SALMO 72

COMENTARIO

Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero O.S.A.

Sermón al pueblo

1. [v. 1]. Escuchad, escuchad, muy queridos miembros del cuerpo de Cristo, vosotros que tenéis puesta vuestra esperanza en el Señor Dios vuestro, y no ponéis los ojos en las vanidades y falsas locuras1. Y los que todavía ponéis en ellas la mirada, poned atención para no mirarlas más. Este salmo tiene como inscripción, es decir por título: Se acabaron los himnos de David, hijo de Jesé2. Salmo para Asaf. En todos los salmos que tenemos, en cuyo título se nombra a David, en ninguno se añade hijo de Jesé, excepto en éste. Lo cual ha de creerse que no fu en vano ni inútilmente; de hecho, en todo momento nos amonesta el Señor, y nos incita a reflexionar piadosamente sobre la caridad. ¿Qué significa se acabaron los himnos de David, hijo de Jesé? Los himnos son cánticos de alabanza a Dios. Si es una alabanza, pero no a Dios, no es un himno; si hay alabanza, y es de Dios, pero no se canta, entonces no es un himno. Luego para que sea un himno, se necesitan tres cosas: alabanza, que sea dirigida a Dios, y que se cante. ¿Qué significa se acabaron los himnos? Se terminaron las alabanzas que se cantan a Dios. Parecería que se nos anuncia una cosa desagradable y triste. Quien canta una alabanza, no sólo alaba, sino que lo hace con alegría. Quien canta alabanzas, no sólo alaba, sino que también ama a aquel a quien canta. En la alabanza hay elogios por parte del que alaba, y en el cántico afecto del que ama. Se han terminado, dice, los himnos de David; y añade: hijo de Jesé. Efectivamente, David el rey de Israel, era hijo de Jesé3, durante un tiempo del Antiguo Testamento. En este tiempo se halla oculto allí el Nuevo Testamento, como el fruto está en la raíz. Si buscas el fruto en la raíz, no lo encontrarás. Pero tampoco encontrarás el fruto en las ramas, a no ser en los que procedan de la raíz. En aquel tiempo, al pueblo que procedía, según la carne, de la descendencia de Abrahán, puesto que también el segundo pueblo, el del Nuevo Testamento, procede de Abrahán, pero espiritualmente; en aquel tiempo, repito, al primer pueblo, aún carnal, en el que los pocos profetas que hubo entendían tanto lo que Dios pretendía, como cuándo había de anunciarse públicamente, se le profetizaron estos tiempos actuales y la venida de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, así como el mismo Cristo, que había de nacer según la carne, se hallaba oculto en la raíz y en la semilla de los patriarcas, y que a su debido tiempo había de manifestarse como fruto visible, según está escrito: Floreció un vástago del tronco de Jesé4, así también el mismo Nuevo Testamento, que en aquellos tiempos se ocultaba en Cristo, sólo fue conocido por los profetas y por muy pocos piadosísimos varones, no por la manifestación de las cosas presentes, sino por las revelación de las futuras. Porque ¿qué quiere decir, hermanos (por recordar un solo episodio) que Abrahán, al enviar a su fiel servidor a buscar esposa para su hijo, le obligue a jurarle, y en el juramento le diga: Pon tu mano bajo mi muslo, y jura?5 ¿Qué había en el muslo de Abrahán, donde el siervo colocó la mano al jurar? ¿Qué había allí, sino lo que entonces se le había prometido: En tu descendencia serán bendecidas todas las naciones?6 Por el muslo entendemos la carne. De la carne de Abrahán, a través de Isaac y de Jacob, y, por no recordar a otros muchos, por María, nos vino nuestro Señor Jesucristo.

2. ¿Cómo demostraremos que la raíz se hallaba en los patriarcas? Investiguemos un poco. Cuando al pueblo judío vino a unirse otra pared que provenía del prepucio, es decir, de la gentilidad, haciendo ángulo en Cristo, al envalentonarse los gentiles que creyeron en Cristo, deseando anteponerse a los judíos, porque éstos habían matado a Cristo, el Apóstol reprendió así a los gentiles: Si tú, siendo por naturaleza un acebuche, es decir, un ramo de olivo silvestre, fuiste injertado en ellos, no te vanaglories contra las ramas. Porque si te vanaglorias, no sostienes tú la raíz, sino que la raíz te sostiene a ti7. Luego de la raíz de los patriarcas dice que se desgajaron algunas ramas, por la infidelidad, y allí fue donde se injertó el acebuche, es decir, la Iglesia, que procedía de los gentiles, a fin de que participara del fruto aceitoso de la oliva. ¿Y quién injerta el acebuche silvestre en el olivo? El olivo suele injertarse en el acebuche, pero jamás hemos visto que el acebuche se injerte en el olivo. Quien esto hiciera, no encontrará frutos sino silvestres de acebuche, pues lo que se injerta esto se desarrolla y produce su fruto propio, ya que no se engendra el fruto propio de la raíz, sino el del injerto. El Apóstol manifiesta que Dios, por su omnipotencia, hizo que el acebuche injertado en la raíz del olivo diese el fruto del olivo, y no las bayas silvestres del acebuche. Atribuyendo esto a la omnipotencia de Dios, dice el Apóstol: Si tú, siendo por naturaleza acebuche, has sido injertado, contra la naturaleza, en buen olivo, no te vanagloríes contra las ramas. Pero dirás: las ramas se desgajaron para que yo fuera injertado. Bien, pero se desgajaron por la incredulidad; pero tú mantente firme por la fe; no te pongas en alto, sino mantente en el temor8. ¿Qué significa: No te pongas en alto? No seas soberbio, por haber sido injertado, sino teme, no sea que seas desgajado por infidelidad, como lo fueron ellos. Por su infidelidad, dice, fueron desgajados. Tú mantente firme por la fe; no te engrías, sino teme. Porque si Dios no perdonó a los ramos naturales, tampoco te perdonará a ti. Y prosigue este pasaje admirable y al que se le debe necesariamente prestar atención: Luego ves, dice, la bondad y la severidad de Dios: en los que fueron desgajados, la severidad; en ti, que fuiste injertado, la bondad, si es que perseveras en la bondad. De otro modo, es decir, si no perseveras en la bondad, tú también serás desgajado. Y ellos, sino perseveran en la infidelidad, serán injertados de nuevo9.

