[Canto para la dedicación del templo de Salomón]
SERMÓN AL PUEBLO
1 [v.1-2]. Era razonable, carísimos, que oyésemos más bien a nuestro hermano, mi colega, que se halla presente entre nosotros. No obstante, no se negó, sino que lo difirió, y os lo digo para que conmigo os acordéis de la promesa. No parezca disparatado a vuestra caridad que obedeciese yo primero al que me mandaba, pues ahora me obligó a ser mi oyente con el compromiso de serlo yo también de él, porque en la misma caridad todos somos oyentes de Aquel que es para nosotros el único Maestro1, que está en el cielo. Luego atended al salmo, que, como sabéis, debo tratar según el orden. Lleva por título Cántico de grado, pero es algo más largo que los otros consignados con el mismo título. No me detendré sino en donde la necesidad me obligue para que pueda exponerlo íntegramente, si Dios me lo permite. Vosotros no debéis oír todas las cosas como ignorantes; por tanto, debéis de ayudarme en algo, teniendo en cuenta las pasadas audiciones, para que no sea necesario que diga todas las cosas como nuevas. Sin embargo, nosotros debemos ser nuevos, porque la vejez no debe apoderarse de nosotros, sino que debemos crecer y aprovechar. De este aprovechamiento dice el Apóstol: Si bien el hombre exterior nuestro se corrompe, con todo, el interior se renueva de día en día2: No progresemos de tal modo que de nuevos nos hagamos viejos, sino crezca la misma cosa nueva.
2. Señor, acuérdate de David y de toda su mansedumbre. Como juró al Señor, hizo voto al Dios de Jacob. David, según la realidad, fue un hombre rey de Israel e hijo de Jesé; también fue manso, conforme lo indica y lo consigna la divina Escritura; y tan manso, que no devolvió mal por mal a su perseguidor Saúl, pues observó para con él tanta humildad, que le confesaba rey y él se tenía por perro; y, siendo delante de Dios más estimado, no respondía al rey con insolencia y soberbia, sino más bien procuraba agradarle con la humildad y sumisión que excitarle con la soberbia. Además le fue entregado Saúl a su arbitrio, y esto por el Señor Dios, para que hiciese de él cuanto le viniese en gana; pero como no le mandó que le matase, sino únicamente que se le entregó a su voluntad, y es lícito al hombre usar de su potestad, por esto más bien se inclinó a la blandura que a la concesión hecha por Dios. Luego si hubiera querido matarle, no tendría enemigo; pero entonces, ¿cómo diría: "Perdóname mis deudas como yo perdono a mis deudores"?3 Saúl entró en una cueva en donde se hallaba David, sin saber que David se encontraba allí. Entró a satisfacer la necesidad corporal; entonces se acerca David pausada y lentamente por la espalda y le cortó un pedazo del manto, que más tarde le mostraría para que supiese que le había tenido en sus manos, y que, por tanto, no le quiso matar4, sino que voluntariamente, no por no haber podido, le había perdonado. Quizás ahora recordó esta mansedumbre al decir: Acuérdate, Señor, de David y de toda su mansedumbre. Esto, como dije, lo consigna la divina Escritura según la realidad de los hechos. Pero en los salmos, lo mismo que en toda profecía, no acostumbramos a atender a la letra, sino por la letra escudriñar los misterios. También recuerda vuestra caridad que solemos oír en los salmos la voz de cierto hombre que, siendo uno, tiene Cabeza y Cuerpo: la Cabeza en el cielo y el Cuerpo en la tierra, y que a donde fue la Cabeza seguirá el Cuerpo. Y no digo ya quién es la Cabeza y quiénes son el Cuerpo, puesto que hablo a instruidos.
3. Se recuerda la humildad de David, se conmemora la mansedumbre de David y se dice a Dios: Acuérdate, Señor, de David y de toda su mansedumbre. ¿Tocante a qué se dice: Acuérdate, Señor, de David? (A lo que sigue:) Así como juró al Señor, hizo voto al Dios de Jacob. Luego acuérdate para que cumpla lo que prometió. El mismo David juró como si estuviese en su poder (lo que juraba), y, sin embargo, ruega a Dios para que pueda cumplir lo que juró; aquí se ve la devoción del promitente y la humildad del orante. Nadie confíe que por sus propias fuerzas ha de cumplir lo que juró. El que te exhorta a hacer votos te ayuda a cumplirlos. Veamos lo que juró, y por ello entenderemos de qué modo ha de tomarse simbólicamente David. La palabra David significa de mano fuerte. Era, pues, un gran guerrero. Confiando en el Señor, su Dios, emprendió todas las guerras, derrotó a todos sus enemigos; ayudándole Dios, llevaba el gobierno de aquel imperio; con todo, prefiguraba a cierto individuo de mano fuerte que había de someter a los enemigos: el diablo y sus ángeles. La Iglesia vence a todos estos enemigos. ¿Cómo los vence? Con la mansedumbre. Con la mansedumbre venció nuestro Rey al diablo. Este se ensañaba, Aquél soportaba, y así fue vencido el que se ensañaba y venció el que soportaba. Con esta mansedumbre el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, venció a los enemigos. Sea de mano fuerte y venza obrando. El Cuerpo de Cristo es templo, casa y ciudad, y el que es Cabeza del Cuerpo es morador de la casa, santificador del templo y rey de la ciudad. Como la Iglesia es todas aquellas cosas, así también Cristo es todas éstas. Luego ¿qué hemos prometido a Dios sino ser templos de Dios? Ninguna cosa podemos ofrecer a Dios más agradable que decirle lo que consigna Isaías. Poséenos5. En las posesiones terrenas se entrega algo al padre de familia cuando se le da la posesión; referente a la posesión, Iglesia; se concede a la misma posesión que ella posea.
