SALMO 121

Traductor: Balbino Martín Pérez, OSA

[Salutación a Jerusalén]

SERMÓN AL PUEBLO

1. Como el amor impuro enardece al alma y arrastra a la que ha de perecer a desear las cosas terrenas y a seguir las caducas, precipitando en la sima y sumergiendo en el abismo, así el amor santo eleva a las alturas, e inflama en vistas a lo eterno, y excita al alma hacia las cosas que no pasan ni mueren. Como quiera que todo amor tiene su propio vigor, y no puede estar ocioso en el alma del amante, es necesario que arrastre. ¿Quieres saber de qué amor se trate? Ve a dónde lleva. Luego no amonestamos que no améis nada, sino que no améis el mundo, para que así améis libremente a Aquel que hizo el mundo. Pues, entregada el alma al amor terreno, tiene como liga en sus alas y no puede volar. Por el contrario, si está purificada de los afectos inmundos del siglo, vuela, como con alas extendidas, con las dos alas libres de todo impedimento; es decir, con los dos preceptos del amor de Dios y del prójimo. ¿Adónde se encamina subiendo y volando si no es hacia Dios, ya que sube amando? Pero antes de que pueda, gime en la tierra, si ya existe en ella el deseo de volar, y dice: ¿Quién me dará alas como de paloma, y volaré y descansaré?1 ¿De dónde se apartará volando? De entre los escándalos, en donde gemía este de quien es el clamor que conmemoré. Luego de entre los escándalos, de entre la mezcla de los hombres malos, de entre las pajas con las que se halla mezclado el grano, quiere volar a donde no encuentre trato ni roce de inicuos para vivir en la santa compañía de los ángeles, ciudadanos de la eterna Jerusalén.

2 [v.l]. Este salmo que emprendí hoy exponer a vuestra caridad anhela la eterna Jerusalén; mejor dicho, suspira por ella este que sube en este salmo, pues es cántico de grado. Muchas veces he dicho a vuestra caridad que éstos no son grados o peldaños de los (hombres) que bajan, sino de los que suben. Luego éste quiere subir. ¿Y adonde quiere subir si no es al cielo? ¿Y qué significa al cielo? ¿Acaso quiere subir para estar con el sol, la luna y las estrellas? No por cierto, pues hay en el cielo una eterna Jerusalén, en donde están los ángeles, nuestros conciudadanos. Lejos de estos conciudadanos peregrinamos ahora en la tierra. En la peregrinación suspiramos, en la ciudad nos regocijaremos. Con todo, también encontramos compañeros en esta peregrinación que ya contemplan esta ciudad y nos invitan a que corramos hacia ella. Por éstos se regocija este que dice también: Me regocijé con estos que me dijeron: "Iremos a la casa del Señor." Hermanos, recuerde vuestra caridad la festividad de algún mártir o algún santo lugar adonde concurra en determinado día el pueblo para celebrar la fiesta. ¡De qué modo se excitan las turbas! ¡Cómo se exhortan y dicen: "Vayamos, vayamos"! Y cuando algunos preguntan: "¿A dónde hemos de ir?", se les dice: "A aquel lugar, al santo lugar." Mutuamente se hablan, y, como incendiados cada uno de por sí, todos juntos forman una llama; y esta llama formada por la conversación de los que se encienden mutuamente los arrastra al lugar santo, y el santo pensamiento los santifica. Luego si de este modo arrastra el amor santo a un sido terreno, ¿cuál debe ser el amor que los arrebata armónicamente hacia el cielo diciéndose a sí mismo: "Iremos a la casa del Señor? Corramos, corramos, porque iremos a la casa del Señor. Corramos y no nos cansemos, porque llegaremos adonde no nos fatigaremos. Corramos hacia la casa del Señor. Se regocije nuestra alma con aquellos que nos dicen estas cosas. Los que nos dicen esto son los que primero divisaron la patria y de largo gritaron a los que venían detrás de ellos: Iremos a la casa del Señor. Apresuraos, corred." La divisaron los apóstoles y nos dijeron: "Andad, corred, seguidnos. Iremos a la casa del Señor." ¿Y qué dice cada uno de nosotros? Me regocijé con estos que me dijeron: "Iremos a la casa del Señor." Me regocijé con los profetas, me regocijé con los apóstoles. Todos éstos nos dijeron: Iremos a la casa del Señor.

