EXPOSICIÓN DEL SALMO 59

Traducción: Miguel F. Lanero, o.s.a y Enrique Aguiarte Bendímez, o.a.r.

1. [v.1—2] El título de este salmo es un poco largo; pero no nos asustemos, el salmo es breve. Estemos, pues con la misma atención que si hubiéramos oído un salmo medianamente largo. Hablamos en el nombre de Cristo en la Iglesia de Dios para los que ya están alimentados, y también para los que necesitan alimento, y que no son extraños al sabor de estas Escrituras, de las que el mundo está ajeno; para vosotros no deben continuar siendo rudimentarias. Si lo que frecuentemente habéis oído lo rumiáis con alegría en vuestro pensamiento, en lugar de dejarlo en el olvido, como sepultado en el vientre, ese mismo recuerdo y memoria vuestra nos pueden ayudar mucho, para no hablar largamente, como explicando a ignorantes lo que ya sé que os es conocido. Ya recuerdo bien que más de una vez habéis oído lo que ahora os digo: rara vez encontrarás una voz en los salmos, que no sea la de Cristo y la Iglesia, o bien únicamente la de Cristo o la de la Iglesia, de la cual nosotros formamos parte. De ahí que no podemos menos de reconocer nuestra voz sin sentir una emoción especial. Y tanto más nos alegramos, si nos sentimos identificados con esa voz. David fue un hombre, pero no representó únicamente a un hombre. A veces, por ejemplo, representó a la Iglesia, que consta de muchos miembros, y que está extendida por toda la tierra. En cambio, cuando prefiguró a un hombre, representó al que es mediador entre Dios y los hombres, al hombre Cristo Jesús1. Así pues, en este salmo, o, mejor dicho, en el título de este salmo, se narran ciertas hazañas victoriosas de David, que llevó a cabo venciendo heroicamente a algunos de sus enemigos, haciéndolos tributarios suyos. Esto sucedió cuando, una vez muerto Saúl, su perseguidor, se hizo cargo abiertamente del reino de Israel. De hecho, ya antes de sufrir dicha persecución, era rey, pero sólo conocido por Dios. Y una vez que tomó posesión del reino clara, manifiesta y solemnemente, derrotó a los que se conmemoran en este título. Así dice el título del salmo: Para el fin, por aquellos que serán cambiados en la inscripción del título, para el mismo David, como enseñanza; cuando incendió la Mesopotamia de Siria, y la Siria de Sobal, y se volvió Joab, y derrotó a Edom, los doce mil del valle de las Salinas. Leemos en el libro de los Reyes2, cómo los pueblos aquí citados fueron arrasados por David, es decir, la Mesopotamia de Siria, la Siria de Sobal, Joab y Edom. Esto sucedió tal como está escrito, y así se puede leer allí. El que lo desee que lo lea. Sin embargo el Espíritu profético suele, en los títulos de los salmos, apartarse un tanto de la narración de los hechos, y añadir algo que no está en la narración histórica, haciéndonos saber que estos acontecimientos están consignados en los títulos, como aquí, no para su conocimiento, sino para prefigurar el futuro. Como cuando se dice que David desfiguró su rostro delante de Abimelec, los dejó y se fue, siendo así que el libro de los Reyes nos dice que esto no lo hizo ante Abimelec, sino ante el rey Aquis3. Así también en el presente título nos encontramos con algo que nos avisa de alguna novedad. Por ejemplo en la descripción de las guerras y los hechos heroicos el rey David, donde se nos dice que todos los que cita fueron derrotados, no leemos que él haya quemado nada. Esto se consignó aquí porque no está citado en los libros de la historia: el haber quemado la Mesopotamia de Siria, y la Siria de Sabal. Comencemos ya a exponer estos acontecimientos, según su significado profético, y a iluminar su oscuridad a la luz del Verbo.

