SALMO 134

Traductor: Balbino Martín Pérez, OSA

[Canto de acción de gracias]

SERMÓN AL PUEBLO

1 [v.1]. Debe sernos dulce en extremo y debe regocijarnos aquello a lo que nos exhorta este salmo. Comienza así: Alabad el nombre del Señor. A continuación explica por qué es justo que alabemos el nombre del Señor, diciendo: Alabad, siervos, al Señor. ¿Qué cosa más justa, qué más digna, qué más grata? En efecto, si los siervos no alabasen al Señor, serían soberbios, ingratos, impíos. ¿Y qué consiguen no alabando al Señor? Percibirle terrible. El siervo ingrato no consigue, por no querer alabar al Señor, no ser siervo. Alabes o no alabes, eres siervo; pero, si le alabas, le tendrás propicio; si no le alabas, le ofenderás. Luego la exhortación es buena y útil; de aquí que debemos poner más empeño en ver cómo debe ser alabado Dios que en vacilar en alabarle. Luego alabad el nombre del Señor. El salmo, el profeta, el Espíritu de Dios y, por fin, el mismo Señor, nos exhortan a alabar a Dios. Dios no crece con nuestras alabanzas, sino nosotros. Dios ni se hace mejor porque le alabes ni peor porque le vituperes; pero tú, alabando al bien, serás mejor; vituperándolo, peor. Sin embargo, Él permanece bueno como es. Si Él enseña a sus siervos, a los que le sirven bien o merecen bien de Él, a los predicadores de su palabra, a los rectores de su Iglesia, a los que reverencian su nombre, a los que cumplen sus preceptos, que retengan en su conciencia la dulzura de su vida buena para que no se corrompan con las alabanzas ni se quiebren con los reproches de los hombres, ¿cuánto más el Inmutable, que está sobre todas las cosas y que enseña todo esto, no se hará ni mayor porque le alabes ni menor porque le vituperes? Pero como a nosotros nos conviene alabar al Señor, misericordiosamente manda que le alabemos sin arrogancia. Oigamos lo que dice: Alabad el nombre del Señor; alabad, siervos, al Señor. Nada extraordinario hacéis alabando los siervos al Señor, pues si deberíais alabar al Señor aun cuando siempre fueseis siervos, ¿cuánto más debéis alabar, siendo siervos, al Señor para que merezcáis ser también hijos?

2 [v.2]. Pero como se escribió en otro salmo: A los rectos conviene la alabanza1; y también en otro sitio: No es hermosa la alabanza en la boca de los pecadores2; y asimismo se dice en otro salmo: El sacrificio de alabanza me glorificará; y allí está el camino en el cual le mostraré la salud de Dios; y, por consiguiente, asimismo se consigna: Dios dijo al pecador: "¿Por qué cuentas tú mis justicias y tomas mi alabanza en tu boca? Tú aborreciste la enseñanza y echaste a tus espaldas mis palabras"3, para que no suceda que quizá alguno, porque se dijo: Alabad, siervos, al Señor, piense, dado el caso que hubiere en esta gran casa algún mal siervo, que le aprovecha la alabanza del Señor, a seguida enseña quiénes son los que deben alabar al Señor, diciendo: Los que estáis en la casa del Señor, en los atrios de la casa de nuestro Dios. Los que estáis de pie, no los que os desplomáis. Se dice que están en pie los que perseveran en sus preceptos, los que sirven a Dios con fe no fingida, con esperanza firme y con caridad sincera; los que honran a su Iglesia y no escandalizan con su mal vivir a los que quieren venir a ella y encuentran en el camino piedras de tropiezo. Luego los que estáis en la casa del Señor, alabad el nombre del Señor. Sed agradecidos; estabais fuera, y ahora ya estáis dentro. ¿Os parece poco estar en donde debe ser alabado el que os levantó de la postración y os hizo estar en su casa y conocerle y alabarle? ¿Por ventura es un pequeño beneficio el que estemos en la casa del Señor? Mientras estamos aquí, en esta peregrinación, en esta casa, que también se denomina tabernáculo o tienda de peregrinación, ¿debemos ser poco agradecidos por estar aquí? ¿Por ventura no ha de pensarse que estamos aquí? ¿No ha de pensarse que fuimos hechos? ¿No ha de pensarse en dónde yacíamos y de dónde fuimos recogidos? ¿No ha de pensarse que ningún impío buscaba al Señor, y que Él buscó a los que no le buscaban, y que Él, hallándolos, los levantó, y levantados los llamó, y llamados los introdujo y los hizo estar en su casa? Todo el que piensa estas cosas y no es desagradecido, se anonada por completo a sí mismo ante el amor de su Señor, por quien le fueron dados tantos dones; y como no tiene nada con qué pagar a Dios por tantos beneficios, únicamente le resta darle gracias, no recompensarle. A la acción de gracias pertenece tomar el cáliz del Señor e invocar su santo nombre. Porque ¿qué cosa retribuirá el siervo al Señor por todos los beneficios que recibió de él?4 Luego los que estáis en la casa del Señor, en los atrios de la casa de nuestro Dios, alabad al Señor.

3 [v.3]. ¿Diré por qué alabáis? Porque el Señor es bueno. Brevemente, en una palabra, se explicó el motivo de alabar al Señor, Dios nuestro: porque el Señor es bueno. Pero es bueno no como son buenas todas las cosas que hizo, pues Dios hizo todas las cosas sobremanera buenas5. No sólo buenas, sino muy buenas. Hizo el cielo, y la tierra, y todas las cosas buenas que en ellos se contienen, y las hizo sobremanera buenas. Si hizo buenas todas las cosas, ¿cuál será el que las hizo? Pues, habiéndolas hecho buenas, es mucho mejor el que las hizo que las mismas cosas que hizo. Por tanto, no encontrarás cosa mejor que puedas decir de Él sino bueno es el Señor, si comprendes perfectamente el bien por el cual son buenas todas las demás cosas. Todas las cosas buenas las hizo Él; pero Él es bueno a quien nadie hizo. Él es bueno por su propio bien, no por participación de otro bien. El es el bien por su mismo bien, sin adherirse a otro bien. A mi me es bueno unirme a Dios6, el cual no necesitó de nadie por el que fuera hecho bueno; sin embargo, las demás cosas necesitan de Él para ser buenas. ¿Queréis saber cuan particularmente es bueno? Al ser interrogado el Señor, dijo: Uno solo es el bueno7, Dios. No quiero pasar como por ascuas esta peculiaridad de su bondad, pero no tengo capacidad para ponderarla suficientemente. Temo que, si paso a la ligera esto, sea ingrato; y asimismo temo que, al pretender explicar esta bondad, me fatigue con el peso de tan inmensa alabanza de Dios. Así, pues, hermanos, tenedme por el que alaba, pero no lo suficiente; para que, si no llega a ser completa la explicación de su alabanza, se acepte a lo menos el fervoroso empeño del que desea alabar. Me apruebe Él haberlo querido y me perdone Él no haberlo conseguido.

