SALMO 94

Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero, OSA

Sermón al pueblo

Hipona. En los años 393 ó 394

1. [v.1]. Yo habría preferido, hermanos, que escuchásemos juntos a nuestro padre. Pero comprendo que es un bien obedecerle. Él me ha ordenado que yo hable, asegurándome su oración, os hablaré a vuestra Caridad sobre el presente salmo lo que el Señor Dios nuestro se digne concederme. El salmo lleva por título: Cántico de alabanza; para David. Siendo esta alabanza un cántico, expresa alegría; es una alabanza, es un cántico y es una devoción. ¿Y qué otra cosa puede alabar más el hombre que aquello que le agrada de tal suerte que no le puede desagradar? La seguridad de la alabanza sólo se da en la alabanza a Dios.El que canta alabanzas está seguro cuando no teme ni se avergüenza de aquél a quien está elogiando. Luego alabemos y cantemos, es decir, alabemos con gozo y alegría. El mismo salmo nos va a ir indicando en los siguientes versículos, lo que hemos de alabar.

2. Venid, aclamemos al Señor. Nos invita al gran festín del regocijo. No del mundo, sino del Señor. Si en este mundo no existiera ningún regocijo malo, que lo distinguiera del bueno, bastaría con decir: ¡Venid, alegrémonos! Pero brevemente lo distingue el salmista. ¿Qué es regocijarse bien? Regocijarse en el Señor. Luego regocijarse mundanamente es mal regocijo. Y es bueno regocijarse en el Señor. Debes regocijarte piadosamente en el Señor, si quieres burlarte con seguridad del mundo. ¿Y qué sentido tiene: Venid? ¿Por qué convoca aquellos con quienes desea regocijarse en el Señor, si no es porque, estando lejos, quiere que se acerquen, y acercándose, se regocijarán? ¿Cómo es que están lejos? ¿Podrá el hombre estar distante de aquél que está en todo lugar? ¿Quieres estar lejos de él? ¿Adónde irás para estar lejos? En cierta ocasión un pecador afligido y arrepentido de sus pecados, pero confiando en su salvación, temiendo la ira de Dios y deseando aplacarle, habla de este modo en otro salmo: ¿Adónde iré lejos de tu aliento; adónde escaparé de tu mirada? Si subo al cielo, allí estás tú; ¿Y qué lugar le queda? Si sube al cielo allí encontrará a Dios; ¿Adónde huirá para alejarse de Dios? Mira cómo continúa: Si desciendo al infierno, allí te encuentro1. Luego, si subiendo al cielo allí encuentra a Dios, y bajando al infierno no se aparta de él, ¿adónde ha de ir? ¿Adónde ha de huir del airado, sino al aplacado? Siendo verdad que nadie puede huir del que se halla presente en todo lugar, no obstante, si algunos no se hallasen distantes de Dios, no se diría: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí2. Pero nadie está lejos de Dios, sino por la desemejanza. ¿Y qué quiere decir desemejanza? La mala vida, las malas costumbres. Luego si por las buenas costumbres nos acercamos a Dios, por las malas nos alejamos de él. El mismo hombre, estando corporalmente en un mismo lugar, amando a Dios se acerca a él, y amando la maldad, se aleja de Dios. Sin mover sus pies, puede acercarse o alejarse. En este nuestro camino, nuestros pies son nuestros afectos. Según sea el afecto que tenga cada uno, conforme