[Petición de la plena restauración]
SERMÓN AL PUEBLO
1 [v.1]. Como recordaréis, conforme al orden de la exposición, este salmo es el 125, y se halla entre los salmos que llevan por título Cántico de grado, palabra que ya sabéis es de los que suben. ¿Adonde? A la celestial Jerusalén, madre de todos nosotros, la cual se halla en el cielo1. Ella es celeste y también eterna. La que existió en la tierra era sombra de ella. Así, pues, ésta pereció, aquélla permanece. Esta cumplió su cometido temporal predicando, aquélla posee la eternidad de nuestra salud; por ella peregrinamos en esta vida y suspiramos por su vuelta, y hasta que volvamos a ella somos miserables y nos hallamos afligidos. Sin embargo, nuestros conciudadanos los ángeles no nos abandonaron en esta peregrinación, sino que nos anunciaron que había de venir el mismo Rey a nosotros. Vino a nosotros, y fue despreciado entre nosotros por nosotros; y después lo fue con nosotros, y nos enseñó a ser despreciados, porque Él fue despreciado; nos enseñó a tolerar, porque Él toleró; a padecer, porque Él padeció; y nos prometió que habríamos de resucitar, porque Él resucitó, demostrando en sí mismo qué debíamos esperar. Luego, hermanos, si los antiguos profetas, nuestros padres, suspiraban por aquella ciudad antes de que nuestro Señor Jesucristo viniese en carne, antes de que muerto resucitase y subiese al cielo, ¿cuánto más nos conviene desear a nosotros aquella ciudad adonde Él nos precedió y de donde jamás se apartó? Pues no vino el Señor a nosotros apartándose de los ángeles; permaneció con ellos y vino a nosotros; con ellos permaneció en la divinidad y vino a nosotros en la carne. ¿En dónde nos hallábamos? Si Él se llama nuestro Redentor, estábamos cautivos. ¿En dónde nos hallábamos para que Él viniese a redimir a los cautivos? ¿En dónde nos hallábamos? ¿Quizás entre los bárbaros? Peor que los bárbaros son el diablo y sus ángeles. Ellos anteriormente se habían apoderado del género humano; de ellos nos redimió el que no dio oro ni plata por nuestro rescate, sino su propia sangre.
2. Preguntemos al apóstol San Pablo de qué modo vino a parar el hombre en la cautividad, puesto que él gime de modo especial en esta cautividad, suspirando por la eterna Jerusalén, y asimismo nos enseña a gemir por el mismo Espíritu, por el que Él, estando lleno, gemía, pues dice esto: Todo lo creado gime y a una se duele hasta el presente; y también: Todo lo creado está sometido a la vanidad; no espontáneamente, sino por Aquel que lo sometió en esperanza. Todo lo creado, dijo, gime como criatura en trabajos en los hombres, aun en los no creyentes, pero que han de creer. Pues ¿acaso sólo gime en estos que todavía, no han creído y no gime y se duele lo creado en aquellos que creyeron? No sólo también ellos —dice—, sino y nosotros, que tenemos las primicias del espíritu, es decir, que ya servimos a Dios en espíritu, que ya creemos a Dios con la mente y que dimos ciertas primicias en la misma fe para seguir a nuestras primicias. Luego también nosotros mismos gemimos dentro de nosotros esperando la adopción y la redención de nuestro cuerpo. Luego gemía también él y gimen todos los restantes fieles esperando la adopción y la redención de su cuerpo. ¿En dónde gimen? En esta mortalidad. ¿Qué redención esperan? La de su cuerpo, la cual antecedió en el Señor, que resucitó de entre los muertos y subió al cielo. Antes de que se nos conceda esto es necesario que gimamos aún los fieles, aún los que esperan. Por eso prosigue allí el Apóstol y dice cuando escribe: Y nosotros, dentro de nosotros mismos, gemimos esperando la adopción y la redención de nuestro cuerpo. Pero como si se le dijese: "¿De qué te aprovechó Cristo, si aún gimes?"; y: "¿Cómo te libertó el Salvador, siendo así que el que gime aún se halla enfermo?", añade y dice: Por la esperanza hemos sido salvados. Y la esperanza que se ve no es esperanza; porque lo que uno ve, ¿a qué lo espera? Si, pues, lo que no vemos esperamos, con paciencia aguardamos2. Ved por qué y cómo gemimos. ¿Cómo? Mirad: lo que esperamos, ciertamente lo aguardamos, pero aún no lo tenemos; como deseamos lo que aún no tenemos, hasta que