4. Me inundo de inefable dulzura cuando oigo: Bueno es el Señor; y, considerando todas las cosas y examinando las que veo fuera, puesto que de Él son todas, aunque me agraden, me vuelvo hacia Aquel por quien existen para entender que el Señor es bueno. Por otra parte, cuando me adentro en Él en cuanto puedo, le encuentro más dentro que yo, superiror a mí, porque de tal modo es bueno el Señor, que no necesita de estas cosas para ser bueno. En fin, no alabo estas cosas sino por Él; sin embargo, a Él le encuentro sin estas cosas perfecto, excelente, inmutable, sin necesidad de buscar el bien de nadie por el que aumente, ni temer el mal de ninguno por el que disminuya. ¿Y qué más diré? En la creación encuentro un cielo bueno, un sol bueno, una luna buena, unas estrellas buenas, una tierra buena; y buenas las cosas que proceden de la tierra y que se hallan fijas a ella por las raíces; y buenos los seres que se mueven y andan, y buenos los que vuelan en el aire y nadan en las aguas. También digo que el hombre es bueno, pues el hombre bueno saca cosas buenas del tesoro de su corazón8. Asimismo, digo que el ángel es bueno; el que no cayó por la soberbia ni se hizo diablo, pues se adhiere por la obediencia a Aquel por el cual fue hecho. Digo que todas estas cosas son buenas; pero, sin embargo, las nombré con sus nombres, diciendo: cielo bueno, ángel bueno, hombre bueno; no obstante, cuando hablo de Dios, creo mejor no decir más que es bueno. El mismo Señor Jesucristo dijo: Hombre bueno; y asimismo dijo: Uno solo es bueno, Dios. ¿Por ventura no nos estimuló a indagar y distinguir qué sea el bien bueno por otro bien, y el bien bueno por sí? Luego ¡Cuan bueno es Aquel por el cual todas las cosas son buenas! No encontrarás en absoluto ningún bien que no sea bien si no es por Él. Así como es propio del bien hacer cosas buenas, así también le es propio ser bien. Las cosas que hizo existen; sin embargo, no le injuriamos cuando decimos que no existen. Si no existen, ¿cómo las hizo? ¿Qué hizo, si es que no existe lo que hizo? Existiendo las cosas que hizo, al compararlas a Él, dijo como si Él solo existiese: Yo soy el que soy, y así dirás a los hijos de Israel: "El que Es me envió a vosotros". No dijo: "El Señor Dios, omnipotente, misericordioso y justo". Si lo hubiera dicho, ciertamente hubiera dicho verdad. Quitando del medio todos aquellos nombres con los que pudiera ser llamado y denominado Dios, dijo que se llamaba ser; y como si éste fuese su propio nombre, dice: Esto les dirás: "El que Es me envió". Así, pues, Él es; de tal suerte, que, en comparación de Él, todas las cosas que han sido hechas no son. No comparándolas a Él, son, porque son por Él; comparándolas a Él, no son, porque es cierto que es el Ser inmutable, el cual es Él únicamente. Es, pues, el Ser, como el bien de bienes es el Bien. Pensad y ved que toda otra cosa que alabéis, la alabáis porque es buena. Está loco el que alaba lo que no es bueno. Si alabas al inicuo por ser inicuo, ¿por ventura no eres también tú inicuo? Si alabas al ladrón por ser ladrón, ¿acaso no te haces tú participante de él? Si alabas al justo por ser justo, ¿por ventura no tienes tú, alabando, parte con él? No alabarías al justo si no le amases; y no le amarías si no tuvieses nada con él. Luego si todo aquello que alabamos lo alabamos porque es bueno, ningún otro motivo mayor, mejor y más firme se te puede dar para alabar a Dios que el ser bueno. Luego alabad al Señor, porque es bueno.

5. ¿Por cuánto tiempo seguiré hablando de su bondad? ¿Quién concebirá o comprenderá cuan bueno es el Señor? Entremos dentro de nosotros mismos y le conozcamos en nosotros, y en las obras alabemos al Artífice, porque no somos capaces de conocerle en sí, y, si en alguna ocasión lo fuésemos, lo seremos al ser purificado nuestro corazón por la fe, para que, por último, se goce con la verdad. Mas, como ahora no podemos verle, veamos sus obras a fin de no quedarnos sin alarbarle. Dije: Alabad al Señor, porque es bueno; salmead a su nombre, porque es suave. Quizás sería bueno y no suave si no te diese poder gustarle. Sin embargo, se ofreció tal a los hombres, que para enviarles pan del cielo9 entregó a su Hijo, igual a Él, que es lo mismo que Él, para hacerse hombre y ser matado en provecho de los hombres, a fin de que por lo que tú eres gustes lo que no eres. Mucho era para ti gustar la suavidad de Dios, porque se hallaba distante y demasiado alta, y tú demasiado bajo y yaciendo en el abismo. En medio de esta inmensa separación envió al Mediador. Tú, hombre, no podías llegar a Dios; entonces Dios se hizo hombre, y de este modo se hizo el Mediador de los hombres, el hombre Cristo Jesús10, para que, si como hombre puedes acercarte al hombre y no puedes a Dios, por el hombre te acerques a Dios. Pero si únicamente fuese hombre, yendo en pos de lo que eres, jamás llegarías a Dios. Si sólo fuese Dios, no comprendiendo lo que no eres, jamás llegarías a Él. Dios, pues, se hizo hombre para que, yendo en pos del hombre, lo cual puedes, llegues a Dios, lo cual no podías. El es Mediador; de aquí que se hizo suave. ¿Qué cosa más suave que el pan de los ángeles? ¿Cómo no ha de ser suave el Señor, siendo así que el hombre comió el pan de los ángeles?11 No vive el hombre debido a un motivo, y el ángel a otro. Él es la verdad, Él es la sabiduría, Él es la fortaleza de Dios; pero tú no puedes gozarte, como se gozan de Él los ángeles. ¿Cómo se gozan de Él? Según es: En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios, por el cual fueron hechas todas las cosas. Tú ¿cómo le percibes? El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros12. Para que el hombre comiese el pan de los ángeles, el Creador de los ángeles se hizo hombre. Luego salmead al nombre del Señor, porque es suave. Si gustáis, salmead; si percibís cuan suave es el Señor, alabad. Si sabe bien lo que gustáis, alabad. ¿Quién es tan ingrato que, al ser deleitado con algún manjar, no dé gracias, O alabe al cocinero, o al que le invitó, alabando lo que come? Si no nos callamos cuando se trata de estas personas, ¿nos callaremos cuando se trata de Aquel que nos dio todas las cosas? Salmead a su nombre, porque es suave.

