Sermón al pueblo
En los años 414 al 416
1. [v.1]. El título de este salmo octogésimo séptimo ofrece al comentador un nuevo tema en él contenido. En ningún otro salmo encontramos, de hecho, lo que aquí se lee: Para Melec; cántico con respuesta. Ya en otras ocasiones he dicho lo que me parecía oportuno sobre el salmo como cántico, y sobre el canto del salmo. También con frecuencia he comentado los títulos sálmicos para los hijos de Coré, así como la frecuente expresión para el fin. Pero nunca habíamos encontrado un título como éste: Para Melec; cántico con respuesta, como el que presenta este salmo. Melec, en hebreo, significa coro. Y en latín toda la frase significaría: Al coro, para que alterne respondiendo al que canta. Así creo que no sólo se cantó este salmo, sino también otros, aunque lleven títulos diversos, lo cual pienso que se hizo para variar, y evitar el hastío de la repetición. Este salmo no es el único que merezca esta variante de la respuesta coral, como tampoco es el único que se ha escrito sobre la pasión del Señor. Se podría encontrar otra razón de la gran variedad de títulos, pues unos lo hacen de una manera y otros de otra, sin que haya coincidencias. Yo reconozco que no he podido encontrarla, a pesar de que lo intenté muchas veces. Y lo que leí de los que trataron el tema antes que yo, no han satisfecho mi deseo o mi torpeza. Dicho esto, quiero exponer el misterio en que me parece estar envueltas las palabras que se dicen: Al coro, para que responda al que canta. Se anuncia aquí la pasión del Señor. Así dice el apóstol Pedro: Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo, para que sigamos sus huellas1: esto es responder. También dice el apóstol S. Juan: Así como Cristo dio su vida por nosotros, también nosotros debemos dar la vida por los hermanos2. Esto es responder. El coro significa la concordia, que es fruto de la caridad. Por tanto, si uno, queriendo imitar la pasión del Señor, llegara a entregar su cuerpo a las llamas, pero no tiene caridad, no responde en el coro, y de nada le sirve su entrega3. Así pues, lo mismo que en el arte musical llaman a uno el que entona y a otro el acompañante (como lo dicen en latín los entendidos en música): el que entona es el que comienza el canto, y el acompañante es el que le sigue, respondiéndole cantando; del mismo modo, en este cántico de la pasión, el que va delante es Cristo, y le siguen cantando el coro de los mártires, hasta el fin, hasta la corona celestial. Este salmo, entonces, se canta a los hijos de Coré, es decir, a los que imitan la pasión de Cristo. Porque Cristo fue crucificado en el lugar llamado de la Calavera4, que en hebreo se dice Coré. Y además, este salmo es de la inteligencia de Emán, israelita, que está puesto al final del título; y se dice que Emán significa ?hermano de él?. Cristo, ciertamente, se dignó hacer hermanossuyos a los que entienden el misterio de la cruz, y no sólo no se avergüenzan de ella, más aún, incluso se glorían con fidelidad en ella, sin enorgullecerse de sus propios méritos, y no son ingratos a su gracia; y así a cada uno de ellos se le podrán aplicar aquellas palabras: He aquí un verdadero israelita, en el cual no hay engaño5. La Escritura afirma que el mismo Israel estuvo libre de falsedad6. Escuchemos, pues, ya a Cristo, que entona él, como adelantado en la profecía, y que su coro le responda, sea como imitación, o como acción de gracias.
2. [vv.2-3]. Señor Dios de mi salvación, de día y de noche clamo ante ti. Llegue a tu presencia mi oración; inclina tu oído a mi súplica. El Señor también ha orado, no en cuanto a su ser divino, sino en cuanto a su condición de siervo: según la cual ha sufrido la pasión. Oró a veces cuando se hallaba con alegría, la cual pienso que se expresa aquí con la palabra día; y oró en la adversidad, expresada, creo, con la palabra noche. El que la oración llegue a la presencia de Dios, significa su aceptación. La inclinación del oído de Dios, equivale a su escucha misericordiosa; porque Dios no tiene los mismos miembros corporales que nosotros. Es ya una acostumbrada repetición; ya que: Llegue a tu presencia mi oración, es lo mismo que: Inclina tu oído a mi súplica.
