SALMO 117

Traductor: P. Balbino Martínez Pérez, OSA

Sermón al pueblo

1. Hemos oído, hermanos, que el Espíritu Santo nos amonesta y exhorta a que ofrezcamos el sacrificio de confesión a Dios. La confesión o es de alabanza a Dios o es de nuestros pecados. La confesión por la que confesarnos a Dios nuestros pecados es conocida de todos, y de tal modo, que el común del pueblo medianamente instruido en la santa Escritura cree que sólo ésta se denomina "confesión"; y así, cuando pronuncia el lector esta palabra, al instante se oye el ruido piadoso de los que se golpean el pecho. Pero deben notar de qué modo se dijo en otro salino: Entraré al lugar del admirable tabernáculo, hasta la casa de Dios, con voz de regocijo y confesión (alabanza) de sonido del que celebra fiesta1. Aquí patentemente se declara que la palabra y el sonido de confesión no se refiere a la aflicción de la penitencia, sino a la alegría de fiesta concurrida. Si alguno duda todavía de tan evidente testimonio, ¿qué ha de decirse sobre aquello que se consignó en el Eclesiástico: Bendecid al Señor todas sus obras; ensalzad a su nombre y confesad alabándole con cánticos de labios y con cítaras; y decid de este modo en la confesión que todas las obras del Señor son en extremo buenas?2 En esto, ninguno, por rudo que sea, duda que se emplea la palabra "confesión" en alabanza de Dios, a no ser que la perversidad llegue a tanto en la mente de alguno, que se atreva a decir que cl mismo Señor Jesucristo confesó sus pecados al Padre. Lo que, si algún impío intentare afirmar debido a la palabra "confesión", fácilmente le refutará el mismo texto de la sentencia, pues así se consigna: Te confieso, ¡oh Padre!, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los párvulos; y sucedió, ¡oh Padre!, porque así te agradó. ¿Quién no entenderá que se dijo esto en alabanza del Padre? ¿Quién no verá que esta confesión no se refiere al dolor del corazón, sino al gozo; y sobre todo antecediendo la palabra del evangelista, que dice: En la misma hora se alborozó en el Espíritu Santo, y dijo: "Te confieso, ¡oh Padre!...?3

2. [v.1]. Por tanto, carísimos, como en modo alguno ha de dudarse, poseyendo estos testimonios tan acordes y otros semejantes, que vosotros mismos podéis advertir en las santas Escrituras, en las que suele emplearse la palabra "confesión", indicando no sólo la confesión de los pecados, sino también la alabanza de Dios, ¿qué cosa más conforme entenderemos que se nos dice en este salmo cuando cantamos Aleluya, lo que significa alabad al Señor, al oír confesad al Señor, sino que alabemos al Señor? No pudo expresarse más concisamente la alabanza de Dios que diciendo porque es bueno. No veo qué cosa haya más grande que esta concisión; cuando el ser bueno de tal modo pertenece a Dios, que, impelido, el mismo Hijo de Dios al oír decir: Maestro bueno, a cierto hombre que, contemplando su carne y no entendiendo su divinidad, pensaba que sólo era hombre, le responde: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno solo, Dios4. Con esto, ¿qué otra cosa dice si no es: Si quieres llamarme bueno, entiende que también soy Dios? Pero como se dice al pueblo prediciendo lo futuro, al pueblo librado de todo trabajo, de la cautividad de esta peregrinación y de la mezcla de los inicuos, lo cual se le concedió por gracia de Dios, que no sólo no devuelve males por males, sino que da bienes por males, convenientísimamente se añadió: porque su misericordia es eterna.

3. [v.2-5]. Diga, pues, la casa de Israel que es bueno, que su misericordia es eterna. Diga, pues, la casa de Aarón que es bueno, que su misericordia es eterna. Digan ahora todos los que temen al Señor que su misericordia es eterna. Creo que sabéis, carísimos, cuál sea la casa de Israel y la de Aarón y que una y otra temen al Señor. Estos son los mismos grandes y pequeños insinuados ya claramente en otro salmo a vuestras mentes. Por tanto, nos alegremos todos nosotros asociados al número de éstos por la gracia de Aquel que es bueno y su misericordia permanece eternamente, puesto que fueron oídos los que dijeron: Añada el Señor (bendición) sobre vosotros, sobre vosotros y sobre vuestros hijos5. Habiendo sido agregada a los Israelitas que creyeron en Cristo, a los cuales pertenecen nuestros padres los apóstoles, la multitud de los gentiles para elevación de los perfectos y obediencia de los párvulos, digamos todos hechos uno en Cristo, hecho un solo rebaño bajo un solo pastor; digamos el Cuerpo de aquella Cabeza como un solo hombre: En la tribulación invoqué al Señor, y me oyó en la anchura. Se terminó la angustia de nuestra tribulación; sin embargo, la anchura a la que pasamos no tiene fin, pues ¿quién acusará a los elegidos de Dios?

