[Oración contra los enemigos maldicientes]
SERMÓN AL PUEBLO
1. Me mandaron mis señores hermanos, y por el ellos el Señor de todos, que, en cuanto Dios me conceda, os exponga este salmo. Ayudadme con vuestras oraciones para que yo diga lo que conviene se diga y vosotros lo oigáis, y así sea útil a todos la palabra divina. Sin embargo, no es útil a todos, porque no todos tienen fe1. La fe de tal modo se halla en el alma, que viene a ser la buena raíz que convierte el agua en fruto. Por el contrario, la perfidia, el error diabólico y la codicia, que es la mala raíz de todos los males2, como raíz de espinas, transforma la dulce agua en abrojos.
2. Creo que, cuando se cantaba este salmo, notasteis lo que en sí encierra, puesto que el Cuerpo de Cristo se queja, gime y ruega a Dios hallándose establecido entre los malos, pues su voz en toda esta profecía es como la de aquel pobre, es decir, de aquel indigente aún no saciado, que tiene hambre y sed de justicia3, a quien se le reserva para el fin cierta hartura prometida. Entre tanto, tenga sed y hambre, gima, llore y busque ahora aquí en el mundo. No se deleite con los halagos de la peregrinación; no tome al mundo por patria, a la que vino Cristo a librarle, pues Cristo quiso ser nuestra Cabeza, Cabeza de cierto Cuerpo. No puede decirse que hay cabeza en donde no hay cuerpo del cual sea cabeza. Por consiguiente, si Cristo es Cabeza, Cristo es Cabeza de algún cuerpo. El Cuerpo de aquella Cabeza es la santa Iglesia; nosotros somos miembros de ella si amamos a nuestra Cabeza. Oigamos, pues, las voces del Cuerpo de Cristo, es decir, nuestras voces, si nos hallamos en el Cuerpo de Cristo, porque quien no estuviere allí se encontrará en aquellos entre los que gime este Cuerpo. Por tanto, o estarás en aquel Cuerpo para gemir entre los malos, o no te hallarás en él, y estarás en aquellos entre los que gime el Cuerpo, que gime entre los malos. O eres miembro de Cristo o enemigo de del Cuerpo de Cristo. Estos enemigos y adversarios del Cuerpo de Cristo no son todos iguales ni obran todos de la misma manera. Taimado león vestido con piel de oveja es el que reina entre ellos y el que usa de ellos como de instrumentos suyos. Por lo demás, muchos se libran de él y pasan al Cuerpo de Cristo. ¿Quiénes son y quiénes han de ser? Sólo lo sabe Aquel que, ignorándolo ellos, los redimió con su sangre. Sin embargo, hay otros que han de perseverar en su perfidia y que no pertenecen al Cuerpo de Cristo; éstos también son conocidos por Aquel que todo lo sabe. Entre tanto, aquellos que ya están acoplados a sus miembros y que aún no han conseguido la futura resurrección, en la que desaparecerá todo gemido y seguirá la alabanza, y en la que desaparecerá la tribulación y habrá regocijo sin fin, y que aún no tienen estas cosas en la realidad, pero que las tienen en esperanza, gimen debido a cierto deseo y piden ser liberados de los hombres malos, entre los que es necesario vivan los buenos, pues la separación no es ahora segura para ninguno. Únicamente contará con la separación aquel que no sabe errar. ¿Y quién es el que no sabe errar? Aquel que no coloca al malo a la derecha ni al bueno a la izquierda. A nosotros nos es difícil conocernos en esta vida; por tanto, ¡cuánto menos debemos proferir un precipitado dictamen! Porque, si hoy conocemos al malo, ignoramos cuál ha de ser mañana, y quizá al que odiamos apasionadamente es nuestro hermano y lo ignoramos. Sin embargo, odiamos seguros la malicia en los malos y amamos la criatura. Amemos lo que Dios hizo en ellos y odiemos lo que en sí hizo el hombre. Dios hizo al hombre, el hombre hizo el pecado; ama lo que Dios hizo y odia lo que hizo el hombre; así darás muerte a lo que hizo el hombre, librándose lo que hizo Dios.
3 [v.1]. Para el fin, salmo para David. No pongas la mirada en otro fin fuera del que te presentó el Apóstol, pues dice: El fin de la ley es Cristo en orden a justicia para todo creyente4. Luego cuando oyes decir al salmo: Para el fin, se vuelvan los corazones a Cristo, pues el título del salmo es pregonero del salmo, es como aquel que anuncia y dice: "He aquí que viene"; por lo mismo, he de hablar, he de cantar de Cristo. También las palabras para David las entiendo únicamente de Aquel que fue hecho del linaje de David según la carne5. Por la estirpe le conviene el nombre. Por la naturaleza carnal procede de David, por la espiritual es antes de David; y no sólo antes de David, sino antes de Abrahán; y no sólo antes de Abrahán, sino antes de Adán; y no sólo antes de Adán, sino antes del cielo y de la tierra, antes de todos los ángeles, antes de todas las potestades y virtudes, antes de todas las cosas visibles e invisibles. ¿Por qué? Porque para existir éstas, todas las cosas fueron hechas por Él, y sin El nada fue hecho6. Luego como por proceder del linaje de David, no según la divinidad, por la que fue Creador del mismo David, sino según la carne, se dignó llamarse proféticamente David, pon la mirada en el fin, porque el salmo se canta para David; y oye asimismo la voz de su Cuerpo y permanece en él. Sea tu voz la voz que oíste y ora y di lo que sigue.
