Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero O.S.A.
Sermón I
1. En todos los libros de la sagrada Escritura se nos presenta la gracia de Dios que nos libera, para que nosotros nos entreguemos a ella. Esto se canta en este salmo, que me he propuesto comentaros a vuestra Caridad. Ayúdeme el Señor a entenderla dignamente, y a exponerla como os conviene a vosotros. Mucho me conmueve el amor y el temor de Dios: el temor porque es justo, y el amor porque es misericordioso. Si condenase al impío, ¿Quién se atreverá a decirle: Por qué lo hiciste?1 ¿Cuán grande no es su misericordia, para justificar al impío? De aquí que hemos oído al Apóstol, elegido para nosotros, recomendar especialmente la gracia, por cuya recomendación se hizo enemigos a los judíos, que presumían de la letra de la ley, y se jactaban de ella, como amantes de la justicia; y dice de ellos: Doy testimonio de que ellos tienen celo de Dios, pero no según el pleno conocimiento2. Y como si le dijera en qué consiste el celo de Dios, pero no según el pleno conocimiento, añade: Porque desconociendo la justicia de Dios, y queriendo establecer la suya, no se sometieron a la justicia de Dios3. Vanagloriándose, dice, de sus obras, alejan de sí la gracia; y presumiendo de su falsa salud, rechazan la medicina. Contra éstos había ya dicho el Señor: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a la conversión; porque no necesitan del médico los sanos, sino los enfermos4. Esta es la perfecta y completa ciencia: conocer que el hombre por sí no es nada; y todo lo que es, lo recibe de Dios, y lo es por él. ¿Qué tienes, dice, que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?5 El Apóstol recomienda esta gracia; por eso mereció que los judíos se le hicieran enemigos, que se gloriaban de la letra de la ley y de su propia justicia. Recomendando esta gracia en la lectura que acabáis de oír, dice así: Yo soy el menor de los apóstoles, y que no merezco ser llamado apóstol, porque perseguí a la Iglesia de Dios6. Pero conseguí la misericordia, porque en la incredulidad, obré por ignorancia. Y añade poco después: Palabra digna de fe y de ser totalmente aceptada es que Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. ¿Acaso antes de él no hubo pecadores? ¿Qué significa: El primero soy yo? Que se anteponía a todos no en el tiempo, sino en la maldad. De ahí que dice: Mas por eso conseguí misericordia, para que Jesucristo mostrara en mí toda su paciencia, para que les sirviera de conocimiento a los que han de cree en él para conseguir la vida eterna7. Es decir, para que cualquier pecador o malvado que desespera de sí, y que, llevado de un ánimo impetuoso, hace lo que quiere, porque se considera irremediablemente condenado, mire, no obstante al apóstol Pablo, a quien Dios perdonó tanta crueldad y tanta malicia, y de este modo, sin desesperar de sí, se convierta a Dios. Dios también recomienda esta misma gracia en este salmo. Examinémosle y veamos si es así, o si quizá yo, equivocado, lo juzgue así. Yo creo que este es su mensaje, y que esto resuena en casi todas sus sílabas. Es decir, que nos da a conocer la gracia gratuita de Dios, la cual nos libera a nosotros, indignos, no por nuestros méritos, sino por él. Si esto no lo hubiera yo indicado, ni os lo hubiera dicho de antemano, cualquier hombre de mediana inteligencia, oyendo atentamente las palabras del salmo, se habría dado cuenta. Y por las mismas palabras del salmo, aunque creyera de manera distinta, mudaría de parecer, y creería lo que el salmo proclama. ¿Qué quiere esto decir? Que toda nuestra esperanza resida en Dios, y que no presumamos nada de nosotros, como si se debiera a nuestras propias fuerzas, no sea que apropiándonos lo que pertenece a Dios, perdamos incluso lo que hemos recibido.
2. [v. 1]. El título de este salmo es como el rótulo que se suele colocar a la entrada de una casa, indicando lo que se hace dentro: Para David, de los hijos de Jonadab, y de los primeros que fueron llevados cautivos. Jonadab fue un individuo que se nos da a conocer por la profecía de Jeremías, el cual mandó a sus hijos que no bebieran vino ni habitasen en casas, sino en tiendas. Por mantener y observar el mandato de su padre, merecieron los hijos ser bendecidos por Dios8. No les había impuesto Dios este precepto, sino su padre. Pero ellos lo recibieron como mandato de su Dios y Señor. Porque si es cierto que Dios no les había ordenado que no bebiesen vino, y que habitasen en tiendas, sin embargo Dios sí había preceptuado a los hijos que obedecieran a sus padres. Únicamente no deben obedecer los hijos a sus padres cuando éstos mandan a sus hijos algo contra lo ordenado por el Señor Dios. Y no deben airarse los padres cuando se les pospone a Dios. Pero cuando los padres ordenan algo que no contra Dios, deben ser escuchados como si fuera Dios el que ordena, puesto que Dios mandó obedecer a los padres. Dios bendijo a los hijos de Jonadab por su obediencia, y los propuso como ejemplo a su pueblo desobediente, echándole en cara que los hijos de Jonadab habían obedecido a su padre, y él no obedeció a su Dios. Al tratar Jeremías este tema, lo hizo delante del pueblo de Israel, para que se preparase a ser conducido a Babilonia, sin oponerse a la voluntad de Dios, y a no esperar otra cosa fuera de la cautividad. El título de este salmo está dotado de un cierto disfraz, porque al decir: de los hijos de Jonadab, se añade: y de los rimeros que fueron llevados cautivos. Está encubierto no porque los hijos de Jonadab se contasen en el número de los cautivos, sino porque ellos, que obedecieron a su padre, eran enemigos de los judíos, que habían de ser llevados al cautiverio, por no haber obedecido a Dios. A esto se añade que Jonadab significa "Espontáneo del Señor". ¿Qué quiere esto decir? El que sirve a Dios con plena voluntad y de buena gana. He aquí la respuesta en el salmo 53: ante mí están, oh Dios, tus votos, que cumpliré en alabanza tuya9. ¿Qué significa "Espontáneo del Señor"? Te ofreceré un sacrificio voluntariamente10. Si la enseñanza apostólica ordena al siervo que sirva al hombre, su señor, no como forzado, sino de buen grado, y que sirviéndole con agrado, experimente en sí la libertad del corazón, ¿cuánto más ha de servirse con entera y absoluta libertad a Dios, que ve tu misma voluntad? Si tu siervo