Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero O.S.A.
Sermón al pueblo
1. [v. 1]. El título de este salmo dice así: A Salomón. Perolas cosas que en él se recitan no se le pueden aplicar a aquel Salomón, rey de Israel, según la carne, si nos atenemos a lo que de él nos dice la Sagrada Escritura; pero pueden aplicarse perfectamente a Cristo el Señor. Podemos, pues, presumir con razón que el nombre de Salomón se aduce figurativamente, para que en él entendiésemos a Cristo. De hecho, Salomón significa "Pacífico"; por lo cual, este nombre se adapta con toda verdad y exactitud a aquel por cuya mediación, nosotros, de enemigos que éramos, hemos recibido el perdón de los pecados, y estamos reconciliados con Dios. Pues siendo enemigos, dice el Apóstol, hemos sido reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo1. Es el mismo pacífico que de los pueblos hizo uno solo, derribando el muro divisorio, la enemistad en su propia carne, anulando en ella la ley con sus mandamientos y decretos, para crear en sí mismo de los dos un solo hombre nuevo, haciendo las paces, y que al venir anunció la paz a los que estaban lejos, y paz a los que estaban cerca2. Él mismo dice en el Evangelio: La paz os dejo, mi paz os doy3. Y muchos otros testimonios nos muestran al Señor Jesucristo como pacífico; no en el sentido de la paz que él conoce y busca, sino aquella paz que de la cual dice el profeta: Les daré la verdadera consolación, paz sobre paz4; es decir, que a la paz de la reconciliación se le añade la paz de la inmortalidad. El mismo profeta Isaías indicó que después de todos los ofrecimientos que Dios nos prometió, debemos esperar la última paz, por la que viviremos eternamente con él. Lo manifiesta donde dice: Señor, Dios nuestro, danos la paz, puesto que nos has dado todas las cosas5. Esa paz perfecta tendrá lugar cuando sea destruido el último enemigo, la muerte6. ¿Y en quién se cumplirá esto, sino en aquel Pacífico reconciliador nuestro? Pues así como en Adán todos mueren, así también todos recuperarán la vida en Cristo7. Y puesto que hemos hallado el verdadero Salomón, es decir, al verdadero Pacífico, fijémonos en lo que de él nos enseña el salmo.
2. [v. 2]. Oh Dios, confía tu juicio al rey, y tú justicia al hijo del rey. El mismo Señor dice en el Evangelio: El Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio lo ha delegado en el Hijo8. Esto mismo dicen las palabras del salmo: Oh Dios, confía tu juicio al Rey. Este rey es también hijo del rey, ya que Dios Padre es ciertamente rey. Como está escrito, que el rey celebró la boda de su hijo9. Según la costumbre de las Escrituras, se repiten algunos conceptos. Lo que había ya dicho: tu juicio, aquí lo dice de otra manera con la expresión tu justicia. Y cuando dice al rey, lo vuelve a expresar diciendo al hijo del rey. Algo así como aquella expresión de otro salmo: El que habita en los cielos se ríe; el Señor se burla de ellos10. De hecho lo mismo es decir el que habita en los cielos, que decir el Señor; como es lo mismo decir se ríe de ellos, que decir se burla de ellos. Y también: Los cielos proclaman la gloria de Dios, y el firmamento pregona las obras de sus manos11. Los cielos están repetidos en la palabra firmamento; y la expresión la gloria de Dios, está repetida en las obras de sus manos; del mismo modo que proclaman se repite en pregona. El lenguaje divino se sirve con frecuencia de estos recursos repetitivos, sea con las mismas o con distintas palabras; y sobre todo se emplea en los salmos, y en aquellos géneros literarios que ayuden a mover el afecto del ánimo.
