SALMO 83

Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero, OSA

Hipona. Entre los años 414 y 415

1. [v.1]. Este salmo lleva por título: Sobre los lagares. Y como ha podido advertir vuestra Caridad, junto conmigo (porque me di cuenta de que poníais mucha atención), en el texto no se hace mención alguna ni de la prensa, ni del tamiz, ni del pilón, ni de los envases, ni del edificio del lagar. Nada en absoluto hemos oído hablar en él de tales cosas. Así que de aquí surge una gran cuestión: ¿Qué quiere, pues, decir este título: Sobre los lagares? Cierto que si, después del título hubiera aludido alguna de las cosas que acabo de mencionar, la gente carnal podría creer que el profeta quiso hacer un canto a los lagares tal como suenan. Pero como le puso este título: Sobre los lagares, y no se habla de ellos, tan conocidos por nosotros, en ningún versículo del salmo, no hay duda de que aquí son otros los lagares que el Espíritu de Dios quiere que investiguemos y entendamos. Recordemos, pues, qué se hace en estos lagares materiales, y veamos después si se hace algo parecido espiritualmente en la Iglesia. La uva, lo sabemos, pende de las vides, y la aceituna de los olivos. Para estos dos frutos suelen emplearse los lagares. Mientras penden como frutos, gozan, digamos, libremente del aire, y ni la uva es vino, ni la oliva aceite antes de ser prensados. Así les sucede a los hombres a los que Dios predestinó desde la eternidad a ser imágenes de su Hijo unigénito1, el cual, como un gran racimo de uvas fue exprimido sobre todo en su pasión. De igual modo los hombres, antes de consagrarse al servicio de Dios, parecen gozar en el mundo de una deliciosa libertad, algo así como la aceituna y la uva que penden del olivo y de la vid. Pero veamos lo que dice la Escritura: Hijo, si te acercas al servicio de Dios, permanece en la justicia y en el temor, y prepara tu alma para la prueba2. Si uno se decide a servir a Dios, sepa que ha entrado en el lagar; será, pues, atribulado, quebrado y exprimido; no para perecer en este mundo, sino para que, hecho líquido, fluya a las bodegas de Dios. Se despoja de las envolturas y de los deseos carnales como del orujo; esto le acontece por las inclinaciones mundanas, como dice el Apóstol: Despojaos del hombre viejo y revestíos del nuevo3. Esto no se logra por completo, sino por las tribulaciones; y por eso a las iglesias de Dios, en el tiempo actual, se las llama lagares.

2. Pero ¿quiénes nos hallamos situados en los lagares? Los hijos de Coré. Así se añade: sobre los lagares, para los hijos de Coré. Por lo que pudieron aclararnos los que, conociendo la lengua hebrea por un ministerio que les concedió el Señor, lo pudieron traducir: y los hijos de Coré significan ?los hijos del Calvo?; y yo no excluyo que en esto se halle contenido un gran misterio, y que junto con vosotros, con la ayuda de Dios, podamos descubrirlo. No ha de ser vilipendiada la calvicie, como por hijos pestilentes, no suceda que al mofarse alguno de ella, sea devorado por los demonios. Me refiero a Eliseo, cuando iba caminando, y unos mozalbetes comenzaron a gritar detrás de él: ¡Calvo, calvo! Y él, en atención al cumplimiento de un misterio, se dirigió al Señor, y le pidió que unos osos salieran de la selva y los devorasen4. Con esto quedó truncada su infancia, al tener que salir de la vida de este mundo: murieron niños los que en otras circunstancias deberían morir ancianos. Sin embargo con esto se les infundió a los hombres el terror del misterio. Eliseo representaba entonces a uno del que somos hijos, del hijo de Coré, es decir, de nuestro Señor Jesucristo. Ya descubre vuestra Caridad porqué un calvo personificaba a Cristo. Basta recordar por el Evangelio que Cristo fue crucificado en un lugar llamado el Calvario5. Y bien sea que por hijos de Coré se entienda ?los hijos del Calvo?, como ya dijimos, siguiendo a los antiguos traductores, o bien se explique de otra manera, que a nosotros no nos convence, lo cierto es que aquí hay un misterio escondido. Los hijos de Coré son los hijos de Cristo, ya que el esposo los llama sus hijos cuando dice: No pueden ayunar los hijos del esposo mientras esté el esposo con ellos6. Luego estos lagares pertenecen a los cristianos.

