SALMO 137

Traductor: Balbino Martín Pérez, OSA

[Canto de acción de gracias]

SERMÓN

1 [v.1] El título del salmo es breve y sencillo; por eso no nos detendrá su exposición. Sabéis a quién simboliza David: nos reconozcamos a nosotros en él, porque somos miembros de su Cuerpo. Reconozcamos aquí la voz que hemos oído de la Iglesia cantante y al mismo tiempo nos alegremos, porque merecimos hallarnos en ella. El título íntegro es; Para David. Luego veamos por qué para David.

2. Te confesaré, ¡oh Señor!, con todo mi corazón. Suele indicarnos el título qué se contiene dentro del salmo. Aquí, como el título no indica esto, sino únicamente a quién se canta, el primer versillo declara lo que se hace en todo el salmo, diciendo: Te confesaré, ¡oh Señor!, con todo mi corazón. Oigamos esta confesión. Os recuerdo ante todo que la confesión en la Escritura, cuando se confiesa a Dios, suele ser de dos modos distintos: o de pecados o de alabanzas. La confesión de pecados nadie la ignora, pero la de alabanzas la advierten pocos. Tan conocida es la confesión de los pecados, que, cuando se oye en cualquier lugar de la Escritura: confitebor tibi Domine; aut confitebimur tibi, te confesaré, Señor, o te confesaremos; inmediatamente, por la costumbre de entender así, corren las manos a golpear el pecho; y hasta tal punto acontece esto, que únicamente suelen entender los hombres por confesión la de los pecados. Pero ¿acaso fue pecador nuestro Señor Jesucristo, el cual dice en el Evangelio: Te confieso, ¡oh Padre!, Señor del cielo y de la tierra? Y, prosiguiendo, declara qué cosa le confiesa para que entendiésemos que se trataba de confesión de alabanza, no de pecados: Te confieso, ¡oh Padre!, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeñuelos1. Alabó al Padre, Alabo a Dios, porque no despreció a los humildes, sino a los soberbios. También aquí hemos de oír esta confesión de alabanza y de congratulación a Dios. Te confesaré (te alabaré), ¡oh Señor!, con todo mi corazón. Coloco todo mi corazón sobre el ara de tu confesión; te ofrezco un holocausto de alabanza. Se llama holocausto el sacrificio que se quema por completo. En griego se dice olon, y en latín lotum. Ve cómo ofrece el holocausto espiritual el que dice: Te alabaré, ¡oh Señor!, con todo mi corazón. Abrásese, dice, todo mi corazón con la llama de tu amor; nada me reserve para mí, ni aquello por lo que a mí mismo toca; me quemaré todo para ti, todo arderé para ti; te amaré con todo mi corazón, como inflamado por ti. Te confesaré o alabaré, ¡oh Señor!, con todo mi corazón, porque oíste las palabras de mi boca. ¿De qué boca mía? De la de mi corazón, pues allí poseemos la voz que Dios oye, y que de ningún modo percibe el oído humano. Gritaban, sin duda, los que acusaban a Susana y no elevaban los ojos al cielo; ella, por el contrario, callaba, pero clamaba en su corazón, por lo cual ella mereció ser oída y ellos ser castigados2. Existe una boca interior; allí rogamos y por ella rogamos; y, si preparamos hospedería o casa al Señor, allí hablamos y allí somos oídos, pues no está situado lejos de cada uno de nosotros Aquel en quien vivimos, nos movemos, y somos3. Únicamente te aleja de Dios la iniquidad. Echa por tierra la interpuesta pared del pecado, y estarás con Aquel a quien pides. Oíste —dice— las palabras de mi boca; te alabaré.

3. Y delante de los ángeles te salmearé. No salmearé delante de los hombres, sino delante de los ángeles. Mi salterio es mi gozo; pero el gozo mío, que procede de las cosas inferiores, es el gozo que manifiesto delante de los hombres; el gozo de las cosas superiores es el que demuestro delante de los ángeles. El impío no conoce el gozo del justo: El gozo no es de los impíos, dice el Señor4. El impío se alegra en la taberna, el mártir en la cárcel. ¡Cómo se alegraba Santa Crispina, de la cual hoy celebramos su fiesta! Se alegraba al ser apresada, al ser conducida delante del juez; cuando era introducida en la cárcel, cuando, amarrada, se la presentaba ante las turbas, cuando era levantada en el potro, cuando era juzgada, cuando era condenada; en todas circunstancias se alegraba, y los miserables tenían por desgraciada a la que se alegraba delante de los ángeles.

