SALMO 91

Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero, OSA

Sermón al pueblo

Hipona. En la Cuaresma del 412

1. Poned atención al salmo. Concédame el Señor descubrir los misterios que en él se contienen. En él se exponen las mismas cosas de variada y diversa manera, que pueden llegar a aburriros, debido al cansancio del ánimo. Dios nos enseña únicamente el cántico de la fe, la esperanza y la caridad. El de la fe, para que creamos en aquel que no vemos, y sea con una fe firme mientras no lo vemos. Y entonces, cuando ya no se nos diga: Cree en lo que no ves, sino: Alégrate, porque ya ves, nos regocijemos cuando lo veamos, y la visión de su luz reemplace nuestra fe. El de la esperanza para que nuestra fe sea inmutable, y se afiance en él y no vacile, no se conmueva ni fluctúe, así como el mismo Dios, en quien se afianza, no puede conmoverse. Ahora hay esperanza. Después, cuando se posea la realidad, no la habrá. Esperanza se llama mientras lo que se espera no se ve, de acuerdo con lo que dice el Apóstol: La esperanza de lo que se ve, no es esperanza, porque lo que uno ve, ¿a qué lo espera? Si lo que no vemos esperamos, con paciencia aguardamos1. Luego ahora, mientras se cumple la promesa, se necesita la paciencia. Nadie es paciente en las cosas buenas; en las malas es cuando se exige al hombre la paciencia. Cuando se nos dice: Sé paciente, tolera, soporta; es una molestia en la cual quiere Dios que seas fuerte, tolerante, animoso, paciente. Pero ¿acaso por esto engaña el que promete? El médico echa mano al bisturí para sajar lo malsano, y dice a su paciente: sé fuerte, soporta, tolera. En el dolor exige la paciencia, pero después del dolor promete la salud. El que soporta el bisturí del médico, desfallecería en el dolor que sufre, si no intenta conseguir la salud que le falta. Muchos son los dolores, tanto exteriores como interiores, que hay en este mundo; es más, no cesan; los escándalos están a la orden del día, y sólo lo percibe el que camina por la senda de Dios. A él se le dice en todas las divinas páginas, que tolere el presente y espere el futuro; que ame al que no ve, para que al verlo le abrace. La caridad, tercera de las virtudes, que se une en nosotros a la fe y a la esperanza, es la mayor de las tres2. La fe tiene por objeto lo que no se ve; cuando se vea todo, desaparecerá y tendrá lugar la visión. La esperanza, que tiene por objeto las cosas que no se poseen, al poseerlas, desaparecerá también, porque ya no se espera lo que se tiene. La caridad, en cambio sólo sabe aumentar más y más. Si amamos a quien no vemos, ¡cómo amaremos cuando lo veamos! Crezca, pues, nuestro deseo. Únicamente somos cristianos por el siglo futuro. Que nadie espere los bienes presentes; nadie se prometa la felicidad en el mundo, puesto que es cristiano. De la felicidad de este mundo use como mejor pueda, y en la medida que pueda. Cuando la tenga, dé gracias a Dios por este consuelo; cuando le falte, dé también gracias al designio de Dios. Muéstrese siempre agradecido, jamás ingrato. Sea agradecido al Padre que consuela y acaricia, y al Padre que corrige, educa y azota, porque él siempre ama, sea que acaricie o que amenace; diga, por tanto, las palabras que habéis oído en el salmo: Es bueno dar gracias al Señor, y cantar salmos a tu nombre, ¡oh Altísimo!

2. [v.1]. El título del salmo es así: Salmo cantado, para el día del sábado. Recordad que también hoy es sábado. Este día lo celebran actualmente los judíos con cierto ocio corporal, lánguido, empleándolo en frivolidades; y al mandarles Dios guardar el sábado3, ellos lo emplean en estas vanidades que no le agrada a Dios. Nuestro descanso es de las malas obras; el suyo es de las buenas. Mejor es arar que danzar. Descansan de las obras buenas, pero no de las frivolidades. Nuestro sábado nos lo ha ordenado Dios. ¿Cuál es este sábado? Mirad primero dónde se halla. Nuestro sábado está dentro del corazón. Muchos descansan corporalmente, pero ponen en alboroto su conciencia. Son malvados, y para los malos el sábado no puede existir, no pueden disfrutar del descanso sabático; su conciencia no está tranquila; es inevitable que vivan perturbados. En cambio, aquel que tiene una buena conciencia goza de tranquilidad, y esa misma tranquilidad es el sábado y descanso del corazón; su atención se dirige al Dios prometedor, y, si acaso sufre en el presente, mira con esperanza el futuro, y desaparece toda niebla de tristeza, como ya lo dice el apóstol: Que la esperanza os mantenga alegres4. Esa misma alegría que brota de la tranquilidad de nuestra esperanza, es nuestro sábado. Esto se recomienda, esto es lo que se canta en este salmo: cómo es el sábado del cristiano en su corazón, es decir, en el descanso, en la tranquilidad y serenidad de su conciencia, sin perturbación alguna. Explica el salmista el origen de la perturbación de los hombres, y te enseña cómo celebrar el sábado en tu corazón.