3 [v.2]. Ya estaban nuestros pies en los atrios de Jerusalén. Si preguntabas por la casa del Señor, ve cual es la casa del Señor. En aquella casa es alabado el que edificó la casa. Él es delicia de todos los que habitan en ella. El solo es la esperanza aquí y la realidad allí. Luego ¿qué deben pensar los que corren? Como que se hallan ya allí y están de pie allí. Gran cosa es estar allí afianzado entre los ángeles y no desfallecer. El que de allí cayó no permaneció en la verdad2. Todos los que no caen permanecen firmes en la verdad. Allí permanece el que se goza con Dios; el que quiere gozar de sí mismo cae. ¿Quién desea gozar de sí mismo? El soberbio. Por eso, aquel que deseaba estar siempre en los atrios de Jerusalén dice: En tu luz veremos la luz, no en mi luz. Y también dice: En ti está la fuente de vida, no en mí. Y además, ¿qué añadió? No venga sobre mí el pie de la soberbia, y la mano de los pecadores no me conmueva. Allí cayeron todos los que obran iniquidad; fueron zarandeados, y no pudieron sostenerse en pie3. Luego si no pudieron permanecer en pie, porque fueron soberbios, tú sube humildemente a fin de que digas: Ya estaban nuestros pies en los atrios de Jerusalén. Piensa cómo has de estar allí el día de mañana, y, aun cuando todavía estés en el camino, piensa como si ya permanecieses allí, como si ya gozases indeficientemente entre los ángeles y como si ya acontezca en ti lo que se dijo: Bienaventurados los que moran en tu casa; por los siglos de los siglos te alabarán4. Ya estaban nuestros pies en los atrios de Jerusalén. ¿De qué Jerusalén? Suele denominarse también Jerusalén a una ciudad terrena. Pero esta Jerusalén es sombra de aquélla. ¿Y qué extraordinario es hallarse en esta Jerusalén, cuando ella, que fue convertida en ruinas, no pudo permanecer en sí misma? Sin embargo, el Espíritu Santo, que habla por el corazón lleno de amor de este amante, tiene por grande esto, pues dice: Estaban nuestros pies en los atrios de Jerusalén. ¿Acaso se referiría a aquella Jerusalén a la cual dijo el Señor: Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los enviados a ti?5 ¿Qué cosa grande anhelaba entonces éste al querer estar entre los que mataban a los profetas y apedreaban a sus enviados? Lejos de nosotros creer que pensaba tal cosa de esta Jerusalén el que así amaba, el que así ardía, el que así quería arribar a la Jerusalén nuestra madre6, de la cual dice el Apóstol que es eterna y está en los cielos7.

4 [v.3]. Oye por fin; no me creas a mí; oye lo que sigue, y verás qué Jerusalén ofrece a nuestras mentes. Habiendo dicho: Estaban nuestros pies en los atrios de Jerusalén, como si se le preguntase: " ¿A qué Jerusalén te refieres, de qué Jerusalén hablas?", añadió a seguido: A la Jerusalén que se edifica como ciudad. Hermanos, cuando decía esto David, estaba terminada en su construcción aquella ciudad, no se edificaba. Luego ignoro de qué ciudad dice que ahora se está edificando, y a la cual concurren en su edificación piedras vivas, de las que dice San Pedro: También vosotros, como piedras vivas, sois edificados en casa espiritual8, es decir, en templo santo de Dios. ¿Qué significa piedras vivas sois edificados? Que vives si crees; y, si crees, te haces templo santo de Dios, porque dice el apóstol San Pablo: El templo de Dios es santo, el cual sois vosotros. Luego ahora se edifica la ciudad, ahora se cortan las piedras de los montes por las manos de los que predican la verdad y se escuadran para que se acoplen en construcción eterna. Todavía hay muchas piedras en manos del Artífice; no caigan de sus manos para que puedan, escuadradas, ser colocadas en la construcción del templo. Luego ésta es la Jerusalén que se edifica como ciudad. Su cimiento es Cristo. El apóstol San Pablo dice: Nadie puede poner otro fundamento fuera del puesto, el cual es Cristo9. Cuando se pone el cimiento en la tierra, se edifican las paredes hacia arriba, y el peso de ellas gravita hacia abajo, porque abajo está colocado el cimiento. Pero, si nuestro cimiento o fundamento está en el cielo, edificamos hacia el cielo. Los constructores edificaron la fábrica de esta basílica que veis se levanta majestuosa; mas como la edificaron hombres, colocaron los cimientos abajo; pero, cuando espiritualmente somos edificados, se coloca el fundamento en la altura. Luego corramos hacia allí para que seamos edificados, pues de esta misma Jerusalén se dijo: Estaban nuestros pies en los atrios de Jerusalén. Pero ¿de qué Jerusalén? De la Jerusalén que se edifica "como" ciudad. Poco expresó para demostrarnos de qué Jerusalén se trataba cuando dijo: Se edifica como ciudad, pues aún puede entenderse de la material, ya que puede haber alguno que diga: "Ciertamente que, cuando se decían y cantaban estas cosas en tiempo de David, existía ya aquella ciudad totalmente construida", pero el salmista veía en espíritu su destrucción y su nueva edificación. Pues aquella ciudad fue tomada y destruida por la fuerza y conducido el pueblo cautivo a Babilonia, a cuya conducción llama la Escritura transmigración a Babilonia. Jeremías profetizó que después de setenta años de cautividad podía ser edificada aquella ciudad que fue destruida por los vencedores10. Quizás dirá alguno: "David veía en espíritu destruida la ciudad de Jerusalén por los dominadores y que de nuevo podía ser edificada después de setenta años, y por eso dijo: La Jerusalén que se edifica como ciudad; por tanto, no pienses que se refirió a la ciudad que consta de santos como de piedras vivas." Pero ¿qué sigue para que desaparezca toda duda? Estaban —dice— nuestros pies en los atrios de Jerusalén. ¿A qué Jerusalén me refiero? ¿Acaso a esta, dice, que veis hallarse levantada de paredes materiales? No, sino a la Jerusalén que se edifica como ciudad. ¿Por qué no se edifica ciudad, sino como ciudad? Porque esta edificación de paredes, la cual era la que había en Jerusalén, era ciudad visible, conforme a lo que todos llaman propiamente ciudad; mas la otra se edifica al estilo de ciudad, porque quienes entran a formarla son como piedras vivas, mas no verdaderas piedras. Luego como ellos son como piedras, por lo mismo ella es como ciudad, mas no ciudad, porque dijo se edifica. Por nombre de "edificio" quiso se entendiese la estructura y trabazón de los materiales y paredes. Pero se entiende propiamente por ciudad los hombres que moran, pues nos declaró que él llamó ciudad a la urbe, porque dijo se edifica. Y como el edificio espiritual guarda cierta semejanza con el edificio material, por eso se edifica como ciudad.

