SALMO 113 II

Traductor: P. Balbino Martínez Pérez, OSA

Sermón al pueblo

Sobre la otra parte del salmo 113

1. [v.4]. Aun cuando quizás sea una la composición o trabazón de los salmos para quienes diligentemente los consideran, de suerte que no haya ninguno que no pueda unirse al interior, dejando esta cuestión a un lado, éste le consideremos formando uno con el anterior. Cuando se dice en él: No a nosotros, Señor; no a nosotros, sino da gloria a tu nombre. Por tu misericordia y verdad, para que no digan las gentes: "¿En dónde está tu Dios?", porque adoramos al Dios invisible, el cual no es conocido a ningún ojo corpóreo, sino a los ojos purísimos del corazón y de pocos; como si por esto pudieran decir los gentiles: "En dónde está el Dios de ellos?", ya que ellos pueden mostrar a los ojos sus dioses, primeramente el salmista nos indujo a percibir la presencia de Dios por sus obras, porque, estando arriba, en el cielo, hizo cuanto quiso en el cielo y en la tierra; y a continuación, como si dijera a los gentiles; "Muéstrennos sus dioses" (puesto que no los tienen), añade: Los simulacros de las naciones son oro y plata, obras de las manos de los hombres. Esto es como si dijera: Aun cuando nosotros no podemos mostrar a vuestros ojos carnales a nuestro Dios, a quien debisteis conocer por sus obras, no queráis arrastrarnos a vuestras vanidades porque con el dedo podáis mostrar lo que adoráis. Mucho más decoroso os sería no tener lo que podéis mostrar que mostrar la ceguera de vuestro corazón en aquello que por vosotros se muestra a los ojos. Porque ¿qué cosa mostráis si no oro y plata? Tienen simulacros de bronce, de madera, de barro y de otras parecidas y distintas materias; pero el Espíritu Santo prefirió recordar lo más precioso de ellos, porque cuando alguno se avergüenzan de aquello que le es más estimado, con más facilidad se aparta de la veneración de lo vil. En otro lugar de la Escritura se dijo de los adoradores de los simulacros que dicen a la madera: "Tú eres mi padre"; y a la piedra: "Tú me engendraste"1. Pero para que no le parezca ser más avisado porque no llamó Dios a la madera y a la piedra, sino al oro y a la plata, atienda, aplique el oído de su corazón a lo siguiente: Los simulacros de los gentiles son oro y plata. No se nombró algo abyecto y despreciable; con todo, para el espíritu, que no es tierra, es tierra el oro y la plata, aunque más esplendorosa y refulgente, más sólida y firme. No eches mano del hombre para que del metal que hizo el verdadero Dios hagas tú un falso dios. ¿Qué digo? Un falso hombre, a quien veneras por verdadero Dios y a quien, si alguno le recibiese en su amistad en lugar de a un hombre, se le tendría por loco. La representación de la belleza y la imitación de la contextura de los miembros atrae y arrastra, por una inclinación baja, los débiles corazones de los mortales. Pero así como muestras, ¡oh vanidad humana!, cada uno de los miembros fabricados, muestra los oficios de cada uno de ellos por los que te arrastra la efigie.