3. Durante el tiempo de Antiguo Testamento, hermanos, las promesas hechas por nuestro Dios a aquel pueblo carnal, eran terrenas y temporales. Se les prometió un reino terreno, se les prometió aquella tierra en la que fueron introducidos al ser liberados de Egipto. Conducidos por Jesús de Nave (o Josué) fueron introducidos en aquella tierra prometida, donde se edificó la Jerusalén terrena, en la que reinó David. Tomaron posesión de aquella tierra, al ser librados de la esclavitud de Egipto, y pasar el mar Rojo. Terminado el camino tortuoso y errante del desierto, entraron en la tierra prometida y tomaron posesión del reino. Después de haberse posesionado del reino, un reino terrenal, a causa de sus pecados fueron perseguidos, vencidos y hechos cautivos. Y por fin también la misma ciudad fue arrasada. Tales eran aquellas promesas, que no habían de perdurar. No obstante, prefiguraban las futuras, que permanecerían para siempre. Por lo tanto, todo aquel período de promesas temporales fue figura y profecía de futuras realidades. Así, pues, habiendo comenzado a decaer aquel reino de David, hijo de Jesé, es decir, un puro hombre, aunque profeta y santo, y que veía y preveía a Cristo que había de venir y nacer de su linaje, según la carne, sin embargo, repito, era hombre, mas no Cristo, no nuestro rey, Hijo de Dios, sino el rey David hijo de Jesé. Y puesto que había de desaparecer aquel reino, por cuya posesión era entonces alabado Dios por hombres carnales, dado que sólo consideraban como algo grande el haber sido liberados temporalmente de quienes los oprimían, y el haberse evadido por el mar Rojo de sus enemigos que los perseguían, así como el haber sido conducidos por el desierto, hasta llegar a la patria y al reino, y por lo mismo, que alababan a Dios sólo por esto, no entendían todavía qué se prefiguraba en aquellos signos, y lo que Dios les prometía. Y al faltar aquellas realidades, por las que alababa a Dios aquel pueblo carnal, gobernado por David, faltaron también los himnos de David, no del Hijo de Dios, sino del hijo de Jesé. Hemos pasado, como Dios ha querido, el peligroso pasaje del título del presente salmo. Habéis oído por qué se dijo: Se terminaron los himnos de David, hijo de Jesé.

4. ¿De quién es la voz del Salmo? De Asaf. Según la traducción de la lengua hebrea a la griega, y de ésta a la latina, Asaf significa sinagoga. Luego es la voz de la sinagoga. Pero tú, al oír la palabra sinagoga, no la rechaces inmediatamente, como quien ha dado muerte al Señor. Cierto que fue la sinagoga la que dio muerte al Señor, nadie lo duda. Pero acuérdate de que de la sinagoga fueron los carneros de los cuales somos hijos. De aquí que el salmo dice: Ofreced al Señor los hijos de los carneros10. ¿Y quiénes fueron los carneros? Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Bartolomé y los demás apóstoles. De ahí también era el llamado primero Saulo y después Pablo, es decir, el que primero fue soberbio, y después humilde. Saúl, de donde viene el nombre de Saulo, sabéis que fue rey soberbio y desenfrenado. El Apóstol no cambió su nombre por jactancia, sino porque de Saulo se hizo Pablo, es decir, de soberbio se hizo pequeño, pues Pablo (Paulus = poco) significa pequeño. ¿Quieres saber qué significa Saulo? Escucha a Pablo, recordando lo que sucedió, debido a su malicia, y lo que es por gracia de Dios. Mira por qué fue Saulo, y por qué es Pablo: Yo fui primero blasfemo, perseguidor y malhechor11. Ya le oíste cómo fue Saulo. Mira ahora cómo es Pablo: Yo soy — dice — el menos de los apóstoles. En efecto "paulus" en latínsignifica poco, pequeño. Y prosigue: No soy digno de llamarme apóstol. ¿Por qué? Porque fui Saulo. ¿Qué quiere decir: Fui Saulo? Que responda él mismo: Porque perseguí a la Iglesia de Dios; pero por la gracia de Dios soy lo que soy12. Depuso toda su grandeza; ahora es pequeño en sí mismo, pero grande en Cristo. Y este Pablo ¿qué dice? No excluyó Dios a su pueblo, es decir, al pueblo judío, de donde procedía él, pues dice: No rechazó a su pueblo, al cual predestinó, porque yo soy israelita, del linaje de Abrahán, de la tribu de Benjamín13. Luego también Pablo procedía de la sinagoga, lo mismo que Pedro y los demás apóstoles. Así que, cuando oigas la palabra "sinagoga", no te fijes en sus merecimientos, sino en los hijos que ha engendrado. En este salmo, pues, habla la sinagoga, al faltar los himnos de David, hijo de Jesé. Es decir, al faltar las realidades temporales, por las que acostumbrara aquel pueblo carnal alabar a Dios. ¿Y por qué faltaron ésas, sino para que se buscasen otras? ¿Y qué otras había que buscar? ¿Las que allí faltaban? No, sino las que allí se ocultaban figuradamente. No porque no estuviesen allí. Sí, estaban allí, pero como en raíz, ocultas en ciertos misteriosos secretos, los cuales dice el Apóstol que fueron figuras de nosotros14.

5. Prestad atención por un momento para ver cómo eran figuras de nosotros. El pueblo de Israel estuvo sometido al dominio del Faraón y de los egipcios15. El pueblo cristiano, predestinado antes de la fe para Dios, servía también a los demonios y a su príncipe, el diablo. Aquí tenéis al pueblo sometido a los egipcios, esclavo a causa de sus pecados. El diablo no puede dominarnos, si no es por nuestros pecados. El pueblo de Israel fue liberado por Moisés. El pueblo cristiano se libera de la vida pasada pecaminosa por nuestro Señor Jesucristo. Aquel pueblo atravesó por el mar Rojo; éste otro por el bautismo. En el mar Rojo murieron todos los enemigos del pueblo judío16; en el bautismo mueren todos nuestros pecados. Poned atención, hermanos. Después del paso del mar Rojo, no se concede inmediatamente la posesión de la patria, ni se triunfa con seguridad, como si ya no hubiese enemigos. Todavía queda por atravesar la soledad del desierto, quedan todavía por vencer los enemigos que atacan en el camino. Así también le esperan a la vida cristiana tentaciones después del bautismo. En aquel desierto se suspiraba por la patria prometida. ¿Por qué otras cosas suspiran los cristianos, purificados ya en el bautismo? ¿Por ventura reinan ya con Cristo? Aún no se ha llegado a la tierra prometida, y como esta promesa no ha de faltar, tampoco faltarán allí los himnos de David. Que oigan esto ahora todos los fieles: que sepan dónde están: se hallan en el desierto, suspiran por la patria. Murieron los enemigos en el bautismo, pero nos siguen de lejos por la espalda. ¿Qué significa esto? Delante de nosotros tenemos lo futuro, y a la espalda lo pasado; todos los pecados pasados fueron borrados en el bautismo; aquellos, por los que ahora somos tentados, no nos persiguen de lejos, por la espalda, sino que nos instigan en el camino. De aquí que el Apóstol, estando aún en el camino de este desierto, dice: Olvidándome de lo de atrás, y proyectándome a lo que hay delante, sigo, según el propósito, corriendo hacia la palma de la suprema vocación de Dios17. Es como si dijera: Sigo corriendo hacia la patria de la suprema promesa de Dios. Por lo tanto, hermanos, todo lo que padeció en el desierto aquel pueblo, y todo lo que Dios le concedió tanto en dones, como en castigos, son símbolos de las cosas que en el desierto de esta vida recibimos; sea para consuelo, o que soportamos, para prueba, los que vamos caminando en Cristo buscando la patria. No es, pues, de extrañar que faltase lo que prefiguraba el futuro. Porque, conducido el pueblo a la patria de promisión, ¿iba siempre a permanecer en esa patria? Si así hubiera acontecido, no habría sido figura o símbolo, sino la realidad. Pero como era un símbolo, aquel pueblo fue conducido a una realidad temporal. Si fue llevado y colocado en algo temporal, debía terminarse, y por esta falta, verse obligado a buscar lo que nunca se acaba.