3. Y el salmo continúa: Para que juzgue a tu pueblo con justicia, y a tus pobres con equidad. El rey Padre da a conocer suficientemente al rey Hijo la razón por la que le ha cedido su justicia y su juicio, cuando dice: Para juzgar a tu pueblo con justicia, es decir, para juzgar a tu pueblo. Una expresión así se encuentra en Salomón: Proverbios de Salomón, hijo de David, para aprender la sabiduría y la disciplina12; es decir: Proverbios de Salomón, para dar a conocer la sabiduría y la doctrina. Así pues, otorga tu juicio, para juzgar a tu pueblo, es lo mismo que concede tu juicio para que pueda regir a tu pueblo. Donde primero dice a tu pueblo, lo expresa después, diciendo a tus pobres; y lo expresado primero con justicia, lo vuelve a decir después con equidad, según el estilo bíblico de la repetición. Con lo cual se expresa claramente que el pueblo de Dios debe ser pobre, es decir, no soberbio, sino humilde. Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos13. Con esta pobreza fue pobre el santo Job, ya antes de perder las muchas riquezas terrenas que poseía. Me parece oportuno recordar esto, porque hay quienes distribuyen fácilmente sus bienes a los pobres, pero ellos no se hacen pobres ante Dios. Engreídos por la arrogancia, piensan que se les debe atribuir a ellos y no a la gracia de Dios el vivir bien; por lo cual ya ni viven bien, por muchas buenas obras que les parezca que hacen. Piensan que se debe a sus méritos, y se glorían como si no lo hubieran recibido14. Son ricos de sí mismos, no pobres de Dios. Están llenos de sí mismos y no necesitan de Dios. Pero dice el Apóstol: Aunque repartiera toda mi hacienda a los pobres, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, de nada me sirve15. Es como si dijera: Aunque distribuyera todos mis bienes a los pobres,y no fuera pobre de Dios, de nada me serviría. La caridad no se hincha. Tampoco reside la verdadera caridad de Dios en aquel que es ingrato a su Espíritu Santo, por quien se derrama la caridad en nuestros corazones16. Y por tanto éstos no pertenecen al pueblo de Dios, porque no son pobres de Dios. Los pobres de Dios dicen contrariamente: Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado17. De todo lo cual se deduce que, cuando en este salmo, recordando el misterio de la asunción de la humanidad por la cual el Verbo de Dios se hizo hombre18, se le dice a Dios Padre y rey: Concede la justicia al hijo del rey, éstos tales no quieren que se les dé a ellos la justicia, ya que creen poseerla por sí mismos. De este modo, desconociendo la justicia de Dios, y queriendo establecer la suya, no se someten a la justicia de Dios19. No son, como he dicho, pobres de Dios, sino ricos de sí mismos: no son humildes, son soberbios. Pero vendrá él a juzgar al pueblo de Dios con justicia, y a los pobres de Dios con equidad; y en ese juicio separará a los pobres, a los que con su pobreza hizo ricos suyos, de los que son ricos de sí mismos. A él clama el pueblo pobre y le dice: Hazme justicia, ¡Oh Dios!, y discierne mi causa de la gente no santa20.
4. Vemos que en este versículo se cambia el orden de las palabras. Primero dice: Oh Dios, confía tu juicio al rey, y tu justicia al hijo del rey, poniendo primero el juicio y luego la justicia; y en la segunda parte pone primero la justicia y luego el juicio, cuando dice: Juzga a tu pueblo con justicia, y a tus pobres con el juicio. Con ello queda de manifiesto que llamó justicia al juicio, y que nada importa el orden en que se escriba, cuando significan lo mismo. Suele llamarse, de hecho, perverso a un juicio cuando es injusto. Pero a la justicia no la llamamos injusta o perversa, pues si lo fuera, ya no sería justicia. Por tanto diciendo juicio, y repitiendo este concepto con el nombre de justicia, demuestra suficientemente que llamó propiamente juicio a lo que se suele llamar justicia, o sea, que no podemos entender que se ha juzgado mal. El Señor demostró que puede haberse juzgado mal, cuando dice: No juzguéis con parcialidad, sino haced un juicio justo21. Prohíbe lo primero, y manda lo segundo. Cuando nombra el juicio sin adjetivo alguno, sobreentiende que se trata de un juicio justo, como dice en otro lugar del Evangelio: Vosotros dejáis lo más importante de la Ley, la misericordia y el juicio22. Y también lo que dice Jeremías: adquiriendo riquezas no con juicio23. No dice acula riquezas con perverso e injusto juicio, o sin juicio recto y justo, sino que dice: sin juicio, llamando juicio únicamente al que es recto y justo.
5. [v. 3]. Que los montes reciban la paz para el pueblo, y los collados la justicia. Los montes son más grandes y los collados son pequeños. Sin duda que éstos son los que menciona el salmo: Los menores con los mayores, o los pequeños con los grandes. Y así, estos montes saltaron de alegría como carneros, y estos collados como corderillos de ovejas, cuando Israel salió de Egipto24. Es decir, en la liberación del pueblo de Dios de la servidumbre de este mundo. Luego los que sobresalen en la Iglesia por su eminente santidad son montes, los cuales son capaces de instruir a otros25 con sus palabras, y éstos imitándolos llegan a la salvación. Los collados son los que imitan obedientemente la perfección de aquéllos. ¿Y por qué a los montes la paz, y a los collados la justicia? ¿Tal vez no habría diferencia, si dijera: Reciban los montes justicia para el pueblo, y los collados paz? Unos y otros necesitan la justicia, y ambos la paz. Podría suceder que la paz fuera denominada de otro modo por justicia, pero la verdadera paz es ésta, no la que establecen entre sí los injustos. ¿O bien ha de tenerse en cuenta alguna distinción, cuando dice: Los montes reciban la paz y los collados la justicia? Los que sobresalen en la Iglesia deben cuidar la paz con vigilante atención, no sea que por su puesto elevado, obrando con soberbia, provoquen los cismas, rompiendo la unidad de la Iglesia. Los collados de tal modo deben seguir obedeciéndoles e imitándolos, que los pospongan a Cristo, no sea que seducidos por la vana autoridad de los malos montes, puesto que parecen sobresalir, rompan su unidad con Cristo. Por eso se dijo: Que los montes reciban la paz para el pueblo. Que estos "montes" digan: Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo26. Y que digan también con el Apóstol: Aunque nosotros mismos, o un ángel del cielo os anunciara algo distinto de lo que habéis recibido, sea anatema27. Y digan también: ¿Por ventura fue Pablo crucificado por vosotros, o fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?28 Que sea así como reciban paz para el pueblo de Dios, es decir, para los pobres de Dios; deseando no reinar sobre ellos, sino con ellos. Que no digan tampoco los collados: Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Pedro, sino que todos clamen: Yo soy de Cristo29. Esta es la justicia: no anteponer los siervos al Señor, ni equipararlos, y elevar de tal modo los ojos a los montes de donde les vendrá el auxilio, que, no obstante esperen recibir el auxilio no de los montes, sino de Dios que hizo el cielo y la tierra30.
