Sermón al pueblo
Tagaste. Verano del 414
1. Como hemos oído con gran atención, cuando se leía este salmo, estemos así de atentos mientras el Señor va a revelar los misterios que se ha dignado ocultar en él. Porque ciertos misterios de las Santas Escrituras no están ocultos para no manifestarlos, sino para que a los que llamen se les abra. Luego si llamáis con afecto piadoso, y sincera caridad del corazón, os abrirá1 el que ve la razón de vuestra llamada. Todos nosotros conocemos que hay muchos (y ojalá no formemos parte de ellos) que murmuran contra la paciencia de Dios, doliéndose de que permita vivir en esta tierra a los malvados e impíos, y de que incluso tengan mucho poder. Y, lo que es aún peor, que muchos ejercen gran poder contra los buenos, y que con frecuencia los oprimen; los malos están jubilosos, y los buenos sufren; los malos se ensoberbecen, mientras los buenos son humillados. Observando tales cosas en la humanidad, (y son abundantes), los impacientes y los apocados se apartan del buen camino, como si su bondad fuera inútil; les parece que Dios apartara sus ojos de la buena conducta de los fieles y piadosos, y apoyara a los malos en sus caprichos. Creyendo, pues los débiles que su buen vivir es en vano, se sienten impulsados a imitar la maldad de los que aparentemente están florecientes; bien sea por la debilidad de su persona o de su carácter, temen caer en el mal, no porque amen la injusticia, sino —lo diré más claramente— temen ser condenados por las leyes civiles en algún castigo, se abstienen, sin duda de las malas obras, pero no de los malos pensamientos. Y entre estos malos pensamientos, el más destacado es aquella impiedad por la que parece que Dios se despreocupa de las cosas humanas, y por lo mismo considera igual a los buenos y a los malos. Y un peor sentimiento todavía: que Dios acosa a los buenos, y favorece a los malos. El que así piensa, aunque no haga mal alguno a nadie, sí se lo hace, y muy grave, a sí mismo, ya que es un impío en sí mismo. Con su impiedad no hiere a Dios, pero se mata a sí mismo. Los que cultivan estos pensamientos, no hacen mal a nadie, ya que son gente tímida, Pero Dios sí ve sus adulterios, homicidios, mentiras y robos de sus pensamientos, y los castiga. Porque aquel a quien no le obstaculiza la carne su mirada, ve la voluntad. Éstos, si se presenta la ocasión, no obran mal, pero se manifiestan sus malos sentimientos. Es verdad que tú no percibes claramente lo que brotó de su corazón, pero entiendes lo que en él se ocultaba. Hace pocos años, y casi podríamos decir hasta el día de ayer, vieron estas cosas los hombres, y las conocieron hasta los que con dificultad entienden: había aquí una muy poderosa casa (o un reino) temporal, de donde Dios había hecho un flagelo al género humano, y de ahí fue castigada la humanidad. Si ahí reconoce el castigo del Padre, y llega a temer la sentencia del juez. Existiendo aquí esa poderosa casa, muchos, a ella sometidos, gemían, murmuraban, eran detestados, blasfemaban. ¡Cómo se adaptan los hombres a estas situaciones, y cómo muchos se entregan, según un justo y divino designio a las inclinaciones de su corazón!2 De repente se hacen moradores de dicha casa aquellos que antes la criticaban, y que recibía de ella alguna extorsión. Digamos, pues, que es bueno aquel que, pudiendo hacer el mal, no lo hace, del cual está escrito: Pudo quebrantar la ley, y no la quebrantó; hacer el mal, y no lo hizo. ¿Quién es éste, y lo alabaremos? Porque ha hecho maravillas en su vida3. Habla aquí la Escritura de los poderosos que se abstienen del mal. También el lobo quiere arrebatar y triturar como el león, pero sabemos que los daños que causan no son los mismos, pero su voluntad es la misma; el león no sólo ignora al perro que le ladra, sino que lo pone en fuga; luego se va al redil y atrapa todo lo que puede con el silencio de los perros. Pero no se atreve a hacerlo rodeado y acosado por el ladrido de los perros. Cuando luego regresó, ¿Se había vuelto el león más inocente? Es Dios quien enseña la inocencia: todo el que es inocente, lo es no por temor al castigo, sino por amor a la justicia. Es entonces cuando es libre y auténtico inocente. En cambio, el que lo es por temor, no es inocente, aunque no haga daño al que quisiera hacérselo. No daña al prójimo por una mala acción, sino que se daña, y mucho, a sí mismo con un perverso deseo. Escucha la Escritura para ver cómo él se daña a sí mismo: El que ama la maldad, odia su propia alma4. Y realmente se equivocan sobremanera quienes piensan que su injusticia perjudica a otros, y no a sí mismos. Perjudica la maldad a otros cuando perjudica su cuerpo, causa detrimento a sus bienes, o pretende apoderarse de sus esclavos, o de alguna de sus heredades, o robarle su oro o plata, o arrasar su casa y sus campos, o cualquier otra propiedad. A estos objetos se dirigen los delitos contra el prójimo. ¿Pero tu iniquidad podrá dañar el cuerpo ajeno, y no perjudicar a tu alma?
2. Es esta una sencilla y verdadera doctrina, que enseña a los hombres buenos el amor a la justicia, y que por ella quieran agradar a Dios, incitándole también a ser aceptables a Dios por la práctica de esta virtud. Deben convencerse de que su alma ha sido inundada por Dios de una luz inteligible, para que puedan seguir la práctica de estas obras buenas, y antepongan esta luz de sabiduría a todas las cosas que atraen en este mundo. Contra esta doctrina critican algunos hombres, y si no llegan a proferir palabras, las rumian en su corazón. ¿Y qué dicen? ¿Es que yo le voy a agradar a Dios con obras buenas? ¿Y será cierto que le agradan los buenos, cuando vemos a los malvados triunfantes, bajo su dominio? Cometen maldades sin cuento, y a ellos no les sobreviene nada malo. Y si por casualidad les sobreviene alguna desgracia, ¿qué te contestan, cuando les dices: Mira cuántas maldades cometieron? Te dicen: ¡Sí, pero fíjate la recompensa que al fin tuvieron! Y comienzan también ellos a pensar en los buenos, a quienes les han sucedido también males, y atacan así: "Si al él le sobrevino ese contratiempo por ser malo, ¿Por qué le sobrevino también a aquel que se comportó con tanta rectitud? ¿Por qué el que hizo tantas limosnas, y realizó tanto bien para la Iglesia, le ocurrió lo mismo que al otro que hizo maldades incontables?" Dicen todo esto para demostrar que si no obran el mal es porque no pueden, o porque no se atreven. La lengua manifiesta lo que se lleva en el corazón. Pero aun cuando la lengua calle, reprimida por el temor, Dios ve lo que se esconde en el interior del hombre, por más que al resto de los hombres se oculte. Si se quieren corregir estas actitudes humanas, estén ocultas, o afloren en las palabras, o en las acciones, este salmo puede corregirlas, si es que se está abierto a dicha corrección. Inténtenlo y corríjanlo. ¡Ojalá que en la multitud congregada en este templo, y que escucha por mí la palabra de Dios, no haya nadie con estas heridas que deban curarse! Al oír tales cosas, instruyan sus corazones, y así puedan curar a otros. A pesar de todo, no me parecen inútiles mis palabras, aunque nadie de los presentes padezca herida alguna. Pues creo que todo cristiano, cuando comience a oír que alguien dice estas cosas, si es buen fiel y cree profundamente a Dios, y su esperanza está puesta en la vida eterna, no en la tierra, no en esta vida; y no toma en vano el poner su corazón en el cielo, se ríe, y al mismo tiempo se duele de los que tales cosas murmuran, diciéndose a sí mismo: "Dios sabe lo que hace; yo no puedo conocer sus designios; no puedo conocer por qué perdona de momento a los malos, o por qué padecen en esta vida los buenos. Me basta saber que el bueno sufre temporalmente, y el malo prospera temporalmente". Luego el buen cristiano, soporta pacientemente la felicidad de los malos, y los sufrimientos de los buenos; tolera hasta el fin del mundo, hasta que desaparezca la maldad. Éste tal es ya bienaventurado, y a él Dios le ha enseñado con su ley, y le mitigó los días malos, mientras que se cava el hoyo para el pecador. El que todavía no ha llegado a tal madurez, oiga por mi palabra lo que le agrada al Señor. Y que el Señor, que es quien mejor conoce la herida que hay que curar, le diga muchas cosas a su corazón.
3. [v.1]. El salmo tiene este título, es decir, esta inscripción: Salmo para el mismo David, el cuarto día después del sábado. Este salmo nos enseñará la paciencia de los justos en medio de las tribulaciones. Frente a la felicidad de los malvados, establece y enseña la paciencia. Todo él trata de esto, desde el principio hasta el fin. Pero ¿por qué este título: Para el día cuarto del sábado? El primer día del sábado es el Domingo o día del Señor; el segundo, la feria segunda, al cual los mundanos llaman día de la luna; el tercereo día de Marte; el cuarto, feria cuarta, denominado día de Mercurio por los paganos, y también por muchos cristianos, lo cual no me gusta, y ojalá se corrijan y no lo llamen así; usen ellos su propio lenguaje. Tienen cada uno su propia lengua; pero no tienen el mismo nombre en todos los pueblos; cada uno lo llama como lo llama; pero sería mejor que de la boca cristiana saliera el nombre de la terminología eclesiástica. Pero si a uno le llevara la costumbre a pronunciar con la boca lo que su corazón reprueba, entienda que todos aquellos por quienes recibieron nombre los astros, fueron hombres, y que no comenzaron a brillar en el cielo esos astros cuando nacieron esos hombres, sino muchísimo antes de ellos. Pero gracias a ciertas recompensas caducas de los mortales, en su época, fueron eminentes y descollaron mucho, en este mundo, con gran poder y complacencia por parte de los demás, por los beneficios temporales, no de la vida eterna, recibieron honores divinos. Engañados, en fin, los antiguos de este mundo, y queriendo, por la adulación, engañar a los demás, ya que habían recibido algo, propio del amor mundano, mostraban los astros en el cielo, diciendo que éste era de aquél, y el otro pertenecía a aquel otro. Entonces, los hombres que no habían dirigido antes la mirada al cielo, cayendo en la cuenta de que estos astros estaban allí mucho antes de que nacieran tales hombres, engañados, lo creyeron, y así se concibió esta vana opinión. El diablo confirmó esta errónea opinión, y Cristo la echó por tierra. Por eso nosotros, de acuerdo a lo que venimos hablando, el cuarto día del sábado, es el cuarto día a partir del domingo, día del Señor. Ponga atención vuestra Caridad a lo que quiere significar este título: aquí hay un gran misterio, y por cierto muy escondido. Las demás cosas de este salmo son claras, y manifiestas, y se entienden enseguida; pero este título, he de reconocerlo, encierra no poca oscuridad. Pero el Señor me asistirá disipando la nube, y veréis el salmo con claridad, ya desde su frontispicio. Esta es su inscripción: Salmo para el mismo David, en el cuarto día del sábado. Está puesto en el umbral, inscrito en la puerta de casa. Los hombres desean siempre conocer el rótulo, para entrar seguros en la casa. Recorramos la Santa Escritura, y veamos en el Génesis qué se hizo en el primer día: y encontramos que se hizo la luz; luego vemos que el segundo día se hizo el firmamento, al que Dios llamó cielo; en el tercer día vemos que se creó la tierra y el mar, separando las aguas, que en su conjunto llamó mar, y a la parte árida y seca la llamó tierra. En el cuarto día hizo Dios las lumbreras en el cielo5: el sol presidiendo el día, y la luna y las estrellas para la noche6. Esto lo hizo en el cuarto día. Luego ¿qué quiere significar el haber tomado el salmo el título del día cuarto, en cuyo salmo se nos enseña la paciencia ante el bienestar de los malos, y los sufrimientos de los buenos? Ahí está el Apóstol Pablo, que se refiere a los santos fieles robustecidos en Cristo: Hacedlo todo sin murmuraciones ni altercados, a fin de que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha, en medio de una generación extraviada y perversa, entre la cual brilláis como luminarias, poseyendo la palabra de vida7. Se aplicó la semejanza de las luminarias a los santos, para que con el ejemplo de su vida sin críticas ni altercados, iluminaran a aquella generación perversa y extraviada.
