SALMO 88 I

Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero, OSA

Sermón al pueblo 1

Hipona. En el 411/ 412 (Z.) o quizá Cartago en el 411 (R.).

1. [v.1]. Este salmo, del que, con la ayuda del Señor, me he propuesto hablar a vuestra Caridad, entendedlo como el salmo de la esperanza que tenemos puesta en Jesús nuestro Señor; y levantad vuestro ánimo, teniendo en cuenta que el que prometió ha de cumplir lo que todavía falta, como ya cumplió otras muchas cosas. Nos hace confiar en él no nuestros méritos, sino su misericordia. Él es, según mi opinión, la inteligencia de Ethán, israelita, del que este salmo ha recibido el título. Podrás ir viendo qué clase de hombre fue el llamado Ethán; el sentido de su nombre significa ?robusto?, y nadie en este mundo es fuerte, si su apoyo no es la esperanza de la promesa de Dios. Nosotros, por nuestros méritos, somos débiles; y si miramos a la misericordia de Dios, somos fuertes. Éste, débil en sí mismo, pero robusto por la misericordia de Dios, comienza así el salmo:

2. [v.2]. Cantaré eternamente, Señor, tus misericordias; y mi boca anunciará tu verdad de generación en generación. Que mis miembros den honra, dice, a mi Señor. Yo hablo, pero hablo tus cosas; mi boca anunciará tu fidelidad. Si no soy obsecuente, no seré un siervo; si hablo por mí, soy un mentiroso. Entonces, yo hablaré, pero de tus cosas. Aquí hay dos realidades distintas: la tuya y la mía: la tuya es la verdad; la mía es la boca que habla. Oigamos, pues, qué verdades dice, y qué misericordias va a cantar.

3. [v.3]. Porque has dicho: La misericordia será edificada para siempre. Esto es lo que yo canto; esta es tu verdad, y mi boca está dispuesta a servirle anunciándola. Porque has dicho: La misericordia será edificada para siempre. Es así, dices, como yo edifico; pero a algunos los destruyes para edificarlos. Porque si ningunos fueran destruidos para ser edificados, no se le habría dicho a Jeremías: Mira que te he puesto a ti para destruir y para edificar1. Y, sin duda, todos los que adoraban a los ídolos y rendían culto a las piedras, no habrían podido ser edificados en Cristo, si antes no fueran destruidos en su primer error. Además, si algunos no fueran destruidos, para no ser ya edificados, no se habría dicho: Los destruirás, y ya no los edificarás2. Ahora bien, para que no se pensase, por los que son destruidos temporalmente, y luego reedificados, que lo serían también temporalmente, el salmista, cuya boca está al servicio de la verdad de Dios, se atiene a la misma verdad de Dios. Por eso anunciaré, por eso hablo: Porque tú has dicho; yo, hombre hablo con seguridad, porque tú, Dios, has hablado; y, aunque yo titubee con mi palabra, seré confirmado con la tuya. Porque tú has hablado. ¿Y qué dijiste? La misericordia será edificada para siempre. Tu verdad será afianzada en los cielos. Repite ahora lo que había dicho al principio: Cantaré eternamente, Señor, tu misericordia; y mi boca proclamará tu verdad de generación en generación. Ha expresado las misericordiosas, ha expresado la verdad; y ahora de nuevo las ha unido de esta forma: Porque has dicho: La misericordia será edificada para siempre. Tu verdad será cimentada en los cielos. También aquí repite la misericordia y la verdad. Porque todos los caminos del Señor son misericordia y verdad3. No aparecería la verdad como cumplimiento de las promesas, si la misericordia no precediera en la remisión de los pecados. Además, como se habían prometido proféticamente muchas cosas al pueblo de Israel, que procedía de la estirpe de Abrahán según la carne, y así se propagó aquel pueblo en el que habían de cumplirse las promesas de Dios; y, con todo, Dios no secó el manantial de su bondad para con las naciones extranjeras, que puso bajo el amparo de los ángeles, reservándose para sí únicamente la porción del pueblo de Israel. En estas dos estirpes el Apóstol distribuye, distinguiendo en cada una de ellas la misericordia de Dios y la verdad. De hecho, dice que Cristo se puso al servicio de los circuncisos a favor de la veracidad de Dios, para confirmar las promesas hechas a loso padres. Ya veis cómo Dios no engañó, y cómo no ha rechazado a su pueblo, que había conocido de antemano. Pues cuando se trata del abandono de los judíos, para nadie creyese fueron reprobados hasta el punto de no recogerse, en aquella bielda, ni un solo grano en las trojes, dice el apóstol que Dios no rechazó a su pueblo, que había conocido de antemano; porque yo también soy israelita4. Si todo él fueron espinas, ¿cómo yo, que os hablo, sería un buen grano? Luego La verdad de Dios se cumplió en aquellos israelitas que creyeron, y así vino a juntarse a la piedra angular una pared procedente de la circuncisión5. Pero aquella piedra no habría constituido el ángulo, si no hubiera sustentado la otra pared que procede de los gentiles. Aquella primera pared pertenece propiamente a la verdad, y esta segunda a la misericordia. Digo, pues, afirma el Apóstol, que Cristo se puso al servicio de la circuncisión, en favor de la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los patriarcas, y para que los gentiles glorificasen a Dios por su misericordia6. Con razón, En los cielos está cimentada tu verdad. En efecto, todos aquellos israelitas llamados apóstoles, se han hecho los cielos que proclaman la gloria de Dios. De estos cielos se dice: Los cielos proclaman la gloria de Dios, y el firmamento pregona la obra de sus manos. Y para que estéis seguros de que se habla de estos cielos, dice a continuación refiriéndose más expresamente a ellos: No es con palabras, ni con discursos cuyas voces no se oirán. Mira a ver a qué palabras se refiere, y no encontrarás otras arriba, sino las de los cielos. Si se trata, pues, de los Apóstoles, de cuyas conversaciones se ha oído su voz, son ellos de quien se ha dicho: A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los límites del orbe su lenguaje7; porque aunque hayan muerto antes de que la Iglesia llenase el orbe de la tierra, no obstante sus palabras llegaron hasta los confines de la tierra. Bien cumplido vemos aquí lo que ahora leemos: Tu verdad será cimentada en los cielos.