no te sirve con buen ánimo, tú podrás ver su acción, su semblante, su porte, pero no su corazón; con todo, dice el Apóstol a los siervos: No para ser vistos11. ¿Qué significa esto? ¿Es que acaso ha de ver mi señor de qué modo le sirvo interiormente, y por eso dices que no sirva para ser visto? Pero luego añades: sino como quien sirve a Cristo. El señor humano no ve, pero Cristo el Señor sí ve. Luego servid de corazón con buena voluntad12. Así fue Jonadab, es decir, esto significa su nombre. ¿Quiénes son los rimeros que fueron llevados cautivos? Los hijos de Israel fueron los primeros, los segundos y los terceros. Pero este salmo no habla ni por aquéllos, ni de aquellos que primero fueron llevados cautivos. Examinando, sondeando, estudiando este salmo en todos sus versículos, se dice otra cosa distinta. No habla de aquellos, no sé quiénes ni cuándo sobre los que irrumpieron unos adversarios, fueron llevados cautivos de Jerusalén a Babilonia. Pero ¿qué dice el salmo, sino lo que habéis oído del Apóstol? Nos recuerda y encomienda la gracia de Dios; nos aclara que de nuestra parte no somos nada; y nos manifiesta que lo que somos, lo somos por su misericordia, pues lo que de nosotros tenemos sólo es el pecado. ¿Por qué somos cautivos? ¿Y por qué se nos da a conocer, bajo el nombre de cautividad, la gracia del libertador? Lo resuelve el mis Apóstol cuando dice: Me complazco en la ley de Dios según el hombre interior; pero veo otra ley en mis miembros que se opone a la ley de mi corazón, que me hace cautivo de la ley del pecado que se halla en mis miembros. Aquí tienes lo que es ser llevado cautivo. ¿Cuál es, pues, lo que este salmo pone de manifiesto? Lo que en ese pasaje sigue diciendo el Apóstol: ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? La gracia de Dios por Cristo nuestro Señor13. ¿Por qué se dice en el título los primeros? porque ya se dijo que eran cautivos. Según me parece, la cosa es clara. Por la semejanza de los hijos de Jonadab, vemos que toda desobediencia es culpable. Pero fue por la desobediencia por lo que fuimos hechos cautivos, ya que el mismo Adán pecó desobedeciendo. También está dicho por el mismo Apóstol, y es verdad que todos mueren en Adán, en el cual todos pecaron14. Con razón fueron los primeros en ser llevados cautivos, ya que el primer hombre, salido de la tierra, era terreno, y el segundo, venido del cielo, era celestial; y como fue el terrestre, así son los terrestres; y como fue el celestial, así son los celestiales. Como fuimos portadores de la imagen del terreno, así seamos también portadores de la imagen de aquel que vino del cielo15. El primer hombre nos hizo cautivos; el segundo nos ha liberado de la cautividad. Así como todos mueren en Adán, así todos en Cristo recibirán la vida16. Pero la muerte en Adán nos viene por al nacimiento según la carne; y la liberación en Cristo nos viene por la fe del corazón. No estaba en tu potestad el no nacer de Adán; pero sí lo está el creer en Cristo. Si quieres pertenecer al primer hombre, pertenecerás a la cautividad. ¿Pero a qué viene decir: si quieres pertenecer? ¿y a qué el decir: pertenecerás? Ya pertenecemos. El Apóstol exclama: ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?17 Oigamos ya al que grita de este modo:
3. ¡Oh Dios! En ti pongo mi esperanza. Señor, que no quede defraudado para siempre. Yo ya estoy confundido; pero que no sea para siempre. ¿Cómo no va a estar defraudado aquel a quien se dijo: ¿qué fruto habéis cosechado de aquello de que ahora os avergonzáis?18 ¿Qué habrá que hacer, para no ser defraudados para siempre? Acercaos a él y quedaréis radiantes, y vuestros rostros no se avergonzarán19. Fuisteis defraudados en Adán; apartaos de adán y acercaos a Cristo, y no seréis jamás defraudados. En ti, Señor espero; no quedaré defraudado para siempre. Si me defraudo en mí, no quedaré jamás defraudado en ti.
4. [v. 2]. Por tu justicia líbrame y ponme a salvo. No por mi justicia, sino por la tuya. Porque si es por la mía, seré de aquellos de quienes dice el Apóstol, que desconociendo la justicia de Dios y tratando de establecer la suya propia, no se sometieron a la justicia de Dios20. Luego por tu justicia, no por la mía. Porque ¿cuál es la mía? Precedió la iniquidad. Cuando soy justo, lo soy por tu justicia, puesto que soy justo por la justicia que me diste; por tanto es mía, siendo tuya, ya que por ti me ha sido dada. Creo, pues, en aquel que justifica al impío, para que se me impute mi fe como justicia21. De este modo será también justicia mía; no como mía propia, como si yo mismo la hubiera conseguido, tal como pensaban los que se gloriaban de ser justificados por letra de la ley, rechazando la gracia. Es verdad que se dijo en otro salmo: Júzgame, Señor, según mi justicia22; ahora bien, éste no se gloriaba de su propia justicia. Pero recuérdame nuevamente al Apóstol: ¿Qué tienes, que no hayas recibido?23 Y así puedes llamarla justicia tuya, pero recordando que la has recibido, y no se te ocurra oponerte a los que la han recibido. Pues también aquel fariseo, como recibido de Dios, decía: Te doy gracias porque no soy como los demás hombres. Te doy gracias: está bien. Porque no soy como los demás hombres. ¿Y eso por qué? ¿Es que te agrada que tú seas bueno, y que el otro sea malo? ¿Qué más añadió?: Injustos, ladrones, adúlteros, y como este publicano. Eso ya no es ensalzar, sino insultar. Pero el publicano, que se sentía prisionero, ni siquiera se atrevía a levantar la mirada al cielo; se golpeaba el pecho diciendo: Apiádate de mí, Señor, que soy un pecador24. No basta reconocer que lo bueno que hay en mí es de Dios; debes, además, no anteponerte al que todavía no lo tiene, y que cuando lo reciba, tal vez te saque ventaja. Cuando Saulo estaba entre los que apedreaban a Esteban25, había muchos cristianos, a los que también él perseguía. Sin embargo, convertido, antecedió a todos los que le precedían en la fe. Di a Dios, por tanto, lo que oyes en el salmo: En ti confío, Señor; que no quede defraudado para siempre: por tu justicia, no por la mía, líbrame y ponme a salvo. Inclina a mí tu oído. Esta es una confesión de humildad. Quien dice: Inclina a mí, reconoce que está yacente, como enfermo postrado ante el médico que está en pie. Mira, en fin, lo que dice el enfermo: Inclina hacia mí tu oído, y sálvame.