4 [v.2]. Adoré en tu santo templo. ¿Cuál es tu santo templo? Aquel en donde habitaremos, en donde adoraremos. Corramos para adorar. Hallándose embarazado nuestro corazón, está, para dar a luz, y busca en dónde parir. ¿Cuál es el lugar en donde Dios debe ser adorado? ¿Qué mundo, qué edificio, qué trono entre el cielo y las estrellas? Investigamos las santas Escrituras, y encontramos en el libro de los Proverbios las siguientes palabras de la Sabiduría: Yo estaba con El, yo me deleitaba cada día. Nos declara sus obras y nos muestra su trono. ¿Qué trono? Cuando establecía —dice— las nubes impetuosas en lo alto, cuando aislaba su trono por encima de los vientos5. Su trono es su templo. Luego ¿adónde iremos? ¿Hemos de adorar sobre los vientos? Si se adora sobre los vientos, nos aventajan las aves. Pero si entendemos por vientos las almas, es decir que bajo el nombre de viento se hallan simbolizadas las almas, conforme dice en cierto lugar la Escritura: Voló sobre las alas de los vientos6; es decir, sobre las virtudes o el poder de las almas; y de aquí que el soplo de Dios se llama alma7, como si fuese viento; no porque se entienda este viento o soplo del que percibimos la sustancia al ser arrojado, sino porque bajo su nombre se indica algo invisible, que no puede verse por los ojos, ni percibirse por el oído, ni introducirse en el olfato, ni ser gustado en el paladar, ni ser tocado por las manos; el cual es, sin duda, cierta vida por la que vivimos, y que se llama alma; si entendemos los vientos por las almas, no hay por qué buscar alas materiales para que con las aves volemos hacia el templo de Dios para adorarle, sino que sobre nosotros hallaremos que está sentado Dios si queremos ser sus fieles. Ved si esto no es lo que dice el Apóstol: El templo de Dios que sois vosotros es santo8. Sin embargo, es cierto y evidente que Dios habita en los ángeles. Luego cuando nuestro gozo proveniente de las cosas espirituales, no de los bienes terrenos, comienza a cantar el cántico a Dios para salmear delante de los ángeles, la misma congregación de los ángeles es templo de Dios y adoramos en su templo. La Iglesia de abajo y la Iglesia de arriba: la Iglesia de abajo en todos los fieles y la Iglesia de arriba en todos los ángeles. Pero el Señor de los Ángeles descendió a la Iglesia de abajo, y a Él, que nos sirvió a nosotros, le sirvieron en la tierra los ángeles9. No vine —dice— a ser servido, sino a servir10. ¿Qué nos proporcionó sino lo que hoy comemos y bebemos? Luego, habiéndonos servido el Señor de los ángeles, no desconfiemos de ser más tarde iguales a los ángeles. El que es mayor que los ángeles bajó al hombre, y el Creador de los ángeles tomó al hombre; el Señor de los ángeles murió por el hombre. Luego adoraré en tu santo templo. Entiendo por tu templo no el hecho por mano, sino aquel que tú te hiciste para ti.

5. Y alabaré tu nombre por tu misericordia y por tu verdad. Por estas dos cosas alabaremos, pues así se lee también en otro salmo: Todos los caminos del Señor son misericordia y verdad11. Por estas dos cosas alabaremos: por tu misericordia y por tu verdad. Por la misericordia miraste al pecador, por la verdad le diste la promesa. Luego por tu misericordia y verdad te alabaré. Conforme a mis fuerzas, te devuelvo estas cosas que me diste obrando misericordia y verdad: misericordia socorriendo y verdad juzgando. Por ellas somos ayudados por Dios, por ellas merecemos a Dios. Luego con razón todos los caminos del Señor son misericordia y verdad. No hay otros caminos por los cuales venga a nosotros, no hay otros caminos por los que vayamos nosotros a Él.

