SALMO 64

COMENTARIO

Traductor: P. Miguel Fuertes Lanero O.S.A.

Sermón al pueblo

1. [v. 1]. En el título de este salmo debemos reconocer la voz de una santa profecía. Así reza el título: Hasta el fin, cántico de Jeremías y de Ezequiel, miembros del pueblo exiliado, cuando comenzaba el regreso. No es de todos conocido cómo se realizaron los hechos de la transmigración de Babilonia en nuestros antepasados. Sólo para aquellos que conocen en profundidad las santas Escrituras, sea leyéndolas, sea oyéndolas. En efecto, el pueblo de Israel fue apresado y llevado cautivo en servidumbre de Jerusalén a Babilonia1. Pero el santo Jeremías había profetizado que pasados setenta años, el pueblo volvería de la cautividad, y reconstruiría de nuevo la misma ciudad de Jerusalén que él había llorado arrasada por sus enemigos2. En el tiempo aquel de la cautividad del pueblo establecido en Babilonia, hubo algunos profetas, entre los que estaba también el profeta Ezequiel. El pueblo estaba esperando que se cumpliese el período de los setenta años, de acuerdo con la profecía de Jeremías. Por fin se cumplieron y el templo, que había sido arrasado, fue reconstruido, y una gran parte de aquel pueblo regresó de la cautividad. Pero, como dice el Apóstol, estos sucesos les acontecían a ellos figurativamente; fueron consignados por escrito mirando a nosotros, que nos ha tocado vivir el final de los tiempos3. Debemos conocer primero nosotros nuestra cautividad, para saber después cuál es nuestra liberación; debemos conocer la Babilonia en que estamos cautivos, y la Jerusalén por cuyo regreso suspiramos. Estas dos ciudades, leídas literalmente, son realmente dos ciudades. Sólo que la Jerusalén de entonces, ahora los judíos no la habitan. En efecto, después que el Señor fue crucificado, sufrieron un severo castigo, y fueron arrancados de aquel lugar donde se ensañaron furiosos con una impía libertad contra su médico; quedaron dispersados entre todas las gentes, y aquella tierra fue dada a los cristianos; así se cumplió lo que les había dicho el Señor: Por eso se os quitará a vosotros el reino, y se le dará a un pueblo que practique la justicia4. No olvidemos que cuando veían las grandes multitudes que iban en pos del Señor, que predicaba el reino de los cielos y hacía milagros, se dijeron los príncipes de aquella ciudad: Si lo dejamos, todos irán tras él, y vendrán los Romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación5. Para no perder el templo, mataron al Señor; y precisamente lo perdieron porque lo mataron. Y aquella ciudad terrena llevaba en sí misma la sombra y la figura de la otra ciudad, la eterna en los cielos. Y cuando comenzó a predicarse con toda evidencia la realidad que llevaba oculta la Jerusalén terrena, fue destruida la sombra que significaba. Y ahora ya no hay allí templo alguno, porque lo que se construyó era imagen del futuro cuerpo del Señor. Por eso, cuando ya nos llegó la luz, la tiniebla desapareció. No obstante, estamos todavía en una cierta cautividad: Mientras estemos habitando en este cuerpo,—nos dice Pablo— estamos desterrados, lejos del Señor6.

2. [v. 2]. Fijaos en los nombres de estas dos ciudades: Babilonia y Jerusalén. Babilonia significa "confusión", y Jerusalén "visión de paz". Poned ahora vuestra atención en la "Ciudad de la confusión" para que entendáis la "Visión de la paz". Soportad ésta y suspirad por la otra. ¿Cómo pueden reconocerse estas dos ciudades? ¿Podremos ahora separar una de la otra? No, están mezcladas una con la otra, Lo están desde el principio de la humanidad, y lo estarán hasta el fin del mundo. Jerusalén comenzó con Abel, y Babilonia con Caín, aunque los edificios se levantaron más tarde. De hecho Jerusalén fue construida en tierra de los jebuseos, y por eso en un principio se la llamaba Jebús7. De allí fueron expulsados los jebuseos, cuando la liberación de Egipto del pueblo de Dios, y la introducción en la tierra prometida. Babilonia, en cambio, fue edificada en medio de los pueblos de la región de Persia, y por largo tiempo fue capital de las demás naciones. Ahora bien, estas dos ciudades fueron fundadas en épocas determinadas, como figura de las otras dos ciudades, iniciadas en otros tiempos, y que han de permanecer en este mundo hasta el fin de los tiempos, cuando serán separadas.¿Cómo podemos conocer actualmente que están mezcladas? Nos lo mostrará claramente el Señor entonces, cuando ponga unos a su derecha y los otros a su izquierda. Jerusalén estará a la derecha, y Babilonia a la izquierda. Jerusalén oirá: Venid, benditos de mi Padre; recibid el reino que os está preparado desde la creación del mundo Babilonia, en cambio, tendrá que oír: Id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles8. Podré, no obstante, en cuanto Dios me lo permita, daros alguna señal para distinguir incluso en este tiempo a los fieles, ciudadanos de Jerusalén, de los ciudadanos de Babilonia. A estas dos ciudades las construyen dos amores: a Jerusalén la construye el amor a Dios y a Babilonia el amor al mundo. Que se pregunte cada uno qué es lo que ama y tendrá la respuesta de cuál es su ciudad. Si descubre que es ciudadano de Babilonia, elimine de sí la codicia y siembre la caridad. Y si se encuentra ser ciudadano de Jerusalén, soporte esta cautividad y espere la libertad. Muchos ciudadanos de la santa madre Jerusalén, enredados en las malas inclinaciones de Babilonia, se habían pervertido y por estas pasiones depravadas, se habían hecho sus ciudadanos. Muchos de ellos permanecen aún ahí atrapados, y muchos otros que nos han de suceder en la tierra, allí seguirán también. Pero el Señor, fundador de Jerusalén, conoce cuáles son sus ciudadanos, por él predestinados, y que están bajo el dominio del diablo, pero que han de ser redimidos por la sangre de Cristo. Los ha conocido antes que ellos se dieran cuenta. Bajo esta figura se canta este salmo, en cuyo título se citan también dos profetas, Jeremías y Ezequiel, que estaban cautivos en aquel entonces, y que entonaban algunos cantos cuando comenzaban el fin del exilio. Comienza a salir el que comienza a amar. Muchos salen ocultamente, y los pasos de su salida son los afectos del corazón; pero lo importante es que salen de Babilonia. ¿Qué es "salir de Babilonia"? Salir de la confusión. ¿Cómo se sale de esta confusión que es Babilonia? Quienes primeramente estaban confundidos y mezclados con idénticos deseos, comienzan a distinguirse por la caridad. Ya se distinguen, ya no están mezclados. Y aunque lo estén corporalmente, se distinguen por sus santos deseos; por la mezcla corporal no han salido todavía; pero ya han comenzado a salir por el afecto de su corazón. Escuchemos, pues, hermanos, escuchemos y cantemos, poniendo el deseo en la ciudad a la que queremos pertenecer. ¿Y cuáles serán las alegrías que se nos cantan? ¿Cómo podrá renacer en nosotros el amor por nuestra ciudad, de la que nos habíamos olvidado, después de una tan larga ausencia? Por esto precisamente nuestro Padre nos ha enviado cartas: Dios nos ha ofrecido las Escrituras, a ver si con esas cartas lograba en nosotros suscitar el deseo de volver; porque con el afecto a nuestro destierro, habíamos vuelto el rostro a nuestros enemigos y la espalda a nuestra patria. ¿Y qué es lo que aquí se canta?