6. Oíd ya sus obras. Quizá os encaminabais a ver el bien de todos los bienes, el bien por el cual son buenas todas las cosas, el bien sin el cual nada es bueno y el bien que sin las demás cosas es bueno; intentabais verle, y quizá, al dirigir la mirada de vuestra mente, desfallecíais. Esto lo conjeturo por mí, así me acontece. Pero, si hay alguno, como puede suceder y es muy probable, de inteligencia más penetrante que la mía y que pueda por largo tiempo penetrar en aquello que es, alabe cuanto pueda y alabe como no puedo yo. Sin embargo, demos gracias a Aquel que en este salmo atemperó su alabanza para que fuese de los fuertes y de los débiles. Porque también en aquella misión que dio a su siervo Moisés cuando le dijo: Yo soy el que soy; y: Dirás a los hijos de Israel: "El que Es me envió a vosotros", porque era difícil comprender a la mente humana el mismo propio ser y era enviado un hombre a los hombres, bien que no por hombre, a seguida Dios atemperó su alabanza y dijo de sí mismo lo que podía comprenderse dulcemente; y no quiso permanecer en aquello que se alababa, lo cual sólo podía comprender el Loador; y por eso dijo: Vete y di a los hijos de Israel: "El Dios de Abrarán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, me envió a vosotros; éste es mi nombre eternamente". Es cierto, Señor, que tienes también aquel nombre, pues tú dijiste: Yo soy; el que Es me envió a vosotros. ¿Por qué cambias este nombre, diciendo: El Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob? ¿No te parece razonable que declarase y dijese a Moisés: "Lo que dije: Yo soy el que soy, es verdad, pero tú no lo comprendes; sin embargo, lo que dije: Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob13, también es verdadero y lo entiendes? Pues lo que dije: Yo soy el que soy, se refiere a mí; y lo que dije: (Yo soy) el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, te pertenece a ti; y, por tanto, si no puedes comprender lo que para mí soy, entiende lo que soy para ti". Para que nadie pensase que lo que dijo: Yo soy el que soy; y: El que Es me envió a vosotros, únicamente era su nombre eterno; y lo que dijo: Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, era su nombre temporal, no se preocupó Dios de consignar cuando dijo: Yo soy el que soy; y: El que Es me envió a vosotros, que éste era para Él su nombre eterno; porque, aun cuando no lo declaró, así se entiende, pues es y verdaderamente es; y, por lo mismo que verdaderamente es, existe sin principio ni fin. Pero por lo que es con relación al hombre: Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob, para que no brotase iniquidad humana por ser esto temporal, no eterno, nos tranquilizó, porque de las cosas temporales nos conduce a la vida eterna. Y por esto dijo: Este es mi nombre eternamente; no porque sean eternos Abrahán, Isaac y Jacob, sino porque Dios los hizo eternos en adelante, sin fin. Sin duda, tuvieron principio, pero no tendrán fin.

7. Considerad en Abrahán, en Isaac y en Jacob a toda su Iglesia; a toda la estirpe de Israel, a todo el linaje de Israel; no sólo al que procede de la carne, sino también al que procede de la fe. El Apóstol hablaba a los gentiles, y a éstos decía: Si vosotros sois de Cristo, luego sois estirpe de Abrahán y herederos según la promesa14. Luego somos bendecidos todos en el Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob. Bendijo a determinado árbol y El creó la oliva, según dijo el Apóstol; a los santos patriarcas, por los que floreció el pueblo de Dios. Pero esta oliva fue podada, no arrancada; de aquí se quebraron los ramos soberbios, pues el pueblo judío fue blasfemo e impío. Sin embargo, permanecieron en el tronco ramos útiles y buenos; de aquí eran los apóstoles. Habiendo, pues, quedado en el tronco ramos útiles, por la misericordia de Dios se injertó en él el acebuche gentílico, al cual dice el Apóstol: Si tú, siendo acebuche, fuiste injertado entre ellos y participaste de la grosura del olivo, no te vanaglories contra los ramos; que, si te vanaglorias, tú no sostienes la raíz, sino que la raíz te sostiene a ti15. Este es el único árbol que pertenece a Abrahán, a Isaac y a Jacob; y, lo que es más, preferentemente pertenece a Abrahán, a Isaac y a Jacob el acebuche injertado que los ramos desgajados. Ellos, por el desgaj amiento, ya no están allí; el acebuche no estaba, pero está; ellos por la soberbia merecieron desgajarse, éste por la humildad mereció ser injertado; ellos abandonaron la raíz, éste la retuvo. Luego cuando oís: "El Israel de Dios, el Israel que pertenece a Dios", no penséis que no pertenecéis a Él. Ciertamente que fuisteis acebuche, pero sois olivo que participáis de la grosura del olivo. ¿Queréis saber cómo fue injertado el acebuche en Abrahán, en Isaac, en Jacob, para que de este modo no creáis que no pertenecéis a este árbol, ya que no pertenecéis por la carne al linaje de Abrahán? Cuando se admiró el Señor de la fe del centurión, que no era del pueblo de Israel, sino del gentílico, dijo: Por esto os digo que muchos vendrán del oriente y del occidente. Ved aquí ya al acebuche en manos del Injertador: Muchos vendrán del oriente y del occidente. Veamos qué lleva a injertar, veamos en dónde injerta. Y se sentarán —dice— en la mesa con Abrahán, con Isaac y con Jacob en el reino de los cielos. Vemos qué injerta y en dónde. ¿Qué dice de los ramos naturales y soberbios? Vero los hijos del reino irán a las tinieblas exteriores; allí será el llanto y el rechinar de dientes16. Cosa anunciada y cosa cumplida.

8 [v.4]. Luego Salmead al Señor, porque es suave. Y atended lo que hizo con nosotros. Porque el Señor eligió a Jacob para sí, a Israel en posesión suya. Alabad, salmead, porque hizo estas cosas. Digo cosas que podáis entender. A las demás gentes las colocó bajo los ángeles; a Jacob le eligió el Señor para sí: a Israel, en posesión suya. A su gente o nación la constituyó en campo que Él mismo cultivó, que Él mismo sembró. Aun cuando Él creó todos los pueblos, se reservó para sí a éste a fin de poseerle y conservarle; a este pueblo, a este Jacob; a los demás los encomendó a los ángeles. ¿Por merecimiento suyo o por gracia de Dios? De los no nacidos dice que el mayor servirá al menor, conforme lo atestiguó el Apóstol. ¿Qué mérito pudieron tener los no nacidos antes de que cada uno de ellos ejecutase algo bueno o malo? No se ensoberbezca Jacob, no se engría, no lo atribuya a sus méritos. Antes de nacer fue conocido, predestinado, elegido; no elegido por sus méritos, sino hallado y vivificado por la gracia de Dios17. Así también todas las gentes. Porque ¿qué mereció el acebuche con la amargura de su fruto o baya, con la esterilidad silvestre, para ser injertado. Era árbol de la selva, no del vivero del Señor; y, sin embargo, Él por su misericordia injertó el acebuche en el olivo. Pero aún no se había injertado el acebuche cuando el Señor escogió para sí a Jacob, a Israel, en posesión suya.

9 [v.5]. ¿Y qué dice el profeta? Yo conocí que es grande el Señor. Con mente que vuela hacia arriba, elevada sobre la carne, traspasando la criatura, conoció que es grande el Señor. No todos pueden conocer viendo; alaben entonces lo que hizo. Es suave; el Señor eligió para si a Jacob, a Israel, en posesión suya. Luego le alaba porque yo conocí que es grande el Señor. Habla el profeta que penetró en el santuario de Dios, que quizá oyó palabras inefables que no es posible expresar al hombre18, que dijo lo que puede declararse a los hombres y retuvo en sí lo que no puede manifestarse. Luego se le oiga, en cuanto a lo que podemos entender, y se le crea, en cuanto a lo que no podemos. Luego, en cuanto a lo que podemos, se oiga: El Señor eligió para sí a Jacob, a Israel, en posesión suya. En cuanto a lo que no podemos, se crea que él conoció que el Señor es grande. Si le dijésemos: "Te rogamos que nos expliques su grandeza", ¿por ventura no nos respondería: "No es gran cosa lo que veo si por mí pudiera explicarse"? Vuelva a las obras de Dios y nos hable. Retenga él en su pensamiento la sublimidad del Señor que vio, y que nos recomendó que la creyésemos nosotros porque no pudo presentarla a nuestros ojos. Enumere algunas cosas que aquí hizo el Señor, para que también a nosotros, que no podemos ver, como él, su sublimidad, nos endulce por las obras que podemos comprender. Porque yo —dice— conocí que el Señor es grande y que nuestro Dios es sobre todos ios dioses. ¿Sobre qué dioses? Sobre aquellos que dice el Apóstol: Y si hay algunos que se llaman dioses en el cielo y en la tierra, según hay muchos dioses y muchos señores; sin embargo, para nosotros hay un solo Dios, el Padre, de quien tienen el ser todas las cosas, y nosotros para Él; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas, y nosotros por Él19. Se denominen los hombres dioses, pues se dijo: Dios se presentó en la congregación de los dioses; y también: Yo dije: "Sois dioses, y todos hijos del Altísimo"20. ¿Acaso no está Dios sobre los hombres? Pero ¿qué extraordinario es que Dios esté sobre los hombres? También está sobre los ángeles, porque los ángeles no hicieron a Dios, sino que Dios hizo a los ángeles, y es necesario que esté sobre todas las cosas que hizo el que las hizo. Conociendo éste la sublimidad del Señor y viéndole sobre todo lo creado, no sólo lo corporal, sin también lo espiritual, dice; Rey excelso sobre todos los dioses. El sumo Dios es aquel que sobre sí no tiene Dios. Exponga sus obras y se comprendan.

