Sermón al pueblo
Hipona. Cuaresma del 412
1. Cuando se recitaba este salmo, hemos oído su título, y si nos fijamos en el libro de la Escritura, en concreto en el Génesis, no nos será difícil de reconocer su significado. En el título, como en el frontispicio de un edificio, se nos indica lo que hay en su interior. Esta inscripción es la siguiente: Alabanza de cántico para David en el día anterior al sábado, cuando fue creada la tierra. Recorriendo con el pensamiento lo que Dios hizo cada día, del primero al sexto, en los que creó y puso orden en el universo, puesto que el séptimo lo santificó, descansando de todas las obras que hizo, sobremanera buenas, encontramos que en el sexto día, que aquí se conmemora, ya que dice antes del sábado, creó a todos los animales de la tierra, y a continuación, en el mismo día creó al hombre a su imagen y semejanza. Con razón ordenó de esta manera los días, pues así también correrían en adelante los siglos antes de que descansemos en Dios. Y descansaremos si ejecutamos obras buenas. Como modelo de lo dicho, se escribió de Dios: Y Dios descansó en el séptimo día1, después de haber hecho muy bien todas las cosas. Pero no se fatigó hasta el punto de que le fuera necesario descansar, ni dejar de obrar ahora, como lo asegura Cristo en el Evangelio: Mi Padre sigue trabajando hasta ahora2. Esto se lo dice a los judíos, que seguían pensando carnalmente de Dios, y no entendían que Dios obra en el descanso, y obra continuamente, y siempre está quieto. Luego también nosotros, a los que Dios quiso prefigurar en él, después de todas las obras buenas, obtendremos el descanso. Con todo, hermanos, todas estas obras buenas que ejecutamos aquí en el mundo, se hallan revestidas de trabajo, pues aún no se posee el descanso en la realidad, sino que es en esperanza; pero si no se poseyese en esperanza, desfalleceríamos en el trabajo; pero pasarán las obras buenas con trabajo. ¿Qué hay más bueno que dar pan al hambriento? ¿Qué cosa más buena que lo que oíamos cuando se leía el Evangelio, y nos decía en general: Todo el que tenga dos túnicas, que reparta con el que no tiene¸ y el que tenga alimentos, que dé al que no los tiene3. Es obra buena vestir al desnudo. ¿Pero acaso permanecerá siempre esta obra? Cierto que lleva consigo una cierta incomodidad, pero se compensa con la esperanza del futuro descanso. ¿Cuánta molestia es vestir al desnudo? La buena obra no causa gran molestia; la mala sí. Quien viste al desnudo, si tiene recursos, no le cuesta; si no los tiene, dé gloria a Dios en las alturas, y paz a los hombres amados por Dios4. Y al revés, ¿quién podrá enumerar los trabajos que sufre el que quiere despojar al vestido? No obstante, todas estas cosas desaparecerán cuando lleguemos a aquel descanso en el que no habrá hambriento que alimentar, ni desnudo que vestir. Como todas estas obras buenas pasarán al llegar las obras perfectas, por eso este día sexto tiene su tarde. Pero en el sábado no encontramos que haya tarde, porque nuestro descanso no tendrá fin. Se dice aquí tarde, significando fin. Así como Dios hizo al hombre en el día sexto, a su imagen y semejanza, así vemos también que en la sexta edad del mundo, vino el Señor Jesucristo a restaurar al hombre a la imagen de Dios. La primera edad del mundo, como si fuese el día primero, se cuenta desde Adán hasta Noé; la segunda, como el día segundo, desde Noé hasta Abrahán; la tercera, como el día tercero, desde Abrahán hasta David; la cuarta desde David hasta la cautividad de Babilonia; la quinta desde la cautividad de Babilonia, hasta la predicación de San Juan; la sexta desde la predicación de S. Juan hasta el fin del mundo. Después del sexto día, llegamos al descanso. Luego ahora está transcurriendo el día sexto. Si es así, mirad por qué dice el título del salmo: En el día anterior al sábado, cuando la tierra fue creada. Oigamos ya el salmo, preguntémosle cuándo fue fundada la tierra, no sea que lo fuera entonces, y no lo leamos así en la Escritura. ¿Cuándo, pues, fue fundamentada la tierra? ¿Cuándo se llevó a cabo, sino cuando sucedió lo que hemos leído ahora del Apóstol, que dice: Por lo tanto, hermanos, manteneos firmes e inconmovibles en la fe?5 Así que queda claro que cuando todos los fieles, extendidos por toda la tierra, están firmes en la fe, la tierra está fundamentada; es entonces cuando el hombre se hace a imagen de Dios. Esto es lo que significa el sexto día del Génesis. Pero ¿cómo hizo Dios esto? ¿Cómo fue fundamentada la tierra? Cristo vino para fundar la tierra: Pues nadie puede poner otro fundamento que el ya puesto, Jesucristo6. Es de él, pues, de quien canta el salmo.