2. Para el fin, ya sabéis su significado: El fin de la ley es Cristo4. Sabéis quiénes son los que se cambian. ¿Quiénes, sino los que de una vida antigua se pasan a la nueva? No vayamos a entender que aquí se reprueba esta mudanza. No es como la de Adán, que se pasó de la justicia a la maldad, de la vida feliz a los agobios del trabajo, sino como la de aquellos a quienes se dijo: Fuisteis en otro tiempo tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor5. Estos son cambiados en la inscripción del título. Ya conocéis el texto del título. El letrero sobre la cruz del Señor fue fijado, y dice así: Este es el rey de los judíos6. Se cambian a la inscripción de este título aquellos que se pasan del reino del diablo al reino de Cristo. Bueno es el cambio que hacen para la inscripción de este letrero. Su cambio es como continúa el texto: cambio en la enseñanza. Y así, después de decir: Por aquellos que serán cambiados en la inscripción del título, añade: Para el mismo David, como enseñanza. Es decir, no cambian para sí mismos, sino para David, y su cambio es en la doctrina. Cristo es rey, sí, pero no un rey que vaya a reinar en este mundo; de hecho dijo abiertamente: Mi reino no es de este mundo7. Pasémonos, pues, a su enseñanza, si es que queremos cambiarnos al título de su inscripción, no para nosotros, sino para el mismo David, y así, los que viven ya no vivan para sí mismos, sino para el que por ellos murió y resucitó8. ¿Cuándo nos habría de cambiar Cristo, si no realizase lo que dijo: He venido a poner fuego al mundo?9 Si Cristo vino a traer fuego al mundo, sin lugar a dudas que ha sido para nuestra salvación y utilidad; no de la manera que arrojará el mundo al fuego. Pero ¿cómo será lo de traer fuego al mundo? Y puesto que vino a poner fuego al mundo, investiguemos el sentido de la Mesopotamia que fue quemada, y qué es la Siria de Sobal. Miremos el significado de los nombres en hebreo, la lengua original de esta parte de la Escritura. Dicen que el sentido de Mesopotamia es «vocación elevada». El mundo, en realidad, ha sido elevado todo él por una llamada. El significado de Siria es «sublime». Pero he aquí que la que era sublime fue incendiada y humillada; y lo mismo que fue humillada la que había sido sublime, así también la humilde será exaltada. Sobal significa «vejez inútil». Agradezcamos a Cristo el haberla incendiado. Cuando se queman los viejos matorrales, les suceden nuevos retoños: surgen nuevos brotes más frondosos, con más fuerza y verdor, cuando a los viejos los ha consumido el fuego. No temamos el fuego de Cristo: consume el heno. Y toda carne es heno, y todo el esplendor del hombre es como flor de heno10. Todo esto fue lo que quemó con aquel fuego. Y se volvió Joab. Joab significa «enemigo». Se volvió el enemigo; interprétalo como quieras. Si se volvió para huir, es un diablo; si se convirtió y volvió a la fe, es un cristiano. ¿Cómo se dio a la fuga? Del corazón de cristiano: El príncipe de este mundo, dice, ha sido arrojado fuera11. Si el que se convirtió al Señor es cristiano, ¿cómo es enemigo el convertido? Porque se ha hecho un fiel quien había sido enemigo. Derrotó a Edom. Edom quiere decir «terreno». Debió ser vencido este ser terreno. ¿Por qué vivir como terreno, el que debe vivir como celestial? Ha sido eliminada la vida terrena; ¡viva la vida celestial! Así como hemos llevado la imagen de un ser terreno, llevemos también la imagen de aquel que procede del cielo12. Mira cómo se elimina al hombre terreno: Mortificad vuestros miembros que están sobre la tierra13. Al derrotar a Edom, derrotó también a doce mil en el valle de las Salinas. Doce mil es un número perfecto, con el cual se relaciona también el número doce de los apóstoles. Y no es esto en vano, ya que debía la palabra ser llevada al mundo entero. Pero la Palabra de Dios, que es Cristo, se halla en las nubes, es decir, en los predicadores de la verdad. El mundo consta de cuatro partes, que son bien conocidas por todos, y muy frecuentemente citadas en las Escrituras14. También se las llama los cuatro vientos: Oriente, Occidente, Norte y Sur. A estas cuatro partes fue enviada la palabra, a fin de que todas fueran llamadas desde la Trinidad. El número doce es el resultado del cuatro multiplicado por tres. Con razón fueron derrotados doce mil hombres terrenos; en ellos fue herido el mundo entero: de todo el mundo fue elegida la Iglesia, muerta en su vida terrena. ¿Y por qué en el valle de las Salinas? El valle está abajo, es la humildad; las salinas recuerdan el sabor. Muchos se humillan, sí, pero inútilmente, sin sentido: se humillan en la inútil vejez. Hay quien padece y se angustia por el dinero, quien sufre mucho por conseguir honores temporales, y sufre también por el bienestar de esta vida; le vendrán sufrimientos y humillaciones. ¿Y por qué no padecer por Dios? ¿Por qué no por Cristo? ¿Y por qué no por el sabor de la sal? ¿Ignoras, acaso, que se te dijo: Vosotros sois la sal de la tierra; y también: Si la sal se vuelve insípida, ya no sirve para nada, más que para tirarla fuera?15 Cosa buena es humillarse con sabiduría. Fijaos cómo ahora se humillan incluso los herejes. ¿No se promulgaron también por los hombres leyes contra ellos? ¿Y no están vigentes leyes divinas que les siguen siendo adversas, y que les habían ya antes condenado a ellos? Ya veis cómo son humillados, cómo se dan a la fuga, padecen persecuciones, pero sin sabor, por fatuidad, inútilmente. He aquí que la sal se ha vuelto insípida, y por tanto la han tirado, para que la pisen los humanos. Hemos ya oído el título del salmo; oigamos también su texto.