4. Luego ¿qué dice al consignar: Así como juró al Señor, hizo voto al Dios ¿le Jacob? Veamos qué voto es éste. Jurar es prometer firmemente. Atended a este voto; es decir, qué prometió, con qué vehemencia, con qué amor, con qué anhelo; y, sin embargo, para cumplirlo rogó al Señor, diciendo: Acuérdate, Señor, de David y de toda su mansedumbre. Con esta mansedumbre ofreció el voto para ser casa de Dios, pues dice: Si entrare en la tienda de mi casa, si subiere al lecho de mi estrado, si diere el sueño a mis ojos, le pareció poco decir: Si diere sueño a mis ojos, y añadió: y a mis párpados adormecimiento, y descanso a mis sienes; si diere (mas no doy estas cosas) hasta que encuentre un lugar para el Señor, un tabernáculo para el Dios de Jacob. ¿En dónde buscaba un lugar para el Señor? Si era manso, lo buscaba en sí. ¿Cómo es lugar para el Señor? Oye al profeta: ¿Sobre quién descansa mi Espíritu? Sobre el humilde, el manso y el que teme mis palabras6. ¿Quieres ser lugar del Señor? Sé humilde, sé manso, teme las palabras de Dios, y tú mismo te harás lo que buscas. Pues, si en ti no se hace lo que buscas, el hacerse en otro, ¿de qué te sirve a ti? Dios obra algunas veces por el evangelista únicamente la salud de otro cuando él habla y no obra; entonces hace por su lengua lugar para Dios en otro, mas no lo hace en sí mismo (para Dios). Cuando obra rectamente lo que enseña y lo enseña de este modo, hace lugar para el Señor juntamente con aquel a quien enseña, porque todos los creyentes hacen un lugar para el Señor. El Señor tiene su lugar en el corazón, porque uno solo es el corazón de todos los unidos por la caridad.
5. ¡Cuántos miles, hermanos míos, creyeron cuando colocaron a los pies de los apóstoles el precio de sus bienes! ¿Y qué dice de ellos la Escritura? que se hicieron ciertamente templos del Señor; no sólo se hizo cada uno de por sí, sino también todos ellos juntos se hicieron templo de Dios. Luego hicieron un lugar al Señor. Para que sepáis que se hizo al Señor un lugar en todos, dice la Escritura: Había en ellos una sola alma y un solo corazón en Dios7. Muchos, para no hacer un lugar a Dios, buscan, aman sus cosas, se gozan de su propio poder, anhelan su interés. El que quiere hacer un lugar al Señor no debe alegrarse de su propio bien, sino del común. Los primeros cristianos hicieron comunes sus cosas propias. ¿Por ventura perdieron lo propio? Si hubieran poseído lo suyo y cada uno hubiera tenido lo propio, sólo tendrían lo que cada uno tenía; pero, al hacer común lo que era particular, también las cosas de los demás se hicieron de él. Atienda vuestra caridad. De las cosas que cada uno posee dimanan las riñas, las enemistades, las discordias, las guerras entre los hombres, los alborotos, las mutuas disensiones, los escándalos, los pecados, las iniquidades y los homicidios. ¿De qué cosas? De las que cada uno posee en particular. ¿Acaso litigamos por las que poseemos en común? Usamos del aire en común; al sol le vemos todos. Luego bienaventurados los que hacen un lugar al Señor, de tal modo que no se alegran del suyo particular. El que decía: Si entrare en el tabernáculo de mi casa, señalaba este lugar. Era propio; pero sabía que, por este lugar particular, él mismo obstaculizaba o impedía hacer lugar al Señor, y por eso conmemora las cosas que le pertenecían: "No entraré —dice— en el tabernáculo de mi casa hasta que encuentre..." ¿Qué? ¿Acaso cuando encuentres un lugar para el Señor entrarás en tu tabernáculo? O más bien, ¿no será tu mismo tabernáculo aquel en donde encuentres el lugar para el Señor? ¿Por qué? Porque tú serás este lugar del Señor, y también serás uno con aquellos que sean lugar del Señor.
6. Luego, hermanos, nos abstengamos de la posesión de cosa particular, y, si no podemos en la realidad, a lo menos por el afecto, y hagamos lugar al Señor. Alguno dirá: "Mucho es esto para mí." Ve quién eres tú, que has de hacer lugar al Señor. Si un senador quisiere hospedarse en tu casa, y no digo un senador, sino un administrador de algún grande según el mundo, y te dijere: "Me desagrada esta cosa en tu casa", aun cuando tú la estimases, con todo, la quitarías para no desagradar a aquel de quien ambicionas la amistad. ¿Y de qué te sirve la amistad del hombre? Quizás no sólo no encontrarás en ella ayuda, sino peligros. Pues muchos, antes de juntarse a los grandes, no peligraban, pero anhelaron la amistad de los más encumbrados que ellos, y cayeron en grandes peligros. Tú anhela seguro la amistad de Cristo; quiere alojarse en tu casa; hazle lugar. ¿Qué significa "hazle lugar"? No te ames a ti, ámale a Él. Si te amas, le cierras la puerta; si le amas, le abres. Si le abres y entra, no perecerás amándote, sino que le encontrarás por haberte amado.
7 [v.3]. Si entrare en el tabernáculo de mi casa, si subiere al lecho de mi estrado. El objeto propio en el que reposa el hombre hace soberbios; por eso dice: Si subiere. En el bien particular que cada uno posee, necesariamente es soberbio. De aquí que el hombre se encamina al hombre, siendo así que ambos son carne. ¿Qué es el hombre, hermanos? Carne. ¿Y qué es otro hombre? Otra carne. Y, con todo, la carne rica se dirige a la carne pobre, como si aquélla hubiera traído algo al nacer o llevara algo al morir. Lo que tuvo de más, lo tuvo para engreírse. Pero este que quiere encontrar un lugar para el Señor dice: Si subiere sobre el lecho de mi estrado...