3. Cuando estamos oprimidos por sufrimientos, por angustias y un sinnúmero de tentaciones, la finalidad de nuestra opresión es que, dejando a un lado nuestro afecto que nos arrastraba a las cosas mundanas, profanas, pasajeras y caducas, comencemos a buscar aquel descanso que no es de esta vida ni se halla en esta tierra, haciéndose así el Señor, como está escrito, el refugio del pobre7. ¿Qué quiere decir del pobre? De aquel que le falta apoyo, que está abandonado, sin recursos, sin nada de lo que podría presumir en esta tierra. A estos pobres es a los que Dios se acerca. Porque los hombres, aunque abunden en riquezas en esta tierra, están metidos en lo que dice el Apóstol a Timoteo: Ordena a los ricos de este mundo que no se ensoberbezcan, ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas8. Por eso, considerando cuán inseguro es aquello de lo que se gozaban antes de acercarse al servicio de Dios, es decir, antes de entrar en el lagar, ven cómo de las riquezas mismas les vienen torturantes preocupaciones sobre cómo administrarlas, cómo asegurarlas, y si se dejasen llevar un tanto por la codicia, apegando su corazón a ellas, les producen más temores que ventajas. Pues ¿qué hay más incierto que lo voluble? Con razón se acuña redonda la moneda, porque no es estable. Y de ahí que estos tales, aunque posean algo, son pobres. Y los que nada de todo esto tienen, pero están deseando tenerlo, deben ser contados entre los ricos reprobados en el Evangelio. Porque Dios no mira tus posesiones, sino tu voluntad. Y entonces, los pobres, faltos de riquezas mundanas, aunque estén rodeados de ellas, comprenden cuán inciertas son, y al no poseer nada de este mundo que les deleite, y que les aprisione, y estando rodeados de angustias y tentaciones, como puestos en un lagar, dejan correr el vino, dejan correr el aceite. ¿Qué son este vino y este aceite, sino los buenos deseos? Sólo Dios es lo que desean. La tierra ya no la aman; aman al que hizo el cielo y la tierra. Lo aman, sí, pero todavía no están con él. Su deseo se prolonga para que crezca, y crece para conseguirlo. A quien suspira por Dios, no le va él a conceder cualquier cosa; ni le dejará disfrutar poco a quien se capacitó para un bien tan grande: Dios no dará algo de lo que él hizo: se dará a sí mismo, que hizo todas las cosas. Prepárate, ejercítate para conseguir a Dios; y al que por siempre vas a poseer, deséalo durante largo tiempo. En el pueblo de Israel eran reprobados los que tenían prisa. Incesantemente se reprende en la Escritura este deseo de los apresurados. ¿Quiénes son éstos? Los convertidos a Dios que, al no encontrar aquí el descanso que soñaban, y el gozo que se prometían, por el camino sufrían desmayos y desánimos, al ver que todavía les quedaba un largo trecho por recorrer, hasta que este mundo o esta vida terminen, y en esta espera buscan otro descanso, que si lo hallan es falso; miran atrás y desisten de su propósito, sin poner atención al terror con que se dijo: Acordaos de la mujer de Lot9. ¿Por qué se convirtió en estatua de sal10, sino para sazonar a los hombres y así tengan sabor? Porque su mal ejemplo a ti te ha hecho un bien, si estás precavido. Acordaos, dice, de la mujer de Lot; ella miró atrás, de donde había sido librada de los sodomitas, y allí se quedó, donde miró. Quedando allí, había de sazonar a los transeúntes que pasaran cerca. Nosotros, una vez librados de la antigua Sodoma, no miremos atrás; pues esto es estar con prisas, no esperar a las promesas de Dios, porque se ven lejanas; es mirar a lo que está cerca, de lo que ya has sido liberado. ¿Qué dice el apóstol Pedro de estos tales: Les sucede cumplir lo que dice el proverbio: el perro se volvió a su vómito11. Es que el remordimiento de los pecados le oprimía el pecho. Y al recibir el perdón, vomitaste y se aligeró tu pecho. Tu mala conciencia, de mala se hizo buena. ¿Por qué volver a aquello de lo que ya has sido liberado? Si lo hace el perro te da repugnancia. Y tú ¿qué le causarás a los ojos de Dios?

4. Pero si cada uno, queridos hermanos, desde el lugar al que ha llegado progresando en su camino, como de ello le había hecho promesa a Dios, se pone a mirar hacia atrás, lo abandona de nuevo. Por ejemplo, alguien resolvió vivir la castidad conyugal (y esto para él es el comienzo de una vida de justicia), apartándose de la fornicación y de toda ilícita inmundicia; pero si se vuelve de nuevo a la fornicación, ahí miró hacia atrás. Otro puede ser que reciba un don mayor de Dios, y promete algo más: determina ser célibe, con la certeza de que nadie lo habría censurado si hubiera tomado esposa; pero después de haber hecho el voto, se casó, haciendo lo mismo que el que no lo había prometido: el que no lo prometió, no merece condena, pero él sí. ¿Por qué? Porque miró para atrás. Éste ya estaba delante, el otro, en cambio aún no había llegado. Por lo mismo, si una joven virgen se casa, no comete pecado12. Pero si una monja, que es consagrada a Dios, se casa, comete adulterio contra su esposo Cristo. Miró atrás desde el lugar adonde había llegado. Así acontece a quienes, renunciando a toda esperanza mundana, y a toda actividad terrena, deciden libremente formar parte de la sociedad de los santos, en aquella vida comunitaria en la que nadie llama propia a ninguna cosa, sino que entre ellos todo es común, y tienen una sola alma y un solo corazón orientados hacia Dios13. Si uno quiere salirse de esa comunidad, no se le considera como al que no ha entrado: porque éste no se había consagrado; en cambio el otro miró para atrás. Por tanto, carísimos, según la posibilidad de cada uno, haced votos al Señor vuestro Dios, y cumplidlos, como nos dice otro salmo14; que nadie mire hacia atrás, nadie ponga su corazón en su antigua conducta, nadie se desvíe de lo que tiene delante, para volverse a lo de atrás. Siga corriendo hasta la meta; y no corremos con los pies, corremos con el deseo. Que nadie en esta vida, se diga a sí mismo que ya ha llegado. ¿Quién puede ser tan perfecto como pablo? Y, con todo, dice él: Yo, hermanos, no creo haberlo conseguido. Pero una cosa hago: olvido lo que dejé atrás, y me lanzo a lo que está por delante, corriendo hacia el premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús15. Ya ves cómo Pablo sigue corriendo; ¿y tú crees haber llegado ya?

5. [v.2]. Si, pues, sientes las molestias de este mundo, incluso cuando eres feliz, has entendido que estás en el lagar. ¿Creéis, hermanos míos, que hemos de temer el infortunio de este mundo, y no su felicidad? Más aún, digo que ninguna infelicidad abate a quien ninguna felicidad corrompe. Entonces, ¡cómo habrá que precaverse de la felicidad que corrompe, para que no te seduzca con halagos!... No te apoyes en báculo de caña, porque está escrito que algunos se apoyan en báculo de caña. Non hagas caso16. Es frágil el báculo en que te apoyas; se romperá y te matará. Si este mundo te sonríe con la felicidad, cuéntate entre los que se hallan en aprietos, y di: Me encontré con la tribulación y el dolor, y he invocado el nombre del Señor17. Si dijo: me encontré, es porque una tribulación algo escondida; hay tribulaciones que están ocultas en este mundo para algunos que piensan que todo les va bien, mientras van caminando lejos del Señor. Mientras nos encontramos en el cuerpo, dice Pablo, nos encontramos desterrados, lejos del Señor18. Si, como hombre, te encontrases alejado de tu padre, te sientes desgraciado, siendo un extranjero para Dios, ¿te sentirás feliz? Sí, hay algunos que se sienten bien. Pero hay quienes, aun rodeados de toda clase de riquezas y placeres, por más que todos se les brinden a su antojo, y nada molesto les salga al encuentro, ni les atemorice ninguna adversidad, con una mirada muy perspicaz, mientras se hallan desterrados del Señor, se encontraron con la tribulación y el dolor, e invocaron el nombre del Señor. Uno de ellos es el que canta en este salmo. ¿Y quién es? El cuerpo de Cristo. ¿Quién es éste? Vosotros, si queréis; todos nosotros, si queremos; todos somos hijos de Coré, y todos somos un solo hombre, porque uno solo es el cuerpo de Cristo. ¿Cómo no ha de ser un solo hombre, si tiene una sola cabeza? Cristo es la cabeza de todos nosotros: el cuerpo de esa cabeza somos nosotros. Y todos en esta vida nos hallamos en los lagares. Si hemos entendido bien, hemos ya entrado en los lagares. De ahí que encontrándonos en la presión de las tentaciones, prorrumpamos en esta exclamación, emitiendo nuestro deseo con el salmo: ¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos! Se encontraba bajo algunas tiendas, es decir, en los lagares; pero deseaba otras, donde no hubiera presión alguna: desde aquéllas suspiraba por éstas; desde las primeras, por el canal del deseo, en cierto modo se deslizaba hasta éstas.