5. Pero diga lo que sigue, y hará desaparecer toda duda, puesto que no debemos tomar carnalmente lo que se dijo: La Jerusalén que se edifica como ciudad, "cuius participatio eius in idipsum" (la participación de ella en el mismo). Luego, hermanos, quien eleva la mirada de la mente, quien depone las tinieblas de la carne, quien purifica el ojo del corazón, le eleve y vea el idipsum. ¿Qué significa idipsum? ¿Cómo lo diré si no es diciendo idipsum? Hermanos, si podéis, entended el idipsum. Porque yo, con todo lo que dijere fuera del mismo idipsum, no explicaré el idipsum. Sin embargo, intentemos, con ciertas palabras y acepciones sinónimas, llevar a la debilidad de la mente a pensar y entender el idipsum. ¿Qué significa idipsum, lo mismo, en unión? Lo que siempre es de igual modo, lo que no es ahora una cosa y después otra. Luego ¿qué es el idipsum? Lo que es. ¿Y qué es lo que es? Lo eterno, puesto que lo que continuamente es de un modo y de otro, no es, porque no permanece. Sin embargo, no es, en absoluto, no es, sino que no es el sumo es. Y ¿qué es lo que es? Aquel que cuando envió a Moisés le dijo: Yo soy el que soy. ¿Y qué es esto sino El, que, al decirle su siervo: Ve que me envías; pero, si el pueblo me dijere: "¿Quién te envió?", ¿qué le responderé?, no quiso darle otro nombre suyo sino Yo soy el que soy, y añade y dice: Dirás, pues, a los hijos de Israel: "El que 'Es' me envió a vosotros." No puedes comprender; sería entender mucho, penetrar demasiado. Retén lo que por ti se hizo Aquel a quien no puedes comprender. Retén la carne de Cristo, sobre la que eres llevado enfermo cuando fuiste abandonado semivivo, debido a las heridas de los salteadores, para ser conducido a la posada11, y allí ser curado. Luego corramos a la casa del Señor y lleguemos a la ciudad en donde estén firmes nuestros pies; a la ciudad que se edifica como ciudad, cuya participación de ella es en el mismo, es decir, en el Es. ¿Qué debes retener? Lo que por ti se hizo Cristo, pues también es esto Cristo; porque el mismo Cristo, según que es forma de Dios, rectamente se entiende Yo soy el que soy; y al no juzgar rapiña ser igual a Dios12, por lo mismo, es "idipsum". Para que te hicieras tú partícipe in Idipsum, en el mismo, Él se hizo primeramente partícipe tuyo: el Verbo se hizo carne para que la carne participe del Verbo. Pero como el hacerse carne el Verbo y el habitar entre nosotros13 dimanó de la estirpe de Abrahán, pues se prometió a Abrahán, a Isaac y a Jacob que en su estirpe serían bendecidas todas las naciones14, y por esto vemos que la Iglesia se difundió por todo el orbe, Dios habla a los débiles. El buscó la firmeza de corazón cuando dijo: Yo soy el que soy; buscó la firmeza de corazón y la extática mirada de la contemplación cuando dijo: El que "Es" me envió a vosotros. Pero quizás aún no posees la contemplación; con todo, no desfallezcas, no desesperes. El que Es quiso ser hombre como tú, y por eso a continuación declara al aterrado Moisés otro nombre. ¿Qué nombre? Lo que es: el Ser para otros, pues dice el escritor sagrado: Y dijo el Señor a Moisés: "Yo soy 'el Dios' de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob; éste es mi nombre para siempre"15. No desesperes porque dijo: Yo soy el que soy; y también: El que Es me envió a vosotros. Tú ahora fluctúas, y por la mutabilidad de las cosas e inconstancia de la humana mortalidad no puedes percibir lo que es el idipsum (la permanencia en sí mismo). Por eso yo bajo, porque tú no puedes acercarte: Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob. Espera un tanto en el linaje de Abrahán a fin de que puedas ser confirmado para ver a Aquel que viene a ti en el linaje de Abrahán.