6. Puede muy bien entenderse: Que los montes reciban la paz para el pueblo, de suerte que entendamos por paz la reconciliación por la que nos ponemos en paz con Dios, ya que los montes la reciben para su pueblo. Esto lo atestigua así el Apóstol: Pasó lo viejo; todo es nuevo; y todo proviene de Dios que nos reconcilió consigo por Cristo, y nos confió el ministerio de la reconciliación. Aquí tenéis cómo los montes reciben la paz para el pueblo. Como que Dios estaba reconciliando el mundo consigo; no imputándoles sus delitos, sino poniendo en nosotros la palabra de reconciliación. ¿En quiénes, sino en los montes que reciben la paz para su pueblo? Por eso los legados de la paz a continuación añaden y dicen: Por Cristo somos embajadores, y como si Dios exhortase por nosotros, en nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!31 Que los montes reciban esta paz para su pueblo, es decir, la embajada y la predicación de su paz; y los collados la justicia, es decir, la obediencia, lo cual constituye en los hombres y en toda criatura racional, el origen de toda perfección y justicia. De este modo se nos recuerda la diferencia que existe entre estos dos hombres, es decir, entre Adán, que fue el autor de nuestra muerte, y entre Cristo, que es el autor de nuestra salvación. Porque así como por la desobediencia de un solo hombre se hicieron pecadores muchos, así también por la obediencia de un solo hombre serán justificados muchos32. Por tanto, reciban los montes la paz para el pueblo, y los collados La justicia, y así, con esta concordancia entre ambos, se cumpla lo que está escrito: La justicia y la paz se besan33. Lo mismo que se registra en otros códices: Reciban los montes y los collados la paz para el pueblo; pienso que así deberá entenderse en ambos los predicadores de la paz evangélica, tanto los primeros como los segundos. En dichos códices se prosigue así: Juzgará con justicia para los pobres del pueblo. Pero gozan de más autoridad los que tienen lo que arriba consignamos: Que los montes reciban la paz para el pueblo, y los collados la justicia. Aunque algunos dicen para tu pueblo, y otros simplemente para el pueblo.
7. [v. 4]. Juzgará a los pobres del pueblo, y salvará a los hijos de los pobres. Creo que son los mismos los pobres y los hijos de los pobres, como una misma ciudad es Sión y la hija de Sión. Pero si han de entenderse diversamente, entonces tomamos por pobres a los montes, y por los hijos de los pobres a los collados, siendo los apóstoles y los profetas los pobres, y los hijos de los pobres los hijos de los profetas y de los apóstoles, es decir, aquellos que progresan bajo su autoridad. Lo que dijo arriba: juzgará, y lo que se añade a continuación: salvará, es una explicación de cómo juzgará. Pues juzgará para salvar (a sus pobres) y separarlos de los que ha de destruir y condenar, de aquellos a quienes dará la salvación preparada para ser revelada en el último tiempo34. Pues éstos le dicen: No pierdas mi alma con los impíos35; y también: Júzgame, oh Dios, y distingue mi causa de la gente no santa36. Ha de notarse que no dice: Juzgará al pueblo pobre,sino: a los pobres del pueblo. Donde anteriormente dijo: Para juzgar a tu pueblo con justicia, y a tus pobres con el juicio, llamó "pueblo de Dios" a los que había llamado "sus pobres". Es decir, allí únicamente trató de los buenos, y de los que estarán a la derecha. Pero como en este mundo se apacienta al mismo tiempo a los de la derecha y a los de la izquierda, a los corderos y a los cabritos, que han de ser separados al fin37, a todo el conjunto, así mezclado, lo llamó con el nombre de pueblo. Y como usa en buen sentido la palabra juicio, es decir, para salvarlos38, por eso dice: Juzgará a los pobres del pueblo. Es decir, separará para salvar a los que son pobres en medio del pueblo. Ya explicamos arriba quiénes son los pobres. Incluyamos también en éstos a los necesitados. También dice: Y humillará al calumniador. Aquí por calumniador no se entiende a nadie mejor que al diablo. He aquí su calumnia: ¿Es que Job adora gratuitamente a Dios?39 Nuestro Señor Jesucristo, ayudando a los suyos con su gracia, lo humilla, para que adoren a Dios gratuitamente, para que encuentren su deleite en el Señor40. También lo humilló de otra forma: no encontrando el diablo, príncipe de este mundo, nada contra Cristo, se sirvió de las calumnias de los judíos para quitarle la vida41, de los que usó como instrumentos suyos, haciendo su obra en los hijos de la incredulidad42. Lo humilló, porque aquel a quien había matado, resucitó, y con su muerte le arrebató el reino de la muerte, en el que ejercía su poder de tal modo, que por un hombre, el primer Adán, a quién engañó, había arrastrado a todos a la condenación de la muerte. Pero fue humillado, porque si por el delito de un solo hombre, reinó la muerte, ¡con cuánta mayor razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por un solo hombre, Jesucristo!43, El cual humilló al calumniador, que adujo falsos crímenes, jueces corruptos y falsos testigos para hacerlo matar.