3. [v. 2]. ¡Oh Dios, tú mereces un himno en Sión. Aquella nuestra patria es también Sión. Jerusalén y Sión son la misma. Y debéis conocer el significado de este nombre. Como Jerusalén significa "visión de paz", Sión significa "especulación" o sea, visión y contemplación. No sé qué gran espectáculo se nos promete: el mismo Dios, que fundó la ciudad. ¡Oh ciudad, bella y esplendorosa, cuyo fundador es aún más bello! Se te deben cantar a ti. No sé qué gran espectáculo se nos promete. Será el mismo Dios, que fundó la ciudad. ¡Oh ciudad, bella y esplendorosa, cuyo, cuyo fundador es aún más bello! Se te deben cantar a ti, ¡Oh Dios!, himnos, dice. Pero ¿dónde? En Sión: no convine que sea Babilonia. Porque cuando uno comienza a renovarse, ya su corazón canta en Jerusalén, como dice el Apóstol: Nuestra ciudadanía está en los cielos9. Y aunque vamos caminando según la carne, nuestra lucha no es según la carne10. Con el deseo ya estamos allá, ya hemos lanzado como un áncora nuestra esperanza en aquella tierra, no sea que zozobrando naufraguemos en este mar. Así como decimos con verdad que una nave ya ha llegado a tierra cuando tiene sus áncoras fijas en el fondo del mar, y aunque fluctúe por los vientos y las tempestades, está segura contra ellos, así también nosotros, echada en Jerusalén el áncora de nuestra esperanza, estamos ya en ella, para no naufragar ni ser lanzados contra los escollos por las turbulencias de las tentaciones de este mar de nuestro destierro. Por eso, el que canta según esta esperanza, ya canta en el puerto. Que cante, pues, y diga: Oh Dios, tú mereces un himno en Sión, en Sión, sí, no en Babilonia. Pero ¿no se encuentra todavía en Babilonia? Sí, aquí estoy, dice este ciudadano, este amante. Aquí estoy corporalmente, pero no con el corazón. Y al decir como estas dos cosas: que estoy con el cuerpo, pero no con el corazón, dice también: cuando canto, no canto allí, con mi voz corporal, sino que canto con mi corazón. Canta mi voz corporal, y la oyen también los de Babilonia; pero la voz del corazón la oye sólo el que fundó Jerusalén. De ahí que el Apóstol, exhorta a sus ciudadanos a cantar himnos de amor y a suspirar con deseos de volver a aquella hermosísima ciudad. Les dice: Expresaos de corazón con cánticos y salmos ante el Señor11, ¿Qué quiere decir de corazón? Que no lo hagáis como ciudadanos de Babilonia, sino como quien se siente habitando ya en la Jerusalén celeste. Luego: Tú mereces, oh Dios, un himno en Sión. Lo mereces en Sión, no en Babilonia. Los ciudadanos de esta ciudad, aunque canten un himno a Dios, no lo hacen como conviene. Escucha la voz de la Escritura: No queda bien la alabanza en boca del malvado12. Tú mereces, oh Dios, un himno en Sión.

