SALMO 103 II

Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero, OSA

Sermón al pueblo

Cartago. Entre septiembre y diciembre del 412 (Z.); o tal vez anterior al 412 (R.); o quizá poco posterior al 411 (B.).

1. Sé que me consideráis como deudor, no por necesidad, sino, lo que es más fuerte, por caridad. Esto se lo debemos primeramente al Señor, Dios nuestro, que al habitar en vosotros, exige estas cosas de mí; después al señor y padre que se halla presente, y ordena y ora por medio de mí; y después también a vuestra insistencia, con la que forzáis mis débiles fuerzas. No obstante, en cuanto me lo conceda el Señor, que se dignará proporcionarme estas fuerzas con vuestra oración; y puesto que hace poco ya os expliqué los primeros versículos de este salmo, os explicaré los restantes; y con su ayuda, en cuyo nombre he comenzado, habré de terminarlos. Había recordado a vuestra Caridad, a los que estuvisteis presentes, que todo este salmo está entretejido de misterios y símbolos. Pero lo que se investiga con trabajo, suele ser más agradable al encontrar la solución. No penséis que estas cosas os estén escondidas por su oscuridad, sino que se os reservaron por la dificultad, para que se dé, según os he dicho con frecuencia, a los que piden, se encuentre por los que buscan, y se les abra la puerta a los que llaman1. Pero necesito de vuestra parte un poco más de silencio y también de paciencia, para que las pocas cosas que voy a decir, no ocupen demasiado tiempo por el ruido. Pues la escasez de tiempo me obliga a hablaros poco, ya que sabe vuestra Caridad que debo tener una condescendencia especial con los restos de un cuerpo fiel. Así que no me obliguéis a repetir lo ya dicho, y exponerlo de nuevo. Si no lo han oído algunos que faltaron, que no hubieran faltado; quizá les aproveche a los que asistieron, el no oír ahora de nuevo lo que ya oyeron, para que así también aprendan ellos a no faltar. Leamos, pues, rápidamente.

2. [vv.1-2]. Bendice, alma mía, al Señor. Dígalo el alma de todos nosotros, que se ha hecho una sola en Cristo: Señor, Dios mío, te has hecho sumamente grande. ¿Cómo te has engrandecido? Porque te has vestido de confesión y hermosura. Confesad, para ser embellecidos, y para ser revestidos por él. Te has revestido de luz como de un manto. Revestido de su Iglesia; porque se hizo luz en él, ella, que primero era tinieblas en sí misma, según dice el Apóstol: En otro tiempo fuisteis tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor2. Extiendes el cielo como una piel; esto se puede entender, o que hizo el cielo con tanta facilidad como tú extiendes una piel, si fácilmente puedes tomarlo al pie de la letra, o que con el nombre de piel dio a entender la autoridad de la divina Escritura, extendida por todo el mundo; teniendo en cuenta que la mortalidad se halla simbolizada en la piel, fue a través de hombres mortales como toda la divina Escriturase nos transmitió, y se divulgó su fama después de su muerte.

3. [v.3]. Cubre sus más altos lugares con aguas. Los más altos lugares ¿de qué? Del cielo. ¿Qué es el cielo? Hemos dicho que, al menos figuradamente, el cielo es la divina Escritura. ¿Y cuáles son los más altos lugares de la Escritura divina? Es el precepto de la caridad, que es el más sublime de todos. ¿Y por qué se ha comparado la caridad con las aguas? Porque la caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado3¿Y cómo es agua el Espíritu? Jesús estaba de pie y clamaba: Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba. Quien cree en mí, de su vientre manarán ríos de agua viva. ¿Y cómo probamos que esto lo dijo refiriéndose al Espíritu? Que lo diga el mismo Evangelista, ya que añade: Esto lo dijo refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él4. Él camina sobre las alas de los vientos, es decir sobre las virtudes de las almas. ¿Cuál es la virtud del alma? La caridad. ¿Y por qué camina sobre ella? Porque la caridad de Dios hacia nosotros es mayor que la nuestra para con Dios.

4. [v.4]. Que hace ángeles a sus espíritus, y fuego ardiente a sus ministros; es decir, a los que ya son espíritus, o sea, espirituales, no carnales, los hace sus ángeles, enviándolos a predicar su Evangelio. Y fuego ardiente a sus ministros. Porque si el ministro que predica no está ardiendo, no puede encender a aquél a quien predica.

