SALMO 88 II

Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero, OSA

Sermón al pueblo 2

Hipona. En los años 411/412 (Z.), o Cartago en el año 411 (R.).

1. Prestad atención al resto del salmo, del que os he hablado esta mañana, y exigid la piadosa deuda que os ha de reintegrar por mi medio aquel que nos ha creado a vosotros y a mí. En los anteriores versículos del salmo se anunciaba a nuestro Señor Jesucristo como promesa de Dios, y todavía se anuncia en los siguientes que voy a comentar. De él, efectivamente, entre otras cosas, se dijo poco antes: Y yo lo constituiré mi primogénito, excelso entre los reyes de la tierra. Le mantendré eternamente mi misericordia, y mi testamento le será fiel. Haré estable su descendencia por los siglos de los siglos, y su trono será como los días del cielo. De éstas, y de todas las cosas anteriores del salmo, desde el comienzo, os he dicho lo que pude.

2. [vv.31-35]. Así prosigue el salmo: Si sus hijos abandonan mi ley, y no siguen mis mandamientos; si profanan mis preceptos, y no guardan mis mandatos, visitaré con la vara sus iniquidades, y con azotes sus delitos, pero no apartaré de él mi misericordia, ni lo dañaré en mi verdad, ni violaré mi testamento, y no cambiaré las palabras que salen de mis labios. Grande es la estabilidad de la promesa de Dios. Loshijos de este David son los hijos del esposo. Todos los cristianos se llaman hijos suyos. Mucho es lo que Dios promete, porque Si los cristianos, es decir, sus hijos, dice, abandonan mi ley, y no siguen mis mandamientos, si profanan mis preceptos, y no guardan mis mandatos, no los reprobaré, ni consentiré que caigan en la ruina. Pero ¿Qué es lo que haré? Visitaré con vara sus iniquidades, y sus delitos con azotes. La misericordia, pues, no es tan sólo de quien llama, sino también de quien golpea y azota. Que se ponga sobre ti la mano paterna, y si eres buen hijo, no rechaces el castigo. ¿Qué hijo hay a quien su padre no corrige? Corríjalo, sí, mientras no aparte de él su misericordia; golpee al contumaz, con tal que le dé su heredad. Tú, si has conocido a fondo las promesas del Padre, no temas ser castigado, sino desheredado. El Señor corrige a quien ama, y azota a todo aquel a quien recibe por hijo1. ¿No tolerará el hijo pecador ser azotado, cuando ve ser flagelado al Hijo único sin pecado? Visitaré, pues, con la vara sus iniquidades. También amenaza así el Apóstol: ¿Qué queréis: que vaya a visitaros con la vara en la mano?2 Lejos de los hijos piadosos el decir: ?Si vas a venir con la vara, no vengas. Mejor es ser adoctrinado con la vara del padre, que perecer con las caricias del salteador.