6. Luego esto es el idipsum, del cual se dijo: Mudarás las cosas y se mudarán, mas tú eres "el mismo", y tus años no tendrán fin16. He aquí el idipsum del que no se acabarán los años. ¿Por ventura, hermanos, no se acaban cotidianamente nuestros años y perecen por completo? Los que transcurrieron, ya no existen, y los que han de transcurrir, aún no existen; aquéllos terminaron y éstos que han de venir se acabarán. En este mismo único día, ved cómo el hablar es instantáneo. Transcurrieron las horas pasadas, las futuras aún no han llegado, y, cuando lleguen, desaparecerán y pasarán. ¿Cuáles son los años que no pasan? Los que permanecen. Luego si allí permanecen los años, y los mismos años que permanecen son un año, y este único año que permanece es un solo día, porque este único día carece de nacimiento y ocaso, y no comienza por la terminación del de ayer ni termina por la presencia del de mañana, sino que permanece por siempre; y si también llamas como quieres a este día, si quieres años, si quieres días, pues de cualquier modo que te lo imagines permanece; y si de su estabilidad participa aquella ciudad que participa en el mismo, con razón, puesto que se hizo partícipe de su estabilidad, dice este que corre hacia ella: Estaban nuestros pies en los atrios de Jerusalén. Allí en donde todas las cosas permanecen, nada pasa. ¿Quieres estar tú también allí y no pasar? Corre hacia allí; el idipsum, el permanecer en sí mismo, nadie lo tiene de propia cosecha. Atended, hermanos: lo que tiene el cuerpo no es idipsum en sí mismo, porque no permanece en sí mismo; se muda con la edad, se muda mediante los cambios de lugar y de tiempo, se muda por las enfermedades y las flaquezas de la carne; luego no permanece en sí. Tampoco los cuerpos celestes permanecen en sí; tienen ciertos cambios, aunque ocultos, y también se cambian de unos lugares a otros, suben por el oriente hasta llegar al occidente y de nuevo vuelven al oriente; luego no permanecen, no son idipsum en sí mismos. Tampoco el alma humana permanece en sí misma. ¡Por cuántos cambios y pensamientos se ve afectada, por cuántos quereres cambiada, por cuántas pasiones sacudida y desgarrada! La misma mente del hombre, que se llama racional, es mudable, no es idipsum. Ora quiere, ora no quiere; ora sabe, ora ignora; ora se acuerda, ora se olvida. Luego el idipsum, el permanecer en sí mismo, nadie lo tiene por sí. El que quiso tener por sí el idipsum, la permanencia, de suerte que pretendió ser para sí mismo el idipsum, el subsistente, cayó; cayó el ángel y fue hecho diablo. Este ofreció al hombre la soberbia, y por envidia derribó consigo al que estaba en pie. Estos quisieron ser para sí el idipsum; quisieron imperar sobre sí mismos, no quisieron someterse al verdadero Dios, que es el verdadero idipsum, el que es por sí mismo, a quien se dijo: Cambiarás todas las cosas y se cambiarán, mas tú eres el mismo. Luego después de tanta flaqueza, de tantos desarreglos, de tantas dificultades y sufrimientos, vuelva el alma humillada al idipsum, a la permanencia, y se halle en la ciudad que participa del "idipsum".

7 [v.4]. Allá subieron las tribus. Preguntábamos adonde subía el que cayó, puesto que dijimos que es la voz del hombre que sube, de la Iglesia que sube. ¿Consideramos adonde sube? ¿Adónde va? ¿Adónde se eleva? Allá subieron —dice— las tribus. ¿Adónde subieron las tribus? A la ciudad que participa del idipsum. Luego se asciende a aquel lugar, a la Jerusalén. El hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó cayó en manos de los ladrones. Si no hubiera descendido, no hubiera caído en poder de los ladrones17. Pero como bajando cayó en poder de los ladrones, subiendo llegue a los ángeles. Luego suba, puesto que subieron las tribus. Pero ¿quiénes son las tribus? Muchos las conocen, muchos las desconocen. Nosotros que las conocemos bajamos hasta aquellos que no las conocieron para que suban con nosotros a donde subieron las tribus. Las tribus, con otro nombre, pero no propio, pueden denominarse curias. Así, pues, las tribus no pueden ser denominadas con otro único nombre propio, sino que con uno parecido se llaman curias; porque, si empleamos la palabra curia en su propio sentido, únicamente se entendería cada una de las curias (o distritos) que hay en una ciudad. De aquí se originan los curiales y los decuriones, es decir, los que pertenecen a la curia o a la decuria, y sabéis que cada ciudad consta de tales particulares curias. Pues existen o existían en otro tiempo también en estas ciudades curias de pueblo, y una ciudad tenía muchas curias, como, por ejemplo, Roma, que tenía treinta y cinco curias de pueblo. Estas se llaman tribus. El pueblo de Israel constaba de doce de éstas, con arreglo a los hijos de Jacob.

