SALMO 73

COMENTARIO

Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero O.S.A.

Sermón al pueblo

1. [v. 1]. El título de este salmo es: de la inteligencia de Asaf. El significado de Asaf en latín es "reunión", y en griego "sinagoga". Veamos qué habrá entendido esta sinagoga. Pero entendamos nosotros primero qué es una sinagoga; después comprenderemos lo que ha entendido la sinagoga. Toda reunión se designa con el nombre genérico de "sinagoga". Esta reunión puede ser de hombres o de animales. Pero aquí no se trata de un rebaño de animales, puesto que hemos oído lo palabra inteligencia. El hombre, también, cuando se halla en un puesto de honor, y olvida la inteligencia, mira que dice un salmo de él: El hombre puesto en honor no entiende; se le compara con los animales insensatos, y se ha hecho semejante a ellos1. Pero, dado que no se trata aquí de una reunión de animales, no hay por qué andar demostrándolo, ni gastar energías en demostrarlo. Pero como se trata de una asamblea de hombres, sí debemos entender de qué hombres se trata. No es, por cierto, de aquéllos que, puestos en honor, y por no entender, se les comparó a las bestias insensatas, y se hicieron semejantes a ellas, sino de aquellos hombres que entienden. Esto lo declara el título del salmo, que dice: de la inteligencia de Asaf. Se trata, pues, de una reunión que entiende, cuya voz vamos a oír. Pero, dado que la sinagoga es propiamente la congregación del pueblo de Israel, siempre que oigamos sinagoga, entendamos el pueblo judío. Veamos si su voz está en este salmo. Pero ¿de qué judíos y de qué pueblo de Israel se trata? Porque no es de la paja, sino quizá del grano2; no de los ramos desgajados3, sino tal vez de los injertados. Porque no todos los nacidos de Israel son israelitas; sino de Isaac, dice, se llamará tu descendencia; es decir, no los que son descendientes según la carne, éstos son los hijos de Dios, sino los hijos de la promesa, son los tenidos como su descendencia4. Hay, pues, algunos israelitas, de los cuales era aquel de quien se dijo: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay falsedad alguna5. No por esto digo que también nosotros somos israelitas, puesto que también nosotros somos descendencia de Abrahán; el Apóstol se dirigía a los gentiles, al decir: Luego sois linaje de Abrahán, herederos según la promesa6. Por lo tanto, según esto somos israelitas todos los que seguimos las huellas de la fe de nuestro padre Abrahán. Pero oigamos ahora la voz de los israelitas, de la forma como lo manifestó el Apóstol, cuando dijo: Porque yo también soy israelita, del linaje de Abrahán, de la tribu de Benjamín7. Entendamos, pues, aquí lo que dijeron los profetas: Un resto se salvará8. Oigamos, pues, aquí la voz de ese resto salvado. Que nos hable la sinagoga, la que había recibido el Antiguo Testamento, y que se fijaba en las promesas carnales; y de lo cual le sobrevino el que vacilaran sus pies. Efectivamente, ¿qué se dice en el otro salmo, cuyo título es también de Asaf? ¿Qué se dijo? ¡Qué bueno es el Dios de Israel para los rectos de corazón! Pero mis pies casi han vacilado9. Y como si le preguntáramos: ¿De dónde te vino ese vacilarse tus pies? Añade: Por poco resbalaron mis pasos, porque he tenido envidia de los pecadores, al ver la paz que disfrutan10. Como esperabala felicidad terrena, de acuerdo a las promesas de Dios en el antiguo Testamento, al ver cómo los impíos disfrutaban de ella, y que los que no daban culto a Dios tenían gran preponderancia en las riquezas que él esperaba de Dios, al pensar que sin motivo servía a Dios, vacilaron sus pies; así dice allí: Ahí tenéis a los pecadores, cargados de riquezas en el mundo. ¿Luego en vano justifiqué mi corazón?11 Ya veis cómo por poco resbalaron sus pasos; hasta llegar a interrogarse a sí misma: ¿Qué utilidad me reportó el servir a Dios? Éste no le sirve, y es feliz; yo le sirvo y tengo que sufrir. En fin, suponte que yo soy feliz; dado que también es feliz quien no sirve a Dios, ¿Cómo puedo creerme feliz yo, que lo sirvo? El salmo del que os he citado este testimonio, es el anterior al que ahora estamos tratando.

2. Muy oportunamente sucedió, aunque no se debe a mí, sino a la providencia de Dios, que hayamos acabado de oír ahora en el Evangelio: La ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos ha llegado por Jesucristo12. Si escudriñamos los dos Testamentos, el Nuevo y el Viejo, vemos que no contienen los mismos misterios, ni las mismas promesas; sin embargo sí son iguales la mayor parte de los preceptos. Por ejemplo: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, honra a tu padre y a tu madre, no darás falso testimonio, no codiciarás los bienes ajenos, no desearás la mujer de tu prójimo13, también se nos mandó a nosotros. Y quien no los cumpla se descarriará, y no será digno en absoluto de subir al monte santo de Dios, del cual se dijo: ¿Quién habitará en tu tabernáculo, o quién descansará en tu monte santo?14 El hombre de manos inocentes y puro corazón15. Si examinamos los preceptos, vemos que o son todos iguales, o apenas hay alguno que no han expresado los profetas. Los preceptos son los mismos en ambos Testamentos; las promesas y los sacramentos (o misterios) son distintos. Veamos por qué los preceptos son los mismos: porque según ellos, debemos servir a Dios. Los sacramentos son distintos, porque unos son los sacramentos que dan la salvación, y otros los que prometen al Salvador. Los sacramentos del Nuevo Testamento dan la salvación; los del Antiguo, prometen al Salvador. Cuando tienes lo prometido, ¿Por qué andar buscando las promesas, teniendo ya al Salvador? Digo que ya tienes lo prometido, no porque poseas ya la vida eterna, sino porque ya ha venido Cristo, anunciado por los profetas. Se cambiaron los sacramentos; se establecieron otros más sencillos, en número menor, más saludables, más felices. Y las promesas, ¿por qué son distintas? Porque se prometió la tierra de Canaán, tierra fértil, abundante en frutos, que manaba leche y miel; se prometió un reino temporal, una felicidad terrena, se prometió abundancia de hijos, se prometió la sumisión de los enemigos16; todo esto pertenece a la felicidad terrena. ¿Pero por qué fue más conveniente prometer primero ésta? Porque no es primero lo espiritual, sino lo animal, y después lo espiritual. El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo, que procede del cielo, es celestial. Como es el terreno, así son los terrenales, y como es el celeste, así son los celestiales. Como hemos llevado la imagen del terreno, llevemos también la del que vine del cielo17. El Antiguo Testamento pertenece a la imagen del hombre terreno; el Nuevo, a la del hombre celestial. Pero para que nadie piense que el hombre terreno fue hecho por uno, y el celestial por otro, Dios, mostrando que fue el creador de los dos, quiso también ser el autor de los dos Testamentos, prometiendo en el Viejo cosas terrenas, y en el Nuevo, celestiales. Pero ¿por cuánto tiempo eres hombre terreno? ¿Por cuánto saboreas las cosas terrenas? ¿Y no es verdad que al niño se le dan ciertas cosas propias de la infancia, los juguetes, con los que su ánimo se entretenga, y por lo mismo no se le habrán de quitar de las manos, cuando vaya creciendo, para que se dedique a cosas más útiles y convenientes al adolescente? Sin duda que tú mismo le diste a tu hijo nueces cuando era niño, y un libro siendo grande. Luego no porque Dios arrancó de las manos de sus hijos, por el Nuevo Testamento, aquellas realidades, que eran como juguetes de niños, para darles, ya de mayores, algo más útil, ha de pensarse que no les dio él mismo las primeras. Él, sí, les dio unas y otras. Pero la ley fue dada por Moisés, y la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo18. La gracia, porque se cumple por la caridad lo que mandaba la letra; la verdad, porque se otorga lo que estaba prometido. Esto es lo que entendió el Asaf este. En definitiva, todo lo que se había prometido a los judíos, les fue quitado. ¿Dónde está su reino? ¿Dónde su templo? ¿Dónde la unción? ¿Dónde el sacerdote? ¿Hay ahora entre ellos algún profeta? Desde que llegó el que fue anunciado por los profetas, este pueblo ya no tiene nada de todo esto; perdió las cosas terrenas, y todavía no busca las celestiales.