sea su amor, así se acerca o se aleja de Dios. ¿No decimos muchas veces, cuando encontramos cosas desemejantes: "Esto dista mucho de aquello?" Cuando comparamos, por ejemplo, a dos hombres, a dos caballos, a dos vestidos, y alguien dice: "Este vestido semejante al otro, es igual que aquél", ¿Qué dice el que no está de acuerdo? "No hay tal cosa, está muy lejos el uno del otro". ¿Qué significa esto? Que no se parece a él. Están cerca el uno del otro, y sin embargo, distan el uno del otro. Por el contrario, si dos malvados semejantes por la vida y las costumbres, se encuentran el uno al oriente y el otro al occidente, ambos están juntos. De igual modo, si dos justos residen uno al oriente y el otro al occidente, ambos se hallan juntos, porque están unidos a Dios. Por otra parte, un justo y un perverso, aun cuando se hallen amarrados con una misma cadena, están muy distanciados. Luego si por la desemejanza nos apartamos de Dios, por la semejanza nos acercamos a él. ¿Por qué semejanza? Por la que fuimos creados, por aquella que, pecando, destruimos en nosotros mismos, por aquella que volvemos a recibir por la remisión de los pecados, la cual se renueva interiormente en nuestra mente, a fin de que se grabe de nuevo en la moneda, es decir, en nuestra alma, la imagen de Dios, y así la restituyamos a sus tesoros. Pues ¿por qué, hermanos, quiso nuestro Señor Jesucristo mostrar, mediante la moneda, a los tentadores, lo que Dios exigía? Cuando, maquinando un motivo de calumnia sobre el tributo al César, quisieron consultar al Maestro de la verdad, y al consultarle, tentarlo diciéndole si era lícito pagar tributo al César, ¿qué les dijo él? Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Pidió que le fuese entregada una moneda; y una vez entregada, preguntó: ¿De quién es esta imagen? —Del César, respondieron ellos. Y él les contestó: Entonces devolved al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios3. Esto es como si dijera: "Si el César reclama su imagen que se esculpió en la moneda, ¿Dios no exigirá su imagen, grabada en el hombre?" Invitándonos nuestro Señor Jesucristo a esta semejanza, nos manda que amemos a nuestros enemigos, y nos propone un ejemplo el mismo Dios: Sed —dice— como vuestro Padre, que está en los cielos, el cual hace salir el sol sobre buenos y malos, y llueve sobre justos y pecadores. Sed perfectos como vuestro Padre4. Cuando dice: sed perfectos como él, nos impulsa a la semejanza. Si nos convida a la semejanza, es evidente que, siendo semejantes, nos habíamos apartado de Dios, y que estábamos lejos de él por la desemejanza, y que nos acercamos a él por la semejanza, a fin de que se cumpla en nosotros lo que se escribió: Acercaos a Dios y seréis iluminados5. Luego este salmo se dirige a algunos hombres que se hallan distantes, y que viven mal, cuando dice: venid, regocijémonos en el Señor. ¿Adónde vais? ¿Adónde os retiráis? ¿Adónde os apartáis? ¿Adónde huís, regocijándoos en el mundo? Venid, aclamemos al Señor. ¿Por qué vais a alegraros donde os arruináis? Venid, alegrémonos en aquél, por quien fuimos creados. Venid, regocijémonos en el Señor.

