SALMO 76

Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero, OSA

Sermón al pueblo

Cartago. Septiembre o diciembre del 412 (Z.). O bien después del 413 (H.).

1. [v.1]. En el frontispicio de este salmo, hallamos escrito: Hasta el fin, para Idito, salmo para el mismo Asaf. Ya sabéis lo que significa: Para (o hasta) el fin: porque el fin de la ley es Cristo, para la justificación de todo creyente1. Idito significa ?el que los sobrepasa o los atraviesa?; y Asaf ?asamblea?. Habla, pues, aquí la asamblea que pasa para llegar al fin, que es Cristo Jesús. El salmo nos irá mostrando qué cosas hay que pasar, para llegar al fin, en el que ya no tendremos nada que pasar. Debemos, efectivamente, ir pasando por encima de todo lo que nos obstaculiza, nos seduce, nos engaña, nos dificulta, con su peso, el vuelo hasta que lleguemos a lo que nos colma, y donde más allá de lo cual no hay nada, y bajo lo cual están todas las cosas, y de lo cual proceden todas ellas. Felipe quería ver al Padre, y le dijo al Señor Jesucristo: Muéstranos al Padre, y eso nos basta, como decidido a pasar por encima de cualquier otra cosa que no fuera él, hasta llegar al Padre, y quedarse tranquilo, sin tener que buscar nada más. Esto es lo que quiso expresar cuando dijo: Esto nos basta. Pero el que con toda verdad había dicho: El Padre y yo somos una misma cosa2, le iluminó a Felipe y enseñó a todo hombre que conozca a Cristo que también en él encuentra su fin, puesto que él y el Padre son una sola cosa: Tanto tiempo —le dice— que llevo con vosotros, ¿y todavía no me conoces? Felipe, el que me ve a mí, ve también al Padre3. De ahí que todo el que quiera asimilar el sentido de este salmo, ponerlo en práctica y retenerlo, debe pasar por encima de todas las cosas carnales, pisotear las seducciones y la honra de este mundo, y no buscar ninguna otra realidad donde establecerse, fuera de aquel por el que existen todas las cosas, entre las cuales él mismo se afana por llegar hasta el fin. ¿Qué nos enseña, pues, éste que atraviesa?

2. [v.2]. Así dice: Con mi voz he gritado al Señor. Pero hay muchos que gritan al Señor para obtener riquezas, para evitar sinsabores, por la salud de los suyos, por la estabilidad de su casa, por la felicidad temporal, por los honores mundanos; en fin, por la misma salud corporal, que también es patrimonio de los pobres. Por éstas y otras cosas semejantes muchos claman al Señor; pero apenas hay alguien que levante su voz por el Señor mismo. Es muy frecuente al hombre desear alguna cosa del Señor, y no desear al Señor mismo, como si pudiera ser más agradable lo que da que el mismo que lo da. Todo el que clama al Señor por cualquier cosa fuera de él, ése no sobrepasa todavía. ¿Y qué dice éste, que sí sobrepasa? He levantado mi voz al Señor. Y para que no pienses que la voz de quien gritó al Señor fue proferida para obtener algo distinto del Señor mismo, añade inmediatamente: Y mi voz se dirige a Dios. A veces emitimos la voz con la que clamamos a Dios, pero esa voz va en busca de otra cosa, no de Dios. A esto otro se dirige la voz proferida. Pero este que amaba gratuitamente a Dios, que le ofrecía sacrificios voluntarios4, que había sobrepasado cuanto le era inferior, y que nada veía por encima de él, adonde descargar su alma, si no era en aquél, de quien, por quien y en quien había sido creado; éste había gritado a Dios con su voz, puesto que para él la había proferido, y dice: Mi voz se dirige a Dios. ¿Y fue, quizá, sin resultado? Mira lo que sigue: Y él me atendió. En realidad él te atiende cuando le buscas a él, no cuando por su medio buscas otra cosa. Sobre esto se dijo de ciertos individuos: Gritaron, pero no hubo quien los salvase; clamaron al Señor, y no los escuchó5. ¿Por qué? Porque su voz no se dirigía al Señor. Expresa esto la Escritura en otro lugar, donde dice de estos individuos: No invocaron al Señor. No cesaron de clamarle; y sin embargo: No invocaron al Señor ¿Qué quiere esto decir? Que no llamaron al Señor a su interior: no invitaron al Señor a entrar en su corazón. No quisieron que el Señor habitase en ellos. ¿Y qué fue lo que les sucedió? Temblaron de espanto, donde no había temor6. Se horrorizaron por la pérdida de las cosas presentes, porque no estaban llenos de aquel a quien no habían invocado. No le amaron gratuitamente hasta poder decir ante la pérdida de las cosas temporales: Como le ha parecido bien al Señor, así ha sucedido; sea bendito el nombre del Señor7. De acuerdo con esto, dice el salmista: He levantado mi voz al Señor, y me atendió. Que él nos enseñe cómo debemos hacer para que así suceda.