8. [v. 5]. Y permanecerá con el sol, o también: Durará tanto como el sol. Algunos de nuestros traductores han creído mejor traducir de la segunda manera el verbo griego symparamenéi. Si en latín se pudiera decir con una sola palabra, habría que decir compermanebit (copermanecerá). Pero dado que no existe esa palabra latina, se ha utilizado permanebit cum sole, es decir, permanecerá tanto como el sol. Queda así bien expresado el sentido. No tiene nada de extraño que permanezca con o como el sol, aquel por quien fueron hechas todas las cosas, y sin el cual nada se hizo44. A no ser que olvidemos que esta profecía se hizo contra aquellos que piensan que la religión cristiana permanecerá en este mundo por un cierto tiempo, y luego desaparecerá. Luego permanecerá con, o como el sol, es decir, mientras el sol salga y se ponga; o sea, mientras perdure este tiempo, subsistirá la Iglesia de Dios, es decir, el cuero de Cristo en la tierra. Esto que añade: Antes de la luna, por generaciones y generaciones, podía haberlo dicho de este modo: y antes del sol, permanecerá y permaneció con el sol y antes del sol; lo cual tendría este sentido: con los tiempos y antes de los tiempos. Lo que precede al tiempo es eterno, y sólo ha de considerarse verdaderamente eterno, lo que no cambia en ningún tiempo, como en el principio ya existía el Verbo. Pero prefirió simbolizar por la luna el aumento y el decrecimiento de los mortales. En efecto, cuando dijo: Antes de la luna, queriendo en cierto modo dar a conocer por qué dice la luna, añade: por generaciones y generaciones; es como si dijera: Antes de la luna, es decir: antes de las generaciones y generaciones, las cuales pasan por la muerte y la sucesión de los mortales, como los crecimientos y decrecimientos de la luna. Por tanto ¿qué se entiende mejor por permanecer antes de la luna, que preceder por la inmortalidad a todas las cosas mortales? Por lo mismo puede tomarse el permanecer con (o como) el sol, el estar sentado a la derecha del Padre, una vez que ha sido humillado el calumniador. De este modo se entiende que es el Hijo el esplendor de la gloria del Padre45, como si el Padre fuera el sol, y el Hijo su esplendor. Pero estas expresiones deben entenderse de la invisible sustancia del Creador, no así de la criatura visible, en la que hay cuerpos celestes, entre los que sobresale el sol, del que se tomó esta semejanza; y terrestres, de los cuales se toma como semejanza la piedra, el león, el cordero, el hombre que tiene dos hijos, etc. Luego, humillado el calumniador, permanece como el sol, porque vencido el diablo por la resurrección, está sentado a la derecha del Padre46, donde ya no morirá, y la muerte no tendrá dominio sobre él47. Permanece también antes de la luna, precediendo como primogénito de los muertos a la Iglesia, que pasa, debido a la muerte y a la sucesión de los hombres mortales. Estas son las generaciones de las generaciones. ¿O es que deberá entenderse por generaciones aquéllas por las cuales somos engendrados mortales; y por generaciones de las generaciones, aquéllas por las que somos engendrados inmortalmente? Entonces ésta sería la Iglesia, a la que Cristo, siendo el primogénito de entre los muertos, antecede, permaneciendo antes de la luna, la cual es figura de la Iglesia. Debemos observar que lo que se dice en griego geneas geneón, algunos lo han traducido al latín no por generationes ("las generaciones"), sino por generationis generationum ("de la generación de las generaciones"), ya que el griego geneas es ambiguo, y no aparece claro si es genitivo de singular tes geneas, o sea en latín huius generationis, ("de generación"), o es acusativo plural, tas geneas, en latín has generationes ("las generaciones"). Tal vez se prefirió el sentido anteriormente expuesto, para que como explicando lo que significa la luna, se añadiera por generaciones de generaciones, es decir algo mudable.