3. [v.4]. Porque mi alma está colmada de desgracias, y mi vida está al borde del infierno. ¿Nos atreveremos a decir que el alma de Cristo estuvo colmada de males, cuando el tormento de la pasión se ensañó en su carne con toda su crueldad? De aquí que, animando él a sus discípulos a tolerar los sufrimientos, y como exhortando a su coro a responder, les dice: No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma7. ¿O es que los perseguidores, no pudiendo matar el alma, sí la pueden colmar de males? Si es así, debemos buscar de qué males se trata. No podemos decir que esa alma está saturada de vicios, por los que el pecado somete el hombre a su dominio. Podría, más bien tratarse de dolores, que condivide ella con su carne, cuando ésta sufre. En realidad no puede menos de afectar al alma el llamado dolor corporal, que al acercarse, le precede la tristeza, que es dolor sólo del alma; el alma puede estar dolorida sin que sufra el cuerpo. ¿Y por qué no podremos decir que el alma de Cristo se colmó no de pecados humanos, sino de males humanos? De él dice el profeta Isaías, que cargó sobre sí nuestros dolores8. Y el Evangelista dice también: Tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y angustiarse; y que también el mismo Señor entonces les dijo de sí mismo: Triste está mi alma hasta la muerte9. Viendo estas cosas futuras, el profeta autor de este salmo, las preanuncia, haciendo decir a Cristo: Porque mi alma está colmada de desdichas, y mi vida está al borde del abismo. Con otras palabras expresa lo mismo que ya había dicho: Triste está mi alma hasta la muerte. Lo mismo es decir: Triste está mi alma, que decir: Mi alma está colmada de desdichas; y la otra expresión: hasta la muerte, equivale a: mi alma está al borde del abismo. El Señor Jesús tomó estas cualidades propias de la humana debilidad, como también la misma carne, en su flaqueza humana, e incluso la muerte corporal, no por imposición de necesidad alguna, sino por voluntaria conmiseración, a fin de transformar en sí mismo a su propio cuerpo, que es la Iglesia, de la que se dignó ser la cabeza. Es decir a fin de transformar a sus miembros en santos y fieles suyos; y así, cuando alguno de ellos tuviera que sufrir y entristecerse en medio de las tentaciones humanas, no se creyera abandonado de su gracia, y no estimase estos padecimientos como pecados, sino como algo propio de la humana fragilidad; y como el coro que canta después del que entona, así también el cuerpo aprendiese a sufrir de la propia cabeza. Esto leemos y escuchamos de uno de los principales miembros de este cuerpo, el apóstol Pablo, cuando confiesa estar su alma colmada de estos males, y dice que siente una gran tristeza, y un dolor incesante en su corazón por sus hermanos según la carne, que son los israelitas10. Por ellos creo que también se entristeció el Señor, cuando se acercaba su pasión, en la cual contrajeron un enorme delito; y decir esto no me parece que esté fuera de lugar.
4. [vv.5-6]. En fin, lo que dijo en la cruz: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen11, también se dice después en este salmo, cuando dice: Ya me cuentan con los que bajan a la fosa; y lo fue ciertamente por los que no sabían lo que estaban haciendo, y creían que moría como mueren todos los hombres, vencido y obligado por la necesidad. La fosa quiere indicar aquí o la miseria, o el abismo infernal.
5. He llegado a ser como un hombre abandonado, y me han dejado libre entre los muertos. En estas palabras se manifiesta muy claramente la persona del Señor. ¿Quién hay otro más libre entre los muertos, sino aquél que hallándose entre los pecadores, y en una carne semejante a la carne de pecado12, fue el único que no tuvo pecado? Por eso dijo a los que se creían libres: todo el que peca es esclavo del pecado. Y como era necesario para librar del pecado la intervención de aquél que estaba sin pecado, dice: si el Hijo os libra del pecado, entonces seréis realmente libres13. Este libre, pues, entre los muertos, tenía el poder de