SALMO 69

COMENTARIO

Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero O.S.A.

Sermón al pueblo

1. [v. 2]. ¡Demos gracias al grano de trigo que quiso morir y multiplicarse!1 Demos gracias al Hijo único de Dios, Señor y Salvador nuestro, Jesucristo, que no se desdeñó de sufrir nuestra muerte, para hacernos partícipes de su vida. He aquí que estaba solo hasta que pasase, según dijo un salmo: Estoy solo hasta que pase2. Y de este modo el grano de trigo era uno, que tenía en sí la gran energía de la multiplicación: ¡En cuántos granos, que imitaron su pasión no nos alegramos, al celebrar el día del natalicio de los mártires! Como ya conocéis, puesto que con mucha frecuencia lo habéis oído, que muchos miembros de Cristo, unidos por el vínculo de la caridad y la paz, bajo una misma cabeza, nuestro Salvador, constituyen un solo hombre, y que con frecuencia se oye en los salmos la voz de ellos como si fuese la de un solo hombre, y así grita uno por todos, puesto que todos son uno en el único Cristo. Oigamos ya cómo padecieron los mártires, y fueron probados entre tan inmensa tempestad de odios en este mundo. Pero para que no desfalleciesen, no tanto en cuanto al cuerpo, que algún día habían de abandonar, sino en cuanto a mantener firme la fe, cediendo a los acerbos dolores de las persecuciones, o al amor de esta vida, perdiendo así lo que Dios había prometido, les disipó el Señor este temor no sólo con la palabra, sino también con el ejemplo. Con la palabra les dijo: No temáis a los que matan el cuerpo y no pueden matar el alma3; y con el ejemplo poniendo en práctica lo que amonestó de palabra, de suerte que no quiso esquivar las manos de quienes lo azotaban, ni las bofetadas que le propinaban, ni los salivazos de quienes le escupían, ni la corona de espinas de quienes se la ponían, ni la cruz de quienes lo estaban matando: nada de todo esto quiso evitar aquel a quien ninguna necesidad le obligaba a soportarlo, tolerando todas estas cosas por amor a aquellos a quienes sí les era necesario; haciéndose a si mismo medicamento para los enfermos. Sufrieron, sí, los mártires, pero si no hubiera estado siempre a su lado el que les dijo: Yo estaré con vosotros hasta la consumación del mundo4, sin duda que habrían desfallecido.

2. En este salmo se oye la voz de los que sufren; y por tanto, también la de los mártires en medio de las torturas de los atormentadores, pero están confiados en Cristo, su cabeza. Escuchémoslos, y hablemos con ellos con el afecto del corazón, aunque no nos encontramos en una situación semejante a la suya de sufrimiento. Ellos ya han recibido la corona; nosotros nos hallamos todavía en peligro, no porque nos acosen las persecuciones que a ellos les acosaron, sino porque quizá sean peores: me refiero a las infinitas especies de tantos escándalos. En nuestro tiempo abunda demasiado aquel ¡Ay! Con el que clamó el Señor: ¡Ay del mundo por los escándalos!5 Y porque aumentó la maldad, se resfriará la caridad de muchos6. El santo Lot en Sodoma no sufría persecución corporal de nadie; tampoco se le dijo que no habitase allí; su persecución consistía en las malas acciones de los sodomitas7. Y ahora, sentado en el cielo, y ya glorificado, sometidas ya las cervices de los reyes a su yugo, y colocada ya en sus frentes la señal de la cruz, sin que quede ya nadie que se atreva a ultrajar públicamente a los cristianos; no obstante, gemimos aún entre los instrumentos musicales y los flautistas; todavía los enemigos de los mártires, al no poderlos perseguir con el griterío y la espada, los persiguen con la disolución de sus costumbres. ¡Y ojalá que nos molestaran sólo los paganos! Sería un cierto consuelo esperar que los que todavía no han sido signados con la cruz de Cristo, cuando lo sean, y se sientan sometidos a su autoridad, dejen de enfurecerse. Pero vemos también que los que ya tienen en la frente el signo de la cruz, llevan al mismo tiempo en su frente descaradamente la corrupción y la desvergüenza de sus costumbres, y en las festividades de los mártires, en lugar de saltar de gozo, insultan el nombre cristiano. Nuestros gemidos son entre estas cosas, y esta es nuestra persecución, si es que reside en nosotros la caridad, que dice: ¿Quién se enferma, sin que yo me enferme? ¿Quién tropieza, sin que a mí me dé fiebre?8 No hay ningún siervo de Dios sin persecución; y es bien cierto lo que dice el Apóstol: Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo, sufrirán persecución9. Vas a ver de dónde