6. La sinagoga, pues, es decir, los que piadosamente alababan a Dios, lo hacían por estos bienes terrenos, por estas cosas tangibles. Pero quienes piden ahora bienes temporales a los demonios, son los impíos. Por lo tanto era mejor que el pueblo gentil; porque aun cuando ella pidiera bienes caducos y temporales, se los pedía a Dios, Creador de todos los bienes, tanto corporales como espirituales. Los varones piadosos, es decir, la sinagoga, pensaba carnalmente; se hallaba envuelta en los bienes, y según el tiempo, en loe bienes temporales, no en los espirituales, como lo estaban los profetas y algunos pocos conocedores del reino celeste y eterno. Por eso conoció la sinagoga qué había recibido de Dios, y qué había prometido Dios a su pueblo, es decir, la abundancia de bienes temporales, la patria, la paz y la felicidad terrenas. Todos estos bienes eran un símbolo. Pero al entender qué se ocultaba figuradamente en estos bienes, juzgó que Dios le dio esto como lo mejor que podía darle, y que no tenía otra cosa mejor que dar a los que le servían y amaban. Pero al ver que los pecadores, los impíos, los blasfemos, los servidores de los demonios, los hijos del diablo, los que viven en gran perversidad y soberbia, abundan en los mismos bienes terrenos y temporales, por los que ellos servían a Dios, brotó en su corazón el detestable pensamiento que hace vacilar y casi desfallecer en el camino de Dios. Este era el pensamiento que se cernía en el pueblo del Antiguo Testamento. ¡Ojalá que no brote en nuestros hermanos carnales, cuando ya claramente se predica la felicidad del Nuevo Testamento! ¿Qué dijo entonces la sinagoga? ¿Qué dijo aquel pueblo? Nosotros servimos a Dios, y somos ultrajados y castigados; nos arrebatan las cosas que amamos, y que como algo extraordinario, habíamos recibido de Dios; y contrariamente, cuando los hombres perversos, malvados, soberbios, blasfemos y agitadores, abundan en estos bienes, por los que nosotros servimos a Dios, pienso que no hay motivo para servirle. Este es el pensamiento que encierra el salmo sobre el pueblo que desfallece y vacila. Al considerar que los bienes terrenos, por los que se sirve a Dios, los poseen en abundancia los que no le sirven , vacila y está a punto de caer; por eso decae al par que los himnos, porque desaparecían de tales corazones los himnos. ¿Qué significa esta desaparición? Que pensaban de tal modo que ya no alababan a Dios. ¿Cómo iban a alabar a un Dios aquellos, a quienes les parecía como que era injusto, al dar a los impíos tan gran felicidad, y quitársela a ellos, que le servían? Les parecía que Dios no era bueno, y a quienes les parecía esto, ciertamente no le alababan; y quienes no le alababan, carecían de himnos. Más tarde entendió este pueblo qué era lo que Dios le aconsejaba buscar, cuando despojaba de estos bienes a sus siervos, y se los daba a sus enemigos, blasfemos e impíos. Instruido por Dios, entendió este pueblo que por encima de las cosas que Dios da a los buenos y a los malos, y que a veces las quita tanto a unos como a otros, por encima, digo, de todos estos bienes, reserva algo para los buenos. ¿Qué es lo que les reserva? A sí mismo. Ya creo que podemos avanzar más ligeramente en el salmo. En el nombre del Señor lo hemos entendido. Escucha a uno que recuerda y se arrepiente de cómo se equivocó, pensando que Dios no era bueno al dar los bienes terrenos a los malos quitándoselos a sus siervos. Llegó a entender, por fin, qué era lo que reservaba Dios para sus siervos. Así, reflexionando, y como castigándose a sí mismo, prorrumpe de este modo:

7. [v. 1]. ¡Qué bueno es el Dios de Israel! Pero ¿para quiénes? Para los rectos de corazón. Y para los perversos, ¿qué? Parece perverso. De hecho, se dice en otro salmo: Con el santo tú serás santo, con el inocente tú serás inocente, y con el perverso serás perverso18. ¿Qué significa esto último? Que el perverso te creerá a ti perverso. No que Dios se pervierta. No, en absoluto. Dios es lo que es. Pero a veces sucede como con el sol: se muestra apacible al que tiene los ojos sanos y vigorosos; y al que los tiene enfermos, le parece como si lanzara dardos irritantes, vigorizando al primero, al contemplarle, y atormentando al segundo, sin cambiar el sol; pero el que cambia es el hombre. Es lo que ocurre cuando tú te vuelves perverso: Dios te parece que también es perverso. Quien ha cambiado res tú, no él. Se te convertirá, pues, en castigo lo que es una alegría para los buenos. El salmista, recordando esto, dice: ¡Qué bueno es el Dios de Israel para los rectos de corazón!

8. [v. 2]. Y para ti, ¿qué será? Casi vacilaron mis pies. ¿Cuándo sucedió esto, sino cuando tu corazón no era recto? ¿Y por qué no era recto el corazón? Escucha: Por poco resbalaron mis pasos. Lo que antes dijo casi, ahora lo dice por poco; y la expresión vacilaron mis pies, ahora la expresa así: resbalaron mis pasos. Casi vacilaron mis pies; casi resbalaron mis pasos. Vacilaron mis pies; Pero ¿cómo es que vacilaron los pies, y resbalaron los pasos? Vacilaron los pies caminando hacia el error; y resbalaron los pasos para la caída, pero no llegó a caer, sólo fue casi. ¿Qué quiere esto decir? Que me dirigía al error, pero no había errado; que estaba cayendo, pero no había caído.

9. [v. 3]. ¿Y por qué todo esto? Porque me dieron envidia los pecadores, al ver la paz que tenían. Me fijé en los pecadores, y vi que tenían paz. ¿Qué paz? La temporal, la pasajera, la caduca, la terrena; pero, no obstante, era la que yo deseaba de Dios. Vi que los que no servían a Dios tenían lo que deseaba yo por servir a Dios. Y vacilaron mis pies, y por poco resbalaron mis pasos.

10. [vv. 4—5]. Dice brevemente por qué tienen esto los pecadores: Porque no se libran de la muerte, y es duro su castigo. No se encuentran en los sufrimientos de los hombres, ni con los hombres serán castigados. Ya he entendido, dice, por qué tienen paz, y prosperan en la tierra: porque no se libran de la muerte, es decir, porque su muerte es segura y eterna, la cual no se aleja de ellos, ni ellos pueden alejarse de ella. Porque no se libran de la muerte, y es duro su castigo. Hay dureza en su castigo; no es temporal, sino severo y eterno. Y por estos males que les han de sobrevenir, ¿ahora cómo viven? No se encuentran en los sufrimientos de los hombres, ni con los hombres serán castigados. ¿Acaso el mismo diablo no ha de ser castigado con los hombres, a quien, sin embargo, le está preparado un suplicio eterno?