4. Nadie debe pensar que se deben honrar o darles culto a los astros o luminarias celestes, por haber tomado de ellos alguna semejanza de los santos para simbolizarlos. Voy a explicar primero en el nombre de Cristo cómo no es lógico rendirle adoración al sol, ni a la luna, ni a las estrellas, porque tenganalgún simbolismo con los santos. Pues si todo aquello que se asimiló a los santos para personificarlos o aludirlos, piensas que debe ser adorado, adora a los montes y las colinas, ya que se dijo de ellos: Los montes saltaron de alegría como carneros, y las colinas como corderos8. Tú hablas ahora de los santos; yo hablo de Cristo. Deberás adorar al león, ya que se dijo: Venció el león de la tribu de Judá9.Y también a la piedra, puesto que de ella se dijo: La piedra era Cristo10. Si, pues, no adoras a estas cosas terrenas, que hacen referencia a Cristo, aunque de ellas se tomó con él cierta semejanza, entonces de cualquier criatura que se tome semejanza para simbolizar a los santos, fíjate en la semejanza con la criatura, y adora a su Creador. Nuestro Señor Jesús ha sido llamado sol11. ¿Pero se refiere a este sol que ven incluso los más diminutos seres animados que lo ven con nosotros? No, sino a aquel sol de quien se dijo: era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo12. Porque esta luz material no sólo ilumina al hombre, sino también a todos los cuadrúpedos y animales. Pero la luz que ilumina a todo hombre, brilla en el corazón, donde sólo está el entendimiento.
5. Que entienda vuestra Caridad a quiénes se dirigió el Apóstol, cuando dijo: En medio de una generación extraviada y perversa, es decir, de mala gente, entre la cual brilláis como lumbreras en medio del mundo, manteniendo la palabra que da vida. De algún modo nos invitó a comprender este salmo y a conocer el sentido del ya citado título del salmo. En efecto, estos santos que poseen la palabra de vida, tienen su morada en el cielo, y desprecian toda maldad que se hace en la tierra. Como las lumbreras que se mueven de día y de noche en el cielo, siguiendo el curso que tienen trazado según su órbita por el Creador, sin desviarse de ella, a pesar de cometerse tantos delitos abajo en la tierra. Este es el comportamiento de los santos. Pero esto se da si han fijado su corazón en el cielo, y si responden conscientemente que tienen puesto su corazón en el cielo; si imitan a aquel que dijo: Nosotros somos ciudadanos del cielo13. Viviendo, pues, en el cielo, y pensando en las cosas celestes, como está escrito: Donde está tu tesoro, allí está tu corazón14, todo esto los conduce a hacerlos sufridos y pacientes. Por eso, mientras recorren su propio camino, no les preocupa lo que suceda en la tierra, como las lumbreras no se preocupan de ordenar los días y las noches, a pesar de ver tantos males en la tierra. Pero supongo que les será más fácil soportar las maldades que no se cometen contra ellos; pero así como soportan el mal contra los demás, deben soportar también lo que sucede contra ellos. Porque está bien que no toleren el mal que se hace contra los demás. Pero si se hace contra ellos, no deben perder la tolerancia. Porque todo el que pierda la paciencia, se ha caído del cielo. Pero quien tiene fijo su corazón en el cielo, sus pies en la tierra siguen sufriendo. ¡Cuántas cosas forjan los hombres sobre las lumbreras celestes, y no obstante mantienen su paciencia! Del mismo modo los fieles deben ahora soportar los buenos las calumnias y falsedades que se urdan contra ellos. Hace poco os dije que aquella estrella es Mercurio, y la otra es Saturno; y la otra Júpiter (Iovis). Esto es un insulto a las estrellas. ¿Cómo? Aunque ellas oyen tantos insultos, ¿acaso se mueven, o dejan de recorrer sus órbitas? Pues bien, asimismo el hombre que posee la palabra de Dios, y se halla en medio de una nación perversa y extraviada, es como una lumbrera brillante en el cielo. ¡Y cuántos hay que les parece, honrar al sol, y dicen patrañas acerca de él! Los que dicen que Cristo es el sol, mienten sobre el sol. Sabe el sol que Cristo es su Creador y su Señor; y si pudiera indignarse, se indignaría más duramente contra el que le honra falsamente, que contra el que le ultraja. Pues al siervo bueno la mayor ofensa es la injuria contra su señor. ¡Cuántas cosas falsas dicen algunos sobre las lumbreras! Y sin embargo ellas las soportan, las toleran y no se conmueven.¿Por qué? Porque están en el cielo. ¿Y qué es el cielo? No pasemos esto por alto. ¡Cuánto nos mienten los hombres, cuando ven que se oscurece la luna, y dicen: "Los hechiceros la redujeron a este estado", siendo así que en tiempos determinados de mengua su luz por divina disposición! Ella, que está en el cielo, no se preocupa de estos disparates humanos. ¿Qué significa "está en el cielo"? Estar en el firmamento del cielo. Si su corazón está en el firmamento del libro de Dios, estas cosas no le afectan.
6. El cielo, es decir, el firmamento significa figuradamente el libro de la ley. Por eso, en un cierto pasaje bíblico, se dice: Despliegas el cielo como una piel15. Si se despliega como una piel, es como el rollo de un libro que se abre para leerlo. Pero pasado un tiempo se hace ilegible. Allí se lee la ley porque todavía no hemos llegado a aquella Sabiduría que llena el corazón y las mentes de quienes lo contemplan, sin que sea necesario que alguien nos lo lea. Porque cuando algo se nos lee, las sílabas suenan y van pasando, pero la luz de la verdad no pasa; se graba y embriaga el corazón de quienes la contemplan, según se dice en otro salmo: Se nutren de la enjundia de tu casa, y les darás a beber del torrente de tus delicias, porque en ti, Señor, está la fuente de la vida. Mira esta fuente. Dice: en tu luz veremos la luz16. Ahora, pues, mientras conocemos en parte, y en parte profetizamos, es necesaria la lectura, como dice el Apóstol: Cuando llegue lo perfecto, desaparecerá lo imperfecto17. Y no habrá que leer el Evangelio ni los escritos apostólicos en aquella Jerusalén, en la que viven los ángeles; y hacia ella, nosotros, como desterrados, vamos gimiendo, y nuestro alimento es la Palabra de Dios. Esta Palabra de Dios, para que a nosotros, seres temporales, nos sonara en el tiempo, se hizo carne y habitó entre nosotros18. Pero también esta ley que fue escrita, es para nosotros un firmamento; si nuestro corazón está allí, no será turbado por las maldades humanas. Por eso se dijo: Extiendes el cielo como una piel. Y del tiempo en que ya no sean necesarios los libros, ¿qué se ha escrito? Se enrollan los cielos como un libro19. Luego quien tiene su corazón en lo alto, ese mismo corazón es su lumbrera; brillaen el cielo y no lo vencen las tinieblas. Las tinieblas están abajo; son la iniquidad, y no son inmutables. Ya recordé también ayer esto. Pero los que hoy son tinieblas, si quieren, mañana pueden ser luz. Los que han entrado aquí siendo tinieblas, pueden ya ser luz. Y para que nadie creyese que la maldad es algo connatural al hombre, y que no se podían cambiar, dijo: Vosotros en otro tiempo erais tinieblas; pero ahora sois luz en el Señor: caminad como hijos de la luz20. Dice que sois luz en el Señor, no en vosotros. Y por tanto vuestro corazón deberá estar en el libro; y si está en el libro, el corazón está en el firmamento del cielo. Si allí está el corazón, desde allí lucirá, y no se perturbará por las maldades que haya allá abajo; no porque estará en el cielo físicamente, sino porque su vida está allí, como dice la Escritura: Nuestra vida está en los cielos. No puedes todavía pensar en ella, ya que aún no la has visto. ¿Quieres pensar en el cielo? Pon tu pensamiento en el libro de Dios. Escucha el salmo: Y en su ley medita día y noche. Y también en él se dice: dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos, sino que su gozo es la ley del Señor21. Ya ves cómo es la lumbrera del cielo: Y en su ley medita día y noche. ¿Quiere este tal soportarlo todo con paciencia? Que no se baje del cielo, y que medite en su ley día y noche. Su corazón, entonces, deberá estar en el cielo. Y si en el cielo está su corazón, todas las maldades que suceden diariamente en la tierra, son de manera transitoria; toda la felicidad de los hombres malos; todos los sufrimientos de los justos, que meditan día y noche en la ley de Dios, para él son nada; todo lo tolera con paciencia, y será un bienaventurado adoctrinado por Dios. Y ¿cómo se mantendrá en el firmamento del cielo? Porque el firmamento es la ley. Dichoso el hombre a quien tú educas, Señor, y le enseñas tu ley, dándole descanso tras los días difíciles, mientras al malvado se le cava la fosa22. Fijaos, pues, cómo las lumbreras avanzan y se apagan; luego vuelven y recorren sus propias órbitas; dividen la noche y el día, hacen retornar los años y las estaciones; y tantas maldades que ocurren en la tierra, mientras ellos están imperturbables en el cielo. ¿Qué querrá Dios enseñarnos con esto? Pongamos atención al salmo.