3. [v.2]. Lo primero que debes hacer es: si has notado en ti algún progreso, debes atribuírselo a Dios, ya que todo es don suyo, no mérito tuyo. Comienza por esto el sábado: no atribuyéndote algo, como si procediera de ti, cuando en realidad, todo lo has recibido5; pero tampoco excusándote de lo que hayas hecho mal, ya que eso es lo tuyo. Los hombres malvados, que no viven el sábado, le atribuyen a Dios sus males y a ellos sus bondades. Si algo bueno han hecho, dicen: Eso lo hice yo; y si realizan algún mal, buscan a quién acusar, para no reconocerlo delante de Dios. ¿Cómo buscan a quién acusar? Si no es demasiado impío, tiene a mano a quién acusar: Satanás es el culpable; fue él quien me persuadió, dice. Como si Satanás tuviera poder para obligarle. Cierto que tiene sagacidad para insinuar. Si hablase Satanás y callase Dios, tendrías excusa; pero tus oídos están entre Dios que advierte, y la serpiente que te sugiere. ¿Por qué te inclinas a ésta, y te haces el sordo a Dios? Satanás no cesa de insinuar el mal, pero Dios tampoco cesa de aconsejar el bien. Satanás no te fuerza la libertad; en tu poder está consentir o no. Si por incitación de Satanás hubieras cometido algún mal, deja en paz a Satanás, acúsate a ti mismo, y con tu confesión alcanzarás la misericordia de Dios. ¿Intentas acusar al que no puede conseguir perdón? Acúsate a ti mismo, y conseguirás el perdón. Hay muchos que no acusan a Satanás, sino a la fatalidad, pues dicen: la mala suerte me arrastró. Si le preguntas a alguien: ¿Por qué has hecho esto; por qué pecaste? Y él, por no inculparse a sí mismo, responde: fue la fatalidad. Éste ya ha levantado sus manos contra Dios, ha blasfemado con su lengua. No blasfema abiertamente, pero fíjate bien, y verás que sí lo dice. Si le preguntas qué es la fatalidad, y contesta: La mala estrella; pregúntale de nuevo: ¿Quién hizo las estrellas; quién las puso en orden? Y únicamente te responderá que Dios. Resta sólo que, a la ligera, o por el augur encantador, o echando la culpa al prójimo, al final acuse a Dios, y de esta forma, puesto que es Dios el castigador de los pecados, lo hace a él autor de sus pecados. Y como no puede ser que él castigue lo que ha hecho, castigará lo que tú has hecho, para dejar a salvo lo que él ha creado. Pero es posible, a veces, que quienes, dejando de lado todas las excusas, se lo achacan a Dios, diciendo: Dios lo ha querido. Si no fuera así, yo no habría pecado. El salmo te amonesta no sólo a no pecar, sino también a acusarte de haber pecado. ¿Qué nos dice este salmo? Es bueno confesar al Señor. ¿Qué es confesar al Señor? Que en ambas cosas: tanto en el pecado que tú has cometido, como en el bien realizado, que es obra suya, alabar al Señor. Cantarás salmos al nombre del Señor Altísimo, si buscas la gloria de Dios, no la tuya, su nombre, no el tuyo. Si vas en busca del nombre de Dios, él va en busca del tuyo. Si tú abandonas el nombre de Dios, él borrará también tu nombre. ¿De qué modo dijo el Señor que busca tu nombre? Recuerda lo que dijo a sus discípulos, después que los mandó a evangelizar. Como ellos habían realizado muchos milagros, y arrojado a los demonios en su nombre, al regresar de su predicación, le dijeron gozosos: Señor, hasta los demonios se nos sometieron. Y añadieron también: en tu nombre; pero él, viendo que se enorgullecían, y caminaban hacia la soberbia, por haberles concedido arrojar demonios; al ver, pues, que buscaban su propia gloria, buscando , es más, conservando él junto a sí mismo sus nombres, les dijo: No os alegréis de esto; alegraos, más bien, de que vuestros nombres estén escritos en el cielo6. Ya ves dónde tienes tu nombre, si es que tú no descuidas el nombre de Dios. Cantad, pues, al nombre de Dios, para que tu nombre esté asegurado junto a Dios. ¿Y qué es cantarle salmos, hermanos? El salterio es un instrumento musical; nuestras obras son el salterio. Cualquiera que con sus manos ejecuta buenas obras, está salmodiando a Dios; el que lo confiesa con su boca, está cantando a Dios. Canta con la boca; salmodia con tus obras. ¿Con qué finalidad?