8 [v.4]. Si diere el sueño a mis ojos. Muchos, cuando duermen, no preparan un lugar para el Señor. El Apóstol despierta a éstos, diciéndoles: Despierta tú que duermes y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo8; y en otro lugar: Nosotros, que somos hijos del día, vigilemos y seamos sobrios, pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan9. Llama noche a la iniquidad en la que éstos duermen deseando cosas terrenas, pues toda esta felicidad que se ve del mundo es sueño de los que duermen. Y como aquel que ve tesoros en el sueño, durmiendo, es rico, pero al despertar es pobre, así todas estas cosas vanas del presente mundo, de las cuales se gozan los hombres, son sueño en el que se gozan. Mas despertarán cuando no quieran si ahora, cuando es útil, no despiertan, y se encontrarán que aquellas cosas fueron sueños y pasaron, como lo afirma la Escritura en cierto lugar: Como sueño del que despierta10; y en otro sitio: Durmieron su propio sueño, y no encontraron riquezas en sus manos todos los varones11. Durmieron su propio sueño; termino el sueño, y no encontraron nada en sus manos, porque en sueños veían riquezas transitorias. Luego este que quiere encontrar un lugar para el Señor dijo también: Si diere el sueño a mis ojos... Hay también algunos que no duermen, pero dormitan. Se apartan algo del amor de las cosas temporales, mas de nuevo vuelven al afecto de ellas; como adormitados, cabecean. Despierta, despabila; adormitándose, caerás. El salmo no quiere que aquel que desea encontrar un lugar para el Señor entregue sus ojos al sueño, ni sus párpados al adormecimiento.
9 [v.5]. ...Y descanso —dice— a mis sienes. Por el descanso de las sienes se apodera el sueño de los ojos. La sien está junto a los ojos. La pesadez de la sien es como augurio del sueño. A los hombres que han de dormirse comienzan a pesarles las sienes; al sentir la pesadez de las sienes, está ya a las puertas el sueño, el cual, si ha de darse a los ojos, antes se da el descanso a las sienes, y así viene el sueño. Luego cuando algo temporal comenzare a arrastrarte al deleite del pecado, ya se hallan agravadas tus sienes. ¿Quieres estar en vigilia, no dormitar ni dormir? No te entregues a tal deleite, pues tendrás mayores dolores que encantos. Con este pensamiento, como refregando la frente, sacudes el sueño y preparas un lugar al Señor.
10. Hasta que encuentre un lugar al Señor, un tabernáculo al Dios de Jacob. Aun cuando algunas veces se llama al tabernáculo de Dios la casa de Dios, y a la casa de Dios, tabernáculo de Dios, sin embargo, carísimos hermanos, las palabras tabernáculo y casa se toman en distinto sentido. La Iglesia de Dios en este tiempo es tabernáculo, y la Iglesia de la celestial Jerusalén, adonde iremos, es casa. Pues el tabernáculo, como tal, es la tienda de campaña de los soldados y guerreros; el tabernáculo es la tienda de los soldados que se hallan preparados a entrar en batalla y en expedición; de aquí que los soldados se llaman contubemoles, porque son hombres que se alojan y tienen los mismos tabernáculos o tiendas. Mientras tenemos enemigos con quienes luchar, construyamos tabernáculos a Dios. Sin embargo, cuando haya pasado el tiempo de la lucha y hubiere llegado aquella paz que se eleva sobre todo entendimiento, la paz de Cristo, que, como dice el Apóstol, sobrepuja a todo entendimiento12, puesto que cuando más pienses sobre aquella paz, tanto menos será capaz el ánimo, colocado aún en esta gravedad del cuerpo, de comprenderla; cuando hubiere llegado aquella patria, será ya casa, pues no desencadenará la guerra de tentación enemigo alguno para que se llame tabernáculo. Entonces no nos encaminaremos a luchar, sino que permaneceremos para alabar. ¿Qué se dice de aquella casa? Bienaventurados los que moran en tu casa; por los siglos de los siglos te alabarán13. En el tabernáculo gemimos todavía; en la casa alabaremos. ¿Por qué? Porque el gemido es propio de los peregrinos, y la alabanza, de los que moran en la patria. Aquí se busque primeramente el tabernáculo para el Dios de Jacob.
11 [v.6]. He aquí que hemos oído que ella estaba en Efrata. ¿Qué ella? La sede del Señor. Oímos que estaba en Efrata. Y la encontramos en los campos de la selva. ¿La encontré en donde oí, o la encontré en un lugar y la oí en otro? Investiguemos qué signifique Efrata, en donde oí que estaba, y qué en los campos de la selva, en donde la encontré. Efrata es palabra hebrea que se traduce al latín por speculum, espejo, conforme lo legaron quienes declararon en otras lenguas el significado de las palabras hebreas consignadas en la Escritura para que su conocimiento llegase a nosotros. Primeramente se tradujo la Escritura de la lengua hebrea a la griega, y para nosotros de ésta a la latina. Hubo quienes estudiaron la Escritura. Luego si Efrata significa espejo, aquella casa que se encontró en los campos de la selva se oyó que estaba en el espejo. El espejo forma en sí la imagen, y toda profecía es imagen de las cosas futuras. Luego la casa futura de Dios se anunció en la imagen de la profecía. Oímos que ella estaba en el espejo, es decir, oímos que estaba en Efrata. La encontramos en los campos "saltuum" de los bosques. ¿Cuáles son los campos saltuum? Los campos de bosques o de la selva. Aquí no se consigna la palabra saltus en sentido vulgar, como cuando dice el pueblo, por ejemplo: "Ule saltus, aquel pelotón, aquel tropel o bosque de gente, consta de tantas centurias". La palabra saltus propiamente significa lugar todavía inculto y salvaje. Por esto algunos códices escribieron in campis silvae, en los campos de la selva. ¿Quiénes eran los campos salvajes? Las gentes incultas. ¿Quiénes eran los campos salvajes? Aquellos en los cuales aún se encontraban las zarzas de la idolatría. Con todo, así como allí había zarzas idolátricas, así allí encontrábamos lugar para el Señor, tabernáculo para el Dios de Jacob. Lo que oímos que se hallaba en Efrata, lo encontramos en los campos de la selva. Lo que se predicó en imagen o figuradamente a los judíos, se patentizó en la fe de los gentiles.