lo tengamos suspiramos en el tiempo. ¿Por qué? Porque por la esperanza hemos sido salvados. La carne que tomó de nosotros el Señor no fue salvada en esperanza, sino en realidad. Nuestra carne ya salvada resucitó y subió al cielo en nuestra Cabeza; en los miembros aún ha de ser salvada. Se alegren con seguridad los miembros, porque no fueron abandonados por su Cabeza. Ella dijo a los miembros afligidos: Ved que yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos3. Así aconteció para que nos encaminemos a Dios. Únicamente teníamos puesta la esperanza en el siglo; de aquí que éramos siervos desgraciados, y doblemente desgraciados, porque habíamos puesto la esperanza en esta vida, teniendo el rostro vuelto al mundo, y la espalda contra Dios. Pero, al volvernos el Señor para que empecemos a tener el rostro vuelto a Dios, y la espalda al mundo, los que aún estamos en el camino ponemos, sin embargo, la mirada hacia la patria; y, cuando quizás soportamos alguna tribulación, retenemos el camino y somos transportados por el Leño. El viento ciertamente es desapacible, pero próspero; es molesto, trabajoso, pero pronto arrastra, pronto lleva al puerto. Como gemíamos por nuestra cautividad, así gimen también los que ya creyeron. Nos olvidamos cómo nos hicimos cautivos, pero nos lo recuerda la Escritura. Preguntemos al mismo apóstol San Pablo, y nos dirá: Sabemos que la ley es espiritual; pero yo carnal, vendido por esclavo al pecado4. Ved cómo, por haber sido vendidos al pecado, fuimos hechos cautivos. ¿Quién nos vendió? Nosotros mismos consintiendo al seductor. Pudimos vendernos, mas no podemos redimirnos. Nos vendimos consintiendo al pecado, nos redimimos por la fe de la justicia. El Inocente dio la sangre por nosotros para redimirnos. El (seductor) derramó cualquier sangre persiguiendo a los justos. ¿Qué sangre derramó? La de los justos ciertamente, la de los profetas, nuestros padres; la de los justos y los mártires; sin embargo, toda ella procedía de la propagación del pecado. Pero derramó una sangre especial: la de Aquel que no fue justificado, sino que nació justo. Por el derramamiento de esta sangre perdió a los que retenía. Aquellos por los que el Inocente dio su sangre fueron redimidos; y, vueltos de la cautividad, cantan ya este salmo.
3. Cuando el Señor devolvía la cautividad a Sión, fuimos como consolados. Con esto quiso decir: nos alegró. ¿Cuándo? Cuando el Señor devolvía los cautivos a Sión. ¿Qué Sión es ésta? La misma Jerusalén es también la Sión eterna. ¿Cómo fue eterna, cómo fue cautiva Sión? Eterna en los ángeles, cautiva en los hombres. Pues no todos los moradores de aquella ciudad fueron hechos cautivos, sino los que salieron de allí fueron los únicos cautivos. El hombre es ciudadano de Jerusalén; pero, vendido al pecado, se hizo peregrino. El género humano nació de su propagación, y así la cautividad llenó la tierra de Sión. ¿Cómo fue sombra de aquella Jerusalén esta cautividad de Sión? La sombra de aquella Sión, que recibieron los judíos en figura, fue el simbolismo de la cautividad de Babilonia, (de la cual) después de setenta años vuelve el pueblo a su ciudad5. Los setenta años simbolizan todo el tiempo, el cual se desenvuelve en siete días. Tan pronto como haya transcurrido todo el tiempo, volveremos también nosotros a nuestra patria, así como aquel pueblo volvió de la cautividad de Babilonia después de los setenta años. Babilonia es este mundo, pues Babilonia significa "confusión". Y ved si no es una confusión toda la vida humana. Todo lo que los hombres hacen con esperanza vana, al darse cuenta de lo que ejecutan, se avergüenzan. ¿Por qué trabajan? ¿Para quién trabajan? "Para mis hijos", dicen. Y éstos, ¿para quiénes? Para sus hijos. Y éstos, ¿para quiénes? También para sus hijos. Luego nadie para sí. De esta confusión o Babilonia ya habían regresado aquellos a quienes el Apóstol dice: ¡Qué vana ostentación no mostrabais en las cosas de las que os sonrojáis ahora!6 Luego toda esta vida de los negocios humanos, que no pertenecen a Dios, es una confusión. En esta confusión, en esta Babilonia, se hallaba cautiva Sión; pero el Señor libró de la cautividad a Sión.
