[Felicidad del justo]
SERMÓN
1 [v.1-4]. Acoplemos, conforme dice el Apóstol, hermanos carísimos, las cosas espirituales a los espirituales, porque el hombre animal no percibe las cosas que pertenecen al espíritu de Dios1. Pero ha de evitarse que los hombres carnales, que no perciben las cosas que pertenecen al Espíritu de Dios, tropiecen en este salmo cuando deben edificarse. Aunque ya lo hemos oído cuando se cantaba, lo recordaré brevemente, porque es breve; no exponiendo, sino leyendo. Ved que si alguno hubiere anhelado de Dios, como algo grande, las cosas que este salmo contiene y no las hubiere recibido, no porque le abandonó el Señor, sino porque le ama con más predilección, y percibiese que las cosas que oyó aquí que eran premios de los que temían a Dios, las poseían en abundancia los que a Dios no temen, quizás vacilen sus pies y resbalen y diga en su corazón que temió a Dios sin motivo al no merecer aquellos bienes que prometió a los que le temen; es más, y que recibieron quienes no sólo no le temieron, sino que le injuriaron. Ved, pues, lo que dice: Bienaventurados todos los que temen al Señor, los que andan en sus caminos. Comerás los trabajos de tus frutos. Serás bienaventurado y te irá bien. Aún podemos pensar aquí, aunque carnales, en la bienaventuranza del siglo futuro; pero ved lo que sigue: Tu mujer, como viña fértil a la portada de tu casa. Tus hijos, como pimpollos de olivo alrededor de tu mesa. Ved que así será bendecido el hombre que teme al Señor. ¿Cómo? Siendo su mujer como viña fértil a la portada de su casa, y sus hijos hallándose rodeando su mesa como retoños de oliva. Luego ¿perdieron su galardón quienes por Dios no quisieron casarse? Pero dirá el que no quiso casarse: " Dios me bendecirá de otro modo." ¿Qué digo? Ya te bendiga o no te bendiga así, claramente se consignó esta sentencia: Ved que así será bendecido el hombre que teme a Dios.
2. ¿Qué quiere decir esto, hermanos? El profeta nos presentó un disfraz, para que no sucediese que, deseando la felicidad temporal, perdiésemos la eterna. Este envoltorio no sé qué tiene dentro. Recordará vuestra caridad que, cuando os expuse el salmo anterior inmediato a éste, dimos con un versillo oscuro, aquel en el cual se dijo: Como saetas en mano de un poderoso, así son los hijos de los sacudidos2. Y, al indagar quiénes eran los hijos de los sacudidos, sugiriéndome el Señor, me pareció, en cuanto creo, que los hijos de los sacudidos son los apóstoles, hijos de los profetas. Porque los profetas hablaron enigmáticamente y encubrieron con los simbolismos de las cosas, como con envolturas de misterios, el sentido, que no pudo darse a conocer a los hombres sino sacudiendo aquellos envoltorios. Por lo cual se llaman hijos de los sacudidos los adelantados de los profetas sacudidos. Luego sacudamos nosotros también este salmo, no suceda que nos engañemos por el envoltorio, y, palpando lo que se halla dentro, pero no viéndolo, quizás tengamos por madera lo que es oro, y por cascajo lo que es plata. Sacudamos, si lo cree conveniente vuestra caridad. Conceda el Señor que aparezca lo que se halla dentro, y principalmente, hermanos míos, porque celebramos la festividad de un mártir. ¡Cuántas calamidades padecieron los mártires, cuántos daños, cuántos tormentos, inmundas cárceles, peso de cadenas, crueldad de fieras, ardor de llamas, mordaces calumnias! ¿ Hubieran padecido todas estas cosas si no hubieran visto algo a donde se encaminaban,' que no pertenece a la felicidad del mundo? Es vergonzoso celebrar la festividad de los mártires, de estos siervos de Dios que despreciaron este mundo por la felicidad eterna, y que al mismo tiempo tomemos como cosa para la felicidad presente lo que se escribió aquí, de suerte que si, aconteciendo a cualquier hombre fiel de Dios, ciudadano de la celestial Jerusalén, que, habiéndose casado, no tuvieron hijos, digamos: " Este hombre no temió al Señor, porque, si le hubiese temido, hubiera sido su mujer como viña fértil en su casa, y no estéril, y hasta el punto de no engendrar ni siquiera un solo hijo; si este hombre hubiera temido al Señor, sus hijos hubieran rodeado su mesa como retoños de olivo." Al decir tales cosas, somos carnales, que no percibimos las cosas que son del Espíritu de Dios. Comencemos nosotros también a sacudir para que seamos hijos de los sacudidos. Pues si fuésemos hijos de los sacudidos, seremos como saetas en manos del potente y nos arrojará por su mandato hacia los corazones de los hombres que aún no aman, para que, heridos con las saetas de las palabras de Dios, amen. Porque si comenzáremos a predicarles y decirles: "Hijos o hermanos nuestros, temed al Señor para que tengáis hijos y nietos, para que se alegre vuestra casa", no asaetamos para que se ame la Jerusalén eterna. Y, por tanto, permanecerán en el amor de lo terreno; y, al ver que los impíos abundan en esto, si no se atreviesen a decirnos: "¿Por qué los que no temen a Dios tienen la casa repleta de hijos?", lo dirán en su corazón. Quizás alguno le diga: "Todavía ignoras qué le puede acontecer"; porque ¿qué dirías si se le concediesen porque no teme a Dios, y le nacieron muchos para que soportase mayor sufrimiento por su muerte?" Pero al decirlo esto, quizás te responderá: "Yo conozco a un hombre impío, pagano, sacrílego, adorador de los dioses"; tal vez le conoce y dice verdad, pues no conoce solamente a uno, ni a dos, ni a tres, al cual llevaron al sepulcro anciano, decrépito, que murió en su lecho rodeado de una turba de hijos y nietos. "Ve que éste no temió al Señor, y, sin embargo, una numerosa familia le cerró sus ojos. ¿Qué hemos de decir a esto?", te dirá. Nada malo le puede acontecer; es decir, que vivo entierre a los hijos, siendo así que, ya muerto, es llevado él por ellos a un mausoleo suntuoso.
