Sermón al pueblo
Sobre la primera parte del salmo
1. [v.1-6]. Sin duda, leemos y recordamos perfectísimamente, carísimos hermanos, lo que se narra en el libro del Éxodo: que el pueblo de Israel, librado de la inicua dominación egipcia, pasó a pie enjuto a través de las aguas divididas del mar1; y asimismo que el río Jordán, al contacto de los pies de los sacerdotes que llevaban al arca del Señor cuando atravesándole entraron en la tierra prometida, se detuvo en la parte de arriba conteniendo la corriente, corriendo la parte inferior, deslizándose hacia el mar, hasta que pasó todo el pueblo por lugar seco mientras allí permanecieron en pie los sacerdotes2. Sabemos estas cosas, y, sin embargo, no conviene juzgar que en este salmo, al cual hemos contestado ahora pronunciando y cantando el Aleluya, de tal modo obraba esto el Espíritu Santo que, al recordar estos hechos pasaos, de ningún modo pensamos en otros futuros. Todas estas cosas —dice el Apóstol— les acontecieron a ellos en figura, pero se escribieron para nuestro conocimiento, en quienes ha venido a caer el fin de los siglos3. Luego cuando oímos en el salmo: Al salir Israel de Egipto, (al salir) la casa de Jacob de un pueblo bárbaro, fue hecha la Jadea su santuario, e Israel su poderío. Lo vio el mar, y huyó; el Jordán, y retrocedió, no pensemos que se nos cuentan cosas pasadas, sino que más bien se nos predicen cosas futuras, puesto que, cuando se hacían estos milagros en aquel pueblo, ciertamente en él se llevaban a cabo, pero prefigurando hechos futuros. Por tanto, para declarar que obraba uno y el mismo Espíritu aquellos hechos y estas palabras, el que profetizaba cantando estas cosas usó de las mismas palabras que se usan allí en los hechos a fin de que lo que se reservaba para ser manifestado al fin de los siglos se anunciase bajo precedentes figuras de hechos y dichos. Y por esta razón no dijo por completo de la misma manera todas las cosas que allí se llevaron a cabo, sino algunas de modo distinto a como las aprendimos leídas allí, para que así no se pensase que recordaba las cosas pasadas, sino más bien que predecía las venideras. En el Éxodo no leemos que el Jordán retrocedió, sino que detuvo su curso por el sitio en que las aguas corren de arriba mientras pasaba el pueblo. Tampoco leemos que saltaron de gozo los montes y collados, lo cual se añadió de tal modo en el salmo, que todo esto lo repitió; pues, habiendo dicho: Lo vio el mar, y huyó; el Jordán, y retrocedió, continuó diciendo: Los montes saltaron de gozo como carneros, y los collados como corderitos; y, prosiguiendo, pregunta a estas cosas: ¿Qué te pasa, ¡oh mar!, que huyes; y tú, Jordán, ¿por qué retrocediste? Montes, ¿por qué saltasteis de gozo como carneros, y vosotros, collados, como corderitos?
2. Luego entendamos lo que se nos amonesta. Aquellos hechos fueron simbolismos para nosotros y estos dichos nos exhortan a reconocernos. Si retenemos con ánimo firme la gracia de Dios que nos fue concedida, nosotros somos Israel, estirpe de Abrahán, pues el Apóstol nos dice: Estirpe de Abrahán sois4; así como escribe también en otro lugar: No hallándose Abrahán en la circuncisión, sino en el prepucio, le fue imputada la fe a justicia, (y por esto) recibió el signo de la circuncisión como sello de la justicia de la fe obtenida en el prepucio, para que se les imputase también a ellos (a los judíos) a justicia; y para ser padre de la circuncisión; no sólo de aquellos que están circuncidados, sino también de los que siguen las huellas de la fe, que se halla en el prepucio de nuestro padre Abrahán. No se hizo sólo padre del pueblo circuncidado carnalmente aquel a quien se dijo: Padre de muchas gentes te he constituido. De muchas gentes, no de algunas; de todas5. Esto se consigna claramente cuando se le dice: Y en ti serán bendecidas todas las gentes6. Ningún cristiano se crea ajeno del nombre de Israel. Por tanto en aquellos que creyeron del pueblo judío, entre los cuales encontramos principalmente a los apóstoles, nos unimos en la piedra angular. De aquí que dice el Señor en otro lugar: Tengo otras ovejas que no son de este redil, y me conviene recogerlas para que haya un solo rebaño y un solo pastor7. Luego el pueblo cristiano más bien es Israel, y principalmente la casa de Jacob, ya que Israel y Jacob son una misma cosa. Aquella turba de judíos que fue reprobada debido a la perfidia, vendió por un placer carnal su primogenitura; de suerte que no perteneció a Jacob, sino más bien a Esaú. Sabéis que se dijo anunciando este misterio: El mayor servirá al menor8.