11. [v. 6]. Por tanto, ¿cómo les va a éstos, en este tiempo, en que no son castigados, ni se hallan en medio de las tribulaciones de los hombres? Se adueñó de ellos, dice, la soberbia. Observa a estos soberbios, indisciplinados; observa al toro destinado al sacrificio: se le permite vagar libremente y asolar lo que puede, hasta el día de su matanza. Está bien, hermanos que ya oigamos en las palabras del profeta, qué es lo que dice sobre el toro del que os acabo de hablar, y del cual lo recuerda también así en otro lugar la Escritura. Dice que también los pecadores están como preparados para el sacrificio, y se les tolera el abuso de su libertad19. Dice: La soberbia se ha adueñado de ellos. ¿Qué quiere esto decir? Que fueron envueltos por su maldad y su impiedad. No dice cubiertos, sino rodeados, envueltos por todas partes por su impiedad. Con razón ellos, miserables, ni ven ni son vistos, porque están cubiertos y rodeados; no se les ve su interior. Cualquiera que percibiese la interioridad de los hombres que viven como felices en la vida actual, cualquiera que viese sus borrascosas conciencias, cualquiera que pudiera observar sus almas, azotadas por tanta impiedad de deseos pasionales y de temores, los vería hechos unos desgraciados, aunque se llamen felices. Pero, puesto que están cubiertos por su maldad y su impiedad, ni ven, ni se les ve. Bien los conocía el Espíritu, que dijo de ellos estas cosas. Por lo tanto debemos mirar a éstos con el ojo, cuando de nuestra vista haya desaparecido el velo de la impiedad. Veámoslos, y al verlos felices, huyamos; y cuando son felices, no los imitemos. Ni anhelemos de nuestro Dios y Señor, como algo sublime, lo que llegaron a recibir quienes no le sirvieron. Otra cosa es la que Dios nos reserva; algo distinto es lo que hay que desear; escuchad cuál es esa otra realidad.

12. [v. 7]. Describamos en primer lugar a éstos. Su maldad rebosará como de su gordura. Mira a ver si no se está refiriendo al toro. Escuchad, hermanos; no podemos pasar por alto lo que ha dicho: Su maldad rebosará como de su gordura. Hay malos que lo son por escasez; son malos porque son pobres, es decir, porque están desprovistos de riquezas, viven en la penuria, se hallan afectados por cierta necesidad de gangrena indigente; son malos y dignos de ser condenados, pues debe soportarse alguna necesidad, que cometer alguna maldad. Sin embargo, una cosa es pecar por necesidad, y otra distinta pecar por abundancia. El pobre mendigo hurta; su iniquidad procede de la penuria. El rico, que abunda en tantas riquezas, ¿Por qué arrebata los bienes ajenos? La iniquidad del primero procede de la escasez; la del segundo, de la abundancia. Por eso, cuando dices al indigente: ¿Por qué has hecho esto? Humildemente compungido y afligido responde: Me obligó la necesidad. ¿Por qué no temiste a Dios? Me forzó la pobreza. Di al rico, si es que eres tan valiente que te atreves a decírselo: ¿Por qué haces esto, y no temes a Dios? Mira a ver si se digna oírte; mira a ver si no pone de relieve su iniquidad contra ti, debido a su gordura. Ya comienzan a manifestarse las enemistades contra sus instructores y correctores, haciéndose enemigos de los que dicen la verdad, acostumbrados, como están, a los halagos de los aduladores, por el encanto del oído y la insensatez del corazón. ¿Quién dirá al rico: Hiciste mal, arrebatando los bienes ajenos? O si quizá alguien se atreviera a hablar, y es de tal categoría, que no pudiera oponérsele, ¿qué respondería? Todo lo que el rico diga será en desprecio de Dios. ¿Por qué? Porque es soberbio. ¿Por qué? Porque es gordo y grasiento. ¿Por qué? Porque está destinado al sacrificio. Su maldad brotará como de su gordura.

13. Se han pasado, siguiendo la inclinación de su corazón. Se han pasado interiormente. ¿Qué es se han pasado? Que se han saltado el camino. ¿Qué es se han pasado? Que han rebasado los límites del género humano; que no se creen hombres como los demás. Pasaron, digo, los límites del género humano. Si llegas a decir a un hombre como éstos: Este pobre es tu hermano; tenéis los mismos padres, Adán y Eva, no mires tu hinchazón, no te fijes en el pedestal de tu orgullo, en el que te hallas elevado; y aunque te rodee tu servidumbre, tu familia y tu casa, cubierta de mármol, y llena de objetos de oro y plata, y cubierta de espléndidos artesonados, a ti y al pobre también os cubre el cielo; pero eres distinto del pobre por cosas que en realidad no son tuyas, son cosas externas a ti, que las tienes cerca. Mírate a ti en ellas; no las mires a ellas en ti. Contémplate a ti mismo, y mira en qué te diferencias del pobre; a ti mismo, sí, no a lo que tienes. ¿Por qué, entonces, desprecias a tu hermano? Los dos estabais desnudos en el seno de vuestras madres. Cuando la muerte os llegue a ambos, y ya sin el alma, se corrompan estas carnes, ¿se distinguirán los huesos del pobre de los del rico? Me refiero ahora a la condición idéntica del género humano, del mismo estado en que todos nacen, y aun cuando el rico es rico aquí, y el pobre es pobre aquí, no siempre será lo mismo; pues así como el rico no nace rico, así tampoco saldrá rico de este mundo: ambos tienen la misma llegada y la misma salida. A esto añado que quizá cambiaréis las suertes. El Evangelio se proclama ya en todo el mundo. Pon atención a aquel pobre cubierto de llagas, que yacía a la puerta del rico, y ansiaba saciar su hambre con las migajas que caían de su mesa. Mira también al rico igual que tú, que vestía de púrpura y de lino, y banqueteaba diariamente hasta saciarse. Sucedió que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue sepultado. Quizá del pobre nadie se preocupó de sepultarle; y estando el rico en el infierno, en medio de los tormentos, ¿no levantó los ojos y vio en indecible gozo al que había despreciado ante su puerta, y de quien anhelaba saciarse en la tierra con las migajas que caían de su mesa, no deseó de su dedo una gota de agua? Hermanos, ¿cuánto duró el sufrimiento de este pobre? ¿Y cuánto se prolongaron aquellas delicias de este rico? Sin embargo, aquel cambio que hicieron es eterno. Aquel que, como dice el salmo, no se libra de la muerte, y cuyo castigo es severo, no se le ve en los sufrimientos de los hombres, ni es castigado con los hombres. Pero el castigado aquí, allí descansa, porque Dios castiga a todo el que recibe como hijo20. Más ¿a quién le dices todo esto? Al que banqueteaba espléndidamente, y se vestía diariamente de púrpura y de lino. ¿A quién le estás hablando? Al que sobrepasó los límites, según la inclinación de su corazón. Con razón será ya tarde para decir: Envía a Lázaro, que al menos le diga a mis hermanos21... cuando ya no es posible una fructuosa penitencia. No se da lugar a una penitencia; habrá, sí, un arrepentimiento: será eterno, pero sin ningún fruto de salvación. Luego éstos sobrepasaron los límites, siguiendo la inclinación de su corazón.