3. No debes, por tanto apegarte a las cosas terrenas, aunque sean un don de Dios. Y tampoco, por no deber apegarnos a ellas, vamos a creer que su dador es otro fuera de Dios. Quien las da es él, como si fueran el sumo bien, ay que también las da a quien no es bueno. Si las diera como el sumo bien, no las daría a los malos. Ha querido darlas también a los malos, para que los buenos aprendan a desear de él lo que no da a los malos. Aquellos desdichados del pueblo hebreo, que se fijaron en las cosas terrenas, y no se reocuparon del que hizo el cielo y la tierra, y que les dio los bienes temporales; que los libró, también temporalmente, de la cautividad de Egipto, y que los condujo, dividiendo el mar Rojo, sumergiendo en sus aguas a los enemigos que los perseguían19. Aquellos que no confiaron en que se les daría, cuando fueran mayores, también los bienes celestiales, como les dio los terrenos cuando eran pequeños, temiendo perder lo que ya habían recibido, mataron al que se los dio. Digo esto, hermanos, para que como personas del Nuevo Testamento, aprendáis a no apegar vuestro corazón a los bienes terrenos. Pues si no tienen excusa de su pego a lo terreno aquellos a quienes aún no se les había manifestado el Nuevo Testamento, ¡cuánto menos la tendrán en su búsqueda de lo terrenal quienes ya han recibido la revelación de las promesas celestiales en el Nuevo Testamento! Recordad, hermanos lo que dijeron los perseguidores de Cristo: Si le dejamos libre, vendrán los romanos, y nos arrebatarán el templo y la nación20. Daos cuenta de que por temor de perder lo terreno, mataron al Rey del cielo. ¿Y qué les sucedió a ellos? Que perdieron también los bienes terrenos, y donde ellos mataron a Cristo, allí mismo fueron ellos muertos. No queriendo perder la tierra, mataron al dador de la vida, y perdieron ellos la vida y la tierra; lo cual aconteció en los mismos días en ellos lo mataron, y así, por la coincidencia del tiempo, se dieran cuenta de por qué recibieron este castigo. Porque cuando fue arrasada la ciudad de los judíos, estaban celebrando la Pascua, y se hallaban presentes muchos miles de hombres de toda la nación para la celebración de esta fiesta. Así Dios, por medio de los malos, permaneciendo él bueno; por medio de los injustos, pero obrando él justamente, se vengó de ellos: murieron muchos miles de personas, y la ciudad quedó arrasada. Esto es lo que lamenta en este salmo la inteligencia de Asaf; y en el mismo lamento, como habiendo entendido, distingue lo terreno de lo celeste, distingue el Antiguo del Nuevo Testamento, para que sepas por qué realidades vas a transitar, qué debes dejar de lado, y a qué deberás de prestar tu estima. Comienza así.

4. ¡Oh Dios! ¿Por qué nos has rechazado para siempre? Nos has rechazado para siempre: es la voz del pueblo judío, y de la congregación que propiamente se llama sinagoga. ¿Por qué, Oh Dios, nos has rechazado para siempre? No protesta, sino que pregunta: ¿Por qué? ¿Cuál es la razón? ¿Por qué motivo has hecho esto? ¿Y qué es lo que has hecho? Nos has rechazado para siempre. ¿Qué quiere decir para siempre? Tal vez hasta el fin del mundo. ¿O tal vez hasta Cristo, que es el fin para todo el que cree?21 ¿Por qué, pues, Oh Dios, nos has rechazado para siempre? Arde tu cólera contra las ovejas de tu rebaño. ¿Por qué estás airado contra las ovejas de tu rebaño, sino porque nos apegábamos a los bienes terrenos, y no reconocíamos al pastor?

5. [v. 2]. Acuérdate de la comunidad que has poseído desde el principio. ¿Podrá ser esta la voz de los gentiles? ¿Acaso ha poseído a los gentiles desde el principio? A quien sí poseyó fue a la descendencia de Abrahán, al pueblo de Israel, nacido, según la carne de los patriarcas, nuestros padres, de quienes hemos llegado a ser hijos nosotros, no según la carne, sino imitando su fe. Y a los poseídos por Dios desde el principio, ¿qué les sucedió? Acuérdate de la congregación que has poseído desde el principio. Tú has redimido la vara de tu heredad. Tu misma congregación, la vara de tu heredad, tú la redimiste. A la misma congregación, la vara de tu heredad, la redimiste. Llama a la misma congregación la vara de la heredad. Fijémonos ahora en el hecho primero, cuando Dios quiso tomar posesión de dicha congregación, liberándola de Egipto, y qué signo le dio a Moisés, cuando éste le preguntó: ¿Y qué señal les daré, para que crean que tú me has enviado? Y Dios le contestó: ¿Qué tienes en tu mano? Una vara. Arrójala en la tierra. La arrojó, y se convirtió en una serpiente; Moisés se asustó y se apartó de ella. El Señor le dijo: agárrala por la cola. La agarró y se convirtió de nuevo en vara como era antes22. ¿Qué significa esto, ya que no se hizo en vano? Preguntémoselo a las letras de Dios. ¿Qué le inculcó al hombre la serpiente? La muerte. Luego la muerte viene de la serpiente. Si la muerte procede de la serpiente, la vara, convertida en serpiente, significa Cristo en su muerte23. Por eso también cuando los judíos en el desierto fueron mordidos y muertos por las serpientes, Dios ordenó a Moisés que alzase una serpiente de bronce en el desierto, para que cualquiera que fuese mordido por una serpiente la mirase y se sanaría24; y así sucedía. Es así como se curaban los hombres del veneno de las serpientes: mirando la serpiente. ¡Qué gran misterio, ser curado por una serpiente! ¿Qué sentido encierra el ser sanados de la serpiente, mirando la serpiente? Ser salvados de la muerte, creyendo en el Muerto. Y sin embargo, Moisés se asustó y huyó. ¿Qué significa la huida de Moisés de esta serpiente? Lo sabemos, hermanos, por lo sucedido en el Evangelio. Cuando Cristo murió, los discípulos se atemorizaron y se apartaron de aquella esperanza que los había mantenido25. Pero ¿qué se le dijo a Moisés? Agarra la cola. ¿Qué significa esto? Agarra la parte de atrás. Y esto mismo significan aquellas palabras: Verás mis espaldas26. Primero se hizo una serpiente; pero agarrando la cola se transformó en una vara. Así Cristo primero fue matado, y luego resucitó. En la cola de la serpiente está representado el fin del mundo, porque así transcurre ahora la Iglesia en su condición de mortal: unos vienen y otros se van por la muerte, como por la serpiente, puesto que fue la serpiente quien sembró la muerte; pero al fin del mundo, como la cola volvemos a la mano de Dios, y se hará de nosotros el reino inmutable de Dios, y así se cumplirá en nosotros aquello: Has redimido la vara de tu heredad. Pero dado que esta es la voz de la sinagoga, la vara redimida de su heredad se manifiesta con mayor claridad en los gentiles, una esperanza que les estaba oculta a los judíos, tanto de los que habían de creer, como de los que creyeron cuando fue enviado el Espíritu Santo, y hablaron los discípulos las lenguas de todas las naciones27. Fue entonces cuando creyeron algunos miles de judíos que habían crucificado a Cristo; y como estaban muy cercanos a la fe, de tal modo creyeron, que vendieron todo lo que poseían y depositaron su precio a los pies de los Apóstoles28. Pero como esto estaba oculto, y había de manifestarse más claramente la redención de la vara de Dios en los gentiles, explica más claramente en qué sentido ha dicho: Has redimido la vara de tu herencia. No lo dijo refiriéndose a los gentiles, en los cuales está patente. Entonces ¿a quién se refiere? Al monte Sión. Pero el monte Sión puede ser interpretado de otra manera. Por eso lo aclara: Este monte en el cual has habitado, donde antes estuvo el pueblo, donde se edificó el templo, y se celebraban sacrificios, donde todas aquellas cosas, necesarias en aquel tiempo, contenían la promesa de Cristo. La promesa sobra cuando se da ya lo prometido. Antes de darse lo que se promete, sí es indispensable la promesa, para que no se olvide de ella el que la ha recibido, y no muera, por lo mismo, sin esperanza. Luego conviene que espere, a fin de que reciba lo prometido cuando llegue. Por eso la promesa no debe faltar. Y por esta razón no faltaron las figuras, para que, llegado el día, se fueran las sombras. El monte Sión, en el que has habitado.