4 [v.2]. Líbrame, Señor, del hombre malvado. No de uno, sino de todo este linaje; ni sólo de sus secuaces, sino de su príncipe, es decir, del diablo. ¿Por qué dice del hombre, si es del diablo del que pide ser librado? Porque él figuradamente fue llamado hombre: Vino —dice Jesús— el enemigo hombre y sembró la cizaña. Habiendo dicho los criados al Padre de familia: ¿Por ventura no sembraste buena simiente? ¿De qué proviene que apareció cizaña?, él les respondió: El enemigo hombre hizo esto7. Ruega cuanto puedas para ser librado de este hombre malvado. Porque no luchas contra la carne y la sangre, sino contra los príncipes, y las potestades, y los dominadores de este mundo de tinieblas8, es decir, contra los dominadores de los pecadores. Lo cual también fuimos nosotros, pues acabamos de oír la voz del Apóstol, que dice: En algún tiempo fuisteis tinieblas, pero ahora luz en el Señor9. Hechos luz, mas no en nosotros, sino en el Señor, roguemos no sólo para ponernos en guardia contra las tinieblas, es decir, contra los pecadores que aún posee el diablo, sino también contra su mismo príncipe, el diablo, que obra en los hijos de la incredulidad10. Del varón injusto líbrame. Lo mismo es líbrame del hombre malvado que del varón injusto. Se le llamó malvado porque es injusto, no sucediese que quizá pensases que algún injusto es bueno. Pues hay muchos injustos que parecen inocentes, no se muestran crueles ni ásperos, no persiguen ni oprimen a los hombres; pero, sin embargo, son injustos, porque, por otra parte, son lujuriosos, borrachos, entregados a los placeres de la carne. ¿Y cómo es que no perjudican a nadie, si no se perdonan a sí mismos? Es inocente aquel que no perjudica, mas no lo es el que a sí mismo se perjudica. ¿Y cómo no puede por menos de dañarte el que a sí mismo se daña? Me dirás: "¿En qué me perjudica? No se apoderó de mi hacienda, no atentó contra mi salud, soporta su lujuria, se deleita en sus placeres; y, si se entrega a placeres sucios, él es el que se ensucia. ¿A mí qué me importa aquel que no me molesta?" Te daña a lo menos con el ejemplo, puesto que vive contigo y te invita a ejecutar lo que él hace. ¿Acaso, cuando quizá le ves prosperar en medio de aquellas inmundicias, no te induce a deleitarte en tales hechos? Y, aunque no consientas, a lo menos encontraste algo qué combatir. ¿Cómo es que no te perjudica, siendo así que te esfuerzas por vencer lo que suscitó en tu corazón? Luego es malvado todo el que es injusto, y necesariamente es dañino, ya se muestre afable o cruel. El que tropieza con él, el que fue apresado en sus lazos, conocerá que es dañino lo que pensaba que era inofensivo. Efectivamente, hermanos, los espinos no pinchan con la raíz; arranca los espinos de la tierra, toca sus raíces, y ve si sientes dolor; sin embargo, el dolor que sientes al tocar lo que brota fuera de la tierra procedió de la raíz. Así, pues, os desagraden los hombres que aparecen como suaves y blandos si son amantes de los placeres carnales y seguidores de los deseos obscenos. No os agraden; pues, si aún aparecen inofensivos, son raíces de espinos. Muchas veces con tales hechos, debido a la sensualidad, despilfarran lo que tenían. ¿Y cómo intentarán recuperar lo que despilfarraron? ¿Por ventura se abstienen ya de robos, y de pensamientos de fraude, y de buscar con sumo cuidado toda clase de maldades? Ahora ya ves el hombre malo, a quien antes tenías por inofensivo. Cuando le veías embriagarse, le tenías por bueno; ahora ya es ladrón, le temes como ladrón; brotaron ya las espinas de aquellas raíces. Cuando percibes inofensivas las raíces de los espinos, entonces, si puedes, debes quemarlos, y así no podrán producir lo que ahora te punza. Por tanto, hermanos míos, Cuerpo de Cristo o miembros de Cristo que gemís entre los malos, a todos los que encontréis inclinados a ser arrastrados a las perversas inclinaciones y a los perniciosos placeres, corregidlos al instante, castigadlos, quemadlos. Quemad la raíz, y no habrá por donde brote la espina. Pero, si no podéis, tened por cierto que los tendréis por enemigos. Pueden callar, pueden ocultar su aborrecimiento, pero no pueden amaros. Y como no pueden amaros, y se sigue que quienes os odian intentan vuestro mal, no cese vuestra lengua y vuestro corazón de decir a Dios: Líbrame, Señor, del hombre malvado y guárdame del varón injusto.