y cómo viene; el diablo tiene dos formas distintas. Como león, por la violencia, y como dragón, por las asechanzas. Puede amenazar como león: es un enemigo; puede engañar como serpiente: es enemigo. ¿Cuándo estaremos seguros? Supongamos que todo el mundo se hace cristiano; ¿el diablo se hará también cristiano? No va a dejar de tentar, ni de poner asechanzas. Ha sido frenado y encadenado en el corazón de los impíos, para que no se ensañe con la Iglesia y haga lo que quiere. Rechinan los dientes de los impíos contra la dignidad de la Iglesia y la paz de los cristianos; y como no pueden hacer nada ensañándose con violencia contra ellos, ni arrastrar sus cuerpos al anfiteatro, organizan danzas escandalosas, lujuriosas, blasfemas y descaradas, y así despedazan sus almas. Unamos, pues, nuestras voces para clamar con el salmo: ¡Oh Dios, ven en mi ayuda! Tenemos siempre necesidad de su ayuda en este mundo. ¿Cuándo no la vamos a necesitar? Pero mientras tanto, dado que estamos en medio de la tribulación, clamemos con todas nuestras fuerzas: ¡Dios mío, ven en mi ayuda!

3. [v. 3]. Queden confundidos y avergonzados los que buscan quitarme la vida. Es Cristo quien habla; sea la cabeza o el cuerpo, quien habla es aquel que dijo: ¿Por qué me persigues?10 Lo dice el que había dicho: Cuanto hicisteis a uno de estos mis más pequeños hermanos, a mí me lo hicisteis11. Conocida es la voz de este hombre, del hombre íntegro y total, de la cabeza y del cuerpo; y como es conocida, no la vamos a hacer resaltar continuamente. Queden confundidos, dice, y avergonzados los que buscan quitarme la vida. En otro salmo dice: Me volvía hacia la derecha y miraba, y no había quien me reconociera; me quedé sin huida, y no hay quien se cuide de mi vida12. Allí, hablando de los perseguidores, dice que nadie hay quien busque o que mire por su vida; aquí dice: Queden confundidos y avergonzados los que buscan mi vida. Se dolía por no ser buscado para ser imitado; y se quejaba de ser buscado para ser oprimido. Buscas la vida del justo cuando intentas imitarlo, y también la buscas cuando pretendes quitársela. Ya que de dos modos se busca la vida del justo, así también se expresó cada uno de los salmos, con un modo de buscarla. Allí se duele porque no hay quien lo busque para imitar sus padecimientos. Y aquí dice: Queden confundidos y avergonzados los que buscan mi vida. Buscan su vida no para tener las dos. No buscan su vida como busca el ladrón el vestido del caminante, y lo mata para despojarle y quedarse con su vestido. Quien persigue para matar, acaba con la vida, no se viste. Ellos buscan mi vida, quieren matarme. ¿Y tú qué es lo que les deseas? Queden confundidos y avergonzados. ¿Dónde ha quedado, entonces, aquello que has oído de tu Señor: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, y orad por los que os persiguen?13 Mira cómo eres perseguido, y maldices a los que te atormentan. ¿Cómo imitarás los sufrimientos que padeció tu Señor, pendiente de la cruz, y que dijo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen? El mártir responde a los que le dicen tales cosas: Me has propuesto como modelo a mi Señor, que dice: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen14; reconoce mi voz, para que sea también tuya. ¿Qué dije de mis enemigos? Queden confundidos y avergonzados. Ya se ejecutó tal castigo en los enemigos de los mártires. Saulo, que persiguió a Esteban, quedó confundido y avergonzado. Anhelaba la matanza, buscaba a quiénes apresar y matar; pero al oír la voz de lo alto: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?, quedó confundido y derribado; pero se levantó para obedecer, el que estaba inflamado en el deseo de perseguir15. Esto es lo que desean los mártires a sus enemigos: Que se confundan y se avergüencen. Mientras no se confundan y avergüencen, creerán que hacen algo importante, porque apresan, encadenan, castigan, matan, saltan de alegría y se arrojan sobre los demás. De todos estos hechos que alguna vez se confundan y se avergüencen. Si se han confundido, también se avergonzarán, puesto que no podrán convertirse si no llegan a confundirse y avergonzarse. Que sea esto lo que deseamos a nuestros enemigos; deseémoselo con tranquilidad. Esto ya os lo he dicho, y lo quisiera repetir junto con vosotros: todos los que todavía saltan y cantan, insultando a los mártires, quedarán confundidos y avergonzados, y llegará el momento en que dentro de estas paredes, con esa confusión y vergüenza, se golpeen el pecho.