4. [v.3]. Para anunciar por la mañana tu misericordia, y de noche tu fidelidad. ¿Por qué debe ser anunciada la misericordia de Dios por la mañana, y por la noche su fidelidad, o su verdad? Se dice mañana, cuando nos va bien; y noche cuando nos agobia la tristeza de la tribulación. En resumen, ¿qué ha querido decir? Cuando te va bien, regocíjate en Dios, porque se debe a su misericordia. Pero quizá tú digas: Si yo me regocijo en Dios cuando me va bien, porque es obra de su misericordia; cuando estoy triste, cuando me rodea la tribulación, ¿qué he de hacer? Su misericordia está cuando me va bien, y cuando me va mal, ¿se debe, acaso a su crueldad? Si alabo su misericordia cuando todo va bien, ¿protestaré contra su crueldad cuando me van mal las cosas? No. Cuando va todo bien, alaba su misericordia, y cuando va mal, alaba su fidelidad; porque castiga los pecados. Dios no es un malvado. Cuando Daniel oraba, era de noche. Estaba en la cautividad de Jerusalén, en poder de los enemigos. Entonces los santos soportaban enormes males. El mismo Daniel fue arrojado a los leones. Fue entonces cuando arrojaron a los tres jóvenes al horno ardiente7. Cuando el pueblo de Israel sufría estas calamidades en la cautividad, era de noche. Durante la noche Daniel confesaba la verdad de Dios, orando en su corazón: Hemos pecado, hemos obrado con impiedad, hemos cometido iniquidades; a ti, Señor, la gloria; a nosotros la confusión8. Anunciaba la verdad de Dios durante la noche. ¿Qué es anunciar la verdad de Dios por la noche? Que si padeces algún mal, no se lo atribuyas a Dios, sino a tus pecados. Atribúyele a él la corrección, y podrás anunciar por la mañana su misericordia y de noche su fidelidad. Cuando anuncias su misericordia de mañana, y su verdad por la noche, estás alabando siempre a Dios, estás siempre confesando a Dios y salmodiando a su nombre.

5. [v.4]. Con el salterio de diez cuerdas, y con cánticos con la cítara. Ahora no habéis oído tocar el salterio de diez cuerdas. En él las diez cuerdas representan los diez mandamientos de la ley. Pero es necesario cantar con él, no sólo llevarlo consigo. Porque los judíos tienen la ley; llevan el salterio, pero no lo tocan ¿Quiénes tocan el salterio? Los que lo hacen con sus obras. Pero es poco todavía, ya que los que obran con tristeza no lo tocan. ¿Quiénes, pues, lo tocan? Los que obran el bien con alegría. El júbilo es propio del canto. ¿Qué dice el Apóstol? Dios ama al que da con alegría9. Lo que haces, hazlo con alegría. Entonces haces el bien, y lo haces bien. Si lo haces con tristeza, el bien se hace por medio de ti, no lo haces tú. Más bien llevas el salterio, pero no cantas. Con el salterio de diez cuerdas, y con el cántico de la cítara. Es decir, con las palabras cantando, y con las obras. Con el cántico son las palabras; con la cítara, son las obras. Si sólo pronuncias palabras, como que sólo cantas; estás sin la cítara; si realizas obras sin hablar, es como que sólo tienes la cítara. Por eso, habla bien, y haz el bien, si quieres cantar con la cítara.

