Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero O.S.A.
Sermón al pueblo
1. [v. 1]. No parece que el título de este salmo sea difícil de entender: parece sencillo y fácil. Dice así: Hasta el fin, Salmo del cántico para el mismo David. En muchos salmos hemos ya aclarado qué significa: Hasta el fin; puesto que el fin de la ley es Cristo, para justificación de todo el que cree1; un fin o final que perfecciona, no que consume o destruye. No obstante, si alguien quisiera investigar qué significa: Salmo del cántico; o por qué no dice únicamente salmo, o cántico, sino ambas palabras; o qué diferenta hay entre salmo del cántico, o cántico del salmo, puesto que unos cuantos salmos tienen este mismo título, tal vez podría encontrar alguna solución: lo dejo para los que tengan más agudeza y más tiempo que yo. Algunos, en el tiempo pasado, distinguieron entre cántico y salmo, diciendo que el cántico se expresa con la boca, mientras que el salmo requiere que se acompañe, además, con un instrumento visible, es decir con el salterio, y así el cántico significa la inteligencia de la mente, y el salmo, además, el trabajo del cuerpo. De este modo, lo que se dice en este salmo sexagésimo séptimo, cuyo comentario nos hemos propuesto hacer ahora, aquello que se dice: Cantad a Dios, tocad salmos a su nombre2, de tal manera lo distinguieron algunos, que cantad a Dios aparezca como expresión de las cosas que la mente obra por sí misma, que son conocidas por Dios e ignoradas por los hombres.; y las obras buenas, que deben aparecer ante los hombres, para que glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos3, con razón se añadió: Cantad salmos a su nombre, para divulgar su fama, y que sea nombrado con alabanza. Esta diferencia yo mismo también la he adoptado en alguna ocasión, según puedo recordar. Recuerdo además haber también nosotros recitado (en el salmo 46): Cantad salmos a Dios4, y que las obras que visiblemente ejecutamos bien nosotros, agradan no sólo a los hombres, sino también a Dios. Porque no todas las cosas que son del agrado de Dios, también pueden agradar a los hombres, ya que no se pueden ver. De aquí que sería bueno que si del mismo modo que se leen ambas formas: Cantad a Dios, y tocad salmos a Dios, se pudiera leer en alguna otra cita: Cantad a su nombre. Si esto lo encontramos en las Santas escrituras, es inútil buscar esta diferencia entre las dos expresiones. Y mi parecer también es que de un modo general se les llama más bien salmos que cánticos; y por eso dice el Señor en el Evangelio: (Es necesario que se cumplan) Las cosas que están escritas en la ley, en los Profetas y en los salmos de mí5; vemos cómo aquí se le llama el libro de los salmos, no de los cánticos: Como está escrito, dice, en el libro de los salmos6, cuando parece que podría haber dicho, según esta diferencia, el libro de los cánticos; puesto que puede haber un cántico que no sea salmo, y no al revés, no puede haber un salmo que no sea un cántico. Puede haber, de hecho, pensamientos mentales, que no vayan acompañados de obras; y en cambio no puede haber ninguna obra buena que no la acompañe un pensamiento. De ahí que ambos sí son cánticos, pero no siempre los cánticos serán salmos. Pero generalmente se les llama libro de los salmos, no de los cánticos, como ya he dicho. Y si se quisiera discutir sobre el título de algunos salmos, según sea únicamente salmo, o bien sólo cántico, y no ?salmo del cántico?, o ?cántico del salmo?, como en el presente, no creo que se pueda demostrar diferencia alguna. De ahí que, como ya dije antes, dejamos esta tarea para quienes tengan más tiempo o razones para discernir la diferencia. Nosotros vamos a tratar de explicar y meditar este salmo con la ayuda de Dios.
2. [v. 2]. Levántese Dios y se dispersen sus enemigos. Esto ya se ha cumplido: resucitó Cristo, que está sobre todo, Dios bendito por los siglos7, y fueron dispersados por todas las naciones sus enemigos, los judíos; precisamente en el mismo lugar donde ejercitaron su enemistad, ahí fueron vencidos y dispersados por toda la tierra: ahora odian, pero temen; y por ese mismo temor, realizan lo que sigue: Y huyen de su presencia los que lo odian. La huida del alma es el temor. Porque en la fuga corporal, ¿adónde huyen de la presencia de quien demuestra eficazmente su presencia por todas partes? ¿Adónde huiré, dice un salmo, de tu espíritu, y adónde escaparé de tu mirada?8 Huyen, pues, con el alma, no con el cuerpo; huyen temiendo, no ocultándose; y no huyen del rostro que no ven, sino de aquél que se ven forzados a ver. Se le llama rostro de Dios a su presencia, que se manifiesta a través de su Iglesia. Por eso dijo a sus enemigos: Desde ahora veréis al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo9. Como vino en su Iglesia, que extendió por todo el mundo, en el cual están dispersados sus enemigos. Y también vino en aquellas nubes, de las que dijo: Daré orden a mis nubes para que no envíen lluvia sobre la tierra10. Huyan, pues, de su presencia los que lo odian: teman la presencia de sus santos y files, de quienes dice: Cuanto hicisteis a uno de estos mis más pequeños, a mí me lo hicisteis11.
3. [v. 3]. Como se disipa el humo, disípense ellos. Se alzaron por el fuego de su odio, en un ataque de soberbia, y pusieron el grito en el cielo12: ¡Crucifícalo, crucifícalo!13 Y después de arrestarlo, se burlaron de él, y ya crucificado, se mofaron; pero al hincharse, creyéndose vencedores, poco después, ya vencidos, se desvanecieron. Como se derrite la cera ante el fuego, perezcan así los pecadores ante la presencia de Dios. Aunque quizá en este pasaje se haga alusión a aquéllos, cuya dureza de corazón se quebranta por las lágrimas de la penitencia, sin embargo puede también entenderse como la amenaza del juicio futuro, puesto que al desvanecerse en este mundo como humo, por haberse ensalzado con soberbia, les sobrevendrá la última condenación, pereciendo ante su presencia eternamente, al presentarse él como fuego en su esplendorosa claridad, siendo luz para los justos y condena para los impíos.
4. [v. 4]. Continúa el salmo: Y alégrense los justos y se alborocen en la presencia de Dios y disfruten de alegría. Porque entonces oirán: Venid benditos de mi Padre; recibid el reino14. Regocíjense los que se fatigaron, y alborócense en la presencia de Dios. No será este un regocijo como el de una vana jactancia delante de los hombres, sino un santo alborozo en presencia de Dios, que contempla sin error lo que él ha dado. Disfruten con alegría; ya no alegrándose con temor15, como en este mundo, donde la vida humana sobre la tierra es una tentación16.
5. [vv. 5—6]. A continuación se dirige a los que dio tan gran esperanza, y a los que viven aquí les habla y exhorta diciendo: Cantad a Dios, cantad salmos a su nombre. Ya dije en la exposición del título del salmo, lo que me parecía significar esta expresión. Canta a Dios el que vive para Dios; y canta salmos a su nombre el que obra para gloria de Dios. Así cantando, y así salmodiando, es decir, así viviendo y así obrando: Preparad el camino, dice, al que está sobre el ocaso. Preparad el camino a Cristo, para que por los pies hermosos de los evangelizadores17, se le abran los corazones de los creyentes. Es él quien asciende sobre el ocaso, sea porque ya sólo recibe a aquel que se convirtió a él con una nueva vida, dando muerte a la vieja y renunciando a este mundo, o sea porque sube del ocaso, cuando al resucitar, convirtió en victoria la destrucción de su cuerpo. Su nombre es el Señor. Porque si sus enemigos lo hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria18.
6. Exultad de gozo en su presencia. Oh vosotros, a quienes se ha dicho: Cantad a Dios, entonad salmos a su nombre, preparad el camino al que anda sobre las nubes del ocaso; y también: Regocijaos en su presencia, como si estuvierais tristes, pero siempre alegres19. Mientras le preparáis el camino, mientras vais preparando por dónde puede venir a tomar posesión de las naciones, vais a sufrir muchas cosas tristes en presencia de los hombres, pero no os desalentéis, al contrario, regocijaos; no en presencia de los hombres, sino en la presencia de Dios. Gozosos en la esperanza, y tolerantes en la tribulación20. Saltad de gozo en su presencia. Aquellos que os hacen sufrir en presencia de los hombres, sentirán el sufrimiento en presencia de Dios, Padre de huérfanos, defensor de viudas. Piensan que están vencidos y desolados aquellos que muchas veces son separados por la espada de la palabra de Dios, como los padres de sus hijos, los maridos de sus esposas21; pero estos abandonados o viudos, tienen la consolación del Padre de los huérfanos y defensor de las viudas; tienen la consolación de aquél a quien le dicen: Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me acogerá22; y los que perseveraron en el Señor, insistiendo en la oración día y noche23, ante cuya mirada se turbarán sus enemigos, al ver que de nada les aprovechó, ya que todo el mundo se va en pos de él24.
7. [v. 7]. De hecho, el Señor, con estos huérfanos y viudas, es decir, con los abandonados por la sociedad de toda esperanza terrena, construye para sí un templo, del que dice a continuación: El Señor está en su lugar santo. Cuál sea este su lugar, lo aclara al decir: Dios, que hace morar en su casa a los de un mismo sentir; es decir, a los que son unánimes y están animados de un mismo sentimiento: este es el lugar santo del Señor. Después de haber dicho: El Señor está en su lugar santo, como si le preguntáramos en qué lugar, ya que él está íntegro en todas partes, y no lo contiene ningún espacio corporal, añade a renglón seguido: no lo busquemos fuera de nosotros; sino más bien en la casa de los que tienen un mismo pensar, y así merezcamos que él también se digne habitar en nosotros. Este es el lugar santo del Señor, que muchos hombres buscan tener, para ser escuchados en su oración. Sean ellos mismos el lugar que buscan; y lo que dicen en sus corazones, es decir, en estos sus aposentos, se sientan contritos25, habitando en la casa de un mismo sentir, para ser morada del Señor de la casa grande, y sean con ellos escuchados en su oración. Porque la casa es grande, y en ella no sólo hay vasos de oro y plata, sino también de madera y arcilla; unos para usos honorables, y otros para usos viles. Pero quienes se hayan purificado de ser vasos viles26, estarán en la casa de la unanimidad, y serán el lugar santo del Señor. Y así como en una casa grande de un hombre, el dueño no descana en cualquier lugar, sino en alguno retirado y más honorable, así tampoco Dios habita en todos los que están en su casa (no habita, ciertamente en los vasos de uso vil). Su templo santo son aquéllos a quienes hace habitar de un modo unánime, o con unas mismas costumbres en su casa. Lo que en griego se dice ?trópoi?, en latín se puede interpretar como "modos" (modi) o "costumbres" (mores). Además el griego no tiene: El que hace habitar (Qui inhabitare facit), sino solamente: Habitare facit ("hace habitar"). El Señor, pues, está en su lugar santo. ¿Qué lugar es este? El mismo Dios se lo construye. Dios, en efecto, hace habitar en su casa a los de unas mismas costumbres: este es su lugar santo.