12 [v.7]. Entraremos en sus tabernáculos. ¿De quién? Del Dios de Jacob. Los mismos que entran para habitar, entran para ser habitados. Tú entras en tu casa para habitar, y en la casa del Señor para que te habite. Mejor es el Señor, puesto que te hace feliz cuando comienza a morar en ti. Si tú no eres habitado por El, serás desgraciado. El hijo que profirió estas palabras: Dame la parte de la herencia que me pertenece, quiso tenerla bajo su dominio. Admirablemente se conservaba en poder del padre para no dilapidarla con las meretrices. La recibió, y, puesta en sus manos, marchó a región lejana; allí la despilfarró por completo con las rameras. Por fin padeció hambre, y se acordó de su padre. Volvió para hartarse de pan14. Luego entra para que seas habitado, y no te tengas por tuyo, sino de Él. Entraremos en sus tabernáculos.
13. Le adoraremos en el lugar en donde estuvieron sus pies. ¿Los pies de quién? ¿Del Señor o de la casa del Señor? En la casa del Señor es en donde dice que debe ser adorado. Adoremos en el lugar en donde estuvieron sus pies. Fuera de su casa no oye Dios para la vida eterna; pertenece a la casa de Dios el que se halla enlazado por la caridad con las piedras vivas; sin embargo, quien no tuviere caridad se arruina; pero, cayendo él, la casa queda en pie. Nadie porque él quiera caer amenaza a la casa en la que comenzó a ser como piedra. De este modo se ensoberbeció el primer pueblo judío, diciendo que Dios no había de defraudar al patriarca Abrahán, a quien había prometido tantas cosas sobre su estirpe, y por esto ejecutaba toda clase de perversidades, seguro de que Dios le perdonaría en virtud de la promesa; no por sus méritos, que eran crímenes, sino por los de Abrahán, y que congregaría a cualesquiera hijos malos de Abrahán en su casa con miras a la vida eterna. Pero ¿qué dice San Juan Bautista? ¡Oh generación de víboras! Cuando se acercaron a él los hijos de Abrahán para bautizarse con el agua de la penitencia, no los llamó "generación de Abrahán", sino de víboras. Eran tales cuales aquellos a quienes imitaban; es decir, no eran hijos de Abrahán, sino hijos de los amorreos, de los cananeos, de los gergeseos, de los jebuseos y de todos los que pecaron contra Dios; eran sus hijos, porque perpetraban sus iniquidades. Raza de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced fruto digno de penitencia y no digáis: "Tenemos a Abrahán por Padre", porque Dios es poderoso para suscitar de estas piedras hijos de Abrahán15. No sé qué piedras veía entonces en los campos de la selva, de donde fueron suscitados hijos de Abrahán. Más son los hijos que le nacieron por la imitación de la fe que por la carne. Nadie amenace a la casa de Dios diciendo: "Me apartaré y caerá la casa". Le conviene pertenecer a la edificación y tener caridad. Porque, si él se aparta de ella, permanecerá en pie la casa. Así, pues, hermanos, la casa de Dios está en aquellos a quienes predestinó y previo que habían de perseverar ; de ellos se dijo: En donde estuvieron sus pies. Existen quienes no perseveran, ni los pies del Señor se hallan en ellos. Luego éstos no están en la Iglesia, no pertenecen ahora a aquel tabernáculo, ni pertenecerán después a la casa. Pero ¿en dónde estuvieron sus pies? Porque se acrecentó la iniquidad, se enfriará la caridad. En éstos en quienes se enfría la caridad no están sus pies. Pero ¿cómo prosigue? Quien perseverare hasta el fin, éste se salvará16. Ved en quiénes se afianzaron sus pies; adora en este lugar, es decir, sé de aquellos en quienes se posaron los pies del Señor.
14. Si quieres entender acerca de la casa en donde estuvieron sus pies, estén tus pies en Cristo, pues estarán firmes los pies sí perseverares en Cristo. ¿Qué se dice del diablo? Que fue homicida desde el principio y no permaneció en la verdad17. Luego los pies del diablo no permanecieron. Asimismo, ¿que se dice de los soberbios? No venga sobre mí el pie de la soberbia, y la mano del pecador no me conmueva. Allí cayeron los que obraron iniquidad; fueron empujados y no pudieron permanecer en pie18. Luego es casa de Dios la que tiene los pies firmes. Por esto, ¿qué dice gozándose San Juan Bautista? El que tiene esposa es esposo, pero el amigo del esposo permanece en pie y le oye. Si no permanece, no le oye. Y se goza con regocijo por la voz del esposo19. Con razón está en pie, puesto que se goza por la voz del esposo; porque, si se gozase por su voz, caería. Luego ya veis por qué caen los que se gozan de su voz. El amigo del esposo decía: Este es el que bautiza20. Algunos dicen: "Nosotros bautizamos"; alegrados por su voz, no pudieron permanecer en pie; y así no pertenecen a esta casa de la que se dice: En donde estuvieron sus pies.