10 [v.6]. El Señor hizo en el cielo y en la tierra, en el mar y en todos los abismos, todas las cosas que quiso. ¿Quién las conocerá? ¿Quién enumerará las obras que hay del Señor en el cielo y en la tierra, en el mar y entre todos los abismos? Por tanto, si no podemos conocerlas todas, indudablemente debemos retener y creer que todo lo que hay en el cielo, en la tierra, en el mar y en todos los abismos fue hecho por Dios, porque hizo todo lo que\ quiso en el cielo, en la tierra, en el mar y en todos los abismos, según ya dijimos. No se vio obligado a hacer todo lo que hizoj sino que hizo todo lo que quiso. La causa de todo lo que hizo esj su voluntad. Tú construyes la casa, porque, si no quieres hacerla, te quedas sin morada; la necesidad te obliga a construirla, no el libre; querer. Te haces el vestido, porque, si no te lo hicieses, andarías desnudo; luego la necesidad te impele a hacer el vestido, no la libre voluntad. Plantas el monte de viñas, siembras la semilla, porque, si no lo haces, no tendrás alimentos; todas estas cosas las haces forzado por la necesidad. Dios obró por bondad; no necesitó nada de lo que hizo; por eso hizo todo lo que quiso.

11. ¿Piensas que nosotros hacemos algo por libre querer? Las cosas que mencioné las hacemos por necesidad, porque, si no las hiciésemos, permaneceríamos pobres y necesitados. ¿Encontraremos algo que hacemos por libre voluntad? Sin duda que lo encontramos: el alabar a Dios cuando le amamos. Cuando amas lo que alabas, lo haces por libre voluntad, pues no lo haces por necesidad, sino porque te agrada. De aquí que a los justos y santos de Dios les es agradable Dios aun cuando los castiga. Cuando les desagrada Dios a todos los inicuos, les agrada a los justos; por eso, hallándose bajo su azote —en la aflicción, en los trabajos, en las heridas, en la indigencia—, alabaron a Dios; no les desagradó ni aun en los tormentos. Esto es amar gratuitamente, no con el propósito de recibir galardón, puesto que tu supremo galardón será el mismo Dios a quien gratuitamente amas. Debes amar de suerte ue no dejes de desear por recompensa el mismo Dios que únicaíente te sacia, como Felipe le deseaba cuando decía: Muéstranos al Padre y nos basta21. Si esto lo hacemos libremente, con razón lo debemos hacer por libre voluntad, puesto que lo que hacemos deleitados, lo hacemos amando; y, aun cuando seamos castigados por El, jamás debe desagradarnos el que siempre es justo. Esto consignó su loador: En mí están, ¡oh Dios!, tus votos, que cumpliré en tu alabanza22; y en otro lugar: Voluntariamente te sacrificaré23. ¿Qué quiere decir voluntariamente sacrificaré? Voluntariamente te alabaré. El Señor dice: El sacrificio de alabanza me glorificará24. Si te vieses obligado a ofrecer a tu Señor un sacrificio grato y aceptable a El, conforme se ofrecían antes los sacrificios, siendo sombra de los venideros, quizás no encontrarías en tu hacienda un toro agradable, ni entre la cabras un macho cabrío digno del altar del Señor, ni en tu rebaño un carnero aceptable para ser víctima a tu Dios; y, al no encontrarlos, preocupado por lo que debías hacer, quizá dirías a Dios: "Quiero y no tengo". ¿Por ventura puedes decir de la alabanza: "La quiero y no la tengo"? El mismo querer es alabar. Dios no te pide palabras, sino el corazón, pues puedes decir: "No tengo lengua"; si alguno enmudece por alguna enfermedad, no tiene lengua, pero tiene alabanza. Si Dios tuviese oídos carnales y necesitase para oír del sonido de tu voz, al hallarte sin lengua, te hallarías también sin alabanza. Pero como ahora pide el corazón, mira el corazón, es testigo interior, es juez que persuade, ayuda y corona, es suficiente que le ofrezcas la vo—j luntad. Cuando puedes, confiesas con la boca para salud; cuando no puedes, crees con el corazón para justicia25. Alabas con el corazónj, bendices con el corazón, impones las sagradas víctimas sobre el ara de la conciencia con el corazón; y se te responde: Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad26.

12. Luego Dios omnipotente hizo en el cielo y en la tierra lo que quiso. Tú en tu casa no haces todo lo que quieres. El hizo lo que quiso en el cielo y en la tierra; haz tú, aun en tu campo, cuanto quieres. Tú quieres hacer muchas cosas y no puedes hacer en tu casa lo que quieres; se opone la mujer, contradicen los hijos, y algunas veces hasta el siervo con su obstinación; luego no puedes hacer lo que quieres. Pero dices: "Hago lo que quiero, porque castigo al desobediente y al opositor". Ni esto haces cuando quieres. Algunas veces quieres castigar y no puedes; otras amenazas, y, antes de que hagas aquello con lo que amenazas, mueres. ¿Pensaremos que en ti mismo haces lo que quieres? ¿Reprimes todas las concupiscencias? Quizá las reprimes. Pero ¿por ventura está en tu poder que no se exciten las pasiones que refrenas? Sin duda quieres que se reduzca la inquietud de tus pasiones, y, sin embargo, la carne codicia contra el espíritu, y el espíritu contra la carne, para que no hagáis las cosas que queréis27. Tú en ti mismo no haces lo que quieres, pero nuestro Dios hizo lo que quiso en el cielo y en la tierra. Te dé gracia Él para que hagas en ti mismo lo que anhelas; pues si Él no te ayuda, no harás en ti mismo lo que deseas. En efecto, aquel que dijo: La carne codicia contra el esíritu, y el espíritu contra la carne, para que no hagáis lo que veréis, no hacía en sí mismo lo que quería; por eso cuando el piismo que gemía en sí, diciendo: Me complazco en la ley de Dios según el hombre interior; pero veo otra ley en mis miembros que milita contra la ley de mi mente y me tiene cautivo en la ley del pecado que está en mis miembros, porque no sólo en su casa ni únicamente en su campo, sino ni en su carne, aún más, ni en su espíritu, hacía lo que quería, clamó a Dios que hizo cuanto quiso en el cielo y en la tierra, y dijo: ¡Infeliz hombre yo! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte? Y él mismo, bueno y suave, como respondiéndose a sí mismo, añadió a continuación: La gracia de Dios por Jesucristo, Señor nuestro28. Amad esta suavidad, alabad esta suavidad. Entended que Dios, que hizo cuanto quiso en el cielo y en la tierra, hará también en vosotros cuanto deseáis y, ayudando Él vuestra voluntad, cuanto ejecutéis. Pero mientras no podéis, confesad; cuando podáis, dad gracias; hallándoos postrados, clamad; y, cuando estéis levantados, no os ensoberbezcáis. Luego Él hizo cuanto quiso en el cielo, en la tierra, en el mar y en todos los abismos.