8. Y para evidenciar que se edifica este lugar por su gracia, y no por los méritos anteriores de aquellos para quienes lo edifica, mira lo que sigue diciendo: Libera a los cautivos con su fortaleza. Efectivamente, rompe las pesadas cadenas de los pecados, que les impedían caminar por el camino de sus preceptos; los libera con su fortaleza, de la que carecían antes de poseer su gracia. Igualmente a los que lo irritan y que habitan en los sepulcros: es decir, a los completamente muertos, y dedicados a las obras muertas. Éstos irritan porque oponen resistencia a la justicia; los prisioneros tal vez quieren caminar y no pueden; suplican a Dios que se lo conceda, y le dicen: Sácame de mis angustias27. Y cuando Dios les ha escuchado, le dan gracias diciendo: Rompiste mis ataduras28. En cambio, los provocadores de la ira de Dios, que habitan en los sepulcros, son de aquella clase de personas, a las que se refiere la Escritura en otro lugar, diciendo: La alabanza de un muerto se desvanece como la de uno que no existe29. De ahí se deduce esta afirmación: El pecador, cuando llega al fondo de la maldad, se hace despectivo30. Porque una cosa es desear la justicia, y otra hacerle resistencia; una cosa es querer librarse del mal, y otra distinta el defenderlo en lugar de confesarlo: a unos y a otros la gracia de Cristo los libra con su fortaleza. ¿Con qué fortaleza, sino con aquélla que les hace luchar contra el pecado hasta derramar su sangre? De una y de otra clase de personas se consiguen hombres idóneos para que se edifique la casa santa de Dios: unos los liberados de sus ataduras, y los otros los que han sido resucitados. Por ejemplo, aquella mujer, a quien Satanás tuvo cautiva durante dieciocho años31, a una orden suya se le soltaron las ataduras, y lo mismo, con una voz venció la muerte de Lázaro32. El que hizo cosas tales en los cuerpos, puede hacer maravillas mayores en las costumbres, y lograr habitar en la casa de los que son unánimes, librando con su fortaleza a los encarcelados, lo mismo que a los que provocaban su ira, y que habitan en los sepulcros.
9. [vv. 8—10]. Oh Dios, cuando salías al frente de tu pueblo. La salida de Dios hay que entenderla como manifestación en sus obras. Pero no se manifiesta a todos, sino a aquellos que han aprendido a reconocer sus obras. Y no me refiero ahora a las que son visibles a todo el mundo, como el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos; sino a aquellas obras por las que libera a los cautivos con su fortaleza, y lo mismo a los que irritan a Dios y que habitan en los sepulcros, y los hace habitar en la casa en unidad de vida33. Así sale ante su pueblo, es decir, en presencia de los que comprenden esta gracia. Y continúa diciendo: Cuando cruzabas el desierto, la tierra tembló. El desierto eran las gentes que desconocían a Dios: desierto era donde no había sido dada ninguna ley por Dios; donde no había vivido ningún profeta, que anunciara la venida del Señor. Así pues, cuando atravesabas el desierto, cuando fuiste predicado a las naciones, la tierra se movió, los hombres terrenos quedaron conmovidos y abrazaron la fe. ¿Por qué se movió la tierra? Porque los cielos se derritieron en la presencia de Dios. Tal vez aquí alguno recuerde aquel tiempo en que Dios atravesaba el desierto, acompañando a su pueblo, a los hijos de Israel, de día en una columna de nube, y de noche en un resplandor de fuego34; y piense que los cielos destilaron en presencia de Dios, se refiera a la lluvia del maná sobre su pueblo35; y a esto se puede referir lo que sigue: El Monte Sinaí, en presencia del Dios de Israel, derramó una lluvia copiosa, oh Dios, a tu heredad, porque fue en el monte Sinaí donde Dios habló a Moisés, cuando le dio la Ley36, y así el maná sea la lluvia generosa que Dios le proporcionó a su heredad, es decir, a su pueblo; ya que sólo a ellos les envió el alimento, y no al resto de las naciones; de manera que lo que luego dice: Y se debilitó, se entienda de la misma heredad suya, debilitada a causa de sus protestas por el fastidio y desprecio del maná, deseando comida de carne y de lo que estaban acostumbrados a comer en Egipto37. Pero en estas palabras, si miramos sólo el sentido literal, sin entrar en el significado espiritual, conviene que se tome en sentido material lo que se dice de aquellos que estaban encadenados y habitaban en los sepulcros, y que fueron liberados con el poder de Dios. Además, si aquel pueblo, a saber, aquella heredad de Dios, cayó en la debilidad, por el rechazo y el fastidio del maná, no debió de añadir: Pero tú la reparaste, sino más bien: Pero tú la castigaste, ya que Dios quedó ofendido por aquellas murmuraciones, y sobrevino una enorme plaga38. De hecho todos al final perecieron en el desierto, y nadie de ellos mereció entrar en la tierra prometida39, excepto dos. Y aun cuando se pueda decir que la heredad quedó perfeccionada en los hijos de Israel, nosotros debemos interpretarlo con más libertad en sentido espiritual. Porque todas aquellas cosas les sucedían a ellos en figura40, hasta que llegase el día en que sean desvanecidas las sombras41.
10. Que el Señor nos abra la puerta, ya que estamos llamando; y que nos aclare los secretos de sus misterios en la medida que él se digne hacerlo. En efecto, para que la tierra se moviese, abrazando la fe, cuando el Evangelio recorrió el desierto de las naciones, los cielos destilaron en presencia de Dios. Éstos son los cielos cantados en otro salmo: Los cielos proclaman la gloria de Dios. Y de ellos poco después se dice allí: No hay conversaciones ni palabras, cuyas voces no se oigan; a toda la tierra llega su anuncio, y sus palabras hasta los confines de la tierra42. Sin embargo no se le debe atribuir a estos cielos tanta gloria como si de los hombres viniera aquella gracia al desierto de las naciones, de manera que la tierra se moviese hacia la fe. Porque los cielos no destilaron la lluvia por sí mismos, sino por la presencia de Dios, que ciertamente habitaba en ellos, y hacía habitar a los hombres en una casa en comunión de vida. Estos son también los montes, de los cuales se dice: Levanto mis ojos a los montes, de donde me vendrá el auxilio43. Y para que no pareciera que se ponía la esperanza en los hombres, enseguida añadió: El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra44. A él, de hecho, en otro pasaje se le dice: Tú, que iluminas admirablemente desde los montes eternos45, y aunque la luz venga de los montes eternos, quien ilumina eres tú. Y por la misma razón, dice aquí: Los cielos destilaron su lluvia, pero: Por la presencia de Dios. Ellos mismos han alcanzado la salvación por la fe, y no por sí mismos, sino que es un don de Dios, y no del mérito sus obras, no sea que alguno se enorgullezca. Somos realmente hechura46 de aquél que hace habitar en casa a los de una misma conducta47.
11. ¿Y cuál es el sentido de lo que sigue: El Monte Sinaí, en presencia del Dios de Israel? ¿Quizá habrá que sobreentender que destiló la lluvia; de manera que lo que antes llamó con el nombre de los cielos, lo haya querido expresar ahora con el del monte Sinaí, así como ya dijimos que llamaba montes a lo que se llamó también cielos. Y con este sentido no nos debe preocupar el que diga Monte, en singular, en lugar de montes; dado que allí se dice cielos y no cielo; como en otro salmo se dice: Los cielos proclaman la gloria de Dios, según la costumbre de la Escritura, que al repetir el mismo sentido, lo dice con palabras distintas: Y el firmamento anuncia las obras de sus manos48. Primero dice en plural los cielos, no el cielo, y luego el firmamento, en singular. Como dice el Génesis: Dios llamó al cielo firmamento49. Así que tanto cielos como cielo, montes como monte, es lo mismo. Es como hablar de muchas iglesias y de la única Iglesia, no son cosas distintas. ¿Y por qué se dice: El Monte Sinaí, que engendra para la servidumbre50, como dice el Apóstol? ¿Quizá porque la Ley fue dada en el monte Sinaí, la cual llovió destilada por los cielos en presencia de Dios, para que se conmoviese la tierra? ¿Y ese movimiento de la tierra se da cuando se conturban los hombres, al ver que no pueden cumplir la Ley? Si esto es así, se trata también de la lluvia copiosa que dice a continuación: Oh Dios, que destilas una lluvia copiosa sobre tu heredad; puesto que esto no lo hizo a ningún otro pueblo, y no les manifestó sus designios51. Seleccionó, pues, Dios esta lluvia voluntaria para su heredad, dándole la Ley. Y se debilitó: la Ley misma, o bien la heredad. Se puede entender la Ley debilitada por no ser cumplida; no porque en sí misma sea débil, sino porque hace débiles, con amenazas de castigos, y no ayudando por la gracia. Este mismo término usa también el Apóstol, cuando dice: Lo que era imposible a la Ley, reducida a la debilidad por la carne52... queriendo significar que se cumple por el espíritu; pero dijo que ella está debilitada, al no poder ser cumplida por los débiles. Y la débil es su propia heredad, es decir, su pueblo, a quien se había dado la Ley: esto se entiende sin ninguna ambigüedad. La Ley intervino, dice también el Apóstol, para que abundara el delito53. Y en cuanto a la expresión siguiente: Pero tú la has perfeccionado, se refiere a la Ley, de acuerdo con lo ya dicho, de que se hizo perfecta por su cumplimiento. Y de esto habla el Señor en el Evangelio, diciendo: No he venido a abolir la Ley, sino a cumplirla54. Y por eso, el Apóstol, que había dicho que la Ley se debilitó por la carne, ya que la carne no llega a cumplir lo que sí cumple el espíritu, es decir, por la gracia espiritual, él vuelve a decir de nuevo: Para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que no vivimos según la carne, sino según el espíritu55. Así, pues, hay que entender esto: Pero tú a la Ley la has perfeccionado; porque la plenitud de la Ley es el amor56; y el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, no por obra nuestra propia, sino por el Espíritu Santo que se nos ha dado57; es decir: Tú la perfeccionaste, si se entiende perfeccionada la Ley, pero resulta más fácil de comprender si la perfección se aplica a tu heredad, a Israel. Pues si se dijo que la heredad, el pueblo de Dios, se debilitó, porque se le dio la Ley para que abundara el delito, entonces, lo que sigue: Pero tú la perfeccionaste, se comprende bien con lo que dijo el Apóstol: Pero donde abundó el delito sobreabundó la gracia58. Efectivamente, abundando el delito, se multiplican las debilidades, y después se aceleraron59, y consiguientemente se lamentaron e invocaron a Dios, para que con su ayuda se llegase a cumplir lo que él mandó y no se estaba cumpliendo.