15 [v.8]. Levántate, Señor, a tu descanso. Al Señor, que duerme, se le dice: Levántate. Ya sabéis quién se durmió y quién resucitó. Él dice en un versillo de un salmo: Conturbado, me dormí21. Muy bien se le dice ahora: Levántate, Señor, a tu descanso. Ya no serás conturbado, porque Cristo, que resucitó de entre los muertos, ya no muere y la muerte no se enseñoreará en adelante de Él22. También dice El mismo en otro salmo: Yo me dormí y tomé el sueño; y me levanté, porque el Señor me sustentó23. Él se durmió; a Él se le dice: Levántate, Señor, a tu descanso. Tú y el arca de tu santificación; es decir, resucita para que también resucite el arca de tu santificación, a la cual santificaste. Resucite Él, nuestra Cabeza, y su arca, su Iglesia. Primero resucitó Él; resucitará también la Iglesia. No se atrevería a prometer la resurrección al Cuerpo si no resucitase primero la Cabeza. Levántate, Señor, a tu descanso tú y el arca de tu santificación. También entendieron algunos por "arca de santificación" el cuerpo de Cristo, nacido de la Virgen María; de suerte que al decir: Levántate, Señor, a tu descanso tú y el arca de tu santificación, significaría: "Levántate con el cuerpo para que le palpen los que no creen". Levántate, Señor, a tu descanso tú y el arca de tu santificación.
16 [v.9]. Se vistan de justicia tus sacerdotes y se regocijen tus santos. Resucitando tú de entre los muertos y yendo al Padre, se vista de fe el real sacerdocio, porque el justo vive de la fe24. Y, habiendo recibido la prenda del Espíritu Santo, se alegren los miembros con la esperanza de la resurrección que antecedió en la Cabeza, pues a éstos dice el Apóstol: Gozaos en la esperanza25.
17 [v.10]. Por tu siervo David, no apartes el rostro de tu Cristo, Al Dios Padre se dijo esto: Por tu siervo David, no apartes el rostro de tu Cristo. El Señor fue crucificado en Judea, fue crucificado por los judíos; conturbado por ellos, se durmió. Resucitó para juzgar a los encruelecidos, entre cuyas manos se durmió; y así dice en cierto sitio: Resucítame, y les daré su merecido26. Les dio y les dará su merecido. Los mismos judíos conocen los males que padecieron después de haber matado al Señor. Todos fueron arrojados de la ciudad en la cual le mataron. ¿Pero qué? ¿Acaso perecieron todos los de la estirpe de David y los de la tribu de Judá? No, pues de la estirpe creyeron algunos y de la tribu muchos miles de hombres; y esto después de la resurrección del Señor. Primeramente se ensañaron para crucificarle, después comenzaron a ver que se obraban milagros en nombre del Crucificado, y, por lo mismo, temieron ante el inmenso poder del nombre de Aquel que entre sus manos parecía impotente; y, compungiéndose en su corazón, creyendo ya que se hallaba oculta la divinidad en Aquel a quien juzgaron semejante a los demás hombres, pidieron parecer a los apóstoles, y oyeron: Haced penitencia y se bautice, cada uno de vosotros en nombre de nuestro Señor Jesucristo. Pero como Cristo resucitó para juzgar a aquellos por quienes fue crucificado y apartó su rostro de los judíos y se volvió a los gentiles, se pide a Dios por las reliquias de Israel y se le dice: Por David, tu siervo, no apartes el rostro de tu Cristo. Si la paja fue quemada, recójase el trigo: Se salven las reliquias27, como dice Isaías. Ciertamente se salvaron las reliquias, pues de ellas eran los doce apóstoles; de ellas, más de quinientos hermanos a los que el Señor se apareció después de la resurrección28; de ellas, tantos miles bautizados que ponían a los pies de los apóstoles el precio de sus bienes29. Luego se cumplió lo que aquí se pidió a Dios: Por David, tu siervo, no apartes el rostro de tu Cristo.
18 [v.11]. Juró el Señor verdad a David, y no se arrepentirá. ¿Qué significa juró? Aseguró por sí mismo lo prometido. ¿Qué quiere decir no se arrepentirá? No cambiará. Dios no puede sentir dolor de arrepentimiento, ni se engaña, para que quiera corregir su error. Así como, cuando se arrepiente el hombre, pretende cambiar lo que hizo, así, cuando oyes que Dios se arrepiente, espera el cambio de la misma cosa. De un modo cambia Dios, aunque llame penitencia a este cambiar, y de otro tú. Tú cambias porque te equivocaste; Dios cambia porque unas veces castiga y otras perdona. Cambió el reino a Saúl, conforme se dijo, porque se arrepintió; pero en el mismo lugar de la Escritura en donde se consigna que se arrepintió, allí poco después se escribe: Dios no es como el hombre, que se arrepiente30. Luego cuando cambia sus obras por su propio dictamen inconmutable, se dice que se arrepiente, no por el mismo cambio del consejo, sino por la obras. Esto lo prometió para no cambiarlo. Así como se dijo: El Señor juró, y no se arrepentirá: "Tú eres sacerdote por siempre según el orden de Melquisedec"31, así también esto que prometió aquí, como lo prometió para no cambiarlo, porque necesariamente había de permanecer y de cumplirse, dijo: Juró el Señor verdad a David, y no se arrepentirá; "Del fruto de tu vientre pondré sobre tu trono." Pudiera haber dicho: "Del fruto de tu muslo"; ¿por qué quiso decir: Del fruto de tu vientre? Si hubiera dicho aquello, diría verdad; pero quiso decir más expresivamente: Del fruto de tu vientre, porque Cristo nació de mujer sin obra de varón.