6. [v. 3]. Levanta tu mano hasta el fin contra su soberbia. Como nos rechazabas para siempre, así levanta tu mano hasta el fin contra su soberbia. ¿La soberbia de quiénes? De aquellos por quienes fue arrasada Jerusalén. ¿Y por quiénes fu destruida, sino por los reyes de los gentiles? Con razón fue levantada su mano contra su soberbia para siempre, porque también ellos habían conocido a Cristo. El fin de la ley es Cristo, para justificación de todo el que cree29. ¡Qué buenos deseos! Parece que habla como airado, parece como que maldice, ¡y ojalá se cumpla en ellos esta maldición! Más aún, alegrémonos de que en el nombre de Cristo ya se ha cumplido. Los que tienen el cetro del poder, ya se someten al leño de la cruz; ya se ha cumplido lo que se predijo: Lo adorarán todos los reyes de la tierra, y todos los pueblos le servirán30. Ya en las frentes de los reyes es más precioso el signo de la cruz, que las joyas de la diadema. Levanta tu mano contra su soberbia para siempre. ¡Cuántas maldades ha cometido el enemigo contra tus santos! Contra todo lo que había sido santo; es decir, el templo, el sacerdocio, todos aquellos misterios que había en aquel tiempo.¡cuantas maldades ha cometido el enemigo! Efectivamente, quien operó entonces fue el enemigo, pues los gentiles, que entonces realizaron esto, adoraban a dioses falsos, adoraban a los ídolos, se sometían a los demonios; cometieron infinidad de maldades contra los santos de Dios. ¿Cómo habrían podido hacerlas, si no se les hubiera permitido? Pero ¿cuándo se les permitió? Cuando aquellas realidades santas, que primero eran promesas, ya no eran necesarias, pues se poseía a aquel que las había prometido. Luego ¡cuántas maldades cometió el enemigo contra tus santos!

7. [v. 4]. Y se gloriaron todos los que te odiaron. Se refiere a los servidores de los demonios y de los ídolos. Estos eran entonces los gentiles, que arrasaron el templo y la ciudad de Dios, y se gloriaron. En medio de tu solemnidad. Acordaos de los que os he dicho: que fue arrasada la ciudad de Jerusalén cuando se celebraba la solemnidad de la Pascua, en cuya festividad también los judíos crucificaron a Cristo. Congregados se ensañaron, congregados perecieron.

8. [v. 5]. Pusieron sus enseñas como señal, y no lo conocieron. Las señales que tenían las colocaron allí, es decir, sus estandartes, sus águilas, sus dragones, las enseñas romanas; o también sus estatuas, que primero colocaron en el templo; o quizá las insignias de las que oyeron hablar en otro tiempo a los oráculos de sus demonios. Y no lo conocieron. ¿Qué es lo que no conocieron? Que no tendrías potestad sobre mí, si no te hubiera sido dada de lo alto31. No conocieron que no les fue concedido el honor de torturar, de tomar y de arrasar la ciudad, sino que Dios utilizó su impiedad como un arma mortífera. Se convirtieron en instrumento de venganza, no en reino de paz. Pues Dios obra como muchas veces lo hace el hombre: el hombre a veces, enojado, toma la vara que tiene a mano, quizá cualquier rama; con ella castiga al hijo, después la echa al fuego, y reserva la herencia. Así Dios, en alguna ocasión por los malos instruye a los buenos, y por la potencia temporal de los que han de ser condenados, disciplina a los que pretende salvar. ¿Pues qué? ¿Pensáis, hermanos, que se castigó a esa nación de tal modo que pereciera totalmente? ¡Cuántos de ellos creyeron después! ¡Y cuántos han de creer todavía! Una cosa es la paja, y otra el trigo; sobre ellos pasa el trillo; bajo el mismo trillo la paja es triturada, y el trigo es limpiado. ¡Cuánto bien nos hizo Dios por el mal de Judas el traidor! ¡Cuánto bien se ha derivado para los gentiles conversos, de la misma crueldad de los judíos! Cristo fue muerto, para que, puesto en la cruz, lo mirase el que fuera mordido por la serpiente32. Quizá también los romanos habían oído a sus adivinos que debían ir a Jerusalén y conquistarla. Y una vez conquistada y destruida, se convencieron de que fue obra de sus demonios. Pusieron sus enseñas como señal; y no lo conocieron. ¿Qué es lo que no conocieron? Como salido de lo alto. Que si esta orden no hubiera venido de arriba, jamás se les habría permitido a los ensañados gentiles perpetrar tales cosas contra el pueblo judío. Pero vino de arriba, como lo dice Daniel: Desde el comienzo de tu oración, salió la palabra33. Esto se lo dijo también el señor al mismo Pilato, que se enorgullecía, y ponía su enseña como señal, y sin conocerlo, dijo a Cristo: ¿A mí no me respondes? ¿No sabes que tengo el poder de matarte, y el poder de liberarte?34 Y el Señor, dirigiéndose al engreído, como quien pincha un globo inflado, le dice: No tendrías poder sobre mí, si no te hubiera sido dado de lo alto. Así sucede también aquí: Pusieron sus insignias como señales; y no conocieron. ¿En qué sentido no conocieron? Como en la salida de lo alto. ¿Es que podían ellos conocer que venía ordenado de lo alto que todo esto había de realizarse?

9. [v. 6]. Pasemos rápidamente por estos versículos, de la destrucción de Jerusalén. Son claros, y no es agradable detenerse ni siquiera en el castigo de los enemigos. Como en un bosque de árboles destrozaron juntos a hachazos sus puertas, es decir, de común acuerdo y sin detenerse; y con el pico y la maza la derribaron.