4. [v.6-7]. El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me haga el hombre. ¿Por ventura la iglesia sólo tiene de enemigos a los hombres? ¿Qué es el hombre entregado a la carne y a la sangre sino carne y sangre? Pero el Apóstol dice: Nuestra lucha no es contra la carne y sangre, sino contra los príncipes y rectores de este mundo de tinieblas, es decir, contra los rectores de los inicuos, que aman este mundo, y que, por tanto, son tinieblas, pues también nosotros en algún tiempo fuimos tinieblas, pero ahora somos luz en el Señor6. Contra los espíritus malignos7, es decir, contra el diablo y sus ángeles, pues a este diablo le llama en otro sitio príncipe de la potestad del aire8. Luego oye lo que sigue: El Señor es mi ayudador, y yo despreciaré a mis enemigos. Cualquier clase de enemigos que se levante contra mí, ya sea de los hombres o de los ángeles malos, los despreciaré con la ayuda del Señor, a quien alabo, a quien canto el Aleluya.

5. [v.8-9]. Habiendo rechazado a los enemigos, no se me proponga a sí mismo el amigo como hombre bueno, de suerte que me mande colocar en él mi esperanza, pues mejor es confiar en el Señor que en el hombre. Todo el que, según cierta norma, pueda llamarse ángel bueno, no piense de mí que en él deba confiar, pues nadie es bueno, sino sólo Dios; y, aunque aparezca que el ángel o el hombre ayudan cuando lo hacen con verdadero amor, con todo, por ellos lo hace Aquel que los hizo buenos según su capacidad. Luego mejor es esperar en el Señor que en los príncipes. Los ángeles también son llamados príncipes, conforme leemos en Daniel: Miguel, nuestro príncipe9.

6. [v.10-11]. Todas las gentes me cercaron, y me vengué de ellas en el nombre del Señor. Estrechamente me cercaron, y me vengué de ellas en el nombre del Señor. Lo que dice todas las gentes me cercaron, y me vengué de ellas en el nombre del Señor, simboliza los sufrimientos y la victoria de la Iglesia. Pero como si se preguntase de qué modo pudo vencer tan innumerables males, miró al modelo y dijo lo que primeramente padeció en su Cabeza, añadiendo lo que sigue: estrechamente me cercaron; y con razón no repitió todas las gentes, porque únicamente se ejecutó por los judíos. Y los castigué en el nombre del Señor, porque entonces el mismo piadoso pueblo, que constituye el Cuerpo de Cristo, sintió la mano cíe los perseguidores, de cuya estirpe se tomó aquella carne crucificada; pero también en favor de este pueblo se hizo con poder inmortal por aquella interior divinidad mediante la carne exterior, todo lo que se llevó a cabo mortalmente.

7. [v.12]. Me cercaron como abejas (cercan) el panal; y se inflamaron o cebaron como fuego en las espinas, y me vengué de ellos enel nombre del Señor. Aquí se entreteje el discurso siguiendo el orden de los hechos. Porque con toda razón entendemos que el mismo Señor, Cabeza de la Iglesia, fue cercado por perseguidores como cercan las abejas el panal de miel. Lo que se llevó a cabo por los ignorantes, lo declara el Espíritu Santo con mística delicadeza. Las abejas ciertamente labran la miel en los panales; pues bien, los ignorantes perseguidores del Señor nos le hicieron por la pasión más dulce, a fin de que gustemos y veamos cuán suave es el Señor10, que murió por nuestros pecados y resucitó por nuestra justificación11. Lo que sigue: y se enardecieron o cebaron como fuego enlas espinas, se entiende mejor que aconteció en su Cuerpo, es decir, en su pueblo extendido por todo el mundo, al cual cercaron todas las gentes, puesto que se congregó de todas las naciones. Se enardecieron, pues, como fuego en las espinas cuando abrasaron con el incendio de la persecución la carne pecadora y las afecciones molestísimas de esta vida mortal. Y me vengué de ellos en el nombre del Señor, oya porque ellos mismos, extinguida su malicia, con la cual perseguían a los justos, fueron asociados al pueblo cristiano, o ya también porque los restantes de ellos, que despreciaron en este tiempo la misericordia de quien los llamaba, han de percibir al fin la verdad de quien los ha de juzgar.

8. [v.13]. Como acervo de arena, fui empujado para que cayese, pero el Señor me protegió. Aun cuando fuese ya grande la muchedumbre de los creyentes, de modo que debiera ser comparada a la innumerable arena, y se hallase reunida en una única comunidad corno montón de arena, sin embargo, ¿qué es el hombre si tú no te acuerdas de él?12 No dijo: "La muchedumbre de las gentes no pudo superar la abundancia de mi turba", sino el Señor me protegió. La persecución de las gentes no fue capaz de empujar hasta derribar la multitud de los fieles que vive juntamente en unidad de fe cuando se cree en aquel que apoya a todos y a cada uno en todas partes, porque jamás puede abandonar a los que le invocan.