6. [v.3]. ¿Y cómo continúa? Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor. No bastaría con decir: Se consume y anhela; pero se consume anhelando ¿qué? Los atrios del Señor. Se consume la uva prensada; pero ¿hacia dónde va prensada? Se hace vino y va a la cuba, y al reposo de la bodega, para ser conservada en gran quietud. Aquí se desea, allí se consigue; aquí se suspira, allí se goza; aquí se suplica, allí se alaba; aquí se gime, allí se da libre curso a la alegría. Que nadie rechace como molestas las cosas que he dicho de aquí; que nadie las desprecie como si se negase a tolerarlas. Hay que estar alerta, no sea que la uva, que tiene miedo al lagar, sea comida por los pájaros o por las bestias del campo. Parece hallarse muy triste cuando dice: Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor; no tiene lo que desea; pero ¿estará, tal vez, sin alegría? ¿Qué alegría? Aquella que dice el Apóstol: Alegres en la esperanza. Allí se gozará ya en la realidad; ahora todavía en esperanza. Por eso, los que se alegran en esperanza, porque están seguros de que lo han de recibir, toleran en el lagar todas las presiones. Por eso el mismo Apóstol, después de haber dicho: Alegres en la esperanza, como si se dirigiera a los que ya están en el lagar, añade enseguida: Pacientes en la tribulación. Pacientes, dice, en la tribulación; ¿y qué mas? Perseverantes en la oración19. ¿Por qué perseverantes? Porque sufriréis demoras. Oráis, y tardará en llegar (lo que pedís); tolerad el retraso: sea tolerado lo que se demora, porque cuando llegue, no se os arrebatará.

7. [vv.3-4]. Has oído el gemido en el lagar: Mi alma desfallece anhelando los atrios del Señor. Escucha ahora cómo se mantiene firme alegre en la esperanza: Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. Se han regocijado aquí en lo de allá. ¿De dónde le viene la alegría, sino de la esperanza? ¿Y adónde se dirige ese regocijo? Al Dios vivo. ¿Qué es lo que en ti se regocija? Mi corazón y mi carne. ¿De dónde viene ese regocijo? Porque hasta el gorrión, dice el salmo, ha encontrado una casa, y la tórtola un nido, donde colocar sus polluelos. ¿Qué significa esto? Había mencionado dos cosas, y ahora retorna a ellas con la semejanza de dos aves: dijo que retozaban su corazón y su carne, y ahora las simboliza en el gorrión y en la tórtola: el corazón como el gorrión, y la carne como la tórtola. Encontró el gorrión casa para él; encontró también mi corazón casa para sí. Usará sus alas volando por las virtudes de este tiempo, en la fe, la esperanza y la caridad, con las que vuele hacia su casa; y cuando llegue permanecerá para siempre, y ya no se oirá más allí el canto lastimero que aquí se oye, del que se dice en otro salmo: Como pájaro sin pareja en el tejado20. Desde el tejado vuela a su casa. Y estando sobre el tejado, que pisotee la casa carnal; tendrá un lugar en el cielo, una morada eterna; y este pájaro pondrá fin a sus cantos lastimeros. Pero a la tórtola, o sea, a la carne, le puso unos polluelos: La tórtola ha encontrado un nido donde colocar sus polluelos. El pájaro tiene casa, la tórtola un nido, y un nido donde colocará sus polluelos. La casa se elige como morada eterna, el nido se forma para un tiempo. Con el corazón pensamos en Dios, como pájaro que volando a su casa; con la carne realizamos obras buenas. Ya veis cuántas obras buenas realizan los cuerpos de los santos; es gracias al cuerpo de carne como realizamos las obras que se nos han mandado hacer, con las cuales nos ayudamos mutuamente en esta vida. Como nos dice Isaías: Parte tu pan con el hambriento, y al necesitado y sin techo hospédalo en tu casa; si ves a alguien desnudo, vístelo21... y otras cosas parecidas, que se nos han ordenado, no las hacemos sino por medio de la carne. Y así el pájaro aquel que piensa en su casa, no se aparta de la tórtola que anda buscando para sí un nido donde colocar sus polluelos; no los abandona en cualquier sitio, sino que ha encontrado un nido para sí, donde colocarlos. Estoy diciendo, hermanos, lo que ya conocéis: ¿Cuántos fuera de la Iglesia se les ve que hacen buenas obras? ¿Cuántos, incluso paganos, alimentan al hambriento, visten al desnudo, acogen a algún huésped, visitan a un enfermo, consuelan al encarcelado? ¡Cuántos hay que hacen estas cosas! Se parecen a la tórtola poniendo huevos, pero no ha encontrado un nido para sí. ¡Cuántas y cuántas cosas realizan los herejes fuera de la Iglesia, y no colocan los polluelos en el nido! Serán pisoteados, serán destrozados, no se les cuidará ni se les mantendrá. Simbolizando esta carne que realiza buenas obras, el apóstol Pablo pone una mujer, cuando dice: Adán no fue engañado, fue engañada la mujer. Adán después consintió a la invitación de la mujer; pero a ésta la engañó la serpiente22. Tampoco ahora puede lograr nada una mala incitación, sin que antes dé su impulso la apetencia de la carne; y si le das consentimiento con tu voluntad racional, cayó también el pájaro. Pero si se vencen las apetencias de la carne, entonces los miembros se mantendrán perseverantes en las buenas obras, siendo anuladas las armas de la concupiscencia; y comienza la tórtola a tener pollitos. ¿Qué dice el Apóstol a este respecto? Se salvará por la crianza de los hijos. Y de la mujer viuda y sin hijos, ¿no dice también que si permanece así será más feliz?23 ¿Acaso no se salvará por no haber engendrado hijos? Y una virgen consagrada a Dios, ¿no es de una condición mejor? ¿No se salvará, quizá, por no tener hijos? ¿O es que no pertenece a Dios? La mujer, pues, que se pone como símbolo de la carne, se salvará por la generación de los hijos, es decir, si hace obras buenas. Pero no en cualquier lugar donde, como la tórtola, encuentre un nido para sí, coloque allí sus polluelos; haga las buenas obras en la fe verdadera, en la fe católica, en la asamblea de la unidad de la Iglesia haga el parto de sus buenas obras. Por eso, al hablar el Apóstol de ella, añadió: Se salvará por la procreación de los hijos, si permanece en la fe, en el amor y en la santificación con sobriedad24. Porque perseverando en la fe, la misma fe es el nido de tus polluelos. Y así, por la incapacidad de los polluelos de tu tórtola, se dignó el Señor ofrecerte algo con lo que puedas hacer el nido: se ha revestido con la paja de la carne para poder acercarse a ti. Pon en esta fe tus pollitos; realiza tus buenas obras en este nido. Cuáles sean los nidos, o mejor, cuál es el nido, lo dice a continuación: Tus altares, Señor de los ejércitos. Había dicho: Y la tórtola encontró para sí un nido, donde colocar sus polluelos, como si loe hubieras preguntado: ¿qué nido? Añadió: tus altares, Señor de los ejércitos, rey mío y dios mío. ¿Qué quiere decir rey mío y Dios mío? Tú que me gobiernas, tú que me has creado.