2. [v.1]. El Señor reina, vestido de belleza; el Señor vestido y ceñido de poder. Vemos que se ha vestido de dos formas: de hermosura y de fortaleza. ¿Para qué? Para fundar la tierra. Así continúa el salmo: Pues ha afianzado el orbe de la tierra, y no se moverá. ¿Cómo la afianzó? Vistiéndose de hermosura. No la habría afianzado si sólo se hubiera vestido de hermosura, y no también de fortaleza. ¿Por qué se vistió de hermosura, y por qué de fortaleza? Pues ha expresado las dos cosas, ya que sigue el salmo: El señor reina vestido de belleza; el Señor vestido y ceñido de poder. Sabéis, hermanos, que al venir nuestro Señor Jesucristo en la carne, y predicar el Evangelio del reino, a unos les agradaba y a otros les disgustaba. Se dividió el parecer de los judíos. Unos decían: Es un hombre de bien; y otros decían: No, porque embauca a las multitudes7. Unos hablaban bien de él, otros, en cambio le difamaban, le criticaban, le injuriaban. Por tanto se vistió de hermosura para aquellos a quienes agradaba; y para sus detractores, se vistió de fortaleza y poder. Imita tú también a tu Señor, para que puedas ser su túnica; ponte bien vestido para quienes les agraden tus buenas obras; y sé fuerte frente a tus detractores. Escucha al Apóstol Pablo, y mira cómo imitó al Señor y se vistió de hermosura y de fortaleza; dice así: Somos el buen olor de Cristo en todas partes, tanto para los que se salvan, como entre los que se pierden. Porque a quienes agrada el bien, se salvan, y los detractores del bien, se pierden. Por lo que a él le competía, difundía el buen olor de Cristo. Pero ¡Ay de los desgraciados que pierden la vida por el buen olor! Pues no dice: —Somos buen olor para unos y malo para otros; sino que dice: somos el buen olor en todas partes, tanto para los que se salvan, como para los que se pierden. Y añade a continuación: Para unos somos perfume de vida para la vida; y para otros somos olor de muerte para la muerte8. Para quienes era olor de vida para la vida, se había vestido bellamente; para quienes era olor de muerte para la muerte, estaba vestido de poder. Si te alegras sólo cuando te alaban los hombres porque les agradan tus buenas obras, y cesas en ellas cuando te censuran, y piensas que has perdido su fruto, porque topaste con vituperadores, y no permaneces inconmovible, pues entonces no perteneces al orbe de la tierra que no se conmoverá. El Señor se vistió de fortaleza y se ciñó. Sobre esta hermosura y fortaleza, dice San Pablo en otro lugar: con las armas de la justicia a derecha y a izquierda. Fíjate dónde se halla la hermosura y la fortaleza: en la gloria y en la afrenta; en la gloria, la belleza; en la afrenta, la fortaleza: para unos se predicaba como algo digno de elogio, para otros como algo despreciable. Mostraba la hermosura a los que agradaba; y la fortaleza frente a los que se disgustaban. Y así va enumerando todas las situaciones, hasta el final, donde dice: Como quien nada tienen, pero poseyéndolo todo9. Cuando lo posee todo, es hermoso; cuando nada tiene, es fuerte. No es, pues, de extrañar que prosiga: Porque afianzó el orbe de la tierra, que no se conmoverá. ¿De qué modo el orbe de la tierra no se conmoverá? Creyendo todos los fieles en Cristo, y hallándose preparados para ambas situaciones: a alegrarse con los que alaban, y a ser fuertes frente a los criticones; no languidecer por las alabanzas, ni abatirse con los reproches.