3. [v.3] Oh Dios, nos has rechazado y destruido. ¿El que habla aquí es David, que derrotó, incendió, desbarató; o más bien aquellos que sufrieron todo esto, para que, al ser derrotados y rechazados por ser malos, recibieran una vida nueva, y se volvieran atrás para ser buenos? Esta ruina la causó aquel David de mano poderosa, nuestro Cristo, cuya persona representaba el hombre David; realizó todo esto, causó estos estragos con su espada y su fuego; ambas cosas trajo a este mundo. De hecho: He venido a poner fuego al mundo16, y: He venido a traer la espada a la tierra17, ambas frases están en el evangelio. Trajo fuego para incendiar a Mesopotamia de Siria y a Siria de Sobal; trajo la espada para herir a Edom. Esta desolación sucedió por aquellos que se cambian a la inscripción del título para David. Escuchemos la voz de estos. Saludablemente fueron heridos: que hablen una vez que se han levantado. Que confiesen haber sido cambiados para mejor, cambiados a la inscripción del título, renovados en la doctrina para gloria de David. Que digan: Oh Dios, nos has rechazado y destruido; estabas airado, pero te has compadecido de nosotros. Nos destruiste para edificarnos; nos destruiste por estar mal edificados; destruiste la vejez vacía, para poner en su lugar un hombre nuevo, edificio que durará eternamente. Con razón estabas airado, pero te has compadecido de nosotros. No te hubieras compadecido, sin antes haberte airado. En tu ira nos destruiste; pero tu ira se dirigía a nuestra decrepitud, para destruirla. Te has compadecido de nosotros para renovarla, por los que se cambian hacia la inscripción del título; porque si nuestro hombre exterior se corrompe, el interior se renueva de día en día18.

4. [v.4] Has sacudido y turbado la tierra. ¿Cómo se ha turbado la tierra? Por la conciencia de nuestros pecados: ¿Adónde ir? ¿Adónde huir, cuando haya vibrado aquella espada de la palabra de Dios: Haced penitencia; está cerca el reino de los cielos?19 Has sacudido y turbado la tierra. Sana sus fracturas, porque está en ruinas. No es digna de ser sanada si no está arruinada; Hablas, predicas, amenazas de parte de Dios, no silencias que va a llegar el juicio, enseñas los preceptos de Dios, amonestas sin descanso todas estas cosas. Si el que oye no teme, si no se conmueve, no es digno de ser sanado. En cambio si otro lo oye, se siente estimulado, se conmueve, se golpea el pecho, y llega a derramar lágrimas: Sana sus fracturas, porque está en ruinas.

5. [v.5] Después que ha sucedido esto, herido ya lo terreno, consumida la decrepitud, cambiado el hombre para mejor, y brillando la luz en medio de quienes eran tinieblas, viene lo que se dice en otro lugar: Hijo, cuando te acerques al servicio de Dios, sé firme en la justicia y el temor, y prepara tu alma a la tentación20. Lo primero que debes hacer es desagradarte a ti mismo, para vencer el pecado y hacerte mejor; lo segundo es soportar las tribulaciones y tentaciones de este mundo, por estar ya tú cambiado, y perseverar en medio de ellas hasta el fin. Hablando de las tentaciones, y citándolas, esto añade el salmista: Sometiste a tu pueblo a duras pruebas. Ya es pueblo tuyo, hecho tributario tras la victoria de David. Sometiste a tu pueblo a duras pruebas. ¿Cuáles? Las persecuciones que tuvo que sufrir la Iglesia de Cristo, cuando se derramó tanta sangre de mártires. Sometiste a tu pueblo a duras pruebas; nos diste a beber un vino estimulante. ¿Por qué estimulante? Porque no era para ruina. No era mortal, destructor, sino una medicina cauterizante. Nos diste a beber un vino estimulante.

