Sermón al pueblo
Entre el 414 y el 416 (Z.), o quizá posterior al 418 (B.).
1. Quien lea correctamente Los Hechos de los Apóstoles, advertirá que este salmo habla de Cristo, y esto se aclara donde se profetiza sobre Judas, el que entregó a Cristo, lo que este salmo expresa así: Que sus días sean pocos, y que otro ocupe su cargo ("episcopatum"). Esto se cumplió cuando Matías fue elegido en lugar de Judas, y ordenado para ocupar el número doce de los Apóstoles1. Pero si queremos entender de aquel único hombre todo lo que aquí se dijo de un malvado, será imposible, o apenas podrá aplicarse lo esencial de esta narración. En cambio, me parece a mí que todo podrá ser esclarecido si lo entendemos referido a un género de hombres malos, es decir a los judíos, ingratos y enemigos de Cristo. Pues así como se dicen algunas cosas que parecen referidas personalmente al apóstol San Pedro, pero no se entenderían perfectamente si no se refiriesen a la Iglesia, a la cual se reconoce que representa él, por la primacía que tuvo sobre los discípulos (por ejemplo, cuando se le dice: A ti te daré las llaves del reino de los cielos2, y otras expresiones semejantes), del mismo modo Judas simboliza, en cierto modo, a los enemigos de Cristo, que entonces lo odiaron, y que ahora, permaneciendo por sucesión, en esta clase de hombres y en aquella impiedad, lo odian todavía. De esta clase de hombres, y de este pueblo pueden entenderse perfectamente no sólo las cosas que leemos explícitamente de ellos en este salmo, sino también aquellas que propia y expresamente se dicen de Judas, como lo que acabo de conmemorar: Sean pocos sus días, y que otro ocupe su puesto. Lo cual se aclarará, con la ayuda de Dios, cuando lleguemos a los versículos que han de tratarse por su orden.
2. [v.2]. Así comienza el Salmo: Oh Dios, no silencies mi alabanza, porque la boca del pecador y del traidor se ha abierto contra mí. Con esto demuestra que es falso el reproche que lanza el pecador y el traidor, y también que es verdadera la alabanza que Dios no silencia. En efecto, Dios es veraz, aunque todo hombre es mentiroso3; ya que no hay hombre veraz, a no ser que en él hable Dios. Ahora bien, la suprema alabanza es la del Hijo unigénito de Dios, por la cual es exaltado, según su propia naturaleza, como Hijo unigénito de Dios. Pero esto no estaba a la vista, sino que estaba oculto bajo la aparente debilidad, cuando la boca del pecador y del mentiroso sed abrió contra él, y fue abierta porque su poder estaba "encerrado", oculto. De aquí que si dice el salmista: Se abrió la boca del mentiroso, es porque el odio que dolosamente ocultaba, prorrumpió en palabras. Esto se dice más claramente en los versículos que siguen.
3. [v.3]. Han hablado contra mí con lengua engañosa. Esto acontecía cuando alababan a Jesús como Maestro bueno, con una adulación hipócrita. Por eso, se dice en otro lugar: Y los que me alababan, conspiraban contra mí4. Y así, ya que más tarde prorrumpieron gritando: ¡Crucifícalo, crucifícalo!5, añade a continuación el salmo: Y me rodearon con palabras de odio. Pero como ellos hablaron con lengua engañosa palabras de amor, no de odio, por eso dice el salmista contra mí, porque esto lo hacían con insidias. Pero después escribe con palabras, no de amor taimado y doloso, sino de manifiesto odio: Me han rodeado, y sin motivo me han asaltado. Como los piadosos aman a Cristo sin buscar interés, así también los impíos le odian sin causa alguna; pues así como a la verdad los mejores la buscan por sí misma, sin exigir algún otro fin útil, así también es la iniquidad que buscan los hombres perversos. Por eso se dijo en la literatura profana de un hombre perverso: Más bien era sin motivo un malvado y un cruel.
4. [v.4]. En lugar de amarme, dice, me injuriaban. Seis son las diferencias que existen en este modo de obrar, y con sólo citarlas, pueden fácilmente advertirse: devolver bienes por males, no devolver males por males, devolver bienes por bienes, devolver males por males, no devolver bienes por bienes, y devolver males por bienes; los dos primeros modos de obrar son propios de los buenos, y el primero de ellos es el mejor; los dos últimos son propios de los malos, y el último de ellos es el peor; los dos intermedios son propios de los, en cierto modo, medianos, pero el primero de ellos se halla más cerca de los buenos, y el segundo se aproxima más a los malos. Esto conviene considerarlo a la luz de la santa Escritura. Quien devuelve bienes por males es el mismo Señor, que justifica al impío6, y que, pendiente de la cruz, dijo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen7. Y siguiendo este ejemplo, San Esteban oró de rodillas por los que le apedreaban, diciendo: Padre, no les tengas en cuenta este crimen8. A este modo de obrar pertenece aquel precepto: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen, y orad por los que os persiguen9. El apóstol san Pablo afirma que no debe devolverse mal por mal: A nadie devolváis mal por mal10; y San Pedro dice también: Sin devolver mal por mal, ni maldición por maldición11. De aquí que se lee también en los salmos: Si devolví males a los que me los retribuyeron12. De los últimos modos de obrar, el primero, más llevadero, pertenece a los nueve leprosos, quienes habiendo sido purificados por el Señor, no le dieron gracias13. El último modo, que no hay cosa peor, pertenece a aquellos de quienes se habla en este salmo: En lugar de amarme, me injuriaban. Le debían amor por tantos beneficios del Señor, pero no sólo no se lo daban, sino que por aquellos bienes le retribuían el mal. Los dos intermedios que dijimos pertenecer a los que en cierto modo eran mediocres, de tal modo son, que el primero de ellos, que consiste en devolver bienes por bienes, lo ejecutan los buenos, y también los buenos y malos mediocres. Por eso el Señor no prohíbe este modo de obrar, pero no quiere que obren únicamente así sus discípulos, pues quiere llevarlos a niveles más altos, y por eso les dice: Si amáis a los que os aman, es decir, si devolvéis bienes por bienes, ¿qué recompensa tendréis?, o sea, ¿Qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen también esto los publicanos?14 Quiere, pues, que hagan esto, y mucho más todavía; es decir, que no amen sólo a los amigos, sino también a los