4. [v.4]. He sellado un testamento con mis elegidos. Dijiste (y lo entendéis) todo esto; Dijiste: He sellado un testamento con mis elegidos. ¿De qué testamento habla, sino del Nuevo? ¿De qué testamento, sino de aquel por el que somos renovados con vistas a la nueva heredad? ¿Qué testamento, sino aquel por cuyo deseo y amor por la heredad, cantamos el cántico nuevo? He sellado, dice, un testamento con mis elegidos. Lo he jurado a mi siervo David. ¡Con qué seguridad habla este inteligente, cuya boca está al servicio de la verdad! Porque tú has hablado, yo hablo seguro. Si me das seguridad, por haber hablado, ¿Cuánto más seguro estaré si lo has jurado? En efecto, el juramento de Dios es confirmación de la promesa. Con razón se prohíbe jurar al hombre8, no sea que por la costumbre de jurar, caiga en perjurio, ya que, como hombre, puede equivocarse. Sólo Dios jura con seguridad, porque no puede equivocarse.

5. [v.5]. Veamos, pues, qué es lo que Dios ha jurado. Dice: He jurado a mi siervo David: Haré estable tu descendencia para siempre. ¿Cuál es la de David, sino la de Abrahán? ¿Y cuál es la de Abrahán? Lo dice el Apóstol: Y a tu descendencia, que es Cristo9. Pero el Cristo Cabeza de la Iglesia, salvador del Cuerpo10, esa es la descendencia de Abrahán, y también la de David.Y nosotros, ¿no somos descendencia de Abrahán? ¡Claro que lo somos!, como dice el Apóstol: Si vosotros sois de Cristo, sois también descendencia de Abrahán, herederos según la promesa11. Entendámoslo, pues, así, también nosotros, hermanos: Haré estable para siempre tu descendencia, no sólo aquella carne nacida de la Virgen María, sino también nosotros, todos los que creemos en Cristo; pues todos somos miembros de aquella Cabeza. No puede ser decapitado este cuerpo; si la Cabeza es glorificada para siempre, por siempre serán también los miembros glorificados, a fin de que ese Cristo permanezca íntegro eternamente. Haré estable tu descendencia para siempre; y a tu trono lo afianzaré de generación en generación. Pienso que quiso decir eternamente, cuando dijo de generación en generación. Pues anteriormente había dicho también: de generación en generación mi boca proclamará tu verdad. ¿Qué significa: De generación en generación? A toda generación. No había que repetir la palabra tantas veces cuantas llega y pasa la generación. Luego en la repetición está incluida y expresada la multiplicación de generaciones. ¿O es que deberán entenderse aquí dos generaciones, como ya sabéis, según os he insinuado a vuestra Caridad y lo recordáis? Porque ahora está la generación de la carne y de la sangre; y después, con la resurrección de los muertos, vendrá otra generación. Aquí se predica Cristo, y también allí; pero aquí se predica para creer; y allí se predica para verlo. Afianzaré tu trono de generación en generación. Cristo ahora tiene su trono entre nosotros, tiene afianzado su trono en nosotros. Si no lo tuviera, no nos gobernaría; y si no fuéramos gobernados por él, iríamos al precipicio llevados por nosotros mismos. Tiene, pues, su trono entre nosotros, y reina en nosotros; y también lo tendrá en la otra generación, la que surgirá de la resurrección de los muertos. Cristo reinará por siempre en sus santos. Esto lo ha prometido Dios, esto lo ha dicho; y, por si fuera poco, lo ha jurado. Luego como la promesa no se hizo firme en virtud de nuestros méritos, sino en virtud de su misericordia, nadie debe predicar con timidez aquello que es indudable. Que nazca, pues, en nuestros corazones aquel vigor del que ha tomado el nombre Ethán: ?Robusto de corazón?; y prediquemos la verdad de Dios, su palabra, su promesa, y el juramento de Dios; y de este modo, prediquemos totalmente seguros, y, siendo portadores de Dios, seremos cielos, como los Apóstoles.

