Sermón al pueblo
Cartago. Entre septiembre y diciembre del 412 (Z.); o quizá anterior al 412 (R.); o tal vez algo posterior al 411(B.).
1. Si recordáis, anteayer fuisteis abundantemente alimentados. Pero como marchasteis ávidos aun después del largo sermón, no he creído oportuno defraudar a vuestra Santidad con la deuda de hoy; por tanto, que os sirva lo de hoy como pago de la deuda, y lo de anteayer como ganancia. El salmo que ha sido leído está casi todo él compuesto de símbolos y misterios, y necesita no sólo de mi atención, sino también de la vuestra, y no pequeña, aun cuando también pueden tomarse piadosamente al pie de la letra todas las cosas que narra. En él se enumeran, si no todas, sí muchas obras de Dios, que son conocidas de todos los que las contemplan, los cuales conocen que por estas que fueron hechas, pueden ver con la mente las invisibles de Dios1. Vemos, pues, la inmensa fábrica del mundo, constituida por el cielo y la tierra y todo lo que ellos contienen. Por la hermosura y grandeza de esta fábrica amamos, aunque aún no vemos, la excelente magnificencia de su artífice, pues no cesó de poner ante nuestros ojos sus obras aquel que todavía no puede ser contemplado por la pureza de nuestro corazón, para que, viendo las que podemos ver, amemos al que todavía no podemos ver, y así, por su amor, podamos verle en algún tiempo. Sin embargo, de todas las cosas que se ofrecen el salmo, ha de investigarse también el sentido espiritual. Para investigarle nos ayudarán, en nombre de Cristo, nuestros deseos, y con ellos, como con manos invisibles, llamaremos a la puerta invisible, para que invisiblemente se nos abra, invisiblemente entremos, e invisiblemente nos sanemos.
2. [v.1]. Luego digamos rodos: Bendice, alma mía, al Señor. Hablemos todos a nuestra alma, porque el alma de todos nosotros, por nuestra única fe, es una sola, y todos nosotros, los que creemos en Cristo, por la unidad de su Cuerpo, somos un solo hombre. Bendiga nuestra alma al Señor por tantos beneficios suyos, por tantas y tan grandes dádivas de su gracia. Estos dones los encontramos en este salmo si ponemos atención, y si, con espíritu valeroso, desechamos, en lo posible, las tinieblas del pensamiento carnal, y el ojo puro de nuestro corazón, y no nos lo impida la vida presente, con sus deseos y ocupaciones, y no nos ciegue la codicia del siglo. Hemos, pues, de oír sus muchos, alegres, llenos de gozo, hermosos y apetecibles dones suyos, que ya veía en espíritu el que compuso este salmo, y con el gozo de su contemplación, lo eructaba, diciendo: Bendice, alma mía, al Señor.
3. Señor, Dios mío, te has engrandecido sumamente. Pon atención a las grandezas que va a narrar, en las que únicamente ha de ser alabado el autor de todas ellas. Te has vestido de gloria y hermosura. ¡Oh Señor Dios mío, que te has en grandecido sumamente! ¿Cómo te has engrandecido sumamente? ¿Acaso no eres siempre grande? ¿No lo eres siempre? ¿No eres siempre poderoso? ¿Eres, acaso, imperfecto, y por eso creces? ¿Es que alguna vez decaes y disminuyes? Como eres lo que es, y verdaderamente eres el ser, de aquí que manifestaste tu nombre a tu siervo Moisés, diciendo: Yo soy el que soy2,sin duda eres grande, y tu grandeza es sempiterna, pues ni comienza ni deja de existir, ni empieza con el tiempo ni sufre detrimento alguno en él: se trata de una grandeza inmutable. Luego ¿cómo te engrandeciste sumamente? Otro salmo nos lo explica, y nos dice: se engrandeció tu ciencia en mí3. Si se dice rectamente: se engrandeció tu conocimiento en mí, igualmente se dirá con rectitud: Señor, Dios mío, te has engrandecido sumamente en mí. Pero aún ha de investigarse esto. ¿Mi Dios se engrandece en mí? Entonces mi Dios se hace grande. Algo nos enseña la oración que rezamos cada día para nuestra salvación: santificado sea tu nombre4. Diariamente lo pedimos, diariamente suplicamos que esto se cumpla. Si alguno nos pregunta: "¿Qué pedís, al decir que sea santificado el nombre de Dios? ¿Es que no es siempre santo, para que ahora sea santificado?" Y sin embargo, no lo pediríamos, si no quisiéramos que se realizase. Porque una cosa es la congratulación, y otra la oración. Nos alegramos de lo que es, y rogamos para que sea lo que aún no es. ¿Qué significa, pues: santificado sea tu nombre? Si lo entendemos, entenderemos lo que aquí se ha indicado: Señor, Dios mío, te has engrandecido sumamente. "Santificado sea tu nombre" quiere decir que tu nombre sea santo entre los hombres. Pues tu nombre siempre es santo, pero para ciertos hombres malvados e impuros, todavía no es santo tu nombre. Dice el Apóstol: todo es puro para los puros, pero para los inmundos e infieles nada es puro. Si para los impuros e infieles nada es puro, pregunto la causa, y el Apóstol me responde: Porque están manchadas su mente y su conciencia5. Si nada es puro para éstos, tampoco lo es Dios, a no ser que penséis que Dios es puro para aquellos que diariamente blasfeman contra él. Si es puro deberá agradar, y si agrada debe ser alabado; pero si es blasfemado, es que no les es de su agrado; y en tal caso, ¿cómo puede ser puro el que te desagrada? Luego ¿qué pedimos, al decir santificado sea tu nombre? Que para aquellos hombres, que por su infidelidad aún no conocen el nombre de Dios, y no lo tienen como santo, lo sea para ellos aquel que lo es en sí mismo, por sí y en sus santos. Pedimos por el género humano, por todo el orbe de la tierra, por todas las naciones que, aferrándose diariamente a la controversia, defienden que Dios no es santo, que no juzga con rectitud; para que se corrijan lo antes posible, y teniendo ya recto el corazón, se encaminen a la rectitud de Dios, y adhiriéndose a él, enderezados hacia el Recto, no le censuren, sino que agrade a los rectos el que es recto, porque ¡Qué bueno es el Dios de Israel pero para los rectos de corazón!6 Y este salmista que canta, es decir, nosotros mismos, cuerpo de Cristo, miembros de Cristo, al ver cuántos beneficios ha hecho Dios al género humano, a quien antes parecía que Dios no existía, o que era falso, o que no era tan grande, al verlo en sus obras, dice: Señor, Dios mío, te has engrandecido sumamente; es decir, yo, que hasta ahora no te comprendía, comprendo que eres grande. Eres grande siempre, aun estando oculto, pero para mí fuiste grande cuando te manifestaste. Luego te engrandeciste en mí, porque ahora se engrandeció tu ciencia en mí, puesto que se ha hecho maravillosa en mí. Yo me maravillo al volverme hacia ella, no obstante que ella permanece íntegra aunque yo no la considere, o si, después de haberme vuelto a ella, me aparte. Pero yo, hecho ya grande en ella, y, de mezquino que era, me he hecho íntegro en ella, me maravillo de no haberla conocido antes; no porque ahora se hizo grande desde que la conocí, sino porque yo me he hecho grande al conocerla. Es hora ya de que pongas atención, y verás cuánto se ha sumamente engrandecido el Dios que siempre es grande: porque se ha engrandecido sobremanera en sus obras para con nosotros.