4. Y a ti se te cumplen los votos en Jerusalén. Aquí hacemos promesas, y bien está que allí las cumplamos. ¿Y quiénes son los que hacen aquí promesas y después no las cumplen? Los que no perseveran en sus propósitos hasta el fin. Por eso dice otro salmo: Haced votos al Señor y cumplidlos13. Y a ti se te han de cumplir los votos en Jerusalén. Allí estaremos íntegros en la resurrección de los justos; allí serán cumplidas nuestras promesas del todo; no sólo el alma, sino también el cuerpo, pero no ya más corruptible, porque ya no pertenece a Babilonia; será transformado en un cuerpo celeste. Mirad cómo nos habla el Apóstol de lo que se nos ha prometido: Todos resucitaremos, pero no todos seremos transformados. Él mismo nos dice quiénes experimentarán esta transformación: En un abrir y cerrar de ojos, al son de la trompeta final. Porque sonará la trompeta y los muertos resucitarán incorruptos, es decir, íntegros. También seremos nosotros transformados. Pero dice a continuación cómo será esta transformación: Porque esto corruptible tiene que vestirse de incorrupción, y esto mortal tiene que vestirse de inmortalidad. Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: La muerte ha sido trasformada en victoria. ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?14 Ahora, al iniciarse en nuestras mentes las primicias de esta transformación, que nos hace suspirar por la eterna Jerusalén, quedan, no obstante, muchas codicias, surgidas de la carne corruptible, que luchan contra nosotros, y desaparecerán cuando la muerte haya sido absorbida por la victoria. Reinará la paz y ya no habrá más guerra. Cuado triunfe la paz, triunfará aquella ciudad que se llama Visión de Paz. No habrá ya ningún hostigamiento de parte de la muerte. ¡Cuánto tenemos que luchar ahora contra la muerte! De ella brotan los deleites carnales, que nos sugieren tantas cosas no lícitas. No las consentimos, y precisamente de ahí vine la lucha. En un principio, de hecho, la apetencia carnal era nuestra meta, y la seguíamos. Luego al oponernos, nos arrastraba. Más tarde, al recibir la gracia, ha cesado de arrastrarnos y de guiarnos la concupiscencia. Pero persiste su lucha contra nosotros. Después de la lucha vendrá la victoria. De momento, mientras tanto, aunque te cause agresiones, que no te venza. Por fin, cuando la muerte haya sido absorbida por la victoria, dejará ya de luchar. ¿Qué hemos dicho? Como último enemigo será destruida la muerte15. Cumpliré mi voto. ¿Qué voto? Algo así como un holocausto. Se llama holocausto cuando todo queda consumido por el fuego. Un holocausto es el sacrificio en el que todo se quema; hólon en griego quiere decir todo completo, y kausis esquema, consumición por el fuego. Holocausto es todo quemado. Que nos consuma por completo el fuego, el fuego divino de Jerusalén. Comencemos a arder con el fuego de la caridad, hasta que quede consumido todo lo que tenemos de mortal, y todo lo que nos es enemigo que vaya a la hoguera como sacrificio al Señor. Por eso se dice en otro salmo: Por tu bondad sé benévolo con Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén. Entonces aceptarás los sacrificios rituales, las ofrendas y los holocaustos16. ¡Oh Dios!, tú mereces un himno en Sión, y a ti se te cumplirá la promesa en Jerusalén. Nos surge aquí la duda de si no se estará en esta frase aludiendo a nuestro Señor y Salvador Jesucristo: sigamos cantando hasta que lleguen palabras más claras. Podría ya afirmar que es él a quien se dice: Oh Dios, tú mereces un himno en Sión; y a ti se te cumplirá el voto en Jerusalén. Pero si lo dijera, se me daría crédito a mí más bien que a la Escritura. Y tal vez no se me creería.Escuchemos lo que sigue.

5. [v. 3]. Así dice: Escucha mi oración; a ti acudirá toda carne17. Y sabemos también que el Señor dice que le ha sido dado poder sobre toda carne. Parece que empieza a aclararse que es él el Rey a quien se dice: A ti acudirá toda carne. A ti, dice, acudirá toda carne. ¿Por qué toda carne vendrá a él? Por que él ha asumido la carne. ¿Adónde vendrá toda carne? Él tomó las primicias de la carne del seno de la Virgen, y una vez tomadas las primicias, vendrá el resto, para completar el holocausto. ¿Y por qué se dice toda carne? Para significar "todo hombre". ¿Y cómo hay que entender "todo hombre"? ¿Está, por ventura, profetizado que todos han de creer en Cristo? ¿No hay también muchos impíos que se condenarán? ¿No hay también muchos incrédulos, que mueren cada día en su infidelidad? ¿Cómo deberemos, pues, entender: A ti acudirá toda carne? Dice toda carne significando toda clase de hombres. A ti vendrán hombres de todas las categorías. ¿Acudieron, acaso a él sólo los pobres, y no también los ricos? ¿Los plebeyos, y no también los nobles? ¿Los ignorantes y no los letrados? ¿Tal vez los hombres y no las mujeres? ¿Quizá los señores y no los siervos? ¿Los ancianos y no los jóvenes? ¿O vinieron a él los jóvenes y no los adolescentes? ¿O los adolescentes y no los niños? ¿O vinieron los niños y no fueron llevados los infantes? Finalmente, ¿acaso acudieron los judíos (judíos eran los Apóstoles, y también muchos miles que primero lo traicionaron y luego se hicieron creyentes) y no vinieron también los griegos? ¿O los griegos sí y los romanos no? ¿Y sí vinieron los romanos y no los bárbaros? ¿Quién podrá enumerar todas las gentes que acudieron a aquél a quien se dijo: A ti vendrá toda carne? Escucha mi oración; a ti acudirá toda carne.