entregar su vida y de volverla a recuperar; nadie se la quitaba, sino que él voluntariamente la entregaba14; es más, podía también resucitar la carne cuando quisiera15, como el templo destruido por los enemigos. Y en la pasión, cuando todos le abandonaron, no quedó solo, porque el Padre no lo abandonó, como él mismo lo atestigua16. En cambio, los enemigos, por quienes oró, como que no sabían lo que hacían, decían: Salvó a otros, y no puede salvarse a sí mismo. Si es Hijo de Dios, que baje ahora de la cruz, y creeremos en él; que lo salve si tanto lo quiere17. Llegó a ser, es decir, fue estimado como un hombre abandonado; como los heridos que duermen en el sepulcro; pero añadió: de los cuales ya no guardas memoria, para resaltar la diferencia entre el Señor Jesucristo y el resto de los demás muertos. Pues él también fue cubierto de heridas, y después de muerto fue colocado en el sepulcro18. Pero aquellos que lo estaban haciendo, y que sin duda no sabían quién era, lo creyeron semejante a los demás muertos, por las heridas, y que dormían en el sepulcro, de los cuales Dios todavía no se ha acordado, es decir, para los cuales no ha llegado todavía el tiempo de la resurrección. La Escritura suele llamar dormidos a los muertos, porque desea que se entienda que han de despertar, es decir, resucitar. Pero este herido que dormía en el sepulcro despertó al tercer día, y vino a ser como pájaro solitario en el tejado19, esto es, situado a la derecha del padre en el cielo: ya no muere más, y la muerte ya no tiene dominio sobre él20. Por eso dista mucho de aquellos otros difuntos, de los cuales Dios todavía no se acuerda de su resurrección. Pues lo que debía suceder con antelación en la cabeza, fue reservado al cuerpo para el fin. De Dios se dice que se acuerda, cuando obra, y que se olvida, cuando no lo hace, puesto que en Dios no se da el olvido, ya que no cambia; ni tampoco el recordarse, ya que nunca se olvida. Pues bien, vine a ser, para los que ignoraban lo que hacían, como un hombre abandonado, siendo como un libre entre los muertos. Y para los que ignoraban lo que hacían, vine a ser como los heridos que duermen en el sepulcro. Y ellos están dejados de tu mano; es decir, cuando vine a ser, según ellos, todo esto, ellos, pensando que yo me hallaba abandonado, estaban desprovistos del apoyo de tu mano. Yaque han cavado, como dice otro salmo, una fosa ante mí, pero han caído en ella21. Y pienso que la frase: Se hallaban desprovistos del apoyo de tu mano, se refiere más bien a los que están dormidos en el sepulcro, de los cuales no se acuerda todavía. Pues entre ellos hay justos, de los cuales no se ha acordado todavía para resucitarlos, y sin embargo de ellos se dijo: Las almas de los justos se hallan en manos de Dios22, es decir, que gozan del apoyo del Altísimo, y moran con la protección de Dios en el cielo23. Pero los otros, en cambio, fueron alejados de la mano de Dios, porque creyeron que el Señor Jesús fue rechazado de su mano, porque lo contaron entre los malhechores, y pudieron matarlo.
6. [v.7]. Me han colocado en una fosa profunda, o mejor, en una fosa muy profunda, como dice la versión griega. ¿Qué es la fosa profundísima o ínfima, sino la más baja miseria, ya que no hay otra más profunda? De aquí que se dice en otro lugar: Me has sacado de la fosa de la miseria24. Me han colocado en lugares tenebrosos, y en la sombra de la muerte; me colocaron allí los que creían que yo era un hombre abandonado, ignorando lo que hacían, y desconociendo a aquél que ninguno de los príncipes de este mundo ha conocido25. No sé si ha de entenderse aquí por sombra de muerte, la muerte del cuerpo, o más bien aquélla de la que se escribió: A los que moraban en tinieblas y en sombra de muerte, les brilló una luz26. Porque creyendo en la luz y en la vida, fueron librados de las tinieblas y de la muerte de la impiedad. Así consideraron al Señor los que no sabían lo que hacían, y lo colocaron, sin conocerlo, entre los muertos, y él los socorrió para que dejaran de ser muertos.