3. Sacudamos, pues, sacudamos, si queremos ser hijos de los sacudidos; salga algo de aquí. Hay un hombre que así es bendecido, y únicamente teme al Señor aquel que se halla entre los miembros de este hombre; son muchos hombres y un hombre solo; muchos cristianos y un solo Cristo. Estos cristianos, con su Cabeza, que subió al cielo, son un solo Cristo; no es El uno y nosotros muchos, sino que, siendo nosotros muchos en Aquel uno, somos uno. Luego Cristo es uno, Cabeza y Cuerpo. ¿Cuál es su Cuerpo? Su Iglesia, conforme dice el Apóstol: Somos miembros de su Cuerpo3; y: Vosotros sois Cuerpo de Cristo y miembros4. Entendamos, pues, la voz de este hombre en cuyo Cuerpo somos un hombre solo, y allí veremos estos bienes verdaderos de Jerusalén. Si atiendes a estos bienes con ojo terreno, a la muchedumbre de hijos y nietos, a la fertilidad y fecundidad de la esposa, no son bienes de aquella Jerusalén, porque todos estos bienes se hallan en la tierra de los que mueren, y ésta es tierra de los que viven. No reputes como cosa extraordinaria tener hijos que han de morir, si no antes de ti, ciertamente después. ¿Quieres tener hijos que jamás han de morir y siempre han de vivir contigo? Pertenece al Cuerpo de Aquel de quien se dijo: Vosotros sois Cuerpo de Cristo y miembros.
4. También este salmo, para demostrar esto, ya que de tal modo es oscuro, que aconseja sea agitado, y de tal manera es oculto, que quiere sea sacudido, comienza con muchos, diciendo: Bienaventurados todos los que temen al Señor, los que andan en sus caminos. Habla a muchos, pero como estos muchos son uno en Cristo, prosigue exponiendo ya en singular: Comerás los trabajos de tus frutos. Anteriormente dijo: Bienaventurados son todos los que temen al Señor, los que caminan en sus sendas. ¿Por qué dice ahora: Comerás los trabajos de tus frutos, y no "comeréis"? ¿Y por qué los trabajos de tus frutos y no "los trabajos de vuestros frutos"? ¿Tan pronto se olvidó que hablaba de muchos? Pero si ya sacudiste, ¿qué te responde? Cuando nombro a muchos cristianos, reconozco a uno solo en un solo Cristo. Luego sois muchos y sois uno. ¿Cómo somos muchos y uno? Porque estamos unidos a Aquel del cual somos sus miembros, de cuyos miembros está la Cabeza en el cielo para que después sigan los miembros.
5. Describa ya Él mismo, puesto que es evidente a quién se refiere. Así quedarán en claro todas las cosas que siguen. Vosotros únicamente temed al Señor y andad en sus caminos, y no envidiéis a quienes no andan por los caminos de Dios cuando los viereis que son infelizmente felices. Los hombres mundanos son infelizmente felices; por el contrario, los mártires eran felizmente infelices, pues eran temporalmente infelices, pero eternamente felices, y por lo mismo que eran temporalmente infelices, se les juzgaba más infelices que eran. ¿Qué dice, pues, el Apóstol? Como tristes, pero siempre alegres5. ¿Por qué siempre? Porque aquí y allí, totalmente aquí y allí. ¿Cómo estamos alegres aquí? Con la esperanza. ¿Cómo nos alegraremos allí? Con la realidad. La esperanza reporta un gran gozo. Si nos alegramos con la esperanza, ved lo que sigue: Sufridos en la tribulación6. Luego los mártires eran sufridos en la tribulación, porque se alegraban en la esperanza. Pero como aún no se poseía lo que se prometía, ¿qué dice el Apóstol? La esperanza que se ve no es esperanza; si lo que no vemos lo esperamos, con paciencia aguardamos7. Ved por qué los mártires soportaron todas las calamidades: porque esperaban con paciencia lo que veían. Quienes los mataban amaban las cosas que veían; los matados suspiraban por las que no veían y se apresuraban a apoderarse de ellas; y, cuando se les retrasaba la muerte, pensaban que se les dilataba el conseguirlas.