6. [v.6] ¿Cuál es a razón de todo esto? Has dado a los que te temen una señal para que huyan de la presencia del arco. Por medio de los sufrimientos temporales, dice, has dado a entender a los tuyos cómo huir de la ira del fuego eterno. Dice el apóstol Pedro: Llegó el tiempo de comenzar el juicio por la casa de Dios. Exhortaba a los mártires al sufrimiento, mientras el mundo se ensañaba, y perpetraban matanzas los perseguidores, se derramaba por aquí y por allá la sangre de los fieles, los cristianos tenían que sufrir duramente cargados de cadenas, en las cárceles, en torturas. Pues bien, para que no desfallecieran en estas duras pruebas, les dirige Pedro la palabra: Llegó el tiempo de comenzar el juicio por la casa de Dios; y si el comienzo es por nosotros, ¿cuál será el final para los que no creen en el Evangelio de Dios? Si el justo se salvará a duras penas, ¿en qué pararán el impío y el pecador?21 ¿Qué es lo que va a ocurrir en el juicio? El arco ya está tenso, pero sólo es una amenaza, no se le ve apuntando todavía. Mirad lo que pasa con el arco. ¿No debe sobresalir la flecha por delante? En cambio la cuerda se tensa hacia la parte contraria a la que debe ser disparada la saeta; y cuanto más se tensa hacia atrás, con tanto mayor ímpetu vuela la flecha hacia delante. ¿Qué he querido decir? Que cuanto más se retrase el juicio, con tanta mayor violencia vendrá. Demos, pues, gracias a Dios por los sufrimientos temporales, ya que con ellos le está dando a su pueblo un aviso para que huyan de la presencia del arco. Y de esta manera, sus fieles, probados en las tribulaciones pasajeras, se hagan dignos de evitar la condena del fuego eterno, que les vendrá a los que no hayan creído en estas cosas. Has dado a los que te temen una señal, para que huyan de la presencia del arco.

7. [v.6—7] Para que se salven tus amados. Sálvame con tu diestra y escúchame. Sálvame, Señor, con tu diestra; sálvame de tal modo, que me encuentre a tu derecha. Sálvame con tu diestra. No pido la salud temporal: sobre esto hágase tu voluntad. Somos totalmente ignorantes de lo que nos conviene en el tiempo, porque no sabemos pedir lo que nos conviene22. No obstante, sálvame con tu diestra, y así, aunque tenga que soportar tribulaciones varias en este tiempo, pasada la noche de todos los sufrimientos, me encuentre a la derecha entre las ovejas, no la izquierda con los cabritos. Sálvame con tu diestra y escúchame. Te pido lo que tú estás deseoso de dar; no clamo de día y de noche con las palabras de mis delitos, pues no las escucharás; y no me escuchas, no por mi necedad23, sino para amonestarme, añadiendo el sabor del valle de las Salinas, de manera que yo aprenda en la tribulación lo que debo pedir. Y lo que pido es la vida eterna; por tanto, escúchame, pues lo que pido es estar a tu derecha. Debe saber vuestra Caridad, que todo el creyente que tiene en su corazón la Palabra de Dios, que teme tembloroso el juicio futuro, y que vive laudablemente, no sea que por su causa sea deshonrado el nombre de su Señor, esta clase de cristianos hacen también muchas súplicas según la mentalidad mundana, y por ello no son escuchados. Pero en todo lo que se refiere a la vida eterna, sí son escuchados siempre. ¿Quién es el que no pide la salud cuando cae enfermo? Y sin embargo, puede ser que le sea conveniente la enfermedad. Así que es posible que por esta razón, no seas escuchado: no se te escucha según tu voluntad, se te escucha para tu utilidad. Pero cuando pides a Dios para ti la vida eterna, cuando le pides a Dios encontrarte a la derecha de su Hijo, cuando venga a juzgar la tierra, estate seguro: lo recibirás, aunque todavía no lo recibas ahora; no, todavía no ha llegado el tiempo de recibirlo. Eres ya escuchado, aunque tú no lo sabes; lo que pides se realiza, aunque no sabes bien cómo. Ya está la raíz, aunque no todavía el fruto. Sálvame con tu diestra y escúchame.