4. Te has vestido de humillación y de hermosura. Antepone la confesión a la hermosura, que está en la belleza. Si buscas la belleza, buscas algo bueno. Pero ¿por qué, oh alma, buscas la belleza? Para que te ame tu esposo, pues fea le desagradas. ¿Cómo es él? El más hermoso de los hijos de los hombres. Tú, fea, quieres besar al hermoso, pero no ves que estás llena de iniquidades. No obstante en tus labios se ha derramado la gracia. Así se dijo de él: Eres el más bello de los hombres, en tus labios se ha derramado la gracia; por eso te han amado las doncellas7. Luego existe un hermoso, un bello sobre los hijos de los hombres; y, aunque es Hijo del hombre, es bello más que los hijos de los hombres. ¿Es a éste a quien quieres agradar, tú, alma humana; tú, única entre muchos? Oigamos a la Iglesia; porque los que la formaban tenían una sola alma y un solo corazón, orientados hacia Dios8; a ésta se refiere el salmo. ¿Quieres agradarle? No podrás mientras permanezcas deforme. ¿Qué harás para ser hermosa? Lo primero, que te desagrade tu deformidad, y entonces merecerás conseguir la hermosura de parte de aquel a quien, hermosa, quieres agradar, pues es tu reformador aquel que fue tu formador. Así que primero mira qué eres, para no atreverte, siendo fea, a ir en pos de los besos del bello. ¿Y qué he de mirar para verme? Dios te proporcionó el espejo de la Escritura. En ella se lee: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios9. En esta frase se ha colocado un espejo ante tus ojos. Mira a ver si eres lo que él dice; si aún no lo eres, laméntalo para que lo seas. El espejo te presenta tu rostro verdadero. Y como ves que no te adula, tampoco tú debes adularte. Él te muestra la belleza que tienes; mírate a ver cómo eres, y si te desagrada, procura no ser así. Pues si, siendo fea, a ti misma te desagradas, ya vas agradando al que es bello. ¿Por qué? Porque al desagradarte tu fealdad, comienzas a agradarle a él por la humilde confesión, como se dice en otro lugar: Comienza a alabar al Señor con la confesión10. Primero confiesa tu fealdad: la fealdad del alma por los pecados y las iniquidades. Acusando tu fealdad, comienza a confesarte, y por la confesión comienzas a ser embellecida. ¿Por quién? Por el más hermoso de los hijos de los hombres.
5. No obstante, para hacerla hermosa, me atrevo a decir que amó también a la fea. ¿Qué quiere esto decir? Que Cristo murió por los impíos11. ¿Qué vida te reservará para ti, ya justificado, el que se ha entregado a la muerte por el impío? Ya veis cómo es el hermoso, el más bello de los hijos de los hombres, por ser el más justo de los hijos de los hombres, por venir a la fea para hacerla hermosa (me atrevo a decirlo porque lo encuentro en las sagradas Escrituras), se hizo él feo. No me hagáis caso en lo que he dicho, si en esta afirmación he tropezado temerariamente. He dicho primero que "amó también a la fea", y esto podría parecer ofensivo para algunos que lo aman, si no me hubiera precedido algún testimonio. Y yo he dicho lo que dice el Apóstol. ¿Quieres saber cómo amó a la fea?: Cristo murió por los impíos. Pero ¿cómo probaré lo que acabo de decir, siendo así que la divina Palabra me dice que es el más hermoso de los hijos de los hombres? Porque leo también en la divina Escritura: Le vimos, y no tenía aspecto ni hermosura. El más hermoso de los hijos de los hombres: lo vimos y no tenía aspecto ni hermosura12. No dice: "No lo hemos visto, y por eso no sabemos si tenía aspecto y hermosura", sino que dice: Le vimos y no tenía aspecto ni hermosura. ¿Dónde lo vio el que dijo una y la otra afirmación? Escucha al que afirmó que era el más hermoso de los hijos de los hombres. Si me preguntan dónde lo vi, yo respondo: En su naturaleza divina. ¿Y cómo lo pudiste ver en su naturaleza o condición divina? Porque las cosas invisibles de Dios se dejan ver a la inteligencia a través de sus obras13. Bien, muy bien. He entendido y conocido a quién viste, dónde lo viste y por medio de qué lo viste. ¿A quién viste? A nuestro esposo. ¿Cómo lo viste? Como el más hermoso de los hijos de los hombres. ¿Y dónde lo viste? En su condición divina. ¿Por medio de qué lo viste? Por las cosas que se contemplan hechas por él. Veamos lo que dice de él el otro profeta, pero no otro espíritu, ya que no se contradicen entre sí. Aquél nos lo presentó como el más hermoso de los hombres; éste nos lo muestra de otro modo, al decir: Le vimos, y no tenía aspecto ni hermosura. El apóstol San Pabloconcilia a ambos profetas, ya que en un mismo párrafo ofrece el testimonio de ambos. En él leo que es el más hermoso de los hombres, cuando escribe que, siendo de condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; y también leo lo que vio el otro profeta: que no tenía aspecto ni hermosura, cuando añadió que se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo, haciéndose uno de tantos, y presentándose como un hombre cualquiera, se humilló haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz14. Con razón le vieron sin aspecto ni hermosura. Con razón movían la cabeza ante la cruz, diciendo: "¿Es éste de verdad el Hijo de Dios?" Si es el Hijo de Dios, que baje de la cruz15. No tenía aspecto ni hermosura. Y también os digo a vosotros, los que meneáis la cabeza ante la cruz, porque no os agrada su falta de belleza y hermosura, y no queréis volverla hacia aquella cabeza que pendía de la cruz. Con razón se agita la cabeza de los que se mofan hasta de que él mismo sea Cabeza de los que lo insultan. Mirad cómo recobra la hermosura, y gran hermosura. Ya ves que es menos lo que tú dices, que lo que él hizo. Tú dices: Si es el Hijo de Dios, que baje de la cruz. No descendió de la cruz, pero resucitó del sepulcro.