3. Quizá nos preguntemos por qué usó esta palabra: se ciñó. Ceñirse significa las obras: uno se ciñe cuando va a trabajar. Pero ¿por qué no utiliza: ?Cinctus est?, sino: ?praecinctus est?? De hecho, en otro salmo dice: Cíñete (?accingere?) al flanco la espada, valiente; los pueblos se te rinden10. Pero en ese pasaje no se utiliza ni el verbo cingere, ni praecingere, sino accingere. Este verbo significa ponerse algo al costado ciñendoselo. Por eso: Cíñete la espada. La espada del Señor, con la que sometió el orbe de la tierra dando muerte a la maldad. El que obra es el Espíritu de Dios, en la verdad de su palabra. ¿Por qué se le dice que se ponga la espada junto al fémur? He introducido algo para explicar el ?ceñirse?, algo de otro salmo. Pero ya que lo he citado, no lo he de pasar por alto. Por muslo se significa la carne. No habría el Señor sometido al orbe de la tierra, si el espada de la verdad no hubiera venido en la carne. ¿Por qué el Señor quiso ceñirse tales cosas? Cuando uno se ciñe se pone algo delante con lo que se ciñe. Por eso leemos en el Evangelio que Jesús se ciñó una toalla y lavó los pies de sus discípulos11. Ciñéndose con un paño, lavó los pies de sus discípulos. Toda su fortaleza se mostró en la humildad, puesto que la soberbia es algo frágil. Al hablar de la fortaleza, añadió praecinctus est, (se ciñó), para que recuerdes que Dios estaba ceñido de humildad cuando lavó los pies a sus discípulos. Pedro se llenó de espanto, se estremeció al ver a su Señor, a su Maestro inclinado de rodillas a sus pies para lavárselos. (Cuando os he dicho a ?su Maestro?, os he dicho menos que ?su Señor?). Por eso, espantado le dijo: Señor, no me lavarás a mí los pies. Y Jesús le contestó: Lo que yo hago tú no lo comprendes ahora; lo comprenderás más tarde. Y pedro le replicó: ¡Tú no me lavarás los pies jamás! Y Jesús: Si no te dejas lavarlos, no tienes nada que ver conmigo. Pedro, tras aquel aspaviento, al ver al Señor lavarle sus pies, se asustó más todavía, al oír: No tendrás nada que ver conmigo, y creyó que lo realizaba por alguna razón; que no lo habría hecho si no se encubriese en ello algún misterio, y, entonces le respondió: Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. Y Jesús le contesta: El que se ha lavado una vez, no necesita lavarse de nuevo, pues está ya limpio del todo. No se refería Jesús al sacramento de la purificación, por haberles lavado los pies, sino como a un ejemplo de humildad. Ya le había dicho: Lo que estoy haciendo, no lo entiendes ahora; lo entenderás después. Veamos si lo entendieron después; veamos si él les aclaró lo que les hizo y así veremos al Señor ceñido de fortaleza, porque en la humildad se encuentra toda la fortaleza. Después de lavarles los pies, se volvió a sentar, y les dijo: Me llamáis Señor y Maestro, y decís bien, pues lo soy. Si, pues, yo soy vuestro Señor y Maestro, y os he lavado los pies, ¿cómo os deberéis portar entre vosotros?12 Si, pues, en la humildad está la fortaleza, no tengáis miedo a los soberbios. Los humildes son como la piedra: la piedra está por debajo, pero es sólida. Y los soberbios ¿qué? Son como el humo: están por arriba, pero se esfuman. Debemos, pues, fijarnos en la humildad del Señor, que se ciñó, como nos recuerda el Evangelio. Se ciñó para lavar los pies a sus discípulos.