5 [v.3]. Los que maquinaron injusticias en el corazón. ¿Por qué dice esto? Porque no se atreven a proferirlas con la lengua y las traman en el corazón. Lo dijo por aquellos que con frecuencia hablan cosas buenas con su boca. Oyes voz de justo, pero no es corazón de justo. ¿Para qué sirvió añadir: Los que maquinaron injusticias en el corazón? Para que me libres de ellos, y se palpe aquí tu mano poderosa librándome. Es fácil soslayar las claras enemistades, es fácil apartarse del enemigo vengativo y declarado que tiene la iniquidad aflorando a sus labios; pero del afectado, del oculto, del que tiene buenas palabras y oculta malas intenciones en su corazón, difícilmente te sustraes. Los que maquinaron injusticias en su corazón. Todos los días promovían combates. ¿Qué quiere decir combates? Que me suscitaban cosas contra las que había de luchar continuamente. De estos corazones brota todo aquello contra lo que lucha el cristiano. Si aparece la sedición, el cisma, la herejía, la turbulenta contradicción, únicamente brota de aquellos pensamientos que se ocultaban, y, aun cuando los labios pronunciaban cosas buenas, suscitaban combates todo el día. Oyes palabras conciliadoras, pero no se aparta de los corazones el aferramiento del combate. Lo que se dijo todo el día significa sin interrupción, es decir, por todo el tiempo.
6 [v.4]. Aguzaron sus lenguas como las serpientes. Si examinas al hombre, ve la semejanza. En la serpiente se halla la máxima astucia y el encubrimiento del daño; por lo mismo, se arrastra. Carece de pies para que, cuando se acerca, no se oigan sus pasos. En su caminar, el deslizamiento es suave, pero no recto. Por tanto, se arrastran y reptan para dañar, inoculando el oculto veneno bajo un suave contacto. Por eso prosigue diciendo: (Tienen) veneno de áspides debajo de sus labios. Dice que está debajo de sus labios para que advirtamos que una cosa es estar debajo de los labios y otra en sus labios. A éstos los declara por completo abiertamente en otro lugar en donde dice: Los que hablan paz con su prójimo, pero esconden el mal en sus corazones11.
7 [v.5]. Protégeme. Señor, de la mano del pecador, líbrame de los hombres injustos. Estos son los mismos de los que anteriormente habló; son conocidos. Aquí no hay necesidad de entender, sino de obrar; es necesario orar, no preguntar quiénes sean. A continuación te declara cómo debes orar contra esta clase de hombres, pues muchos oran neciamente contra los malos. Los que pensaron echar la zancadilla a mis pies: esto puede entenderse todavía carnalmente. Por ejemplo, un hombre tiene un enemigo que se dedica al comercio con él; en el negocio piensa cometerle un fraude, quitarle dinero. Otro tiene a un enemigo vecino, y cavila para causarle el mal en su casa reduciéndole su heredad. Sin duda, lo piensa con dolo, lo hace con fraude; emplea, para llevar estas cosas a cabo, maquinaciones diabólicas; nadie lo duda. Con todo, no deben ser evitados éstos por estas acciones, sino porque insidiando te arrastren a hacer lo que ellos hacen, es decir, te separen del Cuerpo de Cristo y te hagan del suyo. Pues así como la Cabeza de los buenos es Cristo, así el diablo es la de los malos. Los que pensaron echar la zancadilla a mis pies. ¿Qué significa echar la zancadilla a mis pies? No precisamente que pierdas en el negocio que tienes con él y que te engañe en la causa común que tienes pendiente en el juzgado con él. Echó la zancadilla a tus pies si te obstaculizó el camino de Dios, de suerte que lo recto que intentabas hacer vacile, se aparte del camino, caiga en él, retroceda, permanezca estático en él, o vuelva la espalda y se encamine al lugar de donde partió. Cualquiera cosa que de éstas te hiciere es engañarte y echarte la zancadilla. Ora contra semejantes individuos para que no pierdas el patrimonio celeste, para que no pierdas a Cristo coheredero, porque has de vivir eternamente con Aquel que te hizo heredero. No te hizo heredero para sucederle a él muerto, sino para que vivas eternamente con Él.
8 [v.6]. Los soberbios me escondieron una trampa. Al decir los soberbios explicó brevemente todo lo que constituye el cuerpo del diablo. De aquí procede que se llamen con frecuencia justos los que son inicuos. De aquí dimana que nada les es tan nocivo como confesar los pecados. Estos son los que, siendo falsos justos, por necesidad envidian a los verdaderos justos. Nadie envidia a otro en aquello que no quiere o aparentar o ser. ¿Te envidia alguno porque eres rico?; o te envidia porque quiere serlo, o porque anhela ser tenido por tal. ¿Te envidia otro porque eres ilustre y noble?; o afecta serlo o quiere se le considere tal. Lo mismo ha de decirse de todas las cosas que aparecen buenas en este mundo y se reputan por tales. Lo que cada uno quiere tener y en lo que anhela sobresalir, te envidia, porque percibe la fama de ello. Estos falsos justos quieren aparentar serlo sin serlo, y es necesario que al que ven verdadero justo le envidien y pretendan hacer con él lo que esté a su alcance para que pierda aquello por lo que adquirió la gloria. De aquí dimanan todas las insidias y traiciones. Esto lo pretendió hacer primeramente el diablo, que, caído, envidió al hombre, que estaba en pie. Pues como él perdió el reino de los cielos, no quiso que el hombre llegase a él12, ni lo quiere, y por eso se esfuerza ahora para que el hombre no consiga el lugar del que él fue arrojado. Luego como él es soberbio, y, por lo mismo, envidioso, siendo soberbio todo su cuerpo, es cuerpo de envidiosos. Nosotros oremos contra él, que no puede corregirse, pero en favor de aquellos que pueden; de suerte que digamos al hombre injusto: ¿Por qué envidias al justo, oh hombre injusto? ¿Por qué quieres ser tenido por justo? Haz pronto lo que es bueno, y lo serás más fácil y prontamente que lo aparentas. Sé justo; así amaras a quien envidiabas, porque de lo que te afliges ser él, lo serás tú, y te amarás a ti en él y a él en ti. Si envidias al rico, no estará en tu poder el ser rico; si envidias a algún honrado y noble senador, tampoco estará a tu alcance ser noble y esclarecido; si envidias al hermoso, nunca te harás hermoso; si envidias al fuerte y robusto, jamás te darás fortaleza; si envidias al justo, en tu querer está el serlo; sé aquello de que te afliges sea otro, pues no has de comprar lo que tú no eres y es otro; se consigue gratis, se consigue al instante: Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad13.