6. [v. 4]. Se nos han venido encima las palabras de los impíos, y tú perdonarás nuestros delitos. ¿Qué significa todo esto? El haber nacido en esta tierra, nos ha hecho encontrar a gente perversa, cuyas conversaciones hemos oído. Podría explicar lo que siento: ¡ayúdeme la atención de vuestra Caridad! Todo hombre dondequiera que nace aprende la lengua de esa su tierra, de su región de su ciudad, y queda imbuido de sus costumbres y de su vida. ¿Cómo hacer para que un niño, nacido entre paganos no dé culto a una piedra, cuando eso se lo transmitieron sus padres? De ellos oyó las primeras palabras, y ese error lo mamó con la leche materna. Como los que le hablaban eran mayores, y él, que iba aprendiendo a hablar era un infante, ¿qué podía hacer una criatura, sino seguir la autoridad de los mayores, y tener como bueno para sí lo que ellos alababan? Pero, pasado el tiempo, esos gentiles se convirtieron a Cristo, y al recordar las impiedades y sacrilegios de sus antepasados, andaban diciendo lo mismo que ya decía el mismo profeta Jeremías: Realmente nuestros padres han dado culto a la mentira, a la vanidad, que no les ha servido de nada18. Al decir eso, rechazan ya las opiniones y sacrilegios de sus padres impíos. Pero esas actitudes sacrílegas les quedaron grabadas por la insistencia de aquellos que, cuanto mayores eran en edad, con tanta más autoridad se consideraban sus recomendaciones. Y cuando se deseaba volver de Babilonia a Jerusalén, dice: Se nos han venido encima las palabras de los impíos. Nos han educado enseñándonos cosas malas; nos han hecho ciudadanos de Babilonia; hemos abandonado al Creador y adorado la criatura; hemos abandonado al que nos ha hecho a nosotros, y hemos adorado lo que nosotros mismos hicimos. Sí, las palabras de los impíos se nos han venido encima, pero no nos han aplastado. ¿Por qué? Tú perdonarás nuestras maldades. Ponga atención vuestra Caridad. Tú serás indulgente con nuestras impiedades. Estas palabras sólo se pueden referir a un sacerdote que hace alguna ofrenda como propiciación y expiación de tales impiedades. Decimos ser indulgente con la impiedad, cuando Dios se compadece de ella. ¿Y qué es hacerse Dios indulgente o propicio con la impiedad, es decir, que la olvida y le concede el perdón? Pero para conseguir el perdón de Dios, se hace algún sacrificio propiciatorio. El Señor Dios envió a un sacerdote nuestro. Asumió de nosotros lo que había de ofrecer al Señor. A eso le decimos que asumió del seno de la Virgen las primicias santas de la carne. Este fue el holocausto que ofreció a Dios: extendió sus manos en la cruz para decir: Suba mi oración como incienso en tu presencia; el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde19. Como ya sabéis, el Señor pendió de la cruz en la tarde20; y así fueron perdonadas nuestras impiedades. De no ser así, ellas nos habrían consumido a nosotros. Las palabras de los impíos se nos habían venido encima; nos habían guiado los predicadores de Júpiter, de Saturno y de Mercurio: Las palabras de los malvados se nos habían venido encima. Y tú ¿qué harás? Tú serás indulgente con nuestras impiedades. Tú eres el sacerdote, tú la víctima, tú el oferente y tú la víctima ofrecida. Él es el sacerdote que ahora ha pasado al otro lado del velo, sólo él entre todos los que han asumido la carne, y que interpela por nosotros21. Esta realidad estaba prefigurada en aquel primer pueblo, en aquel primer templo, en el que un único sacerdote entraba en el Sancta sanctorum, mientras todo el pueblo se quedaba fuera22; y aquel único que entraba tras la cortina ofrecía el sacrificio por el pueblo que esperaba fuera. Si esto se entiende bien, el espíritu vivifica; y si no se entiende, la letra mata. Cuando hoy se ha leído el Apóstol, habéis oído: La letra mata, pero el espíritu da vida23. Los judíos no entendieron lo que se estaba realizando en aquel pueblo, y ni ahora tampoco lo entienden. De ellos así se dijo: Cuando se lee a Moisés, un velo cae sobre sus corazones24. Ahí el velo es una alegoría; pero se quitará la alegoría, y se manifestará la verdad en ellos mismos. Y ¿cuándo se quitará el velo? Escucha al Apóstol: Pero cuando te pases al Señor, se quitará el velo25. Luego mientras no se conviertan al Señor, cuando leen a Moisés tendrán el velo sobre su corazón. El rostro de Moisés brillaba entonces significando este misterio, y hasta tal punto, que los hijos de Israel no podían mirarlo26 (lo habéis oído hace un momento cando se leyó). Y el velo estaba entre el rostro de Moisés que hablaba, y el pueblo que escuchaba sus palabras. Las oían a través del velo, pero su rostro no lo veían. ¿Y qué dice el Apóstol? Que tan fuerte era su resplandor, que no podían ver su rostro. Y añade: Y no lo podrán ver hasta el fin27. ¿Qué quiere decir hasta el fin? Hasta que logren comprender a Cristo. Dice, por cierto, el Apóstol: El fin de la Ley es Cristo, para justificación de todo el que cree28. Ese resplandor de la cara de Moisés es como el de un rostro carnal y mortal;¿ Y podrá ese rostro carnal ser inmortal y eterno? Le llegará, sin duda, la muerte, y entonces desaparecerá. El resplandor de gloria que es eterno es el nuestro bienaventurado Señor Jesucristo. Aquel esplendor de Moisés era una figura significativa. Éste, en cambio, es la verdad, significada por aquella figura. Por eso leen los libros sagrados, y no comprenden a Cristo; no extenderán la atención hasta el final porque el velo que tienen puesto les impide ver el resplandor interior. Tú, no obstante, descubre ahí, bajo el velo, a Cristo. Dice Jesucristo mismo, nuestro Señor: Si creyerais a Moisés, me creeríais también a mí, porque de mí escribió él29. En cuanto a nosotros, una vez perdonados nuestros pecados y nuestras impiedades por aquel sacrificio vespertino, pasamos al Señor y se corre el velo; por eso cuando fue crucificado el Señor, el velo del templo se rasgó30. Escucha mi oración; a ti vendrá toda carne. Las palabras de los malvados se nos echaron encima; y tú serás indulgente con nuestras iniquidades.

7. [vv. 5—6]. Dichoso el que tú elegiste y has invitado. ¿Quién es elegido e invitado por él? ¿Fue alguien invitado por nuestro Salvador Jesucristo? ¿O acaso él, en cuanto hombre, según la carne, fue elegido e invitado? Podríamos entender que de la Palabra de Dios, se dice que existía desde el principio, como dice el Evangelista: En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios; porque ella misma, la Palabra de Dios, es el Hijo de Dios, de quien también se dice: Todo se hizo por ella, y sin ella nada se hizo31. Y así, se le puede decir al Hijo de Dios, una vez que se encarnó, que él es nuestro sacerdote, y que a él se refieren las palabras del salmo: Dichoso el que tú elegiste y has invitado: es decir, ese hombre de que te has revestido, y que comenzó en el tiempo, nació de una mujer, que de algún modo es el templo de aquel que es eterno por siempre, y que fue eterno. ¿O es que Cristo se encarnó en algún bienaventurado, sin decirlo en plural, sino en singular? Porque si Cristo asumió a uno, es porque asumió la unidad.Y los que permanecen en la unidad con Cristo, siendo miembros suyos, forman de algún modo un solo hombre, del que dice el Apóstol: Hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la plena madurez de Cristo32. Así pues es asumido un solo varón, que le corresponde a Cristo como cabeza, ya que la cabeza del varón es Cristo33. No asume los cismas, no asume las herejías; ellas, por sí mismas se han convertido en multitud. No son ellas el uno que Cristo asumió. Los que permanecen en la unión con Cristo son sus miembros. Él es aquél de quien dice el salmo primero: Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos34, etcétera. Ése es el que ha sido invitado. No está fuera de nosotros, ya que somos miembros suyos, y nos rige una sola cabeza; vivimos todos de un mismo espíritu, y todos anhelamos la única patria. Veamos, pues, si lo que se dice a Cristo, se refiere a nosotros, y se dice también de nosotros; preguntemos a nuestra conciencia, examinemos el grado de nuestro amor; y si todavía es pequeño, recién nacido, (puede ser que en alguien ahora mismo haya brotado) ponga cuidado en arrancar las espinas de alrededor, me refiero a los cuidados mundanos, no sea que crezcan y ahoguen el santo germen. Dichoso el que tú elegiste y has invitado. Estemos en él y seremos invitados; estemos en él y seremos elegidos.