4. Hay algo más que en esta palabra podemos entender. Dijimos que el que se ciñe se pone algo delante para adaptárselo ciñéndolo. A veces, los que nos critican, lo hacen en nuestra ausencia, a nuestras espaldas, y otras veces nos lo hacen a la cara, como lo hicieron con el Señor pendiente de la cruz: Si es el Hijo de Dios, que baje de la cruz13. Cuando alguien te injuria estando ausente, no necesitas fortaleza, porque no le oyes ni lo sientes; pero si se te injuria a la cara, necesitas ser fuerte. ¿Qué significa que seas fuerte? Que debes soportar la ofensa. No creas ser fuerte, cuando oyes un ultraje, y le respondes con un puñetazo al ultrajador, como vencedor de la ofensa. No está la fortaleza en herir al ultrajador, porque entonces eres tú el vencido por la ira. Y el colmo de la idiotez es llamar fuerte al vencido, siendo así que dice la Escritura: Mejor es el que vence la ira, que el que conquista una ciudad14. Dijo que era mejor el vencedor de la ira, que el conquistador de una ciudad. Tienes, pues, un gran adversario dentro de ti mismo. Cuando al oír un ultraje comience a despertase en ti la ira, para devolver mal por mal, recuerda las palabras del Apóstol: No devolváis mal por mal, ni injuria por injuria15. Recordando estas palabras, quebrantarás la ira y tendrás la fortaleza. Y si alguien te ofendió a la cara, no a tus espaldas, te has ceñido (praecinctus es) de fortaleza.
5. Escuchemos ya lo que falta: es un salmo breve. Ha consolidado el orbe de la tierra, y no se moverá. Ya veis, hermanos, que muchos creen en Cristo; son una gran multitud. Pero habéis oído en la lectura del Evangelio, que vendrá el Señor Jesús a esta multitud trayendo el bieldo en su mano, y aventará su era, recogiendo el grano en el granero, y echando la paja al fuego inextinguible16. Los buenos y los malos se hallan por toda la tierra; los buenos son el grano, y los malos la paja. En la era se trilla. El trillo muele la paja y limpia el trigo. ¿Cuál es el orbe de la tierra que no se conmoverá? Sin duda que no habría dicho esto si no existiera. Hay, pues un orbe de la tierra que no se conmoverá, y otro que se conmoverá. Los buenos que permanecen firmes en la fe, son un orbe de la tierra, y nadie diga que se hallan aparte; los malos que no permanecieron en la fe, al soportar alguna tribulación, son también otro orbe de la tierra. Luego hay un orbe de la tierra móvil, y otro inmóvil, del que habla el Apóstol. Fíjate en el orbe de la tierra móvil. Te ruego —decía el Apóstol a Timoteo— que evites el trato de algunos, entre los cuales se hallan Himeneo y Fileteo, que se alejaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya tuvo lugar, y apartaron de la fe a algunos. ¿Acaso éstos pertenecían al orbe de la tierra inconmovible? Eran paja. Dice que apartaron de la fe a algunos; no dijo: ?a todos?. Y si lo hubiera dicho, deberíamos entender a todos los que pertenecen a la ciudad de Babilonia, que ha de ser condenada con el diablo; y lo que dice Pablo es: apartaron de la fe a algunos. Y como si le preguntasen: ¿Y quién podrá oponérseles? Añade a continuación: El firme fundamento se basa en Dios. Este es el orbe de la tierra inconmovible. Esta es su señal. ¿Cuál es la señal del firme fundamento? El Señor conoce a los que son suyos. Este es el orbe de la tierra que no se conmoverá. El Señor conoce a los que son suyos. ¿Y cuál es la señal? Aléjese de la injusticia todo el que invoca el nombre del Señor17. Apártese ahora de la injusticia, puesto que no puede apartarse de los injustos, ya que la paja está mezclada con el trigo hasta que no sea aventada. ¿Qué diremos, hermanos? Hasta en la misma era es admirable lo que pasa con el trigo. Se aparta de la paja al ventilarla, pero no de la era cuando es trillado. ¿Cuándo será definitivamente apartado? Cuando venga el bieldador. Luego ahora la era es todo el orbe de la tierra; es, pues, necesario, si quieres progresar, que vivas en medio de los malvados. No puedes apartarte de ellos; apártate de la maldad. Apártese de la maldad todo el que invoca el nombre del Señor, y residirá en el orbe de la tierra que no se conmoverá.