enemigos. El segundo, que consiste en devolver males por males, lo practican los malos, y también los malos y los buenos mediocres. Hasta tal punto, que les dio una norma o medida de castigo. Al decirles: Ojo por ojo, y diente por diente15, lo cual —si así se puede decir— es la justicia de los injustos. No porque sea injusto que cada uno reciba según lo que ha hecho, pues de otro modo jamás decretaría esto la ley, sino porque el deseo de castigo o de venganza es defectuoso, y entre extraños pertenece más bien al juez discriminar esto, que al hombre desear el bien para sí. Por esta razón los impíos, caídos de la cima de la bondad, en la que se devuelven bienes por males ¡a qué abismo de maldad llegaron, devolviendo males por bienes! ¡A qué inmenso precipicio no llegaron, atravesando tantos niveles como se hallan interpuestos en el camino! Y no debe minusvalorarse la gravedad, por no haber dicho, "en lugar de amarme me mataban", sino solamente: me injuriaban; pues, en realidad, también lo mataron, porque lo desacreditaron negando que era Hijo de Dios, y diciendo: Echa los demonios con el poder del príncipe de los demonios16;y también: Tiene un demonio, y está loco, ¿por qué lo escucháis?17, y otras cosas semejantes. Con esta clase de injurias apartaban de él a los que intentaba él convertir; y por esto el salmista ha preferido expresarse así para mostrar que son más dañosos los que injurian a Cristo, y con ello matan las almas, que quienes ensañándose, dieron muerte a su carne mortal, y más aún cuando al poco tiempo habría de resucitar.
5. Y después de haber dicho: En lugar de amarme, me ultrajaban, ¿qué dice? Yo, en cambio, oraba. No expresa qué es lo que oraba. Pero ¿qué podremos imaginar más acertado, sino que oraba por ellos? Pues, estando en la cruz, lo ultrajaban muy cruelmente, cuando se mofaban como si fuera un simple hombre, a quien habían vencido; y, no obstante, desde ese patíbulo dijo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen18. De este modo, ellos, desde el abismo de la malignidad, le devolvían males por bienes, y él, en la cima de la benignidad, les devolvía bienes por males. Aunque también, desde el leño, y para mostrar su paciencia, no manifestaba su poder en medio de las palabras de los detractores, a quienes habría podido aniquilar con su divino poder, puede entenderse perfectamente que oró por sus discípulos, puesto que antes de su pasión les dijo que había orado para que no desfalleciera su fe19; pero a nosotros nos era más útil el ejemplo que con esto ofrecía de su paciencia, que si, destruyendo a sus enemigos sin demora, nos diera una pauta para que impacientemente nos apresurásemos a vengarnos de los malos que nos molestan, ya que se escribió: Mejor es el hombre paciente que el fuerte20. Luego las divinas palabras nos enseñan con el ejemplo del Señor cuando oímos: En lugar de amarme, me ultrajaban; yo, en cambio, oraba. Por tanto, cuando percibimos que algunos son ingratos con nosotros, no sólo no devolviéndonos los bienes, sino incluso, devolviéndonos males por bienes, nosotros debemos orar. Cristo, sin duda, oraba por los demás, ya fuesen sus enemigos inhumanos, que se ensañaban con él, o bien sus discípulos, que en sus sufrimientos, corrían el riesgo de perder la fe; y nosotros, en cambio, debemos orar primeramente por nosotros, para que, ayudándonos Dios con su auxilio misericordioso, podamos vencer nuestro impulso, que nos lleva a vengarnos cuando nos ultrajan, sean los presentes o los ausentes. Y también, al recordar la paciencia de Cristo, quien, como despertado de improviso, según sucedió aquella vez que dormía en la nave21, calma la tempestad que nos ha perturbado el corazón, nosotros, con el ánimo ya tranquilo y apaciguado, debemos orar por nuestros detractores, para que podamos decir seguros: Perdónanos a nosotros, como también nosotros perdonamos22. Pongamos de relieve que él perdonaba, ¡Él, que no tenía ningún pecado que debiera ser perdonado!
6. [v.5]. Y así continúa el salmo: Y me han ofendido con males, a cambio de bienes. Y como si le preguntásemos: "¿Con qué males, y a cambio de qué bienes?", continúa: El odio, a cambio de mi amor. Este es todo y el inmenso pecado de ellos. Porque ¿en qué pudieron dañar sus perseguidores a quien murió no por necesidad, sino por su espontánea voluntad? Sin embargo, es el odio el crimen supremo del perseguidor, aun cuando sea voluntario el sufrimiento del paciente. Queda suficientemente explicado en qué sentido en el versículo anterior dice: En lugar de amarme, y aquí dice: a cambio de mi amor, porque le debían no cualquier amor genérico, sino un amor personal y responsable como pago de su amor. Este amor lo recuerda Jesús en el Evangelio, cuando dice: Jerusalén, Jerusalén, ¡cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina congrega a sus polluelos debajo de sus alas, y tú no has querido!23
7. A continuación comienza el salmista a profetizar los castigos que recibirán por su impiedad; y las expone como si lo hiciera con deseo de venganza, siendo así que se pronostican las cosas futuras con manifiesta verdad, y que merecidamente les han de sobrevenir por la justicia de Dios. Algunos, no entendiendo esta manera de predecir el futuro, es decir, bajo la apariencia de un mal deseo, piensan que ha de devolverse odio por odio, y un deseo perverso por otro perverso, porque realmente, pocos conocen cómo agrada la pena de los inicuos al acusador, que desea gozarse de las disensiones, y, de un modo distinto, cuán distante se halla el gozo del juez, que castiga con recta voluntad los pecados. Aquél devuelve mal por mal, y éste, cuando castiga, no devuelve mal por mal, puesto que devuelve lo justo al injusto, y lo que es justo, sin duda es bueno. Luego éste castiga sin deleitarse en la desgracia ajena, lo que sería devolver mal; sino deleitándose en la justicia, lo que es devolver bien por mal. No critiquen los ciegos la luz de la Escritura, creyendo que Dios no castiga los pecados; ni los impíos o injustos se lisonjeen como si devolviese mal por mal. Oigamos a continuación qué oculta la palabra divina, y entenderemos en sus palabras, que parecen el deseo de algún mal, la predicción de quien profetiza el futuro. Puesta nuestra mente en su ley eterna, veremos a Dios que retribuye según la justicia.