3. [v.3]. En el día de mi desgracia he buscado a Dios. ¿Quién eres tú, el que haces esto? Mira bien a ver qué buscas en el día de tu tribulación. Si estás sufriendo en la cárcel, buscas salir de allí; si la fiebre te molesta, buscas la salud; si tienes hambre, buscas saciarte; si te preocupan las deudas, buscas dinero; si te atormenta vivir como emigrante, buscas tu ciudad natal. ¿Y por qué mencionar todos los deseos, o mejor, cuánto tardaría en mencionarlos todos? ¿Quieres ser el que los pasa? Cuando te llegue el sufrimiento, busca a Dios; no algo distinto de Dios por medio de él, sino a Dios desde el sufrimiento; para que él te lo aparte, y así puedas adherirte a él con seguridad. En el día de mi desgracia he buscado a Dios. No algo distinto a él, sino a Dios he buscado. ¿Y cómo lo buscaste? De noche, con mis manos en se presencia. Dilo de nuevo; fijémonos, tratemos de entenderlo, de imitarlo, si podemos. En el día de tu tribulación, ¿qué buscaste? A Dios. ¿Y cómo lo buscaste? Con mis manos. ¿Cuándo lo buscaste? De noche. ¿Dónde lo buscaste? En su presencia. ¿Y con qué resultado lo buscaste? Y no fui decepcionado. Fijémonos, pues en todo, hermanos, observémoslo todo, preguntemos cada detalle: qué clase de tribulación es ésta, en la que el salmista buscó a Dios, qué sentido tiene buscar a Dios con las manos, qué significa de noche, y qué sea hacerlo en su presencia; y añade lo que todos entienden: Y no fui decepcionado. ¿Cuál es su sentido? Que encontré lo que buscaba.

4. No pensemos en esta o aquella tribulación concreta. En efecto, el que todavía no atraviesa, piensa que no hay más sufrimiento que el que nos sobreviene por algún triste acontecimiento temporal; pero el que realmente lo sobrepasa todo, la tribulación para él es toda la vida. De tal manera ama la patria celestial, que la peregrinación misma en este destierro, es la máxima tribulación. ¿Cómo, por favor, no va a ser esta vida una tribulación? ¿Cómo no va a ser una tribulación, si se le dice que toda ella es una continua tentación? Tienes escrito en el libro de Job: ¿No es una tentación la vida humana sobre la tierra?8 ¿Dijo, acaso, que hay tentaciones en la vida humana sobre la tierra? No, sino que la misma vida es una tentación; y si es tentación, sin duda es tribulación. En esta tentación, es decir, en esta vida ha buscado a Dios el salmista este, que va atravesando. ¿Cómo? Con mis manos, dice. ¿Qué significa esto? Con mis obras. No buscaba algo corpóreo, como quien encuentra palpando algo perdido, por ejemplo dinero, oro, plata, vestiduras, todo aquello que se pueda tener en las manos. Aunque el mismo Señor nuestro Jesucristo quiso ser identificado con las manos, cuando al discípulo que dudaba le mostró sus cicatrices. Pero después de tocarlas, y exclamar: ¡Señor mío y Dios mío! ¿No le dijo: Porque has visto, has creído; dichosos los que sin ver creyeron?9 Luego si el discípulo vacilante por haber buscado con las manos a Cristo, mereció oír esta reprensión; nosotros que fuimos declarados dichosos por creer sin haber visto, ¿estaremos excluidos de buscar a Cristo con las manos? De ninguna manera; como ya he dicho, lo podemos buscar con las obras. ¿Y cuándo? De noche. ¿Qué significado tiene de noche? En este mundo. Porque es de noche hasta que no brille el día con la venida gloriosa de nuestro Señor Jesucristo. ¿Queréis convenceros de que es de noche? Si en este mundo no tuviéramos alguna lámpara, permaneceríamos en tinieblas. Así dice Pedro: Y tenemos también la firmísima palabra de los profetas, a la cual hacéis bien en prestar atención como a lámpara que alumbra en lugar tenebroso, hasta que despunte el día y aparezca el lucero de la mañana en vuestros corazones10. Luego ha de venir el día después de esta noche; y mientras tanto, que no falte la lámpara en esta noche. Y esto es quizá lo que estamos haciendo ahora, con la explicación de las sagradas Escrituras, con lo cual os ofrezco una lámpara que os alegre esta noche. Pero esa lámpara debe estar siempre prendida en vuestras casas. Así se les dice a éstos: No dejéis apagar el espíritu11. Y como explicando lo que quiere decir, añade: No despreciéis la profecía, es decir, esté siempre entre vosotros encendida la lámpara. Y no obstante, esta luz, en comparación con aquel día inefable, se la llama noche. La vida misma de los fieles, en comparación con la de los infieles, es como el día. Pero cómo puede convertirse en noche, ya lo hemos dicho citando al apóstol Pedro: él la llama lámpara, y nos invita a mirarla, es decir, a la palabra profética, hasta que despunte el día y brille en vuestros corazones el lucero de la mañana. Pablo nos manifiesta también cómo la vida de los fieles es como el día, en comparación con la de los infieles: despojémonos —dice— de las obras de las tinieblas, y revistámonos de las armas de la luz; comportémonos como en pleno día, con decoro12. Por tanto los que ahora vivimos con rectitud, vivimos de día, en comparación con los que llevan una vida de impíos. Pero este día que llamamos a la vida de los fieles, no le basta a nuestro Idito; quiere atravesar también este día, hasta llegar al día en que ya no haya que temer la noche de tentación alguna. Pues aunque aquí la vida de los fieles sea un día, sigue siendo verdad que es una tentación la vida del hombre sobre la tierra13. Es noche y es día: día si la comparamos con la vida de los infieles; noche en comparación a la de los ángeles. Tienen un día los ángeles que los fieles todavía no tienen; lo tendrán cuando sean iguales a los ángeles de Dios, lo cual se promete en la resurrección14. Estamos, pues, aquí de día, pero todavía de noche; noche si lo comparamos con el día venidero que anhelamos; y día en comparación con la noche ya pasada, a la que hemos renunciado; en este día, repito, que es noche, busquemos a Dios con nuestras manos. Que no cesen las obras; busquemos a Dios, que no sea un deseo inútil. Si estamos en camino tomemos provisiones para poder llegar a la meta: busquemos a Dios con las manos; pues, aunque sea de noche cuando buscamos a quien lo buscamos con las manos, no nos decepcionaremos, ya que le buscamos en su presencia. ¿Qué quiere decir en su presencia? No practiquéis vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre. Por tanto, cuando des limosna, dice, y esas manos son las que buscan a Dios, no vayas tocando la trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas; sino que tu limosna quede en lo secreto, y tu padre que ve en lo secreto, te recompensará15. Por lo tanto, con mis manos [busqué a Dios] en su presencia y no quedé decepcionado.

