SALMO 74

COMENTARIO

Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero O.S.A.

Sermón al pueblo

1. [v. 1]. Este salmo ofrece la medicina de la humildad a la hinchazón de la soberbia, y consuela con la esperanza a los humildes. Obra esto para que nadie presuma con arrogancia de sí mismo, ni el humilde desconfíe del Señor. Existe una promesa de parte de Dios ratificada, segura, estable, inalterable, fiel y lejos de toda sospecha, que es el consuelo de los atribulados. Porque la vida humana sobre la tierra, como está escrito, es toda ella una prueba1. No debemos de ir en busca de la prosperidad, y evitar únicamente la adversidad. Al contrario, debemos tomar precauciones de una y de la otra: de la primera, no sea que nos corrompa, y de la segunda para que no nos hunda. Y así, todo hombre, en cualquier estado que le toque vivir, no debe tener otro refugio que Dios, ni poner su alegría, más que en sus promesas. Sabido es que esta vida, cuando se presenta colmada de felicidad, termina engañando a muchos; Dios a nadie. Y puesto que cuando alguien se convierte a Dios, se le cambian sus satisfacciones, se le cambian sus placeres; no se le quitan, sólo se le cambian; y dado que en esta vida no poseemos de hecho toda la felicidad, pero nuestra esperanza de poseerla es tan cierta, que debe ser antepuesta a todos los placeres de este mundo, según está escrito: Deléitate en el Señor. Y para que no te creas que ya posees lo que promete, añade a continuación: Y te dará lo que pide tu corazón2. Y si aún no posees los deseos de tu corazón, ¿cómo te deleitarás en el Señor, sino porque cuentas con un prometedor seguro, que se hizo deudor prometiendo? Pues bien, para que permanezca en nosotros la esperanza de nuestra súplica, y lleguemos a la posesión de lo que Dios nos prometió, dice así el título del salmo: Hasta el fin no destruyas. ¿Qué significa no destruyas? Manifiesta lo que prometiste. Pero ¿cuándo? Al fin. Diríjase hacia allí la mirada del espíritu; hasta el fin. Déjese a un lado cuanto encontremos en el camino, para llegar al final. Alborócense los soberbios de la felicidad presente, engríanse con los honores, resplandezcan con el oro, sea numerosa su familia y sus servidores, siéntanse inundados con los agasajos de su clientela; todas estas cosas pasan; pasan como una sombra. Cuando llegue aquel final, en el que se alegrarán todos los que ahora esperan en el Señor, entonces a aquéllos les sobrevendrá una tristeza sin fin. Cuando los humildes reciban aquello de lo que ahora se burlan los soberbios, entonces se convertirá en llanto la hinchazón de los arrogantes. Entonces se alzará aquella voz que conocemos del libro de la Sabiduría; al ver la gloria de los santos, de aquellos que, estando en este mundo, fueron humillados y lo supieron soportar; de los que al ser ensalzados, no dieron su consentimiento, dirán: Estos son los que en otro tiempo tuvimos como escarnio. Y dirán también: ¿de qué nos aprovechó la soberbia? ¿Y qué nos acarreó la jactancia de las riquezas? Todas estas cosas pasaron como una sombra3. Como su apoyo fueron las cosas corruptibles, su esperanza se desvanecerá. En cambio, nuestra esperanza se convertirá entonces en realidad. Para que la promesa de Dios permanezca íntegra, firme y segura con nosotros, decimos con el corazón lleno de fe: No destruyas hasta el fin. No hay por qué temer que algún potentado arruine las promesas de Dios. Él no lo hará, porque es veraz; los potentados no tienen poder para anularlas. Estemos, pues, seguros de las promesas de Dios, y cantemos ya las palabras del comienzo del salmo.