13 [v.7]. Forma las nubes del confín de la tierra. Veamos estas obras del Señor ejecutadas en su criatura. Se presentan las nubes del confín de la tierra y llueven, pero no sabes de dónde se levantaron; mas el profeta lo indica, diciendo: Desde el confín de la tierra. Y ya sea desde el abismo o desde el fin de la redondez de la tierra, pues de donde quiere forma las nubes, sin embargo, desde la tierra. Convierte el relámpago en lluvia. Los relámpagos sin la lluvia te aterrarían y nada te proporcionarían. Convierte el relámpago en lluvia. Relampaguea, te aterrorizas; llueve, te alegrasi Convierte el relámpago en lluvia; el que te atemorizó, te alegró. Saca los vientos de sus tesoros por ocultas causas que tú desconofces. Tú sientes el soplo del viento; por qué causa sople o de qué cúmulo de fortaleza lo saca, lo ignoras. Sin embargo, debes creer piadosamente a Dios, que no soplaría el viento si no se lo ordenase El, que lo hizo; si no lo hiciese salir Él, que lo creó.

14 [v.8-12]. Vemos estas cosas en la creación, y alabamos, nos admiramos y bendecimos a Dios. Veamos qué hizo en los hombres en pro de su pueblo. Hirió a los primogénitos de Egipto. Se enumeraron las obras divinas que debías amar y no se narraron las que debías temer. Atiende, porque también, cuando se enoja, hace lo que quiere. Hirió a los primogénitos de Egipto, desde el hombre hasta el ganado. Obró señales y prodigios en ti, ¡oh Egipto! Conocisteis y leísteis cuántas cosas hizo la mano o el poder del Señor por medio de Moisés en Egipto para aterrar, confundir y aniquilar a los soberbios egipcios. Contra Faraón y contra todos sus siervos. Poco hubiera sido haber hecho esto en Egipto ¿Qué aconteció después que el pueblo salió de allí? Hirió a muchas naciones que poseían la tierra que Dios quería dar a su pueblo. Y mató a reyes poderosos: a Seón, rey de los amorreos, y a Og, rey de Basan, y a todos los reinos de Canaán. Así como el salmo consigna brevemente todas estas cosas, así las leemos en otros libros de la Escritura; y también en ellos se ve el excelso poder del Señor. Cuando tú ves las cosas que tienen lugar en los impíos, procura evitar no lo tengan en ti, pues se llevaron a cabo en ellos para que tú pasases y no los imitases y no padecieses tales cosas. Con todo, se ve que el azote del Señor alcanza a toda carne. No pienses que no te ve cuando pecas; no pienses que no hace caso de ti; no pienses que el Señor duerme. Atiende y teme cuando reflexiones en los ejemplos de los beneficios de Dios lo mismo que cuando recuerdas sus castigos, pues es omnipotente tanto para consolar como para castigar. Por eso resultan útiles estas cosas cuando se leen. Cuando el piadoso ve lo que padeció el impío, se purifica de toda iniquidad para que no le sobrevenga a él tal pena y tal castigo. Luego habéis entendido perfectamente estas cosas. ¿Qué hizo Dios después? Arrojó a los impíos y dio su tierra en heredad; en heredad a su siervo Israel.

15 [v.13]. Después de esto sigue el regocijo de su alabanza. Señor, tu nombre permanece para siempre después de todas estas cosas que hiciste. ¿Qué veo de las cosas que hiciste? Contemplo la criatura que hiciste en el cielo, contemplo esta parte baja en donde habitamos, y aquí veo tus beneficios: las nubes, los vientos, la lluvia. Miro a tu pueblo, y le sacaste de la morada de servidumbre: obraste signos y prodigios entre sus enemigos, castigaste a los que le causaban penalidades, arrojaste de su tierra a los impíos, mataste a sus reyes, entregaste a tu pueblo su tierra. Vi todas estas cosas, y lleno de alabanza, dije: Señor, tu nombre permanece para siempre.

Exposición mística de los versillos anteriores

16 [v.6]. Hemos visto, conocido y alabado el sentido literal en el que se escribieron estas cosas. Si algo simbolizan, no seré molesto al explicarlo como pueda. Ved qué podemos entender: Hizo cuanto quiso en el cielo y en la tierra, aplicándolo a los mismos hombres. Y así tomó el cielo etéreo por los espirituales, y la tierra por los carnales. De estas dos clases de hombres, como de cielo y de tierra, está formada la Iglesia. A los espirituales pertenece la predicación y a los carnales la sumisión, porque los cielos anuncian la gloria de Dios, y el firmamento las obras de sus manos29. Si la tierra o Iglesia de Dios no fuese pueblo de Dios, no diría el Apóstol: Edificación de Dios, agricultura de Dios sois. Como sabio arquitecto, puse el fundamento; otro edifica encima. Luego somos edificios de Dios y campo de Dios. También dice: ¿Quién planta una viña y no come de su fruto?30; y asimismo: Yo planté, Apolo regó, pero Dios dio el crecimiento31. Luego también en su Iglesia, y en sus predicadores, y en sus turbas, como en el cielo y la tierra, hizo todo lo que quiso. Poco hubiera sido obrar sólo en ellos; por eso hizo también cuanto quiso en el mar y en todos los abismos. El mar son todos los fieles, todos los aún no creyentes, y en ellos también hizo cuanto quiso. Pues no se ensañan los infieles si no se les permite; ni se les castiga, cuando son perversos, si ni lo hubiere ordenado Aquel que creó todas las gentes. Piensa que es mar y no tierra. Pero ¿acaso por esto está exento del poder de Dios omnipotente? En el mar y en todos los abismos hizo cuanto quiso. ¿Quiénes son los abismos? Los ocultos corazones de los mortales; los secretos pensamientos de los hombres. ¿Cómo hace allí Dios lo que quiere? Porque el Señor pregunta al justo y al impío, pero el que ama la iniquidad odia su alma32. ¿En dónde le pregunta? En otro sitio se escribió: La interrogación tendrá lugar en los pensamientos del impío33. Luego en todos los abismos hizo lo que quiso. Está oculto el corazón bueno, asimismo lo está el malo; hay abismo en el corazón bueno, e igualmente lo hay en el malo; pero los dos están patentes a Dios, a quien nada se le oculta. Consuela al corazón bueno y atormenta al malo. Luego hizo todas las cosas que quiso en el cielo y en la tierra, en el mar y en todos los abismos.