12. En estas palabras hay otro sentido que a mí me parece más probable. Y se tata de que la gracia parece más lógico que se entienda como la lluvia voluntaria, puesto que se da como algo gratuito, sin méritos precedentes. En efecto, si es gracia, ya no procede de las obras: de otro modo, la gracia ya no sería gracia60. Yo no soy digno, dice, de ser llamado apóstol, porque perseguí a la Iglesia de Dios61; pero por la gracia de Dios soy lo que soy. He aquí la lluvia voluntaria. Y por eso en otro pasaje se dice: Porque nos ha engendrado voluntariamente por la palabra de la verdad62. Esta es la lluvia voluntaria. Y, según esto, se dice en otro salmo: Nos has protegido con el escudo de tu buena voluntad63. Esta lluvia fue la que al pasar Dios por el desierto, es decir, al ser predicado a las gentes, los cielos la destilaron; pero no por sí mismos, sino por la presencia de Dios, puesto que ellos mismos son lo que son por gracia de Dios. Y por tanto el monte Sinaí, (se entiende, S. Pablo), es el que más ha trabajado de todos ellos, pero no es él, sino la gracia de Dios en él64, y así pudiera destilar la lluvia más abundante sobre los gentiles, es decir, en el desierto, donde Cristo no fue anunciado para no edificar sobre fundamento ajeno65; él, insisto, era israelita, del pueblo de Israel, de la tribu de Benjamín66; y él también había sido engendrado en la servidumbre de la Jerusalén terrena, siervo con sus hijos, y por eso perseguía a la Iglesia. Es la comparación que él nos recuerda: Así como en aquel entonces el engendrado según la carne (Ismael), perseguía al engendrado según el espíritu, asimismo ocurre ahora67. Pero alcanzó misericordia, porque en su incredulidad lo hizo por ignorancia68. Nos admiramos de que los cielos destilaron la lluvia en la presencia de Dios; admirémonos más de que sea el monte Sinaí, es decir, el que antes perseguía, hebreo descendiente de hebreos, y, según la ley, fariseo69. ¿Y por qué hemos de admirarnos? Esto no procedía de sí mismo, sino conforme a lo que sigue: de la presencia del Dios de Israel, del que dice él mismo: Y sobre el Israel de Dios70. Y de él dice el Señor: He aquí un verdadero israelita, en el cual no hay engaño71. Así que esta lluvia espontánea Dios la seleccionó para su heredad sin méritos algunos anteriores. Y se vino abajo. Conoció (Pablo) que no era nada por sí mismo; que no debía atribuirse nada de lo que era a sus propias fuerzas, sino a la gracia de Dios. Reconoció lo que él dejó dicho: Yo me gloriaré de mis flaquezas72; y también: No te engrías, sino más bien teme73; y además: Dios da su gracia a los humildes74. Y se vino a menos; pero tú la has perfeccionado, porque la fuerza se perfecciona en la debilidad75. Algunos códices tanto latinos como griegos, no tienen "el monte Sinaí", sino en presencia del Dios del Sinaí, en presencia del Dios de Israel. Es decir: Los cielos destilaron en presencia de Dios; y como si alguien preguntase de qué Dios, aclara: en presencia del Dios del Sinaí, en presencia del Dios de Israel; es decir, en presencia del Dios que promulgó la Ley al pueblo de Israel. ¿Y por qué los cielos destilaron en presencia de Dios, sino porque así se cumplió lo que estaba predicho: Dará la bendición el que dio la Ley?76 La Ley con la que atemoriza al que presume de sus fuerzas humanas, y la bendición con la que libera al que pone su esperanza en Dios. Por eso, oh Dios, tú perfeccionaste a tu heredad, porque se debilitó en sí misma, para ser perfeccionada por ti.
13. [v. 11]. Tus rebaños habitarán en ella. Los tuyos, no los suyos; los sometidos a ti, no los que se sienten libres por sí mismos; los que necesitan de ti, no los que se creen suficientes por sí mismos. Y después continúa diciendo: preparaste una morada al pobre con tu dulzura, oh Dios. Con tu dulzura, sí, no por sus méritos. Es pobre porque se ha debilitado, para que sea perfeccionado; se ha reconocido indigente, para ser colmado. Es esta la dulzura de que se habla en otro salmo: El Señor dará su dulzura, y nuestra tierra dará su fruto77; para que las buenas obras se hagan no por temor, sino por amor; no por el temor al castigo, sino por el gozo en la justicia. Porque es ésa la auténtica y sana libertad. Pero el Señor preparó esto para el pobre, no para el opulento, a quien es afrentosa esta pobreza; de quienes dice en otro salmo: Es escarnio para los ricos y desprecio para los soberbios78. Ha identificado los soberbios con los ricos.
14. [v. 12]. El Señor dará la palabra: es decir, el alimento a los animales suyos que habitan en su casa. Pero ¿qué trabajarán esos seres vivientes, a quienes se les da la palabra? ¿Qué, sino lo que viene a continuación?: a los que proclaman la buena noticia con gran poder. ¿Con qué poder, sino con aquél con que libró a los cautivos? Tal vez quiera aludir aquí al poder con el que los evangelizadores hacían signos milagrosos.
15. [v. 13]. ¿Quién dará la palabra con gran poder a los evangelizadores? El Rey, dice, de los poderes del Amado. El Padre es, pues, el rey de los poderes del Hijo. Cuando se escribe el Amado, y no se dice qué amado, se entiende el Amado por antonomasia, el Hijo único. ¿O es el mismo Hijo el rey de sus propios poderes; es decir, de los poderes de sus servidores? Puesto que dará la palabra con gran poder a los evangelizadores el rey de los poderes, del que se dijo: El Señor de los ejércitos (o de los poderes) él es el rey de la gloria79. El no haber dicho rey de sus ejércitos, sino rey de los ejércitos del Amado, es una locución muy común en las Escrituras, como lo podrá ver cualquiera. Esto aparece sobre todo, cuando se cita el nombre propio, de manera que no se pueda dudar que es el mismo de quien se habla. Y esta expresión la encontramos en muchos lugares del Pentateuco: Y realizó Moisés esto y aquello, según le había ordenado el Señor a Moisés80. No lo dice según nuestro modo de hablar: Y Moisés obró según le había ordenado el Señor; sino: Hizo Moisés como le había ordenado el Señor a Moisés, como si fuera distinto un Moisés del otro, siendo así que es el mismo. Tales expresiones difícilmente se encuentranen el Nuevo Testamento. Sin embargo aquí hay una expresión parecida, expresada por el Apóstol: Acerca de su Hijo, nacido de la estirpe de David según la carne, predestinado a ser Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos de Jesucristo nuestro Señor81, como si uno fuera el Hijo de Dios, nacido de la extirpe de David según la carne, y otro Jesucristo nuestro Señor, siendo así que es uno y el mismo. En el Antiguo Testamento son frecuentes estas expresiones. Por tanto, cuando aparezcan oscuras algunas de ellas, han de entenderse por otras que traten el mismo tema y sean más claras. Por ejemplo, la locución de este pasaje del salmo que ahora expongo, es oscura. Porque si dijese: Jesucristo, rey de los poderes de Jesucristo, sería tan clara como la ya citada de Moisés: Hizo Moisés lo que el Señor había ordenado a Moisés; pero lo dicho aquí es: el Rey de los poderes del Amado, no queda claro que el rey de dichos poderes, o ejércitos, sea el Amado. Así que el Rey de los ejércitos del Amado, puede entenderse como si hubiera dicho "el rey de sus poderes", ya que el rey de los poderes es Cristo, y el Amado es el mismo Cristo. Sin embargo esta expresión no obliga a tanto, ya que también podría entenderse que el Padre es el rey de los poderes de su Hijo amado, como el mismo Amado dice, refiriéndose al padre: Todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo, mío82. Y si alguno pregunta si el Dios Padre del Señor Jesucristo, podrá ser llamado también rey, no sé si alguien se atreverá a negarlo, una vez que el Apóstol dice: Al Rey de los siglos, al único Dios inmortal e invisible83... Porque aunque esto se refiera a la Trinidad misma, allí está también Dios Padre. Ahora bien, si no entendemos de forma puramente carnal estas palabras de un salmo: Oh Dios, concede tu juicio al rey, y tu justicia al hijo del rey84, no veo que se le pueda dar otro sentido, que éste: "a tu Hijo". Y por lo tanto también el Padre es rey. Luego el versículo de este salmo: El Rey de los poderes (o ejércitos) del Amado, se puede entender en ambos sentidos. Por lo tanto, al decir: El Señor dará la palabra a los que evangelizan con gran poder; ya que esa misma fuerza está sometida y obra a favor de quien la da, él mismo dice: El Señor dará la palabra a los evangelizadores con mucho poder, es el rey de los poderes del Amado.
16. Y prosigue el salmo: del Amado, para la belleza de su casa se reparten el botín. La repetición es para poner más de relieve; aunque esta repetición no todos los códices la tengan, y los más cuidados la hagan notar con lo que se llama un asterisco. Con este signo se hace notar que tal palabra no está en la traducción de los Setenta, sino en el texto hebreo, que anota tales signos. Pero sea que se repita, o que se diga una sola vez la palabra escrita: Del amado, creo que hay que entenderlo como sigue: Y que se reparten los despojos para la hermosura de su casa, como si dijese: También para la hermosura de la casa del Amado se dividen los despojos, es decir, también del Amado han de dividirse los despojos. De hecho, Cristo ha hecho hermosa la casa, es decir la Iglesia, distribuyéndole el botín, como es hermoso el cuerpo por la distribución de sus miembros. El botín, o los despojos se le llama a lo que se arrebata a los enemigos vencidos. Esto nos lo dice el Evangelio, cuando nos amonesta en su lectura: Nadie entra en casa de un hombre fuerte, para arrebatarle su ajuar, si primero no lo sujeta85. Cristo amarró al demonio con cadenas espirituales; fue superando la muerte, y ascendiendo del abismo a los cielos; lo ató con el misterio de su encarnación, ya que no encontrando el demonio en él nada digno de muerte, le permitió, no obstante darle muerte; y así amarrado, le robó sus enseres, como si fuera su botín86. En realidad su obra era en los hijos de la incredulidad, de cuya perfidia usaba a su arbitrio. El Señor, purificando estos vasos por la remisión de los pecados, y santificando estos despojos, arrebatados al enemigo, postrado y sujetado, los destinó para la hermosura de su casa, haciéndolos a unos apóstoles, a otros profetas, a otros pastores y doctores, para la obra del ministerio evangélico, para la edificación del cuerpo de Cristo87. Pues lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros; y todos sus miembros, aun siendo muchos, forman un solo cuerpo: así es también Cristo. ¿Son todos apóstoles? ¿O todos profetas? ¿O tienen todos el don de hacer milagros? ¿O todos el don de la sanación? ¿o hablan todos lenguas? ¿O pueden todos interpretarlas? Sin embargo, todo esto lo origina el único y mismo Espíritu, que distribuye sus propios dones a cada uno según le parece88. He aquí la hermosura de la casa, obtenida por la distribución de los despojos; y así, el amante de ella, entusiasmado por tal belleza, exclamará con el salmo: Yo amo, Señor, la belleza de tu casa89.