2. [v. 2]. Te confesaremos, ¡oh Dios!, te confesaremos e invocaremos tu nombre. No lo invoques antes de confesar; confiesa e invoca. En realidad aquel a quien invocas lo llamas en ti. ¿Qué es invocarlo, sino llamarlo a ti? Si es invocado por ti, es decir, si lo llamas a ti, ¿a quién se acerca? Mira que no se acerca al soberbio. Sin duda que Dios es altísimo; pero el altivo, el que se enaltece no lo llega a alcanzar. Para alcanzar las cosas que están altas, nos empinamos, y si no podemos llegar a ellas, nos valemos de algún instrumento, como una escalera, que nos elevará hasta alcanzar lo que está en lo alto. Al contrario sucede con Dios: es sublime, y quienes lo alcanzan son los humildes. Está escrito: Dios está cerca de los contritos de corazón4; la contrición del corazón es la piedad, es la humildad. El que se arrepiente se enoja contra sí mismo; enójese consigo mismo, para que tenga propicio a Dios. Sea juez de sí mismo, para que él sea su defensor. Dios viene, sí, cuando lo invocamos. Pero ¿a quién viene? No viene al soberbio. Escucha otro testimonio: El Señor es excelso y mira complacido las cosas humildes, no de lejos; en cambio las altas las conoce de lejos5. Y para que no se gocen de su impunidad los soberbios, porque se dijo que Dios dirige su mirada a las cosas humildes, como si a ellos no les conociera el que habita en las alturas, que sientan terror, porque a ellos se les dijo: "Él os ve y os conoce, aunque de lejos". Dios hace felices a los que se acerca; pero vosotros, ¡oh soberbios, oh engreídos! No quedaréis sin castigo, porque os conoce; no seréis bienaventurados, porque os conoce de lejos. Mirad lo que debéis hacer; porque si os conoce, no os perdona. Mejor es ser perdonado que ser conocido. ¿Qué significa perdonar, sino "olvidar, dejar de recordar", no hacer memoria de las acciones de alguien? Sería como "no advertir", "no tener animadversión", que es la que, si se mantiene, lleva a la venganza. Escucha la oración de uno que pide perdón: aparta tu rostro de mis pecados6. ¿Y qué vas a hacer, si aparta tu rostro de ti? Sería algo muy grave y temible que te abandonase. Pero, por otro lado, si Dios no aparta su rostro, te está advirtiendo. Dios puede y sabe bien hacer estas dos cosas: apartar su rostro del pecador, y no apartarlo del que confiesa su pecado. Por eso se le dice en un lugar: aparta de mis pecados tu rostro; y en otro: No apartes tu rostro de mí7. Allí se le dice: Apártale de mis pecados; y aquí, en cambio: No lo apartes de mí. Confiesa, pues, e invoca: confesando purificas el templo al que vendrá el invocado. Confiesa, sí, e invoca. Que aparte su rostro de tus pecados, pero que no lo aparte de ti; que aparte su rostro de lo que has hecho, pero no lo aparte de lo que él hizo. Él te hizo hombre; pero tus pecados son obra tuya. ¡Confiesa, pues, e invoca! Di: Te confesaremos, oh Dios, te confesaremos.

3. Esta repetición es una confirmación, para que no te pese el haberla hecho. Pues no has confesado a un hombre cruel, vengativo y ultrajador. Confiesa con tranquilidad. Escucha la voz de otro salmo que te anima: Confesad al Señor, porque es bueno8. ¿Qué significa porque es bueno? ¿Por qué tenéis miedo de confesarlo? ¡Él es bueno! Perdona al que confiesa. Puedes temer a un juez humano, no sea que castigue al que confiesa; pero a Dios no: haz propicio con tu confesión a quien por más que los niegues, tus pecados no le quedan ocultos. Te confesaremos, oh Dios, te confesaremos, y, seguros ya, invocaremos tu nombre. Hemos vaciado nuestros corazones con la confesión; nos has atemorizado, y nos has purificado. La confesión nos hace humildes; acércate a los humildes, tú, que te alejas de los altivos. La escritura, de hecho, nos enseña en muchos lugares que la repetición es una confirmación de las palabras anteriormente dichas. De aquí que el Señor dice: En verdad, en verdad9, y también en algunos salmos: Amén, amén10; el sentido sólo exigiría un solo amén; pero para darle más firmeza, añade otro amén. Ya sabéis que el Faraón, rey de Egipto, estando ya encarcelado José, por su amor a la castidad, tuvo un sueño, conocido de todos nosotros, en el cual vio siete vacas gordas, que fueron devoradas por otras siete flacas; y siete espigas gruesas, que fueron consumidas por otras siete vacías. ¿Qué interpretación le dio José? Si recordáis, estos dos sueños no representaban dos cosas distintas, sino una sola. Un solo significado —dijo José— tienen estos sueños: pero el haberlos visto dos veces, sirve de confirmación11. Os he dicho esto para que no creáis que la repetición de las palabras en la Sagrada Escritura, se deba a un cierto apetito de locuacidad. No, con frecuencia la repetición allí tiene la fuerza de la confirmación. Mi corazón está dispuesto, oh Dios, dice, mi corazón está dispuesto12. Y en otro lugar dice: Confía en el Señor, sé valiente; y tu corazón se fortalezca, confía en el Señor13. Hay innumerables repeticiones como éstas en todas las Escrituras. Baste haberos recordado este género literario con los ejemplos precedentes, para que llegado el caso, lo tengáis en cuenta. Ahora prestad atención al tema que nos ocupa. Te confesaremos, dice, y te invocaremos. Dije ya por qué la confesión precede a la invocación. Y es porque la invocación es una invitación. El invocado no quiere acercarse a ti, si eres un soberbio: si eres un engreído, no podrás confesar; y tampoco podrás ocultar a Dios algo, como si no lo supiera. Por tanto, tu confesión no le enseña nada a él, sino que te purifica a ti.