6. [v.5]. Tus acciones, Señor, son mi alegría; y mi júbilo las obras de tus manos. Ya veis lo que dice. Tú me formaste, tú has hecho que yo viviese bien. Si logro hacer algo bueno, mi júbilo serán las obras de tus manos; es lo que dice el Apóstol: Somos hechura suya, creados para hacer el bien10. Porque si no te hubiera formado para realizar buenas obras, no caerías en la cuenta siquiera de tus malas obras. Pues el que habla con mentira, habla de lo que tiene dentro11; así dice el Evangelio. Todo pecado es una mentira. Todo lo que se opone a la ley y a la verdad, le llamamos mentira. ¿Qué es, pues, lo que intenta decir? El que habla con mentira, habla de lo suyo, o sea: el que peca, lo hace por su cuenta. Poned atención a la frase contraria. Si el que habla con mentira, es fruto de su propia cosecha, sólo nos queda que quien habla la verdad, lo hace por ser un don de Dios. Por eso se nos dice en otro lugar: Sólo Dios es veraz, y todo hombre es mentiroso12. No es que en esta frase se te invite a mentir con tranquilidad, por ser hombre; al contrario, te hacecaer en la cuenta que eres hombre, ya que dices mentiras; y para ser veraz debes beber la verdad, y te saldrá Dios de tu interior, es decir, te harás veraz. Porque de tu propia cosecha no lo puedes lograr. Sólo te queda que bebas de la fuente de donde ella brota. Es como si te apartas de la luz: te sumerges en las tinieblas. Una piedra por sí misma no se calienta, sólo si le da el sol o se la acerca al fuego; si de allí la alejas, se enfría; Ahí se ve cómo su calor no viene de ella, pero si le da el sol o la acercas al fuego, se calienta. Eso mismo te sucede a ti también: si te alejas de Dios te enfrías, y si te acercas a él te llega el fervor; como dice el Apóstol: En el espíritu manteneos fervientes13. Y de la luz ¿qué dice? Si te acercas a él, estarás en la luz; es lo que dice un salmo: Acercaos a él y seréis iluminados; y vuestros rostros no se avergonzarán14. Luego nada bueno puedes obrar, si no eres iluminado por la luz de Dios y enfervorizado por el Espíritu de Dios; cuando te veas que haces el bien, bendice a Dios, y exprésale lo que dice el Apóstol: dítelo a ti mismo, no te vayas a enorgullecer: ¿qué tienes, que lo hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías, como si no lo hubieras recibido?15 El salmo aquí alaba a Dios, y nos enseña una buena alabanza, puesto que dice: tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo las obras de tus manos.

7. ¿Y qué decir de los que viven mal y prosperan? Esto es lo que perturba el ánimo de quien echa a perder el sábado: se ve a sí mismo hacer buenas obras cada día, y soportar calamidades, quizá está en crisis su fortuna doméstica, tal vez le afecta el hambre, la sed, o la falta de ropa, o puede ser que esté en la cárcel, a pesar de obrar el bien; y el que lo recluyó preso, a pesar de obrar el mal, está rebosante de alegría en sus malas obras; podría ser que en tal situación se introduzca en su corazón un pésimo pensamiento contra Dios, y llegue a decir: ¡Oh Dios! ¿Para qué te sirvo; para qué obedezco tus palabras? Nada ajeno he robado, nada he hurtado, no he matado a nadie, ni deseado cosa ajena; no he dado mal testimonio contra nadie, no he ofendido nunca a mi padre ni a mi madre; no me incliné ante ídolo alguno, ni he tomado el nombre de Dios en vano: está enumerando las diez cuerdas, o sea, los diez preceptos de la Ley16; se pregunta uno por uno, y no se encuentra culpable de haber quebrantado ninguno; con todo, se contrista por los males que está padeciendo. En cambio, los otros que no digo tocan algunas cuerdas, pero no tocan el mismo salterio, ni hacen bien alguno, consultan a los ídolos; y tal vez dan la impresión de ser cristianos, que además no sufren detrimento alguno en sus bienes domésticos; pero en cuanto aparece alguna adversidad, van corriendo al adivino, al nigromante o al astrólogo. Alguien le menciona el nombre de Cristo: él se mofa, gesticula, tuerce la boca. Se le dice: Tú eres creyente, ¿y consultas al astrólogo? Y él te contesta: ¡apártate de mí, déjame en paz! El adivino me encontró mis cosas; si no fuera así, me habría quedado sin nada y estaría llorando. Y el otro le dice: —Buen hombre, pero ¿no te signas con la señal de la cruz de Cristo? Pues la Ley prohíbe todas estas cosas. ¿Te alegras por haber encontrado tus bienes, y no te entristeces por haberte perdido tú? ¡Cuánto mejor habría sido perder tu túnica, que tu alma! Burlándose sarcásticamente de esto, injuria a sus padres, odia al enemigo, le persigue a muerte, hurta cuando se presenta la ocasión, no cesa de proferir falso testimonio, trama insidias contra el matrimonio ajeno, codicia los bienes de su prójimo: haciendo todo esto, goza de prosperidad en sus riquezas; tiene los honores y el fasto de este mundo. Lo ve aquel pobre infeliz, que practica el bien y sufre algunos males; se perturba y dice: Me parece, Dios mío, que los malos te agradan, y a los buenos los odias; que amas a los que practican la iniquidad. Si llegara a conmoverse, y a consentir en este pensamiento, ha perdido el sábado del corazón; ha comenzado a no fijarse en este salterio. Se distanció de allí y canta sin sentido: ¡Qué bueno es dar gracias al Señor, y tocar para tu nombre; Oh altísimo! Perdido ya el sábado del hombre interior; sin el descanso del corazón, y habiendo excluido todo buen pensamiento, comienza a imitar al que ve que prospera viviendo mal, y se dedica a practicar la maldad. Pero Dios es paciente, porque es eterno, y conoce el día de su juicio, donde examinará todas las cosas.