8. [v.6]. Pon sobre él al pecador, y que el diablo esté a su derecha. Anteriormente el salmo se quejaba de muchos, ahora habla de uno sólo. Antes dijo: Han hablado contra mí con lengua mentirosa, y me han acorralado con palabras de odio, y me han asaltado sin motivo; en lugar de amarme, me injuriaban; yo, en cambio, oraba; y me devolvieron contra mí males por bienes, y odio a cambio de mi amor. Todo esto se refiere a muchos; pero ahora, pronosticando de qué eran dignosen pago a sus iniquidades, y qué les había de suceder, según el juicio divino, dice así: Establece sobre él al pecador, como si pusiera la mirada en aquel que se entregó a quienes, como enemigos suyos, hablaba más arriba. Y si aquí se vaticina que Judas el traidor debía ser castigado con justa pena, según afirma la Escritura en los Hechos de los Apóstoles24, ¿qué significa: Pon sobre él al pecador, si no es que pone a aquel que señala en el siguiente versículo, cuando dice: Y que el diablo esté a su derecha? Mereció que el diablo estuviera sobre él, es decir, sujeto al diablo el que no quiso someterse a Cristo. Se dijo que esté a su derecha, porque antepuso las obras del diablo a las de Dios. No en vano se denomina derecho, diestro o idóneo lo que se antepone o se prefiere, como se prefiere la derecha a la izquierda. Y por eso, de aquellos que antepusieron los goces de este mundo a Dios, (pues los mundanos llamaron bienaventurado al pueblo que posee estos goces) con toda razón se dijo: Su diestra es la diestra de la iniquidad. Y también que su boca ha hablado una fatuidad, por haber llamado dichoso al pueblo que posee estos goces, según se dijo de ellos en el mismo versículo. Sin embargo, la lengua de quien habla la verdad, y contradice lo que éstos dijeron: "Bienaventurado el pueblo que posee estos goces", debed repetir lo que sigue en el mismo salmo: Dichoso el pueblo que tiene al Señor como su Dios25; ya que el diablo no está a la derecha de ellos, sino el Señor, como se dice en otro salmo: Tenía siempre presente al Señor, porque con él a mi derecha, no vacilaré26. El diablo, en efecto, estuvo siempre a la derecha de Judas, cuando antepuso la avaricia a la sabiduría, el dinero a su propia salvación, hasta el punto de entregar a aquél por quien él debía de ser poseído, siendo así que Cristo, por quien no permitió ser poseído, pagó el rescate para no ser poseído por el otro, el diablo, cuyas obras destruyó Cristo, de quien Judas no se dejó poseer.
9. [v.7]. Que en el juicio sea condenado. No quiso ser como aquél a quien se le debe decir: Entra en el gozo de tu Señor, sino como aquel de quien se dice: Arrojadlo afuera, a las tinieblas27. Y que su oración se le convierta en pecado. Puesto que no hay oración justa si no se hacepor mediación de Cristo, a quien Judas vendió con la enormidad de su pecado; la oración que no se hace por intermedio de Cristo, no sólo no puede borrar el pecado, sino que ella misma se convierte en un pecado. Puede preguntarse cuánto habría podido orar Judas, de modo que su oración fuese un pecado. Creo que esto debería ser antes de entregarlo, cuando ya había pensado entregarlo, pues ya no podía orar poniendo a Cristo como mediador. Porque después que lo entregó, y se arrepintió de ello, si hubiera orado por medio de Cristo, habría pedido perdón, habría tenido esperanza, y teniendo esperanza, habría confiado en la misericordia; y confiando en la misericordia, no se habría ahorcado por desesperación. Por tanto, cuando se dijo: Que en el juicio sea condenado, para que no se creyese que podía haber sido librado de la inminente condenación, por la oración que había aprendido con sus discípulos, en la cual se dice: Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores; añade: Y que su oración se le tenga como un pecado, ya que no la hizo por medio de Cristo, a quien él no quiso seguir, sino perseguir.
10. [v.8]. Que sus días sean unos pocos. Sus días, dice. Se refiere a los días de su apostolado, los cuales fueron pocos, puesto que terminaron antes de la pasión del Señor, y con su crimen y muerte. Y como si se preguntase: "¿Qué sucedió con el sagrado número doce, con cuyo número quiso el Señor constituir el grupo de los Apóstoles?", añadió a continuación: Y su episcopado (su alto cargo) lo reciba otro. Esto es como si dijera: "Se le castigue a él según su merecido, y se complete el número de los doce". Si alguno quiere saber cómo se llevó esto a cabo, lea los Hechos de los Apóstoles.
11. [v.9]. Queden huérfanos sus hijos, y su mujer viuda. Evidentemente, que al morir él, sus hijos quedaron huérfanos, y su esposa viuda.
12. [v.10]. Que sus hijos anden vagabundos y mendigando. Se dijo vagabundos indicando que, por donde caminen, se moverán inseguros y faltos de todo auxilio. Y se les arroje de sus moradas. Con esto explica lo que antes dijo, anden vagabundos. Cómo sucedió todo esto a su mujer y a sus hijos, lo indican los versículos siguientes.
13. [vv.11-12]. Que el usurero se apodere de su hacienda, y que extraños dilapiden el fruto de sus trabajos. Que no tenga quien le ayude. Esto lo dice refiriéndose a su descendencia, y sobre esto mismo añade: Y que no haya quien se compadezca de sus huérfanos.