8. [v.5]. Aquí, en este mundo, es donde está el nido; y también aquí estamos como peregrinos, y hay suspiros, y somos triturados y apisonados, por que aquí está el lagar. Pero ¿Qué es lo que se desea? ¿Qué se codicia? ¿Adónde ir? ¿Hacia dónde se encamina nuestro deseo? ¿Hacia dónde nos arrastra? Colocado aquí en la tierra, medita las cosas de la otra vida; encontrándose en medio de tentaciones, de aprietos, dentro de los lagares y de su prensa, suspira por las promesas celestiales, como pensando en lo que allí ha de hacer, deteniéndose ya en los gozos futuros. Dichosos, dice, los que habitan en tu casa. ¿Dichosos porqué? ¿Qué tendrán? ¿Qué harán? Todos los que son dichosos en la tierra algo tienen y algo hacen. ¡Qué feliz es!... ¡Cuántas fincas tiene; qué servidumbre tan numerosa; cuánto oro y cuánta plata! Teniendo todo esto se le llama dichoso y feliz. Pero también se llama dichoso al que llega a ciertos cargos honoríficos: al proconsulado, a la prefectura. Dichoso por el trabajo que realiza. Dichoso, pues, por la abundancia de sus posesiones, o por sus actividades. Pero allá, en la otra vida, ¿cómo serán dichosos? ¿qué poseerán? ¿qué actividades tendrán? Lo que tendrán ya lo dije más arriba: dichosos los que habitan en tu casa. Si tu casa es propia, eres pobre. Si es la de Dios eres rico. En tu casa tendrás miedo a los ladrones; en la casa de Dios él mismo es el muro. Dichosos, pues, los habitan en tu casa. Poseen la Jerusalén celestial sin preocupaciones, sin presiones, sin diferencias ni división de límites: la tienen todos, y es entera de cada uno. ¡Qué inmensas son esas riquezas! El hermano no presiona a su hermano; allí no hay pobreza alguna. ¿Y cuál será su actividad? Puesto que el origen de toda actividad humana es la necesidad. Ya os lo he dicho brevemente, hermanos: repasad mentalmente todas las ocupaciones humanas, y veréis que quien las origina no es sino la necesidad. Hasta incluso las mismas artes famosas, de gran altura, como la elocuencia para la abogacía, y la ciencia que facilita la medicina, estimadas en este mundo como actividades muy honorables y de gran utilidad; elimina a los litigantes: ¿qué problemas resolverá el abogado? Que desaparezcan las heridas y las enfermedades: ¿qué tendrá que curar el médico? Y así todas las obras cotidianas que exige la vida y las realizamos, tienen su origen en la necesidad. Arar, sembrar, volver a plantar, navegar: ¿quién las origina, sino la necesidad y la indigencia? Suprime el hambre, la sed, la desnudez: ¿qué necesidad habrá de todas estas obras? Son éstas, de hecho, las buenas obras que se nos mandan hacer: he citado sólo las obras laudables de todo hombre (omito las obras pésimas y detestables: los delitos, los crímenes, homicidios, latrocinios, los adulterios: éstas ni siquiera las cuento entre las obras humanas). Hablando de las honrosas, diré que sólo se originan por la necesidad, la necesidad que la carne tiene por su debilidad. Son las que, como ya he dicho, se nos ordenan practicar a nosotros: Parte tu pan con el hambriento. Y si nadie tiene hambre, ¿con quién lo partirás? Al pobre y al sin techo hospédalo en tu casa; ¿y a quién vas a hospedar cuando todos vivan en su propia casa paterna? ¿y a qué enfermo irás a visitar allí donde todos gozan de una perfecta salud? ¿qué conflicto tendrás que resolver, allí donde la paz es eterna? ¿y a qué muerto sepultar, donde la vida es para siempre? No habrá, pues, que realizar ninguna de aquellas obras laudables de todos los hombres; ni tampoco tendrás que hacer ninguna de estas otras obras buenas, porque estos polluelos de la tórtola ya habrán volado del nido. ¿Y entonces qué? Ya dijiste cuál será nuestra posesión: Dichosos son los que habitan en tu casa. Di también qué habrá que hacer, porque no veo allí necesidad alguna que me pida obras. Fijaos que lo que yo ahora os hablo y explico es porque me lo impone la necesidad. ¿Existirá allá la necesidad de exponer estas cosas a los ignorantes, y recordarlas a los olvidadizos? ¿O tal vez se recitará el Evangelio en aquella patria, donde se contemplará el mismo Verbo de Dios? Luego, el cantor de este salmo, anhelando y suspirando, prestándonos su voz a nuestros anhelos, nos dice lo que hemos de tener en aquella patria, por la que suspiramos, y dice Dichosos los que habitan en tu casa; y añade en qué nos ocuparemos. Te alabarán por los siglos de los siglos. Esta será nuestra ocupación: un Aleluya sin fin. No vayáis a pensar, hermanos, que aquello como que se convertirá en un hastío: de hecho, aquí en la tierra, si repetimos esto demasiado, al final no lo aguantáis: la necesidad os aparta de aquel gozo divino; además, lo que no se ve no origina un gozo completo. Ahora bien, si esto mismo, en nuestros aprietos, y con la debilidad de la carne, alabamos con tanto entusiasmo lo que creemos, ¿cómo hemos de alabarlo cuando lo veamos? Cuando la muerte haya sido consumida por la victoria, cuando esto mortal se haya vestido de inmortalidad, y esto corruptible de incorrupción25, nadie dirá: ¡qué largo tiempo he estado de pie! Ni dirá tampoco nadie: ¡cuánto tiempo ha durado este ayuno; qué larga ha sido esta vigilia! Allí habrá una total estabilidad, y la inmortalidad misma de que disfrutará nuestro cuerpo, estará sumida en la contemplación de Dios. Y si la palabra que yo ahora os brindo mantiene por tanto tiempo atenta la fragilidad de nuestra carne, ¿qué no logrará hacer en nosotros aquella felicidad? ¿Cómo nos transformará? Porque seremos semejantes a él, ya que lo veremos tal cual es26. Y siendo semejantes a él, ¿cómo vamos a desfallecer? ¿hacia dónde nos desviaremos? Estemos, pues seguros, hermanos; no llegaremos a la saciedad en la alabanza de Dios, ni en el amor de Dios. Si flaqueas en el amor, flaqueas en la alabanza; pero si el amor ha de ser eterno, porque aquella hermosura será insaciable, no tengas miedo de que no vas a poder estar siempre alabando a quien siempre puedes amar. Por tanto: Dichosos los que habitan en tu casa: te alabarán por los siglos de los siglos. Suspiremos por esta vida.

