Sermón al pueblo
1. [v.1-3]. Sabéis, hermanos, pues con frecuencia lo oísteis, que el Señor dice en el Evangelio: Dejad que los niños vengan a uní, pues de ellos es el reino de los cielos; y también: El que no recibiere el reino de los cielos como un niño, no entrará en él1; y asimismo, en otros muchos lugares, nuestro Señor reprueba la vieja soberbia del hombre a fin de que renueve la vida sumisamente, a semejanza de la edad pueril, por una muestra de singular humildad. Por canto, carísimos, cuando oís que se canta en este salmo: Alabad, niños, al Señor, no penséis que esta exhortación no se dirige a vosotros, porque habéis sobrepasado la edad de la puericia, o porque os halláis en el esplendor de la juventud, o porque ya encanecisteis en la venerable vejez, pues a todos vosotros dice el Apóstol: No seáis niños en la mente, sino haceos párvulos en la malicia para que seáis perfectos en la mente2. ¿Yde qué malicia principalmente habla si no es de la soberbia? Ella, presumiendo de vana grandeza, no permite al hombre andar por cl camino angosto y entrar por la puerta estrecha. Sin embargo, cl niño entra fácilmente por lo angosto; y, por tanto, nadie, a no ser que se haga niño, entra en el reino de los cielos. ¿Qué cosa más detestable que la malicia de la soberbia, puesto que no quiere tener ni a Dios por superior? Pues así está escrito: El comienzo de la soberbia del hombre es apostatar de Dios3. Arrojad, quebrad, pulverizad, aniquilad esta soberbia, que se levanta con erguida cerviz contra los preceptos divinos y que se opone al suave yugo del Señor, y alabad, niños, al Señor; alabad el nombre del Señor. Pues, derribada y extinguida (la soberbia), se obtiene la alabanza por la boca de los infantes y lactantes, y dominada y destruida, el que se gloría, gloríese en el Señor4. No cantan estas cosas los que se tienen por grandes; no cantan estas cosas los que, conociendo a Dios, no lo glorificaron como a Dios o no le tributaron gracias; se alaban a sí mismos, no a Dios; por eso no fueron niños. Prefieren ensalzar su nombre antes que alabar el nombre del Señor. Así, pues, se desvanecieron en sus pensamientos y se oscureció su insensato corazón; y, llamándose sabios, se convirtieron en necios5, pues estos mismos que al momento debían de pasar por angosturas, quisieron divulgar su nombre por largo tiempo y por todos los rincones del mundo. Conviene predicar a Dios, conviene predicar al Señor siempre y en todas partes. Luego se predique siempre: Sea bendito el nombre del Señor desde ahora y hasta el siglo. Se predique en todas partes: Desde el nacimiento del sol hasta el ocaso, alabad el nombre del Señor.
2. Me pregunte alguno de los santos párvulos que alaba el nombre del Señor y me diga: "Mira que lo que se dice hasta el siglo, lo tomo por siempre; entonces, ¿por qué se dice desde ahora, y no "desde antes", y "desde antes de todos los siglos sea bendito el nombre del Señor?" Responderé al niño, que no me pregunta con orgullo insolente: A vosotros se dice, señores y niños, a vosotros se dice: Alabad el nombre del Señor; sea bendito el nombre del Señor; sea, pues, bendito el nombre del Señor por vosotros desde ahora, desde que se os dice a vosotros. Comenzáis, pues, a alabar, pero alabad sin fin. Luego desde ahora hasta el siglo alabad sin fin. No digáis: "Comenzamos a alabar al Señor, porque somos niños; pero, cuando crezcamos y seamos mayores, nos alabaremos a nosotros mismos". No sea así, niños; no sea así. Atendiendo a esto, dice el Señor por Isaías: Yo soy, y hasta que envejezcáis, yo soy6. Elque es debe ser alabado siempre. Alabad, niños, desde ahora y alabad, ancianos, hasta el siglo, porque vuestra vejez se blanqueará con las canas de la sabiduría, pero no se marchitará con la vejez de la carne. Pero como en este lugar parece más bien que la niñez simboliza la humildad, a la cual se opone la grandeza vana y falsa de la soberbia, y por eso únicamente alaban al Señor los niños, puesto que los soberbios no saben alabarle, sea vuestra vejez pueril, y vuestra puericia, senil; es decir, vuestra sabiduría no se junte con la soberbia, ni vuestra humildad esté desprovista de sabiduría, para que así alabéis al Señor desde ahora y hasta el siglo. Dondequiera que se halle difundida la Iglesia de Cristo en los santos párvulos, alabad el nombre del Señor, pues esto significa desde el nacimiento del sol hasta el ocaso, alabad el nombre del Señor.
3. [v.4]. Excelso es sobre todas las gentes el Señor. Las gentes son los hombres. ¿Qué es de extrañar entonces que el Señor sea más excelso que los hombres? Los que sirven a las criaturas abandonando al Creador, ven con los ojos brillar en el cielo sobre sí a los excelsos que adoran: al sol, a la luna y a las estrellas. Pero no solamente es excelso el Señor sobre todas las gentes, sino que su gloria también está sobre los cielos. Los cielos le contemplan sobre sí. Pero los humildes, que no adoran el cielo en lugar de adorar a Dios, establecidos debajo del cielo por la carne, le tienen junto a sí.