7. El Dios de las venganzas, el Señor; el Dios de los castigos ha obrado con intrepidez. ¿Crees tú que no se venga? Se venga el Dios de los castigos. ¿Qué significa el Dios de los castigos? El Dios de los castigos. Tú murmuras contra él porque no castiga a los malos. No murmures, no sea que te pongas en el número de los que han de sufrir su venganza. Aquél ha realizado un robo, y sigue viviendo; tú murmuras contra Dios porque el que te ha robado no muere. Si tú ahora ya no hurtas, mira si no lo hiciste alguna vez en el pasado. Si ya eres día, piensa en tu noche pasada. Si ya te hallas establecido en el cielo, piensa en tu tierra. Te podrás encontrar con que fuiste ladrón alguna vez. Y por ahí hay alguien encolerizado, porque tú habiendo sido ladrón, sigues viviendo, y no estás muerto. Y así como tú, cuando cometiste el mal seguiste viviendo, para no repetirlo, no vayas a querer derribar el puente de la misericordia divina, porque tú ya lo has pasado. ¿No sabes que han de pasar muchos por ese puente? ¿Existiría ahora, para murmurar, si hubiera sido oído el primero que murmuró contra ti? Y sin embargo aún deseas ahora el castigo de parte de Dios contra los malos, ansiando que muera el ladrón, y murmuras contra Dios porque no muere el ladrón. Pesa en la balanza de la justicia al ladrón y al blasfemo. Dices que ya no eres ladrón; pero murmurando de Dios eres blasfemo. El ladrón espía el sueño del hombre, para robarle algo, y tú dices que Dios duerme y no ve al hombre. Si quieres que le frene la mano, frena tú primero la lengua. Quieres que Dios corrija su corazón contra el hombre; corrige tú primero el tuyo contra Dios, no sea que cuando pides venganza a Dios, si viene te encuentre a ti primero. Sin lugar a dudas, Dios vendrá, vendrá y juzgará a los que permanecieron en su iniquidad, a los que han sido ingratos a la generosidad de su misericordia, a los desagradecidos a su paciencia, que atesoraron para sí la ira para el día de la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios, que dará a cada uno según sus obras23; porque Dios es el Señor de los castigos, y por lo tanto, obra con firmeza. No perdonó a nadie cuando habló aquí: se mostró débil en la carne, pero poderoso en su palabra. No hizo acepción de personas respecto a las autoridades judías. ¡Cuántas cosas no les echó en cara! Y se las dijo con intrépida franqueza; porque así está escrito de él en los salmos: Por la miseria de los indigentes y el lamento de los pobres, ahora me levantaré, dice el Señor. ¿Quiénes son los pobres; quiénes son los indigentes? Los que han puesto su esperanza en el único que no falla. Mirad, hermanos, quiénes son los pobres y los necesitados: cuando la Escritura alaba a los pobres, no se refiere a los que nada poseen. Tal vez te encuentres con un hombre pobre, que al padecer una injuria, no va en busca sólo de su patrono, en cuya casa vive, siendo servidor, inquilino o cliente, y le manifiesta que padece sin razón, ya que le pertenece, y su corazón y su esperanza están puestos en el hombre, el polvo confía en el polvo. Y, al contrario, hay algunos ricos que gozan temporalmente de honores humanos, y, sin embargo, no ponen su esperanza en el dinero, ni en su hacienda, ni en su servidumbre, en el esplendor de su transitoria dignidad, sino en aquel a quien nadie le sucederá; en quien nunca ha de morir, que no engaña ni es engañado. Éstos, aunque parezca que poseen muchas riquezas mundanas, sin embargo las administran admirablemente para remediar a los necesitados, y son contados entre los pobres del Señor. Pues al caer en la cuenta de que en esta vida viven en peligro, y que son peregrinos exiliados en ella, se hospedan en la opulencia de sus riquezas, pero como viajeros que han de proseguir el camino, sin establecerse en la posada. ¿Qué dice, pues, el Señor? Por la miseria de los indigentes, y el clamor de los pobres, me levantaré al instante, dice el Señor, y los pondré a salvo. Nuestro remedio está en nuestro Salvador. En él quiso poner la esperanza de todos los pobres y necesitados. ¿Y qué más dice? Obraré con intrepidez24. ¿Qué significa esto? Que no temerá, que no pasará por alto los vicios y las codicias de los hombres. El médico honrado y fiel, provisto y adoctrinado con la lanceta medicinal de la palabra, cura todas las heridas. Así pues, el que fue profetizado y anunciado de esta manera, así se presentó y así habló en el monte, donde dijo: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Allí también fueron llamados bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia; y añadió: porque de ellos es el reino de los cielos. Y para hacerlos lumbreras, o sea, soportadores de todas estas injusticias pasajeras, añade: Seréis bienaventurados cuando se os persiga y se diga todo mal contra vosotros. Alegraos y regocijaos, porque tendréis gran recompensa en los cielos25. Y luego, en el transcurso del sermón, cuando comenzó a enseñar, a pesar de que le rodeaba la multitud, dijo tales cosas a sus discípulos que llegaron a herir el rostro de los fariseos y de los judíos, que se arrogaban la primacía de la exposición de las santas Escrituras, y que se tenían por justos, o pensaban que eran tenidos por tales, y que recibían la obediencia del pueblo, en atención a su autoridad; en tales circunstancias, como antes os he dicho, no perdonó, y dijo: Cuando oréis, no lo hagáis como los hipócritas, que les gusta orar poniéndose de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para ser vistos por los hombres26, y todo lo demás que allí se dice. Se metió con todos, y no se acobardó con nadie. Y al final de este mismo discurso, dice de él la Escritura evangélica: Y sucedió que, habiendo terminado Jesús de proferir estas palabras, quedaron admiradas las multitudes de su doctrina, pues enseñaba como quien tiene autoridad, no como los letrados y fariseos27¡Cuántas veces aquel de quien se dijo que enseñaba como quien tiene autoridad, dijo; ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!28 ¡Cuántas cosas les echó en cara! Y a nadie tuvo miedo. ¿Por qué? Porque es el Dios de los castigos. Y por eso no se callaba en sus palabras. Para tener después a quienes perdonar en el juicio; si entonces no quisieran tomar la medicina de la palabra, habían de incurrir y de recibir la sentencia del juez. ¿Por qué? Porque dijo: El Dios de los castigos es el Señor, el Dios de los castigos actúa con decisión, es decir, a nadie perdonó con la palabra. El que no perdonó en sus palabras, cuando se acercaba su pasión, ¿perdonará en su sentencia cuando juzgue? Él, que en su vida humilde, no tuvo miedo a nadie, ¿lo tendrá cuando venga en su gloria? Por lo que ya ha actuado ahora con decisión, piensa cómo obrará cuando venga al fin del mundo. No murmures, pues, contra Dios, porque aparenta no hacer caso de los malvados; más bien sé bueno con quien temporalmente no te ahorra el castigo, y al fin te perdonará en el juicio. El Dios del castigo es el Señor, el Dios del castigo ha obrado con decisión.
8. Porque obró intrépidamente, ellos no soportaron su firmeza. Como se presentó débil, y se hallaba vestido de carne, y había venido a morir, no a obrar lo que obraban los pecadores, y a padecer lo que ellos padecían; habiendo venido con esta finalidad, digo, al verlo obrar con tanto coraje, no pudiendo soportar la sinceridad de sus palabras, ¿qué hicieron? Lo apresaron, lo azotaron, lo ultrajaron, le abofetearon, le escupieron, lo coronaron de espinas, lo levantaron en la cruz, y por fin lo mataron. Pero por su intrepidez, ¿qué sigue? ¡Elévate en lo alto, tú que juzgas la tierra! ¿Piensas que porque apresaron al humilde, dominarán al excelso? ¿Crees que porque juzgaron al mortal, no serán juzgados por el Inmortal? ¿Qué dice, pues? ¡Elévate en lo alto, tú que has obrado con coraje! Los malvados, que no toleraron la firmeza de tu palabra, y que por lo mismo, pensaron que hicieron algo, cuando te apresaron y te crucificaron. Te debieron haber apresado con su fe, pero lo hicieron para perseguirte; luego tú, que obraste con coraje en medio de los malvados, y no tuviste miedo de ninguno, y padeciste; levántate en lo alto, es decir, resucita y asciende al cielo. Sufra también la Iglesia pacientemente lo que con paciencia sufrió su Cabeza. ¡Levántate en lo alto, tú que juzgas la tierra, y paga su merecido a los soberbios! Hermanos, ha de dar lo merecido. ¿Qué significa lo que se dijo: Levántate en lo alto, tú que juzgas la tierra, y da su merecido a los soberbios? Profecía es de quien predice, no rigor de quien manda. Pues no porque dijo el profeta; Levántate, tú que juzgas la tierra, resucitó Cristo y subió al cielo, por obediencia al profeta. No. Fue porque como Cristo había de realizar todo esto, por eso lo predijo el profeta. El profeta ve en espíritu a Cristo en su vida humilde, al humilde que no tiene miedo a nadie, que a nadie perdona sus reproches, y dice: Él obra con coraje. Lo ve con la intrepidez con que obró; después lo ve apresado, crucificado, humillado; lo ve resucitado, caminando al cielo; y lo ve venir de allí a juzgar a aquellos entre cuyas manos padeció toda clase de males, y dice: Levántate a lo alto, tú que juzgas la tierra; da su merecido a los soberbios. Será a los soberbios, no a los humildes. ¿Quiénes son los soberbios? Aquellos para quienes es poco obrar mal, e intentan defender sus pecados. Pero no son estos soberbios los que crucificaron a Cristo, y entre los cuales se obraron maravillas, cuando creyó gran número de judíos, y se les dio la sangre de Cristo. Es verdad que éstos tenían sus manos ensangrentadas con la sangre de Cristo, pero aquel cuya sangre habían derramado, se las lavó. Los que persiguieron su cuerpo, al verle mortal, se adhirieron a su cuerpo, es decir, a la Iglesia. Derramaron su precio para beberle, porque más tarde se convirtieron. Pues, al obrar los Apóstoles infinidad de milagros, se convirtieron varios miles de hombres en un solo día; y tan compenetrados se hallaron con ellos, que vendieron todos sus bienes y colocaron su precio a los pies de los Apóstoles, y se distribuía a cada uno lo que necesitaban. Y así, entre ellos y los que crucificaron a Cristo, tenían una sola alma y un corazón hacia Dios. ¡Y esto entre los que habían crucificado a Cristo! Pero ¿por qué no se les dio a éstos su merecido? Porque lo que se dijo es: Dará su merecido a los soberbios; pero ellos no quisieron ser soberbios. En efecto, al ver que se obraban milagros en el nombre de Cristo, a quien ellos pensaban haber matado, oyeron de Pedro, en nombre de quienes los obraban, pues no se arrogaban los siervos el poder del Señor, diciendo que ellos obraban lo que él hacía por ellos. Los siervos honraron a su Señor, pues dijeron que lo que ellos admiraban, lo hacían en nombre de aquel a quien ellos crucificaron. Entonces se humillaron, se arrepintieron de corazón, confesaron dolidos su pecado, y pidieron consejo diciendo: Entonces ¿Qué debemos hacer? No desesperan de su salud, están buscando la medicina. Y Pedro les dice: Haced penitencia, y que cada uno de vosotros se bautice en el nombre del Señor Jesucristo29. Los que hicieron penitencia, se humillaron, por tanto se les perdonó su merecido. Mira lo que dice este salmo: Levántate tú que juzgas la tierra; da su merecido a los soberbios. Ellos no eran del número de los soberbios. En ellos prevaleció la palabra del Señor, que pendiente de la cruz, dijo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen30. Levántate a lo alto, tú que juzgas la tierra. ¿Y les dará su merecido? Sí, pero a los soberbios.