2. [v.5]. Pues tienen boca, y no hablan; ojos, y no ven; oídos, y no oyen; narices, y no huelen; manos, y no palpan;pies, y no andan; no gritarán con su garganta. Luego el artífice es mejor que ellas, porque pudo fabricarlas mediante el arte y el movimiento de sus miembros; y, sin embargo, a ti te daría vergüenza adorar a tal artífice. Mejor eres tú aunque no hagas estos simulacros, porque haces lo que ellos no pueden hacer; mejor es la bestia, ya que por esto se añadió: No gritarán con su garganta. Al decir anteriormente: Tienen boca, y no hablan, ¿quénecesidad tenía, después de haber recorrido todos los miembros desde los pies a la cabeza, volver a hablar del grito de la garganta, a no ser que, como creo, lo hizo porque percibimos que lo conmemorado de los miembros restantes es común a los hombres y a las bestias, pues ellas ven, oyen, olfatean, andan y algunas, como los monos, palpan con las manos? Pero lo que había dicho cíe la boca pertenece únicamente al hombre, puesto que las bestias no hablan. Para que nadie refiriese las cosas que se dijeron sólo a las operaciones de los miembros humanos, y, por lo mismo, únicamente antepusiese los hombres a los dioses de las gentes, después de enumerarlas todas, añadió: No gritarán ensu garganta, lo que también es (operación) común a los hombres y a las bestias. Si cuando comenzó a enumerar todos los miembros, a partir de la boca, hubiera dicho a continuación: "Tienen boca, y no gritan" de tal modo se referirían todos los miembros a la naturaleza del hombre, que difícilmente percibiría allí la perspicacia del oyente algo de común con las bestias. Pero al decir, después de la enumeración de las partes del cuerpo, la cual parecía haber terminado con la conmemoración de los pies, acerca de la boca, lo que es propio del hombre, que no gritarán con su garganta, da un toque—cito a la atención del lector o del oyente para que, al preguntar por qué se añadió esto, vea que se le avisa que debe anteponer no sólo los hombres, sino también las bestias, a los simulacros de las gentes. De modo que, si se avergüenza de adorar a una bestia, que hizo Dios dotada de ojos, de oídos, de olfato, de movimiento y de voz en su garganta, vea cuán vergonzoso no sea adorar a un mudo simulacro que carece de vida y de sentido, al cual añadió la semejanza de los miembros para que el alma, entregada a las sensaciones carnales, aplicara el afecto a la belleza viviente y animada al ver aquellas cosas que percibe en su cuerpo vivas y animadas. Luego ¡cuánto mejor son los ratones, y las serpientes, y los restantes ¡géneros de animales, que en cierto modo, si así puede decirse, juzgan de los simulacros de las gentes, puesto que, al no percibir en ellos vida humana, no se preocupan de su figura humana! Y así con frecuencia hacen sus nidos en ellos; y, si no son apartados por los ruidos o movimientos humanos, no buscan para sí moradas más defendidas. Luego el hombre se mueve de suerte que aparta a la bestia viviente de su dios y venera como potente a quien no se mueve y de quien alejó al mejor. Apartó del ciego al que ve, del sordo al que oye, del mudo al que grita, del inmóvil al que anda, del insensible al que siente, del muerto al que vive. ¿Qué digo? De condición más baja que un muerto, ya que como es evidente que un muerto no vive, así lo es que vivió en otro tiempo. Por tanto, sin duda, el muerto antecede al dios que no vive ni vivió.

3. ¿Qué cosa más clara que ésta, hermanos míos carísimos? ¿Qué cosa más evidente? ¿Qué niño, al ser preguntado, no responderá con toda certeza que los simulacros de los gentiles tienen boca, y no hablan; ojos, y no ven, y las demás cosas que narró el discurso divino? Luego ¿por qué el Espíritu Santo cuida sobremanera de insinuar e inculcar estas cosas en muchos lugares de la Escritura como a ignorantes, como si no fuese a todos patentísimo y conocidísimo, si no es porque la hermosura de los miembros, que naturalmente se ve viviente en los animales y que nosotros acostumbramos a percibir en nosotros mismos, aunque, como ellos afirman, fue hecha con habilidad y colocada en sitio eminente para señal de algo, cuando comienza a ser reverenciada y honrada por la multitud, engendra en cada uno el afecto inmundísimo del error, de suerte que, al no encontrar en aquella figura el movimiento vital, crea en una divinidad oculta; y, por tanto, seducido por la forma y arrastrado por la autoridad de los sabiondos maestros a quienes obedecen las turbas, juzga que la efigie, semejante a un cuerpo que vive, no se halla sin un morador viviente? De aquí que este afecto o propensión de los hombres estimula a los perversos demonios a que sean retenidos los simulacros de los gentiles y a que por las distintas falacias de estos defensores se divulguen y multipliquen los mortíferos errores. En otros lugares atiende la divina Escritura a estos engaños a fin de que nadie diga cuando se ridiculizan los simulacros: "No adoro lo visible, sino la deidad que invisiblemente habita en ellos". La Escritura condena en otro salmo a las mismas deidades de este modo: Los dioses de los gentiles son demonios: pero el Señor hizo los cielos2. También dice el Apóstol: Nada son los ídolos; pero lo que inmolan las gentes, a los demonios, no a Dios, lo inmolan. No quiero que os hagáis socios de los demonios3.

4. Aquellos que dicen: "No adoro simulacro ni demonios, sino que considero como signo la efigie corpórea de aquello que debo adorar", creen ser de religión más pura; y así explican los simulacros diciendo que uno simboliza la tierra, por lo cual suelen dedicar un templo a la tierra; otro simboliza el mar, como el ídolo de Neptuno; otro el aire, como el de Juno; otro el fuego, como el de Vulcano; otro el lucero, como el de Venus; otro el sol, otro la luna, a cuyos ídolos les imponen nombres como al de la tierra; otro esta o la otra estrella, o esta y la otra criatura, pues no somos capaces de enumerar todos ellos. Pues bien, cuando de nuevo comienzan a ser reprochados por estas cosas, porque adoran los cuerpos, y principalmente la tierra, el mar, el aire y el fuego, de los que es evidente que usamos nosotros, ya que, tocante a los celestes, no se avergüenzan así, porque no podemos palparlos y asirlos con nuestro cuerpo, a no ser con los rayos de los ojos, se atreven a responder que no adoran los mismos cuerpos, sino las deidades que presiden su gobierno. Pero el Apóstol en una sentencia declara la pena y condenación de éstos, diciendo que trocaron la verdad de Dios en mentira y adoraron y sirvieron a la criatura más bien que al Creador, el cual es bendito por los siglos de los siglos4. Enla primera parte de esta sentencia condenó los simulacros, y en la segunda, las conjeturas de los simulacros. Llamando, pues, a las efigies hechas por los escultores con los nombres de las cosas que Dios creó, truecan la verdad de Dios en mentira; y, teniendo y adorando a las mismas cosas por dioses, sirven a la criatura más bien que al Creador, el cual es bendito por los siglos de los siglos.