3. Cantemos alegres a nuestro Salvador. ¿Qué significa "iubilare"? Alegrarse, manifestándolo con gritos de júbilo. Un júbilo que no se puede expresar con palabras, y que manifiesta con gritos lo que interiormente se tiene. Piense vuestra Caridad en aquellos que se regocijan en cualquier clase de canto, y como en cierta competición de alegría mundana, y veréis de qué modo entre los cánticos modulados con la voz, se regocijan rebosantes de alegría, cuando no pueden declararlo todo con la lengua, a fin de que, por aquellos gritos inarticulados dé a conocer la afección del alma lo que se concibió en el corazón, y no es capaz de expresarlo con palabras. Luego si éstos se regocijan por el gozo terreno, ¿nosotros no debemos dar gritos de alegría, regocijarnos por el gozo celestial, que sin duda no podemos expresar mediante palabras?

4. [v.2]. Adelantémonos a su mirada con la confesión. Dos sentidos tiene la confesión en la sagrada Escritura. Una es la confesión de quien alaba, y la otra es la confesión del lamento. La de alabanza se dirige a quien honra el que confiesa. La de lamento es el arrepentimiento del que confiesa su pecado. Confiesan, pues, los hombres cuando alaban a Dios; se confiesan cuando se acusan. Nada más digno ejecuta la lengua. Creo que son éstos, sin duda, los votos o sacrificios mencionados en otro salmo: te cumpliré mis votos, los que pronunciaron mis labios6. Nada más sublime que esta promesa. Nada tan necesario para entender y obrar. ¿Cómo distingues los votos que ofreces a Dios? Alabándole a él y acusándote a ti. Pues de él es la misericordia por la que perdona nuestros pecados. Si quisiera obrar de acuerdo a nuestro merecimiento, sólo encontraría a quién condenar. Venid, dijo, para que nos apartemos de nuestros pecados, y no nos pida cuentas de las obras pasadas, habiendo rasgado todos los manuscritos de nuestros delitos. Confesemos ensalzando la gran misericordia de Dios. Porque si la confesión fuese siempre del penitente, no se diría del mismo Señor en el evangelio: en aquel momento se llenó de alegría en el Espíritu santo, y exclamó: te alabo (te confieso), Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has manifestado a la gente sencilla7. ¿Acasoporque Cristo estaba confesando al Padre, era un penitente? Él en absoluto se podía arrepentir, porque ninguna culpa había cometido, sino que su confesión era una alabanza al Padre. De aquí que la alabanza del cántico no debemos entenderla como confesión de los arrepentidos, sino alabanza de quienes cantan. ¿Y qué quieredecir lo que, a continuación nos amonesta de cierta confesión, cuando dice: adelantémonos a su mirada con la confesión? ¿Qué significa esta frase? Sabemos que ha de venir: Prevengamos ante todo su rostro con la confesión. Antes de que venga, condenemos, confesando, lo que hicimos, para que él encuentre lo que ha de premiar, no lo que ha de condenar. ¿Acaso la confesión de tus pecados no pertenece a la alabanza de Dios? ¿Qué digo? Pertenece, y más que todo, a la alabanza de Dios. ¿Y por qué pertenece? Porque tanto más se alaba al médico, cuanto más se desconfía de la salud del enfermo, que queda curado. Confiesa, pues, tus pecados, ya que en gran manera desconfiabas de ti, por tus iniquidades. Tanto mayor es la alabanza del que perdona, cuanto mayor es la ponderación del que confiesa sus pecados. No pensemos, pues, que nos apartamos de la alabanza del cántico, porque entendamos que aquí se trata también de a alabar al que confesamos nuestros pecados. También ella pertenece a la alabanza del cántico, ya que cuando reconocemos nuestros pecados, damos gloria a Dios. Adelantémonos a su presencia con la confesión.

5. Y cantémosle salmos con júbilo. Ya dijimos lo que significa el júbilo. Aquí se repite para que lo realicemos con mayor intensidad. Esta repetición es una exhortación. No nos hemos olvidado ya, para que se nos amoneste de nuevo sobre lo que anteriormente se dijo, para que cantemos; sino que muchas veces por la afección del alma, se repiten las palabras ya conocidas, no para que se conozcan, sino para que la misma repetición sirva de confirmación. Se repite, pues, para declarar el afecto del que habla. De aquí procede lo que dice el Señor: En verdad, en verdad os digo8. Era suficiente una sola vez en verdad, ¿Por qué lo dice dos veces? Porque la repetición es una confirmación. Se repite, pues, el afecto del que habla. Luego por esto vuelve a decir: In psalmis iubilemus illi (Cantémosle salmos con júbilo), repitiendo iubilemus. ¿Y qué decimos en el salmo? ¿Qué cosas decimos, o. mejor dicho, qué percibimos en el júbilo? ¿Qué cosas son las que pertenecen a la alabanza de este cántico? Escuchad: Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses. Cantémosle por esto. Cantémosle Porque el Señor no rechaza a su pueblo. Cantémosle con júbilo, porque tiene en su mano los confines de la tierra, y son suyas las cumbres de los montes. Por todas estas cosas cantémosle con júbilo. Suyo es el mar, porque él lo hizo, y la tierra firme que modelaron sus manos, cantémosle jubilosos. Si se pretendiera explicar todo lo que encierran estas cosas y lo que significan, no habría tiempo suficiente. Pero si con negligencia se pasara por encima, quedaríamos en deuda.Entonces, con brevedad, según lo permita el tiempo, recibid lo que pueda decir brevemente, ya que también una siembra reducida produce una cosecha abundante, si es fértil la tierra.