6. Porque engrandeciste sobre todo tu santo nombre. ¿Qué congratulación es ésta, hermanos? Engrandeció su santo nombre sobre Abrahán, pues creyó Abrahán a Dios, y se le imputó a justicia12. Todas las demás naciones inmolaban a los ídolos, servían a los demonios. De Abrahán nació Isaac, y Dios fue engrandecido sobre aquella casa; de él nació Jacob, y Dios, engrandecido, dice: Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob13. De Jacob procedieron doce hijos, y de ellos el pueblo de Israel, librado de Egipto, conducido a través del mar Rojo, ejercitado en el desierto y colocado en la tierra prometida habiendo arrojado de ella a sus gentes. Fue engrandecido el nombre del Señor sobre Israel. De aquí procedió la Virgen María, de aquí nuestro Señor Jesucristo, que murió por nuestros pecados, que resucitó por nuestra justificación14, que llenó a los fieles del Espíritu Santo y mandó predicar entre las gentes: Haced penitencia, porque se acercó el reino de los cielos15. Ved, pues, cómo engrandeció sobre todo su santo nombre.

7 [v.3]. En cualquier día que te invocare, al instante óyeme. ¿Por qué al instante? Porque tú dijiste: Te hallarás todavía hablando, y diré: "Aquí estoy."16 ¿Por qué al instante? Porque ya no me dirijo a la felicidad terrena, pues aprendí el santo deseo del Nuevo Testamento. No pido ni la fecundidad de la carne, ni la salud temporal, ni la sumisión de los enemigos, ni las riquezas, ni los honores; nada de esto pido; por eso óyeme pronto. Porque me enseñaste lo que he de pedir, dame lo que pido. Digamos a éste: ¿Pides algo parecido? Oigamos; declare su petición y veamos qué pide, y aprendamos por él a pedir para que merezcamos recibir. Habías venido hoy a la iglesia a pedir no sé qué. ¿Qué pensamos que habías venido a pedir? Habías venido con tu deseo; no sé con qué. ¡Ojalá fuese inocente, aunque fuese carnal! Pero aparta a un lado la iniquidad, aparta la carnalidad; aprende qué has de pedir, atiende a la fiesta que hoy celebras. Celebras el natalicio de la santa y bienaventurada mujer Crispina y quizá deseas la felicidad terrena. Ella, por el santo deseo, abandonó la felicidad que tenía en la tierra; dejó los hijos llorosos y quejumbrosos, como si fuese una madre cruel, puesto que la que se apresuraba a conseguir la corona divina parecía que había perdido la compasión humana. ¿Por ventura ignoraba lo que anhelaba, lo que pisoteaba? Por el contrario, sabía salmear delante de los ángeles de Dios, y desear su compañía, la amistad santa y pura, en donde en adelante no moriría, en donde conociese al juez ante el cual no puede tener lugar la mentira. ¿Pues qué? En aquella vida, ¿no hay bien alguno? ¿Qué digo? Allí sólo hay bienes; no hay bienes mezclados con males, sino tranquilidad, en la que gozarás cuanto quieras y nadie te dirá: " Refrénate." Aquí es demasiado molesto y peligroso gozarse de los bienes terrenos; no goces de modo que encalles, y, gozándote malamente, perezcas. Pues ¿para qué mezcla Dios las tribulaciones en los goces terrenos sino para que, sintiendo la tribulación y las amarguras, aprendamos a desear la eterna dulzura?