9. [vv.3-4]. Pero ¿Cuándo, cuándo volverá? Mientras tanto los malos viven triunfantes, cantan victoria, blasfeman, cometen toda clase de maldades. ¿Y esto te conmueve? Indaga con piadoso respeto, no critiques con soberbia. ¿Te conmueve? El salmo se compadece de ti y te ayuda a indagar, no porque lo ignore; pues indaga contigo lo que conoce, para que encuentres en él lo que ignorabas. Como el que quiere consolar a alguien, debe condolerse con él, si no, no le levanta el ánimo. Pues si se acercase a él, riéndose de su desdicha, no lograría lo que se leyó hace poco del Apóstol: Alegraos con los que se alegran, y llorad con los que lloran31. Para que un hombre se alegre contigo, primero lloras con él; te contristas con él para reanimarle; así también el salmo, o sea, el Espíritu de Dios, que conoce todas las cosas, te busca, y casi pronuncia tus mismas palabras, ya que dice: ¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo los pecadores contestarán y dirán palabras pecaminosas? ¿Hasta cuándo hablarán todos los que cometen maldades?¿Qué dirán contra Dios los charlatanes que dicen: "¿de qué nos sirve vivir de este modo?" ¿Qué responderás? ¿Se preocupa realmente Dios de todo esto que estamos haciendo? Porque viven y piensan que Dios ignora lo que ellos hacen. ¡Fíjate a ver qué males padecen! Si llegase a saberlo el guardia o policía, lo meterían preso; por eso evitan la mirada del policía, para no ser apresados. Pero de los ojos de Dios nadie puede esconderse; Dios no sólo ve en la recámara de tu aposento, sino en lo más íntimo de tu corazón. Pensando, pues, que nada puede ocultarse a Dios, sabiendo que obran mal, y siendo conscientes de ello, dándose cuenta de que los conoce Dios, quienes no vivirían a la vista del guarda, se dicen: "Estas cosas agradan a Dios, pues si ciertamente le desagradasen nuestros hechos, como desagradan a los jueces, a los reyes, a los emperadores, a los guardianes de las cárceles, ¿podríamos, acaso, ocultarnos a la mirada de Dios, como evitamos la de todos éstos? Luego le agradan a Dios estas cosas". Por esto se dice al pecador en otro salmo: Esto haces y me he callado; has sospechado una perversidad: que yo sería semejante a ti. ¿Qué sentido tiene que yo haya de ser semejante a ti? Que como a ti te agrada tu mala acción, piensas que también me agrada a mí. Pero a continuación se le amenaza, pues prosigue: te acusaré, te lo echaré en cara32. Luego no calla el que dijo: me he callado. Al decir: Hiciste esto y me callé, sospechaste malvadamente que yo soy semejante a ti; pero no me he callado. Cuando hablamos, no calla; cuando lee el lector, no calla; es más, todas esas voces de Dios se extienden por todo el orbe de la tierra. ¿En qué sentido se calla y en qué sentido no calla? No calla en la palabra; calla en el castigo. ¿Qué es, pues: Esto hiciste y me he callado? Esto hiciste y no he castigado. Sospechaste perversamente que soy semejante a ti. Sobre la mudez de su venganza, o sea, sobre el cese de su castigo, dice en otro lugar: He callado; pero ¿me voy a estar callado siempre?33 ¿Hasta cuándo, Señor, los pecadores; hasta cuándo se gloriarán los pecadores? Responden con palabras llenas de maldad; ¿Van a estar hablando todos los que tienen una conducta perversa? Y va declarando todas sus malas obras. Responden diciendo barbaridades. ¿Qué es: Responden? Que responderán al justo. Se presenta, por ejemplo, un hombre de bien, y le dice. "No cometas injusticia". ¿Por qué? Porque morirás. Y le contestan: "Ya ves que he cometido injusticias; ¿por qué no he muerto? Por el contrario, aquel otro obró como hombre justo, y murió; ¿por qué murió? Yo cometí maldades, ¿Por qué Dios no me aniquiló? Y el otro que se portó bien, ¿por qué Dios lo castigó? ¿Por qué sufre? Esto es lo que significa responden. Tienen qué replicar. Dios los perdona, y ellos toman base de de su paciencia para su respuesta. Dios los perdona por un motivo, y ellos responden por otro, porque viven. El Apóstol dice por qué los perdona, cuando expone el designio de la paciencia de Dios. Dice: ¿Piensas tú, que obras así, que vas a escapar del juicio de Dios? ¿O desprecias las riquezas de su benignidad, ignorando que la paciencia de Dios te llama a la penitencia? Pero tú, es decir, aquel que responde y dice: "Si desagradase a Dios, no me perdonaría" ve lo que se hace a sí mismo; escucha al Apóstol: Pero tú, con la dureza de tu corazón, del corazón impenitente, atesoras ira para el día de la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios, que dará a cada uno el pago, según sus obras34. Dios aumenta contigo su paciencia, y tú acrecientas tus maldades. Su tesoro consistirá en su infinita misericordia para aquellos que no desdeñaron su misericordia; el tuyo, por el contrario, se encuentra en su ira, y lo que vas añadiendo poco a poco cada día, lo encontrarás acumulado después. Lo vas poniendo a trocitos, pero encontrarás una gran masa. No tienes en cuenta tus pecados diminutos cotidianos. No te olvides que los ríos se agrandan con pequeñas gotas.
10. [vv.5-6]. ¿Qué es lo que hacen aquellos que contestan y hablan descaradamente, y, no obstante su proceder, se les perdona? Han humillado a tu pueblo, Señor, es decir a todos los que viven honradamente, contra los cuales quieren los malvados imponer su soberbia. Han humillado, oh Señor, a tu pueblo; y han oprimido a tu heredad; mataron a la viuda y a los huérfanos, y han asesinado al prosélito, es decir, al peregrino, al forastero, al extranjero. A éste lo llama prosélito. Están claras cada una de estas cosas, y no necesito detenerme en ellas.
11. [v.7]. Y comentan: el Señor no lo ve. No se ocupa de esto, lo Descuida, tiene otras ocupaciones. No las conoce. Estos dos dichos: uno el que ya dije: Hiciste esto, y me he callado; tú has sospechado una maldad, que yo soy como tú. ¿Qué quiere decir esto? Piensas que yo veo tus acciones y me agradan, porque no te castigo. Pero otra es la voz de los malvados: que Dios no mira estas cosas, ni se preocupa de saber cómo vivo yo, Dios no se preocupa de mí. ¿Significo yo algo para Dios? ¿O Dios me tiene en cuenta? ¿Conoce cuántos son los hombres? ¡Pobre hombre! Se ha preocupado de tu existencia, ¿Y no se va a preocupar de que vivas bien? Están en boca de esta gente estos comentarios: El Señor no lo ve; el Dios de Jacob no se entera.
12. [v.8]. Enteraos, los más insensatos del pueblo; ¡Y vosotros, necios: a ver cuándo vais a discurrir! Instruye a su pueblo, cuyos pies les pueden tambalear, cuando viviendo ya entre el número de los santos, es decir, entre la muchedumbre de los hijos de la Iglesia, ve la felicidad de los malvados, cuando observa que campean obrando inicuamente, y les da envidia, y es atraído a imitar su conducta; y como ve que nada le aprovecha al humilde vivir honradamente, espera tener aquí alguna recompensa. Trabajas en la viña, ¿verdad? Cumple con tu deber, y recibirás tu recompensa. Antes de trabajar no le exiges el sueldo al patrón, ¿Y quieres exigírselo a Dios antes de trabajar? La perseverancia es la asignación a tu trabajo, y ella tendrá su recompensa. No quieres aguantar el esfuerzo, quieres trabajar poco en la viña, pero el mismo aguante pertenece al trabajo, del que te vendrá el salario. Pero si eres un vago, atención, pues no sólo te quedarás sin salario, sino que te encontrarás con el castigo, puesto que pretendiste ser un obrero holgazán. El obrero vago, para no trabajar como debe, está atento a la mirada del patrón, de aquel que lo llevó a la viña; y cuando ve que no le mira, deja de trabajar; y cuando el amo lo mira, pone esfuerzo en el trabajo. Pues bien, Dios que te recibió como obrero, no aparta de ti la mirada; no te permite engañarle en el trabajo; sobre ti están siempre los ojos del amo. Busca el modo de poderle engañar, y si puedes, abandona el trabajo. El salmo os habla por si pensabais algo inconveniente, cuando veis florecer a los malos, y vuestros pensamientos hacían vacilar vuestros pies en el camino del Señor. Y si ninguno de vosotros es así, entonces habla a otros por vuestro medio, diciendo: ¡Enteraos de una vez, porque ellos habían dicho: El Señor no lo ve; el Dios de Jacob no se entera. ¡Enteraos, dice, los más insensatos del pueblo! Necios, ¿Cuándo vais a discurrir?
13. [vv.9-10]. El que plantó el oído ¿no va a oír? ¿No tendrá por dónde oír el que te ha hecho oír a ti? ¿El que plantó el oído no va a oír? ¿Y el que formó el ojo no va a ver? El que educa a los pueblos ¿no va a reprender? Poned cuidadosa atención a esto, hermanos míos: El que educa a los pueblos, ¿no va a reprender? Este es el modo como Dios educa a los pueblos. Por ello envió su palabra a los hombres de toda la tierra, por medio de los ángeles, de los patriarcas, los profetas, por sus siervos, y por un gran número de pregoneros, como antecesores del juez. Envió también a su misma Palabra, envió a su mismo Hijo; y al enviar a los siervos de su Hijo, en ellos enviaba a su Hijo. Y ahora la palabra de Dios se predica por todo el orbe de la tierra, por todas partes. ¿En qué lugar no se dice a los hombres: "Abandonad vuestras antiguas maldades, y convertíos a los rectos caminos? Dios os perdona, es para que os corrijáis. Si ayer no os castigó, es para que hoy tengáis buena conducta. Así es como educa a las gentes. ¿Y no las va a reprender? ¿No va a prestar atención a quienes ha enseñado? ¿Y no va a juzgar a quienes había enviado y sembrado su palabra? Si asistes a la escuela, ¿aprenderás la lección, sin que la debas rendir al maestro? Cuando la recibes del maestro eres adoctrinado; el maestro te entrega lo que él ofrece. ¿Y no va a ser exigente cuando tú le das la lección? O cuando comiences a darle la lección, ¿no vas a temer el castigo? Ahora recibimos; más tarde nos presentaremos ante el maestro para darle cuenta de todas nuestras cosas pasadas, es decir, para rendirle cuentas de todo lo que ahora se nos da. Mira lo que dice el Apóstol: Todos nosotros nos presentaremos ante el tribunal de Cristo, para que allí cada uno reciba según lo que realizó estando en el cuerpo, sea bueno o sea malo35. El que educa a los pueblos, ¿no va a castigar? El que instruye al hombre, ¿no va a saber? El que te ha hecho saber, ¿no sabrá él? ¡Él enseña al hombre la ciencia!
14. [v.11]. Sabe el Señor que los pensamientos de los hombres son insustanciales. Tú no conoces los pensamientos de Dios, que son justos. Pero él conoce los pensamientos de los hombres, y que son vacíos. Ha habido también hombres que han conocido los pensamientos de Dios; pero Dios da a conocer su consejo a aquellos que se han hecho amigos suyos. Y en cuanto a vosotros, hermanos míos, no os minusvaloréis: si os acercáis con fe a Dios, oiréis sus pensamientos. Ya los vais aprendiendo ahora, es esto lo que se os dice, y para que no murmuréis contra Dios, que enseña al hombre la ciencia, se os dice y se os aclara por qué perdonó Dios a los malos. El Señor conoce que los pensamientos del hombre son insustanciales. Abandonad, por tanto, los pensamientos de los hombres, que son vanos, para que lleguéis a comprender los pensamientos de Dios que son sabios. Pero ¿quién es el que comprende los pensamientos de Dios? El que se sitúa en el firmamento del cielo. Esto ya lo hemos cantado, ya os lo he dicho y explicado.