9. Pero los soberbios escondieron la trampa, intentaron echar una zancadilla a mis pies. ¿Y qué hicieron? Tendieron maromas como lazos a mis pies. ¿Qué maromas? Esta palabra restis es conocida en la santa Escritura y en otro lugar encontramos lo que significa. El Señor hizo un látigo de cuerdas, con el cual arrojó del templo a los que traficaban en él14; y nos indicó cómo debemos entender la palabra restis, pues dice en otro lugar: Cada uno se encadena con las ataduras de sus pecados15; y más claramente dice Isaías: ¡Ay de aquellos que arrastran los pecados como maroma o cuerda larga!16 ¿Por qué dice maroma? Porque todo pecador que persevera en sus pecados añade pecados a pecados; y, cuando debiera corregirse por la confesión de su pecado, duplica defendiendo lo que por la confesión pudiera destruir; y así muchas veces quiere defenderse de los pecados cometidos con otros pecados. Cometió, por ejemplo, el adulterio; para no ser matado, prepara el homicidio; añade pecado a pecado. Si cometió el homicidio, el que temía por un crimen, teme ahora por dos; y, viendo que ahora teme por más que antes temía, no piensa en disminuir lo que hizo, sino en añadir lo que todavía no ha hecho; quizá intenta el maleficio. Ved que ya cuenta con tres. ¿Ya quién pensará en más? ¿Quién terminará con la sarta o maroma de los pecados? Con razón se llama maroma o soga, porque se añade el pecado retorciendo la soga, es decir, no se añaden en hebras rectas, sino retorcidas. La perversidad, al trabarse, se extiende a lo largo y no piensa cortar lo que malamente tejió, sino añadir, estirar, extender a lo largo, para que al fin halle con qué se le puedan atar los pies y las manos y sea arrojado a las tinieblas exteriores17. Estos pecados de los inicuos sirven de lazo a los justos cuando les incitan a cometer las maldades que ellos mismos cometen. Por eso dijo: Tendieron maromas como lazos a mis pies, es decir, con sus pecados quisieron echarme por tierra. ¿Y en dónde? Junto al camino me colocaron el tropiezo. No en el camino, sino junto al camino. Tus caminos son los preceptos de Dios. Los perversos colocaron tropiezos junto a los caminos; no te apartes del camino y no caerás en las trampas. No digas: "Que les hubiera prohibido Dios colocar tropiezos junto al camino, y así no los hubieran puesto." Es más, Dios les permitió poner tropiezos junto a las sendas para que tú no te apartes de ellas. Junto a los caminos me colocaron escándalos, o tropiezos.
10 [v.7]. ¿Qué resta? ¿Qué remedio hay entre tantos males en estas tentaciones, en estos peligros? Dije al Señor: "Tú eres mi Dios". Ellos son hombres, pero no míos; tú eres Dios, y además mío. Dije al Señor: "Tú eres mi Dios". Sublime voz de oración; ella excita la confianza. ¿Por ventura no es Dios de ellos también? ¿De quién no es Dios el que es verdadero Dios? Sin embargo, propiamente es Dios de aquellos que gozan de Él que le sirven, que están sometidos a El de buen grado; pues los malos, aunque forzados, también le están sometidos. Los primeros se acercan a Dios, que los corona; los segundos huyen, estando sometidos a aquel que los condena. El inicuo, que no quiere tener al Señor por su Dios, ¿adónde huirá del Dios que es Dios de todos? Le es un bien convertirse al Dios de todos y hacerle suyo por la conversión, de suerte que, colocado entre los pecadores, seductores, hipócritas y soberbios, diga a Dios, a quien por su conversión le hizo su Dios: Dije al Señor: "Tú eres mi Dios. Percibe con tus oídos, Señor, la voz de mi oración." Esta es una sentencia sencilla y fácil de entender. Pero, con todo, agrada pensar por qué no dijo: "Percibe con tus oídos mi oración", sino que, manifestando más evidentemente el afecto de su ánimo, dice: La voz de mi oración, la vida de mi oración, el alma de mi oración; no lo que suena en mis palabras, sino aquello por lo que ellas viven. Los demás ruidos sin alma pueden llamarse sonidos, pero no voces. La voz es propia de los seres animados, de los seres vivos. ¡Cuántos oran a Dios que no perciben a Dios ni piensan bien de Él! Estos pueden tener el sonido de la oración, mas no la voz, porque allí no hay vida. La voz de su oración era la de éste que vivía, que conocía a su Dios y veía por quién era librado y de quiénes.