8. [v.6]. Intentando enseñarnos todo esto, ¿qué dice? ¡Qué magníficas son tus obras, Señor! ¡Qué profundos son tus designios! En realidad, hermanos, no hay mar con tanta profundidad como este pensamiento de Dios, siendo así que prosperan los malvados y sufren los buenos. Nada hay tan abismal, nada tan elevado; en este abismo, en esta cumbre naufraga todo infiel. ¿Quieres atravesar este abismo? No te apartes del leño de Cristo: no te hundirás; mantente asido a Cristo. ¿Qué pretendo decirte al afirmar que te mantengas asido a Cristo? Esta fue la razón por la que quiso sufrir en la tierra. Habéis oído, cuando se leyó el profeta Isaías, que no apartó sus espaldas de los azotes, que no desvió su rostro de los esputos de los hombres, que no retiró la mejilla de sus bofetadas17. ¿Por qué quiso sufrir todo esto, sino para consolar a los que sufren? Él habría podido resucitar su carne al fin del mundo; pero si tú no lo hubieras visto resucitado, te faltaría motivo para esperar; no quiso tardar en resucitar su cuerpo, para que tú no tuvieras ninguna duda de tu resurrección. Soporta, pues, y tolera las tribulaciones de este mundo por aquel final que has visto en Cristo, y que no te perturben los que obran el mal y, no obstante prosperan en este mundo. ¡Qué profundos son los designios de Dios! ¿Dónde está el pensamiento de Dios? De momento afloja las riendas; pero después las tensa. No te alegres, como el pez que se regocija con el cebo; aún no ha tirado el pescador del anzuelo; pero ya lo tiene el pez en su boca. Lo que te parece largo es breve; todas estas cosas pasan volando. ¿Qué es una larga vida del hombre, comparada con la eternidad de Dios? ¿Quieres ser paciente? Mira la eternidad de Dios. Te fijas en tus pocos días, y quieres que en ellos se cumplan todas las cosas. ¿Cuáles? Que sean condenados todos los impíos, y coronados todos los buenos. ¿En estos tus días quieres que se lleven a cabo todas estas cosas? Dios las cumplirá a su tiempo. ¿Por qué te impacientas tú e impacientas a los demás? Dios es eterno, espera, es paciente; pero tú dices: yo no soy paciente, porque soy temporal. Pero está en tu poder el no serlo: Une tu corazón a la eternidad de Dios, y serás eterno con él. ¿Qué se dijo de las cosas temporales? Toda carne es heno, y todo su esplendor como flor de heno; se secó el heno y cayó la flor18. Luego todas cosas se secan y caen;pero no así la palabra de Dios, porque la palabra de Dios permanece eternamente. Pasa la yerba, desaparece la hermosura de la flor; pero tú tienes dónde acogerte: La palabra de Dios permanece eternamente. Dile, pues a él: Demasiado profundos son tus pensamientos. Si te has asido al leño, atravesarás por este abismo. ¿Ves algo allí; entiendes allí algo? Sí, entiendo, dices. Si ya eres cristiano, y estás bien instruido, dirás: Dios reserva todas las cosas para su juicio. Sufren los buenos, porque, como hijos, son azotados. Exultan los malos, porque son condenados como extraños. Suponte que un hombre tiene dos hijos: a uno lo castiga, al otro lo abandona; uno se entrega al mal, y no es corregido por el padre; el otro, apenas se mueve, el padre lo abofetea y lo azota. ¿Por qué uno es castigado y el otro es abandonado? Porque a uno se le reserva su heredad, y el otro es desheredado. El padre ve cómo éste no tiene esperanza, y le permite que viva según sus caprichos. El joven que es castigado, si no tiene corazón, y es imprudente y estúpido, felicita y mira con envidia a su hermano, que no es reprendido; y gime por él mismo, y dice en su corazón: Mi hermano obra perversamente, hace lo que se le antoja, en contra de los preceptos de mi padre; y con todo, no le reprende con dureza; sin embargo, yo, apenas me muevo, soy castigado. Éste hijo es un necio, un imprudente, pues se fija en lo que padece, y no en lo que le tiene reservado su padre.