10. [v. 7]. Prendieron fuego a tu santuario; profanaron y echaron por tierra el tabernáculo de tu nombre.

11. [vv. 8—9]. Dijeron en su corazón los de su estirpe, todos a una. ¿Qué dijeron? Venid, eliminemos de la tierra todas las solemnidades del Señor. Esta palabra del Señor es del que lo escribe, en la persona de Asaf. Aquellos inhumanos ensañados no iban a llamar Señor a aquel de quien estaban arrasando el templo. ¿Y Asaf qué? ¿Qué hace el entendimiento de Asaf en estos bárbaros? ¿Qué? ¿No aprovecha al menos la lección recibida? ¿No se corrige la perversidad del espíritu? Fue destruido todo lo que existía en la antigüedad: no hay sacerdote, no existe el altar de los judíos, ya no hay sacrificios, desapareció el templo. ¿No habrá, entonces, que reconocer ninguna otra realidad, que haya tomado el puesto de todo lo que ha desaparecido? ¿O es que debería desaparecer este signo—promesa, antes de que llegara lo que prometía? Veamos, pues, en este punto la inteligencia de Asaf; veamos si saca algún provecho de la tribulación. Fíjate en lo que dice: Ya no vemos nuestros signos, ya no hay profeta, y no nos va a conocer todavía. Aquí tenéis a estos judíos, comentando entre sí que no reconocidos o comprendidos todavía, es decir, que siguen todavía en la cautividad, que no han sido liberados, que esperan todavía a Cristo. Cristo ha de venir, sí, pero como juez. Primero vino a llamar, luego vendrá a discernir. Vendrá, porque vino, y es evidente que ha de venir, pero su venida será ya de lo alto. ¡Estaba ante ti, oh Israel! Y tú te quebraste al tropezar en el que yacía en tierra; para que no seas pulverizado, pon atención al que viene de arriba. Así está predicho por el Profeta: Todo el que tropiece en aquella piedra, se quebrará; y sobre quien ella caiga, será pulverizado35. Siendo pequeño, quiebra; cuando sea grande, pulverizará. Ya no ves tus signos, ni hay profeta; y sin embargo, dices: Y no nos va a conocer todavía, porque vosotros todavía no le reconocéis. Ya no hay profeta, y no nos reconocerá todavía.

12. [v. 10]. ¿Hasta cuándo, oh Dios, nos va a ofender el enemigo? Grita, sí, como si estuvieras abandonado, como un desamparado; grita como un enfermo que prefirió matar al médico, antes que ser curado; no te reconoce todavía. Mira lo que hizo el que todavía no te reconoce. Lo verán, dice, aquellos a quienes no les fue anunciado, y comprenderán aquellos que no han escuchado su palabra36; y tú todavía sigues gritando: Ya no hay profeta, y no nos conocerá todavía. ¿Dónde está tu inteligencia? El enemigo provoca tu nombre hasta el fin. Para esto ofende el adversario tu nombre hasta el fin, para que tú, airado, lo corrijas, y, al corregirlo, lo conozcas por fin. O también hasta el fin. ¿Hasta qué fin? Hasta que conozcas, hasta que grites, y agarrándole la cola, vuelvas al reino.

13. [v. 11]. ¿Por qué retraes tu mano, y tu derecha del interior de tu seno hasta el fin? He aquí otra señal que se le dio a Moisés. Como hemos visto antesel signo de la vara, así ahora se cita el de la mano derecha. Después que se le dio el de la vara, Dios le dio otro signo: Mete, le dice, tu mano en el seno, y la metió. Sácala, y la sacó; y estaba blanca37, es decir, inmunda. Pues la blancura en la piel es lepra38, no belleza. La heredad de Dios, es decir, su pueblo, arrojado fuera de él, se hizo inmundo. ¿Pero qué le dice a Moisés? Métela de nuevo en tu seno; la metió, y recobró su color39. ¿Por qué haces esto, dice nuestro Asaf? ¿Hasta cuándo vas a tener apartada tu derecha de tu seno, permaneciendo afuera inmunda? Métela de nuevo, que recobre su color, y reconozca al Salvador. ¿Por qué apartas tu mano, y tu diestra del interior de tu seno hasta el fin? Así grita el ciego que no entiende; y Dios hace que hace. ¿Por qué vino Cristo? Israel se quedó ciego en parte, para que entrase la totalidad de los gentiles, y así se salvase todo Israel40. Pues bien, Asaf, reconoce lo que ha sucedido, para que al menos sigas detrás, si no pudiste ir delante. Porque no en vano vino Cristo, ni en vano fue muerto; ni el grano de trigo cayó inútilmente en tierra, sino para resucitar multiplicado41. La serpiente fue alzada en el desierto, para que el herido por su veneno sanase42. Pon atención en lo que ha sucedido; no pienses que vino sin misión alguna, no sea que cuando venga de nuevo te cuente entre los malos.

14. [v. 12]. Asaf ha entendido, puesto que en el título del salmo se dice: Inteligencia de Asaf. ¿Y qué dice? Dios, que es nuestro rey antes de los siglos, ha realizado la salvación en medio de la tierra. Nosotros aquí clamamos: Ya no hay profeta; y no nos conocerá todavía; aquí, no obstante, el Dios nuestro, nuestro rey, que existe antes de los siglos, puesto que ya desde el principio es la Palabra, por la cual fueron hechos todos los siglos, realizó la salvación en medio de la tierra. Pues bien, Dios, nuestro rey antes de los siglos, ¿qué hizo? Realizó la salvación en medio de la tierra; ¡y yo sigo gritando como si estuviera abandonado! Él realiza la salvación en medio de la tierra, y yo me he quedado como tierra. Bien entendió Asaf, como dice el título: Inteligencia de Asaf. ¿Por qué realizó Cristo estas cosas, o qué clase de salvación llevó a cabo, sino la que convenía, para que los hombres aprendiesen a desear lo eterno, y no se quedasen siempre apegados a las cosas temporales? Dios, nuestro rey antes de los siglos, realizó la salvación en medio de la tierra. Mientras tanto nosotros gritamos: ¿Hasta cuándo, Señor, nos va a ultrajar siempre el enemigo? ¿Hasta cuándo vas a tener tu mano fuera de tu seno? Mientras decimos todo esto, Dios, nuestro rey antes de los siglos, ha realizado la salvación en medio de la tierra, y nosotros estamos dormidos. Los gentiles ya están vigilantes, y nosotros roncamos, deliramos en sueños como que Dios nos habría abandonado. Ha realizado la salvación en medio de la tierra.

15. [v. 13]. A ver, Asaf, corrígete y vuelve al conocimiento; dinos qué clase de salvación obró Dios en medio de la tierra. Cuando fue destruido aquel vuestro bienestar terreno, ¿qué es lo que realizó? ¿Qué promesas hizo? Tú afianzaste el mar con tu poder. El pueblo judío era considerado como tierra árida, separada de las aguas; el mar, con su amargura, eran los gentiles, y su agua bañaba aquella tierra por todas partes. Pues bien, afianzaste el mar con tu poder, y la tierra quedó sedienta de tu lluvia. Tú afianzaste el mar con tu poder; quebraste las cabezas de los monstruos marinos. Las cabezas de los monstruos, o sea, la soberbia de los demonios, que tenían cautivos a los gentiles, las destrozaste en las aguas; porque tú libraste por el bautismo a quienes poseían los demonios.