8. Doce eran las tribus del pueblo de Israel; pero allí había malos y buenos. ¡Cuán malas fueron las tribus que crucificaron al Señor! Y ¡cuán buenas las que le reconocieron! Las que le crucificaron son tribus del diablo. Luego cuando dice aquí: Allá, pues, subieron las tribus, para que no entendieses que se trataba de todas las tribus, añadió: Las tribus del Señor. ¿Cuáles son las tribus del Señor? Las que conocieron al Señor. De estas doce tribus malas había allí buenos de las buenas tribus que conocieron al Constructor de la ciudad, y éstas eran granos entre aquellas tribus, las cuales se hallaban mezcladas entre la paja. Pero las tribus purificadas, elegidas, como tribus del Señor, subieron, mas no con las pajas. Allá subieron las tribus, las tribus del Señor. ¿Qué significan las tribus del Señor? Testimonio de Israel. Oíd, hermanos, qué quiere decir testimonio de Israel: hombres en quienes se da a conocer el verdadero Israel. ¿Qué es Israel? Ya se dijo lo que significa el nombre; pero se repita con frecuencia, pues quizás, aunque ha poco se dijo, se olvidó. Repitiéndolo, haré que no se les olvide aun a aquellos que no saben o no quieren leer. Sea yo su libro. Israel significa el que ve a Dios. ¿Qué digo? Examinada con más cuidado, la palabra Israel significa el que está viendo a Dios. Ambas cosas son ver a Dios. El hombre no permanece en sí, pues se muda y cambia si no participa de Aquel que permanece en sí mismo, que es el idipsum. Cuando ve a Dios, permanece. Cuando ve al que Es, entonces él es; viendo al que Es, se hace también él mismo, según su capacidad, ser. Luego él es Israel; Israel que está viendo a Dios. El soberbio no es Israel, porque no participa del idipsum, de la permanencia, puesto que quiere ser para sí idipsum; y el que quiere ser para sí principio o fundamento, no es Israel. El que finge no es Israel, y todo soberbio necesariamente finge. Digo, hermanos, que todo el que es soberbio, necesariamente quiere aparecer lo que no es; hermanos míos, no puede suceder de otra manera. Pero ojalá que de tal modo quisiera aparecer lo que no es, que quisiera aparecer, por ejemplo, ser flautista, no siendo flautista, ya que al instante se comprobaría, pues se le diría: "Toca, canta, veamos si eres flautista. Al no poder, se comprobaría que era mentiroso al querer aparentar lo que no era. Si dijera que era elocuente, se le diría: "Habla y pruébalo." Al hablar demostraría no ser lo que afirmó. El soberbio, lo que es peor, quiere aparentar ser justo, sin serlo. Y como es difícil conocer la justicia, es difícil conocer a los soberbios. Los soberbios quieren aparecer lo que no son; por eso no participan del idipsum, no pertenecen a Israel, que es el que ve a Dios. ¿Quién pertenece a Israel? El que participa del idipsum.¿Quién participa del idipsum? El que confiesa que él no es lo que es Dios y que tiene de Dios lo bueno que puede tener. De sí mismo sólo tiene el pecado; de Dios, la justicia. Este tal es aquel en quien no hay dolo. ¿Y qué dijo el Señor al ver a Natanael? He aquí un verdadero israelita, en el cual no hay dolo18. Luego si el verdadero israelita es aquel en el cual no hay dolo, a Jerusalén suben aquellas tribus en las cuales no hay dolo, y ellas son testimonio de Israel, es decir, por ellas se conoce que había granos entre la paja, siendo así que se creía ser todo paja cuando se veía la era. Luego allí había granos; pero cuando, al ser bieldada la era19, subieren a la sublimidad del esplendor, entonces tendrá lugar el testimonio de Israel; entonces dirán todos los malos: "Verdaderamente allí había justos entre los malos, siendo así que a nosotros nos parecían malos y les juzgábamos tales cuales éramos nosotros. El testimonio de Israel, ¿adónde sube? ¿Por qué sube? A confesar el nombre del Señor. No puede decirse con más sublimidad. Como la soberbia presume, la humildad confiesa. Como es presuntuoso el que quiere aparecer lo que no es, así es confesor el que no oculta aparecer lo que es y ama (aparecer) lo que es. Luego los israelitas en quienes no hay engaño porque son verdaderos israelitas, porque en ellos está el testimonio de Israel, suben a esto: A condesar a tu nombre, ¡oh Señor!