8. ¿Y qué será lo que nos da? Habitará en tus atrios. Aquella Jerusalén a la que cantan los que van comenzando a salir de Babilonia. Habitará en tus atrios. Nos saciaremos de los bienes de tu casa. ¿Cuáles son los bienes de la casa de Dios? Pensemos, hermanos, en la casa de algún rico; ¡de cuántos bienes no está repleta, qué abundancia se ve en ella! Por todas partes se ven vasos, aquí de oro y allí de plata; qué abundancia de servidumbre, de jumentos y de otros animales; y la misma casa qué atractiva resulta con numerosas pinturas, con los artesonados, los mármoles, las columnas, los salones, las habitaciones. Todo esto se nos hace a nosotros atractivo mientras estemos en la confusión de Babilonia. Echa fuera todos estos deseos, oh ciudadano de Jerusalén. ¡Échalos fuera! Si pretendes regresar, no te complazcas en la cautividad. Has comenzado ya a salir: no mires atrás, no te detengas en el camino. No faltarán aún enemigos que te han de convencer para que sigas en la cautividad y en el destierro; que no se te echen encima las palabras de los malvados. Desea la casa de Dios y los bienes que hay en ella; pero no los bienes como los que sueles desear para tu casa, o los bienes de tu vecino, o los que tiene en casa tu patrón. Bien distintas son las riquezas de la casa de Dios. ¿Será necesario que nos detengamos en enumerar los bienes de aquella casa? Que nos lo diga el cantor que sale de Babilonia: Nos saciaremos, dice, de los bienes de tu casa. ¿Cuáles son estos bienes? Quizá habíamos dirigido nuestro corazón hacia el oro, la plata y demás cosas preciosas: no, no busques riquezas de esta clase: rebajan, no elevan. Meditemos ahora sobre los bienes de aquella Jerusalén, de aquella casa del Señor, de los bienes del templo del Señor. Seremos colmados de los bienes de tu casa; tu santo templo es admirable por su justicia. Estos son los bienes de su casa. No dijo: Tu santo templo, admirable por sus columnas, admirable por sus mármoles, por sus techos dorados; dijo más bien: admirable por su justicia. Los ojos para ver los mármoles y el oro los tienes fuera. Y el ojo para contemplar la hermosura de la justicia lo tienes en tu interior. Sí, repito, está dentro el ojo que contempla la hermosura de la justicia. Si la justicia no tiene ninguna hermosura, ¿cómo es que a un viejo que es justo se le ama? ¿qué ofrece en su cuerpo que deleite a los ojos? Sus miembros encorvados, su frente arrugada, canosa su cabeza; lleno de debilidades y dolores, que le hacen estarse quejando constantemente. Pero quizá si tus ojos no se deleitan en este anciano decrépito, sí se deleiten tus oídos. ¿Con qué voces? ¿con qué cantos? Aunque de joven haya cantado bien, con la edad todo se vino abajo. ¿O es que a tus oídos le gusta escuchar el sonido de sus palabras, que apenas pronuncia bien, falto como está de su dentadura? Sin embargo si se trata de un hombre justo, que no ambiciona lo ajeno, y que ayuda a los pobres con lo que tiene; si da buenos consejos, si su sabiduría es sana, si tiene una fe íntegra, si está dispuesto a entregar sus miembros gastados en defensa de las verdadera fe (sabemos que hay muchos mártires ancianos), ¿cómo es que le amamos? ¿qué vemos de bueno en él con nuestros ojos corporales? Nada. En realidad existe una belleza de la justicia, que la vemos con los ojos del corazón, que la vemos y nos entusiasmamos. Muchos hombres fueron los que la admiraron en esos mártires, cuando las bestias desgarraban sus miembros. Su sangre lo manchaba todo y sus vísceras llegaban a derramarse con las mordeduras de las fieras. El espectáculo que veían sus ojos ¿no era únicamente para horrorizarse? ¿qué había allí, en aquella fealdad, digno de admiración y amor, sino la integridad de la hermosura de la justicia? He aquí los bienes de la casa de Dios; prepárate para ser saciado con éstos. Pero para que cuando llegues te sientas saciado por ellos, te conviene que mientras estás en el destierro, sientas hambre y sed de ellos. De esto debes sentir sed, de esto hambre, porque estos serán los bienes de la casa de Dios. Escucha a aquel rey a quien se dicen estas cosas, y que vino a encaminarte, y se hizo por ti camino35. ¿Qué es lo que dice? Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados36. Tu santo templo es admirable por la justicia. Y este templo, hermanos, no lo penséis fuera de vosotros. Amad la justicia y ya sois vosotros el templo de Dios.