14. [v. 8]. Pensaron y hablaron maldades. Los hombres hablan maldades con temor. Pero estos ¿cómo? Han gritado a voces la maldad. No sólo dijeron maldades, sino a voz en cuello, oyéndoles todos, con soberbia. Yo obro y lo manifiesto; te darás cuenta de con quién estás; no te dejaré vivir. Quizá llegues a pensar esto; no lo practiques, o al menos retén el mal deseo dentro de los límites del pensamiento, o, mejor, refrénale en su mismo pensamiento. ¿Por qué? ¿Se trata, acaso de un enflaquecido? Al contrario, rebosará, como de su grosura, su maldad. Han gritado a voces la maldad.

15. [v. 9]. Pusieron su boca en el cielo, y su lengua pasó sobre la tierra. ¿Qué es esto de que pasó la lengua por la tierra? Lo que hemos dicho: Pusieron su boca en el cielo, significa lo mismo que pasó sobre la tierra, que sobrepasaron todas las cosas terrenas. ¿Y esto qué significa? Que no piensa que es hombre, y que puede morir en cualquier momento, mientras está hablando. Amenaza como si siempre fuera él vencedor. Su pensamiento atraviesa o traspasa la terrena fragilidad. Ignora de qué envoltura está cubierto, desconoce lo que de estos hombres se escribió en otro salmo: Saldrá su espíritu, y él volverá a su tierra; en aquel día perecerán todos sus pensamientos22. Pero éstos, sin pensar en su último día, hablan con soberbia, ponen su grito en el cielo, y se pasan por encima de todas cosas de la tierra. Si el ladrón encarcelado no pensase en su último día, en el último día de su condena, nada sería para él más cruel, a pesar de que puede huir de la cárcel. ¿Adónde huirás para no morir? El día de su muerte llegará con toda certeza. ¿Qué duración tiene el tiempo, que por fin ha de llegar a su término? ¿Cuánto dura lo que tiene fin, por mucho que se prolongue? Pero en realidad esto no es así; no es perdurable, y además es incierto lo que llama durable. ¿Por qué no piensa esto? Porque puso su grito en el cielo, y su lengua atravesó por encima de la tierra.

16. [v. 10]. Por eso se volverá aquí mi pueblo. Ya el mismo Asaf se vuelve aquí. Asaf ve cómo los malvados abundan de todas estas cosas terrenas, y también los soberbios; y se dirige a Dios, y comienza a indagar y a razonar. ¿Pero cuándo? Cuando en ellos lleguen los días a su plenitud. ¿Qué quiere esto decir? Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo23. El tiempo tuvo su plenitud cuando vino él a enseñarnos a despreciar las cosas temporales, a no tener por grande lo que los malos ambicionan, a soportar lo que temen los hombres perversos. Él se ha hecho camino, nos ha llamado a la reflexión interior, y nos ha enseñado qué es lo que se debe pedir a Dios. Y date cuenta de cómo de un pensamiento demasiado replegado en sí mismo, y en cierta manera excitado por los propios impulsos, se pasa a las cosas que verdaderamente deben ser elegidas. Por eso se volverá aquí mi pueblo, y en ellos llegarán los días a su plenitud.

17. [v. 11]. Y dijeron: ¿Cómo lo va a saber Dios? ¿Es que tiene conocimiento el Altísimo? Fijaos qué pensamientos se les pasan por la cabeza: Mirad, los malos son felices; Dios no se preocupa de las cosas humanas. ¿Sabe realmente lo que hacemos? Mirad lo que dicen. Os pedimos, hermanos que a los cristianos no se les ocurra decir: ¿Cómo lo va a saber Dios? ¿Es que el Altísimo tiene conocimiento de nuestras cosas?

18. [v. 12]. ¿Cómo es que te parece que Dios no sepa, y que tenga conocimiento el Altísimo? Responde el salmista: He aquí que los pecadores y los ricos de este mundo han conseguido riquezas. Sí, son pecadores, y han conseguido abundantes riquezas en este mundo. Confiesa que no quiere ser pecador para conseguir riquezas. Su alma carnal había vendido su justicia por las cosas visibles y terrenas. ¿Qué justicia es la que se tiene para conseguir oro? ¡Como si el oro valiera más que la justicia! O como si uno que ha recibido bienes prestados, y se niega a devolverlos, ¿no se causa a sí mismo un mal mayor que el que le causa a quien no se los devuelve? El uno perderá los vestidos, pero el otro pierde la fe. He aquí que los pecadores y los ricos de este mundo han obtenido riquezas. ¡Por eso Dios no sabe, y por eso no se entera el altísimo!

19. [v. 13]. Y me dije: Luego en vano he justificado mi corazón. Yo sirvo a Dios y no poseo estas riquezas; ellos, que no sirven a Dios, nadan en la abundancia: Luego en vano he justificado mi corazón, y he lavado mis manos con los inocentes. Inútilmente lo hice. ¿Dónde está la recompensa de mi buena vida? ¿Dónde el premio de mi servicio? Yo vivo bien, y me hallo necesitado. Y el malvado, sin embargo, nada en la abundancia. Y he lavado mis manos con los inocentes.

20. [v. 14]. Y todo el día he sido flagelado. De mi no se apartan los azotes de Dios. Yo le sirvo fielmente, y soy castigado; el impío no le sirve, y es honrado. Le ha surgido en su interior un gran conflicto. Siente el alma una crisis, está como desorientada, ella, que debe cambiar a despreciar lo terreno, y a suspirar por lo eterno. En esta reflexión hay un cambio del alma misma, y se halla como fluctuando en una tempestad, hasta que llegue al puerto. Suele ocurrir esto con los enfermos que soportan una larga enfermedad, sin esperanzas de recuperar la salud, y que, al acercarse ésta, se sienten más molestos y agitados. Llaman a esto los médicos el acrecentamiento, o el momento crítico, por el que da el paso a la salud. Se siente mayor perturbación, pero conduce al enfermo a la salud. Hay un ansia mayor, pero la curación está próxima. Y así parece arder pasionalmente aquí el salmista. Porque, hermanos, son peligrosas, ofensivas y casi blasfemas las palabras aquí expresadas: ¿Cómo lo va a conocer Dios. Por eso he dicho "casi" blasfemas. En realidad no dice: Dios desconoce; no afirma: El Altísimo no se entera; es como preguntándose, como dudando, como quien está perplejo. Esta actitud está incluida en lo que antes dijo: Por poco resbalaron mis pasos. ¿Cómo es que Dios lo sabe, y si tendrá conocimiento el Altísimo? No lo afirma rotundamente, pero la misma duda es peligrosa. Y el que así habla llega a alcanzar la salud a través del peligro. Escucha lo que ya dice sanado: Luego en vano he justificado mi corazón, y he lavado con los inocentes mis manos; he sido azotado todo el día, y reprendido desde la madrugada. La reprensión es una corrección; a quien se le reprende se le corrige. ¿Y qué quiere decir: desde la madrugada? Que no se difiere. Se retarda la corrección de los impíos, no la mía; la de ellos será tardía y sin resultado; la mía desde la madrugada. Y todo el día recibí azotes, y se me reprendió desde la madrugada.