16. [v. 14]. ¿Y qué más hubo, después de las cabezas de los dragones marinos? Porque aquellos dragones tienen su príncipe, y él es el primero y el gran dragón. ¿Y qué hizo de él el que realizó la salvación en medio de la tierra? Escucha: Tú has destrozado la cabeza del dragón. ¿De qué dragón? Entendemos por dragones a todos los demonios que militan bajo el diablo; ¿a qué dragón en particular se referirá ahora, que le ha destrozado la cabeza, sino al mismo diablo? ¿Qué hizo de él? Tú destrozaste la cabeza del dragón. Él es el origen del pecado. Aquella cabeza fue la que recibió la maldición, de manera que la descendencia de Eva debería estar atenta a la cabeza de la serpiente43. Por eso también a la Iglesia se le advirtió que evitara el origen del pecado. ¿Cuál es el origen del pecado, o también la cabeza de la serpiente? El principio de todo pecado es la soberbia44. Fue destrozada la cabeza del dragón: fue pulverizada la soberbia diabólica. ¿Y de él qué hizo el que realizó la salvación en medio de la tierra? La entregaste como pasto a los pueblos etíopes. ¿Qué significa esto? ¿Qué sentido debo darle a los pueblos etíopes? Está claro que todos los gentiles. Quedan bien personificados en la raza negra; los etíopes, de hecho, son negros. Son llamados a la fe los que antaño fueron negros. Así es, y por eso se les ha dicho: En un tiempo fuisteis tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor45. Cierto que fueron llamados cuando eran negros, pero para que no permaneciesen negros, pues de ella está formada la Iglesia, a la cual se le dice: ¿Quién es esta, que sube blanqueada?46 ¿Qué se ha hecho de la negra, sino lo que está dicho: Negra soy, pero hermosa?47 ¿Y cómo estos pueblos tomaron al dragón como alimento? Creo que más bien han recibido como alimento a Cristo, pero a Cristo para consumarse ellos en Cristo, y al diablo para consumirlo. Así sucedió con aquel becerro que adoró el pueblo desleal y apóstata, volviéndose a los dioses de Egipto, y abandonando al que los liberó de la servidumbre de los egipcios. Aquí se pone de relieve aquel grande sacramento. En efecto, de tal modo se enojó Moisés contra los que veneraban y adoraban y adoraban al ídolo, que inflamado de celo por Dios, se vengó temporalmente, aterrorizándoles para evitarles la muerte eterna. Arrojó al fuego la cabeza del becerro, la destrozó, la redujo a polvo, la mezcló con agua y la dio a beber al pueblo48; y así se realizó un gran misterio. ¡Oh ira profética; oh ánimo no alterado, sino iluminado! ¿Y qué es lo que hizo? Arrójalo al fuego, para que pierda su forma propia; vete desmenuzándolo hasta pulverizarlo, para que sea consumido poco a poco. Échalo al agua y dáselo a ver al pueblo. ¿Qué significa esto, sino que los adoradores del diablo se habían hecho cuerpo suyo? Del mismo modo los que reconocen a Cristo se convierten en el cuerpo de Cristo, hasta el punto de que se diga de ellos: Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros49. El cuerpo del diablo debía ser consumido, y precisamente por los israelitas. De aquel pueblo han salido los Apóstoles; de aquel pueblo nació la primera Iglesia. Y a Pedro se le dijo un día, refiriéndose a los gentiles: Mata y come50. ¿Qué significa mata y come? Mata lo que ellos son, y haz de ellos lo que tú eres. Aquí se dice: Mata y come; y allí: Pulveriza y bebe; ambas cosas, no obstante, están en el mismo misterio; porque era muy necesario, y lo era sin duda, que el cuerpo que pertenecía al diablo, creyendo pasara a ser el cuerpo de Cristo. Es así como el diablo es consumido perdiendo sus miembros. Esto se prefiguró también en la serpiente de Moisés. Porque, al arrojar los magos sus varas, se convirtieron en dragones, lo mismo que la de Moisés; pero el dragón de Moisés devoró todas las varas de los otros magos51. Debemos entender que también se hace ahora esto mismo con el cuerpo del diablo: así se hace, es devorado por los gentiles que han creído, se ha convertido en pasto de los pueblos etíopes. Puede también entenderse así: Se lo diste como pasto a los pueblos etíopes, ya que ahora lo muerden todos. ¿Qué quiere decir lo muerden? Vituperando, burlándose, acusando; como se dijo prohibiendo, sí, pero muy claramente: Si os mordéis y devoráis unos a otros, atención, no sea que os destrocéis mutuamente52. ¿Qué quiere decir que os mordéis y devoráis unos a otros? Que litigáis, os desacreditáis mutuamente, y os echáis en cara vuestros defectos unos a otros. Fijaos ahora cómo en estos mordiscos es consumido el diablo. ¿Quién, airado con su siervo, aunque sea pagano, no le llama satanás? Mira cómo se da al diablo como comida. Esto lo dice un cristiano, lo dice un judío, lo dice un pagano; lo adora, y, con todo, lo maldice.

17. [v. 15]. Veamos el resto del salmo. ¡Hermanos, os lo ruego, prestad atención! Se oye con gran pacer, porque lo que se ha oído se comprueba realizado en todo el mundo. Cuando se anunciaban estas cosas, no existían; porque entonces se prometían, no se realizaban; pero ahora ¡cómo nos mueven el ánimo, cuando vemos que se han cumplido en el mundo las cosas que leemos anunciadas en el libro! Veamos qué hizo aquel a quien ya entendió Asaf, que ha realizado la salvación en medio de la tierra. Tú hiciste brotar manantiales y torrentes, para que manando el agua de la sabiduría, y las riquezas de la fe, regasen la salmuera de los gentiles, y con esta irrigación se convirtieran a la dulzura de la fe todos los infieles. Tú hiciste brotar manantiales y torrentes. Quizá son distintos aquí el manantial y el torrente, o quizá son lo mismo, ya que los manantiales pudieron ser tan copiosos que se hicieron ríos. Tú hiciste brotar manantiales y torrentes. Si los tomamos como distintos, en alguno de ellos la palabra de Dios se convierte en una fuente que brota para la vida eterna53; mientras que otros, que sí la oyen, pero no la practican con una vida buena, y, no obstante, no la callan con su lengua, se hacen torrentes. Propiamente se llaman torrentes aquellas corrientes de agua no perennes. Hay veces que de manera figurada se llama torrentes a los ríos; como en aquel pasaje donde se dice: Se saciarán de la abundancia de tu casa, y les darás a beber del torrente de tus delicias54; pero ese torrente no se secará jamás; no obstante se denominan propiamente torrentes a los ríos que en verano les falta el agua, a pesar de que en invierno tienen buena corriente y se desbordan. Ves, por ejemplo, a un hombre buen creyente, que ha de perseverar hasta el fin, que no abandona Dios en tentación alguna, que soporta toda molestia por la verdad, no por la falsedad y el error; ¿de dónde le viene tal vigor, sino de la palabra, que en él se hizo la fuente de agua que brota hasta la vida eterna? Otro, en cambio, recibe la palabra, predica, no se calla, corre: pero falta todavía el verano, que probará si es fuente o torrente. Sin embargo, los dos riegan la tierra, por aquel que ha realizado la salvación en medio de la tierra; que broten los manantiales, que corran los torrentes. Tú hiciste brotar manantiales y torrentes.