9 [v.5]. Porque allí se sentaron las sedes para juicio. Maravilloso enigma, oscurísima cuestión si no se entiende. Llama sedes a lo que los griegos denominan tronos. Los griegos llaman tronos a las sillas, como cosas más honrosas. Luego, hermanos míos, no es extraño que se sienten los hombres en tronos, en sillas; pero ¿cómo podemos entender que se sienten las mismas sedes o sillas? Esto es como si dijere alguno: "Se siente aquí la cátedra" o "Se sienten aquí las sillas". Se sienta en las sedes, se sienta en las sillas, se sienta en la cátedra, pero no se sientan las sedes. Luego ¿qué significa esto: Porque allí se sentaron las sedes para juicio? Sin duda, acostumbráis a oír, hablando Dios: "Caelum mihi thronus est" (El cielo es mi trono), y la tierra, escabel de mis pies. En latín perfecto se dice caelum mihi sedes est, el cielo es mi silla. ¿Y quiénes son éstos sino los justos? ¿Quiénes son los cielos? Los justos. Lo mismo es "cielo" que "cielos", así como lo mismo es "Iglesia" que "iglesias", pues son muchas como es una sola. Luego así también son los justos, son cielo y cielos. En ellos, pues, se sienta Dios y desde ellos también juzga. Y no se dijo sin motivo: Los cielos anuncian la gloria de Dios, pues los apóstoles fueron hechos cielo. ¿Cómo lo fueron? Siendo justificados. Así como el pecador a quien se dijo: Tierra eres, y a la tierra irás20, fue hecho tierra, así los justificados fueron hechos cielo. Llevaron a Dios, y desde ellos fulguraba milagros, tronoba espantos, llovía consuelos. Luego ellos eran ciertamente cielo y anunciaban la gloria de Dios. Para que conozcáis que a éstos se les denominó cielos, aquí, en el mismo salmo, se dice: En toda la tierra resonó su voz, y hasta los confines del orbe sus palabras21. Preguntas: "¿De quiénes?", y oyes: "De los cielos." Luego si el cielo es silla de Dios y los apóstoles son cielo, entonces ellos son silla de Dios, ellos son trono de Dios. En otro lugar se dijo: El alma del justo es trono de la sabiduría. Gran cosa, excelente cosa se expresó al decir: Trono de la sabiduría es el alma del justo, es decir, en el alma del justo se sienta la sabiduría como en silla propia, como en propio trono, desde donde juzga todo lo que juzga. Luego los apóstoles eran tronos de la sabiduría, y por eso les dijo el Señor: Os sentaréis sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel22. Así, pues, ellos se sentarán sobre doce sillas, y ellos son al mismo tiempo sillas de Dios, ya que de ellos se dijo: Allí se sentaron las sillas. Puesto que allí se sentaron las sillas. ¿Quiénes se sentaron? Las sillas. ¿Y quiénes son las sillas? Aquellas de las que se dijo: El alma del justo es silla de la sabiduría. ¿Quiénes son las sillas? Los cielos ¿Quiénes son los cielos? El cielo. ¿Quién es el cielo? Aquel del que dice el Señor: El cielo es mi silla. Por tanto, los justos son sillas y ocupan las sillas; y se sentarán las sillas en aquella Jerusalén. ¿Para qué? Para juzgar. Os sentaréis —dice el Señor— sobre doce sillas, ¡oh vosotras sillas!, para juzgar a las doce tribus de Israel. ¿A quiénes juzgaréis? A los que se hallan en la tierra. ¿Quiénes juzgarán? Los que fueron hechos cielo. Y los que han de ser juzgados se dividirán en dos porciones; una estará a la derecha, otra a la izquierda. Con Cristo juzgarán los santos, pues vendrá al juicio con los ancianos de su pueblo, dice Isaías23. Luego unos juzgarán con El, otros serán juzgados por El y por aquellos que juzgarán con El. Luego se dividirán éstos en dos partes; la una será colocada a la derecha; a ésta se le recordará la limosna que hizo. La otra se colocará a la izquierda; a ésta se le declarará su crueldad y la esterilidad de la misericordia. A los situados a la derecha se les dirá: Venid, benditos de mi Padre; recibid el reino que se os preparó desde el origen del mundo. ¿Por qué? Porque tuve hambre, y me disteis de comer; y ellos le dirán: ¿Cuándo te vimos hambriento? Entonces Él les contestará: Cuando lo hicisteis con uno de mis pequeñuelos, conmigo lo hicisteis24. Luego ¿qué es esto, hermanos? Que ellos juzgarán a aquellos de quienes se dijo que se hiciesen amigos mediante las riquezas de la iniquidad, para que ellos os reciban en las eternas moradas25. Los santos, que obraron misericordia, se sentarán con el Señor a dictaminar, y llevarán a los separados a la derecha al reino de los cielos. Esta es la paz de Jerusalén. ¿En qué consiste la paz de Jerusalén? En unir las obras corporales de misericordia con las obras espirituales de la predicación para que se haga la paz dando y recibiendo, pues el Apóstol dijo que estas limosnas26 eran la cuenta del cargo y data, pues escribe: Si nosotros hemos sembrado para vosotros bienes espirituales, ¿será gran cosa que recolectemos vuestros bienes carnales?27 Sobre este asunto dice también en otro sitio: El que cogió mucho, no tuvo más, y el que cogió poco, no tuvo menos. ¿Por qué no tuvo más el que cogió mucho? Porque lo que tenía de sobra lo dio al indigente. ¿Por qué el que cogió poco no tuvo menos? Porque recibió de aquel a quien le sobraba para que hubiese —dice—igualdad28. Esta es la paz de la que se dice: Haya paz en tu fortaleza.

