Sermón al pueblo
1. [v.1]. Amé, porque el Señor oirá la voz de mi oración. Cante esto el alma que peregrina hacia el Señor; cante esto la oveja extraviada; cante esto el hijo que había muerto, y revivió, se había perdido, y fue encontrado1; cante esto nuestra alma, hermanos e hijos carísimos. Nos instruyamos, y permanezcamos, y cantemos esto con los santos: Amé, porque el Señor oirá la voz de mi oración. ¿Por ventura el motivo de amar es porque oirá el Señor la voz de mi oración? ¿Y no es más bien la causa de amar el habernos oído? ¿O es que amamos para que nos oiga? ¿Luego qué quiere decir: Amé, porque oirá? ¿Quizá dijo que amó porque la esperanza suele suscitar el amor, ya que esperó que Dios había de oír la voz de su oración?
2. [v.2-3]. ¿De dónde procedió esperar esto? Porque inclinó —dice— su oído hacia mí y en mis días le invoqué. Luego le amé porque me oirá, y me oirá porque inclinó su oído hacia mí. Pero ¿cómo sabes, alma humana, que Dios inclinó su oído hacia ti si no es porque dices: "Creí"? Luego aquí se dan estas tres cosas: la fe, la esperanza y la caridad2, pues porque creíste esperaste, y porque esperaste amaste. Por tanto, si pregunto yo: ¿Por qué creyó el alma que su Dios inclinó hacia ella su oído?; ¿no responderá: "Porque primeramente nos amó, y no perdonó a su propio Hijo, sino que le entregó por todos nosotros"?3 ¿Cómo invocarán a Aquel en quien no creyeron —diceel Doctor de las gentes— o cómo creerán a Aquel a quien no oyeron? ¿Y cómo oirán, si no hay quién predique? ¿O cómo le predicarán, si no son enviados?4 Alcontemplar todas estas cosas hechas conmigo, ¿cómo no creeré que el Señor inclinó su oído hacia mí? De tal modo realzó su amor para con nosotros, que Cristo murió por los impíos5. Al predicarme estas cosas los hermosos pies de aquellos que anunciaron la paz, que anunciaron los bienes6, puesto que todo el que invocare el nombre del Señor se salvará7; creí que su oído se inclinó hacia mí: Y en mis días le invoqué.
3. ¿Qué días tuyos son éstos, puesto que dijiste: En mis días te invoqué? ¿Por ventura son aquellos en los que llegó el cumplimiento del tiempo y envió Dios a su Hijo8, el cual había dicho: En tiempo aceptable te oí y en el día de la salud te ayudé?9 Oíste por boca del predicador que vino hacia ti con pies hermosos: He aquí ahora el tiempo aceptable, ved aquí ahora el tiempo de la salud10, y creíste, y en tus días invocaste y dijiste: ¡Oh Señor!, libra a mi alma. Existen ciertamente estos días; pero con más propiedad puedo denominar a mis días, días de mi miseria, días de mi mortalidad, días de Adán llenos de trabajo y sudor, días de antigua podredumbre. Pues, yaciendo yo en tierra, estoy sumergido en el cieno del abismo11; y así exclamé en otro salmo: He aquí que constituiste viejos mis días12: pues bien, en estos días míos te invoqué. Por tanto, se diferencian mis días de los días de mi Señor. Llamo días míos a los que Él me permitió pasar con particular audacia, por la cual le abandoné; pero como Él reina en todas las partes y es omnipotente y todo lo sostiene, merecí la cárcel; es decir, recibí los grillos de la mortalidad y las tinieblas de la ignorancia. En estos días míos invoqué, puesto que yo también clamo en otro lugar: Saca de la cárcel a mi alma13. Mas como llega a su presencia el gemido de los presos14, en el día de la salud que me ofreció me ayudó. En estos días míos me rodearon dolores de muerte, peligros de infierno cayeron sobre mí, los cuales no me hubieran sobrevenido si no me hubiera alejado de ti. Ellos me salieron al encuentro; sin embargo, yo, que me gozaba en las cosas prósperas del mundo, en las cuales engañan más los peligros del infierno, no los vi.
