[La omnisciencia y omnipresencia divinas]
SERMÓN AL PUEBLO
1. Había preparado un salmo breve, que mandé entonar al lector; pero a la hora de la hora, por lo que parece, confundido, leyó uno por otro. Por tanto, preferí seguir la voluntad de Dios, manifestada en la equivocación del lector antes que la mía, conforme era mi intención. Por lo mismo, si os detengo algún tanto debido a la abundancia de materia, no me lo imputéis a mí, sino creed que Dios quiso que trabajase y no sin fruto, pues no en vano recibimos por el primer pecado la pena de comer el pan con el sudor de nuestro rostro1. Por tanto, si es pan lo que nos ofrece el salmo, atended. Es pan si es Cristo, pues El dijo: Yo soy el pan vivo que descendí del cielo2. El pan que tan evidentemente nos ofrece el Evangelio, lo busquemos también en los profetas. Este pan no lo ven allí los que tienen interpuesto en su corazón un velo3, conforme lo oyó vuestra caridad ayer. Sin embargo, nosotros, como el sacrificio de la cruz del Señor rasgó el velo4, quedando descubiertos los secretos del templo, debemos, cuando se nos predica a Cristo, comer el pan aunque sea con trabajo y con sudor.
2. Nuestro Señor Jesucristo habla en los profetas algunas veces en persona de nuestra Cabeza, la cual es el mismo Salvador, que está sentado a la derecha del Padre, que nació por nos otros de la Virgen, y padeció, como sabéis, bajo el poder de Poncio Pilato; y, derramando la sangre inocente, que es nuestro precio, redimió a los pecadores de la cautividad, en la cual nos hallábamos retenidos por el diablo, perdonándonos nuestros delitos; y además, con el mismo precio que dio por nosotros, su sangre destruyó el documento que nos acreditaba deudores5. El mismo Señor, Cabeza nuestra, es director, esposo y redentor de la Iglesia. Si es Cabeza, tiene Cuerpo. Su Cuerpo es la Iglesia, la cual también es su esposa; a ella dice el Apóstol: Vosotros sois Cuerpo de Cristo y miembros6. El Cristo total, Cabeza y Cuerpo, es como un varón completo; y, puesto que la mujer fue hecha del varón y le pertenece, por eso se dijo del primer matrimonio: Serán dos en una carne7. Interpretando esto el Apóstol como un gran misterio, dice que no en vano se dijo esto de aquellos dos hombres, puesto que ya se prefiguraba en ellos Cristo y la Iglesia. Así expone esto el Apóstol: Serán dos en una carne; este misterio es grande, mas yo digo en orden a Cristo y a la Iglesia8. También dijo el Apóstol que Adán fue figura del que había de venir. Es —dice— figura del futuro9. Luego si Adán era figura del que había de venir, como del costado del que dormía fue hecha la mujer10, así del costado del Señor que dormía, es decir, del que moría en la pasión, al ser herido con la lanza estando en la cruz11, brotaron los sacramentos con los que formó la Iglesia. De su futura pasión dice así en otro salmo: Yo me dormí y tomé el sueño; y me levanté, porque el Señor me sustentó12. Luego por el dormir se entiende la pasión. Eva fue formada del costado del que dormía, y la Iglesia, del costado del que padecía. Por tanto, nuestro Señor Jesucristo habla algunas veces enlos profetas por sí, otras en representación nuestra, porque se hizo uno con nosotros; y así se dijo: Serán dos en una carne. De aquí que también dijo el Señor en el Evangelio hablando del matrimonio: Luego ya no son dos, sino una carne13. Son una carne porque tomó la carne de nuestra mortalidad; mas no son una divinidad, porque Él es Creador, y nosotros criatura. Todo lo que habla el Señor en persona de la carne tomada,o pertenece a la Cabeza, que ya subió al cielo, o a estos miembros, que aún sufren en esta peregrinación terrena; por los cuales, encontrándose en sufrimientos en ella cuando Saulo los perseguía, clamó desde el cielo, diciendo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?14 Luego oigamos al Señor Jesucristo en la profecía. Estos salmos se cantaron mucho antes que naciese el Señor de María, mas no antes de existir el Señor, pues eternamente existió el Creador de todas las cosas y en el tiempo nació de la criatura. Creamos en su divinidad y, en cuanto podamos, entendamos su igualdad con el Padre. Pues la divinidad igual al Padre participó de nuestra mortalidad, no con arreglo a lo suyo, sino a lo nuestro, para que nosotros participásemos de su divinidad, no de la nuestra de la cual carecíamos, sino de la suya.
3 [v.1]. ¡Oh Señor!, me examinaste y me conociste. Diga esto nuestro Señor Jesucristo. Llame El también Señor al Padre, pues únicamente es Señor de El el Padre en cuanto se dignó nacer según la carne. El Padre es Padre de Dios, y Señor del hombre. ¿Quieres saber a quién tiene igual el Padre? A su Hijo. El Apóstol dice del Hijo: El cual, teniendo la forma de Dios, no juzgó rapiña ser igual a Dios. El Padre es Dios en cuanto a esta forma o esencia; e igual a su forma tiene a su Hijo unigénito, engendrado de su sustancia. ¿Qué consigna el Apóstol de él atendiendo a restaurarnos y a hacernos participantes de su divinidad una vez renovados en orden a la vida eterna, puesto que, como dije, se hizo participante de nuestra mortalidad? Que se anonadó a si mismo, tomando la forma de siervo, y que se hizo a semejanza de los hombres, y que fue hallado en hábito como hombre15. En cuanto a la forma que tenía como Dios, era igual al Padre; pero tomó la forma de siervo, por la que es menor que el Padre. De aquí que en el Evangelio dice ambas cosas El de sí mismo: Yo y el Padre somos uno16; y también: El Padre es mayor que yo17. Yo y el Padre somos uno lo afirmó en cuanto a la forma de Dios. El Padre es mayor que yo lo dijo en cuanto a la forma de siervo. Luego como es Padre y Señor: Padre por la forma de Dios, y Señor por la de siervo, diga también Jesucristo, y no nos maravillemos ni nos escandalicemos, puesto que lo dice el Hijo unigénito de Dios: Señor, me probaste y me conociste. Examinaste y conociste; no porque ignorase, sino porque hizo conocer a otros. Me examinaste —dice— y me conociste.
4 [v.2]. Tú conociste mi sentarme y mi levantarme. ¿Qué significa esta sesión y este levantamiento? El que se sienta se humilla. Luego el Señor se sentó en la pasión y se levantó en la resurrección. Tú —dice— conociste esto; es decir, tú lo quisiste, tú lo aprobaste; conforme a tu voluntad se llevó a cabo. Si queréis tomar aquí la voz de la Cabeza representando al Cuerpo, digamos también nosotros: Tú conociste mi sesión y mi levantamiento. El hombre se sienta cuando se humilla arrepintiéndose, pero se levanta, una vez perdonados los pecados, cuando se eleva en esperanza a la vida eterna. Por eso se dice también en otro salmo: Levantaos después de haberos sentado los que coméis el pan del dolor18. Comen el pan del dolor los penitentes que cantan en otro salmo: Mis lágrimas han sido para mi pan día y noche19. Luego ¿qué significa: Levantaos después de haberos sentado? No te ensalces si antes no te hubieres humillado. Muchos pretenden levantarse antes de sentarse; quieren aparecer justos antes de haberse confesado pecadores. Luego si tomáis como dicho por nuestra Cabeza: Tú conociste mi sesión y mi levantamiento, entendedlo como si hubiera dicho: "Tú conociste mi pasión y mi resurrección." Si lo tomas como consignado en representación de su Cuerpo, entiéndelo como si hubiera dicho: " Delante de ti confesaré mis pecados y por tu gracia fui justificado."