4. [v.5-6]. ¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que habita en las alturas y mira las cosas humildes? Alguno pensará que, porque habita en las alturas, desprecia las cosas humildes y terrenas; pero mira las cosas humildes en el cielo y enla tierra. ¿Luego en qué alturas mora, desde las cuales mira las cosas humildes en el cielo y en la tierra? ¿O en qué altura habita, de suerte que mira también allí las mismas cosas humildes? De tal modo ensalza a los humildes, que no les hace soberbios. Habita en las alturas que ensalza y las hace cielos para sí, es decir, su trono; y contemplándolas no soberbias, sino siempre súbditas, también mira en el mismo cielo todas las cosas humildes, en cuyas alturas habita. El Espíritu habla de este modo por Isaías: Estas cosas dice el Altísimo, que habita en las alturas: eterno es su nombre, el Señor Altísimo en los santos tiene el descanso. Por tanto, al decir: Tiene el descanso en los santos, declaró lo que anteriormente dijo, que habita en las alturas. Pero ¿quiénes son los santos sino los humildes, que, como niños, alaban al Señor? Por esto añadió: Dando grandeza a los pusilánimes, y vida a los humildes de corazón. En estos santos tiene el descanso, a estos pusilánimes da la magnificencia. Dando la magnificencia, hace excelsos a aquellos en quienes descansando habita en los excelsos. Pero, como da la magnificencia a los pusilánimes, mira las cosas humildes en las mismas cosas excelsas en las que habita. Mira, pues —dice—, en el cielo y en la tierra las cosas humildes.
5. También nos animó a indagar si el Señor, Dios nuestro, mira las mismas cosas en el cielo que en la tierra, o unas en el cielo y otras en la tierra. Si las mismas, ya veo que he de entender esto según dice el Apóstol: Caminando en carne, no militamos según la carne, porque las armas de nuestra milicia no ron carnales, sino poderosas por Dios7. ¿Por qué son poderosas? Porque son espirituales. Caminando como camina el Apóstol en la carne y militando espiritualmente, no es de admirar que su humildad mire hacia el cielo por la libertad de espíritu, y hacia la tierra por la servidumbre corporal. El mismo Apóstol dice en otro lugar: Nuestra conversación está en el cielo8, y también: Lo mejor para mí es morir y estar con Cristo, pero me es necesario permanecer en la carne por vosotros9. Por tanto, quien entiende el trato del Apóstol en el cielo, y la permanencia de su carne en la tierra, es necesario que entienda también de qué modo el Señor, Dios nuestro, que habita en los santos excelsos, mire a los mismos santos humildes también en el cielo, porque quienes resucitaron con Cristo en esperanza10 gustan de las cosas de arriba; y en la tierra, porque aún no han sido desatados de los lazos de la carne para que puedan estar con Cristo viviendo del todo. Pero, si el Señor, Dios nuestro, mira unas cosas humildes en el cielo y otras distintas en la tierra, creo que en el ciclo mira ya a los que llamó y habita con ellos, y en la tierra mira a los que llama para habitar en ellos. Posee a estos que piensan cosas celestes y despierta a los que sueñan en cosas terrenas.
6. Pero como difícilmente conseguimos que puedan llamarse humildes los que aún no sometieron sus cuellos piadosos al suave yugo del Señor y como en este lugar, a fin de que, como nos amonestan las Letras divinas por todo el texto del salmo, quiere que entendamos las cosas santas, y por eso se dice que mira las cosas humildes, de aquí que existe otro sentido, que vuestra caridad debe considerar conmigo. Según éste, creo que por el nombre de cielos se hallan simbolizados los que han de sentarse sobre los doce tronos y han de juzgar con el Señor11; y por el nombre de tierra, la restante muchedumbre de bienaventurados que serán colocados a la derecha, a fin de que quienes se consiguieron para sí amigos con las riquezas de la iniquidad en esta vida mortal, alabados por las obras de misericordia, sean recibidos por aquellos (cielos) en los eternos tabernáculos12. A éstos dice el Apóstol: Si nosotros os hemos sembrado bienes espirituales, ¿será mucho que recojamos vuestros bienes carnales?13 Locual también puede decirse en estas palabras: Si nosotros os hemos sembrado bienes celestes, ¿será cosa grande que recojamos vuestros bienes terrenos? Luego en el cielo mira a los que siembran bienes celestes, y en la tierra, a los que dan los terrenos; con todo, humildes son unos y otros. Pues mira las cosas humildes en el cielo y en la tierra, porque unos y otros recordaron lo que fueron por su malicia y lo que son por la gracia de Dios. Pues no dice el Vaso de elección sólo a ellos: En otro tiempo fuisteis tinieblas, mas ahora luz en el Señor14; y también: Con la gracia habéis sido salvados mediante la fe; y esto no de vosotros; es don de Dios. No en virtud de las obras, para que nadie se engría, sino que a continuación habló de sí mismo, diciendo: De Él (de Dios) somos hechura, creados en obras buenas. También dice de sí por separado y de aquellos que miran al cielo: También fuimos nosotros por naturaleza hijos de la ira, como los demás15; y: Fuimos asimismo nosotros en algún tiempo necios, e incrédulos, extraviados, servidores de codicias y de deleites varios, obradores de malicia y envidia, abominables, poseedores de odio mutuo; empero, cuando brilló la benignidad y humanidad del Dios salvador nuestro, no en virtud de las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino, conforme a su misericordia, nos salvó por medio del lavatorio de la regeneración16. He aquí las cosas humildes que se miran en el cielo. Son espirituales y juzgan todas las cosas; pero, con todo, también son humildes para que no se les juzgue como desechados. Las cosas que conmemora el Apóstol, ¿no son propias de él? Yo, que no soy —dice— digno de llamarme apóstol, porque perseguí la Iglesia de Dios17, pero alcancé misericordia, porque, ignorante, lo hice en la incredulidad18.