17[v.11]. Forma las nubes del confín de la tierra. ¿Qué nubes? Los predicadores de la palabra de su verdad. De estas nubes, hallándose airado contra su viña, dice: Mandaré a mis nubes que no dejen caer agua sobre ella34. Poco es haber suscitado nubes de Jerusalén o de Israel, a las que envió a predicar su Evangelio a todo el orbe de la tierra, y de las cuales se dijo: Por toda la tierra se oyó su sonido, y en los confines de la tierra sus palabras35. Poco es esto. Pero como el mismo Señor dice: Este Evangelio del reino se predicará por toda la tierra para testimonio de todas las gentes, y entonces vendrá el fin36, por eso suscita nubes del confín de la tierra. Porque al crecer el Evangelio, ¿de dónde saldrán predicadores del Evangelio para los confines de la tierra si no levanta allí nubes desde el confín de la tierra? ¿Qué hace de estas nubes? Convierte los relámpagos en lluvia. Convirtió las amenazas en misericordia. Del terror produjo el riego. ¿Cómo riega con el terror? Cuando Dios te amenaza por el profeta y por el Apóstol y temes, ¿por ventura no te atemoriza el relámpago? Pero, cuando arrepintiéndote te corriges y reconoces que se hizo esto por misericordia, el terror del relámpago se convierte en lluvia. Quien saca los vientos de sus tesoros. A los mismos predicadores los tengo por nubes y vientos: nubes por la carne, vientos por el espíritu, pues las nubes se ven, los vientos no, pero se sienten. En fin, como vemos que la carne procede de la tierra, dice: Y suscita las nubes del confín de la tierra, indica de dónde levantaba las nubes. Pero al llegar al viento, como no se sabe de dónde venga el espíritu del hombre, dice: Saca los vientos de sus tesoros. Atended un poco y veamos lo que resta.

18 [v.8]. Hirió a los primogénitos de Egipto, desde el hombre hasta el ganado. Nuestros primogénitos se salven para el Señor, porque Él nos los dio. Es pena desagradable y plaga demasiado terrible la muerte de los primogénitos. ¿Cuáles son nuestros primogénitos? Nuestras costumbres, con las que ahora servimos a Dios, son nuestros primogénitos. Por primicia tenemos la fe, por la cual comenzamos. A la Iglesia se le dijo que vienes y atraviesas por el comienzo de la fe37, pues nadie comienza a vivir si no es por la fe. Luego nuestra fe se halla entre nuestros primogénitos. Cuando se conserva nuestra fe, pueden seguir las demás virtudes. Porque el purificarse los hombres adelantando continuamente y viviendo mejor, renovándose de día en día el hombre interior, según dice el Apóstol: Si bien se corrompe el hombre nuestro exterior, el interior se renueva de día en día38, se lleva a cabo porque vive la primogénita fe, de la cual también dice el Apóstol: ...ni ello sólo, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del espíritu, es decir, que, habiendo dado a Dios las primicias de nuestro espíritu, esto es, la misma fe, como primogénitos nuestros, con todo, gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción de hijos y la redención de nuestro cuerpo39. Si es una inmensa gracia de Dios que se conserve nuestra fe, es un gran casrigo matar los primogénitos, lo que se hace cuando los hombres redimidos, colocados en la aflicción de la Iglesia, pierden la fe, pues afligen a la Iglesia cuando pierden la fe; y Egipto significa también aflicción. Luego todos los que afligen a la Iglesia, todos los que suscitan escándalos en la Iglesia, aunque se llamen cristianos, dan muerte a sus primogénitos. Por tanto, serán infieles, serán vanos, que tienen únicamente el nombre y el signo (de cristianos), pues sepultaron en su corazón a su primogénito; y hasta tal punto que, cuando reprendes en algo a un cristiano atendiendo a la buena vida, a la esperanza de la vida eterna, al temor del fuego eterno, se ríe dentro de sí: o si es tal que se atreve a hacerlo delante de ti, hace una mueca y dice: "¿Quién ha vuelto aquí de allí? Los hombres dicen lo que se les antoja". Con todo, es cristiano; pero como afligiendo dio muerte a su primogenitor, mató a su fe, y esto desde el hombre hasta el ganado. Hermanos, diré lo que siento. En los hombres entiendo que se hallan simbolizados espiritualmente los doctos, debido al alma racional, por la cual es hombre; en el ganado, los indoctos, pero que tienen fe, porque, si no, carecerían de primogénitos. Hay doctos que afligen a la Iglesia suscitando cisma y herejías. Por tanto, no encontrarás fe en ellos, porque se hicieron Egipto, es decir, aflicción para el pueblo de Dios. Mataron a sus primogénitos, arrastrando en pos de sí a turbas indoctas; éstas son las bestias o ganados. En esta aflicción, con la que es torturada la Iglesia, muere la fe en los que la afligen, y mueren también los primogénitos; en los doctos e indoctos, porque Dios mató los primogénitos de los egipcios, desde el hombre hasta el ganado o la bestia.

19 [v.9]. Obró señales y prodigios en ti, ¡oh Egipto!; contra Faraón y contra sus siervos. Faraón era el rey de los egipcios. Atended al nombre. Ved de qué modo hace Dios estas cosas. El rey es el personaje más destacado de toda nación. Egipto significa aflicción, y Faraón dispersión. Luego la aflicción tiene por rey la dispersión, porque los que afligen a la Iglesia, la afligen dispersados. Es más, para afligirla se dispersan. Pero como el rey guía y el pueblo sigue, precede la dispersión y sigue la aflicción. Oíd, oíd estos nombres en significación típica y llena de sabiduría, y no encontraréis ni siquiera uno de ellos que indique algo bueno en los cuales Dios ejercitó su ira.