10 [v.6]. Porque después de haber dicho: Porque allí se sentaron las sillas para juzgar; sillas en la casa de David, es decir, sillas en la familia de Cristo, a la que alimentaron en la vida, a continuación dice como a las mismas sillas: Preguntad por las cosas que atañen a la paz de Jerusalén. ¡Oh vosotras sillas, que os sentáis para juzgar y que fuisteis hechas sillas del Señor que juzga, ya que quienes juzgan preguntan y quienes son juzgados son preguntados!, preguntad—dice—por las cosas que atañen a la paz de Jerusalén. ¿Qué descubrirán preguntado? Que unos obraron misericordia y otros no. A quienes encuentren que obraron misericordia, los llamarán a Jerusalén, porque las obras de misericordia atañen a la paz de Jerusalén. El amor, hermanos, es una gran fuerza, el amor es de gran valor. ¿Quieres conocer qué gran poder tenga el amor? El que por algún impedimento no pudiere cumplir lo que Dios manda, ame al que lo cumple, y en él lo cumplirá. Atienda vuestra caridad. Un hombre, por ejemplo, tiene esposa, a la cual no puede abandonar, pues conviene que obedezca al Apóstol, que dice: Pague el marido a la mujer la deuda; y también; Estás atado a la mujer; no busques desatadura. En estas circunstancias, se le ocurre que es mejor la vida de la cual dice el Apóstol: Quisiera que todos fuesen como yo29. Pues bien, mira: a los que hicieron esto, los ama, y en ellos cumple lo que por sí no puede cumplir. Fuerte cosa es el amor. Él es nuestra virtud, porque, si no lo tenemos, de nada nos sirve lo que tengamos fuera de él, pues el Apóstol dice: Si hablare las lenguas de los hombres y de los ángeles y no tuviese caridad o amor, me hice instrumento de bronce que suena o címbalo que tañe; y añadió algo de mucho valor: Y si distribuyese toda mi hacienda y si entregase mi cuerpo a las llamas, si no tuviere caridad, de nada me sirve30. Por tanto, si existe sólo la caridad, aun cuando no halle nada que pueda distribuir a los pobres, ame. Dé únicamente un vaso de agua fría31, y se le imputará tanto como a Zaqueo, que dio la mitad de su patrimonio a los pobres32. ¿Cómo es esto? El da poco, Zaqueo mucho, y, sin embargo, ¿se le imputa tanto como a Zaqueo? Igual ciertamente. El poder es desigual, pero la caridad igual.

11. Ellos preguntan. Vosotros pensad lo que sois. Ved que ya se nos dijo: Iremos a la casa del Señor. Ciertamente que nos hemos regocijado con aquellos que nos dijeron: hemos a la casa del Señor. Luego ved si vamos. Pero no vamos con los pies, sino con los afectos. Ved si vamos. Cada uno de nosotros se pregunte a sí mismo cómo se porta con el pobre santo, con el hermano necesitado, con el mendigo indigente, vea si no son mezquinas sus entrañas. Ve que te han de interrogar las sillas que se sentarán en el juicio y deben hallar las cosas que atañen a la paz de Jerusalén. ¿Cómo interrogarán? Como sillas de Dios. Dios pregunta. Si a Dios está oculto algo, entonces puede escaparse algo a la mirada de aquellas sillas que preguntan. Interrogad —por las cosas que pertenecen a la paz de Jerusalén. ¿Cuáles son las cosas que tocan a la paz de Jerusalén? La abundancia para los que te aman. Dirige la voz a la misma Jerusalén y dice: Habrá abundancia para los que la aman. De pobreza se pasará a la abundancia; aquí son pobres, allí serán ricos; aquí son débiles, allí fuertes; aquí necesitados, allí abastados. ¿Por qué serán ricos? Porque dieron aquí lo que recibieron temporalmente de Dios y allí recibieron lo que Dios retribuirá eternamente después. Aquí, hermanos míos, los ricos son pobres. Al rico le conviene reconocerse pobre, ya que, si se cree abastecido, es un engreído, no un repleto. Se reconozca vacío para poder ser llenado. ¿Qué tiene? Oro. ¿Qué cosa no tiene? La vida eterna. Vea lo que tiene y lo que no tiene. Hermanos, de lo que tiene, dé, para que reciba lo que no tiene. Compre con aquello que tiene lo que no tiene, y tendrán abundancia los que te aman.

