Traducción: Miguel F. Lanero, o.s.a y Enrique Aguiarte Bendímez, o.a.r.
1. [v.1] Así como al entrar en una casa miramos antes el frontispicio a ver quién es su dueño, no sea que nos metamos indiscretamente donde no debemos, o seamos echados de allí, con vergüenza, hacia donde debíamos entrar. O también, como si leyéramos: «Esta finca pertenece a Fulano o a Zutano», del mismo modo en el frontispicio de este salmo encontramos escrito: Hasta el fin, en favor del pueblo que fue alejado de los santos, para el mismo David según la inscripción del título, cuando los filisteos se apoderaron de él en Get. Conozcamos, pues, al pueblo que fue alejado de los santos según la inscripción del título. Esto se refiere al mismo David, a quien ya sabéis interpretar espiritualmente; porque no se nos presenta a otro fuera de aquel de quien se dijo: El fin de la ley es Cristo, para justificación de todo creyente1. Cuando oigas, por tanto, hasta el fin, entiéndelo como hasta Cristo, no sea que te pares en el camino y no llegues hasta el final. Sea lo que sea donde te detengas antes de llegar a Cristo, ninguna otra cosa te dirá la Palabra divina sino esto: «Sigue acercándote; ese no es todavía un lugar seguro. Hay un lugar donde te puedes quedar con toda tranquilidad: es esa piedra sobre la que se edifica con firmeza la casa y no tiene por qué temer la tempestad». Los ríos irrumpieron contra la casa y no se derribó, porque estaba edificada sobre piedra2. La piedra era Cristo3. Bajo el nombre de David está figurado Cristo; es esto lo que se dijo de él: Descendió de la estirpe de David según la carne4.
2. ¿Y cuál es el pueblo que fue alejado de los santos, según el título de la inscripción? Que sea el mismo título el que nos diga qué pueblo es este. Sí, porque cuando fue crucificado el Señor, se escribió un título: El Rey de los Judíos; y estaba escrito en hebreo, griego y latín, en tres lenguas, algo así como un título confirmado por el testimonio de tres testigos, puesto que en la confirmación de dos o tres testigos tiene validez toda palabra5. Al leer este título los judíos, se indignaron, y le dijeron a Pilato: No escribas «El Rey de los Judíos», sino «Este ha dicho que es el Rey de los Judíos». Escribe lo que él dijo que era, le dijeron, no que es lo que él dijo. Pero como realmente en otro salmo está escrito: No cambies la inscripción del título6, Pilato respondió: Lo que escribí, escrito queda. Como diciendo: No quiero alterar la verdad, por más que vosotros améis la falsedad. Y como los judíos siguieron indignados por lo que tenían como una maldición, le replicaron: Nosotros no tenemos otro rey que el César7. De ahí que por haberse escandalizado del título, se alejaron de los santos. Acérquense a los santos y se unirán al Santo de todos los que reconocen como rey a Cristo y desean poseerlo. Aléjense de los santos quienes contradiciendo el título, despreciaron a Dios como Rey, eligiendo a un hombre como a su rey. Porque todo pueblo que se complace en el reino humano, rechazando el reinado del Señor sobre él —a cuyo reino están todos sometidos únicamente si él reina sobre sus deseos—, todo pueblo así, digo, está alejado de los santos. Cuidado, hermanos, con aplicar esto sólo a los judíos. En ellos se nos dieron como los ejemplos primeros y típicos, como para que en aquel pueblo resaltara lo que todo hombre deberá evitar. Ellos claramente rechazaron a Cristo como rey, eligiendo como rey suyo al César. No hay duda de que el César es un rey hombre para los hombres en los asuntos humanos, pero hay otro rey para lo divino. Un rey es para la vida temporal, el otro para la eterna; uno es el rey terrenal, otro el celestial: el terreno está sometido al rey celestial; este está sobre todas las cosas. No pecaron los judíos por haber dicho que tenían como rey al César, sino por haberse negado a tener a Cristo como rey. Y también ahora hay muchos que rehúsan tener como rey a Cristo, que tiene su trono en el cielo y es el rey universal. Son precisamente estos los que nos hacen sufrir. Contra ellos nos conforta este salmo; es necesario soportarlos hasta el final; no los tendríamos que aguantar si no nos fuera conveniente. Toda tentación es una prueba, y toda prueba, produce su fruto. Porque el hombre con frecuencia se desconoce a sí mismo: no sabe qué puede y qué no puede soportar. A veces cree poder sobrellevar lo que es incapaz, y otras pierde la esperanza de poder soportar lo que sí puede. Al acercarse la prueba como una interrogante, el hombre se descubre a sí mismo, ya que a sí mismo estaba oculto, aunque no a su Creador. Pedro, por ejemplo, se creyó no sé cuánto sobre sí, algo que en realidad no era todavía, incluso se manifestó dispuesto hasta dar la vida por no abandonar al Señor Jesucristo. Desconocía Pedro sus fuerzas, cosa que el Señor sí conocía. El que lo había creado le respondió que no era capaz de tanto: el que había de dar a su criatura las fuerzas adecuadas, sabía muy bien qué era lo que todavía le faltaba. Pedro, en cambio, ignoraba que aún no las había recibido. Llegó la tentación, renegó, lloró y las recibió8. Por eso, al no saber qué pedir, puesto que no sabemos bien lo que nos hace falta; ni dar gracias, por ignorar lo que hemos recibido, en este mundo necesitamos siempre ser formados por la tentación y la tribulación. Pero no podemos ser atribulados sino por aquellos que están apartados de los santos. Entended, hermanos, que este alejamiento se trata del corazón, no del cuerpo. Sucede a veces que uno que vive lejos de ti, te está muy unido, ya que ama lo que tú amas. Y también se da el caso de que quien está a tu lado, está distante de ti, ya que él ama el mundo y tú amas a Dios.