4. Pero ya ha confesado, ya ha invocado; es más, han confesado ellos e invocado; y se dice con la voz de una sola persona: Contaré todas tus maravillas. Confesando se ha librado de sus males; invocando se ha llenado de bienes, y narrando le brotó de su interior aquello de lo que estaba lleno. Fijaos, hermanos, cómo al confesar eran muchos: Te confesaremos, ¡oh Dios!; te confesaremos e invocaremos tu nombre. Muchos son los corazones que confiesan, uno el de los que creen. ¿Por qué son muchos los corazones de los que confiesan, y uno sólo el de los creyentes? Porque los hombres confiesan pecados distintos, pero la fe en que creen es una misma. Cuando Cristo comience a habitar en el hombre interior por la fe14, y comience el invocado a poseer al que confiesa, se realiza el Cristo total, cabeza y cuerpo, y de muchos se hace uno. Escuchad las palabras de Cristo. Parecía que no eran sus palabras: Te confesaremos, oh Dios, te confesaremos e invocaremos tu nombre. Aquí comienza a oírse la voz de la cabeza. Pero sea que hable la cabeza, o que halen los miembros, es Cristo quien habla. Habla en persona de la cabeza, habla en persona del cuerpo. ¿Y qué es lo que sobre esto se ha dicho? Serán dos en una sola carne. Esto es un gran misterio, dice el Apóstol, pero yo lo digo refiriéndome a Cristo y a la Iglesia15. Y Cristo en el Evangelio: Así que ya no son dos, sino una sola carne16. Como ya sabéis, estas son dos personas, y luego, por la unión matrimonial, y como si fuera uno solo, habla en Isaías y dice: Como a esposo, me ha ceñido con mitra, y como a esposa me atavió con ornamentos17. Se llama esposo refiriéndose a la cabeza, y esposa en atención al cuerpo. Pero quien habla es uno solo; oigámoslo, y hablemos nosotros también con él. Seamos sus miembros, para que esta voz pueda también ser nuestra. Contaré, dice, todas tus maravillas. Cristo se predica a sí mismo, y se deja anunciar también por aquellos que son ya sus miembros, para que se acerquen a él los que aún no lo eran, y formen parte de sus miembros, por medio de los cuales se ha predicado el Evangelio; y así se forme un solo cuerpo bajo una sola cabeza, en un mismo espíritu, y con una sola vida.

5. [v. 3]. ¿Y qué es lo que dice? Cuando haya elegido el tiempo, dice, yo juzgaré con toda justicia. ¿Cuándo juzgará con toda justicia? Cuando haya elegido el tiempo. Aún no es tiempo. ¡Demos gracias a su misericordia! Primero predica toda su justicia, y según ella juzgará. Porque si quisiera juzgar antes de predicar, ¿quién se hallaría digno de ser liberado; quién sería digno de ser absuelto? Por eso es ahora el tiempo de la predicación, y dice: Narraré todas tus maravillas. Escucha al narrador, escucha al predicador, porque si no le haces caso, cuando yo haya elegido el tiempo, dice, juzgaré con toda justicia. Ahora perdono los pecados del que se confiesa; pero después no perdonaré al que despreció. Te cantaré, Señor, la misericordia y el juicio18, se dice en un salmo. La misericordia y el juicio: ahora la misericordia, después el juicio; la misericordia, en la que se perdonan los pecados; el juicio por el cual son castigados. ¿No quieres temer al que ha de castigar los pecados? Ama al que te perdona; no le rechaces, no te engrías, no digas: no tengo nada que me perdone. Escucha lo que sigue: Cuando haya elegido el tiempo, yo juzgaré con toda justicia. ¿Ha elegido el tiempo Cristo? ¿El Hijo de Dios ha elegido el tiempo? No ha sido el Hijo de Dios, sino el Hijo del hombre es el que ha elegido el tiempo. Pero el Hijo de Dios, por quien hemos sido creados, y el Hijo del hombre, por quien hemos sido rescatados, son la misma e idéntica persona. Él ha asumido el hombre, sin que haya sido asumido por el hombre; el hombre fue cambiado para mejor, sin que él haya sido rebajado de ningún modo, sin dejar de ser lo que era, sino que tomó lo que no era. ¿Qué era? Siendo de condición divina, no estimó como una codicia el ser igual a Dios. Son palabras del Apóstol. ¿Y qué condición tomó? Sino que se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo19. Así como eligió la forma de siervo, así también ha elegido el tiempo. ¿Se cambió? ¿Disminuyó? ¿Se extenuó? ¿Sufrió algún deterioro? No, en absoluto. Entonces, ¿qué significado tiene el anonadarse a sí mismo, tomando la forma de siervo? Se dice que se ha anonadado, por haber asumido la naturaleza de quien es inferior a él, no por haber perdido la naturaleza de quien es igual a él. Pues bien, hermanos, ¿Qué significa: Cuando haya elegido el tiempo, yo juzgaré con toda justicia? Señaló el tiempo como Hijo del hombre; pero gobierna los tiempos como Hijo de Dios. Escucha cómo ha elegido el tiempo de juzgar, como Hijo del hombre que es. Dice él en Evangelio: Dios le ha dado el poder de juzgar, porque es Hijo del hombre20. En cuanto que es Hijo de Dios, jamás recibió la potestad de juzgar, porque nunca careció de ella. En cuanto que es Hijo del hombre, así como eligió el tiempo de nacer, de padecer, de morir, de resucitar, y de subir al cielo, así también ha señalado el tiempo de venir y de juzgar. Estas cosas las dice, unido a él, también su cuerpo. Cristo no juzgará sin sus miembros, como dice en el Evangelio: Os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel21. Es, pues, el Cristo total quien habla, la cabeza y el cuerpo de sus santos: Cuando haya elegido el tiempo, yo juzgaré con toda justicia.