3. Visitaré, dice, sus iniquidades con la vara, y sus delitos con azotes. Pero no apartaré de él mi misericordia. ¿De quién? De aquel David a quien prometí tales cosas, a quien ungí con mi óleo santo sobre sus compañeros3. ¿Conocéis quién es aquél de quien Dios no aparta su misericordia? No sea que quizás alguno diga preocupado: ?suponiendo que es de Cristo de quien no apartará su misericordia, ¿Qué pasa con el pecador?? ¿Acaso no dijo, más bien: Pero no apartaré mi misericordia de ellos? Visitaré —dice— con la vara sus iniquidades, y con latigazos sus delitos. Tú esperabas, para tu tranquilidad, que dijera: Pero no apartaré de ellos mi misericordia. Y casualmente esto es lo que expresan algunos códices, pero no los más selectos; y los que lo tienen, no dicen nada al respecto. ¿Cómo es, entonces, que de Cristo no aparta su misericordia? ¿Acaso pecó en la tierra o en el cielo el mismo Salvador del Cuerpo, que está sentado a su derecha, e intercede por nosotros?4 Cierto que no la aparta de Cristo, es decir de sus miembros, y de su Cuerpo, que es la Iglesia. Y así, con una sola expresión, dice que no apartará su misericordia de él, y lo dice como si no tuviéramos en cuenta al Hijo Unigénito que está en el seno del Padre, pues en él no se mira al hombre como persona, sino que la única persona es el Hombre—Dios. Luego no aparta de él su misericordia, cuando no la aparta de sus miembros, de su Cuerpo, en el cual también él soporta persecuciones en la tierra, estando ya en el cielo, sin clamar desde allá: Saulo, Saulo, ¿por qué persigues a mis siervos, ni a mis santos, ni a mis discípulos, sino que dijo: Por qué me persigues?5 Y, como estando él sentado en el cielo, nadie lo perseguía, y exclamó: ¿Por qué me persigues? La Cabeza reconocía a sus miembros, y el amor no separaba la unión con su cuerpo; así también cuando no apartó de él su misericordia, no la aparta tampoco de nosotros, que somos su cuerpo. Pero no por eso deberemos pecar sin preocuparnos, ni prometernos perversamente que por mucho mal que hagamos, no pereceremos. Hay ciertos pecados y ciertas iniquidades de las que, o me es imposible tratar y concretar, o, si me fuera posible, sería demasiado largo de contar. Nadie puede decir que está sin pecado, y si lo dijera mentiría. Dice San Juan: Si dijéramos, que estamos sin pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está con nosotros6. Luego cada uno es castigado necesariamente por sus propios pecados; pero si es cristiano, la misericordia de Dios no se aparta de él. Ahora, si realmente a tanto llega tu iniquidad, que apartas la vara del que te castiga, o la mano del que te azota, si te indignas por la corrección de Dios, y huyes del padre que te hiere, y no quieres soportarle como padre, porque no perdona al pecador, tú mismo te has excluido de la heredad; no te apartó Dios de ella, porque si hubieras aceptado el castigo, no habrías sido desheredado. No apartaré, dice, de él mi misericordia, ni le causaré daño con mi verdad. No se apartará la misericordia del que libra, para que no dañe la verdad del que castiga.

4. Ni violaré mi testamento, ni cambiaré las palabras que pronuncian mis labios. No porque pecan sus hijos, voy a ser yo un mentiroso: Prometí, y cumpliré. Suponte que por desesperación quieren pecar, y así irremisiblemente caen en pecado, de suerte que se vuelven execrables a los ojos del Padre, y merecen ser desheredados; ¿No es él mismo, de quien se dijo: De estas piedras puede sacar hijos de Abrahán?7 Por tanto, os digo a vosotros, hermanos: muchos cristianos pecan, pero sus pecados son tolerables, muchos por el castigo se corrigen de su pecado, se enmiendan y quedan sanos; pero muchos se oponen totalmente a Dios, y resisten con dura cerviz a la corrección del Padre, y rechazando absolutamente la paternidad de Dios, y estando, no obstante, bautizados, caen en tales crímenes, que no se puede por menos de decirles: Los que realizan tales cosas no poseerán el reino de Dios8. No obstante no quedará, por ellos, Cristo sin herencia, pues no perecerán los granos por causa de la paja9; ni por culpa de los peces malos serán excluidos del cesto todos los peces de la red10. El Señor conoce a los que son suyos11. Pues con seguridad ha prometido el que nos predestinó antes de que existiéramos: A los que predestinó, a éstos los llamó; a los que llamó los justificó, y a los que justificó, los glorificó. Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?12 No nos dañará Dios con su verdad, ni violará su testamento. Su testamento permanece inconmovible, porque él mismo con su presciencia, se predestinó a los herederos, y no cambiará las palabras que proceden de sus labios.