8. [v.8] Dios habló en su santuario. ¿Por qué temes que no se cumpla lo que Dios ha hablado? Si tuvieras algún amigo honorable y sabio, ¿qué dirías? «Ha dicho esto, no puede menos de cumplirse: es un hombre honorable, no habla con ligereza, no cambia fácilmente de parecer, lo que él ha prometido es seguro». Así es, pero no deja de ser un hombre, que a veces quiere cumplir lo prometido, y no puede. De Dios no hay nada que temer; nos consta que es veraz, nos consta que es omnipotente; no te puede engañar, y tiene el poder para hacerlo. ¿Por qué tienes miedo de ser engañado? Hace falta que no seas tú quien te engañas a ti mismo, y que perseveres hasta el fin, cuando se te dará lo que te prometió. Dios habló en su santuario. ¿Cuál es este santuario suyo? Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo consigo24. Se trata del santuario aquel del que se os habló en otra ocasión: Oh Dios, tu camino está en la santidad25. Dios habló en su santuario. Me alegraré y repartiré Siquén. Puesto que Dios lo ha dicho, se cumplirá; es voz de la Iglesia: Dios habló en su santuario. No nos dice qué palabras pronunció; pero como Dios habló en su santuario, no puede menos de suceder lo que Dios dijo; así pues, esto ha de suceder: Me alegraré y repartiré Siquén, y fraccionaré el valle de las tiendas. Siquén significa «hombros». Según la historia, Jacob, al volver de casa de Labán, su suegro con todos los suyos, escondió en Siquén los ídolos que traía de Siria, donde estuvo allí largo tiempo como huésped, y al fin volvió26. Plantó en ese lugar unas tiendas para las ovejas y el ganado, y llamó a aquel lugar «Los Tabernáculos»27. «Y estas las repartiré», dice la Iglesia. ¿Qué significa: repartiré Siquén? Si hace alusión al lugar donde, según la historia, se escondieron los ídolos, entonces significa los pueblos. Voy a repartir los pueblos. ¿Y qué significa repartir? No es de todos la fe28. ¿Qué es «voy a repartir»? Unos creerán, otros no. Pero que no teman los creyentes que están en medio de los que no creen. Ahora están divididos por la fe; después se separarán en el juicio, las ovejas a la derecha, y los cabritos a la izquierda29. Ya vemos cómo la Iglesia divide a Siquén. Y siguiendo el significado de la palabra, ¿cómo divide o reparte «los hombros»? Se dividen, sí, los hombros: unos estarán cargados con el peso de sus propios pecados, y otros llevarán la carga de Cristo. De hecho él buscaba hombros piadosos, cuando decía: Mi yugo es suave y mi carga ligera30. Hay otro fardo que te oprime y te abruma; la carga de Cristo te alivia. Otra es la carga pesada; la de Cristo tiene alas. Si tú le quitas a un ave las alas, es como que la libras de un peso; pero cuanto más le quitaste ese peso, tanto más se queda en tierra. A la que pretendiste librar de un peso, se queda en tierra; no vuela porque le quitaste el peso; que se le devuelva el peso y podrá volar. Así es la carga de Cristo. Llévenla los hombres, no sean perezosos; no nos fijemos en los que se niegan a llevarla. La lleven los que quieren, y verán cuán ligera es, cuán suave, qué alegre y cómo arrebata hacia el cielo y despega de la tierra. Repartiré Siquén, y fraccionaré el valle de las tiendas. Tal vez por las ovejas de Jacob se entiende el valle de las tiendas como el pueblo judío, y este valle queda fraccionado, porque se han pasado de allí los que creyeron, quedando el resto fuera.