9. [v.14]. El Señor es mi fortaleza y mi alabanza y se hizo misalud. ¿Quiénes caen al ser empujados? Los que quieren ser para sí mismos su fortaleza y su alabanza. Nadie cae en la lucha sino aquel de quien cayósu fortaleza y alabanza. Por tanto, aquel de quien el Señor es fortaleza y alabanza, no cae, como no cae el Señor. Se hizo para ellos su salud no porque se hizo algo que antes no era, sino porque ellos, al creer en Él, se hicieron lo que no eran; y, por tanto, ya no para Él, sino para ellos, comenzó a ser salud; comenzó a ser salud para los conversos, porque no estaba lejos de los apartados.

10. [v.15]. Voz de regocijo y de salud en las tiendas de los justos, en las cuales creían que sólo había sollozos de tristeza y destrucción quienes se ensañaban en los cuerpos de los santos, pues no percibían los goces interiores de los santos provenientes de la esperanza en lo futuro. De aquí que el Apóstol también dice: Como tristes, pero siempre alegres13; y también: Ni esto solo, sino que asimismo nos gloriamos en las tribulaciones14.

11. [v.16]. La diestra del Señor obró proezas. ¿A qué llama proezas? La diestra del Señor me levantó. Gran proeza es ensalzar al humilde, deificar al mortal, perfeccionar al flaco, dar gloria al abyecto, victoria al que sufre y auxilio en la tribulación para que se patentizase en los afligidos la verdadera salud de Dios y permaneciese en los que afligen la vana salud del hombre. Grande es esta proeza; pero ¿de qué te admiras? Oye que lo repite. No se ensalzó el hombre, no se perfeccionó a sí mismo, no se dio la gloria, no venció, no fue él mismo salud para sí mismo. La diestra del Señor obró proezas.

12. [v.17]. No moriré, sino que viviré y contaré las obras del Señor. Alllevar ellos por todo el mundo la ruina de muerte, pensaban que la Iglesia de Cristo murió, y ved que ahora anuncia las obras de Dios. Cristo es la gloria de los bienaventurados mártires en todas las partes. Venció azotando a los que herían, soportando a los impacientes y amando a los crueles.

13. [v.18]. Sin embargo, nos diga por qué soportó tantas afrentas en el Cuerpo de Cristo, la santa Iglesia, el pueblo adoptivo. El Señor me castigó duramente, mas no me entregó a la muerte. Nopiense la rabia de los impíos que pudo hacer algo por sus propias fuerzas, pues no hubiera tenido este poder si no se le hubiera dacio de arriba. Con frecuencia el padre de familias manda castigar a los hijos por perversísimos siervos, siendo así que a aquéllos les reserva la herencia, y a éstos los grillos. ¿Cuál es esta heredad? ¿Es de oro, de plata, de piedras preciosas, de fincas, de amenísimos prados? Ve por dónde se entra y conoce cuál sea.

14. [v.19]. Abridme —dice— las puertas de la justicia. Hemos oído hablar de puertas. ¿Qué hay dentro? Entrando —dice— por ellas, confesaré al Señor. Esta confesión de alabanza es admirable hasta en la casa de Dios, (pues se hace) con voz de regocijo, y de alabanza, y de sonido de quien celebra una festividad15. Esta es la eterna felicidad de los justos, por la cual son bienaventurados los que habitan en la casa de Dios, alabándole par los siglos de los siglos16.

15. [v.20]. Pero ve cómo se entra por las puertas de justicia. Estas, dice, son las puertas del Señor, por ellas entrarán los justos. Ningún injusto entrará por ellas a la Jerusalén que no recibe incircunciso y en donde se dice: ¡Fuera los perros!17 Baste ya haber habitado en mi prolongada peregrinación en las tiendas de Cedar y con los que, odiando la paz, yo era pacífico18. Soporté hasta el fin la mezcla de los malos; pero éstas son las puertas del Señor, y por ellas entrarán sólo los justos.

16. [v.21]. Te confesaré, Señor, porque me oíste y te hiciste mi salud. Frecuentemente se declara que esta confesión es de alabanza; y, por tanto, que no muestra la herida al médico, sino que da gracias por la recepción de la salud. El mismo médico es la salud.

17. [v.22]. Pero a éste, ¿cómo le llamamos? Piedra reprobada por los constructores, pero que se hizo aquí cabeza de ángulo para erigir ensí a los dos en un solo hombre nuevo, haciendo las paces y reconciliando a entrambos en un solo cuerpo con Dios19, esto es, a la circuncisión y al prepucio.