3. ¿Qué quieren, pues, decir las palabras que también pertenecen al título, y dicen que Los Filisteos se apoderaron de él en Get? Get era una ciudad de los Filisteos, es decir, de extranjeros, de un pueblo alejado de los santos. Por el mismo hecho de ser extranjeros, no están cerca de los santos. Todos los que rechazan a Cristo como rey, se convierten extranjeros. ¿Por qué? Por la misma razón que aquella vid, plantada por él, y que luego se volvió amarga. ¿Qué fue lo que tuvo que oír? ¿Por qué te has convertido en amarga, cepa extranjera?9. No se le dijo: Viña mía; si fueras mía serías dulce; como eres amarga no eres mía; y si no eres mía, ciertamente eres extrajera. Así que los Filisteos se apoderaron de él en Get. Aquí tenemos, hermanos, a David, el propio hijo de Jesé, el rey de Israel, que anduvo errante por Filistea, cuando lo perseguía Saúl10. Estuvo en esta ciudad y ante su rey, pero no leemos que fuera arrestado allí. Por tanto, nuestro David, Jesucristo el Señor, nacido de la descendencia de aquel David, no sólo fue detenido, sino que todavía los Filisteos lo tienen preso en Get. Hemos citado a Get por ser una ciudad. Si nos preguntamos qué quiere decir este nombre, la respuesta es «lagar». Cristo, como cabeza y salvador del cuerpo, que nació de la Virgen y fue crucificado, ya nos mostró un adelanto de nuestra resurrección en la resurrección de su cuerpo. Él ahora está sentado a la derecha del Padre e intercede por nosotros. Y está también aquí entre nosotros, pero en su cuerpo que es la Iglesia. El cuerpo está unido a su Cabeza, y refiriéndose a su cuerpo exclama: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?11. También el cuerpo está en su cabeza, según nos dice el Apóstol: Con él nos ha resucitado y con él nos ha sentado en los cielos12. También nosotros estamos allí sentados, y también él está sufriendo aquí abajo: nosotros sentados allí en esperanza, y él está aquí con nosotros por el amor. Esta fusión la de un solo hombre, hace de los dos una sola carne, el esposo y la esposa. Por eso el mismo Señor dice: Así que ya no son dos, sino una sola carne13. ¿Cómo está, pues, retenido en Get? Sí, su cuerpo, es decir su Iglesia14, está retenida en el lagar. ¿Qué quiere decir esto? Que está en aprietos. Pero las presiones del lagar son fructuosas. Cuando la uva está en la cepa no siente presiones, se la ve entera; pero de ella nada mana. Llevada al lagar, se la pisa, se la estruja; parecería que se le hace un daño a la uva, pero esta lesión no es infructuosa; es más, si no se le causase este detrimento, quedaría estéril.
4. [v.2] Así que los santos que sufren por causa de los que están alejados de los santos, pongan atención a este salmo, reconózcanse ellos aquí, digan estas palabras los que padecen lo que aquí se dice. Pero el que no sufre, que no se le ocurra decir: «Yo no me uno a esa voz del salmo, puesto que me veo fuera de esos sufrimientos». Cuidado, no sea que, al querer estar lejos del sufrimiento, se aleje de los santos. Piense cada uno en su enemigo: si es cristiano, el mundo es su enemigo. Nadie piense en las enemistades personales, cuando vaya a recitar las palabras de este salmo. Tengamos bien claro que nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los príncipes, potestades y los espíritus del mal15, es decir, contra el diablo y sus ángeles. Porque cuando nos toca sufrir a los hombres molestos, es él quien los instiga, él quien los atiza, él quien los maneja como instrumentos suyos. Pongamos atención a dos clases de enemigos: el que vemos, y el que no vemos; al hombre lo vemos, al diablo no. Amemos al hombre y defendámonos del diablo; oremos por el hombre y oremos contra el diablo, diciéndole a Dios: Misericordia, Señor, que un hombre me pisotea. No tengas miedo de que te haya pisoteado un hombre, ¡produce vino! Fuiste hecho uva para ser aplastado. Misericordia, Señor, que un hombre me pisotea; lucha todo el día y me ataca todo el que se ha distanciado de los santos. ¿Y por qué no entender aquí al diablo? ¿Quizá porque nunca se le llama hombre? ¿Si fuera así el evangelio se equivoca al decir: Un hombre enemigo ha hecho esto?16. Pero bien sabemos que, en el lenguaje figurado, al diablo también se le puede llamar hombre, sin serlo en realidad. Ahora bien, sea que se refiere a él, o al pueblo y a cuantos se han alejado de los santos, de los que el diablo se sirve para atormentar al pueblo de Dios unido a los santos, unido al Santo, unido al Rey, a ese Rey, por cuyo título los judíos se alejaron, como indignados y rechazados. A pesar de todo eso, que diga: Misericordia, Señor, que un hombre me pisotea. Que no desfallezca en esa opresión, sabiendo a quién invoca, y con qué ejemplo se siente fortalecido. El primer racimo pisado en el lagar es Cristo. Al ser exprimido en la pasión aquel racimo, de él manó el zumo, del que se dijo: ¡Qué excelente el cáliz inebriante!17. Que hable el Cuerpo, dirigiéndose a su Cabeza: Misericordia, Señor, que un hombre me pisotea; lucha todo el día y me ataca. Todo el día es siempre. Que nadie se diga a sí mismo: Tuvieron que sufrir nuestros padres, pero nosotros ya no. Si crees que tú no tienes sufrimientos, es que no has empezado a ser cristiano. ¿Dónde, si no, quedan las palabras del Apóstol: Todos los que desean vivir piadosamente en Cristo, sufrirán persecuciones?18. Por lo tanto, si tú no sufres ninguna persecución por Cristo, mira bien, no sea que no hayas comenzado a vivir piadosamente en Cristo. Porque cuando comiences a vivir piadosamente en Cristo, has entrado ya en el lagar; prepárate a ser estrujado, pero no seas árido, no te quedes sin producir jugo alguno.
5. [v.3—4] Todo el día me están pisoteando mis enemigos. Los que se han alejado de los santos, esos son mis enemigos. Lo de todo el día ya lo hemos dicho. Desde la altura del día. ¿Qué significa esto? Quizá sea difícil de entender. Y no es de extrañar, ya que se trata de la sublimidad del día. Tal vez ellos se alejaron de los santos, al no poder penetrar la sublimidad del Día, cuyas doce horas refulgentes son los doce Apóstoles. De ahí que quienes lo crucificaron como si fuera un hombre, se equivocaron en el Día. ¿Y por qué se vieron envueltos en tinieblas, alejándose por ello de los santos? Porque el Día brillaba en lo alto, y al que estaba oculto, elevado en lo alto, no lo llegaron a conocer, porque si lo hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria19. Rechazados, pues, por esta sublimidad del Día, se alejaron de los santos, se convirtieron en enemigos que harán sufrir y pisotearán como a las uvas en el lagar. Hay otra interpretación: Desde la altura del día me están pisoteando mis enemigos todo el día, o sea, todo el tiempo. Desde la altura del día, o sea, desde la soberbia terrena. Al pisotear es que están encima; los humildes están debajo, y arriba los que pisotean. Pero no temas la altura de los que aplastan; se trata de la altura del día, algo temporal, no eterno.