4. [v. 4]. Retrocedan y se sonrojen los que planean males contra mí. Primero aparece la violencia de los perseguidores, ahora queda el odio de los malintencionados. En la Iglesia hay tiempos diversos de persecución, que se suceden unos a otros. Tuvo lugar en la Iglesia la violencia, cuando la perseguían los reyes; y como se había anunciado que los reyes perseguirían, y luego habían de creer, cumplido lo primero, se cumplió a continuación lo segundo. Y sucedió lo que era natural que se siguiera. Creyeron los reyes, y vino la paz a la Iglesia, comenzando a estar en la cima de su dignidad y de su estima incluso en esta tierra, incluso en esta vida. Pero no ha faltado el bramido de los perseguidores, ya que convirtieron sus violencias en malquerencias. En tales pensamientos, como encerrado en el abismo, está atado el demonio16; brama, pero no se lanza fuera. De estos tiempos de la Iglesia, se dijo: Lo verá el pecador y se indignará. ¿Y qué hará? ¿Lo mismo que al principio?, es decir: ¡apresa, sujeta, hiere! No, no hará esto. ¿Qué hará? Rechinará los dientes hasta consumirse17. El mártir parece airarse contra ellos, y sin embargo lo que hace el mártir es orar por ellos. Como deseó el bien a aquellos de quienes se dijo: Queden confundidos y avergonzados los que buscan mi vida. Y es lo mismo lo que ahora les desea: Retrocedan y se sonrojen los que planean males contra mí. ¿Para qué? Para que no vayan delante, sino que vayan siguiendo detrás. Porque quien critica la religión cristiana, y quiere vivir según sus planes, parece que quiere preceder a Cristo; como si Cristo se hubiera equivocado y no hubiera tenido valor o fuerzas, ya que pudo o quiso padecer a manos de los judíos; y en cambio él cree tener la razón y la prudencia, al evitar todas estas cosas: soslayar la muerte, mentir inicuamente con tal de no morir, dando muerte a su alma para que viviese su cuerpo. Se pone delante reprendiendo a Cristo, como si le precediera. No, que crea en Cristo y siga detrás a Cristo. Lo que ahora se deseó a los perseguidores que planeaban males, eso mismo le dijo el Señor a Pedro. En cierta ocasión pretendió Pedro preceder a Cristo. Hablando el Señor sobre su pasión, gracias a la cual fuimos salvados, y si no la hubiera padecido, no habríamos sido salvados, Pedro, que poco antes confesó a Cristo como el Hijo de Dios, y que en aquella ocasión fue llamado la roca sobre la cual se edificaría la Iglesia, le dice al Señor, que habló poco después sobre su pasión: De ninguna manera, Señor, sé benévolo contigo, esto no ha de suceder. Poco antes le dijo el Señor: Dichoso eres, hijo de Jonás, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos18; y ahora, de repente, le dice: Vete detrás de mí, Satanás. ¿Qué quieren decir estas palabras? Sígueme, no te me adelantes. Quieres precederme, quieres aconsejarme; mejor es que sigas mi consejo, y es éste: Ponte detrás de mí. Retiene al que se adelanta para que vuelva atrás; y le llama Satanás, porque quería preceder al Señor. Poco antes le llama dichoso tú; y ahora Satanás. ¿Por qué antes Dichoso? Porque no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre, que está en los cielos. ¿Y por qué ahora le llama Satanás? Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres19. Quienes deseamos celebrar dignamente las festividades de los mártires, debemos desear imitarlos. No pretendamos preceder a los mártires, y nos parezca que pensamos más atinadamente que ellos, porque evitamos los sufrimientos que ellos no evitaron por defender la justicia y la fe. Luego los que traman malas cosas, y alimentan sus corazones con la sensualidad, retrocedan y se sonrojen. Oigan lo que después dice el Apóstol: ¿Qué frutos cosechasteis entonces, de los que al presente os avergonzáis?20