17. [vv. 14—15]. Seguimos en la continuación del salmo, pero ahora sus palabras se dirigen a los mismos miembros con los cuales se constituye la belleza de la casa, y les dice: Si durmierais en medio de las suertes, alas plateadas de paloma, y en sus espaldas con brillo de oro. Lo primero que aquí debemos es preguntarnos cuál es el orden de las palabras, para ver cómo termina la frase, la cual queda inconclusa cuando dice: Si durmierais...; y luego lo que dice: Ala(s) de paloma plateada(s), había que ver si la palabra pennae (ala(s)) está en singular (del ala) o en plural (las alas). En el texto griego no hay duda de que está en plural. Pero sigue la duda de si el texto es: "estas alas", o más bien: "Oh vosotras, alas" (en vocativo), como si pareciera hablar dirigiéndose a las alas. Y también debemos ver si con las palabras que preceden se concluye esta frase, siendo así el orden: El Señor dará la palabra con gran poder a los evangelizadores, si durmierais en medio de las suertes (o de los apriscos), oh vosotras, alas de paloma plateadas; o han de unirse a las palabras que siguen, y así sería el orden de la frase: Si dormís en medio de los apriscos, las alas plateadas de paloma blanquearán como nieve el monte Hermón; es decir, las mismas alas blanquearán si dormís entre los apriscos; como para entender que tales palabras se dirigen a los que distribuyen los despojos para la belleza de la casa; o sea: si dormís en medio de las suertes, vosotros que estáis distribuidos para la belleza de la casa, por la manifestación del Espíritu, para su utilidad, y así unos reciben del Espíritu el don de hablar con sabiduría, otros el don de la ciencia, según el mismo Espíritu, otros la fe, otros el poder de curar en el mismo Espíritu90, y así sucesivamente, según va enumerando el Apóstol. Y entonces, si vosotros dormís entre los apriscos, será cuando las alas plateadas de paloma blanquearán el Hermón. También podría entenderse así: Si vosotras, las alas plateadas de paloma, dormís en medio de los apriscos, quedarán blanqueadas como la nieve en el monte Hermón, sobreentendiendo los hombres, que por la gracia reciben el perdón de sus pecados. Por eso se dice también de la Iglesia en el Cantar de los cantares: ¿Quién es ésta, que sube, vestida de blanco?91 Existe, por cierto, la promesa de Dios por el Profeta, que dice: Aunque vuestros pecados sean rojos como la escarlata, los volveré blancos como la nieve92. Podría también entenderse de lo que ya hemos dicho: Las alas de paloma plateadas (sobreentendiendo "seréis"), y el sentido sería este: Oh vosotros, que estáis distribuidos como los despojos, para la belleza de la casa: si dormís en medio de las suertes, seréis como alas plateadas de paloma; es decir, subiréis a las alturas, pero unidos a la Iglesia como miembros suyos que sois. Creo que no puede entenderse aquí de modo mejor ninguna otra paloma plateada, fuera de la que se dijo en el Cantar: Una sola es mi paloma93. Y está plateada porque está adoctrinada por la divina palabra; de la cual se dice en otro lugar que es como plata acrisolada siete veces94. Es, sí, un gran privilegio dormir en medio de las suertes, que algunos han querido identificar con los dos Testamentos, de manera que dormir entre ambas suertes es como descansar en la autoridad de ambos Testamentos, es decir, asentir a los testimonios de ambos Testamentos, de manera que cuando se exprese algo de ellos, y se pruebe, termine toda controversia en pacífico sosiego. Si esto es así, ¿qué otra cosa parece que intenta sugerir en los evangelizadores con gran poder, sino el que Dios les dará la palabra para que puedan evangelizar, si duermen en medio de las suertes? Se les da entonces la palabra de la verdad, si mantienen la autoridad de los dos Testamentos: y así ellos serán también las alas plateadas de paloma, cuya predicación hace subir hasta el cielo la gloria de la Iglesia.
18. En medio de las espaldas. También es una parte del cuerpo, y cercana al corazón, aunque en la parte posterior, en el dorso. Esta parte de aquella paloma plateada, dice tener el brillo del oro, es decir, con el vigor de la sabiduría; y no encuentro mejor interpretación de este vigor que la caridad. ¿Y por qué en el dorso, y no en el pecho? Y sin embargo no deja de admirarme cómo se escribió esta palabra en otro salmo, donde se dice: Te cubrirá con sus plumas en sus espaldas; bajo sus alas te refugiarás95; siendo así que no podrá ser cubierto por sus alas, sino con el pecho. La expresión latina inter scapulas (en las espaldas), quizá se pueda entender de algún modo por ambos lados, anterior y posterior, si nos fijamos que la cabeza está en el medio de la espalda; incluso en hebreo puede que sea ambiguo el sentido. Pero en el griego la palabra es metáfrena, y no hay duda de que significa sólo la parte posterior, en las espaldas (inter scapulas). Y la razón por la que en esa parte se le ponga el color del oro, sea por la sabiduría y la caridad, ya que en esa parte están radicadas las dos alas. ¿O será porque ahí es donde se lleva la "carga ligera"? ¿Qué son, de hecho las dos alas, sino los dos preceptos de la caridad, de los que pende toda la Ley y los Profetas?96 ¿Y qué es esa carga liviana, sino la misma caridad, que se cumple en los dos preceptos? Porque lo que es difícil en un mandamiento, es leve para el que ama. Y no hay otra razón para interpretar bien aquello de: Mi carga es ligera97, sino por ser un don del Espíritu Santo, por el cual se difunde el amor en nuestros corazones98. Y así, amando, obraremos con libertad lo que por temor haríamos servilmente. No es amante de lo recto el que prefiere, si fuera posible, que no sea objeto de mandato lo que es recto.
19. Al escribirse: Si durmieseis en medio de las suertes, y no simplemente en las suertes, podemos preguntarnos qué signifique ese en medio. Si se tradujese más ajustadamente del griego al latín, diría en medio de las suertes, pero no lo he visto en ninguna versión latina, lo que me hace pensar que significa lo mismo una expresión y la otra. Por eso os diré mi propia opinión. Esta expresión "en medio" suele usarse muchas veces para unir o pactar algunas cosas, y que no haya diferencias por ambas partes, como cuando Dios hace el testamento entre él y su pueblo: usa la Escritura esta expresión; y lo que en latín sería "entre vosotros y yo", en griego equivale literalmente a "en medio de vosotros y yo". Así cuando el pacto de la circuncisión, Dios le dice a Abrahán: haré un pacto entre mí y entre ti y toda tu descendencia99; que dicho literalmente en griego es "en medio" de mí y de ti y tu descendencia. Y lo mismo cuando habla a Noé sobre el arco iris, como signo del pacto100, repite esta palabra muchas veces; y lo que los códices latinos tienen: Entre mí y vosotros, o entre mí y todo ser viviente, o alguna frase parecida, la versión griega tiene (literalmente): "en medio de mí y de vosotros" (àná méson), pero con el mismo significado. Lo mismo sucede con el pacto entre David y Jonatán, con la doble expresión: latina ("entre ambos") y griega ("en medio de ambos"), sin variar el significado101. Pero ha sido un acierto que los traductores latinos hayan traducido este pasaje del salmo no "en las suertes", forma más usada en latín ("inter cleros"), sino con la forma latina acomodada al griego (inter medios cleros), usada, como ya he dicho para asegurar un consenso. Ordena, pues, la Escritura que duerman en medio de las suertes (cleros), los que son las alas plateadas de la paloma, o se disponen, por ello, a serlo. Por otra parte, si estas dos suertes (cleri) significan los dos Testamentos (el Antiguo y el Nuevo), ¿qué se nos está inculcando aquí, sino que no ofrezcamos ninguna resistencia a los Testamentos, concordes entre sí, y que descansemos tranquilos en su comprensión, siendo nosotros un signo y un documento de su concordancia, estando convencidos de que nada ha dicho el uno contra el otro, y esto lo damos a entender con una pacífica admiración, como quien está en el sopor de un éxtasis? La razón por la que en estas "suertes", o "herencias" (in cleris) ha de entenderse Testamentos, es porque viene del griego, significando herencia, aunque no exactamente "testamento". Pero la causa es porque por el testamento se otorga la heredad, que en griego se dice kleronomía, y el heredero klerónomos. Kléros, sin embargo, significa "suerte", las suertes de la promesa de Dios, las partes de la herencia que son distribuidas al pueblo. De ahí que la tribu de Leví no tienen, por ley esa parte entre sus hermanos, que los sustentarían con sus diezmos102. Este es el origen, pienso yo, de llamar clero y clérigos a los ordenados en los diversos grados del ministerio eclesiástico, puesto que Matías fue elegido por suerte, y fue, según leemos en los Hechos, el primero en ser ordenado por los Apóstoles103. Por lo tanto, dado que la heredad se otorga por testamento, el término "suertes" o "herencias" —si tomamos la causa por el efecto— lleva consigo el significado de Testamentos.
20. Se me ocurre también otra interpretación, que si no me engaño, debe ser preferida a la anterior, y es que entendamos, con gran probabilidad las "suertes" por las "herencias" mismas. Y así, dado que la herencia del Antiguo Testamento, figura y sombra del futuro, es la felicidad terrena; y la herencia del Nuevo Testamento es la inmortalidad eterna; el dormir en medio de las suertes, significará no buscar ardientemente la primera herencia, y esperar la segunda con paciencia. Puesto que los que sirven a Dios por la felicidad terrena, o por ella rehúsan servirle, al buscar en este mundo la felicidad, el sueño se aleja de ellos, y no duermen. Excitados por las pasionales codicias, son empujados al pecado y al crimen, y no tienen descanso alguno, sea por el deseo de adquirirlas, o sea por el temor de perderlas. El que me escucha, dice la Sabiduría, vivirá seguro, tranquilo y sin miedo a desgracia alguna104. Éste me parece ser el sentido de dormir en medio de las suertes, o en medio de las herencias; no todavía en la realidad, sino en la esperanza de la celestial herencia, y descansar ya de las codicias de la terrena felicidad. Cuando llegue lo que esperamos, ya no descansaremos en medio de las dos heredades, sino que reinaremos en la nueva y verdadera, de la cual era sombra la antigua. Así pues, aunque la frase: Si dormís en medio de las suertes, la hubiéramos interpretado así: Si hubierais muerto en medio de las suertes (dada la costumbre de la Escritura de usar "dormir" como sinónimo de la muerte corporal, esa muerte sería óptima, puesto que refrenando el hombre sus deseos de las cosas terrenas, y perseverando hasta el fin con el deseo puesto en la heredad celeste, llegaría así a su último día. Quienes así duermen en medio de las suertes, serán las plateadas alas de paloma; y cuando resuciten, serán llevados al encuentro con Cristo en las nubes, y vivirán por siempre con el Señor105. O también porque la Iglesia, a través de los que mueren en esta seguridad, recibe una sublime reputación y difusión, como elevada en alas de una excelsa gloria. No en vano se ha dicho: No alabes a ningún hombre antes de su muerte106. De hecho todos los santos de Dios, desde el principio del género humano, hasta el tiempo de los Apóstoles (puesto que también ellos sabían decir con Jeremías: Nunca he deseado el día del hombre, tú lo sabes107; y también con el salmo: Una cosa pido al Señor, ésa buscaré108. Y desde el tiempo de los Apóstoles, a partir del cual se manifestó más claramente la diferencia entre los dos Testamentos, tanto los Apóstoles, como los santos mártires, y los demás justos, como carneros e hijos de carneros, durmieron hasta este tiempo en medio de las suertes; despreciando la felicidad del reino terreno, con la esperanza puesta en la eterna felicidad del reino de los cielos, que aún no poseían. Y como han dormido tan admirablemente, la Iglesia, paloma plateada, vuela ahora como llevada por aquellas sus alas, y es ensalzada entre alabanzas; de manera que los que les siguieron, invitados a imitarles, por su fama, duerman así todos, y se vayan añadiendo alas, con las que hasta el fin del mundo será altamente difundida.