4. Et facti sumas sicut consolati (y fuimos como consolados), es decir, nos alegramos como los que reciben consuelo. El consuelo se ofrece a los desgraciados, se consuela a los que gimen y lloran. ¿Por qué fuimos consolados? Porque aún gemimos. Gemimos en realidad, somos consolados en esperanza; cuando hubiere pasado la realidad, llegará, procediendo del gemido, el gozo eterno, en donde no se necesitará consuelo, porque no nos afligirá desgracia alguna. ¿Por qué dice como consolados y no, a secas, "consolados"? No siempre esta palabra sicut, como, significa semejanza. La palabra sicut, unas veces se refiere a la naturaleza o calidad, otras a la semejanza; aquí se refiere a la calidad. Pero han de ofrecérsenos ejemplos del común modo de hablar para que fácilmente lo entendamos. Cuando decimos: Sicut vixit pater (como vive el padre), vive el hijo, lo expresamos denotando semejanza. Asimismo, sicut pecus moritur (como muere el animal), del mismo modo muere el hombre, indica semejanza. Sin embargo, cuando decimos: Fecit sicut vir bonus (obró como hombre bueno), ¿acaso no es hombre bueno, sino es semejanza de hombre bueno? Asimismo: Fecit tanquam tustus (lo hizo como justo), este tanquam no niega que sea justo, sino que demuestra la cualidad o propiedad del nombre. Obraste sicut (como) un senador. Que diga éste: "No soy senador"; precisamente porque lo eres, obraste como un senador; así también, porque eres justo, obraste como justo, y, porque eres bueno, obraste como bueno. Luego como éstos verdaderamente estaban consolados sicut consolati, como consolados se alegraban, es decir, su gozo era grande, como de consolados, consolando el que murió a los que habían de morir. Todos gemimos al morir; el que murió consoló para que no temiésemos morir. El resucitó primero para que tuviésemos de qué esperar. Al resucitar primero El, nos dio esperanza. Como nos hallábamos en la desgracia, fuimos consolados con la esperanza, y de aquí se originó un gran gozo. El Señor nos libertó de la cautividad para que, a partir de la liberación, retengamos el camino y vayamos hacia la patria. Luego redimidos ya, no temamos en el camino a nuestros insidiantes enemigos, pues nos redimió para que no se atreva el enemigo a ponernos asechanzas si no nos apartamos del camino, pues el mismo Cristo se hizo camino7. ¿No quieres ser víctima de alguna emboscada de ladrones? El Señor te dice: "Te allané el camino que conduce a la patria; no te apartes del camino. Fortifiqué este camino para que el ladrón no se atreva a acercarse a ti." Camina, pues, en Cristo y canta gozoso, canta como consolado, porque te antecedió el que te mandó que le siguieses.
5 [v.2-3]. Entonces se llenó de gozo nuestra boca, y nuestra lengua de alborozo. ¿Cómo, hermanos míos, se llena de gozo la boca corporal? Únicamente suele llenarse de comida, de bebida o de alguna cosa parecida que se introduce en la boca. Es cierto que algunas veces se llena nuestra boca; y todavía me atreveré a decir más a vuestra santidad: cuando tenemos la boca llena, no podemos hablar. Sin embargo, tenemos una boca en el interior, es decir, en el corazón, de la que cuanto procede, si es malo, nos mancha, y, si es bueno, nos purifica. Oísteis hablar de esta boca cuando se leía el evangelio. Los judíos censuraban al Señor, porque sus discípulos comían sin lavarse las manos. Censuraban quienes poseían la limpieza externa y estaban llenos interiormente de inmundicia; censuraban quienes únicamente poseían la justicia ante la mirada de los hombres. Pero el Señor reclamaba nuestra limpieza interna, la cual, si existe, necesariamente será limpio todo lo de fuera. Limpiad —dice— lo de dentro, y quedará limpio lo de juera8. También dice el Señor en otro sitio: Dad limosna, y he aquí que todas las cosas os quedan limpias9. ¿De dónde procede la limosna? Del corazón. Si das con la mano y no te compadeces en el corazón, nada hiciste; si, por el contrario, te compadeces en el corazón, aunque no tenga la mano cosa alguna que dar, Dios acepta la limosna. Aquellos perversos exigían la limpieza externa. De ellos era el fariseo que invitó al Señor cuando se acercó la mujer pecadora y famosa en la ciudad, que lavó al