6. [v. 4]. Pero, ¿y ahora qué? La tierra se ha deslizado. Si se deslizó la tierra, ¿por qué se deslizó, sino por los pecados? A los pecados se los llama delitos, y delinquir nos recuerda como a algo líquido, algo que fluye y se desliza de la estabilidad y la firmeza de la virtud y de la justicia. Todos pecan por el deseo de cosas inferiores. Así como el hombre se consolida y robustece por el amor de las cosas superiores, así se desvanece, y como que se desliza y se licúa cuando se rebaja por el deseo de las cosas inferiores. Este misericordioso perdonador, que se olvida de nuestros pecados, y que aún no los castiga como juez con suplicios, mirando este fluir de las cosas, por los pecados de los hombres, dice: Se ha deslizado la tierra y todos sus habitantes. Cierto que la tierra se deslizó en todos los que la habitan. Esto es una explicación, no una añadidura. Es como si tú preguntases: ¿De qué modo se ha deslizado la tierra? ¿Se le han quitado sus fundamentos, o tal vez, por alguna hendidura, algo se ha ido al abismo? No hay tal cosa. Llamo tierra a todos sus habitantes. He encontrado, dice, la tierra pecadora; ¿y qué hice? He afianzado sus columnas. ¿Qué columnas afianzó? Llama columnas a los Apóstoles; así llama el apóstol Pablo a sus compañeros de apostolado: Que eran considerados, dice, como columnas22. ¿Y qué habría sido de tales columnas, si no hubieran sido afianzadas por él? De hecho, hubo un cierto terremoto, en el que esas mismas columnas se tambalearon. En la pasión del Señor todos los Apóstoles fueron afectados por la desesperanza. Luego aquellas columnas, que se conmovieron en la pasión del Señor, fueron afianzadas por la resurrección. Clamó el cimiento del edificio, por boca de sus columnas, y en todas esas columnas hacía oír su voz el mismo arquitecto. Una de estas columnas era el apóstol Pablo, cuando decía: ¿Queréis recibir una prueba de que es Cristo quien habla en mí?23 Luego yo —dice— he consolidado sus columnas: resucité, demostré que la muerte no debe ser temida, y manifesté a los temerosos que ni el mismo cuerpo perece en los que mueren. Ellos quedaron aterrados de las heridas, pero las cicatrices los consolidaron. Podía el Señor Jesucristo haber resucitado sin ninguna cicatriz. ¿Qué extraordinario poder necesitaba para aparecer sin vestigio alguno de las pasadas heridas, el que restableció su cuerpo a una perfecta integridad? Tenía, sin duda, el poder de sanar su cuerpo, sin dejar cicatriz alguna; pero quiso dejarlas para consolidar a las columnas tambaleantes.

