vaso de agua fría únicamente a título de discípulo, en verdad os digo a vosotros que no perderá su recompensa25. El que recibe con tal humanidad los pies del Señor, ¿qué gasta sino las cosas que le sobran en su casa? Con razón enjugaba la mujer los pies del Señor con los cabellos, que se consideran como cosas superfluas. Tus cosas superfluas se te convierten en necesarias si con ellas agasajas los pies del Señor. Luego, consciente de su gran herida, procuraba curarse. Pero ¿acaso la herida era grande y el médico mediocre? Los fariseos no querían ser tocados por los inmundos; evitaban todo contacto con los pecadores; y, si alguna vez los tocaban por necesidad, se lavaban; y no sólo se lavaban ellos casi todas las horas del día, sino también lavaban sus vasos, sus lechos, su vajilla, sus fuentes, según lo conmemora el Señor en el Evangelio26. Conociendo, pues, el fariseo a esta mujer, al cual, si ella se hubiera acercado a sus pies, sin duda la hubiese rechazado para no mancillar su santidad, pues la conservaba en su cuerpo, pero carecía de ella en su corazón; y, como no la tenía en su corazón, sin duda la tenía falsa en su cuerpo; al no hacer esto el Señor, puesto que Él la hubiera rechazado, creyó que ignoraba quién fuese ella, y dijo dentro de sí: Si éste fuese profeta, sabría qué clase de mujer se acercó a sus pies. No dijo: "la hubiera rechazado", sino: Si supiese quién es, como si fuese natural que, sj la hubiera conocido, la hubiera rechazado. Luego, por no haberla rechazado, tuvo por cierto que no la conocía. Pero el Señor de tal modo tenía puestos los ojos en aquella mujer, que tampoco apartó los oídos del corazón del fariseo. Por tanto, habiendo oído su pensamiento, le propuso la parábola que conocéis: Existían dos deudores de cierto usurero; uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta; como ni uno ni otro tuviesen con qué pagarle, perdonó a ambos; te pregunto —dice Jesús al fariseo— ¿quién de los dos le amará más?; y él, acosado por la verdad, profirió sentencia contra sí mismo, diciendo: Creo, Señor, que aquel a quien se le perdonó más. Pues bien, dijo el Señor a Simón, vuelto a la mujer: ¿Ves a esta mujer? Yo entré en tu casa; tú no me diste el ósculo de paz, ella no dejó de besar mis pies; tú no me diste agua para lavar mis pies, ella los lavó con sus lágrimas; tú no me ungiste con óleo, ella me ungió con bálsamo; por lo cual te digo que le han sido perdonados muchos pecados, porque amó mucho27. ¿Por qué? Porque confesó, porque lloró, porque no inclinó su corazón a palabras malignas tratando de excusar sus pecados; no se concertó con sus elegidos, es decir, con los que los defienden.

9. No le hubiera faltado a esta misma mujer defensa de sus pecados si se hubiera inclinado su corazón a palabras malignas. Pues ¿acaso no defienden sus pecados todos los días mujeres semejantes en la impureza, pero no iguales en la confesión, como son las meretrices, las adúlteras, las disolutas? Si permanecen ocultas, niegan; y, si son sorprendidas y puestas en evidencia o perpetran la maldad públicamente, la defienden. ¡Y cuan fácil, cuan prontamente, pero también cuan imprudentemente, cuan diaria y sacrilegamente, se defienden! "¡Oh!, si Dios no lo quisiera —dicen—, no lo perpetraría. Esto lo quiso Dios, esto lo quiso el acaso, esto lo quiso el hado." No dice: Yo dije: "Señor, apiádate de mí"; no dice como la pecadora que se acercó a los pies del Señor: Sana mi alma, porque pequé contra ti28. ¿Y de quién es, hermanos míos, esta defensa? No sólo de los indoctos, sino también de los doctos. Se afianzan en su criterio, y cuentan las estrellas, atienden, describen y conjeturan los espacios del tiempo, los cursos, la volubilidad, la fijeza, los movimientos de los astros. Se creen grandes sabios. Todo este conocimiento experimental y altanero es defensa de pecados; pues dicen: "Eres adúltero porque así lo quiere Venus, eres homicida porque así lo desea Marte." Luego Marte es homicida, tú no; tú no eres adúltero, sino Venus. Ve no suceda que tú seas condenado por Marte y Venus. Pues Dios, que ha de condenar, conoce que tú eres el que dices: "Yo no me presentaré a un juez conocedor." En fin, el mismo astrólogo que te vendió las fábulas de tus lazos para que así no compres una muerte gratuita, pues tú, que despreciaste la vida gratuita dada por Cristo, compras con dinero la muerte propinada por el astrólogo, si viese portarse un tanto provocativa a su mujer, o mirar indecorosamente a algunos extraños, o asomarse frecuentemente a la ventana, ¿por ventura no la aparta, la castiga y la educa en su casa? Le responda la esposa: "Si puedes, castiga a Venus, no a mí." ¿No la contestaría él: "Necia, una cosa es la que pertenece al gobernador y otra la que se declara al comprador"? Luego ¿quiénes son sus elegidos? Los malos, los impíos, con quienes no ha de concertarse; es decir, con quienes no ha de asociarse o juntarse. ¿Quiénes son, pues? Los que se creen justos y desprecian a los demás como pecadores, conforme eran los fariseos; y, por tanto, al ser cogidos y puestos de manifiesto en sus pecados o al cometerlos públicamente, se defienden y protegen para que no se atribuya algo a su culpa; y por juzgar que no cometieron mal alguno, sino que todo lo hizo Dios, dicen o que así creó al hombre, o que ordenó de este modo las constelaciones, o que no se ocupa de las cosas humanas. Esta es la defensa de los elegidos del mundo. Pero diga el miembro de Cristo, diga el Cuerpo de Cristo, diga Cristo en representación de su Cuerpo: No inclines mi corazón a palabras malignas buscando excusas a los pecados con los hombres que obran la iniquidad, y no me asociaré a sus elegidos.