Señor los pies con lágrimas, y se los limpió con sus cabellos, y se los ungió con el ungüento. El fariseo que invitó al Señor, y que sólo poseía la limpieza externa corporal, pero que tenía el corazón lleno de iniquidad y de rapiña, dijo en su interior: Si éste fuese profeta, sabría qué mujer se acercó a sus pies. ¿Por dónde supo él que Cristo conocía o ignoraba? Él pensó que lo ignoraba, porque no la alejó de sí. Si esta mujer se hubiese acercado al fariseo, él, que aparentaba poseer la limpieza de la carne, bufaría, la despreciaría, la apartaría para que una inmunda no tocase a un puro y contaminase su limpieza. Porque el Señor no hizo esto, creyó el fariseo que ignoraba qué clase de mujer se acercó a sus pies. Sin embargo, el Señor no sólo la conocía, sino que también oía el pensamiento de él. Si el contacto corporal puede hacer algo, ¡oh inmundo fariseo!, la carne del Señor, ¿podrá ser mancillada al contacto de la mujer, o quedar la mujer limpia al contacto del Señor? Permitía el Médico que la enferma tocase el medicamento. La que se acercó conocía al Médico, y la que solía en su fornicación quizás ser desvergonzada, fue más desvergonzada atendiendo a su salud. Irrumpe en la casa, a la que no había sido invitada; estaba herida, y vino adonde se hallaba el Médico comiendo. El que invitó al Médico creía estar sano; por eso no era curado. Las cosas que siguen: de qué modo se confundió el fariseo al declarársele que Cristo conocía a la mujer y que oía su pensamiento, las conocéis por el evangelio10.
6. Pero volvamos a lo que ahora se leyó del evangelio, lo cual se refiere al presente versillo del salmo, en el que se dijo: Nuestra boca se llenó de gozo, y nuestra lengua de alborozo. Preguntamos qué boca y qué lengua (son éstas). Atienda vuestra caridad. El Señor fue censurado porque sus discípulos comían sin lavarse las manos. El Señor les respondió conforme convenía; y, habiendo llamado a las turbas hacia sí, dijo: Oíd todos y entended: no mancha al hombre todo lo que entra en la boca, sino lo que sale. ¿Qué es esto? Al decir lo que entra en la boca, únicamente quiso señalar la boca corporal. En ésta entran los alimentos, y no manchan al hombre, porque todas las cosas son puras para los puros; y también: Todo lo creado por Dios es bueno, y nada debe ser despreciado, sino tomado con acción de gracias11. Dios decretó simbólicamente para los judíos algunas cosas llamadas inmundas12. Pero después que vino la luz desaparecieron las sombras, y ya no nos detenemos en la letra, sino que nos vivificamos en el espíritu, pues no se impuso a los cristianos el yugo de observancia que tenían impuesto los judíos, porque el Señor dijo: Mi yugo es suave, y mi carga ligera13; y también: Todas las cosas —dice el Apóstol— son puras para los puros, mientras que, para los inmundos y los infieles, nada hay limpio, pues tienen inmundas la mente y la conciencia14. ¿Qué quiso decir con esto? Que el pan como la carne de cerdo es cosa pura para el hombre puro, y para el inmundo, ni el pan ni la carne de cerdo. Vara los manchados —dice— y los infieles, nada hay limpio. ¿Por qué no hay nada limpio? Porque tienen inmundas la mente y la conciencia; pues, si es inmundo lo que existe interiormente, nada puede haber limpio de lo que está fuera. Si ninguna cosa puede haber limpia para quienes tienen inmundo el interior, si quisieses que te sean puras las cosas exteriores, has de limpiar el interior. Aquí está tu boca, que te llena de gozo aun cuando callas; pues, cuando callas y te regocijas, tu boca clama al Señor. Pero ve de qué cosa te goces. Si te gozas del mundo, con gozo inmundo clamas a Dios. Si te gozas por la redención, como lo declara este salmo: Cuando el Señor devolvía la cautividad a Sión, fuimos regocijados, entonces se llena de verdadero gozo tu boca, y tu lengua de alborozo. Es evidente que te gozas en esperanza y que tu gozo es agradable a Dios. Con el mismo gozo o con la misma lengua que tenemos dentro, comemos y bebemos. Como usamos de la boca corporal para la refección del cuerpo, así usamos de la boca espiritual para la refección del corazón. De aquí que se dijo: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados15.