9. [v.9] Mío es Galaad. Hemos leído estos nombres en la Escritura divina. Galaad es una palabra con un significado de misterio profundo; significa «testimonio acumulado». ¡Qué cúmulo testimonial hay en los mártires! Mío es Galaad: mía es la muchedumbre de los que han dado testimonio, míos son los verdaderos mártires. Muéranse los otros, los falsos testigos por su decrépita insensatez, sin sal; esos no pertenecen a la muchedumbre de los testigos. Porque aunque entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, de nada me sirve31. Y cuando el Señor en un pasaje bíblico exhorta a conservar la paz, exigió como requisito la sal: Tened, dice, la sal en vosotros, y mantened entre vosotros la paz32. Luego: Mío es Galaad. Pero Galaad, el gran cúmulo de testimonios, se dio a conocer en una gran tribulación. Por aquel entonces la Iglesia era ignominiosa para los hombres, se la consideraba como una viuda, echándole en cara el ser de Cristo, por llevar en su frente el signo de la cruz. Todavía no era un honor: en aquel entonces era un delito. Y precisamente entonces, cuando no era un honor, sino un delito, es cuando se fue forjando el cúmulo testimonial; y por todos esos testimonios, la caridad de Cristo se fue expandiendo. Esa expansión de la caridad cristiana fue conquistando las naciones. Continúa: Y mío es Manasés, cuyo significado es «olvidado». A él se le había dicho: Olvidarás para siempre la afrenta, y la ignominia de la viudez no la recordarás33. En algún momento la Iglesia sufrió afrentas, que ya se han olvidado: las afrentas y la ignominia de su viudez ya no las recuerda. Cuando había una cierta vergüenza entre los hombres, se fue acumulando el número de testimonios. Ahora ya nadie se acuerda de aquellas afrentas, cuando era vergonzoso el ser cristiano; han pasado al olvido, ya mío es Manasés. Y Efraín es la fortaleza de mi cabeza. El significado de Efraín es «fructificación». Mía es, dice, la fructificación, y en esta fructificación está la fortaleza de mi cabeza. Porque mi Cabeza es Cristo. ¿Y cómo la fructificación es su fortaleza? Porque si el grano no cae en tierra, no da fruto, se quedaría solo. Y Cristo en la pasión cayó en tierra, y le siguió el fruto en su resurrección. Y Efraín es la fortaleza de mi cabeza. Pendía de la cruz y era ultrajado; el grano fecundo estaba en lo íntimo, tenía la fuerza de atraer hacia sí todas las cosas34. Como en un grano se ocultan los diversos gérmenes, y aparece a primera vista como algo despreciable, teniendo en sí oculta la virtud de convertir la materia y producir el fruto, así también en la cruz de Cristo estaba oculta la energía; lo que aparecía era la debilidad. ¡Oh grano excelente! Cierto que el que pende de la cruz es débil; cierto que en su presencia la gente aquella movió la cabeza con desprecio, diciendo: Si es hijo de Dios, que baje de la cruz35. Mira dónde está su fuerza: Lo débil de Dios es más fuerte que los hombres36. Con razón se recogió una tan abundante cosecha de frutos; estos frutos son míos, dice la Iglesia.

10. [v.10] Judá es mi rey; Moab es la olla de mi esperanza. Judá es mi rey. ¿Qué Judá? El descendiente de la tribu de Judá. ¿Qué Judá había de ser, sino aquel al que le dijo el mismo Jacob: Y a ti, Judá, te alabarán tus hermanos?37 Judá es mi rey. ¿Qué habré de temer, pues, cuando Judá, mi rey, dice: No temáis a los que matan el cuerpo?38 Judá es mi rey, Moab la olla de mi esperanza. ¿Por qué es olla? Por la tribulación. ¿Y por qué de mi esperanza? Porque me ha precedido Judá, mi rey. ¿Por qué vas a temer seguirle por donde él pasó primero? ¿Y por dónde pasó? Por las tribulaciones, por las angustias, por los ultrajes. Ese camino estaba cerrado, pero antes de que él lo transitase; una vez que él lo pasó, síguele; queda ya libre el camino al tránsito. Sólo estoy yo, dice un salmo, pero hasta que pase39; un solo grano, pero hasta que pase; una vez que pase, vendrán los frutos. Judá es mi rey. Y puesto que Judá es mi rey, Moab es la olla de mi esperanza. Moab hay que entenderlo como «entre los gentiles». De hecho esta gente nació del pecado, nació de las hijas de Lot, que abusaron de su padre, embriagándolo y acostándose con él40. Mejor hubiera sido quedarse estériles, que haber sido madres de esta manera. Pero esto era una imagen de los que abusan de la ley. No os fijéis en que el género de la palabra «ley» es femenino en latín y masculino en griego; sean masculinas o femeninas las palabras que decimos, eso no influye en la verdad de la conversación. En realidad la ley tendría más fuerza masculina, ya que es ella la que gobierna, y no es gobernada. No obstante, ¿qué dice el apóstol Pablo? Buena es la ley, para quien la use legítimamente41. Las hijas de Lot no la usaron legítimamente con su padre. Así como del buen uso de la ley nacen obras buenas, así también del mal uso nacen obras malas. De ahí que aquellas mujeres, al abusar de su padre, es decir al usar mal de la ley, engendraron a los moabitas, en los que están representadas las malas obras. De aquí viene la tribulación de la Iglesia, de aquí la olla hirviente. De esta olla dice una profecía: La olla ardiente que viene del aquilón42. ¿De dónde, sino de la residencia del diablo, que dijo: Pondré mi trono en el aquilón?43. Los mayores sufrimientos de la Iglesia no surgen sino de los que abusan de la ley. ¿Y qué sucede? ¿Se vendrá abajo la Iglesia por estas tribulaciones, y a causa de la olla, o sea, por lo numerosos escándalos, no va a perseverar hasta el fin? ¿No le ha predicho esto Judá, su rey? ¿No le ha dicho: Por la abundancia de la maldad, se enfriará la caridad de muchos?44 Por la olla efervescente se resfría la caridad. ¿Y por qué no eres tú, caridad, la que te pones efervescente frente a la olla? ¿Has olvidado, acaso, que cuando tu rey habló de la abundancia de los escándalos, te dijo a ti: El que persevere hasta el fin se salvará?45 Persevera, pues, hasta el final frente a la olla de los escándalos. Hierve la olla de la perversidad, pero es mayor la llama de la caridad. No te dejes vencer; persevera hasta el fin. ¿Por qué temer a los moabitas, a las malas obras de los que abusan de la ley? ¿Es que tu rey Judá, que te precedió, no soportó todo eso? ¿No sabes que los judíos, abusando de la ley, mataron a Cristo? Mantén, pues, la esperanza, y sigue los pasos por donde te precedió tu rey. Di: Judá es mi rey. Y precisamente porque Judá es mi rey, ¿en qué se convirtió Moab? En la olla de mi esperanza, no de mi ruina. En los sufrimientos, mira la olla de la esperanza. Escucha al Apóstol: Y nos gloriamos también en las tribulaciones. Ahí está la olla; pero fíjate a ver si en estas palabras aclara lo de la olla de la esperanza: Sabiendo que la tribulación engendra la paciencia, la paciencia la probación, y la probación engendra la esperanza46. Si la tribulación origina la paciencia; la paciencia la probación, y esta la esperanza, entonces la olla es la tribulación que engendra la esperanza. Con razón, pues, se dice: Moab es la olla de mi esperanza. Pero la esperanza no defrauda. ¿Y entonces? ¿Te enfrentarás ardiendo contra la olla? Así es, porque la caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado47.