11 [v.8]. Dirigiendo a los oídos de Dios la voz de su oración, diga: Señor, Señor. Tú, Señor, Señor, es decir, tú que eres verdaderísimo Señor; no como los señores hombres, no como los señores que compran con dinero, sino como Señor que compra con sangre. Señor, Señor, fortaleza de mi salud, esto es, que das fuerzas a mi salud. ¿Qué quiere decir fortaleza de mi salud? Que se lamentaba de los escándalos y de las insidias de los pecadores, de los hombres malignos, instrumentos del diablo, que ladraban y acechaban alrededor, entre los cuales forzosamente ha de pasarse la vida mientras vivimos aquí en esta peregrinación. La abundancia de estos futuros escándalos la predijo el Señor cuando dijo: Abundará la iniquidad, y porque abundará se enfriará la caridad de muchos. Pero a continuación declaró el consuelo: El que perseverare hasta el fin se salvará18. Considerando el salmista en espíritu esta sentencia, temió, y, conturbado por la abundancia de la iniquidad, dirigió la mirada a la esperanza, porque el que perseverare hasta el fin se salvará. Se entregó en manos de la perseverancia y vio una vida larga; y como el perseverar es cosa grande y difícil, rogó, para conseguir la perfección de su perseverancia, al mismo que le mandó perseverar. Ciertamente que me salvaré si perseverare hasta el fin; pero la perseverancia, en cuanto a merecer la salud, pertenece a la fortaleza; mas tú eres la fortaleza de mi salud, tú me das la perseverancia para que llegue a la salud. Señor, Señor, fortaleza de mi salud. ¿Por qué confío que tú eres la fortaleza de mi salud? Porque hiciste sombra sobre mi cabeza en el día de la lucha. Ved que ahora lucho; externamente combato contra los falsos buenos, e internamente contra mis concupiscencias, porque veo una ley en mis miembros que milita contra la ley de mi mente y me tiene cautivo en la ley del pecado que se halla en mis miembros. ¡Miserable hombre yo!, ¿quién me librará del cuerpo de esta muerte? La gracia de Dios por Jesucristo, Señor nuestro19. Luego, esforzándose en esta batalla, echó una mirada a la gracia de Dios; y, como ya comenzaba a quemarse y secarse, encontró la sombra sobre la cual viviera: Hiciste sombra sobre mi cabeza en el día del combate, es decir, en el calor, para que no me fatigase ni me secase.
12 [v.9]. No me entregues, Señor, al pecador atendiendo a mi deseo. He aquí para qué me sirve tu sombra: para que no soporte el calor por mí mismo. Pero ¿qué me hará el pecador por mucho que se ensañe contra mí? Los inicuos se ensañaron en los mártires; los arrastraron, los encadenaron, los encarcelaron, los mataron a espada, los arrojaron a las bestias, los entregaron al fuego; todas estas cosas hicieron con ellos, pero no los entregó el Señor a los pecadores, porque no los entregó atendiendo a su deseo. Luego pide cuanto puedas que no te entregue el Señor al pecador atendiendo a tu deseo, pues tú por tu deseo das un puesto al diablo. Ve que el diablo te propuso el lucro y te invita al fraude. No puedes conseguir el lucro a no ser que cometas el fraude. El lucro es el cebo, el fraude el lazo. Mira el cebo de modo que veas también el lazo. No puedes conseguir el lucro si no cometes fraude; pero, si cometes fraude, eres atrapado. No digo que fuiste cogido porque has sido encontrado. Algunas veces no eres encontrado, pero por los hombres. ¿Y por Dios? Por Dios eres encontrado, arrastrado y matado. Todo el que comete tales hechos se da muerte a sí mismo. Luego aquí está el cebo, aquí el lazo. Refrena el deseo, y no caerás en el lazo; porque, si te vence el deseo del cebo, te mete el cuello en el lazo y te atrapa el cazador de las almas. No me entregues al pecador debido a mi deseo. Por eso se sombrea el día de la lucha. El deseo engendra ardor, pero la sombra del Señor atempera el deseo para que podamos contenernos a donde éramos llevados; para no enardecernos de tal modo, que caigamos en el lazo. Maquinaron contra mí; no me desampares, no sea que se ensoberbezcan. En otro salmo lees: Los que me oprimen se regocijarán si fuere conmovido20. Así también son éstos, porque así es también el diablo. Cuando seduce al hombre, se alegra, triunfa de él; se ensoberbece, porque te humilló. ¿Por qué fue humillado el hombre? Porque malamente se ensalzó. Con todo, aquel que triunfó del hombre será humillado. Así acontece a todos los que se regocijan en el mal; les parece que se glorían, se ensoberbecen, levantan la cerviz temporalmente. No os deleite su ensoberbecimiento; tienen el cebo y el anzuelo en la boca; en ella está aquello por lo que se deleitan y por lo que son arrastrados. No me desampares, no sea que se ensoberbezcan, es decir, no triunfen de mí, no se gocen de mí.