5. [v. 3]. Sé para mí un Dios protector. Que no me alcancen los dardos del enemigo, porque yo no puedo protegerme. Y como si fuera poco el ser protector, añadió: y un alcázar donde me salves. Sé par mí una roca protectora; sé mi alcázar. ¿Por qué huías de él, Adán, y te escondías entre los árboles del paraíso? ¿Cómo es que temías la mirada de aquél, en cuya presencia solías gozarte?26 Te alejaste y pereciste. Estás cautivo y mira que te viene a visitar y no te abandona; mira que ha dejado en los montes las noventa y nueve ovejas, y anda buscando la oveja perdida; y fíjate lo que dice cuando la encontró: Había muerto y revivió, se había perdido y ha sido encontrada27. Mira cómo el mismo Dios, que primero te daba miedo, y por eso huiste, se convierte luego en tu lugar de refugio. Sé para mí, dice, un lugar de refugio, donde me salves. No me salvaré, sino en ti. Si tú no eres mi descanso, no podrá ser curada mi enfermedad. Levántame de la tierra; que yo me apoye en ti para enderezarme en un lugar defendido. ¿Dónde hay una mayor defensa? Cuando te hallas refugiado en ese lugar, dime: ¿a qué enemigos temes? ¿Quién te acechará o se acercará hasta ti? Se dice que un individuo, que desde la cima de un monte gritaba al pasar el emperador: ¡No hablo de ti! Y que mirando el emperador, contestó: ¡Ni yo tampoco de ti! Había despreciado al emperador, con sus distintivos, sus armas y su poderoso ejército. ¿Por qué? Porque gritó desde un lugar protegido. Si él estaba seguro en la cumbre de un monte, ¿cómo no lo estarás tú en aquel que hizo el cielo y la tierra? Sé para mí un Dios protector, y un alcázar donde me salves. Si elijo cualquier otro lugar, no podré estar a salvo. Tú, hombre, elige otro lugar más seguro, si es que lo encuentras. No hay manera de huir de él, si no es yendo a él. Si quieres huir de él, airado, vete a él aplacado. Porque mi firmeza y mi refugio eres tú. ¿Qué es mi firmeza? Porque gracias a ti tengo seguridad, y de ti me viene el estar seguro. Porque mi firmeza y mi refugio eres tú. Así me haré fuerte en ti, ya que al ser débil por mí, me refugio en ti. La gracia de Cristo te hace firme e inconmovible contra todas las tentaciones del enemigo, ya que en ti está la humana flaqueza, en ti está la primera cautividad, en ti está también esa ley de los miembros, que se opone a la ley del corazón, y que pretende arrastrarte cautivo a la ley del pecado28; todavía el cuerpo corruptible agrava el alma29. Por muy firme que estés, debido a la gracia de Dios, mientras llevas el cuerpo terrenal, en el cual está depositado el tesoro de Dios, ha de temerse algo por la fragilidad del recipiente30. Luego tú eres mi firmeza, para ser fuerte en este mundo contra todas las tentaciones. Pero si son muchas y me perturban, tú eres mi refugio. Confesaré mi flaqueza siendo tímido como la liebre, porque estoy lleno de espinas como el erizo. En otro salmo se dice: La piedra es refugio de liebres y de erizos31. Y la piedra, dice Pablo, era Cristo32.
6. [v. 4]. Dios mío, líbrame de la mano del pecador. Pecadores, en un sentido genérico, son aquellos entre los que sufre éste que ha de ser liberado de la cautividad. Éste que clama: ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que lleva a la muerte? La gracia de Dios, por nuestro señor Jesucristo33. Dentro está el enemigo: es la ley que está en los miembros. También hay enemigos fuera, por lo que clamas a aquel a quien se gritó: absuélveme, Señor, de lo que se me oculta; y de los ajenos perdona a tu siervo34. Cuando se dice, pues, sálvame, se refiere a tu enfermedad interna, es decir a tu maldad; a aquélla por la cual estás cautivo, por la que perteneces al primer hombre, a fin de que clames entre los primeros cautivos. Salvado ya de tu maldad, atiende a la maldad de los extraños, entre quienes es necesario que vivas hasta que termine esta vida. ¿Y cuándo se acabará? Para ti con la muerte. Pero para la Iglesia, ¿cuándo, sino al fin del mundo? Este único hombre, la unidad de Cristo, prorrumpe en estas voces. Es necesario que muchos fieles que han muerto, se hallen ya en el descanso que ofreció Dios a las almas de los fieles; Pero todavía hay aquí miembros de Cristo: los que viven, y los que más tarde han de nacer. Luego hasta el fin del mundo continuará aquí el hombre que pide ser liberado de sus pecados, y de la ley de sus miembros que se opone a la del corazón; después continuará gritando entre los pecados ajenos, en medio de los cuales tiene que vivir hasta el fin del mundo. Pero se encontrará con dos clases de pecadores: unos que recibieron la ley, y otros que no la recibieron. No la recibieron los paganos, la recibieron los judíos y cristianos. Luego el nombre de pecador es general: o es transgresor de la ley, si la recibió, o sólo es malvado sin la ley, si no la recibió. De ambos géneros habla el Apóstol, y dice: Los que pecaron sin la ley, perecerán sin la ley, y los que pecaron estando en la ley, serán juzgados por la ley35. Tú, que gimes entre ambos géneros, di al Señor lo que oyes en el salmo: Dios mío, líbrame de la mano del pecador. ¿De qué pecador? De la mano que traspasa la ley, y del malvado. Cierto que es malvado el que traspasa la ley. No puede menos de ser malvado el que traspasa la ley, pero no todo malvado traspasa le ley. Donde no hay ley —dice el Apóstol— no hay transgresión36. Los que no recibieron la ley pueden ser llamados malvados, pero no transgresores. Ambos serán juzgados conforme a sus propios méritos. Pero yo, que quiero verme libre de la cautividad por tu gracia, clamo a ti: Líbrame de la mano del pecador. ¿Qué significa de la mano? De su poder, no sea que cuando se ensañe, me arrastre al consentimiento; para que cuando me ponga asechanzas, no me persuada a la maldad. De la mano del que traspasa la ley y del malvado. ¿Por qué intentas ser librado de la mano del transgresor de la ley y de la del malvado? No consientas; si se ensaña, ten paciencia, tolera. ¿Pero quién tolerará, si falta el que constituye el lugar fortificado? ¿Por qué digo: Líbrame de la mano del transgresor y del malvado? Porque no está en mí el ser paciente, sino en ti que das la paciencia.
7. [vv. 5—6]. El salmo continúa, y aclara por qué digo esto: Porque tú eres mi paciencia. Si ya eres mi paciencia, con razón se añade: Señor, mi esperanza desde mi juventud. ¿Eres mi paciencia porque eres mi esperanza, o quizá más bien habrá de decirse que eres mi esperanza porque eres mi paciencia? Así dice el Apóstol: La tribulación origina la paciencia. La paciencia, la virtud probada, y la virtud robada, la esperanza, y la esperanza no defrauda37. Con razón, dice, entonces: En ti he puesto mi esperanza, Señor, que no quede defraudado para siempre38. ¡Oh Señor! Tú eres mi esperanza desde mi juventud. ¿Dios es tu esperanza desde tu juventud? ¿No lo es desde tu niñez y desde tu infancia? Así es, dice. Mira lo que sigue, no vayas a pensar que yo dije: Tú eres mi esperanza desde mi juventud, como si no hubiera significado nada para mi niñez y mi infancia. Por eso escucha lo que dice: Desde el seno maternota me apoyaba en ti. Desde el vientre de mi madre, tú eres mi protector. Luego dice: Desde mi juventud, porque entonces comencé a esperar. Antes no esperaba, ni siquiera cuando tú eras el protector que me ibas salvando, hasta el tiempo en que aprendí a esperar en ti. Desde mi juventud comencé a esperar en ti. Desde entonces me armaste contra el diablo, a fin de que, armado en las filas de tu ejército con la fe, la esperanza, la caridad, y los demás dones tuyos, combatiese contra tus enemigos invisibles, y oyese al Apóstol, que me dice: Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados y las potestades, contra los que gobiernan este mundo de tinieblas, contra los espíritus de la maldad39. Luego el joven es el que lucha contra estos poderes; pero, aunque sea joven, caerá si no tiene puesta la esperanza en aquel a quien clama: Señor, tú eres mi esperanza desde mi juventud.