9. [v.6]. Pero ¿cómo llegaremos allá? Dichoso el hombre que recibe de ti su fuerza, Señor. Ha comprendido el salmista dónde se encontraba, y que por la fragilidad de su propia carneno podía volar hasta aquella felicidad; se puso a considerar los pesos que le impedían, como se dice en otro lugar: El cuerpo corruptible oprime el alma, y la tienda terrenal abruma la mente, que piensa en muchas cosas27. El espíritu tiende hacia lo alto, y el peso de la carne empuja hacia abajo. Entre estos dos impulsos, de elevación y de hundimiento, hay una cierta lucha, y esta lucha pertenece al apisonamiento del lagar. Escucha esta lucha lagareña de boca del Apóstol, que también él fue triturado, fue prensado: Me complazco, dice, en la ley de Dios, según el hombre interior; pero veo otra ley en mis miembros que rechaza la ley de mi mente, y me esclaviza en la ley del pecado que hay en mis miembros. Gran lucha esta, y gran desazón por evitarla, si no viniera el auxilio de inmediato, como dice: ¡Pobre de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? La gracia de Dios por obra de Jesucristo nuestro Señor28. Vemos, pues, que también aquí el autor de este salmo ha visto aquellos gozos de la otra vida, y los meditaba en su interior: ¡dichosos los que habitan en tu casa, Señor! Te alabarán por los siglos de los siglos. Pero ¿quién subirá hasta allá? ¿Qué haré con el peso de mi carne? Dichosos los que habitan en tu casa, Señor; por los siglos de los siglos te alabarán. Me complazco, sí, en la ley de Dios según el hombre interior. Pero ¿qué hacer? ¿cómo volar? ¿cómo llegar allá? Descubro otra ley en mis miembros que rechaza la ley de mi razón. Se confiesa infeliz, y dice: ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? para que pueda habitar en la casa del Señor, y alabarlo por los siglos de los siglos. ¿Quién me librará? La gracia de Dios, por obra de Jesucristo nuestro Señor. Así es como en las palabras del Apóstol, que en medio de aquella dificultad, y como de una incurable lucha, le sugiere la mente un remedio en lo que añade: La gracia de Dios, por obra de Jesucristo, Señor nuestro. Así también aquí, el salmista, al suspirar con ardiente deseo por la casa de Dios, y por sus alabanzas, habiendo considerado el gravamen de su cuerpo y la mole de su carne, tras un momento de desánimo, de nuevo se yergue su esperanza y dice: Dichoso el hombre que es recibido por ti, Señor.