7. Si únicamente hace inmundo al hombre lo que sale de la boca, y al oír esto en el evangelio lo entendemos de la boca corporal, es un absurdo y una gran necedad pensar que no se hace inmundo el hombre cuando come y sí cuando vomita, pues el Señor dice: No mancha lo que entra en la boca, sino lo que sale. ¿Cuando comes no te haces inmundo, y sí cuando provocas? ¿Cuando bebes no eres inmundo, y así cuando escupes? Pues, cuando escupes, sale algo de tu boca, y, cuando bebes, entra algo en ella. ¿Qué quiso dar a entender el Señor cuando dijo: No mancha lo que entra en la boca, sino lo que sale? A continuación, en el mismo lugar declaró otro evangelista cuáles son las cosas que salen de la boca, para que entendiésemos que no se trata de la boca del cuerpo, sino de la del corazón, pues escribe: Del corazón salen los malos pensamientos, las fornicaciones, los homicidios, las blasfemias; éstas son las cosas que manchan al hombre; pero el comer sin lavarse las manos no mancha al hombre16. ¿Cómo salen de la boca estas cosas, hermanos míos, si no es porque salen del corazón, conforme lo afirma el Señor? Por tanto, nadie diga que, cuando pronunciamos cosas malas, nos contaminan. Nadie diga que, cuando hablamos, salen de nuestra boca, ya que las palabras y las voces proceden de nuestra boca; y, por tanto, cuando pronunciamos cosas malas, nos contaminamos. Pues ¿qué acontece si alguno no habla, y, sin embargo, piensa cosas malas? ¿Por ventura está limpio, porque no salió nada de su boca corpórea? Ya le oyó el Señor la voz del corazón. Oíd, hermanos míos; atended a lo que digo. Nombro el hurto; ahora pronuncié la palabra hurto. ¿Acaso porque la proferí me contaminó el hurto? Ved que salió de mi boca, y, sin embargo, no me hizo inmundo. Por el contrario, el ladrón aparece en la noche, no habla; pero, perpetrando el hurto, se hizo inmundo. Y no sólo no habla, sino que oculta el crimen en el mayor silencio, y hasta tal punto teme que se oiga su voz, que pretende no se le oiga ni respirar. ¿Acaso porque calla de esta manera es puro? Aún digo más, hermanos míos: he aquí que todavía permanece en su cama, no se ha levantado aún para perpetrar el hurto, pero está despierto y espera a que duerman los hombres; sin embargo, ya grita a Dios; ya es ladrón; ya es inmundo; ya salió el crimen de su boca interior. ¿Cuándo sale de la boca el crimen? Cuando la voluntad se determina a obrar. ¿Te resolviste a hacerlo? Lo dijiste y lo hiciste. Si no cometiste materialmente el hurto, quizás no mereció perder nada aquel a quien te proponías robar; él, ciertamente, nada perdió; sin embargo, tú serás condenado de hurto. Determinaste matar a un hombre; hablaste en tu corazón, resonó de tu boca interior la voz de homicidio; aún vive el hombre, y tú serás castigado como homicida. Se pregunta lo que eres ante Dios, mas no lo que aún no apareces ante los hombres.
8. Sin duda conocemos y debemos saber y retener que el corazón tiene boca y lengua. La boca se llena de gozo, y con ella interiormente rogamos a Dios cuando están los labios cerrados y la conciencia patente. Hay silencio; grita el corazón. Pero ¿a qué oídos? No a los del hombre, sino a los de Dios. Estate tranquilo; oye el que se compadece. Por el contrario, cuando ningún hombre oye las cosas malas, si proceden de tu boca interior, no te juzgues seguro, porque oye el que condena. Susana no fue oída por los jueces inicuos; callaba y oraba. No oían sus palabras los hombres; su corazón clamaba a Dios17. ¿Acaso porque no profirió palabra alguna sensible no mereció ser oída? Fue oída; cuando rogó, ningún hombre lo supo. Luego, hermanos, pensad lo que tenéis en la boca interior. Recapacitad para que no profiráis interiormente algún mal y no lo perpetréis fuera, pues nada puede hacer externamente el hombre sin haberlo dicho antes en su interior. Guarda la boca de tu corazón del mal y serás inocente. Inocente será la lengua de tu cuerpo, inocentes serán las manos; también serán inocentes los pies, serán inocentes los ojos, inocentes serán los oídos; todos tus miembros servirán a la justicia si el Emperador justo posee el corazón.
9. Entonces dirán entre las gentes: "Grandes cosas hizo el Señor con ellos. Grandes cosas hizo el Señor con nosotros; fuimos regocijados." Ved, hermanos, si por todo el orbe no dice ahora esto Sión entre las gentes. Ved cómo ahora se corre a la Iglesia. En todo el orbe se recibe el precio de la redención; se responde "amén". Luego los jerosolimitanos cautivos, los jerosolimitanos que han de volver, ahora peregrinos que suspiran por su patria, dicen entre las gentes... ¿Qué dicen? Grandes cosas hizo el Señor con nosotros; fuimos regocijados. ¿Acaso se hicieron ellos esto consigo? Ellos obraron mal consigo, porque se vendieron al pecado. Vino el Redentor y obró con ellos. El Señor hizo con ellos grandes cosas; el Señor hizo con nosotros grandes cosas; fuimos regocijados.