8. A ti dirijo siempre mi canto. ¿Acaso será sólo desde que empecé a esperar en ti, hasta el presente? No, durará siempre. ¿Por qué dice siempre? Sí, se trata no sólo del tiempo de la fe, sino también el tiempo de la visión. Ahora mientras vivimos en el cuerpo, nos encaminamos hacia Dios, puesto que caminamos por la fe, no por la visión40. Llegará el tiempo en que vamos lo que hemos creído, sin verlo; pero cuando veamos lo que hemos creído, nos alegraremos, y cuando los impíos vean lo que no creyeron, se confundirán. Entonces aparecerá la realidad de lo que ahora es esperanza. La esperanza de lo que se ve no es esperanza. Y si esperamos lo que no vemos, esperamos por la paciencia41. Ahora te lamentas, y corres al refugio para salvarte; ahora, enfermo, llamas al médico. ¿Qué harás cuando recobres la perfecta salud? ¿Y qué, cuando hayas llegado a ser igual a los ángeles de Dios?42 ¿Te olvidarás, quizá de esta gracia, por la que fuiste liberado? De ningún modo. A ti dirijo siempre mi canto.
9. [v. 7]. He sido como un milagro para muchos. Estamos en el tiempo de la esperanza, de los gemidos, el tiempo de la humillación, del dolor y de la debilidad, de los gritos bajo las cadenas prisioneras. ¿Y qué sucede ahora? Soy como un milagro para muchos. ¿Por qué un milagro? ¿Por qué me ofenden quienes me tienen como un prodigio? Porque creo lo que no veo. Ellos, siendo felices con lo que ven, se alegran en la bebida, en la deshonestidad, en el libertinaje, en la avaricia, en la riqueza, en los honores mundanos, en blanquear las paredes de barro. En eso encuentran su alegría. Yo, en cambio voy contra corriente, despreciando las cosas pasajeras de la vida, y temiendo las prósperas del mundo y hallándome seguro en las promesas de Dios. Ellos dicen: Comamos y bebamos, que mañana moriremos43. ¿Qué dices? Repite. Comamos y bebamos. Vamos, hazlo. Pero qué añadiste? Mañana moriremos. Me has aterrado, no seducido. Ciertamente, por lo que añadiste, me atemorizaste para no consentir en tu propósito. Mañana, has dicho, moriremos, después de haber dicho: Comamos y bebamos, añadiste: Mañana moriremos. Escúchame, no obstante a mí, que digo: Ayunemos y oremos, porque mañana moriremos. Llevando esta vida angosta y estrecha, me he convertido en un prodigio para muchos; pero tú eres un auxilio poderoso. Tu, señor, cuida de mí y dime: No desfallezcas en la vía estrecha; yo pasé antes que tú por ella44. Yo soy el camino; yo guía desde mí, y llevo a mí. Luego aunque he sido como un prodigio para muchos, no temeré, porque tú eres mi ayuda poderosa.
10. [v. 8]. Llénese mi boca de tu alabanza, cantando un himno a tu gloria, a tu grandeza todo el día. ¿Qué significa todo el día? Sin interrupción: en la prosperidad, porque consuelas, en la adversidad, porque corriges; antes de existir, porque me creaste; después, porque me diste la salvación; cuando he pecado, porque me perdonaste; cuando me convertí, porque me has ayudado; cuando he perseverado, porque me has coronado. Así pues, realmente llénese mi boca de tu alabanza, cantando un himno a tu gloria, y a tu grandeza todo el día.
11. [v. 9]. No me rechaces en mi vejez. Tú, mi esperanza desde mi juventud, no me rechaces en el tiempo de mi vejez. ¿Qué significa en mi vejez? Cuando me falten las fuerzas, no me abandones. Y aquí Dios te responde: Al contrario, que desfallezca tu vigor, para que esté presente el mío en ti, y así puedas decir con el Apóstol: Cuando me debilito, entonces soy fuerte45. No temas ser abandonado en la debilidad, en la vejez. ¿Pues qué? Tu Señor ¿No se debilitó en la cruz? ¿No movieron ante él, como ante un hombre desvalido e indefenso, prisionero y abatido, sus cabezas los potentados, los toros bravos, y le decían: Si es el Hijo de Dios, que baje de la cruz?46 ¿Acaso fue abandonado aquel debilitado? Prefirió no bajar de la cruz, para que no pareciese que, mostrando su poder, cedía a los ofensores. ¿Qué te enseñó el que, colgado de la cruz, no quiso bajar de ella? La paciencia ante los ultrajadores, y la fortaleza, para que confíes en tu Dios. Fue, quizá, de su persona, esto que se dijo: Fui para muchos como un milagro, y mi ayuda poderosa fuiste tú; se dijo de su persona en cuanto a su flaqueza, no en cuanto a su poder; no en cuanto a que él se había rebajado al hacerse hombre, sino en cuanto a que se hizo uno de nosotros para hacernos semejantes a él. Sí, se hizo un prodigio para muchos. Y quizá esta era su vejez; pues la vejez recibe este nombre por lo viejo que uno es, y, a propósito dice el Apóstol: Nuestro hombre viejo fue crucificado juntamente con él47. Si allí estaba nuestro hombre viejo, allí, sin duda estaba la vejez. Sin embargo, así como es cierto lo que dice un salmo: Se renovará tu juventud como la del águila48, así también él resucitó al tercer día, y nos prometió la resurrección al fin del mundo. Ya se adelantó la cabeza; le seguiremos sus miembros. ¿Por qué has de temer que te abandone, que te rechace en la vejez, cuando te falten las fuerzas? Al contrario, en ti residirá su fortaleza, cuando se vaya menguando la tuya.
12. [vv. 10—11]. ¿Por qué digo esto? Porque mis enemigos hablan de mí, y los que acechaban mi vida celebran consejo, y dicen: Dios lo ha abandonado; perseguidlo y apresadlo, que no hay quien lo libre. Esto se dijo de Cristo: él, que por el inmenso poder de su divinidad, que lo hace igual al Padre, había resucitado muertos, de repente se hizo débil ante las manos de sus enemigos, y, como si careciera de toda fuerza, fue apresado. ¿Cómo le habrían apresado, si ellos en su interior no hubieran dicho: Dios lo ha abandonado? En este contexto suena aquel grito suyo en la cruz: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?49 ¿Luego, entonces, Dios abandonó a Cristo, cuando Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo consigo50; siendo Cristo Dios, como era, nacido de los judíos, según la carne, que está sobre todas cosas, Dios bendito por los siglos?51 ¿Dios lo abandonó? ¡No, en absoluto! Aquella voz era nuestra, la de nuestro hombre viejo, el que fue crucificado juntamente con él. De hecho, él había tomado su cuerpo de nuestro hombre viejo, puesto que María descendía de Adán. De ahí que lo que ellos pensaron, él mismo lo gritó en la cruz: ¿Por qué me has abandonado?52 ¿Por qué éstos, para su mal me creen abandonado? ¿Qué significa esto? Que si hubieran sabido quién era yo, jamás habrían crucificado al Señor de la gloria53. Perseguidlo y agarradlo. Tomemos esto, hermanos, más familiarmente, como dicho de los miembros de Cristo, y reconozcamos nuestra voz en estas palabras, ya que tales palabras las pronunció en lugar nuestro, no desde su poder y majestad, sino por lo que él se hizo por nosotros, no por lo que era el que nos creó.