5. [vv.36-38]. Escucha para tu certeza, escucha para tu seguridad, si tú te reconoces entre los miembros de Cristo. Una vez juré por mi santidad, no mentiré a David. ¿Esperas que de nuevo jure Dios? ¿Cuántas veces ha de jurar, si jurando una sola vez, miente? Juró una sola vez por nuestra vida el que por nosotros envió a su único Hijo a la muerte. Por mi santidad juré una sola vez; no mentiré a David: Su linaje permanecerá eternamente. Eternamente permanece su linaje; porque el Señor conoce quiénes son los suyos. Y su trono será como el sol en mi presencia, y como la luna llena eternamente; y un testigo fiel en el cielo. Su trono es el de aquellos a los que domina, sobre los que se sienta, sobre los que reina. Si son sus tronos, son también sus miembros, como nuestros miembros son el trono de nuestra cabeza. Mirad cómo todos nuestros miembros soportan nuestra cabeza. La cabeza no soporta nada sobre sí, sino que ella es sostenida por el resto de los miembros, como si todo el cuerpo del hombre fuera el trono de la cabeza. Así que su trono, es decir, todos aquellos sobre los que reina Dios, serán, dice, como el sol en mi presencia, porque los justos resplandecerán en el seno de mi Padre como el sol13. Pero espiritualmente, no corporalmente, como luce este sol desde el cielo, al cual hace brillar sobre buenos y malos. Este sol no sólo se hace presente a los hombres, sino también a los animales, incluso a las diminutas moscas. ¿Cuál de los más viles animales no ve este sol? Pero refiriéndonos al otro sol, ¿Qué dice en realidad? Como el sol en mi presencia. No en presencia de los hombres, no de la carne; no en presencia de los animales mortales, sino en mi presencia. Y como la luna: ¿Pero qué luna? La eternamente llena. Pues aunque esta luna que conocemos, sea plena, al día siguiente comienza a menguar, después de haber sido plena. Como la luna, dice, eternamente plena: así se afianzará su trono como la luna, pero como luna eternamente plena. Si su trono es como el sol, ¿Por qué también como la luna? Las Escrituras en la luna suelen simbolizar la mortalidad de esta carne, por su aumento y disminución, por su forma pasajera. Por otra parte, también ?Jericó? significa luna: con razón aquel que descendía de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de los ladrones14, ya que de la inmortalidad bajaba a la mortalidad. Esta carne, pues, es semejante a la luna, que siempre y en cada mes soporta el crecimiento y la disminución. Pero esta nuestra carne será perfecta en la resurrección, y fiel testigo en el cielo. Por tanto, si solamente nos perfeccionásemos en el alma, nos compararía únicamente al sol; y al revés, si sólo nos perfeccionásemos en el cuerpo, nos compararía únicamente a la luna. Pero como Dios nos perfecciona en alma y cuerpo, se dijo atendiendo al alma: Como sol en mi presencia, puesto que sólo Dios ve el alma; y se dijo como luna atendiendo al cuerpo, que será eternamente perfecto en la resurrección de los muertos, y se añadió: Y testigo fiel en el cielo, porque todas estas verdades se anunciaban para la resurrección de los muertos. Os ruego, por favor, que me escuchéis esto de nuevo y con mayor claridad, y que lo guardéis en la memoria; pues veo que algunos lo han entendido; pero otros quizá preguntarán todavía qué es lo que he dicho. En ningún artículo la fe cristiana es tan rechazada como en la resurrección de la carne. Así es, aquel que nació para ser signo de contradicción15, resucitó su carne para ir al encuentro del que lo niegue; y el que podía haber sanado sus miembros de manera que no apareciesen las heridas, reservó en su cuerpo las cicatrices, para sanar en el corazón la herida de la duda. De hecho, sobre ninguna cosa se impugna tan vehemente, tan pertinaz, tan obstinada y ardorosamente la fe cristiana, como sobre la resurrección de la carne. Muchos filósofos gentiles disputaron largamente sobre la inmortalidad del alma, y han dejado a la posteridad numerosos y variados libros en los que afirman que el alma humana es inmortal; pero al llegar al tema de la resurrección de la carne, no titubean, sino que con toda claridad se oponen; y tal es su oposición, que afirman que es imposible que esta carne pueda subir al cielo. Y por eso mismo, esta luna eternamente plena, es un testigo fiel en el cielo contra todos los contradictores.