14. [v.13]. Pero como los huérfanos pueden crecer sin ayuda y sin tutor en medio de las calamidades y de la indigencia, y conservar la estirpe por la generación, continúa el salmista y dice: Que nazcan sus hijos para el exterminio, y en una sola generación se borre su nombre, es decir, lo que fue engendrado de él, ya no engendre, y que pronto desaparezca.
15. [v.14]. Pero, ¿qué quiere decir lo que se expresa a continuación: Que esté presente ante el Señor la iniquidad de sus padres, y no se borre el pecado de su madre? ¿Acaso ha de entenderse que se le han de imputar también los pecados de sus padres? Éstos ciertamente no se le imputan al que se ha vuelto a Cristo, y ha dejado de ser hijo de los malvados e imitador de sus costumbres. Con toda verdad se escribió: Imputaré los pecados de los padres a los hijos; y lo que se dijo por boca del Profeta: El alma del padre es mía, y mía es el alma del hijo; el alma que haya pecado, ésa morirá. Esto último ciertamente se dijo de aquellos que se convirtieron a Dios y no imitaron las iniquidades de sus padres, como así lo declara evidentemente el Profeta, diciendo que las iniquidades de los padres no perjudican a quienes, obrando con justicia, se hacen distintos de ellos28. Y también, a lo que se dijo en el Éxodo: Imputaré los pecados de los padres a los hijos, se añadió que me odiaron29, es decir, que me odiaron igual que sus padres. Se concluye, pues, que así como la imitación del bien genera el perdón de los propios pecados, así también la imitación del mal se adjudica no sólo los méritos propios, sino los de aquéllos a quienes imitó. Por eso, si Judas hubiera retenido aquello a lo que fue llamado, en modo alguno se le habría imputado la iniquidad de sus padres, ni la suya pasada; pero como no retuvo la adopción en la familia de Dios, sino que eligió la iniquidad de su antigua estirpe, se hizo presente ante el Señor la iniquidad de sus padres para que fuera castigada también en él, y no se le borró el pecado de su madre.
16. [v.15]. Estén siempre frente al Señor, es decir, sus padres y su madre estén siempre frente al Señor, no porque vayan a oponerse al Señor, sino para que el Señor no se olvide en éste los pésimos merecimientos de ellos cuando se los retribuya a él. Dijo frente al Señor, queriendo entender en la presencia del Señor; porque, de hecho, otros traductores han dicho "en la presencia del Señor" (in conspectu Domini), y otros "delante del Señor" (coram Domino), como se dice en otro salmo: Pusiste nuestras culpas ante ti30. Se dijo siempre, para indicar que un crimen tan grande no se perdona ni aquí ni en la otra vida. Que desaparezca de la tierra su memoria, o sea, la de sus padres y la de su madre. Llama "su memoria" a la que se conserva en la sucesión de las generaciones. De ésta profetizó que desaparecería de la tierra, ya que el mismo Judas y sus hijos, que eran como la memoria o recuerdo de sus padres y de la madre, al carecer de sucesión, como se dijo anteriormente, se extinguieron en la brevedad de una generación.
17. Alguno podrá decir: ¿Pero ha de creerse que pertenece a la pena de Judas el que, después de su muerte, su mujer y sus hijos mendiguen, anden vagabundos, sean arrojados de sus casas; que el usurero robe su hacienda, y que extraños se apoderen de todo el fruto de sus trabajos; que no haya nadie que se apiade y ayude a sus huérfanos, y además, que han de morir pronto, sin dejar sucesión? ¿O es que también los muertos sufren algún dolor por lo que pueda suceder a los suyos, después de haber él muerto? ¿O al menos ha de creerse que llegarán a conocer estas cosas en otro lugar, sea para bien o para mal, en conformidad a sus méritos? A esto respondo que es una complicada cuestión, y que no la voy a tratar ahora, puesto que supondría un trabajo demasiado largo y difícil, dilucidar si los espíritus de los muertos conocen, y hasta qué punto y en qué modo, las cosas que suceden en esta vida. Sin embargo, puede decirse brevemente y sin temor, que si los muertos no se preocuparan nada de nosotros, no habría dicho el Señor lo de aquel rico epulón que era atormentado en el infierno, y que dijo: tengo en la tierra otros cinco hermanos (...) que se les diga que no vengan también ellos a este lugar de tormentos31. Pero, en todo caso, los que pretenden interpretar esto de otro modo, deben reconocer que, aunque los muertos sepan que los suyos viven, porque no los ven en el lugar de los tormentos, donde estaba el rico, ni en el descanso de los bienaventurados, donde él reconocía a Lázaro y a Abrahán, que necesariamente sepan las cosas, alegres o tristes, que suceden a sus seres queridos. Yo, no obstante, afirmo esto: que hay pocos hombres con tales sentimientos, que descuiden o desprecien totalmente lo que, después de su muerte, les suceda a sus seres queridos mientras viven, sea bueno o malo; y que sí hay muchos que se preocupan demasiado de que, después de su propia muerte, les vaya bien a los suyos, y esto se demuestra también en el gran cuidado que se pone en la recomendación de la última voluntad y de cualquier clase de testamentos. Únicamente tienen un laudable desprecio de la permanencia de su posteridad, mediante las sucesiones de generaciones, aquellos que se mutilaron a sí mismos por el reino de los cielos, deseando que también hagan esto sus hijos, y que sean coronados con el martirio. Sin embargo, todos o casi todos los demás quieren que los suyos sean felices en esta vida, después de su muerte, y no quieren que perezca su estirpe. Por tanto, si el haber muerto tan infelizmente Judas, dejando viuda a su esposa y huérfanos a sus hijos, robándole el usurero toda su hacienda, y apoderándose los extraños del fruto de sus trabajos, y siendo echados sus huérfanos fuera de sus moradas, no encontrando quien se apiade de ellos, y pereciendo en una generación sin tener hijos; si esto llegan a percibirlo los muertos, es para ellos el colmo de los males; y si no lo perciben, es motivo de espanto para los vivos. Y si todavía se inquieta por saber de qué modo pudo tener Judas la hacienda que le robase el usurero, siendo así que seguía al Señor con los otros once, crea que él dejó a los hijos y a la esposa todo lo que poseía, de manera que no rompió sincera y definitivamente el lazo de la codicia, ya que, aun cuando parecía que lo vendía para distribuirlo a los pobres, haría, sin duda, lo que hizo Ananías después de la ascensión del Señor32. Y no temería que el Señor conociese esto en su divinidad, puesto que pensaba que le engañaba cuando sacaba de la bolsa las limosnas que en ella se habían depositado33.