11. Hasta Idumea extenderé mi calzado. Es la Iglesia, que dice: Llegaré hasta Idumea. Recrudézcanse las tribulaciones, hierva el mundo en escándalos, yo extenderé mi calzado hasta Idumea, hasta los que llevan una vida terrena (puesto que Idumea significa «terreno»); hasta ellos, hasta Idumea extenderé mi calzado. ¿Qué calzado? El de los mensajeros del Evangelio. ¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian el bien!48 Y también: Tened calzados los pies con la intención de anunciar el Evangelio de la paz49. Y puesto que la tribulación engendra la paciencia, la paciencia la probación, y la probación la esperanza, la olla no será capaz de consumirme, porque la caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones, por el Espíritu Santo que se nos ha dado. No desfallezcamos en la predicación del Evangelio, no desfallezcamos en el anuncio del Señor. Hasta Idumea extenderé mi calzado. ¿No sirven a Dios también los mismos hombres terrenos? Aunque se hallan sometidos por las pasiones terrenas, no obstante adoran a Cristo. Vemos cómo hoy, hermanos, muchos cometen fraudes por lucro, y perjurios por los fraudes; y luego, por su inseguridad, consultan a los adivinos y a los astrólogos: todos estos son idumeos, «terrenos», y no obstante todos ellos adoran a Cristo, y están bajo su calzado, es decir: ya extendió su calzado hasta la Idumea. Los filisteos me están sometidos. ¿Quiénes son estos filisteos o alófilos? Son extranjeros, que no pertenecen a mi raza. Me están sometidos, porque muchos de ellos adoran a Cristo, aunque no reinarán con Cristo. Los filisteos me están sometidos.