6. Luego, hermanos, el mártir Félix, que fue verdaderamente feliz por el nombre y la corona, del que hoy celebramos la festividad, despreció el mundo. ¿Acaso temiendo al Señor era feliz, era bienaventurado porque su mujer era en la tierra fecunda como viña y sus hijos rodeaban su mesa? Todas estas cosas las tiene cumplidamente, pero en el Cuerpo de Aquel que aquí se describe; y porque así lo entendió él, despreció lo presente para recibir lo futuro. Sabéis, hermanos, que él no fue matado como lo fueron otros mártires. Confesó, se le retrasó el tormento, y al día siguiente se halló su cuerpo exánime. Ellos habían cerrado la cárcel, encerrando el cuerpo no el espíritu. Los verdugos se preparaban a torturar en ella a quien encontraron ausente. Perdieron su saña. Yacía exánime, sin sentido ante ellos, para que así no pudieran atormentarle, pero con sentido ante Dios para ser coronado. ¿Cómo hubiera, hermanos, recibido el galardón este feliz, no sólo en cuanto al nombre, sino también en cuanto al premio de la vida eterna, si hubiera amado estas cosas terrenas?
7. Luego entendamos este salmo como si hablase de Cristo; y todos, unidos al Cuerpo de Cristo y hechos miembros de Él, andemos los caminos del Señor y le temamos con temor casto, temor que permanece por los siglos de los siglos. Pues existe otro temor que la caridad aleja, según dice San Juan: No hay temor en el amor, porque el amor perfecto echa fuera el temor8. No dice que la caridad aparta todo temor, pues el salmo afirma que el temor casto permanece por los siglos de los siglos9. Permanece un temor y se excluye otro. El temor que se excluye no es casto; el que permanece lo es. ¿Qué temor se excluye? Dignaos atender. Algunos temen solamente sufrir en la tierra algún mal, padecer enfermedades, orfandad, perder a los seres queridos, ir al destierro, soportar cadenas, cárceles y tribulaciones; por esto temen y tiemblan. Este temor todavía no es casto. Oye algo más. Otro no teme sufrir en la tierra, sino que teme el infierno; de aquí que le aterra el Señor. Cuando se leía el evangelio, oísteis: ...en donde su gusano no perece y el fuego no se apaga10. Oyen esto los hombres, y, como ciertamente ha de sobrevenir a los impíos, temen y se abstienen de pecar. Tienen temor, y no pecan por él. Temen ciertamente, pero no aman la justicia. Con todo, cuando se abstienen de pecar por el temor, se engendra una costumbre de justicia, y comienza a ser amado lo dificultoso y a ser grato a Dios; y así empieza el hombre a vivir rectamente, no porque teme las penas, sino porque ama la eternidad. Luego la caridad arrojó una clase de temor, pero ocupó su lugar el temor casto.
8. ¿Cuál es este temor casto? Aquel según el cual debemos entender, hermanos míos, lo que se dijo: Bienaventurados todos los que temen al Señor, los que andan en sus caminos. Si pudiese hablar dignamente, ayudándome el Señor, Dios nuestro, sobre este temor casto, muchos quizás por él se inflamarían en el amor puro. Tal vez no puedo exponerlo si no es aduciendo alguna semejanza. Imagínate a una mujer casta que teme a su marido y a otra adúltera que igualmente le teme. La casta teme que su esposo se aparte de la casa, la adúltera que venga. ¿Y qué sucede si ambos se hallan ausentes? La primera teme que tarde, la segunda que llegue. Ausente está, en cierto modo, Aquel con quien estamos desposados; ausente está el que os dio en arras el Espíritu Santo; ausente está el que nos redimió con su sangre: el esposo más hermoso que todo lo que existe, el cual apareció como disforme entre las manos de los perseguidores, y del que poco antes decía Isaías: Le vimos, y no tenía forma ni hermosura11. Luego ¿es disforme nuestro esposo? No hay tal cosa. ¿Cómo le amarían las vírgenes que no buscaron maridos en la tierra? Apareció disforme a los perseguidores, y si por tal no le hubieran reputado, no se hubieran echado sobre El, no le hubieran azotado, no le hubieran coronado de espinas, no le hubieran ultrajado con salivas; pero como les pareció disforme, perpetraron en El todas estas cosas; carecían de ojos a los que apareciera hermoso Cristo. ¿A qué ojos se presenta Cristo hermoso? ¿Qué ojos recababa el mismo Cristo cuando decía a Felipe: Tanto tiempo ha que estoy con vosotros y no me visteis?12 Estos ojos han de ser purificados para que