12 [v.7]. Haya paz en tu fortaleza. ¡Oh Jerusalén, oh ciudad que eres edificada como ciudad, que participas del idipsum de El mismo!, en tu fortaleza haya paz, haya paz en tu amor, porque tu fortaleza o virtud es el amor. Oye lo que dice el Cantar de los Cantares: El amor es más fuerte que la muerte33. Sentencia sublime, hermanos, es: El amor es más fuerte que la muerte. No puede expresarse con más sublimidad la fortaleza del amor que diciendo: El amor es más fuerte que la muerte. ¿Quién se enfrenta a la muerte, hermanos? Atienda vuestra caridad. Se hace frente al fuego, a las olas, a la espada; se resiste a los príncipes, a los reyes. Pero se acerca sola la muerte, ¿y quién se opone a ella? Nada hay más fuerte que ella. Por eso la caridad se compara a su fortaleza; y además se dijo que el amor es más fuerte que la muerte. Pues como el amor mata lo que fuimos, para que seamos lo que no éramos efectúa en nosotros cierta muerte. Con esta muerte murió el que decía: El mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo34. Con esta muerte estaban muertos aquellos a quienes decía: Muertos estáis, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios35. El amor es más fuerte que la muerte. Luego si es más fuerte, es poderoso y de gran fortaleza y él es la misma fortaleza, y por ella gobiernan los fuertes a los débiles, el cielo a la tierra, las sillas a los pueblos; de aquí que haya paz en tu fortaleza, haya paz en tu amor. Y por esta fortaleza, por este amor, por esta paz, haya abundancia en tus torres, es decir, en tus alturas. Pocos se sentarán a juzgar, pero la multitud colocada a la derecha constituirá el pueblo de aquella ciudad. Muchos pertenecerán a cada una de las alturas, de los excelsos, por los que han de ser recibidos en las moradas eternas, y así habrá abundancia en sus torres. Sin embargo, el colmo de las delicias y la plenitud de las riquezas es el mismo Dios, el mismo idipsum. Aquel de quien participa la ciudad en la permanencia; ella será también nuestra abundancia. ¿Por qué medio? Por la caridad, es decir, por la fortaleza. ¿En quién se halla, hermanos, la caridad? En aquel que no busca en esta vida su propio interés36. Oye decir al Apóstol que posee la caridad: Agradad a todos en todo, como yo agrado a todos en todo, Pero entonces, ¿en dónde está, ¡oh Apóstol!, lo que dijiste: Si todavía agradare a los hombres, no sería siervo de Cristo37, pues ahora dices que agradas, ahora exhortas a que también ellos agraden? Pero allí no establece que cada uno agrade por sí y no por la caridad. El que busca su gloria, no busca la salud de los demás. Pues dice: Como yo también agrado a todos en todo, no buscando mi propio interés, sino el de los muchos, para que se salven38.

13 [v.8]. Por eso también, hablando aquí de la caridad, dice: Por mis hermanos y mis allegados hablaba paz de ti. ¡Oh Jerusalén!, ciudad que participa en el "idipsum' en el mismo, yo en esta vida, en esta tierra; yo pobre peregrino y gimiendo, sin gozar todavía de tu paz, no la predico por mí, como lo hacen los herejes, que, buscando su gloria, dicen: "La paz con vosotros", y no poseen la paz que anuncian a los pueblos. Pues, si tuviesen paz, no rasgarían la unidad. Mas yo, dice, hablaba paz de ti. ¿Por qué motivo? Por causa de mis hermanos y de mis allegados; no por mi honra, no por mi dinero ni por mi vida, puesto que para mí el vivir es Cristo, y el morir ganancia. Pero hablaba paz de ti por causa de mis hermanos y de mis allegados, pues él deseaba morir y estar con Cristo; mas como debía predicar estas cosas a los hermanos y allegados, el permanecer en la carne —dice— me es necesario por vosotros39. Por mis hermanos y mis allegados hablaba paz de ti.

14 [v.9]. Por motivo de la casa del Señor, Dios mío, pedí bienes para ti. No pedí bienes atendiendo a mí, porque entonces no pediría para ti, sino para mí, y, por tanto, ni yo los tendría, porque no los pediría para ti; pero por la casa del Señor, Dios mío: por la Iglesia, por los santos, por los peregrinos, por los necesitados, para que suban; porque les dijimos: Iremos a la casa del Señor. Por esta casa del Señor, Dios mío, pedí bienes para ti. Hermanos, posesionaos de estas cosas necesarias y prolijas, comedias, bebedlas, fortaleceos, corred y apoderaos de ellas.