7. [v. 5]. Hemos oído, hermanos, lo que a diario no se calla. Escuchemos qué es lo que clamó por esas columnas. Es hora de escucharlo, debido al temor que nos infunden aquellas palabras: Yo, cuando elija el tiempo, juzgaré con toda justicia. Él señalará el tiempo para juzgar según toda justicia; y vosotros estáis ahora en el timo de practicar todas las justicias. Si él callase, no sabríais vosotros qué hacer; pero con las columnas afianzadas, él clama. ¿Y qué clama? Dije a los malvados: no practiquéis la maldad. Clama, sí, hermanos míos; y también vosotros gritáis; se ve que os gusta. Pero escuchad al Señor que grita. Os lo ruego por él; ¡que os atemorice su voz! No deben agradarme a mí tanto vuestras voces, cuanto atemorizaros estas voces a vosotros: dije a los malvados: no practiquéis la maldad. Pero ya la han practicado, ya son culpables; ya se deslizó la tierra y todos los que la habitan. Los que habían crucificado a Cristo, han sentido su corazón compungido; reconocieron su pecado, y aprendieron de los Apóstoles a no desesperar de la indulgencia del Maestro24. Había venido como médico, y no vino precisamente para atender a los sanos: No necesitan, dice, el médico los sanos, sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan25. Por tanto, dije a los malvados: No practiquéis la maldad. No hicieron caso. En otro tiempo también a nosotros se nos dijo esto; y no prestamos atención; caímos, nos hicimos mortales, fuimos engendrados mortales, se deslizó la tierra. Que al menos ahora, para poder levantarse, presten atención al médico que viene al enfermo, aquel médico, que cuando estaban sanos, no han querido escuchar para no caer. ¡Que lo oigan ahora los enfermos, para que resurjan sanos! Dije a los malvados: No practiquéis la maldad. ¿Y cómo hacer? Ya la hemos practicado. Y a los delincuentes: no alcéis vuestra frente. ¿Qué significa esto? Si habéis cometido una maldad, por un mal deseo, no la defendáis con arrogancia. Confesadla, si habéis caído en ella. El que no confiesa, siendo malvado, ése alza la cabeza con arrogancia. Dije a los malvados: No practiquéis la maldad; y a los delincuentes: No alcéis la testuz. Será enaltecido en vosotros el poder de Cristo si no se alza vuestra testuz. Vuestro poder viene de la maldad; el de Cristo, de la majestad.

8. [vv. 6—8]. No alcéis vuestra arrogancia, no profiráis insolencias contra Dios. Escuchad las palabrotas de muchos; que cada uno las oiga y se duela. ¿Qué suelen decir los hombres? "¿Pero es cierto que Dios juzga las cosas humanas? ¿Y es este el juicio de Dios?" O también: "¿Se preocupa Dios de lo que ocurre en la tierra?" ¡Hay tantos malvados que viven llenos de felicidad, y tantos inocentes, viviendo bajo el sufrimiento!? Pero supongamos que a uno de estos malvados le sobreviene cualquier infortunio. Es Dios quien lo castiga y le hace reflexionar. Entra en su interior y conoce su conciencia; sabe muy bien que por sus pecados puede merecer algún castigo. ¿Y por qué, entonces, se enfrenta contra Dios? Como no puede decir: Soy un hombre justo, ¿qué se nos ocurre que dirá? Los hay peores que yo, y sin embargo estas desgracias no las padecen. He aquí las insolencias que los hombres profieren contra Dios. Fijaos hasta dónde llega su maldad: por querer aparentar que es justo, hace injusto a Dios. Efectivamente, el que dice: "Sufro injustamente lo que estoy sufriendo", está acusando de injusto a aquel, por cuyo designio él sufre. ¡Por favor, hermanos míos! ¿Os parece razonable que a Dios se le considere injusto, mientras tú te tienes por justo? Si esto llegas a decir, estás profiriendo insolencias contra Dios.