5 [v.3]. Entendiste mis pensamientos de lejos, investigaste mi senda y mi término y previste todos mis caminos. ¿Qué significa de lejos? Hallándome aún en la peregrinación, antes de llegar a la patria, tú conociste mi pensamiento. Atiende al hijo menor, puesto que también se hizo él Cuerpo de Cristo, es decir, Iglesia, que vino de los gentiles. El hijo menor había marchado a región lejana. Cierto padre de familia tenía dos hijos; el mayor estaba cerca, trabajaba en el campo, y simbolizaba a los santos, que ejecutan dentro de la ley los preceptos y las ordenanzas de ella. Por el contrario, el género humano, que se había inclinado al culto de los ídolos, se hallaba peregrinando lejos. ¿Qué cosa más lejos de Aquel que te hizo que el simulacro que te hiciste para ti? Marchó, pues, el hijo menor a región lejana, llevando consigo su hacienda; pero, como sabéis por el Evangelio, la malgastó viviendo licenciosamente con las meretrices; entonces, padeciendo hambre, se entregó al servicio de cierto príncipe de aquella región, el cual le dedicó a pastorear cerdos; en este oficio deseaba saciarse, y sin poder, de las bellotas que comían los cerdos. Después de tanto trabajo, quebranto, tribulación y miseria, se acordó de su padre y quiso volver, y dijo así: Me levantaré e iré a mi padre. Me levantaré, dijo; luego se había sentado. Reconoce aquí la voz del que dice: Tú conociste mi sentarme y mi levantarme. Se sentó en la indigencia, se levantó por el deseo de tu pan. Entendiste de lejos mis pensamientos. Había marchado lejos; pero ¿en dónde no se halla Aquel a quien había abandonado? Entendiste mis pensamientos de lejos. Por eso dice el Señor en el Evangelio que salió el padre al encuentro del que venía20, y esto porque había entendido sus pensamientos de lejos. Investigaste mi senda y mi término. Mi senda,dice. ¿Cuál? La mala; la que anduvo aquél para apartarse del padre, como si pudiera ocultarse a los ojos del vengador; siendo así que, o no hubiera sido doblegado en aquella indigencia o no hubiera apacentado los puercos si el padre no hubiera querido castigarle de lejos para recibirle de cerca. Luego como fugitivo apresado, a quien sigue el legítimo castigo de Dios, que venga en nuestras inclinaciones por cualquier sitio que vayamos y a cualquier lugar que hubiéramos llegado, habla y dice: Averiguaste mi senda y mi término. ¿Cuál es mi senda? Aquella por la que anduve. ¿Cuál es mi término? Aquel adonde llegué. Averiguaste mi senda y mi término. Mi término lejano no fue lejano a tus ojos. Me aparté mucho, pero tú estabas allí. Averiguaste mi senda y mi término.
6 [v.4]. Y previste todos mis caminos. No dijo "viste", sino previste. Antes de andarlos, antes de caminar, los previste, y me permitiste que los anduviese en trabajos para que, si no quisiera sufrir, volviese a tus caminos. Porque no hay dolo en mi lengua. ¿Por qué dijo esto? Porque he aquí que te confieso que anduve mi camino alejándome de ti; me aparté de ti, con quien me iba bien, y mi propio bien fue un mal para mí sin ti. Pero, si me hubiera ido bien sin ti, quizá no hubiera querido volver a ti. Luego, confesando éste sus pecados y declarando que forma parte del Cuerpo justificado de Cristo, no por sí, sino por la gracia de Cristo, dijo: No hay dolo en mi lengua.
7 [v.5]. He aquí, Señor, que tú conociste todas las cosas últimas y las antiguas. Conociste mis cosas últimas cuando apacenté puercos, conociste mis cosas antiguas cuando recabé de ti la parte de mi herencia. Las cosas antiguas fueron para mí principio de los males últimos. Lo antiguo es el pecado que cometimos al caer, lo último es el castigo que se nos impuso al venir a parar a esta mortalidad desgraciada y dolorosa. ¡Y ojalá que sea ésta la última! Será la última si queremos volver. Pues hay otra última para los impíos, a quienes se dirá: Id al fuego eterno, que se preparó para el diablo y sus ángeles21. Nosotros, hermanos, hasta aquí hemos abandonado a Dios. Nos baste ya el sufrimiento de la mortalidad de esta vida. Nos acordemos del pan de nuestro Padre, recordemos la felicidad de la casa solariega; no nos deleitemos con las bellotas de los puercos, con la doctrina del demonio. He aquí, Señor, que tú conociste todas las cosas últimas y las antiguas: Las últimas, adonde llegué; las antiguas, por las que te ofendí. Tú me formaste y colocaste tu mano sobre mí. Me formaste, ¿en qué? En esta mortalidad; para el dolor, para el cual todos nacemos. Nadie nace si Dios no le forma en el vientre de su madre. No existe criatura alguna de la cual no sea El Creador. Pero me formaste en este dolor y colocaste tu mano sobre mí: la mano vengadora que abruma al soberbio. Pues saludablemente echaste por tierra al engreído y levantaste al humilde. Tú me formaste y colocaste tu mano sobre mí.
8 [v.6]. Se encumbró tu ciencia, (alejándose) de mí; se robusteció, y no podré acercarme a ella. Esto es un tanto oscuro; pero se entenderá con sumo agrado; oíd atentos. El santo siervo de Dios Moisés, con quien Dios hablaba mediante la nube, puesto que, hablando temporalmente, hablaba con su siervo valiéndose de una criatura, es decir, no por su sustancia, sino sirviéndose de alguna criatura corporal por la cual formase las voces que hieren los mortales y humanos oídos (conoció este modo de hablar de Dios). Pues así hablaba Dios entonces, no como habla en su sustancia. ¿Cómo habla en su sustancia? El habla de Dios es el Verbo de Dios, y el Verbo es Cristo. Este Verbo no suena ni pasa, sino que inmutablemente permanece Verbo, por el cual fueron hechas todas las cosas22. A este Verbo, puesto que es la Sabiduría de Dios, se le dice: Cambiarás todas las cosas y se cambiarán, mas tú siempre eres el mismo23; y en otro sitio, hablando la Escritura de la Sabiduría, dice: Permaneciendo en sí misma, renueva todas las cosas24. Luego subsistiendo la Sabiduría, si es que debe decirse subsistiendo, ya que se dice atendiendo a la inmutabilidad, no a la inmovilidad, y hallándose siempre del mismo modo, sin variar de lugar ni de tiempo, pues en ninguna parte se halla de un modo aquí y de otro allí, en ningún lugar se encuentra de un modo ahora y de otro antes, ella es el habla de Dios. La locuela que se hacía a Moisés, se hacía a un hombre mediante sílabas, mediante sonidos que pasaban. No se hubieran hecho estas cosas si Dios no se hubiera servido de una criatura, por la cual emitiese de este modo la locución y las voces. El santo Moisés conocía que esta locución de Dios se hacía mediante algunas criaturas corpóreas, y por eso deseó y anheló ver el rostro de Dios; y, hablando con Él, le dijo: Si hallé gracia delante de ti, muéstrame a ti mismo. Deseando esto ardientemente, con cierta, si puede decirse, amiga familiaridad, con la que él se dignó hablarle, quisiera forzar a Dios, a fin de ver su rostro y majestad, si es que puede decirse que Dios tiene rostro. Entonces Dios le contesta: No puedes ver mi rostro, porque nadie ve mi rostro y vive después. Pero te colocaré en la cueva de piedra, y pasaré, y pondré delante de ti mi mano, y al pasar verás mis espaldas25. De estas palabras se origina otro enigma, es decir, cierto simbolismo oculto de cosas. Al pasar verás mis espaldas, dice Dios, como si por un lado tuviese rostro y por otro espaldas. Lejos de nosotros pensar algo semejante de aquella majestad. Porque quien piensa esto de Dios, ¿de qué le sirve que estén cerrados los templos de los paganos? Ya fabrica en su corazón un ídolo. Luego en estas palabras se encierran grandes misterios. Hablaba el Señor, como dije, mediante una criatura, como quería hablar a su siervo. En esta ocasión se percibe ya la persona del mismo Señor y Salvador nuestro Jesucristo. El cual, atendiendo a la forma de Dios, por la