6. [v.2]. Tu trono ¡Oh Dios! está preparado desde entonces. ¿Y qué es desde entonces? Es como si dijera: ¿Cuál es el trono de Dios; dónde se asienta Dios? En sus santos. ¿Quieres ser trono de Dios?Prepara en tu corazón un lugar donde se asiente. ¿Cuál es el trono de Dios, sino el lugar donde Dios habita? ¿Y dónde habita Dios, sino en su templo? ¿Cuál es el templo de Dios? ¿Está construido con paredes? De ninguna manera. ¿Es acaso este mundo, ya que es lo bastante grande y digno para contener en él a Dios? No; no cabe en él quien lo ha hecho. ¿Y en dónde cabe Dios? En el alma que está en paz, en el alma del justo; en ella está. ¡Qué cosa admirable, hermanos! No hay duda de que Dios es grande: para los fuertes es de gran peso, pero es leve para los débiles. ¿A quiénes me refiero cuando digo fuertes? A los soberbios, que se apoyan en sus propias fuerzas. Porque la debilidad, ésa que reside en la humildad, es la mayor fortaleza. Fíjate en lo que dice el Apóstol: Cuando soy débil, entonces soy fuerte18. Esto es lo que recordé al hablaros de que el Señor se ciñó de fortaleza para enseñar la humildad. Luego ella es el trono de Dios, que lo expresa claramente un Profeta: ¿Sobre quién descansa mi Espíritu? Es decir: ¿Dónde descansa el Espíritu de Dios, sino en el trono de Dios? Mira cómo describe este trono. Quizá esperabas oír hablar de una casa de mármol, de amplios atrios y de gran magnitud, con luminosos artesonados, y situada en una alta cumbre. Escucha lo que Dios se ha preparado para él: Sobre quién reposará mi Espíritu? Sobre el humilde y el pacífico que teme mis palabras19. ¿Eres humilde y pacífico? En ti habita Dios. Dios es excelso, pero no habitará en ti, si pretendes ser excelso. ¿Quieres ser elevado, para que habite en ti? Sé humilde y teme sus palabras, y entonces habitará. No teme la casa que se estremece, porque él la afianza. ¡Oh Dios!, tu trono está preparado desde entonces. Es decir, desde aquel tiempo. ¿Desde cuándo? Quizá desde la víspera del sábado. Desde aquel tiempo, ya que el título del salmo nos lo sugiere así: el sexto día, o sea, en la sexta edad de este mundo, en que el Señor se encarnó. Luego desde aquel tiempo, en que apareció como hombre, en que salió del seno materno. ¿Qué dice otro salmo? En el esplendor de los santos, desde el seno materno. En el esplendor de los santos, es decir, para que sean iluminados los santos y vean a Dios encarnado; y sea purificado su corazón, y lo puedan ver en su divinidad. En el esplendor de los santos, desde el seno materno. Pero ¿Cómo sigue? Para que no pensaras que comenzó a existir Cristo desde el momento en que nació, como comenzó Adán, como Abrahán, como David, dice: Antes del lucero matutino, yo te he engendrado20. Antes de todo lo que se ilumina. Por el lucero matutino se entienden todas las estrellas, y por las estrellas las edades del mundo21; y así descubras que Cristo existía antes de los tiempos; y, sin lugar a duda, el que nació antes de los tiempos, no puede ser que haya nacido en el tiempo, puesto que los tiempos son también criaturas de Dios. Y efectivamente, si todas las cosas fueron hechas por él22, también los tiempos fueron hechos por medio de él. O también, antes de todo espíritu que es iluminado, refiriéndolo a la Sabiduría, dice: Yo mismo te engendré antes de la aurora. Entienda vuestra Caridad. Así como al decir: desde el vientre materno, como para preservar la integridad de nuestra fe, no fuéramos a creer que su existencia comenzó desde el nacimiento del vientre virginal, añadió a continuación: Yo te he engendrado antes de la aurora. Y así, aunque aquí haya dicho: Desde aquel tiempo, es decir, desde un cierto tiempo, desde la víspera del sábado, desde la edad sexta del mundo, cuando vino el Señor Jesucristo, y nació con un cuerpo humano, ya que se dignó hacerse hombre por nosotros; como Dios que era, no sólo existía antes de Abrahán, sino antes del cielo y de la tierra; él mismo dijo: Antes de que Abrahán existiera, yo soy23;pero no sólo antes de Abrahán, sino antes de Adán, incluso antes de los ángeles, del cielo y de la tierra, porque todo fue creado por él; y para que tú no creyeras que existía desde el día de la natividad del Señor, cuando nació, añadió el salmista: Tu trono, ¡Oh Dios! está preparado. Pero ¿de qué dios se trata? Y tú eres eterno, (?ab aeterno? dixit) engriego ?apò aiônos; [aiôn a veces significa ?siglo?, y a veces ?eternidad?] ¡Oh tú!, que pareces nacido ?desde aquel entonces?: existes desde la eternidad. No se piense en su nacimiento humano, sino en la eternidad divina. Comenzó como hombre en su nacimiento, y fue creciendo: lo habéis oído en el Evangelio. Eligió a sus discípulos, los colmó del Espíritu Santo; y comenzaron a predicar como discípulos. Es quizá de esto de lo que se habla en lo que sigue.