6. [vv.39-46]. Todo esto que se ha prometido, es sobre Cristo. ¡Y qué ciertas, qué firmes, qué claras y evidentes son estas promesas! Pues aunque algunas estén rodeadas de misterios, otras, en cambio, son tan claras, que por ellas fácilmente se descubren las oscuras. Estando así las cosas, mirad lo que sigue: Pero tú lo has rechazado y reducido a la nada, has diferido al tiempo a tu Cristo. Has anulado el testamento de tu siervo; has profanado y echado por tierra su santuario. Has derribado sus muros; has sembrado el terror en sus fortalezas. Todo viandante lo saquea, y es la burla de sus vecinos. Exaltaste la diestra de sus enemigos, y has alegrado a sus adversarios. Le quitaste la ayuda a su espada, y no lo has sostenido en la pelea. Le has impedido toda purificación; has derribado por tierra su trono. Has abreviado los días de su reino; lo cubriste de ignominia. ¿Qué es esto? Prometiste todas aquellas cosas de más arriba; y ahora has hecho todo lo contrario. ¿Dónde están las promesas de las que poco antes nos alegrábamos, a las que ardientemente aplaudíamos, de cuya seguridad nos congratulábamos? Es como si uno hubiera prometido, y otro hubiera lo echado todo por tierra. Pero lo más sorprendente es que no se trata de otro, sino que: Tú mismo, tú el que prometías, tú el que para superar toda duda humana llegaste a jurar, prometiste todo aquello e hiciste todo esto. ¿Cómo se mantendrá mi fe en tu juramento? ¿Dónde encontraré cumplidas tus promesas? ¿Cómo es esto? ¿Prometió Dios algo en falso, o juró falsamente? ¿Por qué prometió aquello y ha hecho esto? Yo digo que ha hecho estas cosas para confirmar las prometidas. Pero ¿quién soy yo que digo esto? Veamos si quien dice esto es la Verdad; y entonces mis palabras no serán vacías. Era David a quien iban dirigidas todas estas promesas, que se deberían cumplir en su descendencia, que es Cristo. Sin embargo los hombres esperaban que las promesas hechas a David, se cumplirían en David. Por lo cual, para que no sucediera que un cristiano diga: esto se dice de Cristo, y otro le contradiga, diciéndole: No, esto se refiere a David, y así esté equivocado, al ver que todo se cumplió en David, digo que las anuló en David; para que al ver que no se cumplieron en él, y que necesariamente debían cumplirse, busques otro en el cual se hayan cumplido. Algo parecido sucedió con Esaú y Jacob, en que al mayor se le sometió el menor, cuando en la Escritura se dice: El mayor servirá al menor16; y así, al ver no cumplido en los dos anteriores lo que se dijo, esperes a dos pueblos en los que se cumpla lo prometido por Dios que no miente. En verdad —dijo a David— que yo pondré sobre tu trono a uno de tu descendencia17. Prometió algo para siempre a uno de su descendencia. Nació Salomón; y adquirió tanta sabiduría, que podía pensarse cumplida en él la promesa de Dios sobre la estirpe de David. Pero Cayó Salomón, y dejó el lugar para esperar a Cristo. Y como Dios, que no puede engañar ni ser engañado, no puso su promesa en quien sabía que iba a caer, sino que quiso que tú, después de su caída, volvieras a él tu mirada y le exigieras lo que había prometido. Entonces, Señor, ¿Tú has mentido? ¿No cumples lo que prometiste? ¿No muestras lo que has jurado? Quizás te habría respondido Dios aquí: Cierto que juré y prometí, pero éste no quiso perseverar. ¿Entonces qué? Tú, ¡Oh Señor, Dios! ¿no sabías de antemano que éste no iba a perseverar? Sin duda que lo sabías. Entonces ¿Por qué me prometiste algo eterno en quien sabías que no iba a perseverar? ¿Acaso no afirmaste tú: Aunque abandonen mi ley, y no caminen según mis preceptos, ni guarden mis mandatos, y violen mi alianza, con todo, permanecerá firme mi promesa, y se cumplirá mi juramento? Juré una vez en mi santidad, o sea, en mi secreto, en aquella misma fuente donde bebieron los profetas que nos han manifestado a nosotros estas cosas: Una vez, dice, he jurado: no mentiré a David. Manifiesta, pues, lo que juraste; cumple lo que has prometido. Le fue sustraído a este David, para evitar que se esperase su cumplimiento en este David. Y ahora espera lo que yo he prometido.