15. [vv.12-13]. Dichoso el hombre a quien tú educas, Señor, al que enseñas tu ley, dándole descanso tras los días difíciles, mientras al pecador le cavan la fosa. He aquí el designio de Dios, de por qué perdona a los malvados: se le cava la fosa al pecador. Tú ya habrías querido darle sepultura. No pretendas enterrarle tan deprisa. Aún se le está cavando la fosa. ¿Qué significa: mientras al pecador se le cava la fosa? ¿Quién es este pecador: es un hombre determinado? No. Entonces ¿quién es? Es el género humano de los pecadores, pero en concreto los soberbios. Ya había dicho antes: Da su merecido a los soberbios. Pecador fue el publicano, que había clavado sus ojos en tierra, y hería su pecho diciendo: ¡Oh Dios, sé misericordioso conmigo, que soy un pecador!, pero como no era soberbio, Dios dará su merecido a los soberbios; no se le cava la fosa para él. Luego "el pecador" hay que entenderlo como los soberbios. ¿Quién es soberbio? El que no hace penitencia confesando sus pecados, de forma que, por su humildad, se le puedan perdonar sus pecados. ¿Quién es el soberbio? El que se atribuye a sí mismo los pocos bienes que le parece tener, negando la misericordia de Dios. ¿Quién es el soberbio? Aquel que, aunque atribuya a Dios lo bueno que hace, ultraja a los que no lo hacen, y se engríe sobre ellos. Pues aquel fariseo decía: Te doy gracias, Señor; No dijo: Yo hago esto y aquello. Daba gracias a Dios de lo que hacía. Se sentía buen cumplidor, y que lo hacía por la ayuda de Dios. ¿Por qué, entonces fue reprochado? Porque despreciaba e insultaba al publicano. ¡Ponedme atención, para poder llegar a ser perfectos! Lo primero que debe hacer tanto el hombre como la mujer, es la confesión de los pecados, la saludable penitencia que produce la corrección del hombre, no que sea un mofarse de Dios. Y después de la penitencia, cuando ya haya comenzado a vivir correctamente, aún tiene que pensar en no atribuirse las buenas obras, sino en dar gracias a aquel por cuya gracia llegó a vivir bien, puesto que él lo llamó y lo iluminó. ¿Luego éste ya es perfecto? No. Aún le falta algo. ¿Qué le falta? No ensoberbecerse sobre aquellos que viven como vive él. El que logre esto, puede estar seguro de que no se le dará la retribución que hemos citado: Da su merecido a los soberbios: no está entre aquellos a quienes se les cava la fosa. Fijaos en lo que aquél decía: Te doy gracias, Señor, porque no soy como los demás hombres: injustos, ladrones, adúlteros; ni tampoco como este publicano. ¡Cuánta soberbia en las palabras: Yo no soy como este publicano! Y éste bajaba sus ojos, y decía: Oh Dios, ten misericordia de mí, que soy un pecador! El uno se ensoberbecía por sus buenas obras, y el otro se humillaba por sus maldades. Fijaos, hermanos: Le agradó más a Dios la humildad en las obras malas, que la soberbia en las buenas. Ya veis cómo aborrece Dios a los soberbios. Y por eso terminó así: Os aseguro que bajó más justificado el publicano, que el fariseo. Y da la razón: Todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será exaltado36. Hermanos míos, la gran lección de humildad que Cristo nos ha dado, consiste en el solo hecho de que Dios se ha hecho hombre. Esta es la humildad que escandaliza a los paganos; por eso nos insultan: ¿A qué clase de Dios adoráis vosotros: a uno que nació, y que fue crucificado? La humildad de Cristo no agrada a los soberbios: pero a ti, cristiano, si te agrada, imítalo. Si lo imitas, no sufrirás: Él mismo dijo: Venid a mí todos los cansados y sobrecargados, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón37. Aquí tenemos la doctrina cristiana: nadie hace algo bueno si no es por la ayuda de su gracia. El mal que el hombre hace, es obra suya. Lo que obra bien, es beneficio de la gracia de Dios. Cuando comience a obrar el bien, que no se lo atribuya; y al no atribuírselo, dé gracias al que se lo ha concedido. Y cuando hace el bien, no critique al que no lo hace, ni se exalte sobre él: pues la gracia de Dios no se ha terminado en él, como para no llegar a otros.
16. Para darle descanso tras los días malos, mientras se le cava la fosa al pecador. Si eres cristiano, de la clase que seas, sé manso en los días aciagos. Aciagos son los días en que parecen triunfar los pecadores y sufrir los justos. Pero el sufrimiento de los justos es el azote del Padre, y el triunfo de los pecadores es su propia fosa. Y puesto que Dios os suaviza los días malos, mientras al pecador se le cava la fosa, no vayáis a pensar que ahora hay en algún sitio ángeles con azadones cavando esta gran fosa capaz de contener a toda clase de malvados; y como veis que los malvados son una gran multitud, os digáis en un sentido materialista: "Realmente ¿qué fosa tan gigantesca podrá contener a esta enorme multitud de pecadores? ¿Cuándo se terminará? He aquí por qué Dios consiente y no castiga". No, no es así. La fosa de los pecadores es su mismo bienestar; en él caen como en una fosa. ¡Poned atención, hermanos!, y fijaos cómo es algo realmente impresionante que se llame "fosa" a la felicidad: Mientras se le cava la fosa al pecador. Dios sabe que es un impío y un pecador, y sin embargo lo perdona. Es un aspecto de su secreta justicia. Pero el hecho de perdonarlo y de sentirse impune, le hace soberbio. Se cree grande, y eso mismo le hace caer. Piensa el pecador que va caminando por las alturas: es a esto a lo que Dios llama fosa. La fosa va hacia el abismo, no hacia el cielo; pero los pecadores, los soberbios, se ensalzan como quien va hacia el cielo, pero se sumergen en el abismo. Al contrario de los humildes: se humillan hasta el polvo, y suben al cielo. Así que sé humilde, tú, que eres fiel, si es que estás adoctrinado en la ley de Dios; amánsate, para que tu corazón se halle en el firmamento del cielo, puesto que Dios hizo las lumbreras en el día cuarto, llamado el cuarto día de la semana, o la feria cuarta, como figura en el título de este salmo. Y ya ves cómo las lumbreras con toda su paciencia recorren sus órbitas, sin preocuparse de lo que digan los hombres de ellas, así tú tampoco te preocupes del mal que te pueda ocasionar la carne. Todo hombre es carne y sangre. Y no debes infravalorarte al compararte con otro, también de carne, como tú, y que ves que te quiere oprimir. De hecho por ti Cristo se hizo carne, y por ti ha derramado su sangre; y tanto a ti como al otro, os llamará a rendir cuentas. Y si mucho te concedió cuando eras impío ¿qué no te reservará, si eres fiel? Amánsate y conserva la paz. ¿Cómo lo lograrás? Mira, cuando dices: "Triunfan los malos porque Dios lo quiere. Él quiere perdonar a los malos, y llevar a la penitencia a los que perdona, pero ellos no se corrigen, y él sabe cómo ha de juzgarlos". Pero es cruel el hombre que pretende contradecir la bondad del Señor, o su paciencia, o su poder, o la justicia del juez. El soberbio se levanta contra Dios, y Dios lo sumerge; y se sumerge en él mismo, por el hecho de levantarse contra Dios. Pues dice en otro salmo: Cuando ellos se engrieron, tú los derribaste38. No dice: Los has derribado, porque se enaltecieron; o también: Los has derribado después de haberse engreído; con un tiempo distinto para su exaltación y para su derribo; sino que en el mismo tiempo en que se engreían, en ese mismo momento eran derribados. Cuanto más soberbio es el corazón del hombre, tanto más se aparta de Dios; y si de Dios se aparta, se precipita en el abismo. Y viceversa, el corazón humilde atrae del cielo a Dios para tenerlo a su lado. Sin duda Dios es sublime; está sobre todos los cielos; trasciende a todos los ángeles. ¿Cuánto tendrás que elevarte, para tocar a aquel ser excelso? No quiero que te despedaces tratando de alargarte. Te doy un consejo, no sea que al estirarte, estalles por la soberbia: Dios es ciertamente sublime; tú humíllate, y él descenderá hasta ti.
17. [v.14]. Hemos oído por qué Dios perdona a los malos; Esta es precisamente su fosa. Dios te dice que no te toca conocer cómo y por qué cava para ellos la fosa. Tú aprende por mi ley que debes ser paciente, mientras al pecador se le cava la fosa. ¿Y qué será de mí, que sufro, y sufro entre esos pecadores? La respuesta está en las palabras que siguen: El Señor no rechaza a su pueblo. Lo prueba, no lo abandona. ¿Y cómo es que dice en otro lugar la Escritura: Dios corrige al que ama, y azota a todo aquel que recibe por hijo?39Al que recibe lo castiga; ¿Y tú dices que lo rechaza? Esto mismo vemos que hacen los hombres con sus hijos. A veces, desesperados ya de sus hijos, les dejan seguir sus caprichos; otros, con esperanza de que llegarán a una buena conducta, los azota. Sólo deja vivir según sus antojos, a aquellos en quienes ya no tiene esperanza de corrección. Y al que abandona a su voluntad, no lo desea admitir como partícipe de su herencia; azota al hijo a quien le reserva su heredad. Por tanto, si a uno Dios lo castiga, corra a ponerse bajo la mano del Padre que castiga, porque el que castiga enseña con vistas a la heredad, pues no priva de ella al hijo que castiga, sino que lo hace para que la reciba. No sea de tan vano y pueril pensar, que diga: "Mi padre ama más a mi hermano que a mí, ya que le permite hacer lo que quiere; a mí si me muevo contra su parecer, me castiga. Tú alégrate bajo el castigo, ya que te reserva la herencia, porque el Señor no rechaza a su pueblo. Castiga temporalmente, no condena eternamente. Elige, pues: ¿Quieres el sufrimiento temporal, o la pena eterna? ¿La felicidad presente o la vida futura? ¿Con qué amenaza Dios? Con el castigo eterno. ¿Qué es lo que Dios promete? El eterno descanso. Los castigos de los buenos son temporales. Y la tolerancia con los malos es pasajera. Porque no rechaza Dios a su pueblo, ni abandona a su heredad.
18. [v.15]. Dice el salmo: Hasta que la justicia se convierta en juicio, y los que la poseen son rectos de corazón. Estate ahora atento, y ten la justicia, puesto que no puedes tener todavía el juicio. Lo primero que debes tener es la justicia; pero esa justicia tuya se convertirá en juicio. Los Apóstoles tuvieron aquí justicia, y toleraron a los malos. Pero ¿qué se les dice?: Os sentaréis en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel40. Luego su justicia se convirtió en juicio. Ahora todo justo que se halle en este mundo, está en él para soportar males y tolerar: soportar el tiempo del sufrimiento, pues llegará el día de juzgar. Pero ¿Qué digo de los siervos de Dios? El mismo Señor, que es juez de todos los vivos y muertos, quiso primero ser juzgado, para juzgar después. Hasta que la justicia se convierta en juicio, y todos los que la poseen son rectos de corazón. Los que ahora poseen la justicia no son todavía jueces. Primeramente se posee la justicia, y después se juzga. Primero se soporta a los malos, por el tiempo que Dios quiere, por el tiempo que la Iglesia de Dios los soporta, para que se forme con su malicia. Sin embargo Dios no rechaza a su pueblo, hasta que la justicia se convierta en juicio, y todos los que la poseen son rectos de corazón. ¿Quiénes son los rectos de corazón? Los que quieren lo que Dios quiere. Él perdona a los pecadores, y tú, en cambio quieres que los condene ya. Cuando Dios quiere una cosa, y tú quieres otra distinta, eres de corazón torcido y de voluntad perversa. Dios quiere perdonar a los malos, y tú no quieres que los perdone. Había comenzado a decir, tú quieres una cosa y Dios quiere otra. Endereza tu corazón, porque el Señor se compadeció de los débiles. Ha visto en su cuerpo, es decir, en su Iglesia, a los enfermos, que primero quisieron seguir su voluntad; pero al ver que la voluntad de Dios era distinta de la suya, se encaminaron a sí mismos y a su corazón a aceptar y seguir la voluntad de Dios. No pretendas encauzar la voluntad de Dios a la tuya, sino corrige la tuya y encamínala a la de Dios. La voluntad de Dios es como una regla. Suponte que has torcido la regla. ¿De qué te valdrás para enderezarla? La de Dios permanece intangible: la regla es algo inmutable. Mientras hay una regla inalterable, tienes adónde dirigirte y corregir tu deformidad. Tienes un medio de enderezar lo que en ti está torcido. ¿Qué es lo que quieren los hombres? Es poco que tengan torcida su voluntad. Pretenden aún más, quieren torcer la voluntad de Dios según su corazón, para que él haga lo que ellos quieren, cuando en realidad deben hacer ellos lo que quiere Dios.