que es igual al Padre, del mismo modo es invisible a los ojos humanos que el Padre. Si la sabiduría humana no puede verse con los ojos humanos, la Virtud y la Sabiduría de Dios, ¿podrá verse con los ojos de la carne? Pero como era Señor que había de tomar a su debido tiempo la carne para que asimismo apareciese, cuando fuese necesario que apareciese, a los ojos carnales con el fin de curar interiormente la salud de la mente, prediciendo esto, dice figuradamente a Moisés: No puedes ver mi rostro; verás mis espaldas, pero cuando pase. Sin embargo, para que no veas mi rostro pondré mi mano delante de ti. ¿Qué fue el pasar del Señor? Lo que dice el evangelista: Habiendo llegado la hora, Jesús pasa de este mundo al Padre26. Este paso O tránsito lo expresa la palabra Pascha. Lo que en hebreo se dice Pascha, en latín se dice Transitus. ¿Qué significa: No verás mi rostro, pero verás mis espaldas? ¿A quién personificaba Moisés cuando se le dijo: No verás mi rostro, sino: Verás mis espaldas, y esto cuando pase; mas, para que no veas mi rostro, pondré delante de ti mi mano? Llamó su rostro a sus principios, y en cierto modo sus espaldas, al tránsito de este mundo por su pasión. Se manifestó a los judíos; no le conocieron. Moisés los personificaba cuando se le decía: No puedes ver mi rostro. ¿Por qué no vieron a Dios presentado en carne? Porque sintieron sobre ellos el peso de la mano del Señor. De ellos dijo Isaías: (Dios) entorpece el corazón de este pueblo y enturbia sus ojos27. También es la voz de ellos la que se oye en otro salmo: Sentí el peso de tu mano sobre mí28. Luego para que no conociesen entonces la divinidad de Cristo, ya que, si la hubiesen conocido, jamás hubieran crucificado al Señor de la gloria29, y si no le hubieran crucificado no hubiese redimido con su sangre el orbe terráqueo, ¿qué hizo Dios? Lo que dice el Apóstol: (ocultar) la sublimidad de las riquezas, de la sabiduría y ciencia de Dios en donde exclama: ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuan incomprensibles son sus juicios e investigables sus caminos! ¿Quién conoció la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio primero y se le dará el pago? Porque de Él, y por Él, y en Él son todas las cosas; a Él la gloria por los siglos de los siglos. El Apóstol dice esto porque anteriormente había dicho: La ceguedad avino en parte a Israel hasta que entrase la plenitud de las gentes, y así se salvase todo Israel30. Luego en parte se cegaron los judíos debido a su soberbia, puesto que se creían justos; y, cegados, crucificaron al Señor. Colocó delante de ellos su mano para que no le conociesen mientras pasaba, es decir, mientras que iba de este mundo al Padre. Veamos si después de haber pasado vieron sus espaldas. El Señor resucitó; apareció a sus discípulos31 y a todos los que creían ya en Él, pero no a aquellos por quienes fue crucificado, porque había puesto su mano delante de ellos hasta que pasase. Después de haber tratado por espacio de cuarenta días con sus discípulos, subió al cielo; y, cumplido el día cincuenta, el día de Pentecostés, les envió su santo Espíritu, y, llenos del Espíritu Santo, comenzaron a hablar las lenguas de todas las naciones los que habían nacido en una y una sola habían aprendido. Ante milagro tan estupendo, temieron y se estremecieron miles de aquellos que crucificaron al Señor. Compungidos por milagro tan grande, después que les fue anunciado Cristo, al ver que hombres ignorantes hablaban las lenguas de todos, pidieron consejo a los apóstoles sobre lo que debían hacer. Al anunciarles el apóstol San Pedro a Cristo, a quien desprecieron en la cruz y de quien se mofaron como de hombre mortal, a quien ultrajaron porque no bajaba de la cruz, siendo así que fue mayor portento levantarse del sepulcro que bajar de la luz, dijeron, anunciado Cristo: ¿Qué haremos? Los que se ensañaron en Cristo, a quien veían, piden ahora consejo de salud; y se les dice: Haced penitencia y se bautice cada uno de vosotros en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, y se os perdonarán vuestros pecados32. He aquí que vieron las espaldas de Aquel de quien no pudieron ver el rostro, pues su mano se puso delante de sus ojos, no por siempre, sino hasta que pasó. Después de haber pasado, retiró la mano que tenía delante de sus ojos; y, apartada la mano de sus ojos, dicen a sus discípulos: ¿Qué haremos? Primeramente fueron inhumanos, después piadosos; primeramente coléricos, después tímidos; primeramente duros, después flexibles; primeramente ciegos, después iluminados.
9. Pienso que reconoceremos en este salmo voces semejantes de gentiles que recuerdan su infidelidad, puesto que el Apóstol dice: Dios encerró a todos en la incredulidad a fin de compadecerse de todos33. Tú me formaste y colocaste tu mano sobre mí. Tu ciencia se encumbró, (alejándose) de mí; se robusteció, y no podré acercarme a ella. Esto viene a ser el haber colocado tu mano delante de mí. Te hiciste maravilloso para mí; no te comprendo a ti, con quien estaba. ¡Qué afable me era el rostro del padre cuando dije: Dame la herencia que me pertenece! Pero ved que, habiendo marchado a región lejana y consumido por el hambre34, dice: "Padezco demasiado; el dolor está ante mí; no puedo comprender lo que abandoné." Tu ciencia se encumbró, (alejándose) de mí, dice. Debido a mi pecado, aconteció que se encumbró, y fue incomprensible para mí, pues me era asequible contemplarte cuando por la soberbia no te había abandonado. Tu ciencia se encumbró, (alejándose) de mí; se robusteció, y no podré acercarme a ella, pero sobrentiendes por mí mismo. No podré acercarme a ella por mí, ya que, cuando pudiere, no lo podré sino por ti.
10 [v.7]. Ve que hallas en la lejanía al fugitivo, que no puede ocultarse de la vista del que se alejó. ¿Y adonde irá aquel de quien se conoce el término? Oye lo que dice: ¿Adonde irá lejos de tu Espíritu? El Espíritu del Señor llena toda la tierra35. ¿Quién puede huir en el mundo de aquel Espíritu del que está lleno el mundo? ¿Adonde iré lejos de tu Espíritu y adonde huiré de tu rostro? Busca un lugar adonde huir de la ira de Dios.
¿Qué lugar ha de recibir al que huye de Dios? Los hombres que reciben a los fugitivos, les preguntan de dónde han huido. Y, cuando ven que es un siervo de un señor poco potente, le reciben sin temor alguno, diciendo en su corazón: "Este no tiene un señor que pueda seguirle la pista." Sin embargo, cuando oyen que pertenece a un señor poderoso, o no le reciben o le reciben con gran temor, y hacen esto porque el hombre poderoso puede ser engañado. Pero ¿en dónde no está Dios? ¿Quién puede engañarle? ¿A quién no conoce? ¿De qué lugar no hace volver Dios a su fugitivo? ¿Luego adonde huirá este fugitivo de la presencia de Dios? Por eso se vuelve a un lado y a otro como buscando el lugar adonde huir.
11 [v.8]. Si subiere al cielo —dice—, allí estás; si bajare al infierno, estás presente. Por fin has conocido, ¡oh perverso fugitivo!, que de ninguna manera puedes apartarte del que intentaste alejarte. Ve que El está en todos los sitios. ¿Adonde has de huir (lejos de El)? Encontró, pues, el consejo, pero inspirado por aquel que se dignó volverle a llamar. Si subiere al cielo, allí estás; Si bajare al infierno, estás presente. Si me engrío, te hallo reprensor; si me oculto en el abismo, te encuentro inquisidor; y no sólo inquisidor, sino investigador. Si me ensoberbezco por mi justicia, allí estás tú, de quien procede la verdadera justicia. Si pecando caigo en el profundo de los males y desprecio arrepentirme36, diciendo: "¿Quién me ve?37 ¿Quién se arrepintió estando en el infierno?"38, allí te hallas presente para vengarte. ¿Adonde iré que huya de tu rostro, es decir, que no te sienta airado?