13 [v.10]. La cabeza de su rodeo, el trabajo de sus labios, los cubrirá. "A mí me cubrirá —dice— la sombra de tus alas; me hiciste sombra en el día del combate." A ellos, ¿qué les cubrirá? La cabeza de su rodeo, esto es, la soberbia. ¿Qué significa de su rodeo? Que darán vueltas y no permanecerán, caminarán en el giro del error; en él el camino no tiene fin. El que camina en línea recta, comienza en un sitio y termina en otro; el que camina en círculo, jamás termina. Y éste es el trabajo de los impíos, el cual se declara evidentemente en otro salmo: Los impíos andan en círculo21. Pero la cabeza de su círculo es la soberbia, porque el comienzo de todo pecado es la soberbia22. ¿Cómo es también la soberbia el trabajo de sus labios? Porque todo soberbio finge, y el que finge es mendaz. Los hombres trabajan o se esfuerzan al hablar mentira; sin embargo, expresarían con suma facilidad la verdad. El que finge al hablar, trabaja. El que quiere decir la verdad, no se esfuerza, pues la misma verdad se declara sin esfuerzo. Luego el salmista dijo esto del hombre a Dios: A mí me cubrirá tu sombra, a ellos les cubrirá su mentira; y su misma mentira es el trabajo de sus labios. Ved que parió injusticia; concibió dolor y parió iniquidad23. En toda obra mala hay trabajo. Toda obra mala que se piensa tiene por guía a la mentira, pues no hay verdad sino en la buena obra. Y como en la mentira trabajan todos, ¿qué clama la Verdad? Venid a mí todos los que estáis trabajados y sobrecargados, y yo os aliviaré24. Esta es la voz que clama en otro salmo a los que trabajan: Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo seréis de corazón pesado? ¿Por qué amáis la vanidad y buscáis la mentira?25 Oye claramente en otro sitio el trabajo que hay en la mentira: Enseñaron a sus lenguas a hablar mentira y trabajaron para obrar inicuamente26, la cabeza de su rodeo (que es) el trabajo de sus labios, los cubrirá.
14 [v.11]. Caerán sobre ellos en la tierra carbones de fuego, y los echarás por tierra. ¿Qué significa en la tierra? Aquí, aún en esta vida. Aquí caerán sobre ellos carbones de fuego, y los derrumbarás. ¿Cuáles son estos carbones de fuego? Conocemos los carbones terrenos. ¿Acaso son éstos unos, y otros distintos aquellos sobre los que he de hablar? Veo que éstos sirven de castigo, y aquellos que he de recomendar, de salud. Cuando el hombre pedía socorro contra la lengua engañosa, se dijo de ciertos carbones: ¿Qué se te dará o qué se te añadirá por la lengua engañosa? Saetas agudas de valiente con carbones devastadores27, es decir, palabras de Dios que atraviesan el corazón, que destruyen la vejez y engendran el amor; prototipos de hombres que habían muerto y revivieron, que eran negros y se convirtieron en fulgor. Los carbones son oscuros, lo indica su color. Pero, al acercarse a ellos la llama de la caridad y al revivir estando muertos, oigan al Apóstol, que les dice: fuisteis en algún tiempo tinieblas, mas ahora luz en el Señor28. Estos son, hermanos, los carbones que contemplamos cuando, al ser atravesados por la saeta (por la palabra) de Dios, intentamos mudar de vida y nos lo impiden las malas lenguas de los hombres, cíe las cuales se quejaba ahora aquí, pretendiendo apartarnos del camino de la verdad e inducirnos más bien a sus errores y decirnos que, si lo hemos prometido, no lo cumpliremos. Ponemos la mirada en aquellos carbones, y vemos que quien ayer era borracho, hoy es sobrio; quien ayer era adúltero, hoy es casto; quien ayer era ladrón, hoy es dadivoso. Todos éstos son carbones de fuego. Se acerca el ejemplar del carbón a las heridas producidas por las saetas, pues no temeré hablar de heridas, siendo así que exclama la esposa: Estoy herida por la caridad29, y allí tiene lugar la devastación del heno, por lo cual se llaman devastadores los carbones. Se consume el heno, pero se purifica el oro; y el hombre cambia la muerte en vida, y comienza él mismo a ser también carbón ardiente. El Apóstol, que primeramente fue perseguidor, y blasfemo, y malhechor, era carbón negro y apagado; pero, al conseguir la misericordia30, fue encendido desde el cielo, ya que le encendió la voz de Cristo, y así desapareció de él toda negrura y comenzó a encenderse inflamado por el espíritu con que fue encendido. Luego ¿hemos de entender aquí que se trata de los carbones de fuego que caen sobre los malos y los derriban? Sin duda, nada nos impide entenderlo así. Veo que comienza aquí a vislumbrarse una sentencia probable y aceptable. Entiendo que estos carbones caen sobre éstos para derribarlos. Caen sobre unos para encenderlos, y sobre otros para derribarlos, pues el mismo carbón decía: Para unos somos olor de muerte en muerte, y para otros, olor de vida en vida31. Pues ven a los justos inflamados en el espíritu, brillantes por la luz, y envidiándolos caen; esto es el caer sobre ellos los carbones de fuego en la tierra y ser derribados. ¿Qué significa en la tierra? Que aún se hallan en esta vida y que, exceptuando la pena que se reserva para los impíos, estos carbones los derriban antes que llegue el fuego eterno, pues caerán sobre ellos en la tierra carbones de fuego, y los derribarán. En las desgracias no subsistirán. Se les presenta la desgracia, y no la soportan; por el contrario, el justo subsiste, permanece impertérrito, como permaneció el que dijo: ... pero aún más nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación labra paciencia; la paciencia, prueba; la prueba, esperanza; la esperanza no sonroja, porque la caridad de Dios se difundió en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado32. Por el contrario, cuando les sobreviene a aquéllos alguna desdicha, alguna desgracia, no subsisten, caen. Pues, cuando soportan tribulaciones de esta clase, no pueden tolerarlas, y caen en perversas iniquidades, porque se entrega al pecador a su inicuo deseo.