18. Tú secaste los ríos de Etan. Por un lado hace brotar fuentes y torrentes, y por otro seca los ríos, para que allá corran las aguas, y aquí estén secos. Lo ríos de Etan, dice. ¿Qué es Etan? Es una palabra hebrea. ¿Qué significa? Fuerte, robusto. ¿Quién es este fuerte, este robusto, cuyos ríos seca Dios? ¿Quién sino el dragón aquel? Nadie entra en la casa de un fuerte, para arrebatarle sus cosas, si no ha amarrado antes al fuerte55. Él es el fuerte, orgulloso de su fuerza, que abandona a Dios; Este es el fuerte que dice: Pondré mi trono en el Aquilón, y seré semejante al Altísimo56. De este mismo vaso de perniciosa fortaleza dio a beber al hombre. Quisieron ser fuertes los que pensaron que serían dioses comiendo del fruto prohibido. Se hizo fuerte Adán, sí, un fuerte de burla; He aquí que Adán se ha hecho como uno de nosotros57. También se hicieron fuertes los judíos que presumían de su justicia: Pues ignorando la justicia de Dios, y pretendiendo establecer la suya, como fuertes, no se sometieron a la justicia de Dios58. Fijaos cómo un hombre dejada a un lado su fortaleza, y ha permanecido débil, pobre, de pie a lo lejos, sin atreverse a levantar los ojos al cielo, golpeándose el pecho y diciendo: Ten piedad de mí, que soy un pecador59. Ya se siente débil, y confiesa su debilidad; no es fuerte; es tierra árida; riéguese con los manantiales y torrentes. Fuertes son los que todavía presumen de su fortaleza. Séquense sus ríos; que no se difundan las doctrinas de los gentiles, de los arúspices, de los astrólogos, ni las artes mágicas, puesto que se han secado los ríos del fuerte. Tú has secado los ríos de Etan. Séquese aquella doctrina e inúndense los espíritus con el evangelio de la verdad.

19. [v. 16]. Tuyo es el día, y tuya es la noche. ¿Quién ignora esto, dado que él hizo todas las cosas, ya que por medio de la Palabra todo fue hecho?60 Al mismo que ha realizado la salvación en medio de la tierra, se le dice: Tuyo es el día, y tuya es la noche. Aquí debemos entender algo que se refiera a la salvación realizada en medio de la tierra. Tuyo es el día. ¿Quiénes son éstos? Los espirituales. Y tuya es la noche; éstos los hombres carnales. Tuyo es el día, y tuya es la noche. Hablen los espirituales entre sí mutuamente de cosas espirituales; pues está escrito: Adaptando las cosas del Espíritu a los espirituales, hablamos de la sabiduría entre los perfectos61. Esta sabiduría no la perciben todavía los carnales. Y así se les dice: No pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales62. Está claro que los hombres espirituales hablan con los hombres espirituales: El día le pasa al día la palabra; pero como los mismos carnales no callan su fe en Cristo crucificado, de forma que la puedan entender también los niños: La noche le comunica la ciencia a la noche63. Tuyo es el día, y tuya es la noche. A ti te pertenecen los hombres espirituales y también los carnales; a unos los iluminas con la inmutable sabiduría y la verdad; a otros los consuelas con la manifestación de la carne, como la luna que suaviza la oscuridad de la noche. Tuyo es el día, y tuya es la noche. ¿Quieres oír lo que es el día? Mira a ver, si puedes; eleva tu mente cuanto puedas. Veamos si perteneces al día; veamos si no parpadea tu mirada. ¿Puedes mantener tu mirada en lo que acabas de oír en el Evangelio: En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios?64 Tú no conoces otras palabras distintas de las que suenan y pasan. ¿Puedes ya comprender la Palabra que no es un sonido, sino que es Dios? ¿No has oído en ese pasaje: Y la Palabra era Dios? Pero tú te quedas pensando en estas palabras: Todo fue hecho por medio de ella65. Y por él fueron hechos también los que pronuncian palabras. ¿De qué clase es esta palabra? ¿La comprendes tú, hombre carnal? Responde; ¿la comprendes? No la comprendes; aún perteneces a la noche, necesitas la luna, para que no mueras en las tinieblas. Efectivamente, algunos pecadores tensaron el arco para asaetear a los rectos de corazón, estando oscura la luna66. Se oscureció la carne de Cristo cuando la bajaron de la cruz y la colocaron en el sepulcro,y los que lo mataron lo insultaban; y cuando todavía no había resucitado, los discípulos, de corazón recto, fueron asaeteados, pero cuando estaba la luna oscura. Luego para que no sólo el día le pase al día la palabra, sino que también la noche le transmita la ciencia a la noche (puesto que tuyo es el día, y tuya es la noche) dígnate descender, y permanecer junto a aquel de quien desciendes, pero dígnate acercarte a aquellos por los cuales has descendido. Dígnate bajar, tú que estabas en este mundo, y el mundo fue hecho por ti, y el mundo no te conoció. Tenga también la noche su consuelo. Téngalo, sí: La Palabra se hizo carne, dice, y puso su morada entre nosotros67. Tuyo es el día, y tuya es la noche. Tú has dado forma perfecta al sol y a la luna: el sol, es decir, los espirituales, y la luna, esto es, los carnales. El que todavía es carnal, que no sea abandonado, y también sea conducido a la perfección. Tú has dado forma perfecta al sol y a la luna: el sol como a un sabio; la luna como a un ignorante; pero no lo has abandonado. Así está escrito: El sabio permanece estable como el sol; pero el necio cambia como la luna. ¿Y qué importa? ¿Es que porque el sol permanece, es decir, el sabio permanece como el sol, y el necio se cambia como la luna68, al que es todavía carnal, todavía necio, habrá que abandonarlo? ¿Y dónde queda, entonces, lo que dijo el Apóstol: Me debo a sabios y a ignorantes?69 Tú has dado forma perfecta al sol y a la luna.

20. [v. 17]. Tú trazaste todas las fronteras de la tierra. ¿No fue antes, cuando creó la tierra? ¿Pero cómo trazó las fronteras de la tierra, el que llevó a cabo la salvación en medio de la tierra? Tal como lo dice el Apóstol: Hemos sido salvados por la gracia, y esto no se debe a nosotros, sino que es un don de Dios; no se debe a las obras, para que nadie se engría70. Entonces, ¿no se trataba de buenas obras? Sí, lo eran; pero ¿de qué modo? Por la gracia de Dios. Prosigue; veamos. Hechura suya somos, creados en Cristo Jesús en orden a las buenas obras71. He aquí cómo fijó los límites de la tierra el que realizó la salvación en medio de la tierra: Tú trazaste todas las fronteras de la tierra. El verano y la primavera tú los hiciste. Que no se gloríen como si no lo hubieran recibido: tú los hiciste.