7. [v.8]. Sobre mí se ha afirmado tu indignación, o, según otros códices, tu ira, o tu furor, porque la palabra griega zymós la interpretaron de distinta manera nuestros traductores. Donde los códices griegos escriben orgué, ningún traductor latino dudó en traducirlo por ira; sin embargo, el término zymós muchos juzgaron que no debía traducirse por ira, ya que los grandes maestros de la elocuencia latina, al traducir al latín esta palabra de los libros filosóficos griegos, la tradujeron con el nombre de ira. Pero sobre esto no vale la pena hacer una larga discusión. No obstante, si creo que debemos emplear otra palabra, yo utilizaría indignación, en lugar de furor, por ser menos fuerte. De hecho, en latín el furor no se le suele aplicar a gente de mente sana. Entonces, ¿Qué significa: Sobre mí se ha afirmado tu ira, sino que así lo opinaban los que no conocieron al Señor de la gloria? Ellos creyeron que la ira de Dios no sólo se desató, sino que incluso se afianzó sobre él, al cual pudieron llevar hasta la muerte, y no cualquier muerte, sino a la que tenían por la más execrable de todas, es decir, hasta la muerte de cruz. De aquí que dice el Apóstol: Cristo nos liberó de la maldición de la ley, haciéndose maldición por nosotros. Porque así está escrito: Maldito todo el que cuelga de un madero27.Y por eso, queriendo resaltar su obediencia, llevada hasta la extrema humillación, dice que se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte; y pareciéndole poco esto, añade: y una muerte de cruz28. Por eso, según mi parecer, el salmo continúa con este versículo: [Y me echas encima] todas tus tormentas, o —como algunos traducen— y todas tus olas. También otro salmo dice: Tus torrentes [o tormentas] y tus olas me han arrollado29; o como han traducido algunos mejor: Pasaron sobre mí; pues el término griego es diélzon, no eisélzon. Por eso, donde se encuentren ambas palabras, no se puede sustituir la una por la otra. Ya lo he explicado en otra ocasión, diciendo que ?tormenta? significa las amenazas, y que las ?olas? son los padecimientos mismos, provenientes ambos del juicio de Dios. Pero en el otro salmo se dice: tus olas me han arrollado; y aquí, en cambio, se dice: Me echas encima todas tus olas. Pasan, pues, las cosas que no nos tocan, como las tormentas, y las que nos tocan, como las olas. Pero cuando habla de las olas, dice que me las has echado todas encima, lo que quiere decir que se han realizado todas las amenazas. Eran únicamente amenazas mientras se predecían como futuras todas las cosas acerca de la pasión del Señor.
8. [vv.9-10]. Sigue diciendo: Has alejado de mí a mis conocidos. Si entendemos por mis conocidos a aquellos que él conocía, se trataría de todos. Porque ¿a quién no conocía él? Pero llama conocidos a los que le conocían en cuanto entonces pudieron conocerle: aquellos que sabían al menos que era inocente, aunque únicamente pensasen que él erahombre, y no Dios. Podría también llamar conocidos a los buenos, que había de recibir él, como llamó desconocidos a los malos, que había de desechar o condenar, a los que al fin dirá: No os conozco30. En cuanto a lo que sigue: Me han tomado como objeto de rechazo, puede también entenderse de aquellos que llamó sus conocidos, porque también ellos aborrecían la clase de muerte que él sufrió. Pero se entiende mejor de aquellos de quienes decía anteriormente que eran sus perseguidores. Fui entregado, dice, y no salía. ¿Quizá porque fuera estaban sus discípulos, mientras él era juzgado dentro? ¿O tal vez en otro sentido más sublime, es decir, me ocultaba en mi interior, no me daba a conocer, no me manifestaba a la gente? Por eso añade: Mis ojos se me nublaron por la penuria. ¿A qué ojos suyos se refiere? Si entendemos que son los ojos exteriores de la carne, en la que estaba sufriendo, no leemos que se le hubieran extenuado por carencia, por ejemplo por hambre, como suele ocurrir que uno a causa de ella desfallezca. Porque lo cierto es que fue entregado después de la Cena, y ese mismo día fue crucificado. Y si entendemos que se trata de los ojos interiores, ¿cómo se pueden nublar por carencia, cuando en ellos existe la luz indeficiente? Llamó suyos a los miembros que él amaba como más excelsos, eminentes y principales de su cuerpo, cuya cabeza es él mismo. Hablando el Apóstol de este cuerpo, y tomando la semejanza del nuestro, dice: Si todo el cuerpo fuese ojos, ¿dónde estaría el oído? Y si todo fuese oídos, ¿dónde estaría el olfato? Si todos los sentidos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Ahora, sin embargo, hay muchos miembros y un solo cuerpo. El ojo no puede decir a la mano: ?No te necesito?. Y si dijera la mano: ?Como no soy ojo, no pertenezco al cuerpo?, ¿no pertenecerá al cuerpo por eso? Claramente expresa lo que quería se entendiese en estas palabras, cuando dice: Pero vosotros sois miembros y cuerpo de Cristo31. Por tanto, también aquellos ojos, es decir, los santos Apóstoles, a quienes esto no se lo había revelado ni la carne ni la sangre, sino el Padre que está en los cielos, por lo que Pedro dijo: Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo32, al verlo entregado y padeciendo tantos males; al no verle como querían, porque no salía, es decir, no se manifestaba en su fuerza y poder, sino que permanecía oculto en su interioridad, y, como vencido e impotente, soportaba todos los padecimientos, ellos desfallecieron y se extenuaron por la penuria, como si les hubiera faltado el alimento, es decir, su luz.