6. ¡Oh alma!, no puedes ser bella si no confiesas tu fealdad a aquél que siempre es hermoso, y que por ti dejó de serlo por algún tiempo. Si temporalmente no fue hermoso, en la condición de siervo jamás dejó la hermosura que tenía en su categoría de Dios. Luego tú, Iglesia, tienes belleza, pues se te dice en el Cantar de los Cantares: ¡Oh hermosa entre las mujeres!16 Y de ti se dice también: ¿Quién es ésta, que sube blanqueada?17 Iluminada. No blanqueada con artificio, como si fueras maquillada, como se blanquean o pintan las mujeres que quieren aparecer lo que no son; no blanqueada como una pared blanqueada18, puesto que, como dice el Apóstol, la pared blanqueada, la hipocresía y el fingimiento serán destruidos. La pared blanqueada, por fuera es espléndido tuco, y por dentro todo es barro. Luego, no fue la Iglesia así blanqueada, sino blanqueada, iluminada, porque no fue blanca por sí misma. Primeramente —dice el Apóstol— fui blasfemo19; y dice también: en algún tiempo fuimos por naturaleza hijos de la ira, como los demás20. Pero nos sobrevino la gracia que ilumina y da esplendor; primero fuiste negra, pero te has hecho blanca por la gracia de Dios. Fuisteis en algún tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor, dice el Apóstol21. Por eso se dice también de ti: ¿Quién es ésta que sube toda blanca? Ya eres admirable, ya apenas se te puede contemplar. Pues es propio del que admira decir: ¿Quién es ésta que sube blanqueada, tan hermosa, tan iluminada, tan sin mancha ni arruga?22 ¿No es la misma que yacía en el cieno de la iniquidad? ¿No es la yacía en la adoración de los ídolos? ¿No es ésta la que se hallaba en medio de la inmundicia de toda concupiscencia y deseo carnal? Luego ¿Quién es ésta, que sube toda blanca? Fíjate a ver quién es aquel que por ella no tenía aspecto ni hermosura, y comprenderás la belleza de esta claridad. Si te admiras de su humildad, no te maravillarás de la grandeza que tiene, recibida de él. ¿Cuánta felicidad no tendrá esta blanqueada, ya que, siendo negra, el Hermoso se despojó de su hermosura, para morir por los impíos? Luego el Señor Dios nuestro se vistió de confesión y esplendor; se vistió de la Iglesia, pues la Iglesia misma es confesión y esplendor. Primero confesión, y después esplendor; confesión de los pecados, y esplendor de una recta conducta: Te has vestido de confesión y esplendor.
7. [v.2]. Rodeado de luz como de un vestido. Así es el vestido de la que ya os dije que no tiene mancha ni arruga. Se llama luz, y esto también os lo he dicho: Fuisteis en otro tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor. No está, pues, en vosotros: en vosotros sois tinieblas, pero en Dios sois luz. Luego se cubre de luz como de un manto. Extiende el cielo como una piel. Ahora nos quiere exponer, bajo algunas imágenes misteriosas, de qué modo se vistió de la Iglesia como de un manto de luz. Oigamos cómo fue hecha luz la Iglesia, cómo fue hecha sin mancha ni arruga, cómo fue pura y blanca, cómo fue hecha esplendente con el vestido de su esposo, manteniéndose unida a él. Extiende el cielo como una piel. Esto ciertamente lo veo. Pero ¿quién extiende el cielo que contemplamos con nuestros ojos carnales? Dios. Si tomas al pie de la letra lo extiende como una piel, significa la facilidad con que él hace las obras. La debilidad humana hace que un hombre cualquiera, al construir una pequeña bóveda, lo hace con un gran esfuerzo, con sumo trabajo y gran dificultad, empleando un prolongado tiempo. Y para que no pensases que con Dios ocurría lo mismo, presentó cierta facilidad a tu entender, a fin de que por esto no vayas a pensar que él extendió el cielo como tú extiendes el tejado de tu casa, sino que con la facilidad con que tú extiendes una piel, extiende él tan inmenso cielo. Maravillosa facilidad, y, sin embargo aún el Espíritu te habla a ti, tardo de ingenio; a ti, sí, rudo, te habla el Espíritu, porque ni tampoco Dios extendió el cielo, como tú extiendes la piel. Pues, si se la extendiera así, deberías poner ante ti una piel arrugada o plegada; di que se extienda; extiende con tu palabra la piel: "No puedo", dices. Luego en el despliegue de la piel hay una inmensa distancia entre la facilidad de tu obrar y la de Dios. Él lo dijo, y fueron hechas todas las cosas23. Dijo: Hágase el firmamento entre agua y agua, y así se hizo24.Tomando por ahora esto, según tu entender al pie de la letra, significa la facilidad del obrar de Dios.
8. Si queremos descubrir algo que se halla figuradamente oculto, y llamar a esta puerta cerrada, entenderemos por cielo la santa Escritura, en lo que se dice que Dios extendió el cielo como una piel. Dios colocó primeramente en su Iglesia esta autoridad; por ella comenzó a esclarecerse lo restante. Colocó, pues, el cielo y lo extendió como una piel, y no en vano como una piel: primeramente se divulgó y extendió como una piel el rumor de los predicadores; la piel simboliza la mortalidad. De aquí que los dos primeros hombres, nuestros padres, autores del pecado del género humano, Adán y Eva, en el paraíso, al transgredir, por sugestión e insinuación de la serpiente, lo que Dios les había ordenado, despreciando de este modo su precepto, fueron hechos mortales y arrojados del paraíso. Para significar su mortalidad, fueron vestidos con túnicas de piel25, y las pieles se suelen extraer sólo de animales muertos. Luego bajo el nombre de piel se simboliza la mortalidad. Pero si aquí se prefiguró, bajo el nombre de piel, la divina Escritura, ¿cómo hizo Dios el cielo de piel, y extendió el cielo como una piel? Porque quienes nos predicaron la Escritura fueron mortales. La Palabra o el Verbo de Dios, es el mismo siempre; inmutable e indeficiente. Vedlo aquí: En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios26. ¿Acaso entonces lo era, y ahora no lo es? Sí, lo es, y siempre lo será. Luego, si es Palabra de Dios, Dios junto a Dios, examínala, léela, si puedes. Pero ¿qué dices? ¿Que ella está arriba, y por eso no puedes leerla? La Palabra, el verbo de Dios está en todas partes, abarca del uno al otro confín con fortaleza, yalcanza a todas las cosas, debido a su pureza27. Estaba en este mundo, y el mundo fue hecho por ella28; y cuando vino, aquí estaba. Vino en la carne, pero sin separarse jamás de la divinidad. ¿Por qué, entonces, te era imposible leerla? Porque el mundo, establecido en la sabiduría de Dios, no conoció por la sabiduría a Dios. En ella están afianzadas todas las cosas, y, si ella se retira, se hacen nada; constituido en ella, no podías reconocer por la sabiduría a Dios; luego era necesario lo que sigue: Dios tuvo a bien salvar a los creyentes por la locura de la predicación29. Si por la locura de la predicación habían de ser salvados los creyentes, Dios eligió algo mortal, eligió a hombres mortales que habían de morir. Empleando la lengua mortal empleó sonidos mortales; y, por lo mismo se te hizo cielo, para que en lo mortal conocieras la Palabra inmortal, y te hicieses tú también inmortal por la participación de la misma Palabra. Vivió Moisés y murió, pues Dios le dijo: Sube al monte y muere30. Murió Jeremías, y otros muchos profetas murieron; pero las palabras de los muertos, como no eran de ellos, sino de aquél que hablaba por ellos, y que extiende el cielo como una piel, permanecen hasta nuestra posteridad. Mirad cómo el Apóstol, que murió y dijo: Deseo morir y estar con Cristo, pues esto me es mucho más ventajoso31, vive ahora con Cristo, como todos los demás profetas. Pero de qué medio se sirvió Dios para ofrecernos lo que leemos? De algo que había de morir, de la boca, la lengua los dientes, las manos. Todos estos miembros con lo que ejecutó el Apóstol cuanto leemos, son instrumentos corporales, que obran impulsados por el alma, a la que Dios le daba órdenes; por eso se extendió el cielo como una piel. Nosotros ahora, cuando se extiende el cielo, leemos debajo del cielo como debajo de la piel de la divina Escritura. Más tarde se plegará el cielo como un libro32. No en vano, hermanos, dice aquí que se extenderá el cielo como una piel, y allí que se plegará como un libro, pues también allí se nos ha prefigurado algo. Por lo que refiere a la divina Escritura, se extiende la palabra de los muertos. Luego se extiende como piel, y se extiende mucho mejor como piel en cuanto que ellos han muerto. Porque después de la muerte se hicieron más conocidos los profetas y apóstoles, ya que mientras vivieron no eran tan conocidos: únicamente Judea tuvo profetas vivos; y una vez muertos, todas las gentes los tuvieron. Viviendo, aún no se había extendido la piel ni el cielo de suerte que cubriese toda la tierra. Luego extendió el cielo como piel.