9. [vv.7-8]. Después de haber dicho: ¡Qué profundos son tus designios!, añade inmediatamente: El ignorante no los entiende, ni el necio se da cuenta de ello. ¿Qué cosas son las que no entenderá el ignorante, ni el necio caerá en la cuenta? No advertirá que surgirán pecadores como la yerba. ¿Qué significa esto? Que verdearán en invierno y se secarán en verano. Fíjate en la flor del heno: ¿qué desaparece más pronto que ella? ¿Qué cosa es más hermosa; qué más verde? No te alucine su verdor; teme su pronta sequedad. Has oído que los pecadores son como la hierba; escucha también lo de los justos: Porque he aquí...de momentofijaos en los pecadores; florecen como la hierba; ¡bien!, pero ¿quiénes son los que no caen en la cuenta? Los insensatos y los necios. Brotan los pecadores como el heno, y se fijarán en ellos todos los malvados. Todos los que en su corazón no piensan rectamente de Dios, vieron cómo los pecadores florecieron como el heno, es decir momentáneamente. ¿Para qué los miran? Para ver cómo perecerán eternamente. Porque lo que miran es su florecimiento temporal; los imitan, y queriendo florecer como ellos en el tiempo, perecen eternamente, es decir: Para perecer por los siglos de los siglos.

10. [vv.9-10]. Tú, en cambio, eres el Altísimo eternamente. Desde tu eternidad esperas desde lo alto a que pase el tiempo de los impíos, y llegue el tiempo de los justos. Porque he aquí que...atended, hermanos; el mismo que habla, se siente unido a la eternidad de Dios (habla en nombre nuestro, habla en la persona del cuerpo de Cristo; Cristo habla en su Cuerpo, es decir, en nombre de su Iglesia); como poco antes os decía, Dios es longánime y paciente, tolera todo lo malo que ve hacer a los malvados. ¿Por qué? Porque es eterno y ve lo que les aguarda. ¿Quieres tú también ser paciente? Únete a la eternidad de Dios, y en esta unidad a él, espera todo lo que hay debajo de ti, puesto que tan pronto como se adhiera tu corazón al Altísimo, estarán debajo de ti todas las cosas mortales, y di lo que sigue: Porque tus enemigos perecerán. Los que ahora prosperan, perecerán después. ¿Quiénes son los enemigos de Dios? ¿Pensáis, hermanos, quizá, que son los que blasfeman? Cierto que lo son; pero son más acérrimos los que no cesan de injuriar a Dios con la lengua y con los malos pensamientos. ¿Y qué le hacen al Dios excelso y eterno? Si hieres con la mano a una piedra, el perjudicado eres tú. ¿Y piensas que hieres a Dios con la blasfemia, y no más bien que tú te destrozas? A Dios no le causas ningún mal. Los enemigos de Dios son blasfemos declarados, pero habitualmente se hallan ocultos. Evitad esta enemistad con Dios. La Escritura descubre a ciertos enemigos de Dios ocultos, y así a los que no puedes descubrir tú con tu esfuerzo, ella te ayudará a descubrirlos, y evites el encontrarte entre ellos. Claramente dice Santiago en su Carta: ¿No sabéis que el amigo de este mundo se transforma en enemigo de Dios?19 Ya lo has oído. ¿No quieres ser enemigo de Dios? No te hagas amigo de este mundo. Así como no puede ser adúltera la esposa, sin ser enemiga de su esposo, así el alma adúltera, debido al amor de las cosas mundanas, no puede menos de ser enemiga de Dios. Teme, pero no ama. Teme la pena, mas no se deleita en la justicia. Luego son enemigos de Dios todos los amadores del mundo, todos los entregados a las frivolidades, todos los consultores de los astrólogos, de los adivinos. Son enemigos de Dios, entren o no en las iglesias. Temporalmente pueden florecer como el heno, mas perecerán cuando Dios comience a juzgar a todos los hombres. Únete a la Escritura de Dios, y di con el salmo: Porque tus enemigos perecerán. No los vas a encontrar donde han de perecer. Y todos los malhechores serán dispersados.