19 [v.12]. Luego ¿qué? El Señor juró verdad a David: "Del fruto de tu vientre pondré sobre tu trono. Si guardasen tus hijos mi alianza y los preceptos que les enseñaré, también los hijos de ellos se sentarán eternamente sobre tu trono". Si tus hijos los guardasen, también los hijos de ellos se sentarán eternamente. Los padres consiguen galardón para los hijos. ¿Qué sucedería si los hijos de él los guardasen y los hijos de ellos no? ¿Por qué se promete la felicidad de los hijos al merecimiento de los padres? ¿Qué quiere expresar al decir: Si tus hijos los guardasen, eternamente se sentarán los hijos de ellos, pues no dice: "Si los guardasen tus hijos, se sentarán sobre tu trono"; y "Si los guardasen los hijos de ellos, también éstos se sentarán sobre tu trono", sino que dice: Si tus hijos los guardasen, también los hijos de ellos se sentarán sobre tu trono, si no es porque aquí quiso se entendiese por "hijos" los frutos de ellos? Si tus hijos —dice— guardasen mi ley, y, asimismo, tus hijos guardasen estos preceptos míos que les enseñaré, también los hijos de ellos se sentarán sobre tu trono; es decir, éste será el fruto de ellos mismos: que se sentarán sobre tu trono. Pues ahora, hermanos, todos los que trabajamos en Cristo, todos los que temblamos ante sus palabras, todos los que de cualquier modo procuramos hacer su voluntad y gemimos pidiendo que nos ayude para que cumplamos lo que manda, ¿por ventura ya nos sentamos en aquellos tronos de bienaventuranza que se nos prometen? No. Sin embargo, observando los preceptos, esperamos que se cumpla esto. La esperanza se cifró en los hijos, porque la esperanza del hombre que vive en este mundo son los hijos; los hijos son el fruto. Por eso, los hombres, excusando su avaricia, dicen que guardan para los hijos lo que guardan; y, no queriendo dar al indigente, se excusan bajo el nombre de piedad, porque sus hijos son su esperanza. Todos los hombres que viven conforme a este mundo cifran su esperanza en engendrar y dejar hijos. Por eso, bajo el nombre de hijos, señala la esperanza y dice: Si guardasen tus hijos mi alianza y los preceptos que les enseñaré, también los hijos de ellos se sentarán sobre tu trono eternamente; es decir, tendrán tales frutos, que no les engañará la esperanza para llegar adonde esperan que han de llegar. Luego ahora son como padres los hombres de futura esperanza. Pero, cuando hayan conseguido lo que esperan, serán hijos, porque engendraron y parieron mediante sus obras aquello que alcanzaron. Y esto es lo que se les reserva para la posteridad, porque también suele llamarse posteridad a los hijos.
20. Si tomas a los hijos por los mismos hombres, entiende que también se dijo de ellos: Si guardasen tus hijos mi alianza y los preceptos míos que les enseñaré. De suerte que, dividiendo el versillo, el sentido sea éste: Si guardasen tus hijos mi alianza y los preceptos míos que les enseñaré, añade a continuación: se sentarán eternamente sobre tu trono; y si también los hijos de ellos guardasen mis preceptos, asimismo se sentarán sobre tu trono. Es decir, se sentarán sobre tu trono eternamente tus hijos, y también los hijos de ellos, pero si todos ellos guardasen mis preceptos. Luego si no los guardasen, ¿qué sucedería? ¿Perecería la promesa de Dios? No, pues se dijo y se prometió conforme lo previo el Señor. Por tanto, ¿qué restaba sino creer? Pero para que nadie echase por tierra las promesas de Dios, queriendo presentar como dimanado de su propio poder lo que Dios prometió para que se cumpliese, por lo mismo, habló jurando, en lo cual demostró que sucedería sin lugar a duda. ¿Cómo dijo entonces si guardasen? Para que no te gloríes ya de la promesa, y, por tanto, dejes de cumplir sus mandamientos. Serás hijo de David cuando los cumplieres; si no los cumples, no serás hijo de David. Dios prometió a los hijos de David, es decir, a los que habían de cumplir. No digas: "Soy hijo de David", si degeneras de su estirpe. Supongamos que no dicen esto los judíos que nacieron de su estirpe. ¿Qué digo?; lo dicen y deliran, pues claramente lo afirmó el Señor: Si sois hijos de Abrahán, haced las obras de Abrahán32, por lo cual negó que fuesen hijos suyos, porque no hacían sus obras. Nosotros, ¿cómo hemos de llamarnos hijos de David, siendo así que no somos de su estirpe según la carne? Luego sólo resta que seamos hijos imitando la fe y adorando a Dios como él le adoró. Luego, si lo que no esperas por la estirpe no quieres conseguirlo por las obras, ¿cómo se cumplirá en ti que te sentarás sobre el trono de David? Y porque no se cumpla en ti, ¿crees que no se cumplirá? ¿Cómo, pues, la encontró en los campos de la selva? ¿Cómo permanecieron sus pies? Luego cualquier hombre que fueres tú, la casa permanecerá.
21 [v.13]. Porque el Señor eligió a Sión; la eligió con preferencia para su morada. Sión es la Iglesia, y ella es también la Jerusalén hacia cuya paz corremos, la cual peregrina no en los ángeles, sino en nosotros; la cual espera que le ha de ser dada la parte o herencia de mejor región, de donde nos fueron enviadas cartas que se leen todos los días. Esta ciudad es la misma Sión, que eligió el Señor con preferencia.