9. ¿Qué se dice en otro salmo? Has hecho esto; después de haber enumerado algunos pecados. Has hecho esto, dice, y me he callado. ¿Qué significa y me he callado? Jamás calla por un mandato, pero ahora calla por castigo; se abstiene de vengarse; no decreta la sentencia de condena. Pero el malvado dice: Yo hice esto y aquello, y Dios no me castigó; ya veis que me encuentro bien, ningún mal me ha sobrevenido. Has hecho esto, y me he callado: has sospechado de mi maldad, de que yo sería semejante a ti. ¿Qué significa que yo sería semejante a ti? Que tú eres injusto, y me has creído injusto, creyendo que yo aprobaría tus maldades, en lugar de ponerme en contra y castigarlas. Y después ¿qué más te dice? Te reprenderé, y te pondré ante tu propio rostro26. ¿Qué es esto? Que ahora pecando te pones de espaldas a ti mismo, y no te ves, no te contemplas a ti mismo; yo te voy a poner de frente a ti, y haré que tú seas tu propio suplicio. Aquí se dice esto mismo. No digáis insolencias contra Dios. Poned atención. Muchos son los que profieren insolencias como éstas, pero no se atreven a hacerlo en público, apara no ser tenidos por blasfemos, como un horror para los hombres piadosos. Lo rumian en su corazón; se alimentan en su interior con este nefasto alimento. Les agrada hablar contra Dios, y si no lo hacen con la lengua, no se callan en su corazón. De ahí que en otro salmo se dice: Dijo el necio para sí: No hay Dios27. Dijo el necio; pero ha tenido miedo a los hombres; no se atreve a decirlo donde le oigan los hombres; y lo dijo justamente allí donde lo oía aquel de quien hablaba. Por eso, poned atención, carísimos, y fijaos cómo en este mismo salmo, al decir: No habléis insolencias contra Dios, viendo que muchos hacían esto en su corazón, añade: Porque ni del oriente, ni del occidente, ni de los montes desiertos; Dios es el juez. De tus maldades el juez es Dios. Y si es Dios, está presente en todas partes. ¿Adónde te ocultarás de su mirada, en qué lugar podrás esconderte, de modo que puedas hablar, sin que él te oiga? Si Dios juzga en el oriente, escápate al occidente, y di lo que quieras contra Dios; si juzga en el occidente, vete al oriente, y allí habla; si juzga en los montes desiertos, ponte en medio de las multitudes, y allí murmura en voz baja. No hay ningún lugar concreto desde el cual juzgue el que está en todas partes; oculto en todas partes, y evidente en todas partes, aquel a quien nadie puede conocer tal cual es, y a quien a nadie se le permite ignorarlo. Mira lo que vas a hacer. ¿Vas a decir insolencias contra Dios? Mira lo que dice otro libro de la Escritura: El Espíritu del Señor llena toda la tierra, y el que contiene todas las cosas, conoce cada voz; por eso el que habla cosas injustas no puede esconderse28. No pienses que Dios está en este o en aquel lugar; él está contigo tal como tú seas. ¿Qué quiere decir "tal como tú seas"? Que si tú eres bueno, Dios te parecerá que es bueno; y te parecerá malo, si tú te portas mal. Te ayudará si eres bueno, y te castigará si eres malo. Tienes el juez en lo escondido de tu intimidad. Si pretendes hacer algo malo, te apartas de los lugares públicos, y te retiras a tu casa, donde no te vea ningún enemigo. Si ves que alguien te ve en tu casa, te escondes en tu dormitorio. Y si también allí temes alguna mirada, entras en tu corazón, y allí tienes tus reflexiones. Pero Dios está más dentro de ti que tu corazón. Adondequiera que huyas, allí está él. ¿Adónde huirás de ti mismo? Vayas a donde vayas, ¿no te sigues a ti mismo? Dado que él es más interior a ti que tú mismo, no hay adónde huir de Dios airado, si no es a un Dios aplacado: no, no queda ningún lugar adonde puedas huir. ¿Quieres huir de él? Huye, y refúgiate en él. Luego no habléis insolencias contra Dios, ni siquiera en vuestra intimidad, donde habláis. Se dice en otro salmo: Ha tramado maldades en su lecho29. ¿Qué tramó en su lecho? Su lecho es su corazón, cuando dice: Ofreced sacrificios de justicia, y esperad en el Señor. Pero antes había dicho: Hablad en vuestros corazones, y arrepentíos en vuestros lechos30. Cuantos remordimientos de crímenes tienes allí, ten otros tantos arrepentimientos de confesión. Donde hablas mal contra Dios, allí mismo te juzga; no difiere el juicio, sino el castigo. Ya juzga, ya conoce, ya ve; sólo falta el castigo. Cuando la culpa haya sido puesta en claro, tendrás también la pena. Entonces aparecerá el rostro de aquel hombre que aquí fue burlado, juzgado, crucificado, aquel hombre que estuvo ante el juez; aquel hombre aparecerá juzgando con todo su poder, y será entonces cuando recibirás el castigo, si no te hubieras corregido. ¿Qué haremos, pues, mientras tanto? Anticipémonos a su rostro (en exomologései)31. Anticípate por la confesión, y vendrá manso aquel a quien le habías provocado la ira. Ni de los desiertos de los montes; porque Dios es el juez; no del oriente, no del occidente, ni de los desiertos de los montes. ¿Por qué? Porque Dios es el juez. Si estuviera en algún lugar, no sería Dios. Pero porque realmente el juez es Dios y no un hombre, no lo esperes que llegue de lugar alguno. Su lugar serás tú, si eres bueno, si hubieras confesado tus maldades y le hubieras invocado.

10. A uno lo humilla, y a otro lo exalta. ¿A quién humilla, y a quién exalta este juez? Fijaos en aquellos dos del templo, y veréis a quién humilla y a quién exalta. Nos dice el Evangelio: Subieron al templo a orar un fariseo y un publicano. El fariseo decía: Te doy gracias, porque no soy como los demás hombres, injustos, ladrones, adúlteros, ni como este publicano; ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que poseo. Había subido a ver al médico, y le mostraba los miembros sanos; ocultaba las heridas. ¿Y qué hacía el otro, que conocía mejor de qué debía ser sanado? El publicano, en cambio, estaba lejos de pie y se golpeaba el pecho. Ya lo veis cómo estaba alejado y de pie: se acercaba al que invocaba. Y se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios!, apiádate de mí, que soy un pecador. En verdad os digo que el publicano bajó justificado más bien que el fariseo; porque todo el que exalta, será humillado; y el que se humilla, será exaltado32. Queda así explicado el verso de este salmo. ¿Qué hace Dios, que es juez? A uno lo humilla, y a otro lo exalta; humilla al soberbio, y exalta al humilde.