7. Todo esto era conocido por el mismo David. Fíjate, efectivamente, lo que dice: Tú lo has rechazado y reducido a la nada. ¿Dónde están, pues, tus promesas? Has reenviado al tiempo a tu Cristo. Aunque manifieste algunas cosas tristes, estas palabras nos reaniman. Sigue totalmente firme, oh Dios, lo que prometiste; puesto que a tu Cristo no lo has eliminado, sino que solamente lo has diferido. Fijaos lo que sucedió a este David, en quien los ignorantes esperaban que Dios cumpliría sus promesas, para que con mayor firmeza se esperara el cumplimiento de las promesas de Dios en otra persona: Has reenviado al tiempo a tu Cristo; has anulado el testamento de tu siervo. ¿Dónde queda, pues, el Antiguo Testamento de los judíos? ¿Dónde aquella tierra de promisión, en la que sus habitantes pecaron, y de la que emigraron cuando fue saqueada? Buscas el reino de los judíos, y no existe; buscas el altar de los judíos, y tampoco lo hay; el sacrificio de los judíos, y tampoco; el sacerdocio, y no existe. Aboliste el testamento de tu siervo; has profanado y echado por tierra su santuario. Has manifestado que era terreno todo aquello que tenían como sagrado. Has derribado todos sus muros, con los que lo habías protegido. ¿Cómo habría podido ser saqueado, sino habiendo destruido sus muros? Pusiste el temor en sus fortalezas. ¿Qué quiere decir aquí el temor? Que se les pueda decir a los pecadores: Si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco te perdonará a ti18. Y sigue: Lo han saqueado todos los transeúntes, es decir, todos los que pasan por el camino, o sea, por esta vida, han saqueado a Israel, han saqueado a David. Ante todo mirad los harapos de aquel pueblo esparcidos entre todas las naciones. Pues de los judíos se ha escrito en otro salmo: Serán presa de las zorras19. La Escritura llama zorras a los reyes impíos, fraudulentos y tímidos, a quienes atemoriza el poder ajeno. Por eso el mismo Señor, refiriéndose a Herodes, que lo amenazaba, dijo: Id a decir a ese zorro...20 El rey que no tiene miedo a ningún hombre no es zorra, es el león de la tribu de Judá, a quien se le dirigen estas palabras: Has subido, y, recostándote, has dormido como un león21. Subiste con poder, dormiste con poder; te dormiste porque lo has querido. Por eso se dice en otro salmo: Yo me dormí. ¿No quedaría completa la frase diciendo solamente: Me dormí y he entrado en el sueño: y he despertado, porque Dios me sostiene?22 ¿Por qué se añade yo? Y con gran énfasis ha de pronunciarse este yo. Yo me dormí. Los judíos se ensañaron, lo persiguieron; pero si yo no hubiera querido, no me habría dormido. Yo me dormí. Luego aquéllos de quienes se había dicho: Serán presa de las zorras, de ellos mismos se dice ahora: Lo han saqueado todos los viandantes, se han convertido en la burla de sus vecinos. Has exaltado la diestra de sus enemigos; has alegrado a todos sus adversarios. Fijaos en los judíos, y veréis cómo se ha cumplido todo lo anunciado. Le has quitado la ayuda de su espada. ¡Solían luchar pocos y derrotar a muchos! Le has eliminado la ayuda a su espada, y no lo has socorrido en la batalla. Por su culpa fue vencido, por su culpa fue arrestado, por su culpa expulsado de su reino y dispersado, pues perdió la patria, porque al amarla indebidamente, mató al Señor. Apartaste la ayuda a su espada, y no lo socorriste en la batalla. Lo has despojado de toda purificación. ¿Qué es esto? Entre todos los males aparece aquí un gran terror. Por mucho que Dios castigue, por mucho que se enoje, por mucho que llegue a golpear y a azotar, hágalo unido a él para purificarlo; que no lo prive de la purificación, porque si le aparta la purificación, ya no hay posibilidad de purificarlo, sino que debe ser arrojado a la perdición. ¿De qué purificación está privado el judío? De la fe. Porque de la fe nos viene la vida23; y de la fe se ha dicho: Purificó sus corazones por la fe24; y puesto que sólo la fe en Cristo purifica, al no creer en Cristo, están privados de la purificación. Lo has despojado de la purificación; has estrellado su trono arrojándolo contra la tierra, y con razón lo destrozaste. Has acortado los días de su trono: creían que iban a reinar eternamente. Lo has cubierto de ignominia. Todo esto les sucedió a los judíos, pero sin ser Cristo excluido, sino retardado.

8. [v.47]. Veamos, pues, si Dios cumple sus promesas. Después de estas cosas fuertes que he dicho haberles sucedido a aquel pueblo y aquel reino; para que no se creyese que Dios había cumplido en él lo que había prometido, y que no había de dar otro reino en Cristo, un reino que no tendrá fin, el profeta se dirige a él y dice: ¿Hasta cuándo, Señor, estarás siempre alejado? No hay duda de que no se apartará de ellos para siempre, porque la ceguera le ha sobrevenido en parte a Israel, hasta que entre la totalidad de los gentiles, y así todo Israel será salvado25. No obstante, mientras tanto: Arderá como fuego tu ira.