21. [v. 15]. Mientras el Altísimo distribuye a los reyes sobre ella, blanquearán de nieve en el monte Hermón: el que está sobre los cielos, el que asciende sobre todos los cielos, para colmarlo todo, mientras distribuye a los reyes sobre ella, es decir, sobre la paloma plateada...El Apóstol continúa y dice: Él dio a unos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y doctores. Porque ¿qué otra cosa es distribuir a los reyes sobre ella, sino con vistas al servicio para la edificación del cuerpo de Cristo109, puesto que ella es el cuerpo de Cristo? A éstos tales se les llama reyes en cuanto que reinan o gobiernan. ¿Y qué hay más excelente que gobernar las concupiscencias de la carne, para que no reine el pecado en su cuerpo mortal, por el sometimiento a sus inclinaciones, y no ofrezcan sus miembros al pecado como armas de la maldad, sino que los pongan al servicio de Dios110, como seres vivos que han surgido de la muerte, ofreciendo sus miembros a Dios como armas al servicio de la justicia? De este modo pueden ser estos reyes apartados primeramente por los extraños, ya que no llevan el yugo juntamente con los infieles; después serán separados concordemente entre ellos, según los dones de cada uno. No todos son apóstoles, ni todos profetas, ni todos doctores, ni todos tienen los dones de curación, ni todos hablan lenguas, ni todos las interpretan. Todo esto lo realiza el único y mismo Espíritu, distribuyendo sus dones a cada uno como le parece111. Y dando este Espíritu aquel que está sobre los cielos, distribuye a los reyes sobre la paloma plateada. Cuando el Ángel, enviado a su Madre, llena de gracia, le habló del mismo Espíritu Santo, y ella le preguntó cómo le anunciaba que iba a dar a luz, puesto que no conocía a ningún hombre, le respondió: El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra112. ¿Qué significado tiene: Te cubrirá con su sombra, sino: te hará sombra? De aquí que estos reyes, al ser distribuidos por la gracia del Espíritu de Cristo el Señor sobre la paloma plateada, blanquearán por la nieve en el Hermón. Hermón tiene el significado de sombra: Monte Umbrío. No serán seleccionados por sus propios méritos o virtudes. Porque ¿quién te elige a ti? ¿Qué tienes, que no hayas recibido?113 Porque para ser elegidos de entre los impíos, reciben el perdón de sus pecados de aquél que dice: Aunque vuestros pecados fueran rojos como la escarlata, yo los volveré blancos como la nieve114. He aquí cómo quedarán blancos como la nieve del Monte Hermón; por la gracia del Espíritu de Cristo, por el cual se les ha dado a cada uno sus propios dones, como lo he recordado hace un momento: El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra, es decir, te dará sombra; por eso, el santo que nacerá de ti se llamará Hijo de Dios115. Esta sombra, además, se entiende como una cobertura en defensa del ardor de las concupiscencias carnales; la Virgen, de hecho, no concibió a Cristo así, sino por la fuerza espiritual de su fe. La sombra necesita la luz y un cuerpo que se interpone. Por lo tanto, lo que era la luz verdadera, la Palabra que existía en el principio, para que se nos hiciese la sombra para el bochorno del mediodía, la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros116. El hombre se acercó a Dios, como a la luz el cuerpo, y la sombra protectora cubrió a los que creyeron en él. Aquí no se trata de aquella sombra de la que se dice en la Sabiduría: Todo aquello pasó como una sombra117; ni de la que dice el Apóstol: Que nadie os critique por cuestión de comida o bebida, o a propósito de fiestas, novilúneos o sábados, que son una sombra de las realidades futuras118; se trata de aquella otra sombra, de la que dice el salmo: Protégeme a la sombra de tus alas119. Por eso, cuando va distribuyendo aquel que está sobre los cielos a los reyes sobre la paloma plateada, que no se engrían de sus propios méritos, ni confíen en sus propias virtudes; puesto que blanquearán como la nieve sobre el Hermón, se volverán blancos por la gracia bajo la protección del cuerpo de Cristo.
22. [v. 16]. Siguiendo el texto, llama a este monte monte de Dios, monte fértil, monte abundante en quesos, o monte pingüe. ¿Qué ha querido decir con pingüe, sino monte fértil? Hay también un monte llamado con este nombre: el monte Hermón. Pero ¿qué monte debemos entender, como el monte de Dios, el monte fértil, monte de abundantes quesos, sino el mismo Cristo Señor, de quien dice el profeta Isaías: En los últimos tiempos se manifestará el monte del Señor, asentado sobre la cumbre de montañas?120 Es ése el monte de los quesos, en atención a los niños que hay que nutrir con la gracia como con leche; y el monte fértil, para robustecerlos y enriquecerlos con la excelencia de los dones; la misma leche, de la que se hace el queso, significa de modo admirable la gracia, ya que mana de la exuberancia de las entrañas maternas, y por una agradable condescendencia se les da gratis a los niños. En griego no se sabe si la palabra "monte" (hóros) estará en nominativo (mons) o en acusativo (montem), al ser de género neutro, y no masculino, como en latín; por eso algunos traductores han optado por el acusativo (montem Dei), y otros por el nominativo (mons Dei). Aunque yo pienso que es mejor el acusativo (in Hermón montem Dei), es decir, en el monte de Dios, llamado Hermón, según el sentido del pasaje más arriba expuesto, según mis posibilidades.
23. [v. 17]. Después de las expresiones: monte de Dios, monte de abundante queso, monte fértil, que nadie se atreva por ello, a comparar al Señor Jesucristo con los demás santos, llamados también montes de Dios: pues esto leemos en un salmo: tu justicia es como los montes de Dios121; y dice en este sentido el Apóstol: Para que nosotros fuéramos justicia de Dios en él (Cristo)122. De estos montes se dice en otro lugar: Tú iluminas admirablemente desde los montes eternos123, dado que a ellos se les ha concedido la vida eterna, y por su medio se ha establecido la suprema autoridad de las santas Escrituras, pero siendo él quien, desde ellos ilumina, y a quien se dice: Tú iluminas. Levanto mis ojos a los montes, de donde me vendrá el auxilio; pero en realidad el auxilio no me vendrá de los mismos montes, sino que el auxilio me vine del Señor que hizo el cielo y la tierra124. Y por ello, uno de estos montes, excelso sobremanera, cuando dijo que había trabajado más que todos ellos, añadió: Pero no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo125. Y para que nadie osara comparar tampoco el monte más hermoso de los hijos de los hombres, con los montes hijos de los hombres126 (ya que no faltaron quienes le llamaron unos Juan Bautista, otros Elías, otros Jeremías o alguno de los Profetas)127, se dirige a ellos el salmo y les dice: ¿Por qué estáis celosos, montes fértiles, del monte que Dios eligió como su morada? ¿Por qué estáis celosos? Como les sucede con la luz, ya que a ellos se les ha dicho: Vosotros sois la luz del mundo128. Pero esto está dicho de otra manera: Él es la luz verdadera que ilumina a todo hombre129; así sucede con ellos, que son montes; pero mucho más grandioso es el monte encumbrado sobre las montañas. Y estos montes, al portar sobre sí a aquel gran monte, son gloriosos. Uno de éstos dijo: Lejos de mí el gloriarme, si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo130; y así, el que se gloría, que no lo haga en sí mismo, sino que se gloríe en el Señor131. ¿Por qué estáis celosos, montes fértiles, del monte que Dios eligió como su morada? No porque en los demás no habite, sino que lo hace gracias a él. Como dice el Apóstol: En él habita toda la plenitud de la divinidad132, y no de una manera sombría, como en el templo construido por el rey Salomón, sino corporalmente, es decir, sólida y realmente. Porque Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo consigo133, dice también el Apóstol. Y sea que tomemos esto como dicho del Padre, puesto que el mismo Cristo dice: El Padre, que está en mí, es quien hace sus obras; yo estoy en el Padre, y el Padre en mí134; ya sea que se entienda: Dios estaba en Cristo, como que el Verbo estaba en el hombre; y, de hecho, el Verbo estaba encarnado de tal manera, que, aun después de hecho carne, sólo se podía decir propiamente de él que se había unido al hombre formando una sola persona en Cristo. Ahora bien, ¿Por qué estáis celosos, montes fértiles, de aquel monte, en el cual a Dios le plugo habitar? Y lo hace de una manera muy diversa a como habita en los otros montes, de los que sospecháis que sea uno de ellos. Porque aunque también ellos son hijos de Dios por la gracia de la adopción, ninguno de ellos es el Unigénito, al cual le haya dicho: Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies135. Porque el Señor habitará hasta el fin; es decir, no hay por qué comparar los otros montes con éste, en que habitará el Señor; él mismo es el monte encumbrado sobre la cima de las montañas; para que los conduzca a ellos hasta el fin, es decir, hasta sí mismo, para que, como Dios que es, sea debidamente contemplado. Porque el fin de la Ley es Cristo, para justificación de todo el que cree136. Dios tuvo a bien habitar en este monte, establecido sobre la cumbre de las montañas, y a él le dice: Éste es mi Hijo amado, en quien me he complacido137. El mismo Señor es este monte, que habitará en los otros montes hasta el fin, en cuyas cimas está encumbrado. Efectivamente, como dice el Apóstol: Hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús138, monte de los montes, como santo de los santos. Así dice él mismo: Yo en ellos y tú en mí139. ¿Por qué, entonces, estáis celosos, montes fértiles, del monte, elegido por Dios para habitar? Pero este Señor, también monte fértil, habitará en él hasta el fin, para que lleguen a ser algo aquéllos a quienes dijo: Sin mí nada podéis hacer140.
24. [v. 18]. Y así se cumple también lo que sigue: Los carros de Dios son miles y miles; son decenas y decenas de millares, según otros intérpretes latinos, (que no han podido traducir con exactitud las cantidades del griego). Se refiere con estos carros a la gran multitud de santos y fieles que llevana Dios en sí mismos, y son como carros de Dios. Permaneciendo en esta multitud y gobernándola, la lleva hasta el fin, como quien lleva a su carro a un lugar ya prefijado. Como dice el Apóstol, el primero va Cristo; a continuación, en su venida, los que son de Cristo; después será el fin141. Esta es la santa Iglesia, constituida por Millares de personas felices. Porque su alegría está en lo que esperan, hasta que sean conducidos al final que ahora esperan con paciencia142. Después de decir: Millares de personas felices, añadió con mucho acierto a continuación: El Señor está en ellos. Que nadie se extrañe de su alegría: El Señor está en ellos. Pues, como dijo el Apóstol: Hay que pasar por muchos sufrimientos para entrar en el reino de Dios143. Pero: El Señor está en ellos. Por eso, aunque parecen estar tristes, están siempre alegres144; y no han llegado todavía al final145, sino que en esperanza están alegres, y pacientes en la tribulación146, porque el Señor está en ellos, en el Sinaí, en el Santuario. En hebreo Sinaí significa "precepto", además de otras cosas; pero en este pasaje creo que es el que más nos interesa. Volviendo a la causa de la alegría de aquellos millares del carro de Dios, dice: El Señor está en ellos en el Sinaí, en el santuario; es decir,el Señor está en ellos por su mandato; y ese mandato es santo, como dice el Apóstol: así que la Ley es santa, y santo el precepto, y justo y bueno147. Pero ¿de qué serviría el precepto, sin la presencia del Señor, de quien se dice: Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, según su benevolencia?148 Porque el recepto, sin la ayuda del Señor, es la letra que mata149. Pues la ley se introdujo para que abundara el delito150. Pero como la plenitud de la ley es el amor151, la ley se cumple por amor, no por temor. Porque el amor ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado152. He ahí la razón por la que están alegres estos millares. Pues cumplen la justicia de la ley, en la medida que son ayudados por el Espíritu de la gracia; puesto que el Señor está en ellos, en el Sinaí, en el santuario.
25. [v. 19]. A continuación, dirigiendo la palabra al Señor, dice el salmo: Ascendiste a las alturas, hiciste cautiva a la cautividad, aceptaste dones entre los hombres. Esto el Apóstol lo recuerda y lo aplica a Cristo el Señor, diciendo: A cada uno de nosotros se nos da la gracia según la medida del don de Cristo; por eso dice: ascendió a las alturas, hizo cautiva a la cautividad, y dio dones a los hombres. El hecho de que subió, ¿qué indica, sino que también bajó a las regiones inferiores de la tierra? El que descendió es el mismo que ascendió sobre todos los cielos, para colmarlo todo153. Porque sin duda a Cristo se le dijo: Ascendiste a las alturas, hiciste cautiva a la cautividad, recibiste dones entre los hombres. No os preocupe que el Apóstol, recordando ahora el mismo testimonio, no diga: Recibiste dones de entre los hombres, sino: Dio dones a los hombres. Él, con su autoridad apostólica, ha querido referirse a que el Hijo es Dios con el Padre. Y según esto, ha dado dones a los hombres, enviándoles el Espíritu Santo, que es el Espíritu del Padre y del hijo. Pero si lo interpretamos refiriéndonos a Cristo en su cuerpo, que es la Iglesia, y por ello sus miembros son santos y fieles suyos, (por lo que se les dice: Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros154, no hay duda de que él recibió dones en los hombres. Cristo ascendió a las alturas, y está sentado a la derecha del Padre155, pero si no estuviera también en la tierra, no habría gritado: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?156 Y habiendo él mismo dicho: Cuanto habéis hecho a uno de estos mis más humildes hermanos, conmigo lo hicisteis157, ¿cómo vamos a dudar que él recibe en sus miembros, los dones que sus miembros reciben?