6. [v.6]. Los cielos proclaman tus maravillas, Señor. No sus méritos proclamarán los cielos, sino que: Proclamarán los cielos tus maravillas, Señor. Porque en cualquier misericordia en favor de los pecadores, en la justificación de los impíos, ¿qué alabamos, sino las maravillas de Dios? Tú lo alabas por la resurrección de los muertos; debes alabarlo más porque los hombres pecadores han sido redimidos. ¡Qué maravilla la gracia de Dios! ¡Qué inmensa es su misericordia! Al hombre que ayer veías perdidamente ebrio, lo ves hoy como un modelo de sobriedad. Al que veías ayer en el cieno de la lujuria, y hoy lo ves como un modelo de templanza. Veías ayer a un hombre blasfemar contra Dios, y hoy lo has visto alabando a Dios. Ves a un hombre que ayer era esclavo de una criatura, y hoy está adorando al Creador. De todas estas situaciones desesperadas, se convierten los hombres. Que no miren sus propios méritos; háganse cielos, los cielos que proclaman las maravillas de aquél por quien se han convertido en cielos. Porque veré, dice, los cielos, obra de tus dedos12. Los cielos proclamarán tus maravillas, Señor. Y para que conozcáis qué cielos las proclamarán, mirad dónde lo realizarán, pues prosigue diciendo: Y tu verdad en la Iglesia de los santos. No hay duda alguna, pues, de que los cielos son los predicadores de la verdad. Pero ¿dónde proclamarán los cielos tus maravillas y tu verdad? En la Iglesia de los santos. Reciba la Iglesia el rocío de los cielos, lluevan los cielos sobre la tierra sedienta, y produzca, al recibir la lluvia, buenos frutos, obras buenas; que no produzca espinas como fruto de la buena lluvia, y no deba esperar el fuego en lugar del granero. Los cielos proclaman tus maravillas, Señor, y tu verdad en la Iglesia de los santos. Los cielos, pues, proclaman tus maravillas y tu verdad. Todo lo que predican los cielos, de ti procede, viene de ti, y por eso lo predican seguros; pues conocen a quién predican, y por eso no pueden ruborizarse del que predican.