5. Oigamos con la máxima atención cuánto ha tenido que soportar nuestro Idito en esta tierra y en esta noche, y cómo, al atravesarlos ha tenido que sufrir las punzadas de la tribulación, y los tentaciones para hacerle caer, hasta hacerle necesaria la travesía. Mi alma rehusó el consuelo. Me invadió un tal desánimo, que mi alma se cerró a todo consuelo. ¿De dónde le provino una tal tristeza? ¿Quizá de que el granizo le apedreó la viña, o de que el olivo no dio aceite, o tal vez de que la lluvia le interrumpió la vendimia? ¿De dónde vino este desánimo? Oigámoslo en otro salmo. Es también su voz la que habla: Se apoderó de mí la tristeza por los pecadores que abandonan tu ley16. Dice que este mal le causó tal disgusto, que rehusó todo consuelo para su alma. Casi le había anegado el desaliento, y la tristeza le había sumergido total e irreparablemente, hasta negarse a ser consolado. ¿Y qué es lo que en esta situación le quedaba?

6. [v.4]. Fíjate primero cuál es su consuelo. ¿No había esperado que alguien se entristeciera con él, y no lo encontró?17 ¿Adónde se dirigirá buscando consuelo, aquel a quien la tristeza le invadió por los pecadores que abandonan le ley de Dios? ¿Adónde se dirigirá? ¿Será a cualquier hombre de Dios? Quizá éste había experimentado ya que había un gran sufrimiento en aquéllos precisamente, de los que había esperado un consuelo. Se encuentra uno a veces con hombres justos y se alegra con ellos; y es necesario que se alegre, porque no puede haber verdadera caridad sin alegría. Pero si en aquellos en los que el hombre se alegró, descubre algo detestable, como sucede a veces, cuanto mayor era en él la alegría, tanto mayor es ahora el descontento, de suerte que en adelante tiene miedo el hombre de soltar las riendas del gozo. Y llega a temer el entregarse a la alegría, no sea que cuanto más contento había estado, tanto más se entristezca si sucede algo adverso. Golpeado por la multitud de escándalos, como si fueran heridas, se cierra a la humana consolación, e impide que su alma reciba el consuelo. ¿Y cómo vive? ¿Cómo encuentra respiro? Me he acordado de Dios y he sentido alegría. Sus manos no habían trabajado en vano; encontraron al gran Consolador. No cesando en su trabajo me he acordado de Dios, y he sentido alegría. Hay que predicar a Dios, cuyo recuerdo le ha traído alegría y consuelo en su tristeza a nuestro salmista, y un cierto alivio en la desesperanza de su salvación: sí, hay que ensalzar a Dios. De hecho, una vez consolado, dice finalmente: Me he vuelto locuaz. En la misma consolación me acordé de Dios, y en mi alegría me volví locuaz. ¿Qué significa: me volví locuaz? Que me alegré y me regocijé hablando. A éstos la gente les suele llamar vulgarmente charlatanes, cuando, al estar alegres, ni quieren ni pueden callarse. Así le pasó a nuestro salmista. ¿Y qué dice después? Y mi espíritu se ha desfallecido.