4. [v.4-6]. Pero aun después que encontré la tribulación y el dolor invoqué el nombre del Señor. Me estaba oculta la tribulación y el dolor útil; la tribulación, por la cual auxilia a quien se dijo: Socórrenos en la tribulación, porque vana es la salud del hombre15. Yo pensaba que debía alegrarme y regocijarme con la falaz salud del hombre, pero al oír de mi Señor: Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados16, no esperé a perder primeramente los bienes temporales con los que me recreaba y después llorar, sino que inmediatamente puse la mirada en mi misma miseria, con la que me recreaba en las cosas que temía perder y no podía retener; puse con vehemencia y fortaleza la mirada en ella, y me vi no sólo atormentado con las contrariedades de este inundo, sino también encadenado con sus prosperidades, y así encontré la tribulación y el dolor que se me escondían e invoqué el nombre del Señor. ¡Oh Señor!, libra a mi alma. ¡Miserable hombre yo! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte? La gracia de Dios por Jesucristo Señor nuestro17. Diga, pues, el santo pueblo de Dios: Encontré la tribulación y el dolor e invoqué el nombre del Señor, y oigan los residuos de las gentes que todavía no invocan el nombre del Señor; oigan y busquen para que encuentren la tribulación y el dolor e invoquen el nombre del Señor, y así se salven. No les decimos que busquen la miseria que no tienen, sino que perciban la que tienen ignorándolo. Tampoco les deseamos que carezcan de los bienes terrenos necesarios, de los cuales necesitan mientras viven la vida mortal, sino que lloren, porque, habiendo perdido la hartura celeste por los bienes terrenos, no merecieron necesitar los bienes estables para gozarse, sino los necesarios para sustentarse. Reconozcan y lloren este infortunio; los haga bienaventurados llorosos el que no quiso que fuesen siempre infelices.
5. Misericordioso y justo es el Señor, y nuestro Dios se compadece. Es misericordioso y justo y se compadece. Primeramente es misericordioso, porque inclinó su oído hacia mí; y yo ignoraba que el oído de mi Dios se acercó a mi boca si no me hubiesen excitado los hermosos pies a que invocase; pues ¿quién le invocó sino aquel que primeramente fue llamado por Él? Luego de aquí que primeramente es misericordioso. Es justo, porque azota, y de nuevo misericordioso, porque recibe por hijo. El Apóstol dice que castiga a todo aquel que recibe por hijo; por tanto, debe serme tan consolador cuando castiga como dulce cuando me recibe. ¿Cómo no ha de castigar el Señor custodiando a los pequeñuelos, siendo así que les busca para que sean herederos ya de grandes? ¿Qué hijo hay a quien su padre no castigue?18 Fui humillado, y me salvó. Me salvó porque fui humillado. No es penal, sino saludable, el dolor que el médico produce cuando saja.
6. [v.7-9]. Luego vuelve, alma mía, a tu reposo, porque el Señor hizo el bien contigo; no por tus méritos o fuerzas, sino porque el Señor te hizo el bien. Porque arrancó —dice— a mi alma de la muerte. Maravilloso es, carísimos hermanos, que después de haber dicho que su alma debe volver al descanso, porque el Señor la hizo el bien, añada: porque arrancó a mi alma de la muerte. ¿Acaso se vuelve al descanso porque fue eximida de la muerte? Pero ¿no suele decirse más bien que con la muerte se consigue el descanso? En fin, ¿cuál es la actividad del alma por la cual la vida le sea un descanso y la muerte una inquietud? Luego debe ser tal la actividad del alma, que tienda a la seguridad tranquila, mas no que aumente la desgracia desasosegada, porque la arrancó de la muerte el que, compadeciéndose de ella, dijo: Venid a mí todos los que estáis cansados, y yo os aliviaré; tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es suave, y mi carga ligera19. Por tanto, la actividad del alma que tiende al descanso debe ser seguir el camino de Cristo mansa y humilde, no perezosa y desidiosa, para que termine su carrera conforme está escrito: Hijo, con mansedumbre ejecuta tus obras a perfección20. Así,pues, para que la mansedumbre no condujese a la inactividad se añadió: Ejecuta perfectamente tus obras. Dice esto no porque acontezca, lo que sucede en esta vida, que el descanso del sueño nos restablece para la acción, sino porque la acción buena conduce siempre al vigilante descanso.