12 [v.9]. "Hallé este consejo: huiré de tu rostro; huiré lejos de tu Espíritu; huiré del Espíritu castigador, del rostro vengador de este modo." ¿Cómo? Si tomare mis alas hacia lo derecho y habitare en los confines del mar. Así puedo huir de tu rostro. Si quiere huir del rostro de Dios yéndose a los confines del mar, ¿no estará allí Aquel del que huyó y del que dijo: Si bajare al infierno, allí estás presente? Es de extrañar que no esté en los confines del mar el que ni aun falta de los infiernos. "Pero conocí —dice— cómo he de huir de tu rostro. Tomaré mis alas y las dirigiré hacia el bien, no hacia el mal; de suerte que no me envaneceré presumiendo ni me sumergiré desesperándome." ¿Qué alas pretende tomar? Dos: los dos preceptos de la caridad, en los que se encierra toda la ley y los profetas39. Si tomo estas alas y habito en los confines del mar, puedo huir de tu rostro a tu rostro: de tu rostro airado a tu rostro aplacado.¿Cuál es el confín del mar? El fin del mundo. Poseyendo las dos alas de la caridad, volemos con la esperanza y el deseo hacia allí; no descansemos sino en el confín del mar. Porque, si anhelásemos en otra parte el descanso, nos precipitaríamos en el mar. Volemos hasta el confín del mar; nos sustentemos en el aire con lab dos alas de la caridad. Volemos entre tanto con la esperanza hacia Dios y con esperanza constante reflexionemos en aquel confín del mar.
13 [v.10]. Ved quién nos conduce. El mismo de cuyo rostro airado intentamos huir. ¿Pues qué sigue? Si bajare al infierno, allí estás presente. Si volviese a tomar mis alas hacia lo derecho. Si volviere a tomar, dice; luego las había perdido. Si volviere a tomar mis alas hacia lo derecho, habitaré en los confines del mar, pues allí me conducirá tu mano y me sostendrá tu derecha. Meditemos esto, carísimos hermanos; nuestra esperanza sea nuestro consuelo. Volvamos a tomar, por el amor, las alas que habíamos perdido por la codicia. La codicia se convirtió en liga de nuestras alas; ella nos privó de la libertad de volar, es decir, de aquellas auras de libertad del Espíritu de Dios. De aquí que, anulados, perdimos las alas y en cierto modo caímos cautivos en poder de los cazadores. De aquí que nos redimió con su sangre Aquel de quien huimos al ser cogidos. El nos robustece las alas de sus preceptos, y así las extendemos ya sin la liga. No amemos el mar, sino volemos a los confines del mar. Nadie tiemble, pero nadie presuma de sus alas; porque, aun hallándonos con las alas, si Él no extiende, si Él no conduce, nos precipitaremos en el mar cansados y fatigados por haber presumido de nuestras fuerzas. Es necesario que tengamos alas; y también lo es que El nos conduzca, pues es nuestro ayudador. Tenemos libre albedrío, pero con el mismo libre albedrío, ¿qué podemos si no nos ayuda el que manda? Pues allí me conducirá tu mano y me sostendrá tu derecha.
14 [v.11]. Considerando lo largo del camino, ¿qué se dijo a sí mismo? Y dijo: "Tal vez me oprimirán las tinieblas." He aquí que ya creí en Cristo, que ya me levantan las dos alas de la doble caridad, pero abunda la iniquidad de este mundo; y porque abundó la iniquidad, se enfrió la caridad de muchos. Así dijo el Señor: Porque abundará la iniquidad, se enfriará la caridad de muchos. Hallándome en esta vida entre tantos escándalos, entre tantos pecados, entre tanto tropel de cotidianas tentaciones, de cotidianas sugestiones perversas, ¿qué hago, dice? ¿Cómo llegaré a los confines del mar? Oigo la terrible sentencia del Señor: Porque abundará la iniquidad, se enfriará la caridad de muchos; pero a seguida añadió: El que perseverare hasta el fin se salvará40. Considerando lo largo del camino, me dije: Quizá me oprimirán las tinieblas. Pero la noche será luz en mis delicias. La noche se me convirtió en luz, puesto que desconfié de poder pasar tanto mar durante la noche, y de superar tanto camino, y de llegar hasta el término perseverando hasta el fin; mas esto lo conseguí gracias a Aquel que me buscó habiendo huido yo, que hirió mi espalda con el azote del castigo, que llamándome me apartó de la muerte, que me iluminó la noche. Pues noche es el tiempo que transcurre mientras pasa la vida. Pero ¿cómo se iluminó la noche? Bajando Cristo a la noche. Cristo tomó la carne de este mundo, y así nos iluminó la noche. La mujer que perdió la dracma encendió la lámpara41. La Sabiduría de Dios había perdido la dracma. ¿Qué es la dracma? La moneda en la cual se halla esculpida la imagen de nuestro Emperador, pues el hombre fue hecho a imagen de Dios42 y pereció. ¿Qué hizo la mujer prudente? Encendió la lámpara. La lámpara es de barro, pero tiene luz, con la que se encuentra la dracma. Luego la lámpara de la Sabiduría, la carne de Cristo, está hecha de barro; pero, luciendo con su Verbo, encontró a los perdidos. La noche (es) luz en mis delicias. La noche se me convirtió en delicias. Nuestras delicias son Cristo. Ved de qué modo nos gozamos ahora de Él. Estas aclamaciones vuestras, estos gozos vuestros, ¿de qué dimanan sino de las delicias? ¿Y de dónde provienen estas delicias sino de que se iluminó la noche, de que se nos predicó a Cristo? Porque os buscó antes de que vosotros le buscaseis y os encontró para que le hallaseis. La noche (es) luz en mis delicias.
15 [v.12}. Porque las tinieblas no serán oscurecidas por ti. Tú no entenebrezcas tus tinieblas, pues Dios no las oscurece, sino que más bien las ilumina, porque a Él se le dijo en otro salmo: Tú, Señor, iluminarás mi lámpara; ¡oh Dios mío!, iluminarás mis tinieblas43. ¿Quiénes entenebrecen las tinieblas suyas que Dios no entenebrece? Los hombres malos, los hombres perversos. Al pecar se hacen tinieblas, y al no confesar los pecados que perpetraron, sino que por añadidura los defienden, entenebrecen sus tinieblas. Luego si pecaste, eres tinieblas. Confesando tus tinieblas, merecerás que ellas sean iluminadas; defendiéndolas, las harás más densas. ¿Y cuándo saldrás de las dobles tinieblas tú que en las simples te ves en aprietos? ¿Cómo el Señor no entenebrece tus tinieblas? Porque no nos permite que los pecados queden impunes, pues nos castiga en este infortunio y nos enseña. Sabéis, hermanos, que toda esta miseria del género humano en la que gime el mundo es sufrimiento medicinal, mas no sentencia penal. Veis que el dolor, el miedo, la indigencia y el sufrimiento se hallan en todas las partes. Crece la avaricia, pero en los malos. Si Dios nos libra aquí de tales castigos, para que no se entenebrezcan nuestras tinieblas, reconozcamos que nos hallamos bajo la pena correccional y bendigamos a Dios, que mezcla las amarguras con la dulzura de la vida temporal para que no nos ceguemos con el deleite de las delicias de la vida presente, y, por tanto, no deseemos las delicias eternas ni pretendamos atravesar todo el mar y habitar en sus confines. Se enfurezcan las olas del mar; cuanto más se enfurecen, tanto más se sostiene con sus alas la paloma en el aire. Luego Dios no entenebrece nuestras tinieblas porque propine castigos a nuestros pecados, y amarguras a nuestras depravadas dulzuras. No nos entenebrezcamos defendiendo nuestros pecados, y la noche (será) luz en nuestras delicias. Porque las tinieblas no serán entenebrecidas por ti.