6. Porque muchos de los que me atacan se atemorizarán. ¿Cuándo se atemorizarán? Cuando pase el día de su encumbramiento. Están arriba por un tiempo. Pasado ese tiempo tendrán miedo. Pero yo espero en ti, Señor. No dice: Pero yo no voy a temer, sino: Muchos de los que me atacan se atemorizarán. Cuando llegue el día del juicio, entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra20. Cuando aparezca en el cielo la señal del Hijo del hombre, todos los santos se sentirán tranquilos. Porque llegará lo que esperaban, lo que anhelaban, lo que suplicaban que llegase. Pero a los otros no les quedará ya lugar al arrepentimiento, porque en el tiempo en que pudieron hacer una fructuosa conversión, endurecieron el corazón contra el Señor que los amonestaba. ¿Podrán, acaso, levantar un muro para defenderse del Dios que viene a juzgar? Reconoce ahora su bondad, y si eres miembro de su cuerpo, imítalo. Cuando dijo: Muchos de los que me atacan se atemorizarán, no añadió: Pero yo no voy a temer, no sea que atribuyendo a sus propias fuerzas esta seguridad, se subiera también él a las alturas transitorias, y por esa soberbia temporal, no mereciera llegar al descanso eterno. Más bien te hace entender por qué no ha de temer: Yo en cambio, dice, espero en ti, Señor. No se refiere a su propia seguridad, sino a la causa de ella. Si no tengo temor, puede ser por la dureza de mi corazón; de hecho, muchos, por su arrogancia, no temen. Ponga atención vuestra Caridad: una cosa es la salud del cuerpo, otra la parálisis corporal, y otra su inmortalidad. La perfecta salud del cuerpo es la inmortalidad; pero hablamos de una cierta salud corporal que disfrutamos en esta vida. Cuando no hay enfermedad, todo el mundo dice estar sano; viene la inspección del médico y confirma su salud; comienza uno a enfermarse, y esa misma salud se resquebraja; luego se cura, y recupera la salud. Fijaos con atención en los tres estados corporales: la salud, la parálisis y la inmortalidad. La salud es la ausencia de la enfermedad; pero cuando algo la afecta y la ataca, hay dolor. En cambio en la parálisis el dolor está ausente; el cuerpo ha perdido la sensibilidad hacia el dolor, y tanto más cuanto más grave sea la parálisis. Ahora bien, en la inmortalidad no existe el dolor; ha desaparecido toda corrupción, y esto corruptible se ha vestido de incorrupción, y esto mortal se ha vestido de inmortalidad21. No hay, pues, dolor alguno en el cuerpo inmortalizado, no lo hay en el cuerpo paralítico. No se vaya a creer inmortal el afectado de parálisis; está más cerca de la inmortalidad la salud con dolor, que la parálisis insensible. Si te encuentras con un hombre soberbio, inflado y arrogante, que se ha persuadido de no tener ningún temor, ¿lo creerás más fuerte que aquel que dice: Por fuera luchas, por dentro temores?22. ¿Y más fuerte que nuestra Cabeza, el Señor nuestro Dios, que llegó a decir: Triste está mi alma hasta la muerte?23. No, no es el otro más fuerte: que no te seduzca su parálisis; no está revestido de inmortalidad, lo que está es privado de sensibilidad. Tú ten un alma, pero no insensible. Son reprendidos los que no tienen sensibilidad; tú habla así de la salud sensible: ¿Quién se enferma, sin que yo me enferme? ¿Quién sufre escándalo, sin que yo me abrase?24. Si al que esto escribe no le importase el escándalo ni la perdición de cualquier enfermo, ¿nos parece que le iría mejor estando como paralizado y sin dolor? ¡No, en absoluto! Estaría aletargado, pero no en paz. Sí, hermanos, cuando lleguemos a aquel lugar, a aquella morada, a aquel bienestar, a la patria celeste, donde nuestra alma gozará de plena seguridad, de absoluto descanso y eterna felicidad, allí no habrá dolor alguno, ya que no habrá nada por qué sufrir. Muchos, dice, de los que me atacan, se atemorizarán. Los mismos insensibles que ahora nada temen, en algún momento temerán: los invadirá un terror tan grande, que quebrantará y destrozará toda dureza. Muchos de los que me atacan, se atemorizarán. Yo en cambio espero en ti, Señor.
7. [v.5] En Dios alabaré mis palabras, en Dios confío; no temeré lo que me haga la carne. ¿Por qué? Porque confío en Dios. ¿Por qué? Porque en Dios alabaré mis palabras. Si en ti alabas tus palabras, no digo que no temas; no, es imposible que no temas. Porque o tus palabras son engañosas (y por eso son tuyas, por ser engañosas), o si son palabras verdaderas, y tú no las tienes como venidas de Dios, sino que son tuyas, las palabras en sí son verdaderas, pero tú eres el mentiroso. Si, por el contrario, reconoces que de ti nada puedes decir por tu cuenta sobre la sabiduría de Dios y sobre la verdadera fe, más que lo que de él recibiste, según aquello de: ¿Qué tienes que no hayas recibido?25, entonces en Dios alabas tus palabras, y así en Dios, serás tú alabado por las palabras de Dios. En efecto, si lo que hay en ti es de Dios, y tú mismo lo honras, tú que eres obra de Dios, en Dios tendrás tu honra. Pero si lo que en ti hay de Dios lo honras como tuyo, no como de Dios, entonces lo mismo que aquel pueblo se alejó de los santos, así también tú te alejas del Santo. Por eso En Dios alabaré mis palabras. Si alabo en Dios, ¿por qué son mías las palabras? Se dirigen a Dios, y son mías. En Dios porque vienen de él; mías porque las he recibido. El que me las dio ha querido que sean mías, amándole a él que es el dueño; de él han venido a mí, han llegado a ser mías. Es como cuando decimos: Danos hoy nuestro pan cotidiano26. ¿Cómo es nuestro, si decimos dánoslo? Pidiéndoselo no te quedarás sin pan; confesando que es tuyo no serás desagradecido. Si no lo llamas tuyo, es que no lo recibiste; pero si lo llamas tuyo como si de ti procediera, pierdes lo recibido, porque eres ingrato con el que te lo ha dado. Así que En Dios alabaré mis palabras, porque él es la fuente de toda palabra verdadera; y mías porque estando sediento me acerqué a él y sacié mi sed. En Dios alabaré mis palabras, en Dios confío; no temeré lo que me haga la carne. ¿No eras tú el que hace poco decía: Misericordia, Dios mío, porque un hombre me pisotea; lucha todo el día y me ataca? ¿Cómo dice ahora: no temeré lo que me haga la carne? ¿Qué te puede hacer? Tú mismo hace poco dijiste: Me pisotea, me ataca. ¿Es que esto no es hacer nada? Es que está mirando al vino que mana del pisotón, y responde: «Efectivamente, me pisoteó, me hirió; pero, ¿qué va a hacerme? Era yo una uva, ahora voy a ser vino»: en Dios confío; no temeré lo que me haga la carne.