7. [v.7]. ¿Qué predican los cielos? ¿Qué proclaman en la asamblea de los santos? ¿Quién en las nubes se igualará con el Señor? ¿Es esto lo que los cielos proclamarán, esto lo que lloverán los cielos? ¿Qué? ¿Quién en las nubes se igualará con el Señor? Por eso estarán seguros los predicadores, porque nadie de entre las nubes se igualará con el Señor. Gran alabanza os parece, hermanos, que las nubes no se igualen al Creador. Si esto se entiende literalmente, sin ningún significado oculto, no es una gran alabanza el que las nubes no se igualen al Creador. ¿Qué os parece? Las estrellas que están por encima de las nubes, ¿se igualan al Señor? ¿Podrá, acaso, establecerse comparación con el sol, la luna, los ángeles y los cielos? ¿Qué es, entonces, lo que tiene tanta importancia, al preguntarse: quién, entre las nubes, se igualará al Señor? Tengamos presente, hermanos, que estas nubes, como también los cielos, son los predicadores de la verdad: los Profetas, los Apóstoles, los proclamadotes de la Palabra de Dios. Pues a todo este conjunto de predicadores se los llamó nubes, según aquella profecía, en la que Dios, airado contra su viña, dijo: Daré orden a mis nubes de que no lluevan más agua sobre ella. Esta viña queda claramente expresada y señalada, cuando dice: La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel13. Para que tú no confundas esta viña con otra cosa, y, dejando a los hombres en ella significados, creas que se trata de una finca terrena, dijo: La viña del Señor de los ejércitos, es la casa de Israel. Que no se confunda, que sepa la casa de Israel que es mi viña; y que se dé cuenta de que no me ha dado uvas, sino espinas. Que caiga en la cuenta de que ha sido ingrata con el que la plantó, con el que la cultivó, y de su ingratitud con el que la regó. Luego si la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, ¿qué fue lo que dijo airado? Mandaré a mis nubes que no lluevan más sobre ella. Y eso fue realmente lo que hizo: fueron enviados los Apóstoles, como nubes, para llover sobre los judíos, y ellos, al rechazar la palabra de Dios, produjeron espinas en lugar de uvas, y les dijeron los Apóstoles: Hemos sido enviados a vosotros; pero como habéis rechazado la palabra de Dios, nos vamos a los gentiles14. Y desde entonces ya las nubes no llovieron más sobre aquella viña. Si los predicadores de la verdad son nubes, preguntémonos, primero, por qué son nubes. Ellos son cielos, ellos mismos son nubes: son cielos por el esplendor de la verdad, y nubes porque está bajo la carne que los cubre; todas las nubes son oscuras por la mortalidad: vienen y se van. Por la cobertura de la carne, es decir, por la oscuridad de las nubes, dice el Apóstol: No juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor e ilumine la oscuridad de las tinieblas15. Porque ahora sabes lo que dice el hombre, pero lo que hay en su corazón no lo ves; ves lo que cae de la nube, pero lo que en ella queda, no lo ves. ¿Qué ojos penetran las nubes? Luego las nubes son los predicadores de la verdad en su propia carne. Pero ¿quién en las nubes se igualará con el Señor? ¿Y quién será semejante al Señor entre los hijos de Dios? Así pues, nadie de los hijos de Dios será semejante al Hijo de Dios, y con todo, él se llama Hijo de Dios, y nosotros nos llamamos hijos de Dios; pero ¿quién será semejante al Señor entre los hijos de Dios? Él es el Hijo único; nosotros somos muchos; él es uno sólo; nosotros en él somos uno; él lo es por nacimiento, nosotros por adopción; él, por naturaleza, es el Hijo engendrado eternamente; nosotros, creados en el tiempo, somos hijos por gracia. Él es sin pecado, nosotros fuimos liberados por él del pecado. ¿Quién, pues, en las nubes se equiparará con el Señor? Nos llamamos nubes por la carne, y somos predicadores de la verdad, por el agua caída de las nubes. Pero nuestra carne tiene un origen, y la suya tiene otro distinto. Nos llamamos hijos de Dios, pero él es Hijo de Dios de otro modo distinto. Sus nubes proceden de una virgen, él es el Hijo desde toda la eternidad, igual al Padre. ¿Quién, pues, en las nubes se igualará al Señor? ¿O quién, entre los hijos de Dios será semejante al Señor? Que nos diga el mismo Señor si acaso ha encontrado a alguno semejante a él. ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Lo cierto es que se me ve, que soy mirado, que camino entre vosotros, y quizá por mi apariencia he sido despreciado; decidme, ¿quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ciertamente, al ver un hombre, ven la nube; que digan, o decidme quién dicen los hombres que soy yo. Y respondieron lo que los hombres decían: Unos te llaman Jeremías, otros Elías, otros Juan Bautista o alguno de los profetas. Nombraron a muchas nubes e hijos de Dios. En efecto, al ser justos y santos, son también hijos de Dios: Jeremías, Elías y Juan son hijos de Dios; y son nubes por ser predicadores de Dios. Habéis dicho qué nubes creen los hombres que soy, y entre qué hijos de Dios me nombran; decidme también vosotros quién decís que soy yo. Pedro respondió en nombre de todos, uno por la unidad: tú eres, dijo, Cristo, el Hijo de Dios vivo16. Porque ¿quién entre las nubes se igualará al Señor; o quién será semejante al Señor entre los hijos de Dios? Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo; no como los hijos de Dios, que no se te igualan; has venido en la carne, pero no como las nubes que no se te igualan.

8. [v.8]. Y tú ¿quién eres, a quien se responde: Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo, a quien otros hombres, no santos ni justos, tomaron por uno de los profetas, por Elías, por Jeremías, o por Juan Bautista? ¿Quién eres tú? Escucha lo que sigue: Dios debe ser glorificado en el consejo de los justos. ¿Quién, pues, entre las nubes, se equipara al Señor, o quién es semejante al Señor entre los hijos de Dios, dado que él es Dios, y debe ser glorificado en el consejo de los justos? Y ya que no pueden igualarse a él, que su consejo decida creer en él; y como las nubes y los hijos de Dios no pueden serle iguales, sólo le resta al consejo de la humana debilidad, que quien se gloría se gloríe en el Señor17. Dios debe ser glorificado en el consejo de los justos; es grande y terrible para todos los que rodean. Dios está en todas partes. ¿Quiénes están alrededor de quien está en todas partes? Si tiene algunos a su alrededor, parecería que está limitado por todas partes. Al contrario, si es cierto lo que se dice de Dios y a Dios en otro salmo: Su grandeza no tiene límites18; ¿Quiénes permanecen, quiénes están en derredor suyo, sino porque aquél que está en todas partes quiso encarnarse y nacer en un lugar, convivir con un pueblo, ser crucificado en un lugar, resucitar en un solo lugar, y ascender al cielo desde un lugar concreto? Donde hizo todo esto, hay gentes a su alrededor. Si hubiera permanecido donde hizo estas cosas, no sería grande y terrible para todos los que lo rodean. Pero como predicó allí, y desde allí envió predicadores de su nombre a todos los pueblos y por toda la tierra, haciendo milagros por medio de sus siervos, se hizo grande y terrible para todos los que están en su entorno.