7. Dios suministra todas las cosas; Dios, de quien se dice aquí que el Señor me hizo el bien, porque arrancó a mi alma de la muerte; a mis ojos, de las lágrimas, y a mis pies, de la caída, sustenta todas las cosas. Esto canta para sí en esperanza perfecta todo el que percibe la atadura de esta carne. En verdad se dijo: Fui humillado, y me salvó; pero también el Apóstol dice verdad al escribir que con la esperanza hemos sido salvados21. Y porque fuimos librados de la muerte, rectamente se dice que ya se llevó a cabo; para que entendamos por muerte la de los incrédulos, de los cuales se dice: Dejad a los muertos que entierren a los muertos22; ytambién aquello del salmo anterior: Los muertos no te alabarán, ¡oh Señor!; ni todos los que bajan al infierno. Nosotros los que vivimos bendecimos al Señor23. El hombre fiel puede entender que su alma está exenta de esta muerte por lo mismo que de infiel se hizo fiel; de aquí que el mismo Salvador dice: Quien cree en mí pasa de la muerte a la vida24. Las demás cosas se completan por la fe en aquellos que aún no murieron. Pues ahora, cuando pensamos en nuestras peligrosas caídas, no se apartan de nuestros ojos las lágrimas; sin embargo, nos veremos libres de lágrimas cuando se vean los pies libres de resbalones. Porque no habrá resbalones de pies cuando no haya resbaladero de carne flaca. Mas ahora, aun cuando sea firme nuestro camino, el cual es Cristo, sin embargo, como arrastramos por el suelo la carne, que se nos manda someter, en el mismo ejercicio por el que la forzamos a rendirse, es cosa grande no caer con ella, pues, quién puede no resbalar al pisarla?
8. Por tanto, como ahora nos hallamos en la carne y no nos hallamos en la carne, pues nos hallamos en la carne por aquel vínculo que aún no se rompió, puesto que el morir y estar con Cristo es mucho mejor25, y no nos hallamos en la carne, porque dimos las primicias del espíritu a Dios si es que podemos decir: Nuestra conversación está en los cielos26, y agradamos a Dios como con la cabeza, aunque con los pies, como partes extremas del alma, todavía percibimos lo resbaladizo, oye de qué modo pertenezca a la esperanza lo que se canta de tal forma como si ya se hubiera conseguido: Libra a mis ojos de las lágrimas, y a mis pies de la caída. Y,con todo, no dice "me agrado", sino y me agradaré ante la presencia del Señor en la región de los vivos, demostrando suficientemente con esto que no se agrada aún en la presencia del Señor por aquella parte que todavía se halla en la región de los muertos, es decir, en la carne mortal. Los que son en carne —diceSan Pablo— no pueden agradar a Dios. Por esto prosigue diciendo el mismo Apóstol: Vosotros no sois en carne, y lodice atendiendo a que el cuerpo ciertamente murió por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia, ysegún el cual agradaban al Señor, porque, según él, no eran carne. Pero ¿quién agradará a Dios vivo con cuerpo muerto? Con todo, ¿qué dice el Apóstol? Si el espíritu del que resucitó a Jesucristo de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Jesucristo de entre los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales por el espíritu que habita en vosotros27. Entonces estaremos en la región de los vivientes agradando a Dios por completo en la presencia del Señor, no siendo en modo alguno peregrinos. Pies mientras estamos en el cuerpo somos forasteros del Señor, y en cuanto que peregrinamos, en tanto nos hallamos fuera de la región de los vivientes. Pero confiamos y creemos con razón que más bien debemos desavecindarnos del cuerpo y avecindarnos con el Señor: y, por lo mismo, ambicionamos ya, avecindados o desavecindados, agradarle28. Lo ansiamos ciertamente ahora los que todavía esperamos la redención de nuestro cuerpo29. Pero, cuando hubiere sido sumida la muerte en victoria, y esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad30, entonces no habrá llanto, porque ya no habrá caída: yya no habrá caída alguna porque no habrá corrupción; y, por tanto, ya no ansiaremos agradar, sino que nos agradaremos por completo en la presencia del Señor en la región de los vivientes.