10 [v.4]. Disipa, Señor, nuestra cautividad como torrente en el austro. ¿Qué quiere decir esto? Atienda vuestra caridad. Anteriormente había dicho: Cuando el Señor devolvía la cautividad a Sión. Entonces hablaba como de cosa pasada, pero suele acontecer que, hablando en pretérito, anuncie el profeta cosas futuras. Pues en pretérito habló cuando dijo en otro salmo: baladraron mis pies y mis manos y contaron todos mis huesos18. No dijo "taladrarán", no dijo "contarán", no dijo "dividirán entre sí mis vestidos", no dijo "echarán suerte sobre mi túnica"; eran cosas que habían de suceder, y se contaban como ya sucedidas. Todas las cosas que son futuras, para Dios ya son pretéritas. De aquí que, al decir: Cuando el Señor devolvía la cautividad a Sión, fuimos como consolados; entonces se llenó nuestra boca de gozo, y nuestra lengua de alborozo, para evidenciar que abrigaba en su pensamiento, bajo el pretérito, cosas futuras, dice ahora: Entonces dirán entre las gentes (dirán es futuro): "Grandes cosas hizo el Señor con nosotros; fuimos regocijados." Cuando se cantaban, eran cosas futuras, ahora se ven ya presentes. Luego ora sobre cosas futuras el que cantaba cosas futuras como pasadas. Disipa, Señor, nuestra cautividad. Aún no había sido destruida nuestra cautividad, porque todavía no había venido el Redentor. Lo que se pedía: Disipa, Señor, nuestra cautividad como torrente en el austro, cuando se cantaban los salmos, ya se cumplió. Se preguntaba qué significaba: Como se disipan los torrentes en el tiempo austral, así disipa igualmente nuestra cautividad. Ahora se evidenciará, ayudando el Señor y vuestras oraciones. Al mandar y exhortar en cierto lugar la Escritura a las obras buenas, dice: Como el hielo en día sereno, así tus pecados serán desatados19. Luego nos ligaban nuestros pecados. ¿Cómo? Como el frío ata o impide al agua correr. Ligados por el frío de los pecados, nos congelamos. El viento austral es cálido; cuando sopla el austro, se licúa el hielo y se llenan los torrentes. Se llaman torrentes los ríos invernales, ya que, al llenarse con repentinas aguas, corren con gran ímpetu. Luego nos habíamos congelado en la cautividad; nuestros pecados nos sujetaban; sopló el austro, es decir, el Espíritu Santo, y, rotos los lazos de nuestros pecados, nos liberamos del frío de la iniquidad. Como el hielo en día sereno, así son desatados nuestros pecados. Corramos hacia la patria como torrentes en el austro. Por mucho tiempo hemos sufrido y aún sufrimos obrando el bien. Porque la misma vida humana en la que estamos es desdichada; está llena de sufrimientos, de dolores, de peligros, de calamidades, de tentaciones. No os seduzca el gozo de las cosas humanas; notad las cosas que deben llorarse en ellas. El niño que nace podía primero reír. ¿Por qué comienza a vivir llorando? Todavía no sabe reír. ¿Por qué sabe llorar? Porque comenzó a transitar por esta vida. Por tanto, si pertenece a los cautivos, llora y gime aquí, pero conseguirá el gozo.