9. [vv.48-49]. Acuérdate de quién soy yo. Este David, que en cuanto a la carne está entre los judíos, pero en esperanza está en Cristo, dice: acuérdate de quién es mi persona. Pues no porque los judíos hayan quedado abatidos y excluidos, se ha anulado también mi persona. De hecho de aquel pueblo nació la Virgen María, y de la Virgen María la carne de Cristo; una carne que no fue pecadora, sino purificadora de los pecados; ahí —dice— es donde yo estoy. Recuerda cuál es mi persona. Mi raíz no ha perecido del todo; vendrá el descendiente, a quien se hizo la promesa, manifestada por medio de los Ángeles y por la mano del Mediador26. Acuérdate de quién soy yo; puesto que no en vano has creado a todos los hijos de los hombres. Pero resulta que todos los hijos de los hombres se han desviado hacia la vanidad; pero tú no los has creado en vano. Pero a pesar de que todos se envanecieron, a quienes tú no creaste en vano, ¿no te habrás reservado alguna manera de purificarlos de la vanidad? Sin duda: el medio que te reservaste para purificar a los hombres de su vanidad, fue tu Santo, en el cual está mi consistencia. Por él logran la purificación de su propia vanidad, todos a quienes tú no creaste en vano, y a los cuales se dirigen estas palabras: Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo seréis duros de corazón? ¿Por qué amáis la vanidad y buscáis el engaño? Quizá si se preocuparan, se apartarían de la vanidad, y dándose cuenta de que están manchados por la vanidad, buscarían cómo purificarse; socórrelos, dales seguridad. Y sabed que el Señor ha hecho admirable a su santo27. Ha hecho admirable a su santo: por él ha purificado a todos de la vanidad; en él está, dice, mi personalidad; ¡Acuérdate de él! Porque no en vano creaste a todos los hijos de los hombres. Luego reservaste algo para purificarlos. ¿Quién es éste, a quien reservaste? ¿Quién es el hombre que vivirá sin ver la muerte? Está claro que vivirá sin ver la muerte el que purifica de la vanidad. Porque no creó a todos los hijos de los hombres en la vanidad, ni puede desinteresarse de ellos el que los creó, hasta el punto de no convertirlos ni purificarlos.

10. ¿Quién es el hombre que vivirá sin ver la muerte? El que resucitando de entre los muertos, ya no muere más, la muerte no tiene ya dominio sobre él28. Así leemos en otro salmo: No abandonarás mi alma en el abismo, ni permitirás a tu santo experimentar la corrupción29. La enseñanza apostólica hace suyo este testimonio, y en los Hechos de los Apóstoles se enfrenta con los infieles diciendo: hermanos varones, sabemos que el patriarca David murió, y que su carne experimentó la corrupción; luego no se referían a élestas palabras: No permitirás a tu santo experimentar la corrupción30; entonces, si no se dijeron de él, ¿de quién se dijo: ¿Quién es el hombre que vivirá y no verá la muerte? Quizá no se refieren a nadie. No, por el contrario, se hizo la pregunta: ¿quién es? Para que busques la respuesta, no para que te desanimes y dejes de investigar. ¿Pero quizás hay algún hombre que vivirá sin ver la muerte, pero sin referirse a Cristo, que murió? No hay absolutamente nadie que viva sin experimentar la muerte, excepto el que ya murió por los mortales. Y para que te convenzas de que se dijo de él, mira lo que va a continuación: ¿Quién es el hombre que vivirá y no verá la muerte? ¿Luego no murió nunca? Sí, murió. Entonces, ¿cómo es que vivirá sin ver la muerte? Librará su alma (su vida) de las garras (del poder) del abismo. He aquí cómo sólo él, absolutamente él sólo vivirá y no conocerá la muerte; él salvará su vida del poder del abismo; porque, aunque todos sus fieles resucitarán de entre los muertos, y vivirán también ellos eternamente sin ver la muerte, sin embargo, no liberarán ellos mismos su propia vida del poder del abismo. El que libró su propia vida de las garras del abismo, ése es el que libera el alma de sus fieles del poder del abismo; ellos no se pueden librar por sí mismos. Demuéstrame que ha sido él quien ha librado su vida. Tengo el poder de desprenderme de mi vida, y el poder de recuperarla de nuevo. Nadie me la quita, porque yo mismo me he dormido31; pero yo mismo la doy, y de nuevo la vuelvo a tomar32, porque es él quien libra su vida de las manos del abismo.