16. Y la noche será iluminada como el día. La noche será como el día. La prosperidad del mundo es día para nosotros, y su adversidad noche. Pero, si reconocemos que padecemos adversidades en razón de nuestros pecados y nos son dulces los azotes del Padre para que no sea amarga la sentencia del juez, entonces consideraremos las tinieblas de esta noche como luz de esta noche. Pero si es noche, ¿cómo es luz? Es noche porque aquí yerra el género humano; es noche porque aún no hemos llegado a aquel día al cual no lo limitan el de ayer y el de mañana, porque es día perpetuo, sin nacimiento y sin ocaso. Luego es noche ésta, pero que tiene cierta luz propia y propias tinieblas. ¿Por qué dije en general que es noche? ¿Y cuál es la luz de esta noche? La prosperidad y la felicidad de este mundo, el gozo y el honor temporal, es como la luz de esta noche. La adversidad, la amargura de las tribulaciones, la bajeza del nacimiento, son como las tinieblas de esta noche. En esta noche, en esta mortalidad de la vida humana, tienen los hombres luz y tinieblas: luz por la prosperidad, tinieblas por la adversidad. Pero tan pronto como hubiere venido el Señor Jesucristo, y hubiere habitado por la fe en el alma, y hubiere prometido otra luz, y hubiere inspirado y dado la paciencia, y hubiere aconsejado al hombre a no deleitarse en las cosas prósperas para que no sucumba en las adversas, comienza el hombre fiel a usar con indiferencia de este mundo, y no se engríe cuando le sobrevienen cosas prósperas ni se abate cuando se le presentan las adversas, sino que bendice a Dios en todo tiempo; no sólo cuando está sano, sino también cuando enferma, de suerte que se da en él este cántico : Bendeciré a Dios en todo tiempo; su alabanza siempre está en mi boca44. Luego si siempre, entonces está cuando brilla esta noche y cuando es oscura; cuando sonríe la prosperidad y cuando se presenta la tristeza de la adversidad. Esté siempre su alabanza en tu boca, y se cumplirá en ti lo que ahora se dijo: Como son sus tinieblas, así también es su luz. No me oprimen sus tinieblas porque no me engríe su luz.
17. Ve aquí que tienes la luz de Él en Job. Sobreabundaba en toda clase de bienes. La primera luz de la noche se describe en sus riquezas. Todas las cosas y la abundancia que tenía de ellas era la luz de su noche. El enemigo pensó que tal varón alababa por ellas a Dios, puesto que le dio todas ellas; y por eso pidió permiso para quitárselas. Entonces tuvieron lugar las tinieblas de aquella noche que primeramente contaba con luz. Sin embargo, Job sabía, ya hubiese allí luz, ya tinieblas, que aquélla era noche en la cual peregrinaba hacia Dios, pues tenía por luz interior a su mismo Dios, por lo cual consideraba indiferente tanto la luz como las tinieblas de aquella noche. Por lo mismo, ya que en la luz de aquella noche, es decir, en la abundancia de las riquezas, adoraba a Dios, al serle quitados todos sus bienes, después de habérsele convertido en tinieblas, ¿qué dijo él? El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; como a Dios le agradó, así se hizo; sea bendito el nombre del Señor45. Me encuentro en cierta noche de esta vida. Pero mi Señor, dice, mora en mi corazón; y El me iluminó con ciertos consuelos en esta noche cuando me dio la abundancia de las cosas corporales. Apartó esta luz temporal y casi se entenebreció en esta noche. Pero así como las tinieblas son de El, así también es la luz. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; como a Dios agradó, así se hizo; sea bendito el nombre del Señor. No me entristezco en esta noche, porque así como las tinieblas son de Él, así también de Él es la luz. Ambas pasan; de suerte que quienes se gozan, se porten como si no se gozasen, y quienes lloran, como si no llorasen46, porque así como las tinieblas son de Él, así es la luz.
18 [v.13]. Porque tú poseíste mis ríñones, ¡oh Señor! No se dijo sin motivo: Así como son las tinieblas de Él, así también es la luz. Es poseedor interior; no sólo posee el corazón, sino también los ríñones; no sólo los pensamientos, sino también las afecciones o deleites. Luego Él posee aquello por lo que deleita la luz de la noche: Él posee mis ríñones. Nada me deleita fuera de la luz interior de su sabiduría. Pero ¿qué? ¿No te deleitas con la prosperidad de los bienes, con la felicidad temporal, con los honores, con las riquezas, con la familia? No me deleito, dice.¿Por qué? Porque como de Él son las tinieblas, así también es la luz. ¿De dónde te proviene esta indiferencia, de suerte que como te son sus tinieblas, así te sea también su luz? ¿De dónde? De que tú poseíste mis ríñones, Señor; de que me amparaste desde el vientre de mi madre. Mientras estuve en el vientre de mi madre, no consideré indiferentemente las tinieblas y la luz de aquella noche, pues el vientre de mi madre fue la costumbre de mi ciudad. ¿Qué ciudad es ésta? La que primeramente me engendró en la cautividad. Conocemos la ciudad de Babilonia, de la cual os hablé ayer; de ella parten todos los que creen y suspiran por la luz, por la celestial Jerusalén. Luego yo dije: "Desde el vientre de mi madre me amparó el Señor; a partir de Él consideré indiferentes las tinieblas y la luz de esta noche." Él que se halla en el seno de aquella madre Babilonia, se goza en las cosas prósperas del mundo y se quiebra en las adversas. Únicamente sabe regocijarse cuando le acontece algo próspero en el tiempo y sólo sabe entristecerse cuando le sobreviene algo adverso temporalmente. Sal ya del seno de Babilonia; comienza a cantar el himno al Señor; sal, nace ya; Dios te amparará desde la salida del vientre de tu madre. ¿Qué Dios? El Dios del apóstol San Pablo, que dijo: Cuando plugo a Dios, que me escogió desde el vientre de mi madre para revelar a su Hijo en mí47. ¿Quién era su madre? La sinagoga. Y en ella, ¿qué había aprendido? Lo que tenían y habían aprendido los judíos, y también el mismo pueblo. En ellos quedaba el nombre de la alabanza de Dios, mas los hechos no se encontraban en ellos. Estaban en ellos las palabras de Dios como Las hojas en los árboles, pero no tenían fruto. Sabéis que, cuando el Señor encontró la higuera desprovista de fruto, al maldecirla se secó. Encontró en ella hojas, mas no fruto; nos simbolizaba a cierto árbol. No era tiempo de que pudiera tener fruto48; pero lo que todos los hombres sabían, ¿lo ignoraba el Creador del cielo y de la tierra? Luego Él, que apartó a Pablo desde el vientre de su madre, nos apartó a nosotros desde el seno de la nuestra. ¿De qué madre nuestra? De aquella Babilonia. Amparados desde aquel seno, comencemos a tener otra esperanza. Prometió, hermanos, algo por lo que os alegréis; dad frutos colocados en esta esperanza. Ya sabemos que sólo es malo ofender a Dios y no ser conducidos a las cosas que prometió, y que sólo es bueno merecer a Dios y ser conducidos a las cosas que prometió. ¿Qué son los bienes y los males de este mundo? Los poseamos con indiferencia. Como ya hemos sido amparados desde el vientre de aquella madre nuestra, poseyéndolos con indiferencia decimos: Como de Él son las tinieblas, así también es la luz. Por tanto, ni la felicidad del mundo nos hace dichosos, ni la adversidad desgraciados. Es necesario poseer la justicia, amar la fe, esperar en Dios, amar a Dios, y también al prójimo. Después de estos trabajos poseeremos la luz indeficiente, el día sin ocaso. Todo lo que hay en esta noche de brillante y tenebroso pasa. Porque tú poseíste mis ríñones, Señor; me amparaste desde el vientre de mi madre.