6. [v.3]. Dijo primeramente por qué cantamos, por qué alabamos: Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses. Suponiendo que hay dioses, sobre los que nuestro Dios, a quien cantamos con júbilo, a quien ensalzamos, a quien alabamos con cánticos, es grande, esos dioses no lo son para nosotros. Pues dice el Apóstol: Si bien hay quienes se denominan dioses, sea en el cielo o en la tierra, ya que hay muchos dioses y muchos señores; sin embargo para nosotros hay un solo Dios, Creador de todas las cosas, y a quien nosotros estamos destinados a él; y un solo Señor nuestro, Jesucristo, por quien fueron creadas todas las cosas, y nosotros también en él9. Luego si lo son, pero no para nosotros, entonces, ¿para quiénes? Te lo contesta otro salmo: Los dioses de los gentiles son demonios; mientras que el Señor ha hecho los cielos10. El Espíritu Santo no pudo transmitirte de una forma más breve y sublime por el profeta a tu Dios y Señor. Era insuficiente decirte que Dios es terrible sobre todos los demonios. ¿Qué tiene de grandioso superar a todos los demonios? Los dioses de los gentiles son demonios. Y tu Dios ¿Dónde está? El señor ha hecho los cielos. Tu Dios ha hecho el lugar donde no pueden habitar los demonios, puesto que del cielo fueron arrojados. Los cielos se anteponen a los demonios, y tu Señor al cielo, porque él hizo los cielos. Luego ¿Cuánto más excelso es que los demonios de los paganos, el que está sobre los cielos, de los que cayeron los ángeles, al hacerse demonios? Todos los gentiles estaban subyugados al demonio, pues le fabricaron templos, le construyeron altares, le instituyeron sacerdotes, le ofrecieron sacrificios, le adjudicaron agoreros, como oráculos. Los gentiles ofrecieron todo esto a los demonios, y en verdad, todas estas realidades se deben solamente al único y gran Dios. Los gentiles construyeron templos al demonio; Dios tiene su templo; instituyeron sacerdotes; Dios tiene su sacerdote; los paganos les ofrecieron sacrificios a los demonios; Dios tiene su sacrificio. Querían los demonios mostrarse como dioses, y no habrían exigido estas cosas a los gentiles, engañándoles, si no supieran que ellas se debían sólo al verdadero Dios. Es costumbre que el dios falso exija para sí lo que se debe únicamente al Dios verdadero. Pues el templo de Dios —dice el Apóstol— es santo, el cual sois vosotros11. Y si nosotros somos el templo de Dios, el altar de Dios es nuestra alma. ¿Y cuál será el sacrificio de Dios? Quizá lo que estamos haciendo ahora, es decir colocamos sobre el ara el sacrificio cuando alabamos a Dios. Nos lo enseña el salmo diciendo: El sacrificio de alabanza me glorifica, y ese es el camino en el que le mostraré la salvación de Dios12. Si preguntas por el sacerdote, estás sobre los cielos; allí intercede por ti el que en la tierra murió por ti13. Luego El Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses. Toma aquí por dioses a los hombres; Dios no va a ser el rey de los demonios. Tenemos además un testimonio de la Escritura sobre este punto, que nos dice: Dios se levantó en la asamblea de los dioses; rodeado de dioses juzga14. Los llamó dioses por participación, no por naturaleza; por gracia, mediante la cual quiso hacerlos dioses. ¡Qué grande es el Dios que hace dioses! ¿Y cómo son los dioses que hace el hombre? Cuanto más grande es él haciendo dioses, tanto son más insignificantes los que el hombre fabrica. El Dios verdadero hace dioses a los que creen en él, pues les dio la potestad de hacerse hijos de Dios15. Por lo tanto, él es el verdadero Dios, porque no fue creado; nosotros, los que lo fuimos, no somos auténticos dioses; pero sí somos mejores que aquéllos que hizo el hombre, porque los dioses de los gentiles son oro y plata, hechura de manos humanas. Tienen ojos y no ven, tienen boca y no hablan16; pero nuestro Dios nos dio ojos, y sí vemos.No obstante, no nos hizo dioses por habernos dado ojos que ven, pues también se los dio a las bestias; nos hizo dioses porque iluminó nuestros ojos interiores. Luego a él sea la alabanza, a él sea la confesión, a él sea el júbilo. Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses.