9. Continúa el salmo: Y levanté mi voz a ti, Señor. Esto lo hizo claramente cuando colgaba del madero. Pero lo que sigue: Todo el día estuve extendiendo mis manos hacia ti, con razón uno se pregunta cómo se podrá entender. Si esta extensión de las manos la entendemos como el patíbulo de la cruz, ¿de qué modo entenderemos todo el día? ¿Acaso estuvo pendiente del leño todo el día, teniendo en cuenta que también la noche pertenece al día entero? Pero si por día quiso expresar la parte del día que está fuera de la noche, aun así ya había transcurrido la primera parte del día, y no pequeña, cuando fue crucificado. Si queremos entender la palabra día (dies) como tiempo, sobre todo, teniendo en cuenta que esta palabra está aquí en género femenino, la cual suele significar casi siempre únicamente tiempo en lengua latina (aunque en griego no es lo mismo, ya que en esa lengua el término día siempre es de género femenino, y por eso creo que nuestros traductores latinos la pusieron en femenino), entonces la cuestión se nos complica más. Pues ¿cómo tuvo sus manos extendidas durante todo el tiempo, si no llegó a tenerlas en la cruz un solo día? En fin, si decimos que ha de tomarse el todo por la parte, como frecuentemente hace la Escritura, aquí no se me ocurre cómo poder hacerlo, cuando ya se dice expresamente el término todo. Pues en aquel episodio del Evangelio, en el que dice el Señor: Así estará también el Hijo del hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra33, no es exagerado tomar aquí el todo por la parte, ya que no dijo todos los tres días y todas las tres noches. Uno solo fue íntegro, el del medio, pues los otros dos fueron sólo en parte: el primero la última, y el último día sólo la primera parte. Si en esta profecía sálmica no pronosticó en estas palabras su cruz, sino su oración, que, como sabemos y recordamos, dirigió, en cuanto hombre, a Dios Padre, según lo atestigua el Evangelio, ya mucho antes de la pasión, y en el día, y en la misma cruz, no leemos en ningún lugar que la prolongó durante todo el día. Podemos, por tanto, entender congruentemente que esa ?extensión de las manos todo el día? se refiere a su continuo obrar bien, del que jamás se apartó su voluntad.
10. [v.11]. Pero como sus buenas obras sólo aprovecharon a los predestinados a la vida eterna, y no a todos los hombres, ni a aquéllos entre quienes las realizó, por eso añade a continuación: ¿Harás tú maravillas por los muertos? Si tomamos estas palabras como referidas a aquéllos, cuyo cuerpo estaba ya exánime, sí que hizo grandes maravillas por ellos, ya que a algunos los resucitó34. Y cuando el Señor descendió a los infiernos, y salió de allí victorioso de la muerte, se realizó, sin duda, un gran milagro a favor de los muertos. Las palabras: ¿Harás tú maravillas por los muertos? Dan a entender que se refieren a los hombres de tal manera muertos en su corazón, que no les movieron a la vida de la fe tan grandes milagros realizados por Cristo. No dijo que no les haría milagros porque no los ven, sino porque no les sirven de nada. Pues así como dice aquí: Todo el día estuve extendiendo mis manos hacia ti, porque él refería todas sus obras, siempre y sólo a la voluntad de Dios (de hecho, con mucha frecuencia él afirma que vino a cumplir la voluntad del Padre)35, así también, porque el pueblo vio las mismas obras, dice el profeta Isaías: Todo el día he estado tendiendo mis manos a un pueblo no creyente y rebelde36. Estos son los muertos por los que no hizo maravillas; no porque no las vieron, sino porque no les sirvieron para renacer a la vida. En cuanto a las palabrasque siguen: ¿O es que los médicos harán resurrecciones, y te alabarán?, quiere decir que los médicos no resucitarán a nadie para que te alaben. Algunos afirman que en hebreo esto se escribió de otro modo, nombrando a gigantes y no a médicos. Pero la versión de los Setenta, que tiene tanta autoridad, que no sin razón se cree que tradujeron inspirados por el Espíritu Santo, dada su admirable concordancia; llevados por la muy parecida pronunciación en hebreo