3. Egipto, que significa aflicción, o el que atormenta, o el que oprime, muchas veces se toma figuradamente por el mundo. del cual espiritualmente nos debernos apartar para no uncirnos a la par con los infieles9, pues todo hombre se hace ciudadano idóneo de la celestial Jerusalén cuando renuncia, en primer término, a este mundo. El pueblo judío no hubiera podido ser conducido a la tierra prometida si primeramente no hubiera salido de Egipto: pero como no hubiera salido de allí a no haberle librado cl socorro divino, así nadie se aparta con el corazón de este mundo si no es ayudado con el don de la misericordia divina. Lo que allí se prefiguró una sola vez, se cumple en el fin de este mundo, en esta, como escribe San Juan, última hora10, en los cotidianos engendros de la Iglesia, en cada uno de los creyentes. Oíd al Apóstol, doctor de las gentes, que instruye y enseña: No quiero, hermanos, que ignoréis que todos nuestros padres estuvieron debajo de la nube, y que todos atravesaron el mar, y que todos fueron bautizados en la nube y en el mar en orden a Moisés, y que todos comieron el mismo manjar espiritual, y que todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la piedra espiritual que los seguía, y la piedra era Cristo. Pero no en todos ellos se agradó Dios, porque quedaron tendidos en el desierto. Todas estas cosas acontecieron prefigurándonos11. ¿Aqué queréis más, hermanos carísimos? Esto es evidente, pues lo enseña no la conjetura humana, sino el apostólico, es decir, el divino y señorial magisterio, pues Dios hablaba en ellos, y aunque desde nubes de carne, con todo, tronaba el Señor. Luego es evidente por tan gran testimonio que todas las cosas que entonces acontecieron simbólicamente, ahora se cumplen para nuestra salud; entonces se anunciaban como futuras, ahora se leen como pasadas y se reconocen como presentes.
4. Oíd lo que es más admirable. Los misterios velados y ocultos de los libros antiguos, no pocos son revelados en parte por otros libros del Viejo Testamento. Así el profeta Miqueas habla de esta manera: Durante los días de su salida de la tierra de Egipto, les mostraré maravillas. Lo verán las naciones, y se confundirán de todo su poder. Con sus manos se taparán la boca, quedarán sordas, lamerán la tierra como las serpientes que se arrastran por ella, se conturbarán en su encerramiento, se apartarán con el espíritu del Señor, Dios nuestro, y serán aterradas por El. ¿Quién hay semejante a tu Dios, que quita la iniquidad y olvida la impiedad de los residuos de tu heredad? Y su ira no re prolonga para testimonio, porque es amante y misericordioso; El se volverá y se compadecerá de nosotros, sepultará nuestros delitos; sepultará en el profundo del mar todas nuestras culpas12. Sin duda, advertisteis, hermanos, que aquí clarísimamente se descubren los sacrosantos misterios. En este salmo, aunque el admirable espíritu de la profecía se encamine a los hechos futuros, sin embargo, parece como que narra los pasados. La Judea —dice— fue hecha su santuario; lo vio el ruar, y huyó. Fue hecha, vio y huyó son palabras que indican tiempo pasado; asimismo lo son saltaron de gozo los montes; se conmovió la tierra, y, sin embargo, han de entenderse sin prevención como de tiempo futuro. De otro modo nos vemos obligados a entender, contra el testimonio del Evangelio, como narradas de pretérito, no como anunciadoras de futuro, las palabras siguientes: Dividieron mis vestidos y sobre mi túnica echaron suertes13; las cuales, aun cuando se consignaron en tiempo pasado, sin embargo, anunciaban lo que tanto tiempo después se cumplió en la pasión del Señor. Pero, no obstante, carísimos, este profeta que conmemoré aguzó los romos ingenios y sin vacilar los adelgazó para entender de hechos pasados acciones futuras, de suerte que no sólo creamos por la autoridad apostólica que aquellos hechos fueron figuras de los nuestros, sino que tampoco pasaron por alto los profetas esta prefiguración, de modo que también por el discurso claro de ellos, viéndolo y alegrándonos, firmes y seguros, publiquemos la conexión armónica que guardan entre sí las cosas nuevas y viejas encerradas en el tesoro de Dios. Pues como hubiera anunciado Miqueas, tanto tiempo después de la salida de Egipto y tanto tiempo antes de la aparición de la Iglesia, las cosas que conmemoré, con todo, afirma, sin duda alguna, que él predecía cosas futuras, pues dice: Durante los días de su salida de Egipto, les mostraré maravillas. Lo verán las naciones, y se conturbarán. Esto es lo mismo que se dijo en el salmo: Lo vio el mar, y huyó. Luego si aquí por palabras de tiempo pasado, como son vio y huyó, se anuncian cosas futuras, ¿quién se atreverá a pensar que se refieren a cosas pasadas, siendo como son, sin duda, palabras de tiempo futuro: Verán, y se conturbarán? También poco después presenta con luz meridiana a nuestros mismos enemigos, quienes al huir nosotros nos perseguían para matarnos, es decir, a nuestros pecados, que, como egipcios sepultados en el mar, fueron sumergidos y extinguidos en el bautismo; y así dice: Porque es amante y misericordioso, El volverá y se compadecerá de nosotros, sepultará nuestros delitos; sepultará en el profundo del mar todas nuestras iniquidades.