9. [v.9]. Señor Dios de los ejércitos, ¿Quién como tú? Eres poderoso, Señor, y tu verdad te circunda. ¡Grande es tu poder! Tú hiciste el cielo y la tierra y todo cuanto hay en ellos. Pero mayor es tu misericordia, que ha mostrado tu verdad en derredor tuyo. Si únicamente hubieras sido predicado donde quisiste nacer, padecer, resucitar y subir a los cielos, se habría cumplido la verdad del Dios que promete para confirmar las promesas que hiciste a los patriarcas, pero no se habría cumplido la otra palabra: Haciendo que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia19, si no se hubiera divulgado la verdad y se hubiera difundido en derredor desde aquel lugar en que quisiste manifestarte. Tú ciertamente tronaste desde tu propia nube, pero para regar las gentes que estaban alrededor, enviaste otras nubes. Siendo verdaderamente poderoso, has cumplido lo que prometiste: dentro de poco veréis al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo20. Poderoso eres, Señor, y tu verdad te circunda.

10. [v.10]. Mas cuando tu verdad comenzó a ser anunciada en derredor, ciertamente bramaron las gentes, y los pueblos tramaron cosas vanas. Se aliaron los reyes de la tierra, y los príncipes conspiraron contra el Señor y contra su Mesías, según dice el salmo segundo21. En efecto, cuando comenzó a ser predicada tu verdad en derredor, como si hubieras venido a tomar esposa entre extranjeras, salió un león rugiendo y fue ahogado por ti. Esto fue prefigurado en el episodio de Sansón22; no habríais aplaudido mis palabras, pronunciadas sin citar su nombre, si no lo hubierais reconocido. Habéis oído, pues, como habituados que estáis a recibir el rocío de las nubes de Dios. Tu verdad, pues, te circunda. Pero ¿Cuándo estuvo sin persecuciones, cuándo sin contradicciones, puesto que se le dijo que su nacimiento sería como un signo de contradicción?23 Ya que aquella nación donde naciste, donde quisiste vivir era como una tierra separada del oleaje de las naciones, para que apareciese árida que debía ser rociada, y las demás naciones eran como el mar, con la amargura de su esterilidad, ¿qué harán tus predicadores, que propagan tu verdad a tu alrededor, al estar bramando las olas del mar? ¿Qué hacer? Tú domeñas la soberbia del mar. Pues ¿qué hizo la soberbia del mar, ensañándose, sino darnos el día que hoy celebramos? Mató a los mártires, esparció la semilla de su sangre. Brotó y se multiplicó la mies de la Iglesia. Que las nubes lluevan tranquilas; que difundan tu verdad a tu alrededor; no teman las olas embravecidas: Tú domeñas la soberbia del mar. Se agita el mar, se opone, brama el mar, pero fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas24. Y puesto que Dios es fiel, y no permite que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas: Tú amansas la hinchazón del oleaje.

11. [v.11]. En fin, para aplacar el mar, o, mejor, para debilitar la fiereza del mar, ¿qué hiciste en ese mar? Tú humillaste al soberbio como a un herido. Hay en el mar un dragón soberbio, del que la escritura dice en otro lugar: Mandaré al dragón que lo muerda allí25. Se trata del dragón del cual se dice: Este dragón que tú hiciste para burlarte de él26, cuya cabeza golpea sobre el agua. Tú, dice el salmista, humillaste al soberbio como a un herido. Tú te has humillado, y ha sido humillado el soberbio. El soberbio retenía a los soberbios por la soberbia. Se humilló el grande, y creyendo en él, se humilló el soberbio. Al ser sustentado el pequeño, por el ejemplo del grande hecho pequeño, el diablo perdió lo que tenía, ya que el soberbio sólo retenía a los soberbios. Ante un tan grande ejemplo de humildad, aprendieron los hombres a condenar su propia soberbia, y a imitar la humildad de Dios. Así pues, el soberbio perdía sus prisioneros y era humillado; no se humilló, sino que fue arrojado. Tú has humillado al soberbio como a un herido. Fuiste humillado y humillaste; fuiste herido y heriste, pues a él le hirió tu sangre, que fue derramada para derogar el documento condenatorio de los pecadores. ¿Por qué se ensoberbecía, sino porque tenía la sentencia condenatoria contra nosotros? Este documento, esta sentencia tú la destruiste con tu sangre27. Heriste a quien arrebataste tantos hombres. Debes entender que el herido es el diablo, no por su carne traspasada, que no la tiene, sino que lo herido es su corazón, donde reside la soberbia. Y con el poder de tu brazo has dispersado a tus enemigos.