7. [v.5]. El desánimo le había abatido; acordándose de Dios había recuperado su alegría, y de nuevo en su charlatanería se había desanimado; ¿qué más sigue? Han anticipado las vigilias todos mis enemigos. Me han vigilado todos mis enemigos; me han vigilado muy intensamente; y se me han adelantado en sus vigilias. ¿Dónde no tienden trampas? ¿No se me han adelantado en sus vigilias todos mis enemigos? ¿Y quiénes son estos enemigos, sino aquellos de los que dice el Apóstol: vuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, las potestades y los rectores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus inmundos que vagan por los aires?18 Luego nuestra lucha es contra el diablo y sus ángeles. Los llama rectores de este mundo, porque gobiernan a los amantes de este mundo; no gobiernan el mundo como si fueran rectores del cielo y de la tierra, sino que llama mundo a los pecadores. Como dice S. Juan: Y el mundo no le conoció19. Este es el mundo que ellos gobiernan: el que no reconoció a Cristo. Contra éstos nosotros mantenemos una enemistad perpetua. No es así cuando hay en ti una enemistad con algún hombre: piensas cómo acabar con ella; sea por la satisfacción del otro, si fue él quien te ofendió, o por la tuya, si tú le ofendiste; o con la de ambos, si mutuamente os habéis ofendido. Te esfuerzas por satisfacer y mantener la concordia; pero con el diablo y sus ángeles no hay amistad posible. Ellos nos envidian el reino de los cielos. No pueden amansarse en absoluto con nosotros, porque todos mis enemigos han anticipado sus vigilias. Más esfuerzo pusieron ellos para engañarme, que yo para protegerme: Han anticipado sus vigilias todos mis enemigos. ¿Cómo no van a anticiparse en sus vigilias quienes han puesto trampas y tropiezos por todas partes? Cuando el desaliento se ha establecido en tu corazón, hay peligro de que se anegue en la tristeza; y cuando hay alegría, el peligro está en que tu espíritu desfallezca por la charlatanería: Todos mis enemigos se adelantaron en sus vigilias. En fin, que en la misma locuacidad, mientras hablas y hablas seguro, cuántas palabras no se dicen muchas veces que quisieran retener y conservar los enemigos, por las que pretenderían acusar y calumniar: dijo esto, así opinaba, esto es lo que habló. ¿Qué puede hacer el hombre, sino lo que viene a continuación: Me he turbado y he dejado de hablar? Así que turbado, no sea que sus enemigos, en su charlatanería se anticiparan en sus vigilias, buscando calumnias, y las encontrasen; por eso me he callado. Sin embargo, este que está sobrepasando, no cesará de hablar dentro de sí; porque si había, quizá, conteniendo su locuacidad, por haberse apoderado de él cierta tentación de agradar a los hombres, con todo no desistió, no cejó de intentar atravesar también esto mismo. ¿Y qué es lo que dice?

8. [v.6]. Pienso en los días de antaño. Nuestro salmista, como si hubiera sido vapuleado fuera, se mete dentro y obra en lo escondido de su mente. Que nos diga lo que hace allí: Pienso en los días de antaño. Allí le va bien. Fijaos, por favor, en lo que piensa. Se halla en su interior. En su intimidad piensa en los días antiguos. Allá dentro nadie le va a decir: Has hablado mal. Ni tampoco: Hablaste demasiado. Ni le dirá nadie: Has tenido sentimientos perversos. Parece que le va bien el estar consigo; que Dios le ayude; que piense en los días de antaño, y nos diga desde el secreto de su intimidad qué hizo, adónde llegó, qué logró atravesar, dónde se quedó; He pensado en los días antiguos, y me he acordado de los años eternos. ¿Qué son los años eternos? ¡Sublime pensamiento! Fijaos si un pensamiento así, no pide un profundo silencio. El que quiera pensar en estos años eternos, aíslese interiormente de todo estrépito externo, repose en su interior lejos de toda algarabía de cosas humanas. ¿Acaso son eternos los años en que vivimos nosotros, o lo son aquellos en los que vivieron nuestros antepasados, o más bien aquellos en los que vivirán nuestros hijos? No se nos ocurra tenerlos como eternos. ¿Qué es lo que permanece de estos años? De hecho, cuando hablamos, decimos: ?Este año...? ¿y qué retenemos de él, fuera del día en que estamos? Porque los días anteriores de este año ya pasaron, y no han quedado; y los futuros aún no han llegado. Estamos en un solo día, y decimos: ?Este año?. Di, más bien: ?Hoy?, si quieres referirte a algo presente. De todo el año ¿qué tienes presente? Su pasado ya no está, y su futuro todavía no existe. ¿Cómo dices, entonces: ?Este año?? Corrige tu lenguaje y di: ?Hoy?. Dices bien. Pero escucha también esto, porque de hoy ya pan pasado las horas matutinas, y las restantes todavía no han llegado. Debes, pues, corregirte, y decir: ?En esta hora?. Pero de esta hora ¿qué te queda? Ya han pasado algunos de sus momentos, y los que le quedan aún no han llegado. Di, pues ?en este momento?. ¿En qué momento? Porque mientras pronuncio las sílabas, no suena una mientras no haya sonado la anterior; y en una misma sílaba, si tiene dos letras, no suena la segunda mientras no haya sonado y desaparecido la primera. ¿Qué es lo que retenemos, entonces, de estos años? Estos años son transitorios. Debemos pensar en los años eternos, los años que permanecen, que no van pasando con los días que vienen y los que se van; los años de los que en otro lugar la Escritura dice, dirigiéndose a Dios: Pero tú permaneces el mismo, y tus años no tendrán fin20. En estos años es en lo que ha pensado nuestro salmista, que va atravesando, pero lo ha hecho no externamente con palabrería, sino en silencio: Y he recordado los años eternos.