9. [v.3]. Cubre sus partes superiores con aguas. Leemos esto, y se entiende muy bien al pie de la letra. Pues, cuando mandó que se hiciera el firmamento entre aguas y aguas, se hizo que hubiera aguas bajas que bañan la tierra, y aguas altas, lejanas de la mirada de los hombres; y no obstante, encomendadas a la fe. Y las aguas, dice, que están sobre los cielos, alaben al Señor, porque él lo dijo y fueron creadas; él lo mandó, y existieron33. Queda, por tanto, explicado el sentido literal de la frase: Cubre sus partes superiores con aguas. ¿Qué significan simbólicamente? Como hemos tomado la piel por la sagrada Escritura, y también por la autoridad de la divina Palabra, que se administró por los mortales, de los que, muertos, se extiende la fama de su administración, preguntamos de qué modo se entiende figuradamente también: Cubre sus partes superiores con aguas. ¿De qué partes superiores se trata? Del cielo. ¿Y qué simboliza el cielo? La sagrada Escritura. ¿Cuáles son los lugares más elevados de la divina escritura? ¿Cuál es lo más alto que encontramos en la santa Escritura? Pregunta a San Pablo y te lo dirá: Os voy a mostrar un camino más excelso34. ¿A qué llama camino más excelso? Aunque yo hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que suena o unos platillos estridentes35. Pero si no puede hallarse en la santa Escritura nada más excelso que el amor, ¿cómo se cubren con aguas los más altos lugares del cielo, siendo así que el precepto del amor es el lugar más eminente de la Escritura? Mira cómo: el amor de Dios —dice el Apóstol— ha sido derramado en nuestros corazones, por el Espíritu Santo que se nos ha dado36. Entiende ya en el amor del Espíritu Santo, por el nombre de derrame, las aguas. Estas son las aguas de las que se dice en otro pasaje de la Escritura: corran tus aguas por tus plazas; ningún extraño participará de ellas37. Todos los extraños del camino de la verdad, ya sean paganos, judíos, herejes y cualquier mal cristiano, pueden tener muchos dones, pero no el del amor. ¿Por qué éste es un don especial? Para no hablar de otros dones externos que reciben los hombres, mencionaré el hacer salir el sol sobre buenos y malos38, el cual ciertamente es don de Dios, y don común no sólo para los buenos y malos, sino también para las bestias y las fieras. El mismo existir, vivir, ver, sentir, oír y los demás dones que acompañan al ejercicio de los sentidos, son dádivas de Dios; pero mirad a cuáles y cuántos son comunes, aun a aquellos que no quieres imitar. Asimismo, los hombres pésimos poseen también agudo ingenio: los desenfrenados cómicos, por ejemplo, no carecen de la lábil destreza de las artes, los ladrones tienen también riquezas; también están casados y tienen numerosos hijos muchos hombres malos. Nadie niega que todos éstos son dones excelentes de Dios; pero mirad a quiénes son comunes. Dirijamos ahora la mirada a la misma Iglesia: el don de los sacramentos que se da en el bautismo, en la eucaristía y en los otros sacramentos, ¿qué bien es? Este bien fue también recibido por Simón Mago39. La profecía ¿qué bien es? También profetizó Saúl, rey malo, y profetizó cuando perseguía al santo David. Fijaos que no dije que profetizó después de haber perseguido, pues quizá después de haberlo perseguido habría hecho penitencia, y se habría hecho digno de recibir el espíritu profético. No profetizó después o antes de perseguirle, sino en la persecución. Envió a sus criados a apresar a David, y, hallándose David en esa circunstancia entre los profetas con el santo Samuel, llegaron los emisarios de Saúl, y, recibiendo el espíritu profético, profetizaron. Quizá se acercaron a él con buen ánimo, o llevados por la necesidad de su oficio, o con intención de no cumplir lo mandado. Entonces Saúl envió a otros emisarios; les sucedió lo mismo, lo cual ha de interpretarse como lo anterior. Viendo que tardaban, vino él mismo enfurecido, respirando muerte y sediento de la sangre del santo inocente, con el que se mostraba ingrato, y también se apoderó de él el espíritu profético y profetizó40. Luego no se jacten quienes tal vez tuvieron este don de Dios o el santo bautismo sin poseer el amor. Vean más bien la disposición que han de tener con Dios quienes no usan santamente de las cosas santas. Del número de éstos han de ser aquéllos que dirán: Profetizamos en tu nombre; y no se les dirá: "Mentís", sino: No os conozco; apartaos de mí, obradores de iniquidad41.¿Por qué? Porque aunque tenga toda clase de profecía, si no tengo amor, nada soy42. Profetizó Saúl, pero obraba iniquidad. ¿Quién obra iniquidad? El que no tiene amor. El amor es la plenitud de la Ley43. Luego cubre con aguas sus partes más elevadas. ¿Qué dijo?En todas las Escrituras el camino más elevado, y el puesto más sublime lo ocupa el amor. Sólo los buenos la anhelan; los malos no participan, como nosotros, de él; pueden participar del bautismo, pueden participar de otros sacramentos, pueden participar de la oración, pueden hallarse dentro de estas paredes y formar parte de esta asamblea, pero no participan del amor con nosotros. Esta es la fuente genuina de todos los bienes y de todas las cosas santas, de la cual se dice: Ningún extraño participará contigo. ¿Quiénes son los extraños? Todos los que oyen: No os conozco. Pues, si no son conocidos, sin duda son extraños. Luego el supereminente camino del amor comprende a los que verdaderamente pertenecen al reino de los cielos. Por tanto el precepto del amor está por encima de todos los cielos y de todos los libros, a él se le someten todos los libros, y le sirven todas las palabras de los santos, y todos los movimientos, sea del alma o del cuerpo, de todos los administradores de Dios. Así que el camino es excelentísimo, y con razón se cubren los más altos lugares del cielo con agua, porque nada encuentras más sublime en los divinos libros que el amor.