7. El Señor no rechazará a su pueblo. Cantémosle, alabémosle. ¿A qué pueblo no rechazará? Sobre esto no se nos permite dar nuestro parecer, ya que con claridad se halla expresado por el apóstol San Pablo17, cuando dijo que existió el pueblo judío; pueblo en el que hubo profetas, en el que hubo patriarcas; pueblo descendiente de Abrahán, según la carne; pueblo en el que hubo todos los misterios que anunciaban a nuestro Salvador; pueblo en el que se instituyó el templo, la unción, el sacerdocio prefigurativo, para que al pasar todas estas sombras, apareciese la luz. Este era el pueblo de Dios; a él le fueron enviados profetas, y en él nacieron los que fueron enviados; a él se le entregó y confió la palabra divina. ¿Y qué sucedió? ¿Todo él fue reprobado? No, en absoluto. Pues este olivo, así llamado por el Apóstol, comenzó a existir por los patriarcas; sin embargo tuvo algunos ramos secos, que crecieron mucho en soberbia, y debido a su esterilidad, fueron cortados, y en él fue injertado el acebuche, debido a su humildad. Con todo, hermanos, para que no se ensoberbeciese el acebuche injertado, ¿qué dice el Apóstol? Si tú fuiste cortado del que por naturaleza fue acebuche, y contra la naturaleza has sido injertado en el buen olivo, ¡cuánto mejor serán injertados en el propio olivo los que por naturaleza son olivos!18Así como tú, siendo acebuche, al no permanecer en la incredulidad, mereciste ser injertado en el olivo, de igual modo éstos, tan pronto como se han corregido, lo serán más fácilmente, siendo, como son, olivos por naturaleza. El Apóstol dijo todo esto sobre ellos. Luego el pueblo judío es el árbol. Y, si se desgajaron algunas de sus ramas, no se desgajaron todas; porque si se hubiesen desgajado todas, pregunto yo: ¿De dónde es Pedro; de dónde Juan, Tomás, Mateo, Andrés? ¿De dónde todos los demás apóstoles? De dónde el mismo Pablo, que hablaba y testimoniaba ser olivo por su fruto? No procedían todos ellos de este árbol? ¿De dónde eran aquellos quinientos hermanos, a los que se apareció el Señor después de la resurrección?19 ¿de dónde eran aquellos miles, que se convirtieron a la voz de Pedro, con tanta avidez de alabanza a Dios y de propia acusación, cuando, colmados los Apóstoles del Espíritu Santo, hablaron las lenguas de todas las gentes, de suerte que quienes primeramente, ensañándose, derramaron la sangre del Señor, y aprendieron después a beberla, siendo creyentes? De tal modo se convirtieron todos aquellos miles de hombres, que vendieron todos sus bienes, y colocaron el precio de todas sus cosas a los pies de los Apóstoles20. Lo que no hizo un rico, cuando oyó hablar sobre esto al Señor, y se apartó de él entristecido21, lo hicieron al instante muchos miles de hombres, por cuyas manos había sido Cristo crucificado. Cuanto mayor era la herida de sus corazones, tanto más ávidamente buscaron al médico. Luego, perteneciendo todos aquellos al pueblo judío, ahora dice el salmo que no rechazó el Señor a su pueblo. También el apóstol San Pablo, hablando de esto, usó el testimonio del salmo. Y dijo: ¿Pues qué diremos, hermanos? ¿Acaso rechazó Dios a su pueblo, a quien reconoció de antemano? No, en absoluto; pues yo también soy israelita, descendiente de Abrahán, de la tribu de Benjamín. No rechazó Dios a su pueblo, que reconoció de antemano22. Si el Señor hubiera rechazado a su pueblo, no pertenecería a él el Apóstol; y al pueblo que él pertenece, pertenecen también los demás. De ellos, no de todos los israelitas, está constituido el pueblo de Dios, según está escrito: Sólo un resto será salvado23. No de todos; porque bieldada la parva de la era, el trigo se recoge en las trojes, y la paja queda fuera24. Todo lo que ahora ves de los reprobados judíos, es paja. De ella salió el trigo recogido ya en los graneros. Veamos ambas cosas, y sepamos discernirlas.

8. [v.4]. ¿Qué añade el salmo? En sus manos están los confines de la tierra. Conocemos la piedra angular, que es Cristo. No puede ser ángulo si no une en sí dos paredes diversas. Confluyen en ella de diversas direcciones; pero en el ángulo no se oponen una a la otra. De una parte viene la circuncisión; de la otra viene el prepucio; así ambos pueblos se unieron en Cristo, porque él se hizo piedra, de la cual se escribió: La piedra que rechazaron los constructores se hizo piedra angular25. Si Cristo es la piedra angular, no nos fijemos en la diversidad de los que vienen de lejos, sino en la proximidad de los que se unen en Cristo. Allí se concurre; veamos allí que el Señor no rechazó a su pueblo. He aquí una pared de la que, como he dicho, el Señor no rechazó a su pueblo. De ella procedían los Apóstoles y todos los israelitas que creyeron, y colocaron a los pies de los Apóstoles el valor de los bienes vendidos, haciéndose voluntariamente pobres, siendo ricos de Dios. Conocemos una pared; en ella se cumplió lo que dije: que no rechazó Dios a su pueblo. Veamos la otra. Porque en sus manos están los confines de la tierra. He aquí la otra pared, constituida por todos los gentiles: En su mano están los confines de la tierra. Concurrieron, pues, todos los gentiles en la piedra angular, dándose en ella el ósculo de paz; en aquel Uno que se hizo de los dos pueblos. No como los herejes, que de uno hicieron dos pueblos. Esto mismo dice el Apóstol, hablando de nuestro Señor Jesucristo: Él es nuestra paz, que hizo de los dos pueblos uno26. Luego cantémosle con júbilo. ¿Por qué? Porque el Señor no ha rechazado a su pueblo. Y ¿por qué? Porque, además, en sus manos están los confines de la tierra, y son suyas las cumbres de los montes. Las cumbres de los montes son las sublimidades de la tierra. En algún tiempo estas prominencias, es decir, estos poderes de la tierra, se enfrentaron a la Iglesia, pretendiendo borrar de la tierra el nombre cristiano; pero después que se cumplió lo que se había profetizado: Le adorarán todos los reyes de la tierra27aconteció lo que aquí hemos dicho: Son suyas las cumbres de los montes.