15 [v.12]. El varón hablador no será encauzado en la tierra. El hombre locuaz ama la mentira. Todo su placer es hablar; y, cuando habla, no atiende a lo que dice. Por eso no puede ser encauzado. ¿Cuál debe ser el siervo de Dios encendido con estos carbones y hecho él carbón saludable? ¿Cuál debe ser? Varón que prefiera más oír que hablar, según se escribió: Sea el hombre pronto para oír y tardo para hablar33, y, si pudiera suceder, desee no tener necesidad de hablar, de exponer y de enseñar. Ved, hermanos míos, lo que digo a vuestra caridad; os hablo ahora para enseñaros. ¡Cuánto mejor sería que rodos supiésemos y nadie enseñase a otro, de suerte que no hubiese algunos que hablasen y otros que oyesen, sino que todos oyesen al único a quien se dice: Alegrarás y regocijarás a mi oído!34 De aquí que San Juan Bautista no se alegraba tanto porque predicaba y hablaba, sino más bien porque oía, pues dice: El amigo del esposo está atento, y le oye y se regocija en gran manera por la voz del esposo35. Por tanto, hermanos míos, brevemente he dicho a vuestra caridad en qué debe probarse cada uno de vosotros; no en no hablar, sino en que cada uno hable en razón de la exigencia del oficio. Por propia voluntad se goce en el silencio, por necesidad exponga la palabra de enseñanza. ¿Cuándo es necesaria la palabra de enseñanza? Cuando tienes delante a un ignorante, cuando está ante ti un indocto. Si te agrada enseñar siempre, siempre quieres tener ante ti a un indocto; por el contrario, si eres amigo de hacer bien y quieres que todos sean doctos, no querrás tener a quién enseñar siempre, y, por tanto, no querrás ejercitarte en la declaración de tu doctrina sino cuando seas acosado por la necesidad. Regocíjate oyendo a Dios; que la necesidad te impela a hablar, y de este modo no serás varón locuaz, para que seas encauzado. ¿Por qué quieres hablar y no oír? Siempre quieres estar fuera y rehúsas estar dentro. El que te enseña está dentro. Cuando tú enseñas, sales fuera a los que están afuera. En el interior oímos la verdad, pero hablamos a los que están fuera de nuestro corazón. Lo que a ellos les decimos de ciertas cosas que pensamos y que tenemos en el corazón, se lo declaramos según cierta imagen que tenemos impresa de estas cosas. Si ellos estuviesen por completo en el interior, sabrían en verdad qué había en nuestro corazón, y, por tanto, no tendríamos necesidad de hablarles. Si te deleita hablar, ve no te hinches externamente, no suceda que no puedas entrar por la puerta angosta y no te pueda decir tu Dios: Entra en el gozo de tu Señor, sino que te diga, puesto que se hallaba fuera lo que amaste: Ligadle de pies y manos y arrojadle a las tinieblas exteriores36. Al declarar que es malo ser arrojado al exterior, manifiesta que es bueno entrar al interior. Porque ¿qué dijo al siervo bueno? Entra en el gozo de tu Señor. ¿Y al malo? Arrojadle a las tinieblas exteriores37. Luego amemos más las cosas interiores que las exteriores. Nos regocijemos de las cosas internas y no nos entreguemos por voluntad, sino por necesidad, a las externas. El varón locuaz no será encauzado en la tierra.
16. Al varón injusto le atraparán los males para su perdición. Le sobrevendrán males, y no resistirá; por eso dijo: Le atraparán para su perdición. A muchos buenos, a muchos justos, les sobrevienen males, aconteciendo entonces como si los atrapasen los males. Por esto dijo: Le atraparán o cazarán, ya que todo hombre procura esquivar el mal; pero, cuando es encontrado por el mal, viene a ser como cazado. ¿Por ventura solamente los malos huyen de los malos cuando son buscados por los malos? ¿No se dijo también a los buenos: Si os persiguieren en una ciudad, huid a otra?38 Luego cuando los malos persiguen a los buenos, esto es, a nuestros mártires; cuando llegaron a apresarlos, los cazaron, pero no para perdición. Se apresó la carne y se coronó el alma; se arrojó al alma de la carne; pero, con todo, nada aconteció a la carne que la perjudicase en adelante. La carne fue herida, despedazada, quemada. ¿Por ventura fue arrebatada al Creador porque se entregó a manos del perseguidor? El que la creo no siendo nada, ¿no la restablecerá con más facilidad de lo que era? Luego siempre que los justos son cogidos, ciertamente son cazados por los malos, pero no para perdición. Por el contrario, los que no son encauzados y son locuaces, son cazados por los malos para perdición. ¿Por qué? Porque no resistirán en las desgracias.