10. Pero escucha todavía con más claridad qué sea el agua. Hemos dicho que el amor se derramó en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que se nos ha dado. Dijimos también que tus aguas correrán por tus plazas. Y quizá alguno me diga: "Pero en esto no se dijo expresamente que debamos entender por agua el amor. ¿Y si otro entiende por ella otra cosa?" Recuerda únicamente lo que dice el Apóstol: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones. ¿Por quién? Por el Espíritu Santo que nos ha sido dado44. Escucha también al Señor, Maestro de los apóstoles: Si alguno tiene sed, que venga y beba. Que prosiga todavía: Quien cree en mí, de su vientre manarán ríos de agua viva. ¿Qué significa esto? Que lo explique el Evangelista: esto lo decía, afirma, por el Espíritu que habían de recibir los creyentes en él. Pues aún no había sido dado el Espíritu, porque Jesús todavía no había sido glorificado.Luego, hermanos, si todavía no había sido dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado, tan pronto como lo fue y subió al cielo, se envió el Espíritu Santo45, y los apóstoles fueron inundados de amor, el cual se difundió en sus corazones por el Espíritu Santo que les fue dado, porque los lugares más altos del cielo se cubren con aguas. Y esto bien se entiende, porque el Señor subió al cielo para estar sobre los cielos y enviar desde allí el amor, ya que Dios no cubre de modo que sea como sustentado por aquel a quien cubre; él sustenta a quien cubre, y no es sustentado por él. Luego de tal modo cubre el cielo con aguas, que más bien lo sustenta por el divino Espíritu. Lo que sustenta está arriba, lo sustentado abajo; aquello sustenta, esto cuelga. Si aquello sustenta y esto pende, fíjate cómo el cielo de las Escrituras pende del amor. Se trata, evidentemente, de aquellos dos conocidísimos preceptos del amor: de estos dos preceptos pende toda la Ley y los Profetas46. Cubre sus más altos lugares con aguas.
11. Él utiliza las nubes para ascender. También esto se entiende en sentido literal. El Señor subió visiblemente al cielo. ¿Cómo utilizó las nubes para subir al cielo? Después de haber dicho estas cosas —nos dice S. Lucas—, una nube lo envolvió47. También está anunciado de nuestra resurrección: Y los muertos en Cristo resucitarán los primeros; después también nosotros, los que vivimos, seremos arrebatados junto con ellos en nubes, al encuentro con Cristo en el aire, y así estaremos siempre con el Señor48. He aquí las nubes para subir al cielo. Mostraré también las nubes que sirven de ascenso a este otro cielo, es decir, al de las santas Escrituras. ¿Qué significa esto, hermanos? ¡Ojalá que el Señor, mi Dios, se digne contarme entre aquellas nubes, cualquiera que sea! Que vea él cuán oscura nube soy; debéis, no obstante, recibir a todos los predicadores de la palabra de la verdad, como nubes. Y entonces, cualquier débil que no pueda subir a este cielo, es decir, al conocimiento de la Escritura, suba por medio de las nubes. Quizá os acontece esto a vosotros ahora, ya que si algo logro, si mi sudor y esfuerzo no es infructuoso, subís al cielo de la divina Escritura por medio de mi predicación. ¡Qué elevado era el cielo en este salmo! Ninguno de vosotros sabía cuál era el significado simbólico de: Extiende el cielo como una piel; cubre los más altos lugares con aguas. Y esto mismo que se dijo que emplea las nubes para subir, ya lo habéis entendido vosotros habiéndolo dicho yo, pero porque el Señor me lo concedió, pues las nubes no llueven por su propia virtud. Y vosotros al entenderlo, subid y dad frutos gracias a este mismo conocimiento, no seáis como aquella viña, de la que se dice por el profeta: Mandaré a mis nubes que no lluevan sobre ella. Se le acusaba a una viña de que en lugar de dar uvas, dio espinas, mostrándose desagradecida a la fecunda lluvia. El que oye cosas buenas, y practica obras malas, es regado por la lluvia fructífera, pero produce espinas. No tenemos que sospechar, hermanos, que el Señor se refirió a alguna viña terrena y visible, porque el mismo Señor, para que no se amparase la excusa de la iniquidad bajo la oscuridad del discurso, declaró a qué viña se refería por las palabras del mismo profeta: La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel. ¿Porqué andan vagando, ¡oh malvados!, vuestros corazones, por los montes y los collados de los viñadores? Sé, dice, de qué viña estoy hablando, sé dónde buscaba uvas, y encontré espinas. Sin motivo sospecháis insistentemente, negándoos a entender para no veros forzados a obrar bien, ya que así se escribió: No quiso entender para obrar bien. Arrojad de en medio de vosotros todas vuestras conjeturas: la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, y el varón de Judá, pimpollo amado49. Amado cuando fue plantado, y condenado cuando produjo espinas. Pero, hermanos, ¿es que la casa de Israel fue esta viña, y no somos viña también nosotros? Oigamos con temor lo que vimos que se dijo a los judíos. Observad cómo atemoriza el Apóstol a los ramos injertados, valiéndose de los ramos desgajados, de forma que en los quebrados recuerda que debe ser temido el castigo, y en los injertados debe ser amada la bondad50. No seas infructuoso en la bondad, ni recibas estérilmente el castigo. "Pero no soy vid", me dices. Entonces, ¿a qué viene esta afirmación del Señor: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos, y mi Padre es el agricultor?51 Aquí está la sentencia de Apóstol: ¿Quién planta una viña y no recoge frutos de ella?52 Eres, pues, tú viña, ¡oh Iglesia!, y tienes a Dios como agricultor. Ningún agricultor hace llover sobre su viña. Luego, carísimos hermanos, entrañas de la Iglesia, prendas de la Iglesia, hijos de la madre celestial, escuchad mientras hay tiempo. Dios amenazó a aquella viña con una atrocísima amenaza: Mandaré, dice, a mis nubes que no lluevan sobre ella. Y así sucedió, pues se acercaron los apóstoles a los judíos y fueron rechazados; pero les dijeron: Fuimos enviados a vosotros; pero como habéis rechazado la palabra de Dios, nos vamos a los gentiles53. Ya veis de qué modo, en nombre del Espíritu de Dios, disponiéndolo interiormente él, que habita en el corazón de los suyos, mandó a las nubes que no lloviesen sobre la viña; que al esperar que produjese uvas, engendró espinas. Por tanto empleó las nubes para su ascensión, y extendió el cielo como una piel. No tenéis motivo de queja. La autoridad de la sagrada Escritura se extendió sobre todo el orbe; no faltan nubes, se predica la palabra de la verdad, se exponen todas las cosas oscuras para que vuestros corazones suban mediante las nubes. Mirad cómo creéis, qué es lo que recibís. Después del predicador vendrá el juez, después del dador vendrá el recaudador. El pone las nubes para su ascenso.