9. Escúchanos, Dios, salvador nuestro. Está claro ahora que se dirige a Dios. El Salvador propiamente es el Señor Jesucristo. Se aclara ahora con más nitidez lo que antes había dicho: A ti acudirá toda carne. Escúchanos, Dios, salvador nuestro. Ese único varón que es elegido para el templo de Dios, son muchos y es uno solo. Dijo refiriéndose a una persona: Escucha, oh Dios, mi oración37; y puesto que ese uno consta de muchos, dice ahora: Escúchanos, Dios, salvador nuestro. Fíjate cómo ya se lo declara abiertamente: Escúchanos, Dios, salvador nuestro, esperanza de todos los confines de la tierra y de los mares lejanos. Por esta razón se dijo: A ti vendrá toda carne. Se irá a él de todas partes. Esperanza de todos los confines de la tierra: no esperanza de un solo ángulo, no esperanza sólo de Judea, no esperanza sólo de África, no de Hungría o Austria, no esperanza de Oriente o de Occidente, sino esperanza de todos los confines de la tierra y del océano remoto: de los mismos confines de la tierra. Y de lejos en el mar; y si en el mar, por eso es lejos. Al mar se lo cita como imagen de este mundo, amargo como el agua salada, turbulento y tempestuoso, donde los hombres, perversos y depravados por sus ambiciones, se han vuelto como los peces que se devoran mutuamente. Fijaos en la maldad del mar, en el mar amargo, cruel con sus turbulencias; no perdáis de vista qué clase de hombres lo llenan. ¿Quién desea la herencia ajena, sino mediante la muerte de su dueño? ¿Quién no desea el lucro, sino con perjuicio de un tercero? ¡Cuántos hay que quieren engrandecerse con la caída de su prójimo! ¡Cuántos están deseando que otros vendan sus posesiones, para comprarlas ellos! ¡Cómo se oprimen mutuamente, y si pueden se devoran! Pero una vez que el pez chico ha sido devorado por alguno mayor, él mismo será devorado por otro más grande. Oh pez malvado, que buscas tú presa en el pequeño: te convertirás en presa de uno más grande. Esto sucede a diario, ahí está ante nuestra presencia. Al ver eso rechacémoslo, no lo realicemos, hermanos, porque la esperanza es aquél de los confines de la tierra. Si no fuese él la esperanza de los lejanos mares, no habría dicho a sus discípulos: Os haré pescadores de hombres38. Ya nosotros, que hemos sido pescados en las redes de la fe, alegrémonos de estar nadando todavía dentro de las redes; puesto que todavía el mar se enfurece con sus oleajes, pero las redes que nos han capturado, nos llevarán a la orilla. Y ahí es el fin del mar; es decir, la llegada al fin del mundo. Mientras tanto, hermanos, vivamos bien dentro de las redes: no se nos ocurra romperlas para salir fuera. Muchos hubo que rompieron las redes, creando los cismas, y salieron fuera; dijeron que no estaban dispuestos a soportar dentro de las redes a los peces malos. Y así se hicieron ellos peores que los malos que dijeron no estar dispuestos a tolerar. Porque aquellas redes capturaron peces buenos y malos. Así lo dice el Señor: El reino de los cielos es como una red lanzada al mar, que reúne peces de todas clases; y cuando ya se ha llenado la sacan a la orilla, y sentados echan en cestos a los buenos y tiran fuera a los malos; así será, dice, al fin del mundo. Muestra el litoral, muestra el fin del mar. Vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, y los echarán al horno de fuego: allí será el llanto y el rechinar de dientes39. Ánimo, ciudadanos de Jerusalén, que estáis dentro de la red y sois buenos: tolerad a los malos; no rompáis la red; convivid con ellos en el mar; con ellos estáis en el mar, pero no vais a estar en las cestas con ellos. Él, en efecto, es la esperanza de los confines de la tierra, él es también la esperanza del mar lejano. Lejano porque es el mar.

10. [v. 7]. Afianzas los montes en su fortaleza: no con la fuerza propia de ellos. Preparó grandes predicadores, y los llamó montes; por sí mismos son humildes, pero en él son grandiosos. Afianzas los montes en su fortaleza. ¿Qué dice uno de estos montes? Hemos tenido sobre nosotros mismos la sentencia de muerte, para que no confiemos en nosotros mismos, sino en Dios, que resucita los muertos40. El que confía en sí mismo y no en Cristo, no pertenece a aquellos montes que él prepara con su fortaleza. Al preparar los montes en su fortaleza, está ceñido de poder. Entiendo lo de poder. Pero lo de ceñido ¿qué significa? A quienes ponen a Cristo en el centro, lo rodean por todas partes, es decir, lo ciñen. Nosotros lo tenemos a él como un patrimonio común; por tanto está en medio de nosotros: lo rodeamos, lo ceñimos todos los que creemos en él; y como nuestra fe no es mérito nuestro, sino que procede de su poder, he ahí porqué esta ceñido de poder, poder suyo, no de nuestra fortaleza.

11. [v. 8]. Tú que remueves el fondo del mar. Esto hizo, y se ve que lo hizo, puesto que afianzó lo montes en su fortaleza; los envió a predicar: y luego se sintió ceñido de poder por los creyentes; y el mar se conmovió; se conmovió el mundo, y comenzó a perseguir a sus santos. Ceñido de poder, tú que remueves el fondo del mar. No dijo "que remueves el mar", sino: el fondo del mar. El fondo del mar es el corazón de los malvados. Y es así como desde el fondo todo se mueve con más violencia, y el fondo lo contiene todo, y de ahí que todo lo que empezó por la palabra, por las manos, por los diversos poderíos a perseguir la Iglesia, provenía del fondo. Porque si no hubiera una raíz de maldad en el corazón, todo eso no se levantaría contra Cristo. Removió el fondo quizá para limpiarlo. De hecho, en el caso de algunos pecadores, vació el mar hasta el fondo y lo convirtió en un desierto. A esto alude otro salmo: que convierte el mar en desierto41. Todos los impíos y paganos que creyeron, eran mar; y se convirtieron en tierra; eran estériles primero, por el salitre de sus olas, y luego se hicieron fecundos en frutos de justicia. Tú que remueves el fondo del mar: ¿Quién soportará el estruendo de sus oleajes? ¿Qué sentido tiene: quién soportará? ¿Qué hombre podrá soportar el estruendo de los oleajes marítimos, es decir, las ordenanzas de los soberbios del mundo? ¿Pero cómo, de hecho lo llegan a soportar? Porque prepara a los montes en su fortaleza. Al decir: ¿Quién soportará? Quiere decir: Nosotros, por nosotros mismos no seremos capaces de soportar esas persecuciones, si él no nos da fortaleza. Tú que remueves el fondo del mar, ¿quién podrá soportar el estruendo de sus oleajes?