21. [v. 15]. Si hablara, hablaría así; es decir, enseñaré así. ¿Qué vas a enseñar? ¿Que el Altísimo no tiene conocimiento; que Dios no lo sabe? ¿Es esta la afirmación que quieres hacer: que en vano viven los que viven con justicia; que de nada le sirve al hombre honrar a Dios, ya que más favorece Dios a los malos; o que no se preocupa de nadie? ¿Es esto lo que quieres decir, esto manifestar? Pero se contiene, frenado por la autoridad. ¿Por qué autoridad? Alguna vez el hombre quiere prorrumpir, sincerándose con una afirmación de este calibre; pero le disuaden las Sagradas Escrituras, diciéndonos que vivamos siempre bien, que Dios se preocupa de las cosas humanas, que distingue entre el piadoso y el impío. Y entonces, éste tal, deseando proferir ese atrevido pensamiento, se contiene. ¿Y qué dice? Si yo dijera: Voy a hablar así, habría traicionado a la generación de tus hijos. Habría traicionado la generación de tus hijos, si les hubiera expresado estas cosas. Habría ofendido a la generación de los justos. Algunos códices escriben: He aquí la generación de tus hijos, junto con la cual he cantado, es decir, ¿con cuál de tus hijos habré cantado? En otras palabras: ¿Con quién habré estado de acuerdo? ¿Con quién de ellos habré estado en armonía? Habría disentido de todos, si hubiera enseñado de este modo. Porque canta con otro el que se armoniza con él; quien no está en armonía, no canta. ¿Seré capaz de decir algo distinto de lo que dijo Abrahán, de lo que dijo Jacob, de lo que dijeron los Profetas? Porque todos ellos dijeron que Dios se cuida de las cosas de los hombres; ¿Y yo habré de decir que no se preocupa? ¿Es que soy yo más sabio y prudente que ellos? Una saludable autoridad le ha apartado el pensamiento de la impiedad.

22. [v. 16]. ¿Y cómo continúa? Si hubiera dicho: hablaré así, habría traicionado a la generación de tus hijos. Y para no traicionarla, ¿qué hizo? Me propuse conocer. Se esforzó por conocer: que Dios lo asista, para que aprenda. Mientras tanto, hermanos, evita una gran caída, al no presumir de sabio, sino que comienza a conocer lo que ignoraba. Quería dárselas de sabio, y divulgar que Dios no se preocupa para nada de los asuntos humanos. Se ha extendido, de hecho, esta perversa e impía doctrina, propia de los malvados. Sabed, hermanos, que muchos defienden y propalan que Dios no se preocupa de las cosas humanas, que todo sucede por casualidad. Dicen que nuestras voluntades están sometidas al influjo de las estrellas, que cada uno obra arrastrado no por su libertad, sino por la necesidad de sus estrellas. ¡Doctrina perversa, doctrina impía! Hacia ella se encaminaba éste, cuyos pies casi tropezaron, y por poco resbalaron sus pasos24. Hacia este error se encaminaba; pero al no cantar en armonía con la generación de los hijos de Dios, aceptó aprender, y condenó la ciencia que no estaba en armonía con los justos de Dios. Escuchemos lo que dice, ya que comenzó a conocer, y fue ayudado, y aprendió algo que nos ha manifestado a nosotros. Me he propuesto aprender, dice, y esto es laborioso para mí. ¡Claro que es una gran labor conocer cómo se preocupa Dios de las cosas humanas, siendo así que les va bien a los malos y los buenos sufren! Esto es algo muy difícil; por eso dice que es laborioso para mí. Como si una muralla se hubiera levantado ante mí. Pero aquí tienes un salmo que te habla: Fiado en mi Dios asalto la muralla25. Esto es laborioso para mí.

23. [v. 17]. Dices bien que esto es laborioso para mí. Pero ante Dios no hay cansancio. Ponte ante Dios, para quien no hay trabajo, y tampoco tú lo sentirás. Él hizo esto mismo, puesto que explica hasta cuándo sintió la fatiga: Hasta que entre en el santuario de Dios y comprenda las últimas realidades. ¡Grande cosa ésta, hermanos! Por mucho tiempo, dice, me estoy esforzando, y se abre ante mi presencia un esfuerzo casi inenarrable, esperando conocer cómo Dios es justo y se ocupa de las cosas humanas, y no es injusto porque los pecadores y delincuentes gocen de felicidad en la tierra, y los que sirven a Dios estén, en cambio, casi siempre rodeados de tentaciones y de fatigas. Conocer esto es un gran trabajo, pero hasta que entre en el santuario del Señor. Y una vez que hayas entrado, ¿qué ayuda recibirás para poder aclarar la cuestión? Comprenderé, dice, sus últimas realidades, no las del presente. Yo, dice, en el santuario de Dios, dirijo la mirada al final; no me preocupa el presente. Todo esto que llamamos género humano, toda esta masa de mortalidad, ha de ser juzgada, ha de ser pesada en la balanza. Allí se pesarán las obras de los hombres. Ahora todo está como envuelto entre nubes, pero Dios conoce los méritos de cada hombre. Y comprenderé, dice, el final, pero no por mí, porque para mí es trabajoso. ¿Cómo comprenderé el final? Entrando en el santuario de Dios. Allí entendió, y, también, por qué ahora estos otros (malvados) son felices.

24. [v. 18]. Realmente los has puesto frente a la trampa. Porque son tramposos; son fraudulentos; y al ser engañadores, padecen engaños. ¿Qué significa esto? Ellos quieren defraudar al género humano con sus maldades, luego también ellos soportan el fraude, al elegir los bienes terrenos y despreciar los eternos. Sucede, hermanos, que en lo mismo que defraudan, son defraudados. ¿No os dije antes, hermanos, qué corazón tienen los que, para conseguir una vestidura, pierden la fe? ¿Quién padece el fraude: aquel a quien se le quita la vestidura, o el mismo que se la sustrae, perdiendo la fe? Si tuviera más valor un vestido que la fe, entonces lo sufriría el defraudado; pero, al contrario, si la fe excede, sin comparación, a todo el valor del mundo, al ver que el rimero perdió el vestido, se le dirá al segundo: ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si arruina su alma?26 ¿Qué le sucedió, pues, a los malvados? Les pusiste delante una trampa. Los derribaste cuando se levantaban. No dice: Los derribaste porque se habían levantado, como si después de haberse ensalzado, los hubieras derribado. No, sino que en el momento en que se engreían, los derribaste. Luego el alzarse de este modo, es caer: Se han desvanecido, han perecido por su iniquidad.

25. [v. 19]. ¡Cómo se han derrumbado de repente! Se admira de su suerte, al ver cómo han terminado. Se han desvanecido, como el humo, que al elevarse se desvanece; así perecieron éstos. ¿Cómo dice que se derrumbaron? Entendiendo cómo fue su final. Se desvanecieron, perecieron por su maldad.