5. ¿Qué es esto, carísimos Vosotros que os reconocéis israelitas según el linaje de Abrahán, que sois los herederos de la casa de Jacob según la promesa, reconoced asimismo, vosotros los que renunciasteis a este inundo, que salisteis de Egipto, que salisteis de en medio del pueblo extranjero, los que con la confesión piadosa os apartasteis de las blasfemias de los gentiles. No es vuestra lengua, sino la extraña, la que no sabe alabar a Dios, a quien vosotros cantáis Aleluya. Fue hecha la Judea su santuario en vosotros, pues no es judío el que lo es en lo de fuera, ni circuncisión la que se hace externamente en la carne, sino es judío el que lo es en lo oculto; y circuncisión, la del corazón14. Luego preguntad a vuestros corazones. Y si los circuncidó la fe, si los purificó la confesión, entonces se hizo en vosotros la Judea su santuario; y también en vosotros Israel su poderío, pues os dio el poder de haceros hijos de Dios15.
6. Recuerde ya cada uno de vosotros, cuando quiera entregar el corazón a Dios y someter la abnegada voluntad a su yugo ligero apartándose de las antiguas codicias de su ignorancia y de las obras carnales de este mundo, en las cuales trabajaba sin fruto como si hiciese en Egipto ladrillos bajo la dominación del diablo, que, habiendo oído la voz del Señor, que dice: Venid a mí todos los que trabajáis y estáis sobrecargados, y yo os aliviaré16, corre, habiendo abandonado y dejado estas cosas, bajo la leve carga de Cristo. Luego recuerde cada uno de vosotros de qué modo todos estos impedimentos mundanos cedieron el paso, y cómo no se atrevieron a chistar las voces de los disuadentes, y cómo callaron amedrentadas al ver el nombre de Cristo ensalzado y honrado por todo el mundo. Luego lo vio el mar, y huyó, para que sin estorbo se te franquease el camino hacia la libertad espiritual.
7. No quiero que sospechéis algún mal, no quiero que busquéis fuera de vosotros de qué modo retrocedió el Jordán. El Señor increpa a algunos que le volvieron la espalda y no le dieron la cara17. El que abandona su origen y se aparta de su Creador como río que se dirige al mar, cae en la malicia acibarante de este mundo. Luego le es un bien retroceder y que Dios, a quien había puesto a la espalda, esté ahora delante del que vuelve; y también que quede a su espalda el mar de este mundo, al que tenía delante de sí cuando se deslizaba hacia él; de este modo se olvidará de lo de atrás para encaminarse hacia lo de adelante18, loque ya es útil para el que se volvió; porque, si se olvida de lo de atrás antes de convertirse, se olvida de Dios, ya que había echado atrás a quien había puesto a la espalda, y, por tanto, si se encamina en esta circunstancia a lo de adelante se encamina al siglo, porque esto es lo que había puesto delante, a lo cual se lanzaba con avidez. Luego el Jordán simboliza a aquellos que recibieron la gracia del bautismo. Así el Jordán retrocede cuando ellos se convierten a Dios para no tenerle a la espalda, sino que con el rostro descubierto, mirando la gloria del Señor, sean transformados en la misma imagen de gloria en gloria19.
8. Los montes saltaron de gozo como carneros; los santos apóstoles, dispensadores de la palabra de la verdad; los santos predicadores del Evangelio. Y los collados, como corderitos de ovejas. Estos son aquellos a quienes se dice: No os escribo estas cosas para abochornaros, sino que os amonesto como a hijos míos carísimos20. Estos son aquellos de quienes se dice: Traed al Señor corderos21. Considerad toda la tierra los que sabéis mirar estas cosas y alegraos y cantad al Señor, Dios vuestro. Parad mientes y ved cómo se han cumplido en todas las gentes estas cosas que con tanta antelación tuvieron lugar figuradamente y se anunciaron como futuras.