9. [v. 6]. Y descenderá como lluvia sobre el vellón, y como llovizna que gotea sobre la tierra. Recordó y subrayó lo realizado por el juez Gedeón, teniendo como fin a Cristo. Gedeón pidió una señal al Señor, consistente en colocar un vellón en la era, y al llover que se mojase él solo, quedando seca la era. Y también lo contrario, que mojando la lluvia la era, quedara seco el vellón48. Y así sucedió simbólicamente con el antiguo pueblo de Israel, que fue como el vellón seco, colocado en medio de la era, es decir, en medio del mundo. Y así es como descendió Cristo, como lluvia sobre el vellón, estando seca la tierra, y por eso dijo: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel49. De allí eligió a la madre de la que había de tomar la naturaleza de siervo, con la cual apareció ante los hombres. De allí eligió a los discípulos, a quienes les ordenó esto mismo, diciéndoles: No vayáis por camino de gentiles, ni entréis en ciudades de samaritanos; id primero a las ovejas perdidas de la casa de Israel50. Al decirles id primero a esas ovejas, estaba indicando que después, cuando llegase el tiempo de llover sobre la era, también irían a las otras ovejas, que no procedían del antiguo pueblo de Israel. De ellas dice: Tengo otras ovejas que no son de este redil; debo traer también a éstas, para que haya un solo rebaño y un solo pastor51. De ahí que también dice el Apóstol: Digo que Cristo fue ministro de la circuncisión, en favor de la verdad de Dios, para confirmar las promesas de los patriarcas. De este modo cayó la lluvia sobre el vellón, quedando aún seca la era. Pero prosigue el Apóstol y dice: Mas las gentes glorificarán a Dios por su misericordia52, y así, madurando el tiempo, se cumpliera lo que había sido dicho por el profeta: El pueblo que no conocí me sirvió, y aplicando su oído, me obedeció53. Y vemos cómo el pueblo judío quedó seco de la gracia de Cristo, mientras sobre toda la tierra y sobre todas las gentes cae la lluvia de las nubes, llenas de la gracia cristiana. A esta misma lluvia se refiere el salmista con otras palabras, cuando menciona las gotas que destilan sobre la tierra y no sobre el vellón: La llovizna que gotea sobre la tierra. Pero ¿qué es la lluvia, sino gotas de agua que caen sobre la tierra? Creo que el pueblo judío fue simbolizado con el nombre de vellón, o porque había de ser despojada de la autoridad de la enseñanza, como se despoja a la oveja de su vellón de lana, o porque retenía en secreto la misma lluvia, porque no quería que se predicase al prepucio, es decir, no quería se manifestase a los gentiles incircuncisos.
10. [v. 7]. En sus días florecerá la justicia, y la abundancia de paz, hasta que falte la luna. Lo que algunos traducen como "falte" o "desparezca" (la luna) otros lo traducen como "sea quitada" o "llevada". En el texto griego la palabra es antanaireze, y cada traductor ha elegido la que creía más conveniente de las dos anteriores: o bien tollatur ("sea quitada") o bien auferatur ("sea llevada", "desaparezca"), o también extollatur ("sea levantada"). Quienes han traducido tollatur o auferatur, no se diferencian apenas. Se suelen emplear para retirar una cosa, haciéndola desaparecer, más bien que para que sea elevada; y auferatur casi se emplea para indicar que se destruya, que desaparezca; en cambio extollatur es para que sea alzada, elevada más alto. Cuando este verbo se utiliza en mal sentido, suele significar la soberbia, como cuando dice la Escritura: No te engrías en tu sabiduría54. En cambio, cuando se emplea en buen sentido, indica un honor más encumbrado, como cuando elevamos algo. Así dice el salmo: Levantad de noche vuestras manos hacia el santuario y bendecid al Señor55. Pero si elegimos la traducción: Hasta que desaparezca la luna, quizá con ello quiso dar a entender que ya no habrá más mortalidad cuando sea destruida la muerte, como última enemiga56, de suerte que la abundancia de la paz se prolongue hasta entonces, para que nada proveniente de la flaqueza de la mortalidad se oponga a la felicidad de los bienaventurados, lo cual tendrá lugar en aquel siglo del que tenemos una fiel promesa de Dios por Jesucristo nuestro Señor. De él se dice: En sus días florecerá la justicia, y la abundancia de paz, hasta que, habiendo sido vencida y destruida por completo la muerte, sea absorbida toda mortalidad. Pero si en la palabra "luna" no entendemos la condición mortal de la carne, por la que ahora atraviesa la Iglesia, sino la Iglesia misma, que permanece eternamente, libre ya de nuestra condición mortal, entonces la expresión: En sus días florecerá la justicia, y la abundancia de paz, hasta que sea elevada ("extollatur") la luna, deberemos entenderla como si dijese: En sus días florecerá la justicia, la cual vencerá la contradicción y rebelión de la carne; y establecerá la paz, creciendo y abundando sobremanera, hasta que la luna sea elevada, es decir, hasta que se eleve la Iglesia por la gloria de la resurrección, la cual ha de reinar con aquel que, como primogénito entre los muertos, la antecedió en esta gloria, sentándose a la derecha del Padre57. Así es como permanece con el sol y antes de la luna, y a esa gloria será elevada también la luna.
11. [v. 8]. Y dominará de mar a mar, y desde el río hasta los confines de la tierra. Se refiere a aquel de quien antes ya dijo: En sus días florecerá la justicia, y la paz hasta que sea elevada la luna58. Si aquí en la palabra luna está correctamente entendida la Iglesia, se nos muestra cuánta extensión había de alcanzar la misma Iglesia, cuando dice: Dominará de mar a mar. La tierra está rodeada por el gran mar que llamamos océano, del cual una pequeña parte penetra en la tierra, formando esos mares que nos son conocidos y que son surcados por las naves. Por lo tanto, al decir de mar a mar, declaró que había de dominar desde un confín de la tierra al otro, cuyo nombre y poder habían de ser anunciados, y tener gran eficacia en toda la redondez de la tierra. Y para que no pueda ser entendido de otra manera, añadió: Y desde el río hasta los confines de la tierra. Esto ya había sido expresado al decir de mar a mar. Por eso, al decir ahora desde el río, etc., quiso manifestar el lugar desde donde quiso Cristo manifestar su poder, y desde donde comenzó a elegir sus discípulos. Desde el río Jordán fue donde, una vez bautizado el Señor, descendió el Espíritu Santo, y resonó la voz del cielo: Este es mi Hijo amado59. Luego a partir de aquí comenzó a expandirse su enseñanza y la autoridad celestial de su magisterio, al ser predicado el Evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio de todas las naciones. Y después vendrá el fin.