5. ¿Y qué sigue? Retírense ya avergonzados los que me dicen: ¡bien, bien! Hay dos clases de perseguidores: los que ultrajan y los que adulan. Más daño hace la lengua del adulador, que la mano del asesino. La Escritura llama a la lengua horno de fuego. Al hablar la Escritura sobre la persecución, dice refiriéndose a los mártires asesinados: Los probó como oro en el crisol, y los recibió como ofrenda de holocausto21. Mira cómo la lengua de los aduladores es ardiente: El oro y la plata, dice la Escritura, se prueban por el fuego, pero el hombre por la boca de los que le alaban22. Fuego es la persecución, y fuego la adulación. De uno y de otro tú debes salir purificado y a salvo. Te quebró quien te ultrajó; te rompiste en el horno como vaso de arcilla. Te formó la palabra de Dios y vino la tentación de la tribulación; lo que está modelado conviene que sea cocido; si está bien formado, viene el fuego para darle consistencia. Por eso el mismo Cristo en un salmo decía de su pasión: Mi fortaleza se ha secado como una teja23. La pasión y el fuego de la tribulación le habían hecho más fuerte. Por el contrario, si te dejas adular por los lisonjeros, y te doblegas a ellos, como quien va a comprar el aceite que le falta, al estilo de las cinco vírgenes necias24, la boca de los aduladores será para ti el horno que te quebrará. Pero no podemos hallarnos sin estos medios de purificación; es necesario que entremos en ellos y salgamos de allí. Permitamos el ultraje de los malvados y perversos; permitamos la lisonja de los aduladores; pero es necesario salir de allí. Roguemos a aquel de quien se dijo: El Señor protegerá tus entradas y salidas25, para que entrando íntegro, salgas intacto. Dice también el Apóstol: Fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados más allá de vuestras fuerzas. Esta es la entrada. No dijo: No vais a ser tentados, pues el que no es tentado no es probado, y el que no es probado no avanza. ¿Qué fue lo que deseó? Fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados más allá de vuestras fuerzas. Has oído la entrada; oye también la salida: Antes bien, la tentación os dará el modo de poderla resistir con éxito26. Por eso retírense pronto avergonzados los que me dicen: ¡Muy bien, muy bien! ¿Por qué me alaban a mí? Que alaben a Dios. ¿Quién soy yo, para que se alabe algo en mí? ¿Qué he hecho yo? ¿Qué tengo, que no lo haya recibido? Y si lo recibiste, dice el Apóstol, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?27 Luego retírense cuanto antes los que me dicen: ¡Muy bien, muy bien! Con este óleo se ha ungido la cabeza de los herejes28, cuando dicen: Yo soy, yo soy; y nosotros les decimos: Tú eres, oh Señor. Ellos han aceptado y hecho caso de la adulación: ¡Bien, muy bien! Se dejan llevar por el ¡Muy bien, muy bien! Son ciegos, guías de ciegos que les siguen29. Con voces muy claras se le dice a Donato esta cantinela: "¡Muy bien, muy bien, guía excelente, guía magnífico!" Y él no respondió: Retírense cuanto antes avergonzados los que me dicen: ¡Muy bien, muy bien! Ni ha querido corregirlos, para que digan a Cristo: ¡Maestro bueno, Maestro magnífico! En cambio, el Apóstol, temiendo, los elogios de los hombres, para ser alabado realmente en Cristo, no quiso ser alabado en lugar de Cristo; y a algunos que decían: Yo soy de Pablo, respondió con la libertad que le daba el Señor: ¿Fue, acaso, Pablo crucificado por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?30 Digan, pues, los mártires en la persecución de los que los adulan: Retírense cuanto antes avergonzados los que me dicen: ¡Muy bien, muy bien!