de las palabras gigantes y médicos, ya que apenas se distingue una palabra de la otra, han manifestado que no por error, sino por elección voluntaria, cómo ha de ser tomado el sentido de la palabra gigantes. Pues si con esta palabra se intenta insinuar a los soberbios, de quienes dice el Apóstol: ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el letrado? ¿Dónde el investigador de este mundo?37; entonces no está fuera de lugar llamar médicos a los gigantes, como quienes prometen por su sabiduría la salvación de las almas. Contra los ellos se dijo: La salvación es del Señor38. Pero si interpretamos en buen sentido la palabra gigantes, puesto que se dijo del mismo Señor: Dio saltos como un gigante para recorrer el camino39; es más, es el gigante de los gigantes, es decir, de los más altos y fortísimos, que sobresalen por la fortaleza espiritual en su Iglesia; como también es el monte de los montes, ya que de él está escrito: Sucederá en los últimos tiempos que el monte del Señor estará encumbrado sobre la cima de las montañas40; y se dice también de él que es el Santo de los santos, por lo que no está fuera de lugar que estos grandes y fuertes se llamen también médicos, de acuerdo con lo que dijo el apóstol Pablo: A ver si suscito celos en los de mi raza, y salvo algunos de ellos41. Pero estos médicos no dan la salud por sus propios medios, como tampoco los médicos del cuerpo curan por los suyos; por mucho que ayuden a la salud por su esmerado cuidado, sólo podrán sanar a los vivos, pero no resucitar a los muertos, de los que se dijo: ¿Harás tú maravillas por los muertos? Demasiado oculta es la gracia de Dios, para que puedan oír de cualquiera de sus ministros los preceptos de la salud. Nos recuerda el Señor esta gracia en el Evangelio, cuando dice: Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado42. Y poco después repite lo mismo más claramente diciendo: Las palabras que yo os he hablado son espíritu y vida; pero hay algunos de vosotros que no creen. Y luego añade el Evangelista: Porque ya desde el principio sabía Jesús quiénes eran los que creían y quién lo iba a entregar. Después, enlazando las palabras del Señor, continúa: Por eso os dije que nadie puede venir a mí, si mi Padre no se lo concede. Anteriormente había dicho: Hay muchos de vosotros que no creen; y como dando el porqué de ello, dice: Por eso os dije a vosotros que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede; para demostrar que, tanto la misma fe, por la cual se cree, como el revivir el alma de la muerte a la vida de la gracia, nos es dado por Dios. Luego por muy insignes que sean los predicadores de la palabra y persuasores de la verdad, incluso con milagros, como los médicos excelentes pueden hacer con los hombres; si están muertos, y no han renacido por tu gracia, ¿Por ventura harás tú maravillas por los muertos, o acaso los médicos los reanimarán; y estos que resucitarán, ¿te alabarán? Porque esta alabanza indica que están vivos; no como se escribió en otro lugar: Del muerto, como de quien no existe, no puede venir la alabanza43.
11. [v.12]. ¿Acaso anunciará alguien tu misericordia en el sepulcro, y tu verdad en la perdición? En la segunda parte de este versículo se sobreentiende el verbo de la primera, como si fuera así: ¿Y tal vez narrará alguno tu verdad en la perdición? A la Escritura le gusta unir la misericordia y la verdad, sobre todo en los salmos. Al decir ?en la perdición?, repitió con otra palabra lo que arriba había dicho antes ?en el sepulcro?. Se dijo en el sepulcro para que se entienda que los que están en el sepulcro fueron designados anteriormente con el nombre de muertos, cuando dijo: ¿Por ventura harás tú maravillas por los muertos?, ya que el cuerpo es el sepulcro del alma muerta. Por eso el Señor dice a tales muertos en el Evangelio: Sois como sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bellos a los hombres, pero por dentro están llenos de huesos y de podredumbre; así también vosotros por fuera parecéis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de maldad44.