10. Sabéis, hermanos, y no ha de pasarse por alto, que en la secta maniquea se llaman elegidos los que se consideran entre ellos por justos más eminentes, como si tuviesen el supremo grado de justicia. Los que lo saben, lo recuerden; los que lo ignoran, oigan que los elegidos son todos los santos de Dios, conforme lo consigna la Escritura29. Pero los maniqueos usurparon para sí este nombre y se lo aplicaron familiarmente; de suerte que ya son llamados elegidos como con nombre propio. ¿Quiénes son estos elegidos? Aquellos a quienes, si les dijeres: "Pecasteis", al instante entablan la defensa impía y peor y más sacrilega que las demás, diciendo: "No pequé yo, sino la raza de tinieblas." ¿Cuál es esta raza o pueblo de tinieblas? La que está en guerra con Dios. ¿Y ésta es la que peca cuando tú pecas? "Ella —dice el maniqueo—, porque estoy mezclado con ella." Pero Dios, que te mezcló, ¿qué temió? Dicen que aquella prosapia de tinieblas se rebeló contra Dios antes de ser creado el mundo, y que Él entonces, para evitar que sus reinos, presentada la ocasión, fuesen devastados con ímpetu hostil, envió aquí sus partículas, su sustancia, lo que es Él; si oro, oro; si luz, luz. Lo que es Él, esto envió; y añaden que se mezcló con lo más íntimo de la raza de tineblas, y de esto fabricó el mundo. También dicen que nosotros, almas, somos de los miembros de Dios, pero que somos atormentados aquí por las entrañas de la raza de tinieblas, y todo lo que llamamos pecado lo comete aquella raza. Ellos ciertamente se excusan de pecado, pero no excusan a Dios de la imputación de temor, ni a la misma sustancia de Dios de imputarla la corruptibilidad. Pues si Dios es incorruptible, si es inmutable, si es incontaminable, si es inmaculado, si es inaccesible, ¿qué había de hacerle aquella raza? Cometa ella la violencia que quiera, pero ¿cómo ha de atemorizar al inaccesible, al inviolable, al incontaminable, al inmutable, al incorruptible? Si Dios es tal, es cruel al enviarnos aquí sin motivo, puesto que a Él nada podía perjudicarle. ¿Por qué os envió? Ved que la raza de tinieblas no podía perjudicarle; por tanto, Él os perjudicó gravemente a vosotros y Él fue vuestro enemigo más que ella, aun cuando ella también pudo perjudicaros. Pudisteis ser atormentados, pudisteis ser hechos cautivos, pudisteis contaminaros, pudisteis ser arruinados; luego también pudo serlo Él. En cierto modo, el trozo y la porcioncilla de su naturaleza vence la masa. Cual es aquello que aquí envió, tal es también aquello que aquí se conserva. Esto lo dicen ellos, pues ellos confiesan que hay dos sustancias: una aquélla, otra ésta. Esto lo consignan sus libros; y, si lo niegan, se leen y los ponen de manifiesto.

11. ¿Qué, pues? Por no decir más sobre este particular principio u origen, no diré cosas más horrendas, no diré cosas más impías. En este mismo origen desde el cual traban batalla, ved de qué modo se combate, pues allí en donde dicen que la prosapia de tinieblas luchó contra Dios, ellos mismos son atrapados en el garlito de la contienda de sus palabras, porque no tienen qué decir o a dónde huir. Pues quieres, ¡oh impío, falso y elegido!, defender tu pecado para que, cuando perpetres el mal, no te parezca que tú lo cometes. Buscas a quién echar la culpa de tu pecado, y se la echas a la raza de tinieblas. Pero ve si no se la imputas a Dios. Pues si pudiera la raza o pueblo de tinieblas que tú fingiste decirte: "¿De qué me acusas?", te preguntaría también: "¿Pude hacer algo a tu Dios o no? Si pude, soy más fuerte que Él; si no pude, ¿por qué me temió? Si no me temió, ¿por qué te envió aquí a padecer tantos males, siendo así que eres miembro de Él, siendo así que eres sustancia de Él? Si no temió, envidió; pues, si esto no lo hizo por temor, lo hizo por crueldad." Luego ¡cuan inicuo es Aquel a quien nada podía dañarle, y, con todo, hizo que sus miembros fuesen torturados aquí! ¿O es que podía ser perjudicado? Entonces no es incorruptible. Luego, al querer excusarte de tu pecado, no puedes alabar a Dios. No serías aprisionado en la alabanza de Dios si no te jactases en la tuya. Censúrate a ti y alabarás a Dios. Vuelve a las palabras del salmo que detestaste y di: Yo dije: "Señor, apiádate de mí; sana a mi alma, porque pequé contra ti." Yo dije: "Yo pequé", no el acaso, no la raza de tinieblas. Luego, si pecaste tú, ve de qué modo se manifiesta la alabanza de Dios, por la que eras atormentado cuando querías defenderte. Mejor es que te angustíes en tus pecados, y así se ensanchará tu corazón en la alabanza de Dios. Habiendo, pues, confesado ya tu pecado, ve de qué modo es alabado Dios, pues es justo cuando te castiga, permaneciendo tú en el pecado, y misericordioso cuando te salva por haberle confesado. Luego no inclines —dice— mi corazón a palabras malignas buscando excusas a los pecados, de suerte que yo diga que la raza o el pueblo de tinieblas hizo lo que yo hice.