8. Luego veamos qué pide, en qué se fundó para decir: Óyeme pronto. ¿Qué pides para que al instante seas oído? Me multiplicarás. De muchas maneras puede entenderse la multiplicación o acrecentamiento. Existe un acrecentamiento terreno, conforme a la primera bendición de nuestra naturaleza, la cual oímos cuando se dijo: Creced y multiplicaos y llenad la tierra17. ¿Acaso quería ser multiplicado de esta manera el que decía: Óyeme pronto? Con todo, esta multiplicación es provechosa y procede únicamente de la bendición de Dios. ¿Qué diré de otros acrecentamientos? Uno fue acrecentado en oro; otro, en plata; el de más allá, en ganado; éste, en familia; aquél, en haciendas, y el otro, en todas estas cosas. Muchos son los acrecentamientos terrenos; sin embargo, el mejor es el de los hijos, aunque este acrecentamiento sea molesto a los hombres avaros, pues temen quedar empobrecidos aquellos a quienes les nacieron muchos hijos. Este cuidado obliga a muchos a la impiedad; de suerte que, olvidándose de que son padres, despojados de todo afecto de humanidad, abandonan a los propios hijos para hacerse con los ajenos; arrojan lo que parieron y recogen lo que no dieron a luz; desprecian a aquéllos y aman a éstos; aquélla es en vano madre por la carne, ésta lo es más verdaderamente por el querer. Luego, habiendo muchos y muchas clases de acrecentamientos, ¿qué acrecentamiento intenta el que dijo: Óyeme pronto? Dice pues: Me multiplicarás. Esperamos oír en qué cosas. Oye: en mi alma. No en mi carne, sino en mi alma: Me multiplicarás en mi alma. ¿Hay por ventura algo que añadir, no sea que quizá la multiplicación en el alma no signifique siempre la felicidad? Efectivamente, los hombres se acrecientan en el alma atendiendo a los cuidados o afanes. En el alma, en donde se multiplican los vicios, se ve que se multiplica éste, únicamente avaro; aquél, sólo soberbio; el de más allá, solamente lujurioso; este avaro, soberbio y lujurioso se acrecentó en su alma, pero para su mal. Esta multiplicación es de indigencia, no de abundancia. Luego tú que dijiste: Óyeme pronto, y que te apartaste de todo lo corporal, de todo bien terreno, de todo anhelo del mundo, ¿qué deseas, pues dices a Dios: Me multiplicarás en mí alma? Explícanos ya qué deseas. Me multiplicarás —dice— en mi alma con la fortaleza o virtud. Ya declaró el anhelo, ya manifestó el deseo clarísimamente, sin confusión. Si hubiera dicho a secas: Me multiplicarás, pensarías en no sé qué bienes terrenos; para evitar esto añadió en el alma; y para que, además, no pensases que se trata de vicios en el alma, prosigue: con la virtud o fortaleza. Ninguna otra cosa hay más excelente que puedas desear de Dios si quieres decir con frente levantada y sincera: Óyeme pronto.

9 [v.4]. Te alaben, Señor, todos los reyes de la tierra. Así se hará y así se hace, y todos los días se hace. Por ello se demuestra que no en vano se dijo, puesto que había de suceder: Te alaben, Señor, todos los reyes de la tierra. Pero cuando te alaben, cuando te confiesen, no deseen de ti bienes terrenos. Pues ¿qué han de desear los reyes de la tierra? ¿Por ventura no tienen ya este dominio? ¿Qué más ha de anhelar el hombre en la tierra cuando ha llegado su deseo hasta el dominio? ¿Qué más puede desear? Necesita una grandeza más excelente; pero quizás, cuanto más excelente es, es tanto más peligrosa. Por lo mismo, cuanto en mayor grandeza terrena se hallen los reyes, tanto más deben humillarse ante Dios. ¿Por qué lo hacen? Porque oyeron todas las palabras de tu boca. ¡Oh Señor!; todas las palabras de tu boca. No sé en qué otra nación se hallasen escondidas la ley y los profetas: Todas las palabras de tu boca. Alabando el Apóstol a esta nación, dice: ¿Cuál es la ventaja del judío o cuál la utilidad de la circuncisión? Grande sobremanera. Porque primeramente le fueron confiadas las palabras de Dios18. Allí, pues, se hallaban las palabras de Dios. Preséntame a Gedeón, a aquel santo varón que vivió en tiempo de los jueces, y ved qué signo pidió al Señor: Pondré —dice— un vellón de lana en la era; mófese el vellón, y la era quede seca. Y así sucedió: se mojó el vellón, y la era quedó seca19. De nuevo le pidió otro signo: Mófese toda la era y sólo el vellón quede seco. Y ocurrió esto: se mojó la era y quedó seco el vellón. Primero se mojó el vellón, quedando seca la era; después se mojó la era, quedando seco el vellón. ¿Qué os parece, hermanos, que es la era? ¿Por ventura no es el orbe terráqueo? ¿Y qué el vellón sino la nación judía en medio del orbe, teniendo en sí el sacramento de la gracia, no a la vista, sino en la oscuridad del secreto, como se hallaba la lluvia oculta en el vellón? Vendrá tiempo cuando se vea la lluvia en la era; entonces se manifestará, no permanecerá oculta. Luego aconteció lo que se dijo: Confiésente, Señor, todos los reyes de la tierra, porque oyeron todas las palabras de tu boca. ¿Qué escondías, oh Israel? ¿Por cuánto tiempo lo escondías? Fue exprimido el vellón, y salió de ti agua. Sólo Cristo es la suavidad de la lluvia. ¿Únicamente no conoces en la Escritura a Aquel por quien fue confeccionada la Escritura? Sin embargo, todos los reyes de la tierra confiésente, Señor, porque oyeron todas las palabras de tu boca.