11 [v.5]. Prosigue el salmo: Los que siembran con lágrimas recogerán con gozo. Sembremos en esta vida llena de lágrimas. Pero ¿qué sembraremos? Obras buenas. Las obras de misericordia son nuestras semillas. De ellas dice el Apóstol: No desfallezcamos obrando el bien; porque no aflojando, en su tiempo recogeremos. Por tanto, mientras tenemos tiempo, obremos el bien con todos, y principalmente con nuestros deudos en la fe20. Hablando, asimismo, sobre la limosna, ¿qué dice? Os digo esto: que el que siembra poco, poco recoge. Luego el que siembra mucho, mucho recoge. El que siembra poco, poco recoge21; el que no siembra nada, nada recoge. ¿Por qué deseáis grandes fincas, en las que pretendéis sembrar mucha semilla? No hay fundo más extenso en donde sembrar que Cristo, el cual quiso que se sembrase en El. Vuestra tierra es la Iglesia; sembrad en ella cuanto podáis. Cuentas con poca semilla para hacerlo. ¿Tienes deseo? Como de nada sirve lo que tienes si te falta la buena voluntad; así, no te entristezcas porque no tengas, si tienes un buen deseo. Pues ¿qué siembras? La misericordia. ¿Qué recoges? La paz. ¿Por ventura dijeron los ángeles: "Paz en la tierra para los hombres ricos?" No; sino que dijeron: Paz en la tierra para los hombres de buena voluntad22. Zaqueo tuvo un gran deseo, tuvo una gran caridad. Hospedó al Señor; le recibió con gozo; prometió dar la mitad de su patrimonio a los pobres y devolver el cuádruplo de lo que hubiera robado23. Retuvo la mitad para sí con el fin de tener para pagar las deudas, no para seguir poseyendo. Tuvo un gran deseo; mucho dio, mucho sembró. Luego la viuda que dio dos ochavos, ¿sembró poco? ¿Qué digo? Tanto cuanto Zaqueo. Tenía menos haberes, pero igual voluntad24. Entregó dos ochavos con el mismo amor con que Zaqueo entregó la mitad de su patrimonio. Si atiendes a lo que dieron, verás que es distinto; pero, si observas cómo lo dieron, percibirás que es igual. Ella dio cuanto tenía, él lo que poseía.
12. Suponte que un hombre no tiene siquiera dos ochavos. ¿Hay algo más vil que podamos sembrar para recoger aquella mies? Lo hay. Cualquiera que diere un vaso de agua fría a título de discípulo, no perderá su recompensa. Un vaso de agua fría se consigue por menos de dos ochavos, no cuesta nada. Sin embargo, aunque no vale nada, uno lo tiene y otro carece de él. Si el que lo tiene lo diese al que carece de él, dio tanto, si dio de corazón lo que dio, cuanto dio la mujer dando los dos ochavos, cuanto dio Zaqueo dando la mitad de sus bienes. No añadió sin motivo de agua fría, declarando por esto que es pobre. Dijo un vaso de agua fría para que nadie se excuse de darlo por no tener leña para calentar el agua. Cualquiera que diese un vaso de agua fría a uno de mis pequeñuelos, no perderá su galardón25. ¿Y si no tiene ni esto? Esté tranquilo; si carece de esto, paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Tema únicamente tenerlo y no darlo. Si lo tiene y no lo da, se congeló interiormente; aún no han sido desatados o disipados sus pecados como el torrente con el austro, porque su voluntad está helada. ¿Qué valen los bienes que poseemos? Teniendo un deseo ardiente, disuelto por el calor del austro, aunque no tenga nada, se le computa como dueño de todo. ¡Cuántas ocasiones no ofrecen en sí mismos los mendigos! Atienda vuestra caridad cómo se lleva a cabo la limosna. Sin duda, los mendigos necesitan, y mendigos son aquellos a quienes haces limosna. Quizás atendéis a vuestros hermanos si necesitan algo, y dais también a los extraños si Cristo está en vosotros. Pero, si ellos son mendigos de profesión, también en la miseria tienen algo que mutuamente pueden prestarse. Dios no los abandonó, dejándolos sin ocasiones por las que se pruebe que hacen limosnas. Por ejemplo, uno no puede andar; el que puede, ayuda con sus pies al cojo; el que ve, presta sus ojos al ciego; el joven y fuerte, ofrece sus fuerzas al anciano o al enfermo y le lleva sobre sus hombros. El uno es pobre, el otro rico.