19 [v.14]. Te alabaré, Señor, porque asombrosamente has sido engrandecido. Asombrosamente has sido engrandecido: por lo mismo que te admiramos, eres asombroso; con temor, pues, no gozamos. Tememos, no sea que, debido a tus dones, engreídos por la soberbia, merezcamos perder lo que recibimos por la humildad. Te alabaré, Señor, porque asombrosamente has sido engrandecido. Maravillosas son tus obras, y mi alma lo conoce en gran manera. Ya conoce mi alma en gran manera, puesto que me amparaste desde el vientre de mi madre. Antes se encumbró tu ciencia, alejándose de mí; se robusteció, y no podía acercarme a ella. Luego se robusteció alejándose de mí, y no podía conseguirla. ¿Cómo ahora la conoce mi alma en gran manera? Porque la noche es luz en mis delicias; porque vino a mí tu gracia e iluminó mis tinieblas; porque tú poseíste mis ríñones; porque tú me amparaste desde el vientre de mi madre.
20 [v.15]. No se ocultó a ti mi hueso, que formaste en lo oculto. Denomina os suum, su hueso, a lo que el vulgo llama ossum; pero en latín se dice os, hueso, pues esto es lo que se consigna en el códice griego (ostoun). Aquí podríamos creer que se trataba de la palabra os, que procede de ora, boca o rostro; pero el vulgo no empleó la palabra os, que procede de ossa, los huesos. No se ocultó a ti mi hueso —dice—, que formaste en lo oculto. Tengo en lo oculto quoddam ossum, cierto hueso. Hablo así porque prefiero que me reprenda el gramático a que no entienda el pueblo. Luego interiormente se halla cierto hueso mío en lo escondido. Tú me formaste interiormente un hueso en lo escondido, que no está escondido para ti. Le formaste en lo oculto. Pero ¿acaso te está oculto? Los hombres no ven, los hombres no conocen este hueso mío hecho por ti en lo escondido; pero tú que le hiciste le conoces. ¿A qué hueso se refiere, hermanos? Busquémoslo; se halla en lo oculto. Pero como hablo como cristiano, en nombre del Señor, a los cristianos, ahora encontraremos cuál sea este hueso. Interiormente existe cierta fortaleza, ya que en los huesos hay fortaleza y firmeza. Luego existe fortaleza del alma que no se quiebra. Se ensañen por todas partes cualesquiera clase de tormentos, de tribulaciones, de adversidades de este mundo; lo que Dios hizo firme en lo escondido no puede quebrarse en nosotros, no puede derrumbarse. Por el Señor fue hecha cierta firmeza de paciencia nuestra, de la cual se dice en otro salmo: Mi alma se sujeta a Dios, porque de Él procede mi paciencia49. Oye lo que dice el apóstol San Pablo, que interiormente posee esta clase de firmeza: Como tristes, pero siempre alegres50. ¿Por qué cosas aparece como triste? Por los ultrajes, por los oprobios, por las persecuciones, por los azotes, por los castigos, por los apedreamientos, por las cárceles, por las prisiones. ¿Quién en estas circunstancias no los consideraba desgraciados? Ni los mismos perseguidores se hubieran ensañado en ellos si no creyesen que les hacían desgraciados con sus persecuciones. Ellos por su debilidad conjeturaban que éstos no tenían en su interior hueso oculto; pero como lo tenían, se mostraban exteriormente tristes a los hombres e interiormente se gozaban en Dios, a quien no se ocultaba el hueso que había hecho en lo oculto. El apóstol San Pablo descubre este hueso, hecho en lo oculto por Dios, con estas palabras: ...Y no sólo esto, sino que aun nos gloriamos en las tribulaciones. ¿Es poco no estar triste? ¿Debes además gloriarte? A ti te baste no estar triste. Esto es poco, dice, para los cristianos. Tal hueso hizo para mí en lo oculto, que es poco no quebrarse; debe, además, gloriarse. ¿En qué has de gloriarte? En las tribulaciones, sabiendo que la tribulación labra la paciencia. Ve cómo se formó aquella firmeza interiormente en el corazón: Sabiendo que la tribulación labra paciencia; la paciencia, prueba; la prueba, esperanza; la esperanza no sonroja, porque la caridad de Dios se difundió en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado51. Así fue formado y afianzado aquel hueso escondido para hacer que nos gloriásemos en las tribulaciones. Pero aparecemos miserables a los hombres, porque se halla escondido para ellos lo que interiormente tenemos. No se ocultó a ti mi hueso, que formaste en lo oculto; ni mi sustancia, que se halla en la parte inferior de la tierra. Ved que mi sustancia se halla en la carne; en la parte inferior de la tierra esta mi sustancia; pero, sin embargo, tengo interiormente el hueso, que me formaste, que me da fortaleza para no rendirme en todas las persecuciones de esta región inferior, en donde aún se halla mi sustancia. No es cosa grande que el ángel sea fuerte. Sin embargo, lo es que la carne lo sea. ¿Y de dónde le viene la fortaleza a la carne, de dónde le viene la fortaleza al vaso de barro? De que se hizo allí el hueso en lo escondido. Mi sustancia se halla en la parte inferior de la tierra.
21 [v.16]. ¿Y qué diremos de aquellos que son menos fuertes? Ya recordé que Cristo es el que habla en el salmo. Se dijeron muchas cosas en persona del Cuerpo; oye otras en persona de la Cabeza. El salmista apenas las distingue, de suerte que presenta a las personas indistintamente: ya como Cabeza, ya como Cuerpo. Pues, si las sepárese, sería como si las dividiese, y entonces no serían dos en una carne52. Pero, si son dos en una carne, no te admires de que sean dos en una voz. Cuando nuestro Señor Jesucristo padeció, aún no tenían este hueso interior los discípulos, aún no se había consolidado en ellos la fortaleza de la paciencia; se desconocían a sí mismos e ignoraban sus fuerzas; sin embargo, Pedro se atrevió a prometer acompañar a su Señor en la pasión sin saber que estaba débil; pero el Médico conocía su debilidad. ¿Qué aconteció? Que dijo: Iré contigo hasta la muerte; mas el Señor le contestó: En verdad te digo que, antes de que cante el gallo, me negarás tres veces53. Y se comprobó que la contestación del Médico fue más verdadera que la presunción del enfermo. Luego de éstos dice: No se ocultó a ti mi hueso, que formaste en lo oculto. En éstos se halla intrínsecamente fortalecido el mismo hueso, y principalmente la solidez de la pasión de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, que cuando quiso se sentó (se humilló), cuando quiso resucitó, cuando quiso se durmió y cuando quiso despertó, porque dice: Tengo poder para entregar mi vida y poder para tomarla de nuevo54. ¿Qué dice de aquellos en quienes no se había formado ni afianzado aquella fortaleza? ¿Qué dice de ellos? Ved lo que dice a Dios Padre: Tus ojos vieron a mi imperfecto. A mi imperfecto, a mi Pedro, que promete y niega, que presume y desfallece; sin embargo, le vieron tus ojos. Efectivamente así sucedió, porque el mismo Señor le miró, según se consigna en el Evangelio; y, recordando ya después de la tercera negación lo que le había predicho el Señor, salió fuera y lloró amargamente55. Aquel llanto dimanó de la mirada de Dios, porque vieron tus ojos —dice el salmista— a mi imperfecto. Aquel imperfecto, vacilando en la pasión del Señor, sin duda hubiera perecido, pero le vieron tus ojos: y no sólo a él, sino a todos los que fueron imperfectos hasta que se afianzaron con la resurrección de Cristo. Pues se manifestó a sus ojos que no pereció en el Señor lo que había muerto; y de este modo se formó aquel hueso en lo escondido de ellos, no temiendo ya morir ellos mismos. Tus ojos vieron a mi imperfecto y en tu libro todos se hallarán escritos; no sólo los perfectos, sino también los imperfectos. No teman los imperfectos; progresen solamente. Pero no porque dije "no teman" han de amar la imperfección, y, por lo mismo, han de permanecer en donde se encuentran. Progresen tanto cuanto puedan. Añadan algo cotidianamente, se acerquen todos los días un poquito; no se aparten del Cuerpo del Señor, para que así, estando en su Cuerpo y hallándose entrelazados en estos miembros, puedan merecer que por ellos se consignó esta sentencia: Tus ojos vieron a mi imperfecto y en tu libro todos se hallarán escritos.