8. [v.6] Todo el día rechazan mis palabras. Así son, ya los conocéis. Decid la verdad, predicad la verdad, anunciad a Cristo a los paganos, anunciad la Iglesia a los herejes, la salvación a todos; me contradicen, detestan mis palabras. Pero al rechazar mis palabras, ¿a quién pensamos que rechazan, sino a aquel por quien alabaré mis palabras? Todo el día rechazan mis palabras. Ojalá les bastase con rechazar mis palabras y no pasasen de ahí; que las critiquen, que las rechacen. ¡Pero no! ¿Por qué digo esto? Cuando rechazan las palabras, cuando las detestan, (las mismas palabras que manan de la fuente de la verdad), ¿qué harán con el que pronuncia tales palabras? ¿Qué, sino lo que sigue: Todos sus planes son malignos contra mí? Si rechazan el pan, ¿cómo no rechazarán la bandeja que se lo ofrece? Todos sus planes son malignos contra mí. Si esto tuvo que sufrir el mismo Señor, no va a rehusar el cuerpo lo que se anticipó en la Cabeza, para que siga unido a ella. Fue despreciado tu Señor, ¿y tú quieres ser honrado por los que se han apartado de los santos? No quieras para ti lo que no sucedió con él. No está el discípulo por encima de su maestro, ni el siervo es más que su señor27. Si al padre de la familia le han llamado Belcebub, ¿cuánto más a sus siervos? Todos sus planes son malignos contra mí.
9. [v.7] Habitan de paso y se esconden. Habitar de paso es peregrinar. Los que van de paso son los que viven en patria ajena. Todo hombre en esta vida es un peregrino; en ella veis cómo estamos recubiertos de carne, que nos impide ver el corazón. Por eso dice el Apóstol: No juzguéis a nadie antes de tiempo, hasta que venga el Señor. Él iluminará lo que esconden las tinieblas, y pondrá de manifiesto los pensamientos del corazón; entonces recibirá cada uno la alabanza de Dios28. Antes de que esto ocurra, mientras dura esta peregrinación de la vida corporal, cada uno lleva su corazón, y todo corazón está oculto a los demás corazones. De ahí que estos que maquinan maldades contra el salmista, habitan de paso y se esconden; porque están viviendo esta peregrinación y son portadores de la carne, ocultan el engaño en su corazón, esconden todos sus malos pensamientos. ¿Por qué? Porque esta vida es aún una peregrinación. Que lo escondan; saldrá a la luz lo que ahora esconden, y ellos no se podrán esconder. En este «esconderse» hay también otra interpretación, que quizá os gustará más. De entre aquellos que se han apartado de los santos, algunos ocultamente se infiltran entre nosotros y causan peores sufrimientos al cuerpo de Cristo, porque no se los esquiva como a gente totalmente extraña. El Apóstol enfatiza la mayor gravedad de los peligros provenientes de estos falsos hermanos, y al enumerar sus muchos sufrimientos, va diciendo: Peligros en los ríos, peligros de ladrones, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar; y luego añade: peligros de los falsos hermanos29. Estos son en extremo peligrosos; de ellos se dice en otro salmo: Entraban para espiarme30. Sí, entraban para espiar y nadie les dice: No entres para espiar. Porque entra como un miembro más de la iglesia, y nadie toma precauciones como de un extraño que es. Estos son los que se aposentan y se esconden. Entran en la casa grande con la intención de no perseverar en ella; de ahí que habitan de paso. El Señor, queriendo que en ellos se entendiese a los pecadores, siguiendo el sentir del evangelio, según el cual todo el que peca es esclavo del pecado, afirma: El siervo no permanece en la casa para siempre, en cambio el hijo sí permanece para siempre31. El que entra como hijo, que no se hospede transitoriamente, porque va a perseverar hasta el final32; el que entra como siervo, como engañador, como pecador, echa el ojo para espiar a ver qué puede robar, busca cómo criticar o censurar, entra para aposentarse de momento, no para habitar y perseverar. Pero tampoco a estos debemos tener miedo, hermanos: En Dios confío; no temeré lo que me haga la carne. Aunque se hospedan, aunque entran, aunque disimulan, aunque se esconden, son de carne. Tú espera en el Señor, nada logrará hacerte la carne. Eso sí, te hará sufrir, te oprimirá. Ya se acerca el vino, porque la uva es aprisionada. Tus sufrimientos no pueden ser infructuosos. Otro te está viendo y te imita; porque también tú, para aprender a soportar tales sufrimientos, contemplaste a tu Cabeza, aquel primer racimo en el cual se infiltró un hombre para espiar, se aposentó de momento y se escondió el traidor Judas. Así que no tengas miedo a nadie de los que entren con falsas intenciones, se hospeden y se escondan. Judas, el padre de ellos, convivió con tu Señor, y él lo conocía de sobra; aunque el traidor Judas se hospedó y se escondía, sin embargo, su corazón no se le ocultaba al Señor del mundo. A sabiendas eligió a un individuo para que te sirviera de consuelo a ti que no ibas a saber de quién resguardarte. Podía no haber elegido a Judas, ya que lo conocía; de hecho, les dijo a los discípulos: ¿No os he elegido yo a los doce, y uno de vosotros es un diablo?33. ¿Luego el diablo fue también elegido? Y si no lo fue, ¿cómo eligió a doce, y no más bien a once? Sí, él fue elegido, pero para algo distinto de los otros discípulos. Once fueron elegidos para ser probados, y uno para que hiciera de tentador. Cómo, si no, podría haberte dado ejemplo de cómo precaverte contra los falsos e hipócritas, que se han hospedado y escondido, a ti que no sabes cómo precaverte de los malos, sino diciéndote: «Mira, cómo yo tuve conmigo a uno de ellos, te he precedido con el ejemplo, lo he tolerado, he soportado algo que ya sabía, para darte a ti, inexperto, un alivio. Lo que hizo conmigo, lo hará también contigo; podrá hacerte mucho mal, se ensañará contigo, andará acusando y te imputará falsos crímenes. Así triunfarían las calumnias; ¿y van a triunfar sólo en ti y no triunfaron antes en mí? En mí ciertamente triunfaron, pero no me arrebataron el cielo». Así fue, y una vez sepultada la carne del Señor, soportó falsos testigos. Poco fue soportarlos en el proceso judicial: también los soportó en el sepulcro. Recibieron los soldados una propina para mentir, y dijeron: Mientras dormíamos vinieron sus discípulos y se lo llevaron34. Tan ciegos estaban los judíos que creerían un testimonio absolutamente increíble: ¡Creyeron a unos testigos dormidos! O era falso que estaban dormidos, y en ese caso no debían haber creído a unos mentirosos, o bien era cierto que estaban dormidos, y entonces no se enteraron de lo ocurrido. Habitan de paso y se esconden. Bueno, que moren de paso y se escondan: ¿qué podrán hacer? En Dios confío; no temeré lo que me haga la carne.