12. Con los hombres que obran iniquidad. ¿Qué iniquidad? Declaremos alguna iniquidad abominable de ellos. Oíd la detestable y pública iniquidad que defienden los maniqueos. "Más le conviene al hombre —dicen— ser usurero que agricultor." Preguntas el motivo, y dan la razón. Pero ve si la razón no deba ser llamada locura. "El usurero que presta dinero —dicen— no atormenta la luz." Muchos no entienden esto; lo expondré. "El agricultor —dicen— hiere sobremanera la luz." Preguntas qué angustia causa a la luz, y dicen que los miembros de Dios (es decir, las partículas de luz) que se hallan en aquel conflicto o combate están mezclados en el universo, y se encuentran en los árboles, en las hierbas, en los frutos, en las semillas; y, por tanto, el que rasga con el surco la tierra, maltrata los miembros de Dios; el que arranca la hierba de la tierra, atormenta los miembros de Dios; el que toma el fruto del árbol, hiere los miembros de Dios. Por no perpetrar en el campo estos falsos homicidios, comete en la usura verdaderos homicidios. Tampoco da limosna al mendigo; ved si puede haber mayor iniquidad en esta justicia. No da limosna al mendigo. Preguntas por qué, y dicen: "Para que la vida (es decir, la partecilla de la luz divina) que se halla en el pan, a la que llaman miembro de Dios, sustancia divina, no sea tomada por el mendigo y la ligue a la carne." Luego entonces, ¿qué hacéis vosotros? ¿Qué hacéis? ¿Por qué coméis? ¿No tenéis carne? "Nosotros —dicen—, como somos maniqueos iluminados con la fe, los que somos elegidos extraemos de allí, purificando con nuestras oraciones y salmos, la vida que se halla en aquel pan y la enviamos al tesoro de los cielos." Tales son los elegidos que no han de ser salvados por Dios, sino salvadores de Dios. "Estas partecillas de luz divina apresadas en el universo son —dicen— el Cristo; y éste es el Cristo crucificado en todo el mundo." Yo entendí por el Evangelio que Cristo es el Salvador; sin embargo, vosotros, atendiendo a vuestros libros, sois salvadores de Cristo. Verdaderamente que sois ultrajadores de Cristo, y por eso no habéis de ser salvados por Cristo. ¡Luego, por no dar el bocado al mendigo para que no llore el miembro de Dios en el bocado, ha de morir de hambre el mendigo! La falsa misericordia con respecto al bocado perpetra el verdadero homicidio en el hombre. Pero ¿quiénes son sus elegidos? No inclines mi corazón a palabras malignas, y no me contaré con sus elegidos.

13 [v.5]. El justo me corregirá y reprenderá con misericordia. Ved al pecador que confiesa; ya quiere ser corregido con misericordia más bien que ser alabado con engaño. El justo me corregirá con misericordia; si es justo, si es misericordioso, (me corregirá) cuando me vea pecar. Esto ciertamente lo dicen algunos miembros de Cristo, y lo dicen de ciertos miembros de Cristo, y lo dicen estando en su Cuerpo. El Señor se digna hablar en representación del que corrige y no rechaza a la persona corregida o a la que debe serlo, pues todos los miembros están en Él, y Él dice: El justo me corregirá. ¿Qué justo te ha de corregir? La Cabeza corrige a todos los miembros. El justo me corregirá y reprenderá con misericordia. Reprenderá, pero con misericordia; reprenderá, pues no odia; y por lo mismo que no odia, pondrá más empeño en reprender. ¿Y por qué da gracia éste atendiendo a esto? Porque corrige al sabio, y te amará30. ¿Me corregirá el justo porque me persigue? No hay tal cosa; porque, si corrige con odio, más bien debe ser corregido él. ¿Por qué corrige? Por misericordia. Y me reprenderá. ¿Cómo? Con misericordia. El óleo del pecador no ungirá mi cabeza. ¿Qué significa el óleo del pecador no ungirá mi cabeza? No engreirá mi cabeza con la adulación. La falsa alabanza es adulación. La falsa alabanza del adulador es el óleo del pecador. Por eso, cuando los hombres se burlan de alguno con falsa alabanza, dicen de él: "Le ungí la cabeza (le di jabón)." Luego anhelad que os reprenda el justo con misericordia y no améis que os alabe el pecador con burlas. Tened el óleo con vosotros, y no busquéis el óleo del pecador. Las vírgenes sabias llevaban el óleo consigo. Las vírgenes sabias llevaban el óleo consigo31, es decir, les testimoniaba su conciencia. El óleo es esplendor, brilla: luce al exterior. Pero el esplendor debe ser útil y verdadero; por tanto, debe hallarse interiormente en sus vasos. Oye qué significa hallarse en los vasos: Pruébese el hombre, y entonces tendrá esplendor en sí mismo y no en otro32. ¿Qué significa "en sus vasos"? Vuelve a oír al Apóstol: Nuestra gloria es ésta: el testimonio de nuestra conciencia33.