18. [v.23]. Por el Señor a él se le hizo; es decir, por el Señor fue hecho cabecera de ángulo. Pues, aunque no hubiera sido hecho piedra angular, si no hubiera padecido, con todo, no fue hecho por quienes le propinaron la pasión. Ellos que edificaban, ciertamente le reprobaron; pero por lo mismo que el Señor edifica ocultamente, constituyó en cabecera de ángulo lo que ellos desecharon. Y es admirable a nuestros ojos; a los ojos interiores del hombre, a los ojos de los que creen, esperan y aman; mas no a los ojos carnales de aquellos que despreciándole como a hombre le desecharon.

19. [v.24]. Este es el día que hizo el Señor. Este hombre recuerda que dijo en un salmo anterior conmemorando sus días antiguos: Inclinó su oído hacia mí y en mis días le invoqué20. Por eso dice ahora: Este es el día que hizo el Señor, es decir, el día en que me dio la salud. Este es el día del cual dijo: En tiempo aceptable te oí y en el día de la salud le ayudé21; a saber, éste es el día en el que, Mediador, se hizo cabeza de ángulo. Luego nos regocijemos y nos alegremos en Él.

20. [v.25]. ¡Oh Señor!, sálvame; ¡oh Señor!, haz próspero el camino. Porque es día de salud, sálvame; puesto que, volviendo de larguísima peregrinación, nos hemos separado de los que odiaron la paz, con quienes éramos pacíficos, y cuando les hablábamos nos combatían sin causa. Haz próspero el camino a los que vuelven, porque tú te hiciste nuestro camino.

21. [v.26]. Bendito, pues, el que viene en el nombre del Señor. Luego maldito el que viene en su propio nombre; pues dice el Señor en el Evangelio: Yo vine en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; pero, si otro viniere en su propio nombre, le recibiréis22. Os bendijimos a vosotros los de la casa del Señor. Creo que ésta es la voz de los grandes a los pequeños, esto es, de aquellos grandes que, conforme pueden en esta vida, perciben con la mente el Verbo de Dios en Dios, y, sin embargo, atemperan su discurso en atención a los párvulos; de suerte que así pueden decir sinceramente lo que escribe el Apóstol: Ya salgamos con la mente para Dios, ya nos atemperemos para vosotros, el amor de Cristo nos impele siempre23. Ellos bendicen a los párvulos desde el interior de la casa del Señor, en la que no faltará alabanza por los siglos de los siglos: y, por lo tanto, oíd lo que anuncian desde allí.

22. [v.27]. Dios es el Señor y nos iluminó. El Señor, que vino en el nombre del Señor, a quien reprobaron los constructores y se hizo cabeza de ángulo24; el Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Jesucristo25, que es Dios igual al Padre, nos iluminó para que entendiésemos lo que creemos, y así os predicásemos a vosotros todavía ignorantes, pero ya creyentes. Para que vosotros también entendáis: Estableced día festivo solemne hasta los cornijales del altar, es decir, hasta el interior de la casa del Señor, desde la que os bendijimos y en la cual se hallan las prominencias del altar. Estableced día festivo, nofría y perezosamente, sino con solemnidad. Esta es la voz de regocijo y de sonido de quien celebra festividad, de los que andan en el lugar del tabernáculo admirable hasta la casa de Dios. Pues si allí hay sacrificio espiritual, sacrificio sempiterno de alabanza, también hay sacerdote eterno y altar eterno, es decir, el mismo espíritu sosegado de los justos. Os diré esto más claramente, hermanos. Todos los que quieren entender al Verbo Dios, no se contenten con la carne, porque el Verbo se hizo carne en provecho de ellos para que se alimentasen con leche; ni en la tierra se contenten con este día festivo en el que fue inmolado el Cordero, sino que se establezca en las solemnidades, hasta que llegue, elevadas nuestras mentes por el Señor, al interior de la divinidad, de Aquel que se dignó ofrecer a los que debía alimentar con leche la exterior humanidad.

23. [v.28-29]. ¿Y qué otra cosa cantaremos allí fuera de sus alabanzas? ¿Qué otra cosa diremos sino: Tú eres mi Dios, y te alabaré; tú eres mi Dios, y te ensalzaré; te alabaré, oh Señor!, porque me oíste y te hiciste mi salud? Yesto no lo diremos con ruido de palabras, sino que el amor que nos une a El prorrumpe por sí mismo esta voz, pues el mismo amor es esta voz. Por tanto, como el salmista comenzó alabando, así termina con la misma alabanza: Confesad al Señor, porque es bueno, porque su misericordia es eterna. El salmo comienza y termina con estas palabras, puesto que no hay cosa que más saludablemente agrade de todo lo que hemos hablado desde el principio hasta el fin, al que hemos llegado, como la alabanza de Dios y el sempiterno Aleluya.