12. [v.13]. ¿Se conocerán tus maravillas en las tinieblas, y tu justicia en el país del olvido? Lo mismo es en las tinieblas, que en el país del olvido. Los infieles están significados bajo el nombre de tinieblas. Por eso dice el Apóstol: Vosotros, en otro tiempo, fuisteis tinieblas45. De igual modo el país del olvido es aquí el hombre que ha olvidado a Dios. A tan densas tinieblas puede llegar el alma infiel, que en su estulticia llegue a decir en su corazón: No hay Dios46. El pensamiento de esta frase, se conecta y sigue de este modo: a ti grité, Señor, en mis sufrimientos; todo el día he extendido mis manos hacia ti; es decir, no dejé de ejecutar mis obras, con el fin de glorificarte. ¿Por qué, entonces se ensañan contra mí los impíos, sino porque tú no harás maravillas por los muertos?; es decir, no habrá quien incite a la fe, ni los médicos reanimarán para que te alaben, si en ellos no obra tu gracia oculta, por la que han de ser atraídos para que crean en ti; yaque nadie viene a mí, sino aquél a quien tú hayas atraído. ¿Quién anunciará, pues, tu misericordia en el sepulcro; es decir, al alma muerta, cuya muerte está encerrada bajo el peso del cuerpo? ¿Y quién anunciará tu verdad en la perdición; o sea, en una muerte tal, en la que la víctima es incapaz de creer y de percibir ninguna de estas cosas? ¿Y por ventura, pues, se conocerán tus maravillas en las tinieblas de esta muerte, es decir, en el hombre que, olvidándose de ti, ha perdido la luz de la vida?
13. [v.14]. Aquí se presentaría otra cuestión: ¿Qué se hace con estos muertos? ¿Qué hará Dios de ellos, en beneficio del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia? Por ellos se manifiesta la gracia de Dios con los predestinados, que fueron llamados, según el designio divino. De aquí que el mismo cuerpo dice en otro salmo: Tu misericordia, Dios mío, se me adelantará. Mi Dios se me dará a conocer en mis enemigos47. Y también en este salmo prosigue diciendo: Y yo también a ti, Señor, levanté mi voz. En estas palabras hemos de entender que Cristo Jesús habla con la voz de su cuerpo, de la Iglesia. ¿Y qué sentido tiene y yo también, sino que también nosotros fuimos en otro tiempo, por naturaleza, hijos de la ira, como los demás?48 Pero yo he gritado a ti para conseguir la salvación. Porque ¿quién me distingue de los demás hijos de la ira, cuando oigo al Apóstol increpar terriblemente a los ingratos, y decirles: ¿En qué te distingues?¿qué tienes, que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?49 Del Señor viene la salvación. El gigante, aun con toda su grandiosa fortaleza, no se salvará50; sin embargo, como está escrito: El que invoque el nombre de Dios, será salvo. Pero ¿cómo invocarán a aquél en quien no han creído? ¿Y cómo creerán a quien no han oído hablar? ¿Y cómo oirán, si nadie les predica? ¿Y cómo predicarán, si no les son enviados? Como dice la Escritura:¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian el bien!51 Estos son los médicos que curan al herido por los ladrones; pero el Señor fue quien lo llevó a la posada52, porque ellos sólo son obreros en el campo del Señor, y nada es el que planta ni el que riega, sino que Dios es quien da el crecimiento. Por eso también yo clamé, es decir, invoqué al Señor para salvarme. ¿Y cómo podría invocar, si no creyera? ¿Y cómo creer en él sin haber de él oído? Pero para que creyese lo que había oído, él me impulsó; porque no me reanimó de la muerte del corazón en lo secreto cualquier médico, sino el mismo Dios. Muchos han oído, porque la voz de ellos se ha difundido por toda la tierra, y hasta los confines del orbe su lenguaje53. Pero la fe no es de todos54, y Dios conoce quiénes son suyos55. Y por eso no habría podido creer, si no se me hubiera adelantado la misericordia de Dios. Pero como él resucita a los muertos, y llama a lo que no existe como si existiera, llamándome a mí en lo secreto, reanimándome y atrayéndome, me sacó de las tinieblas y me condujo a la luz de la fe. Por eso continúa: Y de madrugada mi oración llegará a ti. En la mañana, cuando ya haya pasado la noche de la incredulidad y las tinieblas. Para que esa luz de la mañana llegara a mí, sin duda que tu misericordia se me ha adelantado. Pero como todavía falta aquella clarificación, en la que saldrá a luz lo oculto de las tinieblas, y por la que se manifestarán los pensamientos del corazón, y recibirá cada uno de ti la alabanza56; ahora, mientras estamos en esta vida, en este destierro, con esta luz de la fe, la cual es ya día en comparación con las tinieblas de los infieles, pero si la comparamos con el día en que veremos a Dios cara a cara, es todavía noche, y, no obstante, mi oración te llegará temprano a ti.