11. [v.50]. Pero en la misma fe de Cristo se ha sufrido bastante, y durante un largo tiempo las gentes decían furiosas con las palabras de un salmo: ¿Cuándo se morirá, y desaparecerá su nombre?33 Precisamente por estos que ya creen en Cristo, pero todavía tendrán que sufrir por algún tiempo, continúa el salmo y dice: ¿Dónde están tus antiguas misericordias, Señor? Ya conocemos a Cristo el que purifica, ya tenemos en quién cumples tus promesas; muéstranos en él lo que has prometido. Él es el que vive sin ver la muerte, él mismo es quien libró su alma del poder del abismo; y nosotros todavía seguimos sufriendo. Estas son las palabras que dijeron los mártires, cuya fiesta celebramos. Él vive y no verá la muerte, él libró su vida del poder del abismo; pero nosotros somos por tu causa sacrificados día tras día, y como dice el salmo, somos tratados como a ovejas de matanza34. ¿Dónde están, Señor, tus antiguas misericordias, las que juraste a David por tu verdad?

12. [v.51]. Acuérdate, Señor, del sufrimiento de tus siervos. Estando él vivo, y sentado ya en el cielo a la derecha del Padre, se han lanzado afrentas contra los cristianos. Por un largo tiempo se ha considerado un delito el pertenecer a Cristo. Aquella mujer viuda, que luego dio a luz, y tuvo una familia más numerosa que la que tenía esposo35, tuvo que oír afrentas, tuvo que oír los insultos. Pero la Iglesia se ha multiplicado, se ha extendido a derecha y a izquierda, y no se ha acordado de la ignominia de su viudez. ¡Acuérdate, Señor! En tu recuerdo se encuentra una inmensa dulzura. Acuérdate, no te olvides. ¿De qué debes acordarte? Acuérdate de la humillación de tus siervos, de los sufrimientos de muchas gentes que he llevado en mi seno. Iba a predicar, dice, y oía insultos, y lo ocultaba en mi seno, cumplía en mi persona aquellas palabras de san Pablo: Somos maldecidos y rogamos; hemos llegado a ser como la basura del mundo y el desecho de todos36. Por largo tiempo contuvieron los cristianos en su seno, en su corazón estos oprobios, sin atreverse a responder a los ultrajadores. Antes parecía un delito responder a los paganos, y ahora ya es un delito el seguir siendo un pagano. Demos gracias al Señor, que se ha acordado de nuestros ultrajes; ha enaltecido el poder de su Cristo, haciéndolo admirable ante los reyes de la tierra. Ahora ya nadie ultraja a los cristianos, y si lo hace, es en privado: es más grande el temor de ser oído, que la voluntad de ser creído. Porque he guardado en mi seno las ofensas de muchas gentes.

13. [v.52]. Así me afrentan tus enemigos, Señor, tanto los judíos, como los paganos. Lo que me han echado en cara: ¿Qué me han echado en cara? El cambio de tu Cristo. Esto me encararon, que Cristo había muerto, que Cristo fue crucificado. ¿Qué es lo objetáis, insensatos? Aunque ya no hay nadie que ponga esto como objeción, con todo, si ha quedado alguno, ¿por qué echas en cara la muerte de Cristo? Él no se extinguía; experimentaba sólo un cambio. Si decimos que murió, fue sólo por tres días. Es esto lo que increparon tus enemigos: no la pérdida, no la eliminación, sino la mutación de tu Cristo. Pasó de una vida temporal a una vida eterna; cambió de los judíos a los gentiles; y cambió también de la tierra al cielo. Salgan ahora al público los parlanchines enemigos y reprochen todavía el cambio de tu Cristo. Ojalá que ellos también cambiasen, y entonces no reprocharán el cambio de tu Cristo. Pero les desagrada el cambio de Cristo, porque ellos no quieren cambiar. No, entre ellos ni hay cambio, ni hay temor de Dios37. Esto es lo que me han reprochado tus enemigos: el cambio de tu Cristo.