12. [v.11] ¿Quién me conducirá a la ciudad circundante? ¿Cuál es la ciudad circundante? Si recordáis, ya lo expuse en el salmo anterior, donde dice: Y andarán rondando por la ciudad50. Se llama ciudad circundante al gentío que está alrededor; esta gente de alrededor tenía en medio cercado a un pueblo, el judío, que adoraba al único Dios. El resto de esos pueblos circundantes acudía a los ídolos y se sometía a los demonios. Se les llama misteriosamente ciudad circundante, porque provenían de todas partes y habían rodeado a los que adoraban al único Dios. ¿Quién me conducirá a la ciudad circundante? ¿Quién, sino Dios? Esto quiere decir cómo me ha de transportar por aquellas nubes, de las que se dice: El estruendo de tu trueno está en la rueda51. Esta rueda es la misma ciudad circundante, que se la llama rueda, es decir, el orbe de la tierra. ¿Quién me conducirá a la ciudad circundante? ¿Quién me llevará hasta Idumea? O sea, para reinar también sobre los hombres terrenos, para que me veneren los que no son míos, los que no quieren sacar provecho de mí.

13. [v.12] ¿Quién me llevará hasta Idumea? ¿No serás tú, Dios, que nos has rechazado? y no saldrás ya, oh Dios, con nuestras tropas. ¿No nos conducirás tú, que nos has rechazado? ¿Pero por qué nos rechazaste? Porque nos has destruido. ¿Y por qué nos destruiste? Porque te airaste y tuviste misericordia de nosotros. Así que tú, que nos rechazaste, nos vas conducir; y tú, oh Dios, que no saldrás con nuestras tropas, nos vas a guiar. ¿Qué significa: No saldrás con nuestras tropas? Que el mundo se va a ensañar, que el mundo nos va a pisotear, que se van a amontonar los testimonios de la sangre de los mártires derramada, y los paganos van a decir cruelmente: ¿Dónde está su Dios?52 Es entonces cuando tú, oh Dios, no vas a salir con nuestras tropas; no, no te vas a enfrentar contra ellos, no vas a mostrar tu poder, como lo mostraste en David, en Moisés, en Jesús Nave, cuando los gentiles se rindieron ante su fortaleza, y tras la derrota y una gran devastación, introdujiste a tu pueblo en la tierra que habías prometido. No vas a hacer esto como antaño. No saldrás, oh Dios, con nuestras tropas, pero operarás interiormente. ¿Qué significa: No saldrás? No aparecerás. Por cierto que cuando eran arrestados los mártires cargados de cadenas, cuando eran encerrados en la mazmorra, cuando eran presentados ante las turbas para burla, cuando eran arrojados a las fieras, cuando eran heridos a espada, o abrasados en la hoguera, ¿no se les despreciaba, como abandonados, sin ningún amparo? ¿Cómo es que Dios obraba por dentro? ¿Cómo era su consuelo íntimo? ¿Cómo les hacía dulce la esperanza de la vida eterna? ¿Cómo no abandonaba sus corazones, donde el hombre habita en el silencio, y se siente bien si es bueno, y mal si malo? ¿Es que por no salir con las tropas de su ejército, los dejaba por eso abandonados? ¿No será más bien que no saliendo con su ejército, condujo a la Iglesia hasta Idumea, llevó a la Iglesia hasta la ciudad circundante? Porque si la Iglesia pretendiera hacer la guerra y usar las armas, daría la impresión de que su lucha era por la vida presente. Pero dado que despreciaba esta vida presente, de ahí que reunió un gran número de testimonios sobre la vida futura.

14. [v.13] Pues bien, Tú, oh Dios, que no vas a marchar con nuestras tropas, socórrenos en la tribulación; porque la salvación que ofrece el hombre es inútil. pónganse en marcha los que carecen de sal, y busquen para los suyos la salvación temporal, que es una inútil decrepitud. Socórrenos: precisamente por donde parecía que nos abandonabas, de eso mismo socórrenos. Socórrenos en la tribulación; porque la salvación que ofrece el hombre es inútil.

15. [v.14] Con Dios haremos proezas, y él aniquilará a nuestros enemigos. Nuestras proezas no las haremos con la espada, ni con la caballería, ni con corazas, ni escudos, ni con un poderoso ejército, ni saliendo al exterior. ¿Cómo, entonces? Dentro, donde estamos ocultos. Dentro, pero ¿dónde? Con Dios haremos proezas. Pareceremos rechazados, pisoteados, nadie nos hará caso, pero él aniquilará a nuestros enemigos. Al final fue esto lo que pasó con nuestros enemigos. Fueron pisoteados los mártires: sufriendo, soportando, perseverando hasta el final, con Dios fue como hicieron proezas. Él fue quien realizó lo que sigue: aniquiló a sus enemigos. ¿Dónde están ahora los enemigos de los mártires? ¿No estarán, quizá, en los borrachos que ahora persiguen con copas en la mano, a los mismos que antes, furiosos, perseguían a pedradas?