12. Él camina sobre las alas de los vientos. Tomar esto en sentido literal es arriesgado. ¿Y qué son las alas de los vientos? ¿O como en una pintura, nos debemos imaginar nosotros a los vientos que vuelan teniendo alas? El viento que percibimos, hermanos, no es otra cosa que lo que sentimos, un movimiento o corriente del aire, que arrastra lo que puede, según su fuerza. ¿Y qué son las alas de los vientos? ¿Y qué son también las alas de Dios? Y, no obstante, se dice: Esperarán a la sombra de tus alas54. Intentemos, pues, tomar también esto al pie de la letra, como sucedido realmente en esta criatura. Quizá en esto quiera significar la Escritura la velocidad de la palabra. De esta velocidad hace ya tiempo hemos hablado en otro salmo, donde está escrito: Con gran velocidad corre su palabra55. Porque nada más veloz que el viento conocen los hombres. Así como se simbolizaba aquella facilidad de las obras de Dios en extender la piel, ya que nada es más fácil al hombre que extender una piel; así también aquí, insinuando a Dios o a su Palabra, presente en todas partes, no queriendo dejar de lado el movimiento más veloz, el del viento, porque tú no conoces algo más veloz que el viento, dice: Camina sobre las alas de los vientos, es decir, su velocidad supera la del viento. De esta manera comprenderás que las alas de los vientos son la velocidad del viento, y que la palabra de Dios es más veloz que cualquier viento. Y esto así, a primera vista, de una forma superficial, entendiéndolo en sentido literal: busquemos algo más íntimo, y estas palabras no darán a conocer algo en sentido figurado.
13. Por vientos entendemos simbólicamente, sin ser un absurdo, las almas; no porque el viento sea alma, sino porque es invisible; y aunque es algo corpóreo que arrastra los cuerpos, escapa a la mirada del ojo humano. El alma es también invisible; por eso correctamente entendemos por viento las almas. Por eso se dice que Dios, en la formación del hombre, sopló un espíritu de vida sobre él: Y el hombre se convirtió en un alma viviente56. Con razón se toman de forma alegórica los vientos como las almas. Y al citar yo la palabra alegoría, no vayáis a pensar que me he referido a alguna pantomima teatral. Hay algunas palabras, que como palabras que son, y que proceden de la lengua, son comunes a nuestra expresión y a la del arte cómico e indecoroso. A pesar de todo, estas palabras se utilizan oportunamente en la Iglesia y también en el escenario. Yo no he dicho más que lo que dice el Apóstol, cuando refiriéndose a los dos hijos de Abrahán, dice que hay en ellos una alegoría57. Se dice alegoría a lo que suena de un modo y significa otra cosa distinta de cómo se entienden las palabras. Por ejemplo a Cristo se le llama Cordero58. ¿Es, acaso, un animal? A Cristo se le llama León59. ¿Es acaso una fiera? Se le llama a Cristo piedra60. ¿Tiene, tal vez, esa dureza? También se le llama monte61. ¿Es acaso un montón de tierra? Y así muchas otras que suenan de un modo y significan algo distinto; a esto se le llama alegoría. El que piense que yo empleé la palabra alegoría, tomándola del arte teatral, mire también cómo el Señor empleó el término parábola tomándola del anfiteatro. Comprendéis qué proporciona la ciudad en la que abundan los espectáculos; en el campo hablaría sin inquietarme, pues los hombres no habrían sabido allí qué es la alegoría, si no la hubieran aprendido de la Escritura de Dios. Luego, al decir que la alegoría es una figura, decimos que es un misterio figurativo. ¿Y qué hemos de entender en lo que se dice: Sube sobre las alas de los vientos? Hemos dicho que con toda rectitud se toman los vientos por las almas. ¿Cuáles son las alas de los vientos, o sea, las alas de las almas? Aquellas por las que se elevan a lo alto. Luego las alas de las almas son las virtudes, las buenas obras, los hechos rectos. Todas estas alas se reducen a dos, como en dos se contienen todos los preceptos. Cualquiera que ame a Dios y al prójimo, tiene su alma dotada de alas, y vuela con santo amor hacia el Señor teniendo libres las alas. Por el contrario, todo el que se halla enredado en el amor carnal, tiene sus alas atadas. Si el alma no tuviera alas y plumas, ¿cómo es que dice un salmista, gimiendo en medio de la tribulación, dice: Quién me diera alas como de paloma? Y añade: Así volaría y descansaría62. Y también en otro salmo: ¿Adónde iré lejos de tu espíritu, y adónde huiré de tu presencia? Si subo al cielo allí estás tú; si desciendo hasta el abismo, allí te encuentro. Si tomara mis alas como una paloma, y volara hasta los confines del mar...Es como si dijera: Podría yo huir de la presencia de tu ira, si recibiera alas como una paloma, y volase hasta los confines del mar. Volar hasta los confines del mar es extender la esperanzahasta el fin del mundo, como aquel que dice: Este trabajo se halla ante mí hasta que entre en el santuario de Dios y comprenda las postrimerías63. ¿Y cómo llegará hasta el extremo del mar incluso habiendo recibido alas? Allá, dice, me guiará tu mano y tu derecha me conducirá64; porque, a pesar de mis alas, caería si tú no me asistes. Luego las almas que ponen santamente en práctica los preceptos de Dios y poseen el amor que proviene de una conciencia pura y de una fe sincera65 tienen alas buenas, y libres de toda atadura. Pero por más que se encuentren dotadas con la virtud de la caridad, ¿qué comparación hay con aquel amor de Dios, por el cual son amadas aun cuando se hallen enredadas en la atadura? El amor de Dios hacia nosotros es mayor que el nuestro hacia él. Nuestras alas son nuestro amor. Pero Él camina sobre las alas de los vientos.