7. [vv.3-4]. Han levantado los ríos sus voces. ¿Cuáles son estos ríos, que han levantado sus voces? No los hemos oído. Ni cuando nació el Señor, ni cuando fue bautizado, ni cuando padeció. Leed el Evangelio, y no encontraréis que hablaron los ríos. Pero poco es haber hablado, ya que dice: Alzaron sus voces. Luego no sólo hablaron, sino que hablaron con voz poderosa, elevada. Pero ¿Cuáles son los ríos que hablaron? Dijimos que en el Evangelio no lo leemos. A pesar de todo, investiguemos en él. Porque si en él no lo encontramos, ¿dónde lo encontraremos? Yo os lo podría inventar; pero de repente me convertiría en un inepto fabulista, dejando de ser un fiel administrador. Investiguemos en el Evangelio, juntos busquemos cuáles son los ríos que elevaron sus voces. Se dice en el Evangelio que Jesús estaba de pie y clamaba. ¿Qué clamaba? Fijaos que aquí nos encontramos con el manantial de los ríos clamando; él, fuente de la vida, desde donde los ríos seguirán su curso, levantó el primero su voz. ¿Y qué gritaba Jesús estando en pie? El que cree en mí, como dice la escritura, de su entraña manarán ríos de agua viva. Y añade a continuación el evangelista: Esto lo decía refiriéndose al Espíritu que iban a recibir los que creyeran en él. Porque el Espíritu aún no se había dado, ya que Jesús todavía no había sido glorificado24. Pero al ser glorificado Jesús por la resurrección y la ascensión a los cielos, como bien sabéis, hermanos, pasados diez días, por un cierto misterio que ello incluía, envió su Santo Espíritu y colmó a sus discípulos25. Este Espíritu es el gran río del que se colmaron otros muchos ríos. De este río dice el salmo en otro lugar: El ímpetu del río alegra la ciudad de Dios26. Luego han brotado caudalosos ríos de las entrañas de sus discípulos, al recibir el Espíritu Santo. Ellos mismos se convirtieron en ríos, al recibir el Santo Espíritu. ¿Y cuándo fue que estos ríos elevaron sus voces? ¿Por qué las elevaron? Puesto que primero temieron. Pedro, en concreto, aún no era río, cuando a la pregunta de la sirvienta, negó tres veces a Cristo, diciendo: Yo no conozco a ese hombre27. Éste mintió por temor. En esta ocasión, por miedo, miente. Aún no alza la voz, no es río. Pero tan pronto como recibieron el Espíritu Santo, al ser llamados por los judíos, y ser conminados para que no hablasen nada ni enseñasen en nombre de Jesús, Pedro y Juan dijeron: Juzgad si es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros antes que a Dios. No podemos menos de hablar de lo que hemos visto y oído. Luego levantaron los ríos su voz con voces de muchas aguas. A la misma elevación de la voz pertenece también lo que allí se escribió: Se presentó Pedro con los once, y elevando la voz, dijo: ?Varones de Judea...28 y las demás cosas que les dijo anunciándoles a Jesús con gran valor y sin temor. Elevaron, pues, los ríos su voz con gritos de muchas aguas. También cuando fueron despachados los Apóstoles fuera del sanedrín de los judíos, y contaron a los fieles lo que le dijeron los ancianos y los sacerdotes, al oírlos levantaron todos a una su voz al Señor y dijeron: Señor, tú eres el que hiciste el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos...29 y lo demás que pudieron decir los ríos que levantaron su voz. Impresionantes son las elevaciones de las olas marinas. Cuando aquellos discípulos elevaron su