26. [v. 20]. Como el sueño del que se despierta. ¿Cómo se desvanecieron? Como el sueño del que se despierta. Imagínate a un hombre, que en sueños le parece haber encontrado unos tesoros: es rico, pero hasta que se despierta. Como el sueño de quien se despierta, así se han venido abajo. Busca el tesoro y no lo encuentra, nada hay en sus manos, nada en su lecho. Se acostó pobre, en sueños se hizo rico. Si no hubiera despertado, continuaría siendo rico; despertó y se encuentra con la miseria que había dejado al dormirse. Así éstos: se encontrarán con la miseria que merecieron. Cuando despierten de esta vida, desaparecerá lo que se tenía como en sueños. Como el sueño del que se despierta. Y no sea que alguien pueda decir: Pues ¿qué? ¿Te parece poca cosa la fama que tenían, la pompa con que vivían; te parece poco los títulos que tenían, los cuadros, las estatuas, los elogios, el tropel protegido de su clientela? Responde el salmo: En tu ciudad, Señor, reducirás a la nada su imagen. Así pues, hermanos míos, hablándoos con franqueza, o como se nos permite de este pasaje, (porque si me acerco demasiado a vosotros, más bien os hiero que os enseño), en el nombre de Cristo y en su temor, os exhorto a no anhelar estas cosas terrenas a quienes no las tengáis; y a quienes las tenéis, a no poner en ellas vuestro orgullo. ¡Cuidado con lo que os he dicho! No os estoy diciendo que os vais a condenar porque tenéis riquezas, más bien os digo que os condenaréis, si presumís de ellas, si por ellas os engreís, si por ellas os creéis grandes, y si por ellas os olvidáis de los pobres; y si por una inflada vanidad, os olvidáis de vuestra común condición humana como la de los demás hombres. Entonces necesariamente Dios os retribuirá al final de vuestros días, y en su ciudad reducirá a la nada la imagen de esta gente. El que es rico, que lo sea como dice el Apóstol, escribiendo a Timoteo: A los ricos de este mundo insísteles en que no se ensoberbezcan, ni pongan su esperanza en lo incierto de sus riquezas, sino en Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para disfrutarlas27. Elimina la soberbia de los ricos, y les da un consejo. Como si ellos le dijeran: Somos ricos; nos prohíbes el orgullo; nos impides jactarnos de la magnificencia de nuestras riquezas. ¿Qué vamos a hacer, entonces, de estas riquezas? ¿Será verdad que no hay ningún modo de emplearlas? Que sean, dice, ricos en buenas obras; que den con generosidad y con sentido social. Y esto, ¿qué les aprovecha? Que atesoren para sí un bien estable para el futuro, y así alcanzarán la verdadera vida28. ¿Dónde deben atesorar para sí? Allí donde éste ha puesto su mirada al entrar en el santuario de Dios. Que se horroricen todos nuestros hermanos ricos, con abundante dinero, oro, plata, servidumbre, honores; estremézcanse por lo que se ha dicho ahora: Señor, en tu ciudad reducirás a la nada la imagen de ellos. ¿No serán tal vez éstos dignos de que Dios en su ciudad reduzca la imagen de ellos a la nada, dado que ellos en su ciudad terrena anularon la imagen de Dios? En tu ciudad reducirás a la nada su imagen.

27. [v. 21]. Porque se ha alegrado mi corazón. Dice con qué cosas fue tentado: Porque se ha alegrado, dice, mi corazón, y se han cambiado mis entrañas. Cuando me deleitaron estas cosas temporales, se cambiaron mis entrañas. Puede, también, entenderse así: se deleitó mi corazón en Dios, y mis entrañas se han cambiado, es decir, mis sensualidades han sufrido un cambio, y me he vuelto completamente casto. Mis entrañas se han cambiado. Escucha cómo ha sido.

28. [v. 22]. También yo he sido reducido a nada, y no he comprendido. Yo mismo, el que ahora digo estas cosas de los ricos, en otro tiempo he deseado estas cosas; y por eso también yo he sido reducido a la nada, cuando casi resbalaron mis pasos29. También yo he sido reducido a nada, y no he comprendido; por eso no hay que desesperar de aquellos de quienes os decía tales cosas.

29. [v. 23]. ¿Qué quiere decir no he comprendido? Soy como un animal ante ti; y yo siempre estoy contigo. Hay mucha diferencia entre éste y los otros. Éste se hizo como un animal, deseando lo terreno, cuando fue reducido a nada y no conoció lo eterno. Pero no se apartó de Dios, porque su deseo de tales bienes no era de los demonios o del diablo. Ya os recordé que esta voz que habla es de la sinagoga, es decir, de aquel pueblo que no sirvió a los ídolos. Me he convertido en un animal, cuando he deseado de mi Dios los bienes terrenos; pero jamás me aparté de mi Dios.

30. [v. 24]. Y aunque me hice un animal, no me aparté de mi Dios, continúa diciendo: Tomaste la mano de mi derecha. No dice mi mano derecha, sino la mano de mi derecha. Si es la mano de la derecha, cada mano tiene su poder. Me tomaste la mano de mi derecha para guiarme. Dijo mano en lugar de "poder". De hecho, decimos que alguien tiene a cualquiera en sus manos, significando que lo tiene en su poder, o bajo su dominio, como cuando el diablo dijo a Dios refiriéndose a Job: Ponle tu mano y quítale lo que tiene30. ¿Qué significa Ponle tu mano? Extiende tu poder. Dijo la mano de Dios, por "el poder de Dios"; como en otro lugar está escrito: La muerte y la vida están en manos de la lengua31. ¿Tiene, acaso, manos la lengua? ¿Y qué significará: en poder de la lengua? Por tu boca te justificarás, y por tu boca te condenarás32. Has tomado, pues, la mano de mi derecha, el poder de mi diestra. ¿Cuál era su diestra? Yo siempre estuve contigo. A su izquierda le pertenecía el haberme hecho un animal, o sea, el haber deseado las cosas temporales; pero mi diestra consistía en estar siempre contigo. Me tomaste la mano de esta diestra mía, es decir, guiaste mi poder. ¿Qué poder? Les dio la potestad de ser hijos de Dios33. He comenzado ya a ser hijo de Dios perteneciendo al Nuevo Testamento. Mira cómo sostuvo la mano de su derecha. Me condujiste según tu voluntad. ¿Qué significa según tu voluntad? Escucha lo que dice el Apóstol, que fue primero un animal, deseando las cosas temporales, y viviendo según el Antiguo Testamento: Yo fui primero un blasfemo, un perseguidor y un ofensivo, pero alcancé misericordia34. ¿Qué significa según tu voluntad? Por la gracia de Dios soy lo que soy35. Y con gloria me has recibido. ¿Quién explicará dónde fue recibido, y en qué gloria? ¿Quién lo aclarará? Esperemos esto, porque será en la resurrección. Al final tendrá lugar esto que dice: Me has recibido con gloria.