14. En fin, como estás en el Cuerpo de Cristo y aún llevas cierta mortalidad, sé justo para ti y en ti. Eres pecador, castiga en ti; penetra en el interior de tu conciencia y exige castigo, atorméntate. Así ofrecerás sacrificio a Dios. Porque, si hubieses querido sacrificio, te lo hubiera ofrecido —dice el pecador—, pero no te deleitarás con holocaustos. Entonces ¿qué, no acepta ningún sacrificio? Sacrificio para Dios es el espíritu atribulado; Dios no desprecia el corazón contrito y humillado34. Humilla tu corazón, quebranta tu corazón, atormenta tu corazón, y entonces te corregirás a ti mismo con misericordia, pues no te odias cuando te ensañas contigo. Serás justo corrigiéndote, aun cuando todavía seas pecador por las cosas que han de ser corregidas. Por lo que toca a que te desagrade, eres injusto; por lo que se refiere a que te desagrada en ti lo que es injusto, eres justo. ¿Quieres saber qué justo eres? Te desagrade en ti lo que desagrada a Dios, y entonces ya te conformaste a la voluntad de Dios, y en ti mismo odiaste no lo que El hizo, sino lo que odia. Desde que odiaste en ti lo que hiciste, lo cual también lo odia el Señor, que no lo hizo, comenzaste a ser severo contigo; pero El será misericordioso, y te perdonará, porque tú no te perdonaste. Desde que acomodaste tus ojos a los de El, y te complaciste en su ley, y reprendes en ti lo que reprende su ley, y te desagrada en ti lo que desagrada a los ojos de Dios, ve cuan justo eres. Pero desde que cometiste lo que desagrada a Dios y, por cierta fragilidad de la humana flaqueza, te deslizaste en ello, pues aún llevas contigo la flaqueza de la carne y gimes con cierta oposición de conciencia, por esta parte eres inicuio y pecador.

15. ¿Cómo dices que por una parte eres justo y por otra pecador? ¿Qué es lo que dices? Estoy perplejo; parecería que me expreso contradictoriamente si no viniese en mi ayuda la autoridad apostólica. Oye al Apóstol para que no me acuses de mal entendedor: Me complazco —dice— en la ley de Dios según el hombre interior. Ve aquí al justo. ¿O por ventura no es justo el que se complace en la ley de Dios? ¿Y por qué es también pecador? : Pero veo otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi mente y me tiene cautivo en la ley del pecado. Aún estoy en guerra conmigo; todavía no estoy restaurado por completo a imagen de mi Creador; comencé a ser esculpido de nuevo, y, por la parte que me reformo, me desagrada lo que es deforme. Luego mientras soy así, ¿qué espero? ¡Infeliz hombre yo!, ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte? La gracia de Dios por Jesucristo, Señor nuestro35. La gracia de Dios, que comenzó de nuevo a esculpir; la gracia de Dios, que infundió suavidad para que ya te deleites en el hombre interior, en la ley de Dios. Por ella se restaurarán todas las demás cosas, por ella se restablecieron también éstas. Gime aún herido, castígate, desplácete.

16. No lucho —dice— como si azotase al aire, sino que castigo mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, no acontezca que, predicando a otros, sea yo reprobado36. ¿Por ventura quien castiga el cuerpo odia al cuerpo? Si alguno castiga al siervo, ¿por eso odia al siervo? Si alguno castiga al hijo, ¿odia al hijo? Hablando todavía con más intimidad, diré que tu carne es como tu esposa, y el Apóstol dice esto: Nadie jamás odió su carne, antes bien la sustenta y la regala, así como Cristo a la Iglesia37. Sin duda, la carne es como la esposa, y nadie aborrece a su propia carne. Sin embargo, ¿qué dice en otro lugar? La carne codicia contra el espíritu, y el espíritu contra la carne38. Codicia contra ti como tu esposa; ama y castígala hasta que por la reforma tenga un solo sentir. ¿Cuándo tendrá lugar esto? ¿Acaso porque ahora clamas:¡Infeliz hombre yo!, ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte?, se apartará de ti este cuerpo, y entonces estarás seguro y tranquilo? Entonces ¿a qué viene aquello: Gemimos dentro de nosotros mismos esperando la adopción y la redención de nuestro cuerpo?39 Más tarde se renovará de mortal en inmortal, y ya no habrá oposición o combate, porque no habrá mortalidad que se oponga. Por lo mismo, castiga a tu cuerpo; ahora subyuga, para que recibas después; ahora desfallezca, para que entonces subsista; porque en esta vida, mientras permanece mortal, no puede ser restaurado en absoluto. No te arruine, no te quebrante; soporta, enseña, castiga; al fin será restaurado, y como nadie jamás odió a su carne, resucitará también la carne. Pero ¿cómo? ¿También entonces he de luchar? Conviene —dice el Apóstol— que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad40.

17. Luego cuando se dice: Me corregirá y me reprenderá, ya sea el hermano, o el prójimo, o el allegado el que te corrige, o tú mismo, con todo, debes ser corregido y reprendido con misericordia. El óleo del pecador no ungirá mi cabeza. Pero entonces me dices: "¿Qué es esto? Soporto a los aduladores, no cesan de gritar; me alaban lo que no quiero: lo que yo desprecio, ellos lo ensalzan en mí, y lo que yo estimo, ellos lo censuran; son aduladores, mentirosos, embaucadores. Pues dicen por ejemplo: Es un gran varón, un Gayo Seyo, excelso, docto, sabio; pero ¿por qué es cristiano?" Grande es la instrucción, excelsa la erudición, sublime la sabiduría. Si es sublime la sabiduría, aprueba que sea cristiano; si es excelsa la doctrina, doctamente eligió. En fin, lo que tú censuras, esto mismo le agrada a quien tu alabas. Y, con todo, ¿qué? Aquella alabanza no le endulza; es el óleo del pecador. Mas no deja de hablar. Con todo, no unja tu cabeza; es decir, no te goces con estas cosas, esto es, no accedas, no consientas, no te congratules por esto. Aun cuando él te ofreció el óleo de la adulación, sin embargo, tu cabeza permaneció en su estado, pues no se envaneció, no se engrió. Si se hubiera envanecido y engreído, hubiera acumulado peso y te hubiera echado por tierra. Pero el óleo del pecador no ungirá tu cabeza.