11. [v.11]. ¿Y qué será de ti, que ahora sufres, si los enemigos de Dios perecerán, y todos los malhechores serán dispersados? ¿Qué esperas en medio de estos escándalos, tú que gimes y sufres en tu cuerpo, pero te alegras en tu corazón...qué va a ser de ti, oh cuerpo de Cristo? Tú, Oh Cristo, sentado a la derecha del Padre en el cielo, pero que sufres en tus pies, en tus miembros que están en la tierra, y que dices: Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?20 ¿Qué esperanza vas a tener tú, si los enemigos de Dios perecerán y serán dispersados todos los malhechores? ¿Qué será de ti? Mi fortaleza será ensalzada como la del unicornio. ¿Por qué dice como la del unicornio? Algunas veces significa soberbia; otras enaltecimiento de unidad, ya que enaltecerá la unidad cuando todos los herejes perezcan con los enemigos de Dios. Y será ensalzada mi fuerza como la del unicornio. ¿Y cuándo tendrá lugar esto? Dice el salmo: Y mi vejez con abundante misericordia. ¿Por qué dice: mi vejez? Mis últimos días. Así como de nuestras edades, la vejez es la última, así también ahora todo lo que padece el Cuerpo de Cristo en los trabajos, en las calamidades, en las vigilias, en el hambre, en la sed, en los escándalos, en las iniquidades, en las tribulaciones, eso es su juventud. Su vejez, es decir, su última edad, sus postrimerías, serán alegría. Fíjese vuestra Caridad que he dicho ?vejez?; no lo confundáis con la muerte, pues el hombre envejece en cuanto a la carne, para morir. Pero la vejez de la Iglesia será cándida por las buenas obras, y no se destruirá con la muerte. Lo que es la cabeza del anciano, eso serán nuestras obras. Ved cómo cuanto más se avecina la vejez, más encanece y blanquea la cabeza. En el que envejece con regularidad, buscas algún cabello negro en su cabeza, y no lo encuentras; pues así también, cuando nuestra vida fuere tal que, al buscar la negrura del pecado, no la encuentras, entonces esa vejez será juventud, será robusta, siempre estará floreciente. Oísteis habla del heno de los pecadores; oíd ya hablar de la vejez de los justos. Mi vejez será abundante en misericordia.

12. [v.12]. Mis ojos se han fijado en mis enemigos. ¿A quiénes llama sus enemigos? A todos los que obran la maldad. No te preocupes de ver si tu amigo es mala persona. Ya vendrá la ocasión, y caerás en la cuenta de si es malo, y de que cuando te halagaba, era enemigo; pero aún no lo habías incitado a que proclamase lo que no era en su corazón, sino a que declarase públicamente lo que era. Y mis ojos han mirado atentamente a mis enemigos; y mis oídos escucharán a los malvados que se levantan contra mí. ¿Cuándo? En mi senectud. ¿Qué es en la senectud? En el último tiempo. ¿Y qué oirán nuestros oídos? Si estamos a la derecha, oiremos lo que se les dirá a los de la izquierda: Id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ándeles21. El justo no se asustará al oír esta mala noticia. Ya sabéis lo que se dice en un salmo: El justo permanecerá en la memoria eternamente; no temerá las malas noticias22. ¿Qué malas noticias? Id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles. Y mis oídos escucharán a los malvados que se levantan contra mí.