31. [v. 25]. Y comienza a pensar en esa felicidad celeste, y a reprocharse por haberse hecho un animal, deseando los bienes terrenos: Porque ¿qué hay para mí en el cielo; y qué he esperado de ti en la tierra? Por vuestras exclamaciones veo que habéis comprendido. Hace una comparación entre sus deseos terrenos, y el premio celeste que había de recibir, y vio lo que allí se le reservaba, y, recapacitando, y ardiendo en deseos de lo inefable, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni ha llegado a imaginar la mente humana36, no dijo: Esto o lo otro me está reservado en el cielo, sino: ¿Qué hay para mí en el cielo? ¿Qué es lo que tengo en el cielo? ¿Qué es? ¿Cuán grande es? ¿Cómo es? Y ya que no es transitorio lo que tengo en el cielo, ¿qué es lo que he deseado de ti en la tierra? Tú te reservas para mí. Os diré esto como puedo, pero dadme permiso. Comprended mi intención, mi deseo de aclararlo, porque no hay modo de explicarlo. Tú me reservas — dice — en el cielo riquezas inmortales: a ti mismo. Y yo pretendía de ti lo que tienen los impíos en la tierra, lo que poseen los malvados, lo que consiguen los delincuentes: dinero, oro, plata, joyas, servidumbre, lo que tienen muchos malhechores, muchos hombres y mujeres de mal vivir. Estas cosas deseé de mi Dios como algo grande en la tierra, siendo así que me estaba reservado mi Dios en el cielo. ¿Qué hay para mí en el cielo? Mostrará después de qué se trata. ¿Y qué he esperado de ti en la tierra?

32. [v. 26]. Ha desfallecido mi corazón y mi carne, ¡Oh Dios de mi corazón! Luego es esto lo que me está reservado en el cielo: El Dios de mi corazón, y mi porción es mi Dios. ¿Qué es esto, hermanos? Tratemos de encontrar nuestras riquezas; que cada hombre elija para sí lo que le está reservado. Veamos cómo los hombres se despedazan por la diversidad de sus inclinaciones: elijan unos la milicia, otros la abogacía, otros las diversas ciencias, otros los negocios, otros la agricultura; aprópiense de estas porciones de las realidades humanas; y el pueblo de Dios que clame: Mi porción es mi Dios. Pero no por un tiempo, sino: Dios será mi porción eternamente. Y aunque llegue a tener oro siempre ¿qué es lo que tengo? Y aunque no tuviese a Dios siempre, ¡Qué gran tesoro tendría! Y a esto se añade el que se me promete a sí mismo, y me promete que lo he de tener eternamente. Tengo este gran bien, y nunca dejaré de tenerlo. ¡Qué inmensa felicidad! Mi porción es Dios. ¿Por cuánto tiempo? Eternamente. Y ahora fíjate en cómo ha amado a Dios; le hizo un corazón puro: Dios de mi corazón, y mi porción es Dios eternamente. Se le ha hecho casto su corazón; ahora ya ama a Dios gratuitamente, no le pide otra recompensa distinta de él. Quien pide a Dios otra recompensa distinta, queriendo servir a Dios sólo por ella, estima más la recompensa que al mismo Dios, de quien la quiere recibir. Luego entonces, ¿ningún premio hemos de recibir de Dios? Ninguno fuera de él mismo. La recompensa de Dios es Dios mismo. Esto es lo que ama, lo que quiere. Si amase otra cosa, no sería un amor puro. Si te apartas del fuego inmortal, te congelas, te corrompes. No te apartes: sería tu ruina, sería como una fornicación tuya. Este que habla, ya está volviendo, ya se arrepiente de esto, ya elige la penitencia, y dice: Mi porción es Dios. ¡Y cómo se deleita en aquel a quien eligió como su porción!

33. [v. 27]. Los que de ti se apartan, perecerán. Este mismo se apartó de Dios, pero no mucho; porque dice: Fui como un animal, pero yo siempre estuve contigo37. En cambio, los otros se fueron lejos, porque no sólo ambicionaban lo terreno, sino también le pidieron cosas a los demonios y al diablo. Los que se alejan de ti, se pierden. ¿Qué es alejarse de Dios? Acabaste con todo el que fornica lejos de ti. Esta fornicación es lo contrario del amor casto. ¿Y qué es el amor casto? Que el alma ya como a su esposo; ¿Qué le pide a él, al esposo s quien ama? ¿Tal vez se comportará como algunos hombres, que buscan yernos para sus hijas, o las mujeres que buscan esposo, y eligen a veces sus riquezas, o aman su oro, sus tierras, su plata, su dinero, sus caballos, sus siervos, etc.? No, en absoluto. Éste lo ama a él solo; lo ama gratuitamente; porque en él lo tiene todo, ya que por él fueron creadas todas las cosas38. Acabaste con todo el que fornica lejos de ti.

34. [v. 28]. ¿Y tú qué haces? Para mí lo bueno es estar junto a Dios. Esto es todo mi bien. ¿Queréis algo más? Me da pena de los que sí lo quieren. Hermanos, ¿qué más queréis? Nada mejor hay que estar junto a Dios, cuando le veamos cara a cara39. Pero ¿mientras tanto qué? Como hablo, siendo aún peregrino, lo bueno es estar junto a Dios, dice; pero ahora, como todavía me hallo en el exilio, y no ha llegado todavía la realidad, pongo en Dios mi esperanza. Mientras no estés unido a Dios, pon en él tu esperanza. Si tu barca fluctúa, echa a tierra el áncora. No te has unido aún por la presencia: únete por la esperanza. Pondré en Dios mi esperanza. ¿Y qué harás, mientras pones en Dios tu esperanza? ¿A qué te dedicarás, sino a alabar a quien amas, y a conseguir amadores que le amen contigo? Supongamos que tienes predilección por un auriga; ¿no arrastrarías a los demás para que lo aclamen contigo? El fanático de un auriga, dondequiera que esté habla de él, para conseguir nuevos aficionados. ¡Gratuitamente se ama a los hombres disolutos; y se exige premio de Dios para amarle! ¡Ama a Dios gratuitamente! No prives de Dios a nadie. No rehúses llevar a Dios a cuantos puedas. Arrastrad hacia él a cuantos podáis, a cuantos anheláis de poseerlo. Él no empequeñece, no tiene límites: ¡no se los pongáis vosotros! Cada uno lo poseerá por completo, y lo tendréis todos enteramente. Tienes que hacer esto mientras estás aquí, es decir, cuando tienes puesta en Dios tu esperanza. ¿Y cómo continúa? Para anunciar todas tus alabanzas; ¿Pero dónde? En los atrios de la hija de Sión. Porque predicar a Dios fuera de la Iglesia, es cosa inútil. Alabar a Dios, y anunciar todas sus glorias, es poco. Hazlo en los atrios de la hija de Sión. Tiende siempre a la unidad, no dividas al pueblo. Empuja hacia la unidad, y construye la unidad. Ya no sé cuánto tiempo os llevo hablando. El salmo se ha terminado, y por este olor (rumor) que siento, deduzco que mi sermón se ha alargado. Pero no he satisfecho vuestrosdeseos. Os veo demasiado ansiosos. ¡Ojalá que con esta violencia arrebatéis el reino de los cielos!