17 [v.13]. Conocí que el Señor hará justicia al indigente. Este menesteroso no es locuaz. El locuaz es rico en deseos, desconoce el hambre. Son menesterosos aquellos a quienes se dice: Llamad, y se os abrirá; buscad, y encontraréis; pedid, y se os dará39. Es menesteroso aquel de quien se dice: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados40. Estos gimen entre los escándalos de los malos, y piden a su Cabeza que los libre del hombre maligno, que los saque de las manos de los injustos. Luego éstos son aquellos de quienes el Señor no descuida su causa; y, si ahora soportan angustias, aparecerá su gloria cuando se manifieste su Cabeza. A estos establecidos aquí se les dice: Estáis muertos, pero vuestra vida se halla escondida con Cristo en Dios41. Luego somos pobres, nuestra vida se halla escondida en Dios; pidamos, pues, el pan. Cristo es el pan vivo que descendió del cielo42. El que nos restaura y sustenta en el camino, nos saciará en la patria. Ahora, pues, para que continuemos subsistiendo, somos reparados. Se necesita que tengamos hambre hasta que seamos saciados. Conocí que el Señor hará justicia al indigente. El salmista está seguro que el Señor hará justicia al indigente y que atenderá la causa de los pobres. Por esto, muestra a los inicuos de qué modo ama Dios a sus justos y declara a los ricos cómo ama a sus pobres. Llamó ricos a los soberbios, llamó pobres a los humildes; llamó ricos a los que no buscan pensando en su abundancia, llamó pobres a los que suspiran debido a su deseo. El Señor mira por el bien de éstos.
18 [v.14]. Mas los justos alabarán tu nombre. Cuando atiendes a su causa y miras por su justicia, alabarán tu nombre, no atribuyendo nada a sus méritos, sino todo a tu misericordia. Mas los justos alabarán tu nombre. Y como alabarán tu nombre, ¿qué ha de hacerse para que encaucen el corazón, puesto que, por muy justos que sean, no han de tomar para sí nada de lo suyo, no han de atribuirse nada de lo suyo, ya que, cuando se dirigen hacia sí, tuercen el corazón; pero, cuando ponen la mirada en el Señor, lo enderezan? ¿Y en dónde se hallará el placer, el descanso, el gozo, la felicidad? ¿Acaso en sí? No, sino en Aquel en quien son luz. Ahora sois luz en el Señor43, dijo el Apóstol. Por tanto, atiende a lo que sigue, ve cómo concluye: Los rectos habitarán en tu presencia. Les fue mal al recrearse en sí; al recrearse en ti les irá bien. Cuando amaron su ser, comieron el pan con el sudor de su rostro44. Retrocedan, y, enjugando el sudor, terminados los trabajos, desaparecido el llanto, se les presentará tu rostro, colmando sus anhelos. Ya no buscarán más, porque no tendrán cosa mejor; ya no te abandonarán ni les abandonarás. En efecto, ¿qué se dijo del Señor después de la resurrección? Me llenarás de alegría con tu rostro45. Sin su rostro o su presencia, no tendríamos alegría. Purificamos nuestra imagen para alegrarnos ante la suya. Pues somos hijos de Dios y todavía no se mostró lo que seremos, puesto que sabemos que, cuando se muestre, seremos semejantes a Él, porque le veremos como es46, ya que los rectos habitarán en tu presencia. ¿Por ventura pensamos que hemos de habitar ante el rostro o en la presencia del Padre y no en la del Hijo? ¿O en la del Hijo y no en la del Padre? ¿O que no es uno, en cierto modo, el rostro o la presencia del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo? Veamos si el mismo Hijo no nos promete su rostro por el que nos regocijará. Ahora el Señor Dios inspiró que se leyese el capítulo del evangelio que testimonia a este salmo: El que oye mis preceptos y los guarda, éste es el que me ama; y el que me ama será amado de mi Padre, y yo también le amaré y le mostraré a mí mismo47. ¿Qué premio prometió con esto, carísimos? ¿Por ventura no le veían aquellos a quienes prometía manifestarse? ¿No estaba ante ellos? ¿No veían sus ojos su rostro carnal? ¿Qué es lo que deseaba manifestar a quienes decía que le habían de ver? Los discípulos veían a Aquel a quien crucificaron los judíos, pero en la carne se hallaba oculto Dios. Los hombres podían ver al hombre; a Dios, aun cuando se encontraba en el hombre, no podían verle, porque bienaventurados los limpios de corazón, puesto que ellos verán a Dios48. Por tanto, entregó la forma de hombre a los piadosos y a los impíos y se reservó la forma de Dios para los limpios y los piadosos, a fin de que nos gocemos en Él y seamos eternamente felices con la presencia de su rostro.