9. [v.7]. Y he meditado de noche en mi corazón. Ningún calumniador buscará palabras capciosas en quien las ha meditado en su corazón. Yo era un charlatán. De nuevo tenemos la palabrería. Pon de nuevo atención, para que tu espíritu no desfallezca. No, no hablaba como antes, dice. Ahora es distinto. ¿Cómo haces ahora? Hablaba y escudriñaba mi espíritu. Si examinase éste la tierra, buscando un yacimiento de oro, nadie diría que deliraba; es más, lo tendrían por sabio, al buscar filones de oro. ¡Cuantas riquezas oculta el hombre dentro de sí, y no profundiza! Éste escudriñaba su espíritu, y con él hablaba, y esta conversación se prolongaba con muchas palabras; se interrogaba a sí mismo, se autoexaminaba y era su propio juez. Por eso dice: Escudriñaba mi espíritu. Y por temor a quedarse en su propio espíritu, habló mucho fuera; y como se habían anticipado en las vigilias todos sus enemigos, de allí le vino la tristeza y su espíritu decayó. El que por fuera hablaba demasiado, mira por dónde comenzó a hablar seguro en su interior, allí donde a solas pensaba en los años eternos: Y escudriñaba, dice, mi espíritu. Y aquí fue donde temió quedarse en su propio espíritu y no atravesarlo. Pero ahora ya lo hace mejor que cuando lo hacía fuera. Algo logró trascender: veamos adónde llegó desde aquí. No cesa éste de sobrepasar hasta llegar al fin, del que habla el título del salmo: Hablaba mucho, dice, y escudriñaba mi espíritu.

10. [v.8]. ¿Y qué encontraste? Dios no rechaza para siempre. En esta vida había encontrado el desaliento; en ninguna parte el firme y seguro consuelo. A cualesquiera hombres que se dirigía, en ellos encontraba la ocasión de caer, o también los temía. Callar era un mal para él, no sea que silenciase las buenas acciones; hablar y desahogarse hablando mucho le era molesto, dado el peligro de que todos sus enemigos, adelantándose en sus vigilias, intentasen buscar calumnias de sus palabras. Angustiado fuertemente en esta vida, meditó seriamente sobre la otra, donde no hay estas tentaciones. ¿Y cuándo se llega allá? No nos consta que lo que aquí padecemos no sea por la ira de Dios. Así lo dice en Isaías: No me vengaré de vosotros para siempre, ni estaré enojado con vosotros todo el tiempo. Y dice la causa: Porque el Espíritu procede de mí, y yo he creado todo ser que respira. Por el pecado le hice sufrir un poco; le herí y aparté de él mi rostro; él se marchó triste y anduvo por sus caminos. Entones, ¿Permanecerá para siempre esta ira de Dios? No fue esto lo que el salmista encontró en su meditación silenciosa. ¿Qué dice? Dios no rechaza para siempre; ni en adelante se opondrá a sernos propicio; es decir, no se complace todavía en rechazarlo, ni se complacerá en hacerlo para siempre. Es necesario que llame a sus siervos para que vuelvan a él, es necesario que reciba a los fugitivos que vuelven al Señor, es necesario que escuche la voz de los prisioneros: Dios no rechaza para siempre, ni en adelante se opondrá a sernos propicio.

11. [vv.9-10]. ¿Habrá suspendido su misericordia para siempre, de generación en generación? ¿O se olvidará Dios de compadecerse? En ti y de ti no hay misericordia alguna hacia los demás, si no te viene dada por Dios; y el mismo Dios ¿se olvidará de la misericordia? El río fluye; ¿se habrá secado el que es la fuente? ¿O se olvidará Dios de compadecerse? ¿O detendrá por la ira sus misericordias? Es decir, ¿estará tan airado, que no tendrá misericordia? Le es más fácil a Dios contener la ira que la misericordia. Había dicho esto ya por Isaías: No me vengaré de vosotros para siempre, ni mi enojo con vosotros durará hasta el fin. Y después de haberse expresado así en el mismo profeta: Se alejó triste, y fue por sus caminos, añade: He visto sus caminos y lo he sanado21. Apenas el salmista descubre esto, se trasciende a sí mismo y en Diosencuentra su alegría; con él se detiene y sus obras exalta con más locuacidad; no refiriéndose a su propio espíritu, no a lo que él era, sino hablando de quien lo había creado. Y pasando de aquí se fue más adelante. Mirad cómo va atravesando, fijaos a ver si se detiene en algún lugar sin haber llegado hasta Dios.

12. [v.11]. Y dije. ¿Qué dijo el que se ha trascendido a sí mismo? Ahora comienzo: cuando he ido más allá de mí. Ahora comienzo. Ahora ya no hay peligro alguno; lo había mientras permanecía en mí mismo. Y dije: ahora comienzo; este cambio se debe a la diestra del Altísimo. Ahora me ha comenzado a cambiar el Altísimo; ahora he comenzado a vivir con seguridad, he entrado en un recinto donde todo es alegría, donde no hay temor a enemigo alguno; ahora comienzo a estar en aquella región donde no se anticipan todos mis enemigos en sus vigilias: Ahora comienzo; este cambio es debido a la diestra del Altísimo.