26. Pero ¿qué significa: Hiciste cautiva a la cautividad? ¿Acaso que venció a la muerte, la cual tenía cautivos a los hombres, en los que reinaba? ¿O llamó tal vez cautividad a los mismos hombres, por estar cautivos bajo el poder del diablo? A este misterio se refiere también el título de aquel salmo: Cuando se iba edificando la casa, después de la cautividad158, es decir, la Iglesia, después de la gentilidad. Llama cautividad a los mismos hombres cautivos, como al decir milicia entendemos a los que militan; pues bien, esa cautividad fue cautivada por Cristo. ¿Por qué no puede haber una cautividad feliz, cuando los hombres pueden ser cautivados para el bien? En este sentido se le dijo a Pedro: Desde ahora serás pescador (cautivador) de hombres159. Son cautivos por ser capturados, y son capturados por ser subyugados; pero sometidos bajo aquel yugo suave de Cristo160, liberados del pecado, de quien eran esclavos, y hechos siervos de la justicia, de la que estaban alejados161. Por eso el mismo Cristo está en ellos, el que dio dones a los hombres, y recibió dones en los hombres. Y por eso mismo, en esta cautividad, en esta servidumbre, en este carro, bajo este yugo no hay millares que lloran, sino millares que se alegran. Porque el Señor está en ellos, en el Sinaí, en el santuario. Con este sentido concuerda otra interpretación, que al Sinaí le da el significado de "medida". De hecho, el Apóstol, hablando de estos dones de alegría espiritual, dice lo que ya antes he recordado: a cada uno de nosotros se nos ha dado la gracia, según la medida del don de Cristo. Y luego continúa con las mismas palabras del salmo: Por lo cual dice: Subió a lo alto, llevó cautiva a la cautividad, dio dones a los hombres, lo que aquí se dice así: recibiste dones en los hombres. ¿Qué hay más concorde que ésta y la otra verdad? ¿Qué más evidente?
27. ¿Y qué es lo después añade? Porque los que no creen habitar ("Etenim qui non credunt inhabitare"); (o ?Etenim no credentes inhabitare?) —como transcriben algunos códices— : Porque los que no creen que habiten. En realidad lo mismo es "los que no creen" ("qui non credunt"), que "los no creyentes" ("non credentes"). No es fácil saber a quiénes se refiere. Parecería que se refiere a lo dicho anteriormente: Has apresado la cautividad, recibiste dones en los hombres, y así añadió: Porque los que no creen habitar, o sea, los que no creen (los no creyentes) que habiten... Y esto ¿qué quiere decir; a quiénes se refiere? ¿Tal vez a aquella primera cautividad, antes de transformarse en cautividad buena, dando a entender que era una cautividad maligna? Porque no creyendo eran poseídos por el enemigo, que obra en los hijos de la incredulidad, entre los cuales, dice el Apóstol, estabais también vosotros en algún tiempo, cuando vivíais entre ellos162. Pero con los dones de su gracia, el que recibió dones en los hombres cautivó esta cautividad. No eran creyentes como para habitar. La fe los liberó de esa situación, como para, hechos ya creyentes, habitar en la casa de Dios, hechos ellos mismos casa de Dios y carro de Dios de los millares que están alegres.
28. [vv. 20—21]. El cantor de todas estas cosas, previéndolas en espíritu, lleno él también de alegría, prorrumpió en un himno, diciendo: Bendito el Señor Dios cada día. Aunque sería mejor decir día tras día, si nos atenemos literalmente al texto griego (heméran kath´eméran). De hecho él realiza día tras día hasta el fin del mundo lo que venimos diciendo: cautiva la cautividad, recibiendo dones en los hombres.
29. Y como él conduce el carro aquel hasta el fin, el salmo prosigue diciendo: Nos hará fácil el camino, el Dios de nuestra salvación, nuestro Dios es un Dios que salva. Se hace resaltar mucho la gracia. ¿Quién se salvaría, si él no nos sanara de nuestros males? Pero para que no le venga a alguien a la mente por qué tenemos que morir, si somos salvados por su gracia, añadió a continuación: Y del Señor es la liberación de la muerte; como diciendo: ¿Por qué te exacerbas, condición humana, porque en el final de tu vida está la muerte? Y el final de tu Señor, no fue otro que por la muerte. Esto más bien es de consuelo que de amargura; pues también el final del Señor fue por la muerte. De hecho estamos salvados en esperanza; y si lo que no vemos lo esperamos, lo esperamos con paciencia163. Soportemos, pues, con paciencia la misma muerte, a ejemplo de aquél que, no siendo deudor de la muerte por pecado alguno, y siendo Señor él de la vida, y que nadie se la podía quitar, sino que fue él quien la entregó libremente, con todo, quiso que el final de su vida terrena fuera la muerte.
30. [v. 22]. Dios quebrantará la cabeza de sus enemigos, el cráneo de los que caminan en sus delitos; es decir, de los que se engríen demasiado, de los que se enorgullecen hasta el sumo de sus propios delitos, por los cuales deberían al menos humillarse y decir: Señor, ten compasión de mí, que soy un pecador. Pero quebrantará sus cabezas, porque el que se exalta será humillado164. Y por eso, aunque el Señor haya sufrido la muerte, no obstante, puesto que es Dios, y murió según la carne por su voluntad, no por necesidad, quebrantará las cabezas de sus enemigos; no sólo la de aquellos que, cuando estaba en la cruz, se mofaban de él, y, meneando la cabeza, decían: Si es Hijo de Dios, que baje de la cruz165, sino también la de todos los que se levantan contra su doctrina, y de los que se ríen de su muerte, como si se tratara la de un puro hombre. Pues el mismo de quien se dijo: A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar, es el Dios de nuestra salvación, el Dios que nos salva166; pero fue para darnos ejemplo de humildad y paciencia, y para, con su sangre, cancelar el documento de la deuda de nuestros pecados, quiso él también morir, y así nosotros no temiéramos esta muerte, sino más bien la otra, de la que él por ésta nos libró. Pero a pesar de ser escarnecido y muerto, quebrantará la cabeza de sus enemigos, de los cuales dice un salmo: resucítame, y les daré su merecido167: bien sea bienes por males, cuando somete a sí las cabezas de los creyentes, o bien el castigo justo por las injusticias, al castigar las cabezas de los soberbios. De uno y otro modo quedan quebrantadas y aplastadas las cabezas de los enemigos, cuando son destronados de su soberbia, o corregidos por la humildad, o arrojados a lo profundo del infierno.
31. [vv. 23—24]. Dijo el señor: Me volveré de Basán ("Ex Basan convertar"), o según el texto de algunos códices: Los haré volver de Basán ("Ex Basan convertam"). Él se vuelve por nosotros, para que seamos salvados, según lo dicho poco antes: Es el Dios de nuestra salvación, el Dios que nos salva168. Y se le dice también en otro lugar: Oh Dios de los ejércitos, vuélvete a nosotros; muéstranos tu rostro y seremos salvados169. Y en otro pasaje de un salmo: Restáuranos, Dios de nuestra salvación170. Y él, a su vez, dice: Los traeré de Basán. Basán significa "confusión". ¿Qué significado tendrá, pues: Los haré volver de la confusión, sino refiriéndose a quien, sintiendo vergüenza de sus pecados, suplica la misericordia de Dios para que le sean perdonados? Como en el caso de aquel publicano, que no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; al mirarse a sí mismo sentía confusión; pero descendió del templo justificado, porque dijo el Señor: Los haré volver de Basán. También Basán significa "sequedad"; y en tal sentido se aplica muy oportunamente a que el Señor hace volver de la sequía, es decir, de la indigencia, de la miseria. Porque quien se cree en la abundancia, cuando en realidad pasa hambre; y se cree sobrado, cuando le falta todo, no se vuelve. Dichosos los que pasan hambre y sed de justicia, porque serán saciados171. De esta sequía es de la que el Señor rescata; y del alma así sedienta brota esta súplica al Señor: Extiendo mis manos hacia ti; mi alma tiene ansia de ti como tierra reseca, sin agua172. No parece, pues, desacertada la lectura de algunos códices: Me volveré de Basán. Se vuelve a nosotros el mismo que dice: Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros173; se entiende si permanecemos en la confusión, y nuestro pecado está siempre ante nosotros174; y si permanecemos en la sequía, que nos hace desear la lluvia copiosa que él hace destilar sobre su heredad, la cual se ha debilitado por la sequía; pero él, volviéndose, la ha perfeccionado, y a él se le dice: Y volviéndote me has devuelto la vida175. Así pues, dijo el Señor: Los haré volver de Basán, los volveré a lo profundo del mar. Si los ha de hacer volver, ¿por qué a lo profundo del mar? Hacia sí mismo hace volver el Señor, cuando esa vuelta es salvífica, y él, por cierto, no está en el fondo del mar. ¿O se trata de una confusión latina, que ha puesto aquí "en lo profundo", en lugar de "profundamente"? De hecho no es él quien se vuelve, sino que convierte a él los que yacen sumergidos en el abismo de este mundo por el peso de los pecados; y por eso uno que se ha convertido, dice: Desde los abismos a ti grito, Señor176. Pero si el texto no es los haré volver, sino yo me volveré a lo profundo del mar, hay que entenderlo como que nuestro Señor dijo que por su misericordia se volvería incluso hasta el fondo del mar, para librar también a los pecadores que estaban sin esperanza alguna. Aunque en una versión griega he encontrado no a lo profundo, sino en las profundidades ("en bythoîs"), lo cual corroboraría la primera interpretación, es decir, que también en esas honduras llama a sí a los que desde esos abismos a él gritan. Y no sería incorrecta la interpretación, si se entiende que es él mismo quien se vuelve a los abismos para librar a los que allí se encuentran. Y así, sea que él los hace volver a sí, o sea que él se vuelve a ellos para librarlos, su pie se teñirá en sangre. Es lo que el Profeta le dice al mismo Señor: Para que tiñas tu pie en sangre; o sea, que los que se convierten a ti, o aquellos a quienes tú te has vuelto para librarlos, aunque estén hundidos por el peso de sus maldades en lo profundo del mar, podrán aprovecharse de tu gracia, porque donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia177. Y así llegarán a ser tus pies entre los miembros de tu cuerpo, para anunciar tu Evangelio, y por tu nombre soportarán un largo martirio, luchando hasta derramar su sangre. Esta es, a mi entender, la interpretación más acertada de la expresión de su pie teñido en sangre.