10 [v.5]. Y canten en los caminos del Señor, porque grande es la gloria del Señor. Canten en los caminos del Señor los reyes de la tierra. ¿En qué caminos cantarán? En aquellos de los que arriba se dijo: En tu misericordia y en tu verdad, porque todos los caminos del Señor son misericordia y verdad. Luego no sean los reyes de la tierra soberbios, sino humildes. Y, si son humildes, canten en los caminos del Señor; amen y cantarán. Sabemos que cantan los viajeros; cantan y se dan prisa para llegar. Hay cánticos malos, que son como los del hombre viejo, pues el cántico nuevo pertenece al hombre nuevo. Luego caminen en tus sendas los reyes de la tierra, caminen y canten en tus caminos. ¿Qué han de cantar? Que la gloria del Señor es grande, no la de los reyes.

11 [v.6]. Ve cómo quiso que los reyes cantasen en los caminos: llevando humildemente al Señor, no ensoberbeciéndose contra el Señor. Porque, si se ensoberbeciesen, ¿qué sigue? Que el Señor es excelso y mira las cosas humildes. ¿Quieren ser mirados los reyes? Sean humildes. ¿Pero qué? Si se ensoberbeciesen, ¿pueden ocultarse a los ojos de Dios? No suceda que quizá porque oíste: Mira las cosas humildes, pretendas ser soberbio y digas en tu alma: "Dios mira a los humildes, a mí no me mira; haré lo que quiero. ¿Quién me ve? El hombre está oculto al hombre; Dios no quiere verme porque no soy humilde, pues El mira las cosas humildes; haré lo que quiera." ¡Oh insensato! ¿Por ventura dirías esto si supieses lo que debías amar? ¿Dices que, si Dios no quiere verte, no le temes, porque no quiere verte? Si saludases a un gran señor tuyo, y él, distraído en otra cosa, no te mirase a la cara, ¡cómo lo sentirías! Y si Dios no te mira, ¿te crees seguro? No te ve salvador, pero te ve destructor. Con todo, Dios te ve. No pienses que no te ve, más bien ruega para que merezcas ser visto por el que te ve, pues se dijo en el salmo 33: Los ojos del Señor se posan sobre los justos. Como no se posan sobre los injustos, hagan éstos lo que quieran. Los ojos del Señor se posan sobre los justos. Prosiga el salmo: y sus oídos están atentos a sus ruegos. Luego los impíos, que se creen seguros porque los ojos del Señor no se posan sobre ellos, ¿no temen porque ni los oídos del Señor están atentos a sus súplicas? ¿Por ventura no es mejor que sus ojos estén sobre nosotros, y sus oídos se hallen atentos a nuestras plegarias? Cuando haces las obras sobre las cuales no quieres que se posen los ojos del Señor, no merecerás que atiendan sus oídos a tus plegarias; mas, con todo, obrando mal, no apartas de ti los ojos del Señor. Pues ¿qué sigue en el mismo salmo? El rostro del Señor sobre los que hacen cosas malas. ¿Para qué? Para borrar de la tierra su memoria. ¿Ves cómo te ve, ves cómo no puedes ocultarte a Él? Luego siendo visto cuando obras, ¿por qué no haces aquello por lo que merezcas agradar a Dios? ¿Qué se dice aquí también? Que la gloria del Señor es grande y que el Señor es excelso y mira las cosas humildes. Parece que no mira las excelsas, pues mira las humildes. ¿Qué hace de las excelsas? Las conoce de lejos. Luego ¿qué consigue el soberbio? Ser visto de lejos, mas no no ser visto. No pienses que debes estar seguro creyendo que te vea peor el que te ve de lejos. Lo que tú ves de lejos no lo ves bien; pero Dios, aunque te vea de lejos, te ve perfectísimamente, y, sin embargo, no está contigo. Luego sólo consigues no estar con Aquel por quien eres visto, mas no no ser visto perfectísimamente por Él. Por el contrario, ¿qué consigue el humilde? El Señor está cerca de los que atribularon su corazón20. Luego se engría el soberbio cuanto quiera; ciertamente que Dios habita en las alturas, se halla en el cielo. ¿Quieres que se acerque a ti? Humíllate, porque tanto más distante estará de ti cuanto tu eres más alto. Dios ve de lejos las cosas altas.