13. [v. 12]. Señor, Dios mío, no te quedes a distancia. Así sucede, y no se aleja en absoluto. Cerca está el Señor de los que tienen el corazón contrito54. Dios mío, ven a socorrerme.
14. [v. 13]. Queden confundidos y desfallecidos los que atentan contra mi alma. ¿Qué les desea? Queden confundidos y desfallecidos. ¿Y por qué se lo desea? Porque atentan contra mi alma. ¿Qué significa los que atentan contra mi alma? Que están como tramando una pelea. Se dice que están tramando los que provocan riñas o peleas. Si es así, guardémonos de los que conjuran o traman contra nuestra alma. ¿Qué quiere decir esto? En primer lugar que nos provocan a oponernos a Dios, para que cuando nos suceda algún mal, estemos disgustados con Dios. ¿Cuándo serás bueno, para que, como dice un salmo, sea bueno para ti el Dios de Israel, el bueno para los rectos de corazón?55 ¿Cuándo vas a ser bueno? ¿Quieres oírlo? Cuando en el bien que haces, lo hagas para agradar a Dios, y en el mal que tengas que soportar, no te sea Dios desagradable. Fijaos en lo que os he dicho, hermanos, y precaveos de los que traman contra vuestras almas. Todos los que intentan que os canséis de vuestros sufrimientos, lo hacen para que vuestras aflicciones os alejen de Dios, y salga de vuestra boca esta queja: ¿Por qué me sucede esto? ¿Qué he hecho yo? ¿Así que tú, que nada malo has hecho, eres justo, y Dios es injusto? Más bien deberás decir: Confieso que soy un pecador, no puedo llamarme justo. Pero ¿soy tan pecador como aquel a quien todo le va tan bien? ¿Tanto como a Fulano y Mengano? Conozco sus maldades, conozco sus iniquidades, de las que yo, aunque pecador, estoy lejos de cometer, ¡Y sin embargo veo que le sonríe la felicidad, y yo estoy padeciendo tantos males! No es que yo te diga: Oh Dios, pero ¿qué te he hecho yo? Como si no hubiera cometido ningún mal, sino que no he cometido pecados tan grandes, como para padecer esto que me sucede. Y de nuevo te digo: ¿Así que tú eres justo, y Dios es injusto? ¡Despierta, miserable! Tu alma está enfrentada. "Yo —replicas— no he dicho que sea justo" ¿Entonces qué estás diciendo? Sí, soy pecador, pero no he cometido tantas maldades como para merecer lo que estoy padeciendo. No, no le dices a Dios: — Yo soy justo y tú eres injusto, no; pero le estás diciendo: — Yo injusto, pero tú lo eres más. Mira cómo tu alma se ha puesto agresiva y se ha enfrentado, está en guerra. ¿Cómo? ¿Contra quién? Tu alma está enfrentada contra Dios. El alma creada, contra su Creador. Por el solo hecho de levantar tu voz contra él, eres un ingrato. Vuelve de nuevo a confesar tu debilidad, e implora la mano del médico. No tengas por felices a aquellos cuya prosperidad dura un momento. A ti se te castiga, a ellos se les tolera. A ti, hijo corregido y castigado, se te reserva la heredad. Vuelve, vuelve, prevaricador, retorna al corazón56; no se ponga en plan agresivo tu alma. Mucho más poderoso es aquel a quien has declarado la guerra. Cuanto mayores sean las piedras que arrojes al cielo, tanto mayor será la ruina que te aplastará. Mejor, retorna a tu corazón, reconócete sinceramente. Es Dios quien te desagrada: avergüénzate de ti mismo. Nada buen harías si él no fuera bueno; y no soportarías ningún mal, si él no fuera justo. Pon atención a esta voz: El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; todo ha sucedido según su beneplácito; sea bendito el nombre del Señor57. Injustos eran los que estaban sentados, sanos ellos, al lado de Job que destilaba podredumbre58; y sin embargo, el que había de ser premiado era flagelado, y los que habían de ser castigados, eran entonces perdonados. Por mucha tribulación que te sobrevenga, por muchos ultrajes que soportes, no se apreste a la lucha tu alma; no se indisponga no sólo contra Dios, sino tampoco contra los mismos que hacen esto contigo. Si los odias, tu alma se conjura contra ellos. Ni lo dudes, da gracias a Dios; y en cuanto a tus enemigos, ora por ellos. Quizá sea la misma oración que acabas de oír: Que queden confundidos y abatidos los que atentan contra mi alma. Queden confundidos y abatidos: Presumen demasiado de su justicia; por eso, que queden confundidos. Les con vine que reconozcan sus pecados; y para ello, que queden confundidos y abatidos, ya que presumen malamente de sus fuerzas. Y así, desfallecidos, digan con el Apóstol: Cuando me siento débil, entonces soy fuerte59. Y dirán también así, abatidos: No me abandones en la vejez. Está claro que les ha deseado un bien: que se confundan de sus iniquidades, y desfallezcan de sus perversas fuerzas; y así, desfallecidos y abatidos, en su confusión busquen al iluminador, y en su abatimiento, al restaurador. Pero fíjate en lo que sigue: Cúbranse de confusión y vergüenza los que maquinen males contra mí. De confusión y de vergüenza: De confusión por su mala conciencia, y de vergüenza y rubor para recuperar su delicadeza y estima. Que suceda esto en ellos y cambiarán para bien. No te parezca una crueldad. ¡Ojalá sea escuchada esta oración por ellos! También parece que se ensañaba Esteban, cuando con vehemencia, profería palabras como éstas: Duros de cerviz e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros siempre os oponéis al Espíritu Santo60. ¡Qué palabras más airadas y fuertes contra los enemigos! Te parecerá que su alma se disponía a luchar. No hay tal cosa. Intentaba la salvación de los enemigos; con sus palabras encadenaba a aquellos frenéticos que se ensañaban equivocadamente. Mirad cómo no disponía su alma para la lucha, no sólo contra Dios, y ni siquiera contra sus enemigos, pues dice: Señor Jesús, recibe mi espíritu61. A él no le disgustó Jesús, puesto que soportaba la lapidación por sus palabras. No, su alma no estaba en actitud de lucha contra Dios. Más aún, dijo también: Señor, no les tengas en cuenta este pecado62; ni tampoco estaba su alma en actitud de lucha contra sus enemigos. Cúbranse de confusión y vergüenza quienes maquinan males contra mi alma. Esto es lo que intentan todos los que me atormentan: buscan mi mal. Esto es lo pretendía aquella mujer cuando tentaba a Job diciéndole: Maldice a Dios y muérete63. Y también la mujer de Tobías, al decir a su esposo: ¿Dónde están tus buenas obras?64 Le decía esto para enfrentarlo a Dios que lo había cegado, y así, desagradándole, pusiese su alma en lucha contra él.