5. [vv.5-6]. Afianzó la tierra sobre su cimiento. Afianzó la Iglesia sobre el fundamento de la Iglesia. ¿Cuál es el fundamento de la Iglesia, sino su cimiento? ¿Y cuál es el cimiento de la Iglesia, sino aquél de quien dice el Apóstol: Nadie puede poner otro cimiento, fuera del ya puesto, que es Cristo Jesús?5 Por tanto, sostenida con tal cimiento, ¿qué mereció oír? No vacilará por los siglos de los siglos. Afianzó la tierra sobre su cimiento; es decir, afianzó la Iglesia sobre el cimiento de Cristo. Vacilará la Iglesia si amenaza ruina su cimiento. Pero ¿cómo se conmoverá Cristo, ya que antes de venir a nosotros, y tomar nuestra carne, todas las cosas fueron hechas por él, y sin él nada se hizo6; y que todo lo contiene con su majestad, y a nosotros con su bondad? Al no vacilar Cristo, no se conmoverá por los siglos de los siglos. ¿Dónde están los que dicen que la iglesia ha sido destruida en el mundo, cuando ni siquiera puede vacilar?

6. ¿Y cómo comenzó el Señor a cimentar esta Iglesia, a revelarla, a construirla, a manifestarla, a difundirla? ¿Cómo dio comienzo a esta obra? Primeramente, ¿qué había? Él afianzó la tierra sobre su cimiento, y no vacilará por los siglos de los siglos. El abismo, como un vestido, es su manto. ¿De quién? ¿Será de Dios? Ya anteriormente había dicho de su vestidura: Rodeado de luz como de un manto. Ya veo que Dios se ha revestido de luz, y esa luz, si queremos, somos nosotros. ¿Qué quiere decir: "si queremos"? Si ya no somos tinieblas. Luego, si Dios se ha revestido de luz, ¿de quién es el abismo como un vestido? Se denomina abismo a una inmensidad de agua. Toda el agua, toda naturaleza húmeda y toda sustancia difundida por el mar, los ríos y los antros ocultos, se los llama igualmente abismo. Y así yo entiendo la tierra, de la cual se dijo: Afianzó la tierra sobre su cimiento; y no vacilará por los siglos de los siglos, es la misma de la que se dijo: El abismo, como un vestido, es su manto. El agua, realmente, es como el vestido de la tierra, que la circunda y la cubre. En tiempo del diluvio de tal modo creció ese vestido de la tierra, que llegó a cubrirlo todo, y a sobrepasar casi en quince codos los montes más altos, como lo atestigua la Escritura7. Y tal vez este salmo se refiera a este tiempo al decir: El abismo, como vestido, es su manto.