puedan ver aquella luz, ya que, tocados levemente con el esplendor, se encenderán con el amor para que anhelen ser curados y puedan percibir la luz. A fin de que sepáis que es hermoso el Cristo que es amado, dice el profeta: Es el más hermoso de los hijos de los hombres13. Su hermosura supera a la de todos los hombres. ¿Qué amamos en Cristo? ¿Los miembros crucificados, el costado herido o la caridad? Cuando oímos que padeció por nosotros, ¿qué amamos? La caridad. Nos amó para que le amásemos; nos visitó con su Espíritu para que pudiéramos amarle. El es hermoso y está ausente. Se pregunte la esposa si es casta. Todos, hermanos míos, nos hallamos en sus miembros; somos miembros de Él, y, por tanto, somos un único hombre. Vea cada uno qué temor tenga; si aquel que la caridad arroja o el casto, que permanece por los siglos de los siglos. Ahora lo conoció. ¿Qué digo? Lo conocerá. Nuestro esposo se halla ausente; pregunta a tu conciencia: " ¿Quieres que venga o que retarde su venida?" Ved, hermanos, que yo llamé a la puerta de vuestros corazones, pero El oyó la voz de los habitantes. Yo, como soy hombre, no puede percibir lo que hayan dicho ahora las conciencias de cada uno; pero el que está ausente con el cuerpo, pero presente con la virtud de la majestad, os ha oído. ¡Cuántos, si se les dijese: "He aquí que viene Cristo; mañana será el día del juicio", no exclamarían: "Ojalá venga"! Quienes lo dijeren aman mucho; y si se les dijere: "Tardará", temen su retraso, porque poseen el amor casto. Como ahora temen que tarde, así, cuando viniere, temerán que se aparte. Este temor será casto, porque es seguro y apacible. No nos abandonará cuando hubiese venido, ya que nos buscó antes de que nosotros le buscásemos. Luego el temor casto, hermanos míos, lleva consigo la procedencia del amor. Sin embargo, el temor no casto teme la presencia y el castigo; todo lo bueno que hace, lo hace por temor; mas no por el temor de perder el bien, sino por el temor de padecer el mal; no teme porque ha de perder el abrazo del dulcísimo esposo, sino porque será enviado al fuego. Con todo, este temor es útil, pero no permanecerá por los siglos de los siglos, pues aún no es el temor casto que permanece por los siglos de los siglos.
9. ¿En quién se halla el temor casto? De nuevo interrogo para que os preguntéis a vosotros mismos. Si, viniendo Dios, nos hablase con su propia voz, aunque no deja de hablar por medio de sus Escrituras, y dijese al hombre: "¿Quieres pecar? Peca; haz lo que te agrade; todo lo que ames en tu tierra sea tuyo; mata a aquel con quien te enojes, roba a quien desees, mata al que te venga en gana, perjudica al que quieras, domina al que te agrade; nadie se te oponga, nadie te diga: '¿Que haces?'; nadie: 'No obres'; nadie: "¿Por qué obraste así?" Nada en la abundancia de todas estas cosas terrenas que deseaste, vive con ellas, no sólo temporal, sino eternamente; pero mi rostro jamás le verás." Hermanos míos, ¿por qué suspirasteis? Porque nació en vosotros el temor casto, que permanece por los siglos de los siglos. ¿Por qué se conturbó vuestro corazón? Si Dios dijese: "Jamás verás mi rostro, pero aquí tienes toda la felicidad terrena; abundarás en todas las cosas, te rodearán los bienes temporales, no los perderás, no los dejarás; ¿qué más quieres?", sin duda lloraría y gemiría el temor casto y diría: "Se me quiten todas las cosas, pero vea yo tu rostro." El temor casto exclamaría con el salmo y diría: Dios de los ejércitos, vuélvete a nosotros y muéstranos tu rostro, y seremos salvos14. El temor casto clamaría con el salmo y diría: Una cosa pedí al Señor. Ve cómo se inflama este casto temor, amor verdadero, amor sincero: Una cosa pedí al Señor, ésta volveré a pedir. ¿Qué? Que habite en la casa del Señor todos los días de mi vida. Pero ¿si por la felicidad terrena lo pidiese el salmo? Oye lo que sigue: para contemplar el deleite del Señor y para defender su templo15. Es decir, pedí una cosa al Señor: ser su templo y ser protegido por El. Si pidiereis esta única, si ejercitaseis vuestro corazón en conseguirla, si temieseis sólo perder ésta, no anhelarías la felicidad terrena, y esperaríais la verdadera felicidad, y formaríais parte de su Cuerpo, al cual se canta: Bienaventurados todos los que temen al Señor, los que andan en sus caminos.