10. [vv.6-7]. ¿Y qué ayuda le presta Dios a quien recibe para conducirlo? Continúa el salmo diciendo: Las elevaciones en su corazón. Le proporciona gradas por donde subir. ¿Y dónde le hace estos peldaños? En el corazón. Cuanto más ames, tanto más subirás. Le puso, dice, ascensiones en su corazón. ¿Quién? El que lo ha recibido. Dichoso, pues, el que es recibido por ti, Señor. Como no puede por sí mismo, debe ser tu gracia quien le ayude a subir. ¿Y qué hace tu gracia? Dispone las subidas en el corazón. ¿Dónde dispone estos ascensos? En el corazón, en el hondo valle del llanto. Mirad aquí el lagar, como valle del llanto. Las piadosas lágrimas de los atribulados son el mosto de los que aman. Les preparó subidas en su corazón. ¿Dónde, pues, las dispuso? En el valle de las lágrimas. Aquí es donde preparóel ascenso, en el valle de lágrimas; porque es aquí donde se llora al sembrar: Al ir, dice, iban llorando esparciendo sus semillas29. Luego que los ascensos en tu corazón estén dirigidos por Dios como obra de su gracia. Elévate amando; por eso se canta el cántico de las gradas. ¿Y dónde te ha colocado estas gradas? En el corazón, en el hondo valle de las lágrimas. Te ha dicho dónde las puso y adónde las ha enfocado. Pero ¿qué es lo que puso? Los ascensos. ¿Dónde? Dentro, en el corazón. ¿En que región, y en qué lugar, diríamos, de residencia? En el hondo valle del llanto. Pero ¿para ascender adónde? Al lugar que él ordenó. ¿Qué significa, hermanos: Al lugar que él ha ordenado? Habría dicho el lugar que ha dispuesto, si se pudiera hablar de él. Ya se te ha dicho: Ha puesto ascensiones en su corazón, en el valle de los llantos. Y le preguntas hacia dónde. ¿Qué te responderá? Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni llegó al corazón del hombre. Se trata de una colina, de un monte, una tierra, un prado, ya que con casi todas estas imágenes se designa aquel lugar. ¿Pero quién explicará cómo que es realmente, no con una imagen (porque ahora vemos como en un espejo, enigmáticamente lo que es ese lugar, y entonces lo veremos cara a cara)30, quién podrá explicarlo? No andes indagando sobre la meta de tu ascensión, sobre el lugar que él ha dispuesto. Dios lo conoce; el que ha dispuesto las ascensiones en tu corazón, sabe adónde conducirte. ¿Qué? ¿Tienes miedo a ascender, no sea que se equivoque el de conduce? Ya ves, tiene dispuesto el ascenso en el hondo valle del llanto: Hacia el lugar que tiene dispuesto. Ahora lloramos. ¿Por qué motivo? Por el lugar donde están puesta nuestras ascensiones. ¿Por qué lloramos, sino por lo que el Apóstol clamaba que era un desventurado, al ver otra ley en sus miembros que rechazaba la ley de su espíritu? ¿Y de dónde nos viene esto a nosotros? Es un castigo del pecado: creíamos nosotros que podíamos ser justos fácilmente, por nuestras propias fuerzas, antes de recibir el precepto de la ley; pero, llegado el precepto, revivió el pecado, y me causó la muerte; así lo dice el Apóstol. De hecho, la ley se dio a los hombres no para salvarlos, sino únicamente para hacerles comprender en qué enfermedad se encontraban postrados. Escucha las palabras del Apóstol: Si se hubiera dado una ley que pudiera dar la vida, entonces la justicia se debería en absoluto a la ley. Pero la Escritura lo encerró todo bajo el pecado, a fin de que la promesa fuera otorgada a los creyentes mediante la fe en Jesucristo31. Después de la ley vendría la gracia, y encontraría al hombre no sólo postrado en tierra, sino confesando ya y diciendo: ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Y así oportunamente llegaría el médico al valle del llanto y le dijo: Qué bien que has reconocido tu caída; escúchame, que quiero levantarte, tú que me despreciaste hasta caer en tierra. Se dio, pues la ley para convencer al enfermo de su enfermedad, ya que se creía sano; es decir, fue para poner en evidencia los pecados, no para borrarlos. Puesto en relieve el pecado por la ley promulgada, el pecado se acrecentó, porque también se pecó contra la ley, como dice S. Pablo: El pecado, aprovechando la ocasión, por las prescripciones de la ley obró en mí toda clase de concupiscencias32. ¿Qué quiere decir: aprovechando la ocasión por las prescripciones de la ley? Que recibido el mandamiento de la ley, los hombres pretendieron obrar como si todo dependiera de sus propias fuerzas. Pero vencidos por la concupiscencia, se convirtieron en reos por la transgresión del mismo mandato de la ley. ¿Y qué dice el Apóstol? Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia33; es decir, si se agravó la enfermedad, se aplicó una más eficaz medicina. Y digo yo, hermanos, aquellos cinco pórticos de Salomón, que rodeaban la piscina, y en los cuales yacían los enfermos, ¿curaban, acaso, ellos, a los enfermos? Yacían, dice, en los cinco pórticos los enfermos34; así lo hemos leído en el Evangelio. Esos cinco pórticos representan los cinco libros de la ley de Moisés. A los enfermos los llevaban de sus casas para recostarlos en los pórticos. Lo mismo hacía la ley: mostraba a los enfermos, no los curaba; pero por la bendición de Dios se removía el agua, como si descendiera un ángel; al ver el agua removida, el primero que podía sumergirse en la piscina, quedaba curado. Aquella agua, rodeada de cinco pórticos, era el pueblo judío, cercado por la ley. El Señor, con su presencia, removió a aquel pueblo hasta el punto de ser él matado. Porque si el Señor no hubiera descendido del cielo y removido al pueblo judío, ¿acaso lo habrían crucificado? Por tanto, la agitación del agua significaba la pasión del Señor, que tuvo lugar después de la agitación del pueblo judío. En esta pasión pone su confianza el enfermo, y sumergiéndose en ella, como en el agua removida, queda curado. El que no se curaba por la ley, es decir, en los pórticos, ahora queda sanado por la gracia, mediante la fe en la pasión de nuestro Señor Jesucristo. Y se curaba uno solo haciendo referencia a la unidad. Y con relación a esto, ¿qué dice el salmo? Preparó una subida en su corazón, en el hondo valle de lágrimas, hacia el lugar que él dispuso. Allá, en aquel lugar, sí que nos alegraremos.