5. ¿Quién adora o ruega al simulacro que no se conmueva de tal modo que piense que es oído por él y espere le sea concedido lo que anhela? Por esto los hombres encadenados con tales supersticiones, muchas veces se colocan de espaldas al sol y oran a la estatua que llaman sol; y, al percibir por la espalda el rugido del mar, hieren con gemidos la estatua como sensitiva de Neptuno, que adoran en lugar de al mismo mar. Esto lo hace y en cierto modo lo consigue, por la fuerza, la figura de los miembros, de suerte que el espíritu que vive en los sentidos del cuerpo cree que siente más el cuerpo que ve semejante a su cuerpo que el redondo sol, ylas aguas del mar, y cuanto ve sin esas formas de las que se hallan dorados los seres que acostumbran a ver vivos. Contra este afecto o propensión con el que la flaqueza humana y carnal puede ser encadenada, propone la Escritura de Dios cosas sobremanera conocidas, con las cuales recuerda y excita las mentes de los hombres, adormecidas por el trato con los cuerpos (y así dice): Los simulacros de las gentes son oro y plata. Pero Dios creó el oro y la plata. Y añade: y obras de las manos de los hombres. Por tanto, veneran lo que ellos mismos hicieron del oro y de la plata.

6. También nosotros usamos, en la celebración de los misterios, de muchos instrumentos y vasos de la misma materia y metal, los cuales, consagrados para este ministerio, se llaman santos en honor de Aquel a quien se sirve en atención a nuestra salud. Con todo, también estos instrumentos y vasos, ¿qué son sino obras de las manos de los hombres? Sin embargo, ¿acaso tienen boca, y no hablan? ¿Por ventura tienen ojos, y no ven? ¿Acaso les suplicamos suplicando a Dios por medio de ellos? La causa principalísima de la insensata impiedad se basa en que tiene más fuerza en los afectos de los miserables la forma semejante al viviente, la cual hace que se le pida, que lo que es evidente, el que ella no vive; y, por tanto, debe ser despreciada por el viviente. Más poderosos son para doblegar el alma infeliz los simulacros, porque tienen boca, ojos, oídos, narices, manos y pies, que para corregirla, porque no hablan, no ven, no oyen, no huelen, no palpan ni andan.

7. [v.8]. Así, pues, prosigue el salmista para que se lleve a cabo lo que en este salmo se consigna, a saber: Háganse semejantes a ellos todos los que los hacen y todos los que confían en ellos. Luego vean éstos con ojos sensibles y abiertos y adoren con mentes obtusas y muertas a los simulacros que no viven ni ven.

8. [v.9-11]. Mas la casa de Israel esperó en el Señor. La esperanza que se ve no es esperanza, porque lo que uno ve, ¿a qué lo espera? Si lo que no vemos esperamos, con paciencia lo aguardamos5. Pero para que perdure hasta el fin esta paciencia, el Señor es si ayudador y protector. ¿Oes que quizá los espirituales, por quienes son instruidos los carnales en espíritu de mansedumbre, puesto que ellos como superiores ruegan por los inferiores, ya ven, y, por tanto, ellos ya poseen las cosas que todavía son esperanza para los inferiores? No es así, porque también la casa de Aarón esperó en el Señor. Luego para que ellos se extiendan con perseverancia hacia las cosas que tienen delante y corran sin interrupción hasta que hayan asido aquello por lo cual son asidos6, y conozcan como son conocidos7, el Señor es su ayuda y protector, pues unos y otros temen al Señor y esperaron en el Señor, que es su ayudador y su protector.