10. Comerás los trabajos de tus frutos. ¡Oh vosotros, oh tú!; vosotros, que, siendo muchos, sois uno comerás los trabajos de tus frutos. A los que no entienden les parece que habla al revés de lo que conviene, pues debió decir, afirman: "Comerás el fruto de tus trabajos." Muchos comen el fruto de sus trabajos; trabajan la viña, no comen su trabajo, sino lo que se origina de su trabajo; cultivan los árboles frutales. ¿Quién come el trabajo? Lo que producen estos árboles, el fruto del trabajo, es el que regocija al agricultor. ¿Qué quiere decir comerás los trabajos de tus frutos? Que ahora soportamos los trabajos; el fruto vendrá después. Pero como los mismos trabajos no se presentan sin gozo por causa de la esperanza, de la que poco antes dijimos: Nos gozamos en la esperanza y somos pacientes en la tribulación, también ahora nos regocijan nuestros mismos trabajos y nos alegran en esperanza. Luego si nuestro trabajo pudo comerse y pudo alegrar, ¿cuál será el fruto comido de este trabajo? Comían sus trabajos quienes iban caminando y lloraban al arrojar sus semillas. ¿Cuánto más alegremente comerán el fruto de sus trabajos los que vuelven con gozo trayendo sus gavillas?16 Para que sepáis, hermanos, que se come este trabajo, en el salmo anterior oísteis que se dijo a los soberbios que pretendían levantarse antes que la luz, es decir, antes que Jesucristo, pero no por la humildad, por la que se levantó Cristo: Levantaos después de haberos sentado17. Es decir, humillaos y levantaos a partir de la humillación, porque vino a humillarse el que fue ensalzado por vosotros. ¿Y qué añadió? Levantaos los que coméis el pan del dolor. Este es el trabajo de los frutos: el pan del dolor. Si no se comiese, no se llamaría pan; pero, si este pan no llevase consigo deleite alguno, nadie le comería. ¡Con cuánto deleite llora con gemido el que ora! Las lágrimas de los que oran son más dulces que los goces de los teatros. Observa también la llama del deseo con que se come este pan, del cual se dice aquí: Los que coméis el pan del dolor. Amando éste, de quien con frecuencia reconocemos su voz en el salmo, dice en otro lugar: Mis lágrimas son mi pan día y noche. ¿Cómo son las lágrimas pan? Al decirme todos los días: "¿En dónde está tu Dios?"18 Antes de que veamos al que nos amó, al que nos dio arras, a Aquel con quien nos desposamos, nos insultan los paganos y dicen: "¿En dónde está lo que adoran los cristianos? Nos muestren a quien adoran." "Ved —dice el pagano— que yo les muestro a mi dios; me muestren ellos el suyo." Al decir esto el pagano, no encuentras qué cosa mostrarle, porque no existe algo que puedas presentarle a los ojos. Te diriges a Dios, y lloras, y suspiras por Él antes de verle, y gimes por el anhelo de poseerle; y, porque lloras por el deseo de Él, te son dulces las lágrimas y te sirven de alimento, porque se te convirtieron en pan día y noche al decirte todos los días: "¿En dónde está tu Dios?" Pero vendrá tu Dios, del que se dice en dónde está, y te enjugará las lágrimas19, y Él sustituirá al pan de lágrimas, y te alimentará eternamente, porque estará con nosotros la Palabra de Dios, con la cual se alimentan los ángeles. Mientras tanto, ahora comeremos los trabajos de los frutos, después el fruto del trabajo. Comerás los trabajos de tus frutos; eres bienaventurado, y te irá bien. Eres bienaventurado se refiere al presente; te irá bien, al futuro. Cuando comes los trabajos de tus frutos, eres bienaventurado. Cuando hubieres alcanzado el fruto de tus trabajos, te irá bien. ¿Qué digo? Que, si te ha de ir bien, sin duda serás bienaventurado; y, si has de ser bienaventurado, ciertamente te irá bien. Pero hay diferencia entre la esperanza y la realidad. Si la esperanza es tan dulce, ¡cuánto más dulce no lo será la realidad!
11. Expongamos ya lo que significa tu esposa, pues se habla a Cristo. Luego su esposa es su Iglesia. Su Iglesia, que somos nosotros, como viña fértil, es su esposa. ¿En quiénes es viña fértil? Vemos que muchos estériles constituyen estas paredes. Vemos que forman estas paredes muchos borrachos, usureros, charlatanes, agoreros, que se acercan a los hechiceros y hechiceras cuando les duele la cabeza. ¿Esta es la fertilidad de la vida? ¿Esta es la fecundidad de la esposa? No es ésta. Estas cosas son espinas, pero no es espinosa en todas las partes. Pues posee cierta fecundidad y es viña fértil. Pero ¿en quiénes? En los lados de tu casa, a la puerta de tu casa. No todos son lados de la casa. Indago cuáles son los lados, ¿y qué diré? ¿Las paredes son como piedras duras? Si hablase de la morada material, quizás entenderíamos por lados esto. Denominamos lados de la casa a los que se adhieren a Cristo. Con razón decimos en la conversación ordinaria de alguno que obra mal por consejo de malos amigos. Habet mala latera, tiene malos arrimos. ¿Qué significa "tiene malos apoyos o arrimos?" Que se le juntan los malos. Igualmente decimos de otro que tiene buen arrimo, es decir, que vive de buenos consejos. ¿Qué significa esto? Que se gobierna por buenos consejos. Luego son lados o costados de la casa los que Se adhieren a Cristo. Con razón fue hecha la esposa del costado Durmiendo el varón, fue hecha Eva20; y, muerto Cristo, fue hecha la Iglesia; Eva, del costado del varón, sacándole una costilla—la Iglesia, del costado de Cristo, al ser herido con la lanza21 y brotaron los sacramentos. Luego tu esposa, como viña fértil. Pero ¿en quiénes? En los lados de tu casa. En los que no se adhieren a Cristo es estéril. Y no los contaré de tu viña.