10. Están al acecho de mi calcañar. Para esto habitan de paso y se esconden: para espiar por dónde cae el hombre. Están atentos al talón, a ver cuándo puede haber un resbalón y ponerle la zancadilla para que caiga o hacerle tropezar, y así tener algo de qué acusarle. ¿Y quién es el caminante que jamás tenga un desliz? No hay duda, sucede frecuentemente al menos con la lengua. Por eso hallamos escrito: Si uno no tiene algún desliz con la lengua, ese es un varón perfecto35. ¿Y quién se atreverá a llamarse o creerse perfecto? Sí, es inevitable para cualquiera el tener algún desliz con la lengua. Ahora bien, los que habitan de paso y están escondidos, están a la caza de todas las palabras, buscando siempre trampas y tendiendo lazos con calumnias, entre los cuales ellos mismos se enredan, antes que los que pretenden implicar, siendo ellos atrapados y pereciendo antes que los otros a quienes se empeñan en atrapar y perder. Porque el hombre se refugia en su corazón, y desde allí recurre a Dios, y sabe decir: En Dios alabaré mis palabras. Todo lo bueno que he dicho, y todo lo verdadero, es de Dios y procede de Dios; y todo lo demás que haya podido decir y no debí decirlo, lo dije por ser hombre, pero bajo la mirada de Dios. El que da fuerzas al caminante, el que corrige al que yerra, el que perdona al arrepentido, frena la lengua y levanta al caído. Siete veces cae el justo y otras tantas se levanta; pero los impíos se consumirán en sus males36. No temamos, pues, a los astutos perseguidores, a los que andan a la caza de palabras, y cuentan casi las sílabas, pero no cumplen los preceptos. Está fijándose en qué puede acusarte, pero no pone atención para creer en Cristo por tu testimonio. Eso sí, pon atención a las palabras que rechazas en él, no sea que te esté dando una lección saludable. «¿Y qué lección podrá darme —dirás— ese deslenguado?». Tal vez te esté enseñando precisamente eso: que no andes a la caza de palabras, sino que cumplas los mandamientos. Están al acecho de mi calcañar.
11. Como ha soportado mi alma. Me refiero a lo que he soportado. El que hablaba era un experto: Como ha soportado mi alma. Que habiten de paso y se escondan. Sopórtelos a todos mi alma: a los de fuera que ladran, y también a los que están escondidos. Llegará de fuera la tentación, como río impetuoso; pues bien, que te encuentre firme sobre piedra: arremeterá contra ti, pero no te abatirá, porque tu casa está fundada sobre piedra37. Pero resulta que está dentro: que habita de paso, que se esconde; estará cerca como lo está la paja del grano; que venga la trilla de los bueyes, que pasen por encima los trillos de las tentaciones: tú serás purificado, y la paja triturada.
12. [v.8] Como ha soportado mi alma, gratuitamente los salvarás a ellos. Nos ha enseñado también a orar por ellos. Es decir, por los que habitan de paso y se esconden, es decir, los falsos, los hipócritas, los insidiosos; tú ora por ellos, no digas: «¿Podrá Dios corregir a un hombre tal, tan malo, tan perverso?». No pierdas la esperanza. Fíjate en quién es el que ruega, no por quién ruegas. Ves la gravedad de la enfermedad, ¿y no te fijas en las cualidades del médico? Que habiten de paso y se escondan, como lo ha soportado mi alma. Aguanta, ora; ¿qué sucede? Gratuitamente los salvarás. Los salvarás sin que te cueste nada, no te supondrá trabajo alguno. Para los hombres no tienen solución, pero tú los curas con la palabra; no necesitarás esforzarte en la curación, aunque nosotros quedemos asombrados al verlo. Existe otra interpretación de esta frase: Gratuitamente los salvarás, que es esta: Los salvarás sin ningún mérito anterior suyo. Dice el Apóstol: Yo anteriormente fui un blasfemo, un perseguidor y un dañino38. Recibía cartas de los sacerdotes para que dondequiera que encontrase seguidores de Cristo, los llevara presos39. En cualquier lugar que los detuviese, antes él habitaba de paso y se escondía. Realmente ningún mérito bueno le había precedido, al contrario sus antecedentes eran dignos de condena; nada bueno aportó, y sin embargo fue salvado. Gratuitamente los salvarás. No te ofrecerán machos cabríos, ni carneros ni toros, nada de ofrendas ni aromas llevarán a tu templo, ni derramarán libaciones de una buena conciencia; todo en ellos es ofensivo, tenebroso, detestable. Y precisamente cuando ellos nada tienen que ofrecerte que merezca su salvación, tú los salvarás gratuitamente, es decir, tu gracia se da gratis. ¿Qué había llevado el buen ladrón a la cruz? Del delito al juicio, del juicio al leño, y del leño al paraíso40. Creyó y por eso habló41. ¿Pero la misma fe quién se la dio, sino el que estaba suspendido a su lado? Gratuitamente los salvarás.
13. Con ira conduces a los pueblos. Te llenas de ira y conduces, haces sufrir y salvas, atemorizas y llamas. ¿Cómo se entiende entonces lo de con ira conduces a los pueblos? En todo pones sufrimiento, para que los hombres desde el sufrimiento recurran a ti, y no se dejen seducir por los placeres y por una perversa seguridad. En ti aparece la ira, pero paterna. Se enoja el padre con su hijo, que desprecia sus mandatos. En su enojo lo abofetea, le pega, te tira de la oreja, lo coge de la mano y lo lleva a la escuela. Con ira conduces a los pueblos. ¡Cuántos han entrado, cuántos han llenado la casa de Dios, conducidos por su ira, es decir, atemorizados por las tribulaciones y llenándose de fe! A esto nos impulsa la tribulación, a vaciar el vaso que estaba lleno de maldad, para que se llene de gracia. Con ira conduces a los pueblos.