14. [v.15]. Pero, para que esta oración sea fervorosa y prolongada, lo cual, según creo, no puede explicarse suficientemente con palabras cuánto bien nos hace, se difieren los bienes eternos, y se aumentan los males temporales. Por eso continúa: ¿Por qué, Señor, has rechazado mi oración? Esto se dijo también en aquellas palabras: ¡Dios, Dios mío, mírame! ¿Por qué me has abandonado?57 En estas palabras se expresa el deseo de querer conocer, no el de inculpar a la Sabiduría de Dios, como si se hubiera hecho esto sin causa. Y lo mismo se expresa aquí, cuando dice en este salmo que comentamos: ¿Por qué, Señor, has rechazado mi oración? Si examinamos atentamente el motivo de esta aparente repulsa, lo encontramos expresado anteriormente, pues la oración de los santos fue como rechazada por la adversidad de las tribulaciones y la lejanía de la eterna felicidad; pero esto sucede para que, como fuego avivado por el soplo, se inflame con mayor vigor.
15. [vv.15-19]. Se hace luego también una breve alusión a los sufrimientos del cuerpo de Cristo. Porque no ha sufrido sólo la Cabeza cuando se le dijo a Saulo: ¿Por qué me persigues?58 Además, él mismo, ya siendo Pablo, como miembro elegido de dicho cuerpo, dice: Para que supla yo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo59. Así pues, ¿Por qué, Señor, rechazaste mi oración, y me escondes tu rostro? Yo soy pobre, y estoy en medio de sufrimientos desde mi juventud. Después de ser exaltado, he sido humillado y confundido. Sobre mí pasaron tus iras, y tus espantos me han consumido. Me rodearon como agua todo el día. Me cercaron todos a una. Alejaste de mí al amigo, y mis conocidos están lejos de mi desgracia. Todo esto sucedió y sucede a los miembros del cuerpo de Cristo. Dios aparta su rostro de los que oran, y no escucha lo que desean; y esto sucede cuando ellos ignoran que no les conviene lo que piden. Y la Iglesia es pobre, porque en su destierro tiene hambre y sed de lo que será saciada en la patria. Y está, desde su juventud, rodeada de sufrimientos. Así lo dice en otro salmo el mismo cuerpo de Cristo: Con frecuencia me han hecho la guerra desde mi juventud60. Y si algunos de sus miembros también son exaltados en este mundo, es para que sea mayor su humildad. Y sobre este mismo cuerpo, es decir, sobre la unidad de los santos y de los fieles, cuya cabeza es Cristo, pasan las iras de Dios; pero no se quedan allí, ya que se no se dijo de los fieles, sino de los infieles: La ira de Dios permanece sobre él61. También las amenazas de Dios conturban la flaqueza de los fieles; porque todo lo que pueda suceder, aunque no suceda, es prudente el temerlo. Y a veces estas amenazas convulsionan de tal manera el ánimo del que piensa estar rodeado de males, hasta parecerle que es como agua que lo inunda por todas partes amenazándole. Y como no le faltan estas calamidades a la Iglesia que peregrina por este mundo, sufriendo unos miembros u otros en todo tiempo, por eso dijo, todo el día, queriendo significar la duración de este mundo hasta su final. En cuanto a los amigos y conocidos, cuando se hallan en peligro en este mundo, con frecuencia abandonan a los santos, sobre lo cual dice el Apóstol: Todos me han abandonado. Que no se les tome en cuenta62. Pero ¿por qué sucedió todo esto, sino para que la oración de este santo Cuerpo llegue a Dios de madrugada, es decir, después de la noche de la infidelidad, o sea, en la luz de la fe, hasta que llegue aquella salvación que ya hemos conseguido, aún no en realidad, pero en la que, en esperanza, ya hemos sido salvados, y la que confiadamente esperamos con paciencia?63 Entonces Dios no rechazará nuestra oración, porque allí no habrá nada que pedir, sino sólo recibir lo que anteriormente hemos pedido correctamente. Entonces no apartará su rostro de nosotros, porque lo veremos tal cual es64. No seremos pobres, porque nuestra riqueza será el mismo Dios, que lo será todo en todos65. Ni sufriremos, porque no nos quedará debilidad alguna. Los exaltados no seremos humillados ni perturbados, porque allí no habrá contrariedad alguna. No pasará sobre nosotros la ira de Dios, porque permaneceremos en su benignidad perpetuamente. Sus terrores tampoco nos asustarán más, porque sus promesas, ya cumplidas, nos harán felices. No se alejará de nosotros por temor ni el amigo ni el conocido, allí donde no habrá enemigo alguno que temer.