18. [vv.6-15]. Pero veamos ya, si es posible con la ayuda de Dios, de qué modo puedan referirse todas estas cosas al pueblo judío, que con odio pertinaz ha perseverado aborreciendo al Señor. Habíamos dicho de este pueblo que Judas lo personificó figuradamente, como el apóstol Pedro personificó a la Iglesia. Pon sobre él —dice el salmo— al pecador, y que el diablo esté a su derecha. Como se entendió esto de Judas, así ha de entenderse de este pueblo, el cual, habiendo alejado de sí a Cristo, se sometió al diablo, de quien antepuso las insinuaciones de todas las codicias depravadas y terrenas, a la eterna salvación. Que al ser juzgado, sea condenado, porque persistiendo en la perversidad y en la infidelidad, atesora para sí la ira del día de la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios, que retribuirá a cada uno según el mérito de sus obras34. Y que su oración se convierta en pecado: porque no ha sido hecha a través del Mediador entre Dios y el hombre, Jesucristo hombre35 y sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec36. Que sus días se reduzcan a unos pocos: esto ha de entenderse referido al reino, ya que después el reino judaico no permaneció mucho tiempo. Y su alto cargo (su episcopado) lo ocupe otro. Creo que esto se puede entender convenientemente del episcopado del mismo Señor Jesucristo sobre el pueblo judío, ya que procedía, según la carne, de la tribu de Judá, y así, el Apóstol escribe: Afirmo que Cristo se puso al servicio de los circuncisos en favor de la verdad de Dios, para confirmar las promesas de los padres37. Y el mismo Señor asegura: He sido enviado únicamente a las ovejas perdidas de la casa de Israel38, y a ellas, efectivamente, se mostró visible en su carne. Y también los Magos venidos de Oriente dijeron: ¿Dónde está el recién nacido Rey de los Judíos?39 Y esto mismo fue también escrito en el título puesto sobre el crucificado. Y por eso, al querer cambiárselo los judíos, no en vano les respondió Pilato: Lo que he escrito, escrito está40. El episcopado del pueblo judío, es decir, el ministerio de nuestro Señor Jesucristo, lo recibió otro, o sea, el pueblo gentil. Que sus hijos queden huérfanos. De éstos se dice: Y los hijos del reino irán a las tinieblas exteriores41. Al perder el reino es como si hubieran perdido al padre, quedaron huérfanos, aunque también se entiende que perdieron a Dios Padre, ya que, como dice la Verdad: El que no posee al Hijo, tampoco posee al Padre42. Y su mujer, viuda. Puede entenderse por mujer la plebe, a la que, sometida, dominan los reyes, pues quedó viuda al perder el reino. Y sus hijos anden vagabundos y mendigando. Vencidos los hijos del reino judío, vagaron errantes en peligros, y, acosados por los enemigos, fueron llevados de un sitio a otro. ¿Qué es mendigar, sino vivir a expensas de los demás, como, de hecho, viven bajo los reyes de aquellas naciones a las que fueron llevados? Sean echados de sus casas. Así sucedió. Que el usurero robe toda su hacienda, es decir, la del pueblo. En lo cual ninguna otra cosa se entiende mejor que no se le perdonen sus deudas, porque sólo se perdonan por Cristo, a quien desecharon; el cual también enseñó a decir: Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores43. Se dijo toda su hacienda por "toda su vida", a fin de que no se le condone deuda alguna, es decir, ningún pecado. Y los extraños se apoderen del fruto de sus trabajos. Son el diablo y sus ángeles, ya que no atesoran en el cielo los que no poseen a Cristo. Que no haya quien le ayude. ¿Quién ayuda a quien no tiene a Cristo? Ni haya quien se apiade de sus huérfanos. No hay quien se apiade no sólo en cuanto al sostenimiento y sustento de la vida temporal, sino en cuanto a la verdadera vida, es decir, al de la eterna, de que ellos, que habiendo perdido el padre, es decir, el reino, o, habiendo perdido a Dios, a cuyo Hijo persiguieron y odiaron, permanecieron tranquilos. Que sus hijos vayan al exterminio, es decir, a la muerte eterna. Y en una sola generación sea borrado su nombre. Porque fueron engendrados, pero no regenerados, desaparecen en una sola generación, puesto que, si conociesen y retuvieran la regeneración, no serían destruidos. Sea recordada en la presencia del Señor la iniquidad de sus padres para que el Señor devuelva al mismo pueblo, que todavía persevera en la malicia de sus padres, la iniquidad de ellos. Y de hecho, él les habla así: Vosotros atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas; y poco después añade: Y de este modo, cae sobre vosotros toda la sangre justa derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel, hasta la sangre de Zacarías. Y no le sea borrado el pecado de la madre: el pecado de Jerusalén, que se somete a sus hijos, que mata a los Profetas y apedrea a los que le son enviados44. Que estén siempre ante el Señor la iniquidad y el pecado de ellos, es decir, que no desaparezcan de la presencia del Señor, castigándolos Dios eternamente. Y desaparezca de la tierra su memoria. La tierra de Dios es el campo de Dios; y el campo de Dios es la Iglesia de Dios. De esta tierra desaparece la memoria de aquéllos que, siendo ramos por naturaleza, debido a su incredulidad, se han roto45.