14. Ya decía a algunos cristianos el Apóstol: doblo mis rodillas por vosotros ante el Padre [...] para que os conceda que, según el hombre interior, Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que seáis arraigados y cimentados en el amor. Ya les da el amor, ya les da las alas y las plumas. Y así podáis comprender —continúa el Apóstol— cuál sea la anchura, la longitud, la altura y la profundidad. Quizá señala en esto la cruz del Señor, pues tenía anchura, en la cual extendió sus manos; y longitud, que es desde que comienza a verse a ras de tierra, en la cual estaba clavado el cuerpo de Cristo; la altura,que se eleva a partir del leño transversal; y la profundidad, donde estaba clavada la cruz, y en ella reside toda la esperanza de nuestra vida. La anchura significa las buenas obras; la longitud la perseverancia hasta el fin; la altura la elevación del corazón, a fin de que todas nuestras buenas obras, en las que debemos perseverar hasta el fin, tengan por una parte anchura, con la cual obramos bien; y longitud, con la que perseveremos hasta el fin, y obremos con profundidad, puesta la esperanza únicamente en el premio celestial. La verdadera altura consiste en no buscar el premio aquí abajo, sino arriba, para que no se nos diga: Os aseguro que ya recibieron su recompensa66. La profundidad que, según os dije, es la parte de la cruz que se fija en la tierra y no se ve, simboliza que de allí surgen las cosas que se ven. ¿Cuál es lo oculto y no público en la Iglesia? El sacramento del bautismo, el sacramento de la eucaristía. Los paganos ven nuestras buenas obras, pero no ven los sacramentos. De aquello que no se ve, brotan las cosas que se ven, así como de la profundidad de la cruz que se clava en la tierra se levanta todo lo restante de la cruz que aparece y se contempla. Después de esto, ¿qué añade el Apóstol cuando ya había dicho: Estando enraizados y cimentados en el amor? Para que podáis conocer la supereminente ciencia del amor de Cristo67. Amáis a Cristo, y, por tanto, trabajáis en la cruz. Pero ¿acaso le amáis tanto como él os ha amado? Pero amándolo todo lo que podéis amarlo, voláis hacia él, para conocer de qué modo él os ha amado, es decir, para conocer la supereminencia del amor de Cristo. Vosotros amáis cuanto podéis, y voláis cuanto podéis, pero él camina sobre las alas de los vientos. Él camina sobre las alas de los vientos.
15. [v.4]. Él hace ángeles a sus espíritus, y al fuego ardiente sus ministros. Y aquí, aunque no veamos nosotros a los ángeles, ya que se ocultan a nuestros ojos, no obstante, se hallan presentes en el gran reino del Dios Emperador, pues sabemos por la fe que existen los ángeles, y está escrito, y lo leemos y tenemos como cierto, y no nos es lícito dudar, que se han aparecido a muchos. Los ángeles son espíritus; pero no por ser espíritus son ángeles. En realidad "ángel" es el nombre de un oficio, no de una naturaleza. Si preguntas por el nombre de su naturaleza, es espíritu; y si preguntas por su oficio, es ángel. Cuando son enviados como mensajeros, entonces son ángeles. Mirad que también esto sucede en el hombre: por su naturaleza es hombre, por su oficio es, por ejemplo, militar, o también pregonero. El que era hombre, por su oficio se hace militar; el que era un varón, se hace pregonero. Pero no al revés: el que era militar o pregonero, se hace hombre. Así, los ángeles no se hacen espíritus, sino que se hacen ángeles al ser enviados por Dios a anunciar lo que él les mande. Asimismo al fuego abrasador lo hace sus ministros. Leemos que apareció fuego en la zarza68, y cumplió lo que antemano se le había mandado. Luego hizo de servidor al cumplir lo mandado. Así se entiende también esto al pie de la letra en la criatura
16. ¿Qué significa todo esto aplicado a la Iglesia simbólicamente? ¿De qué modo entenderemos que hace ángeles a sus espíritus, y al fuego ardiente sus ministros? Llama espíritus a los seres espirituales. Con razón a sus espirituales los hace ángeles, es decir, mensajeros de su palabra. El espiritual todo lo juzga, y a él nadie lo juzga69. Ya ves cómo un espiritual se ha hecho ángel de Dios. No os he podido hablar a vosotros —dice el Apóstol— como a espirituales, sino como a carnales70. Por una cierta condición espiritual fue enviado a los carnales, como un ángel del cielo enviado a la tierra. ¿Y en qué sentido dice que y al fuego ardiente sus ministros? En el mismo sentido que se dice: Con espíritu fervoroso71. Todo ministro del Señor con espíritu fervoroso es fuego ardiente. ¿No ardía S. Esteban? ¡Con qué fuego ardía, y que clase de fuego poseía cuando se le apedreaba y rogaba por los que le apedreaban!72 Al oír que el ministro de Dios es fuego, ¿piensas que ha de quemar? Que queme, sí, pero tu heno; es decir, queme el ministro de Dios con la predicación de su palabra todos tus deseos carnales. Escucha a San Pablo: Que nos considere el hombre como ministros de Cristo y dispensadores los misterios de Dios73. ¡Cómo ardía al decir: Nuestra boca está abierta ante vosotros, ¡oh corintios!, y se ha dilatado nuestro corazón!74 Ardía y se abrasaba en el amor, y se dirigía ellos para incendiarlos. El Señor afirmaba que iba a enviar este fuego a la tierra, al decir: He venido a prender fuego a la tierra75.Como trajo la espada76, así trajoel fuego. La espada corta el afecto carnal, el fuego lo consume. Debes atribuir todo esto a la palabra de Dios, y reconocerlo todo en el espíritu de Dios. Comienza a enfervorizarte en el amor por la palabra que oyes, y mira a ver qué ha realizado en ti el fuego ministro de Dios. Él hace ángeles a sus espíritus, y al fuego ardiente sus ministros.
17. [v.5]. Asentó la tierra sobre su propia firmeza, y no vacilará por los siglos de los siglos. No sé si aplicando este texto a esta tierra será correcto, y que se diga rectamente: No vacilará por los siglos de los siglos, ya que se ha dicho de ella: El cielo y la tierra pasarán77. Este texto es difícil si se pretende entender en sentido literal. Pues lo que dice: Asentó la tierra sobre su propia firmeza, puede quizás haber algún cimiento que se nos oculta a nosotros, y por eso dice: Asentó. ¿Sobre qué? Sobre la firmeza de la misma tierra, que le había colocado para mantenerla, y que, quizá está oculta a nuestros ojos. Aunque estén ocultas estas cosas en la criatura, no estará oculto el Creador por la oscuridad de la criatura. Veamos, pues lo que nos es posible ver, y por las cosas que vamos viendo, alabemos y amemos al Creador. Pongámonos a averiguar algo que aquí está expresado simbólicamente. Asentó la tierra; yo entiendo la Iglesia. Del Señor es la tierra y cuanto contiene78; también yo aquí entiendo por tierra la Iglesia. Es ésta la tierra sedienta, es ésta la que dicen los salmos, clamando una en nombre de todos: Mi alma está ante ti como tierra sin agua79. ¿Qué significa sin agua? Sedienta. Así tiene sed de ti mi alma, como tierra sin agua; si no sintiera sed, no sería adecuadamente regada. Para el alma ebria, la lluvia es un diluvio; necesita tener sed: Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia80; y que diga también: Mi alma está ante ti como tierra sin agua, ya que dice en otro salmo: Mi alma tiene sed del Dios vivo81.Luego entiendo por tierra la Iglesia. ¿Cuál es la firmeza sobre la que se halla cimentada? Su fundamento. ¿O es que estamos equivocados al pensar que la firmeza sobre la que está cimentada la tierra es el fundamento sobre el que está establecida la Iglesia? ¿Cuál es su fundamento? Nadie puede poner —dice el Apóstol— otro fundamento fuera del ya puesto, que es Jesucristo82. En él estamos cimentados. Con razón, estando cimentados en él, no vacilaremos por los siglos de los siglos; pues nada hay más firme que este fundamento. Tú eres débil, pero te sostiene un fundamento firmísimo. En ti no podías estar firme, pero estarás siempre firme si no te apartas del fundamento firmísimo. No vacilará por los siglos de los siglos. La Iglesia está predestinada como columna y fundamento de la verdad83.