18. Porque todavía mi oración (tendrá lugar) en sus agrados. Espera; ahora me vituperan, dice Cristo. En los primeros tiempos cristianos, los cristianos eran vituperados en todas las partes. Espera un poco, y mi oración (se hallará presente) en sus agrados. Llegará tiempo en que sobreabunden miles de hombres que se golpeen, el pecho y digan: Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores41. ¿Y cuántos han quedado ya que se avergüencen de herir su pecho? Luego censuren; nosotros toleremos. Vituperen, odien, motejen, desacrediten, todavía mi oración tendrá lugar en sus agrados; llegará el tiempo en el que mi oración les agradará. Se engreirán como si fuesen justos por sus propias fuerzas, pero caerán en el combate. Como soberbiamente se ensalzaron, serán estrangulados y arrastrados por los pecados, y entonces se verán infelices y se cumplirá lo que se consignó por los profetas: comenzará a ser temido el juicio y se enderezará la mirada del alma a la contemplación de los pecados, y le agradará aquella oración: Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. ¡Oh defensa locuaz de la iniquidad! Sin duda, ya dicen esto los pueblos, y no deja de oírse el tronido de los pechos heridos por los pueblos. Con razón truenan las nubes, en las que ya habita Dios. ¿En dónde está ya aquella verbosidad, en dónde aquella jactancia: "Soy justo, no hice mal alguno"? Sin duda, cuando contemples en las santas Escrituras la norma de la justicia, cuanto más profundices, te hallarás más pecador. Progresaste; ya adoras a un. solo Dios; muy bien; ya no te apartas de Él para ir a los ídolos, a los astrólogos, a los sortílegos, a los agoreros, a los adivinos, a los hechiceros, pues todo esto es alejamiento del Señor, Dios tuyo; ya eres, pues, un miembro de Cristo. Comienza ya a ver también los pecados que se relacionan con la sociedad humana: No matas a nadie, no deshonras a la esposa de nadie, no injurias a tu esposa acercándote a otra, no te contaminas con alguna perversa depravación, contuviste a tu mano del hurto; a tu lengua, del perjurio; a tu corazón, de la codicia de los bienes del prójimo; ya eres justo. Atiende a lo que falta: no te ensoberbezcas. ¿Es cierto que no pecaste en nada con la lengua? ¿No proferiste palabras duras? ¿Qué dices de extraordinario? ¿Qué de importancia? Quien dijere a su hermano "fatuo" será reo del juego del infierno42. Ya tiembla toda aquella soberbia. Ved que ya se preocupa en gran manera de que no aparezca que Dios es ultrajado de palabra con alguna impiedad; no se echa sobre alguno para zaherirle; no hace a otro lo que no quiere se haga con él. ¿Qué diremos de la lengua? ¿Quién la domina? Pero concedamos que ya la reprimiste, aunque ¿quién es tan valiente que lleve esto a cabo? Pero supongamos que ya la sujetaste; con todo, ¿qué haces de tus pensamientos, qué del tumulto y caterva de los deseos que se rebelan contra ti? No les das cabida, no haces caso de ellos. Así lo creo y lo veo; sin embargo, alguna vez te doblegan, te distraen y te ensimisman; y muchas veces hallándote en la oración de rodillas. Postras el cuerpo, inclinas la cabeza, confiesas los pecados, adoras a Dios; veo en dónde permanece el cuerpo, pero quiero saber por dónde revolotea el alma. Veo los miembros postrados; veamos si se halla alerta la conciencia, veamos si está fija en Aquel a quien adora, y no más bien muchas veces es arrebatada por los pensamientos como por la agitación del mar, y es llevada por la tempestad de una a otra cosa. Si ahora hablases conmigo y de repente te dirigieses a tu siervo, abandonándome a mí; y no digo que te alejases de quien pedías algo, sino de aquel con quien hablabas de tú a tú, ¿no lo consideraría como una injuria hecha a mí? Pues ve lo que cotidianamente haces a Dios. Hermanos, ¿a quién señalé ahora? A aquel que sólo adora a Dios; que reconoce por único Dios al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; que no fornica a espaldas de Él, ni adora a los demonios, ni pide auxilio al diablo y que se halla en el seno de la Iglesia católica; a aquel de quien nadie se queja de fraude, de quien el vecino débil no gime por su opresión; a aquel que no tienta a la mujer ajena, que se conforma con la suya, o que ni toca a la suya, puesto que obra como le es lícito y se lo permite la enseñanza apostólica cuando existe el consentimiento de ambas partes43 o cuando aún no se ha casado. El que ya es tal, con todo, cae en estas cosas que dije.