19. [vv.16-17]. Por no haberse acordado de tener misericordia, trátese de Judas o del mismo pueblo. Pero se entiende mejor refiriéndole al pueblo el verbo no haberse acordado. Porque, si mató a Cristo, al menos debía haberse acordado arrepintiéndose, y por lo tanto, teniendo piedad de sus miembros, a los que persiguió con inaudita pertinacia. Por eso se dice que persiguió al hombre pobre y mendigo. Puede también esto aplicarse a Judas, ya que el Señor no se desdeñó de hacerse pobre siendo rico, para enriquecernos con su pobreza46. Pero ¿cómo he de entender que fue mendigo? ¿Quizás porque dijo a la mujer Samaritana: Dame de beber47; y en la cruz: tengo sed?48 Pero en lo que sigue no encuentro el modo de aplicarlo a nuestra Cabeza, es decir, al Salvador de su Cuerpo, a quien Judas persiguió; pues, habiendo dicho: Y persiguió al hombre pobre y mendigo, continúa diciendo: Y mortificar al compungido de corazón, es decir, para mortificarlo, ya que algunos traductores así lo han expresado. Pero esta palabra, contrito, o compungido de corazón, sólo se aplica al dolor de los pecadores, manifestado en el dolor del penitente, como se dijo de aquellos que habían matado al Señor, y que, al oír a los Apóstoles, después de la ascensión del Señor, se dice que sintieron su corazón contrito. A ellos se dirigió el bienaventurado Pedro, diciéndoles entre otras cosas: Haced penitencia, y que cada uno de vosotros se bautice en nombre del Señor Jesucristo, y se os perdonarán vuestros pecados49. Pero, así como éstos se hicieron miembros de aquél cuyos miembros le clavaron en la cruz, el pueblo de los Judíos no se acordó de hacer misericordia; y así persiguió al hombre pobre y mendigo, pero en sus miembros. De estos miembros, en lo que se refiere a las obras de misericordia, el Señor dirá: Lo que no habéis hecho con uno de mis pequeñuelos, no lo habéis hecho conmigo50. Para mortificar al compungido de corazón. Él sí fue compungido de corazón, pero en sus miembros. Entre aquellos que perseguían para dar muerte al compungido de corazón, estaba Saulo, que dio su consentimiento en la muerte de Esteban, ya que también él era uno de los que se dolieron en su corazón51. Pero Saulo se acordó de hacer misericordia, y así el que por la mañana robaba, por la tarde repartió los despojos52. Y él mismo se compungió de corazón, de manera que también en él mismo persiguieron los judíos al pobre, queriendo dar muerte al compungido de corazón, en el apóstol Pablo, que, arrepentido de corazón, predicaba a quien había perseguido anteriormente. Pues él, persiguiendo para matar en sus miembros al pobre, al mendigo y al compungido de corazón, oyó desde el cielo la voz: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?; y compungido de corazón, comenzó a padecer tales torturas como las que él propinaba a los compungidos de corazón53.
20. [v.18]. A continuación prosigue el salmo diciendo: Y amó la maldición, y le sobrevendrá. Aunque Judas amó la maldición, al hurtar de la bolsa, y vendiendo y traicionando al Señor, sin embargo, más claramente la amó aquel pueblo cuando dijo: Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos54. Y no quiso la bendición, y se alejará de él. Cierto que no la quiso Judas, porque repudió a Cristo, en quien se hallaba la eterna bendición; pero más claramente no la quiso el pueblo judío, al cual dijo el ciego que recobró la vista de la mano del Señor: ¿Acaso queréis también vosotros haceros discípulos suyos? No quiso la bendición, y la tuvo como maldición, ya que respondió: Sé tú discípulo suyo55. Y la bendición se alejó de él, porque se trasladó a los gentiles. Y se vistió de maldición, como de un vestido, tanto Judas, como el pueblo. Y penetró como agua en sus entrañas. Luego estuvo fuera y dentro; fuera, como vestido, y dentro, como agua; porque cayó bajo el juicio de aquél que puede hacer perecer en la gehena tanto el cuerpo como el alma56; el cuerpo está fuera, y el alma dentro. Y como aceite en sus huesos. Con esto demuestra que se perjudicó con el deleite, y se adquirió la maldición, es decir, la pena eterna, porque la bendición es la vida eterna. Ahora, sin duda, las malas acciones deleitan, como agua que penetra en las entrañas, y como aceite en los huesos, pero se llama maldición, porque pronosticó tormentos para ellos. Pero el aceite en los huesos es maldición, cuando por eso se creen poderosos los hombres, y piensan que les está permitido cometer cualquier mal impunemente.
21. [v.19]. Séale como un vestido que lo cubre: Habiendo hablado ya de vestido, ¿qué significará esta repetición? ¿O es que la frase se cubrió de maldición como de un vestido es distinta de vestido con el que no se viste, sino que se cubre? Puesto que el hombre se viste con la túnica, y se cubre con el manto. ¿Y qué significa todo esto, sino gloriarse de la iniquidad, incluso en presencia de los hombres? Y como un cinturón, —dice— con el que siempre se ciñe. Los hombres principalmente se ciñen para quedar más libres en el trabajo, y así no les moleste el vestido con sus pliegues. Se ciñe, pues, con la maldición, no el que obra el mal por un impulso repentino, imprevisto, sino como algo premeditado, aprendiendo de este modo a hacer el mal, de suerte que se halla siempre preparado. Por esto se dice aquí: Y como cinturón, con el que siempre está ceñido.
22. [v.20]. Esta es (sea?) la obra de aquéllos que me injurian delante del Señor. No dice "su recompensa", sino su obra, porque es evidente que por el vestido, la envoltura, el agua, el aceite y el cinturón declaraba aquellas obras con las que se adquiere la maldición eterna. Luego no es únicamente Judas, sino muchos, aquellos a los que se refiere la expresión: Esta es la obra de aquéllos que me injurian en presencia del Señor. Aunque pudo usar el número plural, en lugar del singular, como cuando, muerto Herodes, se dijo por el ángel: Han muerto los que buscaban al Niño para matarlo57.Pero ¿quiénes ultrajan más a Cristo delante del Señor, que los que desacreditan las mismas palabras del Señor, diciendo que no es aquél a quien profetizaron la ley del Señor y los Profetas? Y aquéllos —dice— que hablan maldades contra mi alma, negando que él pudo resucitar cuando quiso, siendo así que dijo: Tengo poder para entregar mi vida, y poder para recuperarla de nuevo58.