15. [v. 14]. Si nadie te aconseja atormentándote, si nadie te impele a que Dios te desagrade en los trabajos que padeces, o a que odies a los hombres, debido a los males que padeces, no se conturba tu alma, sino que dices tranquilamente lo que sigue: Pero yo siempre esperaré en ti, y añadiré alabanzas a todas tus alabanzas. ¿Qué significa esto? Nos debe llamar la atención esto que dice de añadiré alabanzas a todas tus alabanzas. ¿Podrás perfeccionar en algo la alabanza del Señor? ¿Habrá algo que añadir? Si ya toda ella es alabanza, ¿tú qué le vas a añadir? Dios es alabado en todas sus buenas obras, en todas sus criaturas, en la disposición de cada cosa; en el gobierno y ordenación de los tiempos; en la grandeza del cielo, en la fecundidad de la tierra, en la extensión y límites del mar; en la capacidad fecunda de toda criatura que nace en cualquier lugar, en los mismos hijos de los hombres, en dictar las leyes, en librar a su pueblo de la cautividad de Egipto, y en todas las demás maravillas suyas. Pero aún no había sido alabado por haber resucitado la carne a la vida eterna. Luego la alabanza que se añade aquí es la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Y si entendemos bien estas palabras del salmo, descubriremos que esa alabanza añadida es la alabanza sobre toda alabanza pasada. Tú, pecador, que temías que tu alma se conturbase, que sólo esperabas en Dios, para que te librase de aquella primera cautividad, que no presumías de tu justicia, sino que confiabas sólo en la gracia de Dios, recomendada en este salmo, ¿cómo añadirás algo a la alabanza sobre toda alabanza de Dios? Añadiré, dice. Vamos qué añade. Podrías haber proferido toda alabanza, y nada en absoluto parecería que faltaba, si en tu alabanza condenaras a todos los perversos. Pues no es pequeña la alabanza de Dios la justicia misma por la que los pecadores son condenados. Una tal justicia sería gran alabanza. Tú creaste al hombre, lo dotaste de libre albedrío, lo colocaste en el paraíso, le impusiste un precepto, lo amenazaste con la justísima pena de la muerte si quebrantaba el precepto; nada dejaste de hacer por su bien, nadie te podría exigir que hubieras hecho más por él. Pero pecó, y el género humano se convirtió en una masa de pecadores, que nace de pecadores65; luego si tú condenas a esa masa pecadora, ¿quién te podrá decir que obraste injustamente? Serías justo en absoluto, y ésta sería también tu alabanza completa; pero como libraste incluso al mismo pecador, justificando al impío, añadiré alabanza a toda tu alabanza.
16. [v. 15]. Mi boca anunciará tu justicia, no la mía. Por esta razón añadiré algo a toda tu alabanza, ya que lo que tengo de justo, si es que soy justo, se debe a tu justicia, que se halla en mí, no a la mía, pues tú justificas al impío66. Mi boca anunciará tu justicia; todo el día tu salvación. ¿Qué significa: tu salvación? La salvación viene del Señor67. Nadie puede salvarse por sí mismo. La salvación es obra del Señor, y es inútil la salvación del hombre68. Todo el día tu salvación, es decir, todo el tiempo. Si algo adverso te sucede, anuncia la salvación del Señor; si las cosas no te van bien, anuncia la salvación del Señor. No la proclames en la prosperidad, y te calles en la adversidad, porque no se cumpliría lo que se dijo: todo el día. Todo el día se entiende el día y la noche. ¿Acaso cuando decimos, por ejemplo: "Pasaron treinta días", no entendemos también las noches? ¿Qué se dice en el Génesis? Pasó una tarde y pasó una mañana, el día primero69. Luego el día entero comprende también la noche. Pero la noche sirve al día, no el día a la noche. Lo que realizas en la carne mortal debe servir a la justicia. Todo cuanto realizas por obediencia al mandato de Dios, no lo hagas atendiendo al provecho material, para que el día no sirva a la noche. Canta, pues, todo el día la alabanza de Dios, es decir, en la adversidad y en la prosperidad: en las cosas prósperas sería como durante el día, y en las adversas durante la noche. Publica todo el día la alabanza de Dios, para que no cantes en vano: Bendeciré al Señor en todo tiempo; su alabanza estará siempre en mis labios70. Job alababa a Dios cuando todo le iba bien: estaban sanos sus hijos, su ganado, su familia, la hacienda; era como el día. Sobrevinieron las calamidades, se le vino encima el infortunio, pereció cuanto tenía, murieron aquellos para quienes reservaba su hacienda; como que se le hizo de noche. Y mira cómo sigue alabando a Dios todo el día. ¿Es que después de aquel tiempo luminoso, de aquel día en que se gozaba, desfalleció en la alabanza de Dios, porque aquella luz de la prosperidad se le volvió noche oscura? ¿No tenía el día en su corazón; no le brillaba en las palabras que dijo: El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; todo ha sucedido según su beneplácito; sea bendito el nombre del Señor?71 Y esto era todavía como el atardecer, pues le sobrevino una noche mucho más oscura, unas tinieblas más densas, el dolor de su cuerpo, la corrosión por los gusanos; y ni siquiera en medio de esta corrosión le faltó la alabanza externa en la noche de aquel que interiormente se gozaba del día. Su esposa lo incitaba a blasfemar, e impulsaba a su alma a rebelarse contra Dios, persuadiéndole perversamente como un fantasma nocturno y tétrico. Y él le contestó: Has hablado como una mujer estúpida. Era realmente una hija de la noche. Si hemos recibido de la mano del Señor los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?72 Lo hemos alabado durante el día, ¿y no lo haremos en la noche? Todo el día, es decir, con su noche, proclamaré tu salvación.