13. [v.12]. He recordado las obras del Señor. Vedle ya detenerse admirando las obras del Señor. Fuera parloteaba, y de ahí vino que su espíritu se desanimó y desfalleció; habló mucho en lo íntimo de su corazón y con su espíritu; y escrutando su espíritu, se acordó de los años eternos, se acordó de la misericordia del Señor, porque el Señor a nadie rechaza para siempre; y comienza ya a regocijarse con paz en las obras del Señor. Escuchémosle hablar de estas obras, y regocijémonos también nosotros; pero vayamos con el afecto más allá de nosotros, sin complacernos en las cosas temporales. También nosotros tenemos nuestra recámara. ¿Por qué no entramos en ella? ¿Por qué no trabajamos en silencio? ¿Por qué no escrutamos nuestro espíritu? ¿Por qué no pensamos en los años eternos? ¿Por qué no nos alegramos en las obras de Dios? Ahora oigámosle, y alegrémonos de sus palabras, de manera que al salir de aquí pongamos en práctica lo que hacíamos cuando él hablaba, si es que hemos comenzado a poner por obra lo que él dijo: Ahora comienzo. Alegrarte de las obras de Dios significa olvidarte incluso de ti mismo, si puedes llegar a deleitarte únicamente en él. ¿Hay algo mejor que él? ¿No ves que al retornar a ti, vuelves a algo peor? Recuerdo las obras del Señor; porque me acuerdo de tus maravillas desde el principio.

14. [v.13]. Meditaré en todas tus obras, y explicaré con profusión todas tus ternuras. Ya es la tercera palabrería. Charló fuera, cuando se desanimó; habló mucho con su espíritu interior, cuando progresó; habló largamente de las obras de Dios, cuando llegó adonde iba en su progreso. Y explicaré con profusión todas tus delicadezas. No las mías. ¿Quién vive sin afectos, sin predilecciones? ¿Pensáis, hermanos, que los que temen a Dios, los que lo adoran, los que lo aman, no sienten afición por algo? Piensas bien, pero ¿te atreverás a pensar que no se siente afición por el juego de mesa, por el teatro, por la caza, la cetrería, la pesca, y no se sentirá ese afecto por las obras de Dios? ¿Crees realmente que la meditación en Dios no tendrá sus propias afecciones interiores, cuando se contempla el mundo, y nos ponemos ante el espectáculo de la naturaleza, y en la creación se busca al Artífice, y se halla que en nada nos desagradó, sino que nos agrada él más que todas las cosas?

15. [v.14]. ¡Qué santos, Oh Dios, son tus caminos! Ya está mirando las misericordias de Dios para con nosotros, y de ellas habla con profusión, y se goza en estos afectos. Primero comienza sobre este tema: ¡Qué santos son tus caminos! ¿Cuáles son esos sus caminos? Yo soy —dice él— el camino, la verdad y la vida22. Retornad, humanos, de vuestras aficiones. ¿Adónde vais? ¿Adónde corréis? ¿Adónde vais huyendo, no sólo de Dios, sino de vosotros mismos? Volved, malvados, al corazón23, escrutad vuestro espíritu, acordaos de los años eternos, buscad la misericordia de Dios para con vosotros, contemplad sus obras de misericordia: ¡Qué santos son sus caminos! Hijos de los hombres, ¿hasta cuándo seréis torpes de corazón? ¿Qué buscáis en vuestros afectos? ¿Por qué amáis la vanidad y buscáis el engaño? Sabed que el Señor ha engrandecido a su Santo24. En el Santo está tu camino. Volvámonos a él, dirijámonos a Cristo; allí está su camino; ¡Qué santos, Oh Dios, son tus caminos! ¿Qué dios hay grande como nuestro Dios? Los gentiles son aficionados a sus dioses, adoran a los ídolos, que tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen, tienen pies y no andan25. ¿Por qué caminas a un dios que no anda? —No, dice; yo no adoro estas cosas. ¿Entonces, qué es lo que adoras? ¿La divinidad que hay en él? Sí, es esto lo que adoras, como se dice en otro salmo: Los dioses de los gentiles son demonios26. O adoras a los ídolos, o a los demonios. Ni a los ídolos ni a los demonios, responde. ¿Qué adoras, entonces? Adoro las estrellas, el sol, la luna, estos seres celestiales. ¡Cuánto mejor es el que hizo estas cosas terrenas y celestiales! ¿Qué dios hay grande como nuestro Dios?

16. [v.15]. Tú eres el único Dios que hace maravillas. Sí, tú eres el Dios realmente grande, el único que hace milagros en el cuerpo y en el alma. Han oído los sordos, han visto los ciegos, se han curado los enfermos, han caminado los paralíticos. Estos milagros tuvieron lugar entonces en los cuerpos: veamos los milagros que se dan en las almas. Son sobrios los que poco antes eran unos borrachos; son creyentes los que poco antes adoraban a los ídolos; dan a los pobres sus cosas los que antes robaban lo ajeno: ¿Qué dios hay grande como nuestro Dios? Tú eres, Oh Dios, el único que hace maravillas. También Moisés las hizo, pero no por sí mismo; las hizo Elías, las hizo Eliseo, y las hicieron los Apóstoles; pero ninguno de ellos por sí mismos. Para que las hicieran estabas tú con ellos; pero cuando tú las hacías, ellos no te asistían. No, no estaban cuando tú las hiciste, puesto que tú los hiciste a ellos. Tú eres el único Dios que hace maravillas. ¿Cómo se entiende el único? ¿Acaso obra el Padre, y no el Hijo? ¿O el Hijo y no el Padre? Al contrario, las hace el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Tú eres el único Dios que hace maravillas. No son tres los dioses, sino el Dios único quien hace las maravillas, y sobrepasándose a sí mismo. Pues para bajar a esta nuestra realidad y traspasarse a sí mismo, hubo un milagro de Dios; cuando se explayó con su espíritu, para ir más allá de su propio espíritu, y deleitarse en las obras de Dios, también hizo ahí él maravillas.¿Y Dios qué hizo? Tú has mostrado tu poder a los pueblos. De aquí surge esta asamblea, la de este Asaf que sobrepasa, ya que ha manifestado a los pueblos su poder. ¿Qué poder fue el que manifestó a los pueblos? Nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles; pero para los llamados, tanto judíos como griegos, un Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios27. Luego si Cristo es la fuerza de Dios, ha manifestado a Cristo a los pueblos. ¿O es que todavía no conocemos esto, y hemos perdido el gusto por ello, y nos quedamos abajo, en tierra, sin lograr trascender nada hasta lograr ver esto? Has manifestado a los pueblos tu poder.