9. [v.5]. Pero quizá tú te preocupas por las tentaciones, de suerte que hallándote afianzado en la inmensa gracia de las promesas de Dios, te turbas por los escándalos del mundo... ¿Es así? En nada te perjudicarán los escándalos, porque Dios les ha puesto coto, ya que suyo es el mar. Sí, el mar es este mundo, pero Dios ha hecho el mar, y las olas pueden embravecerse sólo hasta la playa, en la cual fijó el Señor el límite. No existe tentación que no haya recibido límite de Dios. Que vengan las tentaciones: las destruirás, no serás destruido por ellas. Mira a ver si las tentaciones no aprovechan. Escucha al Apóstol: fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados más de lo que podéis soportar; sino que dará también con la tentación el éxito para que podáis enfrentarla28. No dice que no permitirá que seáis tentados. Si recusas la tentación, recusas la reparación y la restauración. Y si eres restaurado, estás en manos de tu artífice. Te quita algo, te corrige, te pule, te limpia; se sirve de algunas herramientas; ellas son los escándalos de este mundo; tú no te escapes de la mano del artífice. Ninguna tentación afrontarás que sobrepasen tus fuerzas. Esto lo permite Dios para tu provecho, pues así progresarás. Mira, por fin, lo que el Apóstol añade a esto: con la tentación dará también la energía para poder vencerla. Entonces, ¿temerás el mar? No lo temas: Suyo es el mar, porque él lo hizo. ¿Temes los escándalos de las gentes? Él hizo estas gentes, y no les permitirá que se embravezcan más allá de la medida que él conoce para tu bien. ¿No dice otro salmo: Vendrán todas las gentes que has hecho, y se postrarán en tu presencia, Señor?29 Si han de venir todas las gentes que hiciste, es evidente que él hizo las gentes, y por eso suyo es el mar, porque él lo hizo. Y la tierra firme que modelaron sus manos. Sé tú la tierra seca, siente sed de la gracia de Dios, para que descienda sobre ti la saludable lluvia, y encuentre fruto en ti. Él no permite que se inunde lo que sembró. Y la tierra firme la modelaron sus manos.

10. [v.6]. Dado que están así las cosas, puesto que he explicado tantas cosas sobre la gloria de Dios, volved con el pensamiento a lo mismo por lo que comenzó: Venid, adoremos, postrémonos en su presencia, y lloremos ante el Señor que nos ha creado. Y además, saltemos de gozo, ya que ha sido él quien ha creado esto y aquello. Después de haber conmemorado muchas cosas, repite ahora la exhortación, diciendo: Venid, adoremos y postrémonos en su presencia, y lloremos ante el Señor que nos ha creado. Ya os he recordado las alabanzas de Dios, no seáis perezosos ni permanezcáis distantes de él por la vida y vuestras costumbres. Venid, adoremos y postrémonos en su presencia. Pero ¿quizá estáis acongojados por los pecados que os distanciaban de Dios? Hagamos lo que ahora dice: Lloremos delante del Señor que nos creó. ¿Te arde tu conciencia por el remordimiento del pecado? Apaga esa llama con lágrimas; llora ante el Señor. Llora con confianza ante el Dios que te creó, y que no desprecia la obra de sus manos. No pienses que puedes repararte por ti mismo. Por ti puedes caer, pero no restablecerte; sólo restaura el que te hizo. Lloremos ante el Señor que nos hizo. Llora ante él, confiésate; adelántate a su mirada con la confesión. ¿Quién eres tú, que lloras y confiesas? El hombre a quien él hizo. Grande ha de ser la confianza del creado con su Creador; y no creado de cualquier modo, sino a su imagen y semejanza. Por tanto, venid, adoremos, postrémonos, y lloremos ante el Señor que nos hizo.