17. Porque no he conocidolos negocios. Proclamaré —dice— todo el día tu salvación, porque no he conocido los negocios. ¿Qué negocios son éstos? Que lo oigan los mercaderes y cambien de vida; y si lo han sido, que lo dejen de ser; que no se acuerden de que lo han sido, olvídense de ello. En definitiva, si su negocio es pecado, que no lo aprueben, que lo condenen, y cambien de vida. Porque de aquí sucederá que arrastrado de no sé qué avaricia de adquisición, ¡oh comerciante!, cuando te sobrevenga una pérdida, blasfemarás, y estará ausente de ti lo que se dijo: Todo el día publicaré tu alabanza. Y cuando no sólo mientes, sino que juras en falso, al poner precio a las cosas que vendes; cuando, si eres cristiano, también se ultraja el nombre de Dios73, debido a tu boca, de suerte que se diga: ¡Mira cómo son los cristianos!, ¿cómo se hallará en ti la alabanza de Dios? Debes recordar que éste alaba todo el día al Señor, porque no conoció los negociados; corríjanse los cristianos, no se metan en negocios. Pero me dirá el comerciante: Traigo de lejos la mercancía al lugar donde no existen las cosas que traigo; y pido como recompensa de mi trabajo, para poder vivir, el venderlas más caras de lo que las compré. De aquí he de vivir, puesto que está escrito: digno es el obrero de su salario74. Pero se trata de la mentira, del falso juramento. Esto es mi pecado, dice, no del negocio, pues si quisiera, podría negociar sin cometer este delito. Luego yo, comerciante, no traspaso mi culpa al negocio; si miento, soy yo el que miente, no el negocio. Podría decir: Lo compré en tanto, y lo vendo en tanto; si te conviene, compra. Porque entonces, oyendo decir la verdad al comprador, nadie se sentiría rechazado, más bien acudirían todos, porque amarían más la fidelidad que la mercancía. Aconséjame, entonces —dice el comerciante— que no mienta, que no jure en falso, pero no me hables de abandonar el negocio con el cual me mantengo. Y si me aparto de este mi trabajo, ¿qué otra ocupación voy a tener? ¿Me haré artesano? Está bien, seré zapatero, fabricaré zapatos para los hombres. ¿Pero no son también éstos mentirosos? ¿No son perjuros? ¿Acaso cuando se comprometen a hacer zapatos a alguien, que se los encargó, después de cobrar el precio, no dejan la labor, y comienzan a trabajar para otro, engañando a aquel a quien habían prometido que se los harían pronto? ¿No dicen continuamente: Hoy te los hago, hoy te los termino? Y más todavía. En la misma confección ¡cuántos fraudes no comenten! Hacen una cosa y dicen que es otra. Ellos son los malos, no el arte que profesan. Todos estos perversos artífices que no temen a Dios, mienten, perjuran por el lucro, o por temor de algún perjuicio, o para no caer en la pobreza. Luego no alaban continuamente a Dios. Pero ¿por qué me quieres apartar de mi negocio? ¿Quieres que me dedique a la agricultura, y me enoje con Dios cuando manda los truenos? ¿O para que, temiendo el pedrisco, consulte a los adivinos, para ver qué puedo hacer contra el cielo, o bien para que desee el hambre a los pobres, y poder así vender yo lo que tengo almacenado? ¿Es a esto a lo que me impulsas? Pero me vas a seguir diciendo: "Esto no lo hacen los agricultores buenos". Ni tampoco las otras cosas los negociantes buenos. ¿Entonces qué? ¿Es también malo tener hijos, porque cuando les duele la cabeza, las madres malas y descreídas recurren a sacrílegas y hechiceras vendas? Esto es un pecado de los hombres, no de las cosas. Y así me puede decir el negociante: "Tú, Obispo, mira a ver cómo entiendes los negocios que has leído en el Salterio, no sea que tú no los entiendas, y por eso me prohíbes ser negociante. Aconséjame de qué modo debo vivir. Si vivo bien, será un bien para mí. Sólo sé una cosa: que si soy malo, no es por causa del negocio, sino de mi maldad". Cuando se dice la verdad, no hay nada que contradecir.
18. Busquemos, pues, a qué negociaciones se refiere, cuando dice que quien no las conoce alaba a Dios todo el día. La palabra negociación (o negocio) en griego se refiere al resultado de la acción (ab actu), mientras que en latín es la negación del ocio (neg—otium) (literalmente no—ocio), en ambos casos se refiere al trabajo. Ya provenga de ejecutar la acción, o de rehusar el ocio, examínese qué es ella misma. Los comerciantes activos, o de acción, confiando en lo que hacen, alaban sus obras, y no tienen en cuenta la gracia de Dios. Por tanto son comerciantes opuestos a la gracia que aquí encarece el salmo. Pues recomienda aquella gracia por la cual nadie debe gloriarse de sus obras. Y a este propósito, lo mismo que porque en un salmo (87,11) se diga: Los médicos no resucitan muertos75, ¿deberán los hombres abandonar la medicina? ¿Qué es lo que aquí se quiere expresar? Que bajo el nombre de médicos se entienden los soberbios, que prometen a los hombres la salvación, siendo así que la salvación sólo procede de Dios. Luego así como contra los médicos, es decir, contra los soberbios que prometen la salvación, nos ponen en guardia estas palabras: Todo el día anunciaré tu salvación, así también contra los negociantes, es decir, contra los que se alegran de sus obras, se aplica lo que se dijo: Mi lengua anunciará tu justicia, es decir, la tuya, no la mía. ¿Quiénes son los negociantes, es decir, los que se complacen en sus propias acciones? Los que, desconociendo la justicia de Dios, y queriendo establecer la suya, no se sometieron a la justicia de Dios76. Con razón se denominó también negocio, porque niega el ocio. ¿Y qué tiene de malo el negar el ocio? Con mucha razón arrojó el Señor del templo a quienes dijo: Escrito está: Mi casa es casa de oración, y vosotros la habéis convertido en casa de negocios77; es decir, que gloriándoos de vuestras obras, y alejando el ocio de vosotros, no escuchasteis la Escritura, que clama contra vuestra maldad y negociación, diciendo: Gustad en reposo, y ved que yo soy Dios78. ¿Qué significa esta frase, sino que sepáis que Dios es el que obra en vosotros, y por tanto que no os exaltéis por vuestras obras? ¿No oyes la voz del que dice: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas?79 Este es el descanso que se anuncia contra los negociantes, este es el descanso que se da a conocer contra los que huyeron del ocio, obrando y jactándose de sus propias obras, a fin de no descansar en Dios. Tanto más lejos se apartarán de la gracia, cuanto más se complazcan en sus propias obras.