17. [v.16]. Con tu brazo has redimido a tu pueblo. Con tu brazo: es decir, con tu poder. Y el brazo del Señor ¿a quién se le ha revelado?28 Con tu brazo has redimido a tu pueblo, a los hijos de Israel y de José. ¿Cómo es que parecen dos pueblos, los hijos de Israel y de José? ¿No forman parte los hijos de José de los hijos de Israel? Así es. Esto lo sabemos, lo leemos, esto lo proclama la Escritura, lo dice la verdad, ya que Israel es el mismo que Jacob, y tuvo doce hijos, uno de los cuales era José; y todos los nacidos de los doce hijos de Israel pertenecen al pueblo de Israel. ¿Cómo, pues, dice: Los hijos de Israel y los de José? Alguna distinción nos ha querido insinuar. Escudriñemos nuestro espíritu. Tal vez en él nos ha puesto Dios algo que debemos buscar de noche con nuestras manos, para no equivocarnos. Quizá nos encontremos también a nosotros en esta distinción entre hijos de Israel e hijos de José. En José ha querido que veamos otro pueblo. ¿Por qué un pueblo gentil en José? Porque José fue vendido a Egipto por sus hermanos29. Aquel José a quien sus hermanos tuvieron envidia, y por lo mismo lo vendieron a Egipto, vendido en Egipto, sufrió y fue humillado; pero reconocida su inocencia, fue exaltado, prosperó y llegó a gobernar. ¿Y qué fue significado en todo esto, sino a Cristo, vendido también por sus hermanos, arrojado de su tierra, como al Egipto de los gentiles? Allí fue primeramente humillado, cuando los mártires soportaban las persecuciones, pero ahora es exaltado, como vemos; puesto que se ha cumplido en él aquello de: Lo adorarán todos los reyes de la tierra, todas las naciones le servirán30. Luego José representa el pueblo de los gentiles; Israel, en cambio, el pueblo hebreo. Dios redimió a su pueblo, a los hijos de Jacob y de José. ¿Cómo lo hizo? Por la piedra angular, en la cual se unieron los dos muros31.

18. [v.17]. Y nos dice cómo: Te vieron, Oh Dios, las aguas. ¿Qué son las aguas? Los pueblos. En el Apocalipsis se dice lo que estas aguas son: Los pueblos; allí vemos claramente que las aguas significan los pueblos32. Antes había dicho: Manifestaste entre los pueblos tu poder. Con razón, pues, dice: Te vieron, Oh Dios, las aguas; te vieron las aguas y temblaron de temor. Por eso cambiaron, por el temor. Te vieron las aguas, Oh Dios, y han temido, y se agitaron los abismos. ¿Qué son los abismos? Las aguas profundas. ¿Quién no se agita en medio de los pueblos, cuando remuerde la conciencia? Buscas la profundidad del mar; ¿y qué hay más profundo que la conciencia humana? Se turbó esta profundidad, cuando Dios redimió a su pueblo con su brazo. ¿Cómo se agitaron los abismos? Cuando todos abrieron sus conciencias en la confesión. Y se agitaron los abismos.

19. [v.18]. Grande fue el rugido de las aguas. En las alabanzas a Dios, en la confesión de los pecados, en los himnos y cánticos, en las oraciones, grande fue el fragor de las aguas. Las nubes hicieron oír su voz. De ahí viene el fragor de las aguas, de ahí la agitación de los abismos: porque las nubes hicieron oír su voz. ¿Qué nubes? Los predicadores de la verdad. ¿Qué nubes? Aquellas por las que Dios amenaza a una viña que en lugar de uvas produjo espinas, y le dice: Daré orden a mis nubes de que no derramen lluvia sobre ella33. Fue así como los Apóstoles dejaron a los judíos y se fueron a los gentiles; en todos los pueblos las nubes hicieron resonar su voz; predicando a Cristo, alzaron su voz las nubes.