21. [v. 18]. Acuérdate de esta criatura tuya. ¿De qué criatura tuya? El enemigo ha ultrajado al Señor. ¡Oh Asaf, duélete al comprender tu primitiva ceguera! El enemigo ha ultrajado al Señor. A Cristo le dijeron los de su pueblo: Este es un pecador; no sabemos de dónde es: nosotros conocemos a Moisés, a él Dios le ha hablado; éste es un samaritano72. El enemigo ultrajó al Señor; y un pueblo insensato maldijo tu nombre. Un pueblo insensato era entonces Asaf; pero entonces no tenía lugar la inteligencia de Asaf. ¿Qué se dice en el salmo anterior? Soy como un animal ante ti; pero yo estoy siempre contigo73; porque no se había ido a los dioses e ídolos de los gentiles. Aunque no te conoció, como animal, sin embargo te ha reconocido como hombre, y te ha dicho: Aunque como animal, siempre he estado contigo. ¿Y qué más se dice en el mismo salmo, cuando habla Asaf? Me tomaste la mano de mi derecha, me has conducido según tu voluntad, y me has recibido con gloria74. Según tu voluntad, no según mi justicia; por un don tuyo, no por mis obras. Luego también aquí el enemigo ultrajó al Señor, y un pueblo insensato maldijo tu nombre. Entonces, ¿perecieron todos? No, en absoluto. Pues, aunque algunos ramos se desgajaron, otros permanecen, en los que el acebuche será injertado75. Permanece también la raíz, y de los ramos desgajados por la incredulidad, algunos fueron recobrados por la fe. El mismo apóstol Pablo había también sido desgajado por su incredulidad, y por la fe fue restituido a la raíz. Así fue como el pueblo insensato ultrajaba tu nombre, cuando decía: Si es el Hijo de Dios, que baje de la cruz76.

22. [v. 19]. Pero ¿qué dices tú, Asaf, que ya comprendes? No entregues a las bestias el alma que se sincera contigo. Reconozco, dice Asaf, o, como se dice en otro salmo: Reconozco mi pecado, y no he ocultado mi delito77. ¿Cómo? Cuando Pedro se dirigió a los israelitas, maravillados del milagro de las lenguas, y les dijo que ellos habían dado muerte a Cristo, cuando Cristo había sido enviado precisamente por ellos. Después de oír esto, se arrepintieron de corazón, y dijeron a los Apóstoles: ¿Qué debemos hacer? Decídnoslo. Y los Apóstoles: Haced penitencia, y que cada uno de vosotros sea bautizado en el nombre del Señor Jesucristo, y os serán perdonados vuestros pecados78. Así es como el arrepentimiento trajo la confesión: No entregues a las bestias el alma que se confiesa a ti. ¿Por qué el alma que se confiesa a ti? Porque me convertí en el sufrimiento, al clavárseme la espina79. Se arrepintieron de corazón, y sufrieron al arrepentirse los que se gloriaron ensañándose. No entregues a las bestias el alma del que se sincera contigo. ¿A qué bestias, sino a las de aquéllas, cuyas cabezas fueron destrozadas sobre el agua? Al mismo diablo, de hecho, se le llama bestia, león y dragón. No le des al diablo, dice, y a sus ángeles, el alma de quien te confiesa a ti. Que me devore la serpiente, si me complazco aún en las cosas terrenas, si sigo deseando lo temporal, si todavía sigo apegado a las promesas del Viejo Testamento, cuando ya ha sido revelado el Nuevo. Como ya me he despojado de la soberbia, y no reconozco mi justicia, sino tu gracia, que no tengan ya dominio sobe mí las bestias soberbias. No entregues a las bestias el alma que te confiesa. No te olvides para siempre de las almas de tus pobres. Éramos ricos, éramos fuertes; pero tú secaste los ríos de Etan; ya no vamos a establecer nuestra justicia, sino que reconocemos tu gracia; somos pobres, ¡presta atención a tus mendigos! Ya no osaremos más levantar los ojos al cielo, sino que golpeando nuestros pechos decimos: Señor, apiádate de mí, que soy un pecador80. No olvides para siempre las almas de tus pobres.

23. [v. 20]. Vuelve los ojos a tu testamento. Cumple lo prometido: tenemos las tablas, esperamos la herencia. Ten presente tu alianza; no la vieja, pues no reclamo la tierra de Canaán, ni la sumisión de los enemigos temporales, ni la fecundidad carnal de los hijos, ni las riquezas de la tierra, ni la salud temporal: Vuelve los ojos a tu testamento, por el que has prometido el reino de los cielos. Ya conozco tu testamento; Asaf ya ha comprendido, ya no es como un animal, ya entiende lo que se dijo: Mirad que vendrán días —dice el Señor— en que pactaré con la casa de Israel, y con la casa de Judá una nueva alianza, no como la que hice con sus padres81. Vuelve la mirada a tu testamento, porque los entenebrecidos de la tierra están llenos de moradas de maldad: puesto que tenían pervertidos sus corazones. Nuestras moradas son nuestros corazones; en ellas habitan con gusto los limpios de corazón82. Vuelve, pues, la mirada a tu testamento, y que el resto se salve83; porque muchos que miran hacia la tierra se han oscurecido y se han llenado de tierra. El polvo ha entrado en sus ojos, y los ha cegado, y se han convertido en polvo que arrebata el viento de la faz de la tierra84. Los entenebrecidos de la tierra están repletos de moradas de maldad. Al mirar la tierra se han enceguecido, de los cuales se dice en otro salmo: Que se nublen sus ojos y no vean, y encorva siempre su espalda85. Luego los entenebrecidos por la tierra están llenos de moradas de maldad, porque tenían pervertidos sus corazones. Las casas donde moramos, como hemos dicho más arriba, son nuestros corazones; allí habitamos agradablemente, si los limpiamos de la maldad. Allí está la mala conciencia, que arroja al hombre fuera siendo, así que debería entrar allí, llevando su camilla, una vez perdonados sus pecados, según el mandato del Señor: Toma tu camilla y vete a tu casa86, es decir, toma tu carne, y entra en tu conciencia, ya sanada. Los entenebrecidos por la tierra están llenos de moradas de maldad. Los que se han oscurecido están llenos de tierra. ¿Quiénes son los oscurecidos? Los que tienen corazones perversos. El Señor a éstos les paga según su corazón.

24. [v. 21]. Que el humilde no se vaya confundido. A los otros los confunde la soberbia. El pobre y el menesteroso alabarán tu nombre. Veis, hermanos, cuán dulce deberá ser la pobreza; veis cómo los pobres y los miserables pertenecen a Dios; pero los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos87. ¿Quiénes son los pobres de espíritu? Los humildes, los que se estremecen frente a la palabra de Dios, que confiesan sus pecados, que no ponen su confianza en sus méritos, ni en su propia justicia. ¿Quiénes son los pobres de espíritu? Los que cuando hacen algo bueno, alaban a Dios; y cuando hacen algo malo se culpan a sí mismos. Dice el profeta: ¿Sobre quién descansará mi espíritu, si no es sobre el humilde, el pacífico, el que se estremece ante mis palabras?88 Está claro que Asaf ya ha comprendido: aya no está sujeto a la tierra; ya no reclama las promesas terrenas del Viejo Testamento; se ha hecho tu mendigo, se ha hecho tu pobre; tiene sed del agua de tus ríos, porque los suyos se secaron. Y como ha llegado a este estado, que no quede frustrada su esperanza. Buscó encontrarte con sus manos durante la noche; que no sea defraudado89. Que el humilde no se vaya confundido; el pobre y el menesteroso alabarán tu nombre. Confesando sus pecados alabarán tu nombre; deseando tus eternas promesas alabarán tu nombre; no los hinchados de cosas temporales, no los engreídos y enaltecidos en la soberbia de su propia justicia, esos no; entonces, ¿quiénes? El pobre y el menesteroso alabarán tu nombre.