12. [vv.12-13]. Tuyos son los cielos y tuya es la tierra. De ti viene la lluvia, sobre tu tierra llueven. Tuyos son los cielos, por quienes tu verdad ha sido anunciada a tu alrededor; tuya es la tierra, que ha acogido la verdad a tu alrededor. Y bien, ¿cuál es resultado de aquella lluvia? Tú cimentaste el orbe y cuanto contiene; tú has creado el aquilón y los mares. Nada tiene poder contra ti, contra su Creador. Aunque el mundo, por la perversidad de su voluntad, puede ensañarse, ¿podrá, acaso sobrepasar los límites fijados por el Creador que todo lo ha hecho? ¿Por qué, entonces, temo al aquilón? ¿Por qué temo los mares? En el Aquilón, por cierto, está el diablo, que dijo: Pondré mi trono en el aquilón, y seré semejante al Altísimo28, pero humillaste al soberbio como a un herido. Sí, lo que tú has hecho con ellos, vale más para un mejor dominio tuyo, que su voluntad para su malicia. Tú has creado el aquilón y los mares.

13. [v.13]. El Tabor y el Hermón se alborozarán en tu nombre. Conocemos estos montes, pero tienen algún significado. El Tabor y el Hermón saltarán de gozo en tu nombre. Se dice que Tabor significa ?luz que viene?. Pero ¿de dónde viene la luz de la que está escrito: Vosotros sois la luz del mundo29, sino de aquel de quien se dijo: era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo?30 Luego la luz que era luz del mundo procede de aquella luz que no se enciende de nadie, y no hay temor de que se apague. Viene, por tanto, de aquel que es la lámpara que no se pone bajo el celemín, sino sobre el candelabro; ésa es la luz que viene del Tabor. Hermón, en cambio, significa su maldición, su anatema. Con razón vino la luz, y tuvo lugar su maldición o anatema. ¿De quién, sino del diablo, del soberbio herido? Y el que nosotros hayamos sido iluminados es un don tuyo; y con tu luz anatematizaste a favor nuestro al que nos retenía en su error, en so soberbia. De ti nos ha venido. Luego el Tabor y el Hermón se alborozarán en tu nombre: no en sus méritos, sino en tu nombre. Pues éstos dirán: No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria; y, refiriéndose al mar embravecido, añaden: no vayan a decir los gentiles: ¿Dónde está su Dios?31

14. [v.14]. Tienes un brazo poderoso. Nadie se arrogue nada para sí. Tu brazo es poderoso: tú nos has creado, tú nos defiendes. Tienes un brazo poderoso; que se consolide tu mano, y sea exaltada tu diestra.

15. [v.15]. La justicia y el juicio sostienen tu trono. Al final se manifestará tu justicia y tu juicio; ahora están ocultos. De tu juicio se dice en otro salmo: por los secretos del hijo32. Se manifestarán tu juicio y tu justicia. Unos serán puestos a la derecha y los otros a la izquierda33; y se estremecerán de espanto los infieles, cuando vean lo que ahora, mofándose, no creen; pero los justos se regocijarán, cuando vean lo que ahora creen sin verlo. La justicia y el juicio sostienen tu trono: todo esto se verá en el día del juicio. Y ahora ¿qué? La misericordia y la verdad te preceden. Yo temería la base de tu trono, tu justicia y el juicio tuyo que ha de venir, si no te precediera tu misericordia y tu verdad. Pero ¿por qué voy a temer tu juicio final, cuando en realidad te precederá tu misericordia, por la que borrarás mis pecados, y mostrando tu verdad cumplirás tus promesas? La misericordia y la verdad van delante de tu rostro. Porque todos los caminos del Señor son misericordia y verdad34.

16. [vv.16-17]. ¿Y no nos vamos a alegrar de todas estas cosas? ¿O seremos capaces de comprender aquello de lo que nos gozamos? ¿Y las palabras serán capaces de expresar nuestra alegría? ¿O le será posible a la lengua expresar nuestro regocijo? Si, pues, no hay palabras capaces de ello, Dichoso el pueblo que conoce el júbilo. ¡Oh pueblo feliz! ¿Te parece a ti que conoces el regocijo? No es posible ser feliz si no sabes lo que es el regocijo. ¿Qué quiere decir que conoces el regocijo? Que sepas por qué te alegras de lo que no se puede explicar con palabras. Porque tu alegría no procede de ti, sino que el que se gloría, que se gloríe en el Señor35. No te regocijes en tu soberbia, sino en la gracia de Dios. Fíjate cómo la gracia es tan grande, que la lengua no es capaz de explicarla; y entonces sí, habrás entendido lo que es el regocijo.