23. [v.21]. Y tú, Señor, obra conmigo. Algunos han creído que debía sobreentenderse misericordia, y otros, de hecho, han añadido la palabra; pero los códices más selectos muestran lo siguiente: Y tú, Señor, obra conmigo a causa de tu nombre. Por lo cual no ha de pasarse por alto un sentido más sublime, y ha de entenderse que el Hijo le dijo al Padre: Obra conmigo, ya que las obras del Padre son las del Hijo. Por lo tanto, aun cuando entendamos que se refiere a la misericordia, puesto que salmo prosigue diciendo: porque es suave tu misericordia, con todo, ya que no dijo: "óbrala en mí", o bien "óbrala sobre mí", o algo semejante, sino obra conmigo, perfectamente entendemos que el Padre y el Hijo obran conjuntamente la misericordia en los, así llamados, vasos de misericordia59. También puede entenderse obra conmigo, como "ayúdame". Esto lo observamos en nuestro modo ordinario de hablar, cuando decimos de alguna cosa que está de nuestra parte y obra con nosotros. El Padre ayuda al Hijo en su condición de siervo, en cuanto que Dios ayuda al hombre. El Padre es Dios de este hombre, y Señor de esta forma de siervo. Puesto que el Hijo, en cuanto que es Dios, no necesita ayuda, pues igualmente es omnipotente con el Padre, y también él es ayudador del hombre. Como el Padre resucita y da vida a los muertos, así también el Hijo da vida a los que quiere60. Y no da vida a unos el Padre y a otros el Hijo, o de un modo el Padre y de otro el Hijo, pues el Hijo obra lo mismo e igualmente que el Padre. Por eso, en cuanto que el Hijo de Dios es hombre, Dios lo resucitó de entre los muertos, es decir, el Padre, a quien le dice en el salmo: Resucítame, y yo les daré su merecido61. Y en cuanto que es Dios, él mismo se resucitó, y por eso dice: Destruid este templo, y en tres días yo lo reedificaré62. Esto es lo que declaró aquí, si alguno lo examina con cuidado. Debemos tener en cuenta que mandó investigar con diligencia la Escritura, que da testimonio de él63, y no pasar por ella a la ligera. No dijo únicamente: Tú, Señor, Señor, obra conmigo, sino y tú... ¿Qué nos quiere indicar y tú, sino y yo? El hecho de no decir una sola vez Señor, sino dos veces: Señor, Señor, contiene el afecto del que ora, como cuando se dijo: Dios mío, Dios mío64. Al añadir a causa de tu nombre, después de haber dicho obra conmigo, recuerda la gracia. Pues por ningún mérito precedente de obras fue elevada la naturaleza humana a tan sublime excelencia, que todo a una, el Verbo y la carne, es decir, Dios y el hombre, se denomine Hijo unigénito de Dios. Esto se hizo para que el que había creado buscase, mediante lo que no había perecido, lo que sí había perecido; por lo cual continúa el salmo: Porque es suave tu misericordia.
24. [v.22]. Líbrame, que soy un pobre y un desamparado. La pobreza y el desamparo es la flaqueza por la cual fue crucificado. Y mi corazón está conturbado en mi interior. Esto se refiere a lo que dice al acercarse la pasión: Mi alma está triste hasta la muerte65.
25. [v.23]. Como una sombra que declina, fui eliminado. Con esto ha querido significar la muerte, puesto que la sombra que va intensificándose deriva en la noche, así de la carne mortal se deriva la muerte. Fui sacudido como las langostas. Creo que esto debe entenderse más acertadamente de sus miembros, es decir, de sus fieles. Prefirió decir, en plural, como las langostas, y no "como la langosta", para expresarlo un poco más claro, aunque bajo el singular podrían haberse entendido también muchas, como sucedió al decir: Él lo dijo, y vino la langosta66;pero no quedaría tan claro. Así que fueron sacudidos, es decir, se escaparon; de las manos de los perseguidores se escaparon los fieles, de los cuales, bajo el nombre de langostas, quiso dar a conocer que eran multitud, o que se trasladaron de un lugar a otro.
26. [v.24]. Mis rodillas se han debilitado por el ayuno. Leemos que nuestro Señor Jesucristo ayunó por espacio de cuarenta días67; pero ¿causó tan gran efecto en él aquella abstinencia, que llegó a debilitarle sus rodillas? ¿O es que esto se refiere más bien a sus miembros, es decir, a sus santos? Y mi carne se transformó por el óleo, es decir, por la gracia espiritual. Por ese motivo toma el nombre de Cristo (ungido), ya que el crisma es unción. La carne no se transformó para peor, sino para mejor, o sea, que al recibir el óleo, fue elevada de la humillación de la muerte, a la gloria de la inmortalidad. Por tanto, después de haber dicho: Mis rodillas se han debilitado por el ayuno, en lo cual creo que significó a los que parecían fuertes en sus miembros, como si hubiera desaparecido de su presencia el pan con el que se sustentaban, desfallecieron en su pasión, hasta el punto de negarlo, como sucedió con Pedro. Pero, para confirmarlos, no fuera que al sucumbir se hundieran por completo, añade: y mi carne se transformó por el óleo. De este modo, al desfallecer ellos por mi muerte, los afiancé con mi resurrección, y los ungí enviándoles el Espíritu Santo, el cual no habría descendido sobre ellos, si yo no me hubiera apartado. Pues había dicho: Si yo no me voy, el Espíritu no vendrá a vosotros68. Y el Evangelista dijo también: Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús aún no había sido glorificado69: todavía, o sea, su carne no había sido transformada. Ya sea que se simbolice el EspírituSanto por el agua, según la ablución o la irrigación; o ya sea por el aceite, mirando a la exultación y al ardor de la caridad, no es distinto de sí mismo, por ser diversos los signos. Muy distintos son el cordero y el león, y sin embargo, uno y otro simbolizan a Cristo; el león por una cosa, y el cordero, por otra. Y no obstante, Cristo no es distinto. No es fuerte el cordero, ni inocente el león, y sin embargo, Cristo es inocente como cordero, y fuerte como león. El mismo Jesucristo dice por medio de Isaías: el Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido70.