19. ¿Cómo es que el Señor, en el hombre que asumió, estableció el acuerdo entre las dos voluntades, hasta llegar a ser una sola? Prefigurando en su cuerpo, es decir, en su Iglesia, que habría de haber algunos que quisieran hacer su voluntad, pero que luego seguirían la de Dios. Por esto mostró que a él pertenecían algunos débiles, y los prefiguró en sí mismo, del mismo modo que sudó sangre en todo su cuerpo, puesto que en su cuerpo, o sea, en su Iglesia, dio a conocer la sangre de los mártires. La sangre brotaba de todo el cuerpo del Señor41. De igual modo la Iglesia, que tiene mártires, la derramó por todo su cuerpo místico. Y prefigurando en sí, o en su cuerpo, algunos débiles, movido a compasión, dice en la persona de los débiles: ¡Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz! Mostró así su voluntad humana. Y si hubiera permanecido en esa voluntad, habría mostrado un corazón depravado. Pero si se compadeció de ti y pagó en sí mismo tus deudas, deberás imitar lo que sigue, diciendo: Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres, Padre42. Podría insinuarse en ti un deseo humano, por ejemplo, que diga: "¡Oh si Dios matase a mi enemigo, para que deje de perseguirme! ¡Oh si pudiera yo dejar de sufrir tantas cosas que de él me vienen!" Ten entendido que si perseveras en esta actitud, y te complace, aun viendo que no le complace a Dios, eres un depravado de corazón; no tienes justicia que se convertirá en juicio; porque quienes la tienen, son todos de corazón recto. ¿Y quiénes son los rectos de corazón? Los que se comportan como se comportó Job, que dijo: El señor me lo dio, el Señor me lo quitó; como le ha agradado al Señor, así ha sucedido; sea bendito el nombre del Señor43. Este es un recto de corazón. Incluso, hallándose herido de gravedad, ¿qué le contestó a su mujer, a quien el diablo no la mató, sino que la conservó indemne, para tenerla como colaboradora, contra el marido? Recordaba al demonio que por Eva fue seducido Adán44, y por tanto el diablo la consideraba necesaria a esta Eva para su intento. Así fue, se acercó ella a Job, como Eva. Pero este Adán, mucho más diestro, vencedor en el estercolero, que Adán, vencido en el paraíso, ¿qué le respondió a su mujer? ¡Mira qué corazón tan vigilante; qué hombre recto de corazón! ¿Acaso no soportaba persecuciones, y persecuciones graves? Todos los cristianos las soportan también; y no son los hombres quienes se ensañan contra ellos, se ensaña el diablo; si los emperadores se han hecho cristianos, ¿acaso el diablo se hizo cristiano? Vea bien vuestra santidad qué significa un corazón recto. La mujer de Job se le acercó y le dijo: Di algo contra Dios, y muérete. Le recordó todas las desgracias, tanto de él como las suyas, y le dice: Maldice a Dios, y muérete. Pero él, conociendo ya a Eva, queriendo volver de donde había caído, fijó el corazón en Dios como una lumbrera en el firmamento, y poniendo su corazón en la Escritura, que tiene la ley de Dios, le contestó: Has hablado como una de las mujeres necias; si hemos recibido de la mano de Dios los bienes, ¿por qué no soportar los males?45 Como tenía fijo el corazón en Dios, por eso era recto. Siendo Dios recto, cuando afianzas en él tu corazón, te sirve de troquel para que tu corazón sea recto. Fija, pues, tu corazón en él, y lo mantendrás recto. Pero he aquí que quizá se insinúa la voluntad humana: "no sé qué cosa procedente de la flaqueza carnal halagaba tu mente". ¡No pierdas la esperanza! El Señor te quiso simbolizar a ti, no a él, en su debilidad; pues él no temía padecer, ya que había de resucitar al tercer día. Si hubiera padecido únicamente como hombre, y no hubiera venido a padecer como Dios; y sabiendo que habría de resucitar al tercer día, no habría temido en modo alguno, como tampoco temió San Pablo, que había de resucitar al fin del mundo. Pues dice: Me siento apremiado por ambos extremos; por un lado deseo morir y estar con Cristo, esto es lo mejor; pero por otro me es necesario permanecer en el cuerpo por vosotros46. Por ambos lados se veía acosado por la vehemencia del deseo. Le apesadumbraba permanecer en el cuerpo; morir y estar con Cristo decía que le era mucho mejor. Por eso, al acercarse su pasión,¡cómo se alegraba! He combatido el buen combate, he terminado la carrera; he conservado la fe; por lo demás me resta la corona de justicia que me dará en aquel día el Señor, justo juez47. Es curioso que se goza el que ha de ser coronado, y se entristece el que lo ha de coronar. Así es: el Apóstol se alegra, y nuestro Señor Jesucristo dice: Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz. Asumió la tristeza, como asumió la carne. No penséis que digo esto, y que el Señor no se entristeció; contradiría el Evangelio, cuando dice: Mi alma se muere de tristeza48. Y entonces, cuando dice que se durmió Jesús49, Jesús no se durmió; y cuando dice el Evangelio que Jesús comió50, no comió Jesús. Hablando así se ha introducido en el Evangelio el gusanillo de la carcoma, y nada dejaría sano: se llegaría a decir que su cuerpo no era verdadero cuerpo y que no tomó verdadera carne. Hermanos: todo lo que de él está escrito, sucedió y es verdadero. Luego ¿se entristeció? Sin lugar a duda, pero aceptando voluntariamente la tristeza, como tomó la carne real y voluntariamente. Y de este modo quiso dar a conocer en sí, que si tal vez se hubiera introducido en ti, a hurtadillas la flaqueza humana, queriendo algo que Dios no quiere, descubras la depravación de tu corazón, el cual se halla fuera de la regla, y lo endereces hacia la regla, y tu corazón se dirija a Dios, ya que había comenzado a ser depravado en el hombre vicioso. Por eso el Señor, identificándose contigo, dijo: Mi alma se muere de tristeza; y añadió: Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz. Pero tú sigue imitándolo en lo que dijo a continuación: Pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres, Padre. Si obrarais así, llegaríais a tener justicia; y teniendo justicia, tendréis recto el corazón, y con el corazón recto, la justicia que ahora tolera, se convertirá en juicio, y luego, cuando venga tu Señor como juez, no sólo no te asustarán los males, sino que tendrás la corona de la gloria. Entonces verás qué provechosa fue la paciencia de Dios para tu galardón o para castigo de otros. Ahora no lo ves; cree lo que no ves, para no avergonzarte al verlo. Hasta que la justicia se convierta en juicio; y los que la poseen son todos rectos de corazón.
20. [v.16]. ¿Quién se pone a mi favor contra los perversos? ¿Quién se coloca a mi lado contra los malhechores? Muchos te convencen para hacer muchas cosas malas; la serpiente no cesa de susurrarte que obres la maldad; a cualquier lado que te vuelvas, si has conseguido avanzar algo en el bien, y buscas vivir bien con alguno, apenas lo vas a encontrar. Quienes te rodean son muchos malos: son pocos los granos y mucha la paja. Esta era tiene sus granos, pero todavía están sufriendo. Su masa entera, separada de la paja, es grande. En comparación con la paja, pocos son los granos, pero en sí mismos son muchos. Y cuando por todas partes atruenen los malos y digan: "¿Por qué vives así? ¿Tú solo eres cristiano? ¿Por qué no haces lo que hacen los demás? ¿Por qué no usas los antídotos y vendajes supersticiosos? ¿Por qué no consultas a los astrólogos y agoreros, como los consultan otros?" Para rechazar a éstos, tú te signas y dices; "Soy cristiano". El enemigo ataca, oprime, insiste, y, lo que es peor, el ejemplo de los cristianos destroza a los cristianos. Se fatiga, se atribula, se agita el alma cristiana. Sin embargo ha de vencer. Pero ¿lo logrará tal vez por sí misma? Mira lo que dice, porque responde: "¿De qué me aprovecha el hacerme ahora con algunos recursos, y ganar un poco de tiempo? He de dejar este mundo e ir a mi Señor, y me ha de echar al fuego, puesto que por haber preferido unos pocos días a la vida futura, me arrojará al infierno." ¿Qué infierno? Al del eterno juicio de Dios. "Pero ¿es que crees que Dios se preocupa de la vida de los hombres? Y esto, quizá no te lo va a decir tu amigo en la plaza, sino tu esposa en tu casa, o quizá el marido que engaña a su fiel, buena y santa esposa. Si se lo dice la mujer al marido, es otra Eva; si el marido a la mujer, es el demonio. O ella te es Eva, o tú le eres la serpiente. De vez en cuándo quiere encauzar el padre el pensamiento de su hijo; lo encuentra malo, perverso; se excita, vacila, busca cómo convencerle, casi es devorado, está a punto de caer, pero Dios vela por él. Escucha el salmo: ¿Quién se pone a mi favor contra los perversos? Son tantos, que a cualquier sitio donde mire, salen a mi encuentro. ¿Quién hace frente al diablo, príncipe de la perversidad; a sus ángeles, y a los hombres seducidos por él?
21. [v.17]. Si el Señor no me hubiera ayudado —dice—, ya estaría casi mi alma habitando en el infierno. Casi habría caído en la fosa que se prepara para los pecadores; es decir, por poco habría mi alma habitado en el infierno. Como ya vacilaba, ya casi consentía, pero el Señor dirigió su mirada.Piensa, por ejemplo, que era ultrajado para que cometiese una maldad. Pues algunas veces se reúnen los malos y se burlan de los buenos, sobre todo si ellos son muchos, y la emprenden contra uno, como alguna vez mucha paja rodea a un solo grano; pero cuando el montón haya sido aventado, no estarán ya juntos; acorralado, pues por muchos inicuos, se le ultraja, se le hostiga, y, queriendo sobreponerse a él, le exasperan como a justo, y le injurian por su justicia, diciéndole: "Insigne apóstol, volaste al cielo como Elías". Perpetrando los hombres estas cosas, lo bueno, atendiendo algunas veces a la lengua humana, se avergüenza de ser buen cristiano entre los malos. Opóngase a los malos, pero no presuma de sus propias fuerzas, no le suceda que, al querer apartar de sí a los soberbios, se engría, y acreciente el número de ellos. ¿Qué ha de decirles? ¿Quién se pondrá a mi favor contra los perversos, o quién se colocará a mi lado contra los malhechores? Si el Señor no me hubiera auxiliado, por poco mi alma habría habitado en el infierno.