6. [v. 5]. ¿Y qué pasará cuando ya se aparten y se avergüencen los que buscan mi vida, o maquinan males contra mí; o con perversa y simulada benevolencia quieran halagarme para herir? Cuando ellos se hayan alejado y confundido, ¿qué sucederá? Alégrense y gocen contigo: no en mí, no en éste o en el otro, sino en aquél, por el que se hicieron luz los que fueron tinieblas. Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan. Una cosa es buscar a Dios, y otra es buscar al hombre. Que se alegren los que te buscan. No se alegrarán, pues, los que se buscan a sí mismos, aquellos que buscaste antes de que te buscaran a ti. Aquella oveja no buscaba todavía al pastor. Se había apartado del rebaño, y el pastor bajó en su búsqueda. La encontró y la llevó sobre sus hombros31. ¿A ti, oveja, te va a despreciar, buscándose a sí mismo, el que, despreciándose primero a sí, te buscó, no buscándose a sí mismo? Luego comienza por buscar tú a aquél que primeramente te buscó a ti y te cargó sobre sus hombros. Haz lo que dice: Mis ovejas escuchan mi voz y me siguen32. Si buscas, pues, a aquel que primero te buscó a ti, y te has hecho oveja suya, y escuchas la voz de tu pastor y lo sigues, presta atención a lo que te da a conocer de sí mismo y de su propio cuerpo, no vayas a equivocarte ni sobre él, ni sobre la Iglesia; no sea que alguien te diga: ése es Cristo, pero en realidad no lo es; o te diga que es la Iglesia lo que no lo es. Muchos dijeron que Cristo no asumió la carne*, y por tanto que no resucitó en su cuerpo. Desecha estas voces. Oye la voz del mismo pastor que se vistió de carne, para buscar la carne perdida. Resucitó y dijo: Palpad y ved que un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo33. Se te ha manifestado; sigue su voz. Te manifestó también a la Iglesia; que no venga alguien y te engañe llamando Iglesia lo que no lo es; dice él: Era necesario que Cristo padeciese y resucitase de entre los muertos al tercer día, y que se predicara en su nombre la conversión y el perdón de los pecados por todas las naciones, empezando desde Jerusalén34. Aquí tienes la voz de tu pastor; no vayas a seguir la voz de pastores extraños35, y no vas a temer al ladrón, si sigues la voz de tu pastor. ¿Cómo la seguirás? Si no le dices a ningún hombre: "¡Muy bien, muy bien!", atribuyéndoselo a su propio mérito; si no les haces caso cuando te aplaudan, para que tu cabeza no sea ungida con el aceite del pecador36. Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan; y digan... ¿Qué dirán los que se alegran? Sea magnificado siempre el Señor. Que digan esto todos los que se alegran y te buscan. ¿Qué han de decir? Sea siempre magnificado el Señor, los que desean tu salvación. No solamente sea magnificado el Señor, sino también siempre. Estabas extraviado y de espaldas a él. Pero te llamó: Sea magnificado el Señor. He aquí que te inspiró la confesión de los pecados. Los has confesado, y te ha dado el perdón: sea magnificado el Señor. Ya has comenzado a vivir justamente; ya creo que es casi justo que tú también seas engrandecido. Al llamarte a ti, que estabas extraviado, debía ser engrandecido el Señor; al perdonarte a ti, que confesaste los pecados, debía ser engrandecido el Señor. Ahora ya que, oyendo su voz, comenzaste a progresar, que has sido justificado, que has llegado a un cierto grado de virtud, justo es que tú también seas engrandecido alguna vez. ¡No! Que digan: Sea siempre magnificado el Señor. ¿Eres pecador? Sea magnificado para que te llame. ¿Confiesas tus pecados? Sea engrandecido, para que te perdone. ¿Vives con justicia? Sea engrandecido, para que te guíe; ¿Perseveras hasta el fin? Sea engrandecido, para que te glorifique. Sea siempre engrandecido el Señor. Digan esto los justos, díganlo quienes lo buscan. El que esto no dice, es que no lo busca. Sí, sea engrandecido siempre el Señor. Alégrense y regocíjense todos los que lo buscan; y digan los que aman su salvación: Sea siempre engrandecido el Señor. De él es de quien vienela salvación, no de ellos mismos. La salvación del Señor Dios nuestro, es el Señor y Salvador nuestro, Jesucristo; el que ama al Salvador, debe confesar haber sido sanado; quien confiesa haber sido sanado, confiesa que estaba enfermo. Digan, pues, los que aman tu salud: sea siempre magnificado el Señor: no su salud, como si ellos se salvasen a sí mismos; no su salvación, como si el hombre se salvase por el hombre. No confiéis, dice, en los príncipes, y en los hijos de los hombres, en los cuales no hay salvación37. ¿Por qué esto? Porque del Señor viene la salvación, y tu bendición sobre tu pueblo38. Por lo tanto, Sea siempre magnificado el Señor. ¿Quiénes dicen esto? Los que aman tu salvación.