14. [v.9] A ti, oh Dios, he manifestado mi vida. Tú me has dado la vida, y por eso yo te describo mi vida. ¿Es que Dios ignoraba lo que me había dado? ¿Qué es lo que le cuentas? ¿Pretendes enseñar a Dios? De ninguna manera. ¿Cómo entonces dice: Te he manifestado? ¿Será quizá porque te beneficia que yo te cuente mi vida? ¿Y qué le puede aprovechar a Dios? Aprovecha a la gloria de Dios. Le he contado a Dios mi vida porque fue Dios el que me dio la vida. Como le manifestó su vida Pablo el apóstol, diciendo: ¡Yo antes fui blasfemo, perseguidor y malvado! Que describa así esta su vida: Pero he alcanzado misericordia42. Manifestó su vida no a sí mismo, sino a Dios; y lo hizo de tal manera que creyó en él; no para beneficio propio, sino de Dios. ¿Y qué es lo que dice el mismo Pablo? Cristo murió y resucitó, para que el que vive ya no viva para sí mismo, sino para aquel que murió por todos43. Así que, si vives, y no vives de ti mismo, puesto que él te concedió la vida, cuéntale, sí, tu vida, pero no a ti, sino a él; no buscando tu propio interés, no viviendo para ti, sino para aquel que ha muerto por todos. ¿Qué dice el mismo Apóstol de ciertos réprobos? Todos van buscando su propio interés, no el de Jesucristo44. Si describes tu vida en provecho propio, y de nada sirve a los demás, la describes para ti, no para Dios. Pero si manifiestas tu vida de tal manera que invitas a los demás a adoptar la vida que tú has adoptado, estás manifestando tu vida al que te la concedió, y tendrás una gran recompensa, ya que no te has mostrado ingrato por el don que recibiste. A ti, oh Dios, he manifestado mi vida. Has puesto mis lágrimas en tu presencia: Me escuchaste cuando te he suplicado. Conforme a tu promesa: Tal como lo habías prometido, así lo cumpliste. Dijiste que escucharías al que llora: yo creí, lloré, y he sido escuchado; te encontré misericordioso en tus promesas y fiel en cumplirlas. Conforme a tu promesa.
15. [v.10] Que se vuelvan atrás mis enemigos. Esto les hará bien, no les desea nada malo; ellos quieren seguir adelante, pero se niegan a enmendarse. Estás exhortando a tu enemigo a que viva bien, a que se corrija; él lo desprecia, rechaza tus palabras: «¡Mira quién me está dando consejos, mira quién me predica cómo debo vivir!» Él pretende estar por delante de ti, y en ese avanzar no se corrige. No cae en la cuenta de que tus palabras no son tuyas, de que estás manifestando tu vida a Dios, no a ti. Al querer ir delante, no se corrige. ¡Qué bien le haría volver atrás, y seguir a quien pretendía adelantar! El Señor hablaba a sus discípulos de su futura pasión; Pedro se horrorizó, y le dijo: ¡De ninguna manera, Señor, eso no te sucederá! El mismo había afirmado poco antes: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo; lo confesó como Dios, y temió que muriese como hombre. El Señor, que había venido a padecer, y que no habríamos podido salvarnos si no fuéramos redimidos por su sangre, un momento antes había elogiado la confesión de Pedro, y le había dicho: No te reveló esto ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Por eso tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no la vencerán; y a ti te daré las llaves del reino de los cielos. Fijaos cómo premió la confesión verdadera, piadosa, llena de confianza, que había dicho Pedro: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Pero apenas comenzó el Señor a hablar de su pasión, él temió perecer de muerte, cuando en realidad pereceríamos nosotros si él no muriese. Por eso dijo: ¡De ninguna manera, Señor, eso no sucederá! Y el mismo Señor que le había dicho un momento antes: Dichoso tú; y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, le dijo: ¡Ponte detrás, satanás; eres para mí un tropiezo! ¿Por qué, ahora satanás, y un momento antes «dichoso de ti» y «roca»? Porque no entiendes las cosas de Dios, sino las de los hombres45. Poco antes las de Dios: Porque esto no te lo reveló la carne y la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Cuando es a Dios a quien alaban sus palabras, no es satanás, sino Pedro el de la piedra; pero cuando se centra en sí mismo, en la humana debilidad, en el amor del hombre carnal, siendo un impedimento para su salvación y la de los demás, se le llamó satanás. ¿Por qué? Porque pretendía adelantarse al Señor y dar un consejo terreno al Rey del cielo. ¡De ninguna manera, Señor, eso no sucederá! Tú dices: De ninguna manera, y añades: Señor. Si realmente es Señor, suyo es el poder; si es el Maestro, sabe lo que debe hacer, sabe lo que hay que enseñar. Tú en cambio pretendes conducir al conductor, enseñar al maestro, dar órdenes al Señor, aconsejar a Dios; te has adelantado demasiado, ponte detrás. ¿No les será también provechoso esto a los enemigos de que habla el salmo? Que se vuelvan atrás mis enemigos, pero no se queden atrás sin avanzar. Así que retrocedan, para no ir delante, pero que sigan, no que se queden ahí. Que se vuelvan atrás mis enemigos.