14. [v.53]. Ellos me reprocharon el cambio. Y tú ¿qué hiciste? La bendición del Señor por siempre. Amén, amén. ¡Demos gracias a su misericordia; demos gracias a su gracia! Nosotros damos gracias de palabra; pero en realidad no damos gracia, ni la devolvemos, ni la restituimos, ni la pagamos; en realidad, nosotros somos los beneficiarios de la gracia. Él nos ha salvado gratuitamente, él no tuvo en cuenta nuestras maldades, él nos ha buscado sin que nosotros lo buscásemos. Nos encontró, nos libró del dominio del diablo y del poder de los demonios; para purificarnos, nos ha sujetado con la fe, quedando sueltos aquellos enemigos que no creen, y por ello no pueden ser purificados. Digan cada día lo que quieran aquellos que han quedado ?libres?, y que van siendo cada día menos. Que se opongan, que se burlen, que reprochen el cambio de tu Cristo, no su ruina. ¿No caen en la cuenta de que mientras esto dicen, ellos van disminuyendo, sea porque algunos creen, o porque mueren? Su maldición es temporal; pero la bendición del Señor es eterna. Y para confirmar esta bendición, y no haya ningún temor, añade: Que así sea, que así sea. Esta es la rúbrica de la garantía de Dios. Luego, estando seguros de sus promesas, reconozcamos las presentes, y esperemos las futuras. Que el enemigo no os aparte del camino, para el que nos reúne como a sus polluelos bajo sus alas, nos dé calor; no nos separemos de sus alas, no sea que el gavilán que vuela por los aires nos arrebate como a pollitos aún implumes. El cristiano no debe confiar en sí mismo: si quiere estar seguro, vaya creciendo bajo el amparo materno. Cristo es la gallina que reúne a sus polluelos. Mirad cómo reprende con lamentos a la incrédula ciudad de Jerusalén: ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus polluelos bajos sus alas, y no has querido! Pues mirad, vuestra casa os quedará desierta38. Por eso se dice aquí: Has esparcido el terror en sus fortalezas. Porque como ellos no quisieron cobijarse bajo las alas de esta gallina, y con ello nos dieron un tal ejemplo, que deberemos tener pavor a los espíritus inmundos del aire, que están buscando siempre a quién atrapar, cobijémonos bajo las alas de esta gallina de la divina Sabiduría, puesto que por sus polluelos se hizo débil hasta la muerte. ¡Amemos al Señor nuestro Dios; amemos a su Iglesia! Amémosle a él como padre, y a ella como madre; a él como señor, y a ella como a su servidora, porque somos hijos de su esclava. Pero este matrimonio está edificado sobre una grandísima caridad: nadie puede ofender a una parte y estar bien con la otra. Que nadie diga: ?yo doy culto a los ídolos, consulto a los augures y adivinos, pero no abandono a la Iglesia de Dios; soy católico?. Respetando a la madre, ofendes al padre. Otro dice: ?Yo de todo eso nada: no consulto adivinos, no voy en busca de los augures, ni de oráculos sacrílegos, ni voy a adorar a los demonios, ni doy culto a las piedras; pero formo parte de la secta de Donato. ¿De qué te sirve no ofender al padre, que reclama venganza por la madre ofendida? ¿De qué te aprovecha confesar al Señor, honrar a Dios, predicarlo, reconocer a su Hijo, y confesarlo sentado a la diestra del padre, si ultrajas a su Iglesia? ¿No te sirven de ejemplo, ni te corrigen los matrimonios humanos? Pues mira, si tuvieras un patrón, a quien rindieras honor siempre, y entrases cada día en su casa, no digo únicamente para saludarlo, sino también para rendirle honor y servicios, y además le reverenciases con fidelidad; si difundieras una sola calumnia contra su esposa, ¿te atreverías, por ventura, a entrar en su casa? Estad, carísimos, unidos unánimemente a Dios como padre, y a la Iglesia como madre. Celebrad con sobriedad la festividad de los santos, para que imitemos a los que nos han precedido, y se alegren de vosotros quienes por vosotros oran, para que la bendición del Señor permanezca siempre sobre vosotros. Amén, amén.