11. [v.7]. Porque él es el Señor, nuestro Dios. ¿Qué somos nosotros, para postrarnos, y llorar seguros ante él? Nosotros somos el pueblo de su aprisco y el rebaño de sus manos. Fijaos cuán elegantemente cambió el orden de las palabras, pues no empleó las que parecen apropiadas a cada sustantivo, a fin de que entendamos que las ovejas son, asimismo el pueblo. No dijo: "Ovejas de su aprisco y pueblo de sus manos" lo cual se podría pensar más bien que podría convenir, puesto que las ovejas pertenecen al aprisco; sino que dijo: Pueblo de su aprisco. Luego el pueblo son las ovejas. Por otra parte, como anteriormente había dicho: Postrémonos ante el que nos creó, convenientemente se dijo: ovejas de sus manos, ya que nosotros tenemos ovejas compradas, pero no hechas por nosotros. Ningún hombre se crea ovejas. Puede comprarlas, regalarlas, reconocerlas, agregarlas a su rebaño, y, en fin, hasta robarlas, pero nunca puede crearlas. En cambio, nuestro Señor nos creó; por eso, el pueblo de su aprisco y las ovejas de sus manos son aquellas que por su gracia se dignó crear para sí. A estas ovejas, a estos perfectos, alaba el Esposo en el Cantar de los Cantares, llamándolas dientes de su esposa la santa Iglesia, pues dice: tus dientes como rebaño de esquiladas que suben del lavadero, las cuales paren mellizos, y no hay entre ellas estéril30. ¿Cuáles con tus dientes? Aquellos por los que hablas. Pues los dientes de la Iglesia son aquellos por los que habla la Iglesia. ¿Cómo son tus dientes? Como rebaño de esquiladas. ¿Por qué de esquiladas? Porque se despojaron de las cargas del mundo. ¿Acaso no se esquilaron aquellas ovejas de las que poco antes decía que las esquiló el precepto de Dios, diciendo: Anda, vende cuanto tienes, repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; y luego ven y sígueme?31 Cumplieron este precepto; vinieron esquiladas. Y como creyendo en Cristo se bautizaron, ¿qué se dice allí? Que subieron del lavadero, es decir, de la purificación. Y todas engendran mellizos. ¿Qué mellizos? Aquellos dos preceptos en los cuales se encierra toda la ley y los profetas. Luego nosotros somos el pueblo de su aprisco y las ovejas de sus manos.

12. [v.8]. Así pues: Ojalá escuchéis hoy su voz. ¡Oh pueblo mío, pueblo de Dios! Dios habla a su pueblo; no al pueblo suyo, que no rechazó, sino a todo su pueblo. Habla por el ángulo a ambas paredes32; es decir, la profecía habla por Cristo tanto al pueblo judío, como al de los gentiles. Si oyerais hoy mi voz, no endurezcáis vuestros corazones. En otro tiempo oísteis su voz por Moisés, y endurecisteis vuestros corazones. Habló por un pregonero cuando endurecisteis vuestros corazones; ahora habla por sí mismo; que se enternezcan vuestros corazones. El que enviaba delante de sí mensajeros, se dignó venir personalmente. Ahora habla por su boca, el que hablaba por los profetas. Luego, si oyerais hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.