22. [vv.18-19]. Cuando me parecía que iba a tropezar, tu misericordia, Señor, me ayudaba. Mira cómo estima Dios la confesión. Sin embargo, resbala tu pie, y tú no reconoces que se está moviendo, sino que aseguras que está firme, cuando precisamente estás para caer. Por tanto, si ya comenzaste a tambalearte, si ya comenzaste a resbalar, confiesa la convulsión, no sea que llores la caída; así te ayudará él para que tu alma no descienda al abismo. Dios quiere la confesión, desea la humildad. Tú te tambaleas como hombre; él te ayuda como Dios; No obstante, tú reconoce: Mi pie ha vacilado. ¿Por qué, habiendo vacilado, dices: "Estoy firme"? Si decía: ha tropezado mi pie; tu misericordia, Señor, me ayudaba. Haz como le ocurrió a Pedro, que no confió en sus fuerzas, veía al Señor caminando sobre el mar, pisando las cabezas de todos los soberbios de este mundo. Pisotear las cabezas de los soberbios, lo simbolizó al caminar sobre las embravecidas olas. Y también las pisoteaba la Iglesia, pues Pedro es la Iglesia. Pero él no se atrevió a caminar por sí mismo sobre las aguas. ¿Y qué dice? Señor, si eres tú, mándame caminar sobre las aguas. Jesús caminaba sobre las aguas por su propio poder; Pedro por mandato del Señor. Mándame —dice— ir a ti. Ven, le responde Jesús. Por tanto, también la Iglesia pisotea las cabezas de los soberbios; pero como Pedro personificaba la Iglesia, y llevaba en sí la flaqueza humana; para que se cumpliera aquello de: cuando me parece que voy a tropezar... vaciló en el mar, y exclamó: ¡Señor, sálvame, que me hundo! Y entonces se cumplió lo del salmo: tu misericordia, Señor, me sostiene; como se dice en el evangelio: Y Jesús le alargó la mano, diciendo: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?"51Es asombroso cómo prueba Dios a los hombres. Nuestros mismos peligros nos hacen más atractivo al que nos libra. Mirad lo que sigue. Porque dijo: Cuando me parece que voy a tropezar, tu misericordia, Señor, viene en mi auxilio. Al señor se le hizo, sin duda, más atractivo, librándole de los peligros. Por eso, explicando el salmista la misma dulzura del Señor, exclama diciendo: Aunque se multipliquen, Señor, los dolores de mi corazón, tus consuelos son la delicia de mi alma. Muchos son los dolores, pero también son muchos los consuelos; las heridas son dolorosas, pero las medicinas son deliciosas.
23. [v.20]. ¿Podrá aliarse contigo un tribunal inicuo, tú, que en el precepto pones dolor? Quiso decir lo siguiente: ningún malvado se sentará contigo, y tú no juzgarás injustamente. Y da la razón de este sentido, diciendo: Porque estableces dolor en el precepto. Comprendo que no se unirá a ti ningún trono de injusticia, porque ni siquiera a nosotros nos has perdonado. Esto mismo se expresa en la carta del apóstol San Pedro, y lo apoya en un testimonio de la Escritura: Es tiempo, dice, de que el juicio comience por la casa del Señor. Es decir: ahora es tiempo de que sean juzgados los que pertenecen a la casa del Señor. Si los hijos son azotados, ¿qué deberán esperar los siervos malvados? Por eso añadió: Porque si comienza por nosotros, ¿qué fin tendrán los que no creen en el Evangelio de Dios? Y a continuación, adujo aquel testimonio: Y si el justo a duras penas será salvado, ¿en qué pararán el impío y el pecador?52 ¿Cómo han de estar contigo los inicuos, siendo así que no perdonas a tus creyentes, con el fin de probarlos y adoctrinarlos? Pero como para enseñar y adoctrinar, no perdona, por eso dijo: Estableces dolor en el precepto. "Estableces" ("fingis") significa das forma, configuras o moldeas, das forma, como el alfarero ("fígulus"); de aquí se deriva el nombre del vaso hecho de barro ("fictile"). Pero no se habla aquí de "fictum", fingido, falso, sino de lo que se hace dándole alguna forma, como ya antes dijo: ¿El que formó (finxit) el ojo no va a ver? Acaso es mentira que Dios formó el ojo? ¿No es también alfarero ("fígulus"), el que hace a los frágiles, a los débiles, a los terrenos? Escucha al Apóstol, que dice: tenemos este tesoro en vasos de barro ("fictílibus")53. ¿O acaso nos ha hecho otro, distinto de Dios, estos vasos que somos (estos cuerpos)? Escucha al mismo Apóstol, que dice: ¡Oh hombre! ¿tú quién eres para pedir cuentas a Dios? ¿Acaso lo fabricado dice al que lo fabricó: "por qué me hiciste así?"¿Es que el alfarero no es dueño de hacer de una misma masa objetos para usos nobles, y otros para usos despreciables?54 Fíjate también cómo el mismo señor Jesucristo se dio a conocer como alfarero, pues él, que había hecho al hombre del barro de la tierra55, untó él mismo las cuencas de los ojos a aquél, a quien no le había dado ojos el vientre de su madre56. Por tanto, aquellas palabras: ¿Acaso se unirá el trono de iniquidad a ti, que estableces dolor en el precepto? Las hemos de expresar así: ¿Acaso se unirá el trono de iniquidad a ti, que formas el dolor mediante el precepto? Dice "formas dolor en el precepto", queriendo decirque el dolor nos lo impones como un mandato. ¿Cómo es un precepto el dolor? Castigándote el que murió por ti, no prometiéndote la felicidad en esta vida el que no puede engañar, el que no da aquí lo que buscas. ¿Qué te dará? ¿dónde?¿cuándo y cuánto te dará el que aquí no da; el que aquí adoctrina; el que aquí establece el dolor como precepto? La aflicción aquí te acompaña cada día; el bienestar solamente se te promete. ¿Puedes, acaso, imaginarlo? Si lo pudieras, te darías cuenta de que es incomparablemente mayor que nuestro malestar de ahora. Escucha a uno que lo vislumbraba sólo en parte, y decía: ahora conozco sólo de un modo parcial57. ¿Qué es lo que dice el Apóstol? Porque nuestras penalidades momentáneas y ligeras nos producen una riqueza eterna de gloria que las sobrepasa desmesuradamente. ¿Qué quiere decir: nos producen una riqueza eterna de gloria? ¿A quiénes se lo producen? A quienes no fijan su mirada en las cosas visibles, sino en las invisibles. Las que se ven son transitorias; las que no se ven, son eternas58. No seas perezoso en soportar tus breves incomodidades, y gozarás sin límite. Dios te dará la vida eterna; piensa si no vale la pena conquistarla con un duro trabajo.
24. Prestad atención, hermanos. Se trata de un negocio. Dios te dice: Esto que tengo lo pongo en venta. ¡Cómpralo! ¿Qué es lo que tiene en venta? Te dice: tengo en venta la felicidad: cómprala con tu trabajo. Poned atención, para que en nombre de Cristo seamos cristianos valientes. Ya queda poco del salmo. No nos cansemos. ¿Cómo puede ser esforzado en el trabajo, el que se cansa escuchando? Que el Señor os ayude para que os pueda explicar lo que falta del salmo. ¡Atención! Dios en cierto modo, ha puesto en venta el reino de los cielos. Y le preguntas: ¿Cuánto cuesta? Él te contesta: Su precio es el esfuerzo en tu trabajo. Si dijera: —Su precio es oro, esto no sería suficiente; preguntarías qué cantidad de oro, puesto que hay diversidad de monedas, como de medias onzas, de libras y de monedas diversas. Te ha manifestado el precio, para que no te cansases buscando hasta que lo hayas encontrado. El precio de la eterna felicidad es tu trabajo y sus fatigas. ¿Cuánto deberás trabajar? Míralo tú a ver cuánto deberás trabajar. No se te dice cuán fatigoso será, ni cuánto ha de durar tu trabajo. Lo que sí te dice Dios es: "Yo te mostraré cuán grande va a ser aquella felicidad y aquel descanso; juzga tú con cuánto trabajo ha de comprarse". Que diga, pues, el Señor cuán largo ha de ser aquel descanso. Dichosos los que habitan en tu casa; te alabarán por los siglos de los siglos59. Este es el descanso eterno; no tendrá fin; este es el gozo que no tiene fin; esta alegría, esta incorrupción no tendrán fin; tendrás la vida eterna, el descanso que no tiene fin. ¿Cuánto trabajo merece un descanso que no tiene fin? Si quieres calcular el precio y medirlo en realidad, el eterno descanso habría que comprarlo con un trabajo eterno. Este es su justo precio. Pero no tengas miedo: Dios es misericordioso. Porque si necesitaras trabajar eternamente, jamás llegarías al eterno descanso. Siempre trabajando, ¿cuándo llegarías a aquello que sólo dignamente puede comprarse con un trabajo eterno, puesto que el descanso también es eterno? Iguala el precio de la compra: el descanso eterno sólo se compra justamente con un trabajo eterno. Pero si trabajases siempre, jamás llegarías al descanso. Pero para que consigas, por fin, lo que compras, no se ha de trabajar eternamente; no porque no valga tanto precio, sino porque ha de poseerse lo que se compra. Digno es de ser comprado con un trabajo eterno, pero la necesidad pide que se compre con un trabajo temporal. Sin duda alguna que el precio debido es éste: Un trabajo eterno, por un eterno descanso. Un millón de años de trabajo ¿qué valen? "un millón de años tiene fin; pero lo que yo te voy a dar —dice el Señor— no tendrá fin. ¡Qué misericordia, la de Dios! No te dice: "Trabaja un millón de años"; no te dice; "Trabaja al menos mil años"; ni te dice: "trabaja quinientos años"; sino: "Trabaja mientras vives, trabaja los pocos años de tu vida; después vendrá el descanso que no tendrá fin". Pero escucha todavía lo que sigue: Señor, según los muchos dolores de mi corazón, así tus exhortaciones han sido la delicia de mi alma. Trabajas pocos años, y en los mismos trabajos no te falta consuelo, no te faltan los goces cotidianos. Pero no sea tu gozo este mundo; alégrate en Cristo; alégrate en su palabra, alégrate en su ley. A estas alegrías pertenece lo que hablo y lo que oyes. ¡Qué grandes son estos consuelos en medio de tantas angustias nuestras! Con razón decía el Apóstol: Nuestras penalidades momentáneas y ligeras nos producen una riqueza eterna, una gloria que las sobrepasa desmesuradamente60. Mirad cuánto precio damos; en cierto modo una pizca de trabajo por conseguir un tesoro eterno; una nonada de trabajo por un descanso inaudito, según lo que se ha dicho: Nuestras penalidades momentáneas y ligeras, nos consiguen una riqueza eterna, una gloria que las sobrepasa de un modo increíble. ¿Tienes ahora alegría? No pongas aquí abajo la esperanza. Si ahora tienes que sufrir, no desesperes. No te relaje la felicidad, ni te quiebre la adversidad, no vayas a decir en tu interior: "No puede ser que Dios, que castiga a los justos para salvarlos; que corrige para enseñarlos y hacer que se arrepientan, reciba a los pecadores. Si el justo a duras penas se salvará, ¿cuál será el destino del impío y del pecador? ¿Acaso se te acercará el trono de la impiedad?, es decir: ¿acaso se unirá a ti el trono de los impíos, a ti, que estableces dolor en el precepto; a ti, que de tal modo quisiste ejercitar y enseñar a esos hijos; que de tal forma quisiste darles preceptos, para que no estuviesen sin temor, no fuera a suceder que amasen alguna otra cosa fuera de ti, y se olvidasen de ti, su bien verdadero? Dios es bueno. Si Dios se adormeciese, y no mezclase amarguras con las codicias del mundo, nos olvidaríamos de él.