19 [v.6]. Llegará el tiempo en que se cumpla lo que se dijo: Aún mi oración (tendrá lugar) en sus agrados; tanto la que enseñó como aquella con la que intercede por nosotros. En todos estos cotidianos pecados, ¿qué esperanza nos queda? Que digamos con humilde corazón en la oración dominical, que ya tiene lugar en nuestros agrados, no defendiendo nuestros pecados, sino confesando: Perdónanos nuestras deudas, así como también nosotros perdonamos a nuestros deudores; y que tengamos por abogado ante el Padre a Jesucristo justo para que El sea propiciación por nuestros pecados44. Hablen ahora los soberbios, pues han sido vencidos por el número, han sido vencidos por los pueblos, por toda la tierra, que alaba el nombre del Señor desde el nacimiento del sol hasta el ocaso. ¿Qué hacen los pocos que piensan de otra manera? Son jueces de los impíos. Pero a ti, ¿qué? Ve lo que sigue: Sus jueces fueron devorados junto a la piedra. ¿Qué significa fueron devorados junto a la piedra? La piedra era Cristo45. Fueron devorados junto a la piedra. Junto a quiere decir que los jueces, los excelsos, los poderosos, los doctos, fueron comparados a la piedra. Estos se llaman jueces suyos porque sentencian y juzgan sobre las costumbres. "Esto —dicen— lo dijo Aristóteles." Acércale a la piedra, y es devorado. ¿Quién es Aristóteles? Oiga; habló Cristo, y tiembla en los infiernos. "Esto —dicen— dijo Pitágoras, esto dijo Platón." Acércalos a la piedra; compara su autoridad con la del Evangelio; compara a los engreídos con el crucificado. Les digamos: "Vuestra literatura se halla escrita en el corazón de los soberbios, Cristo grabó su cruz en los corazones de los reyes. En fin, Cristo murió y resucitó; vosotros moristeis, y no quiero indagar de qué modo resucitaréis." Luego sus jueces fueron devorados junto a la piedra. En tanto aparece que dicen algo hasta que se comparan con la piedra. Sin embargo, si llega a encontrarse que algunos de ellos dijeron lo que dijo Cristo, les felicitamos, mas no les seguimos. Pero alguno dirá: "Aristóteles existió antes que Cristo." Yo pregunto: Si alguno habla verdad, ¿es primero él que la verdad? ¡Oh hombre!, mira a Cristo; no existe desde el instante que vino a ti, sino antes de crearte. El enfermo también puede decir: "Yo caí en cama antes de que el médico se acercase a mí." Sin duda vino después, porque tú caíste primero.

20. Atended, pues, al texto del salmo: Aún (tendrá lugar) mi oración en sus agrados. Sin embargo, habrá muchos que impugnen: Sus jueces fueron devorados junto a la piedra. Pero ¿qué significa oirán que prevalecieron mis palabras? Mis palabras eclipsaron las suyas. Ellos dijeron ciertas cosas elocuentemente, pero yo dije las verdaderas. Una cosa es alabar al locuaz y otra al veraz. Oirán que prevalecieron mis palabras. ¿Cómo prevalecieron? ¿Quién de ellos, al ser cogido sacrificando cuando se prohibían estas cosas por las leyes, no negó? ¿Quién de ellos, al ser sorprendido adorando a los ídolos, no clamó: no hice esto, y no temió fuese acusado? Tales ministros tenía el diablo. ¿Cómo prevalecieron las palabras del Señor?: Ved que os envío como a ovejas entre lobos; pero no temáis a los que matan el cuerpo y no pueden matar el alma, sino temed más bien al que puede echar al fuego del infierno el cuerpo y el alma46. Atemorizó; esperanzó e inflamó la caridad. "No temáis —dice— la muerte. ¿Teméis la muerte? Yo muero el primero. Para que no temáis ni siquiera perder un cabello de vuestra cabeza, (sabed) que yo resucito íntegramente en la carne." Con razón oísteis que prevalecieron sus palabras. Hablaban, y eran matados; caían, y quedaban en pie. ¿Y qué aconteció con las muertes de tantos mártires? Que prevalecieron sus palabras y que, siendo como regada la tierra con la sangre de los testigos de Cristo, brotó por todo el mundo la mies de la Iglesia. Oirán —dice— que prevalecieron mis palabras. ¿Cómo prevalecieron? Ya lo dijimos: al ser anunciadas por los que no temían. ¿Qué era lo que no temían? Los destierros, los daños materiales, la muerte, la cruz. No sólo no temían la muerte, ¿qué digo?, ni la cruz, la cual se consideraba la más execrable de las muertes. Esta soportó el Señor para que sus discípulos no sólo no temiesen la muerte, sino que ni se estremeciesen por cualquier género de ella. Luego, cuando se dijeron estas cosas por los que no temían, prevalecieron.

21 [v.7]. ¿Qué proporcionaron la muerte de todos los mártires? Oye: Como el grueso terrón es pulverizado sobre la tierra, así fueron disueltos nuestros huesos en el sepulcro. En el sepulcro fueron disueltos los huesos de los mártires, es decir, los cuerpos de los testigos de Cristo. Los mártires fueron matados, y apareció como si prevalecieran los que mataban. Prevalecieron ellos persiguiendo para que prevaleciesen las palabras de Cristo al ser predicadas. ¿Y qué sucedió con las muertes de los santos? Como el grueso terrón es pulverizado sobre la tierra, así fueron disueltos nuestros huesos en el sepulcro. ¿Qué significa como el grueso terrón es pulverizado sobre la tierra? Sabemos que todas las cosas despreciables son grosura de la tierra. Las cosas que son como despreciables para los hombres fecundizan la tierra. Pues se dijo también en cierto salmo: Mataron a los santos, y no hubo quién sepultase47. Pero todas aquellas muertes se convirtieron en grosura de la tierra. Así como recibe la tierra cierta grosura de las cosas despreciables y abyectas, así de lo que despreció este mundo recibió grosura la tierra para que por ello brotase más abundante la mies de la Iglesia. Sabéis, hermanos, que no quiero nombrar ni es decente proferir las cosas despreciables de la tierra con las que se engrosa. Estas son ciertos alimentos y grosuras despreciables y sórdidas que se arrojan por los hombres. Pero ¿qué hizo el Señor de esto? Lo diré usando ya de sus palabras: Levantó al indigente de la tierra, y del muladar ensalzó al pobre, para colocarle con los príncipes, con los príncipes de su pueblo48. Postrado en la tierra como grosura de tierra y disuelto sobre la tierra yacía Lázaro ulcerado; sin embargo, fue trasladado por los ángeles al seno de Abrahán49. Preciosa es ante el Señor la muerte de sus santos50. Como es despreciable para el mundo, así es preciosa para el Agricultor. Pues conoce que en ella hay provecho y abundante fruto, y sabe qué efecto produce, qué ha de escoger para que brote la mies más fértil, aunque el mundo la desprecia. ¿Ignoráis —dice el Apóstol— que Dios eligió las cosas despreciables de este mundo, y las que no son, como si fuesen, para deshacer las que son?51 Del estercolero fueron levantados Pedro y Pablo; cuando eran matados, eran despreciados; pero ahora, engrosada por ellos la tierra, habiendo brotado la mies de la Iglesia, ved que lo célebre y señalado del mundo como es el emperador llega a Roma. Pero ¿adonde se encamina apresuradamente? ¿Al palacio del emperador o al sepulcro del Pescador? Como la grosura de la tierra es pulverizada sobre la tierra, así fueron disueltos nuestros huesos en el sepulcro.