12. [vv. 8—9]. Se turbarán las naciones. Primeramente se turbarán; pero aquellos montes, preparados con la fortaleza de Cristo, ¿acaso han sentido turbación? El mar sí se ha conmovido, y se ha estrellado contra los montes: el mar está como fracturado; pero los montes han permanecido incólumes. Se turbarán las gentes y todos se llenarán de temor. Ya tenemos a todos en el temor. Los que se turbaron antes, ahora todos temen. Los cristianos no habían temido. Y ahora ya son temidos. Los que antes los perseguían, ahora los temen. Ha vencido aquel que está ceñido de poder; es así como han venido a él todos los mortales, y los demás que no han venido, por su reducido número están temerosos. Los que habitan los confines de la tierra se estremecen ante tus signos. Porque los Apóstoles realizaron milagros; y por eso los confines de la tierra se estremecieron y creyeron.

13. Te alegras en la salida de la mañana y en la de la tarde: es decir las harás agradables. ¿Qué se nos promete ya en esta vida? Harás agradable el amanecer y el atardecer. Las mañanas tienen sus salidas, y las tienen las noches. La mañana significa prosperidad en el mundo.La noche tiene un significado de sufrimiento mundano, como la oscuridad. Ponga atención vuestra Caridad (porque en una y otra el alma humana es puesta a prueba): en la prosperidad debe estar atenta a no corromperse, y en la adversidad a no desanimarse. La mañana recuerda la prosperidad por la alegría que produce el desvanecerse la tristeza de la noche. De hecho las tinieblas son tristes, cuando va cayendo la tarde; por eso, cuando llega, por decirlo así, la tarde del mundo, se ofreció el sacrificio vespertino. Que nadie tema la noche, no sea que en la mañana sufra corrupción. Alguien, por ejemplo, te prometió una recompensa si haces algún mal; eso es la mañana; te sonríe una buena ganancia; se te abre la mañana. No te dejes corromper, y tendrás un triunfo de mañana. Y si triunfas, no quedarás atrapado. La promesa del lucro es como el cebo de la trampa; eres obligado y no tienes por dónde escapar; quedarás preso en la trampa. Pero el Señor tu Dios te da una salida, para que no quedes atrapado por esa promesa de ganar un dinero, y te dice en tu corazón: "Yo soy tu riqueza". No hagas caso de las promesas del mundo, sino de lo que promete el Creador del mundo; presta atención a lo que te promete Dios cuando practicas la justicia, y no le haces caso a lo que el hombre te promete para apartarte de hacer el bien. Y tendrás salida en la mañana, según la palabra del Señor que dice: ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si arruina su alma?42 Pero si aquel que prometiéndote riquezas, no pudo corromperte, ni pudo hacerte cometer la maldad, te amenazará con castigos y se convertirá en tu enemigo, y empezará a decirte: Si no haces esto, te haré ver cómo lo hago yo, y me vas a tener como enemigo. Antes, cuando te prometía un premio, era la mañana para ti; ahora ya es la tarde: él se ha entristecido. Sin embargo, el mismo que te dio el escapar a la mañana, te la dará también a la tarde. Como despreciaste la mañana mundana, con la luz del Señor, así también desprecia la noche por la pasión del Señor, y podrás decir a tu alma: ¿Qué más me podrá hacer a mí este enemigo, de lo que padeció mi Señor por mí? Me mantendré en la justicia, no daré consentimiento a la maldad. Que se ensañe en mi cuerpo: la trampa se romperá, y podré volar a mi Dios que me dice: No le tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden dar muerte al alma43. Incluso nos habla de la seguridad corporal, cuando dice: no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza44. Con todo acierto dijo aquí: Tendrás alegría al amanecer y al atardecer. Porque si no te pone alegre la salida de la trampa, no te esforzarás en salir de allí. Dejarás tu cabeza atrapada en la ganancia prometida, si la promesa del Salvador no te agrada más. Y si no te alegra el que por ti padeció anteriormente, para que pudieras quedar libre, de nuevo vas a consentir en el que te tienta y te amenaza. Te alegrarás en la salida de la mañana y de la tarde.

14. [v. 10]. Visitaste la tierra y la has embriagado. ¿Cómo es que embriagaste la tierra? ¡Qué excelente es tu cáliz embriagador!45 Visitaste la tierra y la embriagaste: Enviaste tus nubes, que han derramado la lluvia de la predicación de la verdad, y ha quedado embriagada la tierra: La enriqueciste sin medida. ¿Y cómo se ha realizado esto? El río de Dios va lleno de agua. ¿Quién es el río de Dios? El pueblo de Dios. El primer pueblo se llenó hasta el borde, y de él se fue regando el resto de la tierra. Escucha al que promete agua: Si alguien tiene sed, que venga y beba. Si alguien cree en mí, de sus entrañas brotarán ríos de agua viva46. Si son varios los ríos, en realidad se trata de uno mismo, ya que por la unidad, muchos forman uno solo. Muchas iglesias son una Iglesia; la multitud de fieles son la única esposa de Cristo. De ahí que muchos ríos son un solo río. Muchos israelitas creyeron, y quedaron llenos del Espíritu Santo; luego se fueron diseminando entre los pueblos; comenzaron a predicar la verdad, y del río de Dios que va lleno de agua, quedó regada toda la tierra. Les preparaste alimento, porque así es tu estilo en preparar. Y no porque ante ti lo merecieron, ya que les perdonaste sus pecados. En realidad sus méritos eran negativos; pero tú, por tu misericordia, porque así es tu estilo en preparar, por eso les preparaste su alimento.