voz, creyeron muchos, y muchos recibieron el espíritu Santo, y de pocos ríos comenzaron muchos a clamar. Por eso continúa: Por las voces de muchas gentes, son admirables las olas y alzas del mar, es decir, de este mundo.Cuando comenzó Cristo a ser predicado con tantas voces, comenzó a enfurecerse el mar, comenzaron a incrementarse las persecuciones. Por eso, al elevar los ríos sus voces por las voces de sus muchas aguas, sucedieron las impresionantes alzas marinas, que es cuando el mar se enfurece y se encrespan las olas. Encréspense las olas cuanto quieran, brame el mar cuanto le parezca; impresionantes son las alzas marinas, como impresionantes son las amenazas, como las olas altas; pero pon atención a lo que sigue: Maravilloso es el Señor en las alturas. Que refrene el mar su bravura, y por fin se tranquilice; que se dé paz a los cristianos. Se alborotaba el mar, peligraba la barquilla. La barquilla es la Iglesia; el mar es el mundo. Vino el Señor, caminó sobre el mar, y calmó el oleaje30. ¿Cómo caminó el Señor sobre el mar? Andando sobre las cabezas de esas gigantescas olas espumantes. Las autoridades y los reyes de la tierra creyeron y se sometieron a Cristo. Así que nada de aterrarnos por las impresionantes alzas del mar. Admirable es el Señor en las alturas.
8. [v.5]. Tus testimonios han llegado a ser muy dignos de crédito. Más admirable es el Señor en las alturas, y más que las impresionantes olas espumantes y alzas del mar. Tus testimonios han llegado a ser dignos de todo crédito. Tus testimonios; sí, porque los había dado anteriormente: Os digo estas cosas, les dice Jesús, para que gracias a mí tengáis paz. En el mundo tendréis presiones, pero ¡ánimo, que yo he vencido al mundo! Luego como el mundo os ha de presionar, por eso os digo esto. Comenzaron a sufrir, y confirmaron en sí mismos lo que el Señor les había pronosticado. Y esto los hizo más fuertes. Al ver que se cumplían en ellos los tormentos, empezaron a esperar que se cumpliría en ellos la prometida corona. Por tanto, más admirable es el Señor en las alturas, que los temibles oleajes del mar. Para que tengáis —dice— paz en mí, dado que en el mundo vais a tener sufrimientos. ¿Qué hacer, pues? Se enfurece el mar, se encrespan las olas y braman furiosas. Soportamos torturas. ¿Acaso no desfalleceremos? En absoluto. El Señor es admirable en las aturas. Por eso también, al decir: para que gracias a mí tengáis paz, porque en el mundo tendréis aflicción; ycomo si le contestaran: ¿Crees que el mundo no nos aplastará? Añade a continuación: ¡Pero ánimo, que yo he vencido al mundo!31 Luego, si dice que ha vencido al mundo, adheríos a él, que venció el mundo. Que venció el mar. Alegraos con él, porque el Señor es admirable en las alturas, y tus testimonios son dignos de todo crédito. Y todas estas admoniciones ¿qué frutos han dado? A tu casa, Señor la embellece la santidad. Tu casa, toda tu casa: no aquí, allá o acullá, sino tu casa entera, extendida por toda la tierra. ¿Por qué por todo el orbe de la tierra? Porque afianzó el orbe de la tierra, y no se conmoverá32. La casa del Señor será una fortaleza; se extenderá por toda la tierra: muchos caerán, pero esa casa está firme. Muchos vacilarán, pero esta casa no se moverá. A tu casa, Señor le corresponde la santidad. ¿Será por poco tiempo? No, en absoluto. A lo largo de todas las edades.