11. [v. 9]. Porque en la mano del Señor hay un cáliz de vino puro lleno de una mezcla. Y con razón. Y lo ha ido derramando de éste en aquél; sin embargo las heces no se han consumido; beberán de él todos los pecadores de la tierra. ¡Recobrad un poco el ánimo! Es un tanto oscuro, sí, pero como acabamos de oír en la lectura del Evangelio: Pedid, y se os dará; buscad, y encontraréis; llamad y se os abrirá33. Pero tú dices: ¿Adónde debo llamar, para que se me abra? Ni al oriente, ni al occidente, ni al desierto de los montes; puesto que Dios es el juez. Si está presente aquí y allí, y no está ausente de ninguna parte, allí donde estás, llama; estate simplemente ahí donde estás, porque con tu presencia estás llamando. ¿Qué quiere esto decir? La primera cuestión que se me ocurre es ésta: El cáliz de vino puro está lleno de mezcla; ¿Cómo es de vino puro, si está mezclado? Y en cuanto al resto: El cáliz está en la mano del Señor; ahora me dirijo a los conocedores de la Iglesia de Cristo; al oír estas palabras, no debéis imaginaros a Dios como circunscrito por alguna forma humana, para no fabricaros ídolos en el templo oculto de vuestro corazón. Este cáliz tiene algún significado. Descubrámoslo. En la mano del Señor es como en el poder del Señor. La mano de Dios equivale al poder de Dios. También se dice con frecuencia hablando de los hombres lo mismo: "Esto lo tiene en la mano", es decir, esto está en su poder; esto lo hace cuando quiere. Cáliz de vino puro lleno de mezcla. Lo explica él mismo acto seguido: Lo fue derramando de éste en aquél; sin embargo sus heces no se han consumido. He aquí por qué estaba lleno de vino mezclado. No os extrañe de que se hable de vino puro y a la vez mezclado; es puro porque no está falsificado; está mezclado, por las heces. ¿Qué es aquí el vino, y qué son las heces? ¿Y qué significa: Derramó de éste en aquél, de manera que las heces no fueran consumidas?