15. [v. 11]. Embriaga los surcos. Hay que hacer primero los surcos, para que puedan ser colmados; ábrase la dureza de nuestro corazón con el arado de la palabra de Dios, y colma los surcos; multiplica sus generaciones. Lo estamos viendo: algunos creen, y por influencia de estos creyentes, otros creen también; y luego otros, tras de ellos; y ya no le basta a uno que se ha hecho fiel, ganar para la fe a otro. Y así se va multiplicando la simiente: se arrojan unos pocos granos y crecen abundantes las mieses. Colma los surcos; multiplica sus generaciones; con el goteo de sus lloviznas se alegrará cuando brote. Es decir, quizá antes de que sea capaz de recibir la corriente del río, cuando brote, por sus lloviznas, es decir, según lo que le conviene, se alegrará. Porque a los pequeños y a los débiles sólo se les deja caer algunas gotas de los misterios de la fe, ya que no son capaces de comprender la plenitud de la verdad. Mira cómo es el goteo en los pequeños, recién nacidos, y por ello poco capaces de asimilar la doctrina. Dice el Apóstol: No pude hablaros como a hombres espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo47. Al decir niños en Cristo, los da por nacidos, pero no preparados para asimilar aquella sabiduría sustanciosa, de la que dice: Hablamos de sabiduría entre los perfectos48. Que se alegre el cristiano de su llovizna, cuando le hace nacer y va creciendo; cuando se desarrolle, podrá asimilar también la sabiduría. Es como el niño que se alimenta de leche y se va preparando para el alimento sólido. Al principio, sin embargo se le prepara como si fuera leche. Se alegrará con sus lloviznas al nacer.

16. [v. 12]. Coronarás el año con bendiciones de tu bondad. Ahora se siembra, va creciendo lo sembrado, y luego vendrá la cosecha. Pero el enemigo ha echado por encima la semilla de la cizaña, y han brotado los malos en medio de los buenos, los seudocristianos, que se parecen en la hierba, pero no dan el mismo fruto. Se le llama propiamente cizaña a la hierba que al nacer se parece al trigo, como el comino, la avena, y otras plantas que tienen la primera caña totalmente similar. De ahí que el Señor, hablando de esta siembra de la cizaña, dejó dicho: Vino el enemigo y sembró por encima cizaña; cuando creció la yerba y apareció el fruto, entonces apareció la cizaña49; luego vino el enemigo y sembró encima la cizaña; pero ¿qué le hizo al trigo? No, el trigo no queda sofocado por la cizaña; más aún, el tolerar la cizaña hizo crecer al trigo. El Señor mismo dijo a algunos obreros que querían arrancar la cizaña: Dejad que crezcan ambos hasta la recolección, no sea que al querer arrancar la cizaña, arranquéis también el trigo; pero cuando llegue el tiempo de la recolección, yo diré a los segadores: recoged primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo metedlo en el granero50. Ese es el fin del año, la cosecha del mundo. Coronarás el año con bendiciones de tu bondad. Al oír "la corona", se nos significa la gloria de la victoria. Vence al diablo y tendrás la corona. Coronarás el año con bendiciones de tu bondad. De nuevo vuelve a poner de relieve la bondad de Dios, para que nadie se gloríe de sus propios méritos.

17. [v. 13]. Y tus campos rebosarán de abundancia. Rezuman las tierras del páramo, y las colinas se adornan de alegría. Campos, colinas, los páramos desérticos; todo esto son los hombres. Las llanuras por su igualdad; por su llanura se les llaman campos a los pueblos justos. Colinas por su altura, puesto que Dios levanta a los que se humillan. Los áridos páramos son los gentiles. ¿Por qué? Porque eran un desierto: no había sido enviado a ellos ningún profeta; por eso eran en cierto modo un yermo, porque no pasaba nadie por él. Ninguna palabra de Dios se había enviado a los gentiles; sólo en el pueblo de Israel predicaron los profetas. Por fin llegó el Señor; y creyeron los que eran trigo en el pueblo judío. De hecho así les dijo a los discípulos: Vosotros decís que todavía falta tiempo para la cosecha; levantad la vista y ved cómo los campos blanquean ya para la siega51. Esa fue la primera cosecha; vendrá la segunda al final del mundo. La primera cosecha fue de los judíos, puesto que se les enviaban profetas que anunciaban la llegada del Salvador. Por eso dijo el Señor a sus discípulos: mirad cómo ya blanquean los campos para la siega. Sí, los campos de Judea. Otros, dice, han bregado, y vosotros os habéis aprovechado de su trabajo52. Trabajaron los Profetas para sembrar, y vosotros habéis entrado con la hoz participando de sus fatigas. Se hizo, pues, la primera cosecha; y de allí, de ese mismo trigo que fue limpiado de la paja, se sembró el orbe de la tierra, para que brote la otra mies que será cosechada al final. Sobre esta segunda mies ha sido sembrada la cizaña; y ahora es en ésta donde se trabaja. Así como en la primera mies es donde trabajaron los Profetas hasta que viniera el Señor, así también en esta segunda trabajaron los Apóstoles, y siguen trabajando todos los predicadores de la verdad, hasta que al final envíe el Señor a sus ángeles a recoger la cosecha. Tenemos, pues, que antiguamente fue un yermo: Pero rebosan las tierras del páramo. Mirad cómo donde no había resonado la voz de los Profetas, fue recibido el Señor de los Profetas. Rezuman las tierras del desierto, y los collados se orlan de alegría.

18. [v. 14]. Sus praderas se han cubierto de ovejas y carneros: Debemos sobreentender que se han llenado de alegría. Porque de la misma alegría que se rodean las colinas, se llenan también los carneros y las ovejas. Los carneros son los collados; puesto que los collados sobresalen por una gracia más eminente; y los carneros son los conductores del rebaño. Entendamos en los carneros a los Apóstoles, que se cubrieron de alegría, y se gozan de sus frutos. No se fatigaron en vano, no predicaron en vano. Se revistieron de alegría los carneros del rebaño; y los valles se cubren de mieses; es decir, que también los pueblos humildes producirán frutos abundantes. Darán gritos: precisamente sus cosechas serán abundantes por sus clamores. ¿Y qué clamarán? Cantarán himnos. Por que una cosa es gritar contra Dios, y otra muy distinta es entonarle un himno; una cosa es gritar sacrilegios, y otra cantar alabanzas al Señor. Si tus gritos son blasfemias, tu cosecha son espinas; pero si tu clamor es un himno de alabanza, has cosechado abundante trigo.