25. [v. 22]. ¡Levántate, señor! Juzga mi causa. Me veo abandonado, porque aún no he recibido lo que prometiste; y mis lágrimas son mi pan día y noche, mientras me repiten cada día: ¿Dónde está tu Dios?90 Y como no puedo mostrar a mi Dios, se me insulta como si fuera siguiendo algo inexistente. Y no sólo el pagano, el judío o el hereje, sino a veces también el mismo católico hace muecas de desprecio, cuando se le predican las promesas de Dios, cuando se le anuncia la futura resurrección. Incluso éste mismo, bañado ya con el agua de la salvación eterna, portador del sacramento de Cristo, quizá dice: ¿Y quién ha resucitado y venido acá? O también: A mi padre no le he oído hablar, fuera de la tumba desde que lo sepulté. Dios ha dado a sus siervos una ley por un tiempo, y a él deben atenerse; de hecho, ¿quién es capaz de volver de ultratumba? ¿Y qué haré yo con esta gente? ¿Les voy a mostrar lo que no ven? Imposible; Dios no va a tener que hacerse visible por ellos. Que sigan portándose así, si les agrada; que lo hagan, que lo intenten; si ellos no quieren volverse mejores, que intenten hacer peor a Dios... El que pueda, que vea que existe Dios; y el que no pueda, que al menos crea que existe. Y aunque lo vea el que puede, ¿lo verá con los ojos? No, lo verá razonando, lo verá con el corazón. No quería mostrar el sol y la luna quien decía: Felices los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios91. El corazón impuro no es capaz ni siquiera de la fe, y no llega a creer aquello que no se puede ver. No veo, dice. ¿Qué voy a creer? ¡Tu alma, según mi opinión, se ve!, ¡necio! Tu cuerpo se ve, y a tu alma ¿quién la ve? Y si sólo se ve tu cuerpo, ¿por qué no lo sepultas? Se admira porque le he dicho: Si únicamente se ve tu cuerpo, ¿por qué no le das sepultura? Y responde (esto sí lo sabe): Porque estoy vivo. ¿Cómo sé yo que estás vivo, si no veo tu alma? ¿Cómo lo sé? Y me responderás: Porque hablo, camino, trabajo. ¡Necio! Por las obras del cuerpo conozco que está vivo. ¿Y por las obras de la creación, no puedes reconocer al Creador? Quizá todavía dice: Una vez que haya muerto, ya no seré nada; él se ve que ha aprendido en los libros, y esto lo aprendió de Epicuro, un no sé qué filósofo extravagante, o más bien amante de la fatuidad y no de la sabiduría, a quien los mismos filósofos lo calificaron de puerco; por haber puesto el sumo bien en el placer corporal, a este filósofo le llamaron puerco, ya que se revolcaba en el cieno de la carne. De aquel filósofo aprendió nuestro erudito a decir: Dejaré de existir cuando haya muerto. Que se sequen los ríos de Etan; perezcan estas enseñanzas de los gentiles, broten los vergeles de Jerusalén; véanlo los que pueden ver; crean de corazón lo que no pueden ver. Todas estas cosas que ahora se ven por el mundo, no hay duda de que no existían todavía cuando Dios llevaba a cabo la salvación en medio de la tierra, cuando eran anunciadas; y sin embargo fueron preanunciadas entonces; ahora se muestran ya realizadas, y todavía dice el necio en su corazón: No hay Dios92. ¡Ay de los perversos de corazón! Lo mismo han de aparecer las cosas que faltan por hacer, como han aparecido las que entonces no existían, y se anunciaron como venideras. ¿O es que Dios nos hizo ver como cumplidas todas las promesas que hizo, y nos engañó únicamente en lo tocante al día del juicio? No estaba Cristo en la tierra; lo prometió y lo dio a conocer; no había virgen que hubiera dado a luz; lo prometió y lo cumplió; no había sido derramada la sangre preciosa que cancelase el cargo de nuestra muerte; lo prometió y mantuvo su cumplimiento. Aún no había resucitado la carne a la vida eterna; lo prometió, y se vio realizado; todavía no habían creído los gentiles; lo prometió, y lo hemos visto cumplido. Todavía los herejes, armados con el nombre de Cristo, no luchaban contra Cristo; lo predijo y se cumplió. No habían sido todavía eliminados de la tierra los ídolos de los gentiles; lo predijo y se cumplió. Habiendo anunciado y cumplido todo esto, ¿mintió únicamente al referirse al día del juicio? Llegará, sin duda, lo mismo que se realizaron estas otras cosas; porque éstas, antes de realizarse eran futuras, y como tales se anunciaron, y al fin se cumplieron. Vendrá, sí, hermanos míos. Que nadie diga: no va a llegar; o también: Vendrá, pero está lejana su llegada. No es así: para ti está cercano el momento de tu partida de este mundo. ¡Bástenos el primer engaño! Si no pudimos cumplir el primer mandato, que al menos su ejemplo nos sirva de escarmiento, y nos corrijamos. Aún no había ningún ejemplo de caída humana, cuando se le dijo a Adán: Si lo tocas, ciertamente morirás; pero se cruzó la serpiente y dijo: No vas a morir. Se creyó a la serpiente, y se despreció a Dios. Se creyó a la serpiente, se tocó el fruto prohibido, y el hombre murió93. ¿No se cumplió, más bien, la amenaza de Dios que la promesa del enemigo? Así fue, sin lugar a duda; lo reconocemos. Por aquella culpa todos pasamos por la muerte; y tras una tal experiencia, al menos seamos cautos. Ni ahora la serpiente cesa de susurrar y decir: ¿Es que Dios va a condenar a tanta gente, y serán pocos los que se salvarán? ¿Qué pretende decir con esto, sino: Obrad contra lo preceptuado, que no moriréis? Pero como sucedió entonces, así sucederá también ahora. Si haces lo que te sugiere el diablo, y no te preocupas de lo que Dios manda, llegará el día del juicio, y caerás en la cuenta de que son verdaderas las amenazas de Dios, y falso lo que prometió el diablo. ¡Levántate, Señor! Juzga mi causa. Has sufrido la muerte y el desprecio; y se me dice: ¿Dónde está tu Dios?94 Levántate, juzga mi causa. Porque sólo vendrá al juicio el que resucitó de entre los muertos. Se anunció que vendría; vino y fue despreciado por los judíos cuando andaba por la tierra; y ahora, sentado en los cielos, es despreciado por los falsos cristianos. ¡Levántate, Señor, juzga mi causa! Porque he creído en ti, no voy a perecer; he creído en lo que no veía: ¡que mi esperanza no quede defraudada, sino que reciba lo que prometiste! Juzga mi causa. Acuérdate de tus ultrajes, de los que te causa el insensato día tras día. Cristo, de hecho, es insultado todavía, y los vasos de ira no faltan ningún día, y esto hasta el fin del mundo. Todavía se está diciendo: ¡Qué cosas tontas predican los cristianos! Todavía se dice: Vana es la resurrección de los muertos. Juzga mi causa. Acuérdate de tus ultrajes. Pero de aquellos que te causa día a día el insensato. ¿Acaso el prudente habla así? Porque se le llama prudente al "previsor", al que ve de lejos. Si el prudente es el que ve de lejos, con la fe es como se ve de lejos; pues con los ojos corporales apenas vemos más que lo que tenemos ante nuestros pies durante todo el día.

26. [v. 23]. ¡No olvides la voz de los que te invocan! Son los que gimen, y los que esperan ya lo prometido para el Nuevo Testamento, y los que van caminando hacia esa fe; No olvides la voz de los que te invocan. Y los otros aún siguen diciendo: ¿Dónde está tu Dios? Suba siempre hasta ti la soberbia de los que te odian: No te olvides de la soberbia de éstos. No, no se olvida: o la castiga, o la corrige.