11. [v.8]. ¿Por qué en el hondo valle del llanto? ¿Y de qué valle de lágrimas iremos hacia aquel lugar de alegría? Así dice: Porque el que dio la ley, dará también la bendición. Nos afligió con la ley, nos oprimió con la ley, nos hizo experimentar el lagar; sufrimos la angustia, hemos conocido la tribulación de nuestra carne, hemos prorrumpido en gemidos, al ver que el pecado se rebela contra nuestra razón, y hemos clamado: ¡Oh miserable de mí!; bajo la ley hemos gemido; ¿Qué nos resta, sino que el mismo que nos dio la ley nos dé también la bendición? Después de la ley vendrá la gracia; ella es la bendición. ¿Y qué beneficios nos ha traído esta gracia y bendición? Irán de las virtudes a la virtud. De hecho, en esta vida por la gracia se nos dan muchas virtudes: A uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro palabra de ciencia, según el mismo Espíritu; a otro la fe; a otro el don de curaciones; a otro la diversidad de lenguas; a otro el don de interpretarlas; a otro el don de profecía35. Muchas son las virtudes, pero todas necesarias en esta vida; y de estas virtudes nos vamos a la virtud por excelencia. ¿Cuál es esta virtud? Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Él es quien concede las diversas virtudes en este mundo, y el que en lugar de tantas virtudes, necesarias y útiles mientras estemos en el valle de lágrimas, nos dará la única virtud: él mismo. Son cuatro las virtudes que regulan nuestra vida: lo dicen muchos autores, y también está en la Escritura. Prudencia se llama aquella por la que distinguimos el bien del mal. Justicia aquella por la que damos a cada uno lo suyo, sin quedar en deuda con nadie, sino amando a todos36; llamamos templanza a aquella por la que ponemos freno a nuestros vicios; y fortaleza la virtud por la que soportamos todas las adversidades. Estas son las virtudes que ahora, en el valle de lágrimas se nos dan por la gracia de Dios. Y desde estas virtudes, nos vamos hacia la virtud por excelencia. ¿Y en qué consistirá esa virtud, sino en la sola contemplación de Dios? Allí no será necesaria la prudencia, ya que no habrá mal alguno que evitar. Y de las demás ¿qué pensamos, hermanos? Tampoco hará falta la justicia como la de aquí abajo, ya que no habrá ninguna necesidad que remediar. Ni se necesitará la templanza, ya que no tendremos apetitos desordenados que refrenar; la fortaleza tampoco será necesaria, como aquí, ya que no tendremos males que soportar. Luego de estas virtudes y actividades, pasaremos a la única virtud de aquella contemplación, por la que veremos a Dios, según está escrito: Por la mañana me pondré ante ti y estaré contemplando37. Fíjate cómo de estas virtudes activas, pasaremos a aquella contemplación. Así continúa el texto: Irán de las virtudes a la virtud; ¿a qué virtud? La contemplación. ¿Qué es la contemplación? Aparecerá el Dios de los dioses en Sión. El Dios de los dioses es Cristo para los cristianos. ¿En qué sentido el Dios de los dioses es Cristo para los cristianos? Sí; dice un salmo: Yo he dicho: vosotros sois dioses e hijos del Altísimo todos38. Aquel en quien hemos creído, el bello esposo, que para remedio de nuestra deformidad, apareció aquí deforme, porque le vimos, dice Isaías, y no tenía aspecto ni atractivo alguno39, él nos dio el poder llegar a ser hijos de Dios, como nos dice san Juan en su evangelio40. Pero cuando desaparezca toda la condición de mortalidad, aparecerá a los limpios de corazón como Dios junto a Dios, la Palabra junto a Dios, por la cual fueron creadas todas las cosas; en efecto, dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios41. El Dios de los dioses aparecerá en Sión.

12. [v.9]. Del pensamiento de aquellos gozos, vuelve de nuevo el salmista a sus suspiros. Ve en esperanza adónde habría llegado, y dónde se halla en realidad. Aparecerá, en ese tiempo, el Dios de los dioses en Sión. Él será la fuente de nuestro gozo; a él lo estaremos alabando por los siglos de los siglos. Pero ahora es todavía el tiempo de la oración, el tiempo de la súplica. Y si también hay algún gozo, nos viene sólo de la esperanza. Somos peregrinos, nos hallamos todavía en el valle del llanto. Por eso, volviendo al gemido, propio de este lugar, dice: ¡Señor Dios de los ejércitos, escucha mi súplica! Inclina tu oído, Dios de Jacob, tú que a Jacob lo cambiaste en Israel. Así fue, Dios se le apareció, y desde entonces se le llamó Israel42, ?el que ve a Dios?. Escúchame, pues, Dios de Jacob, y haz de mí un Israel. ¿Cuándo llegaré a ser Israel? Cuando aparezca el Dios de los dioses en Sión.

13. [v.10]. Míranos, Dios, protector nuestro. A la sombra de tus alas ellos esperarán43. Por eso se dice: Vuélvete hacia nosotros, Dios, protector nuestro, y mira el rostro de tu Cristo. Pero ¿cuándo deja Dios de mirar el rostro de su Cristo? ¿Qué significa, entonces: mira el rostro de tu Cristo? Por el rostro lo reconocemos. ¿Y qué significa, pues: Mira el rostro de tu Cristo? Haz que todos conozcan a tu Cristo. Mira el rostro de tu Cristo: sea conocido por todos tu Cristo, para que podamos pasar de las virtudes a la virtud, y así pueda sobreabundar la gracia, ya que abundó el pecado.

14. [v.11]. Porque vale más un día en tus atrios que otros mil. Estos son los atrios por los que suspiraba, por los que desfallecía. Mi alma suspira y desfallece por los atrios del Señor. Vale más un solo día allí dentro que millares fuera. Por millares de días suspiran los hombres, y quieren vivir largamente en esta vida. ¡Que desprecien estos miles de días, y suspiren por el único día que no tiene ni amanecer ni ocaso, el día único, el día eterno, que no tuvo por delante un ayer, ni le apresura un mañana que viene. Anhelemos nosotros este único día. ¿Qué nos importan a nosotros los millares de días? Nos encaminamos de los millares de días al día único, lo mismo que pasamos de las virtudes a la virtud.

15. He elegido estar abandonado en la casa del Señor, antes que habitar en las tiendas de los pecadores. Encontró el salmista el valle de las lágrimas, ha descubierto la humildad, desde la cual puede ir ascendiendo; sabe que si quisiera enaltecerse, caería, y si se humillase sería enaltecido; eligió estar abajo, para ser elevado. ¡Cuántos fuera de esta tienda del lagar del Señor, es decir, de la Iglesia católica, buscan ser ensalzados, y prefiriendo sus honores personales, renuncian a conocer la verdad! Si tuvieran grabado en su corazón este versículo: He elegido estar abandonado en la casa del Señor, antes que habitar en las tiendas de los pecadores, ¿no despreciarían los honores, y correrían al valle del llanto, y encontrarían la ascensiones espirituales, para desde aquí subir de las virtudes a la virtud, poniendo su esperanza en Cristo, y no en un hombre cualquiera? Voz sabia, voz que alegra, voz digna de escuchar y preferir: He elegido estar postrado en la casa del Señor, antes que habitar en las tiendas de los pecadores. Él eligió estar retraído en la casa del Señor; pero el que llamó a los invitados al banquete, llama a un puesto superior al que eligió el puesto más bajo, y le dice: Sube más arriba44. Sin embargo, su elección personal fue estar únicamente en la casa del Señor, en cualquier lugar, con tal de no estar fuera.