9. [v.12-13]. Pues nosotros no nos anticipamos con nuestros méritos a la misericordia de Dios, sino que el Señor se acordó de nosotros y nos bendijo. Bendijo a la casa de Israel, bendijo a la casa de Aarón. Bendiciendo a ambos, bendijo a todos los que temen al Señor. Preguntas: "¿A qué ambos?" Se te responde: A los pequeños y a los grandes. Esto es, a la casa de Israel con la casa de Aarón; a los que de aquella gente creyeron en el Salvador Jesús, puesto que no se agradó Dios en todos ellos8. Al no creer algunos de ellos, ¿por ventura su incredulidad anulará la fidelidad de Dios? No hay tal cosa9. Porque no todos los descendientes de Israel son israelitas, ni todos los que son estirpe de Abrahán, todos son hijos, sino conforme está escrito: "El residuo se salvará". En persona de aquellos que habían de creer en Él se dice: Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado simiente, como Sodoma hubiéramos sido hechos y a Gomorra nos hubiéramos asemejado10. Pero dejó semilla, que se multiplicó esparcida por toda la tierra.

10. [v.14-18]. Dijeron, pues, los grandes de la casa de Aarón: Añada el Señor sobre vosotros; sobre vosotros y sobre vuestros hijos. Y así aconteció, pues se agregaron a ellos hijos de Abrahán levantados de las piedras. Se agregaron ovejas que no eran de aquel redil para que hubiese un solo rebaño y un solo pastor11. Se acercó la fe de todas las naciones, y creció el número no sólo de sabios prelados, sino también de pueblo obediente; añadiendo el Señor no sólo sobre los padres, que precediendo encaminaran a los demás a imitarlos en el servicio de Cristo, sino también sobre sus hijos, que seguirían las huellas piadosas de los padres. Pues el Apóstol dice así a quienes había engendrado por cl Evangelio en Cristo: Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo12. Por tanto, el Señor añadió no sólo sobre los montes, que saltan de gozo como carneros, sino también sobre los collados, que retozan como corderillos de ovejas.

11. Por tanto, el profeta dice a cada uno de éstos, a los grandes y a los pequeños, a los montes y a los collados, a los carneros y a los corderillos, lo que sigue: Bendecidos fuisteis vosotros por el Señor, que hizo el cielo y la tierra. Esto es como si les hubiera dicho: Bendecidos fuisteis vosotros por el Señor, que os hizo cielo en los grandes y tierra en los pequeños; pero no este cielo visible lleno de luces, que pertenece a los ojos del cuerpo. Pues el cielo del cielo es para el Señor, que elevó y ensalzó a tanto las mentes de algunos santos, que no fueron enseñados por hombre alguno, sino por su mismo Dios. En comparación de este ciclo, todo lo que se percibe con los ojos de la carne debe ser denominado tierra, la cual dio el Señor a los hijos de los hombres para que consideren tanto la parte que sobre ella ilumina, como es esto que vulgarmente llamamos cielo, como la parte que debajo de ella es iluminada, a la cual conviene propiamente el nombre de tierra; pues todo esto, corno liemos conmemorado, en comparación de aquel que se llama cielo de cielo, es tierra; y por la consideración de toda esta tierra que dio el Señor a los hijos de los hombres, en cuanto puedan lleguen a conocer en algo al Creador, a quien todavía sin este apoyo conjetural no pueden verle los débiles corazones.

12. También tienen otro sentido, que no debo ocultar, las palabras con que se dijo: El cielo del cielo es para el Señor, pero la tierra la dio a los hijos de los hombres, sin que se aparte nuestro entender de aquello que ya consigné. Dije que los grandes y los pequeños estaban simbolizados en aquello que se añadió: Vosotros fuisteis benditos por el Señor, que hizo el cielo y la tierra. Luego, si tomamos por el nombre de cielo los grandes y por el nombre de tierra los pequeños, puesto que los pequeños creciendo han de ser cielo, y en esta misma esperanza han de alimentarse con leche, entonces de tal modo los grandes son cielo de la tierra al nutrir a los pequeños, que también crean ellos ser cielo de ciclo al pensar en la esperanza con la que se nutren los párvulos. Pero como ya ellos no toman del hombre ni por el hombre, sino del mismo Dios, la pureza y la abundancia de la sabiduría, no rehúsan tomar a su cargo a los párvulos, que ciertamente han de ser cielo, dándose cuenta por esto que son cielos del cielo aun cuando todavía sean tierra a quien digan: Yo planté, Apolo regó, pero Dios dio el crecimiento13. A estos hijos de los hombres a los cuales hizo cielo, les dio tierra en qué trabajar el que sabe proveer a la tierra por medio del cielo. Permanezcan, pues, cl cielo y la tierra en su Dios, que los hizo, y vivan de Él confesándole y glorificándole, porque, si quieren vivir de sí mismos, morirán, conforme está escrito: La alabanza del muerto perece como nada14. Pero los muertos, Señor, no te alabarán. ni ninguno que desciende al infierno. También clama en otro lugar tu Escritura: El impío, al llegar al profundo de los males, desprecia15. Pero nosotros que vivimos bendecimos al Señor desde ahora y por siempre.