17. En fin, si has comprendido el regocijo en la gracia, escucha el elogio de la gracia misma. Dichoso, sin duda, el pueblo que conoce el júbilo. ¿Qué júbilo? Mira a ver si no es de la gracia, si no es de Dios, y que no lo sea en absoluto de ti mismo. Caminarán, Señor, a la luz de tu rostro. El Tabor aquel, la luz que viene, si no camina a la luz de tu rostro, su lámpara se apagará por el viento de la soberbia. Caminarán, Señor, a la luz de tu rostro, y estarán alegres en tu nombre todo el día. Aquel Tabor y aquel Hermón se regocijarán en tu nombre. Si quieren que sea todo el día, ha de ser en tu nombre; pero si prefieren regocijarse en sí mismos, no será todo el día. Porque el gozo no se prolongará cuando se alegran en sí mismos, sino que a causa de la soberbia, se hundirán. Luego, para que estén felices todo el día, en tu nombre se alegrarán, y por tu justicia exultarán. No en su justicia, sino en la tuya: no sea que tengan celo por Dios, pero mal entendido. En efecto, el Apóstol hace alusión a algunos celosos de Dios, pero con un celo mal entendido; ignorando, dice, la justicia de Dios, y queriendo establecer la suya, y no alegrándose en tu luz, no se sometieron a la justicia de Dios. ¿Y por qué? Porque son celosos de Dios, pero con un celo mal entendido36. El pueblo, en cambio, conocedor del regocijo (que éstos no lo entendían bien; pero dichoso el pueblo que no lo ignora, sino que conoce el regocijo), ¿en qué debe gozarse, en qué regocijarse, sino en tu nombre, caminando a la luz de tu rostro? Merecerá también ser ensalzado, pero en tu justicia. Que quite de en medio su propia justicia y se humille; vendrá la justicia de Dios, y será exaltado. Y en tu justicia serán exaltados.

18. [v.18]. Porque tú eres gloria de su fortaleza, y según tu beneplácito se realza nuestro poder; porque a ti te ha parecido bien, no porque nosotros somos dignos.

19. [v.19]. Porque Dios es nuestro apoyo. Puesto que yo he sido empujado como un montón de arena, para que cayera, y habría caído, si el Señor no me hubiera apoyado. Porque el Señor es nuestro apoyo, el Santo de Israel nuestro Rey. Él es quien nos sostiene, él te ilumina: con su luz estás seguro, en su luz caminas, por su justicia serás exaltado. Él te ha recibido, en tu debilidad él te protege; él te hace robusto por su fuerza, no por la tuya.

20. [v.20]. Un día hablaste en visión a tus hijos, y dijiste. Hablaste en visión, revelaste esto a tus profetas. Les hablaste en visión, es decir, en revelación: por eso a los profetas se les llamaba videntes37. Vieron en su interior lo que luego dirían al exterior, y oyeron a ocultas lo que luego predicaron en público. Un día hablaste en visión a tus hijos, y dijiste: He puesto mi ayuda sobre el poderoso. Ya entendéis quién es el poderoso. He ensalzado a un elegido de entre mi pueblo. Ya sabéis de qué elegido se trata, y os regocijáis de que haya sido ensalzado.

21. [v.21]. Encontré a David, mi siervo. Al David descendiente de David. Lo he ungido con mi santo óleo; pues de él se dice en otro salmo: Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo sobre todos tus compañeros38.

22. [v.22]. Porque mi mano lo ayudará, y mi brazo lo fortalecerá, haciendo alusión a la asunción de la naturaleza humana, por la carne que recibió del seno una virgen39, y porque, según su condición divina, siendo igual al Padre, tomó la forma de esclavo, haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz40.

23. [v.23]. No lo engañará el enemigo. Cierto que el enemigo se ensaña, pero no lo engañará; suele el enemigo dañar, pero no lo perjudicará. ¿Y por qué lo atormentará? Lo someterá a prueba, pero no lo dañará: con su crueldad pondrá en claro que aquellos en quienes se ensañó, por haber vencido serán coronados. ¿Y qué males venceremos, si en nada nos atormenta? ¿Y cómo será Dios nuestro auxilio, si no tenemos enemigo contra quien combatir? El enemigo cumplirá su labor, pero no lo sobrepasará, el hijo de la iniquidad no podrá hacerle daño.