27. [v.25]. Y yo he sido para ellos objeto de burla, se entiende por la muerte de cruz. Cristo, de hecho, nos ha rescatado de la maldición de la ley, haciéndose maldición por nosotros71. Al verme, menearon la cabeza. Le vieron pendiente de la Cruz, pero no le vieron resucitado; le vieron cuando flaquearon sus rodillas, mas no cuando fue transformada su carne.
28. [v.26]. Ayúdame, Señor, Dios mío; sálvame según tu misericordia. Esto puede referirse a todo, es decir, la Cabeza y el Cuerpo; a la Cabeza, por la condición de siervo; al Cuerpo, por la misma naturaleza de los siervos. Pues pudo decir en ellos a Dios: Ayúdame, y sálvame, en los mismos en quienes dijo a Saulo: ¿Por qué me persigues?72 En lo que añadió: según tu misericordia, se da a entender la gratuidad de la gracia, que no se debe por las obras.
29. [v.27]. Y sepan que tu mano es ésta, y que eres tú, Señor, quien la has hecho. Dice sepan por aquellos por quienes oró mientras se estaban ensañando contra él, porque precisamente entre ellos, para quienes fue considerado como un oprobio, meneando sus cabezas y burlándose de él, estaban los que después creyeron en él. Los que atribuyen a Dios una forma corporal humana, aprendan de qué modo son las manos de Dios. Porque si lo hace con las manos, ¿acaso sus mismas manos las ha hecho con sus manos? ¿En qué sentido, pues, se ha dicho aquí: Y sepan que tu mano es ésta, y que eres tú, Señor, quien la has hecho? Debemos, pues, entender que la mano de Dios es Cristo. Por eso se dice en otro lugar: Y el brazo del Señor ¿a quién le ha sido revelado?73 Existía esta mano, y también a ésta la hizo, puesto que, en el principio existía la Palabra, (...) y la Palabra se hizo carne74. Existía fuera del tiempo esta Palabra según la divinidad, y no obstante, fue hecha de la extirpe de David, según la carne75.
30. [v.28]. Ellos maldecirán, y tú bendecirás. Es, pues, inútil y falsa la maldición de los hijos de los hombres, que aman la vanidad y buscan la mentira76. En cambio Dios, cuando bendice, hace lo que dice. Los que se levantan contra mí sean confundidos. Piensan que les sirve de algo levantarse contra mí; pero, cuando sea exaltado sobre el cielo, y comience a difundirse mi gloria sobre todo el orbe, se confundirán. Pero tu siervo se alegrará. Sea que, estando ya a la derecha del Padre, o que, viviendo ya ahora, en esperanza en sus miembros, en medio de las tentaciones; y después de las tentaciones, en la realidad eterna.
31. [v.29]. Cúbranse de vergüenza los que me injurian. Es decir, avergüéncense por haber hablado mal de mí. Pero esto puede también entenderse en buen sentido, si se da la corrección, por ejemplo. Y cúbranse de confusión como con una doble capa ("diploidem"). Así lo han interpretado algunos traductores, ya que "diplois" significa "manto doble". Entiéndase que se avergüencen por dentro y por fuera, o sea ante Dios y ante los hombres.
32. [v.30]. Confesaré al Señor muy fervorosamente con mi boca. La palabra nimis (demasiado, en extremo), suele aplicarse ordinariamente en la conversación latina, significando "más de lo que se debe"; contraria a ella es la palabra parum (poco), significa menos de lo que se debe. Pero nimis en griego se dice ágan, y en este versículo no aparece ágan, sino sfódra. Esto lo tradujeron nuestros intérpretes latinos unas veces por nimis (demasiado), y otras por valde (mucho, en gran manera), pero si se le da el significado de "en gran manera", puede aplicarse a la alabanza, ya que esta confesión significa alabanza. En este sentido continúa el salmo: Y en medio de una multitud lo alabaré. Dice también en otro salmo: En medio de la Iglesia te cantaré77. Pero si quien canta es la misma Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, ¿cómo canta la Iglesia en medio de la Iglesia? Así también sucede aquí, (y por eso se pregunta): "Si cuando alaba la multitud, siendo miembros de Cristo —porque son sus miembros— ¿cómo alaba en medio de la multitud, cuando —alabando estos miembros—, se dice que alaba él, por ser sus miembros? ¿Acaso alaba en medio de la multitud, porque permanece aquí en la Iglesia hasta la consumación del mundo78, de suerte que lo que dice en medio de la multitud lo entendamos de que es honrado por esa misma? Se dice, de hecho, que una cosa está en medio, cuando es ella a la que se tributa el honor principal. Y si el corazón es como el centro del hombre, la mejor interpretación de este dicho es la siguiente: en los corazones de una multitud lo alabaré. Cristo, sin duda, habita por la fe en nuestros corazones79. Por eso se dice: con mi boca, es decir, con la boca de mi Cuerpo, que es la Iglesia. Pues, con el corazón se cree para la justicia, y con la boca se confiesa para la salvación80.
33. [v.31]. Porque se puso a la derecha del pobre. Antes se había dicho de Judas: Y el diablo esté a su derecha, ya que quiso aumentar sus riquezas con la venta de Cristo; sin embargo, aquí se dice que el Señor se puso a la derecha del pobre, para que él mismo sea la riqueza del pobre. Se puso a la derecha del pobre, no para multiplicarle los años de vida, que alguna vez han de acabar; ni para aumentar su dinero, o hacerle robusto de cuerpo, o temporalmente incólume, sino para salvar —dice— mi alma de los perseguidores. Ahora el alma se salva de los perseguidores, si no consiente con ellos en el mal; y no consentirá con ellos, cuando se sitúa el Señor a la derecha del pobre para que no sucumba por la pobreza, es decir, por su debilidad. Esta ayuda ha sido ofrecida al Cuerpo de Cristo en todos los santos mártires.