12. Tus hijos. La esposa son los mismos hijos. En las nupcias y matrimonios carnales, una es la esposa y otros los hijos. En la Iglesia, la esposa son los hijos. Los apóstoles pertenecían a la Iglesia, pues se hallaban entre los miembros de la Iglesia. Luego se hallaban en la esposa y eran esposa en cuanto a la parte que les correspondía como miembros de ella. Si no, ¿por qué se dijo de ellos: Cuando el esposo se haya apartado de ellos, entonces ayunarán los hijos del esposo?22 Luego es esposa y también hijos. Cosa admirable digo, hermanos míos. Por la palabra del Señor vemos que la Iglesia es hermanos, y hermanas, y madre del Señor, pues al comunicarle que su madre y sus hermanos estaban fuera; y, en cuanto estaban fuera, prefiguraban. ¿A quién prefiguraba la madre? A la sinagoga. ¿A quién los hermanos carnales? A los judíos, que se hallaban fuera. También está fuera la sinagoga. Porque María está al costado de su casa; y sus parientes, procedentes de la consanguinidad de la Virgen María, que creyeron en Él, se hallaban al costado de su casa; no en cuanto que estaban unidos a Él por la consanguinidad de la carne, sino en cuanto que oían y ejecutaban la palabra de Dios. Pues el Señor replicó y dijo esto: ¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos? Por esto, algunos se atrevieron a decir que Cristo no tuvo madre, puesto que dijo: ¿Quién es mi madre? ¿Y por qué? Entonces San Pedro, San Juan, Santiago y los demás Apóstoles, ¿no tuvieron padres en la tierra? Pues ¿qué les dijo también? No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es nuestro Padre, el cual está en los cielos23. Lo que enseñaba a los discípulos respecto al padre, esto lo declaró con relación a la madre. El Señor quiere que antepongamos a Dios a los consanguíneos terrenos; honra al padre, porque es padre, pero antepón a Dios, porque es Dios. El padre te engendró dándote su carne, Dios te creó manifestando su poder. No se enoje el padre cuando se le antepone Dios; antes bien debe alegrarse, tanto más cuanto que ha sido hallado Aquel que debe ser antepuesto. Luego ¿qué diré? ¿Qué dice el Señor? ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y, extendiendo su mano sobre los discípulos, dijo: He aquí a mi madre y a mis hermanos. Ciertamente eran hermanos; pero ¿cómo eran madre? Porque, prosiguiendo, dijo: El que hiciere la voluntad de mi Padre, es mi hermano, y mi hermana, y mi madre24. Tenle por hermano en cuanto al sexo viril que contiene la Iglesia; por hermana, por las mujeres que cuenta Cristo en sus miembros; y por madre ¿de qué modo? Porque el mismo Cristo se halla en los cristianos, a quienes por el bautismo todos los días engendra la Iglesia. Luego en los mismos que entiendes que es esposa, es madre y es hijo.
13. Se diga cómo deben ser los hijos. ¿Cómo? Pacíficos. ¿Por qué pacíficos? Porque bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios25. El fruto de la paz se encierra en la oliva. El óleo simboliza la paz, porque simboliza la caridad, y sin caridad no hay paz. Es evidente que quienes quebrantaron la paz no tenían caridad. De aquí que ya expuse a vuestra caridad por qué la paloma llevó al arca26 el ramo de oliva con fruto: para significar que quienes fueron bautizados fuera, como fueron bautizados aquellos ramos fuera del arca, si no tuvieren únicamente hojas, es decir, sólo palabras, sino también fruto, cual es la caridad, la misma paloma los lleva al arca y se juntan a la unidad. Tales deben ser los hijos alrededor de la mesa del Señor, como pimpollos de olivos. Esta es una perfecta realidad, una gran felicidad. ¿Quién no anhela estar allí? Cuando ves a algún blasfemo que tiene esposa, hijos, nietos, si quizás tú no los tienes, no envidies, pues en ti se cumple esto, pero espiritualmente. ¿Acaso no perteneces a los miembros? Si no estás en ellos, llora, porque ni aquí ni allí los tendrás. Si estás en los miembros, estate seguro, porque, si los tienes allí y no aquí, será más fructuoso tenerlos allí en los miembros que aquí en la carne.