12 [v.7]. Si yo anduviere en medio de la tribulación, me vivificarás. Esto es cierto. En cualquier tribulación que te halles, confiesa, invoca, pues te libra y te vivifica. Pero quizá debemos entender aquí alguna cosa mejor por la cual nos adhiramos más familiarmente a Dios y le digamos: Óyeme pronto. Dijo que Dios conoce de lejos las cosas altas y que los altamente engreídos no conocen la tribulación. Diré, pues, que no conocen la tribulación, de la que se dice en otro salmo: Encontré la tribulación y el dolor, e invoqué el nombre del Señor21. Nada extraordinario sería que te encontrase la tribulación. Si algo puedes, encuentra tú la tribulación. "Pero ¿quién hay —dice— que salga al encuentro de la tribulación o quién es el que la busca?" Estás en medio de la tribulación, ¿y lo ignoras? ¿Es pequeña la tribulación de esta vida? Si no es tribulación, no es peregrinación; pero, si es peregrinación, o amas poco la patria o, sin duda, eres atribulado. ¿Quién no es atribulado al no tener lo que desea? Pero ¿por qué no te parece que ésta es tribulación? Porque no amas. Ama la otra vida, y verás que esta vida es una tribulación. Cualquiera que sea la prosperidad con que se presente, cualesquiera que sean los placeres en que nade y abunde, no teniendo aún, sin temor de perder, aquel gozo certísimo que nos reserva Dios para el fin, sin duda es tribulación. Luego comprendamos, hermanos, que se halla en la tribulación este que dice: Si anduviere en medio de la, tribulación, me vivificarás. No se expresa como si dijese: "Si quizá me sobreviniese alguna tribulación, me librarás de ella." "¿Qué dice entonces? Si anduviere en medio de la tribulación, me vivificarás; es decir, no me vivificarás si no anduviera en medio de la tribulación. Si anduviere en medio de la tribulación, me vivificarás. ¡Ay de los que se ríen! Bienaventurados los que lloran22. Si anduviere en medio de la tribulación, me vivificarás.

13. Sobre la ira de mis enemigos alargaste o extendiste tu mano, y me salvó tu derecha. Ensáñense los enemigos. ¿Qué pueden hacer? Quitar el dinero, despojar, proscribir, enviar al destierro, atormentar con dolores y sufrimientos, y, por último, si se les permite, matar; pero ¿acaso más? Pero tú, Señor, sobre la na de mis enemigos alargaste tu mano. Sobre lo que pueden ejecutar contra mí los enemigos, tú extendiste tu mano. Los enemigos no pueden separarme de ti; tú, por el contrario, castigas más ampliamente, porque aún me difieres la acogida. Sobre la ira de mis enemigos extendiste tu mano. Se ensañe cuanto pueda el enemigo; con todo, no me separará de Dios. Pero tú, ¡oh Señor!, aún no me recibes, aún me abates en la peregrinación, aún no me das tu gozo y dulcedumbre, aún no me embriagaste con la abundancia de tu casa ni me diste a beber del torrente de tus delicias. Pues en ti está la fuente de la vida y por tu luz veremos la luz23. Mas ve que te di las primicias del espíritu, y que creí en ti, y que sirvo con la mente a la ley de Dios24; sin embargo, aún gemimos dentro de nosotros mismos esperando la adopción y la redención de nuestro cuerpo25. El Señor nos dio a los pecadores esta vida, en la cual es necesario que Adán sea abatido con el sudor y el trabajo de su rostro al producirle la tierra espinas y abrojos26. ¿Por ventura pudo algún enemigo dar más? Sobre la ira de mis enemigos extendiste tu mano, pero no para que nos desesperásemos. Pues prosigue y dice: Y me salvó tu derecha.