13. [v.13]. Desaparece la hierba, pasa el florecimiento de los pecadores; ¿Y qué será de los justos? El justo florecerá como una palmera. Los otros brotan como la hierba; el justo florecerá como la palmera. En la palmera se simboliza la sublimidad; quizá porque en sus últimos brotes es hermosa; y así vayas a sus raíces en la tierra, que es su comienzo, y sigas hasta su cima, donde tiene toda su hermosura. Su raíz se la ve tosca en la tierra, pero su copa es hermosa en lo alto. Así también será tu hermosura al final. Sea firme tu raíz; pero nuestra raíz se halla en lo alto. Nuestra raíz es Cristo, que ha ascendido al cielo. Aquí será humillado, y luego exaltado. Se multiplicará como cedro del Líbano. Mirad cuántos árboles cita: El justo florecerá como una palmera; y se multiplicará como un cedro del Líbano. ¿Acaso la palma se seca, y lo mismo el cedro, cuando sale el sol? Pero cuando a veces el sol calienta, se seca la hierba. Vendrá el juicio; entonces lo pecadores se agostarán, y los fieles reverdecerán. Se multiplicará como un cedro del Líbano.

14. [vv.14-16]. Plantados en la casa del Señor, florecerán en los atrios de la casa de nuestro Dios. Aún en la lozanía de la vejez, se multiplicarán; y estarán tranquilos para anunciar. Este es el sábado que os recomendé hace un momento, de donde toma su título el salmo. Estarán tranquilos anunciando. ¿Por qué anuncian tranquilos? No les preocupa el heno de los pecadores: tanto el cedro como la palmera, no se cimbrean ni en la tempestad. Luego están tranquilos anunciando, y lo están ciertamente, porque ahora hay que predicar también a los hombres burladores. ¡Oh miserables hombres amantes del mundo! os anuncian a vosotros los que están plantados en la casa del Señor; os anuncian los que alaban al Señor con el cántico y la cítara, es decir, con la palabra y las obras, y os dicen: No os dejéis seducir por la felicidad de los malvados; no os fijéis en la flor del heno; no prestéis atención a que son felices por un tiempo, y miserables eternamente. Esta felicidad que aparece fuera, no es auténtica; no son felices en su corazón, porque les remuerde su conciencia. Tú permanece tranquilo, esperando las promesas de tu Dios y Señor. ¿Qué vas a anunciar en tu tranquilidad? Que el Señor Dios es recto, y no hay injusticia alguna en él. Poned atención, hermanos, si es que estáis plantados en la casa del Señor, si queréis florecer como la palmera, y multiplicaros como el cedro de Líbano, y no queréis secaros como la hierba bajo el ardor del sol, como los que parecen florecer en la ausencia del sol. Por lo tanto, si no queréis ser heno, sino palmera y cedro, ¿Qué vais a anunciar? Que el Señor Dios es recto, y no hay maldad ninguna en él. ¿En qué sentido no hay maldad? El que comete muchos males está sano, tiene hijos, su casa está colmada, él rodeado de gloria, honrado y exaltado; se venga de sus enemigos, perpetra todos los males. En cambio, el otro, que es inocente en sus negocios, no roba nada ajeno, no ofende a nadie, soporta cadenas, está encarcelado, se agita y gime en su indigencia. ¿Cómo entonces no hay en Dios maldad alguna? Estate tranquilo, y entenderás; porque estás perturbado, y tienes apagada la luz de tu aposento. El Dios eterno quiere iluminarte; no te forme una tiniebla tu perturbación. Sosiégate y atiende a lo que te digo. Dios es eterno, y el que ahora perdona a los malvados, es para inducirlos a la conversión; castiga a los buenos enseñándoles a poner la vista en el reino de los cielos. No hay maldad en él. ¡No temas! Otros dicen: Pero he aquí que he sido castigado yo sólo. Es evidente, lo confieso; he pecado; no me tengo por justo. Esto lo dicen muchos. Cuando tal vez alguno se halla en una desgracia, sufriendo dolores, entras a consolarlo; y él te dice: He pecado, lo confieso, esto se debe a mis pecados, lo sé muy bien; pero ¿habré pecado tanto como aquel otro? Yo sé cuántos pecados él ha cometido; tengo pecados, se los confieso a Dios; pero son más leves que los de aquel otro; y mira, él no sufre ningún mal. No, no te perturbes, y sabrás que el Señor es recto, y no hay en él maldad alguna. ¿Qué dirías si te castigaahora, precisamente porque no quiere enviarte al fuego eterno? ¿Y qué dirías, si ahora al otro no le molesta, porque ha de oír: Id al fuego eterno? ¿Pero cuándo? Cuando tú estés colocado a la derecha, y se dirá a los de la izquierda: Id al fuego eterno, que fue preparado para el diablo y sus ángeles. No pierdas, pues, la paz por estas cosas temporales. ¡Estate tranquilo! Vive sereno el sábado, y proclama: el Señor es recto, y no hay en él maldad alguna.