22 [v.14]. Este es mi descanso por los siglos de los siglos. Estas son ya palabras de Dios. Mi descanso; aquí descanso. ¡Cuánto nos ama Dios, hermanos, ya que, descansando nosotros, dice que descansa El! Jamás se agita El ni descansa de este modo; pero dice que descansa allí porque nosotros tendremos el descanso en El. Aquí habitaré, porque la elegí con preferencia.
23 [v.15]. Copiosamente bendeciré a su viuda, y a sus pobres hartaré de panes. El alma que comprende que se halla desprovista de todo auxilio fuera del de Dios, es viuda. ¿Cómo describe el Apóstol a la viuda? La que verdaderamente es viuda y ha quedado sola, esperó en el Señor. Trataba de las viudas a las que todos designamos viudas en la Iglesia. También dijo: La que se entrega a los placeres, viviendo, está muerta; pero a ésta no la contó entre las viudas. Pincelando a las viudas santas, ¿qué dice? La que verdaderamente es viuda y ha quedado sola, esperó en el Señor y persiste en súplicas y oraciones noche y día. A continuación añade: La que se entrega a los placeres, viviendo, está muerta33. Luego ¿por qué es viuda? Porque no recibe auxilio de ninguna parte sino sólo de Dios. Las mujeres que tienen varones se ensoberbecen por el apoyo de ellos; las viudas parecen abandonadas, y, sin embargo, es más potente su apoyo. Luego toda la Iglesia es una viuda, ya en los varones o en las mujeres; ya en los casados o en las casadas; ya en los adolescentes, en los viejos o en las vírgenes. Toda la Iglesia es una viuda, abandonada en el mundo, si percibe, si conoce su viudez; pero entonces tiene a la mano el socorro. ¿Por ventura, hermanos, no conocéis a la viuda del Evangelio, sobre la cual, al manifestar el Señor que siempre conviene orar y nunca desfallecer, dice: Había en cierta ciudad un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres; sin embargo, a éste le molestaba todos los días cierta viuda, diciéndole: "Hazme justicia de mi contrario." Pues bien, molestándole la viuda cotidianamente, le doblegó, porque este juez, que no temía a Dios ni respetaba a los hombres, dijo dentro de sí mismo: "Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, con todo, por la molestia que me causa esta viuda, le haré justicia," Si el juez malo oyó a la viuda para evitar molestias, ¿Dios no oirá a la Iglesia, a la cual manda rogar?34
24. Asimismo, hermanos, ¿qué significa: A sus pobres hartaré de panes? Seamos pobres, y entonces seremos saturados. Hay muchos cristianos que presumen del mundo y son soberbios; adoran a Cristo, pero no son hartados, porque están saturados y rezuman su propia soberbia. De éstos se dice que son escarnio de los ricos y desprecio de los soberbios35. Estos poseen en abundancia, y por eso comen, pero no se sacian. ¿Y qué se dijo de ellos en el salmo? Todos los ricos de la tierra comieron y adoraron. Adoran a Cristo, veneran a Cristo, suplican a Cristo, pero no son saturados con la sabiduría y justicia de Él. ¿Por qué? Porque no son pobres. Los pobres, por el contrario, es decir, los humildes de corazón, cuanta más hambre tienen, tanto más comen, pues tienen tanta más hambre cuanto más vacíos se hallan de las cosas del mundo. El que está lleno rechaza todo lo que se le da, porque está lleno. Preséntame un verdadero hambriento, preséntame a aquellos de quienes se dice: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados36; y éstos serán los pobres, de los cuales se dice ahora: Y saciaré a sus pobres de panes. Como en el mismo salmo (21) en el que se dijo: Todos los ricos de la tierra comerán y adorarán, se habló en él de los pobres, y por cierto de igual modo que en éste, pues allí se dijo: Comerán los pobres, y serán saciados, y alabarán al Señor los que le buscan37; como en donde se consignó, repito, comieron y adoraron todos los ricos de la tierra, allí también se dijo: Comerán los pobres, y serán saciados, ¿ por qué, al decir que los ricos adoraron, no se añadió que fueron saturados; y, sin embargo, cuando se habló de los pobres, se dijo que fueron saturados? ¿De qué fueron saturados? ¿Cuál es esta hartura, hermanos? Dios es pan. El pan, para hacérsenos leche, bajó a la tierra y dijo a los suyos: Yo soy el pan vivo que descendió del cielo38. Por eso se dijo allí en el salmo: Comerán los pobres, y se saciarán. ¿De qué se saciarán? Oye lo que sigue allí: Y alabarán al Señor los que le buscan.
25. Luego sed pobres; hallaos entre los miembros de la viuda; no tengáis otro auxilio fuera del de Dios. Nada es el dinero; de él no recibiréis auxilio alguno. Muchos por el dinero se arruinaron, muchos perecieron; muchos por él fueron perseguidos por los ladrones; si no hubieran tenido motivo para ser buscados, hubieran vivido seguros. Muchos presumieron de amigos más poderosos que ellos. Pues bien, al caer aquellos de quienes presumieron, arrastraron consigo a los que confiaron en ellos. Ved estos ejemplos en el género humano. No es raro lo que se os dice. No confirmo estas cosas únicamente por la Escritura; leed también en el libro del mundo. No presumáis del dinero, del amigo hombre, del honor y las pompas del mundo. Dad de paso a todo esto. Si lo tenéis, dad gracias a Dios despreciándolo. Si te engríes por ello, no te preocupes cuándo has de ser presa de los hombres, pues ya eres botín del diablo. Sin embargo, si no presumes de ello, te hallarás en los miembros de la viuda, que es la Iglesia, de la cual se dijo: Bendeciré copiosamente a su viuda; y serás pobre, del cual asimismo se dijo: Y saciaré de panes a sus pobres.