14. También puede entenderse sobre la ira de mis enemigos extendiste tu mano que se airaban los enemigos y me vengaste de ellos. Lo verá el pecador, y se indignará, rechinará sus dientes y se repudiará27. ¿En dónde están los que decían: "Perezca de la tierra el nombre cristiano?" Ciertamente o han muerto o se han convertido. Luego sobre la ira de los enemigos extendiste tu mano mientras se decía lo que se escribió: Mis enemigos dijeron cosas malas contra mí: "¿Cuándo morirá y perecerá su nombre?28 ¿Cuándo se borrará de la tierra el nombre de los cristianos?" Al decir esto, parte creyeron, parte perecieron, y pocos temerosos quedaron. ¡Cuánto se ensañaba la ira de los enemigos cuando se derramaba la sangre de los mártires! ¡Cómo creían que borraban de la tierra el nombre de los cristianos! Sobre la ira de mis enemigos extendiste tu mano, y me salvó tu derecha. Ved que quienes perseguían a los mártires, buscan ya sus sepulcros o monumentos o para hallar sitio en donde adorar o en donde embriagarse; sin embargo, le buscan. Sobre la ira de mis enemigos extendiste tu mano, y me salvó tu derecha. Según mi deseo, me salvó tu derecha. Hay una determinada salud en la mano derecha, porque hay otra en la izquierda. La salud temporal y carnal se halla en la izquierda; la salud eterna con los ángeles está en la derecha. Por eso, colocado Cristo en la inmortalidad, se dice que está sentado a la derecha de Dios29. Dios no tiene en su naturaleza ni derecha ni izquierda, pero se llama derecha de Dios la felicidad, la cual, como no puede manifestarse a los ojos, recibió tal nombre. Con esta derecha tuya me salvaste, pero no en cuanto a la salud temporal. Porque Santa Crispina fue matada; pero ¿acaso la abandonó Dios? No la salvó por lo que se refiere a la izquierda, sino a la derecha. ¡Cuántos tormentos no soportaron los Macabeos!30 Sin embargo, tres jóvenes, caminando en medio de las llamas, alabaron a Dios31. A aquéllos los salvó en cuanto a la derecha, a éstos también en cuanto a la izquierda. Algunas veces no salva a sus santos por lo que toca a la izquierda, pero siempre los salva por lo que pertenece a la derecha. Por el contrario, a los impíos frecuentemente los salva en cuanto a la izquierda, mas no en cuanto a la derecha. Pues aquellos que persiguieron a Santa Crispina se hallaban sanos en el cuerpo; muerta ella, ellos vivieron. La salud de ellos estuvo en la izquierda; la de ella, en la derecha. Y me salvó con su derecha,

15 [v.8]. ¡Oh Señor!, que retribuyes por mí. Yo no retribuyo, tú retribuyes por mí. Ensáñense los enemigos cuanto se les antoje; tú retribuyes lo que no puedo yo. ¡Oh Señor!, que retribuyes por mí. Poned la mirada en nuestra Cabeza, pues nos dejó un ejemplo para que sigamos sus huellas. El que no cometió pecado ni conoció el dolo en su boca; el que, cuando era baldonado, no devolvió baldones, diciendo: "Señor, tú retribuyes por mí"; al ser juzgado, no amenazaba, sino que encomendaba su causa al que juzga con justicia32. ¿Qué significa: Señor, tú retribuyes por mí? Yo no busco mi gloria; otro la busca y la juzga33. No os venguéis, carísimos —dice el Apóstol—, sino dad lugar a la ira, pues está escrito: "A mí la venganza y yo daré el merecido, dice el Señor34." ¡Oh Señor!, que retribuyes por mí.