16. Cualquier día que te invoque, sé que tú eres mi Dios. ¡Magnífico conocimiento! No dice: Sé que eres Dios, sino: Sé que tú eres mi Dios. Tuyo es cuando te socorre; tuyo es cuando para él tú no eres un extraño. Por eso se dice: Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor. ¿Por qué dice: cuyo Dios es? ¿De quién no lo es? Dios es el Dios de todos; pero propiamente se dice que es Dios de aquellos que le aman, que están cerca de él, que lo tienen como su tesoro y que lo adoran. Como si fueran de su casa, miembros de su gran familia, redimidos por la preciosa sangre de su único Hijo. ¡Cuánto nos ha dado Dios para que seamos suyos y él sea nuestro! Por el contrario, los extranjeros que se han apartado de los santos son hijos extraños. Mirad lo que se dice de ellos en otro salmo: Líbrame, dice alguien, de la mano de hijos extranjeros, cuya boca dice vanidades, y su diestra es injusta. Y fíjate en su alta posición, pero es la altura del día, es decir, la soberbia pasajera. Sus hijos, sigue diciendo, son como retoños consistentes, y sus hijas arregladas, a semejanza de un templo. Describe la felicidad de este mundo, la cual engaña a los hombres errantes, que, teniéndola por algo extraordinario, no buscan la verdadera y eterna felicidad. De ahí que estos hijos extraños no sean hijos de Dios: Sus hijos, dice, son como retoños consistentes, y sus hijas arregladas, a semejanza de un templo; sus silos están repletos, rebosando por aquí y por allá; sus bueyes gordos, sus ovejas fecundas, multiplicándose en las praderas; no hay brecha en sus cercados, ni alarma en sus plazas ¿Y qué es lo que sigue? Dijeron: Dichoso el pueblo que tiene todo esto. Pero ¿quiénes lo dijeron? Los hijos extraños, cuya boca dice vanidades. ¿Y tú qué dices? Dichoso el pueblo cuyo Dios es lo Señor46. Ha quitado de en medio todo lo demás que Dios da, y en su lugar les ha dado al mismo Dios. Todas las otras cosas, hermanos, que han citado los hijos extraños, Dios las da; pero también las da a los extraños, y también a los malvados, y también a los blasfemos el que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos e injustos47. A veces esto lo concede a los buenos, y a veces no; pero para los buenos se reserva a sí mismo, y a los malos el fuego eterno. Hay males que no los permite a los buenos, y hay bienes que los concede a los malos; y hay otras cosas que son en parte buenas y en parte malas, que las concede a los buenos y a los malos.
17. Nosotros, hermanos, amemos a Dios pura y castamente. No es casto el corazón de aquel que honra a Dios buscando una recompensa. ¿Entonces qué? ¿No tendremos recompensa por haber honrado a Dios? ¡Claro que sí! Pero será el mismo Dios a quien honramos. Él será nuestra recompensa, porque lo veremos tal cual es48. Mira cómo sí has de recibir la recompensa. ¿Qué les dice nuestro Señor Jesucristo a quienes lo aman? El que me ama guarda mis mandamientos; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré. Pero ¿qué recompensa le vas a dar? Y me manifestaré a él49. Si no lo amas, poco vas a tener; pero si lo amas, si por él suspiras, si honras gratuitamente a quien gratis te ha rescatado —ya que no habías merecido tu rescate—, si al considerar en ti los beneficios que te ha hecho, suspiras, y tienes el corazón inquieto en su deseo, no busques nada fuera de él: sólo él te basta. La avaricia pretendía adueñarse de toda la tierra; añade también el cielo: pero más que todo esto es quien ha hecho cielo y tierra. Os lo diré con claridad, hermanos: en un paralelo con el matrimonio humano, considerad cómo deberá ser casto el corazón para con Dios. Existen, sí, los matrimonios humanos; no ama a su esposa quien la ama por la dote que aporta. Y no ama castamente a su marido quien lo ama por algún pequeño o tal vez gran regalo que este le dio. Es marido el rico, y es marido también el que se empobreció. ¡Cuántos maridos rechazados de la sociedad, han sido más intensamente amados por sus castas esposas! Muchos matrimonios castos han sido un éxito por las desgracias de sus maridos. Las esposas, para evitar sospechas de que su amor iba hacia otra parte, no sólo no los abandonaron, sino que los siguieron con mayor empeño. Ahora bien, si un esposo humano, y una esposa humana se aman gratuitamente, si lo hacen castamente, ¿cómo deberá ser amado Dios, el auténtico y veraz esposo del alma, que fecunda a una prole para la vida eterna, y no nos permite que quedemos estériles? Amémosle, pues, de tal manera, que nada amemos fuera de él; y así se realizará en nosotros lo que ya dijimos, lo que hemos cantado, porque esto es también voz nuestra: Cualquier día que te invoque, sé que tú eres mi Dios. Esto es invocar a Dios, esto es invocarle sin interés. ¿Qué se dice en la Escritura de algunos? No invocaron al Señor. Y a ellos les parecía que sí habían invocado al Señor: pidiéndole sobre sus herencias, aumentar su riqueza, tener una larga vida y todo lo demás de este mundo pasajero. ¿Y qué dice de ellos la Escritura? No invocaron al Señor. ¿Y qué más sigue? Temblaron de miedo donde no había por qué temer50. ¿Qué alcance tiene: donde no había por qué temer? Temían que les fuese arrebatado el dinero, que viniera a menos algo de su casa; y en definitiva que vivieran menos años en esta vida, de lo que ellos proyectaban; sí, temblaron de miedo donde no había por qué temer. Esto fue lo que les pasó a los judíos: Si lo dejamos con vida, vendrán los romanos y nos arrebatarán el lugar santo y la nación51. Temblaron de miedo donde no había por qué temer. He reconocido que tú eres mi Dios. ¡Qué grandes riquezas las del corazón, qué clara la luz del ojo interior, qué seguridad infunde la confianza! He reconocido que tú eres mi Dios.
18. [v.11] En Dios alabaré la palabra, en el Señor alabaré el discurso; en Dios espero, no temo lo que pueda hacerme el hombre. El sentido es el mismo repetido anteriormente.