26. Algunas veces, pues no debo pasarlo por alto, encontrarás a un pobre que es soberbio y a un rico que es humilde. Frecuentemente nos hallamos con éstos. Oyes que un pobre gime bajo el dominio del rico; cuando potentemente le oprime el rico, por lo común le ves a él humilde. Otras veces ni en esta ocasión es humilde, sino soberbio. Por esto comprendes quién sería si tuviese algo. Luego el pobre de Dios lo es en el alma, no en la bolsa. Acontece de vez en cuando que un hombre tiene abastada la casa, fértiles tierras, muchas posesiones, mucho oro y plata, pero sabe que no debe presumir de todo esto, y, por tanto, se humilla ante Dios, y hace bien de estos bienes; su corazón de tal modo se eleva hacia Dios, que conoce que no sólo no le aprovechan de nada estas riquezas, sino que le traban sus pies si el Señor no le gobierna y le ayuda. Pues bien, éste se cuenta entre los pobres que son saciados de pan. Por el contrario, encuentras a un pobre mendigo engreído o no engreído, porque no tiene nada, pero que busca cómo engreírse; Dios no atiende a los haberes, sino a la codicia, y le juzga conforme al deseo por el que anhelaba lo temporal, no conforme a los bienes que no llegó a conseguir. De aquí que el Apóstol, escribiendo a Timoteo, dice de los ricos: Manda a los ricos de este mundo que no se ensoberbezcan ni pongan la confianza en lo incierto de las riquezas, sino en Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para gozarlas. ¿Qué harán entonces de sus riquezas? Prosigue y dice: Sean ricos en obras buenas, sean dadivosos y limosneros. Ve que éstos son pobres aquí. Atesoren, pues, para sí un hermoso fundamento para el futuro a fin de que alcancen la vida eterna39. Cuando la alcancen, serán ricos; cuando aún no la tienen, se reconozcan pobres. Así acontece que Dios cuenta entre sus pobres a los que harta de pan, a todos los humildes de corazón afianzados en la doble caridad, tengan lo que tengan en el mundo.
27 [v.16-17]. Vestiré de salud a sus sacerdotes, y sus santos saltarán de gozo. Estamos ya al fin del salmo. Atienda vuestra caridad un poquito. Vestiré de salud a sus sacerdotes, y sus santos saltarán de gozo. ¿Quién es nuestra salud? Cristo. ¿Qué quiere decir: Vestiré de salud a sus sacerdotes? Que cuantos fuisteis bautizados en Cristo, os revestisteis de Cristo40. Y sus santos saltarán de gozo. ¿Por qué saltarán de gozo? Porque se vistieron de la salud, no por sí. Fueron hechos luz, pero en el Señor, pues anteriormente eran tinieblas41; y por eso añadió: Allí suscitaré el cuerno (la fortaleza) de David. Para que se presuma de Cristo, pues éste será la fortaleza de David. Cuerno significa fortaleza, sublimidad, altura, hueso. ¿Y qué fortaleza? No la de la carne. El cuerno o hueso es más excelente que la carne. La sublimidad espiritual es cuerno o fortaleza. Si no presumiere de Cristo, no diría que es sublimidad espiritual. Yo trabajo, yo bautizo, pero Él es el que bautiza42. Él es el cuerno, la fortaleza, la sublimidad de David. Para que sepáis que Él es el cuerno, el poder de David, atended a lo que sigue: Preparé una antorcha a mi Ungido, a mi Cristo. ¿Qué antorcha? Ya conocéis por las palabras del Señor acerca de Juan que Juan era la antorcha que ardía y lucía43; y, con todo, dice el Bautista: Él es el que bautiza. Por esto se regocijarán los santos, por esto se regocijarán los sacerdotes, porque todo el bien que ellos tienen no es de ellos, sino de Aquel que tiene el poder de bautizar. Luego seguro se acerca a su templo todo el que recibió el bautismo, porque no es del hombre, sino de Aquel en quien se suscitó el poder de David.
28 [v.18]. Sobre El brillará mi santificación. ¿Sobre quién? Sobre mi Cristo o Ungido. Al llamarle mi Cristo, es la voz del Padre, que también dice: Bendeciré copiosamente a su viuda y saciaré de panes a sus pobres. Vestiré a sus sacerdotes de salud, y sus santos saltarán de gozo. El que dice: En El suscitaré el cuerno o poder de David, es Dios. Y Él dice también: Prepararé una antorcha a mi Cristo, porque Cristo es nuestro y del Padre. Cristo es nuestro cuando nos salva y nos rige, así como también es nuestro Señor e Hijo del Padre. Si Cristo no fuese del Padre, no se diría anteriormente: En atención a David, tu siervo, no apartes tu rostro de tu Cristo (San Agustín omite la exposición de la primera parte de este último versillo del salmo: Cubriré de confusión a sus enemigos), y prosiguiendo, dice: Sobre El brillará mi santificación. Brilla sobre Cristo. Nadie se la apropie, porque sólo El santifica. De otro modo no sería verdadero: Sobre El brillará la gloria de mi santificación. Brillará la gloria de la santificación. Luego la santificación de Cristo se halla en el mismo Cristo, y el poder de la santificación de Dios, también en Cristo. Lo que dijo: Brillará o florecerá, quiere que pertenezca a la gloria, pues cuando los árboles florecen, entonces son bellos. Luego la santificación se halla en el bautismo; desde allí comienza a florecer y a brillar. ¿Por qué se rindió el mundo a esta hermosura? Porque brilla en Cristo. Ponía en poder del hombre; ¿y cómo ha de brillar, siendo así que toda carne es heno, y todo el esplendor del heno es como flor del campo?44