18. [vv. 6-7]. El abismo, como un vestido, es su manto: sobre los montes estarán las aguas. A tu bramido huirán. A la voz de tu trueno se estremecerán. Se elevan los montes y se abajan los campos en el lugar que les has establecido. Les has puesto un lindero que no traspasarán, y no volverán a cubrir la tierra. Tú haces brotar las fuentes en los valles; entre los montes correrán las aguas. Beberán todos los animales del campo los asnos silvestres apagarán su sed. Sobre ellos anidarán los pájaros del cielo, de en medio de las piedras emitirán su canto. Riegas los montes desde sus altas moradas; del fruto de tus obras se saciará la tierra. Haces brotar heno Para los ganados, y yerba para los que sirven a los hombres. Y así sacará el pan de la tierra, y el vino que alegra el corazón del hombre. Para que haga brillar su rostro con aceite, y el pan que conforta el corazón del hombre. Se saciarán los árboles del campo, y los cedros del Líbano que plantó. Allí anidarán los pájaros; la casa de la gaviota es guía para ellos. Contempláis ya el cielo extendido; queréis subiros a él con vuestra inteligencia, y yo me doy cuenta también. Pero creo que vuestra Caridad considerará conmigo lo alto que es. Pues he querido recitaros muchos versículos, para que veáis a qué altura están los misterios de Dios. Así no causarán hastío los ofrecidos, ni perderán valor los ya propuestos, puesto que investigándolos continuamente, aunque sea con dificultad, serán comprendidos con mayor alegría. Entre todo lo que expresa el salmo, hermanos, que puede tomarse en sentido literal, ¿se halla quizá, también lo que se dijo: Allí anidarán los pájaros; la casa de la gaviota es guía para ellos? ¿La casa de la gaviota es guía de los pájaros, o de los cedros? Pues allí está escrito: Y los cedros del Líbano que él plantó. Allí anidarán los pájaros; la casa de la gaviota es guía de ellos. Cierto que en latín no podemos decir eorum cedrorum (de sus cedros), puesto que en latín cedro es de género femenino; por tanto se refiere a los pájaros, no a los cedros. Entonces, ¿en qué sentido puede ser la gaviota guía de los pájaros? En la creación que está a nuestra vista, no puede verse esto de ningún modo, ya que las gaviotas son aves marinas o de lagunas. La casa de la gaviota es su nido. ¿Cómo puede, entonces, ser su nido guía de los pájaros? ¿Y por qué mezclará el Espíritu Santo, entre las cosas visibles, cosas que parecen absurdas? Para obligarnos a investigar en sentido espiritual lo que no podemos tomar al pie de la letra.
19. Por lo tanto, si, con vuestra inteligencia, queréis subir al cielo, o como ya dije, a la piel extendida, recordad que Dios hizo las nubes como medio de su ascensión. Y esta nube que os está hablando, hoy se siente cansada para exponer todas estas cosas. Perdonad, no a la vuestra, pero sí a mi debilidad; veo en vosotros una tan gran avidez, que siempre estáis dispuestos a oír; pero hay dos motivos que debemos tener siempre en cuenta: por un lado la debilidad de mi cuerpo, y por otro mantener en la memoria las cosas que se os van exponiendo. Mientras tanto, pensad lo que habéis oído. ¿Qué dije? Que rumiéis lo que habéis comido. Así seréis animales puros y aptos para el banquete de Dios. Pero fijaos que vuestro fruto está en las buenas obras. El que oye bien y no obra bien, digiere muy mal, pues el Señor nuestro Dios, no deja de apacentar. Es sabido por todos que del pan que hemos recibido y que damos, hemos de dar cuenta a Dios. Vuestra Caridad lo sabe muy bien, pues no es reticente la divina Escritura con nosotros, y Dios no nos lisonjea. Podéis advertir cuán libre me siento desde este lugar para hablaros; pero si tal vez yo no me siento libre, o si todos los que desde aquí os hablan somos menos libres, la palabra de Dios ciertamente no tiene miedo a nadie. En cuanto a mí, sea que lo haga con temor, o que lo haga con toda libertad, me siento obligado a anunciar a aquel que no teme a nadie. Y es Dios, no los hombres, quien os ha concedido el poder escuchar al que es libre por medio de personas tímidas. No tendréis excusa en el juicio de Dios, si no os ejercitáis en las buenas obras, y dais, respondiendo a la lluvia, el fruto correspondiente de aquellas cosas que habéis oído. El fruto oportuno son las buenas obras; el fruto oportuno es el amor sincero, no sólo al hermano, sino también al enemigo. No deseches a nadie que te pida, y si no puedes darle lo que te pide, no lo desprecies; si puedes dar, dale; y si no, muéstrate afable. Dios premia la interior voluntad, donde no encuentra la posibilidad. Nadie debe decir: "nada tengo".La caridad no se saca de la bolsa; porque lo que digo, lo que ya dije, y lo que podría decir, tanto yo como los que vengan después, o los que me han precedido, no tienen otro fin más que la caridad: porque el fin del precepto es la caridad, que procede de un corazón puro, de una conciencia buena, y de una fe no fingida84. Preguntad a vuestros corazones cuando le rogáis a Dios; mirad a ver cómo le presentáis esta súplica: Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores85. No orarás si no recitas esta plegaria. Si empleas otra, Dios no te oirá, porque no es la que te prescribió el Legislador enviado por él. Es necesario, pues, que cuando oramos con nuestras palabras, lo hagamos conforme a esta oración, y cuando estamos pronunciando nuestras palabras, entendamos bien lo que decimos, porque Dios quiso que fuese bien clara. Si no oráis, no tendréis esperanza. Y si oráis de una forma distinta a la que nos enseñó el Maestro, no seréis escuchados. Si en la oración mentís, no obtendréis lo que pedís. Luego, se ha de orar y decir la verdad; y hay que orar tal cual él nos enseñó. Lo quieras o no, todos los días has de decir: Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. ¿Quieres decirlo con toda seguridad? Haz lo que dices.