20. [v.19]. Porque tus saetas pasaron. Ahora llama saetas a las mismas voces de las nubes. En efecto, fueron saetas las palabras de los Evangelistas. Se trata de semejanzas: En realidad, propiamente hablando, ni la saeta es lluvia, ni la lluvia es una saeta; pero la palabra de Dios sí es una saeta, porque hiere, y es también lluvia, porque riega. Nadie, pues, se extrañe de la agitación de los abismos, cuando tus flechas nos han pasado. ¿Qué significado tiene que nos han pasado? Que tus palabras no han quedado en nuestros oídos, sino que han traspasado nuestros corazones. La voz de tu trueno en la rueda. ¿Qué es esto; cómo habrá que entenderlo? Que nos ayude el Señor. La voz de tu trueno en la rueda. Al oír los truenos cuando éramos niños, solíamos imaginarnos como que unos carros salían del establo: tienen, efectivamente, los truenos un cierto fragor parecido al de los carros. ¿Pero deberemos volver a estas puerilidades, para entender esta frase: La voz de tu trueno en la rueda, como si Dios tuviera en las nubes algunos carros, y su rodar produjese aquel ruido? De ninguna manera. Esto sería pueril, falso y poco serio. ¿Qué significa, pues: La voz de tu trueno está en la rueda? Que tu voz da vueltas como una rueda. No, tampoco esto lo entiendo. ¿Qué haremos? Preguntémosle al mismo Idito, que quizá él nos aclare lo que dice: La voz de tu trueno en la rueda. No entiendo. Escucharé esta otra frase tuya: brillaron tus relámpagos en la redondez de la tierra. Repítelo: no lo había entendido. El orbe de la tierra es una rueda; por eso al círculo del orbe terráqueo le llamamos con razón redondez, y abreviándolo, le podemos llamar ruedecilla, círculo, redondel, etc. La voz de tu trueno en la rueda; brillaron tus relámpagos en el orbe terráqueo. Aquellas nubes recorrieron todo el orbe de la tierra; lo han circundado tronando y fulgurando; conmovieron el abismo; tronaron con los mandamientos, fulguraron con los milagros; a toda la tierra llegó su voz, y hasta los límites del orbe sus palabras34. Se conmovió y quedó estremecida toda la tierra, es decir, todos sus habitantes. Esta tierra metafóricamente es también el mar. ¿Por qué? Porque se le designa a todas las gentes con el nombre de mar, puesto que la vida humana es amarga, y está sometida a borrascas y tempestades. Y si te fijas, también los hombres se devoran unos a otros, como los peces, cuando el mayor se traga al menor; esto, pues, es mar; y allí se fueron los evangelizadores.

21. [v.20]. En el mar está tu camino. Poco antes había dicho: tus caminos son santos, y ahora en el mar está tu camino, indicando que el mismo Santo está en el mar, y con razón caminó también sobre las aguas. En el mar está tu camino: es decir, entre los gentiles se anuncia a tu Cristo. En otro salmo, de hecho, se dice: Que Dios se compadezca de nosotros y nos bendiga; ilumine su rostro sobre nosotros, para que conozcamos en la tierra tu camino. ¿En qué lugar de la tierra? En todas gentes tu salvación; es decir: En el mar está tu camino. Y tus senderos en las aguas caudalosas. Es decir, en una multitud de pueblos. Y tus huellas no serán conocidas. No sé a quién se refiere, pero lo más probable es que se refiriera a los propios judíos. Ya veis cómo ha sido tan difundida la misericordia de Cristo entre los gentiles, que en el mar está tu camino, y tus senderos en las aguas caudalosas: y tus huellas no son conocidas. ¿Dónde y de quiénes no son conocidas, sino de aquellos que dicen: Cristo no ha venido todavía? ¿Y por qué dicen que todavía no ha venido Cristo? Porque aún no reconocen al que camina sobre el mar.

22. [v.21]. Has guiado a tu pueblo como a un rebaño, por la mano de Moisés y de Aarón. Es un tanto difícil averiguar por qué habrá añadido estas palabras. Ayudadme con vuestra atención, puesto que terminados estos dos versículos, termina el salmo y terminará también mi sermón, y no suceda que por creer que todavía falta alguna cosa más, por temor al esfuerzo que ello supone, os falte atención en este momento presente. Después de haber dicho: tu camino está en el mar, interpretándolo como que está entre los gentiles; y tus senderos en las aguas caudalosas, que las interpretamos como una multitud de pueblos, añadió: Y tus huellas no serán conocidas. Y nos preguntábamos por quiénes no son conocidas; y añadió a continuación: Has conducido a tu pueblo como a un rebaño, por la mano de Moisés y de Aarón. Es decir, no son reconocidas por el pueblo guiado de la mano de Moisés y de Aarón. ¿Por qué razón dice: Tu camino está en el mar, sino para increpar y reprender? ¿Por qué en el mar está tu camino, sino porque fue excluido de tu tierra? Rechazaron a Cristo; estando enfermos, se negaron a que fuera él su Salvador; pero él comenzó a serlo entre los gentiles, en todas las gentes y en medio de muchos pueblos. No obstante, también fue salvado el resto de aquel pueblo. Quedó fuera la ingrata muchedumbre, renqueando la mayor parte del muslo de Jacob35. La parte del muslo se entiende como la multitud descendiente de él. Y así aconteció que la mayor parte de los israelitas se hizo una turba vana y necia, que no reconoce las huellas de Cristo en las aguas. Guiaste a tu pueblo como a un rebaño, y no te conocieron. ¡Tantas cosas buenas como has hecho con ellos! Dividiste el mar y los hiciste pasar entre las aguas por tierra firme; sumergiste en sus olasa los enemigos que los perseguían; para su hambre les hiciste llover maná en el desierto, guiándolos por la mano de Moisés y de Aarón; y te rechazaron de entre ellos, para que tu camino estuviera en el mar, y no reconocieran tus huellas.