14. Si los tenemos, ¿por qué los tenemos? Porque tenemos al Señor, pues prosigue el salmo y dice: He aquí que así será bendecido el hombre que teme al Señor. El hombre son los hombres, y los hombres, el hombre, porque muchos son uno y Cristo es uno.
15 [v.5-6]. Te bendiga el Señor desde Sión. Habías comenzado a oír: He aquí que así será bendecido el hombre que teme al Señor; quizás ya tus ojos se habían posado en aquellos que no temen al Señor, y veían que tenían esposas fecundas, muchos hijos que rodeaban la mesa de su padre; no sé por dónde marchabas, por dónde revoloteaba tu pensamiento. Te bendiga el Señor, pero desde Sión. No reclames bendiciones que no sean de Sión. Pero ¿acaso, hermanos míos, no bendijo el Señor a estos hombres? Esta bendición de cosas del mundo es del Señor, ya que, si no es del Señor, ¿quién se casa si Dios no quiere? ¿Quién tiene salud si Dios no se la da? ¿Quién puede ser rico si no quiere el Señor? El Señor da estas cosas; pero ¿no ves que también se las concede a las bestias? Luego esta bendición no es de Sión. Te bendiga el Señor desde Sión y veas los bienes de Jerusalén. Porque aquellos bienes no son de Jerusalén. ¿Quieres conocer que estos bienes no son de Jerusalén? A las aves también se les dijo: Creced y multiplicaos27. ¿Quieres tener por cosa grande lo que se dio también a las aves? ¿Quién ignora que se concedió por la palabra de Dios? Usa de estos bienes si los has recibido; y piensa más bien en cómo has de educar a los hijos que en que nazcan. Pues no es felicidad tener hijos, sino tenerlos buenos. Si te nacieron, trabaja en su educación; sino te nacieron da gracias a Dios. Tendrás menos cuidados, y, como quiera que sea, no fuiste estéril de aquella madre. Quizás espiritualmente nacen por ti de esta madre los que, rodeando la mesa del Señor, son como pimpollos de oliva. Te consuele el Señor para que veas los bienes de Jerusalén. Ellos son los verdaderos bienes. ¿Por qué son? Porque son eternos. ¿Por qué son? Porque allí está e] Rey, que dice: Yo soy el que soy28. Estos bienes terrenos son y no son, pues no permanecen, se deslizan y fluyen. Los hijos son niños. Acaricias a los niños; los niños acarician. ¿Acaso permanecen en este estado? Deseas que crezcan, deseas que avance la edad. Pero ve que, cuando una se acerca, desaparece la otra. Al acercarse la niñez, desaparece la infancia; al llegar la juventud, desaparece la adolescencia; al llegar la vejez, desaparece la juventud, y, al llegar la muerte, desaparece toda edad. Cuantas edades deseas, tantas muertes de edades anhelas. No son, pues, éstos verdaderos bienes. ¿Por ventura han de nacerte hijos que vivan siempre contigo en la tierra, o más bien que han de empujarte y sucederte? Te alegras porque nacieron los que han de empujarte. Al nacer los hijos, parece que dicen a sus padres: ¡Ea! "Pensad en marchar de aquí, representemos también nosotros la farsa." Toda la vida de tentación del género humano es una farsa, porque se dijo: Universal vanidad es todo hombre viviente29. Con todo, si nos alegramos por los hijos que han de sucedemos ¿cuánto más debemos gozarnos por los hijos con quienes hemos de permanecer, y por el Padre, para quien nacimos, que no ha de morir, sino que hemos de vivir siempre con Él? Estos son los bienes de Jerusalén, porque son estables. Luego te bendiga el Señor desde Sión y veas los bienes de Jerusalén, porque estos bienes que ves, los ves estando ciego. Ve, pero aquellos bienes que se ven con el corazón. ¿Y por cuánto tiempo veré los bienes de Jerusalén? Durante todos los días de tu vida. Si tu vida fuere eterna, eternamente verás los bienes de Jerusalén. Por el contrario, hermanos míos, aun cuando los bienes terrenos sean bienes, con todo, no los ves todos los días de tu vida. Cuando se despide tu alma del cuerpo, no mueres. Tu vida permanece; muere el cuerpo, pero permanece la vida del alma. Los ojos no ven, porque se alejó el que veía por ellos. Pero en dondequiera que se halle el que veía por los ojos, ve algo. No estaba muerto por completo el rico aquel que se vestía en la tierra de lino y de púrpura; si hubiera estado muerto, no sería atormentado en el infierno30. Quizás deseaba morir, pero vivía, para su mal, en el infierno. Era atormentado y no veía los bienes que dejó en la tierra. Ved que vivía y no veía aquellos bienes. Luego tú desea los bienes que puedas ver todos los días de tu vida, es decir, aquellos bienes con los cuales eternamente vivas.