22 [v.8]. A ti, pues, Señor, se vuelven mis ojos; en ti esperé; no me quites la vida. Muchos fueron torturados en las persecuciones y desfallecieron. Pero como dijo de la cautividad que se llevó a cabo en la persecución: Como la grosura de la tierra es pulverizada sobre la tierra, así son disueltos nuestros huesos en el sepulcro, y ocurrió que muchos desfallecieron y muchos perecieron, se dejó oír esta voz como del que ruega en las tribulaciones de la persecución: A ti, pues, Señor, se vuelven mis ojos. No me preocupo de aquello con que me amenazan los que me rodean: A ti, Señor, se vuelven mis ojos. Con más ahínco clavo mis ojos en tus promesas que en sus amenazas. Conocí lo que padeciste por mí, lo que me prometiste: A ti, Señor, se vuelven mis ojos; en ti esperé; no me quites la vida.

23 [v.9]. Guárdame del lazo que me han puesto. ¿Cuál era este lazo? Si consientes, te perdono. En el lazo se colocó el cebo de esta vida. Si desea el ave el cebo, cae en el lazo. Pero si el ave es tal que dice: No anhelé el día del hombre; tú lo sabes52, sus ojos no se apartarán de Dios y Él sacará sus pies del lazo53. Guárdame del lazo que me han puesto y de los escándalos o tropiezos de los que obran iniquidad. Nombró dos cosas que deben ser distinguidas entre sí. Dijo que los perseguidores colocaron lazo, y tropiezos los que consintieron y apostataron; y de ambos quiere ser guardado. De un lado, se ensañan los que amenazan; de otro, caen los que consienten. Recelo no sea tal este a quien tema, no sea tal este a quien imite. Estas dos cosas hago contigo: si no consintieses, guárdame del lazo que me pusieron; si consintió ya tu hermano, entonces guárdame de los tropiezos de los que obran iniquidad.

24 [v.10]. Los pecadores caerán en su red. ¿Qué significa, hermanos, los pecadores caerán en su red? Que no todos los pecadores caerán en su red, sino los pecadores que de tal modo son pecadores, que aman esta vida de suerte que la anteponen a la vida eterna. Pero ¿qué dices? ¿Piensas que estos solos caen en sus redes? ¿Qué he de decir de tus discípulos, oh Cristo? Ved que, cuando se desencadenó la persecución, cuando todos te dejaron solo y cada uno de ellos se marchó a su casa, y tú lo predijiste, porque lo previste, pero no porque lo anunciaste, tú lo hiciste o tú te negaste en alguno de ellos, aquellos íntimos desfallecieron en tu prueba y persecución, en la que te reclamaban los enemigos para crucificarte. Además, uno, aquel audaz que te prometió que te acompañaría hasta la muerte, oyó del Médico lo que acontecería al enfermo. Pues, teniendo fiebre, se creía sano; pero el Señor le había tomado el pulso del corazón. Se presentó la prueba, se presentó la acusación, y el interrogado, y no por alguna potestad excelsa, sino por el más ínfimo esclavo, por una mujerzuela, por una criadilla, sucumbió. Negó tres veces. Habiendo negado una, recordándolo, negó de nuevo; habiendo negado dos, recordándolo, negó por tercera vez. Esto lo había predicho el Señor, no lo había mandado, no le había forzado. Si se cree que Pedro obró rectamente porque el Señor lo había predicho, también Judas, que le entregó, obró con rectitud, porque asimismo el Señor se lo anunció. Lejos de nosotros, hermanos míos, creer tal cosa. Esta voz es la de aquellos elegidos que más bien defienden que confiesan sus pecados. Atendamos preferentemente al mismo Pedro; si en nada pecó, ¿por qué lloró? No interroguemos a Pedro, sino a las lágrimas de Pedro. Sobre este asunto no encontramos testigos más fieles. Lloró amargamente54, dice el evangelista. Aún no estaba en condición de padecer. Me seguirás después55, se le dijo. Aún se hallaba débil el que había de ser confirmado con la resurrección del Señor.

