Sermón al pueblo
Continuación del sermón anterior
Alabad al Señor todas las gentes; alabadle todos los pueblos. Estos son los atrios de la casa del Señor, éste todo su pueblo, ésta la verdadera Jerusalén. Lo oigan principalmente aquellos que no quisieron ser hijos de esta ciudad, ya que se apartaron de la comunión de todas las gentes. Porque se confirmó sobre nosotros su misericordia y (porque) la verdad del Señor permanece eternamente. Estas son las dos cosas que en el salmo 113 amonesté que debían encomendarse a la memoria: la misericordia y la verdad. Se consolidó en nosotros la misericordia del Señor cuando las bocas rabiosas de las gentes enemigas cedieron el paso o se rindieron al nombre de Aquel por el cual fuimos librados. Y la verdad del Señor permanece por siempre: tanto en las cosas que prometió a los justos como en las cosas con que amenazó a los impíos.