24. [v.24]. Desbarataré a sus adversarios en su presencia. Serán pulverizados en su conspiración, y las cosas en que confiaron serán destruidas. Así pues, poco a poco van creyendo; y vendrán a la bebida del pueblo de Dios. Pues Moisés trituró la cabeza del becerro, la esparció en el agua, y la dio a beber a los hijos de Israel41. Al ser pulverizados todos los infieles, poco a poco van creyendo, y son absorbidos por el pueblo de Dios e incorporados al Cuerpo de Cristo. Y desbarataré a sus enemigos en su presencia; y pondré en fuga a todos los que lo odian, para que no lo puedan dañar. Pero quizá diga alguno de estos fugitivos: ¿adónde iré lejos de tu aliento? ¿Adónde escaparé de tu mirada?42 Y viendo que no tienen adónde huir del Omnipotente, se vuelven y se refugian en el Omnipotente. Y a los que lo odian, los pondré en fuga.

25. [v.25]. Mi verdad y misericordia están con él. Todos los caminos del Señor son misericordia y verdad. Recordad, en lo posible, cuán frecuentemente se nos recomiendan estas dos cosas, para que se las devolvamos como ofrenda a Dios. Pues así como él demostró su misericordia con nosotros, perdonando nuestros pecados, y su verdad cumpliendo sus promesas, así también nosotros, caminando por su senda, debemos devolverle la misericordia y la verdad; la misericordia compadeciéndonos de los necesitados, y la verdad no juzgando injustamente. Que la verdad no te arrebate la misericordia, ni la misericordia ponga impedimento a la verdad. Si por causa de la misericordia, juzgas contra la verdad, o si por sostener inflexiblemente la verdad te olvidas de la misericordia, no caminas por la senda de Dios, en la que la misericordia y la verdad se encuentran mutuamente43. Y en mi nombre se reforzará su poder. ¿Qué necesidad hay de que nos detengamos? Sois cristianos, reconoced a Cristo.

26. [v.26]. Y extenderé su mano hasta el mar: es decir, dominará las naciones. Y su diestra hasta los ríos. Los ríos van al mar; los hombres codiciosos se deslizan hasta la amargura de este mundo. Sin embargo, todas estas clases de hombres se someterán a Cristo.

27. [vv.27-28]. Él me invocará: Tú eres mi padre, mi Dios y el sostén de mi salvación. Y yo lo constituiré mi primogénito, excelso entre los reyes de la tierra. Nuestros mártires, cuya fiesta celebramos, derramaron su sangre por estas cosas que creyeron y no vieron. ¡Cuánto más fuertes debemos ser nosotros, viendo lo que ellos creyeron! Ellos no habían visto a Cristo exaltado sobre los reyes de la tierra: Todavía los príncipes se confabulaban contra el Señor y contra su Mesías. No se había cumplido lo que este mismo salmo dice a continuación: Y ahora, reyes, entended; instruíos todos los que gobernáis la tierra44. Ahora, en cambio, ya ha sido Cristo exaltado entre los reyes de la tierra.

28. [v.29]. Le conservaré eternamente mi misericordia, y con él será fiel mi testamento. En atención a él será fiel mi testamento; con él se ha concordado el testamento; él es el mediador del testamento, el que lo ha firmado, el albacea, el testigo del testamento, él mismo es la heredad y es el coheredero del testamento.

29. [v.30]. Y haré estable su descendencia por los siglos de los siglos. No sólo en este mundo, sino por los siglos de los siglos; adonde pasará su linaje, que es su heredad, la estirpe de Abrahán, que es Cristo. Si vosotros sois de Cristo, luego sois linaje de Abrahán45; y si habéis de recibir eternamente la heredad, él establece su heredad por los siglos de los siglos. Y su trono como los días del cielo. Los tronos de los reyes terrenos son como los días de la tierra. Unos son los días del cielo, y otros distintos los de la tierra. Los días del cielo son aquellos años de los que se dice: tú siempre eres el mismo, y tus años no pasarán46. Los días de la tierra son empujados por los que les siguen, y desaparecen los anteriores, sin que permanezcan los que suceden; sino que se presentan, y casi antes de llegar, ya se van. Así son los días de la tierra. En cambio los días del cielo son años que no pasan, que no tienen principio ni fin. Allí ningún día se halla oprimido por el ayer y el mañana. Nadie espera el día que viene, nadie pierde el que ha pasado; pero los días del cielo son siempre presentes, donde su trono será eterno. Lo que falta del salmo lo aplazamos, si os parece bien, porque es largo, y aún debo tratar, en nombre de Cristo, algo con vosotros. Recuperad vuestras fuerzas, no digo de vuestro ánimo, porque veo que en él sois incansables, sino las del siervo del alma, y así, algo repuestos vuestros cuerpos, permanezcan en este ejercicio, y vosotros, restablecidos, volved a tomar los alimentos del espíritu. Vueltos hacia el Señor...