7. Sobre los montes estarán las aguas; es decir, el vestido de la tierra, que es el abismo, creció de tal suerte, que llegaron las aguas a sobrepasar los montes. Leemos, como ya he dicho, que esto sucedió en el diluvio. ¿De qué hablaba el profeta? ¿Nos contaba algo sucedido, o nos predecía realidades futuras? Si nos hubiera narrado cosas pasadas, no nos diría: Sobre los montes estarán las aguas, sino: "Sobre los montes estuvieron las aguas". Pero en la Escritura suele ponerse el tiempo pasado en lugar del futuro, ya que, previendo el Espíritu lo que ha de suceder, solemos leerlo como si ya hubiera sucedido. Según esto, se dice en otro salmo, como si se recitase en el Evangelio lo que todos conocemos: Taladraron mis manos y mis pies, y contaron todos mis huesos; y sobre mi túnica echaron suertes8. Todas estas cosas, que se divisaban aún de lejos, se narraban como ya sucedidas. Pero ¿hasta dónde llega mi solicitud; o de cuánto tiempo libre dispongo para dedicarme a esta tarea, y poder decir con certidumbre: "Esto es así"? Con frecuencia encontramos a los Profetas usando el tiempo pasado para expresar el futuro, pero difícilmente encontrará el lector que se use la forma del futuro para expresar el pasado. No me atrevo a decir que no se dé, pero invito a los estudiosos de las sagradas letras a buscarlo. Si lo encuentran, y nos lo dan a conocer a los ancianos ocupados, nos alegraremos por los estudios de los jóvenes desocupados, y al mismo tiempo aprenderemos algo de su trabajo. No rehúso aprender algo de ellos, pues Cristo enseña sirviéndose de todos. Esto, pues, dice el salmo: Sobre los montes estarán las aguas. Intentando el Profeta predecir las cosas futuras, no de narrar las pasadas, dijo esto así porque quiso presentar a la futura Iglesia en el diluvio de las persecuciones. Hubo un tiempo en que las aguas de las persecuciones cubrieron la tierra de Dios, la Iglesia de Dios; y de tal modo la cubrieron, que ni siquiera eran visibles los hombres excelsos, que son los montes. Pues cuando huían por todas partes, ¿cómo iban a dejarse ver? Quizás de aquellas aguas, emana esta voz: Sálvame, ¡oh Dios!, que las aguas han llegado hasta mi alma9; y sobre todo las aguas que forman el mar son tempestuosas e infructuosas. Pues el agua marina que cubre cualquier clase de tierra, no la fecunda, sino que la esteriliza. Estaban, pues los montes bajo las aguas, porque las aguas se hallaban sobre los montes; esto es, los pueblos, con su oposición, se habían sobrepuesto a la autoridad de todos los que evangelizaban con fortaleza por todas partes la palabra de Dios; de este modo, cubriéndolos por completo, y estando sobre ellos, decían: "Oprime, oprime", y oprimían: Destrúyelos, que desaparezcan. Decían todo esto, y prevalecían sobre los mártires, y los cristianos huían de todas partes, mientras los Apóstoles, a modo de fuga, se tenían que ocultar. ¿Por qué huían y se escondían los Apóstoles? Porque sobre los montes estaban las aguas, y el poder de las aguas era grande. Pero ¿por cuánto tiempo? Escucha lo que sigue.

8. [v.- 7]. A la voz de tu reproche huirán. Y así ha sucedido, hermanos; a la increpación de Dios, las aguas huyeron; es decir, dejaron de oprimir a los montes. Ya sobresalen los mismos montes Pedro y Pablo. ¿Y de qué modo sobresalen? Los que antes eran oprimidos por sus perseguidores, ahora son venerados por los emperadores. Huyeron, pues, las aguas ante la increpación de Dios, porque el corazón de los reyes está en la mano de Dios; y lo inclinado hacia donde él ha querido10; así, ordenó por medio de ellos dar paz a los cristianos; sobresalió y se afirmó la autoridad apostólica. ¿Acaso cuando todavía estaban las aguas encima, disminuyó la grandeza de los montes? Al contrario, hermanos míos, pues para que todos vieran la prominencia de los montes, por los cuales se dispensaría la salvación al género humano, puesto que se dijo: Levanto mis ojos a los montes, de donde me vendrá el auxilio11, a la increpación de Dios huyeron las aguas. A la voz de tu trueno se atemorizarán. ¿Y quién no se aterra ya, ante la voz de Dios emitida por los Apóstoles, la voz de Dios por las Escrituras, y por sus nubes? Se apaciguó el mar, temieron las aguas, se dejaron ver los montes, y llegó la orden del Emperador. ¿Pero quién lo habría mandado, si Dios no hubiera tronado? Porque Dios lo quiso, ellos lo ordenaron, y así sucedió. Luego ningún hombre se atribuya mérito alguno; se aterrorizaron las aguas a la voz de tu trueno. Pues, de hecho, cuando Dios lo quiso, huyeron las aguas, para no oprimir a los montes; antes de suceder esto, también los montes estaban firmes debajo de las aguas.