12. [v. 9]. En su presencia se postrarán los etíopes, y sus enemigos lamerán el polvo. Por los etíopes, tomando la parte por el todo, designó a todas las naciones, prefiriendo nombrar a la nación que de modo muy particular se encuentra en los confines de la tierra. Se dice que en su presencia se postrarán, es decir, lo adorarán. Pero por diversas partes de la tierra habían de aparecer cismas, que mirarían con malos ojos a la Iglesia católica, extendida por todo el orbe de la tierra, y además se habían de dividir entre ellos mismos, tomando los diversos nombres de sus líderes, y como amando a los hombres fundadores de tales cismas, había de ser combatida la gloria de Cristo, que está por todas partes. Por eso, después de haber dicho: Se postrarán ante él los etíopes, añade: Y sus enemigos lamerán el polvo, es decir, amarán a los hombres, privando de la gloria a Cristo, a quien se dijo: Elévate sobre los cielos, Oh Dios, y que tu gloria se extienda sobre toda la tierra60. Por eso el hombre ha merecido oír: Eres tierra, y a la tierra volverás61. Por tanto, lamiendo esta tierra, es decir, deleitándose en la vana autoridad de tales hombres, se oponen a la divina palabra, con la que profetizó que la Iglesia católica había de existir no en una parte de la tierra, como cualquier cisma, sino que había de extenderse por todo el mundo, multiplicándose y creciendo hasta llegar a los etíopes, hasta los últimos y más ocultos confines de los hombres
13. [vv. 10—11]. Los reyes de Tarsis y de las islas le ofrecerán dones; los reyes de Arabia y de Saba le traerán dones. Y lo adorarán todos los reyes de la tierra, y todos los pueblos le servirán. Esto no necesita expositor, sino contemplador. Se muestra no sólo a las miradas gozosas de los fieles, sino también a la visión de los infieles que se lamentan. A no ser que haya que preguntarse por qué dice que se dice: traerán o conducirán ("adducent") dones, puesto que se suele "conducir" a aquellos que caminan por sí mismos. ¿Se trata, entonces, de víctimas para los sacrificios? De ninguna manera tal justicia aparecerá en sus días. Estos dones que aquí se anuncian que han de ser conducidos, me parece que figuran a los hombres, que el poder real conduce a la sociedad de la Iglesia de Cristo; aun cuando los reyes que la perseguían los hayan presentado como dones, ignorando lo que hacían cuando inmolaban a los santos mártires.
14. [v. 12]. Al declarar por qué le habían de dar tanto honor los reyes, y por qué le habían de servir todas las naciones, dice: Porque libró al humilde del poderoso, y al pobre que no tenía quien lo ayudase. Este pobre y necesitado es el pueblo de los que creen en él. En este pueblo hay reyes que lo adoran, pues no se desdeñan de ser pobres e indigentes, es decir, de confesar humildemente sus pecados, y de manifestar que necesitan la gloria y la gracia de Dios, para que aquel rey, hijo del Rey, los libre del poderoso. Este poderoso es aquel que anteriormente fue llamado calumniador, a quien no hizo poderoso su propia fortaleza para someter a los hombres y retenerlos en la cautividad, sino los pecados de los hombres. Pero quien venció al calumniador y entró en la casa del fuerte, para arrebatarle sus enseres, después de amarrarlo62, éste mismo libró al indigente del poderoso, y al humilde que no tenía protector. Esto no pudo hacerlo cualquiera, ni la fortaleza de cualquier justo, ni de ningún ángel. Al faltar el auxiliador, él mismo vino y los salvó.
15. [v. 13]. Alguien podrá preguntarse si el hombre, a causa de sus pecados era retenido por el diablo, ¿quizá a Cristo, que libró al débil del poderoso, le agradaron los pecados? No, en absoluto. Al contrario, perdona él mismo al pobre y al indigente, es decir, perdona los pecados al humilde, que no confía en sus méritos, ni espera de su fortaleza la salvación, sino que anhela la gracia de su Salvador, debido a su indigencia. Cuando añade: Y salvará las almas de los pobres, puso de relieve las dos ayudas de la gracia: la remisión de los pecados, cuando dice: perdona al pobre y al indigente, y la participación de la justicia, cuando añade: Y salvará las almas de los pobres. Nadie es capaz de alcanzar la salvación por sí mismo, la salvación justa y perfecta, si no viene la ayuda de la gracia de Dios, puesto que la plenitud o el cumplimiento de la ley sólo la lleva a cabo la caridad, la cual no se halla en nosotros por nosotros, sino que se derrama en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado63.