7. [v.7-9]. Después de estos versillos, en los cuales dice el Espíritu en el salmo: ¿Quién como el Señor, Dios nuestro, que habita en las alturas y mira las cosas humildes en el cielo y en la tierra?, queriendo enseñarnos por qué se indique con tales palabras que hay en el cielo cosas humildes, siendo así que ya son poderosos espirituales y dignos de las sedes judiciarias, añadió a continuación que levanta de la tierra al indigente y alza del estiércol al desvalido para colocarle con los príncipes, con los príncipes de su pueblo. No se desdeñen ser cabezas humildes de las alturas bajo la diestra del Señor, ya que, aun cuando sea colocado el fiel dispensador de las riquezas del Señor con los príncipes del pueblo de Dios, aun cuando haya de sentarse en uno de los doce tronos y haya de juzgar también a los ángeles, el indigente es levantado de la tierra y el desvalido es alzado del estiércol. ¿Por ventura no era alzado del muladar aquel que servía a codicias y deleites varios? Pero quizás al decir esto ya no era indigente, ya no era desvalido. Entonces ¿por qué gime todavía cargado, deseando sobrevestirse del domicilio, que es del cielo?19 ¿Por qué es abofeteado para que no se engría y es entregado al ángel de Satanás, al aguijón de su carne? Alto es ciertamente habitando en él el Señor y teniendo el Espíritu, que escudriña todas las cosas, aun las profundidades de Dios20. Así, pues, está en el cielo; pero el Señor mira también las cosas humildes en el cielo.
8. ¿Qué diremos, hermanos, si ya hemos oído que las cosas humildes que hay en el cielo fueron levantadas del muladar para ser colocadas con los príncipes del pueblo? ¿No oiremos nada a continuación de los humildes que el Señor mira en la tierra? Muy pocos son aquellos amigos que han de juzgar con el Señor; sin embargo, son muchos aquellos a quienes estos amigos reciben en las moradas eternas. Aunque todo el montón de trigo, en comparación de la paja separada, parece que es pequeño, considerado en sí mismo, es grande: Muchos más son los hijos de la abandonada que los de la que no tiene varón21. Muchos más son los hijos de la que concibió en la vejez por la gracia que los de aquella que desde la edad juvenil se ligó al matrimonio con el vínculo de la ley. Yo también digo que concibió en la vejez cuando contemplo a Sara, nuestra madre, siendo madre de los fieles en todas las naciones en un único Isaac. Ved en Isaías qué persona sea (este Isaac), pues aparece como si en absoluto no fuese de madre ni de aquella que dio a luz a alguno. Y, sin embargo, ¿qué se le dice? Dirán en tus oídos los hijos que perdiste: Estrechez para nosotros hay en este lugar; haznos también ahora un sitio en el que habitemos. Tú dices en tu corazón: ¿Quién me engendró en éstos, sabiendo que yo soy viuda y no tengo hijos? ¿Quién crió éstos para mí? Yo, abandonada, quedé sola, y éstos, ¿en dónde se hallaban para mí?22 Luego la Iglesia dice estas cosas por lo que atañe a la parte que parece que no dio a luz nada en absoluto en aquellas turbas que no abandonaron todas las cosas para seguir al Señor y sentarse sobre los doce tronos. Pero ¿cuánta multitud no habrá entre aquella misma turba que, al conseguir para sí amigos con las riquezas de la iniquidad, se sentará a la derecha debido a las obras de misericordia? Luego no sólo levanta del estercolero a quien coloca con los príncipes de su pueblo, sino también hace habitar a la estéril en casa, gozosa de ser madre de hijos, Aquel que habita en las alturas y mira las cosas humildes en el cielo y en la tierra; a la estirpe de Abrahán, multiplicada como las estrellas del cielo; a la santidad sublime, colocada en los tronos celestes; a la misericordiosa e inmensa mu1titud, tan grande como arena a las orillas del mar, apartada del siniestro oleaje y de la impía amargura.