20 [v.10-11]. Hirió a muchas naciones y mató a reyes poderosos. Di a qué naciones y a qué reyes: A Seón rey de los amorreos. Oíd los nombres, cuajados de misterios. Dice que mató a Seón. Efectivamente le mató; y ojalá que le mate ahora en los corazones de sus siervos y en las tentaciones que soporta su Iglesia; no cese su mano de matar a tales reyes y a tales pueblos, pues Seón significa tentación de los ojos, y amorreos, provocadores de la cólera. Ved ya si podemos entender aquí cómo los provocadores de la ira tengan por rey la tentación de los ojos. La tentación o guiño de los ojos es la mentira; tiene apariencia de verdad, pero no la verdad. ¿Qué es de extrañar que los provocadores de la ira tengan por rey a un tal, a un rey mendaz? Si no precede la simulación y la mentira, no hay provocadores de la ira en la Iglesia, pues provocan a la ira porque fingen. Precede, pues, la tentación de los ojos y sigue la provocación de la ira. También precedió ésta en el diablo, porque la tentación de los ojos es el transformarse en ángel de luz40. Mate la mano del Señor a éste y a aquéllos; a éste para que no induzca a aquéllos para que se corrijan. Efectivamente, cada hombre mata en sí mismo a este rey cuando condena la simulación y ama la verdad. La mano o el poder de Dios no cesa de hacer esto, pues como lo hizo entonces en la realidad histórica, así lo hace ahora espiritualmente para que se cumpla lo que anunció proféticamente. También mató a otro rey y a su pueblo: A Og, rey de Basan. Este, ¡qué malo era! Og significa oclusión, y Basan confusión. Perverso es el rey que intercepta el camino hacia Dios. Esto lo hace el diablo; pues, oponiendo siempre sus ficciones y engaños, oponiendo sus ídolos, oponiéndose él, como cosa necesaria por los posesos, por los sortílogos, por los agoreros, por los adivinos, por los encantadores, por los ritos de los demonios, cierra el camino. Así como por Cristo se abre el camino que había sido cerrado, pues por medio de Él dice cierto redimido: Y con mi Dios traspasaré la muralla41, así el diablo no hace más que cerrar el camino para que no se crea en Dios. Si se cree en Dios, está expedito el camino, pues el mismo Cristo es el camino42. Si no se cree en Él, está obstruido. Si, pues, hubiere sido obstruido porque no se cree, ¿qué resta? Que, cuando venga el que no fue creído, se confundan los que no creyeron. ¿Por qué? Porque precede la obstrucción y sigue la confusión. La obstrucción precede como rey, y sigue la confusión como pueblo. A los que ahora impide que crean en Cristo, cuando apareciere Cristo, todos se confundirán, y sus iniquidades los harán pasar a la parte contraria. Y entonces dirán confundidos los impíos: ¿De qué nos sirvió la soberbia?43 Profundo misterio, hermanos míos: la dispersión es el rey de la aflicción; son dispersados para que sean afligidos. Profundo misterio: la tentación de los ojos, es decir, el engaño, es el rey de los que provocan a la cólera, engañan para provocarla. La oclusión es el rey de la confusión: se cierran para no creer, y, cuando viniere Aquel en quien creemos, se confundirán. Y Dios mató a todos los reinos de Canaán. Canaán significa el aparejado para la humildad. La humildad representa a un bien; pero la humildad provechosa, porque la perversa humildad es digna de pena. Si la humildad no fuese también penal, no se diría: El que se ensalza será humillado44, pues no se da ninguna merced cuando se castiga con la humillación. Luego Canaán ahora significa soberbio. Todo impío y todo infiel ensalza su corazón, pues no quiere creer en Dios. Pero esta exaltación apareja a los incrédulos la humillación para el día del juicio, pues entonces será humillado cuando no quiera; ya que hay vasos de ira que están preparados para perdición45. Engríanse ahora, charlen, se echen sobre los fieles, se rían de ellos, se mofen de los cristianos, digan: "Son cuentos de vieja las cosas que dicen del día del juicio". Este engreimiento de ellos prepara la humillación. Cuando viniere el juez del que ahora anunciado se ríen, entonces el que ahora se engríe será humillado, no con provecho, sino penalmente. Ahora no se humilla, pero se prepara para ser humillado; es decir, se prepara para la condenación, se prepara para ser víctima.

21 [v.13]. Dios ejecutó todo esto, materialmente, cuando nuestros padres fueron sacados de la tierra de Egipto; espiritualmente, ahora, y además no cesa su mano de obrar hasta el fin. Para que no pienses que, habiendo llevado a cabo entonces materialmente estas cosas, cesó el poder de Dios, dice: Señor, tu nombre permanece para siempre. Esto es, tu misericordia no cesa, no cesa tu mano o poder de hacer en este siglo estas cosas que entonces anunciaste prefigurando, ya que todas las cosas les acontecían en figura a ellos, mas se escribieron para nuestra corrección sobre quienes ha venido a caer el fin de los siglos46. Señor, tu misericordia perdurará de generación en generación. La generación de esta vida y la generación de la otra, la generación por la cual nos hacemos fieles y renacemos por el bautismo, la generación por la que resucitaremos de entre los muertos y viviremos, junto con los ángeles, eternamente. Tu memoria, Señor, permanecerá sobre esta generación y sobre la otra, porque ni ahora se olvidó de nosotros para llamarnos ni entonces se olvidará para coronarnos. Tu memoria, Señor, permanecerá de generación en generación.

22 [v.14]. El Señor juzgó a su pueblo. El Señor completó todas aquellas cosas para con el pueblo judío. Pero ¿por ventura quedaron estancadas sus obras después que introdujo a su pueblo en la tierra prometida? Sin duda que aún juzgará, pues el Señor juzgó a su pueblo y por sus siervos será llamado. Ya juzgó a su pueblo. Dejando a un lado el juicio futuro, ya está juzgado el pueblo judío. ¿Qué quiere decir "ya está juzgado"? Que ya están separados los justos y han quedado los injustos. Si miento, o pensáis que miento porque dije que ya está juzgado, oye al Señor, que dice: Para juicio vine yo a este mundo, a fin de que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos47. Fueron cegados los soberbios e iluminados los humildes. Luego juzgó a su pueblo. Isaías indicó este juicio (al decir): Y ahora tú, casa de Jacob, ven; caminemos en la luz del Señor; esto es poco. ¿Qué sigue? Pues abandonó a su pueblo, a la casa de Israel48. La casa de Jacob es la misma de Israel, porque Jacob es Israel. Conocéis las santas Escrituras, y pienso que recordaréis que Jacob, cuando vio al ángel luchar contra él, recibió el nombre de Israel49. Un solo hombre es Jacob e Israel, una sola persona. Así, pues, la casa de Jacob y la casa de Israel es una sola nación, un solo pueblo; por tanto, al mismo rechaza e invita. Ahora ya mataste a Cristo, ¡oh casa de Jacob!; ya mataste a Cristo, ya moviste la cabeza ante la cruz, ya te burlaste del pendiente de ella y le dijiste: Si es el Hijo de Dios, baje de la cruz. Ya rogó el Médico por los frenéticos: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen50. Sin duda ya hicisteis todas estas cosas; ahora cree en Aquel que mataste; bebe la sangre que derramaste. Ahora, casa de Jacob, deseo exponer con el testimonio de Isaías lo que el salmista dijo: El Señor juzgó a su pueblo y por sus siervos será llamado. Se entiende que juzgó a su pueblo separando en el mismo pueblo los buenos de los malos, los creyentes de los incrédulos, los apóstoles de los judíos mentirosos. Esto lo indicó, conforme comencé a decir, por el profeta, ya que después de todas tus iniquidades habló y dijo: ¡Oh tú, casa de Jacob!, ven y caminemos en la luz del Señor. ¿Por qué os digo: Venid, caminemos en la luz del Señor? Para que no suceda que, permaneciendo en el judaismo, no vengáis a Cristo. ¿Por qué, pues? ¿No se profetizó allí continuamente a Cristo? Pero ahora arrojó a su pueblo, casa de Israel. Ven, casa de Jacob, porque arrojó a su pueblo, casa de Jacob; ven, casa de Israel, porque arrojó a su pueblo, casa de Israel. ¿Por qué vino y por qué fue arrojada? Porque éste es el juicio: Que los que no ven, vean, y los que ven, queden ciegos. Luego juzgó el Señor a su pueblo. Los separó. Entonces ¿no encontrará allí a quienes establecer en su reino? Los encontrará: Y por sus siervos será llamado. El Apóstol dice: No desechó Dios a su pueblo, a quien preconoció. ¿Cómo lo prueba? Porque yo soy israelita51. Luego el Señor juzgó a su pueblo, separando los buenos de los malos; y esto es por sus siervos será llamado. ¿Por quiénes? Por los gentiles. ¡Cuántas naciones, creyendo, vinieron! ¡Cuántos fundos, cuántas familias abandonadas, se acercan! N o sé de dónde vienen tantos; quieren creer. Les decimos: "¿Qué queréis?" Y responden: "Conocer la gloria de Dios." Creed, hermanos; me admiro y me lleno de gozo ante esta voz de los plebeyos. N o sé de dónde vienen, no sé por quién son movidos. Pero ¿por qué digo: "No sé por quién?" Lo sé. Nadie viene —dice el Señor— a mí sino aquel a quien trajere el Padre. Vienen inesperadamente del bosque, del desierto, de lejanas y escarpadas montañas, a la Iglesia, y muchos, por no decir casi todos, dicen esto: " Para que veamos en verdad a Dios, que enseña interiormente." Se cumple la profecía por la que se dijo: Todos serán enseñados por Dios52. "¿Qué deseáis?", les decimos; y ellos responden: "Ver la gloria de Dios." Todos pecaron, y necesitan la gloria de Dios53. Creen, se consagran, piden que se ordenen clérigos para ellos. ¿Por ventura no se cumple: Y por sus siervos será llamado?