19. [v.12] En mí están, oh Dios, los votos que te hice de alabarte, y que te cumpliré. Haced votos al Señor vuestro Dios, y cumplidlos52. ¿Qué votos vais a hacer, y cuáles vais a cumplir? ¿Serán aquellos animales que se ofrecían en el altar de vez en cuándo? No, no hagas esas ofrendas: en tu interior está lo que debes prometer y cumplir. Saca del arca del corazón el incienso de la alabanza, y extrae del granero de tu buena conciencia el sacrificio de la fe. Y lo que has sacado, consúmelo en el fuego de la caridad. Estén dentro de ti las promesas de alabanza que has de cumplir a Dios. ¿Alabanza de qué? ¿Qué es lo que te ha otorgado? Porque libraste mi alma de la muerte. Es esta la vida que le manifiesta al Señor, cuando le dice: Oh Dios, te he contado mi vida. ¿Qué era yo? Un muerto. Sí, por mí mismo, un muerto. Y por ti ¿qué soy? Un ser vivo. Por eso tengo presentes, oh Dios, los votos que te hice de alabarte, y que te cumpliré. Yo amo a mi Dios; y esto nadie me lo podrá arrebatar; nadie se podrá llevar lo que a él le ofrezco, porque está en lo interior de mi corazón. Con razón se dice poco ha con toda confianza: ¿Qué podrá hacerme el hombre? Que se ensañe el hombre, que se le permita ensañarse, llevar a cabo todo lo que está tramando; ¿qué me podrá quitar? Oro, plata, animales, siervos, siervas, hacienda, casa, ¡que se lo lleve todo! ¿Podrá acaso quitarme las promesas de alabanza que hay en mi interior, y que yo le cumpliré a Dios? Al tentador se le permitió tentar al santo varón Job; en un instante le privó de todo. Le arrebató todos los bienes que poseía, le quitó su herencia, mató a sus herederos. Y esto no lo hizo poco a poco, sino de repente, de un golpe, en un instante, de manera que todas las desgracias le fueron comunicadas a la vez y en seguida. Sólo quedó Job, sin nada más. Pero en él, sí, en su interior estaban las promesas de alabanza a Dios que él cumpliría; y el diablo, ladrón como era, no tuvo acceso al arca de su santo pecho, que estaba lleno de ofrendas para los sacrificios. Mira lo que tenía, y mira lo que de él sacó: El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; como a él le agradó así sucedió; sea bendito el nombre del Señor53. ¡Oh riquezas íntimas, a las que el ladrón no tiene acceso! El mismo Dios le había dado lo que ahora recibía; él mismo le había enriquecido, y de allí Job le ofrecía lo que amaba. Dios busca en ti la alabanza, Dios busca tu confesión sincera. ¿Le vas a dar algo de tus campos? Él hizo llover para que los tuvieras. ¿Y de tu arca íntima le vas a dar algo? Él la ha llenado de lo que le ibas a ofrecer. ¿Qué le podrás dar que de él no hayas recibido? ¿Qué tienes que no hayas recibido?54. ¿Le darás algo del corazón? Él te dio la fe, la esperanza y la caridad; eso es lo que tú le puedes ofrecer, eso lo que has de sacrificar. En cuanto a todas las otras cosas, el enemigo podrá, sin duda, arrebatártelas contra tu voluntad, pero estas nunca te las quitará, a no ser que tú se lo permitas. Todas esas las perderá el hombre, incluso contra su voluntad: el que suspira por el oro, perderá el oro; el que ansiaba tener una casa, perderá la casa: la fe, sin embargo, nadie la perderá, a no ser que la desprecie.
20. [v.13] En mí están, oh Dios, los votos que hice de alabarte, y que te cumpliré; porque libraste mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída, para que me alegre en la presencia de Dios a la luz de los vivientes. Con razón no les alegraba a los hijos extraños alejados de los santos, puesto que no tienen la luz de los vivientes, para ver lo que le agrada a Dios. La luz de los vivientes es la luz de los inmortales, la luz de los santos. El que no está en tinieblas hace lo que le agrada a Dios en la luz de los que viven. Se fija la atención en el hombre y en sus cosas, sin saber nadie lo que es; pero Dios sí lo conoce bien. A veces está oculto al mismo diablo; si no lo tienta, no llega a conocerlo, como le pasó con este hombre del que he hablado hace poco. Dios sí lo conocía, y ante el diablo daba testimonio de él. El diablo lo desconocía, y de ahí que dijese: ¿Es que Job sirve a Dios desinteresadamente?55. Ved por dónde ataca el enemigo: allí donde hay perfección. Mirad la acusación del enemigo. Veía en él que servía a Dios, obediente en todo, perfecto en todas sus obras; y como sabía que era rico y su familia del todo feliz, le echó en cara precisamente que servía a Dios por haberle otorgado todo esto: ¿Es que Job sirve a Dios desinteresadamente? Esta era la verdadera luz, esta la luz de los vivientes: el servir a Dios gratuitamente. Dios en el corazón de su siervo veía su culto gratuito. Le complacía aquel corazón en la presencia del Señor, a la luz de los vivientes; al diablo se le ocultaba, puesto que vivía en tinieblas. Dios permitió las tentaciones de Job, no para conocer él lo que ya conocía, sino para nuestro conocimiento y para ofrecernos un ejemplo a imitar. Si no se le hubiera permitido actuar al tentador, ¿habríamos nosotros visto en Job lo que debemos y queremos imitar? Se le permitió obrar al tentador, lo privó de todo, se quedó solo, sin sus riquezas, sin la familia, sin sus hijos, pero lleno de Dios. Le perdonó a su esposa, es verdad. ¿Os parece que tuvo el diablo un gesto de misericordia dejándole a su esposa? Bien sabía él por quién había sido engañado Adán. Lo que le dejó el diablo fue una colaboradora suya, no un consuelo para su marido. Job estaba lleno de Dios, al cual había hecho votos de alabanza, que iba a cumplir, para mostrar que servía a Dios sin interés, no por haber recibido de él grandes beneficios. Por eso, después de haberlos perdido por completo, su comportamiento fue tal que no perdió al que se los había dado. Esto fue lo que dijo: El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; como a él le plugo así ha sucedido; sea bendito el nombre del Señor. Llagado, además, de la cabeza a los pies, aunque interiormente intacto, respondió a la tentadora desde la luz de los vivientes, desde la luz de su corazón: Has hablado como una mujer necia56, es decir, como quien no tiene la luz de los vivientes. La luz de los vivientes es la sabiduría, y las tinieblas de los necios es la tontería. Has hablado como una mujer necia; ves mi cuerpo, pero no ves la luz de mi corazón. Podía ella haber amado a su marido con más ardor si hubiera conocido la belleza interior, y se hubiera fijado en lo que era hermoso a los ojos de Dios; allí estaban las promesas de alabanza a Dios que él cumpliría. ¡No, aquel patrimonio interior no lo había invadido el enemigo! ¡Cuán íntegro estaba su tesoro, y cómo precisamente por ello esperaba aumentarlo, caminando de virtud en virtud! Así que, hermanos, todo esto nos sirva para amar a Dios gratuitamente, para que tengamos en él siempre nuestra esperanza, y no temamos ni al hombre ni al diablo. Ni uno ni el otro causan mal alguno si no se lo permitimos: y de ningún modo se les puede permitir, si no es para nuestro bien. Toleremos a los malos; seamos buenos, ya que también nosotros fuimos malos. Dios salvará gratuitamente a todos aquellos de quienes hemos llegado a desesperar. Por tanto, no desesperemos de nadie, oremos por todos los que nos hacen sufrir, no nos alejemos nunca de Dios. Sea él nuestro patrimonio, sea él nuestra esperanza, sea él nuestra salvación. Aquí es nuestro consolador, allí nuestro remunerador, y en todas partes nuestro vivificador, el autor de la vida; y no de cualquier vida, sino de aquella de la que se dijo: Yo soy el camino, la verdad, y la vida57. Y así tanto aquí con la luz de la fe, como allá con la luz de la visión, como si dijéramos la luz de los vivientes, seamos aceptables a Dios en su presencia.