16. Ved, hermanos, cuáles son aquellos bienes. Estos bienes, ¿pueden llamarse: oro, plata, hacienda amena, pared marmórea, techo artesonado? No por cierto. Los pobres tienen en la vida estos bienes con más abundancia que los ricos, puesto que tiene más un pobre viendo un cielo estrellado que un rico contemplando un techo recamado de oro. Luego, hermanos, ¿qué es aquel bien por el cual nos enardecemos, suspiramos, nos inflamamos; por el cual soportamos tantos trabajos para verle y conseguirle, según oísteis cuando se leía al Apóstol: Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús serán perseguidos?31 Mas no porque ahora no se ensañe el diablo por medio de los reyes no padecen persecución los cristianos. Si murió el diablo, desaparecieron las persecuciones; pero, si vive nuestro adversario, ¿cómo no ha de sugerir tentaciones? ¿Cómo no ha de ensañarse? ¿Cómo no ha de atemorizarnos con amenazas y tropiezos? Si comienzas a vivir rectamente, probarás que todo el que quiere vivir piadosamente en Cristo Jesús padece persecución. ¿Por qué soportamos tantas persecuciones? Si en esta vida tenemos únicamente puestas la esperanza en Cristo —dice el Apóstol— y Cristo no resucitó, somos los más miserables, los más desgraciados de todos los hombres32. ¿Por qué fueron arrojados a las bestias los mártires? ¿Puede decirse cuál sea aquel bien? ¿Cómo o qué lengua le explique o que oídos le oigan? Y, sin duda, es tal, que no le oyó oído ni le percibió el corazón de hombre alguno33. Amemos únicamente, aprovechemos tan sólo, pues veis que no falta la lucha y que peleamos contra nuestras concupiscencias. Fuera luchamos con los infieles y los hombres desobedientes, dentro combatimos contra las sugestiones y las perturbaciones carnales; en todas partes luchamos ahora, porque el cuerpo corruptible sobrecarga al alma34; todavía luchamos, porque, aun cuando el espíritu sea vida, sin embargo, el cuerpo está muerto por el pecado. Pero ¿qué ha de acontecer más tarde? Si el espíritu de Cristo habita en vosotros, el que resucitó a Cristo de entre los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales por el Espíritu suyo que habita en vosotros35. Luego cuando hubieren sido vivificados nuestros miembros mortales, ya nada se opondrá a nuestro espíritu. No habrá hambre ni sed, porque éstas provienen de la corrupción del cuerpo. Te repones porque desfalleces. La concupiscencia de la delectación carnal lucha contra nosotros. Llevamos la muerte por la debilidad del cuerpo; pero, cuando la muerte hubiere sido convertida en la inmutabilidad, y esto corruptible se vistiere de incorrupción, y esto mortal de inmortalidad, ¿a qué se atreverá entonces la muerte? ¿En dónde está, ¡oh muerte!, tu combate; en dónde está, ¡oh muerte!, tu aguijón? Quizás muere y se dice: "¿Faltan algunos enemigos?" No, pues prosigue: La muerte es el último enemigo36. Cuando ésta hubiere sido destruida, sobrevendrá la inmortalidad. Por tanto, destruida la muerte como último enemigo, no habrá enemigo alguno, y la paz será nuestro bien, por el que suspiramos. He aquí el bien, hermanos; el gran bien se llama paz. Preguntabais cómo se llamaba, si oro, plata, heredad o vestido. Se llama paz. No la paz que entre sí tienen los hombres, desleal, inestable, mudable, incierta; ni la paz que consigo tiene cada hombre, pues hemos dicho que el hombre lucha consigo mismo; lucha hasta que doblegue todas las concupiscencias. Luego ¿cuál es esta paz? La que no vio el ojo ni el oído oyó. ¿Cuál es esta paz? La de Jerusalén, porque Jerusalén significa visión de paz. Luego así te bendiga el Señor desde Sión y veas los bienes de Jerusalén; y los veas todos los días de tu vida. Y veas no sólo a tus hijos, sino a los hijos de tus hijos. ¿Quiénes son tus hijos? Las obras que tú haces. ¿Quiénes son los hijos de tus hijos? Los frutos de tus obras. Das limosna: éstos son tus hijos. Por la limosna consigues la vida eterna: éstos son los hijos de tus hijos. Veas los hijos de tus hijos, y sobrevendrá lo que sigue, con lo cual concluye el salmo: La paz sobre Israel. Esta paz se os predica por mí, ésta amo y deseo que se ame por vosotros. Esta la consiguen quienes fueren pacíficos aquí. Serán pacíficos aquí los que han de ser también allí; los que rodean la mesa del Señor como brotes de oliva para que no sea estéril el árbol, como fue aquella higuera en la que el Señor no encontró fruto cuando tuvo hambre. Ya sabéis qué le aconteció. Tenía solamente hojas, no tenía fruto37. Así son los que no carecen de palabras, pero se hallan faltos de obras; y, por tanto, al venir con hambre, el Señor no hallará qué comer, porque el Señor tiene hambre de nuestra fe y de nuestras buenas obras. Le alimentemos viviendo bien y nos alimentará El eternamente dándonos el vivir.