13. Alguna vez también el rico es pobre y recibe algo del pobre. Se acerca un individuo, tanto más débil cuanto es más rico, a un río; si, desnudándose, atravesase el río, se enfriaría, enfermaría, moriría; se acerca un pobre robusto, traspasa al rico; dio al rico una limosna. Luego no penséis que únicamente son pobres aquellos que no tienen dinero. Ve en el individuo en qué cosa es cada uno pobre, porque quizás tú eres rico en lo que él es pobre, y, por tanto, tienes de qué prestarle. Quizás le prestes tus miembros, y esto es mucho más que si le dieses dinero. Necesita consejo: tú eres hombre de consejo; él es pobre; tú eres rico en cuanto al consejo. Ve que no trabajas ni pierdes nada; das el consejo y diste limosna. Ahora, hermanos míos, al hablaros, ante mí estáis como pobres, y, porque el Señor se dignó darme, os doy de ello a vosotros; así todos recibimos de Aquel que únicamente es rico. El Cuerpo de Cristo está constituido así; de este modo se unen y adunan los miembros comunes mediante la caridad y con el vínculo de la paz cuando cada uno ofrece lo que tiene al que carece de ello. Es rico por lo que tiene, es pobre por lo que carece. Estimaos así, amaos así. No miréis únicamente por vosotros; atended a los indigentes que están junto a vosotros. Pero como en esta vida se llevan a cabo estas cosas con trabajos y miserias, no desfallezcáis. Sembráis con lágrimas, recogeréis con gozo. ¿Pues qué, hermanos míos? Cuando el labrador va camino del fundo con el arado llevando la semilla, ¿por ventura no es el viento algunas veces frío y la lluvia no le disuade? Mira al cielo, lo ve encapotado, se estremece por el frío, y, sin embargo, marcha y siembra, pues teme no suceda que, atendiendo al día sombrío y esperando un día apacible, pase el tiempo y no halle qué recoger. No difiráis, hermanos míos; sembrad en invierno, sembrad las buenas obras también cuando lloráis, porque el que siembra con lágrimas recoge con gozo. Siembran su semilla los que siembran las buenas obras y la buena voluntad.
14 [v.6]. Iban andando y lloraban al arrojar su simiente. ¿Por qué lloraban? Porque se hallaban entre infelices, y ellos lo eran también. Mejor es, hermanos míos, que no exista ningún desgraciado que tú hagas misericordia. Pues el que desea que existan desgraciados para obrar él misericordia, posee una misericordia cruel, así como sería una cruel medicina si el médico desease que hubiese muchos enfermos para ejercer la medicina. Es preferible que todos estén sanos antes que se ejerza la medicina. Luego mejor es que todos reinen felices en la patria que haya algunos con quienes se emplee la misericordia. Con todo, mientras existan algunos con quienes se necesite ejercer la misericordia, no dejemos de sembrar en esta desgracia. Porque, si sembramos con llanto, recogeremos con gozo. En la resurrección de los muertos recibirá cada uno su haz, es decir, el fruto de lo sembrado, la corona de gozo y de regocijo. Entonces tendrá lugar el triunfo de los que se alegran y la irrisión de la muerte de los mismos muertos, en la cual gemían; porque entonces dirán los muertos: ¿En dónde está, ¡oh muerte!, tu victoria; en dónde está, ¡oh muerte!, tu aguijón?26 ¿Por qué se alegran ya? Porque traen ya sus gavillas. Iban andando y lloraban al arrojar su semilla. ¿Por qué arrojaban su semilla? Porque quienes siembran con lágrimas recogen con regocijo.
15. En este salmo os exhorté encarecidamente a ejecutar la misericordia, ya que por aquí se sube y veis además que canta el cántico de grado el que sube. Recordad siempre esto; no améis la bajada y despreciéis la subida; pensad continuamente en la subida, porque el que bajaba de Jerusalén a Jericó cayó en manos de los ladrones. Si no hubiera bajado, no hubiera caído en manos de los ladrones. Adán descendió, y cayó en manos de los ladrones. Todos nosotros somos Adán. Pasó el sacerdote, y no hizo caso; pasó el levita, y no se preocupó, porque la ley no pudo curar. Pasó cierto samaritano, es decir, nuestro Señor Jesucristo, pues a Él se le dijo: ¿No decimos nosotros atinadamente que tú eres samaritano y que tienes demonio? El no respondió: "No soy samaritano", sino: Yo no tengo demonio27. "Samaritano" significa "guardián". Si hubiera dicho: "No soy samaritano", afirmaría que no era guardián. ¿Y quién otro custodiaría? A continuación, aduciendo la semejanza, dice, como sabéis: Vaso un samaritano y obró con él misericordia. Yacía herido en el camino, porque bajó. Al pasar el samaritano no nos abandonó; nos curó, nos subió al jumento, a su carne; nos llevó a la posada, es decir, a la Iglesia, y nos encomendó al mesonero, esto es, al Apóstol, y le entregó dos denarios para curarnos, a saber, el amor de Dios y el del prójimo, puesto que toda la ley y los profetas28 se encierran en estos dos mandamientos; y dijo al mesonero: Si gastares algo más, te lo daré al volver29. Algo más erogó el Apóstol, puesto que, habiéndose permitido a todos los apóstoles recibir, como soldados de Cristo, el alimento de parte de la hueste de Cristo, sin embargo, él trabajó con sus manos y condonó a las huestes sus provisiones30. Todo esto aconteció. Si hemos bajado y estamos heridos, subamos, cantemos y progresemos para llegar.