9. [vv.8-10]. Se elevan los montes y se abajan los campos, al lugar que les has asignado. Todavía se habla de las aguas. No tomemos aquí los montes ni los campos como algo terreno, sino como un oleaje tan grande, que se puede comparar a los montes. El mar se agitó en otro tiempo, y su oleaje fue como una montaña que llegó a cubrir a aquellos montes, los Apóstoles. Pero ¿por cuánto tiempo se elevan los montes y descienden los campos? Se ensañaron, y se aplacaron. Cuando se ensañaban, eran montes; cuando se aplacaron, se hicieron campos; pues Dios les asignó un lugar. Hay una cierta desembocadura o meandro, como un lugar profundo, al cual son recogidos, de alguna manera, todos los corazones enfurecidos de los mortales. ¡Cuántos hay ahora salados y amargos, y, sin embargo están calmados! ¡Cuántos que no quieren endulzarse! ¿Quiénes no quieren endulzarse? Los que no quieren todavía creer en Cristo; pero aun cuando haya muchos que no han creído, ¿Qué hacen a la Iglesia? En otro tiempo fueron montes, ahora son campos llanos; sin embargo, hermanos míos, también la bonanza es mar. ¿Por qué entonces no se enfurecen ahora, por qué no se ensañan, por qué no se entregan a esta actividad? Si no pueden arruinar nuestra tierra, sí la pueden cubrir. ¿Por qué no lo hacen? Escucha: Trazaste una frontera que no traspasarán, y no volverán a cubrir la tierra.

10. Y entonces, ¿Qué sucede, puesto que se ha calmado el amargo oleaje, de manera que ya se nos permite predicar libremente estas cosas; y que, al ponérsele un límite fijo, ya no lo pueden sobrepasar, ni volver a cubrir la tierra, qué sucede en esta tierra? ¿Qué obras se realizan en ella, ahora que ya la ha dejado descubierta el mar? A pesar de que las suaves olas golpean su costa, aun cuando murmuran los paganos, a pesar de que oigo el sonido de la ribera, no temo la inundación del diluvio. ¿Qué sucede, entonces, en la tierra? Tú haces brotar las fuentes en los valles. Haces brotar, dice, las fuentes en las cañadas. Ya sabéis que los valles y las cañadas son depresiones de la tierra. Los montes y los collados son opuestos por su forma a los valles y a las llanuras. Los montes y collados son los lugares más elevados de la tierra; los valles y las cañadas son las depresiones de la tierra. No desprecies estas partes humildes, ya que de ellas brotan las fuentes, pues tú haces brotar fuentes en los valles. Escucha al monte; así dice el Apóstol: Yo he trabajado más que todos ellos. Parece manifestar una cierta grandeza; pero enseguida se hizo valle, para que fluyeran las aguas: pero no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo12. No es contradictorio ser a un mismo tiempo montes y valles: se les llama montes por su grandeza espiritual, y también se les llama valles por la humildad de su espíritu. No he sido yo, dice, sino la gracia de Dios conmigo. No yo es el valle; y la gracia de Dios conmigo, la fuente. Haces brotar fuentes en los valles. Del Espíritu Santo se decía lo que hace poco os he recordado: Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba. El que cree en mí, ríos de agua viva manarán de sus entrañas. Y esto lo decía del Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él. Veamos si son valles, en los cuales brotarán fuentes. Escucha al Profeta: ¿Sobre quién descansará mi Espíritu, si no es sobre el humilde, sobre el manso, y el que acoge con temblor mis palabras?13 ¿Qué significa: Sobre quién reposará mi Espíritu, si no es sobre el humilde y el manso? ¿Quién tendrá mi fuente? El valle.