25. Luego aún no era tiempo de que fuesen dispersados aquellos huesos en el sepulcro. Pues oíd cuántos desfallecieron: hasta los primeros que se prendaron de su palabra. ¿Por qué esto? Porque yo soy el único hasta que pase; así prosigue el salmo. Anteriormente había dicho: Guárdame, Señor, del lazo que me han puesto y de los tropiezos de los que obran iniquidad. Del lazo y de los tropiezos o escándalos: de los que atemorizan y de los que caen. Pero como en su pasión también desfallecieron los primeros, que habían de ser jefes de la Iglesia y columnas de la tierra, pues aún no había sucedido lo que se dice en otro salmo: Yo consolidé mis columnas56, ¿qué añade ahora? Yo soy el único hasta que pase. Esta voz: Yo soy el único hasta que pase, pertenece a la Cabeza. ¿Qué significa el único? Que tú solo padecerás en la pasión, tú solo serás matado por los enemigos. Yo soy el único hasta que pase. ¿Qué significa hasta que pase? El evangelista dice: Cuando llegó la hora de que Jesús pasase de este mundo al Padre57... Luego ¿qué significa hasta que pase sino el tránsito de este mundo al Padre? Pero consolidé sus columnas, es decir, las columnas de la tierra, cuando con mi resurrección aprendieron claramente que la muerte no debía ser temida. Luego hasta que pase soy el único; pero, una vez que haya pasado, seré multiplicado, pues me imitarán muchos, muchos padecerán por mí. Pero hasta que pase soy el único; después que haya pasado habrá muchos según yo el único. Hasta que pase soy el único. Oíd el misterio de la palabra pascha. Conforme la lengua griega, la palabra hebrea pascha parece que insinúa la pasión, puesto que padecer se dice en griego (pasjein). Pero, según la lengua hebrea, nos dicen los que la conocen que la palabra pascha significa transitus, paso o tránsito. Si preguntáis a los que saben bien el griego, niegan que la palabra pascha sea griega; suena parecido a pasjein, esto es, a padecer, pero no suele modularse o pronunciarse así, pues passio, pasión, se dice en griego pazos, no pascha. Luego la palabra pascha, conforme dicen los que la conocen y tradujeron para que nosotros la leyésemos, la consignaron en latín por transitus, tránsito o paso. Por eso, acercándose ya la pasión del Señor, usando el evangelista de esta palabra, dice: Como hubiese llegado la hora de "pasar" Jesús de este mundo al Padre. Luego aquí, en este verso' yo soy el único hasta que ?pase?, sonó también la palabra pascha. Después de la pascua, es decir, después del tránsito, ya no seré el único. Me imitarán muchos, muchos me seguirán. Y si después han de seguirme, ¿qué significa yo soy el único hasta que pase? ¿Qué significa lo que dice el Señor en este salmo: Yo soy el único hasa que pase? ¿Qué significa lo que he dicho? Si lo hemos entendido, atended a las palabras que se consignan en el Evangelio: En verad, en verdad os digo que, si el grano de trigo no muere al caer en la tierra, queda él solo; pero, si muere, lleva mucho fruto. Esto rambién lo consignó en donde dijo: Cuando yo fuere levantado de la tierra, traeré a mí todas las cosas58. Si el grano de trigo —dice— no muere al caer en tierra, queda solo; pero, si muriese, lleva mucho fruto. Luego se promete mucha mies de aquel grano; pero espera; ha de morir; porque, si el grano no muere al caer en tierra, queda solo.

26. Luego era el único antes de morir. Por eso Pedro no tenía todavía tales fuerzas; había de tenerlas siguiéndole, más no las tenía precediéndole. Por Cristo, es decir, por confesar el nombre de Cristo, debido a lo cual somos cristianos, nadie murió antes de Cristo. No penséis tal cosa. Muchos murieron y fueron mártires, muchos profetas padecieron diferentes clases de tormentos; sin embargo, no murieron pronosticando a Cristo; sino que, como ellos echaban en cata los pecados de los hombres y se oponían con entereza a sus iniquidades, se les cuenta entre los mártires. Si ciertamente no eran matados por confesar el nombre de Cristo, sin embargo, lo eran por la verdad. Hasta tal punto nadie murió por este nombre, es decir, por confesar el nombre de Cristo antes de caer el grano en tierra, del cual se dijo: Yo soy el único hasta que pase, que ni el mismo Juan Bautista, que recientemente fue decapitado por el rey inicuo, entregado a la joven saltarina, fue matado por confesar a Cristo. Sin duda pudo serlo por esta causa, y también pudieron serlo otros muchos; ya que, si el rey inicuo le mató por otra causa, ¡cuánto más pudieron matarle por Cristo los que mataron a Cristo! Pues Juan daba testimonio de Cristo. Pero quienes oían hablar de Cristo intentaban matar a Cristo, no a aquel que daba testimonio de Él. Con todo, si por Cristo se hubieran echado sobre Juan, no le negaría, pues tenía suma fortaleza, y por ella fue llamado amigo del esposo59. Poseía gracia extraordinaria, excelencia suma: Entre los nacidos de mujer, nadie apareció mayor que Juan Bautista60. La violencia se ensañó en aquel que no tenía tales fuerzas; se ensañó en Pedro, no en Juan. Sin embargo, Pedro recibió más tarde esta fortaleza; al principio era débil. El que no tenía fuerzas fue interrogado por el nombre de Cristo, y el que las tenía no padeció persecución por este nombre, para que así no antecediese a Cristo padeciendo por su nombre. Los judíos que mataron a Cristo no mataron al que daba franco testimonio de Cristo; sin embargo, le mató Herodes, porque le decía: No te es lícito tener por esposa la esposa de tu hermano61. Pues aún no había muerto su hermano sin dejar descendencia. Luego, matado por la verdad, por la equidad, por la justicia, por esto fue sano, por esto fue mártir, mas no por el nombre por el cual somos cristianos. ¿Y por qué así? Para que se cumpliera yo soy el único hasta que pase.