23 [v.15-17] Por último, después de todo este ordenamiento y administración, se dirige el Espíritu de Dios a reprochar y a mofarse de los ídolos, los cuales ya son mofados por sus adoradores, y dice: Los ídolos de los gentiles son plata y oro. Habiendo sido hechas todas estas cosas por Dios, que hizo cuanto quiso en el cielo y en la tierra, que juzgó a su pueblo y fue llamado por sus siervos, ¿qué resta si no es mofarse y no adorar la ficción? ¿Quizá debía haber dicho a secas: "ídolos de los gentiles", para que así los despreciásemos a todos ellos? ¿Quizá debía haber dicho: "Los ídolos de los gentiles son piedra, madera, yeso, barro?" No digo esto, porque es materia vil; digo lo que sobremanera aman los hombres o lo que tienen en gran estimación: Los ídolos de los gentiles son plata y oro. Ciertamente que son oro y plata. Pero ¿acaso porque el oro y la plata brillan, por lo mismo también tienen ojos y ven? El oro y la plata son quizá útiles para el avaro, pero no para el religioso. ¿Qué digo? Ni para el avaro son útiles, sino para el que usa bien de ellos y para el que consigue por su erogación un tesoro celeste. Con todo, faltándoles el sentido o la percepción, ¿por qué hacéis, ¡oh hombres!, dioses del oro y de la plata? ¿No advertís que los dioses que hacéis no ven?54 Tienen ojos, y no verán; tienen oídos, y no oirán; tienen nariz, y no olerán; tienen boca, y no hablarán; tienen manos, y no obrarán; tienen pies, y no andarán. Todas estas cosas las pudo hacer el artífice, el platero, el orífice o el orfebre; pudo hacer los ojos, los oídos, la nariz, la boca, las manos, los pies; pero no pudo dar luz a los ojos, percepción al oído, voz a la boca, sentido a la nariz, movimiento a las manos, agilidad a los pies.

24 [v.18]. ¡Oh hombre!, sin duda te ríes ya de lo que hiciste si conociste a Aquel por quien fuiste hecho. ¿Qué se dice de los que no le conocieron? Todos los que hacen ídolos son semejantes a ellos, y, asimismo, todos los que confían en ellos. Creed, pues, hermanos, que se reproduce en ellos cierta semejanza de los ídolos, no ciertamente en la carne, sino en su hombre interior, pues tienen oídos, y no oyen; por esto les dice el Señor: El que tenga oídos para oír, que oiga55. Tienen ojos, y no ven: tienen los ojos del cuerpo, pero no tienen los de la fe. En fin, esta profecía se cumple en todas las gentes. Observad dé qué modo se dijo por el profeta. No conmemora nada alegórico, nada en figura; oíd la profecía anunciada en sentido propio, preciso, simple, claro, y vedla cumplida. El Señor prevaleció contra ellos, dice el profeta Sofonías. Contra los opositores, contra los rebeldes, contra los que sin saberlo hacían mártires con la matanza de los fieles, prevaleció el Señor. ¿Y cómo prevaleció? Veamos que prevaleció en su Iglesia contra ellos. Querían, matando, extinguir a los pocos cristianos. Derramaron la sangre; y de la sangre de los inmolados se levantaron tantos, que vencieron a los sacrificadores de los mártires; y de tal modo los vencieron, que ahora buscan en dónde esconder sus ídolos los que primeramente por los ídolos daban muerte a los cristianos. ¿Por ventura no prevaleció contra ellos el Señor? Ve si, haciendo lo que sigue, no prevaleció contra ellos el Señor. ¿Qué hizo? Exterminé —dice Sofonías— a todos los dioses gentílicos de la tierra; y le adorarán, cada uno en su lugar, todas las islas de las gentes56. ¿Qué es esto? ¿No se profetizó? ¿No se cumplió? ¿No se ve conforme se lee? Y los que quedaron tienen ojos, y no ven; nariz, y no huelen. No perciben aquel olor del cual dice el Apóstol: En todo lugar somos el buen olor de Cristo57. ¿De qué les aprovecha tener nariz, si no perciben el suave olor de Cristo? Ciertamente se dijo de ellos y se cumplió en ellos: Todos los que hacen ídolos son semejantes a ellos, y, asimismo, todos los que confían en ellos.

25 [v.19-20]. Todos los días hay hombres que creen por los milagros de Cristo; todos los días se abren los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos, y percibe la nariz de los insensatos, y se desata la lengua de los mudos, y se afianzan las manos de los paralíticos, y se consolidan los pies de los cojos, y se levantan de estas piedras hijos de Abrahán58. A todos éstos se les diga ya: Bendecid al Señor, casa de Israel. Todos son hijos de Abrahán; y si de estas piedras se levantan hijos de Abrahán, es evidente que son más bien casa de Israel los que pertenecen a la casa de Israel, al linaje de Abrahán, no por la carne, sino por la fe. Casa de Israel, bendecid al Señor, Procura pertenecer a esta casa y ser llamado pueblo de Israel. Así lo creyeron los apóstoles y miles de circuncisos. Casa de Israel, bendecid al Señor; casa de Aarón, bendecid al Señor; casa de Leví, bendecid al Señor. "Bendecid, pueblos, al Señor" quiere decir casa de Israel en general; "bendecid, prepósitos", significa, casa de Aarón, y "bendecid, ministros", casa de Leví. Y de las demás naciones, ¿qué se dice? Los que teméis al Señor, bendecid al Señor.

26 [v.21]. Luego todos digamos a una voz lo que sigue: Sea bendito desde Sión el Señor, que habita en Jerusalén. Desde Sión hasta Jerusalén. Sión significa contemplación, y Jerusalén visión de paz. ¿En qué Jerusalén ha de morar ahora? ¿En la que pereció? No, sino en aquella madre nuestra que está en los cielos, de la cual se dijo: Muchos más son los hijos de la abandonada que los de la que tiene varón59. Luego ahora el Señor es bendecido desde Sión, porque espiamos, es decir, contemplamos, hasta que venga, pues ahora, mientras vivimos en la fe, nos hallamos en Sión. Terminado el viaje, habitaremos en aquella ciudad que jamás ha de perecer, porque el Señor habita en ella y la guarda; en aquella ciudad, eterna Jerusalén, que es visión de paz; de la paz de Aquel, hermanos míos, a quien no puede suficientemente alabar la lengua y en donde no sentiremos ya enemigo alguno ni en la Iglesia, ni fuera de la Iglesia, ni en nuestra carne, ni en nuestro pensamiento, pues será sumida la muerte en victoria60 y nos dedicaremos a ver a Dios en paz eterna, hechos ya ciudadanos de la Jerusalén, ciudad de Dios.