11. Entre los montes correrán las aguas. El lector ha recitado el salmo hasta aquí; sea esto suficiente a vuestra Caridad. Expondré esto, y terminaré el sermón en el nombre del Señor. ¿Qué significa: En medio de los montes correrán las aguas? Hemos oído quiénes son los montes: son los grandes predicadores de la palabra, los sublimes mensajeros de Dios, aunque vivan todavía en carne mortal: son excelsos no por su virtud, sino por la gracia de Dios; y en lo que a ellos mismos se refiere, son valles, y humildemente hacen brotar las fuentes. Entre los montes, dice, correrán las aguas. Pensemos esto como si se hubiera dicho: En medio de los Apóstoles fluirán las predicaciones de la verdad. ¿Qué significa "en medio de los Apóstoles"? Lo que se denomina medio es algo común. Lo que es común, aquello por lo que todos viven igualmente, es algo que está en medio, y no pertenece a mí; pero tampoco pertenece ni a ti, ni a mí. Por eso, hablamos de algunos hombres así: Tienen paz entre sí, se guardan la fe mutuamente, tienen entre sí caridad. Así hablamos, sin duda. Pero ¿qué significa "entre sí"? En medio de ellos. ¿Y esto qué significa? Que les es común. Escucha cómo están las aguas en medio de los montes. Puesto que les era común la fe, nadie tenía como suyas y propias las aguas. Pues, si no están en medio, son como privadas, y no fluyen públicamente; yo tengo mi agua, el otro tiene la suya; no se halla en medio lo que yo y el otro tiene; y entonces, una predicación así, no es pacífica. Pero para que corran las aguas entre los montes, escucha la voz del monte. Dice: Que el Dios de la paz os conceda estar de acuerdo entre vosotros14. Y también: que tengáis todos los mismos sentimientos, y no haya bandos ni divisiones entre vosotros15. Si tú sientes lo que yo siento, entonces correrá el agua en medio, y no tendrás nada como privado, ni yo tampoco. Que la verdad no sea ni tuya ni mía, para que sea tuya y mía. En medio de los montes correrán las aguas. Escucha al mismo monte, como ya he citado, que entre los montes correrán las aguas. Dice así: De todos modos, sea yo, sean ellos, así os predicamos, y así habéis creído16. Con toda firmeza lo dice: Sea yo, sean ellos, así os predicamos, y así habéis creído. Puesto que entre los montes corrían las aguas; ninguna discordiahabía sobre las aguas entre aquellos montes, sino la paz de la concordia, y la mutua caridad. Si alguno hubiera querido predicar otra cosa, predicaría de sus opiniones personales, no de lo de en medio. Escucha también lo que se dice sobre este tal por aquel que hizo brotar fuentes en las cañadas: El que dice la mentira, dice lo que le sale de dentro17. Así pues, para que nadie creyera que algún monte manaba de lo suyo, y no de en medio, dice el Apóstol: Si alguien os anunciara un evangelio distinto del que habéis recibido, sea maldito18. Y mira cómo no quiso presumir de monte, no fuera que quizá siendo monte, y queriendo que corriese algo emanado de él, se apartase de las aguas que fluyen por medio, pues dice: Aun cuando yo... (¡Y qué gran monte decía esto, y cuán abundante agua corría por su valle! Pero él quería que corriese entre los montes, y en lo que tenían entre sí, en medio y en común los Apóstoles, se afianzase la fe de los pueblos). Aun cuando yo, dice. ¿Pero tú, Pablo, podrás predicar algo distinto? La propuesta es de Pablo. Escucha lo que sigue: Aun cuando yo, o un ángel del cielo, os anunciase algo distinto de lo que habéis recibido, sea maldito19. Si llegara otro monte evangelizando otra cosa, sea reo de maldición; si viniera un ángel evangelizando algo diverso, sea maldito. ¿Y esto por qué? Porque quiere hacer fluir agua de fuente privada, no de las fuentes de en medio. Y es que quizá un hombre, impedido por la niebla de la carne, al estar apartado de la fuente común y entregado a su propia falsedad, pueda hacer esto; pero ¿quizá también un ángel? ¿Realmente también un ángel? Si al ángel, que hacía fluir de lo suyo propio en el paraíso, no se le hubiera hecho caso, no habríamos sido precipitados en la muerte. Allí se había situado para los hombres el agua en medio, es decir, el precepto de Dios: el agua media, el agua, en cierto modo pública, de todos, que podía ser utilizada sin fraude, y, como ya os he dicho a vuestra Caridad, pura, clara, que fluía sin cieno. Si de esa agua se hubiera bebido siempre, se habría vivido siempre. Se acercó el ángel caído del cielo, transformado en serpiente, que insidiosamente deseaba diseminar el veneno: derramó el veneno, hablando de su propia cosecha, de lo suyo; porque el que habla mintiendo, de lo suyo habla; y al prestarle atención nuestros miserables progenitores, abandonaron lo que era común, y que les hacía felices, y se dirigieron a lo suyo propio, deseando perversamente ser semejantes a Dios, (ya que la serpiente les había dicho: Probad, y seréis como dioses)20; y así, apeteciendo lo que no eran, perdieron lo que habían recibido. Por tanto, hermanos, que os sirva a vuestra Caridad para esto, lo que os he dicho sobre las fuentes: sed valles, para que broten de vosotros las fuentes, y comunicad con todos lo que de Dios habéis recibido. Que las aguas corran en medio, a nadie envidiéis; bebed, saturaos, y así, saturados, haceos fuentes que manan. Que por doquier reciba gloria el agua común de Dios, y no las mentiras personales de los hombres.