19. Pero en algunas versiones leemos: Porque no he conocido la literatura. Donde unos códices dicen negociación, otros escriben literatura. Resulta difícil averiguar cómo concuerden. Y, sin embargo, la diversidad de los traductores, quizá sin inducir a error, nos ayuden a comprender el sentido. Veamos cómo debemos entender la palabra literatura, para no reprochar a los gramáticos, como poco antes reprochábamos a los comerciantes. Porque el gramático o literato puede vivir honestamente ejercitando su arte sin jurar en falso, ni mentir. Investiguemos la literatura que no conoció éste, en cuya boca permanece todo el día la alabanza de Dios. Hay una literatura propia de los judíos. Apliquémoselo a ellos, y encontraremos allí lo que se dijo. Al investigar sobre los comerciantes, atendiendo a sus obras, encontrábamos que se denominaba negociación detestable la que manifestó el Apóstol al decir: Ignorando la justicia de Dios, y pretendiendo establecer la suya propia, no se someten a la justicia de Dios80, sobre la cual dice también el Apóstol que no procedía de las obras, para que nadie se envaneciese. ¿Entonces qué? ¿No hemos de obrar bien? Obraremos, sí, pero siendo Dios el que obra en nosotros, puesto que somos obra de él, creados en Cristo Jesús para las obras buenas81. Y así como hallábamos ciertos comerciantes envalentonados, es decir, que se gloriaban de sus obras, y se envanecían de la negociación, rehusando el ocio, mostrándose más bien inquietos, que buenos operarios, porque los buenos operarios son aquellos en los que obra Dios, así también encontramos no sé qué literatura reprobable en los judíos. Asístame el Señor para exponer con palabras lo que se dignó que percibiera con el pensamiento. La soberbia de los presuntuosos judíos se gloriaba de la ley como si se debiera a sus propias fuerzas y a la justicia de sus propias obras, ya que ellos la habían recibido, y los gentiles no. En dicha ley se gloriaban de la letra, no de la gracia de la ley. Pero la ley sin la gracia es letra muerta, que sirve para evidenciar la culpabilidad, pero no para dar la salvación. ¿Qué es lo que el Apóstol dice al respecto? Si se hubiera dado una ley capaz de dar vida, la justificación dependería realmente de la ley; pero la Escritura lo encerró todo bajo el pecado, a fin de que la promesa se diese a los creyentes en virtud de la fe en Cristo82. Dice en otro lugar sobre esta letra: La letra mata, el espíritu vivifica83. Tienes sólo la letra si eres incumplidor de la ley, como dice el Apóstol: Por la letra y la circuncisión, te haces prevaricador de la ley. ¿No se canta y se dice con toda razón: Líbrame de la mano del transgresor de la ley y del malvado? Tienes la letra, pero no la cumples. ¿Por qué no la cumples? Porque tú, que predicas que no hay que robar, robas; dices que no hay que cometer adulterio, adulteras; aconsejas abominar a los ídolos, y cometes sacrilegios. Por culpa vuestra se blasfema el nombre de Dios entre las gentes, como está escrito84. ¿De qué te aprovecha la letra que no pones en práctica? ¿Y por qué no la cumples? Porque te fías de ti mismo. ¿Por qué no la cumples? Porque eres comerciante, realzas tus obras; ignoras que es necesaria la gracia del que te ayuda para poder cumplir el precepto del que te manda. Dios te ha dado preceptos. Haz lo que te manda. Y comienzas a obrar apoyado en tus fuerzas, y caes; sobre ti está la letra que condena y no salva. Con razón la ley fue dada por Moisés, y la gracia y la verdad nos vino por Jesucristo85. Moisés escribió cinco libros; mas en los cinco pórticos que circundaban la piscina de Siolé, yacía una multitud de enfermos, pero no podían ser curados86. Mira cómo se mantiene la letra, delatando al culpable, pero no salvando al pecador. En los cinco pórticos, figura de estos cinco libros, se exponían, más bien que se curaban, los enfermos. ¿Qué era, entonces, lo que devolvía allí la salud al enfermo? El movimiento del agua. Cuando se movía el agua, bajaba uno de los enfermos y se sanaba; uno solo, por ser la unidad; cualquier otro que bajase durante el mismo movimiento, no se curaba. ¿Cómo no ver aquí recomendada la unidad del cuerpo, que clama desde los confines de la tierra? Otro no se curaba si no era nuevamente movida el agua de la piscina. Luego el movimiento del agua de la piscina simbolizaba la perturbación del pueblo judío, cuando vino el Señor Jesucristo. Se creía que el movimiento del agua era provocado por la venida de un ángel. El agua que estaba rodeada por cinco pórticos, era el pueblo judío, cercado por la ley. En los pórticos yacían los enfermos, que sólo eran curados cuando el agua se removía. Vino el Señor y el agua se agitó, fue crucificado; que baje el enfermo y se sane. ¿Qué quiere decir "que baje"? Humíllese. Luego todos los que amáis la letra, sin la gracia, os quedaréis en los pórticos, enfermos echados por el suelo, sin ser curados, puesto os apoyáis en la letra. Porque si se hubiera dado una ley capaz de dar vida, entonces la justificación vendría totalmente de la ley87. Pero la ley fue dada para haceros culpables, y, como culpable, tuvierais temor, y por temor, pidierais perdón, y no presumiendo de vuestras propias obras, no os vanagloriaseis de la letra de la ley. También ella es figura del báculo que Eliseo envió por delante, por su criado, para resucitar al muerto. Había muerto el hijo de la viuda que lo hospedaba; se lo comunicaron al profeta, y le dio el báculo al criado y le dijo: Vete y colócalo sobre el muerto88. ¿Ignoraba el profeta lo que hacía? Le precedió el criado, colocó el báculo sobre el muerto, y el muerto no resucitó. Porque si se hubiera dado una ley capaz de dar vida, entonces la justificación vendría realmente de la ley. No vivificó la ley que envió por el siervo, y, sin embargo envió su báculo por el siervo, que después, siguiéndole Eliseo, lo vivificó. Sin haber resucitado el niño, vino, prefigurando al Señor, Eliseo en persona, que había enviado por delante a su criado con el báculo, como si fuera la ley. Se acercó al cadáver, tendido sobre el lecho, colocó su cuero sobre el cuerpo del niño. El muerto era un niño, un jovencito; tuvo que amoldar y acomodar su magnitud corporal a la del niño, haciéndose pequeño para adaptarse al muerto. Y el muerto resucitó cuando el vivo se acomodó al cadáver. Así el Señor realizó lo que el báculo no había realizado. La gracia logró lo que no consiguió la letra. Los que permanecieron con el báculo, son los que se glorían en la letra, y por tanto, no reciben la vida. Pero yo quiero gloriarme en tu gracia. Lejos de mí —dice el Apóstol— el gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo89. Sólo en aquel que estando vivo, se adaptó a mí, que estaba muerto, para resucitarme, a fin de que ya no viva yo, sino que sea Cristo quien vive en mí90. Gloriándome en esa gracia, no he conocido la literatura, es decir, rechacé de todo corazón a los hombres que se gloriaban de la letra, apartándose de la gracia.
20. [v. 16]. Con razón prosigue el salmo: Me introduciré en el poder del Señor; no en el mío, sino en el del Señor. Porque ellos, al gloriarse de su poder, atendiendo a la letra, no conocieron la gracia unida a la letra. La ley fue dada por Moisés; la gracia y la verdad nos vinieron por Jesucristo. Él vino para cumplir la ley, dando la caridad para que pudiera cumplirse la ley. De hecho, la plenitud de la ley es el amor91. No poseyendo los judíos la caridad, es decir, no poseyendo el Espíritu de la gracia, ya que la caridad ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado92, permanecieron gloriándose en la letra. Pero como la letra mata y el espíritu vivifica, no he conocido la literatura, y me internaré en el poder del Señor. De ahí que el versículo siguiente confirma y completa la precedente afirmación, como grabándola en los corazones humanos, impidiendo que se introduzca en ellos ningún otro sentido. ¡Oh Señor, me acordaré de tu sola justicia! ¡Dichosa esta sola! Os pregunto: ¿Por qué añadió: sola? Habría sido suficiente con decir: Me acordaré de tu justicia. No obstante, dice sola. Porque así no pienso en la mía. ¿Qué tienes que no hayas recibido?93 Y si lo recibiste ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido? Es únicamente tu justicia la que me libera; la mía sola no son sino pecados. No me gloriaré, pues, de mis fuerzas; no me quedaré estancado en la letra; reprobaré la literatura, es decir, a los hombres que se vanaglorían en la letra, y que como frenéticos presumen erróneamente de sus fuerzas. Reprobaré a esos tales, y entraré en el poder del Señor, y así, cuando soy débil, entonces soy fuerte, pues tú serás poderoso en mí, puesto que me acordaré de la justicia que es sólo tuya.