16. [v. 14]. Rescatará sus almas de la usura y de la iniquidad. ¿Cuáles son estas usuras, sino los pecados, que también son llamados deudas?64 Creo que las llamó usuras porque es mucho mayor el mal cometido en las torturas que en los pecados. Por ejemplo, el homicida sólo mata el cuerpo del hombre, ya que no puede en nada dañar el alma; sin embargo arroja su cuerpo y su alma al infierno. Debido a esta clase de despreciadores del presente mandato, y a los que se mofan del futuro suplicio, se dijo en el Evangelio: Debías saber que cuando yo vuelva, exigiré lo mío con intereses65. De esta "usura" se libran las almas de los pobres por la sangre que fue derramada en remisión de los pecados. Redime de la usura perdonando los pecados, que exigían más grandes suplicios; redime de la iniquidad, ayudando por la gracia a obrar la justicia. Así, pues, se repiten los dos conceptos que se dijeron más arriba. Lo que se dijo en el versículo anterior: Perdona al pobre y al indigente, se dice también ahora al mencionar la "usura"; y lo que anteriormente se dijo: y salvará la vida de los pobres, parece que se dice aquí, al añadir: y de la iniquidad, sobreentendiendo en ambas palabras redime, puesto que perdonando, redime de la usura, y salvando almas, redime de la iniquidad. Así, pues, lo mismo que perdona al obre y al indigente, y salva las almas de los pobres66, así también redime de la usura y de la iniquidad sus almas. Y se hará honorable su nombre ante ellos. Honran su nombre por la recepción de tantos beneficios quienes responden que es justo y digno dar gracias al Dios suyo. Lo que tienen algunos códices escrito: Y será honrado en su presencia el nombre de ellos, puede entenderse de este modo: que a pesar de que los cristianos aparezcan despreciables a este mundo, el nombre de ellos es honrado en presencia de aquel que les dio el no acordarse ni para pronunciarlos con sus labios67, de los nombres con que antes se llamaban, cuando estaban encadenados a las supersticiones de los gentiles, o se hallaban señalados con las culpas de sus maldades. Pero ahora ese nombre de cristiano es honrado en su presencia, aun cuando aparezca despreciable a los enemigos.
17. [v. 15]. Y vivirá, y se le dará el oro de Arabia. No se diría y vivirá de alguien, por mucho tiempo que viva en la tierra, si no se insinuase aquella vida, en la cual ya no morirá, y la muerte ya no tendrá más dominio sobre él68. Por eso vivirá (por siempre) el que al morir fue despreciado, puesto que, como dice otro profeta, será apartada su vida de la tierra69. Pero ¿qué significado tiene: y se le dará el oro de Arabia? Salomón, de hecho, recibió oro de esa tierra; pero en este salmo se aplicó esto figuradamente al otro, el verdadero Salomón, el verdadero Pacífico. Aquél no dominó desde el río hasta los confines de la tierra70. De este modo se profetizó que también los sabios de este mundo habían de creer en Cristo. Por Arabia entendemos los gentiles; por oro, la sabiduría, la cual sobresale entre todas las doctrinas, como el oro entre el resto de los metales. De aquí que se escribió: Recibid la prudencia como plata, y la sabiduría como oro refinado71. Y pedirán siempre de él. La versión griega, que dice perì autú, algunos lo traducen por (pedir) de él y otros por (pedir) por él. ¿Qué significa de él, sino lo que le pedimos cuando oramos: venga a nosotros tu reino?72 La venida de Cristo pondrá a la vista de los fieles el reino de Dios. Es difícil entender que significará por él, a no ser que se diga que se pide por su cuerpo, que es la Iglesia, ya que de la Iglesia y de Cristo se sobreentendió aquél gran misterio—sacramento: Y serán dos en una sola carne73. Lo que sigue: todo el día, es decir, por siempre lo bendeciré, está muy claro.
18. [v. 16]. Y el firmamento estará sobre la tierra, en las cimas de los montes. Todas las promesas de Dios están en él (en Cristo) confirmadas74. Porque en él se cumplió todo que fue profetizado a favor de nuestra salvación. Por "las cimas de los montes" conviene entender los autores de las divinas Escrituras, es decir, aquellos por quienes fueron escritas. Por ellos, sin duda, él es el sostenimiento, ya que todo lo que divinamente se escribió, se refiere a él. Él quiso ser esta realidad, puesto que lo que se escribió fue en atención a los que se hallaban en la tierra. De ahí que él vino a la tierra para confirmar todas estas cosas, para demostrar que se cumplieron en él. Era necesario —dice— que se cumplieran tolas las cosas que de mí se escribieron en la ley, en los profetas y en los salmos75, es decir, en las cimas de los montes. Y así sucedió que en los últimos días se manifestó el monte del Señor, preparado sobre la cima de los montes76; esto es expresa en el salmo, al decir: en la cima de los montes. Será encumbrado su fruto sobre el Líbano. Por Líbano solemos entender la grandeza de este mundo, ya que el Líbano es un monte que tiene árboles gigantescos, y su nombre significa "blancura". ¿Por qué nos hemos de extrañar de que se halle ensalzado sobre toda preclara dignidad el fruto de Cristo, y de que los amantes de este fruto desprecien las más altas dignidades de este mundo? Si tomamos en