13. [v.9]. ¿Por qué dijiste: No endurezcáis vuestros corazones? Porque recordaréis lo que solían hacer vuestros padres. No endurezcáis vuestros corazones como en la irritación, el día de la tentación en el desierto. Recordáis, hermanos, cómo tentó a Dios el pueblo33 que recibió la enseñanza, y fue dirigido en el desierto, como por un consumado caballero, con el freno de la ley y los preceptos. Recordáis también que, aun indómito, no fue abandonado por Dios; ya que no sólo no careció de beneficios presentes, sino ni de la vara de la corrección. Luego, no endurezcáis vuestros corazones como en la irritación, el día de la tentación en el desierto, donde me tentaron vuestros padres. Que ellos no sean ya vuestros padres; no los imitéis. Eran vuestros padres, pero si no los imitáis, no serán vuestros padres; a pesar de todo, habéis nacido de ellos, eran vuestros padres. Si los gentiles han de venir de los confines de la tierra, como dice Jeremías: A ti vendrán los paganos del extremo de la tierra, y dirán: "Nuestros padres adoraron verdaderas mentiras, qué engañoso es el legado de nuestros padres, qué vaciedad sin provecho"34. Si los gentiles abandonaron sus ídolos, para venir al Dios de Israel, aquellos a quienes sacó de Egipto el Dios de Israel a través del mar Rojo, en el que anegó a los enemigos que los perseguían35; aquellos a quienes guió en el desierto y alimentó con el maná36; aquellos a quienes jamás apartó la vara de su enseñanza, ni los beneficios de su misericordia, ¿deben abandonar a su Dios, cuando se acercan las gentes a Él? En donde me tentaron vuestros padres; probaron y vieron mis obras. Durante cuarenta años vieron mis obras, y durante cuarenta años me irritaron. Ante ellos obraba milagros por Moisés, y ellos endurecieron más y más sus corazones.

14. [v.10]. Durante cuarenta años estuve cercano a esta generación. ¿Qué significa estuve cercano? Me mostré con mis portentos y milagros no un día ni dos, sino durante cuarenta años estuve cercano a esta generación; y dije: "Estos tienen el corazón extraviado". Lo mismo significa "cuarenta años", que "siempre". El número cuarenta señala la totalidad del tiempo, como si por este tiempo se completasen los siglos. Por eso ayunó el Señor por espacio de cuarenta días, durante los cuales fue tentado en el desierto37, y también permaneció con los discípulos cuarenta días después de la resurrección38. En los primeros cuarenta días puso de manifiesto la tentación; en los últimos el consuelo; porque cuando somos tentados, sin duda somos consolados. Su Cuerpo, es decir, su Iglesia, es necesario que soporte tentaciones en el mundo, pero no le falta aquel Consolador que dijo: Y he aquí que yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo39. Y dije: "éstos son siempre de corazón extraviado". Permanecí con ellos durante cuarenta años para demostrarles que son hombres de esta condición, que continuamente me irritan hasta el fin del mundo. Al decir cuarenta años, quiso significar el tiempo de este mundo.

15. [v.11]. ¿Pero qué? ¿No habrá otros que entren en lugar de ellos en el descanso de Dios? ¿Acaso perdió Dios a su pueblo al ser probados aquellos, a quienes desagradó la misericordia de Dios, y que se le opusieron a él con el corazón empedernido? No, en absoluto. Poderoso es Dios para suscitar de estas piedras hijos de Abrahán40. Mirad que yo dije: "estos tienen siempre el corazón extraviado. No conocieron mis caminos; a ellos juré indignado que no entrarán en mi descanso". A ellos juré en mi ira que no entrarán en mi descanso. ¡Gran terror! Comenzamos este salmo con júbilo, y lo terminamos con inmenso terror. A ellos juré en mi indignación que no entrarán en mi descanso. ¡Gran cosa es que hable el Señor! ¡Pero cuánto más que jure Dios! Debes temer que jure el hombre, no sea que por el juramento ejecute algo que es contra su voluntad; pero ¿cuánto más deberás temer a Dios, que no puede jurar temerariamente? Él quiso que el juramento sirviese para confirmar una cosa. Pero ¿por quién jura Dios? Por sí mismo, ya que no tiene otro mayor por quién jurar. 41Por sí mismo confirma sus promesas y sus amenazas. Que nadie diga en su corazón: "su promesa es verdadera, y falsa su amenaza. Tan seguro debes estar del descanso, de la felicidad, de la eternidad y de la inmortalidad, si cumples sus preceptos, como de la ruina, del ardor del fuego eterno y de la condenación con el diablo, si desprecias sus mandamientos. Les juró en su ira que no entrarían en su descanso; no obstante conviene que entren algunos en él, pues dará a algunos su descanso. Luego, al ser reprobados aquéllos, entraremos nosotros; porque, aun cuando algunas ramas se desgajaron por la desemejanza y la infidelidad, nosotros fuimos injertados por la fe y la humildad. Luego entraremos nosotros en su descanso ¿Por qué entraron aquellos que entraron, aquellos que fueron elegidos, aquellos que no se opusieron a Dios con empedernido corazón? Porque es cierto que el Señor no rechazó a su pueblo.