16. Esto tiene otro sentido, que no debemos pasar por alto y que quizá es más aceptable. ¡Oh Señor!, Cristo, que retribuyes por mí. Yo, si he de dar el merecido, robo. Tú saldaste lo que no robaste. ¡Oh Señor!, que retribuyes por mí. Ved al que retribuye por nosotros. Se acercaron a Él los recaudadores del tributo, los que exigían el tributo de la didracma, es decir, la moneda de dos dracmas por un hombre; se acercaron, pues, al Señor para que cancelase el tributo; mejor dicho, no a Él, sino a los discípulos, y les dijeron: ¿Vuestro Maestro no paga el tributo? Ellos se lo hicieron presente al Señor; entonces les dice: Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran las alcabalas? ¿De los hijos o de los extraños? Ellos respondieron: "De los extraños." Pues bien, les dice, luego los hijos están exentos. Vero por no escandalizarlos, vete —dice a Pedro—, echa el anzuelo en el mar, y al primer pez que suba ábrele la boca, y encontrarás un estatero, es decir, dos didracmas. El estatero es una clase de moneda que vale cuatro dracmas. Hallarás allí un estatero; dáselo por mí y por ti35. ¡Oh Señor!, que retribuyes por mí. Con razón tenemos el primer pez capturado con el anzuelo, cogido con el anzuelo; el primer pez que sube del mar, el primogénito de entre los muertos. En su boca hemos encontrado dos didracmas, es decir, cuatro dracmas, pues en su boca hemos encontrado cuatro evangelios. Por estas cuatro dracmas estamos exentos del tributo de este mundo, pues por los cuatro evangelios no permaneceremos deudores, ya que por ellos se pagan todos nuestros pecados. Luego pagó la deuda por nosotros debido a su misericordia. El nada debía; no pagó por sí, sino por nosotros. He aquí —dice— que viene el príncipe de este mundo, y no encontrará nada en mí. ¿Qué significa: y no encontrará nada en mí? No encontrará pecado, no hallará motivo para matarme. Pero para que sepan todos —dice— que hago la voluntad de mi Padre, levantaos y salgamos de aquí36. No padezco por necesidad, sino por querer, dando la paga que yo no debo. ¡Oh Señor!, tú retribuyes por mí.

17. ¡Oh Señor!, tu misericordia permanece eternamente. ¿Qué he de desear? No el día del hombre. Señor, tú sabes que no sufrí siguiendo detrás de ti ni deseé el día del hombre37. Ved que, si la mártir Santa Crispina hubiera deseado el día del hombre, hubiera negado a Cristo. Ciertamente que hubiera vivido aquí más, pero no viviría eternamente. Quiso mejor vivir eternamente que vivir un poco más en la tierra. En fin, ¡oh Señor!, tu misericordia permanece eternamente; por eso no quiero ser librado temporalmente. Tu misericordia permanece eternamente; aquella con que libraste a los mártires, y así los arrebataste pronto de esta vida. ¡Oh Señor!, tu misericordia permanece eternamente.

18. No desprecies las obras de tus manos. No digo: "Señor, no desprecies las obras de mis manos"; no me glorío de mis obras. Busqué al Señor con mis manos (con mis obras), dirigiéndolas hacia El durante la noche, y no fui decepcionado38. Sin embargo, no recomiendo las obras de mis manos, pues temo que al examinarlas encuentres más pecados que méritos. Sólo recabo esto, sólo digo esto, sólo deseo pedir esto: No desprecies las obras de tus manos. Ve en mí tu obra, no la mía; porque, si atiendes a la mía, me condenarás; pero, si ves la tuya, la coronarás. Cualquiera obra buena que tenga, la tengo por ti; por eso es más bien tuya que mía. Oigo, pues, decir a tu Apóstol: Con la gracia habéis sido salvados mediante la fe; mas esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no en virtud de las obras, para que nadie se engría. Pues de El somos hechura, creados en Cristo Jesús para obras buenas39. Luego ya porque somos hombres, ya porque fuimos purificados de nuestra impiedad y justificados, ¡oh Señor!, no desprecies las obras de tus manos.