12. Recordad la frase anterior, de la que se deriva esto: A uno lo humilla, y a otro lo exalta. Esto se halla simbolizado en el Evangelio por aquellos dos hombres, el fariseo y el publicano. Tomándolo más ampliamente, veamos simbolizados dos pueblos: los judíos y los gentiles. El pueblo judío, en el fariseo; el pueblo gentil, en el publicano. El pueblo judío se jactaba de sus propios méritos, mientras el pueblo gentil confesaba sus pecados. Quien conozca las epístolas apostólicas y los Hechos de los Apóstoles, advertirá en la sagrada Escritura lo que digo. No me voy a alargar explicando cómo los Apóstoles exhortaban a los gentiles a no perder la esperanza por haber cometido grandes pecados; y cómo reprendían a los judíos para que no se ensoberbecieran, como si hubieran sido justificados por las obras de la ley, y se creyeran, por eso, justos, teniendo a los gentiles por pecadores, ya que ellos, los judíos, tenían la ley, el templo y el sacerdocio34. Y en cambio a los gentiles los tenían a todos como adoradores de los ídolos, que daban culto a los demonios; los tenían como puestos a distancia, igual que aquel publicano estaba alejado. Pero pasó que así como los judíos, que en su soberbia se alejaron, así los gentiles, confesando, se acercaron. Así pues, en relación a lo del cáliz de vino puro, lleno de mezcla en la mano del Señor, lo que me dé a entender el Señor, lo diré a vuestra caridad, sin cerrar vuestros oídos a otros expositores, que os digan, tal vez, algo más adecuado, puesto que puede hallarse otro sentido más exacto, ya que la oscuridad de la Escritura es tal, que difícilmente tenga un solo sentido. No obstante, cualquiera sea el significado que salga a luz, debe necesariamente ajustarse a la regla de fe. Y yo no voy a envidiar a quien tenga más luces que yo, ni a desanimarme por verme más pequeño. Así, pues, el cáliz de vino puro, lleno de mezcla, me parece que es la ley que fue dada a los judíos, y toda la Escritura que llamamos el Antiguo Testamento, donde se halla reunida la autoridad y el peso de todos los preceptos. Y allí también se oculta el Nuevo Testamento, como en las heces de los sacramentos corporales. La circuncisión de la carne, por ejemplo, es realmente la figura de otro gran sacramento, que significa la circuncisión del corazón. El templo de Jerusalén es también el símbolo de otro gran sacramento, en el que debemos entender el cuerpo del Señor. La tierra prometida representa el reino de los cielos. El sacrificio de víctimas y animales encierra un gran sacramento: y hay que hacer notar que en toda aquella clase de sacrificios, debemos ver prefigurado aquel único sacrificio y aquella única víctima, que es el Señor en la cruz; nosotros, en lugar de todos aquellos sacrificios, tenemos uno solo, puesto que aquéllos prefiguraban a éste, y esta víctima estaba simbolizada en aquéllas. Aquel pueblo recibió la ley; recibió unos mandamientos justos y buenos. ¿Qué hay más justo que no matarás, no fornicarás, no robarás, no darás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre; no codiciarás los bienes ajenos, no desearás la mujer de tu prójimo; adorarás a un solo Dios, y a él sólo servirás?35 Todas estas cosas pertenecen al vino. Pero los otros elementos carnales como que se sedimentaron en los judíos, para que permaneciendo en ellos, de allí dimanase todo el simbolismo espiritual. El cáliz en la mano del Señor es estar en su poder; un cáliz de vino puro es una ley auténtica; lleno de mezcla quiere decir con las heces de los sacramentos carnales. Y el que a uno humilla es al judío soberbio, y que a otro exalta se refiere al gentil que confiesa sus pecados; lo de que va derramando de uno al otro, es decir, que ha derramado del pueblo judío en el pueblo gentil. ¿Y qué derramó? La ley, habiendo brotado de ella el sentido espiritual; y sin embargo las heces no se han extinguido, puesto que todos los sacramentos carnales se han quedado con los judíos. Beberán todos los pecadores de la tierra. ¿Quiénes beberán? Todos los pecadores de la tierra. ¿Quiénes son estos pecadores de la tierra? Los judíos eran ciertamente pecadores, pero soberbios; los gentiles también lo eran, pero humildes: Todos los pecadores beberán; pero fíjate en quiénes beben las heces, y quiénes el vino. Porque los judíos, bebiendo las heces, se extinguieron, y los gentiles bebiendo el vino, fueron justificados; es más, me atrevería a decir que se embriagaron. No me da reparo en decirlo, ¡y ojalá que todos se embriagasen de ese modo! Recordad las palabras de otro salmo: Tu cáliz embriagante ¡qué excelente es!36 ¿Pues qué? ¿Pensáis, hermanos míos, que todos aquellos que confesando a Cristo, querían incluso morir, estaban sobrios? Estaban ebrios de tal modo, que no conocieron a sus familiares. Todos los allegados que intentaron apartarlos de la esperanza del premio celestial con halagos terrenos, no fueron reconocidos, no fueron escuchados, ni les hicieron caso los embriagados. ¿No estaban ebrios aquellos que tenían cambiado el corazón? ¿No lo estaban aquellos que tenían el pensamiento alejado de este mundo? Beberán, dice, todos los pecadores de la tierra. ¿Pero quiénes beberán el vino? Lo beberán los pecadores, pero para que no permanezcan pecadores; para ser justificados, no castigados.

13. [v. 10]. Pero yo...: puesto que todos beben, pero particularmente yo, es decir, Cristo con su cuerpo, me alegraré eternamente; cantaré salmos al Dios de Jacob: por aquella futura promesa que se me hizo para el fin, de la cual se dice: No lo destruyas37. Más yo me alegraré eternamente.

14. [v. 11]. Quebraré la frente de los pecadores; y se alzarán las frentes del justo. Es lo mismo que: A uno lo humilla, y a otro lo exalta38. No quieren quebrar sus frentes los pecadores, pero sin duda serán quebradas al final. ¿No quieres que él te la destroce entonces? Rómpela tú hoy. Has oído lo que hemos dicho arriba; no desprecies esto: Dije a los malvados: no obréis el mal; y a los delincuentes: No alcéis la testud39. Cuando oíste: No alcéis la testud, no hiciste caso, y alzaste la cresta; llegarás al fin, y allí sucederá que quebrantaré las frentes de los pecadores, y serán exaltadas las frentes del justo. Las frentes de los pecadores son la dignidad de los soberbios; las frentes del justo son los dones de Cristo; por frentes se entiende la grandeza o excelencia. Odia en la tierra la grandeza terrena, para que puedas alcanzar la celeste. Si amas los honores terrenos, no serás admitido a los celestes, y será para ti una confusión el quebranto de tu frente, así como formará parte de la gloria el ver exaltada tu frente. Ahora es el tiempo de elegir; entonces ya no lo será. No debes decir: Quedaré libre y elegiré; porque ha precedido la advertencia: He dicho a los malvados...Si no lo hubiera dicho, prepara tu excusa, prepara tu defensa. Pero como he hablado, anticipa la confesión, no vayas a caer en la condenación; porque entonces la confesión será tardía, y no será posible la defensa.