7. [v. 6]. Así es: Que sea engrandecido el Señor. ¿Y tú? ¿No lo serás jamás, ni en ninguna parte? Si algo soy, es en él; en mí no soy nada; y si lo soy en él, que la alabanza sea para él, no para mí. ¿Y tú qué? Pero yo soy un pobre y desvalido. Él es rico, no le falta nada, no necesita de nadie. Él es mi luz, de esa fuente yo me ilumino, y por eso levanto mi voz con el salmo: Tú iluminas mi lámpara, Señor; Dios mío, tú alumbras mis tinieblas39. El Señor libera a los encarcelados; el Señor endereza a los encorvados; el Señor hace sabios a los ciegos; el Señor protege a sus fieles40. ¿Y tú qué? Yo soy un pobre y desvalido. Yo, como un huérfano; mí alma es como una viuda desconsolada y desamparada: busco auxilio, siempre confieso mi debilidad. Yo soy un pobre y desvalido. Mis pecados me han sido perdonados, he comenzado ya a seguir los preceptos de Dios; sin embargo, todavía soy un pobre y desvalido. ¿Y por qué un pobre y desvalido? Porque descubro una ley en mis miembros que se opone a la ley de mi corazón41. ¿Por qué eres pobre y desvalido? Porque: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia42. Todavía tengo hambre, todavía tengo sed: mi saciedad ha sido diferida, no suprimida. Pero yo soy un pobre y desvalido; Dios mío, socórreme. Así es como comenzó el salmo: Dios mío, ven en mi auxilio. ¡Oh Dios!, socórreme. Con razón Lázaro significa "Ayudado"; él es el pobre necesitado que fue llevado al seno de Abrahán43, y es imagen de la Iglesia de Dios, que siempre debe confesar que necesita auxilio. Esta es la verdad, esta es la auténtica piedad. Yo dije al Señor; Tú eres mi Dios. ¿Por qué? Porque no necesitas de mis bienes44. Él no necesita nuestros bienes; nosotros sí necesitamos de él: por eso es el verdadero Señor. Tú, en cambio, no eres señor verdadero de tu siervo: ambos sois hombres y uno y otro necesitáis de Dios. Si piensas tú que tu siervo necesita de ti para que le des el pan, tú necesitas de tu siervo para que te ayude en los trabajos; ambos os necesitáis mutuamente. Nadie de vosotros es verdadero señor, y nadie verdadero siervo. Escucha al verdadero Señor, del cual eres verdadero siervo: Yo dije al Señor: Tú eres mi Dios. ¿Por qué eres tú Señor? Porque no necesitas mis bienes. ¿Y tú qué? Pero yo soy un pobre y desvalido. Aquí tienes al pobre y al desvalido; que Dios lo alimente, lo levante y lo ayude. Dios mío, dice, socórreme.