16. [v.12]. ¿Por qué eligió estar postrado en la casa del Señor, antes que habitar en las tiendas de los pecadores? Porque Dios ama la misericordia y la verdad. El Señor ama la misericordia, puesto que primeramente me socorrió; y ama la verdad porque al creyente le da lo que le había prometido. Escucha cómo practicó la misericordia y la verdad en el apóstol Pablo, el Saulo que había sido antes perseguidor. Tenía necesidad de misericordia, y mira cómo dice que le llegó a él: Yo fui anteriormente un blasfemo, un perseguidor y un insolente, pero alcancé misericordia. Quiso Cristo mostrar en mí toda su generosidad con los que habían de creer en él, para obtener la vida eterna45. Y así, habiendo Pablo recibido el perdón de tantos delitos, nadie podría perder la esperanza de que le serían perdonados a él cualquier clase de pecados. Aquí tienes la misericordia. Dios no quiso entonces ejercer la verdad para castigar al pecador. Porque si el pecador fuera castigado, ¿no sería una consecuencia de la verdad? ¿O se atrevería a decir: ?Yo no debo ser castigado?, quien no podía decir: ?Yo no he pecado?? Y si dijese: ?Yo no he pecado?, ¿a quién se lo diría? ¿a quién iba a engañar? No, el Señor le anticipó la misericordia; y después de la misericordia, vino la verdad. Míralo exigiendo ya la verdad. Dice en primer lugar: he obtenido misericordia yo, que había sido antes un blasfemo, un perseguidor y un insolente; pero por la gracia de Dios soy lo que soy46. Más tarde ya, cuando se acercaba su pasión, dice: He competido en noble lucha, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe; ahora me aguarda la corona de la justicia. Aquel que le otorga la misericordia, le reserva la verdad. ¿Cómo se la reserva? La merecida corona que el Señor, justo juez, me entregará en aquel día47. Le había otorgado gratuitamente el perdón; la corona se la entregará. Es dador del perdón, y deudor de la corona. Pero ¿por qué deudor? ¿Es que Dios ha recibido algo en préstamo? ¿A quién le debe Dios algo? No obstante, parece que lo tiene como deudor Pablo, que obtuvo la misericordia, y exige la verdad: Dice: Me retribuirá el Señor en aquel día. ¿Y qué te habrá de retribuir, sino algo que te debe? ¿Y qué te debe a ti; qué le has dado a él? ¿Quién le dio primero, para que él le devuelva?48 El Señor se ha hecho deudor, sí, pero no recibiendo, sino prometiendo. No se le dice: ?Devuélveme lo que recibiste?, sino: ?Dame lo que prometiste?. Me otorgó la misericordia —dice—, parahacerme inocente; porque fui antes un blasfemo y un insolente, pero por su gracia he llegado a ser inocente. Pero el que me anticipó la misericordia, ¿podrá negarme lo que me debe? Él ama la misericordia y la verdad. Él dará la gracia y la gloria. ¿Qué gracia, sino aquella, de la que el mismo Pablo dijo: Por la gracia de Dios soy lo que soy? ¿Y qué gloria, sino aquella de la que él mismo dice: Ahora me aguarda la merecida corona.

17. [v.13]. Por lo tanto, así continúa el salmo: El Señor no privará de sus bienes a los que caminan en la inocencia. ¿Por qué vosotros, hombres, renunciáis a la inocencia, sino porque preferís tener otros bienes? Uno, por ejemplo, no quiere mantener la inocencia, para no devolver lo que se le confía. Prefiere tener oro y perder la inocencia. ¿Qué gana con ello? ¿Y en qué se perjudica? Gana un poco de oro, pero a costa de su inocencia. ¿Es que hay algo de más valor que la inocencia? Pero si mantengo mi inocencia, dice, voy a ser pobre. ¿Es, acaso, una riqueza despreciable la inocencia? Si tuvieras el arca llena de oro, serías rico; y si el corazón lo tuvieras lleno de buena conducta, de inocencia, ¿vas a ser pobre por eso? Si de verdad deseas los bienes, ahora que estás en la pobreza, en el sufrimiento, en las angustias, en el valle de las lágrimas, en las pruebas, mantente en la inocencia. Llegará después el bien, incluso el que tú deseas: el descanso, la inmortalidad, la incorruptibilidad, la ausencia del dolor también llegará: son estos los bienes que Dios tiene reservados para sus hombres justos. Pues los bienes que ahora deseas con gran avidez, y por los que estás dispuesto a ser culpable, y no inocente, fíjate en quienes los tienen, y en los que los tienen en gran abundancia. Verás riquezas en casa de los ladrones, de los impíos, de los delincuentes, de los que se dedican a actividades perversas, de los facinerosos; allí ves riquezas: Dios se las da porque forman parte de género humano, por la exuberante afluencia de su bondad, que hace salir el sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos49. Tantas riquezas ofrece Dios a los malvados, ¿y no reservará nada para ti? ¿Será falso lo que te prometió a ti? Te lo tiene guardado, ¡estate seguro! El que se compadeció de ti, cuando estabas en el pecado, ¿te va a abandonar cuando te has hecho un devoto siervo suyo? El que entregó a su propio Hijo a la muerte por el pecador, ¿qué no reservará al ya redimido por la muerte de su Hijo? Estate tranquilo. Considera a Dios como deudor, ya que has creído en él como prometedor. El señor no privará de sus bienes a los que caminan en la inocencia. Entonces, ¿qué nos queda por hacer aquí mientras vivimos en el lagar, en la aflicción, en la aspereza y en los peligros de la vida presente? ¿Qué nos resta para llegar allá? ¡Oh Señor, Dios de los ejércitos! Dichoso el hombre que confía en ti.