22. Errarán durante el día, y nadie de ellos (dejará de errar). Nuestro Señor Jesucristo era aquí el día; por eso decía: Caminad mientras tenéis el día56. Pero sus imperfectos erraron durante el día. Creyeron que nuestro Señor Jesucristo era únicamente hombre, que no poseía en sí la oculta divinidad, que no era Dios, sino sólo lo que aparecía. Esto también lo creyeron ellos; pues el mismo San Pedro, y principalmente hablo de él, en el cual se nos ofreció un ejemplo de debilidad esperanzada, había dicho al Señor al preguntar a los discípulos qué pensaban de él los hombres: Tú eres el el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Entonces el Señor le contestó: Bienaventurado eres, Simón Bar—Yona, porque esto no te lo reveló la carne ni la sangre, sino mi Padre, que está en los cielos. ¿Por qué (le dice esto)? Porque había confesado que era Hijo de Dios. Sin embargo, allí poco después, en el mismo lugar, en la misma trabazón del discurso, comenzó el Señor a hablar de su futura pasión; entonces aquel Pedro que ya le había confesado Hijo de Dios, temió que muriese como hijo de hombre. Era Hijo de Dios, era también hijo de hombre: Hijo de Dios por la forma de Dios, igual al Padre, e hijo de hombre por la forma de siervo57, por la cual es menor que el Padre58. Ciertamente que había de soportar la pasión en cuanto a la forma de siervo. ¿Por qué temió Pedro que pereciese la forma de Dios en la forma de siervo, y más bien no conjeturó que por la forma de Dios revivía la forma de siervo? Pues le dice: Aparta, Señor, esta idea de ti. Dios te será propicio. Entonces el Señor, con la misma voz con que le había llamado bienaventurado, le dice: Quítate de delante de mí, Satanás, pues no percibes las cosas de Dios, sino las de los hombres59. Así, pues, el que ya había dicho: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo, y que oyó: Esto no te lo reveló la carne ni la sangre, sino mi Padre, que está en los cielos, y por eso eres piedra, por eso eres bienaventurado; ahora, puesto que no hablaba por revelación del Padre, sino por la flaqueza de la carne, fue llamado Satanás, pues no percibes las cosas de Dios, sino las de los hombres. Aquí estaba Cristo, hermanos; caminaba entre ellos, mandaba a los vientos60, paseaba por las olas del mar delante de ellos61, resucitaba a un muerto de cuatro días62, delante de ellos hacía infinidad de milagros, y, con todo, temblaron en su pasión como si hubieran perdido a Aquel de quien en vano habían confiado. Errarán por el día, y nadie de ellos (dejará de padecer este error). Nadie en absoluto, ni el que dijo: Iré contigo hasta la muerte. El les había dicho: Llega la hora en la que me dejaréis solo y cada uno de vosotros irá por su parte; pero no estoy solo, porque conmigo está el Padre63. Con Él estaba el Padre, y Él con el Padre. El Padre estaba en Él, y Él en el Padre; y Él y el Padre son Uno64. Pero ellos temieron que muriese. ¿Por qué? Porque erraron durante el día y nadie hubo entre ellos que no errase. Errarán durante el día, y nadie de ellos (dejará de errar).
23 [v.17]. ¿Pero qué significa: Errarán durante el día? ¿Por ventura perecerán? Entonces ¿a qué aquello: Tus ojos vieron a mi imperfecto y en tu libro todos se hallarán escritos? ¿Cuándo erraron durante el día? Cuando no conocieron al Señor, que se encontraba aquí. ¿Qué sigue? Tus amigos han sido honrados sobremanera para mí, ¡oh Dios! Los mismos que erraron durante el día, y nadie hubo entre ellos que no errase, se han hecho tus amigos y sobremanera han sido honrados para mí. Se formó en ellos el hueso en lo oculto después de la resurrección del Señor y por su nombre padecieron los que temblaron en su pasión. Tus amigos, ¡oh Dios!, han sido honrados sobremanera para mí; grandemente se ha consolidado su principado. Hechos apóstoles, hechos guías de la Iglesia, hechos carneros conductores del rebaño, grandemente se ha consolidado su principado.
24 [v.18]. Los contaré y se multiplicarán sobre la arena. Por aquellos que erraron durante el día, y nadie hubo entre ellos que no errase, ved que nació esta tan inmensa muchedumbre, que ya, como arena, sólo por Dios puede contarse. Dijo: Se multiplicarán sobre la arena; y, con todo, también dijo: Los contaré. Contados ellos mismos, se multiplicarán sobre la arena. Sin duda, la arena está contada por Aquel que tiene contados los cabellos de nuestra cabeza65. Los contaré, y se multiplicarán sobre la arena.
25. Me levanté, y aún estoy contigo. ¿Qué quiere decir: Me levanté, y aún estoy contigo? Padecí, fui sepultado; pero me levanté, y aún no se dan cuenta que no estoy con ellos. Aún estoy contigo, es decir, aún no estoy con ellos, porque todavía no me conocen, pues se lee en el Evangelio que después de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, al aparecerse, no fue reconocido de momento66. También tiene esto otro sentido: Me levanté, y aún estoy contigo; a saber, que quiso señalar el tiempo en el que aún está oculto a la derecha del Padre hasta que se manifieste en esplendor, con el que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
26 [v.19-20]. A continuación declara lo que padecerá aquí, en el mundo, en su Cuerpo, que es la Iglesia, durante todo este tiempo, desde que resucitó y está junto al Padre hasta que venga, por la mezcla de los pecadores y por la separación de los herejes. Pues prosigue y dice: Si matares, ¡oh Dios!, a los pecadores; varones sanguinarios, apartaos de mí, porque dirás en el pensamiento: "Recibirán vanamente sus ciudades." Parece que debe entrelazarse el orden de las palabras de este modo: Si matares, ¡oh Dios!, a los pecadores, recibirán vanamente sus ciudades, si quiere que se entiendan por matados aquellos que, al engreírse por la soberbia, pierden la gracia, por la que viven, pues el Espíritu Santo huirá de lo fingido de la disciplina y se apartará de las mentes que no entienden67. De este modo son matados los pecadores, porque, entenebrecidos en la inteligencia, se apartan de la vida de Dios68. Desdeñan la confesión por el engreimiento, y entonces se cumple en estos muertos lo que se escribió: La confesión o alabanza del muerto perece como si no existiese69. Y así recibirán vanamente sus ciudades, es decir, sus pueblos vanos, los cuales siguen su vanidad, ya que, hinchados con el nombre de justicia, inducen a que, roto el vínculo de la unidad, los sigan, como a justos, los ciegos y los ignorantes. Y como muchas veces, al censurar a los malos, con quienes fingen no tener parte, toman pie para separarse de la unidad de Cristo; y, además, como suele ocurrir que no sólo difamen a los inocentes, de los que como de malos simulan huir, sino que también ensalcen cosas verdaderas y rectas de algunos malos semejantes a ellos, entre los que gime, conservando el vínculo de la unidad el trigo de Cristo; por eso interpuso el inciso siguiente: Varones sanguinarios, apartaos de mí, porque dirás en el pensamiento: "Recibirán vanamente sus ciudades'', es decir, arrastrarán a su propia separación a sus pueblos corrompiéndolos con su vanidad, porque tú dirás en el pensamiento: Varones sanguinarios, apartaos de mí. De suerte que, como pecadores matados en el espíritu, reciban sus ciudades, esto es, sus pueblos, en la vanidad; es decir, separándolos, los traspasen a la vanidad del error; y, como ofendidos por la mezcla de las pajas, abandonen el trigo, rompiendo la unidad; porque al mismo trigo, es decir, a los fieles buenos, le aconseja que antes de la bielda, que ha de tener lugar en el último tiempo, no se aparte abiertamente de los malos, para que no acontezca que abandone a los buenos mezclados aún con los malos, sino que, por el buen trato y el disimulo de la vida, en cierto modo les diga tácitamente: Varones sanguinarios, apartaos de mi. Esto les dice por la palabra de Dios, la cual se halla en el pensamiento, como Dios la pronuncia en el pensamiento de su santo pueblo. ¿Quiénes son los varones sanguinarios? Los que odian a los hermanos, conforme lo dice San Juan: El que odia a su hermano es homicida70. Luego, no entendiendo los pecadores muertos cómo diga Dios a los malos en el pensamiento de los buenos: Varones sanguinarios, apartados de mí, los acusan en sociedad de los malos, y, apartándose ellos por estas calumnias, reciben en la vanidad a sus ciudades. Este dicho que ahora se dice a los malos en el pensamiento de los buenos será manifiesto en el día en que se les diga por nuestra Cabeza: jamás os conocí; apartaos de mí todos los que obrasteis iniquidad71.