9. Preguntad y decid: ¿Qué tienes, ¡oh mar!, que huiste; y tú, Jordán, que retrocediste? Montes, que saltasteis de gozo como carneros; y collados, corto corderillos? ¿Qué te pasa, ¡oh mundo!, que se retiran tus impedimentos? ¿Qué ocurre a tantos miles de fieles diseminados por el orbe que renunciaron a este mundo para convertirse a su Señor? ¿Por qué os alegráis vosotros a quienes se dirá al fin del mundo: Ea, siervo bueno, porque fuiste fiel en lo poco, te pondré sobre lo mucho? ¿Por qué os alegráis vosotros a quienes se dirá al fin del mundo: Venid, benditos de mi Padre; poseed el reino que se os preparó desde la creación del mundo?22
10. [v.7]. Todas estas cosas os responderán, y vosotros también os responderéis: Se conmovió la tierra ante la faz del Señor, ante el rostro del Dios de Jacob. ¿Qué quiere decir ante la faz del Señor? Ante la presencia de Aquel que dijo: Ved que yo estoy con vosotros hasta la consumación del mundo23. Se conmovió la tierra. Como permanecía funestamente perezosa, se conmovió para afianzarse con más solidez ante la presencia del Señor.
11. [v.8]. Que convierte la piedra en estanques de aguas, y la peña en fuentes de agua. Se licuó a sí mismo y a cierta dureza suya para regar a sus fieles a fin de establecer en ellos una fuente de agua viva que salte hasta la vida eterna, puesto que, al ser desconocido anteriormente, parecía duro. De aquí que se turbaron y no esperaron a que declarada infundiese esta agua e inundara a los que dijeron: Duro es este discurso; ¿quién podrá oírle?24 Esta piedra, esta dureza, se convirtió en estanques de aguas y esta roca en fuentes de agua cuando resucitado declaró a los caminantes: Comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, que convenía que Cristo padeciese25; y envió el Espíritu Santo, del cual dijo: Si alguno tiene sed, venga y beba26.
Sobre otro salmo 113
12. [v.1]. No a nosotros, Señor; no a nosotros, sino da gloria a tu nombre. Esta gracia del agua que brota de la piedra, y la piedra era Cristo27, se dio no en virtud de obras precedentes, sino por la misericordia de Aquel que justifica al impío28. En efecto, Cristo murió por los impíos29 para que no buscasen los hombres su propia gloria, sino la gloria del nombre de Dios.
13. [v.2]. Por tu misericordia —dice— y tu verdad. Notad cómo estas dos cosas: la misericordia y la verdad, se juntan muchísimas veces en la Sagrada Escritura. Por su misericordia llamó a los impíos y con su verdad juzga a los que llamados no quisieron venir. Para que no digan las gentes: "¿En dónde está tu Dios?" Al fin del mundo aparecerán su misericordia y su verdad cuando se deje ver en el ciclo el signo del Hijo del hombre. Pero entonces llorarán todos los pueblos de la tierra y no dirán: ¿En dónde está tu Dios?, cuando ya no se les predique para ser creído, sino que se les muestre para ser temido.
14. [v.3]. Nuestro Dios está arriba, en el cielo. No en el cielo, en donde ven el sol y la luna, obras de Dios, que ellos adoran, sino en el cielo supremo, que excede a todos los cuerpos tanto celestes como terrestres. Pero nuestro Dios no está en el cielo como si, desaparecido el cielo, temiese la ruina al quedarse sin trono. Hizo todo cuanto quiso en el cielo y en la tierra. Pero no necesita de sus obras, como si en ellas se colocase para permanecer, sino que persiste en la eternidad, en la que permaneciendo hizo todo lo que quiso en el cielo y en la tierra. Tampoco le sustentaban para que pudieran ser hechas por El, cuando, si no hubieran sido creadas, no pudieran en manera alguna soportarle. Luego en las que está El, las contiene como a menesterosas, mas no es contenido por ellas como indigente. Aun cuando se entienda de esta manera hizo todo cuanto quiso en el cielo y en la tierra, con todo, estableció su gracia por propio querer tanto en los príncipes como en los súbditos de su pueblo para que nadie se gloríe de los méritos de sus propias obras, puesto que ya los montes salten de gozo como carneros, ya los collados como los corderitos de ovejas, la tierra se conmovió ante la presencia del Señor para que no permaneciesen perpetuamente en las inmundicias terrenas.