32. El salmo continúa: La lengua de tus perros, que vienen de tus enemigos por obra suya: llama perros a los mismos que habían de luchar hasta la sangre por la fe del Evangelio: como si ladraran defendiendo a su Señor. No se trata de los perros de los que dice el Apóstol: Guardaos de los perros178, sino de aquéllos que comen las migajas que caen de la mesa de sus señores. Aplicándose esto a sí misma la mujer cananea, mereció oír del Señor Jesús: ¡Oh mujer, qué grande es tu fe! Que se haga como tú quieres179. Son perros dignos de alabanza, no de rechazo; que conservan la fe en su señor, y por defender su casa le ladran a sus enemigos. No dijo solamente de los perros, sino de tus perros; y no se alabaron sus dientes, sino su lengua. De hecho, no fue en vano, ni sin ocultar un gran misterio el que a Gedeón se le ordenó que eligiera únicamente a los que bebiesen el agua del río lamiéndola como los perros, y éstos sólo fueron trescientos de una gran multitud180. En este número está significada la cruz, ya que la letra T (tau) entre los griegos es el signo del número trescientos. De estos perros se dice también en otro salmo: regresarán a la tarde, y pasarán un hambre canina181. Hay algunos perros contra los cuales habla el profeta Isaías, no precisamente por ser perros, sino por no saber ladrar y preferir estar durmiendo182. Con lo cual dejó en claro que si estuvieran vigilantes, y ladrasen defendiendo a su señor, serían perros dignos de alabanza, como se alaban aquéllos de quienes hemos citado que se dijo: La lengua de tus perros. El Profeta, sin embargo, predijo que éstos habían de proceder de entre los enemigos, gracias a aquella conversión de la que se ha hablado más arriba. De ahí lo que dice ese salmo ya citado: Regresarán a la tarde y pasarán un hambre canina. Y como si le preguntásemos de dónde les viene un bien tan grande, al convertirse en perros del dueño de quien antes eran enemigos, responde así: De él mismo. Y es así como leemos: La lengua de tus perros (procedentes) de los enemigos por obra de él. Sí, por el amor de él, por su misericordia, por su gracia. Pues ¿cuándo lo habrían podido conseguir por sí mismos? Así es: cuando éramos todavía enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo183. Esta fue la razón de su muerte, ese final, también para él, del que ya hemos hablado.
33. [v. 25]. Han aparecido tus pasos, oh Dios. Los pasos con los que te has movido por el mundo, como recorriendo en aquel carro toda la tierra, y que en el Evangelio son sus santos y fieles, simbolizados por nubes, cuando dice: Desde ahora veréis al Hijo del hombre venir sobre las nubes184. No se refiere aquí a aquella venida en la que será el juez de vivos y muertos185. Desde ahora, dice, veréis al Hijo del hombre venir sobre Las Nubes. Se han visto estos pasos tuyos, es decir, se han manifestado, al ser revelada la gracia del Nuevo Testamento; por eso se dijo: ¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian el bien!186 Esta gracia y estos pasos estaban ocultos en el Antiguo Testamento. Pero cuando llegó la plenitud de los tiempos, y fue del agrado de Dios revelar a su Hijo, para que fuese anunciado entre las naciones187, se vieron tus pasos, oh Dios; los pasos de mi Dios, del rey que está en el santuario. ¿En qué santuario, sino en su templo? El templo de Dios es santo, dice el Apóstol, y ese templo sois vosotros188.
34. [v. 26]. Para que se viesen estos pasos, precedieron los príncipes junto con los citaristas, en medio de las doncellas que tocaban panderos. Los príncipes son los Apóstoles: ellos vinieron los primeros, para que le siguieran los pueblos: Se adelantaron, anunciando el Nuevo Testamento; junto con los citaristas, y así, con sus obras buenas y visibles, Dios fuera glorificado como con instrumentos de alabanza. Después, en medio de las doncellas que tocan panderos, están los mismos príncipes, es decir, ejerciendo un honorable ministerio; están en medio los ministros en el gobierno de las nuevas iglesias; esto quiere decir las doncellas: alabando a Dios después de haber dominado la carne; es lo que significan los panderos, que se hacen con cuero seco y tenso.
35. [v. 27]. Y para que nadie tome estas palabras en sentido bajo, y le vengan a su mente la idea de unos coros lascivos, dice a continuación: En las asambleas (In ecclesiis) bendecid al Señor; como si dijera: ¿Por qué al oír a las doncellas tocando panderos, pensáis en deleites lascivos? En las iglesias bendecid al Señor. Con esta significación mística se os muestran las iglesias: son como las doncellas ataviadas con la nueva gracia; son iglesias las que tocan panderos, con una resonancia espiritual después de castigar su carne; Por eso: En las iglesias bendecid al Señor Dios, desde las fuentes de Israel. De este grupo eligió primeramente a los que transformaría en fuentes. Y de esas fuentes fueron elegidos los Apóstoles; ellos oyeron los primeros estas palabras: El que beba del agua que yo daré, no tendrá sed nunca más, sino que se convertirá en él en un manantial de agua que brota para la vida eterna189.
36. [v. 28]. Allí está Benjamín, el más pequeño, en éxtasis. Se refiere a Pablo, el último de los Apóstoles, que dice: También yo soy israelita, descendiente de Abrahán, de la tribu de Benjamín190. Y por cierto en éxtasis; siendo la admiración de todos por el gran milagro de su vocación. El éxtasis es una alienación de la mente, que puede suceder, a veces, por un susto; y otras por alguna revelación, que sustrae la mente de los sentidos corporales, para que le llegue al espíritu lo que se le quiere revelar. Así puede ser aquí interpretada la expresión en éxtasis; porque cuando perseguía a la Iglesia, se le dijo desde el cielo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Quedó sin visión en sus ojos corporales, y respondía al Señor, a quien veía en espíritu; pero los que con él estaban le oían responder, pero no veían a nadie que le hablase191. Podemos aquí entender también otro éxtasis, del cual él mismo nos dice que sabía de un hombre que fue arrebatado hasta el tercer cielo, no sabe si en el cuerpo o fuera del cuerpo, pero que fue arrebatado al paraíso, y oyó palabras inefables que el hombre no puede pronunciar192. Los príncipes de Judá, sus caudillos; los príncipes de Zabulón, los príncipes de Neftalí. Llama "príncipes" a los Apóstoles, entre los cuales está el de Benjamín, el más joven, en éxtasis; con cuyas palabras nadie duda que se refiere a Pablo, ni con el nombre de príncipes que quiere significar a los dignatarios de las iglesias y dignos de imitación. Pero ¿qué quieren significar estos nombres de las tribus de Israel? Si hubiera mencionado sólo a Judá, dado que de ella habían procedido los reyes, de la cual procedía también Cristo el Señor, según la carne193, podríamos pensar que estaban allí simbolizados también los príncipes del Nuevo Testamento; pero como añade: los príncipes de Zabulón, los príncipes de Neftalí, puede que alguno piense que los Apóstoles procedían de esas tribus y no de otras. Pero no veo cómo se pueda probar esto. Y como tampoco encuentro cómo refutarlo, y en este pasaje veo cómo se enfatizan los príncipes de las iglesias, y los conductores de quienes en las iglesias bendicen al Señor, mantengo esta interpretación como probable; aunque yo prefiero lo que se manifiesta de la interpretación etimológica de estos nombres. Son nombres hebreos; con este significado: a Judá se le suele interpretar como "confesión"; a Zabulón, "morada de fortaleza"; a Neftalí, "mi amplitud o prolongación". Todos ellos nos sugieren auténticos príncipes de las iglesias, dignos de ser conductores, dignos de imitación, dignos de ser honrados. De hecho, los mártires en las iglesias ocupan el lugar más excelso, y sobresalen por la magnificencia de la dignidad santa. Ahora bien, en el martirio lo primero que se manifiesta es la confesión de la fe, y por ella se recibe la fortaleza para soportar los sufrimientos que le siguen; y luego, después de todos los sufrimientos, terminadas las angustias, se consigue una amplitud en el premio. Pero dado que el Apóstol recomienda principalmente las tres virtudes de la fe, la esperanza y la caridad194, se puede interpretar de esta manera: La confesión está en la fe, la fortaleza en la esperanza, y la amplitud en la caridad. Porque lo propio de la fe es creer con el corazón para conseguir la justificación, y la confesión se hace con la boca, para conseguir la salvación195. Al padecer las tribulaciones, la realidad es triste, aunque la esperanza es fuerte: Pero si esperamos lo que no vemos, esperamos con paciencia196. La amplitud, en cambio, la brinda la difusión de la caridad en nuestro corazón; pues la perfecta caridad elimina el temor197, temor que encierra tormento por las angustias del alma. Así pues, los príncipes de Judá son los conductores de los que bendicen al Señor en las iglesias. Los príncipes de Zabulón, los príncipes de Neptalí: son los de la confesión, de la fortaleza y de la amplitud; príncipes de la fe, de la esperanza y de la caridad.
37. [v. 29]. Despliega, oh Dios, tu fortaleza . Uno es el Señor nuestro, Jesucristo, por quien todo fue hecho, y nosotros por él198, de quien leemos que es la fortaleza y la sabiduría de Dios199. Pero ¿cómo es que Dios despliega a su Cristo, sino realzándolo? Dios realza su amor en nosotros, porque cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros200. ¿Cómo no nos va a dar con él todas las cosas?201 Despliega, oh Dios, tu fortaleza: confirma, oh Dios, lo que has obrado en nosotros. Despliega enseñando, y consolida ayudando.
38. [vv. 30—31]. Desde tu templo en Jerusalén, te ofrecerán presentes los reyes. Desde tu templo en Jerusalén, que es nuestra madre libre202, ya que también ella es tu santo templo; te ofrecerán los reyes presentes. Cualesquiera sean los reyes a que se refiere: ya sea reyes de la tierra, o bien aquéllos que distribuye el Altísimo sobre la paloma plateada, te ofrecerán los reyes sus presentes. ¡Y qué agradables dones; qué sacrificios de alabanza! Pero dado que interrumpen con su estrépito estas alabanzas los que tienen palabras cristianas, y piensan lo contrario, hágase lo que sigue: Reprime las fieras del cañaveral. Son fieras, puesto que ofenden sin entender; y son fieras de las cañas o cálamos, puesto que trastornan por su error el sentido de las Escrituras. Muy oportunamente, por cierto, se designan las Escrituras con la palabra cálamo, caña o pluma, así como con el vocablo "lengua" se significa el modo de hablar, como cuando decimos la lengua hebrea, griega, latina u otra cualquiera, por el efecto que ella produce. En la conversación latina es muy común llamar "estilo" a la escritura, porque el instrumento para escribir se llama "estilo", y "cálamo" cuando se usa el cálamo. El apóstol Pedro dice que los ignorantes e inestables trastocan las Escrituras para su perdición203; estas son las fieras del cañaveral, de las que aquí se dice: Reprime las fieras del cálamo.