8. Tú eres mi ayuda y mi libertador; ¡Señor, no tardes! Tú eres ayuda y libertador: Necesito auxilio, ayúdame; estoy prisionero, líbrame. Porque nadie fuera de ti me libará de mis cadenas. Nos rodean las ataduras de distintos afanes; por todas partes nos desgarran los espinos y las cercas; caminamos por una senda estrecha; tal vez nos recostamos sobre el vallado; digamos a Dios: Tú eres mi libertador. El que nos mostró el camino estrecho45, ordenó que le siguiéramos. Tened siempre presente, hermanos este precepto: Por mucho que vivamos aquí, por mucho que hayamos adelantado, nadie diga: Me basta; ya soy justo. Quien esto diga, se ha parado en el camino; no acertará a llegar. Desde el momento en que diga: Basta; se ha detenido. Mira cómo al Apóstol no le basta; mira cómo quiere que se le ayude hasta que haya llegado. Dice: Hermanos, yo no pienso haber llegado a la meta46. Y para que a nadie le parezca que la consiguió, a ésos les dice: Si alguien cree saber algo, todavía no lo sabe como conviene47. ¿Qué dice? Hermanos, yo creo que no he llegado a la meta. Antes había dicho: No que ya haya llegado o que sea perfecto; y a continuación añade: Hermanos yo no pienso haber llegado a la meta. Si aún no la ha conseguido, es pobre y desvalido. Si todavía no es perfecto48, es un pobre y desvalido. Con razón dice: ¡Dios mío, ayúdame! Pero entiende algo, y lo entiende profundamente. Mira lo que dice: Al que sobre todas las cosas puede hacer más de lo que pedimos o entendemos49. Fíjate que aún no ha llegado, que aún no lo ha conseguido. ¿Y qué dice? Hermanos yo no pienso haberlo conseguido; una cosa sí: olvidándome del pasado, y lanzándome a lo venidero, sigo, según mi propósito, sigo hasta conseguir el premio al que Dios me llama desde lo alto50. Él corre, tú te has detenido. Él dice que todavía no es perfecto, ¡y tú ya te glorías de haber conseguido la perfección! Que se confundan quienes te dice: ¡Muy bien, muy bien! El que es alabado por otros y consiente, no lleva consigo aceite de repuesto; se le apaga la lámpara y se le cierra la puerta51.

9. Esto es, queridos hermanos, lo que nos ha enseñado brevemente este salmo con ocasión de la solemnidad de los mártires, inculcándonos que así como los mártires padecieron en este mundo sufrimientos corporales, así también nosotros, por mucha paz que disfrutemos, es inevitable que tengamos que sufrir espiritualmente. Y también la Iglesia y el conjunto de los fieles tendremos que lamentarnos en medio de los escándalos, entre la cizaña y la paja, hasta que llegue el tiempo de la cosecha y del bieldo, el tiempo de la última bielda, en la que se separe el trigo de la paja, y se deposite el trigo en el granero52. Mientras llega, clamemos: Yo soy pobre y desdichado, ¡Dios mío, socórreme! Tú, Señor, eres mi ayuda; no tardes. ¿Qué quiere decir no tardes? Muchos dicen: La venida de Cristo está muy lejana. ¿Por qué decimos: no tardes? ¿Es que ha de venir antes del tiempo señalado por él? ¿Qué quiere expresar este deseo no tardes? Que no me parezca muy tardía tu venida. A ti te parece, sí, que está lejos, pero no a Dios, para quien mil años son como un día, o tres horas de vigilia53. Pero si tú no tienes paciencia, te parecerá que tarda; y, al parecerte que tarda, te cansarás de él, y te asemejarás a los que, cansados en el desierto, se apresuraron a pedir a Dios los placeres reservados para la patria; y al no dárseles en el camino (con los cuales quizá se pervertirían), murmuraron contra Dios, y se volvieron con el corazón a Egipto54. Allí, de donde habían sido separados corporalmente, volvieron con el corazón. No seas tú así, no lo seas. Teme la palabra del Señor, que te dice: Acuérdate de la mujer de Lot55. Ella, en el camino, librada de Sodoma, miró atrás, y en el lugar donde miró quedó convertida en estatua de sal56, para condimentarte a ti. Se te ha dado un ejemplo, para que tú tengas valor, y no permanezcas insípido en el camino. Mira a la que se quedó petrificada, y pasa adelante. Fíjate en la que miró atrás, y tú, como Pablo, sigue para adelante. ¿Qué significa no mirar atrás? Olvidarse de ello, dice el Apóstol. Por tanto tú, llamado, sigue, sigue corriendo hacia la corona celeste de la que disfrutarás más tarde. Pues el mismo Apóstol dice esto: Me está reservada la corona de justicia que me tiene reservada para aquel día el Señor, el justo juez57.