27 [v.21]. Ahora dice el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia: ¿Por qué me calumnian los soberbios como si me manchasen los pecados ajenos, y, por lo mismo, separándose ellos de mí, reciben en la vanidad a sus ciudades? ¿Por ventura no odié, Señor, a los que te odian? ¿Por qué me exigen los peores también la separación corporal de los malos? ¿Por qué exigen que antes del tiempo de la siega se arranque, a una con la cizaña, el trigo72; que antes de la bielda pierda el valor o la paciencia de soportar la paja73; que antes de que todas las clases de peces se aparten al fin del mundo como a la playa, para ser separados, rompa las redes de la paz y de la unidad?74 ¿Por ventura los sacramentos que recibo son de los malos? ¿Acaso comunico consintiendo en los hechos de la vida de ellos? ¿Por ventura no odié, Señor, a los que te odian y me reconsumía por causa de tus enemigos? ¿Acaso no me devoraba el celo de tu casa75, y veía a los insensatos y me consumí? ¿Por ventura no se apoderaba de mí el enfado a causa de los pecadores que abandonaban tu ley?76 ¿Quiénes son tus enemigos? Los que denuncian con su vida que odian tu ley. Luego odiando a éstos, ¿por qué me calumnian los que toman vanamente a sus ciudades, basándose en que pueden imputarme sus pecados, los que odié, y sobre los que el celo de la casa del Señor me devoraba? Pero entonces, ¿ qué decir de este precepto : Amad a vuestros enemigos?¿Acaso porque dijo vuestros no lo son de Dios? Haced bien —dijo— a los que os odian; no dice "que odian a Dios". Por eso, prosiguiendo, dijo éste: ¿Por ventura no odié, Señor, a los que te odian?; no dijo "a los que me odian". Y me reconsumía por causa de tus enemigos. Dijo de tus, no "de mis". Pero los que nos odiaron porque servimos a Dios, y por eso son nuestros enemigos,¿qué hacen si no es odiarle a Él y ser sus enemigos? Luego ¿acaso no debemos amar a tales enemigos nuestros? ¿O quizá no padecen persecución por Dios aquellos a quienes se dice: Orad por los que os persiguen?77 Luego atiende a lo que sigue.
28 [v.22]. Los odiaba con odio perfecto. ¿Qué quiere decir con odio perfecto? Que odiaba en ellos sus iniquidades y que amaba tu criatura. El odiar con odio perfecto consiste en no odiar a los hombres por los vicios y en no amar a los vicios por los hombres. Pues atiende a lo que añade: Se me hicieron enemigos declarados; ya manifestó que no son tan sólo enemigos de Dios, sino también suyos. Luego ¿cómo se compagina en ellos lo que éste dijo: Por ventura no odié a los que te odian; y lo que mandó el Señor: Amad a vuestros enemigos? ¿Cómo cumple esto? Con aquel odio perfecto, de suerte que odia en ellos aquello por lo que son inicuos y ama aquello por lo que son hombres. Pues también en el tiempo del Viejo Testamento, en el que el pueblo carnal era castigado con visibles calamidades, el hombre que pertenecía por el conocimiento al Nuevo Testamento, el siervo de Dios Moisés, ¿cómo odiaba a los pecadores, siendo así que oraba por ellos? ¿Y cómo no los odiaba, siendo así que los mataba? Porque los odiaba con odio perfecto. Con tal perfección odiaba la iniquidad que castigaba, que al mismo tiempo amaba la humanidad por la que oraba.
29 [v.23]. Luego como el Cuerpo de Cristo ha de ser apartado al fin del mundo de los inicuos y perversos y gime ahora mientras tanto entre ellos, y como aquellos pecadores muertos que calumnian a los buenos por el trato con los malos, y que más bien se separan de los buenos e inocentes por motivo de los malos, de tal modo toman vanamente a sus ciudades, que aún faltan muchos malos que no les siguen en su separación, sino que permanecen en la misma mezcla que debe ser tolerada por los buenos hasta el fin, ¿qué hace entre estos acontecimientos el Cuerpo de Cristo, ya lleve el fruto del ciento, del sesenta o del treinta por uno tolerando?78 ¿Qué hace la allegada a Cristo en medio de las hijas como lirio entre espinas?79 ¿Cuál es su voz? ¿Cuál su conciencia? ¿Cuál la hermosura interior de la hija del Rey?80 Oye lo que dice: Pruébame, Dios, y conoce mi corazón. Tú que eres Dios, prueba, conoce; no el hombre, no el hereje, que no sabe probar ni puede conocer mi corazón, en el cual tú pruebas y sabes que no consiento en los hechos de los perversos y ellos piensan que pudo contaminarme por los pecados ajenos; para que así, mientras que yo hago en mi lejana peregrinación lo que suspiro en otro salmo, a saber, con aquellos que odian la paz soy pacifico81, hasta que llegue a la visión de paz, es decir, a Jerusalén, que es la madre de todos nosotros, ciudad eterna que se halla en el cielo, ellos, litigando, calumniando y separándose, reciban, no ciertamente en eternidad, sino en vanidad, a sus ciudades. Luego pruébame, Dios, y conoce mi corazón; escudríñame y conoce mis sendas ¿Pata, qué? Atiende a lo que sigue.
30 [v.24]. Y mira —dice— si en mí hay camino de iniquidad y guíame al camino eterno. Escudriña —dice— mis sendas, esto es, mis dictámenes y pensamientos, y mira si en mí hay camino de iniquidad, ya obrando, ya consintiendo, y guíame al camino eterno, ¿Qué otra cosa dice sino "guíame a Cristo"? ¿Quién es el camino eterno sino el que es la vida eterna? Eterno es el que dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida82. Luego si encuentras algo en mi camino que desagrade a tus ojos, ya que mi vida es mortal, tú guíame al camino eterno, en el cual no hay iniquidad; porque, si alguno pecare, tenemos abogado ante el Padre, a Cristo Jesús. El es propiciador por nuestros pecados83. El es camino eterno sin error, El es la vida eterna, sin pena de muerte.
31. Grandes misterios se han descubierto, hermanos, ¿Cómo habla con nosotros el Espíritu de Dios? ¿Cómo nos ofrece sus deleites en esta noche de la vida? ¿Qué es esto, os pregunto, hermanos? ¿Cómo es que tanto son más dulces estas cosas cuanto más oscuras? Dios nos prepara de un modo admirable una medicina para su amor. Engrandece de tal suerte sus palabras que, al exponer las cosas, que conocíais ya vosotros; como brotaban de pasajes que os parecían oscuros, se engendraba, por decirlo así, un conocimiento nuevo. ¿Por ventura no conocíais ya, hermanos, que en la Iglesia de Dios han de ser tolerados los malos y no hay que provocar cismas? ¿Por ventura no sabíais ya que dentro de aquella red que capturó buenos y malos peces deben ser arrastrados con paciencia hasta la playa, y no debe romperse la red, puesto que en la playa han de ser separados los buenos, echándolos a la banasta, y arrojados los malos? Ya conocíais todas estas cosas; sin embargo, no entendíais los versillos de este salmo; pero se expuso lo que no entendíais, y así se renovó y refrescó lo que sabiais.