25. cuando las molestias y las angustias levanten el oleaje del alma, debe despertarse la fe que allí dormita. Tranquilo estaba el mar cuando Cristo se echó a dormir en el mar; pero al dormirse Jesús se levantó la tempestad, y comenzaron a peligrar los navegantes. En el corazón cristiano habrá paz y sosiego mientras esté alerta nuestra fe; pero si se duerme, comenzamos a peligrar. Esto lo significó el sueño de Cristo; algunos se olvidan de su fe, y comienzan a peligrar. Y lo mismo que cuando la nave comenzó a zozobrar despertaron a Cristo los vacilantes, gritando: ¡Señor, que perecemos!, y levantándose él imperó a la tempestad, imperó a las olas, cesó el peligro y hubo una gran bonanza61, así también, cuando te perturban los malos deseos y las depravadas persuasiones, que son un verdadero oleaje, se tranquilizarán invocando a Cristo. Desconfías y llegas a pensar que no perteneces al Señor: despierta tu fe, despierta al Cristo que duerme en tu corazón: al despertar tu fe, ya te darás cuenta de dónde te hallas; y si quizá te tienta el oleaje de los malos deseos, contempla cuál es la promesa del Señor, y las dulzuras de sus promesas, te harán sentir hastío de los deleites del mundo. Si por ventura te oprimen las excesivas amenazas de los poderosos, y pretenden desposeerte de la justicia, te fijas en aquello con que te amenaza Dios: Id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles62, no abandonarás la justicia; con el temor del fuego eterno, despreciarás los dolores temporales; y por lo que Dios prometió, despreciarás la felicidad temporal. Prometió el descanso: soporta las molestias. Amenaza con el fuego eterno: desprecia los dolores temporales. Y vigilando Cristo, se tranquilizará tu corazón, para que llegues al puerto, pues prepara el puerto el mismo que preparó la nave. ¿Acaso se te unirá el trono de la iniquidad, siendo así que estableces dolor en el precepto? Nos ejercita por los hombres malos, y nos enseña por las persecuciones. El bueno es castigado por la malicia del malo, y el hijo es corregido por el esclavo; así se establece dolor en el precepto. Los hombres perversos, a quienes Dios perdona temporalmente, ejecutan lo que les permite obrar.
26. [v.21]. ¿Cómo sigue? Querrán atentar contra la vida del justo. ¿Por qué lo atentarán? Porque no encuentran crimen ninguno que imputarle. ¿Qué fue lo que encontraron en el Señor? Inventaron falsos crímenes63, al no poder encontrar ninguno cierto. Y condenaron la sangre inocente. Por qué sucede todo esto se aclarará en los versículos siguientes.
27. [v.22]. Y el Señor se ha hecho mi roca de refugio. No habrías buscado un tal refugio, si no hubieras estado en peligro. Pero has peligrado precisamente para buscarlo, porque él estableció dolor en el precepto. Me atribula con la malicia de los malos, para que aguijoneado entonces por la tribulación, comienzo a buscar el refugio que había abandonado en la felicidad mundana que había creído encontrar. ¿Quién, siendo en todo momento dichoso, y gozándose en la presente expectación, se acordará fácilmente de Dios para que puedas decir: El Señor se ha hecho mi roca de refugio? Que venga el dolor, para que el Señor venga a ser mi refugio. Y sea mi Dios el auxilio de mi esperanza. El Señor ahora es nuestra esperanza, mientras vivimos en esta tierra. Nos hallamos en la esperanza, no en la realidad. Pero para que no desfallezcamos en la esperanza, nos asiste el prometedor, alentándonos y atemperando los mismos males que soportamos. Pues no en vano se dijo: Fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados por encima de lo que podéis soportar, antes bien, con la tentación logrará la salida, el éxito, para que podáis sobrellevarla64. Y así pone en el horno el vaso de la tribulación, para que sea horneado y no se rompa. El Señor será mi alcázar, y mi Dios será el auxilio de mi esperanza. ¿Por qué te parecía injusto, cuando perdonaba a los malvados? Mira cómo se corrige el salmo; corrígete tú con el salmo, pues gritaba el salmo con tu voz. ¿Qué voz es ésta? ¿Hasta cuándo los pecadores, Señor; hasta cuándo los pecadores se gloriarán? El salmo profería tu voz; profiere ahora tú la voz del salmo. ¿Cuáles son esas voces? El Señor será mi alcázar, y mi Dios será el auxilio de mi esperanza.
28. [v.23]. El Señor les pagará según sus obras; y según sus maldades los destruirá el Señor Dios nuestro. No está fuera de propósito lo que dice: Según sus maldades. Yo recibo algo de ellos; y no obstante se menciona su malicia, no sus beneficios. Ciertamente que nos prueba, nos castiga por medio de los malos. ¿Y para qué nos castiga? Con vistas al reino de los cielos. Pues castiga a todo el que recibe como hijo. ¿Y qué hijo hay a quien su padre no corrija?65 Esto lo hace Dios para instruirnos sobre la herencia eterna. Y con frecuencia lo hace sirviéndose de la mala gente, por la que nos ejercita y perfecciona nuestro amor, que quiere que alcance también a los enemigos. Pues no habrá auténtico amor cristiano, si no se cumple lo que Cristo ordena: amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen, y orad por los que os persiguen66. Por esto se vence al diablo; por esto se recibe la corona de la victoria. Ya veis cuántas cosas nos ofrece Dios por medio de los hombres malos; sin embargo no les retribuirá según lo que de ellos nos ofrece a nosotros, sino conforme a su malicia. Fijaos cuántas cosas nos ha dado, derivadas de aquel enormísimo crimen de Judas el traidor. Judas entregó a la muerte al Hijo de Dios, y por su pasión fueron redimidos todos los pueblos y han conseguido la salvación. Aunque a Judas no se le pagó por la salvación del mundo, sino se le dio el suplicio por su maldad. Pues si en la entrega de Cristo no ha de tenerse en cuenta la intención de quien lo entrega, entonces Judas coincide con lo que hizo el Padre, del cual está escrito que: No perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros67 como víctima y ofrenda a Dios en olor de suave fragancia. Y también que Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella68. Y sin embargo damos gracias a Dios Padre, que no perdonó a su Hijo unigénito, sino que lo entregó por nosotros, y damos gracias al mismo Hijo, que se entregó por nosotros, y en ello cumplió la voluntad del Padre; y detestamos a Judas, por cuya acción Dios nos ofreció tan inmenso beneficio, y decimos acertadamente que Dios le devolvió el pago de su iniquidad, y lo exterminó conforme a su malicia. Pues él no entregó a Cristo por nuestra salvación, sino por el dinero del contrato, aun cuando la entrega de Cristo sea nuestra redención, y su venta nuestra salvación. De idéntico modo obraron los perseguidores de los mártires, quienes, al perseguirlos en la tierra, los enviaban al cielo; sabiendo, pues, que les quitaban la vida presente, y les daban, ignorándolo, la vida futura; sin embargo, a todos los que perseveraron en el aborrecimiento injusto de los buenos, les devolvió el Señor el pago debido de su iniquidad y los exterminó según su malicia. Como la bondad de los justos perjudica a los impíos, así la iniquidad de los impíos aprovecha a los buenos, pues el Señor dice. Yo vine para que los que no ven, vean, y los que ven, queden ciegos69. Y el Apóstol escribe también: Para unos somos ciertamente olor de vida para vida, y para otros, olor de muerte para muerte70.La malicia, pues, de los perversos es el arma de la izquierda de los justos, como dice el mismo Apóstol: Con las armas de justicia de la derecha y de la izquierda, es decir, con la gloria y la afrenta71; y a continuación prosigue mostrando las armas que pertenecen a la derecha: la gloria de Dios, la buena fama, la verdad, por la que conocían que estaban vivos, que no habían muerto, que se alegraban, que enriquecían a muchos, que poseían todas las cosas; después consigna las que pertenecen a la izquierda, como el ser tenidos por viles, por engañadores, por desconocidos, por muertos, por castigados, por tristes, por indigentes, como si nada tuvieran. ¿Y qué tiene de extraño que los soldados de Cristo combatan al diablo con las armas de la derecha y de la izquierda? Como las armas de la derecha son paz para los hombres de buena voluntad72, aun cuando sean para otros, olor de muerte para muerte, así son las armas de la izquierda destrucción para los hombres de mala voluntad, aun cuando les sirvan a los justos de salvación. Por tanto Dios les dará el pago conforme a su maldad, a la que amaron aborreciendo sus almas, sin tener en cuenta la utilidad que nos proporcionaban. Tampoco Dios, que usa bien de los perversos, honra a los malos, según el beneficio que nos da por medio de ellos, sino que el Señor, Dios nuestro, los destruirá, según su malicia.
29. Tolere, pues, el justo al injusto; tolere la temporal impunidad del injusto con su molestia pasajera el justo, pues el justo vive de la fe73. Al hombre no le conviene otra justicia en esta vida, que vivir de la fe, la cual obra por el amor74. Si vive de la fe, crea, y obtendrá el futuro descanso después de la vida presente, y ellos, los eternos tormentos después del presente período de prosperidad. Si la fe actúa por el amor, ame también a los enemigos, y en cuanto dependa de él, procure serles de provecho; así conseguirá que ellos no le perjudiquen cuando lo pretendan. Y si quizá ellos reciben el poder como de subyugar y de dañar, adoctrinado e instruido por la ley de Dios, ponga en alto el corazón, allí donde nadie puede hacer mal, para que se le mitiguen los días malos mientras se le cava la fosa al pecador. Pues si su voluntad radica en la ley del Señor, y medita día y noche en ella75, y su trato está en los cielos76, lucirá desde el firmamento sobre la tierra. De aquí tomó el título este salmo de día cuarto del sábado, pues en el día cuarto fueron hechas las luminarias77, para que el justo haga todas cosas claramente, sin murmuraciones, reteniendo la palabra de vida en medio de una generación extraviada y perversa78. Pues así como la noche no extingue el fulgor de las estrellas en el cielo, tampoco la iniquidad oscurece las mentes de los fieles, afianzadas en el firmamento de la divina Escritura. El mismo entregar de vez en cuándo nuestras cosas terrenas en poder de los malos, no sólo sirve a nuestra enseñanza para que el Señor sea nuestro refugio, y Dios el auxiliador de nuestra esperanza, sino que también aprovecha a la fosa del mismo pecador, del que se dice en otro salmo: Se inclinará y caerá al dominar sobre el pobre79.
30. Quizá haya sido pesada la prolongación del sermón, aunque por este vuestro ardoroso entusiasmo, no parezca tal cosa. Si fue así, perdonadme; primero porque lo hice mandado, pues el Señor, Dios nuestro, me lo ordenó por medio de los hermanos en quienes habita, ya que el Señor no da órdenes si no es desde su trono. En segundo lugar porque confieso que os mostrasteis ávidos de mi palabra, lo mismo que de vuestros corazones. Premie, endulce nuestro Dios este trabajo, para que mi sudor y fatiga os sirva de provecho, y no de prueba de acusación. Digo esto, hermanos, para que de lo que habéis oído, os aprovechéis y lo meditéis en vuestro interior. No lo olvidéis ni en vuestro pensamiento y conversación, sino tampoco en vuestro vivir. Pues la buena vida que se ejercita observando los preceptos de Dios es como una pluma con la que se escribe en el corazón lo que se oye. Si se escribiera en la cera, se borraría fácilmente. Escribidlo en vuestros corazones, en vuestras costumbres, y jamás se borrará.