buen sentido la palabra Líbano, atendiendo a los cedros del Líbano que plantó77, como se dice en otro salmo, ¿Qué otro fruto ha de entenderse que sea ensalzado sobre el Líbano, fuera de la caridad, de la que dice el Apóstol que va a hablar, cuando dice: Tengo todavía un camino más excelente que mostraros?78 Este es el que viene puesto como el primero entre los dones divinos, donde dice: El fruto del espíritu es la caridad; y es de ahí de donde se derivan los demás79. Y florecerán de la ciudad como hierba de la tierra. Aquí la ciudad queda en sentido ambiguo, al no añadirle el posesivo "suya" o "de Dios"; con lo cual, al quedar sólo la ciudad, la entendemos en el buen sentido, es decir, que florezcan como hierba los de la ciudad de Dios, o sea, los de la Iglesia; pero como hierba fructífera, como lo es el trigo. También al trigo se le llama hierba en la Sagrada Escritura, como puede verse en el Génesis, donde se le mandó a la tierra que produjese toda clase de árboles y de hierbas80, sin citar explícitamente el trigo, cosa que, sin duda, no lo habría omitido, si bajo el nombre de hierba no se hubiera entendido también el trigo. Esto mismo se encuentra también en otros muchos lugares de las Santas Escrituras. Por lo tanto, si en esta frase: Y florecerán como hierba de la tierra, según el sentido de esta otra: Y toda carne es hierba, y el esplendor del hombre como flor de hierba, sin duda habrá de entenderse que aquella "ciudad" simboliza la sociedad de este mundo, pues no en vano Caín edificó una ciudad81. Exaltado este fruto de Cristo sobre el Líbano, esto es, sobre los árboles perdurables e incorruptibles, puesto que aquel fruto es eterno, todo el esplendor del hombre, atendiendo a la excelsitud pasajera del mundo, se comprara al heno y a la hierba, puesto que se desprecia por los creyentes y por los que confían en la vida eterna, la temporal felicidad, a fin de que se cumpla lo que se escribió: Toda carne es heno, y todo el esplendor de la carne, como flor de heno. Sécase el heno y cae la flor. Pero la palabra del Señor permanece eternamente82. Es aquí donde fue ensalzado su fruto sobre el Líbano. La carne siempre fue heno, y el esplendor de la carne, como flor de heno. Pero como no se manifestaba qué felicidad debía ser elegida y preferida, se tenía como algo grande la flor del heno; y no sólo no era despreciada en modo alguno, sino que se apetecía sobremanera. Luego, como si entonces hubiera comenzado a existir de este modo, cuando se le dio de lado, y se despreció todo lo que florecía en el mundo, se dijo: Será ensalzado su fruto sobre el Líbano, y florecerán los de la ciudad como heno de la tierra. En otras palabras: será divulgado (y apreciado) sobre todas las cosas las promesas eternas, y se igualará al heno de la tierra todo lo que se tiene por grande en el mundo.
19. [v. 17]. Que sea, pues, su nombre bendecido por los siglos. Antes que el sol permanece su nombre. Por sol se significan los tiempos. Luego su nombre permanece eternamente, pues lo eterno precede al tiempo, y no termina con el tiempo. Y serán bendecidas en él todas las tribus de la tierra. En él cumple lo que se le prometió a Abrahán. Y no se dice en las descendencias, como si retratara de muchos, sino que habla como si fuera uno solo: En tu descendencia, que es Cristo83. A Abrahán se le dice: En tu descendencia serán bendecidas todas las tribus de la tierra84. Y no se consideran descendencia los hijos de la carne, sino los hijos de la promesa85. Todas las gentes lo engrandecerán. Es una repetición de lo que se dijo anteriormente. Dado que serán bendecidas en él, lo engrandecerán; no ayudando a que se haga más grande el que por sí mismo es excelso, sino alabándole y confesándole excelso. Así engrandecemos a Dios; y por eso mismo decimos: Santificado sea tu nombre86, el cual ciertamente es santo siempre.
20. [v. 18]. Bendito el Señor, Dios de Israel, el único que hace maravillas. Habiendo considerado todo lo anterior, prorrumpe en un himno, y bendice al Señor, Dios de Israel. Se cumple lo que se le dijo a la estéril: Y el mismo Señor, Dios de Israel87, que te libró, será llamado Dios de toda la tierra. Él es el único que hace maravillas, porque cualquiera que las hace, es porque en él obra el único que hace maravillas.
21. [v. 19]. Bendito sea su nombre glorioso eternamente, y por los siglos de los siglos. ¿Qué otra cosa dirían los traductores latinos, al no poder decir "inaeternum, et in aeternum aeterni"? (Eternamente, y por eternidad de eternidades). Lo dicho suena como si una cosa fuera "por la eternidad", y otra "por los siglos"; en cambio, el griego dice: eis tón aióna, kai eis ton aióna toú aiónos; lo cual se traduciría más adecuadamente: in saeculum et in saeculum saeculi ("por el siglo", y "por los siglos de los siglos"); cuya duración se habría de entender: "Por el siglo" como lo que dura este siglo o este mundo; y "por los siglos de los siglos" como todo lo que se promete después del fin de este mundo. Y toda la tierra se llenará de su gloria: ¡Amén! ¡Amén! Lo has mandado, Señor, y así se cumple; se cumple hasta que lo comenzado desde el río llegue totalmente hasta los confines de la tierra88.