39. A ellos se refiere también lo que añade: Al tropel de los toros entre las vacas de los pueblos, para que sean separados los purificados como la plata. Los llama toros por su dura e indómita cerviz204; se refiere a los herejes. Por vacas de los pueblos pienso que han de entenderse las almas fáciles de seducir, porque siguen fácilmente a estos toros. No seducen, no, a todos los pueblos, ya que en ellos hay muchas almas que son firmes y estables. De ellos se escribió: En medio del pueblo firme te alabaré205. Pero en esos pueblos encontrarán algunas vacas. A ello se refiere el Apóstol cuando dice: a ellos pertenecen los que se cuelan por las casas, y cautivan a mujerzuelas cargadas de pecados, zarandeadas por múltiples caprichos, que están siempre aprendiendo, pero no llegan nunca a conocer la verdad206. Y lo que dice el mismo apóstol: Conviene que haya herejías, para que se manifiesten entre vosotros los de probada virtud207, también a ello se refiere lo que sigue: Para que sean separados los que han sido purificados como la plata, es decir, los que se han puesto a prueba con las palabras del Señor. Pues las palabras del Señor son palabras puras, como plata purificada por el fuego de la tierra208. La expresión aquí usada sean separados, quiere decir que se manifiesten, que sobresalgan; es lo mismo que dice el apóstol: que se den a conocer. Como sucede en el arte de la orfebrería, que se les llama "separadores" a los que, de una masa informe, saben dar forma a cada vaso. En las santas Escrituras hay muchos significados que permanecen ocultos, y que son conocidos por unos pocos de notoria inteligencia, y no se declaran fácil y asequiblemente sino cuando se ven obligados a responder a los herejes. Y entonces, hasta los que descuidan el estudio de la doctrina, dejando a un lado la desgana, se desperezan y se sienten movidos a escuchar diligentemente y poder refutar a los adversarios. ¡Cuántos conceptos de las santas Escrituras sobre Cristo—Dios se han puesto en claro en la refutación de Fotino! ¡Y cuántos sobre Cristo—hombre en la refutación de Maniqueo! ¡Cuántos sobre la Trinidad contra Sabelio! ¡Cuántos sobre la unidad de la Trinidad contra los arrianos, eunomianos y macedonianos! ¡Cuántos y cuántos sobre la Iglesia católica, extendida por todo el orbe, y sobre la mezcla de buenos y malos hasta el fin del mundo, y cómo no les perjudica a los buenos el uso de los sacramentos que reciben también los malos, se han aclarado en la disputa con los donatistas, los luciferianos y otros que puede haber y que disienten de la verdad por un error semejante! ¡Y cuántas aclaraciones habrán surgido en la lucha contra los restantes herejes, que sería demasiado largo enumerar, e innecesario en el presente trabajo! Pero los cualificados defensores de estos sentidos bíblicos, o bien habrían quedado totalmente ocultos, o no se habrían manifestado tan claramente como les hicieron manifestarse las contradicciones de los soberbios, a los que, como a toros, es decir, a los no sometidos al yugo pacífico, suave y ligero de la disciplina, recuerda el Apóstol, cuando señala las condiciones del candidato para ser elegido obispo: que sea capaz de exhortar sobre la sana doctrina y refutar a los que la contradigan209. Porque hay muchos que no se someten; éstos son los toros, que por la altivez de su cerviz, no soportan el arado ni los arreos; son charlatanes y embaucadores mentirosos de los espíritus mansos, a los que este salmo ha denominado como vacas. Para este beneficio la divina Providencia permite que los toros se reúnan en medio de las vacas de los pueblos, para que sean separados, es decir, salgan a la luz los que han sido purificados como la plata Por esta razón se permite la existencia de las herejías, para que los probados se hagan manifiestos. No obstante, se podría interpretar así: El tropel de los toros en medio de las vacas de los pueblos, para que de estas vacas sean separados los ya probados como la plata. Porque es esta la intención que tienen los maestros de la herejía: que las almas que ellos traman seducir, aparten sus oídos de aquellos que han sido probados como la plata, es decir los aptos para enseñar las palabras del Señor. En todo caso, sea éste, o sea el primero el verdadero sentido de tal expresión, continúa el salmo: Dispersa las gentes que quieren la guerra. Lo que pretenden no es la corrección, sino la disputa. Y esto es lo que profetiza el salmista: que sean dispersados más bien los que se oponen a corregirse y procuran dispersar la grey de Cristo. Y los llama gentes no por la ascendencia de sus familias, sino por la serie y la naturaleza de las sectas, cuya sucesión confirma su error.
40. [vv. 32—34]. Vendrán embajadores de Egipto; Etiopía extenderá sus manos. Con el nombre de Egipto y Etiopía están significados todos los pueblos que aceptarán la fe, tomando la parte por el todo, y llama embajadores a los predicadores de la reconciliación. Dice el Apóstol: Somos embajadores de parte de Cristo, como si Dios os exhortase por medio de nosotros: en nombre de Cristo os suplicamos que os reconciliéis con Dios210. Y así místicamente se profetizó que los predicadores de la paz cristiana no serían elegidos únicamente de Israel, de donde fueron elegidos los Apóstoles, sino también de las demás naciones. Y al decir: Extenderá (o prevendrá) sus manos, da a entender que prevendrá el castigo por su conversión a él, para que le sean perdonados sus pecados, no suceda que permaneciendo pecadores, sean castigados. Es lo que se dice también en otro salmo: entremos en su presencia con la confesión211. Así como por las manos se simboliza el castigo, así por su presencia se simboliza la manifestación que tendrá lugar en el juicio. Y dado que personificó en Egipto y Etiopía todas las naciones de la tierra, añadió a continuación: Para Dios los reinos de la tierra. No para Sabelio, ni para Arrio, no para Donato, ni para el resto de los toros de dura cerviz, sino: Para Dios los reinos de la tierra.
41. Muchos códices latinos, y más aún los griegos, dividen este último versículo: Para Dios los reinos de la tierra en dos partes, añadiendo ?para Dios? (o "a Dios") al versículo anterior. Con lo cual se deberá leer así: Etiopía extenderá sus manos a Dios, y luego continuar con el versículo siguiente: Reinos de la tierra cantad a Dios, tocad para el Señor. Esta división se basa en muchos códices y en los de mayor autoridad, y me parece que debe ser preferida, y que contiene una recomendación de la fe, que precede a las obras; porque el impío se justifica por la fe, sin el mérito de las buenas obras, como dice el Apóstol: Al que cree en el que justifica al impío, la fe se le imputa como justicia212. Para que después la misma fe comience a obrar por el amor. Y dado que sólo se pueden llamar obras buenas aquellas que se realizan por amor a Dios, es necesario que les preceda la fe, y no que la fe dependa de las obras; puesto que nadie obra por amor de Dios, si antes no cree en Dios. Esta es la fe de la que se dice: En Cristo Jesús nada vale la circuncisión ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor213. Esta es la fe de la que se le dice a la misma Iglesia en el Cantar de los Cantares (según los LXX): ven y pasarás por el inicio de la fe214. Viene como carro de Dios, lleno de miles de personas que festejan, haciendo un gozoso viaje, y pasando de este mundo al Padre215; realizando en ella lo que le dice el mismo Esposo, cuando iba a pasar de este mundo al Padre: Quiero que donde yo estoy, estén también ellos conmigo216. Pero iniciando por la fe. Puesto que para que le sigan las buenas obras, va delante la fe, y no hay obras buenas, sino las que siguen a la fe que precede. Y no parece que tengan otro sentido aquellas palabras: Etiopía adelanta sus manos a Dios, sino el siguiente: Etiopía creerá a Dios. Así pues, adelanta (previene) sus manos a Dios, es decir, sus obras. ¿De quién, sino de la misma Etiopía? En el texto griego no hay confusión, ya que no dice sus (eius) manos, sino las manos de ella, en femenino (autês). Así pues el sentido de la frase Etiopía adelantará sus manos a Dios, es que creyendo en Dios, adelantará sus obras. Porque estoy convencido,dice el Apóstol, que el hombre se justifica por la fe sin las obras de la ley. ¿Acaso Dios lo es sólo de los judíos? ¿No lo es también de los gentiles?217 Por eso entonces, Etiopía, que parece la más lejana de todas las gentes, se justifica por la fe sin las obras de la ley. Y al ser justificada, no se gloría de las obras de la ley; ni antepone a la fe sus propios méritos, sino que con la fe adelanta sus obras. Muchos códices no tienen sus manos, en plural, sino su mano, en singular; lo cual vale lo mismo, porque con este término se significan las obras. (Yo habría preferido que los traductores latinos hubieran transcrito: Etiopía adelantará sus propias manos — (manus suas (jeîras autês)), o su propia mano (manum suam:(jeîra autês)) — a Dios. Quedaría más claro con suas — suam que con el genitivo eius, lo cual en griego sí queda claro:).
42. A partir de aquí, como si ya hubiéramos recorrido por la profecía todos los acontecimientos que contemplamos ya realizados, se nos exhorta a la alabanza de Cristo, y luego se nos anuncia su futura venida. Reinos de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor. Cantad salmos a Dios que asciende sobre el cielo de los cielos a oriente; o según el texto de algunos códices: que asciende sobre el cielo del cielo hacia oriente. No entenderá que estas palabras se refieren a Cristo quien no crea en su resurrección y ascensión. Añadió hacia oriente. ¿No habrá sido para señalar el lugar por donde tuvo lugar la resurrección y la ascensión? Luego sobre el cielo del cielo, (o sea, en el más alto del cielo) está sentado a la derecha del Padre. Esto es lo que dice el Apóstol: Él es el que subió sobre todos los cielos218. ¿Qué más de los cielos quedará, después del cielo del cielo? Nosotros los podremos llamar también cielos de los cielos, como Dios llamó al firmamento cielo. Y al cielo lo llamó cielos, como leemos en un salmo: Y las aguas que están sobre los cielos alaben el nombre del Señor219. Y como de allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, fíjate en lo que sigue: He aquí que emitirá su voz, una voz poderosa. Aquél que como cordero ante el esquilador, no tuvo voz, hará oír su voz220: y no una voz débil, como quien va a ser juzgado, sino una voz poderosa, como quien ha de juzgar. Porque no será un Dios oculto, como en la primera venida, que ante el juicio de los hombres no abrió su boca. Al contrario, vendrá como un Dios manifiesto, nuestro Dios, y no callará221. ¿Por qué perdéis la esperanza, infieles? ¿Por qué os burláis? ¿Por qué dice el siervo malo: Mi señor tarda en llegar?222 He aquí que hará oír su voz, su voz poderosa.
43. [v. 35]. Dad gloria a Dios. Sobre Israel está su grandeza223. De lo cual dice el Apóstol: Sobre el Israel de Dios. Pues no todos los descendientes de Israel son israelitas224; porque hay un Israel según la carne. Por eso dice: Mirad al Israel según la carne225. Pero no todos los hijos según la carne son hijos de Dios. Se consideran descendientes sólo los hijos de la promesa226. Y cuandoel pueblo de Dios se considere libre de la mezcla de los malos, como el trigo de la era, limpiado por el bieldo227, como el Israel en el cual no hay engaño228, entonces será bien evidente la grandeza de Dios sobre Israel y su poder en las nubes. Porque no vendrá al juicio solo, sino que vendrá con los ancianos de su pueblo229; a los cuales prometió que se sentarían sobre tronos para juzgar230, y que juzgarían incluso a los mismos ángeles231. Estas son las nubes.
44. [v. 36]. En fin, para que como nubes no entendieran cualquier otra cosa, añadió: Admirable es Dios en sus santos, el Dios de Israel. Entonces se cumplirá plena y realmente el nombre de Israel, que significa "El que ve a Dios"; porque lo veremos tal cual es232. Él, el Dios bendito, dará fuerza y poder a su pueblo, que ahora es frágil y débil. Tenemos, en efecto, este tesoro en vasos de barro233. Pero entonces, cuando llegue la gloriosa transformación incluso de los cuerpos, Él dará fuerza y poder a su pueblo. Pues este cuerpo que se siembra en debilidad, resucitará con poder234. Él mismo nos dará la fortaleza que ya le dio a su carne, de la dice el Apóstol: El poder de su resurrección235. Un poder por el cual será destruida la muerte enemiga236.
Y puesto que por fin, con la ayuda de Dios hemos terminado este salmo, bien largo, y a veces difícil de entender, ¡bendito sea Dios. Amén!